domingo, 29 de junio de 2025

29 de junio de 1965: Presentación de Jesús Solórzano en ruedos de España

La muy taurina Cádiz es hoy en día una ciudad sin plaza de toros. Está por cumplirse medio siglo de que el último coso que tuviera fuera derribado y casi seis décadas de que en él se diera la última corrida de toros. Sin embargo, desde el siglo XVIII existen evidencias históricas, como nos lo describen escritores gaditanos como Guillermo Boto Arnau o Francisco Javier Orgambides Gómez, de la existencia y funcionamiento de plazas de toros en las que se presentaron las principales figuras del toreo de sus respectivas épocas. 

La última, que, por cierto, fue la única de obra, tuvo una vida relativamente corta, porque operó entre 1929 y 1967, siendo cerrada por una serie de problemas estructurales y por la renuencia del ayuntamiento de la antigua Gades a invertir en su reparación, como nos lo refiere el nombrado Francisco Javier Orgambides:

Pero la plaza murió joven. Al finalizar el festejo del 17 de julio de 1967, el arquitecto municipal Sánchez Esteve – que también era técnico municipal cuando se construyó el coso – informó al alcalde – el hijo de quien tan decididamente había impulsado el edificio – del estado ruinoso de una parte de la plaza y del peligro que corrían los espectadores. Había ruina estructural en uno de los cascos de la plaza próximos al mar... Se acordó el cierre del coso nombrándose una comisión en la que además de Sánchez Esteve se integraron el ingeniero Moreno Torres y dos arquitectos designados por su colegio profesional, para estudiar el problema. En el estudio se concluyó que la plaza debía permanecer cerrada hasta su reparación, que proyectaron y presupuestaron en 12.572.000 pesetas...

A partir de esa fecha la plaza de toros de Cádiz permaneció cerrada y fue aprobada su demolición en agosto de 1976, iniciándose casi de inmediato las obras, para terminarse a finales de octubre de ese mismo año. Ese fue el final de una plaza de toros histórica.

Los Solórzano en la plaza de Cádiz

Los hermanos Jesús y Eduardo Solórzano, en la década de los treinta del pasado siglo, consiguieron tejer una profunda amistad con la familia Domecq que estaba afincada en Jerez de la Frontera. Eso les permitió en algunos años, hacer el invierno en sus fincas de aquellos lares, pero también acomodarse en los carteles de las plazas del llamado Rincón del Sur, sobre todo cuando ellos iniciaban por aquellas tierras su andar por los ruedos. 

Así, quien después sería conocido como El Rey del Temple, en 1930, la campaña que cerraría con su alternativa en la sevillana Feria de San Miguel, se presentó allí en tres ocasiones, los días 01 de junio, 05 de julio y 10 de agosto, alternando en el segundo de esos festejos, con Alberto Balderas, el futuro Torero de México y en el tercero con Carnicerito de México en el cartel.

Por su parte, en 1934, su hermano Eduardo tendría una actuación destacada en el coso gaditano al presentarse allí el día primero de junio, cuatro años justos después de la primera actuación allí de su hermano mayor. Así pues, los Solórzano toreros, tenían historia escrita en Cádiz.

Jesús Solórzano hijo

El hijo de El Rey del Temple se había presentado como novillero en Nogales en 1962, debutó en la Plaza México en 1963, con el hijo mayor de Armillita se presentó en Lima en 1964 y el 18 de octubre de ese mismo año, le cortó en la propia Plaza México el rabo al novillo Bellotero de Santo Domingo, en festejo televisado a nivel nacional.

A inicios de 1965, Jesús Solórzano hijo anunció su interés de hacer campaña en ruedos hispanos, trasladándose a la península para hacer tentaderos y adaptarse al toro de aquellas tierras. Al tardarse su presentación, la prensa de estos lares comenzó a elucubrar sobre esa dilación y a achacarla al incumplimiento del convenio. Se publicó entre otras cosas, lo siguiente en el ejemplar de El Ruedo fechado el 8 de junio de 1965:

Lean la versión que da un conocido cronista – Juan de Marchena – del caso de Solórzano; «Jesús Solórzano, Jr., ha decidido regresar de España. Auténtico novillero puntero, autor de la mejor faena de Ja temporada veraniega del año pasado, una faena, además, de las mejores que se han visto, en verano o en invierno, en la plaza capitalina. Durante tres meses Solórzano ha esperado que se le abrieran las puertas de alguna plaza española. Tiene derecho a una plaza de cierta categoría, por lo menos, para empezar, o a integrar un cartel adecuado y de importancia. Después de tres meses de inactividad, se le ofrece, de golpe y porrazo, y para darle un golpe y porrazo a su carrera, una novillada desesperada, alternando con dos desconocidos, en la plaza de Madrid y con novillos, seguramente, difíciles, traídos de Portugal. Un tropiezo en Madrid sería gravísimo y, tal vez, definitivo en la vida torera de Solórzano, que es acreedor, por su comprobado torerismo, a un trato decente y justo, que sería una expresión de reciprocidad, perfectamente lógica, correspondiente al trato que aquí reciben, por igual, figuras, segundones, maletas y maletillas que vienen de Ultramar. Pero en cambio, ya se rumorea que vamos a ver en los carteles de la plaza de Insurgentes los nombres de novilleros hispanos. Sé muy bien que otra vez, la enésima, voy a ser culpado de antiespañol. Pero nada más irritante, nada más indignante que la injusticia con que se trata a nuestros toreros en tierras de España...»

Sin evidencias o bases que sustenten las afirmaciones, se intentó justificar una inactividad que, por una parte, estaba por terminar y por la otra, quizás estaba planificada.

La inauguración de la temporada del 65 en Cádiz

La temporada de toros de 1965 en Cádiz llevaría dos fastos en su inauguración. El arranque de los festejos taurinos de ese calendario y la puesta en funcionamiento de un nuevo sistema de alumbrado de la plaza de toros, la que, a partir de esa fecha, sería anunciada como la Plaza mejor iluminada del mundo. Para la oportunidad, a celebrarse el 29 de junio de ese año, se anunció una novillada en la que actuarían el palentino Amado Ordóñez, el madrileñísimo José Teruel El Pepe y Jesús Solórzano, todos nuevos en esa plaza, ante un encierro de origen Hidalgo Barquero, vía Benítez Cubero de don Diego Romero Gallego

Gracias al encargado de la información taurina del Diario de Cádiz, Francisco Javier Orgambides Gómez, he obtenido la crónica del festejo publicada en ese medio, escrita por Francisco Gómez Carrasco, firmando FRANGOCA, misma que describe la actuación de Solórzano de la siguiente guisa:

El mejicano recibió al tercero de la serie con un arriesgado lance con ambas rodillas en tierra y otros en los que el novillo se le quedó. Colocó un gran par de banderillas, levantando muy bien los brazos y luego medio de superior ejecución. Brindó al público y empezó con dos muletazos rodillas en tierra siguiendo con redondos, dos naturales y una tanda de otros cuatro ligados con el de pecho. Un molinete arrodillado y dos manoletinas. Mató de media estocada sin puntilla. (Ovación, oreja y vuelta)… En el último, el mejicano puso a prueba su valor y su inteligencia ante un novillo peligroso que sólo buscaba el bulto. Lo lanceó con valor, clavó tres soberbios pares de banderillas y con la muleta toreó por redondos, naturales ceñidos y otros pases salvando con vista los derrotes de la res, que empitonó al torero al dar un pase por alto, derribándolo sin consecuencias. Entró sin igualar y dejó una entera atravesada, asomando la punta del acero y a renglón seguido, media que no necesita el puntillero. (Ovación y saludos)…

Como se puede ver, la actuación de Jesús fue casi redonda, pues por la precipitación al entrar a matar a su segundo, perdió seguramente el apéndice que le hubiera abierto la puerta grande. Destaca también la calidad que demostró con las banderillas y lo destacado de su toreo al natural.

No debo dejar de mencionar que Amado Ordóñez y El Pepe también cortaron una oreja cada uno al primero de su lote y que, en el segundo de este último, se tiró un espontáneo que se enfrentó con violencia a los agentes del orden que intentaron detenerlo.

El resto de la temporada de Jesús Solórzano

Al igual que su padre y que su tío, logró una breve pero intensa campaña apoyado por la familia Domecq y en ese calendario suma siete festejos, casi todos en el llamado Rincón del Sur, pues actuó posteriormente en las plazas de Sanlúcar de Barrameda (2 tardes), La Línea de la Concepción, Ayamonte, Jerez de la Frontera y Valencia. En ese ciclo actuaron allá otros novilleros mexicanos, como Manolo Espinosa Armillita, Raúl Contreras Finito, Joel Téllez El Silverio, Juan de Dios Salazar, Mario de la Borbolla y Juan Anguiano.

Ya volvería al año siguiente para presentarse en plazas de mayor responsabilidad y recibir la alternativa en Barcelona al final de la temporada, la que le serviría para escribir una serie de páginas importantes en la historia del toreo en México.

Aviso parroquial: Agradezco a mi amigo Francisco Javier Orgambides Gómez el haberme facilitado la crónica aparecida en el Diario de Cádiz que se cita en este texto y los apuntes hechos acerca de la plaza de toros de Cádiz, por su gran utilidad para lo que hoy les presento aquí.

domingo, 22 de junio de 2025

10 de junio de 1971: Reaparece en los ruedos Luis Miguel Dominguín

El 31 de mayo de 1970 se produjo un catastrófico sismo en el Perú, que pasó a la historia como el Sismo de Ancash, que causó el fallecimiento de 70 u 80 mil personas, la desaparición de unas 20 mil y alrededor de 400 mil lesionados. Fue, indudablemente una tragedia de extraordinarias proporciones que produjo la movilización de todas las diferentes agrupaciones de personas y de instituciones para intentar remediar, en lo posible, las carencias que generó ese fenómeno de la naturaleza.

El toreo, siempre solidario

Para el final de la temporada madrileña de ese año de 1970, se anunció la celebración de un festival taurino a beneficio de las obras de reconstrucción de los daños causados por el sismo en el Perú. Inicialmente se manejó que el cartel de toreros sería una terna formada por Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Manuel Benítez El Cordobés. El anuncio final se produjo con la fecha del sábado 10 de octubre de ese mismo año, con un mano a mano entre Antonio Bienvenida y Luis Miguel Dominguín, quienes enfrentarían seis novillos de Juan Mari Pérez Tabernero Montalvo. Creo interesante resaltar lo siguiente de ese festejo:

Al gesto de torear en Madrid unieron los dos diestros la honradez de hacerlo ante novillos – toros (ligeramente despuntados), que tuvieron más de toros que de novillos. Peso, edad, genio... En fin, nada de becerras festivaleras. Toros de pareja lámina y desigual comportamiento, lo que permitió a Antonio y a Luis Miguel lucir sus largas facultades de lidiadores, buscando en cada uno de ellos, los lances más oportunos, las suertes de más feliz ejecución...

Nada de becerras festivaleras..., señaló Andrés Travesí en su crónica del ABC madrileño, resaltando de la actuación de los maestros en el retiro – todavía – la eficacia con la que se condujeron y que motivó que, aunque el festejo fue largo – dice la crónica que duró dos horas y cuarto – que se los llevaran en hombros por la calle de Alcalá.

Ese ganado que ellos seguramente escogieron para el festival de Madrid me sugiere que, como se cuenta en las varias biografías que se han publicado ambos toreros se preparaban ese año 70 para reaparecer el siguiente calendario, pero ya vestidos de luces, en las plazas de España. Escribe don Carlos Abella en su libro Luis Miguel Dominguín a corazón abierto:

Luis Miguel decidió volver a los toros en 1970, y fiel a su trayectoria, se encerró durante el invierno para perder los kilos ganados en las «farras» y en los saraos de los últimos diez años, aunque durante ellos había procurado torear en el campo becerros y toros de su propia ganadería, comprada en 1960 a Dª Piedad Figueroa, y a los que ha marcado con un hierro que hace honor a su personalidad: los toros de Luis Miguel lucirán en el brazuelo el Nº 1.

Así pues, el festival de Madrid y el que torearían tanto don Antonio Bienvenida, como Dominguín en Huelva el lunes siguiente, a beneficio de la Hermandad del Rocío, con Litri, Chamaco, Diego Puerta y Paco Camino ante novillos del Marqués de Albayda, eran parte de una preparación, a esas alturas del calendario, intensiva, para romper a torear en la siguiente temporada.

La reaparición en Palma de Gran Canaria

Antonio Bienvenida había reaparecido en Madrid, en la Feria de San Isidro el día 30 de mayo de 1971, mientras que Luis Miguel Dominguín postergó la suya para cuando la temporada estuviera algo más avanzada y en una plaza de menor responsabilidad. Así, arregló con Octavio Martínez Nacional, diestro retirado y empresario de la Palma de Gran Canaria, volver a los ruedos en ese escenario de veraneo. El cartel que se formó para la ocasión, a celebrarse el jueves 10 de junio de ese año – Jueves de Corpus – fue con Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Miguel Márquez, quienes lidiarían un encierro de Samuel Flores, del que al final, solamente se corrieron cinco toros, pues el sexto fue sustituido por un sobrero de Soto de la Fuente. La tarde fue ventosa y eso condicionó el resultado de la corrida. Escribió Jerónimo Aguilar, corresponsal del semanario madrileño El Ruedo:

El fuerte viento reinante ha roto las ilusiones de cuantos acudimos a ver la reaparición de Luis Miguel «Dominguín»... Con lluvia se puede torear, con frío y calor, también; con viento, no. Es el mayor enemigo de la Fiesta nacional... Esto es lo que ha ocurrido esta tarde en la que tan sólo el joven diestro Miguel Márquez, por sus especiales condiciones físicas – su poca estatura le permite torear con el capote muy recogido o con muleta pequeña –, ha podido triunfar rotundamente... Si la tarde hubiera sido apacible, tenemos la seguridad de que el festejo habría hecho historia... Y no es que Luis Miguel nos haya defraudado, ni mucho menos; pero no le hemos podido ver en todo su esplendor... Ahora bien, sí que hemos podido ver a un Luis Miguel seguro, tranquilo, dominador, con esas mismas características que un día le situaron a la cabeza de la torería... No hemos asistido a un éxito de clamor de Luis Miguel «Dominguín», por causa del viento, como hemos repetido, pero sí a la efeméride de su reaparición y a poder comprobar que el maestro está en plenitud de facultades y podrá dar grandes tardes de toros. Y Dios quiera que sea por mucho tiempo...

Recibió una oreja del primer toro de su lote y saludó desde el tercio en su segundo. Pero su presencia y sobre todo, el vestido de luces que estrenaba, era parte del atractivo de la tarde. Sigue escribiendo el corresponsal de El Ruedo:

¡Ah! El terno de Luis Miguel. Mucho se ha hablado de que iba a constituir una innovación grande. Desde el tendido nos ha parecido un traje precioso, liviano en las hombreras y, especialmente, en los bajos de la taleguilla, donde se aprietan los machos. Si es cierto que resulta mucho más cómodo para el torero que se han venido usando hasta ahora no hay pero que podamos oponerle, pues no rompe la ortodoxia de los trajes de luces...

Eran los vestidos de diseño picassiano que tenían la particularidad de ser más livianos que los convencionales. Se habla también que, en esa fecha, partió plaza con un capote de paseo que llevaba motivos dibujados por el poeta Rafael Alberti, pero eso, la prensa no lo refleja por razones comprensibles.

Antonio Bienvenida, quien también reaparecía en el coso de la Palma, cortó una oreja al toro que abrió la corrida y Miguel Márquez le cortó el rabo al tercero del encierro. La entrada apenas alcanzó, señalan los cronistas, la mitad del aforo del coso.  Así pues, sin ser una tarde de grandes triunfos, quedó señalada en la historia, como aquella que representó el último regreso a los ruedos de Luis Miguel Dominguín.

El devenir de ese retorno

La temporada de 1971 le representó a Luis Miguel 40 corridas de toros, en plazas de mediana responsabilidad, pues a excepción de las de Barcelona y San Sebastián, los demás cosos en los que actuó fueron de menor compromiso. En ese ciclo le dio la alternativa a José Mari Manzanares y al francés Roberto Piles

También regresó a México, donde toreó cuatro tardes entre el 10 y el 17 de octubre, en Monterrey, Guadalajara (2) y Tijuana, quedándose contratado para reaparecer en la Plaza México el 16 de enero de 1972, pero una fractura sufrida en una mano en Lima, lo mantuvo en el dique seco hasta después de las Fallas de Valencia, por lo que esa reaparición ya no se produjo.

Al año siguiente torearía 34 en España y 4 en Francia, pero ampliaría su presencia en plazas de importancia al acudir a las ferias de Bilbao y Santander y reaparecería en Madrid – Carabanchel – el 9 de julio de ese año, alternando con Curro Romero y Eloy Cavazos.

Y terminaría su andar por los ruedos en 1973 con 45 corridas en España, iría a las ferias de Valencia y de Sevilla y reaparecería en la plaza de Las Ventas el 9 de junio, nada menos que en la Corrida de la Beneficencia, alternando con El Viti y José Antonio Campuzano, quien confirmaba la alternativa, enfrentando la terna toros de Manuel Arranz.

El 23 de septiembre de ese 1973, en la apertura de la Feria de la Merced de Barcelona, toreó vestido de luces por última vez en su vida. Alternó con Francisco Ruiz Miguel y Julio Robles en la lidia de toros de Sepúlveda. Fue una tarde lluviosa, en la que el público no se mostró agradado con lo que le realizó a sus toros. 

Así es como se cerró la carrera en los ruedos de uno de los toreros más carismáticos que la historia reciente del toreo ha conocido.

domingo, 8 de junio de 2025

8 de junio de 1933: Armillita corta un rabo en Madrid en el homenaje a Martín Agüero

Foto de Baldomero aparecida en el diario La Nación
Madrid 9 de junio de 1933

El quinto toro de la sexta corrida del abono madrileño de 1928, celebrada el domingo 20 de mayo, llamado Aceitero, marcado con el número 6, de los herederos de Esteban Hernández, ganadería conocida en sus mejores días como los pablorromeros de Madrid, le infirió una cornada al diestro bilbaíno Martín Agüero.

El parte facultativo que rindió el doctor Jacinto Segovia acerca del percance sufrido fue el siguiente, según se publicó en el diario La Libertad:

«Durante la lidia del quinto toro ha ingresado en esta enfermería el espada Martin Agüero con una herida por asta de toro en la cara posterior, tercio superior, del muslo izquierdo, que interesa piel, aponeurosis, músculos abductores, y tiene dos trayectorias: una hacia la tuberosidad isquiática y otra hacia fuera. Pronóstico menos grave. – El profesor Segovia.» 

En una primera impresión parecía un percance menor que permitiría a Agüero regresar a los ruedos en unas cuantas semanas, pero de la descripción de las lesiones, no se advierte un puntazo corrido en el pie izquierdo y que quizás, junto con el compromiso circulatorio en el miembro herido, impidió que la herida le cicatrizara debidamente. Pudo reaparecer el 29 de junio siguiente, y el 9 de agosto vuelve a ser herido en Bayona. Después de ese percance suma cinco tardes más en el calendario, advirtiéndose que tenía serias dificultades para caminar y reponerse delante de los toros.

Con esas limitaciones físicas, seguirá en los ruedos las campañas de 1929 y 1930 y en 1931, se le somete a una intervención quirúrgica para amputarle los dedos del pie izquierdo, anunciándose por la prensa taurina de la época por el mes de julio, que había quedado imposibilitado para torear. Martín Agüero tenía apenas 28 años de edad.

En 1933, hizo pública su retirada de los ruedos, porque después de probarse con vacas en tentaderos, se percató de que no estaba ya apto para enfrentar a los toros en los ruedos y así lo comunicó epistolarmente a la prensa española de la época. Publicó el diario madrileño La Libertad el 3 de febrero de ese año:

Martin Agüero se retira. El que fue excelente estoqueador de toros, Martin Agüero, nos escribe una carta en la que nos comunica que el intentar entrenarse para reanudar su profesión y convencerse de que no está en condiciones paira ello, ha decidido retirarse del toreo... Las esperanzas que abrigaban el matador bilbaíno, sus amigos y los aficionados a la fiesta taurina no se han confirmado, y Martin, inútil a consecuencia de la operación que tuvo que sufrir en el pie derecho, no volverá a vestir el traje de luces... Sinceramente lo lamentamos, porque toreros del temple de Martín Agüero, toreros de tan acrisolada honradez profesional, toreros que se «vayan detrás de la espada» y den con el pecho en el morrillo de los toros, van quedando tan pocos que no es fácil resignarse con la desaparición de uno de los más caracterizados cultivadores de la escuela. Y, además, cuando el torero se retira porque ha logrado alcanzar la meta de sus aspiraciones... pero en este caso de Martín Agüero, cuando en plena juventud y lleno de afición se anhela el triunfo y se ve rota la carrera, desvanecidas las ilusiones y truncado el porvenir, sólo puede producir amargura y tristeza...

Tras de hacer pública su necesaria decisión, los estamentos de la fiesta se pusieron en movimiento para intentar auxiliar al compañero caído, como enseguida lo veremos.

La solidaridad del toreo

Anunciado el retiro de Martín Agüero y las causas del mismo, prontamente se movilizaron los distintos estamentos de la fiesta para auxiliar al torero de Bilbao. No fue precisamente un camino de rosas el llegar a la corrida que en este momento me ocupa y una posterior celebrada en su tierra natal, como lo narra Alfonso, cronista del diario El Liberal, en su edición del 9 de junio de 1933:

Bombita tuvo el rasgo, de todos conocido y alabado, de crear el Montepío. Ha habido necesidad de llegar a estos tiempos para que la benéfica institución haya dejado de ser un culto para los toreros... Bombita, Vicente Pastor, Marcial Lalanda y Domingo Ortega han hecho verdaderos sacrificios para el sostenimiento de la misma. Hay que pintar el cuadro con toda dureza para que no se repita el caso de que un hombre como Martín Agüero, cuando se hallaba en el apogeo de su arte y de su fama, por un desgraciado accidente tuvo que abandonar la profesión, y se ha visto en la imprescindible necesidad de organizar este beneficio. Pues bien; cuando esto sucede hay diestros... que se niegan a torear la corrida del Montepío, o piden cifras tan fantásticas, que de antemano sabe cuál ha de ser la contestación... Hay que hacer un escarmiento serio para terminar con estas cosas. Medios legales existen para que los hombres de corazón – en la plaza y en la calle – se nieguen a actuar con los que anteponen su conveniencia particular al interés general de los compañeros desvalidos. Aislarlos es un beneficio...

Y, sin embargo, la corrida se pudo organizar, contando con Nicanor Villalta, Fermín Espinosa Armillita, Domingo Ortega y Fernando Domínguez, quienes enfrentarían en el inicio, un encierro de Julián Fernández, antes Vicente Martínez, del que al final, solamente se aprobaron cuatro toros, completándose el lote, con otros cuatro salmantinos de Clairac.

La corrida contó, además, con la presidencia honoraria de Vicente Pastor, diestro madrileño en el retiro, quien, en su día, también fuera presidente del Montepío de Toreros.

Los triunfos de Armillita y Ortega

Las crónicas de casi todos los diarios de Madrid se ocuparon de señalar primordialmente la faena de Domingo Ortega al toro Tesorero, número 32, corrido en tercer lugar, ante el que el torero toledano recuperó, en el sentido colectivo de los cronistas, el sitio que parecía tener perdido. Le cortó las dos orejas y se llevó una de las grandes ovaciones de la tarde.

Por su parte, Armillita tuvo una labor breve ante el primero de su lote, de Julián Fernández, el que casi al abrirse de capa lo volteó y le destrozó la taleguilla, dejando para la posteridad una imagen suya poco frecuente, pues tuvo que terminar la corrida con un pantalón de arenero, pues los destrozos a su vestido de luces, eran irreparables.

Armillita visto por Roberto Domingo
Diario La Libertad, Madrid 9 de junio 1933

Ante el sexto de la tarde, Saltillo, negro bragado y escurrido de carnes, de Clairac, realizó una de las grandes faenas de su historia en los ruedos hispanos. Escribió Rafael Hernández y Ramírez de Alda, firmando como Rafael para el diario La Libertad:

Su segundo toro fue bravo y lo aprovechó Armillita para hacer una faena grande y completa, una faena de maestro y de artista. Empezó toreando de capa con mucho temple y mucha quietud y siguió en quites derrochando arte y valentía. El toro, bravo y noble, se arrancó bien a los caballos… Tomó Armillita los palos, y después de citar insistentemente para quebrar clavó un gran par al cuarteo. Volvió a citar al quiebro, y a fuerza de aguantar obligó al toro a que se arrancara; pero tan de cerca que no había sitio para ejecutar la suerte, y así resultó el par desigual y Armillita atropellado. Sin embargo, fue tan grande el valor con que aguantó al toro, que se le ovacionó con entusiasmo. Cerró el tercio con otro par al cuarteo muy bueno y se reprodujeron las ovaciones… Brindó la muerte del toro desde el centro del ruedo e inició la faena con un pase por alto superior, y seguidamente, con la muleta en la izquierda, dio seis naturales admirables de temple, de mando y de valor, y luego, ligado con ellos, uno de pecho soberbio, corriendo bien la mano y pasándose todo el toro por delante. Estalló la ovación en honor del gran torero y ya siguió durante toda la faena, en la que hubo pases de todas marcas y adornos de todo género, incluso un molinete de rodillas, realizado todo con una elegancia, un arte y una maestría imponderables. Entrando bien dio una estocada que mató sin puntilla, y a petición unánime del público se le concedió una oreja, luego la otra y el rabo (que Armillita tiró con muy buen acuerdo) y dio la vuelta al ruedo entre aclamaciones y tuvo que salir a los medios y aun se le ovacionaba durante la lidia del otro toro. Un éxito, en suma, tan grande como merecido...

La tarde triunfal del homenaje y beneficio a Martín Agüero quedó redonda, con esta importante faena del Maestro de Saltillo.

Nicanor Villalta y Fernando Domínguez terminaron por enfrentarse a los huesos del encierro y terminaron por demostrar su voluntad de agradar y de auxiliar a su compañero caído ante las astas de los toros.

El homenaje a Martín Agüero

Tras despachar al tercero de la tarde, Domingo Ortega sacó a Martín Agüero al ruedo y le invitó a dar la vuelta al ruedo junto con los demás diestros actuantes en el festejo. Escribió Eduardo Palacio en su crónica aparecida en el diario ABC de Madrid:

Martín Agüero salió al ruedo de la mano de Ortega en el toro en que triunfó plenamente el de Bórox, y ambos y los otros tres espadas escucharon muchos aplausos... Ver a Martín Agüero cojeando sobre la arena donde tantas tardes triunfara su gallardía, en ese coso que fue el de sus éxitos y del que salió en hombros infinidad de veces, producía una tristeza infinita. No obstante, el inválido, correspondiendo a los aplausos que se le tributaban, sonreía satisfecho, reconociendo que aquella prueba de cariño era el epílogo de la historia brillante de un pundonoroso matador de toros. Y así era, en efecto...

Era un reconocimiento justo, aunque la plaza no se haya llenado. Quizás si se hubiera dado en domingo, la entrada pudo ser otra. En fin...

Termino estos apuntes con una reflexión que hizo en su día el citado Eduardo Palacio, en el introito de la crónica de esta corrida histórica:

El 31 de agosto de 1924 tomó en Málaga la alternativa de manos de Chicuelo, que le cedió el toro de Pablo Romero, “Sotillo”, chorreao en verdugo, el diestro bilbaíno Martín Agüero, que contaba a la sazón veintidós años de edad… llegó a sumar cincuenta y dos corridas el año 27, y eso que perdió algunas por diversos percances, marchando luego a Méjico ventajosamente contratado, y realizando allí una brillante campaña. Regresó a su patria, y la temporada de 1928 se le presentaba espléndida, teniendo ya en su haber las orejas de oro de la Asociación de la Prensa de los años 26 y 27, cuando en la corrida del domingo 20 de mayo, alternando con Fuentes Bejarano y Mendoza, un toro de los lidiados, su segundo, de D. Esteban Hernández, le infirió una cornada en un muslo y un puntazo en el pie derecho, determinando esta última lesión, tras dos años de lucha y sufrimientos, el tener que abandonar el arte a que había consagrado sus desvelos, por encontrarse cojo. Su última actuación fue en Logroño, el 24 de septiembre del 30, matando un toro de Murube, tan admirablemente, que cortó la oreja del bicho…. Tristezas, ingratitudes, decepciones del pobre inválido, y una lucha homérica para llegar al día de ayer, en la que se verificó, ¡al fin!, una corrida en su beneficio. Antes de hablar de ella quiero en estas líneas enviar a Martín Agüero un fuerte abrazo, compendio de la sincera admiración que le profesé siempre, como artista y como hombre. Primero supo luchar con los toros; después ha sabido luchar denodadamente con otra fiera más temible: la adversidad. Y ni con aquéllos ni con ésta trató de defenderse con ningún truco. A los primeros dio su valor sin par y su arte, y a esta ha hecho frente con una sonrisa de desdén y la firmísima voluntad de consagrarse al trabajo. Por eso deseo al valiente inválido que, como fin de su jornada, encuentre convertidas en rosas las espinas que bordearon el camino de su triunfo. Todo lo merece por bueno y por hombre...

Martín Agüero, quien nos dejó para la posteridad la muestra de la manera de matar correctamente a los toros y que también ha sido el inspirador de uno de los más hermosos pasodobles que la música del toreo conoce, falleció en el año de 1977, perseguido por las secuelas de la cornada de Aceitero. Que haya encontrado el merecido reposo.

domingo, 1 de junio de 2025

25 de mayo de 1975: El sobresaliente Julián de Mata, paga su cuota de sangre en Las Ventas

Ya había planteado, al comentar la confirmación de alternativa de Manolo Arruza, que el San Isidro de 1975 se caracterizó por la gran cantidad de encierros rechazados en todo o en parte. El 24 de mayo, la corrida de José Luis Osborne que debieron enfrentar Miguelín, Paquirri y Paco Alcalde fue echada para atrás y la solución que dio la empresa, fue tomar el encierro de Alonso Moreno de la Cova anunciado para el día siguiente, que, en teoría, enfrentarían Francisco Ruiz Miguel y Antonio José Galán mano a mano.

Al final de cuentas, el encierro sería sustituido por otro de la misma procedencia, pero de menos presencia que el que se apropiaron las figuras para poder cumplir su compromiso la víspera. Y es que no estaba rematado todavía. Le contó José María Recondo, apoderado de Antonio José Galán a Manuel Molés, en esos días, redactor del diario madrileño Pueblo:

La empresa tuvo un problema y se llevó nuestra corrida. Podían haber lidiado la de Palha. ¿A que no se atreven a quitársela a Camino...?» «Naturalmente», contesta Recondo, mientras atiende a su torero. Galán no le ha dado importancia al toro, ha metido el pico y ha toreado con la muleta muy retrasada. «Ese – contesta Recondo – es un vicio de casi todos los toreros...» … La corrida es una de las más chicas de la feria. Resulta que Alonso Moreno no la tenía prevista para Madrid. Es más, esta corrida iba a lidiarse en Valencia en el mes de julio...

Como es de costumbre, quienes tienen una posición preponderante en los estamentos taurinos, disponen de las cosas a favor de su interés. Y a veces, el resultado final, se tuerce.

La decimoséptima del San Isidro del 75

El festejo del domingo 25 de mayo se celebró en un ambiente bastante caldeado. Ya se había apuntado por aquí, que uno de los signos de esta feria fue el del constante baile de corrales que motivó la sustitución de los toros anunciados originalmente por otros que no estaban originalmente contemplados en el programa del serial y por el reacomodo de otros encierros en detrimento del interés de los espadas anunciados con ellos.

En el caso del mano a mano entre Francisco Ruiz Miguel y Antonio José Galán, al menos inicialmente, en el papel, no parecía haber cambio alguno, pero en el fondo, el encierro reseñado por la empresa y por sus apoderados para la fecha, el 25 de mayo de 1975, no era el que habían aceptado, pues como se planteó líneas arriba, se había lidiado la fecha anterior para suplir a otro distinto que había sido rechazado y lo que teóricamente saldría por toriles, era otra corrida que estaba siendo preparada para ir a Valencia el mes siguiente.

Y al final de cuentas, lo que aprobaron las autoridades madrileñas ni siquiera fueron los seis toros, porque se sortearon solamente cinco de los de Alonso Moreno y uno de El Jaral de la Mira. Y de los titulares, el abreplaza sería aceptado por la concurrencia hasta el primero tris.

Ante un lleno de no hay billetes, Ruiz Miguel y Galán tuvieron que enfrentarse a un encierro complicado. Las crónicas del festejo no cuentan mucho acerca de sus actuaciones, porque el difícil juego de los urcolas de don Alonso, los mandó a ambos a la enfermería. El primero en caer allí fue Ruiz Miguel, quien tras la lidia del tercero ingresó, emitiéndose el siguiente parte médico por el doctor Máximo García Padrós:

El diestro Francisco Ruiz Miguel ingresó en la enfermería tras la lidia del tercer toro de la tarde, presentando heridas en la región superciliar y malar izquierda; puntazo corrido en la cara posterior del muslo izquierdo. Conmoción cerebral. Pronóstico reservado...

Durante la lidia del quinto de la tarde también fue lesionado Antonio José Galán. El parte médico emitido es el siguiente:

Contusiones y erosiones múltiples. Conmoción cerebral. A descartar fractura de fémur. Pronóstico reservado...

Esa última lesión y el dictamen facultativo, dejaron las cosas dispuestas para que la tragedia que merodeaba la plaza de Las Ventas, se consumara.

Julián de Mata, sobresaliente de espadas

Heridos los diestros anunciados en el cartel, el sobresaliente de espadas tenía que terminar el festejo. Ese 25 de mayo del 75 se había anunciado en el cartel a Julián de Mata – civilmente Julián de la Mata González – nativo de Cehegín, Murcia, de donde salió para Madrid, para tratar de hacerse torero, pero terminó de taxista y siguió pagándose el carnet, para poder seguir vistiendo el terno de luces y al menos poder salir de sobresaliente. Escribió Juan Teba de Montes, en el número de El Ruedo fechado el 10 de junio de ese 1975:

Y se hizo taxista. Y de aquí para allá, transportando seres humanos que le hablaban de extrañas historias que no comprendía. Y mire usted por dónde se le brinda la oportunidad de torear dos novilladas... Y al final, lo de siempre. Sobresaliente. Ni banderillero, ni corredor. Nada. Bueno, sobresaliente. Y con la misión propia del cargo, a contemplar los rostros crispados de los maestros y los chanchullos de los «hombres de confianza». Sí, el pago: cuatro migajas...

La oportunidad que terminó en tragedia se le presentó a los cuarenta y dos años de edad, en un momento en el que muchos toreros ya empiezan a pensar en dejar de vestir el terno de luces. Pero Julián de Mata tenía todavía la ilusión de demostrar que podía ser alguien en el planeta de los toros. Le tocó aprender el toreo junto a la vía del tren de Arganda con Alfonso Merino, Luis Parra Parrita, y Martín Sánchez Pinto, entre otros.

Pero el oficiar como sobresaliente no era una manera muy sencilla de exhibir sus aptitudes. Desde el inicio de la década de los 70, era un fijo en los festejos que organizaba la casa Chopera y que requerían sobresaliente. Le pude localizar al menos tres presentaciones en tal calidad en Las Ventas, una, el 4 de octubre de 1970, cuando el torero canario Pepe Mata despachó en solitario una corrida del Conde de la Maza, resultando herido; el 28 de mayo de 1972, en el mano a mano que torearon don Antonio Bienvenida y Andrés Vázquez con toros de Victorino Martín y el 20 de junio de 1974, con un cartel de toreros igual al de la fecha que nos ocupa, pero con toros de Martínez Benavides, con motivo de la Corrida de la Prensa de ese calendario.

Como todo sobresaliente, entonces y en la actualidad, su actividad es espaciada, limitada y el sitio que tienen delante de los toros es evidentemente escaso.

El hacer de Julián de Mata quien estrenaba esa tarde un vestido grana y oro, estuvo marcado entre el escándalo en los tendidos y la tragedia. Cuando se llevaron a Antonio José Galán a la enfermería, Jaime Ostos desde su localidad, le hacía saber al presidente García Valiño que debía suspender la corrida, porque el sobresaliente no estaba en capacidad de terminar con el festejo. Posteriormente, Bartolomé Sánchez Simón también matador de toros, se tiró al ruedo ofreciéndose a despachar al quinto y al sexto, recibiendo por respuesta la orden presidencial de ser detenido y remitido a la comisaría. Escribió Alfonso Navalón en la edición de Pueblo ya citada:

Aquí, señor presidente, en el instante justo que se llevaban a la enfermería al segundo matador, era el momento justo de suspender la corrida. Así lo pedía el público y ésta sería la solución lógica, habida cuenta que Julián de Mata es un hombre que no podía afrontar semejante prueba. En todo caso, cabía acceder al ruego de un matador de toros para matar el sexto. Porque esto ha pasado ya muchas veces en casos semejantes. “Simón” bajó a pedir permiso y fue detenido. Con todos mis respetos, considero que no era la decisión adecuada. “Simón” no era un espontáneo, puesto que, al no haber ningún toro en la plaza, mal pudo interrumpir la lidia. Cabía, aceptar o denegar su ruego. Nada más...

Posteriormente, García Valiño esgrimiría los argumentos de que el reglamento no lo permitía y también el de que no había precedente. Este último es el favorito de la autoridad cuando no quiere actuar en determinado sentido, pero cuando menos, encontré uno en la hemeroteca, cuando el domingo 23 de agosto de 1953, el matador Octavio Martínez Nacional, bajó del tendido para despachar un novillo devuelto que no quería regresar al corral, con el permiso de la presidencia de ese día. En conclusión, el precedente existe.

Y salió el sexto de El Jaral de la Mira. La intervención del sobresaliente fue brevísima, sigue contando Navalón:

Luego llegó el horror de la cornada a Julián de Mata. Como era previsible, nada más abrirse de capa quedó a merced del toro, y todos volvimos la cara con horror, cuando, cosido en la mazorca del pitón, llevaba un pedazo del chaleco del pobre sobresaliente, víctima absurda de una situación todavía más absurda. Porque aquí no cabe invocar el reglamento. Estábamos ante un caso de conciencia. Estaba en juego la vida de un hombre...

Y es que, García Valiño, policía de formación y ocupación, al fin y al cabo, se escudó siempre en la interpretación literal del texto legal, según se lo declaró a Pilar Trenas en la edición del ABC madrileño del día 27 siguiente:

Mientras haya un sobresaliente vestido de torero, la corrida debe continuar, según el reglamento... Lamento el percance, pero el reglamento lo dice así...

El parte médico de Julián de Mata

Después de ser intervenido en la enfermería de la plaza, el doctor Máximo García Padrós, extendió el siguiente parte facultativo:

Herida por asta de toro en la cara posterior del hemitórax derecho, entre la novena y décima costillas, penetrando en la cavidad torácica con grandes destrozos en los lóbulos inferiores y medio del pulmón derecho, contusionando el pericardio. «Shock» traumático intenso que precisó transfusión de 1200 centímetros cúbicos de sangre. Pronóstico muy grave...

Le declaró el doctor García Padrós a Manuel F. Molés:

¡Chico qué cornalón!... Un cornalón. Pero tengo esperanza de que se recupere; claro, que luego hay que contar con las complicaciones. Pero ha sido algo muy gordo. Fíjate que tenía tres cornadas en el pulmón: pero tres boquetes así de grandes. Ya veremos...

Tras de concluir la intervención se dudaba si trasladar al torero herido al Sanatorio de Toreros o a otra unidad hospitalaria de alta especialidad para continuar su tratamiento, al final de cuentas, se decidió llevarle al Francisco Franco, para que un especialista en cirugía de tórax continuara con su tratamiento.

En su cama del hospital, atendió a Manuel F. Molés, quien en la edición de Pueblo del 29 de mayo siguiente, publicó lo siguiente:

Me duele más el no haber estado bien que la cornada.

- Pero, Julián, si no podías estar bien.

- ¿Por qué?

- Porque no estabas preparado.

- Sí lo estaba. Toreo mucho de salón.

- Pero el toro es otra cosa. Torear de salón es torear al aire. Imaginar un sueño. Hace falta el toro, la práctica. ¿Desde cuándo no te has puesto delante de un toro?

- El año pasado.

- ¿Te das cuenta de que era imposible estar bien, de que lo más seguro era la cornada?

- No. Lo que pasa es que en la voltereta que me dio el quinto me dislocó la mano derecha y no pude mandar debidamente al sexto con el capote. Si no es por la mano estropeada a estas horas hubiera cambiado mi futuro.

- Ya. ¿Cuánto te han pagado, Julián?

- Todavía no he cobrado. Lo estipulado son ocho mil, y vienen a quedar seis mil y pico limpias... Pero la empresa es muy buena conmigo.

- ¿A cuánto asciende esa bondad?

- El año pasado me dieron doce mil...

- En la taquilla habría seis o siete millones ¿Te parece suficiente ese sueldo tuyo?

- No lo sé...

Insisto: es increíble, pero real. Charlando con él me duele hacer preguntas necesariamente duras. Nadie puede convencer a Julián de Mata que era una barbaridad dejarlo salir. Nadie puede convencerle que no le bastaba un carnet si no tenía una preparación. Nadie puede convencerle que le contrataron como comparsa precisamente porque no tenía nada que hacer. El sueña un sueño imposible, temerario, bárbaro, y al fin y al cabo comprensible.

- Molés, yo tengo que ser matador de toros...”

Julián de Mata no perdía, ni en la cama del hospital, la intención de recibir la alternativa de matador de toros algún día.

En un apunte de interés meramente económico, a un tipo de cambio directo, las ocho mil pesetas de 1975, equivalen a 48.08 euros de estos tiempos y deflactados, serían aproximadamente 2000 euros contantes y sonantes. Es decir, casi nada.

El día después

La tragedia de Julián de Mata movió a los estamentos de la fiesta. La posición y función del sobresaliente se cuestionó y se pidió opinión a personas destacadas dentro del medio. Entre otras, destaca la opinión de Antonio Bienvenida, quien dijo al respecto:

Debería ser un novillero con experiencia, que conociera el oficio. También un matador de toros, aunque siempre o casi siempre hayan sido novilleros. Yo exigiría que estuviesen en activo y que hubiesen toreado un mínimo de corridas, porque en caso contrario se exponen a una catástrofe...

Por su parte, Paco Camino también comentó su parecer sobre ese particular:

La culpa la tienen las empresas. Hay gente joven capaz de resolver un problema con rapidez. Yo exigiría que fuese capaz, un número de actuaciones por año con caballos y que tengan también ilusión, que es algo muy importante. Lo que sucede es que si son novilleros piden que les den alguna compensación, y las empresas no quieren complicaciones de ese estilo...

Ambas opiniones me hacen pensar que los dos toreros ven al sobresaliente como una especie de convidado de piedra que no se luzca, que sea eficiente nada más, que se mantenga en la sombra y evite destacar en toda medida.

Julián de Mata se tuvo que quitar de torero a causa de esta cornada, aunque en el lecho del dolor le insistiera a Molés que tenía que llegar a matador de toros. En 2016 varios toreros que don Máximo García Padrós curó de sus cornadas se reunieron con él con motivo del cincuentenario de su actividad como cirujano en la plaza de Las Ventas. Sobre esa reunión escribió Ana María Ortiz para el diario El Mundo, de Madrid y entre otras cosas dijo:

En representación de la década de los 70, la primera de García Padrós en el servicio médico de Las Ventas, Julián González de Mata. Traje chaqueta azul marino, 82 años bien llevados, aunque pierda el resuello cuando circulamos arriba y abajo por el graderío. «Julián, ahora te ponemos un poco de oxígeno cuando bajemos a la enfermería», bromea el doctor. Aquel 25 de mayo de 1975 Julián de Mata – ese era su nombre artístico – era sobresaliente – suplente, coloquialmente hablando – pero los dos titulares en el cartel sufrieron sendas cogidas y tuvo que salir. «Me metió el pitón en la cintura, me levantó en el aire y me llegó el pitón a dos centímetros del corazón. Me quedé con seis pulsaciones, pensé que me moría», rememora. Tras el envite no pudo ya retomar la carrera taurina y se hizo taxista, profesión que también tuvo que abandonar por las secuelas. «Gracias a la bondad de señora Cuqui Fierro (famosa aristócrata madrileña) que me ayuda desde entonces», pide que se recoja en estas líneas...

Las cornadas de los toros tienen secuelas que se arrastran, a veces, por toda la vida. Esta de Julián de Mata es una prueba de ello.

Aldeanos