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domingo, 27 de septiembre de 2015

En el centenario de Silverio Pérez (IX)

26 de septiembre de 1935: Silverio debuta en Madrid

Portada del ABC de Madrid
27 de septiembre de 1935
Silverio Pérez toreó en Las Ventas. Ya decía en una entrada anterior a esta que su andar por los ruedos hispanos es una de las partes opacas de su historia, y sin razón a mi juicio, porque a más de la brillantez de muchos de los resultados obtenidos, creo que no se puede entender a cabalidad la leyenda de uno de los toreros más grandes que México ha aportado a la tauromaquia, analizando únicamente su hacer en una de las vertientes del Atlántico.

El jueves 26 de septiembre de 1935 se anunció una novillada a beneficio del Instituto Cervantes, en la que, en concurso de ganaderías, se lidiarían ejemplares de Terrones, Coquilla, Leopoldo Lamamié de Clairac, Rafael Lamamié de Clairac, Francisca Melgar y Lorenzo Rodríguez, por una terna formada por Ventura Núñez Venturita, Arturo Álvarez Vizcaíno y el debutante Silverio Pérez, siendo mexicanos los dos últimos. Agregaría yo que el festejo tuvo tal predicamento, que fue el motivo de la portada del diario madrileño ABC del día siguiente al de su celebración.

Voy a referirme a dos relaciones del festejo en esta oportunidad. La primera es la de Eduardo Palacio del ABC de Madrid, titulada El Toro de Oro y el de Fuego, de la que entresaco lo que sigue:
…Mucha gente acudió ayer a la plaza a presenciar el mentado concurso de ganaderías, cuyo premio era nada menos que un toro, modelado por Benlliure. A disputarse trofeo tan artísticamente valioso, acudieron los hierros de Terrones, Coquilla, Leopoldo Clairac, Rafael Clairac, Francisca Melgar y Lorenzo Rodríguez. Digamos enseguida que ninguno de esos ganaderos pareció esmerarse gran cosa en la elección de la res enviada al certamen. Pidió la llave Conchita Costanzo, y pasearon el ruedo en carruaje, pasando luego a ocupar la presidencia de honor, las torturantes bellezas de Anita Tormo, Pepita C. Velázquez, Pepita y Emilia del Cid, Luisita Rodrigo y otras no menos agraciadas y aplaudidas artistas… El toro de Terrones, bien puesto, parecía reparado de la vista, cumplió malamente y se silbó en el arrastre; el de Coquilla acudió alegre a los caballos, se apagó después un poco, pero fue en todo momento un novillo suave y de franco embestir, aplaudiéndosele al ser enganchado su cadáver a las mulillas; el de D. Leopoldo Clairac, embestía con mal estilo y cumplió en varas; el de D. Rafael Clairac no pudo librarse del fuego; el de doña Francisca Melgar hizo gala también de un tanto de mansedumbre y el de D. Lorenzo Rodríguez, tenía cara de toro, no se portó mal en el primer tercio y sirvió para que se aplaudiese al picador Gorrión, que como Zurito, que asimismo actuó en el festejo, mostró decisión y estilo en el menester que encomendado tenía. Total, que la corrida, en conjunto, fue sosona, y aún sin tener malas intenciones, aplanó a los diestros encargados de despacharla... ninguno sintió el deseo de brindar a las presidentas, cuya positiva belleza quizá les hubiese servido de aliento y estímulo para dar cima a la empresa en que estaban comprometidos... En la novillada concurso de ayer se presentó otro diestro mejicano, Silverio Pérez, que con la emoción de pisar por primera vez la plaza de más categoría de España, no lució lo debido, y sería injusto juzgarle con severidad. Es valiente y maneja percal y franela con cierta soltura, mostrando al herir no poca decisión. Se deshizo del bicho de D. Leopoldo Clairac de media estocada y concluyó con el de D. Lorenzo Rodríguez que cerró plaza - ya con los focos encendidos - de dos pinchazos hondos y un certero descabello… Con las banderillas fue muy aplaudido Cantimplas, en los dos pares que clavó al de Terrones… Seguramente se concederá el toro de oro al novillo de Coquilla, siendo solo de lamentar que los organizadores de la fiesta sufriesen la imprevisión de no disponer de otro toro relleno de fuegos de artificio, el que hubiera ganado por unanimidad, la res de D. Rafael Clairac. Aunque ya se yo que en tales certámenes, queda siempre algún cabo por atar. De allí mi legítima prevención por toda clase de concursos taurinos.
La segunda apareció la noche misma del festejo en El Heraldo de Madrid y está firmada por Don Nino. Trata a Silverio Pérez con más dureza, pero nos aporta datos que la anterior no contiene, como por ejemplo, el nombre del primer novillo que quien habría de ser el Faraón de Texcoco mató en Madrid. De ella, es conducente lo que a continuación copio:
La novillada de esta tarde en Madrid. Concurso de ganaderías. Matadores: Venturita, Arturo Álvarez y Silverio Pérez… TERCERO. – De Leopoldo L. de Clairac. Entrepelao. Largo y bien criado. Cornicorto. Embiste derecho. Entra y sale… Silverio Pérez torea a la verónica, sin lograr, ni mucho menos, entusiasmarnos. Ni dolor ni salor. “Sanluqueño” entra de largo al picador adjunto. Empuja con fuerza y derriba con estrépito. Acude al quite Silverio, que no consigue el aplauso de los espectadores… Dos puyazos más entrando con alegría el “morito”, que es tan voluntarioso para las fuerzas montadas como dificultosillo para los infantes; pero no supongan ustedes que es la fiera corrupia. Ni mucho menos… Cuando los de turno rehiletean al de D. Leopoldo, Silverio, el hermano de aquél valiente que se llamó Carmelo, se acerca unas veces y se distancia otras. La faena es breve y la estocada superior. (Muchas palmas y algún pito)… SEXTO. – De Lorenzo Rodríguez. Negro listón. Abierto de pitones. Sale con prisas y se revuelve en un palmo de terreno. Persigue a Castillo y no le cornea por verdadera casualidad… Silverio Pérez es abucheado al torear de capa. Se mueve más de la cuenta. No templa en ningún lance. Al quitar se estira. Da dos verónicas muy buenas. Remata con media de calidad. Y le aplauden, como es justo. ¡Lo ve usted, Sr. Pérez!... Aquí para que aplaudan hay que exponer y torear. Con mandanga, ni en Madrid ni en Monterrey. (Se hizo de noche y encendieron la luz)… El novillo ha cumplido bien con más nervio que bravura… Cuairán y su camarada banderillean. Alfredo supo hacerlo bien y le aplaudimos… Silverio muletea por bajo. Cuando se quiere estirar sufre un serio achuchón. Faena relámpago por las prisas que, al parecer, tienen novillo y torero. Todo rápido y nada bueno. Un pinchazo hondo, tendido, otro feo. Descabella con la puntilla…
Como podemos ver en la lectura comparativa de ambas crónicas, hay diferencias que van más allá del mero grado y que ayer como hoy, nos dejan perplejos en cuanto a entender si los narradores asistieron al mismo festejo o si nos están contando uno diferente cada uno. Sin embargo, de ambas se puede deducir que al final, la labor de Silverio Pérez fue aplaudida al finalizar la lidia de su primer novillo y que debió ser vuelto a programar en la siguiente temporada que terminó prematuramente por el llamado “boicot del miedo”.

Así recuerdo el octogésimo aniversario de la presentación de Silverio Pérez en la plaza de Las Ventas de Madrid.

domingo, 13 de septiembre de 2015

En el centenario de Silverio Pérez (VIII)

El miedo según Silverio

Durante el tránsito de su vida, Silverio Pérez desarrolló muchas actividades aparte de las que fueron consustanciales a su quehacer por los ruedos. Entre ellos fue el de escritor. En el número 105 de la revista Siempre!, aparecida en la Ciudad de México el 29 de junio de 1955, a instancias del director y fundador del semanario, José Pagés Llergo, quien bautizó a Silverio como El Compadre, el torero texcocano publicó una serie de reflexiones acerca del miedo.

Esas reflexiones serían recogidas de nueva cuenta en un libro titulado Los Grandes del Siglo XX, sacado a la luz por la casa editora del semanario en el que vieron la luz por primera vez y en la versión aparecida en esta última publicación, aparecen de la siguiente manera:

Compadre: ¿Sabes tú lo que es el miedo?
Por: Silverio Pérez, en Siempre!, número 105, 29 de junio de 1955 
Genial torero, nació en Texcoco, Estado de México, el 20 de noviembre de 1915. Tomó la alternativa el 6 de noviembre de 1938 en Puebla, de manos de Fermín Espinosa Armillita. Los conocedores del arte taurino han dicho que el toreo de Silverio Pérez fue de una inmensa clase, exquisito gusto y depurada técnica. Fue un representante destacado de la época dorada de México, donde todo era grande: los políticos, intelectuales, artistas, diplomáticos y periodistas. Silverio fue Presidente Municipal de Texcoco, se retiró de la fiesta brava el 1º de marzo de 1953 y murió el pasado 2 de septiembre.  
Este es un texto publicado en la revista Siempre! en junio de 1955, a petición de su “compadre” José Pagés Llergo y que es parte del libro “Los Grandes del Siglo XX”, publicado por este semanario.  
* * * 
Compadrito: veo que tú no haces otra cosa que buscarme líos. ¿Recuerdas aquella vez que me obligaste a ponerme un traje de etiqueta? Fue en un aniversario de tu otro “hijo” —Hoy— y el smoking que llevaba me lo había prestado Fermín. No veas, compadrito, cómo me sentía yo. Cuando entré a “El Patio”, Cantinflas se enojó conmigo porque pensó que iba a hacerle la competencia. 
Después recuerdo aquella tarde en El Toreo. Yo había quedado mal (para variar) y tú, que habías tenido un pleito en los tendidos, por mi culpa, te pusiste sabroso y me regalaste un toro. Y dime, compadrito: ¿qué necesidad había de eso? 
Pero más tarde quisiste que yo fuera jugador de dominó para que te acompañara en tus desveladas. Todavía no se me olvida aquel “cierre” que nos hicieron Isaac y Ortega: cuando tendí mis fichas en la mesa, aquello parecía un puesto de capulines. 
Y no paran ahí todas las cosas que me has hecho y de las que no vamos a hablar ahora, porque entonces éramos solteros, y no veas la que se nos puede armar todavía. Tu última puntada fue cuando quisiste hacerme diputado. Y me hablaste tan bonito, compadre, que hasta me compré mi texano y mi traje de gabardina para irme acostumbrando. Lo de ahora, compadre, ya no tiene cuate: me quieres hacer periodista. Y ni modo, quiero darte gusto, aunque de aquí tenga que irme a la cama a ponerme chiquiadores. 
¿Pero de qué te escribo, compadre? Podría hablarte sobre la erosión, porque de eso le he oído hablar mucho a mi querido amigo el Ingeniero Quintero. O podría también darte una clasecita sobre la cría de puercos porque, sabrás, compadrito, que a todos los que tenía se los llevó la aftosa. Pero mejor quiero escribirte sobre algo que conozco mejor que nadie: sobre el miedo, compadre. Y en esta especialidad, ni modo que venga alguien a darme un baño. 
Pues sí, compadre, tú escuchaste muchas veces, en las palabras de los amigos, que el trincherazo— el mismo de la canción de Agustín—, tenía en mis manos una interpretación trágica porque, aseguraban, los pitones se abrían paso por entre mis pestañas, y que la chicuelina equivalía a morir un poco yo y la afición también.  
Y para qué te recuerdo lo que oíste de mis derechazos. Lances y muletazos me situaron siempre a un milímetro de los pitones en el comentario de mis partidarios que nunca admitieron que otro torero se arrimara más que yo. 
Algo debe haber de verdad en eso, por más que yo no lo recuerdo muy bien, y si lo hice en la forma que aseguran fue un tanto inconscientemente. Porque nadie va al toro a buscar deliberadamente que las astas se lleven los alamares. Y de paso las carnes, las venas y hasta la vida. Para impedirlo está dentro de cada quien el miedo.  
El miedo, compadre, que se experimenta de pronto, como ahogo que detiene el aire en los pulmones, como un gran cansancio que te impide el movimiento, como ansiedad por algo que no se conoce pero que se va acercando para maltratarte, como ganas de llorar sin motivo, de explicar a gritos cosas que se agitan cerca del corazón. 
Yo empezaba a sentirlo inesperadamente, lo mismo en el patio de cuadrillas que en mi cama, la noche anterior a una corrida. Lo sentía llegar cuando menos pensaba en él, a veces en el burladero, a veces en la exacta mitad de una verónica. Llegaba en forma de escalofrío y me engarrotaba los músculos, como sudor viscoso que hacía resbalar el capote sobre mis manos, como dolor en los muslos y sabor de cloroformo en la boca. 
No sabes compadre, lo que es tener, que ir al toro en esas condiciones, esperando que en cada lance te tropiecen los cuernos y la plaza empiece a girar llena de gritos. No te imaginas lo que es presentir el olor de la anestesia y sentir que por las piernas resbala la vida. Con decirte que se la oye gotear. 
Yo nunca acepté mi miedo. Me daba coraje y entonces hacía mis cosas olvidándome de los fantasmas. Pero como te digo, de repente, llegaba aquello y entonces se terminaba mi voluntad. Me aplanaba, sencillamente. 
En aquellas ocasiones conseguía dominarlo, sabiendo que no duraría mucho tiempo vencido y que poco a poco se iría imponiendo. Nunca tardaba el mismo tiempo y a veces me dejaba redondear una faena y otras ni siquiera el primer quite, de lo que tardara en apoderarse de mí dependían las orejas.

Yo quise entender esto y pensaba al principio que era porque tenía a mí “Negra”, después porque “Poncholín” venía en camino; luego porque sus otros hermanitos habían llegado; más tarde porque el ranchito empezaba a formarse y luego, quién sabe cuántas cosas, pero el caso es que siempre encontraba manera de justificarlo.
 
Impotente contra el miedo tuve que torear muchas tardes. Cómo luché por imponerme es cosa que solamente yo podría entender. Enfermo de espanto, salía a la plaza ya fuerza de voluntad conseguía los aplausos, con el sobresalto siempre de que aquello me engarrotara cuando mejor sentía mis cosas. 
El miedo es cosa terrible, compadre. Y peor todavía es el miedo de tenerlo. Imagínate, tener miedo del miedo. Hasta parece albur, pero es la verdad de lo que me ocurría.  
Yo tuve siempre miedo de tenerlo. Y tuve también miedo puro sin complicaciones. Un miedo tan espantoso que muchas veces me obligaba a buscar la cornada para olvidarlo en los vapores de la anestesia. A veces la muerte misma hubiera sido un alivio.  
Entre miedo y miedo la fui jalando, hasta la despedida. Y aquí me tienes hoy, tan ignorante del campo como del toro, pero dueño ya de mis nervios, sin el presentimiento cobarde de la cogida, sin otro miedo que no sea de que se me muera un puerquito o se me hiele la milpa. 
Espero que estés satisfecho, compadre, con la confesión de tu amigo que te desea incontables faenas al frente de tu revista. Pero sin miedo.

domingo, 19 de julio de 2015

En el centenario de Silverio Pérez (VII)

29 de junio de 1945: Silverio triunfa en la plaza de Burgos

El reportaje del ABC madrileño
La idea generalizada sobre la trayectoria de Silverio Pérez en los ruedos hispanos es en el sentido de que fue un paso más que silencioso, sin embargo, si se observa con cuidado, lo único que se le puede achacar – si es que eso vale – es la brevedad. Porque al contrario de lo que se pregona, El Faraón tuvo actuaciones en plazas y ferias de importancia y triunfos destacados en ellas.

Una de esas tardes es la del día 29 de junio de 1945, en Burgos, donde alternó con Domingo Ortega, Fermín Rivera y Pepín Martín Vázquez en la lidia de ocho toros de los Herederos de Montalvo. En esa tarde, Silverio Pérez salió triunfador y capturó la atención de los medios de comunicación de su tiempo.

La croniquilla del festejo aparecida al día siguiente del mismo en el ABC madrileño dice lo que sigue:
Burgos 29, 10 noche. Primera de feria. Toros de Herederos de Montalvo. Ortega, en su primero, ovación, petición de oreja y salida a los medios. En su segundo, ovación, dos orejas y vuelta. Fermín Rivera, en su primero, ovación, petición de oreja y vuelta. En su segundo, ovación y vuelta. Silverio Pérez, en su primero, palmas y pitos; en su segundo, ovación, dos orejas, vuelta al ruedo entre aclamaciones, mandando al mozo que guarde las orejas por ser las primeras que corta en España. Pepín Martín Vázquez, en su primero, pitos. En el segundo fue cogido aparatosamente, pasando a la enfermería. Mató al toro Ortega, que escuchó ovaciones… Pepín Martín Vázquez fue curado en la enfermería por los doctores Aranguena y Carazo, de conmoción cerebral y erosiones en la región lumbar izquierda, que le imposibilitaron para seguir toreando… Peso de los toros en canal: 252, 212, 241, 298, 212, 309, 267 y 218 kilos.
Aunque breve, la reseña del festejo deja entrever el entusiasmo que despertó la actuación del Monarca del Trincherazo, mismo que creo que queda confirmado con un reportaje que se publicó en el mismo ABC madrileño el día 7 de julio siguiente y que en su texto reza así:
Ya reapareció Silverio Pérez. ¡Y cómo reapareció! Fue en Burgos y en fecha tan señalada como el día de San Pedro, donde SILVERIO PÉREZ, el fenómeno del toreo mejicano, reapareció después de una gravísima enfermedad que le hizo cortar su carrera artística a poco de desembarcar en España… La afición burgalesa, como los innumerables aficionados que por presenciar la reaparición del azteca se habían trasladado a la capital castellana desde diversos puntos, quedó maravillada por la recia personalidad del genial artista, con razón elevado a la categoría de ídolo taurino en su país… El toreo de Silverio lleva emparejado el arte y la emoción en grado tal que ni los más flemáticos pudieron mantenerse en sus asientos cuando el mejicano trazaba su faena de maravilla, y las manifestaciones de entusiasmo adquirieron tono de casa de orates más que de circo taurino. SILVERIO hoy, como JUAN ayer, como los revolucionarios de todas las épocas, no solo rompen los moldes corrientes del toreo, sino que obligan a los espectadores a romper sus propios moldes de cordura y hasta sus nervios tensos, mientras el genio traza las líneas de su arte sin par.
El reportaje deja claro el interés que despertó la exitosa actuación de Silverio en Burgos y el sucesivo interés que se tendría para sus futuras actuaciones, que como decía al inicio de estas líneas, no fueron ya muchas. No obstante, en este año que se cumple el centenario del natalicio del Faraón de Texcoco, es de justicia recordar este que es uno de sus grandes triunfos allende el mar.

domingo, 21 de junio de 2015

En el centenario de Silverio Pérez (VI)

20 de junio de 1915, natalicio de Silverio Pérez en Texcoco, Estado de México

Esta entrada parecerá a muchos un enorme gazapo histórico o cuando menos una irreverencia, dado que el Faraón celebró siempre su cumpleaños el día 20 de noviembre. Pero el paso del tiempo es inexorable y no deja lugar a dudas en cuanto a que los hechos de la naturaleza y de los hombres suceden y en el caso, el nacimiento de Silverio Pérez Gutiérrez es uno de esos que no puede ser ni ocultado, ni traspuesto en el tiempo en el que ocurrió.

Cierto es que el Tormento de las mujeres se festejaba el día 20 de noviembre, pero eso tiene una explicación. En el sitio web que su familia le ha dedicado a quien sin duda es el torero que la afición mexicana más quiere, se hace la siguiente narración biográfica:

La historia comienza el 20 de junio de 1915 en el poblado de Pentecostés, Municipio de Texcoco, Estado de México cuando nació el quinto hijo del matrimonio formado por Don Alberto Pérez y Doña Concepción Gutiérrez “Chonita”, el recién nacido, aquel niño prietito y feo era hasta cierto punto fenómeno, pues al lanzar su primer grito al mundo, se dejaron ver dos grandes dientes en el maxilar superior que le daban un raro aspecto de conejito. “Consejas” vecinales vieron en esto..., un presagio.
 El 20 de noviembre del mismo año sus padres lo llevaron a la pila bautismal a “tomar agua para que se le saliera el demonio” razón por la cual, sus padres le festejaban su cumpleaños en esa fecha. 
Huérfano de padre (1923), de madre (1929), de hermano mayor, Carmelo (1931) se convirtió en cabeza de familia a la edad de 15 años. 
Es, a la muerte su hermano Carmelo que decide convertirse en torero y el 3 de marzo de 1932, contando con 17 años, torea su primera novillada. En abril de 1935 partió rumbo a España debutando en la Plaza de Toros de Tetuán el 1o. de mayo de 1935 alternando con: Liborio Ruíz, Varelito Chico y con Manuel Rodríguez “Manolete”. 
El 24 de junio de 1938 se casó con Ma. De la Paz Domínguez  Jimeno “La Pachis” con quien tuvo 6 hijos: Silverio, Silvia, Marcelo, José Antonio, Consuelo y Ana Laura. 
Tomó la alternativa de manos del Maestro Fermín Espinosa “Armillita” en Puebla, Pue. El 6 de noviembre de 1938 y el 11 de diciembre del mismo año, nuevamente de manos del Maestro “Armillita”, confirmó la alternativa  en la plaza de Toros “El Toreo de la Condesa”. El 1o. De marzo de 1953 se despide de los toros cortándole la coleta el Maestro “Armillita”. 
Invitado a participar en la política inicia sus responsabilidades en 1951 hasta 1978 ocupando diversos cargos públicos. 
Pachis, su esposa fallece el 14 de noviembre de 2005 y 10 meses después, el 2 de septiembre fallece Silverio…
El cariño que se le profesó a Silverio Pérez, como podemos ver, trascendió a su paso por los ruedos y le permitió hacer una segunda carrera en la política, donde se distinguió por su vocación de servicio a los demás y por el deseo de mejorar el lugar que le vio nacer. Del mismo sitio de internet del que copié los datos de la efeméride de su nacimiento, extraigo los siguientes datos de su paso por los caminos del servicio público:

Silverio desempeñó las siguientes responsabilidades en el municipio de Texcoco:
Síndico Procurador de Texcoco durante 1951.
Presidente de la Junta de Mejoras Materiales del Municipio de Texcoco de 1955 a 1957. (en ese lapso se reconstruyó la carretera México-Texcoco).
Presidente Municipal de Texcoco de 1958 a 1960.
Diputado Federal de 1961 a 1963.
Posteriormente fue nombrado Coordinadoe de Desarrollo Agrícola y Ganadero del Estado de México.
De 1967 a 1969 Presidente Municipal de Texcoco por tercera ocasión. Fue durante este trienio que Silverio pudo lograr uno de sus grandes anhelos, que fue el rendir homenaje al gran rey, poeta, guerrero y urbanista que hizo de Texcoco la Atenas de Anáhuac: Nezahualcoyotl pidiéndole al Maestro Humberto Peraza erigiera una estatua digna del Rey de Texcoco y que se colocó majestuosamente a la entrada de la cabecera municipal.
La honestidad de Silverio fue irreprochable, no compraba conciencias ni repartía dinero que como siempre decía no era de él sino del Pueblo y claro, no faltó un grupo de personas bien organizadas que le ofrecieron se postulara para la  Gubernatura del Estado de México a lo que Silverio accedió con gran entusiasmo sin imaginarse que “lo iban a bajar del tren”.
Estando en una reunión llegaron unos enviados de la Presidencia de la República y le pidieron los acompañara, que el Presidente Gustavo Díaz Ordaz quería verlo. Muy sorprendido les acompañó, llegaron, lo pasaron de inmediato al Despacho Presidencial en donde fue recibido muy cordialmente por el Presidente. Le saludó y con toda seriedad le dijo: “Silverio, ¿usted fue torero no?”, sorprendido Silverio le contestó que por supuesto... “pues en las corridas de toros hay que pedirle permiso al juez para matar al toro, ¿no?... “claro Señor Presidente”, le contestó; “pues a usted se le olvidó pedir permiso y el candidato a la Gubernatura del Estado de México va a ser el Prof. Carlos Hank González…
Silverio decidió terminar ahí su actividad dentro de la política.

Esa era la calidad humana de Silverio Pérez, a quien recuerdo en estas fechas en las que se cumple el centenario de su natalicio.

domingo, 24 de mayo de 2015

En el centenario de Silverio Pérez (V)

1º de mayo de 1935: Presentación de Silverio en cosos hispanos


La historia del toreo parece reflejar únicamente la última etapa del paso de Silverio Pérez por los ruedos de España y poco repara en los primeros años de su camino por ellos, cuando novillero, intentó abrirse camino en aquellas tierras y hacerse de un sitio y de un nombre en la cuna del toreo, cuestión que a la postre lograría, caso extraño, con el bagaje de un puñado de novilladas y de corridas de toros toreadas y sin la necesidad de comparecer en las plazas de toros más importantes de aquellos lares.

Para el Día del Trabajo de 1935, Domingo Dominguín anunció en la plaza de Tetuán la lidia de ocho novillos de don Esteban Hernández para los mexicanos Liborio Ruiz – quien después sería un magnífico subalterno – y Silverio Pérez y los hispanos Bonifacio Fresnillo Varelito Chico y a quien se anunció como Ángel Rodríguez Manolete, siendo debutantes en esa ocasión de hace ochenta años tanto Silverio Pérez como Manolete.

La novillada ocupó importantes espacios en la prensa del día siguiente del festejo, pues resultó, al decir de los cronistas de la época, de mayor contenido que la que se ofreció en la plaza de Madrid. También, al paso de los años, se tornó en un importante acontecimiento histórico, pues representó el debut de dos toreros que resultaron ser dos figuras de época y de leyenda, como lo fueron y lo son Silverio Pérez y Manuel Rodríguez Manolete.

La crónica del festejo a la que aludiré en esta oportunidad, apareció al día siguiente de la novillada en el diario madrileño La Voz y fue firmada por B y la transcribo en su integridad dado el gran valor histórico que representa:
La novillada de ayer en Tetuán 
Ocho novillos de don Esteban Hernández para Liborio Ruiz, Silverio Pérez, Manuel Rodríguez (Manolete) y Bonifacio Fresnillo (Varelito Chico) 
"B", en La Voz, Madrid, 2 de mayo de 1935 
Corrida de competencia hispanomejicana, con elementos totalmente nuevos y con ganado de lo mejorcito, ofrecía alicientes estimables. Y que la confección del cartel fue un acierto lo demostró el lleno casi absoluto que se registró en el coso tetuaní. 
Don Esteban Hernández envió una novillada magnífica; algo desigual de presentación, pero en general brava y con no mal estilo, sobresaliendo los bichos lidiados en tercero y quinto lugar, a los que se ovacionó en el arrastre. Hubo, sin embargo, momento en el que culminó la nota de apasionamineto, regateándose a los toreros el aplauso que se prodigó a algunos de los novillos, con menos merecimientos que el que a aquellos se debiera. 
De los debutantes mejicanos, Liborio Ruiz y Silverio Pérez, fue éste el que dejó más grata impresión. 
El primero se reveló como banderillero fácil y seguro. Tres pares colocó al novillo que abrió plaza, ganándole la cara, que se premiaron con palmas nutridas y con un revolcón sin consecuencias, por fortuna. Con el capote y la muleta no hizo cosas extraordinarias. En cambio, con el estoque estuvo breve y esto hubo que agradecerle. 
En Silverio Pérez se aprecian condiciones de torero enterado y valeroso, que hicieron recordar en diversos momentos de la lidia a su malogrado hermano Carmelo. Valor frío y sereno con el capotillo y con el trapo rojo; seguridad y dominio en la ejecución de las diversas suertes del toreo, con sus características. En las dos faenas que ejecutó se arrimó enormemente, dando pases de todas marcas, alguno tan apretado, que lo puso a centímetros del hule. Matando empleó una estocada para cada novillo, entrando siempre con coraje. Fue ovacionado repetidamente, y hasta hubo petición de oreja en su segundo novillo, cuya muerte había brindado a Armillita Chico, ocupante de una barrera del 1. 
La simpática figurilla de Manolete, jovenzuelo espigado, hijo de aquél matador cordobés de igual apodo, apuntó la presencia de un futuro y formidable estoqueador de toros. Aunque algo verde con el capote, se apreciaron en él atisbos de buen muletero, soltura, tranquilidad y valentía, y sobre todo, condiciones de excelentísimo matador. Sus dos novillos rodaron de sendos volapiés, suerte que ejecutó muy limpiamente, con gallardía y precisión. ¡De casta le viene al galgo! Fue ovacionado largamente. 
También Varelito Chico dio la nota de torero valiente y enterado. Las verónicas que administró a sus dos novillos, así como en diversos quites, fueron algo emocionante y serio, que el público premió con ovaciones prolongadas. También puso valore en la labor muleteril, temple, quietud y dominio, toreando siempre metido entre los pitones, y a la hora de la verdad se echó para adelante sin arredrarle los serios achuchones que sufrió, ni siquiera el aparatoso volteo con que le obsequió el que cerró plaza. Las ovaciones para el valiente muchacho se repitieron con fuerza al final de la corrida, y Varelito Chico salió de la plaza en volandas. 
Se picó muy bien, singularmente por parte de Pontonero, Calero, los Avia, Poli, Barana de Méjico y el sobrino de Barajas, que oyeron abundantes palmas y bregaron y banderillearon con acierto, Mella, Maera de Méjico y Guerrilla. 
Durante la lidia del cuarto toro ingresó en la enfermería el picador Atanasio García Bernabé, que fue curado de una herida contusa en el dorso del pie derecho, que interesa la piel, tejido celular y músculo perix. Pronóstico reservado.
Como podemos ver, el texto de la crónica corrige el error de los programas anunciadores del festejo y ya se refiere a Manolete por su nombre correcto de Manuel, y aunque refleja que quien salió en volandas fue Varelito Chico, deja claro que el interés real de la afición se concentró en quienes terminarían escribiendo páginas importantes de la historia universal del toreo.

Al final ese interés se reflejó en el hecho de que Manolete y Silverio repitieron en Tetuán el domingo siguiente, alternando con Julio Chico, en la lidia de novillos de Parladé, pero eso puede ser objeto de otra presentación en esta misma Aldea.

domingo, 26 de abril de 2015

En el centenario de Silverio Pérez (IV)

25 de abril de 1944: Reaparece Silverio en Aguascalientes tras la cornada de Zapatero de La Punta

El 13 de febrero de 1944 Silverio Pérez recibió en El Toreo de la Condesa la que quizás fue la cornada más grave de toda su trayectoria en los ruedos. Se la infirió el toro Zapatero de La Punta, en un festejo en el que alternaba con Luis Castro El Soldado y Carlos Arruza. El parte facultativo rendido por los médicos Javier Ibarra y José Rojo de la Vega fue en el siguiente sentido:
Herida por asta de toro en la región inguino frontal derecha, con exteriorización de testículo, presentando tres trayectorias: Una hacia arriba que llega hasta la fosa iliaca externa interesando la piel, tejido celular subcutáneo, aponeurosis, desgarrando los músculos y el tejido celular subperitoneal. La segunda hacia afuera, que llega a la cara externa del muslo y la tercera, que llega al tercio medio del muslo interesando tejido celular subcutáneo y aponeurosis y fibras musculares con 22 cts. de extensión. De no presentarse complicaciones, tardará en sanar 45 días.
La reaparición del Faraón se preparó para el día de San Marcos de ese 1944. Sería actuando en el coso de nuestra calle de la Democracia, alternando mano a mano con Armillita, en la lidia de seis toros de Torrecilla. La crónica de don Jesús Gómez Medina, en esos días corresponsal del semanario La Lidia de México, relata lo siguiente acerca de ese festejo, crónica que transcribo en su integridad por el valor histórico que representa:
Armillita orejeado en la Feria de San Marcos 
Aguascalientes, 25 de abril. – La lidia completa del estupendo ejemplar de Torrecilla, salido en quinto lugar durante la tradicional corrida de hoy, hecho por el maestro “Armillita”, constituyó la nota más brillante de la Feria de San Marcos. Por su parte, el “Faraón de Texcoco”, Silverio Pérez, ligó al cuarto toro una serie de muletazos como los que le han valido llamarse el torero del drama y de la emoción por excelencia. 
La entrada superó a la del día 23, siendo la primera ovación para el “Meco” Juan Silveti, que con su mechón y su puro llegó al tendido de sol a sentarse entre los “cuates”. 
Los toros de don Julián Llaguno, propietario de la afamada ganadería de Torrecilla, formaron un encierro desigual en su tamaño y en sus condiciones para la lidia. El primero y el sexto fueron muy chicos y débiles de los remos. Por lo contrario, el tercero, el cuarto y el quinto lucieron magnífica estampa, especialmente el cuarto, un cárdeno precioso. En cuanto a bravura, los mejores fueron el mismo cuarto toro, y el magnífico burel, dechado de nobleza y alegría, con el que triunfó “Armillita”.  
Éste, en su primero, tiró únicamente a abreviar, en vista de la pequeñez de su enemigo. El segundo toro nos dio oportunidad de ovacionar un quitazo por ceñidísimas chicuelinas, realizado por Silverio. Después, el toro vino a menos y no hubo la faena que esperábamos. 
El tercero era un bicho con fuerza, que peleó duramente con los caballos y sabía usar de los pitones. “Armillita” lo dominó prono y bien, pero sin mayor relieve. Y fue Silverio el primero en conmover a la multitud cuando muleta en mano llegó al cárdeno que ocupó el cuarto lugar para hacerse de él con esos doblones a los que imprime un sello y un sabor tan especiales, y después estirarse en una serie de formidables derechazos, brutalmente ceñidos y maravillosos de temple y de mando. Se adornó con trincherazos y pase lasernistas; y de nuevo puso el entusiasmo al rojo vivo con otros derechazos de los suyos, de los cuales hubo uno sencillamente increíble por su ajuste. Entre ovaciones y dianas entró a herir, pinchando antes de conseguir una honda que hizo doblar; pero el puntillero levantó al bicho y obligó al texcocano a intentar el descabello repetidas veces, enfriando con esto el alboroto provocado por la faena. Y todo quedó en la vuelta al ruedo y salida a los medios. Decididamente, el “Faraón” vuelve a la lid sin dolerse a la cornada, tan valiente y tan artista como antes del percance con “Zapatero”. 
El salido en lugar de honor, hizo bueno el famoso axioma taurino, pues resultó de una bravura y nobleza estupendas. Casi sin que lo corrieran, Fermín se le enfrentó para dar dos magníficas verónicas a pies juntos; y después, cargando la suerte, toda una serie de lances al natural, haciendo gala de mando, de arte y de valor. Cuando remató con la media, la plaza entera, puesta de pie, lo aclamaba con entusiasmo.  
Y en los quites, de nuevo se ganó las ovaciones delirantes, que no habían de cesar durante toda la lidia de estupendo burel de Torrecilla, al hacer primeramente el lance su invención que le resultó lucidísimo, y después las orticinas. Él mismo se encargó de cubrir el segundo tercio con gran brillantez, siendo mejores el segundo par, por lo que expuso y el tercero en el que desde el estribo, se fue por las afueras para sesgar magníficamente, dejando el morrillo del bicho perfectamente adornado con los seis palos en todo lo alto. Después de brindar al todo el público, inició su faena con suaves doblones para sujetar; y luego a vaciar sobre el coso el repertorio de las grandes ocasiones, aprovechando la nobleza de su adversario. Punto culminante de su trasteo fue la serie de pases naturales rematados con el de pecho, en los que, sin cambiar de sitio, hizo girar a su alrededor al de Torrecilla en un círculo perfecto, mientras vino toda la gama del toreo de adorno: lasernistas, molinetes de pie y de rodillas, cambios de mano, etc., entre ovaciones y dianas incesantes, y cuando el toro dobló a efectos de una estocada hasta el puño, en la que Fermín hizo el viaje muy por derecho, la plaza entera concedió al triunfador la oreja y el rabo de su enemigo, al que se paseó en torno a la barrera como premio a su bravura y nobleza, en tanto que “Armillita” recibía el homenaje del público en una ovación que parecía interminable. 
En el sexto, otro de los chicos, Silverio trató solo de acabar cuanto antes. 
Bregando se distinguieron Juan y Zenaido, así como el “Güero” Guadalupe, “Limberg” y el viejo “Berrinches”.
Así es como el Monarca del Trincherazo retomó su carrera en los ruedos, para continuar construyendo su historia y su leyenda en ellos.

Los resaltados de la crónica transcrita son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en su respectivo original.

domingo, 1 de marzo de 2015

En el centenario de Silverio Pérez (III)

1º de marzo de 1953: Despedida de los ruedos de Silverio

Un mero hasta luego

Armillita desprendiéndole el añadido a Silverio Pérez
El 16 de marzo de 1947 se produjo un inesperado prolegómeno, cuando al final de la corrida en la que, alternando con Lorenzo Garza, diera cuenta de un encierro de Zotoluca, sin aviso previo, anunciara el Faraón de Texcoco que se iba de los ruedos. No medió explicación alguna, aunque más o menos un mes después, en el número 227 del semanario La Lidia de México, fechado el 11 de abril de ese año, apareció publicada una entrevista concedida a don Carlos Septién García El Tío Carlos, en la que acerca del hecho manifestó el torero lo que sigue:
Yo dije: ¿Para qué seguir si en ello se me va a acabar la vida? Porque esto del toreo es cosa muy dura, usted no se imagina, yo había pasado muchas preocupaciones desde que me anunciaron, no dormía, no estaba a gusto, no estaba tranquilo, ¿para qué seguir así?... Y aquí me tiene cumpliendo lo que dije, con los puercos y desentendiéndome de la aftosa que anda como a cien metros de la granja…
Los argumentos del torero no parecen tener la rotundidad para un adiós definitivo y la historia nos enseña que así fue. En poco más de nueve meses volvía a los ruedos, pues el 21 de diciembre de ese mismo año reaparecía en el recién inaugurado Toreo de Cuatro Caminos, alternando con Lorenzo Garza y el lusitano Diamantino Vizeu para dar cuenta de un encierro de Matancillas, festejo que pasó a la historia únicamente por el hecho de la reaparición de Silverio Pérez, quien todavía pasearía durante otro lustro la magia y la majestad de su toreo.

La despedida definitiva

El adiós de Silverio Pérez tendría lugar en la Plaza México el día 1º de marzo de 1953. Sería en la 18ª y última corrida de la temporada 1952 – 53 y se anunció un encierro tlaxcalteca de La Laguna para el Faraón, Antonio Velázquez y Jorge El Ranchero Aguilar. Al final de cuentas solamente se lidiaron cinco de los toros del encierro originalmente anunciado, porque uno de ellos fue rechazado en el reconocimiento y en quinto sitio se lidió uno de Torrecilla. El lleno estaba asegurado, pues Silverio Pérez era, es y será uno de los toreros más queridos y respetados por la afición mexicana. Sobre su actuación en esta tarde, en crónica de agencia, se escribió lo siguiente:
Con llenazo imponente, se celebró en la Plaza México la corrida de despedida de Silverio, que alternó con Antonio Velázquez y el “Ranchero” Aguilar, con ganado de La Laguna. Deslució la corrida por el intenso viento que estuvo soplando. Silverio en su primero no hizo nada de particular, matando de dos pinchazos y una estocada. Su segundo, fue poco propicio al lucimiento y Silverio nada logró, terminando tras breve faena de aliño con una buena estocada y varios intentos de descabello. En el tercero, el de Texcoco se enfrentó a un toro de Torrecilla que embistió muy bien, cuajando varias verónicas templadas a pies juntos que armaron alboroto, como los picadores le cargaron mucho la mano haciéndole caer por la arena, se provocó la bronca que aumentó cuando Silverio empezó a pasar de muleta, acallando “Las Golondrinas” el ensordecedor griterío. A los pocos minutos cayó otra vez el toro y aumentó la gresca, cayendo cojines al ruedo en medio de cuya lluvia acabó Silverio cuando los subalternos lograron hacer parar al toro. En vista de esos fracasos, Silverio aceptó regalar un toro para que su despedida no fuese tan gris y con éste se decidió a jugarse el pellejo. Dibujó verónicas rematando con una media y al quitar se apretó también con lances naturales. Con la muleta se creció, apuntando trincherazos de su factura, de la firma, derechazos enmedio de aplausos y después logró media estocada, acabando con descabello al primer intento. Se le concedió la oreja y entre el delirio, Armillita le cortó la coleta...
Como se puede extraer de la lectura, Silverio Pérez mató cuatro toros la tarde de su adiós. Cartonero y Bananero fueron los que le correspondieron en el sorteo. Luego, tuvo que pasaportar al quinto, porque Antonio Velázquez fue herido de gravedad en el vientre por el segundo de la tarde, así que enfrentó también a Texcocano de Torrecilla y al írsele torciendo la tarde, regaló para lidiar en séptimo sitio a Malagueño, de San Diego de los Padres, toro que fue a la postre, el último que mató vestido de luces en su carrera.

La reflexión del torero sobre esta última tarde, contada a José Pagés Rebollar y publicada en el libro Los Machos de los Toreros (1978), es la siguiente:
Del toro que más me acuerdo es de “Malagueño”, el que lidié la tarde de mi retirada el 1º de marzo de 1953 y si mal no recuerdo aquella fue una de las tardes más hermosas de mi vida porque pude sentir en carne propia el cariño de la afición y la belleza de la fiesta. “Malagueño” era un hermoso zaino de la ganadería de San Diego de los Padres y la oreja que le corté (por simpatía del público) figura entre mis trofeos más estimados. 
Aquello, compadre, jamás podrá repetirse, porque hace 25 años me retiré de los ruedos, aunque la Fiesta es mi vida y la llevo en la sangre… (Pág. 48)
El propio Pagés Rebollar recopila en su obra un anecdotario de Silverio Pérez y sobre esta misma tarde de su despedida, escribe lo siguiente:
En su corrida de despedida, Silverio no estaba quedando muy bien que digamos. Sus dos toros habían sido difíciles, la suerte no había estado de su parte y los nervios hacían crisis a esa hora tan emotiva e histórica. Allá en el tendido un hombre sufría no solo porque Silverio no se retiraba de los toros con el triunfo que merecía, sino porque sus amigos, sabiéndolo compadre del Faraón, se aprovechaban para molestarlo: 
- “¡Qué bueno que te vas, quijadas!” 
- “¡A ver si tienes más éxito vendiendo barbacoa!” 
Todo eso le decía los amigos de mi padre, más para molestarlo a él que a Silverio, quien fue, seguramente, el torero más querido de México. 
Mi padre ya no pudo soportar más. Llamó al doctor Gaona que era el empresario y andaba por el callejón para decirle: 
- “¡Oye Alfonso: échale a mi compadre otro toro, por mi cuenta!” 
- “Tu compadre te regala un toro” 
Y Silverio que parecía andar en una de esas tardes de mal fario le repuso: 
- “Bueno, mi compadre lo regala, pero: ¿quién lo va a torear?”…
Concluyo esta remembranza citando lo que don Manuel García Santos publicara en El Ruedo de México respecto de esta memorable tarde:
Y como vivió se fue. Con una pita enorme, ensordecedora, justificada, entreverada de insultos… Y con ovaciones de apoteosis, con alaridos de entusiasmo, con aclamaciones de cariño, y una orgía de flores, de bandadas de palomas, de cintas multicolores que se enredaban en los alamares de oro torero y lo hacían aparecer como lo que era. Como lo que había sido. Como un ídolo y un símbolo de la manera mexicana de sentir y de hacer…

domingo, 22 de febrero de 2015

En el centenario de Silverio Pérez (II)

Silverio Pérez y Pescador de Piedras Negras

La 16ª corrida de la temporada 1941 – 42 se dio con un cartel formado con toros tlaxcaltecas de Piedras Negras y los diestros Pepe Ortiz, Fermín Espinosa Armillita y Silverio Pérez, en una combinación que realizada con imaginación, resultó atractiva para la afición y propició una gran entrada en el Toreo de la Condesa, en una tarde en la que el resultado final dejaría para la historia una gran faena de Silverio Pérez.

La narración que he escogido para recordar este fasto, es obra de don Carlos Septién García, que con el seudónimo de El Quinto, lo publicó en el semanario La Nación e independientemente de la excelente prosa que caracterizó siempre a su autor, tiene la facilidad – a muchos años de distancia – de transmitir las emociones del momento en el que fue escrita y de esa manera dar a conocer de una manera más o menos fiel la realidad de los hechos que describe.

Silverio torea por sustantivos

La parte conducente de la crónica de El Quinto, nos cuenta lo que sigue:
Fue en el fondo una ventaja el haber asistido a la corrida con mi amigo el gramático. Hasta ahora había pagado el afecto que me tiene, resistiendo sus disertaciones eruditas. Y temía concurrir a los toros con él por miedo de que me aguara la fiesta con alguna disquisición. 
De allí mi sobresalto cuando el domingo, al terminar las tempestuosas ovaciones a Silverio Pérez, dijo como hablando para sí mismo: 
- No cabe duda: Silverio torea por sustantivos. 
Y a renglón seguido se puso a aplacar mi extrañeza: 
- Sustantivo es lo que existe por sí, real e independientemente. En Gramática es la parte completa. Sirve para designar austera y precisamente aquello que se quiere nombrar. El sustantivo es completo y profundo, sobrio y expresivo. Las literaturas de las épocas de oro de los pueblos se nutren precisamente de sustantivos fuertes y macizos; el adjetivo se emplea en ellas con parsimonia y discreción. Y con tanta fuerza, que en ocasiones se encuentran adjetivos con verdadera substancia. 
- Recuerde usted a Bernal Díaz, para no citar sino un clásico nuestro. Recuerde aquel lenguaje a la vez austero y suave, simultáneamente serio y vivísimo. La frase en él es ceñida, suficiente en todo caso para describir con verdad y profundidad. Y si se quiere encontrar buena parte del secreto, lo hallará usted en el hecho de que es el sustantivo el que domina, campea y triunfa en la hidalga prosa de nuestro cronista. Es decir, el sustantivo da la médula, la espina dorsal del lenguaje. La adjetivación copiosa aparece en las épocas del barroquismo y la licencia. Y claro que también puede ser bello el sistema; pero es otra clase de belleza menos maciza, más deleznable. Yo prefiero la clásica hermosura, firme y serena. 
- Y por eso afirmo que Silverio Pérez ha toreado este tercer toro, precisamente por sustantivos. Y he seguido apasionadamente el proceso de esta faena perdurable. 
El lenguaje es para el escritor lo que el toro es para el torero: la materia rebelde que su genio y su técnica han de dominar para lograr la obra de arte. Con frases triviales o con palabritas melosas se pueden hacer versos bonitos, pero no bellos. En la misma forma en que con toros chiquitos se pueden lograr faenitas que pueden ser hasta hermosas, pero siempre miniaturas. La grandeza aparece —en el lenguaje— cuando el escritor se decide a sumergirse en las profundidades del idioma en búsqueda encendida de palabras y giros macizos y profundos. Y en los toros, la grandeza surge cuando el lidiador se enfrenta a un animal fuerte, grande y poderoso y lo domina con señorío, arte y superioridad. De allí que no considere un desacato el hablar de la muleta del escritor y de la pluma del torero. 
Lo que Silverio ha hecho es eso: escribir un trozo de prosa clásica. Ha dejado a un lado lo pequeño o lo artificial para buscar expresiones a lo siglo XVI: lo que significa que ha logrado naturalidad y hondura. 
Me he fijado detenidamente en “Pescador”, el piedrenegrino éste que ha merecido tal faena. Espantó a las infanterías con sus derrotes. En las banderillas se las vieron negras los peones en vista del extraordinario empuje del animal. Y es que no se les ocurría lo que después fue el secreto de Silverio. 
Pérez tomó la muleta, salió al tercio y citó de largo. “Pescador” se arrancó de largo sobre el trapo rojo. Y entonces Silverio realizó esa sencilla cosa que por no hacerse sino pocas veces ha originado tantos toros inéditos: aguantó la embestida. Y ni hubo derrote ni colada. “Pescador” pasó una y otra vez mientras el matador levantaba suave y sobriamente los brazos en tres pases por alto tan perfectos y bien cortados como un soneto. 
Después toreó con la derecha en redondo, dejándose llevar de la inspiración y manejando la muleta con lentitud y mando. Hasta que remató el bello párrafo con aquel pase de la firma categórico y preciso. Hubo en seguida lasernistas, más pases con la derecha por abajo, varios orteguistas de excepcional pureza y otro de la firma de tal calidad y majestad, que bien podía haberse puesto arriba de tal rúbrica: “Yo, el Rey”. 
Y fíjese usted en que Silverio, como tantos grandes escritores hace arte para sí mismo. ¿Recuerda usted que Bernal Díaz escribió su historia simplemente para él y sus hijos? Pues así lo hace este Pérez de Texcoco, como lo hace también Carlos Arruza. Torean para sí, para satisfacer su ansia de creación, para lograr plástica viva, personal y única. No hay en el toreo de Silverio afán de concesiones al público, ni preocupaciones de publicidad teatral. Por lo contrario, hay una tal sinceridad del hombre, una tal compenetración natural y profunda con su arte, que me figuro que así torearía también si estuviera él solo con el animal y sin un espectador en el tendido. 
Por eso hay grandeza de la mejor, en Silverio. Por eso también es un torero sustantivo, que no necesita publicidades, cojines, fanfarronerías o insultos. Porque vale por sí, real y verdaderamente. Porque en suma, es simplemente esa cosa sencilla y compleja, grande y humilde, alegre y trágica que se llama torero. Usted comprenderá totalmente si le digo que una cancioncilla de moda necesita del radio y del teatro, y de la tiple, para poder triunfar; y eso efímeramente. Pero nada de eso requiere el cantar del Mío Cid para valer eternamente…
También por sustantivos, pero extendiendo su disertación al gerundio, al participio, al artículo y al pronombre toreó Armillita esa tarde, según el decir del propio Carlos Septién, pero recitando con frialdad la lección, en tanto Pepe Ortiz lo hizo, según el gramático amigo del cronista, en un hermoso derroche de adjetivos.

domingo, 11 de enero de 2015

En el Centenario de Silverio Pérez (I)

Silverio Pérez y Cirilo de Matancillas

Silverio Pérez
Aclaraciones importantes

El día 20 de junio de este año se cumplen cien años del nacimiento de Silverio Pérez, El Faraón de Texcoco o El Compadre - el más amado de todos los mexicanos - y que por su propio derecho tiene un sitio propio e importante en la Historia Universal del Toreo.

A partir de este día y cuando menos una vez al mes, procuraré ocuparme de alguno de los hechos notables de su paso por los ruedos del mundo. Espero que los encuentren de interés y que sirvan para dejar claro que aunqeu hay un océano entre América y Europa, la Fiesta es una y así debe seguir siendo.

Aparte. El texto que viene a continuación, ya lo había publicado en otro sitio de esta misma Aldea, pero por lo cercano de la fecha de la efeméride, así como por el valor mismo del hecho que relata, considero que vale la pena traerlo de nuevo al punto de la discusión. Ojalá consideren Ustedes lo mismo.

9 de enero de 1944: Silverio y Cirilo

Cuando a un torero se le pregunta acerca de la que haya sido su mejor o su más grande faena, su opinión coincidirá en la mayoría de los casos con la de gran parte de la afición y de la prensa, pues seguramente será una de esas obras calificadas de imperecederas en las que el diestro salió de la plaza con todos los trofeos posibles en la mano y en olor de multitud.

Rarísimos son los casos en los que un torero señale como una de sus grandes obras una que haya pasado desapercibida para la historia. Ese es el caso que les presento hoy, sucedido hace 67 años en el viejo Toreo de la Condesa, cuando Silverio Pérez se encontró con el toro Cirilo de Matancillas y según su decir, realizó lo que para él, fue una de las faenas que más le gustó, dejando al margen a las realizadas a toros como Pizpireto, Guitarrista, Cocotero, Cantaclaro, Guitarrista, Peluquero, Caraba o Barba Azul – todos parte de su historia y su leyenda – y que sin embargo, reconocemos a fuerza de que, ha sido el propio Faraón de Texcoco quien nos la recordó cada vez que tuvo la oportunidad, pues la memoria de la historia no la coleccionó entre las que a su juicio, tuvieron ese dejo de grandeza.

El parecer de Silverio sobre su faena a Cirilo

Decía antes que es el propio torero, en múltiples entrevistas, quien se encargó de dejarnos claro cuál era a su juicio, si no su mejor faena, sí una de las mejores. Recurro, por su inmediatez a la que le realizara don Carlos Septién García, El Tío Carlos, en el año de 1947, primero publicada en el diario El Universal de la Ciudad de México y después reproducida en el número 227, correspondiente al 11 de abril de 1947 del semanario La Lidia de México. En la parte relativa, dice lo siguiente:
...hablando de faenas, le diré que la que me dio el sitio de torero, fue la de Pizpireto de La Punta, un toro grande y fuerte al que toree muy a gusto... Tanguito es el toro más difícil que he toreado... Porque aquél toro era excesivamente suave... Tenía que torearlo centímetro a centímetro, con una suavidad absoluta, porque si modificaba tanto así la velocidad de la muleta, el toro me derrotaba como pasó en los primeros muletazos. Recuerde usted que ni Fermín, ni Velázquez pudieron hacerle quites. Fue por eso...

...Pero la que yo prefiero fue una faena a la que el público no le dio la importancia que a esas. Fue la que hice con el toro Cirilo de Matancillas la tarde del 9 de enero de 1944, toreando con Armillita y Chucho Solórzano... Fue la temporada de la cornada – agregó con cierto dejo –... Cirilo – prosigue – era un toro codicioso y bravo al que había que poderle. Lo toree con mucha limpieza, con mucho desahogo, haciendo cada muletazo a todo mi sabor. Sentí mucho el toreo en esa faena... Me gustó mucho – agrega con una sinceridad espléndida –...
El derechazo silveriano
La entrevista del Tío Carlos es a propósito de una despedida que anunció Silverio en la Plaza México al final de la corrida del 16 de marzo de 1947, en la que para lidiar toros de Zotoluca, actuó mano a mano con Lorenzo Garza. Es una pieza periodística de un gran valor, pues hace un repaso por la vida torera del Tormento de las Mujeres, desde el momento en que decide adoptar la profesión de torero y hasta el día en que sin anunciarlo previamente, pretendió dejar para siempre su actividad en los ruedos vestido de luces.

Esa despedida no sería definitiva, pues reaparecería el 21 de diciembre de ese mismo año en El Toreo de Cuatro Caminos, alternando con el mismo Lorenzo Garza y el portugués Diamantino Vizeu, para lidiar toros de Matancillas y el 8 de febrero de 1948 haría lo propio en la Plaza México, alternando con Carlos Arruza y Alejandro Montani, dando cuenta de un encierro de Pastejé. El adiós definitivo quedaría para el 1º de marzo de 1953.

Los recuentos en la prensa de la época

De los documentos que he podido localizar, he encontrado tres relatos de lo ocurrido esa tarde. El primero de ellos, en orden de inmediatez, es el aparecido el día 10 de enero de 1944 – día siguiente de la corrida – en el diario El Informador de la ciudad de Guadalajara, que sobre el particular dice lo siguiente:
Los toros de La Punta no permitieron lucimiento. En la corrida efectuada ayer en El Toreo, en que alternaron Fermín Espinosa "Armillita", Chucho Solórzano y Silverio Pérez. (Por hilo directo) México, D.F. – Enero 9. – La Plaza de El Toreo registró un lleno imponente. Los bichos de La Punta, ahora de Matancillas fueron de mala estampa, sosos, cumplieron con los de a caballo, pero ninguno fue lucido. Durante el paseo hubo palmas para los matadores... En el tercero Silverio no puede hacer nada en el primer tercio. Con la muleta logra una faena Silverista, con los pies abiertos mandando tranquilo con su peculiar estilo. Ovaciones. Sus derechazos se repiten. El terno está mojado con la sangre del bicho. Toda la plaza se encuentra entusiasmada. Nuevos pases asombrosos, entre ellos el trincherazo de Ortega. Hay gritos de entusiasmo. Logra un pinchazo hondo, otro sin soltar de metisaca. Por eso Silverio perdió la oreja que tenía bien ganada, pero da dos vueltas al ruedo... La corrida en general fue aburrida.
Aquí haré una reflexión sobre la última expresión que contiene la crónica del corresponsal de la agencia que transmitía las noticias al diario tapatío con relación al resto de la crónica. Señala que la corrida fue aburrida. Yo más bien creo que la expresión final fue de desencanto. La propia narración del cronista no transmite un festejo aburrido, sino uno que tuvo un gran momento no culminado y en todo caso, la sensación que a eso sigue es el desencanto, no el aburrimiento.

Le sigue en el tiempo el comentario de don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, publicado en el número 61 del semanario capitalino La Lidia de México, correspondiente al 21 de enero de 1944, mismo que sobre el particular relata:
…UNA DE CAL POR OTRA DE ARENA. – Silverio Pérez, que con la capichuela se limitara a largar toda la tarde, sin asomo de acierto en momento alguno, se AGIGANTÓ en la faena de muleta en su primer enemigo. Doblándose con él en los primeros muletazos, instrumentados con ese sabor especialísimo que les imprime el texcocano, prosiguió toreándolo ya por alto, ya por bajo, pero en todo momento con el aguante y ligazón tan peculiares en este torero EXCEPCIONAL, aunque exclusivamente derechista. ¡Portentosa fue la faena de Silverio!, como enorme fue la ovación que se le premió, habiendo perdido el corte de la oreja y aún el rabo por la fea manera de estoquear. Tres veces entró a herir en forma que en nada correspondió a su fenomenal trasteo, dando fin al cornúpeta de horrendo chalecazo. ¡Qué desilusión! No alcanzo a comprender cómo un torero poseedor de semejante arrojo al torear, sobre todo con la franela, no quiera exponer lo más mínimo al estoquear. Esto no puede ser por cobardía; pero es el caso que con ello resta mucho mérito a lo que pudiera ser más grandioso, pese a quienes se empeñan a todo trance en pretender quitar el mérito inigualable a lo que fue SUERTE SUPREMA por la belleza y valor que requiere.

El sexto toro de los corridos, enmorrillado y de hermosa lámina, fue merecedor de trasteo semejante al practicado por su matador con el que ocupó el tercer lugar. Pero aquí la decoración cambió por completo, al grado que en parte nos hizo olvidar, aunque fuera momentáneamente, por la impresión final recibida, lo asombroso del toreo netamente silverista con que nos obsequiara “el compadre” mientras duró el postrer tercio en la lidia de “Cirilo” de Matancillas.

A pesar de los soberbios detalles admirados durante la sexta corrida de la temporada, el resultado general no satisfizo a la copiosa concurrencia que abarrotó las graderías de la plaza desde temprana hora.
Don Luis de la Torre captura, a mi juicio, de mejor manera, ese sentimiento que califico como desencanto que provocó el resultado final del festejo, sobre todo, cuando por el mal manejo de los aceros, no pudo homenajear debidamente a Silverio Pérez, tras de su gran obra con Cirilo. Incluso, publica el nombre del toro, lo que me sugiere el gran impacto que la faena tuvo en el escritor y al igual que la crónica aparecida en El Informador, considero que capta y transmite la grandeza de la obra y el impacto que tuvo entre los que la presenciaron.

La relación final que les presento es la que hace El Tío Carlos en la entrevista que cito antes. Tras de dejarnos conocer el punto de vista del torero, el periodista expresa lo siguiente:
…Y junto con él hemos recordado la faena de Cirilo de la que este cronista dijo entonces, que era una de las más toreras de Silverio.

Aquello comenzó en las tablas con tres doblones suaves y un pase de pecho. Siguió una serie doble en la que combinó el pase alto y el de pecho ciñéndose cada vez más. Luego vinieron cuatro derechazos a pies juntos ciñéndose, muy limpios, muy bien ejecutados. Y más afuera lo grande, tres pases con la derecha, abierto el compás, ligando asombrosamente y un orteguista perfecto. Cerró el trasteo con tres pases lasernistas tomando al toro un poco sesgado y recibiendo el derrote a la espalda y con un pase de la firma texcocana.

Y de este toro no cortó Silverio la oreja porque el estoque le arrebató lo premios. Pero la ovación fue grande.

He aquí cual es la faena predilecta de Silverio Pérez...
Quizás porque el análisis lo hizo el propio torero, don Carlos Septién se limita a reproducir el contenido de la faena, pero no deja de señalar que a su juicio, era una de las más toreras del Faraón de Texcoco.

El por qué del desencanto

Silverio Pérez
Aquí, de manera consciente, me meto en un berenjenal y voy a teorizar el por qué la faena de Cirilo se quedó solamente en la memoria y el gusto de Silverio y en la noche de la historia.

La temporada 43 – 44 iba en ascenso y la afición estaba engolosinada con los triunfos que se iban sucediendo, Gregorio García había arrancado una oreja a Vigilante de Santín en la inauguración, que fue la tarde de su alternativa; en la cuarta corrida, El Soldado había cortado el rabo de Rayito de San Mateo y apenas el domingo anterior, el propio Silverio había firmado la obra de Azulito de Torrecilla cortándole las orejas y David Liceaga la de Afinador, llevándose el rabo, lo que incubó una gran expectación en el redondo cartel del 9 de enero, sexto de la temporada.

Cuando ese imponderable – el fallo a espadas – no permitió decorar con apéndices la gran obra, facilitó su caída en cierto olvido para la memoria colectiva y por eso 61 años después, el propio Silverio Pérez le decía al periodista José Mata:
…hubo un toro que incluso ningún apéndice le corté y se llamó Cirilo, un toro de la ganadería de Matancillas. Fue una de las faenas que más me ha gustado, que no me dio miedo, tenía el toro una embestida armoniosa, que no daba la impresión de peligro. Anduve muy a gusto, sin embargo, el público no le dio la importancia que en mi interior como torero se la di, y bueno no trascendió como yo esperaba…
No obstante, los documentos que perpetuaron en su día el hecho, nos dejan ver su grandeza y nos confirman que la apreciación del torero no está exenta de razón, tanto en la magnitud de la faena, como en la escasa trascendencia que en su momento tuvo. Quizás por eso fue que poco más que un mes después, el 13 de febrero de ese mismo 1944, Silverio Pérez se pegó el arrimón que le causó lo que fue la cornada más grave de su carrera, la del toro  Zapatero de La Punta. Pero de eso quizás me ocuparé en otro momento, aquí mismo.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Los giros de la fortuna (III)

Carlos Arruza
(Aguascalientes, Cª 1947)
Carlos Arruza recibió la alternativa de manos de Armillita el 1º de diciembre de 1940 en El Toreo de la Condesa, fungió como testigo el queretano Paco Gorráez. El piedrenegrino de la cesión se llamó Oncito y aunque el toricantano lo finiquitó, se fue a la enfermería con una cornada calificada de grave, por lo que fue el único toro que estoqueó en esa inauguración de esa temporada capitalina.

Tras de su alternativa, parecía que, como se dice en estos tiempos que corren, el paso del novillo al toro le pesó a Carlos Arruza, pues después de la alternativa no terminaba de confirmar con contundencia las buenas maneras con que se había revelado a la afición mexicana. Le faltaban todavía algunos años para sacar de su interior la extensa tauromaquia que llevaba dentro y que, unida a una personalidad arrolladora, resultara en ese torero portentoso que nos describiera don Celestino Espinosa R. Capdevila al narrar para el diario madrileño Arriba su confirmación de alternativa en la Corrida de la Concordia celebrada el 18 de julio de 1944 en la plaza de Las Ventas.

El episodio de su trayectoria al que hoy me refiero, es apenas unos meses anterior a ese fasto y es el resultado de un inesperado giro de la fortuna de quien después sería conocido como El Ciclón Mexicano.

Un mano a mano frustrado

Don Ignacio García Aceves había anunciado para el domingo 14 de noviembre de 1943 en su plaza El Progreso de Guadalajara, una corrida de toros en la que para dar cuenta de un encierro tlaxcalteca de Zacatepec, alternarían mano a mano Silverio Pérez y Carlos Arruza. La víspera del festejo el Faraón resultó afectado de un mal respiratorio – principio de pulmonía dice el telegrama con el que se disculpa su ausencia – y Arruza acepta despachar la corrida él solo.

La prensa tapatía apenas pudo dar cuenta a la afición, el mismo día del festejo de la modificación del cartel. En una columna titulada El deporte en si bemol del diario El Informador, su autor, Don Detalles reflexiona lo siguiente:
En toros nos falló el programa. Silverio Pérez, anunciado para hoy alternando con Carlitos Arruza, no podrá torear a causa de haber contraído una pulmonía. Por tanto, Arruza tendrá que encerrarse con la media docena de Zacatepec sin ayuda alguna…
En un anuncio pagado por la empresa, que cubre media plana del diario, se anuncia a la afición el cambio del programa, que no fue posible sustituir a Silverio Pérez con otro diestro de igual categoría y que por esa razón es que Carlos Arruza matará la corrida en solitario y además se hace saber que uno de los toros de Zacatepec se inutilizó, por lo que será sustituido por uno de La Punta. Por esas razones, pone a la disposición de quien quiera hacerlo, el precio de las entradas adquiridas en caso de devolución.

El anuncio del cambio del cartel (El Informador, 14 de noviembre de 1943)
En la misma edición de El Informador – 14 de noviembre de 1943 – se inserta una gacetilla sin firma, titulada La casta de Arruza. Esa inserción tiene visos de ser pagada y es del tenor que sigue:
¡Yo toreo los seis toros!... En esa forma categórica, firme, producto de su consistencia, de su confianza y su poderío, contestó Carlos Arruza a la empresa cuando fue a suplicarle que lo hiciera… Pocas palabras, pero con un sentido hondo de la responsabilidad que tiene un matador de toros que posee casta de la buena… Silverio Pérez está enfermo. Y en la imposibilidad de sustituirlo con otra figura de su categoría, nadie mejor que un torero poderoso como Carlos Arruza para llenar el hueco del Faraón, y llenar plenamente el escenario ocre de la plaza con su alegría y su torerismo… Así que esta tarde veremos en una prueba máxima, sucederse en emotiva continuidad, las bellezas artísticas, el poderío, la técnica maestra, que en su espuerta lleva Carlos Arruza, torero de casta. (R)
El festejo y su resultado

Lo que parecía dispuesto para un gran triunfo del joven Carlos Arruza, al final concluyó en una actuación que yo podría calificar de buena a secas. La crónica y comentarios del festejo reconocen la solvencia del torero, pero traslucen que le faltó alma a su quehacer en el ruedo. Primero pongo aquí lo que Don Detalles publicó en su columna del día siguiente de la corrida:
La corrida de ayer fue de bostezo. Desde al encender el Canalejas, hasta tirar la bachicha, fue un puro cabecear. Despertamos únicamente con dos quites de Carlitos Arruza, y una faena al tercero que hizo aplausos. Fuera de eso vimos ayer un Carlos despacha – toros como se pudo y “naa” más… Se notó desde luego, la falta de Silverio. Si ha estado por ahí, Carlitos no se hubiera sentido tan apático. Se le notaron ganas de torear, pero no cualquier toro. Lo quería suavecito, hecho a la medida, dócil, comprensivo. Pero como ese animal no salió, Carlitos no hizo más que despachar bichos como se los mandaban del corral. Lo que vimos ayer, pues, no fue otra cosa que una matanza de reses salpicada con un poco de toreo… Sin embargo, en lo poquísimo bueno que vimos de Arruza, siguió éste siendo el torero fino de siempre. El público le toleró mucho, porque le estima. Si ha sido El Soldado, le echan la plaza abajo…
El comentarista juzga con dureza al sobrino de León Felipe, acusándole incluso de querer ir cómodo y de salir meramente a cumplir. La crónica firmada por Jarameño, sin juzgar con tanta dureza, nos deja ver que los toros fueron mansos y que aunque el diestro se esforzó, faltó ese punto de inflexión que hace que una tarde que tiende al hundimiento se transforme y se encamine hacia la luminosidad del triunfo. Lo escrito por el nombrado cronista es lo siguiente:
Carlos Arruza dio buena faena al 3º. Por haberse enfermado Silverio Pérez, tuvo que lidiar Carlos cinco sosos bureles y uno bravo. Debido a la enfermedad de Silverio Pérez, el matador Carlos Arruza tuvo que apechugar con la lidia de cinco toros de Zacatepec y uno de La Punta, dándose una tarde sosa y fría, pues hacía falta la competencia de diestros y además el ganado superó en sosería al festejo… El entusiasmo que existía en el público tapatío por esta corrida, decayó en cuanto se anunció el sábado que no actuaría Silverio y el lleno que se mascaba tuvo que conformarse con ser una buena entrada en sombra y mala en sol, ya que se vio un gran claro en este tendido… Cuando salió Carlitos, ataviado con hermoso terno azul y oro, fue recibido con calurosas palmas… No logró lucimiento con la capichuela en el lanceo de sus seis toros, pues no vimos una sola verónica digna de mencionar… En quites estuvo más afortunado, ya que al primero le dio cuatro chicuelinas, cada una mejor que la anterior. Al siguiente toro hizo el alivio con tres gaoneras valientes embarrándose al animal y un verdadero quite por mariposas, pues alejó al burel del picador caído… Vistosas fueron sus chicuelinas y navarras que recetó al tercero y con el cuarto uso las fregolinas y las navarras de nuevo, tan buenas como las anteriores, repitiendo este quite con el quinto. Al que cerró plaza, no había nada que hacerle… En cada una de estas ejecuciones fue entusiastamente ovacionado y escuchó el toque de la música, pues estuvo muy torero Carlos al hacer los alivios a los piqueros… En dos ocasiones prendió banderillas sin que lograra fortuna en ninguno de los seis pares que colocó… Con la muleta lo vimos como torero enterado y dominador que es… A “Coyotito”, que inició el desfile de sosos, lo dobló con suavidad y le insistió con pases de pitón a pitón, rodilla en tierra. Una media estocada, delantera y caidita, y luego otra hasta el pomo, también caidita, fueron suficientes para despacharlo… “Limeño” fue el segundo de Zacatepec, al que se dedicó a castigarlo únicamente, cogiendo una estocada pulmonar, un tanto caída… Su mejor trasteo fue el del tercero, de nombre “Resbaloso”, iniciándola con tres derechazos, de los cuales el último fue superior. Vienen luego un pase lasernista y uno de la firma, para hacer un cambio de mano y luego más derechazos, todo ello con sabor, por lo que se le aplaudió con frenesí… Continúa con pases por alto, aguantando, y ejecutando un riñonudo molinete de rodillas, en la mera cuna del astado, terminando con lasernistas, para que se desgranara la ovación. Vuelve a los de Laserna, pero ahora de hinojos, por lo que el público le agasaja con más aplausos y la música toca dianas en su honor… Lástima que tan lucida faena no la haya coronado como debía, pues da tres pinchazos antes de introducir el acero hasta lo rojo, resultando la estocada caída y descabellando al segundo intento… Con los otros tres bichos, que presentaron innumerables dificultades, pues se defendían, tiraban tarascadas, se colaban, etcétera, no pudo hacerles el trasteo que deseaba. Además pasó fatigas con la espada, pues al cuarto, de nombre “Aceitero”, lo mató con una media estocada, cuatro pinchazos y cuatro sopapos. Con los dos últimos tuvo más suerte, ya que al primer viaje dejó buenas estocadas… El “Chatito” Mora, que fue el sobresaliente, hizo dos quites, uno por gaoneras ceñidas y el otro con un farol de rodillas… Como decimos al principio, el ganado fue el malo, ya que solamente salió bravo el tercero, al que le dio una buena faena Arruza. Por lo demás el diestro se concretó a salir del paso como mejor pudo y en hora y media despachó a sus seis enemigos… ¡Ojalá un alma piadosa le obsequie un diccionario al “Artista” para que haga los letreros de los nombres de los toros con menos faltas de ortografía!
Faltaban unos cuantos meses para que Carlos Arruza aprovechara a cabalidad otro giro de la fortuna y sorprendiera primero, a la afición de Madrid y después a la de España entera, revelándose como un torero capaz de enfrentar y de mantener una competencia con Manolete y permaneciendo desde entonces, como una de las principales figuras del toreo de la historia.

El telegrama que justifica la ausencia de Silverio
El Informador
(14 de noviembre de 1943)

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