23 de abril de 1971: Baile de corrales, tedio y una oreja para Alfredo Leal
La tercera corrida de la feria de 1971 fue accidentada. El encierro de Javier Garfias fue rechazado por impresentable y de los toros que trajo para sustituir lo que envió de inicio, solo superaron el reconocimiento tres. Al final, se remendó el encierro con otros tantos de El Junco y si sumamos el de rejones que era de Suárez del Real, en la noche de ese 23 de abril, acabaron lidiándose toros de 3 hierros distintos. El problema fue, que no se le anunció a la poca concurrencia al festejo, ni el cambio en los toros a lidiar, ni la procedencia de lo que iba saliendo de toriles.
Así pues, poco para contar hay de la corrida. La versión de don Jesús Gómez Medina en El Sol del Centro, aparecida al día siguiente del festejo, es del tenor siguiente:
Tediosa y deslucida resultó la 3a de Feria
Una ensalada de toros sin casta y sin bravura, estropeó el festejo
Tras la fiesta de toreo grande en que el arte de Manolo Martínez convirtió a la corrida del jueves, la de ayer, en cambio, fue apenas un tibio remedo de la anterior.
En ocasiones, inclusiva, la parodia degeneró en caricatura grotesca del espectáculo taurino, haciendo más rotundo el contraste con la brillante jornada de la víspera. Así ocurrió al comparecer el sexto, un astado con tipo y hechuras de buey, en el que los espectadores, que no los aficionados, creyeron encontrar un toro bravo.
Esto nos lleva a considerar la importancia definitiva que tiene las buenas o malas condiciones de los bureles, para la brillantez o fracaso de un festejo. No en balde se llama éste – y se llamará mientras exista – corrida de TOROS; aunque el público actual, tan enemigo de ahondar en los problemas de la fiesta, menosprecia al astado, al que inclusive llega a olvidar, y no tiene ojos y atención, sino para el torero.
Una desagradable ensalada cornuda
A última hora, en atención a que la ganadería de Garfias no podía presentar un encierro decoroso, se hizo necesario completarlo con tres toros de El Junco, amén del de rejones, de Suárez del Real. Fue, pues, aquello, una ensalada cornupetil formada con ingredientes de mala calidad.
Más censurable aún es hecho de que no se haya informado al público sobre la procedencia de cada astado. De esto, la culpa íntegra es de la autoridad; debió ésta exigir que, con el nombre y el número de cada toro, se anotase también el nombre de la vacada de donde procedía; mas está visto que tan respetable señor, a tono con la época de viajes interplanetarios por que atravesamos, continúa viviendo en la luna.
Pero, en fin, olvidemos este pequeño detalle y concretémonos a considerar que está visto que, en el Coso San Marcos, es de todo punto inútil sugerir modificaciones que contribuyan a dar más brillantez y categoría al espectáculo. Quede todo como está, por los siglos de los siglos...
Ahora bien, de los siete bureles lidiados, el de rejones fue más o menos manejable; los seis restantes, sosos, tirando a mansurrones. Los mejores, el primero de lidia ordinaria y el quinto; el peor, el último, manso a carta cabal.
La corrida
Poco hay que decir de ésta. Gastón Santos, ejecutor brillante del rejoneo a la portuguesa, lució ampliamente su habilidad y gallardía como jinete y clavó varios rejones y pares de banderillas entre ovaciones. Se adornó inclusive con la suerte de la rosa y, luego de un rejón de muerte, en su sitio, echó pie a tierra para terminar con la vida de su enemigo con habilidad y decisión. Palmas estruendosas y vuelta al ruedo.
Alfredo Leal, con su primero, exhibió su buen estilo, su excelente planta torera. Muleta en mano, tras dos espectaculares pases por la espalda, a pie quieto, eslabonó tandas de templados y quietos derechazos y pases naturales; se adornó en diversas formas, con oportunidad y buen gusto, y concluyó con la vida de su enemigo mediante un pinchazo y la estocada. Ovación, oreja y la vuelta al ruedo de rigor...
La entrada, la más floja de la Feria. Indudablemente los aficionados “olieron” lo que iba a ser la corrida...
Así pues y con todo en contra, Alfredo Leal, con su clase y su torería salvó del desastre un festejo que iba encaminado a ello, más que nada, por la falta de seriedad del ganadero titular, que no presentó el encierro adecuado a la categoría de la plaza y del festejo para el que había sido contratado y por los despropósitos de la Autoridad, que tampoco cumplió con su cometido, advirtiendo a la afición de los cambios sufridos en el programa inicialmente anunciado, pero eso, seguirá sucediendo per sécula. Hasta mañana en este mismo espacio.