Los toros que se lidiaron fueron de Piedras Negras, San Diego de los Padres, Atenco, La Laguna, Zotoluca, Coaxamalucan, La Trasquila, Malpaso y Santín por los criadores mexicanos y del Duque de Palmella y Palha por los portugueses y un encierro hispano del Duque de Veragua.
El escalafón lo encabezaron Juan Silveti con 12 tardes, Rodolfo Gaona, con nueve; Marcial Lalanda, con siete; y, Maera. con seis; en tanto que las ganaderías que más toros enviaron a la plaza fueron Piedras Negras, con treinta y cinco; San Diego de los Padres, con veintiuno; y, Atenco, con veinte.
La décimo sexta corrida de la temporada
Para el domingo 4 de febrero de 1923 se anunció una corrida que inicialmente se planteó como el beneficio de Larita, pero que posteriormente se ofreció como un festejo a beneficio de la Cruz Blanca Neutral, que estaba edificando el Hospital del Niño. Para tal efecto se lidiaría un encierro portugués de Palha – anunciado como español en los programas – que Matías Lara había traído con él y le acompañarían en el cartel Rodolfo Gaona y se presentaría en el coso de la colonia Condesa el torero alcarreño Julián Sáiz Saleri II, quien ya era conocido de la capital mexicana, pero actuando en la placita de Chapultepec.
El encierro portugués, se dijo, se recuperaba del viaje trasatlántico en los prados de El Olivar, aunque mermado en uno de sus ejemplares, que pereció durante el trayecto, por lo que el sexteto se completaría con un toro de Atenco, que reglamentariamente saldría en primer término al ruedo y correspondería a Rodolfo Gaona, primer espada de la corrida.
Además, indicaban los programas anunciadores del festejo que al final del mismo, se sortearían entre los concurrentes dos mantones de Manila cortesía de Larita, estando anotado al reverso de los boletos de acceso al coso, el número correspondiente a tal sorteo. Además, se advertía, que por haber una competencia de carreras de automóviles en esa misma fecha, el festejo empezaría a las tres y media de la tarde, en lugar de a las tres, como era acostumbrado, para dar tiempo a los interesados, a asistir a ambos eventos.
El triunfo de Larita
Ya me había ocupado por aquí del pintoresco Matías Lara Larita, a propósito de la tarde en la que cortó un rabo en Madrid. Pues no se iba a ir de México sin un triunfo. No cortó un rabo, pero su desparpajo ante los toros y su absoluto desprecio por la muerte. Además, ya había comentado también su predilección por los toros portugueses de don José Pereira Palha Blanco, aquellos toros del ¡horror, terror y furor! y de los que Belmonte decía que cuando Larita se encerraba con ellos, parecía que lo hacía con gallinas. Entonces, el espacio, al menos para él, era el adecuado para triunfar.
Ante Lindero, quinto de la tarde, Larita fue visto así por Verduguillo en su crónica publicada en el Universal Taurino:
Es berrendo en jabonero, capirote, botinero, alto de agujas, y muy bien armado. Está marcado con el número 28... Don Matías provoca repetidas veces al morucho, pero, apenas si en tres ocasiones se hace tomar el percal, resultando deslucida la suerte por los largos intervalos que hay entre un lance y el otro... Guadalupe Rodríguez agarra un buen puyazo, saliendo su jaca desbocada, y sin que haya un monosabio que logre detenerla. El caballo herido da dos, tres vueltas al redondel y en una de tantas, se encuentra con Navarro, que está bregando inteligentemente para poner al toro en suerte, derriba al peón y le deja tendido en la arena; el toro hace por él, lo empitona por la parte posterior, y lo romanea aparatosamente. Todos creemos que Navarro ha recibido una cornada mortal... Cuando el herido es conducido a la enfermería, se acalla la pita... ¡Ya podían seguir chillando! … Del mismo Guadalupe y de Frontana, recibe el berrendo dos puyazos más, y pasamos a otra cosa... El Sordo clava un buen par; Rafael López un palo, y cierra Pablo Baos con un par de mucha exposición saliendo comprometido... Larita brinda a otro particular, y después hace una faena como la primera: valiente y emocionante, pero escasa de finura, Seis muletazos por alto, dos de pecho y un molinete; preceder: a un pinchazo en que el diestro se ha quedado en la cara, saliendo perseguido. Después del susto, se estrecha nuevamente con su enemigo en dos muletazos más, y perfilándose en el centro, y entrando derecho, mete toda la espada por las agujas, rodando el toro sin puntilla... Ovación grande, música, lluvia de sombreros y bastones, la oreja y regalo del particular. Olé los matadores con agallas...
Como se puede leer, Larita convenció a los asistentes con su particular tauromaquia. Quizás el toro por su comportamiento no recordara la leyenda de los Palha, aunque su pelo delatara desde lejos su origen.
La porra y Gaona
Decía antes que Gaona desde el anuncio del festejo enfrentaría para abrir la tarde un toro de Atenco, ganadería que, por confesión suya, era su favorita. Y en su segundo turno, tenía reseñado al toro número 40, curiosamente nombrado Saltillo, del hierro portugués, pero estaba escrito que esa tarde el Califa enfrentaría dos toros nacionales, porque Saltillo fue devuelto a los corrales por manso, no obstante que reglamentariamente debió ser fogueado y fue sustituido por otro de La Laguna. Ese hecho desató una tremenda bronca en los tendidos de El Toreo, pues se exigía que el sustituto fuera del hierro titular de la tarde, no obstante, el anuncio de que solamente había cinco toros de Palha disponibles ese día. Sigue contando Verduguillo:
El público quiere que la reserva sea nada menos que de Palha. ¡Pero hombre, por Dios!, si estamos viendo que el primer toro fue de Atenco precisamente, porque sólo había cinco de Palha, ¿cómo va a haber reservas de Palha? … El substituto es de La Laguna, o como si fuera, de Palha mexicano. En medio de morrocotuda bronca, Rodolfo se abre de capa y da cinco verónicas buenas. Aumenta la pitería…
Gaona había batallado con el de Atenco, que fue manso y bronco y el de La Laguna comenzó siendo suave y fácil, pero llegó al final escaso de fuerzas, lo que sumado a la indignación popular por no ser de Palha, ocasionó que se abroncara a su matador.
La crónica que escribió Gonzalo Espinosa Don Verdades para el diario Excélsior, señala como responsables de la bronca al sector de la afición conocido como la porra:
Sabemos todos que Rodolfo Gaona es y sigue siendo nuestro torero favorito, no tanto por partidarismo ni por ridícula patriotería, sino porque el leonés se ha encumbrado después de jugarse la vida tarde a tarde, durante quince años y por haber sostenido una ruda competencia con tres generaciones de toreros... Hay que recordar la tarde en que reapareció Rodolfo, después de haber estado ausente de la patria por siete años. La ovación que se le tributó esa tarde fue unánime, al igual que las que se le siguieron tributando en las grandes tardes que tuvo... Por desgracia de la afición nació la “Porra” y un grupo de incondicionales a los que yo no puedo calificar como buenos amigos de Gaona, principiaron a sembrar las disensiones entre el público, pretendiendo opacar a cuanto torero al lado del leonés. ¡Y qué torpe proceder siguieron! ¡Cómo si Rodolfo necesitara de esto, cuando todos sabemos el torero que ha sido, es y seguirá siendo! … El resultado de esta labor lo está sufriendo hoy Rodolfo... ¿Y quiénes son los responsables de ello? ¡Hay que decirlo claro! ¡La Porra y sus directores! Este grupo, queriendo incensar a nuestro gran torero, solo le ha causado perjuicios y se los seguirá causando... Un torero de la talla de este diestro no necesita de “claque”, él solo se impone y sabe conquistar a los públicos... El día que la Porra desaparezca, todo el público volverá a hacer justicia a Gaona y a aclamarlo como siempre lo ha aclamado por sus justos merecimientos...
Y es que la porra, de ser un grupo de aficionados independiente, que se dedicaba a exigir a los toreros sin importar su nombre, se fue convirtiendo, en un grupo decididamente de filiación gaonista. De su origen y resurrección a partir de 1908, escribió Verduguillo:
Por primera vez volvió a palparse la presencia de la Porra cuya acción se había amortiguado desde la muerte de Montes. Volvieron a escucharse los gritos de aliento para el “Indio” y las manifestaciones hostiles para los que con él alternaban. Actuaban los porristas por su propia cuenta pues ninguno de ellos recibía órdenes ni favores del “Califa”, le servían porque servían a la causa taurina que consideraban justa. Si alguna vez “Chano”, el apoderado de Gaona, pretendió obsequiar un boleto a algún porrita, éste lo rechazó indignado: “Dígale usted a Gaona que no necesitamos de él para nada”... Había en la porra médicos, abogados, estudiantes, empleados de comercio, burócratas, ferrocarrileros, propietarios de fincas, etc...
El germen del gaonismo estaba allí, pero al decir de Rafael Solana, se respiraba cierta libertad. Comparando lo escrito por Don Verdades tres lustros después, da la apariencia de que esa diversidad de criterios ya había desaparecido y se había unificado en uno solo.
El encierro de Palha
La corrida de Palha tuvo una calificación de ser mediana, ni buena ni mala, dijo Latiguillo en su crónica de El Demócrata, pero el segundo de la tarde fue un toro sobresaliente según el mismo cronista:
Tomó siete varas a ley, es decir, arrancándose desde largo, sin rehusar un solo momento la pelea y ¡qué pelea! la que hacen los astados de bandera... los toros que por tener verdadera sangre brava debajo del pelambre, no se duelen al castigo sino más bien, con él se crecen, como se creció el primoroso cárdeno cuya pelea llena de arrogancia y nobleza, quedará como un recuerdo en la memoria de la afición que ayer, haciendo justicia a “Lancero” – que así se llamaba este animal – cuando era arrastrado por las mulillas, le dispensó suntuosos funerales y le tributó honores de capitán general... y pidió que a semejante dechado de bravura y poderío lo acompañara al destazadero, no la marcha fúnebre de Chopin, sino la alegre diana, la autóctona fanfarria con que demostramos nuestra jocundia y premiamos a los que han merecido bien nuestra admiración; lo mismo a Fleta – ¡hum! – tenor de la época... que a un toro de Palha, si el tal toro, como el de ayer, da en la pelea el sonoro do de pecho de su nobleza y pujanza... Sí, este toro fue indudablemente el más bravo y el más toro que hemos visto correr en nuestra plaza desde tiempo inmemorial, igual puede ser que alguno haya salido, pero mejor que éste, ninguno...
Así pues, de la cuarteta de toros portugueses, este Lancero vino a salvar el buen nombre de su criador, quedándose, en la opinión del importante escritor de aquellos días, entre los mejores toros de la entonces reciente historia de la principal plaza de toros del país.
Para terminar
La entrada al festejo no fue muy buena. Ya decía antes que el mismo día de la corrida hubo carreras de automóviles, pero también en esa misma fecha se estrenaba en la capital la película Sangre y Arena con la actuación estelar de Rodolfo Valentino; en el teatro Arbeu se despedía la compañía de Lupe Rivas Cacho, que se iba de gira por Sudamérica y también hacía temporada María Conesa. Es decir, sin importar la presencia de Gaona en la plaza, había mucha oferta de espectáculos ese domingo. Nihil novum sub sole.
Tres días después, también en El Demócrata, Rodolfo Gaona anunciaba en una extensa entrevista que se iba a España para torear y despedirse de los públicos a partir de abril y hasta el mes de septiembre. Ya he contado por aquí las vicisitudes de esa última campaña, y los hechos de su tarde final.
Hasta el próximo domingo.