martes, 13 de julio de 2010

Juan sin Miedo (II/II)


La recuperación

Después de un mes de convalecencia, Juan parte para Madrid, siempre acompañado de su hermano Manuel. Ya anda Pepe del Rivero, el empresario mexicano por aquellas tierras… Rivero, Juan y Manuel se encuentran una mañana muy temprano por la carrera de San Jerónimo. Rivero va acompañado del periodista Enrique Uthoff, no se han acostado. El torero, en cambio, se acaba de levantar para hacer ejercicio.

- ¿Cómo sigues Juan? ¿Ya estás completamente bien?
- Ya estoy bueno, no me queda más que esto:

Juan se abre la camisa y enseña la terrible cornada en vías de cicatrización. Se le aprecia un agujero, debajo de la tetilla derecha, cerca de las falsas costillas. El agujero está cubierto con un algodoncito.

- ¿Y esto qué es?, pregunta el empresario horrorizado.
- Es una fistulilla que cerrará, dice el doctor que pronto se me cerrará sola.

Entonces Juan se quita el algodoncito, le da una chupada al puro, aspira el humo y lo arroja por aquél agujero.

- ¡Tápate eso, no seas bruto!, le dicen a una Rivero y Uthoff, que parten sin apenas despedirse.

Días después se anuncia la reaparición del temerario Juan Silveti, a quien muchos llaman ‘El Resucitado’.
Así transcurrió uno de los episodios en los cuales se fincó la leyenda de Juan Silveti Mañón, iniciador de una dinastía de toreros mexicanos y valiente entre los valientes, el único y auténtico Juan sin Miedo.

Algo de su trayectoria

Juan Silveti Mañón fue un torero longevo. Alternativado el 16 de enero de 1916, vistió el terno de luces hasta el año de 1942 y llevó siempre con gallardía, en cualquier lugar del mundo, el traje nacional, pues su ropa de diario era precisamente el traje estilizado que usan los hombres del campo mexicano, al cual, en un personalísimo atrevimiento, despojaba de sus alamares y botonadura de plata y los adornaba con vistosas calaveras, mismas que mostraban su muy mexicano desprecio a la muerte. Juan Sin Miedo siempre aderezaba su charra vestimenta con un pavoroso revólver, al que nuestro Arturo Muñoz, La Chicha, llamaba con cierto gozo Doña Genoveva.

Fue conocido en todo el mundo taurino. Triunfó en las principales plazas y tan solo un desliz político le impediría mostrarse ante sus públicos en la plenitud de su madurez profesional. Resulta que en las postrimerías del régimen interino que encabezó el Licenciado Emilio Portes Gil, se dio una corrida en El Toreo, en la que actuaba El Tigre de Guanajuato. Leal a sus amigos, en esa oportunidad el torero sacó una muleta en la que con unas contrastantes letras amarillas aparecía la leyenda ¡Viva Calles!, en adhesión a su amigo don Plutarco. La idea no pareció adecuada a quienes trataban de pacificar el país y con tal pretexto, se desató una persecución en contra del torero, misma que culminó con su forzado traslado a tierras sudamericanas, en las que toreó en Colombia, Ecuador y Venezuela.

Volvería a México el diestro, pero ya sus actuaciones irían declinando en cuanto a su número. Vistió de luces en la Capital de la República por última vez el 1º de mayo de 1942, en El Toreo de la Colonia Condesa, en cartel de ocho toros, encabezado por la Diosa Rubia, Conchita Cintrón y llevando como alternantes a pie al Cachorro Paco Gorráez y al valentísimo Carlos Vera Cañitas. La cuarteta se enfrentó a ocho toros de Romárico González (La Laguna) y El Meco se llevó la oreja del segundo de su lote, la que paseó en son de triunfo en cuatro vueltas a la periferia. Juan Silveti Mañón nunca se despidió expresamente de los redondeles, quizás nunca quiso que su recia personalidad se quebrara en un adiós premeditado, por lo que sin dejar de frecuentar las plazas y sin dejar de esparcir su aroma de torero, dejó las hazañas en los ruedos para otros.

Su tauromaquia

El Hombre de la Regadera fue un torero que tuvo como signo el valor, aunque como escribió Don Tancredo, no era un valor privado de inteligencia. El torero declaró en su día a José López Pinillos Parmeno lo siguiente:



…Lo que pasa es que como el arte tiene sus reglas y hay que cumplirlas, cuando al toro le da por impedir que se cumplan, le coge a uno el toro… Pa’mí las principales son no huir y parar siempre… El secreto del toreo es parar… no con los pies, sino con el capote y la muleta…

Y a su vez dijo en entrevista a Rafael Morales Clarinero muchos años después:

Yo era un torero de muy pocas cosas: cambios de rodillas, media verónica, muletazos con la derecha; rematando la serie, estoqueaba seguro; y dentro de esto, podía con los toros… Mi mayor preocupación fue poder con los toros… Los toros buenos los torea bien o bonito cualquiera; el chiste está en saber lidiar a todos. El quitarles poder, en la actualidad, no lo hacen ya los matadores, sino los de a caballo…

De sus propias apreciaciones alcanzo a deducir que Juan sin Miedo entendía correctamente el valor y la importancia de la técnica y el oficio del torero, pero igualmente respetaba su necesidad de expresar su manera de ser en su quehacer en los ruedos. Por eso Juan Silveti fue un torero que sorteó las muchas dificultades y pruebas que la vida y los toros le pusieron delante y lo hizo con éxito, pues al final de cuentas, la intención del torero es trascender y con creces la ha colmado.

El personaje

Juan Silveti, decía al principio es un ícono de la fiesta mexicana. Tanto así, que en el año de 1938 se filmó una película inspirada en él - Juan sin Miedo - y en la que el torero llevaba uno de los papeles estelares. Le acompañaron en el reparto Jorge Negrete – el hijo de Juan sin Miedo –, María Luisa Zea y Emilio El Indio Fernández entre otros. Antes, en 1927, participó en El Tren Fantasma, un documento recuperado por la filmoteca de la UNAM en la colección de DVD’s taurinos que sacó a la luz y en la que, sin ser taurino el asunto, tiene ocasión de mostrarnos en el campo, la reciedumbre de su tauromaquia.

Escribió Don Tancredo:

Con un mechón de pelo sobre la frente y el cigarro puro entre los labios, invariablemente vestido de charro, su natural arrogancia destacaba en todas partes y era un tipo clásico en el ambiente taurino mexicano, en contraste con los torerillos de alfeñique y espaditas de aluminio, aguas perfumadas y manos con uñas bien pulidas y barnizadas. Tosco, hombruno, fue siempre Juan Silveti lidiador como los de antaño, como aquellos bravos capitanes de cuadrilla que no hacían deporte, que no jugaban frontón, que vivían en constante juerga y usaban bastones de hierro y cuando se vestían de luces se enfrentaban a fieras de cinco años y quinientos kilos, toros con la edad y el trapío de las estampas clásicas y que lucían cornamentas rústicas, sin saber de peluquerías… Fue Silveti un torero – hombre, no un torero – niño…

Aquí dejo estos apuntes acerca de la vida y de la historia de un gran torero. Ojalá les haya resultado interesante.

Las fotografías de Juan Silveti que ilustran esta serie de entradas, las tomé del repositorio de tarjetas postales antiguas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

lunes, 12 de julio de 2010

Juan sin Miedo (I/II)

Apostillas a una (insulsa) entrevista

El pasado martes inició la Feria de Pamplona. El cartel de apertura fue una novillada en la que actuaron Cristian Escribano, Juan del Álamo y Diego Silveti. En el entreacto del quinto y sexto novillo, el entrevistador de Canal Plus, David Casas se acercó a conversar con Juan Silveti Reynoso, abuelo de Diego y padre de David y Alejandro, estos dos, como él, matadores de toros e integrantes de la tercera generación de diestros de alternativa que llevan el apellido Silveti.

Casas preguntó meras fruslerías al Tigrillo, lo que de suyo representa una pena, pues es Juan Silveti hijo, quizás uno de los pocos puentes que nos quedan para conocer y entender los orígenes de la fiesta que hoy vivimos y con un valor añadido en el caso de este torero, que es el haber sido parte de las entrañas de esto de ambos lados del Atlántico. Por eso afirmo que Juanito Silveti – como también se le llama de manera cariñosa – tiene mucho y muy bueno que contarnos.

Pero Casas se perdió, guiado por Molés, en una serie de intrascendencias, motivadas, deduzco, del desconocimiento de lo que ha sido el paso por los ruedos y por la vida de Juan Silveti Reynoso y acabaron comentando – a medias y sin referir la sustancia – la actuación del torero en Madrid el 25 de mayo de 1952, cuando por percances de Rovira y de Pablo Lozano, se quedó solo con una corrida de Pablo Romero, terminando por salir en hombros esa memorable jornada.

Tal pareciera que tomaron, antes del festejo, un libro de los varios que sumarizan la historia de la Plaza de Las Ventas y allí vieron el tema que convirtieron en tópico – seguramente el de Suárez Guanes, pues la expresión de se decía que parecías un torero español así lo delata, pues en esa obra de 1991, se contiene el comentario en ese sentido –, cuando del Tigrillo hay más hazañas que contar, como la del 12 de octubre de ese 1952, cuando él, Antonio Bienvenida y Manolo Carmona tuvieron ante toros del Conde de la Corte una tarde muy importante a beneficio del extinto Montepío de Toreros o la de los toros de Guardiola en Sevilla, el 17 de junio de 1954, cuando con Jesús Córdoba y Cayetano Ordóñez, abrió la Puerta del Príncipe en la Corrida de la Prensa. Pero no, ni al que cargaba el micrófono, ni al que le hacía de apuntador, se les pasó siquiera por la mente eso.

Pero dónde preguntador y apuntador de plano patinaron, fue cuando le preguntan a Juan Silveti Reynoso el por qué de los sobrenombres de Juan sin Miedo o El Tigre de Guanajuato. Allí estuve a punto de caer de la silla, sobre todo, al ver que con socarronería, el abuelo – que orgulloso debe estar de serlo – de Diego Silveti, respondía algo así como esto: …es que en México la gente es muy inclinada a poner apodos… y lo hizo el Tigrillo a sabiendas de que, quien le transmitía la pregunta de Molés, ni idea tenía de lo que inquiría y seguramente de que el mismo Molés tampoco hablaba de un tema que conociera.

Belmonte Mexicano, Juan sin Miedo, El Tigre de Guanajuato, El Hombre de la Regadera, El Meco, El Hombre del Mechón y El Resucitado entre los más conocidos, era don Juan Silveti Mañón, padre del entrevistado y bisabuelo del novillero actuante, pero de eso, ni idea en los hacedores de la transmisión televisiva. De allí que diríamos, en cadena mundial, Juan Silveti Reynoso materialmente se cachondeara de ellos con la respuesta que les dio.

La verdad es que aparte de la hilaridad que me produjo el gesto del torero, resulta que me sugirió tema para presentarles esta semana, pues hay días en los que simplemente no se me ocurre nada nuevo, como no sea el deseo de ofrecerles algo aquí. Así que independientemente de lo insulso de la entrevista a la que aludo, al menos me surgió algo interesante de ella y es lo que enseguida les presento.

Belmonte Mexicano

Cuenta Verduguillo lo siguiente:

A mediados de 1914, para ser más exactos, al iniciarse el segundo trimestre de aquél año trágico y sangriento, se presentaron en mi oficina dos personas, conocida la una, mayor de edad, desconocido el joven que le acompañaba… Uno de ellos era el viejo banderillero Margarito de la Rosa, el otro un mocetón alto, fuerte, seco… Frecuentemente se llevaba la mano al cuello de la camisa con ganas de arrancárselo… Margarito hizo la presentación: ‘Este se llama Juan Silveti y le dicen «Belmonte Mexicano»’. Entramos en conversación; me enteré desde luego que el muchacho había nacido en Marfil, lugar cercano a Guanajuato y que la mayor parte de su vida la había pasado en Celaya al lado de su madre; allí le brotó el sarampión de la afición taurina… Ese era el Silveti que me fue presentado en el año de 1914, un muchacho fuerte, sano de cuerpo y alma… Debuta Juan como novillero y arma el escándalo grande. Repite el siguiente domingo y al otro y al otro; llena la plaza como antes la habían llenado Merced Gómez primero y luego Luis Freg. Es el amo de la novillería. Su estilo es basto, no tiene la finura de Cayetano González, pero derrocha valor por toneladas. Pelea con los toros cuerpo a cuerpo y se apodera de ellos. Lo diré de una vez: Silveti fue un gran dominador con la mano derecha; cuando cogía la muleta con la zurda, no sabía correr la mano…

Este es el perfil que don Rafael Solana nos dibuja de quien es todavía un ícono en la tauromaquia mexicana y nos deja en claro que su primer sobrenombre fue el de Belmonte Mexicano, que con ese se anunciaba en los carteles y que al poco tiempo, dejaría atrás por mérito propio, para adquirir otros, que como hemos visto, trascienden el tiempo y a quien los llevó orgullosamente por los ruedos del mundo y por la vida.

El Resucitado

El 25 de junio de 1916 Juan Silveti está en Valencia y va a tener allí su segunda actuación en ruedos hispanos. Hay un encierro de Palha para Luis Freg, Saleri II y él. Todavía se le conoce y anuncia como Belmonte Mexicano, pero el segundo toro de la tarde cambiará la apreciación de la afición acerca del torero y también la manera de llamarle en los carteles.

Ese domingo fue particularmente ocupado para los servicios médicos de las plazas en España. En Carabanchel, Mariano Montes y Bernardo Casielles resultaron heridos; en la Monumental de Barcelona, el novillero Marchenero y el banderillero Compare también pasan con los facultativos y en Tetuán por su parte, los novilleros Madriles y Morato también caen víctimas de las astas de los toros. En Valencia, Juan Silveti pasaría a formar parte de esa nómina de sangre y por poco no lo cuenta.

La cornada en la prensa madrileña

En El País (26 de junio):

Silveti, que debutaba en esta Plaza, fue cogido al hacer el primer quite con media verónica; el toro le prendió por una pierna, le derribó, recogiéndole en el suelo por el pecho y volteándole aparatosamente. Silveti cayó como desvanecido, pero se levantó cayendo enseguida de rodillas y viendo el público que arrojaba mucha sangre por el pecho. Cayó otra vez a la arena, de donde le recogieron los monos. El público se horrorizó al ver que la arena estaba llena de sangre y que el diestro estaba pálido y contraído. Según parece, la herida ha interesado la pleura y un pulmón. La impresión del público es enorme. A poco de ingresar el diestro mejicano en la enfermería, nos dan el siguiente parte facultativo:

El diestro Silveti sufre una herida penetrante de pecho, de diez centímetros, superficial y fracturas de la quinta y sexta costillas, situada en la cara anterior del tórax, estando interesado el pulmón derecho y la pleura. Pronóstico grave.

Me dicen de la enfermería que el diestro herido está postradísimo, habiéndosele dado, para reanimarle, inyecciones de suero fisiológico y de aceite alcanforado. Los médicos han establecido turnos y han rectificado el primer parte, diciendo que el estado del diestro es muy grave. Pasará la noche en la enfermería de la Plaza y se suspenderá una verbena que se debería celebrar en sus dependencias.

Por nuevas noticias que llegan de la enfermería, se sabe que el estado de Silveti es muy grave. El diestro, a consecuencia de la gran cantidad de sangre perdida, ha sufrido varios colapsos. Se pensó, en vista de la gravedad, administrar al diestro los últimos Sacramentos; pero se desistió de ello a ruegos del hermano del herido, que expresó el temor de que la ceremonia impresionara a éste mucho. Témese esta noche fatal desenlace en la enfermería. Después de vestirse los toreros han vuelto a la Plaza y no les han dejado entrar en la enfermería. Su paisano Freg está afectadísimo. Silveti toreaba hoy por segunda vez en España.

En El Heraldo de Madrid (26 de junio por la noche):

El estado de Silveti. Por telégrafo. Valencia 26 (1m). Solo funciona el pulmón izquierdo de Silveti. Los diestros Freg y «Saleri» con sus cuadrillas se han ofrecido incondicionalmente y permanecen a la puerta de la enfermería. Los médicos turnan. Se ha rogado a la estación del Norte que las máquinas que pasan junto a la enfermería eviten en lo posible el ruido. Se teme que se presente la pulmonía traumática. Se reciben muchos telegramas y muchas personas acuden a la enfermería...

Valencia, 26 (2:40 t). Ha sido trasladado «Silveti» al Hospital, aplicándosele inyecciones de aceite alcanforado, dándosele antes un sorbo de «champagne». También se le aplicó un terrón de hielo. Se le ha levantado el apósito, viéndose que la herida presenta el mismo aspecto de gravedad.

El Heraldo de Madrid (27 de junio por la noche):

Estado de Silveti. Por telégrafo. Asistido por dos monjas. - Una de ellas, mejicana. - Palabras del diestro. - Viaticado. - Aumenta el pesimismo. Valencia 27 (4, 5 t). Silveti está asistido por dos monjas, una de las cuales es mejicana. El diestro confraternizó con ella, recordando a sus familias. La monja mejicana le entregó una medalla de la Virgen de Guadalupe, patrona de Méjico. Silveti le pidió otra de la Virgen del Carmen, siendo complacido. En vista del estado del herido, la monja le pidió que se confesase. Silveti contestó: «Soy bueno, esperamos unos días. Deme agüita hermana, pues tengo mucha sed». Esta madrugada se agravó subiéndole la fiebre a 38 grados. Ahora tiene Silveti 37 grados y medio y 140 pulsaciones. Aumenta el pesimismo de los médicos.

El Liberal, diario de Madrid, en su ejemplar correspondiente al 22 de agosto de ese año, informa lo siguiente:

Silveti, restablecido. El novel matador de toros mejicano, Juan Silveti se encuentra totalmente restablecido de la gravísima herida que le causó en Valencia un toro de Palha en día 25 de junio último. Silveti, a quien las Empresas de Bilbao y Sanlúcar de Barrameda habían hecho ofrecimientos que reanudase sus tareas, pero no lo hará hasta el día 3 de septiembre, en que probablemente toreará en el Puerto de Santa María. Después es casi seguro que se presente al público madrileño en una Plaza de las proximidades de la villa y corte.

Como podemos ver, la cornada que le infirió Jilguero de Palha fue gravísima. La versión de Verduguillo es que Juan Silveti fue dejado en la enfermería de la plaza esperando su pronto deceso y que la atención médica que se le proporcionó fue ya cuando se vio que superó la noche siguiente a la cornada. Por lo que se lee en los diarios consultados, esa es una versión alejada de la realidad, pues al diestro herido se le atendió con los medios que en ese día había al alcance.

El día de mañana concluiré con estos apuntes.

domingo, 4 de julio de 2010

Detrás de un cartel (III)

Barcelona se ha caracterizado por ser un lugar hospitalario. En julio de 1952 recibió, como venía sucediendo desde hacía unos años antes, a la tripulación del buque escuela argentino Pueyrredón que supongo que evitando el invierno austral, iniciaba una gira hacia las aguas más templadas del Norte, en busca de proporcionar experiencia a sus jóvenes tripulantes. De acuerdo con las hemerotecas, a las tripulaciones del Pueyrredón se les agasajaba de distintas maneras, siendo recibida incluso por el entonces Jefe del Estado, lo que implica que su presencia en España era todo un acontecimiento.

Entre las festividades que Barcelona ofrecía para celebrar la presencia de esos visitantes, estaba la fiesta de los toros y así, como lo señala, tanto el cartel que da motivo a esta entrada, como la publicidad dada al mismo en los diarios, el domingo 5 de julio de 1952, la empresa de don Pedro Balañá ofreció en la Plaza de Toros Monumental una corrida de toros con un gran cartel de toros y toreros. Anunció 6 toros de Sepúlveda de Yeltes para Pepe Dominguín, mi paisano Jesús Córdoba y Rafael Ortega, corrida que resultó un éxito, según lo narró en La Vanguardia del martes siguiente al festejo Eduardo Palacio en su crónica titulada La copa del olvido y de la que lo medular dice:

Amable y bondadoso lector, sí eres de mi quinta y a Dios pido te aumente los años si no te han de agobiar, recordarás que allá por el 1917 ó 18 llevó por toda España una bella canzonetista, americana del Sur un tango argentino que titulábase como me he permitido rotular esta reseña. Llamábase ella nada menos que María Tubau, o sea como aquella ilustre dama de la escena española, de feliz añoranza, y la canción, llorona y sentimental, venía a ser una especie de exaltación del hombre que, burlado por una mujer, no puede vivir sin aquel «cariño». Vestía la artista de frac, simulaba la clásica borrachera y si los hombres compadecían al protagonista del tango, las damas pensaban: ¡qué imbécil!

Pero bueno, yo no aludo más que al titulejo en cuestión. Y es que si en este mundo olvídanse los beneficios, cosa que no tiene perdón, olvidanse igualmente los amores, los ultrajes y hasta las afrentas, lo que es muy noble ciertamente; pero una de las cosas que sólo dejan de recordar por completo los toreros valientes son las cornadas que esmaltan sus carnes. Pues bien, el diestro de la Isla de San Fernando, Rafael Ortega, tiene una amnesia completa para sus graves percances. Puede decirse que al abandonar las clínicas que se ha visto obligado a visitar, no hace ya memoria del porqué fue huésped, en ellas. ¡Ah!, y tampoco es supersticioso, lo que es aun más increíble. Quiero decir, en fin, que el gaditano diestro apura hasta las heces esa nueva «copa del olvido».

En la temporada de 1950 un último toro de Villamarta atravesóle el muslo derecho la tarde del 8 de junio, y a los treinta días justos, recién dado de alta, el 8 de julio de hoy hace dos años el último toro de Bohórquez, en Pamplona, infirióle una tan tremenda cornada, que sólo Dios y la pericia del insigne operador doctor Juaristi pudieron tornarle a la vida. Recuperarla él y seguir arrimándose a los cornúpetas como de ordinario fue para el artista cosa facilísima y natural. Y el domingo, en la Monumental, demostró nuevamente la impavidez de siempre. Es decir, de siempre no, porque ahora torea muchísimo mejor. Se ha afinado mucho, y si para mejorarlo ha trocado su estilo, el valor que posee no ha perdido un solo quilate. Fue triunfal su jornada, escuchó la música al veroniquear, en los quites y en las faenas de muleta, pero es tal su modestia, que hasta en esas ocasiones costábale trabajo destocarse para saludar al público que lo aclamaba. A éste brindó su primera faena con la franela, realizada, entre gritos de entusiasmo… Se le concedieron las dos orejas del toro y dio dos vueltas al ruedo y salió a los medios. Más aún faltaba la «cola por cortar» y la cortó al sexto de la función. Recibiólo con seis asombrosas verónicas y media inaudita sonando ya la música. Hizo su quite con tres lances y medio también a la verónica y tornó a sonar la música Pepe «Dominguín» entró al suyo con el capote a la espalda y Jesús Córdoba – ¡vaya señorío artístico! – dibujó cinco «chicuelinas» de maravilla. ¡Qué tercio de quites! Banderilleado el toro, brindó Ortega al comandante del «Pueyrredón», capitán Cordeu y derrochando valor y arte… las aclamaciones al diestro no dejaban oír la música y para remate, el gaditano se arrancó en corto y en el propio hoyo de las agujas enterró todo el estoque, rodando el bicho a sus pies hecho una pelota. Y entonces sí, entonces otorgáronsele las dos orejas y la «cola» del cornúpeta, trofeos que recibió encontrándose ya izado en hombros de los «capitalistas», quienes paseáronle en derredor de la circunferencia, mientras el público aclamaba a un auténtico torero, que en vez de «echar teatro» a su arte, prefiere trufarlo con un valor desmedido que, por fortuna suya, ha dejado de ser temeridad para quedar en eso: en puro valor. Yo le deseo sinceramente que siga emborrachándose de «copas del olvido».

La voluntad de Pepe «Dominguín» si no lució en el bicho que rompió plaza, fue debido a que su lidia transcurrió entre una constante protesta a causa de la insignificancia del torete. Despenóle, previa una faena más que decorosa, de una estocada desprendida. Al cuarto de la tarde, de doña María Montalvo, le clavó dos imponentes pares de rehiletes, tras lo que solicitó el cambio de tercio. La música amenizó luego una faena valerosa, de la que sobresalieron unos buenos derechazos, un molinete y cuatro «orteguinas». Pinchó en lo alto dos veces antes de dejar medio estoque bien puesto, y entre unánimes aplausos el diestro salió al tercio a saludar.

En cuanto al mejicano Jesús Córdoba, que actuó el domingo de segundo espada, aténgome en todo y por todo a cuanto dije el día de su presentación en Barcelona. Es un gran torero, tiene con capa y muleta, un soberano empaque, no obstante lo cual en su toreo brillan una naturalidad y una soltura que se armonizan perfectamente. El domingo veroniqueó en dos tiempos su primer enemigo, realizando luego un primoroso quite con el capote a la espalda. Llegó el toro muy aplomado al último tercio, y el artista, a los sones de la música… Otorgósele una ovación unánime, mientras el mejicano daba la vuelta al anillo y salía o los medios. La muerte del quinto de la tarde brindóla al ilustre marino argentino señor Cordeu, a quien el público ovacionó cariñosamente, lo que agradeció el brindado poniéndose en pie en su palco y saludando… Se pidió insistentemente la concesión de oreja y quedó la cosa en una fragorosa ovación, con vuelta al ruedo y salida a los medios, todo muy merecido en verdad… Los toros dieron los siguientes pesos en bruto: 426, 429, 450, 515, 410 y 459 kilogramos respectivamente.
Los toros lidiados al final no fueron los Contreras de don Ignacio Sánchez y Sánchez anunciados como Sepúlveda de Yeltes, sino que cinco de ellos provinieron de Samuel HermanosSamuel Flores – y uno de María Montalvo. Las razones de la sustitución del encierro el mismo día del festejo, su presencia y el juego que dieron, las proporciona el mismo Eduardo Palacio en un apartado de la misma crónica a la que he aludido antes:

…Estaban anunciados seis toros de «Sepúlveda de Yeltes», pero al estar atacados de fiebre aftosa, como sus hermanos de la novillada anterior, substituyéronse con cinco de «Samuel Hermanos», sangre de lo de Parladé y divisa azul, encarnada y oro viejo, y uno de doña María Montalvo, que jugóse en cuarto puesto, divisa azul y amarilla y sangre de lo de don Vicente Martínez. El encierro resultó así: El primero, pequeño y desmedrado, tenía casta, tomó tres varas y no sólo se protestó en vida, sino al ser enganchado su cadáver a las mulas. El segundo, mayor y bien puesto, cuando solo habla recibido dos puyazos, pidió Córdoba el cambio de tercio, El tercero, gordo y bien armado, llevó una sola vara por solicitar Ortega el paso a banderillas, donde también pidió, a los dos pares, nuevo cambio. El cuarto, largo, abierto de cuerna y con poder, sufrió tres lancetazos. El quinto, pequeño, con mucha leña en la cabeza y con poder, soportó tres puyas y se protestó su tamaño. Y el sexto, grande, largo y con cuerna aparatosa, aguantó tres varas…
Lo que sí se desprende del conjunto de la crónica, es que los toros menos pesados fueron objeto de protestas y lo mismo ocurrió cuando la suerte de varas o el segundo tercio no se cubrieron a cabalidad, observando este amanuense que ya se comenzaba a imponer una costumbre que a la larga resultaría perniciosa y que consiste en que los diestros actuantes pidan – o manden – el cambio de tercio aún cuando el cometido del mismo no esté cumplido. Podrán aducirse variadas razones – como la falta de fuerza o de presencia de los toros, por ejemplo –, pero eso no exime el cumplimiento de la tradición primero y de la normativa después.  

La taurinidad de Barcelona como se ve, no tiene razón para ser puesta en duda. Solamente hay que asomarse a la historia – reciente y no tanto – para entender que la fiesta de los toros resulta ser parte de la manera en la que sus habitantes ven la vida. Así nos lo enseña la historia que está detrás de este cartel, la de una tarde de triunfo.

domingo, 27 de junio de 2010

Toros en Uruguay, la Plaza del Real de San Carlos

La Historia del Toreo nos presenta varios casos de celebración de festejos taurinos en países en los que, la fiesta no está arraigada o fue impedida en su desarrollo por disposiciones gubernativas. La República Oriental del Uruguay se encuentra en ese caso, aunque en el entresiglos del XIX al XX, se intentó radicarla en esas tierras del Sur del Continente Americano y allí actuaron importantes figuras de esas calendas, en busca de ese objetivo.

En esta oportunidad haré referencia a dos festejos celebrados en una plaza de toros construida en la localidad de Colonia del Sacramento, situada a unos 150 kilómetros al Oeste de Montevideo, los años de 1910 y 1911, en una plaza de toros que, pese a las circunstancias, aún permanece en pie, resistiéndose a morir víctima de la incuria y el abandono.

La Plaza de Toros del Real de San Carlos

Nicolás Mihanovich, un inversionista argentino, inicia en el año de 1908 la edificación de un complejo turístico en Colonia del Sacramento, que se compondría de una Plaza de Toros, un Frontón, un Hipódromo, un Hotel con casino y balneario y como infraestructura, agregaría una planta para la generación de energía eléctrica y un muelle con atracadero para facilitar el acceso al lugar por la vía marítima y fluvial.

Las obras de construcción de la Plaza de Toros y el Frontón se iniciaron el año de 1908 y se concluyeron en 1910. El resultado fue un coso de apariencia neomudéjar en su exterior, con una capacidad para 8 mil espectadores y un redondel con un diámetro de 50 metros. La corrida inaugural se dio el día 9 de enero de ese último año, cuando para lidiar un encierro anunciado como de Ángel González Nandín – y que probablemente era de Manuel Albarrán –, alternaron Ricardo Torres Bombita y su hermano Manuel Bombita III. La entrada fue un lleno.

La historia oficial apunta dos versiones acerca del fin del funcionamiento ordinario de la Plaza del Real de San Carlos. La primera señala que en ella se dieron solamente 8 corridas de toros y que la última fue el 27 de marzo de 1910. La segunda, extiende algo más esa vida, pues pone ese finale en febrero de 1912, cuando el gobierno de José Batlle y Ordóñez – paradójicamente descendiente de catalanes de la región de Sitges – decretó la prohibición de las corridas de toros en el Uruguay. La segunda versión es la que parece más acertada, según se verá en los acontecimientos que adelante presento. Cerrada la posibilidad de utilizar el escenario para su fin originario e impuesto un gravamen a los turistas argentinos que eran una cantidad importante de los visitantes del complejo turístico, languideció y cayó en el abandono, quedando en nuestros días los restos de la pista del hipódromo y la plaza de toros, que como decía al inicio, se resiste a morir, pese a que tiene casi un siglo de incuria y abandono.

Dos corridas en el Real de San Carlos

Para el 4 de diciembre de 1910, se anunció un festejo con toros anunciados como de la Marquesa Viuda de Castellones para Ángel Carmona Camisero, Manuel González Rerre y Manuel García Revertito. Las lluvias veraniegas obligaron a posponer la corridas veraniegas obligaron a posponer el festejo, celebrándose finalmente el día 8 de diciembre.

Afirmo que los toros se anunciaron como de la Marquesa Viuda de Castellones, porque para esa fecha esa vacada ya no correspondía a su titularidad, pues aunque su fallecido marido la fundó en 1888 con vacas del Duque de Veragua y toros de Juan Vázquez, procedentes de Vistahermosa vía Núñez de Prado, para el año 1910 era propiedad de don Julio Laffitte, quien un año antes la había adquirido y que posteriormente la enajenó a Francisco Páez y de éste pasó a Antonio Natera, que le agregó sementales de Tamarón. Esta ganadería se extinguió durante la Guerra Civil Española siendo propiedad del Conde de Casal, que la adquirió en 1930.

El semanario madrileño Respetable Público del 18 de enero de 1911 recoge la crónica de ese festejo, que es la que sigue:

Por lluvia se suspendió la corrida anunciada para el día 4, verificándose hoy con el mismo cartel, o sean toros procedentes de la vacada que fue de Castellones y ‘Camisero’, ‘Rerre’ y ‘Revertito’.

Ángel Carmona se las tuvo que entender de primeras, con un animalito dificultoso que buscaba el bulto que era un primor. El hombre no se amilanó, estando valiente y cerca, logrando que cuadrara el morlaco y señalando una estocada que fue aplaudida. A su segundo le toreó de capa admirablemente y con la muleta estuvo parado y artístico, siendo ovacionado. Merecen consignarse de su faena un pase cambiado a muleta plegada y tres de pecho ceñidísimos. Marcó una estocada y las palmas debieron escucharse en su tierra.

‘Rerre’ demostró en sus toros buena voluntad nada más; el arte no lo vimos por parte alguna.

A ‘Revertito’ le correspondió el mejor toro de la tarde. Hizo algunos quites lucidos y cambiando el tercio, quiso banderillear en silla, siendo cogido y volteado, resultando ileso. Después dejó un buen par de frente. Su faena con la flámula la efectuó desde buen terreno, terminando con la simulación de un volapié que le valió demostraciones gratas de la concurrencia. En el que cerró plaza, que eran un manso que huía hasta de su sombra, sudó el muchacho la gota gorda, pues no encontraba manera de sujetar al indecente buey, terminando de cualquier modo, dado que intentar otra cosas hubiera sido perder el tiempo, por las infernales condiciones del animal.

La entrada fue flojísima, así que a los señores Malet y Pereyra no les envidiamos los resultados económicos de la temporada.
El segundo festejo al que me refiero se celebró el 29 de enero de 1911 y los toros en esta oportunidad fueron de Manuel Albarrán para Juan Sal Saleri, el ya nombrado Rerre y Joaquín Capa Capita, un torero sevillano que era conocido de la afición americana pues hacía campañas extensas de este lado del Atlántico y en Aguascalientes concretamente, era un torero de frecuente presencia.

Los toros de Albarrán eran procedentes de lo vazqueño de Ángel González Nandín, aunque en 1906 se les agregaron vacas y sementales de Villamarta y sementales de Murube, perdiéndose por absorción el encaste originario. Quizás en la fecha de la inauguración de la plaza se lidiaron también toros de don Manuel, pues ya para entonces, don Ángel González Nandín no era ganadero. En la actualidad y aunque con diversos encastes, los hierros de Aldeanueva y Herederos de Jacinto Ortega Casado son derivados de éste de Manuel Albarrán.

La crónica del corresponsal Merino, de nuevo para el semanario Respetable Público, aparecida en su ejemplar del 21 de marzo de 1911 es del tenor siguiente:

La corrida celebrada en la tarde de hoy, 29 de Enero, se hallaba á cargo de ‘Saleri’, ‘Rerre’ y ‘Capita’, quienes se las entendieron con seis toros de D. Manuel Albarrán, o al menos así decían los carteles.

Al aparecer las cuadrillas, el pueblo soberano les dio una ovación por la marcialidad con la que se presentaron.

El madrileño ‘Saleri’ se encontró en su primer toro con un animalejo noblote, bravo y que se prestaba a todo, lo cual quiere decir que le permitió hacer un sin fin de adornos, lo mismo con la capa que con la muleta, faenas que se complementaron en la suerte suprema, valiendo al de la villa del oso una calurosa ovación y abundante cosecha de tabacos. En su segundo toro, negro y bien armado, lucióse con los garapullos, colocando tres pares de las cortas y siendo saludado con dianas y aplausos. No lo fue menos con el trapo rojo y el pincho, dejando muy buena impresión de su labor.

El ‘Rerre’, voluntarioso y con ganas de oír las palmas, hizo cuanto estaba a su alcance por conquistar el favor de las masas; y como estas son indulgentes, aplaudieron al diestro sevillano sus deseos. Las faenas del ‘Rerre’ en los toros segundo y quinto sin que fueran excepcionales, ni mucho menos, eran pasaderas; y como este diestro no aspira a eclipsar las glorias de ninguno, se limitó a cumplir, a salir del paso y agarrar el 'apoquinen', que es lo importante. Con las banderillas estuvo muy bien en el quinto, en el que simuló con suma brevedad y valentía.

‘Capita’, que actuaba de matador, en unión de los mencionados, no desmereció del cuadro, toreando y matando y siempre demostró sus buenos deseos y afán por conquistar aplausos.

En el toro cuarto se efectuó el experimento del pedestal a cargo de ‘Don Tancredo’. El público emocionado, guardó un silencio absoluto, viendo como el hombre, llamado a sí mismo, el ‘Rey del valor’, esperaba impasible las acometidas del marrajo.

En resumen: la corrida resultó bastante buena, quedando la gente satisfecha. Los de aúpa, bien. Con el capote, el Alvarado y Riaño y con las banderillas el ‘Bisoqui’ y el ‘Chispa’. Las reses buenas, en relación con lo que se lidia por estas latitudes.

Me llama la atención el hecho de que se señale el hecho de que Capita actuaba de matador y me encuentro que desde el 13 de septiembre de 1908 había sido alternativado por Jerezano en Algeciras. Yo tenía la impresión de que era un claro ejemplo o reminiscencia histórica de lo que era un media espada, que igual salía como sobresaliente en algún festejo, como espada sustituto en otros, como subalterno en las cuadrillas o como matador cuando fuera posible, porque aquí en Aguascalientes en esas condiciones llegó a actuar en esos mismos tiempos.

Las crónicas refieren pobres entradas a esos festejos. Ese hecho crematístico y la decisión política de impedir la continuación de la fiesta en el Uruguay propiciaron el abandono del complejo turístico del Real de San Carlos. Hoy solo queda una especie de esqueleto de lo que en su día fue y la plaza de toros, que a un siglo de distancia mantiene su gallardía y resiste los embates del tiempo y de los elementos, nos recuerda que eso fue algún día, tierra taurina.

Agradezco a mis amigos: Joaquín Monfil su aportación para encontrar el hilo del origen de los toros lidiados en las corridas a las que hago referencia y a Rosa Jiménez Cano por permitirme utilizar algunas de las fotografías de la Plaza del Real de San Carlos que ilustran el anexo gráfico a este texto.

Toros en Uruguay, la Plaza del Real de San Carlos (Anexo Gráfico)


Vista aérea actual del complejo del Real de San Carlos, en el que se observan la Plaza de Toros y la pista del Hipódromo (Foto: Google Maps)


Una vista más cercana de la Plaza de Toros (Foto: Google Maps)



Los tendidos del Real de San Carlos en sus mocedades



El exterior del coso



Los signos de la incuria



Los signos de la incuria



El exterior de la plaza, hoy (Foto: Rosa Jiménez Cano)



Un acceso (Foto: Rosa Jiménez Cano)



¿La Puerta Grande? (Foto: Rosa Jiménez Cano)



Otra vista exterior (Foto: Rosa Jiménez Cano)



El hierro de los toros de Castellones

domingo, 20 de junio de 2010

Una estampa del pasado (V)

La portada de Respetable Público. Semanario Ilustrado de Espectáculos aparecido en Madrid el 11 de julio de 1909 presentaba una fotografía de la Cuadrilla Juvenil Mexicana, que en esos días resultaba ser el sucedáneo de la que inicialmente formó Saturnino Frutos Ojitos y que al dedicarse el que en su día fuera banderillero de Frascuelo a atender en exclusiva los asuntos de Rodolfo Gaona, quedó al mando de Enrique Merino El Sordo y después, fue tomada por Manuel Martínez Feria y Eduardo Margeli, quienes son los que la presentaron en plazas europeas esa temporada de 1909.

De los integrantes que la compusieron, de acuerdo al pie de foto, el paso por los ruedos de la mayoría es brevemente el que sigue:

Ramón Frontana, picador. Se integró a la cuadrilla desde 1906 y permaneció como varilarguero al lado de Carlos Lombardini durante su trayectoria en los ruedos.

Cenobio Esparza, picador. Fue un destacado varilarguero. Formó parte de diversas cuadrillas. Murió a consecuencia del derribo que un toro de Carlos Cuevas le infirió en la plaza de Orizaba, Veracruz el 22 de abril de 1945.

Arturo Frontana Portugués Chico. Se inició probando caballos en las plazas de la ciudad de México y aprende el oficio de picar toros del español Martín Fernández Portugués, de quien hereda el apodo. Le corresponde el honor de haber dado el primer puyazo en la inauguración del viejo Toreo de la capital mexicana en 1907 a un toro de San Diego de los Padres. Estuvo integrado a las cuadrillas de Luis Freg, Alberto Balderas, Luis Procuna y Carlos Vera Cañitas entre otros. Se retiró de los ruedos en 1955.

Luis Frontana, banderillero. Tras de su paso por la cuadrilla, permaneció en España, radicándose en Barcelona, lugar en el que siguió ejerciendo su profesión, principalmente en las plazas de Cataluña.

José Ávila, banderillero. Originario de León, Guanajuato. Eficaz con los palos y refinado con el capote, ejerció principalmente en las plazas del centro de la República Mexicana.

Refugio Pérez, banderillero. Originario del Estado de Querétaro. Pasó a la historia con el nombre artístico de Refulgente Álvarez, con el que llegó a matador de toros. Recibió la alternativa en Madrid el 17 de julio de 1927, de manos de Bernardo Muñoz Carnicerito de Málaga, quien le cedió al toro Capotero de López Plata, en presencia de Francisco Peralta Facultades.

El jueves 9 de febrero de 1978 cumplió 90 años de edad y el diario ABC de Madrid daba cuenta de que por haber cumplido esa edad, era el decano cronológico de los matadores de toros del mundo. Retirado de los toros, Refulgente Álvarez concluyó sus días como ujier en las instalaciones de Televisa en la ciudad de México.

Macario Castelán Gallinito, banderillero. Donde este torero alcanzó una gran proyección fue en la faceta de puntillero, pues fue el titular de El Toreo de la Condesa durante toda la vida de ese escenario. Él dio el primer cachetazo en ese ruedo y el último también y estableció la costumbre de que en las plazas mexicanas hay un puntillero titular.

Mariano Rivera, banderillero. Hasta 1907 actuó como novillero en los alrededores de la ciudad de México, integrándose como banderillero en ese 1909 a la cuadrilla juvenil y a partir de 1910 a la de Luis Freg, con el que permanece en España prácticamente hasta el año de 1921, actuando también en esa época bajo las órdenes de Alfonso Cela Celita. En ese último año regresa a México y acompaña a Juan Belmonte a Lima, regresando después a España para actuar bajo las órdenes de Pablo Lalanda y Moreno de Zaragoza.

Entre las efemérides interesantes de su carrera, contaba que Joselito le llevó de tercero un par de tardes el año de su muerte y que en ese mismo 1920, el 4 de julio, Agustín García Malla, le llevaba en su cuadrilla en la plaza francesa de Lunel, cuando un toro de Lescot le hirió mortalmente.

Mariano Rivera fue el primer torero que falleció en el ruedo de la Plaza México al sufrir un infarto agudo de miocardio cuando acompañaba a su matador Emilio Ortuño Jumillano, a dar una vuelta al ruedo el domingo 6 de marzo de 1955 cuando para lidiar toros de Ernesto Cuevas, fue acartelado con el rejoneador Gastón Santos, Luis Briones y Juan Posada.

Crescencio Torres, banderillero. Tras de su paso por la cuadrilla, se coloca con José Ramírez Gaonita en primer término y posteriormente con diversos toreros mexicanos que apreciaron su gran sentido de la colocación y su eficacia y rapidez con los palos.

Carlos Lombardini, matador. Recibió una primera alternativa en Marsella, el 26 de septiembre de 1909, siendo su padrino Ángel Carmona Camisero y llevando de testigos a Manuel Torres Bombita III y a Pedro López, siendo el toro de la ceremonia Lucero de Pablo Benjumea. Al no ser válida esa alternativa francesa, se tuvo que celebrar de nuevo el 10 de octubre siguiente en Barcelona, apadrinando en esta oportunidad Rafael González Machaquito, en presencia de Antonio Moreno Moreno de Alcalá y Pedro López, la cesión del toro Chocleto de Esteban Hernández. Esta última alternativa no fue confirmada en Madrid.

Pedro López, matador. Al igual que Lombardini, recibió una primera alternativa en Marsella, el 26 de septiembre de 1909, siendo su padrino Manuel Torres Bombita III y llevando de testigos a Ángel Carmona Camisero y a Carlos Lombardini, siendo el toro de la ceremonia Buscachicas de Pablo Benjumea. Al no ser válida esa alternativa francesa, se tuvo que celebrar de nuevo el 10 de octubre siguiente en Barcelona, siendo su padrino Antonio Moreno Moreno de Alcalá y fungiendo como testigos Rafael González Machaquito y Carlos Lombardini y el  toro de la ceremonia, Gargantillo de Esteban Hernández. Esta última alternativa tampoco fue confirmada en Madrid.

Eduardo Margeli Furcó, empresario. Se le apodaba El Gaditano. Tuvo durante varios años a su cargo la plaza El Toreo y junto con Antonio Casillas El Berrendo, fue propietario de la ganadería de Malpaso. El 21 de septiembre de 1936 fue herido a tiros por el novillero Antonio Popoca, quien le reclamaba un puesto en una novillada. A causa de las lesiones sufridas, falleció 5 días después.

De Luis Martínez, picador y Manuel Rodríguez, banderillero no encontré mayores datos y sobre Manuel Martínez Feria, solamente el hecho de que dirigíó la cuadrilla después de que lo hizo El Sordo. Para concluir, les dejo esta gacetilla aparecida en la misma publicación (Respetable Público) del 7 de febrero del mismo 1909, en la que se anunciaba ya la presencia de la cuadrilla en España:

¡Gran novedad taurina! ‘Tournée’ por España durante 1909 de la notabilísima cuadrilla juvenil mexicana. Espadas: Carlos Lombardini y Pedro López. Esta superior cuadrilla, organizada en 1906 por los señores M. Martínez y E. Margeli y compuesta de dos matadores, un sobresaliente, cuatro picadores y seis banderilleros, ‘todos mexicanos’, llegará a España en Marzo, pudiendo las empresas que deseen contratarla dirigirse desde luego a su representante Mariano Armengol, Plaza de toros de Barcelona, o a su agente en Madrid, Juan Manuel Rodríguez, Ave María 29.

domingo, 13 de junio de 2010

Detrás de un cartel (II)

Algunos antecedentes

En junio de 1993 participé en un congreso en la ciudad de Toluca, lugar en el que la primavera y el verano son verdaderas entelequias. De regreso a Aguascalientes, paré un momento en la Calle de Moras, en la Colonia del Valle, para saludar a mi hermano Ricardo y pedirle que me llevara al aeropuerto, para así completar el regreso a casa. Después de la comida, llegó la hora de la salida y al pasar por la Plaza de Tlacoquemecatl - por cierto, lugar de reunión de muchos aguascalentenses radicados en el D.F. -, Ricardo me dijo que en una papelería vendían unos carteles de la época de Joselito. Considerando que íbamos apretados de tiempo y que por asuntos de trabajo estaría viajando constantemente a la Capital, le dije que esperaría otra oportunidad para verlos, pero mi hermano insistió y antes de que pudiera pensarlo, ya estábamos estacionados frente al establecimiento. Se notaba a leguas que la papelería vivió mejores tiempos, pues mercancía de su giro casi no se veía, pero destacaba una máquina para vender boletos de lotería deportiva. En un aparador se encontraba solitario un cartel de toros. La dueña del establecimiento - una señora española, mayor y muy agradable -, me dijo que era el último que le quedaba. Dudé un momento y al ver la fecha del cartel, decidí comprárselo. Pagué el precio que me pidió y envuelto en una bolsa de papel lo metí en mi portafolio.

No quise sacar el cartel de su envoltura durante el vuelo y al llegar a casa advertí que anunciaba una corrida celebrada en la Plaza de Barcelona el 30 de abril de 1916, en la que habrían de lidiarse 4 toros de los herederos de Esteban Hernández y otros 4 del Conde de Santa Coloma, por los diestros Manuel Torres Bombita Chico, Agustín García Malla, Isidoro Martí Flores y Francisco Madrid. Agregaba el cartel que era la función número diez y que el festejo iniciaría a las cuatro menos cuarto de esa tarde.

Me imaginé de pronto que debió ser una tarde triunfal, pues alguien tuvo el empeño de cruzar el Atlántico con el cartel y después, colocarlo en un marco para engalanar un rincón con sabor taurino. De otra forma no me explicaría la presencia de ese cartel en mis manos sesenta y siete años después. Aparte, tanto Manolo Bomba como Paco Madrid fueron gente en el planeta de los toros y aunque de momento no reconocí los nombres de Malla y Flores, alguien habrán sido también.

Por otra parte, me asaltó la duda de la plaza en la que se celebró el festejo, pues en la primera década de este siglo funcionaban dos plazas de toros en la Ciudad Condal y suponía que la llamada Monumental aún no tomaba esa denominación, por lo que tenía la impresión de que se llevó a cabo en Las Arenas. Esto me motivó a tratar de reconstruir los sucesos en torno a esa tarde de toros.

Posteriormente, en el año de 1995 mi hermana Rosa María tuvo la oportunidad de vivir en la Capital de Cataluña y aprovechando su estancia por esas tierras, le pedí que me buscara en alguna hemeroteca una crónica o reseña del festejo, recibiendo al cabo de un tiempo, unas copias del periódico La Tribuna de esa Ciudad, fechado el propio día de la corrida. Ya en estos días, el acceso a otras fuentes digitalizadas, como el semanario La Lidia o varios de los diarios madrileños – evidentemente La Vanguardia de Barcelona no refiere información sobre el festejo –, me permite ampliar la perspectiva y con esta información comparto con Ustedes lo averiguado sobre el particular.

La Monumental de Barcelona

Entre 1914 y 1923 Barcelona tuvo 3 plazas de toros funcionales. La llamada Barceloneta o Plaza Antigua, que funcionó de 1824 a 1923; después se construyó la de Las Arenas, ubicada en el centro de esa Ciudad y que fue escenario taurino de 1900 a 1977 y a cuya defunción taurina me he referido en otro espacio de esta misma Aldea y el 12 de abril de 1914 se inauguró la plaza original llamada del Sport con una corrida de toros del Duque de Veragua para Vicente Pastor, Bienvenida, Vázquez II y Torquito. Dos años después de su apertura se amplía la capacidad de la Plaza del Sport y se le agregan doce mil localidades, para dejarla con un aforo de veinte mil espectadores y el 27 de febrero de 1916 se reinaugura, nombrada ya como Plaza Monumental con el cartel formado por Joselito, Francisco Posada y Saleri II, quienes lidiaron a muerte una corrida de Pablo Benjumea.

Revisados estos datos, me enteré de que el cartel que tenía en mis manos, era de una de las primeras corridas de la primera temporada de toros que se dio en la Plaza Monumental de Barcelona, lo que a mi juicio, le daba ya un valor especial.

Los toros

De los toros a lidiarse en el festejo anunciado, me llama la atención el anuncio de los de Esteban Hernández, en esos días ya a cargo de sus herederos. Producto entonces su ganadería de un interesante cruce de reses de Mazpule, Trespalacios, Conde de la Patilla y Saltillo, destacaron siempre por su impecable presencia. Tanto, que Antonio Díaz Cañabate escribió sobre esta los toros de esta ganadería:


Una de las ganaderías de más prestigio que han pastado en la Tierra de los Toros fue la de Esteban Hernández y Martínez, con antigüedad de 1891… La lámina de estos toros es solo comparable en mi estima a la de los de Don Felipe de Pablo – Romero… Como es natural, entre los toros de Don Esteban había de todo. Bravo y manso. A mí no me importaba si salían de una forma o de otra, a mí lo que realmente me importaba era como salían del chiquero. Y en esto no fallaba ni uno: parecía que se iban a comer el mundo de la torería.
El Conde de Santa Coloma tiene en su haber el logro de amalgamar en una importante medida a dos de las más notables ramas que surgieron de lo que fuera la ganadería del Conde de Vistahermosa. En el año de 1905 adquiere de Manuel Fernández Peña la mitad de lo que fuera la ganadería de Eduardo Ybarra, quien a su vez adquirió de doña Dolores Monge Viuda de Murube la mitad de la vacada que esta señora poseía, así pues, en Santa Coloma se quedó la cuarta parte de lo que fue de Murube, formada a su vez con reses de Vistahermosa, procedentes del Barbero de Utrera y Arias de Saavedra. Más o menos al mismo tiempo, el Conde adquiere una importante porción de la ganadería del Marqués del Saltillo, también de origen Vistahermosa, pero vía Salvador Varea y Picavea de Lesaca.

Se presenta como ganadero en Madrid el 17 de mayo de 1908 con divisa celeste y encarnada y hasta el año de 1932 mantuvo un gran cartel, siendo preferidos sus toros por diestros de la talla de Joselito y Belmonte. En este último año, pasa la propiedad de la ganadería, hierro y divisa a la sociedad formada por don Joaquín Buendía Peña y don Felipe Bartolomé Sanz, lidiándose los toros a nombre del primero.

Como podemos ver, los toros anunciados eran de inmejorable origen y de reconocido prestigio, tal y como corresponde a una plaza del fuste de la recién inaugurada Monumental de Barcelona.

Los toreros

El primer espada del cartel fue Manuel Torres Reina, Bombita Chico, hermano de Emilio y de Ricardo, que en su andadura por los ruedos, utilizaron el mismo alias taurino. Manolo Bomba era originario de Tomares, Sevilla, lugar en el que nació el 13 de marzo de 1884. Se presentó como becerrista en Sanlúcar de Barrameda el 9 de septiembre de 1898 y el 26 de junio de 1904, en la despedida de su hermano Emilio, se le permite matar el último toro de la corrida.

El 15 de septiembre de 1907 su hermano Ricardo le otorga la alternativa y se la confirmará siete días después en Madrid, con el testimonio de Regaterín, cediéndole el toro Vizcoleto, que como todos los lidiados esa tarde, fueron de las dehesas de Pablo Benjumea.

Su temporada más destacada es la del año de 1913, aquél en el que la Feria de Sevilla fue la de los dos Gallos y los dos Bombas y en ella, su labor no desmereció ante lo desarrollado por sus alternantes. A partir de aquí inicia una carrera de altibajos y sin la protección de su hermano Ricardo, decide retirarse de los ruedos el año de 1917. Muere en Valencia el 10 de octubre de 1936.

Como segundo espada de la corrida iba Agustín García – Malla Díaz, natural de Vallecas, Madrid, donde vio la luz primera el 28 de agosto de 1886. Torero de sino trágico, se presenta como novillero en su pueblo el 17 de septiembre de 1907, ya con veintiún años largos. Esta tarde recibe su bautizo de sangre, al sufrir una cornada en la boca.

El 28 de agosto de 1909 se presenta como novillero en Madrid y el valor es la nota de su actuación, lo que le vale torear otras cuatro novilladas seguidas, lidiando bichos de Miura, Aleas, Trespalacios y Surga. Vuelve a derrochar redaños y en premio, se le pone como sobresaliente en el mano a mano que sostuvieron Rodolfo Gaona y Algabeño en Madrid, lidiando toros de Vicente Martínez. Se luce en quites y se le permite matar el sobrero de la corrida.

Un desacuerdo con Indalecio Mosquera, a la sazón empresario de Madrid, le aleja de la plaza grande y por ello se ve obligado a recibir la alternativa en Carabanchel, el 27 de marzo de 1910, de manos de Lagartijillo Chico, quien le cedió el toro Mirondo, de Aleas. En esta corrida fue corneado de consideración por el segundo de su lote. Será hasta el 25 de mayo de 1911 cuando confirme su alternativa en Madrid de manos de Vicente Pastor y con el testimonio de Rafael El Gallo, dando cuenta la terna de toros de Miura.

Marcha a América en 1912 y es herido en las tres oportunidades en las que actúa en Lima. De regreso a España, vuelve a ser corneado de gravedad por un toro de Ángel Sánchez, en la plaza de Torrijos, Toledo. A causa de sus frecuentes cornadas reduce el número de sus actuaciones y se ve forzado a hacer campaña en Venezuela el año de 1919. En 1920 regresa a su patria y el 4 de julio de ese año se presenta en la plaza francesa de Lunel, para lidiar junto a José Gárate Limeño, una corrida francesa de Agustín Lescot. El quinto de la tarde, negro zaino, tomó cuatro varas y mató dos caballos. Al iniciar la faena de muleta, Malla intentó un pase por alto y el toro le prendió por el pecho, atravesándole el corazón. Llegó muerto a la enfermería.

Cossío le juzga así:


Ni fino, ni elegante, toreaba con soltura de capa; estaba oportuno en los quites; con la muleta no hacía más que defenderse y atender a cuadrar al toro para estoquearlo. Le costaba mucho igualar a los toros y con el estoque se mostraba certero y con estilo. Tenía muchas pretensiones y poco conocimiento de las reses. Su prestigio de gran estoqueador sostuvo su cartel, pero por poco tiempo, pues su mérito no fue para tanto.
En tercer lugar actuaría Isidoro Martí Flores – Ferrando, natural de Altarrasí, Valencia desde el 12 de mayo de 1884. Sus padres emigraron a Francia, lugar en el que estudió comercio antes de dedicarse a los toros.

El 6 de febrero de 1900, actúa como banderillero a las órdenes de Anastasio Escobar Juanerito en Valencia y el 12 de octubre de ese año cambia la plata por el oro, para actuar como novillero en la propia Valencia.

Madrid le recibe de luces el 15 de julio de 1906 y en ese momento se inicia una carrera ascendente que le llevará a encabezar el escalafón menor hasta el año de 1910, recibiendo el 28 de septiembre la alternativa en Sevilla, de manos de Quinito y llevando como testigo a Rafael El Gallo. El toro de la ceremonia fue Obispero, de las dehesas de don Anastasio Martín.

Los años de 1911 y 1912 hace campaña en México y al final de la temporada española de este último calendario, el 15 de septiembre, confirma su alternativa en Madrid, de manos de Rafael El Gallo. Entre 1913 y 1915 actúa poco, pero a partir de 1916 entra en la esfera de protección de Joselito y mejora el número de contratos, que vuelven a descender a la muerte del torero de Gelves.

El 26 de junio de 1921, actuará en la plaza francesa de Beziers, para lidiar toros de Alipio Pérez Tabernero. Uno de los de su lote, le infiere una cornada penetrante de tórax que le perforó un pulmón. No sana completamente de la herida, pero hace campaña americana, teniendo triunfos en Perú, Colombia y Venezuela, en cuya capital Caracas, muere el 6 de diciembre de ese año, a consecuencia de la cornada de Beziers.

José María de Cossío emite este juicio sobre Flores:


…fue un excelente torero y un estoqueador seguro, a quien no se dio la importancia que en realidad tenía. Era valiente y pundonoroso, por lo que jamás hizo un mal papel en la plaza. Modesto y serio por naturaleza, no sabía ponerse en efusivo contacto con los públicos, que atienden fríamente al final a quien no les miente una sonrisa y un valor del que a veces se carece…
El malagueño Francisco Madrid y Villatoro completa el cartel. Nació el 4 de octubre de 1889 y antes de ser torero, fue tornero y fogonero de los Ferrocarriles Andaluces.

Se viste de seda y oro por primera vez el 12 de mayo de 1911, en Guareña, Sevilla, llevando de alternante nada menos que a quien sería después El Pasmo de Triana, para lidiar novillos de Manuel Albarrán. Poco menos de un año después, el 17 de marzo de 1912, se presenta como novillero en Madrid y el 26 de mayo hará lo propio en Sevilla, para el 8 de septiembre despedirse de la afición como novillero, pues al día siguiente El Gallo, con el testimonio de Isidoro Martí Flores, le haría matador de toros al cederle el primero de los toros de Pablo Benjumea que se lidiarían esa tarde.

A partir de su alternativa y el año de 1921, promedia unas veinte corridas al año, siempre con toreros de categoría. En 1922 baja considerablemente el número de festejos en los que actúa y sintiéndose mermado de facultades, deja de torear el año siguiente y reaparecerá en los ruedos hasta el año de 1935, año en el que lidiará siete festejos, en 1936 se viste de luces solo una vez y en 1937 torea su última corrida, alternando con Cayetano Ordóñez y Vicente Barrera previo preludio ecuestre de Juan Belmonte, dando cuenta la terna de toros de Villamarta. Muere en su tierra el 29 de octubre de 1957.

Esta es la opinión que le mereció a Cossío este torero:
Paco Madrid fue un diestro venido en mala hora a los ruedos… con los bríos y la ambición de la juventud, cubrió su puesto brillantemente en los comienzos de su carrera, llegando a considerársele un nuevo Mazzantini. La comparación no era, quizá, muy descaminada, aunque si excesiva, ya que el malagueño tuvo unos comienzos rápidos y gloriosos como el guipuzcoano, y su concepto del toreo, menos inteligente y amplio, probablemente, que el de Mazzantini, tiene bastantes puntos de contacto con el de éste. De todos modos Paco Madrid merece una benévola mención en la historia del toreo, por su valentía a la hora de la verdad y por la resolución y contundencia con la que manejaba el estoque, que fue el arma con la que conquistó sus mayores triunfos.
La corrida

El periódico La Tribuna de Barcelona del propio 30 de abril de 1916, contiene la reseña de lo sucedido en los siete primeros toros. Nos indica al iniciar lo siguiente:

Que conste, antes de empezar; ocho toros son muchos toros en una sola sesión y si bien es verdad que lo que abunda no daña, puede cansar y si no es temiéndolo, me encamino hacia la plaza, donde Dios nos la depare buena.

Como la tarde es larga, el lector me dispensará de preliminares y dándole por enterado de los consabidos y sin decir más que la entrada es regular al comenzar la fiesta, he aquí como se ha ido esta desarrollando…
Y en verdad le resultaron muchos toros, pues la hora del cierre de la edición le ganó al anónimo cronista de La Tribuna y la crónica solamente alcanza a cubrir siete toros. El festejo fue accidentado. Malla y Paco Madrid pasaron por la enfermería. El primero en brazos de las asistencias y el segundo iría por su propio pie. También el banderillero Rafael sufrió una contusión que ameritó su tratamiento médico en la misma plaza. La lesión de Agustín García le fue inferida por Zagalo de Esteban Hernández, segundo de la tarde y le impidió continuar la lidia, razón por la cual, Bombita III tuvo que estoquear 4 toros esa tarde. El Heraldo de Madrid, en su edición nocturna de la misma fecha del festejo, describe así el percance:

Emocionante cogida de Malla

Segundo. - De Hernández, grande, mansote. Malla da el quiebro de rodillas con gran limpieza y ciñéndose brutalmente (Ovación.) Lancea luego con gran valentía. Alternan en los quites Malla y Flores. El primer quite Malla lo hace muy bien y lo remata ciñéndose mucho. El bicho se revuelve, cogiéndole a la altura de la faja, volteándole, metiéndole la cabeza. El diestro queda tendido en el suelo sin conocimiento. Pasa a la enfermería en brazos de las asistencias. (Emoción grande.) Los banderilleros cumplen; Bombita encuentra al toro difícil. Lo muletea con brevedad, y en cuanto iguala le da una estocada corta y baja; El toro dobla. (División.)  En la enfermería dicen que Malla sufre varetazos en la ingle y en el vientre y conmoción cerebral.
El recuento que hace Don Severo, en el número de La Lidia publicado el 8 de mayo siguiente implica el siguiente sumario:

El aburrimiento con vistas al hule.
¡Ocho toros en cada Plaza. y la mar y de sosería y mala pata!
Un estupendo cambio de rodillas de Agustín García Malla, al segundo toro lidiado en la Monumental, - un cambio de rodillas ceñido, preciso, excelente — un quite superiorísimo en una caída peligrosa al descubierto ocasionada por el quinto toro, y la forma inmejorable, de entrar a matar, cinco veces, de Paco Madrid; una faenita de Manolo Belmonte en las Arenas: el muleteo y la estocada de Blanquito al tercer novillo, en la misma Plaza; una estocada de Chanito, unos muletazos de Salvador Freg; y las faenas notables y oportunísimas de Alfredo Freg, en la brega; he aquí lo que se registró digno de anotarse en las corridas del domingo.
Lo demás...
Bueno. Yo no creo que merezca los honores de un detenido comentario, las muchas cosas regulares, medianas y malas que hicieron Manolo Bombita, Flores, Chanito, Freg. Belmonte II, Blanquito, y los numerosos picadores y peones que constituyen sus respectivas cuadrillas.
Bombita no parece de la familia. Está apático y prudente con los toros. No los domina, no los manda, un los torea. Con el primero - que era tonto de remate — y con el sexto del domingo podía haber armado una revolución. Podía haber honrado la dinastía taurina a que pertenece. Y sin embargo...
Flores es un torerito muy apañado, elegante y valiente. A Flores le he visto muy bien con los toros y he visto como se las entendía, con conocimiento y a conciencia, con toros grandes y con muchos pitones y con huesos.
Sí. Todo eso está muy bien, pero el Flores a que yo me refiero, no pareció el domingo por ninguna parte. Ni con el capote, la muleta y el estoque, vimos al bravo matador de toros Isidoro Martí Flores. ¿Que será de él?
Paco Madrid sin estar tan mal como sus compañeros, tampoco estuvo muy bien. Algo embarullado con el capote y no muy fácil con la muleta. Hay que hacer algo más amigo; que no sólo de la estocada vive el hombre. Y aun esta no siempre la da usted.
El ganado estuvo bien presentado, lo mismo el de don Esteban Hernández que el del Conde de Santa Coloma. Gordos, grandes, finos... pero con relativa bravura.
El séptimo, de Santa Coloma, fue el primero que se ha fogueado en la Plaza Monumental. Un 'honor' para el ganadero...

Como podemos ver, el festejo que anuncia el cartel no pasó de ser, discutiblemente, una medianía.

La historia tras del cartel

Esta es la historia detrás del cartel, una historia que nos muestra la grandeza de la fiesta y la tragedia que reviste. Dos de los alternantes de esta corrida fueron víctimas de los toros (Malla y Flores), lo que de alguna manera nos recuerda las palabras del Padre Cué: …el toreo es juego de tres…

También al penetrar en la información en torno al festejo, nos enteramos de que ese particular domingo, en Barcelona se dieron dos festejos y que en ambos se completó más de la mitad del aforo de las plazas. La Lidia señala que en Las Arenas, en un festejo mixto en el que se lidiaron 4 erales de Solís para Blanquito y Manolo Belmonte y 4 novillos del Duque de Tovar para Chanito y Salvador Freg se llenó el tendido de Sol y fue buena la entrada en sombra, en tanto que en la Monumental, la entrada fue mediana, lo que nos demuestra la afición, el arraigo y el interés que desde siempre hay por estas cosas en Barcelona, pese a lo que se quiera decir hoy.

También el cartel retiene una efeméride que no se quisiera recordar por algunos, la del festejo en que se fogueó el primer toro por manso en ese ruedo y fue Cabrillo, del Conde de Santa Coloma, séptimo del festejo y que correspondió a Isidoro Martí Flores.

Agradezco a mis hermanos Ricardo y Rosa María el haberme acercado a la oportunidad de repasar los hechos que dieron vida a esta tarde de toros, mismo que hoy podemos conocer, gracias al interés que han mostrado por ayudarnos a conocerla

viernes, 11 de junio de 2010

Aquí la fiesta sigue


Hoy inicia el paripé ese de la pelotita y los pies. Aquí nada más se hablará de toros. De lo otro, nada. Lo aclaro por aquello de las dudas.

La imagen que ilustra esta entrada, la tomo prestada de la bitácora boliviana La Calle.

Edito: Gracias a la generosa (como siempre) aportación de Armando Moncada, encargado del expendio de neutle La Virtud, recompongo la expresión gráfica de mi idea inicial.

Aldeanos