domingo, 6 de junio de 2021

Plaza México: Un año, tres meses y diecinueve días cerrada… y contando

La gran Plaza México
Foto: EFE
La plaza de toros México, de la capital de la República es una plaza de temporada. Es una plaza que tiene dos ciclos de festejos bien definidos. Siguiendo el calendario, el primero más o menos de marzo a octubre, es el de las novilladas y de noviembre a febrero del año siguiente, el de las corridas de toros, llamado coloquialmente la temporada grande

Alguna vez me contó el Maestro Jesús Córdoba, y tiene su lógica lo que me dijo, que ese orden temporal se dio en los inicios de la adopción de la manera española de hacer los festejos taurinos, cuando se dependía mayormente de los toreros hispanos y había que esperar a que la temporada de allá concluyera para que ellos pudieran viajar a estas tierras, razón por la cual la temporada de corridas de toros comenzaba en los alrededores del primer o segundo domingo de noviembre.

Yo agregaría al argumento del llamado Joven Maestro, que esa época del año está casi siempre exenta de lluvias y que siendo el otoño y el invierno nuestro más benignos que los de Europa, es posible dar festejos en ese tiempo en las plazas mexicanas sin mayores complicaciones.

Las anteriores ideas darían como corolario que la Plaza México estuviera constantemente en actividad, con breves plazos de reposo para trabajos de necesario mantenimiento. Pero eso no ha sido siempre así. En sus 75 años de historia, se registran tres periodos de cierre prolongado, como el que actualmente vive y que intentaré relatar enseguida.

1957 – 1958: 1 año, 4 meses y 19 días de inactividad. (473 días) 

Al terminar la 11ª corrida de la temporada 1956 – 57, en la que alternaron Juan Silveti, el madrileño Dámaso Gómez y Fernando de los Reyes El Callao en la lidia de toros de Coaxamalucan, el doctor Alfonso Gaona anunció que dejaba las cosas de la empresa de la gran plaza por las pérdidas económicas que estaba sufriendo. En carta abierta fechada el 10 de marzo de ese año y publicada originalmente en el diario Esto y replicada posteriormente en el semanario madrileño El Ruedo del 21 de marzo de 1957, el doctor Gaona explicaba entre otras cosas:

… En las corridas, todas, he sufrido pérdidas de consideración; he ofrecido los mejores carteles, y los aficionados deben tener presente que nunca escatimé esfuerzos para presentar los mejores toreros mexicanos y extranjeros, lidiando toros de nuestras más famosas ganaderías. Durante mi gestión ha habido tardes inolvidables, como la reciente y triunfal despedida de Fermín Rivera, corrida en la que, a pesar de haberse llenado la Plaza sufrí una gran pérdida…

… Puedo asegurar que ninguna persona se atreverá a tomar la Plaza México, para la explotación de la fiesta brava en las condiciones en que la tenía yo, a menos que quiera a sabiendas ir al sacrificio. Mi ejemplo será bastante, pues con los presupuestos actuales no hay defensa posible. La única solución sería que el propietario del coso renunciara a sus muchos ingresos por concepto de anuncios, cojines, cervezas y refrescos, radio, televisión, y la mitad del Derecho de Apartado.

Por lo que respecta a mis acreedores, les participo que les pagaré hasta el último centavo, tan pronto como mis circunstancias lo permitan, dándoles las gracias por todas las atenciones que han tenido para mí…

Pronto se habló de concurso de acreedores, de quiebra y de juicios por contratos no cumplidos y se empezaron a barajar nombres en la prensa de quienes habrían de sustituir a don Alfonso en la tarea de dar toros en la capital y así se mencionó sin dar el nombre, al empresario de Guadalajara, don Ignacio García Aceves, al de Tijuana, a Teófilo Cuevas, a Pablo B. Ochoa y hasta a Gabriel Alarcón como probables nuevos empresarios de la Plaza México.

Un párrafo de la carta del doctor Gaona es ilustrativo de una situación que hacía difícil el dar toros en la capital mexicana:

…La afición debe saber que las exigencias elevadísimas de la propiedad del inmueble, y los múltiples impuestos que, en su conjunto son muchos mayores que los que paga cualquier otro espectáculo. convierten los pesos en sesenta centavos y ello ha motivado esta situación, agravada por la imposibilidad de aumentar el precio de las localidades de lujo…

Y es que en la Ciudad de México particularmente, a más de los impuestos ordinarios a la renta, a los ingresos mercantiles y a los espectáculos en particular, desde aquella oscura donación de las acciones de la sociedad El Toreo que hicieron los sucesores de Maximino Ávila Camacho a la Secretaría de Salubridad y Asistencia, los festejos taurinos tenían que cubrir a esa dependencia un impuesto extraordinario del diez por ciento sobre la entrada bruta, tasa que duró vigente hasta bien entrados los años ochenta del siglo XX, lo que hacía, si no incosteable dar festejos, sí reducía la posibilidad de hacerlo con utilidad para el empresario.

La Plaza México fue reabierta por una sociedad denominada Diversiones y Espectáculos de México, Sociedad Anónima, cuyo acrónimo DEMSA, es de triste memoria en la historia de esta fiesta y la dirigió el licenciado Ignacio Garciadiego, abogado de la familia Cosío, propietaria de la plaza. Lo hizo el domingo 15 de junio de 1958, con una novillada en la que actuaron Raúl Márquez, José Antonio Enríquez y Ramón Ortega en la lidia de 5 novillos de Coaxamalucan y 1 de Rancho Viejo (1º bis), resultando Enríquez herido por el primero. No obsta señalar que se permitió a Arturo Álvarez El Vizcaíno, ofrecer dos novilladas de selección los domingos 20 de abril y 10 de mayo anteriores.

Pero en ese caso la capital mexicana no se quedó sin toros. El Toreo de Cuatro Caminos, apenas cerrada la Plaza México, abrió sus puertas el día 10 de marzo de 1957 y estuvo al frente… Sí, el doctor Gaona. Y entre esa fecha de apertura y el 10 de mayo de 1959, año en el que se ofreció la siguiente temporada grande en la México, se dieron en Naucalpan 63 novilladas y 20 corridas de toros y en las novilladas aparecieron toreros como Raúl García, Gabriel España, Oscar Realme, Gabino Aguilar, Abel Flores El Papelero o Antonio Sánchez Porteño.

1988 – 1989: 1 año, 1 mes, 3 días (398 días)

Nuevamente resulta estar el doctor Gaona en el ojo del huracán. Tras de anunciar una Temporada Taurina de Primavera 88 e iniciarla, después de la segunda corrida, celebrada el 24 de abril de 1988 con el vallisoletano Roberto Domínguez, Jorge Gutiérrez y Javier Bernaldo en la lidia de toros de Huichapan, la propiedad de la plaza anunció que recuperaba su inmueble pues el contrato de arrendamiento celebrado con el empresario había concluido.

Por su parte, el doctor Gaona afirmó que tenía derecho a un año más en el uso de la plaza. A propósito, dice Daniel Medina de la Serna:

…Esta disputa sonaba inverosímil pues hubiera bastado que el poseedor de la razón exhibiera su contrato, cosa que nunca sucedió y en cambio se limitaban simplemente ambas partes a hacer declaraciones. ¿No estaría la razón en las pobres entradas que se registraron en esas dos corridas? Lo cierto es que los chilangos, y algunos visitantes foráneos y ocasionales, de nueva cuenta nos volvimos a quedar sin toros…

En ese estado de cosas se dio una corrida benéfica el 12 de junio de ese 1988 con Eloy Cavazos y José Mari Manzanares, mano a mano y toros de Real de Saltillo, llevando por delante al rejoneador Gerardo Trueba. Un festejo que terminaría en aires de escándalo, porque días después se harían públicos los resultados de los exámenes post – mortem de las cornamentas de las reses lidiadas y resultaría que presentaban signos de manipulación.

Tras de propuestas de expropiación y otras de similar guisa, la entonces Regencia de la Ciudad de México consiguió que los propietarios del coso cedieran su explotación a un Patronato presidido por Salvador Trueba Rodríguez y en el que participaron personalidades como Javier Jiménez Espriú – sí, es el que Ustedes están imaginando – y en la parte operativa, Eduardo Azcué, Jesús Arroyo y Joselito Huerta.

La plaza se reabrió y se entregó a la afición el 5 de febrero de 1989, el entonces Jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís cortó un listón simbólico y se dejó pasar a la concurrencia a recorrer las instalaciones del coso y posteriormente, en uno de los patios de la plaza, se simuló una corrida de toros con una carretilla de las que se usan para entrenar. Tomás Pérez Turrent, crítico de cine, apodado El Choni en sus días de novillero, escribió lo siguiente en la revista El Redondel:

...Nadie puede dudar que fue un acto con una gran carga simbólica, doblemente simbólica diría, Doblemente simbólica como protesta y celebración, como ejemplo de la afición recalcitrante que no quiere renunciar a sus pasiones – y bravo por ello – y como símbolo doloroso del estado en el que han dejado al gremio de los toreros, los ganaderos, los empresarios y todos los llamados taurinos arrimados a equis o zeta intereses, los cuales, no hace falta decirlo, no coinciden ni han coincidido nunca con los de la verdadera fiesta…

La plaza se reabrió formalmente con una corrida de toros el 28 de mayo de 1989 en la que alternaron Manolo Martínez, David Silveti y Miguel Espinosa Armillita ante toros de Tequisquiapan y después se dio una temporada de 28 novilladas que inició el 4 de junio siguiente, la que abrieron Manolo Sánchez, Hugo García Méndez y Alfredo Lomelí, con novillos de La Soledad.

2020 – 2021: Un año, tres meses, 19 días (474 días) … y contando

Ayer, sábado 5 de junio de 2021, se superó el número de días que la Plaza México estuvo cerrada y sin actividad taurina, en el periodo 1957 – 1958, que fue de 473 días y que ha sido, en sus 75 años de existencia, el más prolongado.

Quizás este es el cierre que tiene una explicación más sencilla. El último festejo de la temporada 2019 – 2020 se dio el 16 de febrero de 2020 y actuaron en él Pablo y Guillermo Hermoso de Mendoza, Arturo Saldívar y José María Hermosillo, ante toros de Los Encinos, Santa Fe del Campo y Bernaldo de Quirós. Menos de un mes después – el 11 de marzo de 2020 –, la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró que una serie de brotes de una enfermedad denominada Covid – 19, había adquirido la calidad de pandemia.

A la declaración de la OMS, correspondió la del Gobierno Federal en México, el 31 de marzo, declarando la emergencia sanitaria, que entre otras medidas estableció las del llamado distanciamiento social, que entre otras cosas implica la menor interacción posible entre personas y la supresión total, diría yo, de actividades en las que se suponga reuniones más o menos masivas de personas, por la forma en la que el virus causante de la enfermedad se transmite.

Eso y la ausencia de vacunas y tratamientos específicos para la nueva enfermedad, detuvieron en muchas vertientes la actividad económica de nuestro país y la de la fiesta de los toros fue una de las grandemente afectadas, porque por una parte, no existe un real interés de los sectores llamados profesionales porque se transmitan por televisión de pago los festejos y por la otra, la inicial descoordinación entre las autoridades federales y locales en la materia, no permitieron establecer protocolos que facilitaran la oferta de espectáculos.

En ese estado de cosas, la Plaza México no podía ser reabierta, pues, aunque la etapa que seguía era la de las novilladas, las que en la actualidad son allí meramente testimoniales y consideradas por la empresa como un trámite más para poder obtener el permiso para vender el Derecho de Apartado de la temporada grande, la política de salubridad general lo impidió, así como tampoco permitió el organizar la siguiente temporada de corridas de toros.

En estas fechas, la pandemia parece, al menos en las versiones oficiales, estar remitiendo y así, ya se permite asistencia en número limitado a espectáculos deportivos como el futbol, lo que, desde mi punto de vista, permitiría igualmente una asistencia controlada a las plazas de toros. La cuestión aquí sería ya de viabilidad económica. El deporte de la pelotita con los pies tiene un gran soporte de ingresos por la televisión. La fiesta de los toros, no. Quizás es ya tiempo de que los llamados profesionales se replanteen la posibilidad de salir en la tele para levantar a la fiesta de la postración en la que una enfermedad incontrolada todavía, la ha puesto.

Así pues, estamos en el lapso de cierre más extenso de la historia de la gran Plaza México, la que según su anuncio publicitario es la más grande y cómoda del mundo. Ojalá que pronto vuelva a albergar los sueños y las ilusiones de aficionados, ganaderos y toreros.

Aviso parroquial: Con mi disculpa por la extensión, pero no encontré forma de partir esto en dos...

lunes, 31 de mayo de 2021

31 de mayo de 1931: Gitanillo de Triana y Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero II/II

 Las causas del percance

Azulejo en la casa paterna de Gitanillo
Pagés del Corro 157, anterior 127
Triana, Sevilla
Aunque ya descritas en las relaciones anteriores, es Federico M. Alcázar, en su tribuna de El Imparcial, quien hace una interesantísima reflexión acerca de por qué fue prendido y herido Gitanillo de Triana. Es una cuestión meramente teórica y relacionada con la forma en la que se llevaba – o lleva todavía – la lidia en aquellas calendas:

Los toros mansos, salvo excepciones, empujan siempre para adentro. Es decir, buscan la querencia de las tablas porque encuentran en ellas un medio de defensa. Lo contrario sucede con el bravo, que se va a los medios, porque allí ataca mejor. La pelea natural del manso es casi siempre del tercio para adentro, y la del bravo, a la inversa. Los toreros han tomado la costumbre – ¿no estaríamos más acertados si le llamáramos vicio? – de empezar a torear al manso y al bravo encerrados en tablas. Y, por lo regular, sucede lo inevitable: que el bravo se va en cada lance, buscando su terreno, los tercios afuera y los medios, y el manso se queda y les acosa, cuando no huye también. Desventaja de la ventaja. Deslucimiento. Todavía al torear de capa, cuando los toros andan sueltos y con poca fijeza, ofrecen pequeñas dificultades; pero éstas son mayores al final, por haberse acentuado la querencia, y con la querencia, el peligro. Hay toros que no dejan parar al torero por dentro y le comprometen en cada pase, y en cambio por fuera está relativamente holgado. Pero los toreros, que siempre tiran por el atajo, aunque tengan que saltar la barranquera, buscan el refugio de las tablas, como un medio de defensa, sin advertir lo comprometido que es torear en el terreno del toro. No comprenden que en ese sitio es difícil la salida y comprometida la enmienda. Apuran tanto el terreno, que de un pase a otro apenas queda espacio para torear y desenvolverse en un momento de peligro. Y viene el acosón, y algunas veces la cogida, con todas sus dolorosas consecuencias… Creo que si Gitanillo toma al toro más abierto en el tercio, no le hubiera cogido, y de cogerle no le cornea contra la barrera, que fue donde le dio la cornada más grave, tan grave y brutal que sólo encontrando un punto de apoyo y resistencia puede el pitón atravesar el hueso sacro. Tuvo hasta la desgracia de tropezar con el único toro que se vencía del lado izquierdo, pues los restantes embistieron por ese lado admirablemente. La fatalidad tropezó con el torero y le hizo su víctima…

Es la de Alcázar una disquisición meramente teórica, pero válida, creo, pero que no tiene en cuenta el estado de ánimo del torero, que, acuciado por su deseo de triunfar, considera a veces que puede superar esas condiciones adversas de los toros e imponerse a ellas para, en el terreno por él elegido, realizar la faena que se ha planteado.

Los partes facultativos

El doctor Jacinto Segovia, jefe de los servicios médicos de la plaza de Madrid, esa tarde tuvo mucho trabajo, pues un toro antes, el banderillero Manuel Prieto Varé, había entrado a la enfermería con una cornada que le partió la femoral. No había terminado aún la intervención cuando llegó a ella Curro Puya, de cuyas lesiones refirió lo siguiente:

«Durante la lidia del tercer toro ingresó en esta enfermería el diestro Francisco Vega (Gitanillo de Triana), con una herida de asta de toro en el tercio medio, del muslo derecho, con rotura de los músculos cuádriceps y aductores; otra en el tercio medio del muslo izquierdo. parte interna, con rotura de los músculos cuádriceps y aductores, y otra en la región sacrocoxígea, penetrante en la cavidad pelviana, con rotura del sacro y sección y arrancamiento del nervio ciático mayor. No puede precisarse la profundidad de la herida por el estado del diestro. Pronóstico muy grave. – Doctor Segovia.»

Se dejó para después la curación de los muslos, dada la gravedad y la posición de la herida del coxis. El torero permaneció en la enfermería toda la noche de ese día y fue trasladado al mediodía siguiente al sanatorio de los doctores Crespo, donde se pidió consulta al doctor José Sanchis Banús, destacado especialista en neurología a efecto de establecer el mejor tratamiento para Gitanillo de Triana.

Tras del traslado al sanatorio, periodistas de El Heraldo de Madrid, obtuvieron estas declaraciones del doctor Jacinto Segovia:

- El caso no es desesperado.

- No; pero sí muy grave. Le ha arrancado el nervio ciático de su base. Como se arranca la raíz de una planta. La lesión, fuera de esto, no tiene importancia suma, por cuanto que no ha interesado el intestino ni órgano alguno de importancia.

- ¿Quedará inútil?

- Lo más probable es que así suceda. La pierna derecha perderá juego, y el talón no podrá sentarlo. Anoche pasé un verdadero susto, a las nueve se quedó sin pulso y creí que se me escapaba. Ya veremos lo que dice Sanchis Banús...

Diariamente, la prensa madrileña publicaba al menos una gacetilla informando el estado de Gitanillo de Triana. Incluso, el diario El Sol, que en su primera plana se ufanaba de que allí no se contenía información relacionada con la fiesta, dedicaba espacio al tema, así, el 3 de junio en sus páginas se lee:

Como consecuencia del arrancamiento de las raíces del nervio ciático mayor (plexo sacro) ha quedado desgarrado el fondo del saco dural, presentándose una abundante eliminación de líquido cefalorraquídeo por la herida operatoria, existiendo el peligro de presentación de una meningoencefalitis que ensombrecería totalmente el pronóstico. – Doctor Segovia.

Cosas veredes…

Un diálogo en la enfermería

Es de nuevo El Heraldo de Madrid el que recoge un diálogo en la enfermería de la plaza entre el torero herido y aquellos que le acompañaban. La conversación publicada es de esta guisa:

Gitanillo de Triana recobró el conocimiento poco después de las nueve de la noche, aunque continuó todavía durante mucho tiempo bajo los efectos del cloroformo.

Sus primeras palabras fueron para preguntar:

- ¿Cómo estoy? Díganme la verdad.

Me parece que no siento las piernas.

Y sus brazos, sin fuerza, se deslizaron sobre el cuerpo para cerciorarse de que no se las habían cortado.

Esto le confortó un poco y guardó silencio, resignado.

Poco después rodearon la mesa de operaciones los individuos de la cuadrilla de Gitanillo y algunos amigos particulares.

A uno de éstos buscó Curro ansiosamente con la mirada, y cuando éste se acercó le dijo:

- Hola, Maximino; me ha «estrosao» el toro...

El amigo trató de confortar su espíritu.

A poco Curro le volvió a preguntar:

- ¿Qué hora es?

Vaciló el amigo. No sabía si era prudente contestar. Entonces Curro alargó su brazo y tomó el reloj de su amigo, lo consultó y dijo:

- Las nueve y media.

En efecto, esa hora señalaba el reloj.

Nuevo silencio, recomendado por los facultativos.

- ¿Habéis ustedes avisao a la familia? - preguntó después Gitanillo.

- Sí - le contestaron.

- ¿Han salió ya de Seviya?

- Sí Está tranquilo.

- ¿Vienen por carretera?

- Por carretera, sí. Calla, hombre.

Gitanillo hizo un esfuerzo v agregó:

- ¡Estoy deseando que llegue mi madre! ...

Para terminar

Maximiliano Clavo Corinto y Oro, cronista de La Voz, se caracterizaba por su estilo festivo y mordaz al redactar sus crónicas. La de la corrida del 31 de mayo distó mucho de llevar ese sello. En ella hace una interesante reflexión de la fiesta, su tragedia y su gloria:

Oro, seda, sangre y sol. Juego limpio en lucha titánica con el toro bravo de escultórica belleza, entre la gloria y la muerte. Arte y heroísmo ante una muchedumbre calenturienta y leal, presidida por la mujer española, divino cebo de pintores y admiración de los hombres de todas las razas. Gritería ensordecedora culminante de un apasionamiento que sólo puede concebirse en este espectáculo sin igual en el mundo. Rugidos de dolor, indignación y entusiasmo, todo en unos segundos y en un transporte de impresión tan fuerte, que desata con violencia todo el sistema nervioso y hace perder el equilibrio orgánico del hombre más ecuánime. Esto debe ser la verdadera fiesta de toros. Esto fue la corrida de ayer, la épica, la inolvidable corrida de ayer, que le hizo al toreo la mejor propaganda que puede concebirse… ¡Quién Iba a pensar que al desventurado primer abono, que tantos disgustos nos ha proporcionado a todos, le reservaban los dioses una despedida tan emocionante, una despedida en la que el dolor y el triunfo se confrontaran como ayer! ...

Y por su parte, Rafael Hernández y Ramírez de Alda Rafael, en La Libertad, también medita los alcances que tienen los percances de los toreros en el devenir de la tauromaquia:

¡Ay del caído! El domingo, mientras millares de personas aclamaban a Marcial Lalanda y lo sacaban en hombros por la puerta de Madrid, en el patio de caballos, rodeando la entrada de la enfermería, unos cuantos hombres, con los puños crispados y los ojos enrojecidos, esperaban con ansia noticias de Gitanillo. Eran sus amigos, los que sabían que bajo la seda y el oro de su traje de torero latía un corazón lleno de cordialidad y propicio a todas las bondades; eran los que sabían de sus alegrías, de sus dolores, de sus ilusiones, de todo lo que había de humano en el interior del ídolo, que en otras tardes sintió también sobre sus sienes la caricia de la gloria… Es muy difícil escribir algo que encuadre la totalidad de la corrida. También nosotros fuimos juguete de la emoción; también sufrimos el choque de tan distintas sensaciones que, aun sin querer, habrán de reflejarse en estas cuartillas. De la corrida quedan grabadas las escenas principales, la cogida del infortunado Varé, la más terrible aún de Gitanillo de Triana, y la actuación, más que brillante, casi genial, de Marcial Lalanda. Esos tres momentos son los que harán pasar a la historia esta corrida del 31 de mayo de 1931, como aquella otra del 27 de mayo de 1894. en que cayó el Espartero y fue la consagración de Antonio Fuentes…

Sol y sombra, triunfo y tragedia… Los eternos contrastes de la fiesta de los toros. La evolución de Gitanillo de Triana seguiría siendo noticia durante los 75 días siguientes, pues fallecería el 14 de agosto al no superar las heridas que le infirió Fandanguero, pero del desenlace de la historia, aunque conocido, seguramente me ocuparé aquí, en su día. 

Aviso Parroquial segundo: Los resaltados en los textos de Alcázar, Corinto y Oro y Rafael no constan así en sus respectivos originales. Son obra y atrevimiento de este amanuense.

domingo, 30 de mayo de 2021

31 de mayo de 1931: Gitanillo de Triana y Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero I/II

Francisco Vega de los Reyes
Gitanillo de Triana
Foto: Paco Marín/Kutxateka
La temporada madrileña de 1931 no caminaba precisamente sobre ruedas. Las noticias de la prensa y las crónicas de los festejos dejaban ver que la afición y los informadores no estaban contentos con lo que la empresa estaba presentando. En los dos festejos anteriores a este que me ocupa, los domingos 17 y 24 de mayo, se protestaron respectivamente los toros de Victoriano Angoso y Santiago Sánchez Rico, así como los de Juan Sánchez de Terrones y Tovar por chicos y débiles.

Alguna luz se vio cuando en esa corrida del 24, Armillita cortó una oreja al sexto de Terrones que le tocó en suerte y fue sacado en hombros o cuando el día 30, víspera de los hechos que me tienen aquí, David Liceaga, que renunciando a la alternativa que había recibido en El Toreo el anterior enero, se decidió a hacer campaña en ruedos hispanos y ese día se presentó en la Carretera de Aragón alternando con Chiquito de la Audiencia, Antonio García Maravilla y Manuel Fuentes Bejarano en la lidia de novillos de Alipio Pérez Tabernero – también criticados por flojos –. David le cortó la oreja al octavo, de Clairac, sustituto del titular devuelto por inválido, saliendo a hombros en esa presentación.

Quiero hacer notar que en estos apuntes no tendré información del ABC madrileño, pues fue incautado por las autoridades de la República Española el día 10 de mayo de 1931 y dejó de aparecer entre el 11 de ese mes y hasta el 5 de junio siguiente, pero la demás prensa de la capital de España se ocupó abundantemente del tema, con extraordinarias firmas, pero nunca deja uno de necesitar, en casos como este, la de don Gregorio Corrochano.

La octava corrida del primer abono del 31

Ese era el ambiente previo a la corrida del 31 de mayo del 31. La empresa de Madrid intentó remontar el ambiente negativo que rodeaba la situación y puso en los corrales de la plaza una bien presentada corrida de don Graciliano Pérez Tabernero, de Salamanca, para Manuel Jiménez Chicuelo, que se presentaba en la temporada, Marcial Lalanda, que reaparecía después de una lesión y Gitanillo de Triana que había estado desafortunado en su última actuación que, si mal no recuerdo, fue la confirmación de Jesús Solórzano.

La plaza de Madrid se llenó. El bien presentado encierro y el cartel de toreros no dejaban lugar a las dudas de los aficionados, que al ir ocupando sus localidades no tenían idea de que la fiesta de los toros tiene sus propios mecanismos para resarcir sus pérdidas. Por una parte, Marcial Lalanda tendría una de sus grandes tardes en la plaza vieja de la capital española y por la otra, la fatalidad se encargaría de recordar a todos los que asistieron, a los que no y a los que, en el futuro, nos interesáramos por esto, que la fiesta de los toros es un juego de vida y de muerte y que ese es uno de sus activos.

Fandanguero, número 98, negro, tercero de la tarde

Francisco Vega de los Reyes, natural de la Triana de Sevilla, pues nació allí en la entonces llamada calle de La Verbena – hoy Rodrigo de Triana – se encontraría con su destino al salir ese toro negro, tercero de la tarde. Federico Morena, en El Heraldo de Madrid, al relatar los sucesos ocurridos al día siguiente del festejo, reflexiona lo siguiente acerca de este toro y del encierro lidiado ese día:

¿Está seguro D. Graciliano Pérez Tabernero de que ha logrado extinguir por completo en sus toros la sangre de Miura? … Como es sabido – la tragedia de ayer justifica el recuerdo –, D. Fernando Pérez Tabernero, padre de D. Graciliano, fundó su ganadería en 1884 con vacas de Veragua y un semental de Miura... pero el resultado no satisfizo a D. Graciliano, y en abril de 1920 adquirió 126 vacas de los hermanos conde de Santa Coloma y marqués de Albaserrada y un eral escogido de cada una de estas ganaderías. Al decir de D. Graciliano, en 1924 lidió los restos de la antigua ganadería y estrenó la nueva con gran éxito en Barcelona. Y desde entonces, D. Graciliano cree firmemente que sus toros llevan sangre pura de Vistahermosa… Pero la corrida de ayer parece rectificar al ganadero salmantino. La sensación que recibimos los aficionados es la de que asistíamos a una miurada. ¡Qué cambios más notables se operaban en los toros! Diríase que en cada uno de ellos se manifestaban alternativamente las distintas sangres de las diferentes cruzas; pero predominando siempre la de Miura. Era una corrida como para traer de cabeza al mejor aficionado… Un toro, por ejemplo, tomaba una vara a ley, volvía luego la cara, y, en fin, recargaba de modo sorprendente... Quedaba aplomado en el tercio de varas y cortaba el terreno peligrosamente en banderillas. Era docilísimo en el segundo tercio y se arrancaba bronco y descompuesto al final… Se vencía primero por un lado y después por el otro... En fin, que en ningún momento sabía el aficionado a qué atenerse sobre la calidad de los toros de D. Graciliano. El más igual de los seis fue, sin duda, el quinto, de Marcial, que doblaba idealmente por el lado izquierdo… Por lo demás, dentro del tipo de la casa, la corrida estuvo bien de presentación...

Como podemos ver, salvo el sexto, según lo relata Morena, ese encierro de don Graciliano fue una colección de prendas y hoy se diría en el lenguaje de los profesionales que eran toros a contraestilo tanto para Chicuelo, como para Gitanillo, pero eso era lo que había y nada más.

El percance

Después de lucirse en el primer tercio y solventado el de banderillas, Curro Puya se dispuso a torear de muleta. Lo hizo según la costumbre al uso, al hilo de las tablas e iniciando por alto, seguramente para calibrar la distancia de la embestida del toro. Al realizar una de esas suertes fue prendido. Sigue contando Federico Morena:

Empezó con un pase ayudado por alto, erguido y torero, y al pretender dar el cambiado, también por arriba, se le venció el toro y le cogió de lleno por el muslo derecho. Le suspendió un instante y le despidió luego con fuerza. El pobre Curro quedó caído, boca arriba, entre el toro y la barrera. El bruto acometió furiosamente a su presa y le tiró, con rapidez, varias cornadas. Fueron unos instantes de horror. El público, puesto en pie, prorrumpía en un alarido de espanto. El cuerpo del infeliz torero, como un pelele, rebotaba contra la barrera a cada embestida del bruto. ¡Hasta que llegó el capote providencial de Lalanda! ...

Por su parte, el que firmó como Jerezano, en Ahora, salido en Madrid el 1º de junio de 1931, relata:

“Fandanguero” se muestra incierto, receloso y se defiende por el lado del dolor: el izquierdo, Curro Puya no quiere “ver” el defecto; sólo piensa en “torear” para “enseñar a torear”. Muy cerrado en tablas del 2, desafía el gitano. Un buen ayudado por alto sobre ambas manos, venciéndose el toro y siguiendo su viaje a las tablas. En ellas – en terrenos del 1 – aguanta Paco Vega, en un muletazo por alto con la derecha..., pero por ser sobre el pitón izquierdo – el lado lastimado –, el bicho “defiende” ese sitio, cierne la cabeza y tropieza, hiere, suspende, se cambia de pitón y derriba al clásico torero. Este cae debajo del estribo de la barrera, y allí el de Graciliano le busca, pisa, cornea y engancha varias veces. La escena es horrible y emocionantísima, hasta que Marcial y las cuadrillas consiguen llevarse al cornúpeto. Gitanillo, herido, destrozada la ropa, cubierto de sangre y desvanecido, es transportado a la enfermería entre una grandísima, tristísima y sentimental ovación al purísimo artista. ¡Pobre Gitanillo! ...

El resultado del percance fueron tres cornadas, una en cada muslo y la más grave la que Fandanguero le infirió en la parte baja de la espalda, a la altura del coxis, perforándole el hueso sacro y rompiéndole el saco dural, es decir el tejido de la médula espinal que se inserta en esa parte final de la columna vertebral. Esa herida, al final, sería la que le causaría la muerte al infortunado Gitanillo de Triana.

El día de mañana concluiré con estas notas, dada la extensión que van tomando…

Aviso Parroquial: Los resaltados en los textos de Federico Morena y de Jerezano son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 23 de mayo de 2021

22 de mayo de 1971. Los toros de Mimiahuápam en la Feria de San Isidro (II/II)

La vuelta al ruedo de Amistoso, cuarto de la tarde
Plaza de Las Ventas, Madrid, 22/05/1971
El San Isidro de 1971 se anunció con 16 corridas de toros y una de rejones. Traía como novedades las presentaciones de Eloy Cavazos y Curro Rivera que acudían a confirmar su alternativa, la reaparición de Antonio Lomelín después de su gran tarde con los toros de Alonso Moreno el año anterior y por supuesto, el anuncio de nueva cuenta, del encierro de Mimiahuápam para el sábado 22 de mayo, noveno festejo del serial, en un cartel que encabezó Victoriano Valencia quien alternaría con Antonio Lomelín y José Luis Parada, actuando al mediar el espectáculo el rejoneador Fermín Bohórquez.

La corrida se exhibió en La Venta del Batán y de ello dio cuenta el semanario El Ruedo en su número del 13 de mayo de la siguiente manera:

Como es lógico, ya están preparados en la Venta de “El Batán” los primeros toros que se correrán en las próximas fiestas madrileñas de San Isidro. Son ocho corridas de toros, que por orden de cartel son las siguientes: Atanasio Fernández, Alonso Moreno, Fermín Bohórquez. Samuel Flores, Baltasar Ibán, José Luis Osborne, Juan Mari Pérez Tabernero y los toros mejicanos de Mimiahuápam… Los distintos encierros están siendo muy visitados por los aficionados madrileños, dando al ambiente general de los corrales un colorido hartamente taurino… De estampa parece que no están mal, aunque unos poseen mejor presentación que otros. En cuanto a bravura se refiere..., eso, amigos, habrá que esperar a que suenen los clarines para emitir veredicto, que deseamos sea bueno, en favor de los propios espadas…

La tarde del 22 de mayo de 1971

Fue un sábado lluvioso y conforme a las crónicas eso desalentó a los aficionados para asistir a la plaza. Además, en un alarde que a la vuelta de los años me parece comercialmente desleal, en Carabanchel se anunció una doble encerrona de Palomo Linares con toros de distintas ganaderías, lo que también, seguramente, incidió en la baja ocupación de localidades en Las Ventas.

Los tres toreros, según Julio de Urrutia, cronista del diario Madrid, vistieron de granate y oro y los toros de don Luis Barroso Barona salieron al ruedo en el siguiente orden: el número 21, Hermano, con 522 kilos de peso; el 22, Cariñoso, pesando 520 kilos; el 14, Manito con 509 kilos; el 33, Amistoso que dio en la báscula 536 kilos; el 58, Cuate de 561 kilos y el 39, Amigo pesando 524 kilos, promediando el encierro 533 kilos. Es importante señalar que, con el diferimiento de su lidia, la corrida era cinqueña.

Acerca del juego de los toros, el propio Urrutia, en su crónica aparecida en Madrid el 24 de mayo siguiente, refiere:

La segunda nota de la corrida radicó en la buena impresión que causó a los aficionados toristas el encierro de Mimiahuápam, compuesto por seis toros recriados el último año como se sabe en la finca “Los Alburejos”, de don Álvaro Domecq. Dentro del peculiar tipo zootécnico mexicano, recogido y breve de cabeza, los toros de don Luis Barroso, sobre todo los corridos en los primeros lugares, hicieron buena pelea con los caballos, saliendo a dos varas por cabeza, y el cuarto concretamente, qué derribó al varilarguero, encajó nada menos que cuatro. Ya sabemos que la vuelta al ruedo que se dio a “Amistoso” resultó excesiva a todas luces. Pero como, en suma, se trataba de una corrida mexicana y como, a excepción también de otra de Piedras Negras, que se lidió aquí hace muchos años, jamás en España se hablan corrido toros de las tierras dé Gaona, puede admitirse el galardón sin censuras mayores y como premio al comportamiento general de los toros de don Luis…

Al segundo, el número 22, Cariñoso, Antonio Lomelín le cortó la única oreja de la tarde. Siguiendo la narración de Julio de Urrutia, podemos advertir entre otras cosas, lo que sigue:

Antonio Lomelín mostró desde un principio la perfecta compenetración que le unía al de Mimiahuápam. Como si fueran viejos conocidos, toro y torero se complementaron en la lidia, cumpliendo aquél como bueno en la embestida y replicando éste al desafío con una faena sobria, tranquila, muy torera… Lo mejor de su oficio está, no obstante, en el volapié. En este segundo de Mimiahuápam cobró en los medios una estocada hasta la bola que le valió la petición de dos orejas. Hizo muy bien el presidente en no conceder más que la primera, reservando la otra para las grandes solemnidades…

Refiere el mismo Urrutia que Victoriano Valencia realizó a Amistoso, el cuarto de la corrida, una faena de gran calado, misma que comparó con aquella de Carpeto de Palha, la de un toro Talaverano o la de otro del Conde de la Corte en el ruedo madrileño, pues tuvo que lidiar y poderle al toro, para enredárselo después. Los fallos con la espada le hicieron perder trofeos, pero allí quedó su impronta:

“Amistoso” llegó a la muleta de Victoriano tras de pasar de forma descompuesta en cuatro ocasiones distintas por el trapo rojo de un espontáneo, que es el primero por ventura que hemos visto lanzarse al ruedo con corbata. Valencia no se arredró por tan desalentadores comienzos, antes bien, y dándose se perfecta cuenta de que se hallaba ante un toro bravo y cinqueño, y, por tanto, de mucho sentido, lo trasteó por bajo con unos doblones extraordinarios, para exhibir después toda la gama del toreo en redondo que fue lo mejor de la tarde. “Amistoso” remitió poco a poco en sus acometidas ante la muleta dominadora de Victoriano y éste terminó en lidiador, dueño absoluto de la pelea. Las dos orejas estaban teóricamente en sus manos… Para mí ésta es la cuarta faena en calidad de las muchas que he visto a este torero, con más cicatrices hoy que laureles en su carrera…

Por su parte, el sanluqueño José Luis Parada no pasó de estar discreto. 

Lo que después siguió

Juby Bustamante, en la misma edición del diario Madrid, da cuenta de una entrevista al ganadero mexicano. Entre otras cosas, don Luis comentó:

...en el local del regocijo, estaba todo el Madrid taurino. Que es otro del “todo Madrid” que estamos acostumbrados a ver, pero que son también muchísimos y muy vistosos. Toreros, que una recuerde por la cara inconfundible, estaban Dominguín y Valencia, y Girón, y los mexicanos de este año, y cantidad de ganaderos y empresarios, críticos y amigos, aficionados de una y otra tierra…

- ¿Contento? No; estoy feliz…

- Objetivamente, ¿cómo encontró los toros de esta tarde?

- Yo estoy muy satisfecho. Creo que todos han sido bravos, con trapío y nobleza, con clase. Y que se han prestado al lucimiento de los toreros…

- Se discute sobre el cuarto y el segundo, ¿por cuál vota usted?

- Para el torero, mejor el segundo. Para el ganadero, el cuarto.

- En total, que esta ha sido una noche grande:

- Primero, como mexicano, y después, como ganadero…

De pleno derecho don Luis Barroso Barona estaba exultante, la presencia de sus toros y el juego de ellos, en especial el cuarto Amistoso, que fue premiado con la vuelta al ruedo, le daba ese derecho. Casi un año después en el número de El Ruedo aparecido el 7 de marzo de 1972, se leía esta información:

El 22 de mayo de 1971 se presentó en Madrid la corrida mejicana de Mimiahuápam en la novena corrida de la Feria de San Isidro… Para el ganadero fue un afortunado debut, a pesar de no haberse «dejado», cortar las orejas, a excepción del quinto, que cedió una al diestro mejicano Antonio Lomelín. Pero la calificación, en general, fue buena. Por ello, quizá, durante la lidia, el representante del ganadero decidió que las cabezas de las seis reses fueran reservadas para su disecación, operación que llevaría a cabo el conocido taxidermista don Justo Martín Ayuso. Pero la decisión, desde que se tomó hasta que llegó la orden al desolladero, se debió tergiversar y solo cuatro de las seis cabezas fueron diseccionadas debidamente para el fin perseguido… Hoy, las cabezas de los cuatro toros, debidamente elaboradas, están dispuestas para su embarque a Méjico. Son las de los toros lidiados en primero, segundo, cuarto y quinto lugares, cuyos nombres eran: «Hermano», «Cariñoso», «Amistoso», y «Cuate». Los toros lidiados en tercero y sexto lugares: «Manito» y «Amigo» son los que quedaron sin perpetuación…

La leyenda relata que un séptimo toro, el número 45, se quedó en Los Alburejos y que don Álvaro Domecq lo usó como reproductor. No encontré registro o declaración pública de ese hecho, pero de ser así, se trataría de un caso único en la historia del toro de lidia en el mundo, pues la práctica usual es que la simiente venga de España a América y no a la inversa, pero esa es una historia que solo los involucrados nos podrían contar.

Aquí concluyo esta relación, que pese a su extensión resulta ser breve, de unos hechos ocurridos hace medio siglo y que confirmaron a don Luis Barroso Barona como el ganadero mexicano más importante de la segunda mitad del siglo XX.

Aviso Parroquial: Los resaltados en los textos de Julio de Urrutia que se transcriben, son obra exclusiva de este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

sábado, 22 de mayo de 2021

22 de mayo de 1971. Los toros de Mimiahuápam en la Feria de San Isidro (I/II)

Álvaro Domecq, Luis Barroso Barona y Calesero
Madrid, mayo de 1971
La primera vez que se lidió un toro nacido en México en ruedos de España fue el 21 de julio de 1929, en el viejo Chofre de San Sebastián. Los espadas fueron Marcial Lalanda, Cagancho, Manolo Bienvenida y Heriberto García. Se lidiaron cuatro toros tlaxcaltecas de Piedras Negras y otros tantos salmantinos, de Clairac. No fue una tarde exitosa para don Wiliulfo González al decir de la prensa de la época, pero pudo demostrar el señor de Piedras que en México también se criaba buen ganado de lidia.

No se lidió un encierro completo, lo que me sugiere – a falta de referencias directas sobre el tema – que los toros enviados por don Wiliulfo probablemente no soportaron el viaje por barco y los que salieron a la plaza, no tuvieron tampoco el tiempo necesario para reponerse de éste, dadas las crónicas que relatan el juego que dieron, pero de lo que no me cabe duda, es que el ganadero envió a España lo mejor de sus dehesas.

Algo más de quince años después de la efeméride que hoy me ocupa, la otra ganadería prócer, San Mateo, se presentaba en la plaza de Huelva, en la Corrida de la Hispanidad. José Ortega Cano, Tomás Campuzano y David Silveti enfrentaron a 5 toros del hierro de la S y la E entrelazadas y otro, el quinto, que llevaba el hierro de San Marcos. Campuzano les cortó tres orejas a los toros de su lote y El Rey David una al que cerró la tarde. De estos toros, Rafael Moreno, cronista del ABC de Sevilla, escribió lo siguiente:

Cuando el último toro mexicano lidiado ayer en la plaza de Huelva cayó a los pies de su matador Tomás Campuzano todos respiramos tranquilos. De pronto se había acabado la corrida. No nos habíamos dado cuenta. Nadie, absolutamente nadie, se había aburrido en la plaza. No había sido posible: los toros mexicanos nos mantuvieron a todos la tensión constantemente a flor de piel. Ni siquiera era posible hablar con el vecino. Lo que ocurría en el ruedo exigía toda nuestra atención. Aquellos toros, mejor, toritos, si los juzgamos por su volumen, habían obrado el milagro de mantenernos con el alma en un vilo durante todo el festejo. La fiesta recuperó de pronto todo su sentido emotivo. El miedo llegaba a los tendidos. El peligro se veía desde lejos y también el mérito de los toreros que fueron capaces de hacerle frente… Con esta clase de toros no hace falta más...

El 24 de mayo de 1987, San Mateo y San Marcos llegarían a Madrid y se lidiarían dos toros de cada uno de esos hierros. Tomás Campuzano, David Silveti que confirmaba su alternativa y Nimeño II dieron cuenta de ellos. Joaquín Vidal, en su tribuna de El País, contaba lo siguiente acerca de la lidia de Huidizo, el toro que abrió plaza:

Silveti le bajó la mano, toreó cadencioso, con gusto, en dos series impecables de redondos. Quizá le faltara dejar la muleta en la cara del animal al rematar los pases. Por eso se enfriaba en público entre muletazo y muletazo. Una verdadera pena, porque tiene buen corte de torero... Debió cortarle la oreja, porque el cornúpeta tenía clase y bondad... escuchó muchas palmas desde el tercio...

Esa es una breve relación del antes y el después de la presentación de los toros de Mimiahuápam en la feria y plaza más importantes del mundo.

El año de 1970

La prensa española relataba, al inicio de 1970, la intención de don Luis Barroso Barona, de presentar un encierro de sus toros en plazas españolas, animado por su amigo, don Álvaro Domecq y Díez. Jesús Sotos, en su columna Palique Taurino, aparecido en el ejemplar de El Ruedo fechado el 6 de enero de ese año, cuenta:

Novedad en este sentido va a ser la presencia en San Isidro de una corrida mejicana, de don Luis Barroso Barona, propietario de la ganadería de Mimiahuápam. Ocho toros serán embarcados los primeros días de febrero con destino a España, concretamente a la finca de don Álvaro Domecq, «Los Alburejos», donde pastarán hasta las vísperas de las corridas del patrón madrileño.

El viaje de los toros fue caótico. Diego O’Bolger, el torero norteamericano encargado de acompañar a los toros en el viaje por barco hacia España, alguna vez contó que en el trayecto se produjeron desviaciones y dilaciones que afectaron grandemente a los toros y que eso prolongó su resarcimiento en la finca andaluza de don Álvaro. No obstante, el encierro fue anunciado para el viernes 29 de mayo de ese 1970, en un cartel originalmente formado por Manolo Martínez, Ángel Teruel y Curro Vázquez. Este último no llegó a un entendimiento con la empresa y se le sustituyó con José Luis Parada, pero ese festejo estaba destinado a no celebrarse.

En el número que salió a los puestos el 28 de abril de 1970, el semanario El Ruedo reflejaba la siguiente información, según la nota, generada en la Ciudad de México:

El encierro de la ganadería de Mimiahuápam, que recientemente viajó a España, no será lidiado en le Feria de San Isidro, según estaba previsto, sino más adelante, en una corrida extraordinaria de la Monumental madrileña… El cambio de fechas fue acordado entre el ganadero Luis Barroso Barona y Álvaro Domecq, telefónicamente, entre Jerez de la Frontera y Méjico… El motivo de este aplazamiento es que los toros no han terminado de reponerse del viaje por mar, y a la vista de la trascendencia que tiene el hecho de lidiarse por vez primera en la plaza Monumental madrileña un encierro completo mejicano, por consejo de Álvaro Domecq, Barroso aceptó con gusto que se aplazara la fecha.

Es decir, un mes antes de la fecha en la que debería ser lidiada, la corrida de Mimiahuápam ya había sido retirada de esa posibilidad, pese a ser anunciada para el ciclo isidril. Al final de cuentas se propuso un encierro de Pío Tabernero de Vilvis, que no resistió el reconocimiento de los veterinarios y en esa tesitura, la corrida se suspendió con toda la molestia de la afición. Carlos Montes, en el número de El Ruedo aparecido el 2 de junio de 1970, escribe entre otras cosas, lo siguiente:

Contra toda inteligente solución se presentó a reconocimiento una corrida de toros – vamos a llamarlos así – que fue rechazada plenamente por los veterinarios. El aviso de la Empresa decía: «La corrida anunciada para mañana, día 29 de mayo, ha sido SUSPENDIDA, previo permiso de la autoridad, por haber sido desechados tres toros por falta de peso y otros dos por falta de presentación. De la ganadería de don Pío Tabernero. Y uno del Conde de la Maza, por la misma causa. Los poseedores de localidades... etcétera.» …

Esta suspensión por la falta del encierro titular y por el rechazo del presentado para sustituirlo, fue la punta de lanza para iniciar una serie de ataques en contra de Manolo Martínez, mismos que fueron eficazmente difundidos y que hoy, son, sin conocer su fuente, tomados como verdades absolutas.

El encierro de don Luis Barroso Barona permaneció en Los Alburejos terminando de reponerse y se le comenzó a buscar destino, como se puede ver en esta nota de El Ruedo publicada el 6 de octubre de 1970:

EL 12 DE OCTUBRE EN SEVILLA. – Luis Barroso Barona, ganadero de Mimiahuápam, ha manifestado que, definitivamente, los toros de su ganadería, que llevan varios meses pastando en la finca «Los Alburejos», de don Álvaro Domecq, serán lidiados el 12 de octubre próximo en la plaza de Sevilla, con ocasión de cumplirse el tricentenario de la fundación de la Real Maestranza de Caballería. Barroso Barona agregó que está profundamente agradecido al ministro español de Asuntos Exteriores, señor López Bravo, a cuya gestión se debe en gran parte que los toros mejicanos vayan a lidiarse en el dorado albero sevillano el día en que se celebra la fiesta de la Hispanidad. Matarán los toros aztecas dos toreros españoles y uno mejicano. Este será Jorge Blando, quien recientemente tomó la alternativa…

La realidad es que los toros estaban destinados para Madrid y allí se jugarían y de manera triunfal, pero en el siguiente San Isidro.

Aviso Parroquial: Dada la extensión que van tomando, el día de mañana continuaré para concluir con estos apuntes.

domingo, 16 de mayo de 2021

16 de mayo de 1951. Rafael Rodríguez confirma su alternativa en Madrid

La Edad de Plata del toreo mexicano

Rafael Rodríguez
Madrid, 16 de mayo de 1951
La promoción de novilleros del año 48 nos da a Los Tres Mosqueteros en las figuras de Rafael Rodríguez, Manuel Capetillo y Jesús Córdoba, tres toreros que trascendieron a su tiempo y que aún en este nuevo siglo, continúan siendo el marco de referencia para calibrar la importancia del paso de un torero en ascenso.

La historia nos enseña que estos tres toreros – con el prólogo insuperable de Fernando López y Joselillo – demostraron la viabilidad del proyecto monumental que representaba la Plaza México y también la posibilidad de llevar en sus nombres la responsabilidad de una fiesta que con brillantez construyeron Armillita, Garza, Silverio, El Soldado y otros grandes constructores de la fiesta en México posterior a 1936.

Esos Tres Mosqueteros, antes de finalizar el calendario correspondiente a ese 1948 recibieron la alternativa. Fue simbólica la manera en la que se doctoraron El Volcán de Aguascalientes, que recibió los trastos el 19 de diciembre de ese año en la Plaza México de manos de Silverio Pérez; Manuel Capetillo en Querétaro, la víspera de la Navidad, llevando a Luis Procuna como padrino y Jesús Córdoba El Joven Maestro, en Celaya al día siguiente mano a mano con Armillita, los padrinos fueron tres de los bastiones de la Edad de Oro, que con los trastos de matar, entregaban simbólicamente también el testigo a quienes habrían de sucederles en la parte estelar de la fiesta mexicana.

Para el año de 1951, Rafael Rodríguez era el torero que más rabos había cortado en la Plaza México. Eran ocho, cinco de ellos como novillero, obtenidos entre el 5 de septiembre y el 17 de octubre de 1948 y tres ya como matador de toros. El convencimiento de la afición de la capital mexicana y del resto de las plazas de la República, lo tenían aupado como un auténtico triunfador y en ese momento, una de las principales figuras del toreo mexicano.

Con esas credenciales fue llevado a España por don Domingo González Mateos Dominguín, quien le arropó allá por recomendación de otro que fuera su poderdante, el maestro Armillita y le preparó una campaña breve, pero de calidad. 

El San Isidro de 1951

La hoy llamada Feria de San Isidro, en aquellas calendas era anunciada como Corridas extraordinarias de la semana de San Isidro, patrón de Madrid. Seguía vigente la reticencia del Marqués de la Valdavia a llamarle feria, pues estimaba este señor que eso daría un toque pueblerino a las celebraciones. Se componía ese 1951 de nueve festejos, siete corridas de toros y dos novilladas. En su anuncio original no había toreros mexicanos y el principal atractivo, quizás, eran las confirmaciones de Litri y Julio Aparicio, quienes dominaron la tauromaquia el calendario anterior, siendo novilleros.

Es preciso recordar que para ese año del 51, se restablecían las relaciones entre las torerías de España y México después de que a principios de 1947, cayeran en un impasse por cosas que nunca fueron debidamente aclaradas. Ante la reapertura, matadores como Cañitas, Luis Procuna, Juan Silveti, Antonio Toscano, Manuel Capetillo, Antonio Velázquez o Carlos Arruza, se decidieron a hacer campaña por allá y con la ya nombrada invitación de Dominguín, se integró al grupo Rafael Rodríguez.

Bajo el signo de la sustitución

La cuarta corrida de ese ciclo, fijada para el día 16 de mayo, estaba anunciada con toros de don Felipe Bartolomé para Pepe Luis Vázquez, Manolo González y Manolo dos Santos. El Lobo Portugués fue herido el lunes anterior en Barcelona por el primero de su lote y se vio imposibilitado para comparecer al compromiso de Madrid. La astucia de Dominguín le consiguió la sustitución a Rafael Rodríguez, quien con ese hecho, se convertía en el primer torero mexicano en actuar en un serial isidril, dado que éste se inició por instancia de don Livinio Stuyck en el año de 1947.

La anécdota del hecho se produce cuando al anuncio de que se presentaría en Madrid, Rafael Rodríguez advierte que no tenía vestido de torear listo para la fecha. Le escuché contar que a su llegada a Madrid había encargado ropa de torear con la Maestra Enriqueta Marcén, pero que estando programado el inicio de su campaña para unas semanas después, esa ropa no estaba lista. Esa cuestión dio paso a un gesto de amistad y solidaridad de Antonio Velázquez que, le cedió un vestido nuevo, blanco y oro, que fue con el que confirmó el torero de esta tierra.

Del encierro anunciado originalmente se lidiaron solamente cuatro toros. El tercero fue un sobrero de doña Francisca Sancho viuda de Arribas y el quinto otro de Castillo de Higares, propiedad de don Pedro Gandarias. En el número de El Ruedo de Madrid del 24 de mayo de 1951, Alberto Vera Areva, cuenta lo siguiente acerca de los toros lidiados esa tarde:

El primero, “Guitarrero”, número 62, recibió tres varas, recargando y durmiéndose en la última… “Campolargo”. número 160, entrepelao, salió suelto de las dos primeras varas, arrancándose alegre y crecido a la tercera, en fa que recargó… El tercero, “Borrascoso”, número 23, entrepelao, fue devuelto indebidamente a los corrales… Le sustituyó “Campero”, número 4, cárdeno, de doña Francisca Sancho, que recibió tres varas… El cuarto, de Bartolomé, “Tinajero”, número 60, cárdeno y abanto, empujó en los dos primeros puyazos y recargó en el tercer encuentro con los jacos… El quinto, de Castillo de Higares, de nombre “Librero”, número 86, negro meano – ¡éste sí que renqueó de la pata derecha! – cumplió en cuatro varas y fue mediano para los toreros… Y el sexto, “Tapito”, número 142, negro meano y de muchas arrobas, acusó bravura y poder, derribando en las dos primeras varas, y apretó celoso en la tercera, que resultó casi una media estocada. Toro bravo y tonto al final…

La confirmación de El Volcán de Aguascalientes

De la relación de Areva, podemos deducir que el primer toro que mataría un torero mexicano en las celebraciones de San Isidro sería Guitarrero, número 62, de don Felipe Bartolomé. La actuación ante él de Rafael Rodríguez es contada de esta manera por quien firmó como Emecé en el número de El Ruedo, salido a los puestos en Madrid el día siguiente del festejo:

Otra confirmación de alternativa inesperada fue la del mejicano Rafael Rodríguez; pero en este caso sopló viento favorable, y el nuevo matador de toros logró su aspiración de presentarse en la Plaza de las Ventas y obtener la oreja del primer toro que ha matado en España… Comienzo, ciertamente, envidiable. Son pocos los elementos que pueden reunirse para formular, acerca de Rafael Rodríguez, un juicio definitivo; pero, de momento, el mejicano ha dejado en Las Ventas una impresión excelente…

El toro había quedado con la embestida corta; pero noble, y Rafael Rodríguez, después de las ceremonias protocolarias, muy ceremoniosas en él, lo tomó por alto y dio tres ayudados buenos, rematados con un pase de pecho. Intercaló unos adornos con la muleta a la espalda, dio pases con la derecha, con vistosos cambios de muleta; jugó la izquierda, terminando también la tanda con el de pecho, y al dejar un pinchazo y media estocada alta, el público, a quien había agradado la tranquilidad y el buen hacer del mejicano, pidió y obtuvo que le concedieran la oreja… Faena variada y don reposo; si algún pero hay que ponerle es que al torero le faltó un poquitín de alegría. No sabemos sí por la emoción del momento o porque ésa sea la idiosincrasia del lidiador azteca... Rafael Rodríguez salió de la Plaza entre aplausos. Conseguir eso, después de cortar una oreja en el toro de su alternativa en Madrid, es ya una buena marca…

Por su parte, Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en su tribuna del ABC madrileño, reflexiona lo siguiente:

Ha producido en el toro primero una impresión enorme. Muy valiente, muy ajustado, muy tranquilo y con todos los "muy" que se necesitan para impresionar al público. Las ovaciones fueron largas, resonantes. Las gozó tanto con el capote como con la muleta. El toro entraba bien y Rodríguez sacaba el máximo lucimiento a los pases. Fue muy variada la faena de muleta, desde el natural al de pecho y desde esta parte seria a los adornos. Pinchó señalando bien, y, después de otros pases, que volvieron a conseguir ovaciones, mató de una entera. Como el público estaba con él, impresionado por los alardes de valor que prodigaba Rafael, se le concedió una oreja y dio vuelta al ruedo...

En el primer número de El Ruedo citado arriba, aparece sin firma una reflexión sobre esta actuación de Rafael Rodríguez que termina de esta manera:

Toda la Plaza rompió en clamores, exigiendo en unánime revuelo de pañuelos la oreja del astado para el de Aguascalientes, que en la memorable tarde madrileña del 16 de mayo de 1951 se ha llevado para su historia un pedazo de gloria de España y esta sentencia de un viejo aficionado, que, admirador de «Don Juan» y Márquez, decía al salir de las Ventas: «En este chico he presenciado lo que sólo puede admirarse en los toreros geniales: un valor como el del «Guerra», en un estilo tan personal tan nuevo que da miedo y gloria verle torear.»

Así entonces, hace 70 años, Rafael Rodríguez resultó ser el primer torero mexicano en actuar en unas fiestas madrileñas de San Isidro y también el primero en cortar una oreja en ese ciclo. Hoy le recuerdo en esa tarde en la que se manifestó como lo que en toda su vida fue: un auténtico triunfador.

Aviso Parroquial: Los resaltados en los textos transcritos de El Ruedo y el diario ABC de Madrid, son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran de ese modo en las publicaciones originales.

domingo, 9 de mayo de 2021

10 de mayo de 1956. Joselito Huerta confirma su alternativa en Madrid

Joselito Huerta confirmando
Foto: El Ruedo
En 1956, Joselito Huerta era una de las figuras emergentes de nuestra tauromaquia. Discípulo de Heriberto García, había iniciado su actividad en los ruedos desde 1951 y se presentó en la Plaza México el 16 de mayo de 1954, temporada en la que actuó en once tardes en la gran plaza, tres de ellas mano a mano, dos con Amado Ramírez y el restante con Antonio del Olivar. En Guadalajara se presentó tres veces, llegando a la disputa del Estoque de Plata el día de Navidad de ese año.

El curso de 1955 lo haría en ruedos españoles. Le llevó sus asuntos Alberto Alonso Belmonte y el 2 de mayo arranca su campaña en Jerez de la Frontera, tarde en la que alternando con el original Ciclón de Jerez, Juan Antonio Romero y el malagueño Manolo Segura en la lidia de novillos de Juan Guardiola, cortó tres orejas y dejó una excelente impresión, según cuenta Gil Gómez Bajuelo, en el diario ABC de Sevilla, del día siguiente del festejo:

Y ahí va un torero. Se llama Joselito Huertas y es de Méjico. De allá vino recomendado por quien sobrados motivos tiene para saber de estos menesteres. Acá toreó en el campo, causando admiración. Por eso a la novillada de Jerez - presentación de Huertas en España - acudieron muchos y muy buenos aficionados sevillanos... Huertas tiene un sello de elegancia en su toreo. Pero también tiene personalidad. Reúne dos cosas, que pocas veces van juntas: arte y valor. Y si cualquiera de ellas separadas basta para labrar un prestigio taurino ¿qué no lograrán ambas juntas? ...

Sin mayores probaturas se le anuncia para el siguiente domingo – 8 de mayo – en Sevilla, tarde que salda con el corte de una oreja y salida en hombros y para el 24 de julio se señala su presentación en Madrid, fecha en la que saldó su actuación con vueltas al ruedo y en el festejo de día siguiente, ante un complicado encierro de Molero Hermanos ratifica su gran sitio ante los toros.

Torea 37 novilladas en ese ciclo y aunque la prensa indicaba que recibiría la alternativa en Jerez o en Valladolid, ésta se le otorga en Sevilla, en la corrida de la Feria de San Miguel, apadrinándole Antonio Bienvenida y yendo de testigo Antonio Vázquez. Esa tarde le corta la oreja a Servilleto, de don Felipe Bartolomé, toro de la ceremonia. Torearía dos corridas más en aquellas tierras y regresaría a México, donde se iniciaba la temporada.

Su confirmación en la Plaza México se pacta para el día de Navidad de ese 1955. Su padrino sería el leonés Antonio Velázquez e iría como testigo César Girón. El toro de la ceremonia se llamó Limonero y fue negro, como todos los de La Punta lidiados esa tarde y le cortó una oreja. Arranca a torear por los estados y entre sus tardes destacadas está la de su presentación como matador de alternativa en Guadalajara, el 8 de enero de 1956, cuando le corta el rabo a Florido de Pastejé o la nocturna del 2 de febrero en Aguascalientes, cuando le tumba dos orejas al colorado Cordobés de don Heriberto Rodríguez.

La confirmación madrileña

Con ese bagaje, regresó a la Península para el año de 1956, en el que confirmaría su alternativa en la Feria de San Isidro, que por aquellas calendas constó de 9 corridas de toros y una novillada. La confirmación se pactó para el festejo de apertura del ciclo, el jueves 10 de mayo y le apadrinaría de nuevo Antonio Bienvenida, atestiguando el albaceteño Manuel Jiménez Chicuelo II. La tarde fue desapacible y el juego de los toros de Salvador Guardiola tampoco cooperó al éxito de la tarde. El toro de la ceremonia se llamó Vivachón. De esta tarde, José María del Rey Caballero Selipe cuenta entre otras cosas lo siguiente, en su tribuna del ABC madrileño:

Confirmó su alternativa Joselito Huerta con escasa fortuna, porque al viento, que estimamos al igual que para sus dos compañeros, como atenuante, añadió el lote de los enemigos menos apacibles, según de la mención de arriba se desprende; aunque no pudo lucir en los lances de saludo a sus dos toros, escuchó la ovación más cálida en el tercio, ya expresado, del cuarto, al torear con garbo por unos lances de la estirpe de las navarras que realizó el mejicano con notable armonía. En la faena al bicho que rompió plaza no faltaron al muletero ardientes deseos, pero sí el mando necesario para despegarse una arrancada, que casi siempre le quedó ahogada y muchas veces comprometida, consiguió algunos pases aislados, que el público alentó con aplausos; pero no obtuvo consecuencias más halagüeñas de una porfía peligrosa. Los derrotes del sexto, más sensibles por el lado izquierdo, apagaron los muletazos, que terminaron por la cara, luego de haber empezado con bríos y entereza; mató al primero de dos pinchazos y un descabello, y al último, que acabó sin pasar, de tres pinchazos y dos golpes con la espada de descabellar...

Por su parte quien firmó como C en El Ruedo de Madrid salido a los puestos el 17 de mayo siguiente, cuenta entre otras cosas esto:

A Joselito Huerta, mejicano hecho torero en Sevilla, donde disfruta de buen cartel, no le rodó bien la bola en la tarde de su alternativa. Mucho viento y dos toros muy encastados, sobre todo el sexto, que se revolvía en un palmo de terreno y con el que no pudo Huerta, pese a haberse doblado valentísimamente con él. Con la muleta, el muchacho lo intentó todo, con la derecha y con la izquierda, logrando algunos pases lucidos, aunque con ahogos. No estuvo fácil al matar. Al primero lo despachó de dos estocadas y un descabello, siendo muy aplaudido y saliendo al tercio a saludar. AI último hubo de entrarle tres veces para descabellar al segundo intento... Con el capote se ganó al público en dos quites finísimos, y como además tiene buena planta y camina por el ruedo con soltura, es torero al que se volverá a ver con gusto...

La suerte no estuvo del lado de quien sería conocido como El León de Tetela ese día. Regresó a ese San Isidro para la fecha del cierre, el 19 de mayo, alternando con Antonio Bienvenida otra vez y César Girón en la lidia de toros de Alipio Pérez Tabernero. Esa fecha la cerró con una salida al tercio en el tercero y con palmas al retirarse tras de despachar al sexto.

Luis Uriarte Don Luis en la Hoja del Lunes del 21 de mayo de ese 1956, hace un resumen de la feria y entre otras cosas dice:

Les cabría a los toreros la disculpa de que han fallado, en general, los toros. Por su presentación, irreprochables – esmero en los criadores y cuidadosa atención de la empresa –; pero deficientes por sus condiciones de lidia, y acaso más en aquellos de los que menos se podía esperar... Por clase, los mejores fueron los de Guardiola, Barcial, Galache y Cobaleda. Con un toro superior, entre otros buenos, cada una de aquellas dos primeras, que podrían aspirar al consabido premio... Joselito Huerta. – Voluntad... Valentía... No está mal, claro; pero tampoco lo suficientemente bien para un torero que viene a Madrid a confirmar su alternativa con la legítima aspiración de abrirse paso y lo deja tan cerrado como estaba...

Pese a ese análisis lleno de crítica, Joselito Huerta cerraría esa temporada española con 39 corridas. Todavía volvería a Madrid el 10 de junio siguiente, para atestiguar la confirmación de alternativa de Joaquín Bernadó, otorgada por el torero macareno Mario Carrión y en su dilatada trayectoria sumaría 10 corridas en la plaza más importante del mundo, todas excepto una, en la Feria de San Isidro y con alternantes de primera línea.

Coda final

Ese diez de mayo de hace 65 años, era realmente el arranque de una carrera en la que Joselito Huerta, por mérito propio, conquistó el título de figura del toreo. Lo sería tanto en España, como en México. Su pundonor lo llevó a ser duramente castigado por los toros, sufriendo percances que en alguna circunstancia le llegaron a alejar casi un año de los redondeles. Permaneció en activo hasta el año de 1973, cuando se despidió en la Plaza México, cortando el rabo al toro Huapango, de don José Julián Llaguno.

Su calidad de figura le fue reconocida cuando se le invitó a participar en un festival en homenaje y beneficio del diestro valenciano Vicente Ruiz El Soro, celebrado en la plaza de Las Ventas el 2 de marzo de 1997. Esa tarde, luciendo con galanura el traje de charro mexicano, dio la vuelta al ruedo tras despachar al novillo de Torrestrella que salió en segundo lugar y al que pudo cortar la oreja de haber estado fino con la espada.

Joselito Huerta ha sido sin lugar para la discusión, una de las grandes figuras de la Edad de Plata del toreo mexicano. Falleció en la Ciudad de México el 11 de julio del año 2001.

domingo, 2 de mayo de 2021

3 de mayo de 1951: Paco Ortiz se presenta en Las Ventas de Madrid

Paco Ortiz y los Tres Mosqueteros
Plaza México, 12 de marzo de 1950
Foto: Carlos González
El primer novillero que llenó la Plaza México después del infortunado Joselillo, fue Paco Ortiz, un torero bajito de Apan, Hidalgo, que aprendió los rudimentos del oficio en la ganadería de su paisano don Heriberto Rodríguez, aquel que gustaba de poner nombres estridentes, por lo cómico, a los toros que lidiaba en las plazas. Recorrió los pueblos de su estado y las antesalas de la capital mexicana, como lo eran el Rancho del Charro o la placita de Naucalpan, allí compartiría carteles con otros aspirantes que caminarían lejos en las arenas de los ruedos, como Jesús Córdoba o Alfredo Leal.

Su presentación en la Plaza México ocurrió el 4 de julio de 1948. Fue el primero de los Tres Mosqueteros de esa generación del 48 en debutar allí, pues Jesús Córdoba lo haría dos domingos después, Manuel Capetillo hasta el 8 de agosto y Rafael Rodríguez el 5 de septiembre. Esos cuatro toreros serían la cabeza de una de las generaciones de novilleros más brillantes, si no es que la más brillante de la historia del toreo de este país. Cerró su calendario cortando tres orejas y dos rabos: el 10 de octubre a Tremolero de La Laguna y el 31 del mismo mes a Currito de Pastejé. A cambio, el 25 de julio fue herido en la femoral profunda por Chiclanero de Coaxamalucan, lo que lo tuvo parado hasta septiembre.

Al final de ese intenso ciclo novilleril, Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo recibirían la alternativa con todos los honores, pero Paco Ortiz tendría que regresar a la temporada chica del 49, misma en la que toreó 7 novilladas en la gran plaza y una, el 12 de junio, en el Toreo de Cuatro Caminos. Empezó las cosas justo en dónde las había dejado el año anterior, pues en su presentación el 15 de mayo, le corta el rabo a un novillo de Pastejé; resulta herido de cierta gravedad en su incursión cuatrocaminera, lo que lo para un mes y termina la temporada con otra cornada, grave, del novillo Fanfarrón de La Laguna el día 13 de noviembre.

Con todo ese camino avanzado, le llega al fin la alternativa a Paco Ortiz. Se verificaría en el Toreo de Puebla el 22 de enero de 1950. Allí Silverio Pérez, en presencia de Antonio Velázquez, le cedería los trastos de matar para despachar a Olivero de La Punta. El 12 de marzo siguiente vendría la confirmación en la capital de la República y sería un cartel histórico, pues se volverían a reunir en la capital, por última vez, vestidos de luces, los Tres Mosqueteros y su D’Artagnan. Esa lluviosa tarde, El Volcán de Aguascalientes, en presencia de Jesús Córdoba y Manuel Capetillo le cedió al toro Carpanto de Xajay con el que apenas pudo estar digno, dentro del aguacero que caía.

Renuncia al doctorado y a España

Quizás Paco Ortiz no estaba toreando con la frecuencia que esperaba, o quizás creyó que tenía que terminar su preparación, pero en abril de 1951 anunció su intención de viajar a España a torear novilladas y a obtener, con fuerza, una alternativa allá. Lo haría de la mano de Rafael Sánchez El Pipo, quien, con su importante presencia en aquel medio, le podría arreglar una interesante campaña. Harían también ese viaje los novilleros mexicanos Lalo Vargas, Anselmo Liceaga, Jaime Bolaños, José Juárez Gitanillo, Fernando López y Rubén Rojas El Jarocho.

Abrió ese año nada menos que en la plaza de Las Ventas, en Madrid, la tarde del jueves 3 de mayo de ese 1951. Se enfrentaría a novillos de la ganadería debutante de las señoritas Enriqueta y Serafina Moreno de la CovaSaltillo puro – y alternaría con Joaquín Rodríguez Cagancho hijo y Jesús Gracia. La novillada fue complicada y resolvió la papeleta con dignidad. Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en su tribuna del ABC de Madrid, cuenta lo siguiente acerca de su presentación:

¿Quién salió contento de la novillada que ayer se celebró en Madrid? Los empresarios no contaron más que con media entrada; el ganadero vio «fogueado» uno de sus toros – fogueado o «negreado» por las banderillas denigrantes –, y los toreros vapuleados unos y rendidos otros. El público, aterido, no sólo por el airecillo impertinente, sino por la frialdad de lo que en la arena ocurría...

La ganadería – puesta a nombre de las señoritas Serafina y Enriqueta Moreno de la Cova, por sus padres, los ganaderos D. Félix Moreno Ardanuy y doña Enriqueta de la Cova – acusó claramente la procedencia Saltillo... Buena la presentación de las reses, no hubo, en este aspecto, ningún reparo; pero todos los novillos mostraron el nervio y sentido de su casta...

El cuarto derrotaba y se escupía de capotes y caballos. En una de sus arrancadas fue a los alcances del mejicano Paco Ortiz, lo entrampilló y pisoteó, dejándolo medio conmocionado y con la chaquetilla rota...

El mejicano Paco Ortiz produjo buena impresión en el tercero. El novillo no era claro, pero él demostró mucha serenidad, llevando la muleta hasta el mismo hocico de la res. Le aplaudieron la faena y bastaron para la muerte dos pinchazos, hondo el último. Hubo muchas palmas y saludos desde el tercio. Punteaba el sexto, pero «Sevillanito» lo picó bien, aunque se salió de la raya y le quitó el mal genio. Ortiz comenzó con tres pases muy buenos, más en seguida fue cogido y sufrió un puntazo en la mano izquierda. Continuó valiente y mató de una estocada, ganando una ovación como despedida. Le anotaremos, además, un quite que hizo, con mucha fantasía, al novillo que rompió plaza...

Menos complaciente en sus comentarios fue Benjamín Bentura Barico, en el número de El Ruedo

 que salió a la venta el 10 de mayo siguiente:

Poca cosa fue la novillada del día de la Ascensión para público. Empresa y toreros. Poco es para el público dos puyazos magníficos de «Sevillanito», un quite de Paco Ortiz, algún que otro rasgo de valor de Gracia y la pelea de dos de los seis novillos. No hubo más digno de aplauso en la novillada del jueves pasado y hay que convenir en que lo reseñado no es mucho. De añadidura, el frío viento, que no cesó durante la novillada, influyó en el desánimo de los toreros, que se limitaron, no siempre con acierto, a salir del paso con el menor riesgo posible...

Poca cosa fue el festejo para los toreros. El chico de «Cagancho» oyó unas palmitas en el primero y una bronca y un aviso en el cuarto; Jesús Gracia fue cogido varias veces y oyó algunos aplausos de aliento, lo mismo que el mejicano Francisco Ortiz, que hacía su presentación. Y poca cosa fue el festejo para la Empresa, ya que entrada fue mediana...

Presentación discreta

Francisco Ortiz, novillero mejicano que ha toreado bastante en su país, hizo su presentación el pasado jueves en el ruedo de Madrid. Hizo un quite muy efectista en el primero. Poco más fue lo que Francisco Ortiz logró durante el resto de la novillada. El tercero no era fácil y Ortiz no pasó de regular, pero el sexto si y no mejoró el mejicano su labor en el último. No estuvo mal Francisco, ni bien. Poca cosa.

Como se puede ver, la presentación de Paco Ortiz en Madrid no fue precisamente la que hubiera soñado, pero le valió para torear allá otras cuatro novilladas en ruedos españoles: Cieza, Granada – 2 tardes consecutivas – y Albacete, además de otra en Povoa do Varzim, en Portugal. Con esos mimbres se le programó una segunda alternativa en Piedrahita, provincia de Ávila, para el 26 de agosto, misma que le concedió Pablo Lalanda, atestiguando Julio Aparicio, siendo los toros de doña María Fonseca.

La continuación del camino

Esa alternativa española la confirmaría otra vez en la Plaza México el 6 de marzo de 1952. Le apadrinaría Félix Briones y sería testigo Pepe Luis Vázquez (mexicano). El toro de la cesión se llamó Churumbel y fue de la ganadería de Atlanga. Paco Ortiz se conduciría en los ruedos con esa dignidad hasta el año de 1956, cuando decide volver al punto de partida y renunciar al doctorado. En esa ocasión contó a Rafael Morales Clarinero, en entrevista publicada en El Redondel el 7 de octubre de ese calendario, lo siguiente:

Hace tiempo que me habían hecho proposiciones, pero yo no me había decidido por romanticismo y cariño a una alternativa que me costó mucho obtener. De verdad que me “sudó el copete” para llegar a ella; pero me puse a pensar que otros toreros, Garza, Gorráez, Liceaga, Ricardo Torres y últimamente “El Callao”, la habían renunciado y tenido éxito y eso determinó que aceptara, a sabiendas de que el “paquete” es muy duro. De verdad siento una gran responsabilidad ante el público que siempre me ha alentado y es para mí una obsesión el dejarlo contento a como dé lugar…

Regresaría a la Plaza México y torearía dos novilladas, los domingos 7 y 14 de octubre de 1956. En esta segunda fue herido por Cabrillo, del ingeniero Mariano Ramírez, cuarto de la tarde. Y ya no regresaría a la gran plaza. Recibiría una tercera alternativa en Pachuca, el 16 de noviembre de 1959, de manos de Luis Castro El Soldado, con quien alternó en la lidia de toros de José María Franco, misma que ya no confirmó. Con ella llegaría al final de sus días en los ruedos y en la vida.

Tratando de terminar

Paco Ortiz fue el primero que salió a la escena pública en una temporada de novilladas que representó la alborada de una nueva Edad del Toreo en México, la de Plata. Las cornadas – fueron 8 las que recibió calificadas de graves – y quizás el destino no permitieron que escalara la cumbre de la tauromaquia como sus compañeros de generación, pero no era un hombre amargado, esto le contó a Clarinero en la entrevista citada antes:

Sinceramente no, me da tristeza no estar colocado en primer plano y no ser figura del toreo, pero que ellos estén bien me causa satisfacción y hasta me da ánimos. Esto de “El Callao” influyó en mí. Fue un vigoroso ejemplo de carácter, que espero seguir, si hay suerte…

Así veía la vida ese torero que, para la historia, siendo novillero, llenó la Plaza México. Paco Ortiz falleció en Pachuca el 13 de junio de 1984, apenas con 55 años de edad y tuvo la alegría de ver que la plaza de toros de Apan, su tierra, llevara su nombre para la posteridad.

domingo, 25 de abril de 2021

Enriqueta Marcén. Sastra de toreros

Enriqueta Marcén
La primera vez que escuché nombrar a doña Enriqueta Marcén fue hace unos cincuenta años en casa del Volcán de Aguascalientes, Rafael Rodríguez, cuando contaba las vicisitudes pasadas para confirmar su alternativa en Madrid, fecha que no llevaba contratada inicialmente y que se le ofreció para sustituir a un herido Manolo dos Santos ese 16 de mayo de 1951. Refería que había encargado ropa de torear con la Maestra Marcén, pero estando programado el inicio de su campaña para unas semanas después, esa ropa no estaba lista. Esa cuestión dio paso a un gesto de amistad y solidaridad de Antonio Velázquez que, le cedió un vestido nuevo, blanco y oro, que fue con el que confirmó el torero de esta tierra.

No mucho tiempo después volví a escuchar su nombre en la casa de Armillita quien se enorgullecía de la colección de imágenes bordadas de Vírgenes de la Esperanza y Cristos del Gran Poder que guardaba en su casa de Chichimeco. La gran mayoría de ellas, decía con satisfacción el Maestro, habían sido elaboradas en casa de doña Enriqueta, de la que afirmó, fue la que lo vistió en toda su vida de torero.

Parafraseando – mal por supuesto – a Lorca, diré que esos recuerdos se me quedaron en alguna habitación oscura de la memoria y buscando otras cosas, me hallé con que este mes de abril, sin poder precisar la fecha, se cumplen 55 años del deceso de esta maravillosa artista de la aguja y el hilo, razón por la que hoy, antes de que se arranque esta hoja del calendario, la recuerdo y la presento, porque habrá muchos aficionados que no tengan noticia de quien ha sido esta mujer que vistió a los toreros.

Enriqueta Marcén

Madrileña por los cuatro costados. Nació en el año de 1859 y ya en 1866, con siete años de edad entró de aprendiza al taller del principal sastre de toreros de la capital española: José Uriarte. Hoy eso sería considerado explotación infantil, entonces era una manera de aprender tempranamente un oficio digno. Y vaya que Enriqueta Marcén lo aprendió, llegó a ser oficiala y llegó a ser la mejor.

En 1905 ya se había establecido por su cuenta. En entrevista otorgada a Julio Martorell, publicada en el número de El Ruedo aparecido el 28 de marzo de 1945, cuenta lo siguiente:

- ¿Desde cuándo es usted maestra de este taller?

- Pues ahora ha hecho cuarenta años. Yo me establecí aquí, en este mismo piso, del que no me iré por nada del mundo, en 1905. Antes había sido oficiala con el famoso Uriarte, que es, creo yo, el mejor sastre de toreros que ha habido.

- ¿Y recuerda a qué matador de toros le hizo usted su primer traje?

- Ya lo creo; a Antonio Montes. ¡Y que no estaba majo con él! También le hice muchos a mi marido…

Efectivamente, Enriqueta Marcén se casó con un torero, José Espinosa, que lo intentó como matador y que al final se decantó como hombre de plata. Toreó novilladas en Vista Alegre, pero el grueso de su carrera lo realizó a las órdenes de toreros como Corcito, Antonio Montes, Quinito o Antonio Segura Segurita. En 1911 viene a México y permanece ese año y hasta 1913 y aquí logra figurar en la cuadrilla de Juan Belmonte. Regresa a España en 1914, año en el que fallece. Cossío incluye a José Espinosa en su tratado enciclopédico, dedicándole exactamente 146 palabras, incluyendo el título de la entrada.

Durante su estancia en México, la Maestra Marcén pone su taller de sastrería y es donde se relaciona con la torería mexicana. En la entrevista antecitada, cuenta lo siguiente:

- Naturalmente, hombre. Pero, ¿usted no sabe que mi esposo era el banderillero Jaqueta, que en gloria esté? Con él fui a Méjico y estuve allí tres años. Hice trajes para todos los diestros mejicanos, entre ellos a Gaona, a Luis Freg, a Juan Silveti, a Rodarte y a Vicente Segura, que era un señorito millonario, como usted sabrá, seguramente. Esto fue, si no recuerdo mal, en los años 11, 12 y 13. Después nos vinimos a España y puede decirse que todos los toreros, lo mismo españoles que mejicanos, han desfilado por esta casa, donde tanto se les quiere, a pesar de lo que me hacen sufrir estos chicos…

En su paso por México cultivó una amistad profunda con los hermanos Freg. Tanta, que cuando Miguel fue casi degollado por el novillo Saltador de Contreras en la plaza vieja de Madrid el jueves 12 de julio de 1914, fue ella la que se encargó de sus funerales y mientras la Maestra vivió, nunca faltó un ramo de flores en su tumba del cementerio de la Almudena.

De vuelta en Madrid se instala en Ave María 42, en el Barrio de Lavapiés y allí ejerció doña Enriqueta su noble arte hasta el último día. Tiene el honor de que una pieza suya haya sido exhibida en el Museo Metropolitano de Nueva York. Así lo cuenta la Maestra:

Y ahora que hablamos de capotes, uno que le hice a Juan Silveti está expuesto en el Museo Metropolitano de Nueva York. Se trata de un capote hecho a capricho del diestro, en el que el motivo principal es una moneda azteca en oro, sobre un fondo verde, y todos los detalles que lleva a los lados son mejicanos. Silveti lo regaló o lo vendió al citado Museo Metropolitano de Nueva York, donde obtuvo un premio, y en el que sigue expuesto a la admiración de los visitantes...

El anecdotario de doña Enriqueta

La vida dentro de un taller de sastrería para toreros debe ser el germen de muchas y muy variadas historias. En otra entrevista, realizada esta ocasión por quien firmó como J.S. y publicada en El Ruedo del 22 de febrero de 1966, entre otras cosas, la Maestra cuenta:

¿Vestir? Yo he vestido a todos los grandes del toreo. Gaona, Joselito, Belmonte, Cagancho, Gitanillo... Y a Mazzantini... Y a Guerrita. Guerrita se colocó muchas veces el traje en el propio taller para ir desde aquí a la plaza... ¡Si yo les contara! ...

Quizás de allí viene la expresión de vestir de la aguja, de salir con la ropa de torear desde la propia sastrería, justo cuando se termina de elaborar.

Acerca de las costumbres y manera de vestir de los toreros, contó a Santiago Córdoba, en entrevista publicada en el mismo semanario El Ruedo del 27 de septiembre de 1956, lo siguiente:

- ¿Qué torero le encargó más trajes?

- Luis Freg.

- ¿Cuántos vestidos le encarga una figura para la temporada?

- Yo he llegado a hacer hasta doce.

- ¿A quién?

- A Rodolfo Gaona y Pepe Ortiz. Manolete, los Bienvenidas, Aparicio, Girón, Antoñete y otros muchos también han tenido siempre buen ropero…

La Medalla del Trabajo

Cuando la fiesta de los toros no era considerada políticamente incorrecta, las autoridades y el Estado se preocupaban por fomentarla y por reconocer a sus actores. Así, en el Boletín Oficial del Estado del 20 de enero de 1965, se publicó la orden de fecha 17 de julio de 1964, mediante la cual se concede a doña Enriqueta Marcén Vililla la Medalla del Trabajo en categoría de bronce. Dicha orden entre otras cosas expone:

Resultando que el excelentísimo señor Presidente de la Diputación Provincial de Madrid, así como otras autoridades, jerarquías y personalidades de relieve en la vida social han solicitado de este Ministerio la concesión de la citada recompensa a favor de la señora Marcén Vililla, en atención a la intensa labor desarrollada desde el año 1888, en la que viene dedicándose diariamente con gran celo y eficacia a las actividades de bordadora, habiendo creado con su esfuerzo y trabajo un taller especializado en la confección de trajes de torero, siendo un ejemplo de laboriosidad y dedicación absoluta a su oficio, en el que ha ejercido además una verdadera función de Maestra, enseñando a un gran número de Aprendizas y Oficiales...

Así, se reconocía en ese momento toda una vida dedicada a trabajar a favor de la fiesta de los toros y de los actores de la misma, aunque fuera casi al final de su carrera.

El ocaso de una artista

En la entrevista que firmó J.S. y a la que he aludido antes, las hijas de doña EnriquetaMaría Luisa, Araceli y Pilar, cuentan:

- ¿Cuándo dio su última puntada doña Enriqueta?

- Hasta hace muy poco ha estado en la brecha. Los años se lo prohibieron hace un par de meses...

Sonríe doña Enriqueta, la “maestrita”, como los toreros la llaman, y señala:

- Ellas lo hacen tan bien o mejor que yo.

- También son maestras…

En el número de El Ruedo de el 12 de abril de 1966 se daba cuenta del fallecimiento de doña Enriqueta. No se indica la fecha de su deceso, pero se hace en estos términos:

Ha muerto doña Enriqueta Marcén, La Maestra, por cuyo nombre era conocida en el amplio mundillo de los toros, Contaba noventa años de edad... Hace muy poco tiempo, en su última entrevista periodística que se le hiciera en vida, nos decía para los lectores de El Ruedo:

- Mi vida ha transcurrido puntada tras puntada. Sólo he hecho eso: bordar, bordar un día tras otro, sin pausa, con cariño grande. Yo pongo más atención y cuidado en el bordado que para los toreros realizo que en los trabajos propios, particulares. Y es que siento un gran cariño por los hombres que se juegan la vida frente a los toros, sean o no famosos. Para mí todos son iguales...

Se fue una grande. Una mujer que dejó escuela. Quedaron otros talleres y otros nombres, Ripollés, la Maestra Nati, Fermín, Manfredi… Pero siempre habrá un sitio especial para doña Enriqueta Marcén, la primera que fue llamada La Maestra.

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