domingo, 28 de noviembre de 2021

Aguascalientes, 20 de abril de 1986: La tarde rotunda de Nimeño II en México

Nimeño II
La prensa del lunes 13 de septiembre de 1989 daba a conocer que Christian Montcouquiol Nimeño II había sufrido un grave percance en el coliseo de Arles la tarde de la víspera, cuando el toro Pañolero, cuarto de una corrida de Miura en la que el francés alternó con Víctor Mendes y Rafael Perea Boni, le volteó y le provocó una caída que el diestro resintió sobre la región posterior del cuello, produciéndole severas lesiones en la columna cervical.

Se le dio el tratamiento de urgencia en la enfermería de la plaza y posteriormente se le trasladó a Marsella, a un hospital especializado en el tratamiento de ese tipo de lesiones. Fieles a su costumbre, los médicos franceses no rindieron un parte de las lesiones sufridas por Nimeño, pero un par de días después, la Agencia France Presse comunicó que había padecido fractura y luxación de las vértebras cervicales que le provocó una parálisis de los brazos y de las piernas y también una parálisis respiratoria.

Poco más de un par de años después, los mismos medios comunicaban que el torero, que había logrado una notable recuperación, pero sin la posibilidad de volver a ponerse delante de los toros, había decidido poner punto final a su existencia. Eso fue el 25 de noviembre de 1991, en su casa, abrumado quizás por la idea de que no podría volver a vestir el terno de luces.

Sus principios en México

Nimeño II llegó a México de la mano de Manolo Chopera y arropado por don Álvaro Domecq Romero en el año de 1979. Podría decirse que casi se bajó del avión para llegar a confirmar su alternativa en la Plaza México el domingo 28 de enero de 1979. Le apadrinó Manolo Martínez que le cedió al toro Pescador de Tequisquiapan en presencia de Dámaso González. Una tarde, recuerdo, algo accidentada para el palco, porque a Manolo Martínez se le concedió una oreja del segundo de su lote, pero la concurrencia pedía la segunda que no fue concedida, con la bronca consecuente para el juez; Dámaso González por su parte, finiquitó su historia en la México entre el desencanto de la concurrencia, a la que no pudo complacer, ni recurriendo al expediente del toro de regalo y el debutante francés se mostró como un torero enterado, que era un fácil banderillero y que podía con los toros.

Reaparecería en la gran plaza el 25 de febrero de ese año del 79 y cortaría su primera oreja a un toro de Xajay. Sumaría en esa campaña 9 festejos en plazas como las de Acapulco, Mérida, Irapuato y Texcoco.

Nimeño y Aguascalientes

En el mismo año de 1979 Christian Montcouquiol se presentó en Aguascalientes. Fue una corrida organizada por don Guillermo González Muñoz que voy a calificar de inusual, en primer lugar, porque tuvo lugar el domingo 18 de febrero, una fecha en la que no existe una tradición en nuestra ciudad para dar toros y después, porque el festejo se dio en la Plaza de Toros San Marcos, que tenía ya algunos años que no se usaba para festejos mayores, dada la existencia de la Monumental Aguascalientes desde el año de 1974. El cartel lo conformaron don Álvaro Domecq Romero, que enfrentó dos toros de Rancho Seco y completó el cartel por los de a pie, Jesús Solórzano, con toros de don Jorge Barbachano.

Esa tarde es recordada por la faena del hijo del Rey del Temple al toro Príncipe, que fue indultado. La crónica de don Jesús Gómez Medina, en El Sol del Centro al día siguiente del festejo, evidentemente se centra en ese hecho, pero trasluce en breves líneas lo que apreció acerca de Nimeño:

Hasta que apareció el sexto, un berrendo en cárdeno bravo y alegre, también de Barbachano, el diestro galo había pasado con más pena que gloria. Era tan solo un torero exótico más... y tan sólo eso... Pero ante el berrendo, el diestro del Midi evidenció mucho mejores cosas particularmente al torear de muleta. El berrendo fue bravo de verdad y peleó reciamente con los montados, y concluyó embistiendo codicioso y repitiendo sus acometidas. Pues bien: “Nimeño II” le paró guapamente, se fue acoplando a su embestida y terminó toreando superiormente. Hubo varios pases naturales estupendos, que emocionaron al graderío. Mas, para su desgracia, falló con el acero y el triunfo se le fue de las manos…

Ya tendríamos oportunidad de apreciar en justicia lo que Nimeño representaba en valor.

La tarde rotunda de Nimeño

Curiosamente, esa buena impresión causada por el torero de Francia no le redituó volver a esta llamada tierra de la gente buena de inmediato, pues tendría que esperar hasta 1986 para volver a ser llamado a torear en ella. Lo hizo en la Feria de San Marcos y en la tarde de su presentación, el 20 de abril, alternando con Mariano Ramos, Humberto Moro y David Silveti en la lidia de una muy seria corrida de Campo Alegre, tuvo, la que, de acuerdo con lo que los resultados arrojan, la tarde más rotunda de su paso por los ruedos mexicanos, pues ese día se entretuvo en cortarles cuatro orejas y un rabo. De la crónica del invocado don Jesús Gómez Medina, entresaco lo que sigue acerca de esa tarde:

…acoplado por entero a la diáfana acometida de “Jaraleño” y ajustado el giro de la muleta a la templada embestida del burel, surgieron límpidos, ligados, estupendos, los mejores pases naturales que llevamos vistos en la feria. La llama del entusiasmo más genuino brotó en todos los pechos y, al calor de las aclamaciones, Nimeño II prosiguió bordando sus muletazos. Pues hubo también, con el refajo en la otra mano, derechazos sensacionales, despatarrado a lo Silverio, para imprimir al pase una hondura y una dimensión extraordinaria. ¡Éste, éste fue el momento cumbre de la faena y también de la corrida! … Vinieron luego los adornos; y, para concluir, la estocada precedida por un pinchazo. Gran ovación. Petición de oreja que la autoridad otorga por partida doble, entre protestas. Y vuelta al ruedo en triunfo.

El octavo y último se llamó “Revenido”, nombre ilustre por una gran faena de Rodolfo el de León. Este "Revenido" fue negro, listón, bien puesto de cornamenta. Y, especialmente, bravo y con buen estilo de principio a fin… Y, ante un enemigo – colaborador, otra faena incrustada con pases de gran brillantez, sobre una y otra mano, aprovechando cumplidamente las singulares condiciones del de Campo Alegre, para concluir con un estoconazo en el que se fue decidido tras del acero. Tardó en doblar "Revenido"; lo hizo finalmente y, entonces, a requerimiento popular, le fueron entregados a su matador las orejas y el rabo del magnífico astado. Y con esos trofeos en las manos y en andas de los capitalistas, abandonó Nimeño II la arena de su doble éxito…

Por esa tarde, Nimeño II fue declarado triunfador del ciclo sanmarqueño por el jurado de los premios Hidrocálido – Domecq y queda en los muros del patio de cuadrillas de la Monumental Aguascalientes, una gran placa que recuerda su triunfo en esa corrida. Cerró su campaña con 16 festejos toreados, cortando 19 orejas y un rabo, en plazas como León, Autlán, Mexicali, Guadalajara y México.

Nimeño y México

Nimeño II torearía poco menos de un centenar de corridas en México, pero estuvo en todas las plazas de importancia del país. Actuó en nueve tardes en la Plaza México, cortando dos orejas en dos de ellas, en Guadalajara también fue muy apreciado, sobre todo, por la catadura de los toros que allí tuvo que enfrentar. El licenciado Francisco Baruqui, cronista del diario El Informador de Guadalajara, así lo describió tras su presentación en esa plaza:

Conecta con los tendidos por el deseoso ánimo que manifiesta. Sabe tomarle la distancia al enemigo, conociendo a la perfección los terrenos y situándose donde debe situarse para ligar los pases, tesonero y voluntarioso cuando es necesario, es un torero que no desentona en cartel alguno...

Toreó su último festejo en Aguascalientes el 7 de mayo de 1988, enfrentando una corrida de San Mateo junto con David Bonilla y Alfredo Ferriño y en México, seguramente sin proponérselo, lo hizo el 21 de enero de 1989, en León, Guanajuato, alternando con Jorge Gutiérrez y Javier Bernaldo en la lidia de toros de Xajay. Se alzó como el triunfador de esa corrida de la feria de San Sebastián al cortarle el rabo al cuarto de la tarde.

El futuro es impredecible y mucho más, en cuestiones de esta fiesta. Poco vimos por aquí a Nimeño II, aunque lo que le vimos fue valioso y bueno, lo que Alameda llamó el seguro azar del toreo terminó, seguramente, de manera anticipada, el paso del torero por los ruedos, sin embargo, la historia le recordará y nos recordará que el toreo es siempre, como escribió el Padre Cue, un juego de tres…

domingo, 21 de noviembre de 2021

1948: Manuel Capetillo y Naviero de Zotoluca

Manuel Capetillo
Foto: Santos Yubero
Madrid, mayo 1952
La historia de la Plaza México nos deja en claro que hay cuatro temporadas de novilladas que han impactado a la afición y hecho sólida la presencia de ese escenario. Son las de 1946, en la que sobresalieron Joselillo y Fernando López; la de 1978, la proverbial de El Pana y César Pastor; la 1982 – 83, quizás la última gran temporada chica con Manolo Mejía, Valente Arellano, Ernesto Belmont y Luis Fernando Sánchez y por supuesto, la temporada de 1948, que es, según teoría personal, la que abre la puerta a la Edad de Plata del Toreo en México.

La temporada del 48 se recuerda por la irrupción de Los Tres Mosqueteros en el escenario taurino. Jesús Córdoba, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez – en ese orden se presentaron en la gran plaza – hicieron posible una temporada de 29 festejos que inició el 1º de mayo y concluyó el 5 de diciembre de ese año. Pero, aunque los mosqueteros fueron las estrellas más rutilantes, en ese calendario también destacaron Paco Ortiz, El Ranchero Aguilar, Alfredo Leal, Héctor Saucedo y Curro Ortega, nombres que escribieron su propia leyenda en las relaciones de la fiesta y se quedaron para siempre en la memoria colectiva.

La gran revelación de las novilladas del 48 fue sin duda Rafael Rodríguez, que llegó a la temporada hasta la 14ª fecha. Pero a partir de allí se entretuvo en cortar cinco de los diez rabos que se obtuvieron en ese ciclo. Por su parte, Jesús Córdoba se llevó la Oreja de Plata, por una faena de una oreja, superando incluso a Paco Ortiz, que había cortado un rabo en ese festejo y Manuel Capetillo ganó una Medalla Guadalupana que se disputó en una novillada ex – profeso.

Ese era el ambiente cuando se celebró, el domingo 21 de noviembre de 1948, el 27º festejo de la temporada, un auténtico cartel de triunfadores, pues lo integraron Paco Ortiz, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo, quienes enfrentarían un encierro de Zotoluca. Ya se hablaba de que Córdoba, Capetillo y Rodríguez se despedían de las filas novilleriles, pues sus alternativas estaban unos domingos adelante.

Los de Zotoluca

La novillada de Zotoluca, de acuerdo con la crónica de agencia que pude recabar, debió ser brava, pues recoge al menos una docena de quites por los alternantes del festejo, lo que me sugiere que cada uno de los seis novillos recibió al menos, dos puyazos, cosa que en estos tiempos que corren, es algo inimaginable. 

El primero, Serrano, uno por chicuelinas de Paco Ortiz y otro por saltilleras de Córdoba; el segundo, Bromista, fue quitado por Córdoba y Ortiz sin que se haga mención de suertes; del tercero Cordobés, se refiere un quite de Capetillo; al cuarto Pirata, Ortiz quita por gaoneras y Córdoba hace el de la mariposa; en el quinto, Velador, tanto Córdoba como Ortiz libran por chicuelinas y en el sexto, Naviero, Capetillo quita por chicuelinas, Ortiz lo hace con la misma suerte y Córdoba por gaoneras. Hay que destacar que Naviero fue premiado con la vuelta al ruedo. 

Paco Ortiz cortó una oreja a Pirata, el cuarto, tras de una expuesta faena en la que se empleó en los tres tercios y Córdoba selló su tarde con una vuelta al ruedo y una aclamada salida al tercio al no estar fino con la espada. En esa docena de quites y la rivalidad y el pique en el ruedo, están los ingredientes que le dan vida y color a esta fiesta.

Me llamó la atención el nombre del tercero, Cordobés. Debió ser en ese tiempo una familia importante en la ganadería entonces de don Rubén Carvajal, pues cuatro años después, Rafael Rodríguez le cortó el rabo a otro toro del mismo nombre, también de Zotoluca, allí en la Plaza México.

Manuel Capetillo y Naviero

La faena de la tarde y una de las de esa gran temporada fue la del sexto, Naviero. Daniel Medina de la Serna escribe que desde que Capetillo se abrió de capa, la gente se empezó a volver loca y que ya en los primeros compases de la faena de muleta, se pedía la oreja para el torero de Guadalajara, que, en esa etapa de su carrera, todavía se mostraba como un artífice del toreo de capa.

La crónica de agencia – más reseña que crónica – aparecida en el diario El Siglo de Torreón del 22 de noviembre de 1948, a propósito de esta faena, relata:

En el sexto, con el cual se despide Capetillo de novillero, da cuatro verónicas en la primera tanda y tres más en la segunda. Arma el escándalo cuando remata con la media clásica. Ovacionaza y prendas… Quita con tres chicuelinas enormes por lo templadas, mandonas y lentas que remata con la media clásica. Otra gran ovación y prendas. Vuelve a torear por chicuelinas que remata con una rebolera de ensueño. Ovación… Ortiz hace el mismo quite montándose en el toro con igual remate. Fuertes palmas. Córdoba quitando por gaoneras arma el alboroto, pero al intentar la segunda es prendido sin consecuencias, vuelve al bicho y remata con media rebolera. Palmas… Capetillo brinda a toda la plaza, inicia a base de ayudados por alto, olés estruendosos, naturales enormes, sombreros en la arena, rematados por abajo de una manera inconcebible… Derechazos, el pase de la firma, cambio de mano. Trincherazos completos, la plaza ruge de la emoción. Saca al bicho de las tablas. Dos naturales de escándalo, palmas incesantes, deja una estocada profunda que fue suficiente… Escandalazo de entusiasmo, escuchándose las palabras de ¡torero!, ¡torero! Se le da la oreja y el rabo y al toro la vuelta al ruedo…

Así se cerraba la etapa novilleril de una indiscutible figura del toreo.

Lo que después vendría

Los Tres Mosqueteros habían actuado juntos en un cartel por última vez como novilleros el 20 de noviembre en Torreón, ante un bien servido encierro de La Punta y el único que cortó una oreja fue Jesús Córdoba. Bien se decía que ya su paso por las filas de los novilleros llegaba a su fin, pues el ciclo de corridas de toros estaba ya en la puerta. En la Plaza México, se descansó un domingo y el 19 de diciembre se inauguró la temporada grande con la alternativa de Rafael Rodríguez.

Por su parte, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo la recibirían el día de Navidad, el primero en Celaya, de manos de Armillita y el de Guadalajara en Querétaro, siendo apadrinado por Luis Procuna, tarde en el que el segundo de su lote, de La Punta, lo hirió de consideración. Ese día, me contaron Rafael Rodríguez y Jesús Córdoba, cada uno por su cuenta, Los Tres Mosqueteros dejaron de serlo, cada uno tomó su camino y se dedicó a forjar su propia historia en los ruedos.

Así, ese oscuro sobresaliente en una novillada celebrada en El Progreso de Guadalajara el 9 de noviembre de 1947, se convirtió en figura del toreo, y de los toreros de su tiempo, ha sido quizá el más longevo, pues en mi opinión, supo adaptarse al cambio que se fue gestando en el toro mexicano, que fue definiéndose cada vez más hacia la suavidad, y que a costa de abandonar el lucimiento del primer tercio, permite faenas de muleta muy largas – y menos expuestas, creo yo – mismas que han entrado en el gusto de los públicos y que hoy son el canon del toreo.

Así pues, podemos ver otra situación de que la temporada de novilladas del 48 representó un parteaguas histórico. Es por eso que en su conjunto y en sus hechos, como este que hoy pongo en blanco y negro, merece ser recordada.

domingo, 14 de noviembre de 2021

16 de noviembre de 1913: Juan Belmonte hace matador de toros a Samuel Solís

Samuel Solís
Foto: Casasola, Cª 1920 INAH  
La historia de Saturnino Frutos Ojitos y su cuadrilla de jóvenes toreros mexicanos ha sido contada de muchas maneras. Quizás las que mejor nos presentan esa etapa de la Historia Patria del Toreo son el libro hagiográfico de Rodolfo Gaona escrito por Carlos Quirós Monosabio, titulado Mis Veinte Años de Torero y el que publicó Guillermo Ernesto Padilla bajo el título de El Maestro de Gaona. Allí hay dos interesantes perspectivas del paso de quien fuera banderillero de la cuadrilla de Frascuelo e implantador, sin duda, en nuestras tierras, en una manera definitiva, de la tauromaquia que hoy conocemos.

Entre 1905 y 1907, Ojitos llevó por las plazas de nuestra República la nombrada cuadrilla integrada por los matadores Rodolfo Gaona, Prócoro Rodríguez y Samuel Solís; los picadores Antonio Rivera y Daniel Morán; los banderilleros Fidel Díaz, Antonio Conde, Pascual Bueno y Manuel Rodríguez y Rosendo Trejo como puntillero. La cuadrilla se deshace cuando Ojitos se dedica en exclusiva a atender los asuntos de Gaona y aunque con posterioridad Manuel Martínez Feria y Enrique Merino El Sordo integran un sucedáneo de ésta, la original, es la aquí anotada.

De esa original cuadrilla llegaron a la alternativa dos de los iniciales matadores, El Califa de León y Samuel Solís, quien recibió tres alternativas, la primera en Puebla el 24 de enero de 1909 de manos de Morenito de Algeciras, la que en este momento me motiva a distraerles y una tercera, el 9 de enero de 1916, con Luis Freg como padrino.

Tercera corrida de la temporada 1913 – 1914

La temporada 1913 – 1914 tenía mucho interés para los aficionados, pues casi todos los toreros que habían triunfado en la campaña española estarían en El Toreo de la Condesa. Vicente Pastor, Luis Freg, Rodolfo Gaona, Manolo Martín Vázquez y Juan Belmonte eran el eje de los carteles y los toros vendrían de las principales ganaderías mexicanas y españolas para que don José del Rivero, director de la empresa La Taurina, S.A., pudiera ofrecer un ciclo con atractivo para la afición. Cuestión aparte, en los cartelillos anunciadores de la prensa, se ofrecía un acceso exclusivo para automóviles por la calle de Salamanca, pagando un peso por usarlo.

La tercera corrida marcaba la reaparición del Pasmo de Triana y la alternativa de uno de los triunfadores del ciclo de novilladas inmediato anterior, el capitalino Samuel Solís, con una bien lograda corrida de Piedras Negras, que se presentaba en la temporada. Durante la semana se publicaron varias notas con fotografías tanto de los diestros actuantes, como del encierro en los corrales de la plaza, animando a aficionados y público a asistir. A propósito de la alternativa de Solís, quien firmó como Pata Larga escribió en El Diario lo siguiente:

Durante la temporada de novilladas dos fueron los toreros que sobresalieron: uno llamado Samuel Solís y otro, Sebastián Suárez “Chanito”, estando el primero más hecho y más cuajado que el segundo, y de aquí que la empresa, y a petición de muchos aficionados, accediera a darle la alternativa a Samuel Solís...

Ese era el ambiente previo al festejo, que se celebró con un lleno hasta la azotea. Porque habrá que aclarar, que en El Toreo de la Condesa, la azotea era una localidad que en las grandes celebraciones, se vendía como cualquiera otra.

La actuación de Samuel Solís

Las crónicas de hogaño dirían que Samuel Solís estuvo discreto esa tarde. Y es que no tuvo una actuación triunfal ante los tres toros de Piedras Negras que enfrentó. El le cedió Juan Belmonte en primer lugar se llamó Pescador, marcado con el número 72 y según la crónica que se lea, era retinto bragado, castaño claro, o colorado hornero. Lo que sí me llama la atención es que ese nombre es frecuente en los toros de Piedras Negras, pues casi 30 años después, Silverio Pérez torearía por sustantivos, según El Tío Carlos a otro Pescador de Piedras, allí mismo, en El Toreo.

Vestido de perla y oro, de la aguja, con vestido encargado a la madrileña sastrería de Uriarte, en la que se vestían las figuras del toreo en aquellas calendas, Samuel Solís estuvo, de acuerdo a la apreciación de Miguel Necoechea Latiguillo en El Imparcial de la capital mexicana, en la siguiente tesitura:

Samuel, torero de otro estilo, idiosincráticamente diverso a Belmonte, hubiera podido estar bien, muy bien, pero siempre hubiera resultado desmedrado y endeble al lado de semejante coloso… Por lo demás, el mexicano en el toro de su alternativa, lució como los buenos con el capote; se adornó con la muleta y entró recto y decidido con el estoque... Con el capote en el sexto, vuelve a ser estilista y parado; busca desquite después con las banderillas, y tras de larga preparación, cuelga tres pares al cuarteo para dar fin a su adversario con una estocada atravesada y otra de igual sospechosa marca… Solís volverá por sus fueros, no hay que dudarlo. La alternativa trae aparejada, entre otras cosas, la obligación de saber llevarla con vergüenza y con donaire...

Belmonte, de rosa y oro, le cortó la oreja al quinto y fue sacado en hombros de la plaza. Por las cuadrillas, a caballo destacaron Conejo Chico, Portugués y Conejo Grande y con las banderillas y en la lidia Pulga de Triana, Magritas, Morenito de Valencia y Patatero.

Del encierro de Piedras Negras, el que firmó como Pelongo, en el diario El Independiente de la Ciudad de México al día siguiente del festejo, escribió:

Aficionados buenos, como son los dueños de la vacada de Piedras Negras, no podían permitir que la divisa roja y negra de sus toros fuera postergada y que su ganadería perdiera el lugar al que había llegado por propios merecimientos. La tarde de ayer vimos una corrida de toros bien cuidados, finos, de bravura no escasa y algunos, como el quinto, grandes y de poder.

Se arrancaron de lejos a los montados, algunos fueron duros y no se dolían al hierro y todos fueron nobles y manejables. Una corrida que, sin ser cosa del otro mundo, sí cumplió y dejó satisfechos a los adeptos a la vacada, que veían con tristeza ir a menos la prestigiada ganadería.

Parece que los señores ganaderos quisieron poner algo de su parte, pues con toros como los de ayer pueden lucirse los diestros…

Así pues, Samuel Solís se alternativó en una buena tarde de toros y eso le valdría para torear otras dos tardes en esa campaña capitalina.

Anuncio de la alternativa de Samuel Solís...

El devenir de Samuel Solís

Ya apuntaba arriba que Samuel Solís recibiría una tercera alternativa en 1916. Y es que para el año de 1914 se fue a buscar fortuna a plazas españolas, donde el doctorado recibido no era válido. La prensa hispana le registra presentándose ante la cátedra madrileña el 19 de mayo de 1914, a puerta cerrada, para matar dos toros, uno de Palha y otro de García de la Lama con los que estuvo bien a secas, en una especie de prueba y promoción ante las empresas. Me llama la atención de que brindó la muerte del portugués al empresario madrileño, quien le correspondió con 50 duros. Esa campaña logra torear allá cuatro o cinco festejos en plazas como Carabanchel, Tetuán, Robledo o Ávila. Regresaría a seguir toreando novilladas allá en 1915.

La despedida de los ruedos

Dentro del ciclo de novilladas del año 1927, para el domingo 27 de marzo, se anunció un festejo con carácter de extraordinario, en el que matarían un toro cada uno Samuel Solís y Carlos Lombardini y actuarían los aspirantes a novilleros Alberto Balderas, José El Negro Muñoz y David Liceaga. El principal reclamo, era la presencia de Rodolfo Gaona para cortarle la coleta a quienes en su día fueron sus compañeros de escuela taurina y de inicios en el andar por los ruedos.

Samuel Solís ya tenía tiempo de no actuar como jefe de cuadrilla, sino como hombre de plata, según lo cuenta quien firmó como Verdugones, en el introito de la crónica de ese festejo y que se publicó en el número de Toros y Deportes aparecido el 21 de marzo de ese año 1927:

Samuel Solís, el finísimo torero mexicano, gracioso diestro en quien hace pocos años todavía abrigábamos grandes esperanzas, nos ha dicho adiós esta tarde. Prácticamente, el discípulo de “Ojitos” estaba ya retirado de matador de toros desde hace mucho tiempo atrás. Veíamosle salir de banderillero, ya en corridas de cierta importancia, y también en novilladas, al lado de toreros noveles, sirviéndole de peón de brega a muchos que no tienen siquiera los méritos suficientes para hacer el paseo a su vera... Se anunció que Samuel mataría un toro de Atenco; después seguirían Alberto Balderas y Pepe Muñoz, discípulos de Samuel, quienes despacharían cuatro toretes, y, por último, cerraría con broche de oro el espectáculo el becerrista David Liceaga, quien en actuaciones anteriores había tenido fortuna...

Samuel Solís estuvo digamos, efectivo esa tarde. Solamente pegó unos lances con la capa en los que hubo algún lucimiento y al final, sin mayor trámite, despachó de un soberbio espadazo al toro de Atenco al que enfrentó. Carlos Lombardini se fracturó un brazo unos días antes, así que no pudo actuar. Gaona bajó al ruedo, le cortó la coleta a sus amigos y el escenario quedó puesto para quienes la crónica de Verdugones señala como discípulos de Samuel.

Samuel Solís y la escuela mexicana del toreo

Y es que Samuel Solís se afincó en la vieja plaza de toros de Tacuba y allí entrenaba y comenzaba a enseñar el toreo. No llegó a ser figura del toreo, pero tenía el toreo en la cabeza, tenía bien aprendidos los conceptos que le transmitió Saturnino Frutos y en el andar por los ruedos, tuvo la ocasión de formarse también los propios. Así que decidió seguir el camino de su primer mentor y como Ojitos, aunque quizás de una manera más callada, se dedicó a formar toreros y a buscar uno que pusiera esto de cabeza.

No tardó mucho en encontrar el primer par de prospectos. Uno, llegaría a ser El Torero de México y lo sería hasta que las astas de Cobijero terminaran con sus días; el otro, encaminaría sus afanes por las veredas de la literatura y la gastronomía. Pero esa pareja de Alberto Balderas y El Negro Muñoz pronto dio bastante de que hablar. Después de ellos vendrían David Liceaga y Ricardo Torres, alcanzando su cota más alta con Carlos Arruza, una de las figuras más destacadas de la historia universal del toreo.

Esa es la verdadera escuela mexicana del toreo, la que continuó las enseñanzas de Ojitos, adaptándolas a nuestra particular manera de ser. Y si no, véanse los logros de los discípulos de éste como formadores de toreros. Alberto Cosío Patatero formó a Heriberto García, Fermín Rivera y a Amado Ramírez entre otros y posteriormente estos alumnos suyos, a su vez también se dedicaron a enseñar toreros y así, por ejemplo, Joselito Huerta fue formado por Heriberto García. Por su parte, otro discípulo de Ojitos, Luis Güemes formó a Pepe Ortiz, quien a su vez ayudó en sus inicios a Jesús Córdoba y a Rafael Larrea y así sucesivamente. 

Como se puede ver, la huella de Ojitos a través de Samuel Solís y de otros que fueron sus discípulos sigue aún vigente en nuestros días. El torero que actuó en el festejo de apertura del Toreo de la Condesa el 22 de septiembre de 1907 y que matara el último astado que se corriera en su ruedo el 19 de mayo de 1946, como fin de fiesta de una corrida en la que actuaron Edmundo Zepeda, Andrés Blando y Miguel López que recibió la alternativa, un eral de San Diego de los Padres llamado Lince, quizás no fue figura vestido de luces, pero se labró un sitio en la historia trasladando el conocimiento del toreo a quienes llegaron a serlo.

Samuel Solís, decía, no alcanzó a ser considerado figura del toreo. Eso no tiene una explicación cierta, le faltó valor, dirán algunos; otros más afirmarán que fue la ausencia de personalidad; alguien terciará que se trató de mala suerte y habrá quien señalará que fue una combinación de todas las anteriores. La realidad es que los caminos del destino de los hombres a veces son inescrutables y lo que parece evidente resulta ser nada más una coartada de la realidad. El futuro de Samuel Solís estaba en trasladar hacia el futuro la tauromaquia que Ojitos nos trajo de España para hacer grande a la fiesta en México.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Noviembre de 1971: Joselito Huerta… las cornadas de la existencia

Mario Carrión, Joaquín Bernadó y Joselito Huerta
Madrid, 10 de junio de 1956
Archivo de la Comunidad de Madrid - Fondo Martín Santos Yubero

Una de las ferias tradicionales del calendario mexicano es la de los Fieles Difuntos en Tlaxcala. La de hace 50 años tenía su miga, porque, dejada de lado la idea de dar toros únicamente el día de la celebración religiosa o cívica, se comenzaba aquí a organizar seriales en torno a esas fechas emblemáticas y así, en una de las cunas de nuestro toro de lidia, se ofrecieron tres festejos, los días 2, 6 y 7 de noviembre, en los que el eje torero fue la presencia de Joselito Huerta y en la cuestión ganadera, prácticamente todos los toros que se lidiaron fueron de la tierra, con dos corridas de concurso, los días 2 y 7, que llevaron a la gente a llenar la plaza hoy nombrada en honor de Jorge El Ranchero Aguilar.

La corrida del cierre de la feria, el día 7, era la de la alternativa de Manolo Rangel, que sería apadrinado por El León de Tetela y atestiguaría su hermano Jaime Rangel. Los toros, en concurso, vendrían de los cerrados de Atlanga, La Trasquila, Zacatepec, Coaxamalucan, Las Huertas y Zotoluca. Manolo Rangel fue investido matador de toros con Mil Amores de Atlanga y resultó herido, pasando a la enfermería y ya no salió de ella.

Joselito Huerta saldría a enfrentar en segundo término al toro de La Trasquila. Estuvo a la altura de las circunstancias con él, la relación publicada en el semanario madrileño El Ruedo del día 9 siguiente, dice al respecto:

Joselito Huerta, en su primero, faena empeñosa, pero sin lucimiento. Estocada. Palmas. Cuando caminaba por el callejón sufrió un desmayo. En una ambulancia fue trasladado a la ciudad de Méjico, donde fue internado en el Sanatorio Español y está sometido a examen médico. Huerta tuvo una peligrosa cornada penetrante de vientre que le obligó a permanecer más de un año retirado de los ruedos… Jaime Rangel mató a los tres toros restantes sin mayor lucimiento. Pero poniendo valor y voluntad.

Para la prensa nacional esa súbita pérdida de la conciencia del torero en el callejón de la plaza pasó poco menos que desapercibida. Es hasta un par de días después que se hace eco de una breve entrevista al torero que cuenta su sentir desde una habitación de hospital:

Otra vez vi la muerte de cerca, sentí que todo se había acabado, fue peor que la cornada que sufrí en el vientre hace más de dos años”, expresó hoy el matador de toros Joselito Huerta, que sufrió un dramático desmayo cuando lidiaba un toro en la plaza de Tlaxcala… “Esa sensación tan angustiosa sólo la sentí el primero de diciembre de 1968, segundos antes de sufrir la cornada del toro “Pablito” en el ruedo de Cuatro Caminos”, dijo el diestro, que se recupera en el Sanatorio Español… El parte médico dado a conocer, dice que no es grave su estado, presenta un cuadro de agotamiento general, la presión arterial le bajó a 45. Era lógico y el intenso dolor de cabeza y el desmayo… (El Informador, Guadalajara, 9 de noviembre de 1971)

La impresión diagnóstica hasta ese momento era la de un mero cuadro de agotamiento general. Sin embargo, los signos que externaba el torero ameritaron el examen por otros especialistas que dictaminarían la realidad clínica de Joselito Huerta, que iba más allá de un simple cuadro de stress.

Aneurisma, el asesino silencioso

El médico de cabecera de Joselito Huerta era Hernán Cristerna, internista, quien solicitó la intervención de Jaime Heysser, médico militar, especialista en neurocirugía, para determinar el origen de los dolores de cabeza que se asociaron antes, durante y después de la pérdida de conocimiento del torero en Tlaxcala y fue este último el que tras de los estudios necesarios, pudo determinar que el problema no era mero cansancio acumulado, sino la presencia de un aneurisma de la carótida izquierda en su tramo intracraneal.

Un aneurisma es una dilatación anormal en la pared de una arteria que hace que pueda llegar incluso a formarse una especie de globo y llenarse de sangre. Tratándose de los que están dentro del cráneo, puede ocurrir que la protuberancia que se forma en la arteria antes de la rotura presione un nervio o el tejido del cerebro que lo rodea. Si esto sucede, puede deteriorarse alguna de las funciones cerebrales o producirse, como en este caso, pérdidas súbitas del conocimiento, por el proceso inflamatorio que generan.

Los aneurismas que están dentro del cráneo, por sí solos, no presentan síntomas. Se conocen cuando se rompen y producen hemorragias o como en el caso de Huerta, producen desmayos que motivan la búsqueda de sus causas. En el caso de las hemorragias, en un buen número de casos, los resultados resultan fatales.

Precisado el diagnóstico, se decidió llevar al torero a Zúrich para ser intervenido. La razón la encuentro explicable dado que el doctor Heysser hizo sus estudios de posgrado en Alemania, así que recurrió a la ayuda de un personaje que resulta ser el padre de la neurocirugía moderna en Suiza, el profesor Hugo Krayenbühl:

El médico calificó de “muy grave” el caso, por lo que se tendrá que recurrir a un especialista de fama internacional “no obstante que en México hay magníficos neurocirujanos” … Se eligió al Dr. Krayenbühl, jefe de neurocirugía del Hospital Cantonal de Zúrich, para que opere al diestro de Tetela, muy posiblemente el lunes próximo… Joselito será llevado mañana a las cinco de la tarde por Air France, vía París, en una camilla acondicionada. Irán con él su esposa Martha Chávez de Huerta, la esposa de su apoderado Marisa R. de González y el Dr. Heysser del Sanatorio Español… (El Informador, Guadalajara, 11 de noviembre de 1971)

La intervención se llevó a cabo el lunes 15 de noviembre. El semanario madrileño El Ruedo, en su número del día 23 siguiente, relata:

La intervención fue hecha por el doctor Krayenbühl – jefe del servicio de Neurocirugía del Kantonspital de Zúrich – y el doctor Yazargil, especialista en estas lesiones. Asistieron a la operación los doctores mejicanos Heysser y Magallanes, que acompañaron a Joselito Huerta hasta Suiza en su delicado traslado, para prevenir cualquier grave contingencia. El doctor Heysser ha sido, a partir de la operación, el portavoz sobre el estado del paciente… «De no surgir complicaciones posteriores e imprevistas, Joselito Huerta quedará como si no hubiera pasado nada y podrá volver a los ruedos», declaró el doctor mejicano, comentando el proceso satisfactorio que sigue el diestro azteca tras la intervención quirúrgica… El estado del torero es bueno dentro de los límites posoperatorios, tras la intervención… «Hasta ahora – precisó el doctor mejicano – se puede decir que la operación ha obtenido éxito. Esperamos que todo siga como hasta ahora y Joselito quedará totalmente restablecido.» …

Una semana después, la misma publicación daba cuenta del regreso del torero a Madrid, para continuar su restablecimiento y el ejemplar de El Ruedo de siete días después daba a conocer una entrevista con el torero en la que contaba su idea de regresar a México el 6 de diciembre a terminar su recuperación.

Así fue la manera en la que abruptamente terminó la temporada de 1971 para Joselito Huerta, en la que toreó 53 corridas, cortando 76 orejas y 8 rabos, quedando – creo que por ese parón involuntario – como segundo en el escalafón y me encuentro con que El Ruedo le apunta un festejo en ruedos de España ese año, aunque no pude localizar fecha y plaza.

La reaparición y el tramo final de una gran carrera

Joselito Huerta volvería a los ruedos. Reapareció en la Plaza México el 13 de febrero de 1972, junto a Alfredo Leal y Antonio Lomelín, para lidiar toros de José Julián Llaguno. Al terminar el paseíllo se le hizo dar la vuelta al ruedo, reconociéndole la afición capitalina su valor y su entrega. Esa tarde le cortó la oreja a Pintor, el primero de su lote. Cerró esa campaña con 44 festejos.

El año de 1973 ya sería el del adiós. Inició esa campaña en Puebla, matando en solitario seis toros de Cerro Gordo, a los que cortó tres orejas el primer día del año. El 7 de enero, en Acapulco, corta cuatro orejas a los toros de Ayala que lidió allí. Al siguiente domingo se lleva las orejas de un toro de San Mateo en Monterrey y el 21 de enero, en León, se entretiene en cortarle tres orejas a los toros de Torrecilla que le tocaron en el sorteo.

Terminó sus días vestido de luces el 28 de enero, en corrida televisada en abierto y a nivel nacional, alternando con Manolo Martínez y José Mari Manzanares en la lidia de toros de José Julián Llaguno. El último que mató de luces se llamó Huapango y le cortó el rabo ante una plaza llena y entre la admiración, el respeto y la entrega de la gente.

Y es que Joselito Huerta ya tenía que dejar los ruedos, porque unos días antes había tomado posesión del cargo de Alcalde de Atizapán de Zaragoza, asiento de sus negocios y de su residencia, por el periodo 1973 – 1975, y ya resultaba incompatible el ir y venir de la vida del torero, con la del Presidente Municipal que tiene que atender a sus conciudadanos. Seguía en la actividad pública, en contacto con la gente, pero ya no como el ídolo de la multitud, sino como servidor de ella.

También tendría más tiempo para dedicarse a una actividad que le venía por herencia ancestral, la práctica del llamado deporte nacional, la charrería, a la que impulsó y patrocinó desde su posición política y que le permitió cuantas veces le fue posible, como fin de fiesta, lidiar y matar un novillo para gozo de quienes asistían a ver al equipo en el que participaba.

Las cornadas de la existencia

Necio sería negar que Joselito Huerta fue un torero muy castigado por las astas de los toros. Sin mayor investigación puedo afirmar que no hubo continente del llamado planeta de los toros en el que no haya sido herido a causa de su entrega y pundonor. Y en más de alguna ocasión, el León de Tetela pudo conocer lo que se afirma es la frialdad de la muerte.

En lo que hoy trato de contarles, no fueron las astas de los toros las que lo pusieron al borde de una situación fatal, sino la vida misma, un mal congénito que, visto como lo enfrentó, demuestra que esa manida afirmación de que los toreros están hechos de otra pasta, tiene mucho de verdad. Otra persona, en su situación, quizás se hubiera visto superada por ella.

Al final, las cornadas fueron las que terminaron con la vida de Joselito Huerta, pues falleció, en la Ciudad de México, a causa de las secuelas de una Hepatitis “C”, derivada de alguna o algunas de las transfusiones de sangre recibidas para curarle de alguna de esas 13 heridas por asta de toro que sufrió en su paso por los ruedos, el día 12 de julio del año 2001.

domingo, 31 de octubre de 2021

Ignacio García Aceves. A 90 años del inicio de su aventura empresarial

Don Ignacio con Jesús Solórzano
Paco Madrazo y Alberto Topete (1964)
El lunes 19 de octubre de 1931 los diarios de Guadalajara anunciaban el fallecimiento de Carmelo Pérez en Madrid la tarde del día anterior y el de Thomas Alva Edison, en West Orange, New Jersey, también la madrugada de esa víspera. En las páginas interiores, específicamente de El Informador, se daba cuenta de una novillada celebrada en la plaza de toros El Progreso, en la que alternaron Saúl Guaso, Jesús González El Indio y Manuel Molina, ante novillos de La Estancia. Fue una tarde en la que, de acuerdo con la crónica firmada por Tío Castuera, destacaron la clase y el valor de El Indio.

Esa novillada fue organizada por el doctor Ildefonso Zaragoza en sociedad con quien entonces era un joven estudiante del segundo año de la carrera de Derecho, Ignacio García Aceves, quien seguramente no se veía defendiendo causas en los tribunales y buscaba encauzar su existencia por otros derroteros. Allí comenzó ese joven de gran estatura y de ojos claros, una andadura por lo que años después sería llamado el planeta de los toros que duraría más de medio siglo.

Ignacio García Aceves aprendió pronto los intríngulis del manejo de los asuntos de la fiesta, y supo hacerse acompañar en diversas etapas de su vida como empresario, de personajes que le ayudaron a establecer y a dar lustre a la fiesta de los toros en Guadalajara. Nombres como el del licenciado Cenobio González, Miguel Manogrande, Manuel González Pinocho, su inseparable Alberto Topete, apodado El Teco o El Tecolote y en su última etapa don Paco Madrazo Solórzano, fueron cada uno en su tiempo el complemento ideal para resolver las distintas vicisitudes que va presentando el manejo de una empresa de toros.

Remozó y reinauguró dos veces El Progreso y le tocó tomar la amarga decisión de que fuera derruido para dar paso a lo que unos cuantos llaman la modernidad. Llevo a ese ruedo a todas las figuras mexicanas y extranjeras – pueden ustedes nombrar la que se les ocurra, que con seguridad allí estuvo – entre 1931 y 1978 y por supuesto, dio oportunidades a muchos, muchos novilleros que pretendían alcanzar la gloria que dan los toros. Le contó a don Francisco Madrazo Solórzano, para su libro Agotado el Boletaje, que, sin hacer números, él calculaba que en sus primeros 50 años como empresario, seguramente dio más novilladas que corridas de toros. Así se hilaban las cosas en otros días.

La feria de su cincuentenario

Para el mes de octubre de 1981, don Ignacio tiró la casa por la ventana para celebrar el medio siglo que completaba al frente de las cosas de los toros en Guadalajara. Ya no lo hacía en El Progreso, sino en la plaza que, llamada originalmente Monumental de Jalisco, fue rebautizada – malamente al decir de algunos, pues no existe entre ambas relación de causa a efecto – como Nuevo Progreso. Y lo hizo con grandeza. Entre el 17 de octubre y el 1º de noviembre de ese año, ofreció a la afición una novillada y 8 corridas de toros con figuras del toreo de España y México y también con quien era, en ese momento quizás, el mejor rejoneador del mundo.

En ese calendario del 81, estuvieron en nuestro país varios diestros europeos, pero llamó importantemente la atención la presencia en Guadalajara de dos toreros andaluces que, casi recién alternativados, tenían cautivada la atención de la afición española. Ellos eran Juan Antonio Ruiz Espartaco y el trianero Emilio Muñoz. El rejoneador portugués Joao Moura también era otro de los reclamos importantes y vendrían a formar carteles con Mariano Ramos, Manolo Arruza, David Silveti, Jorge Gutiérrez, Miguel Espinosa Armillita y por la torería de la tierra Alfonso Hernández El Algabeño.

Los actuantes en la novillada serían Carlos Vidal, Curro Calesero y Luis Fernando Sánchez y los encierros anunciados fueron de San Mateo, De Santiago, Jorge Barbachano, Santo Domingo, dos de Carranco, San Marcos con una corrida y una novillada y Mimiahuápam. Al final, solamente se lidió una de las corridas de Carranco que fueron anunciadas, pues la que saldría al ruedo el día 31 de octubre fue rechazado en el reconocimiento y fue sustituido por uno de San Mateo.


El resultado de la feria de octubre del 81

El 17 de octubre se lidió una novillada de San Marcos de excelente presentación y en esa tarde Luis Fernando Sánchez cortó la única oreja de la tarde a Vaquerito tercero de la tarde. Al día siguiente, en la corrida del cincuentenario, con toros de San Mateo, se vivió una de las tardes grandes del serial, pues el quinto, Buen Amigo fue indultado tras una gran faena de Manolo Arruza y Jorge Gutiérrez le cortó una oreja al sexto Cumplido. Se lidió uno de Peñuelas, sobrero, sustituto del 7º Caprichudo que se mató al estrellarse en un burladero, le tocó a Emilio Muñoz.

El segundo tramo de la feria inició el 23 de octubre, con un encierro de De Santiago, del que escribió Francisco Baruqui que fueron muy chicos, Emilio Muñoz le cortó una oreja al tercero. El día 24 con toros de Jorge Barbachano, chicos y débiles, Joao Moura dio la vuelta al ruedo en los dos de su lote. Esa tarde se despitorraron tres toros. Y el 25 de octubre, una corrida de Santo Domingo, justa de presencia, pero pareja, variopinta y bien criada. Espartaco dio vuelta en sus dos toros. 

El cierre de la feria inició el 29 de octubre, la corrida de San Marcos, fue calificada por Baruqui como su majestad el toro. Ante ella, Joao Moura dio vueltas al ruedo por fallar con el rejón de muerte. Al día siguiente, toros de Carranco, justitos en presentación. Emilio Muñoz y Joao Moura dan una vuelta al ruedo cada uno. El último día de octubre se lidia una segunda corrida de San Mateo, que sustituye a la de Carranco originalmente anunciada. Joao Moura, Jorge Gutiérrez y Alfonso Hernández El Algabeño cortan dos orejas cada uno y Mariano Ramos se lleva una protestada. Don Luis Ruiz Quiroz consigna que se le entregó a El Algabeño el trofeo Crónica de Plata, pero Francisco Baruqui en su crónica de El Informador no hace mención de ello. La feria cerró el 1º de noviembre, con un encierro de Mimiahuápam, muy terciado, dice Baruqui que tres toros estaban para festival de corto. Lo más destacado de la tarde que Espartaco le cortó las dos orejas al tercero.

Como se puede ver, aunque queda en la memoria colectiva que ese viaje único de Emilio Muñoz y de Espartaco a México de hace 40 años fue desde un punto de vista optimista, discreto, la realidad es que de las crónicas de Francisco Baruqui se puede advertir que tuvieron ambos un par de tardes interesantes, no rubricadas con la espada y por ello el trianero solamente cortó una oreja y el de Espartinas dos en una tarde. 

Fue una pena que no les volviéramos a ver por nuestras plazas cuando estaban en plenitud, pues volvieron nada más a confirmar a la Plaza México, para completar su expediente ya de salida, Espartaco, el 22 de noviembre de 1999 y Emilio Muñoz el 2 de enero de 2000. Así pues, la carrera de ambos, vestidos de luces en México, se reduce apenas a cinco tardes y casi con dos décadas de diferencia entre las cuatro primeras y la última.

El legado de don Ignacio

Don Ignacio García Aceves continuó siendo el empresario de la plaza de toros ya llamada Nuevo Progreso. Lo sería hasta su último aliento, que llegó el 30 de mayo de 1984. Era además ganadero, pues en 1965 se había asociado con José Antonio Llaguno García en la titularidad de los hierros de San Mateo y Pozo Hondo – actualmente San Lucas – cuya propiedad total adquirió en el año de 1980 y en 1970 adquirió la ganadería que fuera de don Miguel Franco y la renombró como San Marcos.

Su trayectoria empresarial durante más de medio siglo sin duda que tuvo sus luces y sus sombras, pero los resplandores son los que más permanecen en la memoria colectiva. Su forma de hacer fiesta en Guadalajara convirtió a su plaza de El Progreso y después a la del Nuevo Progreso, en la que dio festejos desde el 20 de octubre de 1979, en un referente a nivel nacional e internacional. No es en vano, que siempre se tenga por necesario triunfar en Guadalajara para poder acreditarse como figura del toreo en México.

Por estas y otras muchas razones, es que hoy deseo recordar a don Nacho, en la cercanía de los 90 años de sus inicios como empresario de toros y de los 40 de la celebración del cincuentenario de ese fructífero arranque empresarial.

domingo, 24 de octubre de 2021

Ponciano Díaz. El ocaso de un ídolo

En busca de un tema para comentar en esta fecha, una publicación me señalaba que, en sus alrededores, pero en 1895, el diestro gaditano Juan José Durán Pipa – un fijo en los carteles de los primeros años de nuestra plaza San Marcos –, había recibido una alternativa en la plaza de toros de Bucareli en la Ciudad de México. Al intentar localizar la información en la prensa de la época, me encuentro con que sí toreó en ese día, pero que no había recibido ninguna alternativa – ya la tenía – y que, en realidad, la novedad de la fecha fue la presentación en la capital mexicana del torero sevillano José Centeno, completando el cartel Diego Prieto Cuatrodedos y toros de Venadero.

El festejo resultó ser insulso, quizás lo destacado fue que se lidiaron dos toros de cruza española, uno de origen Miura y el otro de Concha y Sierra y otros dos fueron devueltos al corral por mansos. Eran los primeros tiempos de la ganadería de lidia en México y el proceso de selección y definición del toro estaba iniciando apenas.

Pero alrededor de la corrida me encontré una información que estimo valiosa. En el prólogo de la crónica que hace Armando Morales Puente Jindama y que aparece en el diario El Universal del día 27 de octubre de 1895, se contiene una prolija precisión acerca de una misiva de Ponciano Díaz, relativa a su actuación en la corrida del domingo 13 de octubre de ese mismo año, en su plaza de Bucareli, tarde en la que, ante toros de Cazadero, le dio la alternativa a Diego Rodríguez Silverio Chico en presencia de Manuel Calleja Colorín.

La tarde inaugural de 1895 en Bucareli

Nadie podría imaginar que la tarde de ese 13 de octubre sería la última que el charro de Atenco torearía en la capital de México, y mucho menos, siendo él mismo el propietario de la plaza de toros y el empresario de ella. Sin embargo, los sucesos que envolvieron esa última actuación dejan entrever que ya había perdido el favor de aquellos que en su día lo encumbraron, y también, quizás, que el toreo, en su evolución, caminaba en una dirección distinta a la que llevaba la tauromaquia de Ponciano.

El Universal es el único diario que recoge los acontecimientos que trataré de presentar aquí, pues ni El Diario del Hogar ni La Raza Latina, que también se ocupaban de dar espacio a los toros, los refieren. La versión es del invocado Armando Morales Puente Jindama y la réplica del mismo Ponciano Díaz y todo gira alrededor de los brindis que hace el torero durante la lidia de los toros tercero y cuarto de la tarde:

... “Bigotes” recibe los trastos de manos de “Silverio” y tiene la increíble osadía de insultar al público al brindar, diciendo que le “causa satisfaisión” que lo silben en México y otras frases que no pude escuchar bien, porque me lo impidieron las justas y enérgicas protestas de los concurrentes, que llenos de indignación reprobaban la osada conducta del infumable maleta... los silbidos y naranjazos son poco, pues los toma como ovaciones y le causan gusto, placer, según su misma confesión, hecha en el primer “brindis” del domingo, en el que, lo mismo en el que hizo al sol y en las ocasiones en las que fue censurado su trabajo, se permitió insultar al público con palabras soeces, motivos por los que, además de otros, recibió orden del presidente de la corrida de retirarse del redondel, orden que no obedeció, no obstante que se le repitió tres veces y de la que se burló después, siendo por esos motivos multado con cien pesos... Ponciano ha hecho la faena más mala que se haya visto, los aficionados le chillan, y el insolente maleta se desata en insultos e improperios, tan soeces, que serían indignos de una taberna. Y eso a ciencia y paciencia de los gendarmes que estaban en el redondel, que debieron dar parte a la presidencia, si no tenían facultad para reprimir al insultador... Un concurrente arroja al redondel una navaja de barba y otro un peso, para que Ponciano pague al peluquero y vuelven a repetirse escenas de desprecio al público, pues “Bigotes” recoge el dinero y lo avienta a la persona que lo arrojó, profiriendo frases de las que no podemos hacer mención...

Esto aparece en el citado diario el miércoles 16 de octubre de 1895, fecha en la que la crónica se publicó, pues curiosamente en esos tiempos los diarios no salían los lunes y en el del martes, el espacio se dedicó a otros temas. Un punto que dejo aparte, es el que el propio Jindama escribe y es en el sentido de que Ponciano Díaz, en una corrida supuestamente celebrada el 4 de octubre de 1894, salió de banderillero, y por ese hecho perdió su alternativa:

…Ud. Sr. Ponciano se cree maestro porque recibió la alternativa de Salvador Sánchez "Frascuelo" por una galantería tenida para con México, no para con Ud., a quién ni conocían ni tenía mérito alguno para ello... Hoy hace Ud. alarde de ello cuando la tiene Ud. perdida, por haber salido de banderillero en la corrida del 4 de octubre del año próximo pasado...

La corrida se dio el día 7 en realidad y en ninguna de las relaciones de ella que pude consultar, ni siquiera en la del propio Jindama, se relata la presencia del torero charro como banderillero en ella, lo que de suyo hubiera sido un verdadero acontecimiento, así que puedo suponer predisposición o total animosidad del cronista hacia el torero.

La réplica de Ponciano Díaz

Hoy el ejercicio del llamado derecho de réplica es una cuestión candente. En aquellos días quizás no lo era tanto, pero se ejercitaba. Así, en la edición de El Universal del 22 de octubre de ese 1895, apareció publicada una carta de Ponciano Díaz que es de la siguiente guisa:

Sr. Director del diario El Universal

Presente

Muy señor mío:

Por circunstancias dependientes de mi falta de salud, hasta hoy he podido tener una conferencia con el señor revistero que hace las crónicas de las corridas de toros para publicarlas en su eficaz diario, con objeto de rectificar lo que expresó en su revista de la corrida de inauguración en Bucareli, aseverando que yo había faltado de palabra al público; más como me asegura que si asentó esto en la crónica fue porque se lo dijeron algunas personas, estoy en la necesidad de hacerlo saber al público, protestando: que si alguna mala interpretación se ha dado a mis palabras, estas nunca las he proferido con tal intención, sino que, por el contrario, siempre he guardado mi cariño y gratitud de artista, para con la concurrencia que voluntariamente se ha dignado presenciar en las plazas donde he trabajado, lo que mis facultades me han permitido hacer.

Siempre he respetado la opinión del público, por adversa que me sea, pero nunca saldrán de mis labios palabras que lo ofendan. Después de haberme tratado el señor revistero de la manera que lo ha hecho, y darme la explicación que antes he relatado, sólo me resta, señor Director, suplicarle que como muestra de imparcialidad se sirva mandar dar publicidad a la presente en El Universal.

Soy como siempre de Ud. Afmo. y S.S. – Ponciano Díaz

Como se puede ver, el torero afirma que el cronista escribe a través de informes obtenidos de terceros, y deja ver que esos hechos evidentemente bochornosos que narra Jindama no ocurrieron de esa manera y reitera su respeto y admiración por la afición y el público que son al final quienes le han dado el sitio que tiene, y por supuesto, pide una rectificación.

La nueva acometida de Jindama

Decía al principio que el proemio de la crónica de la corrida del 27 de octubre de 1895 en la plaza de Bucareli, es una prolija referencia a este asunto. Morales Puente vuelve a hacer referencia a los hechos del domingo anterior y a los de la carta de Ponciano Díaz publicada el día 22 pasado. Entre otras cosas refiere:

Antes de que refiera lo ocurrido en la tercera corrida de la temporada, mis apreciables lectores me permitirán que haga una digresión ocupándome de Ponciano Díaz… Este, envió una comunicación al señor director de El Universal, carta que, en prueba de seriedad... se publica en el número del último domingo... con el fin de señalar que sostuvo una entrevista conmigo y “con el objeto de rectificar” lo que yo expresé en mi revista; pero se calla que yo, categóricamente me negué a hacer tal rectificación como él lo pretendía... Es cierto que las palabras ofensivas dirigidas por Díaz a algunos concurrentes que censuraban su trabajo mientras estaba en la faena de muerte de su segundo toro, no las escuché; pero las personas aludidas que de ello me informaron, me merecen entera fe y crédito y son incapaces de hacer una impostura... La persona a quien arrojó Díaz desde el “estribo de la barrera al tendido” un peso, acción que por sí sola constituye una falta de respeto, que yo vi y que pudieron ver todos los concurrentes, me ratifica que Díaz no sólo hizo esto, sino que le dirigió frases injuriosas... El Sr. Regidor Icaza, que presidió la corrida de inauguración, impuso a Ponciano Díaz una multa de cien pesos, que por causas que ignoro, se redujo a cincuenta, y el motivo de imposición de la multa no fue otro que el “brindis despreciativo” para el público de México pronunciado por Díaz antes de matar su primer toro... Esa multa se ha hecho efectiva... En cuanto a la parte de su carta en que dice: “siempre he respetado la opinión del público, por adversa que me sea...”, recuerdo estos hechos que mis lectores no habrán olvidado y que no quiero comentar... Se empeño en que a los caballos de los picadores se les pusieran “baberos”; la prensa haciéndose eco del público, protestó contra semejante ridiculez tan inútil como anti – estética... se suprimieron los “baberos” porque el público en masa y unánimemente obligó a que se los arrancaran a los caballos enmedio del redondel, y esto, si mal no recuerdo, se vio precisado a hacerlo Juan Jiménez “El Ecijano”... ¿Con los burladeros?, ¿qué pasó? Igual que con los “baberos”. Inútiles fueron las indicaciones de la prensa, inútiles las protestas del público... El último fue sacado del coso enmedio de la rechifla más estruendosa que se haya escuchado... Y basta de disgresiones; si he hecho las anteriores aclaraciones es porque las he juzgado necesarias y porque deseaba que las cosas quedaran en el lugar que les correspondían...

Como se ve, Jindama acaba por reconocer que algunas cuestiones de su narración original sí le fueron comentadas por terceros de entera fe y crédito, pero reitera que presenció los hechos materiales que denuncia en su crónica y establece su sorpresa de que la multa inicialmente impuesta haya sido reducida a la mitad sin que mediara explicación.

El devenir de Ponciano Díaz

Una parte importante de la crónica de Jindama a propósito del festejo del domingo 13 de octubre, señala esta cuestión:

Los tiempos en que por mal entendido patriotismo le toleraban a Ud. sus “mamarrachadas” ya pasaron, Ud. ha renegado hasta de los patrioteros y espero que probará las consecuencias... Los cien pesos que le impusieron a Ud. de multa me parecen poco... Al que no entiende “por buenas”, se le hace entender “por malas”... Al terminar la corrida, el Sr. Icaza mandó a los médicos de plaza que reconocieran el estado de Ponciano y que le rindieran su dictamen... Ponciano, si tiene amor propio, creo que no volverá a salir en ninguno de nuestros redondeles, pues si lo hace, es probable, casi seguro que se armará una bronca, pues el público está muy indignado con su descortés conducta...

Al final de cuentas resultaría ser que esa corrida inaugural de la temporada 1895 – 96 sería la última vez que Ponciano Díaz pisara un ruedo de la capital mexicana vestido de luces. La cuestión de que el regidor Icaza enviara a los médicos a examinar al torero de Atenco, me sugiere que sus problemas con la bebida ya eran evidentes, y fueron los que, al final de cuentas, terminaron con su existencia poco después de haber cumplido los 40 años de edad.

Ponciano Díaz, sin embargo, seguiría toreando por las afueras. Se refiere que toreó su última tarde el 12 de diciembre de 1897, menos de medio año antes de morir, en Santiago Tianguistengo, muy cerca de su lugar de nacimiento, intentando matar tres toros él solo, pero que únicamente alcanzó a finiquitar al primero, pues durante la lidia del segundo perdió el conocimiento y ya no pudo concluir el compromiso.

El torero charro de Atenco falleció el día 15 de abril de 1899.

domingo, 17 de octubre de 2021

18 de octubre de 1931. Muere Carmelo Pérez en Madrid

Carmelo Pérez
Cª 1920 Foto: Casasola
Carmelo Pérez
había recibido una de las cornadas más terroríficas que registra la historia del toreo el 17 de noviembre de 1929 en El Toreo de la Condesa, cuando Michín, de San Diego de los Padres, sexto de un festejo en el que alternó con Antonio Márquez y Pepe Ortiz le prendió en los primeros escarceos de la lidia y le envió a la enfermería, de donde las noticias que salían eran contradictorias y casi todas de tono funesto. De eso ya me he ocupado por esta Aldea aquí y aquí.

La oportuna intervención de los médicos Javier Ibarra, José Rojo de la Vega y Carlos Herrera Garduño salvaron la vida de Carmelo, pero en una situación en la que la medicina carecía de los avances que hoy tiene, la ausencia de equipos de diagnóstico y de antibióticos, convirtieron en un verdadero via crucis la recuperación del torero de Texcoco. A ese propósito, cuenta Guillermo H. Cantú:

Al despertar de la anestesia, Carmelo constató una cosa: el infierno no habían sido las cornadas tremendas de “Michín”, sino la penosísima, lenta e incompleta recuperación que en esos instantes se iniciaba… En 1929 aún no existía la penicilina ni otros antibióticos, la fístula de la espalda hubo de ser controlada con métodos prolongados como dolorosos. Una a una, las costillas del costado derecho de Carmelo fueron extirpadas… No fue únicamente tener que respirar con un solo pulmón, ni cargar el resto de su ya corta vida apósitos de algodón para dar volumen a aquél medio torso disimulado y supurante… sino además “un sufrimiento todavía mayor y para el que Carmelo necesitó echar mano de toda su hombría y de toda su fuerza de voluntad: desacostumbrarse a la droga, a la morfina, a base de la cual había vivido medio año”. ¡Y también lo logró! …

Los médicos que le atendían, advirtieron a Carmelo que era necesario guardar reposo absoluto para completar su recuperación y permitir en un futuro la reparación de la fístula que se generó a causa de la cirugía a la que se le sometió para reparar las heridas de la cornada. Pero el torero tenía otros planes al parecer, y en cuanto sintió las fuerzas suficientes se puso a prepararse para reaparecer, haciendo ejercicio para recuperar la condición física y haciendo toreo de salón.

Así, logra volver a presentarse en El Toreo de la Condesa el 4 de enero de 1931, alternando con Luis Freg y Manolo Bienvenida ante toros de La Laguna. En esa campaña actuaría otras cuatro fechas, los días 11 y 18 de enero y el 8 y el 22 de febrero, fecha esta, que representaría su última actuación en la capital mexicana. Ya tenía en mente viajar a España, decía él, para hacerse ropa de torear y conocer aquellas tierras.

Pero antes, el 15 de febrero, en Guadalajara, alternando con Juan Espinosa Armillita y José Olivera Pepete, realizó una faena por naturales al quinto de la tarde, de Zacatepec, que en la versión de quien firmó como Tío Castuera en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, fue de la siguiente guisa:

El lugar de honor lo ocupó un toro que hizo honor a la ganadería: el toro de seda, el que se ha llevado la palma de nobleza y bravura... Era cárdeno, entrepelado y ostentaba en sus lomos el número 44... Su faena portentosa es la siguiente. Tres ayudados por abajo, un natural, luego otro, otro y otro que hacen que el público se ponga de pie para aplaudir. Cambia de mano la flámula y luego vienen cinco naturales más, girando suavemente sobre los talones para quedar colocado en una nueva suerte. El delirio viene, y para saborear más la faena intercala uno de costado... tres naturales más, uno de costado y como si no bastara el sinnúmero de pases naturales, nos brinda la oportunidad de verlo embarrarse el toro en la cintura cual se tratara de sedosa paja. Cuatro naturales dados durmiéndose el matador en la cara del burel, cinco más... “Ya esto es torear como en la gloria”, decían al unísono los espectadores estupefactos... Viene para rubricar la muerte de su toro una estocada que tumba sin puntilla. El público pidió las orejas y el rabo...

La realidad, de acuerdo con Cantú, es que Carmelo tenía la idea de ir a confirmar su alternativa en Madrid y hacer una campaña en forma por aquellas plazas, encargándose de sus asuntos allá don Domingo González Mateos Dominguín. Enterados sus médicos de su intención de viajar, le volvieron a recomendar reposo y sobre todo el evitar que se sometiera a alguna cirugía de la fístula del tórax, pues las complicaciones posoperatorias previsibles, serían fatales.

La alternativa en Toledo

Las alternativas recibidas en México no fueron reconocidas en España durante muchos años, así que los toreros mexicanos y en general, quienes las recibían aquí, tenían que volver a hacerlo en una plaza de allá para poder actuar como matadores de toros. La de Carmelo Pérez se programó para el 6 de junio de ese 1931, en Toledo. Era la tradicional Corrida del Corpus. Originalmente estaba puesto como su padrino Gitanillo de Triana, pero el 31 de mayo anterior Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero acabó a plazo con su vida en Madrid y se contrató para sustituirle a Manuel Jiménez Chicuelo. El testigo sería un torero de la tierra llamado Domingo Ortega. Los toros fueron del Conde de Antillón antes de Ildefonso Sánchez Rico, de origen Contreras.

El encierro al final no se lidió completo. Uno de los toros, el que sería primero de la tarde, murió en los corrales y fue sustituido por uno de Terrones – nombrado Presidente –, del mismo origen – los Sánchez Rico eran descendientes del ganadero salmantino, don Juan Sánchez de Terrones – y hago esta aclaración porque en la obra de Cantú se repite con insistencia la presencia de encierros parchados cuando de la actuación de toreros mexicanos en España se trata, como una mala jugada de los taurinos de allá. No hubo tomate en la sustitución del toro, ni fue del agarradero el sustituto, las cosas, como son.

Esa tarde, aparte de incompleto, el juego de los toros dejó que desear. Al tercero se le condenó a banderillas de fuego. La actuación de Carmelo fue vista así por Recorte, cronista del diario La Libertad de Madrid, aparecido al día siguiente de la corrida:

El alternativado Carmelo Pérez no estuvo muy afortunado en el reparto, y de aquí que el resultado de su actuación no respondiese a lo que nos habían prometido sus mentores y nuestros compañeros del país de Moctezuma. Quizá la diferencia de temperamento en el ganado, unido al desentrenamiento que motivó una convalecencia de cerca de un año, a consecuencia de una gravísima cornada que recibió, y por añadidura el desconocimiento del carácter de nuestro público. Influyese en cierto apocamiento, azoramiento o preocupación que observamos en el nuevo matador… Sin embargo, le vimos ceñirse extraordinariamente con el capote y templar, ejecutando algo así como aquel lance que se denominó el «puente trágico», y en esto fue ovacionado… Luego, con la muleta, estuvo demasiado breve en el toro de la alternativa; dos muletazos tan solo, porque vio el mejicano que el enemigo no estaba para adornos. Al sexto, que ofrecía peligro por el lado derecho, le dio tres soberbios muletazos de pecho por el lado izquierdo, «haciendo la estatua». Matando estuvo muy breve también…

Una cirugía a destiempo y el final

Después de la corrida de Toledo, Carmelo Pérez decidió ponerse en las manos del renombrado cirujano Jacinto Segovia para intentar librarse de la fístula torácica que tanto le molestaba. Ello a pesar de que ya desde antes de salir de México se había advertido que era una cirugía de muy alto riesgo. Pocos se enteraron de la intervención. Refiere Cantú que David Liceaga le contó que pasó un día por el sanatorio del doctor Crespo a interesarse por el estado de salud de Gitanillo de Triana y que allí se le informó que el que iba en franca mejoría era un paisano suyo el que tenía nombre de mujer… 

Salido del hospital comenzó el proceso de recuperación, advertido de nuevo de que el reposo absoluto era importantísimo para salir adelante. Pero un espíritu indómito como el de Carmelo Pérez no sabría mantenerse quieto. En cuanto pudo, salió a pasear por las calles de Madrid, comenzó a hacer vida social, incluso, llegó a conocer a Federico García Lorca – afirmaba el Negro Muñoz – y añoraba recuperarse plenamente para poder volver a México y retomar las cosas donde las había dejado pendientes.

Recurro de nuevo a la versión de Cantú:

El 15 de septiembre, como todo mexicano en el extranjero que se respete, Carmelo asistió a la Embajada de México para conmemorar la Independencia y dar “El grito” junto con sus compatriotas… La “siguieron” toda la noche… Regresaron a la pensión de la Carrera de San Jerónimo, donde vivía, pasadas las seis de la mañana, entonando con la guitarra los nostálgicos versos de “Canción Mixteca”: “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido…”… Se metió en la cama para recuperarse de lo que parecía un fuerte resfriado, y durante 30 largos días rumió su última cita con el dolor y la frustración… entre una respiración que se iba haciendo más dificultosa y unos recuerdos cada vez menos claros, su vida se fue apagando…

La prensa de Madrid se ocupó con alguna profusión del hecho, aunque casi todos los diarios que pude consultar reproducen el mismo boletín de prensa. La nota que me parece más lograda es la de La Libertad, salida el 20 de octubre siguiente, que entre otras cosas cuenta:

El domingo, a la una de la tarde, le visitó, como de costumbre, el doctor Rozabal, que se había encargado de su asistencia, y le encontró con bastante fiebre.

Carmelo dijo al doctor que pasaba muy malos ratos y que sólo descansaba cuando se le aplicaba alguna inyección de morfina. Rogó al médico que diera la orden oportuna para que le aplicaran otras. El doctor Rozabal le contestó que su ayudante quedaría encargado de aplicarlo el calmante pedido. Entonces Carmelo, al ver que el doctor se marchaba, le dijo a su mozo de estoques:

«Raspa», acompaña al «doctorcito» hasta la puerta.

Cuando el «Raspa» volvió al lado de Carmelo, éste había muerto...

El siguiente paso sería el traslado de los restos de Carmelo a su lugar de reposo definitivo. Problemas, principalmente quizás de índole económica, dilataban – y quizás imposibilitaban – el traslado a la Ciudad de México. Los toreros mexicanos allá en España, en trance de regresar a enfrentar sus campañas en ruedos nacionales, no contaban con los recursos líquidos para afrontar un asunto de esa naturaleza, pero providencialmente, el Papa Negro, don Manuel Mejías Bienvenida, salió al quite. Así se publicó en El Heraldo de Madrid del 22 de octubre de ese 1931:

Un rasgo del Papa Negro

Los parientes del infortunado diestro Carmelo Pérez enviaron un cablegrama en el que exponían su deseo de que los restos del lidiador fuesen enviados a Méjico, su país natal. Anunciaban la remisión de los fondos necesarios; pero transcurrían las horas y el dinero no llegaba. Y como para la operación de embalsamamiento y otros gastos se precisaba una suma importante, los amigos del torero, ante la imposibilidad de sufragarlos, renunciaron a satisfacer los naturales deseos de la familia de Carmelo. Don Manuel Mejías, padre de los matadores de toros Manolo y Pepe Bienvenida, tuvo noticia de lo que ocurría e inmediatamente se puso en relación con D. Román Mercelian, apoderado del diestro fallecido, y le facilitó diez mil pesetas, que era la cantidad que se precisaba para trasladar a Méjico el cadáver de Carmelo Pérez.

El rasgo de Bienvenida, padre, ha sido muy elogiado por la afición y los toreros.

Así fue como los restos de Carmelo Pérez pudieron salir a México el 1º de noviembre para regresar a reposar a la tierra que lo vio nacer. Fue inhumado el día 13 de ese mismo mes.

domingo, 10 de octubre de 2021

10 de octubre de 1965. Joel Téllez El Silverio recibe la alternativa en Palma de Mallorca

El Silverio en Las Ventas
Archivo Santos Yubero
Madrid 1964
A inicios del año de 1959 comenzó a sonar por los medios de información de la fiesta el apodo de un novillero de Monterrey que parecía usurpado de una gran figura de la tauromaquia mundial. Le llamaban El Silverio y no por su hacer en el ruedo, sino porque físicamente guardaba parecido con el Faraón de Texcoco. Se había presentado en la Monumental de su tierra y pronto se acomodó en el gusto de sus paisanos junto con Fernando de la Peña, Abraham Saucedo y Julio Garza, toreando entre los cuatro el grueso de los festejos menores de ese calendario.

El año siguiente visitaron la llamada capital industrial de México otros novilleros como Mauro Liceaga, Guillermo Sandoval, Víctor Huerta o Carlos Peña Peñita, quienes animaron el ambiente allí. Es importante hacer notar que, en esa etapa temporal, en Monterrey se daban más novilladas que corridas de toros y que los encierros que en ellas se lidiaban, eran casi todos de ganaderías de la región. Es en ese 1960 que se presenta en Guadalajara, logrando actuar en El Progreso en seis tardes ese calendario.

En 1961 El Silverio llega a la Plaza México, presentándose allí el 16 julio, para alternar con Jesús de Anda y Guillermo Sandoval en la lidia de novillos de la Viuda de Miguel Franco. Su primer novillo se llamó Charro. Actuaría en 6 festejos en la capital ese año, combinando sus presentaciones allí con las dos que hizo en Guadalajara, destacando la del 19 de noviembre, en la que cortó el rabo al novillo Maragato de Peñuelas y las cinco de Monterrey, además de otras en plazas como Puebla o Nogales. 

Entre 1962 y 1963 sumaría otras 26 novilladas en las plazas México, El Progreso y Monumental de Monterrey, compartiendo cartel con los punteros de la novillería mexicana como los ya nombrados Fernando de la Peña, Mauro Liceaga, Guillermo Sandoval, Américo Garza Romerita, Martín Bolaños, Víctor Huerta, Gabino Aguilar o Jesús Solórzano. En total en ese lustro, sumaría alrededor de unas sesenta novilladas en plazas de México.

A propósito de su hacer en los ruedos, escribió Daniel Medina de la Serna:

Un novillero con bastantes cualidades era Joel Téllez… Tuvo un buen debut, pues tenía clase y hondura, sin dejar de tener buena técnica… Era un torero que manejaba muy bien el capote…

A la conquista de España

Para el año de 1964, El Silverio tenía puesta la mira en los ruedos hispanos. Consideró, junto con quienes llevaban su carrera, que estaba en el punto de desarrollo profesional adecuado para emprender una campaña novilleril allá y recibir una alternativa con fuerza en una plaza de importancia. Aunque desde varios años antes, se le mencionaba como candidato a hacer la travesía, como se puede apreciar de esta entrevista realizada al doctor Alfonso Gaona por Francisco Narbona y publicada en el número de El Ruedo, aparecido en Madrid el 19 de octubre de 1961:

¿Qué toreros mejicanos pueden interesar aquí?

Bueno... Hay muchos, ¿sabe? Están los consagrados... Todos ellos están en buen momento. Luego han surgido otros que se han situado en pocos meses a la cabeza del escalafón...

Y entre los novilleros, ¿hay muchos nombres carteleros?

También. Están Mauro Liceaga (primo de los otros toreros de ese apellido), Martín Bolaños, Sandoval, Diosdado, «El Silverio», Luciano Contreras...

Esa primera campaña constó de once festejos y comenzó tarde, porque al estarse preparando en el campo salmantino, sufrió una voltereta y la fractura de uno de los huesos del brazo derecho, por lo que no pudo presentarse sino hasta el 7 de junio en el Puerto de Santa María. Destacaron sus actuaciones en Córdoba, Haro, Barcelona, Málaga y las dos en Madrid.

A propósito de la tarde de su debut en Las Ventas, Alfonso Navalón escribió para El Ruedo de Madrid, en su número del 11 de agosto de 1964, lo siguiente:

Debutaba «El Silverio», novillero mejicano, que dibujó un quite por chicuelinas, portento de lentitud y armonía. Un bello cuadro de arte que dejó en la tarde monótona el perfume de lo auténtico. Volvió el mejicano a torear con excelente corte de capote a sus dos novillos. Luego las dos faenas se perdieron entre las destempladas arrancadas de los moruchos. Pero cuajó unos derechazos cadenciosos y con buen temple. Matando se queda en la cara...

Otros novilleros mexicanos que actuaron en aquellas plazas en ese año fueron Jesús Delgadillo El EstudianteJuan Anguiano, Juan de Dios Salazar y Antonio Sánchez Porteño.

En 1965 sus actuaciones en el escalafón de novilleros fueron menos, apenas seis. Destacan las de Palma de Mallorca, Zaragoza, San Sebastián y Requena. Los otros mexicanos aspirantes a la alternativa fueron Manolo Espinosa Armillita, Raúl Contreras Finito, Juan de Dios Salazar, Jesús Solórzano y Mario de la Borbolla.

Cerca del cierre de la temporada se anunció que El Silverio recibiría el grado de matador de toros. Sería el 10 de octubre en el Coliseo Balear de Palma de Mallorca. Sería su padrino el ecijano Jaime Ostos y fungiría como testigo el chiclanero Emilio Oliva. Por delante iría el caballero de la Puebla del Río, Rafael Peralta. Para el efecto se prepararon tres toros de Manuel Francisco Garzón, dos de Sepúlveda de Yeltes y uno de los herederos de María Montalvo para la lidia ordinaria y un novillo de Bernardino Giménez Indarte para el rejoneador.

Los triunfadores de la tarde fueron el caballero en plaza que cortó las dos orejas del que le tocó en suerte y Joel Téllez El Silverio, que cortó la oreja al toro de su alternativa y que fue al final de cuentas la única de la tarde para los toreros de a pie. La relación del festejo, enviada por el corresponsal del semanario El Ruedo, y aparecida en el número del 12 de octubre siguiente, cuenta lo que sigue:

Tomó la alternativa de manos de Jaime Ostos el novillero mejicano El Silverio, quien después de un escaso número de novilladas ha pasado al escalafón superior por decisión personal con vistas a los contratos de su patria. Con el toro de la ceremonia estuvo valiente y después de una estocada le concedieron la oreja. En el último bien pudo repetir el premio, de no haberle fallado el estoque; pero necesitó cuatro pinchazos y todo quedó en palmas…

Como se ve, a pesar del poco comedimiento del corresponsal del semanario madrileño, El Silverio dejó la puerta grande entreabierta la tarde de su alternativa.

El regreso a México

De vuelta a suelo patrio, se presenta el 13 febrero 1966 en El Toreo de Cuatro Caminos. Lo hace en un cartel importante en el papel, pues alterna con Luis Procuna, César Girón y Paco Pallarés, con un encierro de Matancillas. Al final de cuentas la tarde se torció, sopló viento de principio a fin, los toros sacaron muchas complicaciones y el que mejor librado salió fue Girón, que apenas dio una vuelta al ruedo.

Su presentación en Monterrey sería el 15 mayo, pero no en la plaza Monumental, sino en el Lienzo Charro, donde con motivo de la Exposición Agrícola y Ganadera se dio una corrida de toros en la que alternaron los rejoneadores Felipe y Evaristo Zambrano y a pie Felipe Rosas y El Silverio mano a mano ante un encierro de Santoyo. La presentación en la plaza Monumental se dio hasta el 5 de septiembre alternando con Finito y Eloy Cavazos. Los toros fueron de Santa Martha y Finito regaló uno de Mimiahuápam.

Confirmaría su alternativa en la Plaza México el 10 marzo de 1968, apadrinándole Mauro Liceaga, y siendo testigo Antonio Lomelín con una corrida de Zotoluca. Acerca de esta tarde, Daniel Medina de la Serna refiere que a pesar del poco sitio que mostró, le realizó una buena faena a Gladiador, 5º de una tarde de mucho viento y polvo, lo que le valió regresar al siguiente año.

Regresó a la gran plaza el 9 febrero 1969, en un cartel que formó junto con el rejoneador Gastón Santos, Joaquín Bernadó y Raúl García. Los toros fueron de Mariano Ramírez, uno de La Laguna para rejones y otro de Peñuelas que regaló El Silverio.

Don Neto, en su crónica escrita para la agencia AFP y aparecida en el diario El Informador de Guadalajara el 10 de febrero de 1969, reflexionó:

“El Silverio” que no había estado muy bien en su primero, en el que fue cogido dramáticamente, quedando con el terno destrozado, pero sin herida alguna, toreó bien con el capote y mucho mejor con la muleta en su segundo… Hubo pases de gran clase, temple y valor, la faena fue corta, pero la calidad del joven diestro fue mucha. Ovación final… En su afán de alcanzar el triunfo total, regaló un manso, bronco, difícil y peligroso ejemplar de Peñuelas con el que se mostró valiente, voluntarioso, enterado, siendo despedido con fuerte ovación...

La temporada final

La última campaña en la que El Silverio vistió de luces fue la de 1972, toreó seis festejos en Monterrey, Villa Acuña, Caxuxi, Ciudad Acuña, Torreón y Cadereyta, esta última, una corrida nocturna verificada el 16 de septiembre, en la que mano a mano con Roberto Ortiz El Fotógrafo, enfrentaron cuatro toros de La Ronda. En este festejo Joel Téllez cortó la única oreja de la noche y la última de su trayectoria vestido de luces.

Hoy con este repaso por su trayectoria recuerdo el aniversario 56 de su alternativa. 

Aviso Parroquial: Agradezco a mi Patrón don Francisco Tijerina el auxilio prestado para verificar algunos datos aquí expresados. Y también a Sergio Peraza, por la misma clase de apoyo. Los resaltados en el texto de Alfonso Navalón, son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en su respectivo original.

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