domingo, 24 de mayo de 2015

En el centenario de Silverio Pérez (V)

1º de mayo de 1935: Presentación de Silverio en cosos hispanos


La historia del toreo parece reflejar únicamente la última etapa del paso de Silverio Pérez por los ruedos de España y poco repara en los primeros años de su camino por ellos, cuando novillero, intentó abrirse camino en aquellas tierras y hacerse de un sitio y de un nombre en la cuna del toreo, cuestión que a la postre lograría, caso extraño, con el bagaje de un puñado de novilladas y de corridas de toros toreadas y sin la necesidad de comparecer en las plazas de toros más importantes de aquellos lares.

Para el Día del Trabajo de 1935, Domingo Dominguín anunció en la plaza de Tetuán la lidia de ocho novillos de don Esteban Hernández para los mexicanos Liborio Ruiz – quien después sería un magnífico subalterno – y Silverio Pérez y los hispanos Bonifacio Fresnillo Varelito Chico y a quien se anunció como Ángel Rodríguez Manolete, siendo debutantes en esa ocasión de hace ochenta años tanto Silverio Pérez como Manolete.

La novillada ocupó importantes espacios en la prensa del día siguiente del festejo, pues resultó, al decir de los cronistas de la época, de mayor contenido que la que se ofreció en la plaza de Madrid. También, al paso de los años, se tornó en un importante acontecimiento histórico, pues representó el debut de dos toreros que resultaron ser dos figuras de época y de leyenda, como lo fueron y lo son Silverio Pérez y Manuel Rodríguez Manolete.

La crónica del festejo a la que aludiré en esta oportunidad, apareció al día siguiente de la novillada en el diario madrileño La Voz y fue firmada por B y la transcribo en su integridad dado el gran valor histórico que representa:
La novillada de ayer en Tetuán 
Ocho novillos de don Esteban Hernández para Liborio Ruiz, Silverio Pérez, Manuel Rodríguez (Manolete) y Bonifacio Fresnillo (Varelito Chico) 
"B", en La Voz, Madrid, 2 de mayo de 1935 
Corrida de competencia hispanomejicana, con elementos totalmente nuevos y con ganado de lo mejorcito, ofrecía alicientes estimables. Y que la confección del cartel fue un acierto lo demostró el lleno casi absoluto que se registró en el coso tetuaní. 
Don Esteban Hernández envió una novillada magnífica; algo desigual de presentación, pero en general brava y con no mal estilo, sobresaliendo los bichos lidiados en tercero y quinto lugar, a los que se ovacionó en el arrastre. Hubo, sin embargo, momento en el que culminó la nota de apasionamineto, regateándose a los toreros el aplauso que se prodigó a algunos de los novillos, con menos merecimientos que el que a aquellos se debiera. 
De los debutantes mejicanos, Liborio Ruiz y Silverio Pérez, fue éste el que dejó más grata impresión. 
El primero se reveló como banderillero fácil y seguro. Tres pares colocó al novillo que abrió plaza, ganándole la cara, que se premiaron con palmas nutridas y con un revolcón sin consecuencias, por fortuna. Con el capote y la muleta no hizo cosas extraordinarias. En cambio, con el estoque estuvo breve y esto hubo que agradecerle. 
En Silverio Pérez se aprecian condiciones de torero enterado y valeroso, que hicieron recordar en diversos momentos de la lidia a su malogrado hermano Carmelo. Valor frío y sereno con el capotillo y con el trapo rojo; seguridad y dominio en la ejecución de las diversas suertes del toreo, con sus características. En las dos faenas que ejecutó se arrimó enormemente, dando pases de todas marcas, alguno tan apretado, que lo puso a centímetros del hule. Matando empleó una estocada para cada novillo, entrando siempre con coraje. Fue ovacionado repetidamente, y hasta hubo petición de oreja en su segundo novillo, cuya muerte había brindado a Armillita Chico, ocupante de una barrera del 1. 
La simpática figurilla de Manolete, jovenzuelo espigado, hijo de aquél matador cordobés de igual apodo, apuntó la presencia de un futuro y formidable estoqueador de toros. Aunque algo verde con el capote, se apreciaron en él atisbos de buen muletero, soltura, tranquilidad y valentía, y sobre todo, condiciones de excelentísimo matador. Sus dos novillos rodaron de sendos volapiés, suerte que ejecutó muy limpiamente, con gallardía y precisión. ¡De casta le viene al galgo! Fue ovacionado largamente. 
También Varelito Chico dio la nota de torero valiente y enterado. Las verónicas que administró a sus dos novillos, así como en diversos quites, fueron algo emocionante y serio, que el público premió con ovaciones prolongadas. También puso valore en la labor muleteril, temple, quietud y dominio, toreando siempre metido entre los pitones, y a la hora de la verdad se echó para adelante sin arredrarle los serios achuchones que sufrió, ni siquiera el aparatoso volteo con que le obsequió el que cerró plaza. Las ovaciones para el valiente muchacho se repitieron con fuerza al final de la corrida, y Varelito Chico salió de la plaza en volandas. 
Se picó muy bien, singularmente por parte de Pontonero, Calero, los Avia, Poli, Barana de Méjico y el sobrino de Barajas, que oyeron abundantes palmas y bregaron y banderillearon con acierto, Mella, Maera de Méjico y Guerrilla. 
Durante la lidia del cuarto toro ingresó en la enfermería el picador Atanasio García Bernabé, que fue curado de una herida contusa en el dorso del pie derecho, que interesa la piel, tejido celular y músculo perix. Pronóstico reservado.
Como podemos ver, el texto de la crónica corrige el error de los programas anunciadores del festejo y ya se refiere a Manolete por su nombre correcto de Manuel, y aunque refleja que quien salió en volandas fue Varelito Chico, deja claro que el interés real de la afición se concentró en quienes terminarían escribiendo páginas importantes de la historia universal del toreo.

Al final ese interés se reflejó en el hecho de que Manolete y Silverio repitieron en Tetuán el domingo siguiente, alternando con Julio Chico, en la lidia de novillos de Parladé, pero eso puede ser objeto de otra presentación en esta misma Aldea.

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