1947: Armillita habla acerca de él mismo, anuncia su retiro y expone su tauromaquia
Armillita en Aguascalientes (Cª 1937, colección Isidoro Cárdenas Carranza) |
En este mes concluye el año del Centenario de Armillita. Hace doce meses ofrecí presentar una vez al mes cuando menos, una estampa de la vida torera de quien es, insisto, con poco margen para la discusión, uno de los más grandes toreros de la historia y además, orgullosamente mexicano. Pensé en recordar en esta oportunidad alguna de sus grandes faenas, pero al revisar la hemeroteca, me encontré con una extensa entrevista, realizada al Maestro de Saltillo por don Carlos Septién García El Tío Carlos y publicada en el número 226 del semanario La Lidia de México, correspondiente al día 4 de abril de 1947, la que pensé que sería del interés de Ustedes.
En ese año de 1947, tras de concluir Manolete su campaña en México, se anunció que terminaba la vigencia del convenio entre las asociaciones de toreros de México y España. Se planteaba en un inicio que la ruptura sería breve y que en unos cuantos meses los toreros mexicanos estarían actuando en las principales ferias españolas. Aparte, una semana antes de la entrevista, Silverio Pérez anunció una sorpresiva retirada de los ruedos. De eso y de mucho más habló Armillita con El Tío Carlos.
Pensé en hacer un extracto de la publicación, pero considero que su valor está intacto aún con el transcurso del tiempo, así que procedo a publicarla en dos partes, iniciando hoy con la primera:
“Armillita” expone por primera vez su doctrina: “En el toreo si no hay dominio no hay verdad”
Galantería de “El Tío Carlos” (Cronista de “El Universal”)
Sencillez en el porte, sobriedad en las palabras, naturalidad en la actitud. A los veinticinco años de vida torera – veinte de ellos como primera figura – Fermín Espinosa es un hombre en el que se combinan la sensatez del varón y la simplicidad del muchacho.
Y es todavía algo más difícil: un torero en el que no han dejado sombra los veinticinco años de lucha por los ruedos del mundo. En este cuarto de siglo los toros apenas han podido trazarle una leve cicatriz en la carne y los hombres no han sido capaces de asestarle una cornada de amargura en el espíritu.
Fermín Espinosa es un hombre sano. No solo en el sentido fisiológico del término, sino en el psicológico, que es mucho más importante. Ahora mismo, cuando al iniciar esta grata charla de toros se han tocado necesariamente los temas del momento y Fermín se ha visto precisado a hablar de la hostilidad de la Empresa hacia él, lo hace con sencilla objetividad.
“No soy santo de su devoción – dice –. Me han querido perjudicar por muchos medios. Me mandan notarios como si yo me hubiera negado a torear alguna vez; me hacen campañas de prensa; me ponen en carteles poco ventajosos”.
“No soy santo de su devoción”, repite.
Y no hay en el comentario ni acritud, ni desplante, ni enfado.
Porque una empresa adversa es, en la vida taurina de Fermín Espinosa, un incidente como ha habido tantos.
Como por ejemplo, un toro más.
Que al fin y al cabo será un toro menos.
La influencia de “Armillita” en Silverio Pérez
La charla va pasando a temas más toreros que éstos de los notarios y de las campañas de prensa.
Y desde luego está la retirada de Silverio Pérez, el genial texcocano que se despidió bruscamente hace ocho días. La opinión de Fermín resulta especialmente interesante. Silverio nunca ocultó – y por el contrario gustó de proclamarlo – que en “Armillita” tuvo un guía y un consejero.
“Hizo bien en retirarse – dice Fermín –. Sí ya se sentía cansado y si la familia lo llamaba tan fuertemente, ¿para qué seguir en los toros? Alabo su determinación”.
“¿Qué cuál fue la aportación de Silverio al toreo mexicano?”
“Verá Usted. Creo que su emoción. Eso que Ustedes los cronistas llaman dramatismo. Yo no vi a Carmelo, el hermano, porque en aquellos años de su aparición y su cornada estuve en España. Pero creo que Silverio ha sido el torero más emotivo que he visto”.
¿Y cuál ha sido la participación de Usted en la carrera de Silverio? Hemos preguntado.
“Da un poco de pena hablar de uno – responde Fermín, pero sigue, vencida su discreción –. Lo que hice fue darle aliento siempre que se desanimaba y en el ruedo, cuando toreábamos juntos y estaba yo cerca, decirle mis opiniones sobre el toro y mis ideas para el modo de torearlo. Esta fue mi influencia en la carrera de Silverio.
El fracaso de la temporada actual
Ligando la despedida de Silverio y el lamentable fracaso artístico y económico de la temporada que hemos padecido, Fermín prosigue:
“Son muchos las causas que determinaron el desastre de la temporada. Desde luego, está el ganado. La camada de este año no ha sido ni tan pareja ni tan brava como la del año anterior, y esto determina que los toreros tengamos menos ocasiones de lucimiento, con el consiguiente enfado del público”.
“Está además la actuación de la Empresa. Ocurrido el rompimiento taurino hispano – mexicano, se dio a organizar malos carteles, en vez de buscar la organización de combinaciones atractivas. Eso acabó de echar a la gente fuera de la plaza”.
“Y luego, la plaza misma. En la México no se puede torear. Yo no recuerdo plaza alguna en la que sople el aire con tanta fuerza y tal constancia. Desde enero hay viento en todas las corridas. Y frente al aire no hay recurso que valga. Sale uno a disgusto, sabiendo que no habrá lucimiento, y sí en cambio, mucho riesgo”.
Fermín anuncia su retirada: misión de Arruza y de Procuna
“Yo no he pensado en retirarme en la forma en la que lo hizo Silverio esta temporada – dice Fermín cuando le hemos lanzado esa interrogación – pero me retiraré la próxima temporada. Lo he decidido firmemente. Aún arreglándose el conflicto no pienso ya torear en la Península. Aquí esperaré la temporada 47 – 48 que será para mí la última”.
“¡Es que son veinte años de alternativa los que llevo! – exclama – y durante esos veinte años no he rehuido la pelea con nadie, ni en México, ni en España”.
Retirado Usted, ¿en quién descansará la responsabilidad del toreo mexicano? Preguntamos.
“En Arruza y en Procuna – contesta sin titubeos “Armillita” –, a Carlos lo he visto torear en España la temporada anterior. Asusta su valor. Puedo decirle a Usted que nunca he visto un torero arrimarse tanto a los toros como Arruza. Tiene una capacidad, una facilidad para meterse en los pitones, que no he visto en nadie”.
“A Procuna lo vi en Lima la temporada última. Está toreando extraordinariamente. Muy cerca, muy valiente y muy artista. Es una verdadera lástima que no haya toreado esta temporada en México”.
“En Carlos y Luis, a más de lo que se cuaje en las temporadas de novilladas, quedará la responsabilidad del toreo mexicano”. Concluye.
Un aficionado puede ser armillista o no serlo. Puede también ser anti – armillista. Pero si es aficionado de verdad, habrá de tributar a “Armillita” el respeto que se merece como figura inconmovible del toreo mexicano durante casi un cuarto de siglo, como sostenedor de la fiesta entre nosotros en épocas críticas y como autor de varias de las más gloriosas faenas con que nuestro torero ha enriquecido la historia de la tauromaquia.
Sobre estos veinte años triunfales y macizos de “Armillita” – estos veinte años que a veces suelen olvidar públicos y empresas – hemos querido que hable el propio Fermín. Que sea él mismo el que haga la historia y el juicio de su obra y de su carrera. Y que sea él, quien explique su doctrina taurómaca – la que ha dado esos veinte años de éxito incansable.
“Tenía doce años apenas. Un día fui con mis hermanos a la plaza de Tacuba – una antigua placita que había allá –, en la que en esa fecha de 1922 se toreaba un festival. Primero le di algunos capotazos y pases a un becerro. Luego salió una vaca grande destartalada, pero suavota”.
“Y “Llaverito”, un torero español que estaba entonces aquí y que fue apoderado de mi hermano Juan, me dijo: ‘A ver muchacho, ¿te atreves con esa vaca?’”.
“Yo no contesté, tomé el capote y me fui hacia la vaca. Le di tres lances. Al cuarto lance me empitonó por la pierna derecha. Pero no perdí el control, alcé la pierna y la saqué por arriba del cuerno. De modo que ni siquiera me levantó del suelo el animal”.
“Llaverito me gritó: ¡Ya está bueno muchacho, vámonos para afuera!”
Concluye mañana...“Y me fui. Pero ya había dado mis primeros lances a un animal grande”.