domingo, 2 de octubre de 2011

Los de Abajo


Muy pertinente aclaración

Rafaelillo
Una de las obras mas grandes de la narrativa mexicana es la que lleva el título de este artículo y se debe a la autoría del médico jalisciense, don Mariano Azuela, de quien sospecho, es inclusive personaje de su propia novela, encarnado en el personaje del dotor Luis Cervantes que de ser prisionero del General Demetrio Macías, personaje central de la obra, se convierte primero en su médico de cabecera y después en su principal consejero dentro de una guerra no convencional, desarrollada en una región cercana a Aguascalientes: El cañón de Juchipila.

No pretendo plagiar el título de tan notable obra, pero creo que como en su momento lo interpretara don Mariano, el título que tomo prestado, describe a plenitud el ser y la circunstancia de aquellos a quienes me voy a referir. Ojalá que mi trabajo no falte a lo que Azuela nos legara con su magnífica obra. 

La torería actual 

Hoy en día los hombres principales de la torería son los mismos que la han dominado durante los últimos cuatro lustros. En otros tiempos se producían cíclicamente asaltos a la cumbre, pues de tiempo en tiempo surgían nombres de toreros jóvenes y otros no tanto, que se levantaban como triunfadores en las principales plazas y que con el valor de esos triunfos, reclamaban paso y sitio junto a quienes eran considerados como consagrados por la afición y por las empresas. 

Esta situación ha adquirido, a mi juicio, perfiles de gravedad en los últimos tiempos. Los resultados han demostrado que la parte central de las temporadas tanto mexicana como española, están condenadas al fracaso sí no se cuenta con la comparecencia de los diestros triunfadores de las principales plazas. Así las cosas, hoy en día, el anuncio de cualquier feria es impensable sin el concurso de Ponce, Morante o El Juli y en menor grado Perera, o Talavante y por supuesto, José Tomás; porque los demás coletudos, independientemente de su valía frente al toro, carecen, como dicen los políticos, de capacidad de convocatoria, no llevan gente a las plazas, lo que lleva a concluir en que el pretender fundar un serial de cualquier naturaleza sin el concurso de ellos, sería condenarlo al fracaso económico. 

Agradables sorpresas 

En esta temporada española que está por terminar, gracias a la televisión vía satélite, me he llevado un cuarteto de sorpresas que no puedo calificar más que de agradables. He visto salir a la arena y por ende descubierto a Rafaelillo, a Diego Urdiales, a Iván Fandiño y a David Mora, quienes han triunfado principalmente en Madrid, Sevilla o Bilbao ante encierros de los considerados como duros y demostrando, a veces aparentemente atropellando la razón, su deseo de ser toreros, de salir del ostracismo en el que a despecho de sus virtudes toreras, el status quo de la fiesta les tenía. 

Las que dan y las que quitan 

Iván Fandiño (Foto: Juan Pelegrín)
En México por regla general son los triunfos de la Capital los que trascienden. En España, las cosas funcionan algo diferente, porque el más allá de las tardes exitosas no tiene como referente a una sola plaza. Así, tenemos que Madrid, Sevilla, Bilbao o Valencia, permiten que sus triunfadores sumen fechas en otras de importancia. Es cierto también que Madrid y Sevilla dan más sitio, pero lo que es indudable, es que las plazas que dan y quitan, son más allá y eso repercute en bien de la fiesta. 

El problema fundamental para la gran mayoría de los toreros es el colocarse en los carteles que ofrecen esas plazas. Cuando se es de los de abajo, hay que estar cerca de la empresa, casi, casi mendigando la oportunidad y cuando ésta llega, será fuera de las ferias rumbosas, alternando con dos o más toreros igual de desesperados y enfrentando un encierro catalogado como duro, integrado por seis galafates de pitones pavorosos, generalmente obtenido por la empresa a precio de saldo en alguna ganadería que vivió hace muchos años sus mejores días, o que aún está en veremos sí los ha de vivir. 

Ante ese panorama, el torero de abajo se juega todo a una sola carta, sabiendo que los ases de la baraja no están en sus manos. También sabe que en esas plazas, las medias tintas sirven de poco y que todo lo que no es un triunfo, es en el fondo, un fracaso. Siempre tendremos frescos en la memoria ejemplos de esa naturaleza, que confirman lo hasta aquí expuesto. 

Dejándose matar 

Primero, Rafaelillo, en Sevilla, cerrando la feria con la corrida de Miura, se lleva una meritísima oreja a partir de, como decía don Luis Castro El Soldado, ponerle los tompeates en la jeta a la muerte. Una faena que para muchos careció de lo que se ha dado en llamar gusto, pero que estuvo sobrada de emoción y de exposición. Enseguida, Iván Fandiño le corta una oreja a la corrida de Celestino Cuadri en la corrida que cerró el pasado San Isidro. También hubo la emoción que produce la desgarrada entrega del torero que se lo juega todo a una baza y al final, sale con el triunfo entre las manos.

David Mora
David Mora es quizás el que lo tuvo más complicado, porque le tocó apurar los tragos del verano madrileño, pero eso no pareció arredrarle y en cuanto el sorteo le deparó algún toro que medio metiera la cabeza, se ajustó con él y le hizo el toreo bueno. Eso le valió entrar por la vía de la sustitución en alguna de las ferias del Norte, para refrendar allí que el paso que lleva es firme. Y Diego Urdiales. Le dejaban en el circuito de las duras y la verdad es que nos hacían perdernos de un torero de esos que se ven muy de cuando en cuando. En Bilbao tuvo una tarde muy intensa con los victorinos y no salgo de mi extrañeza de no verle en el abono de Otoño de Madrid. Cosas demasiado científicas que dijera un profesor de la Facultad.

Rafaelillo, Diego Urdiales, David Mora e Iván Fandiño, cada uno dentro de su manera de interpretar el toreo y con las limitaciones que deja el torear poco o nada, salieron a confirmar que la de los toros es una fiesta de vida y de muerte, que es una fiesta en la que no solo el folklore y la luminosidad constituyen las bases de su atractivo, sino que es una fiesta en la que, para sobresalir, se requiere ser muy hombre y muy torero y que al contrario de la forma en la que se manejan aquí y ahora las cosas, el sitio de los toreros, debe de ganarse delante de los toros. Estos cuatro toreros, jugándose la vida con autenticidad, han reclamado lo que en las oficinas de las empresas les habían regateado: La oportunidad de demostrar en las plazas su verdadera valía a costa de lo que sea. 

La corrida del día de ayer – toros de Gavira para Iván Fandiño y David Mora – es un vivo ejemplo de esa entrega rayana en la desesperación. Ante un encierro aparentemente sin opciones, dos de los diestros que me motivan a escribir esto, salieron a arriesgar el tipo y a demostrar que lo suyo no es casualidad, ni obra de la suerte. Como me dijera mi querida amiga Carmelita Madrazo hace algo más de una década sobre una cuestión similar: Están dejándose matar. Quieren ser toreros y se han dado cuenta de que solo la paradoja de jugarse la vida para salvarla, los puede sacar adelante. 

El porvenir 

Diego Urdiales
El estancamiento que vive actualmente la fiesta es evidente. Los carteles y las ferias desde hace ya más de veinte años, son más de lo mismo. Los toreros que han dominado los últimos cuatro lustros están tirados en la poltrona y como no quieren abandonarla, hacen lo indecible para evitar que se les incomode en ella. Por eso procuran evitar que surjan aquellos que pudieran quitarles el sitio. Esto nos explica el por qué de lo relativo que es ser figura del toreo en este momento. 

Las cosas debieran ser de otra manera. El que quiera conservar su sitio tendría que defenderlo, pues al margen de la tauromaquia de escritorio que hace imposibles algunas combinaciones, los de arriba tendrán que aguantar el embate de las antípodas de su escalafón, las que muy temprano en la temporada, han reclamado para ellos una tajada del pastel que hasta antes de la primera feria del año, parecía estar ya repartido. Entonces, para mantener el sitio, habrá que poder con los que estaban y además, con los que vengan empujando fuerte. 

El futuro no se muestra próspero. Aunque nos llegan nuevas de que los de abajo triunfan en alguna plaza importante, porque han sacado la casta buscando salir del anonimato, quienes tienen por negocio ofrecer toros, se adhieren al típico más vale viejo por conocido… Ojalá que quienes hacen empresa entiendan que solo dándoles toros y más toros a esos de abajo, podrán convertirse en los toreros que corten muchas orejas – para satisfacer su particular concepto de triunfo – y que les lleven a las gentes a sus plazas y dinero a sus alforjas.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Mariano Ramírez, el señorío de un ganadero

Un recuerdo personal

Hierro y divisa de la ganadería fundada por el Ing.
Mariano Ramírez
, hoy Puerta Grande
El pasado mes de abril se cumplieron 38 años de una tarde memorable para la afición de Aguascalientes, pues en la feria abrileña de 1973 se lidiaron aquí catorce toros de las dehesas entonces propiedad del Ingeniero Mariano Ramírez Miguel, destacando de manera importante diez de ellos. De estos últimos, seis se lidiaron en la corrida del 22 de abril de ese año, fecha en la que recibió la alternativa David Cavazos El Vito. A ese festejo fui llevado por mi padre y al ver al de la ceremonia – un negro listón con mucha cara y arrobas – voltear la cara al primer picador le dije: Éste ya salió manso. . .; en cuanto se colocó de nuevo al toro, este se arrancó de largo, recargando fuerte y metiendo los riñones, propinando un tumbo al piquero y lo que es más, recuerdo que repitió la escena en la siguiente vara. Cuando esto sucedió, mi padre me dijo Allí está tu manso, fíjate bien en ese toro, que es muy bravo, porque va a pasar mucho tiempo para que veas otro igual. . .. Afortunadamente el presagio no fue muy efectivo, pues en esa tarde y en dos mas de ese abril, vimos más toros de don Mariano que materialmente robaron la atención de esa feria, consolidando a la ganadería jalisciense como una de las primeras de América.

Ese año de 1973, también tuve la oportunidad de conocer y felicitar personalmente a un ganadero de bravo y curiosamente este ha sido don Mariano. Recuerdo que se encontraba junto a la puerta de acceso a las barreras de sombra, conversando con los matadores retirados Rafael Rodríguez y Humberto Moro y el empresario Guillermo González entre otras personas y con la sangre fría que proporciona el tener doce o trece años de edad, irrumpí en el grupo y me dirigí al Ingeniero Ramírez para felicitarle por el extraordinario juego que dieron sus toros esa tarde – la de la alternativa de David Cavazos – y por supuesto, para ufanarme ante él que conseguí las seis divisas de los toros lidiados, mismas que por mucho tiempo conservé. No recuerdo la respuesta de don Mariano, pero sí percibí que en ese momento era un hombre inmensamente feliz.

El Origen

Clásico toro cárdeno de Mariano Ramírez,
hoy Puerta Grande
El Ingeniero Mariano Ramírez Miguel fue originario de Encarnación de Díaz, Jalisco, e inicia su andadura como ganadero de bravo en la segunda mitad de la década de los cuarenta. Obtiene de don Eduardo N. Iturbide, cofundador de Pastejé treinta vacas y dos sementales como pago de sus servicios profesionales, pues don Mariano realizó para el llamado Ganadero Poeta una serie de obras hidráulicas en los potreros que ocupó la histórica vacada de la divisa amarilla y negra, formada en un inicio con los restos de la ganadería guanajuatense de Jalpa – creada con reses de San Nicolás Peralta – se criaron toros variopintos y de irregular comportamiento en el ruedo. Previa selección se agregaron reses de la familia Urquijo y del Conde de la Corte, puro Vistahermosa, descendientes de Murube, Ybarra, Parladé, Mora Figueroa y la Marquesa de Tamarón. Esta nueva etapa de la ganadería se inauguró con la ejemplar lidia que dieron Tanguito y Clarinero, en una tarde que se recordará por siempre en la Historia de nuestra Fiesta.

Con estas bases iniciará don Mariano su camino por los ruedos, para en 1952 realizar las primeras pruebas a los productos de los empadres que realizó. Así, el 12 de diciembre de 1953, su ganadería, anunciada como San Antonio se presentaría en la Plaza de Toros Revolución de Irapuato, Guanajuato, lidiando seis toros para Luis Procuna, Jesús Córdoba y Manuel Calero Calerito. Tres años después se presentará en la Plaza México, el 14 de octubre de 1956, lidiando seis novillos para Paco Ortiz, Héctor Luquín y Chano Ramos. Fue exitosa la presentación, pues Cabrillo, número 43 con 410 kilos de peso, recibió los honores del arrastre lento esa tarde.


Es en ese año de 1956 que el Ingeniero Ramírez comienza a sentirse insatisfecho con los resultados de los productos murubeños de su ganadería y la enajena casi en su totalidad a su paisano don Gustavo Álvarez Alba y al tiempo, adquiere la mitad de la ganadería de Zotoluca, formada con simiente de Piedras Negras con sus agregados de Tepeyahualco y originada esta con raíces de Concha y Sierra, Veragua, Miura, Anastasio Martín y muy principalmente Saltillo.

El ganado proveniente de Zotoluca – que corresponde a un octavo de la original fusión de Piedras Negras y Tepeyahualco ocurrida en 1908 – es adicionado con toros padres de Piedras Negras y La Laguna, mismos con los que se fundieron vacas muy seleccionadas del hato original de origen Pastejé. Esta afirmación es personal e intentaré demostrarla mas adelante.

Don Mariano afirmó que con la formación de ese pié de simiente, tenía en sus hatos la sangre mas pura del Marqués del Saltillo que había en México. La afirmación es interesante, porque cierto es que la ganadería del Ingeniero Ramírez Miguel crió toros con el inconfundible fenotipo del marquesado andaluz, pero la genética – de la que don Mariano era un gran conocedor – tiene una serie de leyes y de procesos inexorables y hasta hace no mucho, inexpugnables, lo que al cabo de unas cuantas generaciones, nos demuestran algunas cosas que en la superficie no se observan.

Otro ejemplar típico de la casa
En efecto, el pelo clásico del encaste saltillero es el cárdeno, con algunas variantes que van del cárdeno claro al negro entrepelado. Hay algunos zainos y algunos colorados, pero pelos como el sardo y el salinero no corresponden en principio al tronco Vistahermosa, sino al Vazqueño. Aquél quinto de la tarde de la alternativa de David Cavazos era un toro de pelo salinero, pues tenía perfectamente entremezclados pelos rojos, blancos y negros. Correspondió a Curro Rivera, quien le cortó una oreja. Esto demuestra hasta donde yo entiendo, que si bien el encaste predominante en la ganadería de don Mariano era el de Vistahermosa, vía el Marqués del Saltillo, los goterones de otras castas igualmente trascendentes, presentes en el origen piedrenegrino de su ganadería, se reflejan con el complicado juego de las leyes de la genética, que nos recuerdan a través de las generaciones quienes somos y de dónde venimos.

Lo anterior parece confirmarlo don Felipe González y González, ganadero de Coaxamalucan y heredero de los fundadores de Piedras Negras cuando afirma:

…En 1908, Tepeyahualco es adquirida por los señores de Piedras Negras. Incrementándose con ella las ganaderías de Zotoluca, La Laguna y la propia Piedras Negras… Del ganado comprado por los señores González de Tlaxcala, se le dieron veinte vacas y un semental a don Antonio Zamora para que fundara la ganadería de Ajuluapan y con el resto se hicieron cuatro lotes para repartirlo equitativamente entre Piedras Negras, Coaxamalucan, Zotoluca y La Laguna. La simiente española del marqués del Saltillo quedó en poder de Piedras Negras… En 1888 se agrega un toro de Benjumea para padrear. . . En 1896 llegan a Piedras Negras tres toros de Murube…
Como se ve, a Piedras Negras le tocó lo puro de Saltillo, pero también su alícuota de lo demás y a Zotoluca le correspondió por decirlo de alguna forma, lo no puro, pero bañado con la generosa sangre saltillera. De allí creo que queda justificado mi aserto en el sentido de que la ganadería del Ingeniero Ramírez, tenía predominantemente sangre de Saltillo, pero no en absoluta pureza, lo que explica la presencia repentina de toros de pelajes que son característicos de otros encastes.


Lo anterior, a mi juicio, hace mas grande la labor del Ingeniero Ramírez Miguel, pues es de probada experiencia que esos encastes son explosivos e inciertos cuando no se obtiene el justo medio en su manejo, lo que don Mariano pareció lograr, pues sus éxitos fueron repetidos y resonantes y así recordamos a varios toros bautizados como Tejón, comenzando con el que Alfredo Leal escribió una de las mas grandes páginas de su historia de torero; Billetero, lidiado por Jesús Solórzano el día de la despedida de Luis Procuna; Pinocho, igualmente inmortalizado por el hijo del Rey del Temple y varios mas, como los 14 lidiados en la feria de abril de 1973 o aquél Tejoncito al que Manolo Martínez cortara el rabo en la Plaza México. 

A guisa de remate 

El nuevo toro de Puerta Grande
Independientemente de la pureza de la sangre saltillera en los hatos de don Mariano, se observa en el manejo de estos un depurado equilibrio genético, pues no obstante las raíces tan dispersas que muestra la historia de su ganadería, en la plaza logró siempre una uniformidad caracterizada por el trapío y la bravura de sus toros, de los que, como queda fijado al epígrafe, decía que vivían de el y no él de ellos, situación que en pocos años le permitió escalar la cumbre del campo bravo mexicano.  

El 30 de diciembre de 1980 dejó de existir don Mariano Ramírez Miguel y al poco tiempo la vacada, finca, hierro y divisa cambió de propietarios, adquiriéndola los hermanos Gerardo y Carlos Salas Luján junto con el matador Manolo Espinosa Armillita, quien al cabo de un par de años, cedió a los primeros su parte de la vacada. Pronto se perdió el equilibrio en ella y se generalizó un problema de falta de fuerza y de caídas en los toros, mismo que apenas se comienza a ver superado.  

A partir del año 2001, los hermanos Salas Luján dejaron de lidiar a nombre de Toros de Mariano Ramírez, para hacerlo a nombre de Toros de Puerta Grande, mostrando a la vez un cambio en la estructura genética de la ganadería, pues agregaron sementales de sangre española de origen Sánchez Fabrés vía Paco Camino y otros de línea MurubeYbarraParladé, a partir de las últimas importaciones hechas en los años noventa, dando un giro a la base genética de su ganadería, mismo que quizás resulte ser el revulsivo necesario para superar el mal de la debilidad que la había separado de las grandes citas y la había relegado a los carteles de rejoneadores, siendo en ese nicho, la preferida de Pablo Hermoso de Mendoza que durante varias campañas, les mató camadas enteras.  

Aquí está pues, otra vista de lo que es la cabaña brava de México. Espero que les haya resultado de interés.

domingo, 18 de septiembre de 2011

10 de agosto de 1924: Se presenta la ganadería de La Punta en El Toreo de La Condesa

Cartel anunciador aparecido en
El Universal Taurino

Aunque la Hacienda de La Punta ya había visto su nombre anunciado en carteles taurinos desde el año de 1902, según el decir de don Francisco Madrazo Solórzano, es propiamente hasta el año de 1918 cuando toma forma su andadura en la crianza del ganado de lidia, al adquirir los hermanos Francisco y José C. Madrazo y García Granados una punta de vacas y su rastra, marcadas con el hierro de San Nicolás Peralta – descendientes mayoritariamente de toros del Duque de Veragua importados por don Ignacio de la Torre y Mier

Las vacas nicolaítas fueron cruzadas en la primavera siguiente con dos toros españoles procedentes de Parladé y Saltillo Pinchasapos, número 23, negro y Finezas, número 18, entrepelado, respectivamente – ambos cedidos por el torero sevillano Ignacio Sánchez Mejías a los señores de La Punta. La cruza no dio los resultados esperados, por lo que en ese mismo 1919 los hermanos Madrazo adquirieron de don Antonio y don Julián Llaguno 50 vacas y los toros números 3 y 6 de San Mateo para reiniciar su andadura ganadera con esa simiente zacatecana.

Para su presentación en la principal plaza de la Capital de la República, se señaló el día 10 de agosto de 1924, en un festejo mixto a beneficio de la candidatura de la señorita Eva Platt, candidata de los trabajadores ferrocarrileros para ser Embajadora de la Simpatía. Los diestros actuantes serían el matador de toros Manuel Navarro y los novilleros Porfirio Magaña y Juan Espinosa Armillita. Los ganados a lidiarse serían de los primeros productos de la simiente de San Mateo.

La crónica del festejo

La crónica de Rafael Solana, Verduguillo, aparecida en el número 146 de El Universal Taurino, correspondiente al 12 de agosto de 1924, en el análisis correspondiente al encierro lidiado, refiere lo siguiente:


Los toros de “La Punta”

Los señores Madrazo enviaron para esta, su primera corrida, seis toros de corta edad (ninguno de ellos pasaba de los tres años y medio), de magnífica presentación. Hubo dos, algo defectuosos de los pitacos, pero los otros cuatro, ni pintados habrían sido más bonitos.
Hubo también entre la corrida punteña sus diferencias en lo que respecta a pelos: dos fueron negros mulatos, uno fue castaño claro y los otros tres, cárdenos claros, la pinta clásica del toro bravo.
En general los toros punteños fueron bravos y codiciosos. Hubo alguno que saliera abanto y otro, el tercero, que se llegó a asustar de los primeros capotazos. Pero éstos, poco a poco fueron creciéndose, y cuando sintieron el castigo, empujaron fuerte y derribaron a los picadores con estrépito.
De todos los corridos hoy fueron los más bravos el primero, el tercero y el sexto. El cuarto tuvo mucho de lo que hoy se llama temperamento, pero, de no haberle dado la lidia infernal que le dieron, habría lucido muchísimo más y se habría prestado para que Magaña (en sustitución de Armillita) hiciera una artística faena,
El triunfo ha sido completo para los señores Madrazo, que deben estar orgullosos de que, de los seis ejemplares enviados a la plaza, cuatro hayan sido calurosamente ovacionados, y uno, el sexto, de nombre “Campanero”, cárdeno claro, bien puesto, marcado con el número 2, haya sido indultado.
Triunfo más rotundo que el de esta tarde hace tiempo que no lo obtiene ningún ganadero mexicano. Mi enhorabuena, señor Madrazo, y que siga la cosa por ese camino…

La afición congregada en El Toreo, que hizo una extraordinaria entrada, pidió la presencia de los ganaderos en el redondel, más éstos no salieron. Algunos lo consideraron una descortesía, otros, extrema modestia. Por ello, el propio Verduguillo se dio a la tarea de buscar la información pertinente y publicó, en el mismo número de El Universal Taurino la siguiente nota aclaratoria:


Por qué no salieron los señores Madrazo cuando el público los llamaba

Anoche estuvo en nuestra redacción el señor don Miguel Illanes Blanco, inteligente aficionado y representante de los señores Madrazo, propietarios de la ganadería de “La Punta”.
En medio de la charla sobre el resultado de la corrida, y los comentarios acerca del buen juego que dieron los punteños, preguntamos al señor Illanes por qué los señores Madrazo no habían salido al ruedo a recoger las calurosas ovaciones que se tributaron a sus cornúpetos.
El señor Illanes Blanco nos manifestó que los señores Madrazo no habían ocupado durante la corrida el palco que usualmente ocupan los ganaderos, sino que se fueron al tendido, donde se confundieron con los demás aficionados, para presenciar el juego que dieron sus toros. Es más, los señores Madrazo habían anunciado que no asistirían a la fiesta, y a última hora se resolvieron a asistir casi de incógnito.
Es este un rasgo de modestia de los escrupulosos ganaderos, que de ninguna manera deben considerar los aficionados como falta de atención, ya que los tantas veces citados señores Madrazo están agradecidísimos por la benevolencia con que el público los ha tratado.

El final de Campanero y el destino de La Punta

Reportaje gráfico aparecido en El Universal Taurino
Campanero al centro
Al poco tiempo del indulto de Campanero, se produjo un encontronazo – que resultaría ser definitivo – entre las fuertes personalidades de don Francisco Madrazo y don Antonio Llaguno. En ese momento, el señor de La Punta decidió deshacerse de todo el ganado de origen San Mateo que tenía en sus potreros y aconsejado por Juan Belmonte, se adquirieron 2 erales, 2 utreros y 12 vacas marcadas con el hierro de Gamero Cívico, de puro origen MurubeYbarraParladé para dar a la ganadería jalisciense la personalidad que terminó por convertirla en una de las casas fundacionales de la cabaña brava mexicana.

Sobre el final del Campanero, don Francisco Madrazo Solórzano escribió lo siguiente:

Al poco tiempo hubo un enorme distanciamiento entre don Antonio Llaguno y mi padre, por entonces grandes amigos. Cuestiones de ganadería brava que tiene tantas pasiones y que enciende pronto el carácter de los hombres metidos en este medio; al indultado lo mandó castrar mi padre, para dárselo al mediero Luis Pérez, quien lo amansó y unció a su yunta por unos años, ya que, en 1927 llegaron los cristeros y nos quemaron la casa y de paso, mataron al Campanero. Jamás hubo una reconciliación con don Antonio.

Hierro y divisa de La Punta
Muchos años después, Francisco Madrazo y Antonio Llaguno, los hijos de los fundadores de las casas de La Punta y San Mateo, superarían los obstáculos que no pudieron sortear los que les antecedieron, pero con un inconveniente, una reforma agraria mal encauzada y un cambio radical en la manera de llevar la fiesta, les había privado del señorío de ser ganaderos de bravo.

Esto lo debí haber publicado hace más de un mes, pero, aprovecho que estoy fuera de mi base por unos días, para no dejar desatendido esto y por eso diferí este recuerdo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Una estampa del pasado (VII)


Número 3 de Toreros
(Biblioteca Digital de la Comunidad de Madrid)

Toreros fue un semanario taurino ilustrado madrileño que salió a la luz el 5 de marzo de 1911 y que vio su último número el 17 de marzo de 1912. Su fundador y propietario fue José Velasco y su director fue José Carralero Burgos. La redacción, administración y talleres de la revista se ubicaban en la calle de Andrés Borrego número 17 y de acuerdo con su declaración de principios, aparecida en una breve columna titulada Nuestros Propósitos, en el número 1, se señala que: ...no venimos a la lucha periodística con deseos de lucrarnos y ser uno de tantos semanarios taurinos. Sólo venimos y para ello serán nuestros esfuerzos, a ser fieles intérpretes de todo cuanto se relacione con la Fiesta Nacional....

De la página 11 del número 3 de la revista, fechado el 19 de marzo de 1911, extraigo esta colaboración de su director, José Carralero Burgos, acerca de lo que él considera que van a hacer los asistentes a los festejos en la Plaza de Madrid:

El Público en la Plaza
A lo que van á la plaza de toros de Madrid algunos espectadores:

Los buenos aficionados, a ver, oír y callar.
El entusiasta, a ovacionar a su ídolo aunque le echen los toros al corral.
Los pollos modernistas, a estrenar sombrero cordobés.
Los calaveras, a armar todas las broncas que puedan.
Los carniceros, ultramarinos y otros honrados ladrones, a silbar a los tenientes de alcaldes para vengarse de las multas que les imponen.
Los zapateros, a ocupar dos asientos.
Los paletos, a comer y a emborracharse.
Los carteristas, a ver si se pega algo.
La dama aristocrática, a lucirse.
Las pollitas, a por novio.
La moza de rumbo, a dar la puntilla a algún aficionado.
 
José Carralero Burgos

Publicación original del comentario
de José Carralero
Como podemos ver, muchas costumbres, por mucho que haya un siglo de por medio, aún no han cambiado, quizás por eso, la Fiesta guarda el estado que actualmente tiene.

domingo, 4 de septiembre de 2011

En el centenario de Armillita, IX


5 de septiembre de 1954. Nogales, Sonora. La última tarde de Armillita vestido de luces.

Armillita
El 3 de abril de 1949, en la Plaza México y en un ambiente de triunfo, Fermín Espinosa Saucedo había impartido lo que parecía ser su postrera lección magistral. Un poco menos de un lustro después, el 20 de diciembre de 1953, en la Plaza de Toros San Marcos de Aguascalientes, el Maestro de Saltillo volvía a los ruedos. Unas versiones señalan que acuciado por dificultades económicas y otras, las menos, que por ese rescoldo de afición que no se puede apagar y que queda dentro de todo aquél que se viste de luces y a la que Conchita Cintrón se refiere así en torno a la despedida de Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes en su libro ¿Por qué vuelven los toreros?:






...no tardaron en llegar Carlos Sánchez Llaguno, Manuel Vega, Fernando Topete, Víctor Rodríguez y Leoncio Jiménez. Entre ellos – todos vestidos de rigor – había representantes de cuatro asociaciones. Faltaba uno de los invitados: Rafael Rodríguez, matador de toros, que al rato dio la entrada en la sala repleta de trofeos y cuadros de Icaza. Llegó con María Teresa, su mujer. Fue recibido con demostraciones de afecto y consternación. ¿Cómo era posible que volviera a los toros? ¡Y para colmo, matando seis punteños! ¡Con toda la barba! El torero explicó tratarse apenas de "una despedida"... Vuelven por los aplausos – comentó Leoncio Jiménez –... Nada menos cierto – interpuse –... Rafael Rodríguez jaló una silla y se colocó a nuestro lado. Entonces – insistió Leoncio – ¿por qué vuelven? Miré al torero. Tienen hambre – dije – y tienen sed y no saben de qué. El torero me miró. Yo sí sé – dijo por fin. Tenía la soledad escrita en la mirada –. Tengo sed de toros negros... y tengo hambre de miedo...
La de Aguascalientes – en donde para matar toros de Xajay alternó con Calesero y Antoñete – fue la verdadera reaparición, aunque la que se considera oficial es la que se produjo en la Plaza México el domingo 10 de enero de 1954, fecha en la que con toros de Jesús Cabrera, se acarteló con el propio Poeta del Toreo y Jesús Córdoba, en tarde en la que Armillita no tuvo más opción que la de exhibir su maestría y el llamado Joven Maestro se fue a la enfermería nada más al abrirse de capa, en tanto que Alfonso El de Triana, fue propuesto por Carlos León, el ordinariamente vitriólico cronista del diario Novedades de la Ciudad de México, para el otorgamiento de un Premio Nobel del Toreo, dada la gran tarde que ofreció a la afición capitalina, quizás la mejor de su vida torera.

Esa campaña del retorno de Fermín el Sabio constaría de 15 corridas. Las dos primeras se dieron en diciembre de 1953 en Aguascalientes y Celaya. En el siguiente calendario tendrían lugar las siguientes en las plazas de México (3), Monterrey (2), Ciudad Juárez (2), y una en Guadalajara, Autlán de la Grana y Saltillo. La última corrida que toreó en la Plaza México fue el 28 de febrero de 1954, en la que alternó mano a mano con el madrileño Julio Aparicio en la lidia de 5 toros de La Laguna y uno de Zacatepec (3º). El último toro que lidió en la gran plaza fue Casquetero, de La Laguna.

El anuncio de la reaparición de Armillita
en la Plaza México
Además en el extranjero actuó en dos más, una en Bogotá, en la que para lidiar toros de Clara Sierra alternó con Antonio Ordóñez y Emilio Ortuño Jumillano el 14 de febrero de 1954 y otra en Arles, Francia, el 20 de junio, con toros de Lisardo Sánchez y llevando a Antonio Ordóñez y Pablo Lozano de compañeros de cartel, junto con el rejoneador Ángel Peralta. Respecto de este último festejo, la Hoja Oficial del Lunes publicada en Madrid al día siguiente de la corrida, da cuenta del triunfo de Pablo Lozano en el coliseo francés.

En ese viaje a Arles, se señaló con insistencia que torearía en el Jueves de Corpus, la Corrida de la Prensa de Sevilla y se ponía incluso como fecha para ello, el 19 de junio, con un cartel formado por toros de Alipio Pérez Tabernero para Armillita, José María Martorell y Antonio Ordóñez. El 13 de junio anterior, en el diario ABC de Sevilla, aparece la siguiente información:

La Asociación de la Prensa de Sevilla de acuerdo con la Empresa de la plaza de toros, empezó a su debido tiempo a organizar su tradicional corrida de toros. Quedó ultimado el cartel con Armillita, Martorell – que se había ofrecido a torear – y Antonio Ordóñez. Se contaba para ello con una corrida de toros de don Alipio Pérez Tabernero, que había ofrecido el apoderado de Ordóñez. El último día del mes de mayo Armillita hizo saber que desistía de volver a los ruedos...”
Al final la corrida se dio con toros de Salvador Guardiola para Niño de la Palma, Jesús Córdoba y Juan Silveti, en la fecha programada, asunto del que ya me he ocupado en esta misma Aldea.

La reseña de la Hoja del Lunes del 21 de junio
de 1954
La corrida que falta en el resumen que les presento, es la del 5 de septiembre de 1954, en la plaza de Nogales, Sonora, población fronteriza con los Estados Unidos. Ese domingo se anunciaron toros potosinos de Santo Domingo para un mano a mano con el torero maño Luis Mata, quien tuvo cierto predicamento como novillero en Madrid en los primeros años de la posguerra y que recibió la alternativa en Zaragoza el 5 de mayo de 1946, de manos de Morenito de Valencia, llevando a Domingo Dominguín como testigo, alternativa que confirmó en Madrid de manos de Cañitas el 21 de julio del mismo año con el toro Carteremo de Miura, ante el testimonio de Julián Marín. Luis Mata llegó a México prácticamente después de confirmar su alternativa y se quedó entre nosotros para siempre.

Al término del festejo, Fermín, discretamente, sin el aire de apoteosis de aquél tres de abril de un lustro antes, y sin anunciarlo antes o después, puso ahora sí, el punto final a una carrera en los ruedos que se distinguió por la brillantez y la grandeza, para dedicarse a la cría de toros de lidia y a estar cerca de sus hijos, de los que los tres varones fueron toreros también.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Al son del corazón


Cuando la afición por nuestra Fiesta se disfruta poniendo el corazón por delante, adquiere un sabor y una significación diferente, que acaba por penetrar el alma del que la vive.

¿Oyes el diapasón del corazón?
Oye en su nota múltiple el estrépito 
de los que fueron y de los que son.

Mis hermanos de todas las centurias
reconocen en mí su pausa igual,
sus mismas quejas y sus propias furias...

Así describe Ramón López Velarde, poeta del Jerez mexicano, la manera en que se marca el ritmo del que guía su existencia por lo cordial, dejando que su corazón sea un diapasón que señala el ritmo de su vivir, de su hacer y de su transmitir a los demás las emociones más íntimas de su ser.

Así es como la pintura y el dibujo de Enrique Martín nos refleja su inacabable afición a los toros, a una Fiesta que a veces parece que se nos va como agua entre las manos, pero que Enrique a cada trazo, a cada pincelada, nos recuerda que allí está, que sigue viva y que podemos quererla y disfrutarla a pesar de los pesares.

La Peña Taurina Valdemoro es la que en esta oportunidad acoge la obra de Enrique Martín del 7 al 11 de septiembre. Ojalá que a través de ella, de los ojos y del corazón del pintor, puedan disfrutar intensamente de esta doble representación cultural.

domingo, 28 de agosto de 2011

25 de agosto de 1927: Cagancho… en Almagro

Cagancho

Joaquín Rodríguez Ortega, natural de la calle del Evangelista en Triana, Sevilla, había recibido la alternativa en Murcia, de manos de Rafael El Gallo, el día 17 de abril de 1927. Apenas 23 días después, Gregorio Corrochano le dedicaba una crónica, relativa a su actuación del domingo 8 de mayo anterior, que titulaba así: El torero Cagancho es una talla de Montañés. Una frase feliz de esta fiesta y una crónica que es histórica y a partir de ella, todos querían ver a la cobriza estatua que describiera el pontifex máximus de lo que por esos días era una de las principales tribunas del periodismo taurino.

La afición de la ciudad castellano – manchega de Almagro no sería la excepción, que para su Feria de San Bartolomé, ajustó para la segunda corrida de ese calendario al que era sin duda, el torero del momento, que había confirmado su alternativa en Madrid el 22 de junio anterior, de manos de Valencia II, quien le cedió el toro Naranjo de doña María Montalvo. El cartel se completaba con toros de don Antonio Pérez Tabernero para Antonio Márquez, Rayito y el nombrado Joaquín Rodríguez.

La tarde torcida

La tarde del 25 de julio de 1927 comenzó torcida. El periódico de Ciudad Real El Pueblo Manchego en la crónica del festejo que firma Jerónimo Timbales, indica en los aspectos previos al festejo que a las tres de la tarde del día de la corrida, Cagancho aún no había llegado a Almagro, lo que causaba una gran desazón en la afición ya congregada en el lugar, aunque de acuerdo con las autoridades del Gobierno Civil, el diestro se presentaría oportunamente a cumplir con su compromiso.

Después, la corrida de Antonio Pérez Tabernero al parecer fue un encierro itinerante que anduvo de plaza en plaza hasta que encontró una en la que pudo ser lidiado. La última en la que no se pudo jugar, según las crónicas que pude consultar (ABC de Madrid, El Globo, La Libertad, El Heraldo de Madrid y El Pueblo Manchego) antes de parar en Almagro, fue la de La Coruña y las múltiples maniobras de embarque y desembarque, así como el prolongado encierro en los cajones de traslado incidió en el juego que dieron en el ruedo.

Y por último, el día de autos, no solamente fue escasa la voluntad de Cagancho, sino que se combinó también el escaso deseo de Antonio Márquez para producir el desaguisado que nos heredó como resultado una expresión que hoy, 84 años después, se utiliza como sinónimo de una catástrofe de grandes proporciones.

Los hechos que directamente motivaron el mitin

La lidia del primer toro de la tarde fue quizás el detonador de lo que seguiría más adelante. Las emociones reprimidas por la llegada tarde de Cagancho o quizás la subida de precios – las crónicas no lo reflejan, pero la presencia de la talla de Montañés lo justificaría –. De la crónica del invocado Jerónimo Timbales extraigo lo siguiente:

PRIMERO. – Colorado claro, feo, parecido a un carabao. Sale «esaborío» pero luego, cuando lo fijan, se anima tomando seis varas con estilo. Márquez y Rayito hacen los quites con aseo, destacando la ciencia del joven rubio y la bravura del sevillano. Cagancho decide reservarse. El toro muestra poder y codicia por lo que los picapedreros lo maltratan. En banderillas sobresale Pacomio y la labor con el capote de Bombita IV. A cargo de Márquez está el primer espectáculo de la tarde. Sin usar la muleta, entrando feamente arrea una puñalada y media contraria entre una pita ensordecedora y veces se vaya a Amorabieta. El presidente llama al palco al matador, ¡vamos a decir!...

Interior de la Plaza de Almagro
Foto: Pablo Urzainqui
El tercero de la tarde reavivó los ánimos caldeados, pese a la entrega de Rayito en el anterior. Me llaman las observaciones de Jerónimo Timbales respecto a que, 14 pesetas eran muchas por ver a Cagancho, que para torear, sacaba una muleta telonaria… ¡El tamaño de los engaños a casi un siglo de distancia como objeto de señalamiento en una crónica! Hoy en día se tacha de fundamentalistas a los que señalan circunstancias como esa, en la prensa o en los corrillos. ¿Y entonces? Queda allí la pregunta, la que me imagino, permanecerá incontestada per sécula.

El acabose vino en el sexto y último del festejo, que según las relaciones revisadas, era el de más cuajo del festejo. Lo sucedido durante su lidia, es, de acuerdo con lo publicado en El Pueblo Manchego, versión a la que ocurro por ser la más próxima y la más completa, lo siguiente:

SEXTO. – Negro, grande. Un toro. Esta circunstancia, la de ser certero, y estar bien colocado de herramientas, es lo suficiente para que Cagancho se pegue a los tableros. En medio de un lío horroroso, el de Pérez Tabernero toma tres varas, derriba una vez y mata un jaco. La cuadrilla torea de un modo escandaloso ayudados de Márquez mientras el fenómeno aguanta impávido la bronca. Contagiados los banderilleros del miedo del maestro lo hacen a la media vuelta, de cualquier modo. Y ahora viene lo bueno. El catastrófico Cagancho derrochando frescura, da unos pases con el pico de la muleta; arrea un sartenazo, otro y ya en franca derrota, pincha desde el callejón. Metido en un burladero, con una frescura inaudita, espera se lleven el toro al corral. Mientras, las cuadrillas dan un lamentable espectáculo. Provistos de estoques y puntillas tratan de acabar con el animal que, para vergüenza de su matador, decidió no morirse. Estando el toro en pie, Cagancho provisto de una espada intenta marcharse de la plaza siendo detenido por el público irritado. Hay bofetadas y palos. Providencialmente la Guardia Civil se echó al ruedo protegiendo al espada que vuelve a la plaza aunque no se arrima al toro ni atado. Mientras parte del público invade el anillo aguantando las arrancadas del toro, la otra parte grita desaforadamente pidiendo se castigue al torero que por lo visto, es sólo fenómeno a la hora de cobrar. Se echa el toro, se vuelve a levantar sin duda para increpar al gitano, mientras éste es rodeado del público que pretende castigar su desaprensión. La Guardia Civil saca de la plaza a los banderilleros, mientras la plaza entera ruge de indignación. ¡Un asco y una vergüenza!...”

Al final del festejo, la Guardia Civil se llevó a la Cárcel a Márquez, a Cagancho y a la cuadrilla de éste último y el Alcalde Trujillo de acuerdo con el Gobernador Del Castillo multó con 250 pesetas a Márquez – por su actuación en el primer toro – y a la cuadrilla del trianero y a Joaquín Rodríguez, con 500 pesetas, evitando su detención, por una cortesía con la empresa de Almería, donde torearía al día siguiente, para no causarle perjuicios.

Las reacciones posteriores

Los sucesos de Almagro generaron algunas reacciones en la prensa madrileña. Federico Morena, firmando con su seudónimo original de Chatarra, publicaba en El Heraldo de Madrid lo siguiente el 27 de agosto:

Un ligero comentario al suceso de Almagro 
Nos hemos olvidado, a lo que parece, de la tragedia del pobre Nacional II en la plaza de Soria. Al caer entonces el torero, víctima de un resto atávico de barbarie, del que no hemos logrado aún limpiar a la función de toros – esa brava fiesta, tan escarnecida, y que tuvo, sin duda, su más ardiente paladín en Juan Jacobo Rousseau, para vergüenza de los españoles –, los periódicos en sus editoriales y muy esclarecidos hombres de letras en vibrantes prosas llenas de pasión, clamaron contra ese perverso tipo que acude a la plaza en busca de pelea y que se embriaga, como el tigre, en cuanto caen sobre la rubia arena las primeras gotas de sangre tibia...Sí. Nos hemos olvidado... De otra suerte, la repulsa más vigorosa se hubiera erguido frente al triste espectáculo que opusieron al decoro público, en la noble ciudad de Almagro, unos cuantos enfurecidos espectadores, que acometieron a pedradas a los toreros y que intentaron aplicarles la ley de Lynch.  Almagro, la hidalga, se apresta seguramente a la condenación, rotunda y categórica, del bárbaro hecho. Lo hará por propia iniciativa y sin exhortaciones de nadie, celosa de su buen nombre.Vamos a cuentas. Espectáculo por espectáculo, ¿cuál es más bochornoso? ¿El que ofrece un torero desmoralizado ante la fiera astada, o el de esa chusma que apedrea desde el tendido y a mansalva al lidiador; que le abofetea, después, y que, en fin, quiere matarle?... Es de urgente necesidad que los mismos pueblos donde se perpetran estos atentados encarten y persigan a sus autores. La adquisición de una localidad en la taquilla de la plaza de toros no da derecho a desafueros tales. Muchos días antes del señalado para la fiesta se colocan al público los carteles murales y circulan con profusión los programas de mano. Todo el mundo sabe qué toros se han de lidiar y qué toreros figuran en las cuadrillas. En los pasquines no se consigna la labor que ha de realizar el diestro con cada uno de los astados. El arte de los toros, aunque ha progresado mucho, no llega a tanto todavía. Si, pues, los toros o los toreros anunciados no nos merecen confianza debemos abstenernos, máxime si el abono no es obligatorio. Por lo demás, el presidente es la suprema garantía del público, y él impone las sanciones que son de ley a los toreros que vulneran el estatuto para el buen orden de las corridas de toros y novilladas.Esto no deja lugar a dudas. Al público no se le pueden conceder otros derechos que el de aplaudir y el de silbar a los lidiadores, según que considere sus faenas, dignas de premio o de censura.Hay todavía algo verdaderamente lamentable en el suceso de Almagro.Está bien que los periódicos, en cumplimiento de sus deberes informativos, acojan los relatos de sus corresponsales, siempre que se limiten a referir los hechos y no se erijan en cantores del atentado personal.En un periódico madrileño, bajo los títulos de «La llamada fiesta de los toros. – El motín de Almagro», he leído: «La mayoría de los espectadores invadió el ruedo para agredir a Cagancho, que, enmedio de la tempestad, seguía pinchando por todas partes. Pero no era él solo, sino que todos los banderilleros de la cuadrilla, con estoques y picas, intentaban rematar al toro, vivo a pesar de estos desmanes. Cagancho se sube a la barrera, y desde allí pincha nuevamente, entre un escándalo enorme. El público apedrea a los toreros, y un espectador, indignado, se acerca a Cagancho y lo abofetea, en medio de una ovación».La pintura es digna del periódico extranjero que más empeño ponga en ridiculizar la función de toros. Nuestros enemigos de fronteras allá han de recogerla con fruición, y a buen seguro que ahora nada tendrán que poner de su cosecha, que ya lo han adobado a su gusto los enemigos de fronteras adentro”.

Vista exterior de la Plaza de Almagro
Foto: Googlemaps
Al comentario de Chatarra habrá que hacer un par de apuntamientos. En efecto, los que participamos como espectadores de un festejo taurino, no tenemos más derecho que el de expresar nuestra repulsa desde la posición que ocupamos en el tendido – sin pasar de ese lugar – y en estos tiempos que corren, hacerla pública en medios como éste, más nunca asumir la violencia material como un medio de expresar nuestro desacuerdo con lo que en el ruedo sucede, tal y como ocurrió en Almagro hace 84 años.

La segunda observación – a toro muy, muy pasado – es en el sentido de que Federico Morena vio la paja en el ojo ajeno, al criticar al diario madrileño que se erigía en cantor del atentado personal, refiriéndose a la edición de El Sol aparecida el 26 de agosto, cuando su propio periódico, de una manera más edulcorada, en la misma fecha, publica la misma información y con menos pudor periodístico, pues El Sol, diario que se ufanaba de no llevar información taurina, relegó la noticia a la octava columna de su última página, en tanto que El Heraldo de Madrid lo dejó en la segunda de la primera plana, es decir, a la mitad, para que quedara bien visible. Vio la paja en el ojo ajeno, más no la viga en el propio.

Así pues, me queda claro lo que significa quedar como Cagancho en Almagro, algo que también me preguntaba hace días don Ignacio Ruiz Quintano, a quien espero esto le aclare sus dudas también.

Reconozco a J. de la Morena, quien en la bitácora Almagro Noticias orientó con su artículo sobre este tema, lo que ahora les presento.

domingo, 21 de agosto de 2011

En el centenario de Armillita, VIII

21 de agosto de 1935: Plaza de Vista Alegre, Bilbao. Armillita realiza una de sus más grandes obras en ruedos hispanos

Las Corridas Generales de 1935
(Colección del Club Cocherito de Bilbao)
Tuve la oportunidad de sentarme a la mesa del Maestro Armillita quizás un par de veces en mi vida. En ambas la charla obligada era acerca de la trayectoria en los ruedos del que, insisto, con escaso margen para la discusión, es el torero más grande que ha dado este país – cualquiera que sea el periodo de la historia que se examine – y uno de los más importantes que la Historia de la Fiesta haya reconocido. 

En ese par de ocasiones, en forma directa, escuché al Maestro Fermín hablar con la respetuosa emoción del que evita el elogio en boca propia, de dos tardes de una trayectoria prácticamente inmaculada. Una, la del 5 de junio de 1932 en la Plaza de la Carretera de Aragón, en Madrid, cuando alternando con Fortuna y Luis Fuentes Bejarano, se encontró con Centello de la Viuda de Aleas y la otra, la que será motivo de este espacio, en la que para lidiar toros de Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio – anunciados todavía como antes Veragua – alternaron Vicente Barrera, el propio Fermín y Domingo Ortega. Cuando lo hacía, el torero hablaba con cierta vehemencia de la tarde del toro ensabanado de Bilbao.

A la vuelta de los años resulta sorprendente que tardes más atractivas por el volumen de apéndices obtenidos, como las del 29 de julio de 1934 en Barcelona, en la que cortó todo lo que pudo apetecer según alguna crónica al toro Clavelito de Justo Puente – y en la que la mayoría de los diarios solamente documentan una pata – o la del 24 de septiembre de 1935, en la misma Monumental de Barcelona, en la que obtuvo otra pata de otro Clavelito, éste, de Atanasio Fernández, no ocuparan en la expresión del torero un lugar privilegiado, pese a que en alguna crónica relativa a la corrida de 1934, se dijera algo así como esto: la gente fue a la plaza a ver a Belmonte, y se encontró con Joselito…, en alusión a que en ese festejo el primer espada era nada menos que El Pasmo de Triana.

Armillita siempre fue poderoso con las banderillas
Esta cuarta corrida de la Semana Grande de 1935 representó, además del gran triunfo de Armillita, una especie de epifanía del primer Juan Pedro Domecq ganadero. De acuerdo con la historia oficial de la ganadería, a las vacas de Veragua se les agregaron en 1930, sementales del Conde de la Corte y participó en la selección de esos productos Ramón Mora Figueroa. Pues bien, seguramente en esa feria bilbaína, se lidiaban los primeros productos del cruce entre lo originario del Duque y la nueva sangre de Vistahermosa procedente del tronco Parladé TamarónConde de la Corte, mismo que daría un toro algo diferente a lo conocido hasta ese momento, pero también, bien distinto a lo que se lidia hoy con ese hierro, divisa y denominación (aún no se acuñaba el disparate ese del toro artista por uno de los descendientes del criador al que ahora me refiero).

A Armillita le correspondieron dos toros que han pasado por su nombre a la historia, Arrempuja y Mocito, segundo y quinto del festejo. La versión de Federico Morena, en El Heraldo de Madrid, en su edición de la noche misma del festejo sobre la faena realizada al segundo de la tarde:
Segundo. «Arrampuje». Negro, bragao y largo de cuerna. Armillita es aplaudido en unos lances a la verónica, que remata con media superior. El reserva sufre una caída al descubierto y el toro le tira un derrote tremendo y le arranca la manga, seguida de la casaquilla. El toro se lleva en un pitón del picador. Pasa el piquero a la enfermería, quejándose de dolores en la espalda. Armillita hace un quite precioso por chicuelinas, que le vale una ovación. El toro cumple en varas. Los otros matadores también se hacen aplaudir en quites. Cambiado el tercio coge los palos Fermín y cuartea un buen par. (Muchas palmas.) Otro superiorísimo. Las banderillas quedan tiesas en lo alto del morrillo. (Gran ovación.) Cierra el tercio con otro par enorme. Ahora la ovación es clamorosa. Armillita empieza la faena de muleta con un soberano pase ayudado por alto; echa la muleta a la izquierda y dibuja un magnífico natural, pero el bicho le pisa el trapo rojo y le desarma. Coge otra muleta y mete tres naturales formidables y liga el último con uno de pecho enormísimo. (Ovaciones clamorosas.) Continúa Fermín toreando en redondo de manera sorprendente, quietos los pies, erguida la figura y torerísimo. El público enloquece. Hay pases de todas las marcas y adornos de buena ley. Con el estoque ha estado superior. Un pinchazo magnífico y una estocada atacando muy bien. (Ovación clamorosa con petición casi general de oreja, que el presidente no concede.) El toro es aplaudido en el arrastre y se le da la vuelta al ruedo. Sigue la ovación al espada, que sale varias veces al tercio a saludar. Al salir el tercer toro continúa la ovación a Armillita, que sale de nuevo al tercio. El presidente escucha una bronca por no conceder la oreja.

La faena a Mocito, – Federico Morena, en El Heraldo de Madrid dice que se llamó Bonito – el quinto de la tarde, de pelo ensabanado, fue vista por Gregorio Corrochano del ABC de Madrid de la siguiente manera:
Salió el quinto. En el quinto toro, que era de una bravura más pastueña, más fácil por tanto, menos peligroso, hizo Armillita exactamente lo mismo, y acaso un poco mejorado. No. No me cansaré en detallarlo. Basta con releer. Toreó otra vez con la izquierda. Había banderilleado también, y en los pases con la derecha se separó del toro el grueso de un alamar. Hizo una cosa que a mí no me gusta, porque, o es nada, o es peligrosísimo. Pero hasta en esto se vio perfectamente su calidad de torero, que sabía lo que hacía y lo que iba a hacer el toro. Dio un molinete de rodillas, con las dos rodillas en tierra, y, sabiendo ya que, al terminar, el toro le podía dar un derrote al tiempo de levantarse, echó la muleta por alto, con lo que se quitó el derrote del toro. Son detalles de torero que no pierde la serenidad ni en lo que parecen locuras. Mató de una estocada. Le dieron las dos orejas, la de éste y la que se le debía. Tuvo Armillita el detalle de buen gusto de no dejar que le cortaran al toro la pata. Esta tarde Armillita ha triunfado plenamente en Bilbao.

En cuanto al encierro, recurro también a la versión de Gregorio Corrochano, que es quien hace un análisis más detallado del juego de la corrida:
Domecq ha mandado una gran corrida de toros. La casta de Veragua vuelve con Domecq, adonde estuvo, a la cabeza de la ganadería española. Por esta corrida se le ve buscar lo antiguo. Algunos toros eran por su lámina, de hace cincuenta años. Parecían sacados del conocido cuadro de la Muñoza, en el que un garrochista aparta unos toros. Por primera vez viene a Bilbao. ¡Para años hay toros de Domecq en Bilbao! Los toros segundo y quinto fueron extraoridinarios. Para el ganadero, aún mejor el segundo. Este toro tenía una casta como hace muchos años yo no recuerdo en toros de Veragua. Porque este toro sólo tuvo un momento de flaqueza, en el último puyazo. Pero empezó el toro a crecer, a ir a más, a sacar cada vez más casta, y, si no da con un torero como Armillita, no sé a dónde llega el toro. ¡Hay que seguir esta reata, D. Juan Pedro, que debe ser de lo mejor que hay en Jandilla! Además de esto, la presentación ha sido una preciosidad. ¡Qué lástima de toros! El mayoral de Domecq salió al ruedo a saludar y dio la vuelta con Armillita en el quinto toro.

Por su parte, Recorte, cronista de La Libertad de Madrid, expone en breves líneas el resultado final del festejo:
No quiero incurrir en el defecto de detallar lo que ha hecho Armillita esta tarde con dos buenos toros de Domecq, antes de Veragua. No es necesario cansarles a nuestros lectores ni gastar tinta y tiempo. Además, me sería difícil encontrar adjetivos, a pesar de la cantera que existe en nuestro idioma. Basta con lo dicho. Basta con decir que Armillita ha tenido una tarde perfecta, grandiosa, que todo le ha salido bien, que ha toreado de filigrana con las dos manos, que ha banderilleado y ha matado en este mismo tono y que todo se ha producido con toros de verdad y ante público tan severo como el de Bilbao…

La antigua Plaza de Vista Alegre en Bilbao
escenario de este relato
Después de leer los relatos de lo sucedido esa tarde, saber por qué el Maestro Fermín sentía tan grande satisfacción en recordar esa tarde del 21 de agosto de 1935 como una de las grandes suyas. Y es que esas crónicas de su actuación, firmadas por los periodistas de ese día, que con el paso del tiempo se tornaron en los grandes historiadores del Toreo, aclaran sin lugar a dudas, que en esa corrida  realizó una de las faenas que más hondamente calaron en la afición bilbaína – ante la que Armillita tenía gran predicamento – y por eso dejó una huella imborrable en la Historia de la Fiesta.

domingo, 14 de agosto de 2011

16 de agosto de 1964: Tres dinastías en el ruedo de la Plaza San Marcos

Desde el inicio de la década de los cincuenta se inició en Aguascalientes el cultivo de la vid aprovechando la facilidad de extraer aguas del subsuelo de profundidades escasas. Pocos años después eso daría pábulo al establecimiento de una industria vinícola que parecía ser floreciente. Fueron algunos millares de hectáreas los que se plantaron en los alrededores de esta ciudad – muchas de ellas ya son parte de la traza urbana – y durante los tiempos de bonanza, en la vendimia, se programó una Feria que coincidía en sus fechas con la principal celebración religiosa de nuestra ciudad – el 15 de agosto, día de la Asunción aquí – y en la cual, no faltaban los festejos taurinos.

En esos años no se hablaba de cambio climático o de calentamiento global. La electricidad necesaria para la extracción del agua del subsuelo tenía amplios subsidios gubernamentales y no se tenía una dimensión exacta del costo real de la producción vitícola en Aguascalientes. Una vez que los subsidios se recortaron o se terminaron, los acuíferos se abatieron y fue necesario bombear agua de profundidades mayores, la industria de la vid y el vino se acabaron y la feria que generaron también. Aún quedan algunos jirones testimoniales de esa bonanza, pero no son más que una mera sombra de lo que en su día fue.

La XI Feria de la Uva de 1964

La Feria de la Uva del año de 1964 tenía como uno de sus atractivos la novillada que se daría el domingo 16 de agosto, en la que se actuarían en el ruedo de la Plaza San Marcos tres toreros que hoy calificaríamos como de dinastía. Jesús Solórzano hijo, de Alfonso Ramírez Calesero Chico y Manolo Espinosa Armillita se enfrentarían a una novillada de Matancillas. Los tres hijos de los grandes maestros eran la gran atracción para la afición local, como se puede deducir de lo que se leía en la nota previa al festejo, aparecida en el diario El Sol del Centro, la víspera:

Indiscutiblemente entre todos los carteles novilleriles que a la fecha pueden montarse, ninguno tan interesante, tan atractivo, tan prometedor como el confeccionado para esta corrida de la Feria de la Uva... Y he aquí que ahora, por un regalo del destino, los aficionados de Aguascalientes, antes que los de cualquiera otra ciudad, tenemos el privilegio de ver actuar a la vez a los críos, a los retoños de los tres grandes toreros mencionados. A la tercia novilleril que, al parecer, está destinada a conmocionar hondamente, intensamente al santuario del toreo mexicano... La corrida de Matancillas es sencillamente primorosa. Digna de la solemnidad en que va a ser lidiada. ¡Como para ser corrida en la Plaza México! No exageramos: los aficionados todos pueden constatar la verdad de nuestras afirmaciones, yendo a ver los seis cromos que ha seleccionado Paquito Madrazo. Si son uniformes en el pelaje, también lucen idénticos en trapío y finura. ¡A golpe de vista están proclamando la calidad de su brava estirpe!...

Vista del paseo de cuadrillas, Calesero Chico y
Manolo Espinosa, descubierto (Archivo Carlos Meza Gómez)
Una aclaración que creo prudente. Don Francisco Madrazo Solórzano – coloquialmente Paquito Madrazo – era en esas fechas el encargado de llevar las ganaderías de La Punta – propiedad suya y de su hermana Carmelita – y la de Matancillasgemela de La Punta – pero propiedad esta de su tío, don José C. Madrazo y García Granados y ambas vacadas estaban encastadas en Murube Ybarra Parladé, vía Gamero Cívico y Campos Varela, ganados que se llevaron siempre en pureza, sin hacer cruces con reses nacionales.

Jesús Solórzano y Manolo Espinosa se presentaban ante la afición de Aguascalientes. Calesero Chico ya había actuado aquí en varias oportunidades y tenía ya algún predicamento entre la afición. El ambiente previo al festejo motivó que la entrada fuera un lleno, que no puedo calificar de “no hay billetes”, porque como me lo contara Carmelita Madrazo, sobrina del ganadero que lidiaba en la fecha y condueña de La Punta, a don Jesús Ramírez Alonso, empresario de la Plaza San Marcos, se le quedó una sola entrada en las taquillas, misma que mandó colocar en un marco y la tuvo durante muchos años en un rincón taurino de su casa en la Ciudad de México.

La crónica del festejo

Recurro, como ya me resulta costumbre en estos casos, al veraz y certero testimonio de don Jesús Gómez Medina, quien en El Sol del Centro del 17 de agosto de ese año, narra así lo sucedido:

Los tres cachorros llenaron la plaza al máximo
Una completa faena de Chucho; soberbios naturales de Calesero y el fácil hacer de Manolo
Primoroso encierro de Matancillas del que destacaron tres novillos
Jesús Gómez Medina
La tarde, espléndida. Y el lleno total, rebosante. Clima y ambiente de una gran solemnidad, en suma.
Y dispersos aquí y allá, entre barreras y el tendido, los miembros del senado taurino en pleno: el Maestro Fermín, Carlos Arruza, Chucho y Lalo Solórzano. También Humberto Moro y Juanito Silveti. Y ganaderos y aficionados de postín en gran número. 
Todo ello a tono con la gran categoría y la importancia del cartel.
En estas circunstancias hicieron el paseo los tres herederos: Chucho Solórzano, Calesero Chico y Manolo Armilla.
El brillante capítulo inicial
Ya está en el ruedo “Solimán”, el primero de los astados de Matancillas. ¡Hermoso ejemplar de toro de lidia! Fino, recortado, con amplio morrillo y cómodo de pitacos. Y, además, muy bravo, muy dócil y alegre.
Breve intervención de la peonería, y tras de ella, Chucho clava en tierra ambas rodillas para instrumentar un apretado farol. Luego, de pie, lancea al natural con gran lucimiento; añade dos airosas chicuelinas y concluye con la revolera. Y estalla la primera ovación.
Un primer picotazo acepta el de Matancillas. Al librar, Solórzano se ciñe toreando por gaoneras a las que pone término con un remate al estilo de Lagartijo, el de Córdoba. Las palmas continúan sonando con estrépito.
Segundo puyazo, recargando el morito. Y Calesero se adorna en dos chicuelinas y en la revolera final.
El segundo tercio corre a cargo de Chucho. Y a fe que el muchacho lo hace con sobra de lucimiento, superándose de uno a otro par. 
El primero, un cuarteo bien igualado, precedido del giro que patentó Fermín. Para el siguiente Solórzano arrancó zigzagueando, al modo de Arruza, mejorando la ejecución y la colocación de los garapullos. Pero el tercero supera con creces todo lo anterior: ¡Cómo cuadró y alzó los brazos entre los propios pitones! ¡Y qué enhiestos y exactos quedaron los garapullos en lo más alto del morrillo! ¡Lo que se llama un gran par, un extraordinario par de banderillas!
Naturalmente, la ovación resurgió imponente.
Brindó Chucho al pueblo soberano. Y, sobre una y otra mano, fue forjando un trasteo que alcanzó su ápice en dos pases en redondo con la diestra, enormes de temple y longitud, y en otros tantos derechazos rodilla en tierra igualmente templados y con mando.
El de Matancillas, nobilísimo, de sedeña embestida, daba pábulo a estas excelencias.
Estocada honda, que hace doblar. Gran ovación. Doble otorgamiento de apéndices, que la protesta de las mayorías reduce a la mitad. Y dos vueltas al ruedo, entre aclamaciones y música, para el vástago del Rey del Temple.
Durante el arrastre, los despojos del bravo “Solimán” recibieron el reconocimiento de los buenos aficionados.
Con el cuarto, menos claro, menos propicio que el que abrió plaza, Chucho Solórzano continuó exhibiéndose pleno de afición y con un aplomo y una destreza, producto de sus reiteradas actuaciones en plazas sudamericanas.
Lo más destacado: el espectacular farol de hinojos inicial, un quite por chicuelinas antiguas y el tercer par – sesgando por las afueras – en el que expuso con ganas.
Al tercio final, el de Matancillas llegó aplomado, defendiéndose, Solórzano lo trasteó sobre piernas, sin intentar hazañas mayores. Cuando trató de quedarse quieto, el bicho lo volteó aparatosamente.
Hizo coraje el chaval y, entrando con decisión, tras de un pinchazo, clavó el acero con resultados definitivos. Ovación y vuelta al ruedo.
El arte de Calesero
Esplendió por igual con el percal y con la franela. Se hizo patente ante el clamoreo de los aficionados, en el primero y en el último tercios.
¡Ah! Porque ayer, este admirable estilizador del toreo nos sorprendió toreando a la verónica con señorío, con sentimiento y temple. Adelantando el engaño y tirando del bicho y llevándolo perezosamente toreado, con ritmo y limpieza de elegido.
Fue en su primer toro, “Hermosillo”, marcado con el número 42, bravo y alegre, noble y bonito como un marqués.
A las estupendas verónicas iniciales, púsoles Alfonso el broche regio de una media de antología, mientras en los tendidos, crepitaba la ovación.
Más cuando se presagiaba la faena triunfal, un puyazo caído dejó al de Matancillas apurado de facultades.
Ante un adversario aplomado, Calesero Chico trató de lucir, lográndolo tan solo esporádicamente, en tal o cual derechazo. Por el contrario, prolongó con exceso el trasteo, sin provecho propio ni de la clientela. Por fortuna, fue más breve con el acero.
En el quinto, “Regalón”, noblote y suave de embestida, aunque sin mayor enjundia, reapareció el cincelador del pase natural. 
En tres o cuatro tandas, cruzándose con el socio, llegándole al sitio justo, insistiendo y tirando de él con admirable exactitud; templando, mandando, prolongando la dimensión del muletazo en fuerza de llevar embebido, aprisionado a “Regalón” en el embrujo de esa muleta tersa, pulida, como si el arte diese textura y gravidez a la ruin franela de que está construida, este nuevo Calesero buriló, frente al éxtasis colectivo, el pase fundamental del toreo de muleta.
No dio para más la menguada acometividad del toro. Por ello, resultaron ociosos los posteriores intentos de Alfonso. El cual, tras de un pinchazo, clavó una estocada casi entera, que bastó.
Gran ovación. Doble vuelta triunfal. Y una oreja recibida entre protestas: pero ganada de sobra con el prodigio de su toreo izquierdista.
El heredero de Armillita
El domingo 25 de abril de 1937, actuaron por vez primera en el coso San Marcos los colosos de la época: Fermín Espinosa y Lorenzo Garza.
Fue aquella una corrida memorable, de la que, quienes la presenciaron, todavía se hacen lenguas. Fermín se ataviaba con un terno grana y oro; el de El Magnífico era blanco, con áureos bordados.
Ayer, al presentarse ante la afición hidrocálida Manolo Espinosa, enfundábase en un terno similar al que ostentara en aquella remota fecha, su ilustre progenitor: corinto y oro.
¡Ah! Pero no fue tan solo el color del traje lo que nos hizo recordar el árbol de que es vástago este chaval. Su notable facilidad para realizar el toreo y el tranquilo desenfado con el que deambula por el ruedo y ante la cara de los bureles, son reflejo, indudablemente, de similares virtudes que en grado eminente poseyó Fermín. 
A Manolo, por lo que ayer le pudimos apreciar, fáltale madurar debidamente para que pueda exhibir cuanto de torero lleva dentro. Por hoy, su misma facilidad resta calor y brillantez a su labor. Le hace falta, por tanto, exponer más; mostrarse menos fácil, si ello fuere posible, para arrancar de las masas la reacción entusiasta que tan sólo se provoca por la vía de la emoción o del arte.
Por lo demás, Manolo sabe torear, y torea estupendamente. Díganlo sus lances a “Flamenco”, el tercero: con el compás abierto, el engaño bajo, templado y sedeño el ritmo del percal. El remate lo constituyeron dos medias verónicas superiorísimas, que desataron la ovación.
Un puyazo doble de Pradito aceptó el de Matancillas. Al librar, Manolo se estiró toreando por chicuelinas para concluir – nueva evocación ferminesca – con el manguerazo de Villalta.
“Flamenco” terminó aplomado. Pero ello no obstó para que Manolo Armilla llevase a cabo una faena limpia, desahogada, en la que, junto a los pases altos y de trinchera, intercaló derechazos y naturales con ritmo y mando; pero en pugna siempre con el agotamiento del burel.
Llegado el capítulo de adornos, ciñóse Manolo toreando por manoletinas, en tal grado que se llevó una voltereta con rotura del flux. Volvió al bicho, para liquidarlo de una estocada contraria, que hizo pupa.
Ovación estruendosa y vuelta al ruedo para el vástago de Fermín.
Tal expectación causó el festejo, que hasta para el comentario político dio pretexto


Calesero Chico saluda tras el paseo. Sobre la puerta de
toriles se advierte el nombre del primero de la tarde, Solimán.
(Archivo Carlos Meza Gómez)
Ante la lucidez del relato de don Jesús, creo que no hay más que agregar. La pérdida de la industria vitivinícola nos costó una parte de nuestra temporada taurina, porque hogaño, en esta época del año ya no se ofrecen festejos en nuestras plazas, al no existir razón para ello, siendo que cada festejo puede ser, como el que motiva esta entrada, un gran acontecimiento.

Espero que esta remembranza les cause el interés que a mí me produce.

Aldeanos