La proyección hacia el futuro de la apuesta de Guillermo González Muñoz
Guillermo González y José Julián Llaguno en el callejón de la Plaza San Marcos (Archivo Carlos Meza Gómez) |
En otro artículo de esta serie había apuntado que después de la Feria Guadalupana de 1956 en El Toreo de Cuatro Caminos no se había intentado, con visos de permanencia, otro ejercicio de implantar una feria a la española en ninguna otra ciudad mexicana, donde se seguía prefiriendo el concepto de temporada, con festejos semanales en una determinada época del año.
En la Ciudad de México es aún más notorio el rechazo a ese tipo de programación, pues tras de la experiencia de ese 1956, se volvió a intentar en el Palacio de los Deportes en los años 70 y 80 y alguna vez en la Plaza México en un fin de semana largo cercano a un 5 de febrero con escasa respuesta de público y afición e insisto, allí prima la idea de dos temporadas bien diferenciadas, la de otoño – invierno para las corridas de toros y la de primavera – verano para las novilladas y eso es así casi desde los inicios del Siglo XX.
Cuando Guillermo González Muñoz digamos, injerta la idea que don Livinio Stuyck posicionó en Madrid a partir de 1947 – pese a la oposición de personajes como el Marqués de la Valdavia, que no quería que se llamara Feria de San Isidro, sino algo así como Corridas Extraordinarias del Santo Patrono, para no dar un “toque pueblerino” al serial –, era difícil predecir cuál sería el desenvolvimiento en el futuro próximo de una feria así, porque si bien, en ese 1971 cuatro de las seis corridas se saldaron con llenos de acuerdo con las crónicas revisadas, la tónica respecto del ganado lidiado fue su escasa presencia y su desesperante falta de bravura.
Pero aún en esas condiciones, Guillermo González Muñoz repetiría la experiencia al año siguiente, aumentando el número de festejos y logrando llenar la plaza casi en la totalidad de ellos, pese a que para ese calendario no logró la contratación de Manolo Martínez, por lo que la serie de corridas descansó sobre Curro Rivera. Ante tales evidencias, empresarios como Ignacio García Aceves, Joaquín Guerra y varios más, comenzaron a ofrecer propuestas similares en las plazas que regentaban, al ver que el modelo funcionaba.
Entradón en la Plaza San Marcos Ca. 1971 (Archivo Carlos Meza Gómez) |
Así pues, este tipo de feria que se dio por primera vez en Aguascalientes en 1971, resulta ser un parteaguas en la historia del empresariado taurino mexicano. A partir de ella las celebraciones cívicas y patronales de las ciudades taurinas de México se disfrutarían con series continuadas de festejos y no con alguno destacado, pero aislado dentro o fuera de una temporada.
Sobre los resultados que se iban produciendo, se fueron haciendo correcciones al esquema original. Por ejemplo, entre nosotros no se utiliza el esquema del abono, que implica que el titular de éste debe retirar la totalidad de las entradas del ciclo que el mismo ampara, generalmente con un descuento sobre el precio suelto de las mismas; aquí se aplica el derecho de apartado, que es un sobre precio que se paga a la empresa por reservar la entrada hasta un cierto plazo antes del festejo – en Aguascalientes son 72 horas – y el titular del apartado puede decidir si lo retira o no. En los festejos de entre semana, aunque fueran nocturnos, se veían entradas magras y además, tienen el sambenito de que la luz artificial afecta el juego de los toros; por esa razón, se procuró agrupar los festejos en la cercanía de los fines de semana, para darlos siempre de día y así se ofrecen en tres o cuatro bloques, para garantizar mejores entradas, eliminando al tiempo los nocturnos, que al inicio del esquema, permitían dar festejos todos los días de la semana.
El éxito así fue rotundo. La Plaza de Toros San Marcos tiene capacidad para cuatro mil espectadores. En 1971 tenía 75 años de ser el centro de la atención taurina de nuestra feria. Para 1973 se había convertido en un escenario insuficiente por su capacidad y en 1974 se dio en ella la última feria completa – el 24 de abril 1996 se ofreció una corrida suelta por el centenario de su inauguración – que albergara, porque para 1975, el serial se mudó a la nueva Plaza Monumental Aguascalientes, que en esos días duplicaba la capacidad de la San Marcos.
La otra cara de la moneda
Vista aérea de la Plaza San Marcos (Foto: Google Maps) |
El otro aspecto de la Feria de San Marcos así concebida, es que poco a poco se fue diluyendo la idea de una temporada de toros fuera del tiempo de feria. Mientras Guillermo González Muñoz tuvo el manejo de las cosas de la fiesta aquí, centró su esfuerzo en esa feria y procuró conservar algunas fechas tradicionales como la Navidad, el Año Nuevo, el 15 de agosto, el 16 de septiembre o el 20 de noviembre, además de tener un sagaz sentido de la oportunidad para aprovechar fechas sueltas de toreros importantes y ofrecer corridas extraordinarias de gran atractivo.
Pero los tiempos cambiaron y las empresas también. Hoy, esa aportación de Guillermo González Muñoz es el único eje de la Fiesta en Aguascalientes y en la mayoría de las ciudades taurinas de México, que con alguna variación insustancial, consideran así solventado su compromiso con sus respectivas aficiones.
Desde aquí expreso mi reconocimiento a un gran empresario, aficionado y por qué no, revolucionario en estas cosas, don Guillermo González Muñoz, quien hace 40 años le dio a nuestra Feria de San Marcos, la identidad y la estructura que hoy tiene.
Xavier:
ResponderEliminarLo que son las cosas. Una idea que parecía estupenda para la fiesta, la de las ferias, puede ser nefasta para ésta, si nos atenemos a lo que ocurre actualmente. Ahora estamos en los momentos de echar de menos las temporadas en todas las plazas, sobretodo en las importantes. Ahora, ante lo que se me viene encima a partir de mañana, quizás preferiría que todos los festejos estuvieran más fragmentados y así no tener que despedireme de la familia, amigos y enemigos durante el próximo mes.
Un saludo