domingo, 29 de diciembre de 2024

15 de diciembre de 1929: Félix Rodríguez y Cafetero de Piedras Negras

En memoria de don Antonio Ramírez González, quien el día de ayer hizo el último paseíllo.

La temporada de novilladas 1929 tuvo como principales triunfadores a Carmelo Pérez, Esteban García, José González Carnicerito y a Jesús Solórzano y como lo señala bien Verduguillo, el único que escapó a un destino trágico fue quien después sería conocido como El Rey del Temple, pero sin dejar de pagar su cuota de sangre, porque fue muy castigado por los toros. 

Así, la temporada 1929 - 30 en el Toreo de la Condesa tenía como bases entre los toreros mexicanos a Juan Silveti y a Pepe Ortiz, quienes encabezarían el elenco de los nuestros junto con los recién alternativados Heriberto García, Paco Gorráez y Edmundo Maldonado Tato, y con los que recibirían el doctorado en ese ciclo, Carmelo Pérez y Jesús Solórzano.

A esos siete diestros nacionales se sumarían los hispanos Joaquín Rodríguez Cagancho, Antonio Márquez, Ricardo González, Mariano Rodríguez Exquisito y quien me ocupa en estas líneas, el santanderino Félix Rodríguez.

Los dos toreros que más actuaciones sumaron y que tuvieron triunfos destacados en la temporada fueron Cagancho, que terminó siendo declarado el triunfador de ella y Heriberto García, quien se reveló además como un extraordinario estoqueador y que en su faena al toro Vigía de La Laguna, alcanzó uno de los puntos destacados de su trayectoria en los ruedos.

La temporada capitalina de Félix Rodríguez

El torero de Santander tuvo seis actuaciones en esa temporada, prácticamente consecutivas, a partir del 1o de diciembre de ese 1929, una tarde lluviosa, en la que, al decir de Heriberto Lanfranchi, la corrida debió suspenderse, pero al haberse dado, todo el mundo salió perjudicado con la decisión de la autoridad.

Al final de cuentas, Félix Rodríguez solamente pudo mostrar algo de lo que la prensa de la época dio a conocer de su paso por los ruedos hispanos, donde en ese calendario, de acuerdo con el anuario Toros y Toreros de Uno al Sesgo, actuó en 65 corridas. El juicio que hace de este diestro don Tomás Orts Ramos en ese resumen es el siguiente:

Perdió además 6 corridas, por diferentes causas. Ocupa el tercer lugar, por el número de actuaciones entre los matadores de toros, y aunque su campaña ha tenido grandes desigualdades, en nada ha bajado su cartel, porque como a todos los toreros de su clase y estilo, el público les concede un margen amplio de crédito, sabiendo que pueden volver por sus fueros y prestigios cuando se les antoje...

Es decir, plantea con claridad meridiana que Félix Rodríguez no era un torero que se distinguiera por ser consistente en su actuar en los ruedos.

La novena corrida de la temporada 1929 – 30

Para el domingo 15 de diciembre de 1929 se anunció la alternativa de Jesús Solórzano, quien la recibiría de manos del nombrado Félix Rodríguez y contando con el testimonio de Heriberto García. Los toros anunciados fueron de Piedras Negras, aunque al final terminaron lidiándose solamente cuatro de estos, pues el primero de la tarde y de la alternativa de Solórzano, llamado Cubano, y el quinto - bis, un retinto nombrado Lamparillo, segundo de Heriberto, fueron de La Laguna.

Por las disposiciones reglamentarias de la época, a Félix Rodríguez le correspondió lidiar a los toros tercero y cuarto de la corrida, siendo este último en donde pudo acreditar a la afición de la capital el por qué de su renombre. El toro se llamó Cafetero y fue de Piedras Negras. De la crónica de Armando de María y Campos, firmando como El Duque de Veragua, publicada en el semanario El Eco Taurino, extraigo:

En cuarto lugar, sale “CAFETERO” – número 27, cárdeno oscuro, morcillo, bragado y de muy buena construcción en general –, y con el primer capote que se encuentra es con el de “Posadero”. Salta al callejón, señal de que no es bravo. Félix lo torea de capa y de la serie de lances que da, no se nos olvida una verónica, uno doblando con el toro y el valiente remate de rodillas, aunque perdiera el capote. Pican “Cicoto” y “Marinero” y el toro se va creciendo por momentos. Félix corto y emocionante. Heriberto muy torero y Solórzano hace el gran quite de la tarde, embarrándose materialmente el toro a la cintura. Oye imponente ovación, música y sale al tercio a saludar... Lo parean rápidamente Delgado y Espinosa, y nos volvemos todos ojos para ver a Félix que sale con la muleta en la izquierda, arrastrándola indolentemente. Recordemos que a Félix se le llama en España “el torero de la mano izquierda” y que de él se ha dicho que su pase natural no se parece al de ningún otro torero, así de personal y emocionante es... El primer pase es el natural. Excelente principio. Un ayudado para colocarse él mismo el toro donde le convenía, y se pasa otra vez la muleta a la zurda. Y ante nuestros ojos atónitos - no incrédulos - Félix va desenvolviendo la película lenta de un inacabable pase natural, que liga con otro y con otro, y con otro, hasta sumar seis, que remata con uno de pecho, prodigio de sencillez y de emoción. Echad sobre un terciopelo negro un puñado de brillantes: uno, dos, tres, hasta seis, y una clara esmeralda, y tendréis un símil exacto de esta parte de la faena de Félix. En los tendidos la ovación es imponente. Y sigue la faena, con el toro bravísimo que se ha encontrado a un torero, a un gran torero, que no en balde torea en España ochenta y tres corridas, cerca de la mitad en Andalucía. ¿Es o no es Félix un torero jándalo? Y sigue por naturales... Como un Creador que arrojara sobre el tapiz azul del cielo puñados de luceros, así Félix Rodríguez sigue toreando al natural. Una vez, y otra, y otra, hasta consumar el clásico pase en redondo, y luego lo repite, como si quisiera ratificarlo, hacerlo otra vez, y otra, para que no quepa duda de que él es más que un Maestro del pase natural: un Rector del clásico muletazo. ¡De once pases naturales se compuso la segunda parte de esta faena!, una de las más grandes – y desde luego la más clásica que se ha hecho en la plaza de “El Toreo” –, que cerró con el áureo broche del pase de pecho, lento, echándose por delante a todo el bravísimo “Cafetero”... Hay una pausa. El jándalo Félix se retira a reponerse de una vasca imprevista, y que sirve para que “Cafetero” se refresque un poco... Y sigue la borrachera de naturales. Sobre el terciopelo negro de la tarde brillan hasta veinte clarísimos diamantes: los ¡veinte naturales! que Félix le ha sabido, y le ha podido, y le ha querido dar a este toro de Piedras Negras, bravo, qué duda cabe, pero que principió saltando al callejón... Sí, no se nos engañaba, no se nos contaba un cuento japonés, cuando se nos aseguraba que Félix Rodríguez torea al natural de modo personalísimo, cómo que sus naturales no son naturales – ¿por qué han de ser “naturales” estos pases maravillosos que Félix crea a la vista de miles de espectadores? – sino “legítimos” ... De hoy en adelante el pase clásico no será más un “bastardo” en el arte del toreo, no será un “natural”, porque ya tiene un padre que lo ha reconocido – veinte veces en una tarde –, y este es Félix Rodríguez. De hoy en adelante ese difícil pase que se da con la mano izquierda “situándose el lidiador en la rectitud del cornúpeta, teniendo el engaño en la mano de cobrar y a una distancia regular, dejando que el toro llegue a milímetros del trapo, cargándole la suerte y dándole lenta salida hacia el terreno que queda atrás del torero”, ya no se considerará como un pase natural, sino por un pase legítimo, de Félix Rodríguez... Una estocada atacando con fe, y las dos orejas, el rabo, dos vueltas al ruedo y una ovación imponente...

De María y Campos ve la faena como una obra bien compuesta, importante y merecedora de la atención que los aficionados le dieron por la emoción que les causó, y que al paso de los años, es como se quedó en la memoria colectiva, porque así es como la recoge la historia.

Más no todas las opiniones fueron encaminadas en el mismo sentido. La versión de Edmundo Fernández de Mendoza, Martín Galas, director y cronista del semanario El Taurino, es duramente crítica, a partir básicamente de dos hechos: que le pareció que el toro no tenía el suficiente trapío y de que la faena se realizó exclusivamente por naturales. Lo cito:

El toro menos toro de la camada de ayer, se lidió en cuarto turno; se llamó “Cafetero”, fue negro listón, bragado, bien encornado, sacudido de carnes, sin fuerza y pastueñote desde que pisó el ruedo. Félix le largó tres mantazos sin gracia, sin alegría, sin nada de lo que dicen sabe hacer con el capote. El bicho visitó el pasillo y cuando volvió a la escena, “El Sereno” ejecutó dos lances, distanciado, y moviéndose más de la cuenta, dobló dos veces con el burel y remató sin apretarse. El burel se arrancó de largo a “Azuquita”, que picó en los bajos; Félix hizo una chicuelina; pero Chucho Solórzano vino a demostrarle cómo se hacen esos lances, en el quite que le correspondió. Y, en la comparación, perdió Santander. Solórzano instrumentó después superior verónica y recortó como los grandes toreros. Heriberto también hizo superior verónica y remató con una artística rebolera. Para los dos mexicanos hubo palmas abundantes... Y entonces, con un becerro adelantado, como queda dicho, sin fuerza, francote y noble, Félix realizó una faena izquierdista, compuesta de naturales y de pecho, ligando los muletazos, corriendo muy bien la mano en unos y enmendándose en otros. Pero, en honor de la verdad, estuvo muy bien en conjunto, sobresaliendo cuatro naturales que le resultaron chipén. ¡Si así fuera siempre y con toros, otro gallo nos cantara, señor Rodríguez! No le escatimo a usted el elogio, porque ya se vio algo de lo mucho bueno que dicen sabe usted hacer; pero esto no es bastante. Faenas por naturales, desde el principio hasta el fin, se las hemos visto varias veces a Manuel Jiménez, que es, de los toreros que conocemos, quien mejor ejecuta el clásico muletazo fundamental del toreo. ¡Ojalá que usted repita esta hazaña, grande como fue, con toros hechos, que embistan fuerte y que tengan lo suyo en la sesera, porque, entonces, nos cansaremos de tocarle palmas, como se las tocó la mayoría del público, deseoso de que usted demostrara que en verdad es torero! ¡Ya veremos después, que para todo hay tiempo! … Volvió el matador a echarse fuera y a alargar el brazo, cuando entró a herir y esto restó méritos a la labor de Félix, pues el estoque quedó atravesado. Y entonces vimos lo que no se había visto antes en “El Toreo”: ¡Se concedieron al señor Rodríguez las orejas y el rabo de “Cafetero”! La ovación, por lo que hace a la faena, fue justificadísima, que, por lo que se refiere a la estocada, “El Sereno” no la merecía tan grande... 

Como se ve, Martín Galas no reconocía tanto mérito a Félix Rodríguez y he de agregar, que la línea editorial del semanario que dirigía, iba por el mismo sentido. Hay en el número del 16 de diciembre de 1929, donde se publicó la crónica a la que vengo aludiendo, un artículo demoledor de Enrique Arzamendi, criticando la actuación del torero de Santander.

Años después, en su revisión histórica de la fiesta que vivió, Rafael Solana, Verduguillo, relata lo siguiente:

La nota cumbre de la corrida de la alternativa de Chucho fue una de su padrino, Félix Rodríguez, a quien en España se apodaba "El Sereno", a un toro con poco respeto de Piedras Negras llamado "Cafetero", le hizo el diestro santanderino un trasteo exclusivamente sobre la mano izquierda y cortó orejas y rabo. Éste había de ser su único éxito en México; todo el resto de su actuación aquí fue una cadena de desastres... Félix, por cierto, salió en tan mal estado físico aquella tarde, a causa de las continuas fiestas que aquí llevaba, que tuvo que interrumpir varias veces su faena para ir discretamente a un burladero a "cambiar la peseta", un espectáculo bastante lamentable, si se tiene en cuenta que dieciocho mil pares de ojos se dedicaban a tan poco vistosos menesteres...

No es excesivo recordar que Verduguillo dirigió varios años a El Universal Taurino que es el antecedente directo del semanario que dirigía Martín Galas. Quizás la formación periodística y taurina dio un punto de vista semejante a ambos, pero aunque Félix Rodríguez dividió las opiniones de la prensa, la memoria de su triunfo quedó en los escritos para la posteridad.

El impacto de Félix Rodríguez

El diestro de Santander vivió deprisa y murió joven, a los 38 años de edad. Según a quien se lea, tenía padecimientos de distinta índole, que iban desde los reumáticos hasta aquellos de transmisión sexual. Creo que por lo que se narra de su forma de vivir, esta última opción es la más factible y era en esos días también la menos tratable médicamente.

Sin embargo, el impacto que causó como torero en sus pares fue grande. Me contaba don Arturo Muñoz La Chicha, banderillero de la Triana de mi tierra, que un torero que infundió respeto nada menos que al maestro Fermín Espinosa Armillita, fue precisamente Félix Rodríguez. Y hurgando las hemerotecas me encuentro esto que escribió José Luis Benlloch:

Comenzando por el gran Armillita, que cuando le pregunté en el callejón de La Monumental de Barcelona, en la que estaba acompañando a su hijo Miguel, después gran amigo y entonces novillero que seguía la huella de su padre, “El torero más grande que usted conoció en su larga carrera debió ser Joselito El Gallo, ¿verdad?”; me respondió inmediatamente: “No; Joselito era muy bueno, pero el mejor torero que yo he conocido se llamaba Félix Rodríguez”. Y me contó una serie de cosas que revelaban en aquel torero un personaje singular e irrepetible. Para terminar recordando con los ojos semientornados: “Aquel no era un torero, era un sueño vestido de luces”...

Un sueño vestido de luces... Me quedo con la opinión más autorizada, la de Armillita, quien dijo que fue el mejor torero que había conocido, y eso es lo suficiente para que cualquiera que se haya vestido de luces pueda ser considerado un ser superior. Por eso, Jorge Laverón no exageraba al considerar que pudo ser el verdadero sucesor de Gallito, pero citando de nuevo a La Chicha, le gustaba la jarana y le encantaban las gitanas...

En fin, que en México pudo ser visto, aunque fuera por una sola tarde.

Aviso parroquial primero: De la alternativa de Jesús Solórzano, ya me había ocupado en este sitio.

Aviso parroquial segundo: Los resaltados en los textos transcritos son obra imputable solamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 22 de diciembre de 2024

22 de diciembre de 1963: Se inaugura la plaza Santa María de Querétaro

La última Feria de Navidad que se llevó a cabo en la decimonónica Plaza de Toros Colón en la capital queretana fue la de 1961. Para la ocasión, Paco Gorráez, empresario del coso, ofreció a la afición dos carteles bien armados a celebrarse los días 24 y 25 de diciembre. En el primero, ante toros de Santa María, alternarían Alfredo Leal, Joselito Huerta y Antonio del Olivar y al día siguiente, los toros serían de Mimiahuápam para el catalán de Santa Coloma de Gramanet Joaquín Bernadó y repetiría el celayense Antonio del Olivar

Esa feria resultó triunfal en su resultado, porque en la corrida de la víspera de la Navidad, Alfredo Leal y Joselito Huerta le cortaron las orejas y el rabo respectivamente al segundo toro de su lote, en tanto que Antonio del Olivar se llevaba las dos orejas del toro que cerró el festejo. En la corrida del día de la Natividad del Señor, el triunfador sería Del Olivar, que le cortaría el rabo al quinto del encierro. 

La plaza Colón perecería a los golpes de la picota, pero Querétaro no se quedaría sin toros para las navidades del año 62. Así lo explican Miguel Luna Parra y Federico Garibay Anaya en su obra México se viste de luces:

Al llegar la época navideña de 1962 y por consiguiente la tradicional feria queretana, no existía una plaza para celebrar las imprescindibles corridas de toros. A la sazón el licenciado González Jáuregui era el presidente de la junta de los festejos y no permitió que se rompiera la tradición, improvisó una placita llamada “Santiago” en la esquina de Próspero C. Vega y 16 de Septiembre, en la que organizó una capea con reses de su propia ganadería que lidiaron Alfonso Ramírez “Calesero” Manuel Capetillo y otros novilleros que con ellos venían...

Al final del festejo, se paseó una manta por varios aficionados queretanos señalando que su ciudad necesitaba una plaza de toros y en la cena que se ofreció para cerrar las festividades, el licenciado González Jáuregui prometió construir una plaza para la afición de Querétaro.

La plaza Santa María

Don Nicolás González Jáuregui, abogado, filántropo, criador de toros de lidia y viticultor entre otras actividades, contrató de inmediato, señalan Luna Parra y Garibay, a la constructora Sigma para la realización de las obras tendientes a levantar una plaza de toros en un predio de su propiedad, que en esos días estaba ubicado en un polígono circundado por la autopista a Celaya o Avenida Constituyentes Poniente, la carretera libre a Celaya, el Hotel Real de Minas y una zona comercial y una calle de reciente apertura destinada también a la edificación de un conjunto comercial.

El proyecto que se presentó conforme iba avanzando la obra, reflejaba un edificio con rasgos de estilo colonial mexicano, con una arcada cubierta por tejas y cuatro torreones que resguardan las escaleras que permiten el acceso a los tendidos altos de sol y de sombra. 

Al irse adelantando la obra, se fue anunciando que la capacidad del nuevo coso sería de alrededor de 13,000 espectadores y que, en una especie de localidad de contrabarrera, se instalaría el restaurante – bar Santa María, que aparte de prestar servicio continuado, los días de corrida permitiría, desde sus instalaciones, apreciar cómodamente los festejos.

Lo apresurado de la decisión de edificar el coso, hacía dudar a la afición de Querétaro sobre la oportunidad de su conclusión, y, sin embargo, el promotor de su edificación anunció con oportunidad la celebración de la feria navideña correspondiente al año de 1963 en su redondel, consistente en tres corridas de toros a celebrarse los días 22, 24 y 25 de diciembre.

El cartel inaugural lo formarían Alfredo Leal, Antonio del Olivar y Miguel Mateo Miguelín, ante toros de Santa María. La segunda corrida se celebraría con toros de San Diego de los Padres para Manuel Capetillo, César Girón y Joselito Huerta y cerraría la feria un encierro de La Punta, con un toro para rejones de Santa María con la actuación de Juan Cañedo a caballo, Antonio del Olivar, Santiago Martín El Viti y Manuel García Palmeño.

Así pues, anunciada la feria, la plaza tendría que concluirse a todos los pesares.

La tarde de la inauguración

Refieren Miguel Luna Parra y Federico Garibay Anaya:

El plazo se cumplió y la plaza quedó lista para abrir sus puertas a la afición el 22 de diciembre de 1963. A las 12:00 horas el obispo de Querétaro la bendijo y a las cuatro de la tarde partieron plaza Alfredo Leal, Antonio del Olivar y Miguel Mateo “Miguelín”... Después del paseíllo dieron la vuelta al ruedo los tres toreros, el creador de la plaza y los aficionados Juan Peñaloza y Manuel Cisnel, quienes hicieron un reconocimiento de la afición queretana al tantas veces mencionado licenciado...

El resultado de esta esperada corrida de toros no fue precisamente el deseado por la afición. Escribió el corresponsal de El Redondel para la edición de este semanario aparecida el 29 de diciembre siguiente:

El cartel para la primera corrida de feria, la inaugural del flamante coso, fue el siguiente: seis toros de Santa María, del propio señor González Jáuregui, para Alfredo Leal, Antonio del Olivar y el hispano Miguel Mateo “Miguelín”... Leal cumplió en sus dos adversarios, sin poder ligarle faena a ninguno, por no prestarse a ello. Como siempre que torea este diestro, tuvo detalles de clase y finura, que le fueron celebrados... Antonio del Olivar toreó muy bien de capa y de muleta a su primero, del que se le concedió una oreja, protestada por algunos y que él acabó por tirar, dando la vuelta al ruedo. Su segundo fue difícil y lo despachó con brevedad y aseo... “Miguelín” estuvo muy valiente toda la tarde, y fue ovacionado por su extrema voluntad en agradar al público...

Quizás el resultado de la corrida no fue el apetecido, pero la palabra dada estaba cumplida. Querétaro tenía ya su plaza de toros y una de primerísima categoría.

Los dos festejos restantes

La corrida del 24 de diciembre tampoco se vio envuelta en el éxito. Manuel Capetillo tuvo lucimiento por momentos; César Girón pudo dar una vuelta al ruedo tras de despachar al quinto de la tarde y Joselito Huerta saldó su actuación con dos vueltas al ruedo tras de terminar la lidia del tercero.

La corrida del día de Navidad fue la en la que se produjeron los triunfos. Sigue diciendo el corresponsal de El Redondel:

La tercera corrida de feria fue la mejor, debido, entre otras cosas, a que el ganado fue propicio para que los toreros armaran el escándalo. Los toros de La Punta, muy bien presentados, cumplieron a satisfacción de todos... Juan Cañedo rejoneó a un toro de Santa María, demostrando sus grandes cualidades de caballista... Antonio del Olivar topó con los astados menos propicios, y sin embargo dio la vuelta al ruedo, tras de hacer en su primero una excelente faena, siendo aplaudido en el otro... Santiago Martín “El Viti”, veroniqueó superiormente a su primero, que se acalambró después, siendo necesario apuntillarlo durante la faena de muleta. En su segundo, buenos lances; una gran faena con el trapo rojo, plena de dominio, y una estocada hasta el puño, que le valió cortar las dos orejas... “Palmeño” fue ovacionado toda la tarde, pues con capote y muleta se arrimó lo indecible, conquistándose al público. Sus dos faenas fueron temerarias, y como mató bien, cortó cuatro orejas, entre innumerables vueltas al ruedo... Hubo un octavo toro, de Santa María, que fue estoqueado por Tomás Abaroa, para quien hubo aplausos, en premio a su mucha voluntad...

Así pues, la feria de inauguración de la plaza Santa María concluyó en un ambiente triunfal, augurando que ese nuevo coso podría ser el escenario de grandes fechas dentro de la historia del toreo mexicano.

El devenir de la plaza

La Plaza Santa María de Querétaro fue efectivamente un enclave que mantuvo el interés por la fiesta de los toros, sobre todo en la capital de la República y sus zonas aledañas, en los tiempos en los que la Plaza México, por distintas razones, permanecía cerrada.

Fue el escenario que Paco Camino eligió para su retorno a México después de alrededor de una década de ausencia y en donde escribió brillantes páginas de su historia torera, señalándose como una de las principales del país en esos días.

Hoy está inactiva, se afirma que por un problema de carácter estructural, mismo que incluso pone en peligro su continuidad. Esperemos que exista la voluntad y la afición para resolver ese problema y devolver a Querétaro y a su afición la fiesta que merece.

domingo, 8 de diciembre de 2024

La permanente solidaridad del toreo

El pasado domingo veía por la televisión el festival taurino que, en lo que ayer fuera la Chata de Vista Alegre, en Carabanchel, se ofreció para recaudar fondos para ayudar a aliviar los estragos que una DANA causó en diversas poblaciones de la Comunidad Valenciana. El final inesperado que tuvo, al más puro estilo de las obras del boom latinoamericano de la literatura, me recordó otro evento similar, celebrado en 1986, también ideado para intentar paliar en alguna medida las desgracias causadas por la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia. Y leyendo sobre este último festival, encontré lo que me parecen ciertos paralelismos. Es por eso que hoy trataré de exponerles lo que sucedió ese 5 de abril de hace ya casi 39 años y plantear lo que creo que son esos puntos de contacto.

Apuntes sobre una tragedia… ¿anunciada?

El volcán Nevado del Ruiz se ubica en la parte central de la cordillera de los Andes, entre los departamentos colombianos de Tolima y Caldas. Para 1985, la última erupción importante que tenía registrada databa del año 1845, pero ya a finales de 1984 se había advertido que el llamado León durmiente mostraba signos de actividad. Se afirma que las previsiones para un evento volcánico de gran magnitud fueron tardías y así, el 13 de noviembre de 1985, se produjo una gran erupción que afectó señaladamente a la ciudad de Armero, que prácticamente quedó sepultada bajo los materiales arrojados por las avalanchas causadas por la erupción.

Se habla hoy en día de una suma de entre 20 y 30 mil personas fallecidas o desaparecidas; 4000 heridos; más de 20,000 personas sin hogar por la destrucción de alrededor 5,000 viviendas. Se estima que los damnificados llegaron a los 250,000; y, las pérdidas materiales fueron estimadas entre 35 mil y 50 mil millones de pesos colombianos.

Sin duda, la fuerza de la naturaleza causó a las personas y a sus bienes una serie de daños, muchos de ellos irreparables. Las crónicas periodísticas de la época dejan ver que el resultado catastrófico pudo al menos ser amortiguado, si se hubiera respondido con diligencia a las advertencias de los geólogos y vulcanólogos que detectaron la inusual actividad del Nevado del Ruiz. Más el hubiera no existe y en esos días ya no quedaba más que tratar de paliar las consecuencias en la medida de lo posible.

La respuesta del planeta de los toros

Relatan tanto Vicente Zabala Portolés – en Tiempo de Esperanza –, como José Carlos Arévalo y José Antonio del Moral – en La Guerra Secreta – que, en medio de, justamente una guerra por los destinos de la plaza de Las Ventas, la Federación Nacional Taurina, encabezada en esos días por don Lucio de Sancho y la Embajada de Colombia en España, coordinaron sus esfuerzos para organizar un festejo taurino que generara recursos a favor de los damnificados en la región de Caldas – Tolima en Colombia. Pronto empezó Lucio de Sancho a encontrar respuestas y quizás las más resonantes fueron las de la Comunidad de Madrid, que puso a disposición la plaza de Las Ventas y la de Manuel Benítez El Cordobés, que, teniendo catorce años sin actuar allí y cuatro, retirado de los ruedos, era casi la garantía del lleno absoluto. Y el Huracán de Palma del Río” se mostraba animoso. Esto declaró a José Luis Suárez Guanes para el ABC madrileño:

Estoy encantado de hacerlo. No se puede decir que contento, pues el motivo de que se trata es por una verdadera tragedia, por una auténtica catástrofe. Pero yo no tengo más remedio que torear. Le debo mucho a Colombia. Indudablemente también se lo debo a todos los países donde se dan corridas de toros, pero Colombia, especialmente, siempre me trató muy bien y ahora es la ocasión de correspondería. Aprovecho esta ocasión para decir que también me ofrecí en su día para actuar con destino a los dañados por el terremoto de México, pero no he encontrado ninguna respuesta…

Me sorprende la última frase, en el sentido de que también se apuntó para aquel festival que se celebró el 12 de octubre de 1985 en la Plaza México, también a beneficio de los damnificados del sismo del 19 de septiembre anterior. Hubiera sido un ingrediente más de categoría al rico cartel que ese día se presentó y que representó, si la memoria no me traiciona, la última tarde en la que allí actuaron Antoñete y Manolo Vázquez.

El anuncio original del festival, programado para el día 5 de abril de 1986, contemplaba a Julio Aparicio, Antonio Chenel Antoñete, Andrés Hernando, Manuel Benítez El Cordobés, Sebastián Palomo Linares y los novilleros José Miguel Arroyo Joselito y Walter Castillo Macareno de Colombia, quienes lidiarían novillos de distintas ganaderías. El cartel comenzó a sufrir modificaciones, porque un problema de salud de Julio Aparicio motivó que se anunciara su sustitución por Paco Camino, que fue quien apareció en los carteles, cuando el festejo se anunció públicamente.

Al acercarse la fecha del festejo, se le adicionaron dos ingredientes adicionales: la transmisión por televisión a varios países de Hispanoamérica y la presencia en los tendidos de Julio Iglesias, invitado especialmente por El Cordobés y quien haría el viaje desde Miami para presenciar la reaparición de su compadre en el ruedo de Las Ventas. Así pues, en el papel, todo apuntaba a la redondez del evento.

La hora de la verdad

El sábado 5 de abril de 1986 fue un día lluvioso y frío, pero eso no impidió que la afición de Madrid y de muchos otros lugares del mundo se congregara en la plaza de Las Ventas. El reclamo de la presencia allí de El Cordobés después de casi tres lustros de ausencia tenía su encanto y un profundo toque de nostalgia. Escribe Vicente Zabala Portolés en el introito de su crónica para el ABC madrileño:

A la hora en punto, con el cielo entoldado, la gente se apretuja en los tendidos de la Monumental. Paraguas, gabardinas, impermeables. Da lo mismo, como si el tiempo se hubiera detenido en los años en que la gente comenzó a comprarse el coche, el piso y el chalé; como si viviéramos en el país de las horas extraordinarias, la chapuza, la seguridad ciudadana y la cartilla de la Caja de Ahorros con unas perras «por si una enfermedad»; como si tuviéramos no sé cuántos miles de obreros – ¿por qué no decirlo también? – currando en Alemania y enviando divisas; como si hubiéramos entrado en el túnel del tiempo, para instalarnos en la década de los años 60, así estaba ayer de pletórica de euforia la Monumental de las Ventas a la hora del paseíllo…

Para esa hora, ya se había anunciado que Paco Camino no actuaría por haber presentado un parte médico y que el novillo que le tocaba en suerte sería lidiado por Antoñete, quien se quedó con la encomienda por sorteo y en ese sorteo se llevó la suerte de la tarde.

El toro que correspondía a Paco Camino era de Torrestrella y su turno se corrió al quinto sitio. Ante él, Antoñete realizó una obra verdaderamente importante, tanto por su estructura y contenido, como por el hecho de que fue parte de la salvación de una tarde que se iba por el despeñadero. Escribe Joaquín Vidal para el diario El País:

Una muleta en la mano, se supone, sirve para torear. Unas veces, librando broncas embestidas, como hicieron Hernando y Palomo con dignidad; otras, para recrear el toreo sublime. Antoñete lo recreó ayer, en algunos pasajes del primer toro y, sobre todo, en los monumentales naturales que le sacó al noble Torrestrella. Adelante el engaño, lo traía toreado para ligar naturales hondos, y el de pecho de cabeza a rabo, y restallaban los oles, y los gritos de ¡torero!, con el ruido del mar embravecido. En redondo toreó peor el maestro: ahora la muleta quedaba atrás, y el pico delante y arriba. Pero se reconcilió con el arte mediante un trincherazo de cartel…

Por su parte, Zabala Portolés, en retrospectiva, en su libro Tiempo de Esperanza, reflexiona así la actuación triunfal de Antoñete esa lluviosa tarde:

El del mechón blanco tuvo la suerte de llevarse un gran toro de Álvaro Domecq. Le llegó la hora de su particular venganza. Un tonto a mi lado dijo eso de ¡vaya toro que le ha tocado a ese torero! Le respondí sin vacilar: ¡y vaya torero que le ha tocado a ese toro! … Una y otra vez la muleta del torero de Las Ventas se adelantaba hasta el morro para tirar rítmicamente del burel jerezano... Perdió la noción del espacio... Entre serie y serie abría la boca como un pájaro pión, porque se ahogaba él mismo de la emoción que le producía contemplar a la cátedra puesta en pie aclamándole, gritándole ¡torero!, ¡torero! … Y vuelve otra vez a llevar el trapo a los ojos del de Torrestrella, como para cegarle... y como ciego de temple, de gusto, diría yo, sigue la trayectoria que le marca el mando de "Antoñete"... En pleno delirio de los graderíos, cita a recibir... deja una estocada corta. La plaza se pone blanca de pañuelos. El cielo, también conmovido, cierra la llave del grifo del agua... Una oreja. La otra. Hay quien pide el rabo. Con los despojos en la mano inicia una lenta vuelta al redondel, mientras la afición le vitorea y le pide a gritos que vuelva a los toros...

El otro triunfador fue un novillero, el más prometedor en ese momento de la entonces Escuela Nacional de Tauromaquia – hoy Escuela de Tauromaquia de la Comunidad de Madrid – llamado José Miguel Arroyo y apodado Joselito. El chaval se llevó también las dos orejas del novillo de Carlos Núñez que le tocó en suerte. Escribió Vicente Zabala para el ABC:

El joven Joselito estuvo muy bien con el que brindó a Lucio de Sancho. Llevó a cabo una bonita faena, sacando partido del buen son del toro de Núñez, al que toreó primorosamente con la izquierda. Soberbio el volapié, entrando con arrestos. Las dos orejas para el crío. Le viene de perlas este triunfo de cara al futuro, que se le presenta esperanzador. Esta vez le ha visto mucha gente, y han salido hablando mucho – y bien – de este Joselito que lleva el toreo en la cabeza y la afición a punto, incluso desmedida. Como debe ser…

Por su parte, Joaquín Vidal, en El País le refiere lo siguiente:

La apoteosis del papa torero de Madrid enlazaría, ratito después, con la de Joselito, otro madrileño, un chavalín, aún monaguillo, aunque ya ascenderá. Ejercitaba el toreo con la facilidad y la cadencia de los virtuosos; un temple inacabable en la largura de los naturales y redondos; el de pecho cerniendo la embestida al hombro contrario; la personalidad en la interpretación de las suertes, y un aplomo pasmoso para ceñir el pitón a distancias de escalofrío. Finalmente, los ayudados, al estilo de los maestros, para cuadrar, y la estocada volcándose sobre el morrillo…

Como se ve y como podemos comparar con el festival de hace una semana, resulta ser el novillero que viene cerrando la tarde, quien provoca que todo el mundo se haga lenguas con su toreo. En el caso del festejo de 1986, fue el penúltimo, el del primer día de este diciembre, fue la torera Olga Casado, quien, además, debutaba con picadores.

¿Y El Cordobés?

Manuel Benítez se situó en el centro de la polémica. No habrá que perder de vista que el influjo de su nombre fue seguramente, el que llenó los tendidos de la monumental madrileña, pero como decía el introito de la crónica de Zabala en el ABC, su toreo era ya de otro tiempo y además, con cierta sorna, señalaba que el novillo que mataría en el festival, sería quizás más grande que muchos de los toros que mató vestido de luces.

Por su parte, Joaquín Vidal relató:

El Cordobés, – ¡Manolooo!, para los fans – traía preparado su show, con participación de Julio Iglesias, y estaba en el tendido todo el cordobesismo nostálgico dispuesto a reafirmar su militancia en fervorosa adhesión a Manolo ¡Manolooo! La afición madrileña apenas tenía voz entre tanto alboroto y el toreo parecía que tampoco tendría cabida en la fiesta. Pero habían comparecido también allí dos toreros, Antoñete y Joselito, y a impulsos del toreo sublime – ¿no es siempre sublime el toreo? – limpiaron de bufones y bufonadas el histórico ruedo de Las Ventas…

Y para más INRI, al rematar un quite, se le tiró un espontáneo, quien por esos días afirmaba ser hijo de Benítez, pero sin aportar mayores evidencias. Manuel Díaz El Manolo, fue sacado del ruedo de mala manera por la cuadrilla de su entonces, presunto padre. (Video en esta liga)

Mal saldó sus cuentas y aunque José Carlos Arévalo y José Antonio del Moral intentaron aliviar su situación señalando que el triunfo y el fracaso fueron de dos toreros retirados, que ni El Cordobés volvería a la lucha, y tampoco Antoñete cambiaría el devenir del toreo, que, en todo caso, la lucha estaba en otros campos de la propia fiesta.

Al final de todo, como el pasado domingo, los mayores dejaron que Joselito fuera quien saliera en hombros de la plaza, reconociendo a una nueva generación de toreros que pedía paso. Y quedó también claro en esa tarde que el toreo eterno es el que pone de acuerdo a todos y el que permanece en todo tiempo y en todo lugar.

domingo, 1 de diciembre de 2024

30 de noviembre de 1924: Juan Espinosa Armillita recibe la alternativa en El Toreo de la Condesa

Juan Espinosa Armillita había debutado como novillero en el año de 1922 y al año siguiente se había presentado en la plaza Chapultepec de la capital mexicana, alternando con el neoyorkino Sidney Franklin en la lidia de novillos de La Encarnación, en festejo matinal y lo haría en el coso de la colonia Condesa el 18 de mayo de 1924, cuando se abrió la temporada de novilladas de ese calendario, misma que constó de 15 festejos menores y tres corridas mixtas. El torero de Saltillo actuó en 14 novilladas y dos de esas corridas con matadores de toros, un hecho inusitado hasta nuestros días.

Fueron sus compañeros de quinta Pepe Ortiz, Genaro Corona, Miguel Gallardo El Diablito, Manuel Gómez Blanco Yucateco o Sidney Franklin entre los novilleros, porque en ese ciclo actuaron varios diestros que habían recibido antes la alternativa y la renunciaron como Samuel Solís, Julián Rodarte, Porfirio Magaña, Cayetano González o Eligio Hernández El Serio. Se ve que habiéndose barruntado que la despedida de Rodolfo Gaona estaba ya cerca, muchos toreros intentaban escalar una cima que en su día no pudieron alcanzar, aprovechando que El Califa de León dejaba las lides en los ruedos.

Apoderado por el matador retirado Eduardo Leal Llaverito – tío abuelo de nuestro contemporáneo Curro Leal – el saltillense Juan Espinosa Armillita desarrolló una triunfal temporada novilleril en el Toreo de la Condesa, imponiéndose en varias de las tardes en las que actuó al complicado ganado al que le tocó enfrentar, porque las novilladas que don José del Rivero adquirió para la temporada en buena medida provinieron de hierros como Parangueo, Galindo, Cazadero, La Encarnación o San Nicolás Peralta y aunque también se presentaron ganaderías como Piedras Negras, Zotoluca, San Mateo o San Diego de los Padres, el número de novillos que enviaron fue bastante menor a las nombradas en primer término.

Polémica temprana

Pronto se desató una polémica acerca de las posibilidades de Armillita. Se comenzó a hablar de que él sería el sucesor de Gaona, quien ya había anunciado que al final de la inminente temporada de corridas de toros se despediría de los ruedos. Al pontifex máximus del gaonismo, Carlos Quirós Monosabio, no pareció caerle bien la propuesta, porque en el número de El Universal Taurino fechado el 24 de junio de ese 1924, en una pieza titulada No se ganó Zamora en una hora, entre otras cuestiones, escribió:

Espinosa no ofrece la singularidad de un caso. Imita – y muy bien hace en imitarlo –, a Gaona. Gaona lo mismo hubiera hecho, si en sus mocedades encuentra a quien copiar... Espinosa será un gran lidiador, muy seguro, muy enterado, muy fácil, pero no marcará huella personal. Se parecerá a otro... Gaona fue él desde sus comienzos. Tuvo semejanzas con modelos que no conocimos, y por ello no pudo sujetársele a ninguna comparación. Y aun cuando siguiera su escuela, puede decirse que no los imitó, sino que, desde un principio, buscó hacer destacar su personalidad... Juan, hasta hoy, poco es lo que tiene hecho para corresponder a las señaladas muestras de estimación que ha recibido de los aficionados... Los que ya creían ver en Juan Espinosa a enemigo de peso para arrojarlo sobre Gaona, se habrán convencido de que ese deseo está verde...

Juzgó, como se puede ver, con inusitada dureza y sin conceder atisbo alguno de duda al joven Armillita que, si bien tenía ya un par de años recorriendo las plazas de nuestra república, demostraba que entendía el torero y tenía voluntad de ser gente en esto.

Dos números después, el 8 de julio siguiente, en el mismo Universal Taurino, don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, replicó a Monosabio y de esa réplica entresaco:

Gaona y Espinosa, cada quien, en su nivel, el uno de maestro cuajado y el otro de aventajadísimo discípulo, los dos son lidiadores estupendos, y si se diera el caso anotado por “Monosabio”, entonces “Armillita” sería algo maravilloso, rayano casi en lo sobrenatural... ¿Qué Gaona creó una personalidad? ¡Quién lo ha dudado hasta ahora! Pero debemos no olvidar, sin que por ello disminuya en algo su enorme mérito, que fue guiado por un maestro que no desatendió el más insignificante detalle a fin de que sus discípulos, de acuerdo con su inteligencia y aptitudes, los aprovecharan, poniéndoles como modelos a los grandes clásicos de su época... Si Espinosa no es muy variado en su repertorio – que sí lo es – culpa debe ser de su modelo, que en los últimos tiempos se muestra demasiado avaro de las riquezas de su arte. Si Espinosa hubiera visto a Gaona en los tiempos a que alude el señor “Monosabio”, indudablemente que sería tan largo como lo era entonces el futuro Califa...

Muy temprano se le tiraron a la yugular al joven Armillita, por su deseo de tratar de ser un torero importante y de escalar con rapidez la primera línea de la torería nacional.

La octava corrida de la temporada 1924 – 25

La alternativa de Juan Espinosa Armillita se programó para el domingo 30 de noviembre de 1924, anunciándose como padrino al leonés Rodolfo Gaona y para atestiguar la ceremonia al madrileño Antonio Márquez quien se presentaba en la temporada. El encierro seleccionado al efecto fue de la ganadería de Zotoluca, propiedad de don Aurelio Carvajal. Las entradas a la plaza se agotaron con bastante anticipación. Escribió Verduguillo para El Universal Taurino:

La alternativa de “Armillita” y la reaparición de Márquez, han hecho el milagro. No cabe la gente en los tendidos y los que han llegado tarde, se han visto en la necesidad de escalar las azoteas y allí tomar asiento… Los Sres. Presidentes, Generales Obregón y Calles, han sido ovacionados al entrar en el circo. La ovación se ha prolongado por varios minutos, y han tomado parte en el agasajo todos los concurrentes… “Chicuelo” es también aplaudido, cuando ocupa su barrera de primera fila, Y para que nadie se sienta, también aplaudimos al C. Regidor que preside la corrida, a pesar de que no conoce el reglamento de toros vigente…

Lleno hasta en la azotea y personajes de renombre en los tendidos. Cuando en los carteles se ofrecen combinaciones formadas con imaginación, inteligencia y atendiendo al interés de la afición, ésta se retrata en las taquillas y llena las plazas. Esta particular fórmula es infalible.

Sigue escribiendo Rafael Solana en su crónica:

Las cuadrillas hacen el paseo, marchando al frente un charro vestido a la usanza de hace algunos años, y tras de éste, los maestros Rodolfo Gaona (de tabaco y oro), Antonio Márquez (de verde esmeralda y oro) y Juan Espinosa “Armillita” (también de tabaco y oro). Los tres espadas son ovacionados, y cuando los varilargueros ocupan sus puestos, sin colocarse ningún peón entre ambos, como lo dispone el reglamento, Rosendo Béjar manda que salga el primero…

El toro de la alternativa de Armillita se llamó Costurero, de pelo cárdeno oscuro, listón, salpicado, bragado y estaba marcado con el número 34. Ante él, el toricantano realizó una faena en la que destacó su actuación en el segundo tercio:

Juan Espinosa toma los garapullos... Después de dos salidas en falso, el niño se decide y prende un magnífico par, llegando a la. cara, y cuadrando como los grandes banderilleros… La ejecución ha sido colosal. Por el lado izquierdo va ahora el muchacho. Se pasa sin clavar una vez, y a la segunda, deja uno de poder a poder estupendo, Las palmas que se le tributaron fueron pocas, y eso que toda la plaza aplaudió... Lo dicho: “Armilla” es as con las banderillas. ¿Estamos de acuerdo? … brinda a los Presidentes, y se encara desde luego con “Costurero” que ha llegado al trance final con la cabeza suelta… Los primeros cuatro muletazos son de torero enterado, por bajo, para castigar… Lograda la cuadratura, el de Saltillo, se perfila en corto, emprende el viaje derecho y rápido, y hunde todo el acero, un tanto perpendicular y delantero, con lo que basta para que “Costurero” quede en condiciones de ser descabellado, lo que hace Juan en dos tiempos, es decir: primero toca un poquitín, cayendo el toro, pero el puntillero lo levanta, y luego Espinosa tiene que descabellar por segunda. vez; ahora sí completo…

Como se puede leer, la alternativa de Juan Espinosa Armillita no fue triunfal, pero sí fue una demostración de que se trataba de un torero poderoso, con capacidad para superar las dificultades que los toros le presentaran y, sobre todo, que estaba listo para la alternativa que le había sido concedida.

Rodolfo Gaona ante Pavo

Señalaba Verduguillo al relatar la actuación de Armillita que éste último era un as con las banderillas. Pues bien, Rodolfo Gaona, quien era un consumado artista del segundo tercio, no iba a dejarse pisar el terreno y aunque el cuarto de la tarde, Pavo, un muy bien armado berrendo en negro no era precisamente el toro ideal, salió a dejar su rúbrica y a establecer que él seguía siendo, todavía, el principal en esos menesteres:

Del segundo tercio se encarga Don Rodolfo. He puesto DON, y van ustedes a ver por qué. Por lo pronto, clava el Indio un par muy bueno, de poder a poder, por el lado derecho. Luego prende un sesgo por fuera colosalisímo. Cuartea en seguida otro par por el lado izquierdo, de maestro, llegando y... “Asómate a la: ventana para que mi alma no pene” ... ¿Y el cuarto par? Bueno: un sesgo por dentro, faltando un milímetro para que el Indio quedara clavado en las tablas. ¿Valientes a mí? Yo borro donde otro pinte. Por supuesto que ese cuarto par, que fue hazaña de maestro y además de hombre, provocó en los tendidos enorme alboroto… No escribí... y conste, que para que yo no escriba, y me dedique a contemplar una faena con todo el afán y toda la sed de emociones que mi pecho encierra, debe ser ella muy grande, enorme. Básteme decir, que las célebres faenas de “Brillantino” y “Faisán” quedaron borradas por la inenarrable labor del Indio…

El celo es un ingrediente fundamental para ser figura del toreo, el tener ese deseo de mantener y defender el sitio que se ha ganado delante de los toros.

El encierro de Zotoluca

La corrida enviada a El Toreo por don Aurelio Carvajal tuvo edad y cuajo. Los toros de la divisa celeste y rojo y que llevaban el antiguo hierro de Tepeyahualco, dejaron satisfechos a todos con su presentación:

Hay encerrados para esta tarde, seis buenos mozos de Zotoluca. Ya sabemos que don Aurelio Carvajal, es entre los ganaderos, uno de los que más se ha venido preocupando porque sus reses tengan buena presentación y tipo. De “Zotoluca” no salen becerros. Y el que quiera desmentirme, no tiene más que ver que las dos corridas que se han lidiado este año, han sido las más serias de cuantas hemos visto… Es una corrida de prueba la que hay encerrada en los corrales. No parece, sino que Pepe del Rivero quiso encerrar a “Armillita” en su alternativa con toros de respeto para que les vaya perdiendo el miedo, y para demostrar a los incrédulos que el joven de Coahuila puede con todo lo que le echen...

Coda

Sin duda que el hecho que se proclamara a Juan Espinosa Armillita como sucesor de Rodolfo Gaona, molestó a muchos de los seguidores del Califa. La historia nos enseña que después de una interesante y digna trayectoria como matador de toros en ruedos de España y de México, sería también un enorme y muy distinguido hombre de plata.

Pero otro Armillita, Fermín Espinosa, que sí sucedió a Rodolfo Gaona y que, sin duda, es la principal figura del toreo que México haya dado a la historia, se presentó en El Toreo, con 13 años de edad, el 13 de agosto de ese mismo año de 1924. 

La dinastía Armillita había llegado para quedarse.

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