lunes, 4 de octubre de 2021

Ruiz Miguel y Gallero de Miura. 50 años (II/II)

José Martínez Limeño
Foto: El Mundo

José Martínez Limeño

De Sanlúcar de Barrameda, fue alternativado en Sevilla el 29 de junio de 1960. Un torero que se distinguió por sus buenas maneras y por su porte, del que Paco Aguado escribió en su obra Figuras del siglo XX:

Fue siempre con elegancia, con el empaque de su figura y con la quietud de su planta, no con aspavientos ni alardes de pretendida valentonería, como el sanluqueño se fue haciendo ese marchamo de solvente ‘especialista’ en corridas duras, sobre todo en la Maestranza, allí donde su nombre se unió para siempre al de las corridas de Miura: las mató durante siete ferias de Abril, con un balance total de once orejas cortadas. (…) Limeño, como el anterior titular de su apodo, aquel eterno compañero de los inicios de Joselito El Gallo, no llegó a grandes cotas numéricas, pero solo el orgullo de esos logros sevillanos le habrán bastado para sentirse satisfecho de una carrera más que respetable.

De la relación de Paco Aguado podemos deducir, además, que aparte de ese buen hacer ante los toros, Limeño era dueño de un buen oficio para lidiar toros, porque mantenerse en un sitio en el que con frecuencia se tiene que enfrentar encierros a de esos a los que se les cuelga el sambenito de ser duros, requiere que el torero que los enfrenta sea poseedor de un conocimiento técnico superior al de la media.

Ese camino generalmente hace madurar a los toreros más lentamente, pues hay más percances y más acertijos que resolver, así, Limeño tardó casi una década en instalarse en el gusto y en el corazón de la afición hispalense, como veremos enseguida.

Desorejando corridas de Miura

Pepe Limeño fue a Sevilla en abril del 68 le cortó dos orejas al quinto Miura de la tarde, escribiendo, en palabras de Filiberto Mira, un verdadero poema épico. Ese triunfo, rotundo, le valió obtener la Oreja de Oro que anualmente concedía el diario Sevilla al triunfador de la feria abrileña.

En abril del 69, nuevamente en la de Miura, el 20 de abril, vestido de salmón y oro se entretuvo en cortarle las cuatro orejas a los toros de su lote, que por su orden fueron Cuidadito y Herizo y por segundo año consecutivo le sería adjudicada la Oreja de Oro del diario Sevilla.

La década de los setenta le vería de nuevo con los toros de Miura y otra vez saldría con las orejas de Cumbrero y Judío, los que integraron su lote. La corrida fue buena y también sus alternantes les cortaron orejas a los que les tocaron en suerte. Limeño se fue por la Puerta del Príncipe y los otros dos por la de la Calle Iris… De nuevo se le concedió a Limeño la Oreja de Oro del diario Sevilla.

El hasta cierto punto fatídico 1971

Tres grandes triunfos consecutivos, logrados todos ante toros de Miura, le generaron a Limeño el derecho de estar una vez más en los carteles de la Feria de Abril de Sevilla. La empresa Pagés, que le apoderaba, le acomodó en dos tardes, la del 22 de abril, con toros de Arranz, El Cordobés y José Luis Parada y la segunda, el día 25, fin de feria, de nueva cuenta con los de Miura, con Andrés Hernando y Florencio Casado El Hencho.

La primera corrida fue la única que toreó Limeño. En los actos previos a ella se produjeron una serie de hechos que dejaron al torero sin voluntad de seguir actuando. Así lo cuenta Paco Cañamero en su portal Glorieta Digital:

La jugada sucia contra Limeño comienza por la mañana al amañarse el sorteo a sus espaldas y no informarle nadie de ello hasta que, por la tarde, en la plaza, comprueba cómo salen cuatro toros muy cómodos de Arranz para sus dos compañeros y, sin embargo, en su turno saltan al ruedo dos sobreros fuera de tipo. Nada más salir su primer toro, Limeño incrédulo por lo que sucedía, se dirige a su peón de confianza y éste le confiesa el fraude que le habían ocultado…

El propio diestro, décadas después, le contó su versión a José Ignacio de la Serna, en los siguientes términos:

El Cordobés tenía tanto poder que se negó a sortear. Eligió los toros más bonitos, le dejó otros dos a Parada y a mí me reservaron dos torazos muy feos y astifinos que ni siquiera eran del mismo hierro. Yo no sabía nada, ni lo podía imaginar, pero cuando salió el segundo de mi lote me mosqueé. Que en una corrida te toque el más serio entra dentro de lo normal, porque a alguien le tiene que tocar. Pero ¿los dos y de otro hierro? No tenían nada que ver con la corrida. Luego en el hotel Colón uno de mis banderilleros me lo contó. Pensó que yo lo sabía…

Efectivamente, el primero de la tarde, aunque el encierro anunciado fue de Manuel Arranz, fue de Ramón Sánchez y el cuarto, aunque del hierro titular, desentonaba con el resto de la corrida. Quizás, se pensó, como Limeño era torero de la casa, tragaría sin chistar, pero el camino de esta historia fue bien distinto.

La entrega de la Oreja de Oro

La Oreja de Oro que el diario Sevilla entregaba cada año al triunfador de la feria del anterior, según votación de sus lectores, correspondió por tercer año consecutivo a Limeño. Así, el evento protocolario se anunció para la noche del 24 de abril en la caseta de la Asociación de la Prensa sita en el Real de la Feria. Se informó por los otorgantes del premio, que, en esta oportunidad, en lugar de otorgar una Oreja de Oro, se entregaría un Rabo de Oro, dado que Limeño ya se había llevado las dos orejas en los certámenes anteriores.

En el acto de la entrega, Limeño anunció que se iba de los toros por los hechos ocurridos en el sorteo de la corrida del día 22, denunciando el fraude del que fue objeto. La prensa de la época intentó silenciar la denuncia, aunque el ABC de Sevilla del día siguiente, en la nota alusiva a la entrega del premio, algo deja ver:

...Por último, Limeño dio las gracias con emocionadas palabras. Destacó la trascendencia del premio, que le ha sido otorgado tres veces, y afirmó que era «la última oreja y el último rabo que le concedían», porque ciertos «hechos de trastienda» relacionados con la corrida que toreó en la Maestranza anteayer, lo impulsaban a la retirada. Dijo que el festejo mencionado era el último, al menos por el momento, y quizás definitivamente. Tras su inesperada declaración, reiteró su gratitud sincera…

Por supuesto, las fuerzas vivas de la fiesta se confabularon para encubrir el suceso. La Hoja del Lunes de Sevilla presenta una versión higienizada y edulcorada de la retirada de Limeño y por otra parte, en la entrevista que treintaitantos años después concedió al nombrado José Ignacio de la Serna y publicada en la revista Taurodelta, se ve que el propio gobierno del Estado Español aportó lo suyo para evitar que se corrieran esos hechos de trastienda de la fiesta, como dice el diario ABC:

Cuando lo denuncié, la prensa dijo que Pepe Limeño se había vuelto loco y estaba ingresado en un manicomio… Me dejaron vendido. Pero no solo la prensa. Una persona que no quiero nombrar, con un cargo de mucha responsabilidad en Sevilla, me dijo: “Ya es usted mayorcito. Usted sabrá lo que dice”. Entonces sentí la impotencia y la rabia más grande del mundo. Todos se callaron. Nadie tuvo el valor de defenderme. Me pusieron una multa por denunciar aquella injusticia. Incluso estuve en comisaría. Allí, otro señor con poder, fuera de sí, se me arrancó con ademán de pegarme un rodillazo en la entrepierna. ¡Qué humillación…!

Y es que, al final de cuentas, la carrera taurina de Pepe Limeño dependía en una importante medida de Diodoro Canorea, que era el mandamás de la casa Pagés, que era la que lo apoderaba y también de El Cordobés que lo llevaba de telonero y que para ese 1971 le tenía firmadas algo así como treinta corridas. Ese arranque de dignidad profesional y humana, le vino a costar la carrera al torero de Sanlúcar.

Lo que siguió

Ante esos hechos, como decía al principio de este mamotreto, Pepe Limeño no salió a torear a los Miura el 25 de abril. Cosa curiosa es que los diarios sevillanos de esa fecha, seguían manteniéndole a la cabeza de los carteles anunciadores del festejo. Los malpensados afirman que se dejaron así con la intención de devolver el importe de la menor cantidad de entradas posibles.

Por esa razón y quizás sin saber la causa, la noche del día 24 o quizás la madrugada del 25, fue que se le avisó a Francisco Ruiz Miguel que torearía esa corrida en sustitución de alguien. Y le tocó la lotería y despegó una carrera que le hizo figura del toreo.

Pepe Limeño no duraría en el paro muchos días, pues el 2 de mayo ya estaba toreando en Toledo. Allí le dijo a Carlos Briones, de El Ruedo salido a los puestos el 4 de ese mes, entre otras cosas, lo siguiente:

Un grave problema de carácter moral es la clave de todo, comienza diciendo. Han dicho que estoy loco. No es verdad. El grave problema que me afectó – y que me gustaría contarle, pero no puedo – me hizo reaccionar en consecuencia. Unos buenos amigos me aconsejaron que no hablara. Y creo que han acertado plenamente. Yo nunca dije que me retiraba definitivamente, sino que lo hacía por una temporada... De verdad que Manuel Benítez no tuvo la culpa, aunque se ha dicho por ahí que fue el único culpable... Tengo seis corridas firmadas. No sé qué haré. Esto está cada vez más complicado. Yo tengo tres hijos a los que, sin remedio, debo defender. Algún día... Me gustaría decirle... Ya se aclararán las cosas...

Al final del día se vería que ya le quedaban pocos paseíllos por hacer a José Martínez Limeño. Se dedicaría después a ser veedor de toros y era uno de los buenos. Falleció en su Sanlúcar, el 18 de diciembre de 2015.  

domingo, 3 de octubre de 2021

Ruiz Miguel y Gallero de Miura. 50 años (I/II)

Francisco Ruiz Miguel
Hoy se debe lidiar la corrida de Miura en la Feria de San Miguel de Sevilla, que este año caótico, se convirtió en un sucedáneo de la Feria de Abril. La intención de estos apuntes es el recordar una hazaña que hace unos meses cumplió medio siglo de haberse realizado y por otra parte, el dejar patente que también a los encierros llamados – mal por cierto – por todo el mundo, como duros, también se les pueden cortar las orejas y triunfar con ellos. 

Unos las contratan, otros las torean…

El día de San Marcos de este año se cumplió medio siglo de que Francisco Ruiz Miguel cortara lo que es, hasta hoy, el último rabo concedido en la plaza de toros de Sevilla. Y el discípulo de Rafael Ortega ni siquiera estaba anunciado para torear esa corrida de Miura que cerraba la Feria de Abril del 71 con Andrés Hernando y Florencio Casado El Hencho. Es más, si se revisa la prensa hispalense del día del festejo, se podrá ver que todavía la mañana de la corrida se publicaba el cartel ofrecido originalmente a la afición, encabezado por el torero sanluqueño José Martínez Limeño.

Unas décadas después Ruiz Miguel, que el torero que quizás ha toreado más corridas de hierros considerados duros, como el que pasta en Zahariche o el de Victorino Martín, le contaba lo siguiente a José Ignacio de la Serna para la revista Taurodelta:

...Tenía 21 años, llevaba dos como matador de alternativa y era la primera vez que me ponía delante de uno de Miura. Le corté las dos orejas y el rabo. El último rabo que se ha cortado en la Maestranza de Sevilla. Recuerdo que ni siquiera en el campo había toreado una vaca de este hierro. Estaba muy nuevo y apenas tenía oficio. Pero mi maestro, Rafael Ortega, antes de torear me dio un consejo que me sirvió mucho, me dijo que me olvidara del hierro, y que la clave del éxito estaba en que el toro se fuera para el desolladero sin haberme visto. Antes que yo, él también había cortado un rabo a uno de Miura en Sevilla… Recuerdo que no estaba anunciado en el cartel original, así que la víspera me llamó mi apoderado para decirme que íbamos a Sevilla a matar la de Miura. “¿La de Miura?”, le pregunté. “Sí, ¿Pasa algo?”, me contestó muy enfadado. “Nada, nada, sólo preguntaba” …

Honesta la confesión de un torero que a partir de ese momento cambió el rumbo de su destino. Que apenas un par de años antes se había presentado en la Maestranza y en el San Isidro anterior había confirmado en Madrid en una tarde pasada por agua y en la que estuvo “interesante” ante una complicada corrida de Osborne. Iniciaba la ascensión de la cuesta y la pendiente parecía ser empinada.

El cierre de la Feria de Abril del 71

Como le contó a José Ignacio de la Serna, la noche anterior Ruiz Miguel fue llamado para sustituir a Limeño en la corrida de Miura. La versión oficial fue que José Martínez no actuaría por enfermedad, habiendo presentado parte médico. Y así lo consigna la cabeza de la crónica de Manuel Olmedo Don Fabricio II, en el ABC de Sevilla, publicada el martes 27 siguiente:

Plaza de la Real Maestranza de Caballería. Decimotercera y última corrida de feria. Un toro de don Fermín Bohórquez Gómez, «Aceitero», negro zaino, para el rejoneador Fermín Bohórquez Escribano, y seis de don Eduardo Miura. Primero, número 95, «Tomate», negro listón, 549 kilos; segundo, número 100, «Gallero», negro bragao meano, 521: tercero, número 149, «Espigado», cárdeno salpicado, 526 kilos; cuarto, número 127, «Boquituerto», de igual pelo, 520 kilos; quinto, número 77, «Boquerón», negro bragao meano, 535 kilos; sexto, número 63, «Gañafote», cárdeno salpicado, 605 kilos. Espadas: Andrés Hernando, Ruiz Miguel, sustituto de Limeño, ausente por enfermedad, y Florencio Casado «El Hencho».

El gran éxito de Ruiz Miguel sucedió con el segundo de la tarde, Gallero, al que le cortó el rabo. Las crónicas son en su mayoría coincidentes en la importancia de la faena que le realizó. En la Hoja del Lunes de Sevilla del día siguiente del festejo, sin firma visible, se escribió:

Desde hace mucho tiempo, en la corrida de Miura, no se mataba un toro recibiendo. Hoy hemos visto esta suerte antigua, pero maravillosa, ejecutada por un torero moderno, casi con cara de niño, valiente hasta la temeridad, cual es Ruiz Miguel, que protagonizó una jornada inolvidable. El toro fue su colaborador, porque era muy bravo, pero él supo sacarle el máximo partido, llegó a la cumbre, entre clamores de la multitud. De capa y de muleta, poniéndolo en suerte, ganándole terreno, con parsimonia y arte, Ruiz Miguel nos demostró cuáles son sus cualidades artísticas y cuánto el valor que posee. Había brindado la faena a la plaza, y aceptó la responsabilidad, saliendo a jugárselo todo en pos del triunfo. Su faena con la franela, bellísima toda ella, fue coreada con olés, y, al final, en el momento sublime de la entrada a matar, aún nos sorprendió más en su forma de hacerlo, citando a la res, que se vino pronta tras la espada que casi entera quedó enterrada en su morrillo. La muerte sin puntilla, espectacular en grado sumo, elevó más aún el rango de la faena. Y para él fueron las dos orejas y el rabo, que esta vez, estamos seguros, hasta el propio presidente, señor Mediano, los entregó con sumo gusto...

Por su parte, el ya invocado Don Fabricio II, relata desde su tribuna, lo que sigue:

Un bravo toro de Miura y un prometedor torero, en feliz conjunción, en armoniosa inteligencia, han dado la nota cumbre de la Feria. «Gallero» se llamaba el toro; Ruiz Miguel fue su afortunado matador. El animal embistió incansablemente y con el mejor son del principio al fin de su lidia, de su bella lidia, promotora de un caluroso entusiasmo. Ruiz Miguel aprovechó cumplidamente la boyantía del toro, que tomó bravamente dos varas. El joven isleño jugó el capote con arrogancia y temple en verónicas de la mejor ley y compuso una enjundiosa y vibrante faena de muleta, a tono con las condiciones del extraordinario toro. En los medios desarrolló el lucido trasteo, iniciado con dos ayudados altos y uno de pecho sin enmendar la posición de la erguida figura. Ruiz Miguel explayaría luego con superlativo acierto, con decisión y buen arte, toda la teoría del toreo fundamental, esmaltada de airosos adornos, entre ellos un pase rodilla en tierra, de singular prestancia. La gallardía y la calidad se aunaron y complementaron en el excelente trasteo al noble, al suave toro, siempre bien toreado, siempre embebido en el engaño. Citó a recibir Ruiz Miguel, y, marcando admirablemente los tiempos de la bellísima suerte, clavó en los rubios, parte del acero. Fue una estocada perfecta, realizada con destreza y tino superlativos, deslumbrante colofón de la extraordinaria faena. El joven matador obtuvo, con plena justicia, las dos orejas y el rabo de su bravo y dócil colaborador, toro de bandera, al que se otorgaron merecidamente los honores póstumos de la vuelta al ruedo en el arrastre...

Incluso, el cronista difícil de convencer, como lo es don Antonio Díaz – Cañabate, terminó conforme con la actuación del torero de la Isla ese domingo 25 de abril. En la edición madrileña del diario ABC, salida el martes 27 siguiente, entre otras cosas, escribió:

El miura era un toro con estilo. Recta, sostenida, alegre su embestida. Metía la cabeza en la muleta y la seguía como si no tuviera el cuello largo ni instintos de rufián que pelea buscando la ventaja, como si desconociera la leyenda miureña. En una palabra, embestía como lo que era: un toro bravo, noble y pastueño. Ruiz Miguel no tenía más remedio que darse cuenta. ¡Ay!, pero de esto ahora no puede uno fiarse. Una cosa es que los toreros se den cuenta del toro y otra que lo toreen dándose cuenta de cómo lo torean, porque ya sabemos que casi todos los actuales trabajan mecánicamente. La inspiración, tan remisa en acudir cuando se la necesita, descendió próvida a la muleta de Ruiz Miguel. El toro encontró a un torero y la faena fue de entera colaboración. Toro y torero se entendieron, y de la compenetración surgían los pases, a los que se unía el temple y el mando del torero, el arte y la obediencia del toro... La excelente faena (justa, medida y cabal) culmina con perfección más aquilatada, con una gran estocada dentro de las estrictas reglas de la suerte de recibir... Al fin hemos visto en toda su pureza esta difícil, y hoy muy rara suerte, premiada con las dos orejas y el rabo. Al toro se le dio la vuelta al ruedo...

La triunfal Feria de 1971

La feria sevillana de 1971 concluyó bajo el signo del triunfo. Fueron trece los festejos y en ellos obtuvieron actuaciones resonantes Curro Rivera, quien debió salir por la Puerta del Príncipe el 18 de abril; Curro Romero, que se llevó tres orejas en dos tardes, José Luis Parada, que cortó dos orejas en  las tres corridas en las que actuó. También alguna oreja suelta cortó El Cordobés. Por el capítulo de los rejoneadores, don Ángel Peralta se llevó un rabo en las alforjas en la matinal del 24 de abril y don Fermín Bohórquez otras dos orejas en el festejo que en este momento me ocupa.

De acuerdo con el doctor Carlos Crivell, el rabo concedido a Ruiz Miguel era el decimocuarto otorgado en la Maestranza desde 1939 y apenas el segundo cortado a un toro de Miura en ese lapso de tiempo. El anterior se lo había cortado a Tormenta su maestro, Rafael Ortega, el 20 de abril de 1956 – tarde en la que se quedó con media corrida por cornada de Gregorio Sánchez – y el inmediato anterior lo había cortado Diego Puerta, al colorao Gallineto, número 114, del Marqués de Domecq, el 26 de abril de 1968. 

El día de mañana continuaré con estos apuntes…

Aviso parroquial: El resaltado en el texto de Don Fabricio II, es obra exclusiva de este amanuense, pues no obra así en su respectivo original.

domingo, 26 de septiembre de 2021

Hoy hace 75 años. Confirma su alternativa en Madrid Juan Estrada

Juan Estrada
Colección Dr. Antonio Ramírez G.
Hay toreros a los que les cuesta más salir adelante. Algunos por las cornadas, otros porque tardan en entrar en el ánimo de los públicos y otros, porque tienen mala suerte. Visto en retrospectiva, creo que el de Juan Estrada es uno de estos últimos casos, pues, aunque debutó en El Toreo de la Condesa desde el año de 1934, no es sino hasta diez temporadas después que logra salir triunfador y con el derecho de ser alternativado allí mismo. Y es que, en sucesión cronológica, le tocó competir con Lorenzo Garza, El Soldado, Fermín Rivera, Ricardo Torres, Silverio Pérez, Eduardo Solórzano, Calesero, Carlos Arruza, Cañitas o Félix Guzmán, hasta llegar al año de 1943, en el que, junto con Gregorio García, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Luis Briones y Guerrita completó una de las temporadas novilleriles más importantes de la historia de ese coso.

Juan Estrada, fue el ganador de la Oreja de Plata de ese 1943. La disputo el 17 de octubre, mano a mano con Jesús Guerra Guerrita y novillos de Peñuelas. Le cortó el rabo a Cobijero, en tanto que Guerrita obtuvo la oreja de Capuchino. Se despidió de novillero en El Toreo el 14 de noviembre de 1943, en solitario, con 6 de Xajay, cortándole el rabo al sexto, Chilpayate. El 12 de diciembre siguiente, hizo matador de toros Carlos Arruza, delante de Gregorio García al cederle los trastos para matar al toro Collaritos de La Laguna.

La campaña española de Juan Estrada en 1946

Inició su andar por ruedos hispanos en Barcelona el domingo 11 de agosto para lidiar toros de Vicente Muriel y dos de Lamamié de Clairac (7º y 8º) junto a Mario Cabré, Rafael Llorente y Luis Mata, también debutante. El primer toro que mató se llamó Tendero, cárdeno, número 36, segundo de la tarde y le cortó la oreja. Eso le valió volver una semana después, con Manolo Escudero, Julián Marín y toros de Juan Pedro Domecq, tarde pasada por agua, en la que solamente pudo saludar un par de ovaciones.

La confirmación madrileña de Juan Estrada cerro un ciclo de ceremonias que se iniciaron ese calendario con las alternativas primero, de Guerrita, en Corella; de Antonio Toscano, en Barcelona; y de Ricardo Balderas, en Bayona y también las confirmaciones de Calesero, Luis Briones y el ya nombrado Antonio Toscano. Así, para el jueves 26 de septiembre de 1946 se anunció un encierro salmantino de don Alipio Pérez Tabernero para Antonio Bienvenida, Pepín Martín Vázquez y Juan Estrada, quien confirmaría su alternativa.

La corrida fue accidentada en el renglón ganadero, porque el encierro presentado por don Alipio no se lidió completo. Los dos del lote de Pepín Martín Vázquez fueron devueltos al corral y uno de los sustitutos, reemplazado también. Al final, se lidiaron cuatro del hierro titular, uno de Hoyo de la Gitana (3º) y otro de José María Soto (6º). La reflexión de quien firmó como El Cachetero en el número de El Ruedo, salido a los puestos el 4 de octubre siguiente, es en este sentido:

Cualquier divisa salmantina de las de cartel tuvo en años pasados la virtud dudosa, pero efectiva al fin, de llevar consigo una especie de garantía. Ya que ninguna de sus condiciones de bravura, poder o trapío podían lucir, sino mal cumplir apenas, al menos dejaban ancho campo libre al lucimiento de los toreros... Aún conservan algunos vestigios de esa exclusiva cualidad... pero en conjunto, esquilmado el filón en aras de una desaforada competencia mercantil, no resta sino una pura ruina de mansedumbre y escasez no paliada por nada. Ejemplo: la corrida de Alipio D. Sanchón del jueves...

El primero toro de la corrida se llamó Hurón – una familia destacada en casa de don Alipio – y con él, el toricantano realizo lo siguiente, en palabras de Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, publicadas en su tribuna del ABC madrileño del día siguiente del festejo:

Méjico nos daba ayer a Juan Estrada. ¿Qué se le ofreció al mejicano en esa tarde tan lleno de responsabilidades, tarde de historia? Pues, primeramente, un toro de ancha testa y de afilados, aunque cortos pitones. Tendió su capa el mejicano con valeroso arte y en su honor escuchamos las aclamaciones primeras. El toro se aplomaba. Así, quedado, lo tomó a la verónica en el primer quite, dibujando los lances formidablemente, empapando en las chicuelinas al "ralentí", que levantaron una tempestad de aplausos. El toro se vino abajo. Bienvenida le dio la alternativa a Estrada. Seguía el animal quedado y al embestir comenzó a acostarse sobre el lado izquierdo. Fueron buenos y a conciencia empalmados los pases que dio por el lado derecho. La faena del mejicano, casi sin toro, se desarrolló del tercio al centro y terminó por dentro. Teniendo que hacerlo él todo, pues ya hemos dicho cómo el toro se quedaba, mato de dos pinchazos y una estocada, Estrada quedaba hecho matador de toros en España...

Por su parte, el citado Cachetero, en el número de El Ruedo mencionado antes, reflexiona lo siguiente del conjunto del festejo:

El jueves la corrida se deslizó por el tobogán del mal ganado. Dos toros se retiraron al corral. Otro se quebró las patas, y la mitad restante fue, sobre floja de remos, mansa y sin trapío. A Pepín Martín Vázquez le correspondieron dos sobreros. Pepín levantó el espectáculo y la tarde a fuerza de valor y salero con el primero de ellos, de Hoyo de la Gitana, manso y con tendencia a la huida. Tan bien estuvo Pepín, que por esta vez hasta le podemos perdonar ese estoque de aluminio que acaba siempre hecho un garabato. Porque lo importante fue que tras haber lanceado muy bien, se metió a muletear al manso, que huía de su sombra, y lo sujetó a base de corazón, citándole con la izquierda, desafiándole en todos los terrenos y empalmando – uno aquí, dos allá – unos naturales llenos de emoción y plasticidad. El toro, en chiqueros, acabó por tomarle la muleta, y allí coronó Pepín su labor, abrochándola con molinetes y desplantes, y, sobre todo, cuando Rubichi le entregó el de verdad, con una gran estocada que tiró al toro sin puntilla. Las orejas que le concedieron y las ovaciones grandes estuvieron plenamente justificadas. El sobrero de Soto no aceptó siquiera la pelea del anterior, y Pepín tuvo que trastearlo por la cara con valor y serenidad, matándolo bien. Le aplaudieron y salió a saludar al tercio.

Los dos espadas restantes, neófito y padrino de alternativa, no llegaron a triunfar. El mejicano Estrada posee valor y un toreo corto, a vueltas con los pases en redondo con los pies juntos. Con la capa, unas chicuelinas y unas verónicas le valieron aplausos. Y el cabeza de terna, Antonio Bienvenida, fracasó por falta de voluntad, de lo que se resiente tan a menudo el edificio de su arte. No quiso o no pudo sobreponerse a las condiciones adversas, toreó de oficio y mató muy mal…

Efectivamente, el triunfador de la corrida fue el macareno Pepín Martín Vázquez, que cortó las dos orejas al sobrero de Hoyo de la Gitana corrido en tercer sitio y el primer espada, don Antonio Bienvenida, tuvo una de esas tardes de las que más vale no acordarse y para el toricantano, Juan Estrada, poca tela para cortar hubo también, pero dejó patentes sus cualidades, según se lee en las crónicas de esa época.

El devenir de Juan Estrada

El torero de Ayotlán, Jalisco, cerró su campaña española del 46 con 7 tardes, la mayoría en ferias y plazas de importancia, pues actuó en Valladolid, Logroño, Albacete, Salamanca o Barcelona. A su regreso a México se presentó como matador de toros en la Plaza México el 9 de marzo de 1947, acartelado con Fermín Espinosa Armillita y Félix Briones siendo su primer toro en ese ruedo Cantor, de Santín.

A partir de allí las cosas no le rodarían de la manera esperada y renunciaría a la alternativa, para volver como novillero a la gran plaza de Insurgentes el 4 de mayo de 1947, alternando con Anselmo Liceaga y Ángel Perea en la lidia de novillos de Xajay, torearía 3 tardes esa temporada y recibiría una segunda y definitiva alternativa el 5 de septiembre de 1948 en Tijuana, donde lo apadrinó Silverio Pérez, en presencia de Jesús Guerra Guerrita lidiándose un encierro de Ibarra.

Juan Estrada seguiría en activo hasta entrada la década de los sesenta, incluso, llego a alternar en un festejo con Manuel Benítez El Cordobés. Esto fue el 25 de febrero de 1964 en Uruapan, Michoacán, cuando junto con Jorge Medina, Paco Rodríguez y Gabriel Soto, lidiaron entre los cuatro cinco toros de Rodrigo Tapia y uno de Valparaíso. Ese día el Mechudo mató dos y los cuatro espadas restantes, uno cada uno.

También es de destacar que Juan Estrada tiene una calle a su nombre, en las inmediaciones de donde estuvo ubicado el extinto Toreo de Cuatro Caminos, entre las calles Ponciano Díaz y la Avenida Transmisiones Militares, en una zona denominada Residencial Lomas de Sotelo, en Naucalpan, Estado de México, donde las calles tienen nombres de toreros, a más de los nombrados, como Juan Silveti, Vicente Segura, Carnicerito, Luis Freg, Manolete, Ricardo Torres o Carmelo Pérez.

Juan Estrada falleció en la Ciudad de México el 20 de marzo de 2004.

domingo, 19 de septiembre de 2021

Rodolfo Gaona y el llamado pase del centenario, a un siglo y poco más vista…

Anuncio del primer abono madrileño 1919
A veces el fenómeno de la imagen captada en movimiento o en vista fija le da más trascendencia a un hecho que el que le conceden sus autores o partícipes. En corrillos y tertulias de vez en vez surge, a mi juicio de manera fantasmagórica, cuando se habla de las suertes creadas por diestros mexicanos, la mención del llamado pase del centenario, dado, se afirma por algunos, originariamente por Rodolfo Gaona, en los festejos del Centenario de la Consumación de la Independencia de México en el año de 1921.

Y digo que es fantasmagórico el aparecer del concepto, porque es una suerte que poco o nada se ha prodigado en los ruedos de México y del mundo, de cuya ejecución en El Toreo de la Condesa hay unos cuantos cuadros de película filmados por don Salvador Toscano y afortunadamente divulgados por la UNAM, con la orientación y asesoría de don Julio Téllez García y José Francisco Coello Ugalde y alguna borrosa fotografía en la que el Petronio aparece ejecutándola. Y si hablamos de narración escrita, menos aún, según veremos adelante.

El último triunfo madrileño de Gaona

Sabido es que el año de 1919 fue aciago para el Indio Grande en España y principalmente en Madrid. Pero el domingo 27 de abril de ese año, prácticamente un mes antes de la debacle ante Barrenero de Albaserrada, tuvo una tarde de gran éxito, en la que incluso cortó una oreja, de esas que sí valían. Alternó con el señor Curro Martín Vázquez y con José Flores Camará en la lidia de toros del Duque de Veragua. El quinto de la corrida se llamó Vizcaíno y la crónica de quien firmó como El del Extrarradio en El Imparcial madrileño del día siguiente del festejo, entre otras cuestiones dice:

El mexicano toma los palos, y en el mismo sitio en donde le ocurrió el percance último, desafiando a la res desde la barrera, clava un par magno, limpio y artístico… Luego hace una bonita salida en falso, y después prende otros dos pares al cuarteo, formidables por la preparación y ejecución… El público ovaciona entusiasmado y pide al torero que ponga otro par, y, en efecto, Gaona, con permiso de la autoridad, clava el cuarto excelente par… El primer pase alto es magnífico, y la faena que sigue enorme. Altos con ambas manos, un natural, dos preciosos pases gaoneros, como las gaoneras, o de frente por detrás... Las ovaciones van seguidas a los pases. El diestro, siempre cerca, parado y sin quitar la vista del bicho; y el bicho noble, sencillo, una manteca… Gaona entra rápido y pone una estocada defectuosa; pero más tarde, tras de dos pases, arreando de cerca, derecho y despacio, mete un volapié superiorísimo… La ovación es clamorosa, y el torero mejicano corta la oreja del noble bicho…

Es el único cronista que advierte ese toreo de frente por detrás, como las gaoneras con la muleta de Gaona. Y si no, véase lo que escribió el preclaro Clarito en su tribuna de El Liberal de la misma fecha:

Banderillear no es lo mismo que muletear; muletear no es igual que matar, ¿verdad? Pues fué lo mismo, porque no cabía mejor. Lo mismo de bonito... y aún más emocionante. Con los pies juntos, juntos, jugando del hombre no más que la cintura y los brazos, instrumentó Gaona un pase de pecho sobre la derecha, y después un magnífico ayudado por alto y tras él un natural, y allí ya alternando el público con el torero, aquél en los olés y en los aplausos, y éste haciendo gala de su escuela finísima de toreo, ahora en pases cambiando la muleta por la espalda y rematando en molinetes vistosos, en los que el diestro giraba en la misma cara del bruto, y luego en pases de rodillas y después en pases por alto, allí se escribió una de esas que, acaso con algo de hipérbole, se llaman «epopeyas» taurinas…

De este asunto agregaré que Paco Media Luna, en su crónica del semanario El Toreo, señala que Gaona pidió al desolladero la cabeza de Vizcaíno, de pelo melocotón, para conservarla.

Los festejos del centenario de 1921

Las distintas entidades de la administración pública se afanaron en organizar eventos para conmemorar el primer siglo de la consumación de la independencia nacional. Una de ellas fue la Secretaría de Relaciones Exteriores, a cargo de don Alberto J. Pani, que fue la que incidió directamente en estos hechos. Verduguillo, en su obra Tres Décadas de Toreo en México, cuenta que por voz de don Martín Luis Guzmán, se estableció lo siguiente:

Queremos que dentro del programa preparado figuren dos corridas de toros, y que ustedes las organicen. Quedan en absoluta libertad para contratar toreros, comprar toros, etc., en la inteligencia de que todas las barreras desde la primera hasta la quinta fila, así como los palcos, quedarán a disposición de la Secretaría de Relaciones para sus compromisos diplomáticos... En la siguiente entrevista con Rodolfo nos manifestó cuáles serían los carteles. En la primera corrida, Gaona, Gregorio Taravillo “Platerito”, que andaba por aquí de paseo visitando unos parientes que tenían una joyería en la calle de Motolinía, y Samuel Solís. En la segunda, los mismos Gaona y “Platerito” con Carlos Lombardini...

Benjamín Flores Hernández, en una comunicación al XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles, titulada Rodolfo Gaona en las corridas del centenario, 1910 y 1921, describe el programa de la corrida del 20 de septiembre, segunda del ciclo pedido por la SRE y que en lo medular dice:

«Plaza de toros ‘El Toreo’. Martes 20 de septiembre de 1921, a las 4 p.m. Gran corrida de toros organizada por el Comité Ejecutivo de las Fiestas del Centenario. Dedicada a los delegados extranjeros que nos honran con su visita, y el honorable cuerpo diplomático residente. Concurrirá el C. presidente de la República, sus secretarios de estado, los altos funcionarios de la Federación y los miembros de las delegaciones extranjeras. Distinguidas señoritas de nuestra mejor sociedad serán reinas de la fiesta. Toros de primera clase de San Diego de los Padres estoqueados por Rodolfo Gaona, Gregorio Taravillo «Platerito» y Carlos Lombardini. Sombra $5.00. Sol $2.00»

El festejo contó con la asistencia del presidente Álvaro Obregón, de quien se dice, llevó de compañero de tendido a Ramón del Valle Inclán y que aplaudían en collera, pues eran ambos mancos, según cuenta Ignacio Solares:

«Buen humor el de don Ramón. En una foto que siempre conservó Obregón estaban los dos en la Plaza de Toros de la Condesa, aplaudiendo juntos, cada uno con la mano que le quedaba, ya que Valle-Inclán era manco del brazo izquierdo y Obregón del derecho».

Las crónicas del festejo no están disponibles para su consulta a distancia. Benjamín Flores Hernandez refiere lo siguiente acerca de ese festejo de hace un siglo:

Para la ocasión, tuvo el Indio Grande la genialidad hasta de presentar una nueva suerte torera de su invención, a la que no pudo menos que bautizarse con el nombre de la celebración: fue el pase que se llamó precisamente «del Centenario», y que era como una gaonera, colocado el engaño por detrás del diestro, sólo que con la muleta y llevando al toro por el lado derecho…

La suerte, como ya lo había señalado antes, ha quedado perpetuada por la filmación de Salvador Toscano, recopilada en el DVD Los orígenes, 1896-1945: Cine y tauromaquia en México, segundo de una serie de cuatro sobre el tema producidos por la filmoteca de la UNAM y al que me he referido ya por aquí.

El devenir de la suerte

Poco recorrido ha tenido el llamado pase del centenario en los ruedos de México. Gaona ni siquiera lo menciona en su libro de memorias Mis Veinte Años de Torero, aunque recuerda en un par de líneas la buena tarde madrileña del 27 de abril de 1919. Horacio Reiba refiere (La Jornada de Oriente, 20 de septiembre de 2010), que en alguna ocasión lo ejecutó Lorenzo Garza, pero a pies juntos.

La mención más reciente que encontré fue la que hace Jorge F. Hernández, en una crónica imaginaria de un festejo suspendido de la Feria de San Isidro, en el que debieron actuar Eugenio de Mora, Juan Bautista y Octavio García El Payo, publicado en su blog del diario madrileño El País el 10 de mayo de 2016 y allí cuenta:

Octavio se recreaba con el son de lentitud mexicana, inspiración de los olés largos o alargados que se acostumbran en México ante la embestida más aborregada o en sosiego de toros evidentemente más chicos (desde que Hernán Cortés lanceaba ganado navarro para conmemorar la caída de la Gran Tenochtitlán) y así, el antiguamente llamado Payo intercaló “Riverinas” y “El pase del Centenario”, la “Arrucina” y “Sanjuaneras”, en honor de Fermín Rivera, Rodolfo Gaona, Carlos Arruza y Luis Procuna, como dictando en voz alta algo que a Madrid parece que se le olvida: de México llegaron muy buenos innovadores del toreo, no sólo de capa, sino con muletas encendidas, citando al hilo del pitón sin necesariamente tener que exagerar el adelantamiento de la pierna contraria, jamás codilleando o echando la patita pa’atrás y todo como quien se deja dormir con la letra de un bolero que hasta parece tango…

De todo lo anterior deduzco que el pase del centenario es más parte del imaginario colectivo de la fiesta y su afición, que del acervo de suertes que la componen. Sí. Rodolfo Gaona ejecutó el muletazo al menos en un par de tardes señaladas, pero fue una especie de suerte de autor, no arraigó y no se apropiaron de ella los demás para llevarla a sus personales tauromaquias.

Sin embargo, este 20 de septiembre se cumple un siglo de que la consumación de la independencia nacional se conmemoró con toros y en ella se presentó a la afición mexicana una suerte que para ella era nueva. 

Aviso parroquial: Los subrayados en los textos de El del Extrarradio, Benjamín Flores Hernández y Jorge F. Hernández son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 12 de septiembre de 2021

Hoy hace 45 años. Confirma su alternativa Rafael Torres. Se inaugura la feria del Palacio de los Deportes


La temporada 1975 – 76 en la Plaza México se dio a trancas y barrancas. Fueron base de ella el reaparecido Manuel Capetillo, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Manolo Arruza. Los triunfadores del ciclo anterior, Manolo Martínez y Mariano Ramos no se arreglaron con DEMSA, en esos días la encargada del gran coso y tampoco vinieron toreros de ultramar, puesto que se produjo una enésima ruptura entre las torerías de España y México.

Así, el serial concluyó con dos festejos que de alguna manera pasan a la historia, el primero, celebrado el 28 de marzo de ese 1976, al que asistió – en evidente acto proselitista – el candidato único a la Presidencia de la República, José López Portillo, acompañado por Alfonso Ramírez Calesero, Luis Castro El Soldado, Lorenzo Garza y Jorge El Ranchero Aguilar y el del siguiente domingo, el 7 de abril, la corrida del Estoque de Oro, misma que representó la última vez que Manuel Capetillo pisó el ruedo de la plaza de Insurgentes vestido de luces. El trofeo en disputa fue para Manolo Arruza.

El 2 de mayo siguiente, Carlos González, representante de DEMSA, anunció que la empresa se retiraba del negocio de los toros porque era incosteable. En esas condiciones, la plaza estaba sin empresa y así permanecería hasta el jueves 13 de febrero de 1977. Es decir, fueron 315 días de cierre.

La Feria del Palacio de los Deportes

Construido con motivo de los Juegos Olímpicos de 1968, dentro del complejo denominado Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca, bajo el diseño y dirección de obra de los arquitectos Félix Candela, Antonio Peyrí y Enrique Castañeda Tamborrell, cuenta con 22,370 localidades, de las cuales 7,370 son desmontables, fue tomado en arrendamiento por don Jaime de Haro Caso, aquel que organizara el 20 de octubre de 1974 aquella corrida nocturna en Marbella que torearon Paco Camino y Manolo Martínez mano a mano y que fue televisada a casi todo el mundo, asunto del que me había ya ocupado en estas páginas aquí y aquí.

El 18 de agosto de ese 1976, Jaime de Haro se reunía también con Jaime Ostos, en esas fechas el representante de los toreros españoles y anunciaba que, a partir de esa fecha, los nuestros podían torear en España y los de allá podrían hacerlo aquí con toda libertad. También anunció que entre el 12 y el 19 de septiembre, se daría una feria taurina en el Palacio de los Deportes, dado el cierre de la Plaza México y la imposibilidad de echar andar al Toreo de Cuatro Caminos, con el añadido de que sería transmitida por televisión. Eso implicaba que no estaría en ella Manolo Martínez, quien es en los hechos, el artífice de la salida de las cámaras de televisión de las plazas mexicanas y tampoco lo estaría Eloy Cavazos, que no llegó a un arreglo económico con la empresa.

La feria iniciaría el domingo 12 de septiembre con una corrida de Las Huertas para Jesús Solórzano, el sevillano Rafael Torres, que confirmaría su alternativa y Manolo Arruza. Los siguientes festejos se celebrarían de manera ininterrumpida, serían nocturnos y serían base de ellos, además de los anunciados para la primera fecha, toreros como Manuel Capetillo, Curro Rivera, Miguel Villanueva y Marcos Ortega. Del conjunto de este serial ya me había ocupado en esta ubicación.

Las novedades eran los hispanos Roberto Domínguez, Rafael Torres, Gabriel Puerta, Manuel Ruiz Manili y los nacionales Cruz Flores y Ricardo Balderas hijo. Los cinco primeros confirmarían sus alternativas y el último la recibiría.

La corrida de inauguración de la feria

El festejo del domingo 12 de septiembre sería el de la confirmación de alternativa del sevillano Rafael Torres, que fue hecho matador de toros por Curro Romero en la Maestranza el Domingo de Resurrección de 1970 y confirmado unas semanas después en Madrid por Diego Puerta y El Cordobés. Fue discípulo y poderdante algún tiempo de Manolo Vázquez y me contaba Rafael Toscano, el ojito derecho de la afición hispalense. Venía a México a tratar de relanzar su carrera, que no le iba muy halagüeña por esos momentos.

Del ambiente previo al festejo, contó en nota aparecida en el diario El Informador de Guadalajara el día del festejo, don Carlos Loret de Mola Médiz, firmando como Luis Soleares, lo siguiente:

Mañana por la noche, el tiempo no podrá impedir que suene el clarín para iniciar una serie de ocho corridas consecutivas, de domingo a domingo, dentro de un estilo que agudiza la artificialidad de la fiesta brava en una forma absolutamente nueva: bajo techo y con luz de candilejas, es decir, en un verdadero escenario teatral…

Muy preocupado, metido en los cajones, mientras el martilleo ponía nerviosos a los toros, don Chucho Dávila, el juez de plaza, me dijo:

“Y aquí, en este otro corral, están los de ‘Las Huertas’, cuatro berrendos ya aprobados; y aparte dos desechados por chicos, por falta de trapío, por falta de respeto. En otros corrales hay dos de Haro, para lo que pueda suceder. El encierro de Mimiahuápam, para el martes, deberá llegar mañana sábado” …

Por primera vez: toros bajo techo y con luz de candilejas, Los olés, retumbarán más fuerte, siempre y cuando llegue a haberlos, y desde luego nadie temerá a la lluvia. La fiesta de los toros da un largo paso más para apartarse definitivamente, de la naturaleza.

El festejo inaugural y su resultado

La corrida inaugural de la feria tuvo momentos de lucimiento, pero nada más. La crónica del invocado Luis Soleares, publicada al día siguiente del festejo en el diario El Siglo de Torreón, refleja: 

Jesús Solórzano, enfundado en un terno mandarina y oro, alzó su cotización con el oro viejo de su verónica y hasta recuerda a su padre, “El Rey del Temple”. En dos ocasiones con su primero y en cinco con su segundo, el capote fue de alta graduación, verdaderamente exquisito... A su primero, lo mata de pinchazo sin soltar, y una media delantera que provoca hemorragia; y a su segundo, “Colorín”, tras la exquisitez de las verónicas, le hace un buen quite por orticinas, naufraga con la muleta y lo despacha con dos medias...

Manolo Arruza, enfundado en un terno rosa y oro, señorea en la noche, y es su moneda la única que se revalúa en la amarga flotación de la fiesta, que parece condenada a ser más artificial que el cabello de las rubias contemporáneas... Abre su faena con unos doblones que se le aplauden; pero la sosería del toro le impide redondear la lidia, y se conforma con algún natural y algún derechazo en distintos terrenos, entre mucho trapo que abanica a un toro sin codicia. Pincha sin soltar y deja una casi entera, que basta. Ovaciones escuchadas desde el tercio...

El español Rafael Torres, de Sevilla, sale con buen pie, porque se le aplauden sus verónicas y sus chicuelinas al primero de la tarde, pero el entusiasmo no pasa de ahí, porque tras tres duras varas a “Estrellito” y la confirmación de alternativa, hay una faena que va para abajo y termina con pinchazo con desarme, media estocada y descabello al quinto intento, alternando su dificultad con los fracasos del puntillero. Con el quinto de la tarde, el sevillano tampoco ve una, y sin haber flotado tiene un naufragio devaluatorio que degüella sus posibilidades de interés...

El asunto de las confirmaciones

Decía hace unos párrafos que Rafael Torres, Gabriel Puerta, Roberto Domínguez, Manili y Cruz Flores confirmaron sus alternativas en la feria. De todos estos toreros, solamente Roberto Domínguez y Cruz Flores volvieron a actuar como matadores de toros en la Ciudad de México. A ambos se les hizo confirmar de nueva cuenta su alternativa en la Plaza México.

Daniel Medina de la Serna – como muchos otros –, al referirse a esas confirmaciones del Palacio de los Deportes, las cuestiona, entrecomilla el término confirmación y las llama evidentemente inválidas. La realidad de los hechos es que quienes cuestionan la validez de esas confirmaciones de alternativa lo hacen amparados exclusivamente en un sentimiento de defensa de una supuesta tradición que no tiene sustento alguno, pues en todo caso, la confirmación de alternativa es un hecho que está reglamentado y que se sujeta a la normatividad que rige los festejos taurinos en la Ciudad de México.

El artículo 1º del Reglamento de los Espectáculos Taurinos de 1953, vigente en el Distrito Federal en 1976, cuando las confirmaciones en cita se dieron, establecía que las plazas de toros eran de primera categoría cuando tenían capacidad de 10 mil o más espectadores; de segunda, cuando su capacidad era entre 4 mil y 10 mil y de tercera, aquellas con cupo inferior a 4 mil.

Por su parte, el artículo 68 del mismo Reglamento establecía en su parte conducente lo que sigue:

…el matador que actúe por primera vez en una plaza de primera categoría en el Distrito Federal, matará en esa ocasión el primer toro, previa cesión de trastos que le haga el espada correspondiente, excepto en el caso de que el matador que se presente ocupe el primer lugar en el programa, pues entonces le cederá los trastos el que le sigue en antigüedad…

Como se observa, la regla es clara al hablar de plaza de primera categoría y el Reglamento no hace excepción en cuanto a que la plaza sea fija, desmontable, de trancas o transitoria, así como tampoco exige que la confirmación o cesión de trastos se deba hacer en la plaza de mayor capacidad del Distrito Federal, simplemente exige que se haga en una que sea de primera.

Entonces, el que entonces se haya exigido que solamente fueran válidas las confirmaciones celebradas en la Plaza México, era un verdadero despropósito y el haber obligado en este caso a Cruz Flores a que confirmara de nuevo el 5 de marzo de 1978 y a Roberto Domínguez el 1º de febrero de 1981 en la Plaza México, fue un verdadero atropello, puesto que en su día, habían confirmado debidamente sus respectivas alternativas, en una plaza de primera categoría aunque a más de algún defensor de las tradiciones no le pareciera así y demostrara con ello, su ignorancia del entorno jurídico de este asunto.

Hoy en día, la reglamentación de la capital mexicana sí establece de manera expresa que la confirmación ha de ser en la Plaza México – indebidamente a mi juicio –, por lo que hoy ha de observarse la letra de la ley, pero en la época que intento contar, no era así, razón por la cual, desde mi punto de vista, Rafael Torres, hoy hace 45 años, confirmó debidamente su alternativa sevillana en México.

Aviso Parroquial: La imagen del boleto de acceso a la corrida inaugural de la Feria del Palacio de los Deportes de 1976 es parte de la colección personal del Abogado y Librero (tanto monta...) don Pepe Rodríguez, a quien agradezco el que haya revuelto sus cosas para encontrarlo y facilitármelo para exhibirlo aquí.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Humberto Luis Elizondo Garza. Aficionado de pro

Humberto Elizondo en el puesto de segundo espada con
Alfonso Pérez Romo, Guillermo González Muñoz
Rafael Rodríguez y Gabriel Arellano 
Plaza San Marcos Cª 1955

Hoy en día la participación de los llamados aficionados prácticos en la fiesta de los toros es vista como una parte digamos, complementaria o adicional a los circuitos profesionales de corridas de toros y novilladas que se presentan en temporadas y ferias en las diversas plazas del mundo y muchas veces relegados, los prácticos, a actuar en cortijos o espacios privados distintos a aquellos en los que se presentan los llamados profesionales.

En el pasado reciente nombres como los de Lalo Azcué, Pedro Loredo, Chucho Arroyo, Ángel Talamantes El Exquisito, Paul Armand o el del padre Roberto González Padilla llevaron gente a las plazas con su solo anuncio. Pero ese fenómeno no era novedoso, al menos aquí en Aguascalientes, donde ya los aficionados que se tiraron al ruedo de manera organizada, lograron mantener viva la llama de la afición acalitana.

Lo que siguió al verano del 48

Después de que en el verano del 48 en Aguascalientes hiciera erupción un Volcán, se siguieron dando novilladas intentando descubrir otra gema oculta en el anonimato y así ilusionaron a la afición jóvenes como David Reynoso, quien después triunfaría en el cine; Carlos González, el calvillense Manuel López, el sevillano Antonio Durán o Fernando Brand, pero sin el fuerte impacto que tuvo la aparición de Rafael Rodríguez en la plaza San Marcos ese 18 de julio del 48.

Y la actividad de la fiesta comenzó a languidecer. Se comenzó a limitar a la época de la Feria de San Marcos, como lo relata don Jesús Gómez Medina en su libro La Ciudad, la fiesta y sus plazas:

Al indagar lo acaecido en 1955 se obtiene la evidencia de que aquella onda de cálido entusiasmo taurino que se enseñoreó de Aguascalientes algún tiempo antes, precisamente a raíz de la irrupción triunfal de Rafael Rodríguez, había dejado de tener realidad. Era algo del pasado. De un pasado cuyos efectos se extendieron a los individuos y a los niveles sociales más distintos, haciéndoles participar de un mismo encendido sentir; el del interés más acentuado por el espectáculo taurino y, al mismo tiempo, el de la admiración más calurosa hacia el torero, héroe del redondel… En este año de 1955… únicamente se realizaron cuatro corridas de toros y una novillada, amén de dos o tres festivales con aficionados… En uno de esas funciones tomaron parte el Dr. Alfonso Pérez Romo, Guillermo González, inminente empresario del Coso San Marcos, Gabriel Arellano y Humberto Elizondo, cada uno en franca porfía por mostrar su propio arte y por arrancar el aplauso de los espectadores…

Y es que, en el transcurso de la obra citada, don Jesús deja ver algo que en una ocasión apuntara César Pastor: Aguascalientes está en una posición privilegiada para la organización de festejos taurinos. En esos días en nuestro territorio estaban las ganaderías de Garabato, Peñuelas, Armilla Hermanos, Santa Rosa de Lima, Pedro Castorena y Pablo Baranda; en las cercanías de Zacatecas las de Presillas y El Saucillo y en la vecindad de Jalisco las de La Punta, Matancillas, Chinampas y Corlomé y, además, en Estación Castro, don Raúl J. Guerra criaba ganado de lidia, sin estar afiliado a la Asociación de Criadores.

Eso daba la oportunidad a los prácticos de obtener con relativa facilidad ganado para sus festivales. Y surgieron nombres como los de Jorge López Yáñez, Ramón Morales, el citado Jesús Gómez Medina, Jesús Ramírez Gámez El Abogao, Adolfo de la Serna El Botas, Rubén Ortega, Felipe Reynoso Jiménez, Manuel de Alba de Anda, Roberto Gómez El Loco, Javier Maceira o Felipe Ávila. Los tres últimos nombrados vistieron el terno de luces y alguno de ellos llegó a actuar en la Plaza México.

Los festivales de aficionados prácticos

Las finalidades de esos festivales de aficionados prácticos eran diversas, desde el mero esparcimiento hasta intento de satisfacer causas mejores. Así, se organizaban a beneficio de la Ciudad de los Niños que intentaba poner en pie el Padre Toño; o a favor de las campañas de Desayunos Escolares que entregaba la esposa del gobernador de turno; a favor de alguna de las campañas de las candidatas a Reina de la Feria de San Marcos o de la Cruz Roja. Y los organizaban clubes como el Monjes o el 20 – 30, los estudiantes del entonces Instituto de Ciencias, los colegios de profesionales, o los aficionados individualmente. De lo que se trataba era de no quedarse sin toros y de matar el gusanillo de la afición.

Y la afición acudía a la plaza y al reclamo de aquellos que en el día a día atendían pacientes en un consultorio, publicaban en los diarios noticias que eran leídas por muchos, se encargaban de obras, atendían negocios de índole diversa o defendían causas en los tribunales. Quizás en algunos casos los asistentes iban a la plaza con la curiosidad de ver qué le podían hacer a los novillos o vacas que les tocarían en suerte o en otros, ya enterados de sus habilidades, a apreciar lo que sabían que les podían hacer.

La realidad de esos momentos, es que el grueso de la actividad de la fiesta, descansaba sobre los hombros de esos aficionados prácticos.

Don Humberto Luis Elizondo Garza

Quizás resultó largo el prolegómeno, pero esto no pretende ser una semblanza al uso de un hombre que ha sido un destacado y reconocido aficionado a los toros aquí en Aguascalientes. Estimo necesario entender el tiempo en el que generó su afición, para comprender la importancia que representa hoy en día su presencia y ausencia en las plazas y en los distintos medios en los que se tratan temas relacionados con la fiesta.

Don Humberto realizó estudios en la Escuela Bancaria y Comercial de la capital mexicana y posteriormente se afincó en Aguascalientes donde formó una familia y se dedicó a negocios relacionados con la industria automotriz. Pronto estableció lazos de amistad estrecha con el doctor Alfonso Pérez Romo y con don Julio Díaz Torre. El vehículo de esa amistad fue precisamente la mutua afición por la fiesta de los toros.

Guillermo Gonzalez Muñoz, Humberto Elizondo
y Alfonso Perez Romo Cª 1955

Como lo relata don Jesús Gómez Medina, don Humberto llevó su afición más allá de la mera presencia en el tendido. Su presencia en esos festivales de aficionados prácticos era más que frecuente. Y al decir del doctor Pérez Romo, en ellos se lidiaban novillos ya hechos. En particular, ese de 1955, en el que alternaron con Gabriel Arellano Guerra, Guillermo González Muñoz y Rafael Rodríguez, el ganado fue bastante serio.

Asiduo concurrente a nuestras plazas, en la Monumental tenía fijo su asiento de palco, en tanto que, en los últimos años en la San Marcos, formaba, en las barreras de sombra, en la séptima fila, a la izquierda del palco de la autoridad, tertulia con su hijo Gerardo – casado con una hija de Rafael Rodríguez –, el arquitecto Jesús Rangel y el ingeniero Rafael de los Reyes, siempre con su ocote encendido y dispuesto a disfrutar de su tarde de toros.

Don Humberto siempre fue reconocido como un aficionado serio y cabal. Tanto así que, en muchos de los certámenes organizados aquí en Aguascalientes para premiar triunfadores, tanto en la Feria de San Marcos, como en otros ciclos o festejos sueltos, era convocado como Presidente del jurado respectivo. Su imparcialidad y ecuanimidad eran proverbiales y tenía la facilidad de llevar a buen puerto las decisiones de esos grupos, tan complicados de poner de acuerdo, por su propia naturaleza.

El pasado 29 de agosto don Humberto se adelantó haciendo el paseíllo final. La afición de Aguascalientes ha perdido uno de sus baluartes. Con estas líneas intento reconocer su trayectoria como aficionado recto y cabal. Que en descanse en paz y que su familia logre superar su partida.

domingo, 29 de agosto de 2021

Julio Esponda, Tauromagia Mexicana y el difícil arte de formar toreros

Julio Esponda
Sevilla, septiembre 2011

El pasado domingo 22 falleció Julio Esponda Ugartechea, quien solamente por su ejercicio profesional hubiera pasado a la posteridad, pues fue un brillante y recto profesional del Derecho. Pero también eligió, quizás como proyecto complementario de su existencia – cronológicamente breve – la de alimentar su afición a la tauromaquia, desarrollando un proyecto de formación de toreros que trascendió nuestras fronteras, porque Tauromagia Mexicana, que tal fue su denominación, fue conocida como un ejemplo de éxito en todo el llamado planeta de los toros.

Julio Esponda recogió el guante que lanzó el indescriptible Enrique Martín Arranz, recipiendario a su vez de las ideas del formador quizás de la primera escuela taurina moderna española, Manuel Martínez Molinero, para arrancar en México un proyecto que guardara similitud con el de la Escuela de Tauromaquia de Madrid y a partir de ello se buscara formar toreros mexicanos a partir de una formación física, taurina y sobre todo humana en una manera muy distinta a lo que tradicionalmente se hacía.

La escuela taurina moderna

La historia nos enseña que la primera escuela de tauromaquia formal fue la que en Sevilla se fundó por decreto del rey Fernando VII. También nos dicen los libros que su funcionamiento fue breve – cuatro años apenas – aunque productivo, porque entre otros dejó como resultados a Paquiro y a Cúchares. Una vez cerrada, cuenta William Lyon:

Escuelas sucesivas tampoco prosperaron. Solían ser experimentos aislados de bajo presupuesto llevados por un ex torero enamorado de la fiesta. Para gran número de taurinos profesionales – un gremio no distinguido precisamente por su cultura y visión –, un torero tenía que hacerse a base de pasar hambre, viajar en el tope del tren y jugarse la vida en capeas, festejos pueblerinos y escapadas a los cercados… (Intuitivos, espontáneos y vivaces, en El País, Madrid, 7 de septiembre de 1985)

Es decir, el caos era la regla y la enseñanza ordenada la excepción y esta estaba reservada a aquellos que, por razón dinástica, pertenecían a una familia de toreros y recibían, en casa, una formación sin las privaciones y sin el desorden que la generalidad tenía que padecer. Así, sacar una figura del toreo en esas condiciones, era, efectivamente, un verdadero milagro.

A mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, el nombrado Martínez Molinero funda la Escuela Taurina de Zamora, a partir de la idea de que había que reglar y ordenar el aprendizaje de los toreros, hacerles vivir, parecer y pensar como tales, y de enseñarles a andar a hacer el paseíllo, a conocer el reglamento, a saber qué orden y lugar se debe ocupar según la situación de la lidia y el rango que se tiene. Es decir, a ordenar el conocimiento de la lidia. Pero también a tener en cuenta que el aspirante y el torero son personas y que tienen que ser formados y atendidos como tales.

Esta mística fue llevada por él, junto con Enrique Martín Arranz en 1976 a Madrid, a lo que inicialmente fue la Escuela Nacional de Tauromaquia y que hoy es la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda de la Comunidad de Madrid.

Nace Tauromagia Mexicana

Cuando Enrique Martín Arranz sienta sus reales en México, comienza a predicar la necesidad de fundar aquí un centro de enseñanza de la tauromaquia al estilo de la que había en Madrid. Ya se habían hecho algunos intentos, como la escuela Abogao Jesús Ramírez Gámez en Aguascalientes, pero sin la constancia y la contundencia que hubiera producido un torero de arrastre nacional. 

Es así que en el año 2003, Julio Esponda reúne un grupo de amigos y aficionados a la fiesta, los más notables fueron los ganaderos Eduardo Martínez Urquidi, Miguel Valladares y Benigno Pérez Lizaur y el aficionado Manuel Villalvazo Baz, y con ellos integró el proyecto que denominaron Tauromagia Mexicana, que por breve tiempo dirigió el propio Martín Arranz, asistido por Carlos Neila, matador de toros egresado de la Escuela de Madrid y fueron asistidos por Juan Cubero. Posteriormente se integrarían al grupo docente Alberto Elvira y Mario Zulaica. Es Juan Cubero quien cuenta lo que sigue:

El proyecto Tauromagia Mexicana nació en 2003. Cuenta Juan Cubero, que en la actualidad es el preparador de los toreros de Tauromagia Mexicana, que Enrique Martín Arranz, a la sazón fundador de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, “se lo sugirió a unos ganaderos, que tenían mucho interés en buscar a jóvenes toreros”. Una labor de lo más necesaria, “puesto que estaban carentes de toreros que tuvieran interés para los públicos”, concluye. Dentro de ese grupo de personas se encontraban Julio Esponda y Miguel Valladares, que pusieron mucho empeño en que el proyecto saliera adelante… (La difícil realidad de forjar toreros, en Revista Taurodelta, número 18, abril 2009)

La primera convocatoria atrajo a más de cincuenta aspirantes y después de las pruebas se quedaron unos veinte. Entre ellos estuvieron Octavio García El Payo y Arturo Saldívar. Posteriormente llegó Mario Aguilar. Los tres se presentaron tanto en Madrid como en la Plaza México en su etapa novilleril. Los tres recibieron la alternativa. El Payo y Saldívar la confirmaron tanto en México como en Madrid y Mario Aguilar, quien terminó abruptamente sus días, quizás se quedó a las puertas de hacerlo en Las Ventas

El último proyecto notable que Julio Esponda y su grupo acometieron fue la formación de Sergio Flores. Cuando El Payo, Arturo Saldívar y Mario Aguilar estaban por presentarse en Madrid, Juan Cubero estaba ya preparando otro torero que trascendería:

Pero a Juan Cubero todavía le queda en la recámara un torero desconocido para muchos y que, según confiesa, va a ser algo estelar. Se llama Sergio Flores y “lo descubrí allí – en México – de tapia en un tentadero. Le vi unas condiciones asombrosas” … (La difícil realidad de forjar toreros, en Revista Taurodelta, número 18, abril 2009)

La formación de toreros sin duda, es una actividad difícil y es también seguramente, un arte, porque implica el entender las condiciones de la persona para desenvolverse delante de los toros, pero también su integridad humana, las profundidades de su ser, para poder determinar si eso que el aprendiz estima como vocación, en realidad lo es, o es una mera afición, porque, como escribe mi maestro Jesús Eduardo Martín Jáuregui:

…el toreo no es un mero ejercicio físico – estético frente a una res indoméstica, sino una expresión artística que implica una actitud ritual no exenta de misticismo ante la vida y ante la muerte… El Toreo no puede agotarse con la preparación teórica y práctica que implique una especie de entrenamiento deportivo, se requiere una disposición de espíritu… un refinamiento del gusto, una preparación cultural, un decantamiento artístico, un fortalecimiento del ánimo, una educación del carácter, un dominio del temperamento, un control de las emociones y la aptitud de transmitirlas… (Escuelas taurinas. Escuelas de vida, en su columna Itinerancia. El Heraldo de Aguascalientes, 8 de abril de 2008)

La idea del Notario y autoproclamado aficionado en el retiro Martín Jáuregui, no se aparta de lo que Rodolfo Gaona le contó a Monosabio en su libro hagiográfico Mis Veinte Años de Torero a propósito de sus inicios en el aprendizaje de la tauromaquia con Saturnino Frutos Ojitos:

Ojitos no sólo nos enseñó las reglas del toreo. También las de urbanidad; a saber sostener una conversación con los buenos aficionados; a sentarnos a la mesa cediendo la cabecera a los visitantes de respeto; a no sopear a cuerno limpio cuando le entrábamos al mole de olla, sino que él tenía un procedimiento muy difícil: la sopa de tortilla la prendía en el tenedor, así, ¡ándele, señor!, le metíamos con fibra al caldillo. Mientras él o los matadores no llegaban, ninguno se sentaba a la mesa. Y cuando el matador – yo – se levantaba, todos daban por terminada la comida…

Creo que estas últimas apreciaciones resumen de manera bastante fiel la finalidad perseguida por Tauromagia Mexicana, el proyecto que Julio Esponda con sus amigos dejó para la Historia de la Tauromaquia Mexicana. Los que aspiran a ser toreros son primeramente personas y como tales hay que formarlas. Después, si tienen las necesarias aptitudes, se les instruirá para ser toreros.

El devenir de las escuelas de tauromaquia

Creo que es válido hablar de un antes y un después de Tauromagia Mexicana. El proyecto que abanderó Julio Esponda en todos los países en los que la fiesta de toros es – y quizás también en los que no tiene lugar – produjo aquí en México una profusión de escuelas taurinas. Y el modelo que tomaron como ejemplo fue precisamente el de Tauromagia

Esas nuevas escuelas han acercado la enseñanza de la tauromaquia a los jóvenes, quienes ya no tienen que desplazarse de sus lugares de origen. Algunas son apoyadas por instituciones oficiales y otras son sostenidas por particulares o empresas, con la finalidad de mantener viva una tradición muy nuestra. No cabe duda de que los buenos ejemplos se imitan.

La firma de Julio Esponda está allí, vigente en cada una de ellas, pues lo que logró en un breve espacio de tiempo, animó a los demás a seguir sus pasos. Como dijo José Martí, ese es el mejor autógrafo que un hombre puede dejar. ¡Que descanse en paz!

domingo, 22 de agosto de 2021

Agosto de 1971: La apoteosis de Curro Rivera en Bilbao

Curro Rivera
En el segundo tercio del mes de agosto de hace medio siglo, Curro Rivera iba alcanzando el ecuador de su campaña en ambos lados del mar, pues toreó en total 81 corridas de toros. 23 en América y 58 en Europa. Las tardes de los días 17 y 19 de ese agosto, inmersos en la Semana Grande bilbaína, representaban sus actuaciones 37 y 38 del calendario, es decir, casi la mitad del total. Y las solventó en el mismo tono que las del principio, en un aire de triunfo rotundo, dentro de carteles redondos y en este particular caso, arropado por el cariño de la afición, dado que su madre, doña Ángeles Agüero Ereño, era originaria de esa tierra.

Antes de 1971 y a partir del 19 de junio de 1962, fecha en la que el actual coso de Vista Alegre está en funcionamiento, habían actuado allí Alfredo Leal (1962), Manuel Capetillo (1963), Joselito Huerta (1964) y Manolo Martínez (1969 y 1970). Únicamente lograron cortar oreja Capetillo y Huerta, que además fue herido por el segundo de su lote de su segunda tarde. A esta relación debiera sumarse el nombre de Antonio Campos El Imposible quien se quedó anunciado para el 20 de agosto del 63, pero habiendo sido herido el día 15 anterior en San Sebastián, fue sustituido por Vicente Fernández El Caracol.

La presentación de Curro en Bilbao

Como lo señalaba antes, se presentó en la tercera corrida del ciclo – de un total de ocho – alternando con Diego Puerta y Dámaso González en la lidia de toros de los herederos de Manuel Arranz. Para el hijo de Fermín, el de San Luis, fue llegar y besar el santo. Quien firmó como Manolete, en el diario Norte Exprés, de Vitoria, relata:

Curro Rivera era esperado en Bilbao con mucha ilusión. No en balde su madre es de aquí. Su triunfo ha sido importantísimo. Y el muchacho ha concedido tanta importancia que, cuando iniciaba la vuelta al ruedo con las dos orejas del toro de su presentación en la mano, ha indicado a su apoderado con gesto significativo que mandase cortar la cabeza de «Botijero». Una cabeza que se llevará orgulloso para su México natal y que perpetuará el recuerdo de esta gesta con un toro astifino que hubiera quitado el tipo a muchos que presumen de toreros. Le había lanceado muy bien y brindado su muerte al público. Inició su faena con una serenidad y un son fenomenales. Y la faena fue a más. A las series de redondos, larguísimos y templados, sucedieron los naturales implacables y los de pecho de pitón a rabo. Dejó el sello de su personalidad en esos muletazos precedidos de un giro para vaciarse al toro por arriba, y se adornó con molinetes y abaniqueo, para meter un estoconazo hasta la mano, un poco pasado de tanto atracarse. Y las dos orejas, como he dicho, fueron a sus manos…

La reglamentación de las plazas del País Vasco exige que para la salida en hombros se deben cortar las dos orejas a un mismo toro. Pues Curro Rivera lo consiguió al primer intento. Ese toro lo brindó al público, ante la imposibilidad de hacerlo a su tío, el gran torero bilbaíno, Martín Agüero, quien quizás no pensó poder sobrellevar la emoción de ese momento. El que firmó como Pepe Luis, en la Hoja del Lunes salida en Madrid el 23 de agosto siguiente, al hacer el resumen de la feria, escribe:

Fermín preguntaba por su cuñado Martín Agüero, el que fue gran matador y hoy asesora al presidente de la plaza bilbaína. Martín había desaparecido, y luego se supo que se escondió, para ocultar su emoción, en una grada alta, confundido entre el público. Curro le buscó inútilmente para brindarle un toro…

La salida en hombros la compartió Curro con Dámaso González, en tanto que Diego Puerta en esta ocasión se tuvo que contentar con una vuelta al ruedo después de la muerte del cuarto de la tarde.

Un par de días después de la corrida, Fernando Múgica y Antonio Petit, para el diario bilbaíno La Gaceta del Norte, lograron sentar en torno de una mesa a Martín Agüero, a Fermín Rivera y a Curro junto con el ganadero de Rancho Seco, don Carlos Hernández Amozurrutia. Les hicieron una extensa entrevista. Martín Agüero dijo acerca de su sobrino:

Yo debuté en Bilbao – decía Martín Agüero – el 3 de mayo del año 23. Lidiamos seis toros de Murube el Algabeño, Zurito y yo. Y se me dio bien la tarde. A cada toro le corté una oreja. La alternativa la cogí en Málaga, el 21 de agosto de 1924, con el toro «Sotillo» de Pablo Romero. Me la dio Chicuelo en presencia de Fuentes Bejarano.

¿Y usted que piensa de Curro?

¡Qué voy a decir yo...! A mí me parece extraordinario.

Cuando le llega el turno a Fermín Rivera viene a decir… En Bilbao debuté el 2 de mayo de 1946, para lidiar toros de Santa Coloma, con «El Estudiante» y con el Albaicín.

¿Cómo se dio aquella tarde, Fermín?

Estuve bien, pero sin llegar a lo de Curro el otro día. Yo no corté las orejas…

Martín Agüero, que anda con el chaval como un abuelo, no se para al decir: «Estoy contentísimo de cómo ha tratado el público bilbaíno mi sobrino.» …

La segunda tarde

El 19 de agosto se verificaría la quinta corrida de la feria. Toros de Carlos Urquijo para Santiago Martín El Viti, Francisco Rivera Paquirri y Curro Rivera. De nuevo un cartel bien rematado y un encierro de categoría y otra vez se alzaría con el triunfo. Y con un aliciente adicional, el toro de las orejas lo pudo brindar a su tío Martín Agüero. De nuevo recurro a la versión de Manolete en Norte Exprés de Vitoria, quien relata:

Por si era poco el que obtuvo en este ruedo el día de su presentación, hoy ha venido a reafirmarlo con otra faena de escándalo que le ha valido las dos orejas de «Robaleña». Un toro que había brindado a su tío Martin Agüero —todo un nudo de emoción en la vieja gloria taurina—, y al que toreó soberbiamente con el capotillo, y en una fenomenal faena muleteril de signo marcadamente derechista, pero con largura, con temple y con ligazón perfecta. Hubo garra, tremendo valor, y hondura en todo cuanto hizo. Pinchó en lo alto, y a renglón seguido agarró una estocada hasta la mano, un tanto pasada y tendida, pero que hizo doblar. Dos orejas y vuelta triunfal…

Tabaco y Oro, en La Gaceta del Norte del día siguiente del festejo, dentro de su crónica titulada El sobrino de su tío, remata:

El brindis de Curro Rivera, a su tío, nuestro Martín Agüero, ha simbolizado la devoción de Curro por su tierra materna. Muy agradecidos al brindis y a la entrega de Curro. Y felices todos con su triunfo legítimo, indiscutible, total. No ha sido, no, una visita de cumplido la del sobrino de su tío…

Paquirri dio tres vueltas al ruedo tras terminar con el quinto, con bronca de pronóstico al presidente, señor Carbajo por no darle las orejas y El Viti tuvo una tarde de esas que no entran en los particulares recuerdos de los toreros.

El balance de su actuación en Bilbao

Pepe Luis en la ya citada Hoja del Lunes madrileña, hace el siguiente recuento:

Curro Rivera es uno de los triunfadores de esta feria. En el bravo Arranz, al que supo entender, y con los Urquijo, se mostró torero y valiente, buen estoqueador y con sitio siempre. En honor a sus paisanos “estrenó” el pase de su creación: el “circurrete”, suerte para la que hay que tener una buena dosis de valor, aguante y facultades. Me gusta más el pase – o ligazón de dos, sin solución de continuidad – que su nombre, apócope o abreviatura - me parece a mí – de “currículum vitae”. En su éxito en Bilbao no intervino, aunque ayudó, lo sentimental y emotivo…

Se develó el misterio de esas suertes que se describieron como esos muletazos precedidos de un giro para vaciarse al toro por arriba…, resultaron ser el circurret, suerte novedosa en aquellas tierras y que era de la signatura de la figura del toreo en ciernes.

Agosto del 71 cerró de gran manera para Curro Rivera. En el número de El Ruedo, salido a los puestos el 31 de ese mes, apareció la siguiente información:

Reunido el Jurado para la concesión del “Capote de Oro” del Club Colavidas, III Trofeo al triunfador de la Feria 1971, se acordó, por unanimidad, otorgarlo a Curro Rivera, por el conjunto de su labor en las corridas que ha toreado. Firman el acta don Juan José Abrisqueta, presidente del Club Cocherito; don Ángel Eleicegui, vicepresidente del Club Taurino; don Luis Uruñuela, crítico del diario “Hierro” y de “Hoja del Lunes”; don Emiliano Uruñuela, crítico de Radio Bilbao; don Carlos Barrena, crítico de “El Correo Español”; don Antonio Díaz – Cañabate, de “ABC” de Madrid; don Vicente Zabala, de “Nuevo Diario” y TVE; y don Alfonso Navalón, de “Informaciones” …

Es decir, contra cualquier pronóstico, Curro Rivera terminó alzándose como el triunfador de esa edición de la Semana Grande, así como también resultó ser el primero y hasta esta fecha el único torero mexicano que ha abierto la puerta grande de ese coso.

Hace 50 años había feria y toros en Bilbao y el triunfador absoluto fue un torero mexicano. Hoy las cosas están en una especie de puntos suspensivos. Esperemos que pronto se den las condiciones para reanudar con la normalidad que sea posible las actividades de las ferias alrededor del mundo.

domingo, 15 de agosto de 2021

15 de agosto de 1926: Se presenta la ganadería de Matancillas en El Toreo de la Condesa

La historia de La Punta y Matancillas es un poco el reflejo el de la vida de quienes fueron sus fundadores y por muchos años sus propietarios, don Francisco y don José C. Madrazo. La primera, el hierro titular de la casa, el que vino a pasar a la historia como uno de los fundacionales de la actual cabaña brava mexicana y el segundo, en un plano más recatado, como una derivación de gran categoría que vino a ser el que regó en muchas otras ganaderías nacionales la sangre de Parladé, porque es una verdad sabida, que los señores Madrazo nunca cedieron por ningún título, vacas con el hierro de La Punta con fines de reproducción.

Sin embargo, la finca de Matancillas, contigua a la de La Punta, sería el lugar en donde ésta última fraguaría su grandeza. Don Francisco Madrazo Solórzano, en su obra El Color de la Divisa, narra lo siguiente:

La historia de nuestra casa... principió en un tentadero realizado en la finca de Matancillas, en el potrero de las Cacalotas, en una plaza construida de piedra sobre unas viejas tapias de calicanto. 

Era el mes de noviembre de 1921, y se celebraba una tienta de las vacas primitivas. Mi padre invitó a su gran amigo, Juan Belmonte García – que por entonces hacía su segunda campaña en cosos mexicanos – a torear unas terneras.

El trianero permaneció durante toda la faena sentado en los tejadillos de la plaza. No bajó ni una sola vez a darle un capotazo a las vacas, que toreaban – como podían – amigos íntimos de la casa: Tono Algara, Luis Vidrio y Pepe Cobián, auxiliados por el matador hidrocálido Rodolfo Rodarte.

Al terminar el tentadero, durante la comida de cordero al pastor, servido a pleno campo, Juan le dijo a mi padre: “Mire Paco, si usted es ganadero sólo por divertirse, lo que tiene está bien. Pero si usted quiere ser de verdad un criador de toros bravos y competir con los de su país sin desdoro, mate todo lo que hoy tiene. Venga a España, que yo con mucho gusto sabré aconsejarle en lo que compre, para que, con eso, y al cabo de un largo tiempo, pueda usted enorgullecerse de La Punta. Yo conozco, y soy muy buen amigo de varios ganaderos de lo mejor, que estarán dispuestos a venderle una punta de vacas escogidas y toros padres seleccionados por tienta y reata, de lo más selecto de sus piaras. Piénselo bien, y cuando usted lo decida, avíseme. Estaré, como siempre, dispuesto a servirle lo mejor que me sea posible...

Y es que, en esos años, la actual finca de La Punta no existía, pues se empezó a construir hasta 1927 y entonces las pruebas del ganado de lidia, originario primero de San Nicolás Peralta con toros padres de Parladé y Saltillo y después, procedente de San Mateo, se hacían precisamente en Matancillas, en la plaza levantada allí a ese efecto. Pocos años después, Matancillas iniciaría su andadura con nombre propio por los ruedos de México.

La 14ª novillada de la temporada 1926

El día de la Asunción de 1926 se celebraría la 14ª novillada del ciclo correspondiente a ese calendario. Se anunció la presentación de la ganadería de Matancillas – como fracción de La Punta – con un encierro para Julián Rodarte, Edmundo Maldonado Tato y la revelación Fermín Espinosa Armillita Chico. La publicidad anunciadora del festejo en el semanario Toros y Deportes, señalaba que la sangre de la ganadería era cruza española de Parladé, cuestión que luego veremos, resulta algo inexacta.

Los toros de La Punta, después de la importación de la simiente parladeña, se distinguieron, la mayor parte de su tiempo, por ser negros. Esa uniformidad en su capa produjo en don Francisco Madrazo Solórzano, una cierta fascinación por los toros de pintas diversas – raras, les llama él – y en su ya citada obra, hace este apuntamiento:

En los viejos libros de la casa vienen las fichas de dos novillos jaboneros. “Garrapato”, Nº 44 y “Palomito”, Nº 49, ambos hijos del toro de Parladé, con vacas de San Nicolás Peralta. El primero de ellos, lidiado por Fermín Espinosa “Armillita”, – novillero – en El Toreo de la Condesa, el 15 de agosto de 1926; y el segundo, regalado por mi padre a su gran amigo y aficionado práctico, don Luis Vidrio… El lote primitivo se mandó matar íntegro, y no volvimos a tener “pintas raras” en La Punta...

Es decir, el encierro de la presentación de Matancillas en El Toreo no era de origen Parladé puro, don Paco menciona al novillo jabonero número 44 y más adelante veremos que Verduguillo hará referencia a otro colorado ojo de perdiz, también del lote de Armillita. Y tiene su lógica, apenas hacía poco más de un año que el ganado adquirido por medio de Juan Belmonte, de Campos Varela, había llegado a La Punta, por lo que era materialmente imposible que estuviera en posibilidad de lidiar, aunque fuera una novillada de ese origen en tan breve tiempo.

El triunfo de Armillita

Rafael Solana Verduguillo, tituló su crónica publicada en su tribuna del Toros y Deportes salido a los puestos el día 17 siguiente: Triunfó Fermín el Sabio. Lo grande ese día, lo realizó ante el segundo de la tarde, del que relata:

Voy a ocuparme en primer lugar de la labor de Espinosa, porque fue el amo de la situación esta tarde. En segundo lugar, apareció un becerrote crecidito, castaño, ojo de perdiz, y con dos buenos pitones… el coahuilense logró quedarse con el animalito, y soltó una, dos, tres, cuatro verónicas estupendas, conservando los pies quietos y juntos, mandando únicamente con los brazos y pasándose por la barriga hasta el último pelo de la cola. Nos pusimos de pie, y ovacionamos esos cuatro lances maravillosos; vinieron después dos verónicas más, solamente buenas, luego un farol regular, y un recorte ceñido y vistoso…

“Armillita” encontró a su primer enemigo barbeando las tablas y con pocas ganas de pelea. Buscó al de “Matancillas” en el terreno que éste eligió; allí le dio un muletazo por alto, dos ayudados por bajo, obligando y consintiendo mucho para que el morito no se marchara. Un ayudado por bajo más, y el de costado con la derecha, aprovechando el viaje. Esto causa alboroto en las galerías, y, naturalmente, la escena se repite; sólo que esta vez el toro se va con la música a otra parte. Ya lo esperábamos.

En la zona de toriles, se desarrolla ahora la escena. “Armillita” que conoce las querencias muy bien y por eso digo que sabe mucho de estas cosas, se mete en el terreno enemigo; ahí pesan los toros. Dos ayudados por bajo, y después un natural con la zurda, corriendo muy bien la mano, otro igual, pasándose los pitones horrorosamente cerca, y el tercero nos pone los pelos de punta porque vemos como el maestrito ha tirado del toro, y se lo ha pasado por delante con la velocidad de un galápago. Así.

El toro sigue peleando en su querencia, y el torero sigue metido en ese peligroso terreno, porque sabe que ahí es donde las dan y las toman. Otra serie de tres naturales, soberbios, torerísimos. La cuadratura se logra, Fermín entra derecho, y sepulta la mitad del estoque en el mismo hoyo de las agujas; segundos después, el toro cae sin puntilla.

La concurrencia se pone de pie y aclama al maestro; y aparecen los albos pañuelos pidiendo la oreja, que el regidor Rochín concede. Nueva ovación y petición de la otra oreja. Y otra ovación más, y ahora es el rabo lo que exige la afición para el torero triunfador. Dos vueltas al ruedo, salida a los medios. ¡El delirio! ¡Bravo “Armillita”!

El devenir de Matancillas

Los hermanos Madrazo comenzaron a lidiar los productos del ganado de origen Parladé que importaron a partir del año de 1927, cuando se obtiene el cartel para la ganadería de La Punta tras de lidiar una corrida completa en El Toreo de la Condesa, el 23 de enero, para Chicuelo, Emilio Méndez y Marcial Lalanda

Matancillas dejaría de ser fracción de La Punta en 1942. Tendría ya su propio hierro y divisa. Cuenta doña María Luisa Solórzano:

Los hermanos Madrazo escogieron la divisa color oro, gris y rojo, y el hierro es como una flor de lis con círculo. Cuando formaron la ganadería de Matancillas, en 1942, escogieron el mismo hierro, pero sin el círculo, y los colores verde y negro para la divisa…

Y así, Matancillas, ya con hierro y divisa propios, la ganadería predilecta de Conchita Cintrón – en 1939, mató con Jesús Solórzano y Alberto Balderas, la camada completa – presentó su primera corrida de toros en El Toreo de la Condesa el 10 de enero de 1943, para el nombrado Rey del Temple, Lorenzo Garza y Carlos Arruza.

Mucho se afirmó que en Matancillas se dejaban las vacas que no superaban los exigentes criterios de selección de don Francisco y don José C. Madrazo, pero que tampoco merecían ser desechadas. Yo agregaría que quizás también iban allí aquellas que, habiendo superado la prueba, no eran absolutamente negras, al igual que los machos que tentados con el caballo, superaban la prueba, pero no la de la negrura o que allí se ensayaban cruces entre familias antes de establecerlos en La Punta.

Nombres ilustres de toros de Matancillas son entre otros Cirilo, aquel toro con el que el Faraón Silverio dijera más de una vez, que hizo la mejor faena de su vida; Mañico, el novillo que fue cima y sima para Rafael Osorno; Tepiqueño, un novillo que encumbró a Finito en Guadalajara, o Solimán, otro novillo que nos mostró los espléndidos alcances de Jesús Solórzano aquí en Aguascalientes.

Aproximadamente en 1958 los caminos de La Punta y Matancillas comenzaron a separarse. Esta última quedó en la titularidad exclusiva de don José C. Madrazo, quien la conservó hasta el año de 1967 y al salir de la familia de sus fundadores, varió su base genética. Sin embargo, durante noventa y cinco años ya, su nombre ha estado presente en las principales plazas y ferias de México y de la América taurina durante una buena parte de ese casi ya un siglo.

Aldeanos