Es una verdad incontestable que la simiente española predominante en México es el de Vistahermosa proveniente del
Marqués del Saltillo, la que cruzada principalmente con el ganado criollo que demostró aptitudes para ser lidiado, en los casos de
San Mateo y
Piedras Negras, ha producido un par de encastes bien definidos en los que predominan las características de los toros saltilleros, pero con acentos propios que les dan una carta de naturalidad propia.
No obstante, el hecho de que esos encastes sean mayoritarios, no excluye que se haya intentado mejorar la cabaña brava mexicana con simiente de orígenes diversos y así, en algún otro comentario he señalado mi idea de que en
San Mateo, un toro de
Palha jugó un papel que a la luz de la historia resulta fundamental y que en
Piedras Negras, toros de
Miura,
Concha y Sierra y
Veragua también sirvieron para cimentar las bases sobre las cuales los ganados de
Saltillo serían la expresión mayoritaria de esa vacada fundacional.
Ante la abrumadora mayoría de la presencia de la sangre de
Saltillo, resulta de gran interés conocer qué influencia tienen o tuvieron otras expresiones genéticas del ganado de lidia en nuestro campo bravo y es quizás la vertiente que más atractivo representa es la veragüeña, por lo variopinto de sus toros.
La tienta pública de sementalesUna práctica que se vio con frecuencia en el último tramo del siglo XIX fue la inclusión en corridas de toros, de la lidia de toros que estaban destinados a ser sementales en diversas ganaderías. La historia nos revela varios casos en los que un determinado toro solamente era picado y banderilleado y después vuelto a los corrales a ser curado, porque sería destinado a semental en una determinada ganadería.
Hay datos de toros de
Pérez de la Concha, de
Miura, de
Valentín Collantes, llevado a la
Hacienda de Bocas en San Luis Potosí, de
Eduardo Ybarra y de tres toros del
Duque de Veragua probados en estas condiciones en la
Plaza de Colón de la Ciudad de México, el primero, el 2 de marzo de 1890, el segundo llamado
Lamparillo, el 13 de abril de ese mismo año, que murió en los corrales de la plaza por
los excesos de los picadores y el tercero, digamos tentado el 20 de abril, llamado
Amapolo, al que para evitar lo sucedido con el anterior, solo se le señalaron los puyazos.
Lo que no precisan los anales, es el destino que se dio a esos tres toros veragüeños, aunque visto el estado de la cabaña brava mexicana, pudo ser para cualquiera de las ganaderías existentes en ese momento.
San Nicolás PeraltaEsta ganadería adopta esta denominación en 1903, cuando la adquiere don
Ignacio de la Torre y Mier, yerno del entonces Presidente de la República,
Porfirio Díaz. La vacada se había fundado en 1794 por
Raimundo Quintanar en la
Hacienda del Contadero, con vacas criollas y dos toros andaluces de procedencia indeterminada.
A mediados del siglo XIX, su nuevo propietario,
Manuel de la Peña la anunciaba como
Cazadero y con la base de la anterior, agregó 5 sementales españoles. Dos de
Anastasio Martín y uno de
Miura,
Arribas Hermanos y
Concha y Sierra, mismos que puso con lotes de cuarenta vacas cada uno y en 1897, agregó un toro de
Saltillo que fue tentado públicamente en la
Plaza de Bucareli el día 4 de abril de ese año y que tomó 11 puyazos y mató 6 caballos.
Posteriormente ya en propiedad del señor
De la Torre y Mier, se vuelve a agregar simiente de
Anastasio Martín y del
Duque de Veragua. Se afirma que entre 1903 y 1920, llegó a importar alrededor de 40 toros de esta última procedencia para sus vacas, muchos de los cuales, tras el estallido de la Revolución que inició el 20 de noviembre de 1910, fueron lidiados en las plazas de la Capital del País, como en los casos siguientes:
5 de febrero de 1911. El Toreo, 6 toros de Veragua para Antonio Fuentes, Rodolfo Gaona y José Morales Ostioncito. Se anunció que los toros habían sido sementales de San Nicolás Peralta.
17 de septiembre de 1911. 3 toros de Veragua y 3 de Anastasio Martín para Francisco Bonal Bonarillo, que dio la alternativa a Merced Gómez con uno de los del Duque y a Alfonso Zambrano, con uno de los de Anastasio Martín. Igual se anunció que habían padreado en San Nicolás.
12 de enero de 1913. El Toreo, 6 toros de Veragua para Rafael González Machaquito, Arcadio Ramírez Reverte Mexicano y Merced Gómez. Igual se anunció que se trataba de sementales desechados de San Nicolás Peralta. Asistió a la corrida el Presidente de la República Francisco I. Madero. Reverte Mexicano se negó a matar a los dos últimos y cuando fue encarcelado por ello, bajó del tendido Serafín Vigiola Torquito, quien se quitó la americana, pidió unas zapatillas y concluyó lucidamente con el festejo.
11 de enero de 1914. El Toreo, 3 toros de Veragua y 3 de Zotoluca para Rodolfo Gaona, Vicente Pastor y Manolo Martín Vázquez. Asistió al festejo el presidente usurpador Victoriano Huerta.
8 de agosto de 1915. El Toreo, 6 novillos de Veragua para Cayetano González y Miguel Gallardo El Diablito. Este festejo destaca porque en esta época estaba vigente la prohibición decretada por Venustiano Carranza, paradójicamente tío abuelo de quien medio siglo después se levantaría como el mandón de la fiesta en México, Manolo Martínez.
12 de marzo de 1922. El Toreo, 6 toros de Veragua, Juan Silveti e Ignacio Sánchez Mejías.
Entre 1911 y 1923, se mataron principalmente en la plaza de
El Toreo, 58 toros del
Duque de Veragua, de los cuales la mayoría padrearon en la
Hacienda de Santa Catarina, en las cercanías de Toluca, Estado de México, lugar en el que pastaban los toros que en las plazas lucían la divisa con los colores azul y caña.
El destino de los ganados nicolaítasSiendo la Revolución de 1910 de un fondo eminentemente agrario y habiendo fallecido
Ignacio de la Torre y Mier en 1918 después de haber pasado casi 5 años en prisión por causas políticas, resultaba lógico que su viuda se deshiciera de la vacada, por lo que el ejecutor testamentario de
De la Torre,
Julio Herrera, comienza a encontrar interesados en adquirir esos ganados aptos para la lidia, logrando distribuirlos en cuatro grandes fracciones, ubicadas en las ganaderías de
La Punta,
Xajay,
Peñuelas y
Jalpa.
La PuntaA un par de meses del óbito del ganadero de
San Nicolás Peralta llega a
La Punta, propiedad de los hermanos
Francisco y
José C. Madrazo y García Granados un lote de vacas de ese origen, sin que se precise por don
Francisco Madrazo Solórzano la cantidad de ellas, pero fueron destinadas a dos toros uno el número 23 de
Parladé,
Pinchasapos y otro de
Saltillo el número 18,
Finezas, ambos adquiridos por intermedio de
Ignacio Sánchez Mejías.
XajayUna segunda fracción del ganado fue adquirida por el propio ejecutor testamentario
Julio Herrera, que casado con la señora
Concepción Perrusquía en segundas nupcias de esta, entre 1918 y 1920, llevan a la
Hacienda de Xajay, en los límites de Querétaro e Hidalgo, igualmente un estimable lote de vacas de
San Nicolás, las que son cruzadas con dos toros de
Piedras Negras, quedando desde 1923 la ganadería a cargo de los hermanos
Jorge y
Edmundo Guerrero Perrusquía, hijos del primer matrimonio de doña
Concepción.
En 1925 se agregan vacas y sementales de
Parladé y
Campos Varela, que llegaron a México en el mismo embarque que la simiente destinada a
La Punta, aunque se mantuvo una selecta punta de vacas de lo de
San Nicolás Peralta, lo que permitía lidiar ocasionalmente toros sueltos o encierros completos de toros con características plenamente vazqueñas, como la corrida de
los jaboneros de
Xajay del 26 de marzo de 1944, que mataron mano a mano
Armillita y
El Soldado en
El Toreo de la Condesa.
PeñuelasLa fracción más estimable del ganado de
San Nicolás Peralta llegó al Estado de Aguascalientes. El total de cabezas de ganado fue de 273, pues don
Miguel Dosamantes Rul recibió 115 vacas de vientre, 19 eralas, 21 erales, 40 toros entre 5 y 8 años, 29 utreros, 47 crías sin herrar y 2 sementales el
Cilindrero número 14 cárdeno bragado y el
Gallareto número 34, berrendo en negro.
JalpaUna última fracción de vacas y el semental
Centello, número 18, negro bragado de
San Nicolás Peralta fue a manos de don
Antonio Algara en 1925 para su ganadería que originalmente se denominó
Jalpa, por estar ubicada en la hacienda del mismo nombre en el Estado de Guanajuato y que posteriormente cedería los colores negro y amarillo de su divisa a la de
Pastejé, que formaron en sociedad el propio
Tono Algara y don
Eduardo N. Iturbide, con saltilleras de
San Diego de los Padres y toros de
Murube, aunque se dejó, como en el caso de
Xajay, una punta selecta de las vacas de
San Nicolás, lo que se reflejó en la presencia frecuente de toros berrendos en esa ganadería.
San José de BuenavistaEn 1925 en
Xajay se dio un golpe de timón hacia lo de
Parladé y
Campos Varela, reduciéndose drásticamente la base de origen veragüeño de la ganadería. Por esos días, un ganadero guanajuatense, don
José Francisco Aranda, había adquirido también algunos ganados de
San Nicolás Peralta – quizás influenciado por su vecino
Tono Algara – y después entre 1930 y 1940, adquirió vacas en
Peñuelas y cuatro sementales de
Xajay, dos de pelo negro y dos jaboneros, todo este pie de simiente, descendiente de los ganados que en su día fueran propiedad de
Ignacio de la Torre y Mier.
La ganadería duró bajo la dirección de don
José Francisco Aranda hasta el año de 1952, fecha en la que asume su manejo su hijo don
José Alberto Aranda Díaz Infante, quien la condujo hasta este año 2008 en el que falleció, después de 56 años de conducir los destinos del hierro matriz de
San José de Buenavista y el de
La Cuatralva, que es el segundo de la casa y que representa el nombre de la finca donde pacen los variopintos ganados de los
Aranda.
Aparte de las particularidades cromáticas, los toros de
San José de Buenavista tienen otras, como el hecho de que el hierro se marca en el costillar del lado izquierdo y el número en el lado derecho; a los machos, se les hace doble señal de sangre, el zarcillo en la oreja izquierda y la corbata, de abajo hacia arriba en la badana y a las hembras aparte de esas dos señales se les hace un corte o dos en la papada, según sean buenas o muy buenas en la tienta. Independientemente de ello, es una de las pocas ganaderías en México que marcan a fuego en el palomilla el guarismo del año del nacimiento, puesto que aquí no es obligatorio hacerlo.
RemateEsta es, a muy grandes rasgos, la presencia de la simiente de
Veragua en México. Como podemos ver, la sangre del
Duque prácticamente no existe en pureza en estas tierras dado que no se trajeron más que toros padres para perpetuarla y de los antecedentes examinados, se puede advertir que el manejo de ella fue bastante caótico, perviviendo más que nada el fenotipo veragüeño, aunque en el fondo, mezclado con diversas otras líneas de sangre brava.
He de aclarar también que lo que aquí expreso es el panorama anterior a 1993, pues en ese año se reanudaron las importaciones de ganado de lidia de España y entre lo que se trajo de aquellas tierras llegó una cuota importante de ganado de origen
Domecq, que tiene entre sus bases precisamente la ganadería que en su día fuera la del
Duque de Veragua y que mantiene, aunque sea en un mínimo porcentaje, goterones de esa sangre.
Mis fuentesLas fuentes que consulté para armar este relato que peca por su falta de brevedad son los libros:
Nuestro Toro, de
Eduardo Castillo García, editado por la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia;
Historia del Toro Bravo Mexicano y
La Fiesta Brava en México y España 1519 – 1969 de
Heriberto Lanfranchi;
El Toro de Lidia en México, de
Agustín Linares;
El Color de la Divisa, de
Francisco Madrazo Solórzano;
Hierros y Encastes del Toro de Lidia, de
Filiberto Mira;
Historia de la Plaza El Toreo 1929 – 1946, de
Guillermo E. Padilla;
Historia del Toreo en México, de
Nicolás Rangel y
Efemérides Taurinas Mexicanas, de
Luis Ruiz Quiroz. Además, me fueron de utilidad dos extensos reportajes, uno publicado en
Campo Bravo número 6, correspondiente a noviembre de 1997 y firmado por
Rodolfo Vázquez sobre la ganadería de
Xajay y el otro, publicado en 6 Toros 6 número 386, correspondiente al 20 de noviembre de 2001, firmado por
Juan Antonio de Labra, sobre la ganadería de
San José de Buenavista.