domingo, 11 de octubre de 2020

El anarquista de la fiesta...

11 de octubre de 1970: Manuel Díaz de León El Bule – Bule es gravemente herido en la Plaza de Toros San Marcos


Aunque los documentos archivados en el Registro Público de la Propiedad reflejan que Guillermo González Muñoz adquirió la plaza de toros San Marcos en agosto de 1970, la realidad es que él ofreció su primer festejo en ese escenario el 21 de diciembre de 1969, una corrida de toros en la que se lidió un encierro del ingeniero Mariano Ramírez para Rafael Rodríguez que reaparecía después de varios años de ausencia de los ruedos, Joselito Huerta y Raúl García.

Ya propietario oficial del coso, para el domingo 11 de octubre de ese 1970 inició la temporada que comprendería el resto de ese calendario y buena parte del siguiente y se haría con una novillada en la que alternarían el novillero de Aguascalientes Pepe Caro, José Torres El Pajarito de San Luis Potosí y Armando Chávez Carnicerito de Puebla en la lidia de un sexteto de novillos de Chinampas, hierro puesto a nombre de la señora Esperanza de la Torre de Madrazo y fundado en 1944 por el doctor Manuel Cortina Rivas.

Pese a que Carnicerito de Puebla se alzó como el triunfador de esa tarde al cortar las dos orejas a Andaluz, número 60, tercero de la tarde, sería un espontáneo, Manuel Díaz de León apodado El Bule – Bule quien se quedara en la memoria colectiva y enseguida veremos por qué.

Algunos conceptos doctrinarios

Luis Nieto Manjón, en su Diccionario Ilustrado de Términos Taurinos define al espontáneo como: El aficionado que se arroja al ruedo a intentar alguna suerte...

Por su parte, José Carlos de Torres, en el Diccionario del Arte de los Toros lo define así: Persona que asiste a un espectáculo público como espectador, y, en un momento dado interviene en él por propia iniciativa, especialmente en las corridas de toros...

El encabezado de estas líneas lo he tomado de un capítulo del libro de José María Requena titulado Gente del Toro. El capítulo es El Espontáneo y allí Requena reflexiona esto entre otras cosas: Es el espontáneo, el anarquista de la fiesta, el que clava la vista en las parejas de los guardias, el de la vida a punto de aliviarse una manía de gloria en ese medio suicidio de echarse al ruedo contra lo ordenado y consabido…

Es decir, un espontáneo es alguien que rompiendo con el orden y la tradición establecidos, irrumpe en la lidia para intentar hacer la suya.

Prolegómenos del festejo

El encierro de Chinampas llamó la atención desde que fue bajado a los corrales de la San Marcos. Como era la costumbre de don Paco Madrazo, envió seis ejemplares muy bien presentados, bien comidos y bien rematados. La nota previa al festejo, aparecida en El Heraldo de Aguascalientes el viernes 9 anterior y firmada por José Luis Espinosa Ponce, encargado de la sección taurina en aquellas calendas, entre otras cosas refleja lo siguiente:

Seis primorosas estampas, auténticos toros, con un promedio de 414 kilos es el lote de Chinampas que serán lidiados mañana por los novilleros José Torres “Pajarito”, “Carnicerito de Puebla” y el hidrocálido Pepe Caro. El número y nombre de cada uno de los toros son los siguientes: 58, “Bonito”, negro zaino; 60, “Andaluz”, negro salpicado; 78, “Hilario”, negro bragadillo; 83, “Aragonés”, negro mulato; 93, “Zumayo”, negro zaino y 99, “Firulais”, negro zaino… Los corrales de la plaza están abiertos a todo el público para que pase a ver los toros y darse una idea del banquetazo que será servido para el domingo…

Si consideramos que el peso reglamentario para corrida de toros en esa época era de 425 kilos, la novillada estaba excelentemente presentada, aunque coincido con quien me diga que el peso no tiene nada que ver con la presencia del ganado. Aclaro también que ese peso es el que dieron al salir de la ganadería, pues en la plaza no había báscula por ese entonces, pero en el viaje de a lo sumo hora y media de la finca al coso, no debieron perder gran cosa.

Al final del festejo, se informó en la prensa que de los seis novillos, dos llevaban el hierro de Pastejé, propiedad también de los señores Madrazo y en la crónica del festejo publicada en El Sol del Centro, Everardo Brand Partida hizo este comentario:

El público aplaudió los seis novillos, 4 de la ganadería de Chinampas y dos de Pastejé, escogidos por el ganadero para la novillada inaugural de la temporada. Parejo, en términos generales venía el encierro, pesados, ya que promediaron 400 kilos y bien armados de pitones, empero algunos aficionados comentaron y criticaron la actitud de la empresa y el ganadero, al anunciar seis novillos de Chinampas, cuando efectivamente sólo cuatro provenían de las dehesas de la ganadería jalisciense y los otros dos estaban herrados con el fierro de Pastejé.

Si bien, esta ganadería, o el fierro de la misma es propiedad de Francisco Madrazo, ¿por qué no anunciarlo correctamente? 4 toros de Chinampas y 2 de Pastejé. De cualquiera forma, el público hubiera asistido al festejo.

Coincido con el argumento de Everardo Brand. Hoy se diría que por ser de ganaderías hermanadas por pertenecer los hierros a una misma persona, se pueden lidiar bajo una misma denominación por así permitirlo el estatuto de la Asociación de Criadores. Sin embargo, ese estatuto rige de la puerta de esa Asociación hacia adentro. Los toros son de la ganadería de la que vienen herrados y así se deben anunciar, por respeto al que paga por entrar a la plaza.

La tarde del festejo

Nada más salir el primero de la tarde, el número 58, Bonito, que correspondió a Pepe Caro y ya se había tirado El Bule – Bule al ruedo. Las cuadrillas lograron quitarle al toro y éste saltar al tendido de sol sin lograr su cometido de torear al de Chinampas. Pero no tardaría en volver al ruedo.

El segundo de la tarde se llamó Aragonés, número 83, negro mulato y le correspondió a José Torres El Pajarito. De nueva cuenta Manuel Díaz de León se tiró al ruedo en cuanto salió el novillo por la puerta de toriles, sorprendiendo a todos los que estaban allí y de acuerdo con la crónica de Everardo Brand Partida, aparecida en El Sol del Centro al día siguiente del festejo, sucedió lo siguiente:

…Al mismo tiempo que aparecía el segundo de la tarde, Manuel Díaz de León, mejor conocido como el “Bule – Bule”, brincó de nuevo al ruedo y en esta ocasión sí logró su propósito, brindó al respetable varios ayudados por alto que le fueron coreados. El muchacho, sintiendo el respaldo del público, que lo aplaudía, se creció y de esta forma aguantó al novillo en varios pases por abajo.

Hubo uno que paró al público de sus asientos. El espontáneo siguió aguantando al novillo, lo supo llevar y torear, hasta que, finalmente el toro fue llamado desde el burladero de matadores por uno de los peones de brega, y se interrumpió “la faena” de Díaz de León, quien siguió al astado y se colocó frente a él. Lo citó, y en el momento que el burel embestía, fue tocado, y sobrevino el percance. El bicho le pegó un cornadón en el muslo izquierdo de tres trayectorias, que lo tiene al borde de la tumba.

En los tendidos se escuchó el comentario de un entendido, que cabe reproducir: “¿Quién le pegó la cornada al espontáneo?”, y ese mismo aficionado preguntó a la vez: “¿El público?”, “¿el toro?”, o “¿LA AUTORIDAD?...

Entre Pepe Caro y un monosabio levantaron al espontáneo herido y lo llevaron a la enfermería de la plaza, donde fue estabilizado y trasladado al Sanatorio La Esperanza para ser intervenido. El parte facultativo que se rindió por mi padre, que era el Cirujano Jefe de los Servicios Médicos de la Plaza fue el siguiente:

Herida por cuerno de toro que produjo desgarro cutáneo irregular de 25 centímetros de longitud, siguiendo una dirección oblicua a dos centímetros por debajo y paralela al pliegue inguinal del muslo izquierdo, desde 6 centímetros por abajo y por dentro de la espina ilíaca anterior y superior hasta la cara postero – interna del muslo en su tercio proximal, lesionando la Safena mayor en cayado de este vaso. Se profundiza en la parte media de esta trayectoria y presenta una segunda, con dirección posterior y externa hasta llegar al fémur donde descubre trocánter menor, diseca la inserción del Psoas y se vuelve hacia arriba rodeando el cuello del fémur en su cara posterior y se extiende hasta la cara anterior del Glúteo mayor. Tiene esta trayectoria una longitud de 25 centímetros, causando desgarros importantes en el abductor medio, interesando numerosas venas musculares que causaron hemorragia profusa y presenta una tercera trayectoria, por la cara interna del muslo hacia abajo, hacia afuera y hacia atrás desgarrando los planos musculares del aductor mayor, vasto interno, cuádriceps, hasta llegar al fémur en su cara posterior, disecando y contundiendo la arteria femoral posterior. Esta trayectoria tiene una longitud de 30 centímetros.

Se hace debridación de las tres trayectorias, se ligan los vasos mencionados y se canalizan con 4 tubos.

Estas lesiones son de las que ponen en peligro la vida por el sitio en que fueron hechas y el instrumento que las produjo y ameritan hospitalización. Tardarán en sanar más de 15 días sin que se puedan predecir sus consecuencias.

Firmado: Dr. Jesús González Olivares, Cirujano. Dr. Juan José de Alba Martín, Traumatólogo. Dr. Jesús Juan Esparza González, Transfusionista. Dr. Agustín Franco Zermeño, Anestesiólogo.

Grave sin duda el percance, además de aparatoso, pero, siguiendo la sentencia de Frascuelo, los toros dan cornadas porque no pueden dar otra cosa.

La evolución del herido

Dos días después de la cornada, una nota publicada en El Heraldo de Aguascalientes daba noticia de la evolución de El Bule – Bule:

Manuel Díaz de León “Bule – Bule”, el espontáneo que el domingo pasado recibiera fea cornada de uno de los astados, a grandes pasos se recupera, según los informes de los médicos que lo atienden, doctor De Alba y González Olivares. De no presentarse complicaciones en la herida el muchacho sanará en unos quince días, esta posibilidad cobrará fuerza al transcurrir las 72 horas reglamentarias para decir que se encuentra fuera de peligro.

El diagnóstico de los doctores que lo atendieron fue de gravedad, pero la fortaleza del muchacho ha permitido que la herida que recibiera en el muslo no se complicara, su estado de salud es satisfactorio y hasta el momento de cerrar la presente edición no se había reportado complicación alguna.

Por esas mismas fechas, el empresario Guillermo González ofreció públicamente a Manuel Díaz de León dos novilladas en la temporada, para cuando estuviera completamente restablecido y en condiciones de enfrentar a los toros.

Dramatis personae

Pepe Caro, el primer espada del cartel, tuvo una carrera prolongada en los ruedos. Se anunció que recibiría la alternativa el 12 de diciembre de 1981 en Calvillo, Aguascalientes, de manos de Manolo Espinosa Armillita. Ese hecho nunca se concretó. Actualmente es presentador de programas de televisión y radio y escribe una columna taurina en un diario de esta ciudad, titulada Arrastre lento.

Armando Chávez “Carnicerito de Puebla recibió la alternativa el 1º de febrero de 1976 en Manizales, Colombia. Le apadrinó Álvaro Laurín y fue testigo Fernando Manuel, los toros de Mondoñedo. Falleció en la Ciudad de México el 12 de agosto de 1999. Nunca la confirmó en la Plaza México.

José Torres El Pajarito recibió la alternativa en San Luis Potosí el 25 de agosto de 1976, de manos de Manolo Martínez y llevando como testigo a Eloy Cavazos, con toros de Tresguerras. Nunca la confirmó en la Plaza México.

Manuel Díaz de León El Bule – Bule, originario de Fresnillo, Zacatecas y que había llegado a Aguascalientes un par de años antes de estos hechos, fue devorado por sus demonios interiores. Nunca toreó las dos novilladas que le ofreciera Guillermo González y no recuerdo haberle visto anunciado en alguna por estos rumbos. Se convirtió en un personaje de la picaresca taurina de esta tierra, pero al final de esta historia, fue el que permaneció en la memoria colectiva.

En conclusión

Al final de cuentas terminó por suceder lo que Juan Belmonte contó a Manuel García Santos acerca de los espontáneos:

Ahora que soy torero me doy perfecta cuenta de lo que es en la plaza un espontáneo. No tiene medio de hacerle nada al toro como no sea por casualidad, ya que los toreros lo acosan para llevárselo y le distraen al toro para que no embista. Además, el espontáneo se echa al ruedo mal armado, con una muletilla insignificante y un palo, y antes de llegar al toro, entre la emoción que él lleva y las carreras que le hacen dar los toreros, la muleta se le lía y se le arruga, y cuando está delante del toro apenas si tiene con qué defenderse de la arrancada. Hay algo peor. Con ese ir y venir del espontáneo y los toreros, el toro se avisa mucho, estropean la lidia y se hacen odiar por nosotros… ¡Pero hay que soportarlos!...

Así es el paso del espontáneo por los ruedos...

domingo, 4 de octubre de 2020

30 de septiembre de 1945: Fermín Rivera y Rotario de Carlos Núñez

Fermín Rivera visto por Antonio Casero
El Ruedo, Madrid, 04 octubre 1945
Cuando al concluir el curso escolar de 1931 doña Concepción Malabehar premió a su hijo Fermín llevándolo a la plaza de toros El Paseo a ver un festejo en el que actuaron Guillermo Danglada y Carmelo Pérez, nunca se imaginó que su intención de que él fuera clérigo terminaría en ese momento. Y es que fue así, porque la luminosidad y la intensidad de lo que vivió en esa tarde de toros, señaló a Fermín Rivera el destino de su existencia. 

Enterado de donde podría aprender el oficio de torero, Fermín Rivera se acercó a Diego Rodríguez Silverio Chico, uno de esos diestros españoles que llegaron a México en el entresiglos del XIX y el XX y que había toreado en 1895 la corrida inaugural de El Paseo, a pedirle que le enseñara a torear. Y Silverio Chico lo tomó como discípulo y para el 29 de noviembre de ese año ya le había conseguido salir con un eral de regalo Santo Domingo en una corrida que torearon Jesús Solórzano y José Amorós, ante el cual se vio valiente, sobre todo si se tiene en cuenta el hecho de que cuando lo lidió cayeron las sombras de la noche.

Buscando nuevos horizontes, marcha en 1933 a la Ciudad de México y allí se integra a quienes reciben enseñanzas de Alberto Cossío Patatero, el que fuera banderillero de Rodolfo Gaona y que ya había sacado como toreros de importancia a dos hidalguenses: Heriberto García y Ricardo Torres. Patatero, uno de los forjadores de la auténtica escuela mexicana del toreo, le consigue primero, un festival en El Toreo el 5 de noviembre de ese año y después de continuar con su formación, logra su presentación como novillero allí mismo el 3 de mayo de 1935, alternando con Fernando López y José Salas Sirio, lidiando novillos de La Laguna.

Fermín Rivera se alzará como triunfador de esa temporada novilleril de 1935, lo que le valdrá recibir la alternativa en la temporada de corridas siguiente y así el 8 de diciembre de ese año, ante toros de Rancho Seco, Fermín Espinosa Armillita, con el testimonio del vallisoletano Fernando Domínguez le cederá los trastos para matar al toro Parlero y adquirir así la dignidad de matador de toros. Ese toro, tuvo el gesto de brindárselo a Patatero.

Como era costumbre en esos tiempos, la intención de Fermín Rivera era la de ir a España al calendario siguiente, necesariamente a torear novilladas allá y obtener una nueva alternativa que le permitiera torear corridas de toros, pero el conflicto de 1936 con la torería española truncó su proyecto, por lo que sus campañas las realizó exclusivamente en ruedos mexicanos.

Logra por fin ir a Europa en 1944 tras reanudarse el intercambio taurino con España, se presenta en Lisboa el 7 de mayo de 1944; debuta en ruedos hispanos en Aranjuez el 4 de septiembre alternando con Luis Gómez Estudiante y Manolete y confirmará su alternativa en Madrid el calendario siguiente, el 8 de julio cuando Manuel Álvarez Andaluz le ceda al toro Algarrobo de Sánchez Fabrés, en presencia de Manolo Escudero.

La tarde del 30 de septiembre

El domingo 30 de septiembre se anunció un festejo que revestía interés, por delante iría el rejoneador portugués Murteira Correia con un toro de Sánchez Fabrés y seis toros de Carlos Núñez para Fermín Rivera, Rafael Albaicín y Jaime Marco El Choni. La plaza se llenó y al final del festejo, quienes completaron el cupo de Las Ventas no quedaron decepcionados. Fermín Rivera cortó dos orejas al sexto que mató por percance de El Choni, quien cortó una oreja al único que mató y Albaicín a su vez, cortó una oreja al segundo de su lote y pasó a la enfermería. El torero a caballo saludó desde el tercio después de que El Ferroviario, sobresaliente, despachara al toro que le tocara en suerte.

El ABC madrileño, tribuna en la época de Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, expresó lo siguiente acerca de la actuación de Fermín Rivera:

...Fermín Rivera ha realizado una buena temporada en España. Le vimos en Valencia y allí me gustó mucho y acusé ciertas injusticias del público. Desde el farol de rodilla con el que saludó al primero hasta la gran faena que, con corte de orejas, coronó su labor en el último, Fermín se mantuvo en un nivel muy alto, sin decaimientos. De los tres toros que mató, banderilleó dos, con gran facilidad y guapeza, sobresaliendo en el primero. Muy alegre en los quites y con buen estilo en los lances de salida, mantuvo muy movido el tercio primero de sus toros. Buena la faena primera, variada, con pases sobre la izquierda y con otros de adorno, fue jaleado con olés. Mató de un pinchazo y una estocada sin puntilla, entrando muy bien las dos veces. Hubo ovación y petición de oreja. Brindó la muerte del cuarto al buen aficionado D. Antonio Berdagué. Pases por alto, quieto, y con buena planta, muy forzado uno de ellos; cuatro naturales y uno de pecho, echándose todo el toro por los rizos de la camisola... Faena buena, entre aplausos y aclamaciones, y una estocada hasta la mano, con descabello a la segunda. Hubo ovación y petición de oreja. Por las cogidas de «Choni» y «Albaicín», Rivera quedó solo en el toro sexto. Hizo una faena valiente y adornada. Pases de rodilla, afarolados, desplantes, quedando de rodillas de espaldas al toro. La gente aplaudía con entusiasmo. Fermín colocó una estocada. Pedían la oreja antes de caer el toro descabellado. Y las orejas se concedieron al mejicano, que salió por la puerta de honor, después de haber sido paseado en triunfo por el ruedo... De la corrida – en la que para todos hubo orejas – queda el recuerdo de un soberano tercio de quites en el toro cuarto. Rivera y «Albaicín» tuvieron un momento de inspiración como aquel del «Choni» en el toro primero...

Como podemos ver, Giraldillo describe lo que podríamos considerar una actuación redonda, en la que lo estricto – o cicatero – de la presidencia del festejo, le impidió cortar más apéndices, pero al final el reconocimiento popular fue para él.

Por su parte, don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda en la Hoja del Lunes del día siguiente al festejo, reflexiona lo siguiente:

...Pero Fermín Rivera, torero largo, completo y pundonoroso, no podía irse de la plaza sin redondear el éxito de una buena tarde de toros. Y en el sexto – que también se creció al castigo – se lió con él en singular batalla de muletazos inteligentes al principio, de adorno después y de gran valor al final, valor «in crescendo» desde los primeros pases, y antes aún de que el toro cayera descabellado, ya el presidente, impulsado por el clamor de las graderías y el flamear de los pañuelos, había concedido no una, sino dos orejas, que sirvieran como broche a la triunfal jornada de este buen torero a quien los «capitalistas» se llevaron en hombros por la puerta grande... Los toros de Núñez, muy bien presentados, salieron asimismo buenos. Todos fueron a más, creciéndose al castigo, como toros de casta. El cuarto – «Piconero», 74, negro zaino – fue un gran toro, un toro verdaderamente puntero, por su bravura y nobleza. ¡Bien mereció la vuelta al ruedo! Este toro dio lugar a un excelentísimo tercio de quites a cargo de Rivera y Albaicín. A los dos se les premió con una ovación de las de gala. Fue el momento más inspirado y emocionante de la corrida. Un momento de esos que constituyen la razón de ser – por la emoción del peligro salvado con arte – de la fiesta de toros...

Un par de días después de la corrida, de nueva cuenta en el ABC de Madrid, quien firma como C.S., revela el nombre del toro del triunfo y hace los siguientes comentarios:

...Pero en el que cierra plaza – que Rivera mata por su compañero herido, el «Choni» –, la furia de clamor popular se desata furiosa y unánime en la faena de muleta. ¡Qué faena señor! ¡Qué faena de torero grande, de lidiador perfecto! «Rotario» – tal es el nombre del bicho – es un toro castaño, largo, grande enmorrillado, delantero y desarrollado de armas. ¡Un ejemplar! Y este ejemplar, soberbio de estampa y soberbio de poder, asusta a todo el mundo por su presencia y lo poco claro de su pelea, en la que tiende a defenderse... El hombre torero y el torero hombre de Méjico se lía con el «respetuoso» «Rotario» y le domina hasta convertirle en un guiñapo y en una rosquilla; en un guiñapo, por lo certeramente que le torea y le vence de un modo rotundo, y en una rosquilla, porque se lo «come» a placer en los veintitantos formidables pases de que se compone la grandiosa faena, coronada con un volapié en la yema... La gresca gorda estalló esta vez arrolladora. Los pañuelos vuelven a «hablar», pero ahora más claro y más fuerte. Tan claro y tan fuerte, tan con caracteres de turbulencia, de regocijo, que Rivera no corta solo la oreja de «Rotario», sino las dos...

En el semanario El Ruedo, aparecido el 4 de octubre de 1945, Fermín Rivera declaró lo siguiente a F. Mendo:

Ha sido la corrida donde más contrarios sentimientos he experimentado. En mis dos primeros toros me llegué a gustar, y hasta creí llegarían a concederme alguna oreja, sobre todo en el segundo astado. A éste, desde su salida de los chiqueros hasta la estocada final, entendí haberle hecho cuanto sabía. Cuando le arrastraban, y ante aquel público que no acababa de entregarse, yo sentí una sensación de angustiosa desesperanza.

Pero salió el sexto, y, en mi deseo de vencer las reservas del respetable, me entregué de nuevo plenamente. Entonces fue cuando el público – este público de Madrid, tan temido y querido a un tiempo – se sintió justiciero, y trocando su pasada severidad en desbordante entusiasmo, me aplaudió, no solo por lo que estaba realizando, sino también por lo que antes había parecido no tomar en cuenta.

Y con las dos orejas y la salida en hombros he contraído otra deuda de gratitud imperecedera. La tarde de hoy la añoraré siempre, porque me parecerá mejor que cualquier otra futura...

Fermín Rivera había triunfado. Había vencido las reticencias que dijo sentir del público madrileño y se convirtió en uno de los toreros mexicanos más destacados de esa campaña de 1945, tanto así, que sin contar a Carlos Arruza, fue el que más toreó por aquellas plazas, pues sumó 40 festejos en el ciclo. Una auténtica revelación.

Fermín Rivera queda así instalado como una de las principales figuras del toreo en su tierra. En 1955, toreando en Monterrey, sufre un infarto de miocardio que le aleja de los ruedos y precipita su despedida de ellos, que se verificó el 17 de febrero de 1957 en la Plaza México. Sin embargo, la vida sana y un proceso de recuperación le permitieron seguir toreando de manera esporádica y toreó su última tarde en la plaza El Paseo – que lleva hoy también su nombre – el 10 de enero de 1964, alternando con Manuel García Palmeño y Guillermo Sandoval.

Fermín Rivera, cabeza de una dinastía de toreros, falleció en su ganadería de La Alianza, el 28 de junio de 1991.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables únicamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 27 de septiembre de 2020

A 90 años de la alternativa sevillana de El Rey del Temple

Anuncio de la feria
de San Miguel de 1930
El final de la temporada de novilladas de 1929 en El Toreo se centró en cuatro nombres: Carmelo Pérez, Esteban García, José González Carnicerito y Jesús Solórzano. Ellos disputaron la Oreja de Plata en una novillada extraordinaria celebrada el domingo 8 de septiembre de ese año y el que se la llevó fue quien después sería conocido como El Rey del Temple. Es también de hacer notar que los otros tres alternantes morirían al paso del tiempo a consecuencia de las cornadas que dan los toros y que solamente uno de ellos, Esteban García, no recibiría la alternativa antes de su mortal percance en Morelia apenas dos meses después de esa novillada de triunfadores.

El haber obtenido el argentino trofeo le aseguró a Solórzano la alternativa en la temporada de corridas siguiente y así, el domingo 15 de diciembre siguiente, en la novena corrida de la temporada 1929 – 1930, el santanderino Félix Rodríguez, con el testimonio de Heriberto García, le cedió los trastos para matar al toro Cubano de La Laguna. Esa tarde Rodríguez realizó su más grande obra en nuestros ruedos al cuajar al toro Cafetero de Piedras Negras en el máximo escenario taurino de nuestro país.

Alboreando 1930 Jesús Solórzano marcha a España y como en aquellos años las alternativas americanas no eran consideradas válidas allá – eso se vino a resolver hasta el año de 1944 – debió torear por aquellas tierras como novillero, tratando de obtener una alternativa española que le permitiera ingresar con fuerza en las filas de los matadores de toros allá. Se presenta en la Maestranza de Sevilla el 11 de mayo, alternando con Alberto Balderas – debutante también – y Diego Gómez Laine y pierde apéndices por el mal manejo de la espada, regresando a ese escenario los días 18 y 29, alternando de nueva cuenta con Balderas en ambos festejos, el último, mano a mano.

Debuta en Madrid el 21 de julio de ese año, alternando con Rafael Saco Cantimplas y Manuel Zarzo Perete en la lidia de novillos de Juliana Calvo Viuda de Bueno, Duque de Tovar y Galache (se puede ver aquí) y esa tarde tiene un triunfo resonante, pues con el segundo de su lote armó una gran escandalera, cortando, según a quien se lea, un rabo o dando nada más una vuelta al ruedo… El hecho incontrastable y en eso coinciden los seis cronistas que pude consultar sobre el particular, es que la multitud se lo llevó en hombros de la plaza.

La alternativa

En esa línea triunfal llevó su decurso novilleril Jesús Solórzano durante el año de 1930 en España. Tanto así que se le ofreció la alternativa para la Feria de San Miguel de Sevilla de ese mismo año y en un cartel inmejorable. Le apadrinaría Antonio Márquez – quien además llevó siempre una estrecha amistad con Jesús – y sería testigo Marcial Lalanda. Se apartó para la ocasión un encierro de los hermanos Luis y José Pallarés (antes Peñalver).

Antonio Márquez fue herido el jueves 25 en Barcelona y estando anunciado como cabeza de cartel para las dos corridas de feria, la edición de El Correo de Andalucía del sábado 27 anunciaba que sería sustituido el domingo 28 por Cayetano Ordóñez Niño de la Palma y el lunes 29, día de San Miguel, por Joaquín Rodríguez Cagancho, así pues el padrino de la alternativa de Jesús Solórzano sería Marcial Lalanda, diestro de mayor antigüedad.

El toro de la ceremonia se llamó Niquelado y no fue precisamente uno que permitiera el lucimiento, sin embargo el toricantano estuvo esforzado y digno. La crónica de Juan Mª Vázquez, en el ABC de Sevilla, entre otras cosas, cuenta lo siguiente de esta trascendente tarde:

De la campaña que el novillero Solórzano desarrolló entre nosotros – olvidando descensos inevitables –, quedaban, para hacerle merecedor de la categoría máxima, los buenos recuerdos de sus lances de capa, ceñidos, templados y elegantes, y, sobre ello, la emoción de la soberbia faena de muleta con que enardeció a los sevillanos, en la tarde en que se les dio a conocer. Las crónicas y comentarios que inspiró su labor afortunada constituía – aún sin el aditamento de su triunfo en Madrid – documentación suficiente para unir a la solicitud de alternativa, escalada hoy por cualquier audaz exento de valor personal y de méritos artísticos. Ya la tiene Solórzano, y alcanzada en la cuna y la sede de su arte. Que siempre use de ella con pundonor y decoro, mirando a completar su personalidad en el oficio – que es ya distinguida – y evitando a quienes fueron los primeros en aplaudirle por estas tierras el mal sabor de las retractaciones.

En su día solemne, el notable lidiador se produjo con ese pundonor que para lo futuro le pedimos; animoso, lleno de los mejores deseos se esforzó en agradar al concurso, y si no siempre el éxito correspondió al designio, por lo general su labor fue buena y dejó grato sabor. 

Capeó al natural al que abrió plaza de salida y en los quites – adornándose aquí con una vistosa serpentina – estirado, quieto y apretándose. Aunque el toro no tenía buen estilo – la corrida de los Sres. Pallarés en ese respecto, dejó bastante que desear –, quiso sumar al esfuerzo de su arte banderillero, y reuniéndose muy bien puso con gran facilidad dos pares y medio – derrotando el bicho las dos últimas veces – que le fueron – como los lances consignados – aplaudidísimos. En fin: investido por Marcial, libró con un buen ayudado una acometida imprevista y, seguidamente, entre dos naturales aceptables, consumó, sereno y valiente, un gran pase de pecho. Con la derecha, cerquísima de las astas, aunque sufriera más de un derrote, siguió con adornos el estimable trasteo, hasta que, igualada la res, entrando muy ligero, dejó una estocada atravesada. Un descabello a la segunda tumbó al enemigo, y Solórzano, afectuosamente ovacionado, dio la vuelta al dorado círculo…

Por su parte, Enrique Feria Triquitraque, en El Correo de Andalucía, reflexiona lo siguiente:

Marcial Lalanda le entregó los trastos al mejicano, que por cierto y como dato que estimarán los historiadores, vestía flamante traje de seda blanca con adornos de oro. ¡De «durce»! Se abrazaron, etc., etc., y el público, tan propenso a contagiarse de estas escenas, aplaudió a Solórzano con cariño.

Jesús brindó al presidente (don Jesús Mensaque, el simpático edil trianero), y luego a gran aficionado don Agustín García Mier. El muchacho se encaró con el bicho todavía no hemos dicho que el ganado lidiado en esta corrida era de los señores Pallarés, sucesores de Peñalver. El toro, manso, cabeceaba mucho.

Jesús, molesto por el viento, inició su faena con un pase ayudado por alto bueno, a los que siguieron dos naturales, el segundo muy apretado, y uno de pecho muy forzado. El toro no era el toro ideal... Jesús, desde cerca, muy voluntarioso, siguió toreando con la muleta, dando varios pases de tirón y otros ayudados por bajo.

La tranquilidad del espada, su buena voluntad, hizo que esta faena fuera subrayada con la intervención de la banda de música. Siguieron otros pases lucidos, entre ellos uno de la firma bueno, y perfilándose desde cerca y entrando a matar con ganas, dejó una estocada corta y caída, y puso fin a la vida del adversario con un descabello a pulso al segundo intento.

El público ovacionó entusiásticamente al nuevo doctor, al que obligó a dar la vuelta al ruedo.

En el resto de la corrida, Solórzano estuvo decidido y dispuesto e hizo varios quites buenos y principalmente uno EXTRAORDINARIO en el tercero. Había entrado en quites Marcial derrochando alegrías. Siguió el Niño de la Palma en su quite entusiasmando al público con unos lances por gaoneras y media verónica estupenda... y Solórzano se creció e hizo el quite de la corrida ¡el mejor!... Fueron dos lances soberbios, insuperables, y media verónica aún mejor que los lances ¡imposible de mejorar!...

Tercia en estas apreciaciones José María del Rey Caballero Selipe, quien en su tribuna de El Noticiero Sevillano escribió:

...Jesús Solórzano ha llegado a la alternativa con dotes que han de facilitarle el triunfo en su carrera; tiene entusiasmos, valentía, dominio y buenos deseos. Da el paso de novillero a matador conscientemente; cuando ha alcanzado la alternativa y la ha merecido, la toma y de este modo podrá encumbrarse, ascendiendo serenamente por sus únicos méritos.

Solórzano toreó muy bien de capa; en varias ocasiones se apretó de veras con el toro, y siempre por su animado estilo y la mucha emoción que imprimía a la suerte, levantó aplausos nutridísimos. Sobre todo en el repetido primer tercio del tercero, en el que Solórzano intervino modelando unos lances ceñidísimos de irreprochable finura.

Banderilleó a sus dos toros con suma facilidad y gran soltura. La faena del toro de la alternativa fue hecha en terreno del enemigo, aguantando el espada el cabeceo de la res, de la que estuvo siempre bien cerca. Entró ligerito a herir y dejó el estoque atravesado; descabelló al segundo intento.

El público, que apreció la buena voluntad del torero, lo ovacionó y obligó a dar la vuelta al ruedo. 

En el sexto, después de un trasteo discreto y voluntarioso, dejó, entrando con rectitud, una estocada delantera y baja.

El viento que sopló con violencia fue atenuante de la labor de los toreros. La brisa de Eolo molestó con más obstinación a Jesús Solórzano en la faena del primero...

Ese sería el primer paso de una historia que se escribiría con nombres como los de Revistero, de Aleasal que cortó las dos orejas en la plaza vieja de MadridGranatillo, Redactor, Cuatro Letras, Batanero, Brillante, Príncipe Azul, Pies de Plata, Tortolito, Picoso o Pimiento y que lograron construir la historia y la leyenda de El Rey del Temple.

Jesús Solórzano se despidió de los ruedos el 10 de abril de 1949 en la Plaza México, en una corrida de toros en la que alternó con Luis Procuna y Rafael Rodríguez en la lidia de un encierro de Matancillas. El último toro que mató vestido de luces se llamó Campasolo y llevaba en el anca el hierro de La Punta – ganadería hermana de la anunciada – también propiedad de sus cuñados Francisco y José C. Madrazo, al que le cortó una oreja. 

Jesús Solórzano Dávalos falleció en la Ciudad de México el 24 de septiembre de 1983.

Avisos parroquiales: 1. - Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales. 

2. - Y por otra parte, una versión anterior de estas líneas la publiqué en esta misma bitácora hace seis años, la pueden contrastar en esta ubicación.


domingo, 20 de septiembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XIII)

Carlos Arruza y la literatura taurina mexicana. Una deuda pendiente


En los últimos días algunos buenos amigos, inspirados por los apuntes que más o menos mensualmente publico en esta bitácora sobre la obra en los ruedos del Ciclón Mexicano me han preguntado sobre la existencia de bibliografía relacionada con el gran torero. Debo confesar aquí que mis investigaciones han sido casi todas hemerográficas y apoyadas en el libro biográfico de Barnaby Conrad que cito un poco más abajo – y que aclaro, es el único que obra en mi poder –, pero advertí, desde antes de abordar este proyecto, que la literatura en forma de libro sobre Arruza era escasa.

Afortunadamente en México tenemos el Centro Cultural Tres Marías en Morelia, Michoacán, que cuenta con la biblioteca Salvador García Bolio dedicada al tema de los toros y que conforme a su página de internet (aquí), a esta fecha, tiene más de catorce mil registros dedicados al tema, entre libros, revistas y otro tipo de papeles que hacen alusión a la fiesta de los toros. 

Hecha una búsqueda en ese portal, pude ubicar varios títulos, arrojando esta 51 resultados. En calidad de libros – consideré como tales aquellas publicaciones de más de 30 páginas que no fueran de publicación periódica – encontré los siguientes: 

Carlos Arruza y los toreros mejicanos. Autor: Curro Calderón. Editor: Castells Bonet. Barcelona, 1944. 32 páginas.

Arruza. Autor: Alfredo R. Antigüedad. Editor: Editorial Atlas. Madrid, 1945. 228 páginas.

¡Arruza! El secreto y la magia de su toreo. Autor: Garapullos. Editor: Don Mar. Valencia, 1945. 32 páginas.

La guitarra de Arruza. Autor: Domingo. Editor: Alas. Colección “Triunfadores del Ruedo”, N° 4 (nueva época), año 1, Barcelona, 1945. 31 páginas.

¡Este es Arruza! Autor: J.M. Villapecellín. Editor: Mateu. Barcelona, s/a. 193 páginas.

Carlos Arruza. Autor: Juan Diego. Editor: Alas. Colección Triunfadores del Ruedo N° 2, año 1. Barcelona, 1946. 31 páginas.

El “caso” Arruza. Autor: Enrique Vila Guzmán de Alfarache. Editor: Gráficas López Lozano. Sevilla, 1947. 75 páginas.

My life as a matador. Autores: Carlos Arruza y Barnaby Conrad. Editor: Houghton Mifflin Co. Boston, 1956. 246 páginas. Idioma inglés.

Carlos Arruza. Autor: Lyn Sherwood. Editor: Hooper Publishing. Phoenix, Arizona, 1966. 45 páginas. Idioma inglés.

Carlos Arruza. The golden years, 1953 – 1966. Autor: Dick Frontain. Editor: Los Amigos. Tucson, Arizona. 1967. 28 páginas. Idioma inglés.

We remember Carlos Arruza, torero. Autor: Dick Frontain. Editor: Los Amigos. Tucson, 1974. 124 páginas. Idioma inglés.

Ciclón en la cumbre. Vida y muerte de Carlos Arruza. Autores: Luis Mortiño y Octavio Alba. Editor: Cine Mundial. Ciudad de México, s/a. 242 páginas

Es curioso observar que de todas estas obras, la tercera parte está escrita en idioma inglés y después de la muerte en un accidente de carretera del torero y más significativo todavía resulta que de la docena que he seleccionado, solamente una de ellas está editada en México, probablemente también alrededor de la fecha del óbito de Arruza, por un diario dedicado a cuestiones de espectáculos diversos al taurino, Cine Mundial, libro que, por cierto, es casi un incunable, pues habiendo hecho una búsqueda para conseguirlo en el mercado del libro usado o antiguo, el mismo simplemente no se encuentra.

Los demás, tanto los editados en España en los años 40, como los que salieron en Estados Unidos en los 60, están disponibles en los diversos canales por los que se comercializan esa clase de libros y a precios bastante razonables. Pero siempre queda la alternativa de consultarlos en la biblioteca Salvador García Bolio, previa cita para ello.

El corolario de esto que pretende ser una historia, es que la afición y quienes intentamos escribir acerca de este subtema – Leonardo Páez dixit – tenemos una deuda con Carlos Arruza y con la Historia del Toreo en México y es, precisamente, escribir un buen libro mexicano sobre uno de los toreros más grandes que ha dado esta tierra.

domingo, 13 de septiembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XII)

Carlos Arruza, el solidario. México (I)

Carlos Arruza

La mitad del siglo XX representó un tiempo de profundo cambio para la fiesta en México. Personalmente considero que fue el momento del tránsito de una Edad de Oro brillante en lo histórico y en lo taurino, hacia una Edad de Plata que representó también una etapa de gran lucimiento para nuestra tauromaquia, ya cimentada en nuevos valores y sobre todo en la transformación del toro mexicano, que a partir de esas calendas sería ya el único en lidiarse en nuestras plazas.

Una década después, los toreros que tomaron la estafeta de manos de los maestros de la etapa dorada eran ya quienes tenían en sus manos el devenir del toreo en nuestra patria, aunque todavía por esas fechas, algunas de las figuras de la etapa anterior tuvieran actuaciones esporádicas como en los casos de Lorenzo Garza, Luis Castro El Soldado o Fermín Rivera

Cañitas

Entre esos toreros de la Edad de Oro que seguían activos se encontraba Carlos Vera Cañitas, quien recibió la alternativa en 1941 y que fuera parte importante de la etapa final en la historia del Toreo de la Condesa. También Cañitas gozó de popularidad en ruedos españoles y en esos momentos, quizás la estadística de la fiesta no tenía la importancia que hoy se le adjudica, pero ya era el diestro nacional que más tardes había actuado en la plaza de Las Ventas en Madrid con catorce, sitio que conservó desde junio de 1951 y hasta mayo de 2018, cuando Joselito Adame alcanzó primero y superó después esa marca.

En 1960, Cañitas trataba de relanzar su carrera en los ruedos y llegar a actuar formalmente en la Plaza México, pues su única actuación allí tuvo lugar el mediodía del 10 de abril de 1955, alternando con Fermín Rivera y Nacho Treviño en la lidia de toros de Santa Martha. Ese festejo con entrada gratuita, fue organizado para la filmación de la película El Niño y El Toro – en inglés The Brave One –, de Irving Rapper. Ni antes, ni después había pisado ese ruedo vestido de luces y, los hados apuntaban a que ya no lo haría.

En ese plan de relanzamiento, Carlos Vera se contrató para actuar en el Toreo de Cuatro Caminos el 21 de agosto de 1960 para alternar con Luis Briones y Juan Estrada – otros dos sobrevivientes de la etapa dorada – en la lidia de toros de Ayala. El cuarto de la tarde se llamó Buen Mozo y a juzgar por las fotografías de la época, lo era. En la parte final de la faena, que tuvo sus momentos de brillantez, el toro de Ayala prendió a Cañitas en la entrepierna derecha. La gravedad del percance se percibió de inmediato, pues el terno blanco con pasamanería negra que vestía el torero se tiñó de sangre.

El parte médico rendido por los doctores Javier Ibarra hijo y Manuel Castañeda Uribe fue devastador:

Sufre una herida por cuerno de toro situada en el Triángulo de Scarpa derecho, de cuatro centímetros de orificio de entrada, que interesa piel, tejido graso, aponeurosis, desgarrando los músculos de la región, contundiendo la arteria femoral común y seccionando la arteria femoral profunda, además de la vena femoral. Gran hemorragia arteriovenosa, por lo que hubo de practicársele una transfusión sanguínea de 1,200 centímetros cúbicos. Pronóstico reservado.

La reserva del pronóstico derivaba de la situación que tenía la circulación sanguínea del torero herido en el miembro afectado. No era la primera cornada que recibía en la región y con los procedimientos médicos comúnmente aceptados en la época, los vasos afectados eran ligados en los cabos afectados y la continuidad circulatoria se dejaba a lo que los médicos llaman circulación colateral. Así pues, admitiendo que se usara el mismo procedimiento en esta herida de Cañitas, esa reserva derivaba de la necesidad de esperar que tras la ligadura de las femorales – arteria y vena – afectadas por el cuerno de Buen Mozo, la circulación se restableciera en la extremidad afectada.

Pero la suerte y el destino de Cañitas ya estaban echados. Cinco días después de la cornada, la prensa nacional daba a conocer lo siguiente:

Hubo necesidad de amputarle la pierna herida a Cañitas. – México, D.F., agosto 25. – Al mediodía de hoy fue amputada la pierna derecha, hasta arriba de la rodilla, al torero Carlos Vera “Cañitas”, cornado el pasado domingo… Los médicos tomaron esta medida extrema ante el peligro de que se presentara una septicemia gaseosa, al no haberse restablecido la circulación sanguínea en el miembro herido… Todavía cuando era llevado a la sala de operaciones, “Cañitas” confiaba en que se le practicase una operación más para restablecer la circulación, pero el intenso color amoratado, en algunas partes negruzco de la pierna derecha, indicaba que la amputación debería hacerse desde luego… El doctor Javier Ibarra afirmó: “si existiera una brizna de esperanza, no amputaríamos el miembro”… Dijo inicialmente que se había temido que la amputación se haría casi desde la cadera. El tipo de corte que le fue hecho permite la rehabilitación por miembros artificiales… (El Informador, Guadalajara, 26 de agosto de 1960)

Así pues, el valentísimo Carlos Vera Cañitas había terminado su carrera en los ruedos, como El Tato, como más recientemente Rocky Moody. Quedaba entonces, condenado a seguir sus labores en la Procuraduría de Justicia de la capital mexicana, donde obtuvo un empleo cuando las oportunidades de vestirse de torero comenzaron a escasear.

Cañitas falleció en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1985. 

Curro Ortega

El surgimiento del precoz Curro Ortega – curiosamente también “Cañitas” fue un torero que se inició casi desde niño – transcurre ya en la Edad de Plata del toreo mexicano. La alternativa la recibió en Acapulco en 1950 y tuvo actuaciones en ruedos hispanos, aunque no confirmara su alternativa en Madrid. 

Curro Ortega es de la generación de toreros que surgieron en la primera temporada novilleril de la Plaza México con Joselillo y Fernando López y paradójicamente es uno de los que a despecho de no haber encabezado el llamado escalafón menor en esos días, realizó una carrera más o menos larga en los ruedos del mundo.

En la frontera norte era un fijo en las temporadas veraniegas que por esos rumbos se daban y en esa frontera se encontraría con el final de su paso por los ruedos, pues en el mismo 1960, el 25 de septiembre, paradójicamente un mes exacto después de la retirada forzada de Cañitas, se anunció para lidiar toros de Pozo Hondo con Antonio Velázquez y Jaime Bravo en El Toreo de Tijuana.

Esa corrida pareció torcérsele a Curro Ortega desde el inicio. Aunque las notas de prensa publicadas en la época señalan que fue herido por el segundo de la tarde, en realidad la grave cornada que recibió fue al abrirse el festejo, pues Jim Fergus, testigo presencial, en su revista Toros correspondiente al mes de octubre de ese 1960, refleja que por un error de los torileros, el primero del lote de Curro – teóricamente el segundo de la tarde – salió al ruedo para iniciar el festejo:

25 de septiembre (Tijuana – Centro) Curro Ortega fue gravemente herido por el primer toro de la corrida. Curro era el segundo espada del cartel, pero por un error en los chiqueros, se abrió el festejo con el primero de su lote. Un incierto toro de Pozo Hondo de aproximadamente 400 kilos de peso prendió a Curro durante la faena de muleta. El torero, que acababa de completar una primera tanda de naturales, iniciaba la segunda al momento del percance. Al caer al suelo, se hizo evidente que la herida era de varias trayectorias, pues el cuerno le penetró el muslo izquierdo, arrancando tanto la vena como la arteria femoral…

Fue atendido en la enfermería por el equipo comandado por los doctores José Rodríguez Olivas y Gustavo Arévalo, quienes inhibieron inicialmente la hemorragia y posteriormente lo trasladaron al hospital del Dr. Rodríguez Olivas para continuar el tratamiento de la herida. El pronóstico se reservó, pero la visión general era más o menos optimista, pues los facultativos declararon al citado Fergus, que quizás el sábado siguiente el diestro estaría en condiciones de volver a la Ciudad de México y continuar su tratamiento allá y descartaron definitivamente un desenlace como el de Cañitas:

Curro fue trasladado a la enfermería de inmediato y en unos 12 minutos, un equipo de cinco cirujanos, encabezados por el Dr. Gustavo Arévalo hicieron una cura de urgencia, procedimiento que duró más de dos horas. Después fue trasladado al hospital del Dr. José Rodríguez Olivas, jefe de los servicios médicos de la plaza… El lunes fue un día crítico para Curro y para el martes comenzó a dar muestras de mejoría, pudiéndose anticipar que sería trasladado a la Ciudad de México el siguiente sábado. El Dr. Rodríguez descartó la posibilidad de que el diestro herido perdiera la extremidad lesionada, como en el caso de “Cañitas”...

Sin embargo, en el número siguiente de Toros se desplegaba esta información:

Una mala circulación consecuencia de percances anteriores, derivaron en la amputación de la pierna derecha de “Cañitas”. Por ese mismo motivo Curro Ortega ha quedado impedido de continuar toreando. Después de la cornada de hace unos días en Tijuana, los médicos le han advertido que otra herida podría causarle daños irreparables...

Como datos curiosos, el día que Curro Ortega fue herido, Carlos Arruza también toreaba en Tijuana, en la Monumental, formando cartel con Calesero y Manolo dos Santos para lidiar toros de la Viuda de don Miguel Franco y ganadería de Pozo Hondo que lidió ese 25 de septiembre del 60 en Tijuana, es la que hoy se anuncia como San Lucas y fue formada por José Antonio Llaguno García en 1955, con vacas y sementales de San Mateo. Lidió su primera novillada en 1958 en Acapulco y su primera corrida ese mismo año en Nogales.

Así pues, también la suerte de Curro Ortega quedó echada en un ruedo mexicano. Tendría que dedicarse a otra cosa, pues ya la vuelta a las plazas no quedaba en su futuro.

Curro Ortega falleció en la Ciudad de México el 30 de septiembre de 2012.

Carlos Arruza y sus gestos solidarios

En el caso de Cañitas, en cuanto se supo el final triste que tuvo su carrera en los ruedos, tanto el doctor Alfonso Gaona, como quienes hacían empresa en el Toreo de Cuatro Caminos pusieron a la disposición del diestro esos escenarios para que se organizara un festejo benéfico. En el caso de Curro Ortega no tengo información publicada de que así haya sido. De cualquier forma, faltaba que alguien pusiera manos a la obra para lograr la celebración de esas fechas para auxiliar y honrar a los toreros caídos en el ejercicio de su ministerio.

Carlos Arruza surge como el que tomaría el bastón de mando para lograr aliviar, cuando menos en lo económico, las penas de sus iguales. Daniel Medina de la Serna, para el caso de Cañitas, afirma que también se unieron al proyecto don José Murillo Alvírez, Manuel González Pinocho y José Juárez Gitanillo de México. Consiguieron una corrida de don Jesús Cabrera y para el 16 de septiembre de 1960, en la Plaza México, se anunció al propio Carlos Arruza, quien se presentaría como rejoneador en ese escenario, Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna, Rafael Rodríguez, Jorge El Ranchero Aguilar y José Zúñiga Joselillo de Colombia.

La gran plaza se llenó y aunque el clima y los toros no colaboraron, pues se devolvió al quinto por manso y fue sustituido por uno de Santín y el sexto se inutilizó y fue reemplazado por otro de Ajuluapan, in extremis, Joselillo de Colombia realizó una faena vibrante al sexto, anunciado como Sombrerero y le cortó las dos orejas. Se afirma, sin desglosar cifras, que Carlos Vera Cañitas recibió de sus iguales y de la afición una suma cercana al medio millón de pesos, cantidad que le permitiría reencaminar sus pasos por la vida ya fuera de los ruedos.

Escribía en alguna parte de esta serie que Carlos Arruza era un hombre inquieto. Y a fe mía que esa inquietud la desplegaba siempre en causas nobles. Anunciado el final del paso por los ruedos de Curro Ortega, aprovechó el impulso adquirido con la organización del festejo pro Cañitas y se avocó a actuar en igual forma a favor de Ortega. Tomó la palabra de los empresarios del Toreo de Cuatro Caminos, dada en principio para auxiliar a Cañitas y para el 30 de octubre de ese mismo año, consiguió una corrida de Valparaíso para volver a actuar como rejoneador y anunciar su despedida de la afición de la capital mexicana en esa faceta de su paso por los ruedos y completar el cartel con Manolo dos Santos, Manuel Capetillo, Juan Silveti, Alfredo Leal, Joselito Huerta y Antonio del Olivar. Es de señalarse que el toro que enfrentó Arruza fue uno de San Mateo, lo que le agrió un poco la amistad con don Valentín Rivero, quien esperaba que el Ciclón se enfrentara a uno de sus toros en esa tarde. Arruza cumpliría varios compromisos más y torearía su última corrida en este ciclo el 6 de noviembre siguiente en Tijuana, plaza en la que retornaría a los ruedos el 20 de junio de 1965.

A diferencia de la corrida a favor de Cañitas, la de Curro Ortega fue un éxito redondo. Arruza le cortó las dos orejas a Azteca; Manuel Capetillo una a El Diablito; Juan Silveti, el rabo a Farolero – toro de arrastre lento – y Joselito Huerta también obtuvo el rabo de Soldado, que recibió el homenaje de la vuelta al ruedo a sus despojos. Manolo dos Santos, Alfredo Leal y Antonio del Olivar estuvieron empeñosos y tuvieron momentos de lucimiento. Como afirma Horacio Reiba, todos estuvieron a la altura en este festejo que resultaría histórico.

Curro Ortega también recibió una suma importante para reencaminar sus pasos por la vida. Jim Fergus, en el número correspondiente al mes de noviembre de su citada publicación, refleja algunas cifras de la siguiente manera:

Curro Ortega recibirá $252,877.70 pesos ($20,230.00 dólares) como producto de la corrida celebrada en su beneficio el pasado 30 de octubre en El Toreo. Dicha suma incluye además diversos donativos por $19,753.00 dólares y $12,000.00 dólares por concepto de la venta de la carne de los toros lidiados ese día, sumando en total lo que se entregará al torero la cantidad de $455,175.00...

En ambas situaciones – la de Cañitas y la de Curro Ortega – la inquietud y el sentido de solidaridad de Carlos Arruza para con sus iguales, lograron algún alivio para sus aflicciones y demostraron que los toreros se pueden ayudar entre sí en momentos de tribulación.

El próximo 16 de septiembre se cumplen 60 años del primer festejo al que he hecho referencia y el segundo, al decir del nombrado Horacio Reiba, resultó un punto de inflexión en nuestra historia patria taurina:

Esta corrida memorable – siete orejas y dos rabos de los de antes – marcó la frontera entre la década de transición que clausuraba y la de realizaciones plenas que estaba a punto de comenzar. Porque los años sesenta serían muy diferentes: las figuras de esa tarde histórica afianzaron su soberanía; la reanudación del convenio trajo la gran generación de los Camino, Puerta, Viti y El Cordobés; Arruza volvió a montar para maravillarnos fugazmente hasta su muerte. Y mediado el decenio, Manolo Martínez lanzaría el guante que iban a recoger los Cavazos, Rivera y Ramos, para adentrar nuestra Fiesta en una época bajo cuyos aparentes esplendores iba a germinar, por desgracia, la semilla de su posterior degradación…

Así pues, es como Carlos Arruza mostró que no solamente en los ruedos es donde los toreros deben responder a los estados de necesidad de sus iguales. Y en este caso con un valor añadido, se hizo historia y se encaminó la del porvenir. Más no serían estos los únicos hechos notables del Arruza solidario como veremos en la siguiente entrega de estos pergeños…

Aviso parroquial: Agradezco al amigo Doblón (@toritosyburros), el haberme facilitado la información aparecida en la revista Toros de Jim Fergus.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Tacho Campos. Una alternativa efímera

La Feria de San Marcos 1949
El Sol del Centro 17/04/1949
Nacido en 1922, Anastacio Campos Gallego se presentó como novillero en El Toreo de la Condesa el 2 de agosto de 1942, alternando con Rutilo Morales y Manuel Jiménez Chicuelín en la lidia de novillos de La Laguna. Causó buena impresión y toreó seis tardes esa temporada, quizás las mejores fueron las del 13 de ese agosto y 11 de octubre, cuando corta la oreja respectivamente a Meloso y Onza de Oro, ambos de Coaxamalucan, lo que le vale participar en el festejo de la Oreja de Plata que fue ganada por Antonio Velázquez, que junto con Luis Briones, Luis Procuna, Juan Estrada o Rafael Osorno, fueron algunos de los nombres destacados de ese serial novilleril.

En 1943 actúa 3 tardes en La Condesa y en 1944 tiene la que quizás fue su mejor temporada novilleril, pues actúa en ocho tardes junto a Pepe Luis Vázquez (mexicano), Ricardo Balderas, Jesús Guerra Guerrita, Rutilo Morales, Félix Briones y Eduardo Liceaga entre los más destacados, para partir a España al año siguiente y presentarse en Las Ventas de Madrid el 24 de junio de para lidiar novillos de Claudio Moura en unión de Manuel González Machaquito de MadridManolo Navarro y Manuel Jiménez Chicuelín, en una tarde en la que tuvo poca fortuna.

Se presentaría después en Sevilla el 1º de julio de 1945 para alternar con Lorenzo Pascual Belmonteño, Francisco Astasio Quinito y Manuel González Machaquito de Madrid en la lidia de novillos de Esteban González y en Barcelona el 26 de agosto, alternando con Armando Martín Armillita, Pepe Hillo y Gabriel Pericás en la lidia de novillos de José Escobar (6) y Francisca Marcos (5º y 8º). Volvería a Madrid el primero de octubre, para alternar con Antonio Toscano, Manolo Navarro y Francisco Rodríguez en la lidia de novillos de Hoyo de la Gitana. De acuerdo con los escalafones publicados en la época, sumó un par de festejos más en tierras hispanas. Es curioso observar que estos festejos en las plazas principales en los que actuó Tacho Campos, fueron todos de ocho toros.

Hace la transición a la Plaza México y actúa tres tardes en la temporada de 1946, misma que encabezaron Joselillo y Fernando López; cuatro en la del año siguiente, en la que de nueva cuenta fueron esos dos fenómenos los titulares del escalafón novilleril, con la aparición de un precoz Curro Ortega y la vuelta a las novilladas de Juan Estrada, que renunció a su alternativa. El 18 de julio de 1948, será testigo, junto con Juventino Mora en la Plaza San Marcos de la eclosión del Volcán de Aguascalientes,  y en la plaza mayor de México, de la aparición de los Tres Mosqueteros, toreando entre ellos tres novilladas ese calendario.

La alternativa

Para 1949, Tacho Campos y quienes llevaban su carrera, estimaron seguramente que era el momento de dar el siguiente paso y para ello consiguieron un escenario que les pareció adecuado: la Feria de San Marcos en Aguascalientes, en la que se darían tres corridas de toros que se anunciaron de la siguiente manera: para el domingo 17 de abril Ricardo Torres, Manuel Jiménez Chicuelín y la alternativa de Tacho Campos, con toros de los Hermanos Ramírez; el domingo 24 de abril, Luis Briones, Luis Procuna y Rafael Rodríguez, que se presentaba como matador de toros en Aguascalientes, con toros de Torrecilla y el lunes 25 de abril, Calesero y Rafael Rodríguez mano a mano, con toros de Armillita Hermanos

Al final, sin que mediara explicación alguna, en la corrida del 17 de abril no actuó el hidalguense Ricardo Torres. Lo sustituyó Andrés Blando, que fue el encargado de doctorar a Tacho Campos en una tarde desapacible y ventosa. La crónica de don Jesús Gómez Medina, en El Sol del Centro del día siguiente del festejo, entre otras cosas, dice lo siguiente:

…Negro entrepelado, apretado y vuelto de pitones, fuerte y hondo, y llevando en las ancas el número 55, tales fueron las características del primero de la tarde, con el que Tacho Campos recibió la alternativa. Dignamente lo saludó el reinero, toreándolo superiormente a la verónica entre olés entusiastas, para más tarde, después de que el “Güero Mochilón” se lució con la de detener, forjar un quite por gaoneras, escultóricas y ceñidas, entre las que hubo una extraordinaria. Luego de que Andrés Blando le cedió los trastos, brindó Tacho la muerte de éste su primer astado como matador de toros a su hermano y mozo de estoques. Quieto y erguido, prologó su faena con dos ayudados por alto; intentó luego correr la mano en los derechazos, pero el bicho, insuficientemente castigado se revolvió presto sobre el engaño, llevado de su auténtica bravura y, en tales condiciones, la faena careció del aplomo y del desahogo necesario. Hubo, sí, magníficos muletazos; derechazos y de la firma; trincherazos con el debido remate, pero la faena, el conjunto, careció de la necesaria trabazón, por la causa apuntada.

Tras de sufrir un achuchón de pronóstico, Campos atizó media estocada perpendicular, pero en buen sitio, que bastó. En premio a su voluntad, el nuevo doctor hubo de dar la vuelta al ruedo…

Eso fue lo destacado en la tarde de quien se esperaba, fuera un nuevo matador de toros mexicano.

Paréntesis ganadero

El encierro lidiado en la tarde de la alternativa de Tacho Campos fue de Hermanos Ramírez. Voy a aventurarme a afirmar, que esta pudo ser la presentación no oficial de la ganadería que después se anunciaría como San Antonio, propiedad de los hermanos Enrique, Víctor Manuel y Mariano Ramírez Miguel, formada con ganados originarios de Pastejé y que el encierro se formó con la rastra de algunas de las vacas que se adquirieron en 1947 como pie de simiente. Esta base ganadera fue enajenada en 1958 por los ganaderos a su paisano don Gustavo Álvarez y a partir de entonces don Mariano Ramírez se decantó por la base de Piedras NegrasLa Laguna, al adquirir una importante alícuota de la ganadería de Zotoluca.

La prensa de la época no refleja ningún dato acerca del origen o propiedad de la corrida lidiada ese 17 de abril de 1949, así que esta apreciación es una mera conjetura personal, pero conociendo la voluntad que tenía don Jesús Ramírez Alonso, empresario de la Plaza San Marcos en aquellas calendas por traer toros de ganaderías cercanas, no me extrañaría que así fuera, pues los potreros de los hermanos Ramírez Miguel se ubicaban en la cercana Encarnación de Díaz, Jalisco.

Catorce días después

En la búsqueda de otras informaciones en la hemeroteca, me encuentro con una nota fechada en la Ciudad de México el primero de mayo de ese 1949, titulada como sigue: Fernando de los Reyes cortó oreja en El Toreo. Tacho dio vuelta y Rojas desperdició un gran toro. Al entrar al cuerpo de la nota, me entero que ese primero de mayo del 49, se daban novilladas en El Toreo de Cuatro Caminos y que Tacho Campos había actuado en ese festejo, segundo de la temporada novilleril allí ofrecida, como novillero. Así pues, la dignidad de matador de toros le duró exactamente trece días.

Y siguió actuando como novillero, en Cuatro Caminos toreó todavía otras dos tardes, una, el 22 de mayo de 1949 con Guillermo Carvajal y Pepe Luis Méndez y novillos de Torreón de Cañas y otra en el año de 1950. Volvería a la Plaza México el 11 diciembre de 1949 junto con Anselmo Liceaga, Luis Solano, el ecuatoriano Edgar Puente, Jaime Bolaños y Joaquín Díaz Paquiro para lidiar novillos de Mimiahuápam, ganadería que se presentaba y destacaron en ese calendario los novilleros Juan Silveti, Héctor Saucedo y Curro Ortega.

Su tarde final en la capital fue el 10 de diciembre de 1950, cuando alternó con Fernando de los Reyes El Callao y el cubano José Sánchez Pepillo en la lidia de novillos de Atlanga. Esta fue una tarde aciaga para Tacho, pues fue avisado una vez en su primero, dos en su segundo y en el sexto, que tuvo que matar por Pepillo, que se fue herido a la enfermería, le fue vivo a los corrales. A partir de aquí, el nombre y la presencia de Tacho Campos se diluyen y desaparecen de los principales escenarios taurinos.

Algunos juicios sobre su toreo

Daniel Medina de la Serna señala que Tacho Campos ha sido un torero de intensos detalles. Ya en sus inicios se reveló como un torero que ejecutaba la verónica con profundidad y sabor y al ir avanzando en su carrera taurina, se le reconocía como un importante muletero, un representante se decía en su día, de la “escuela garcista”, por el sello que imprimía a la ejecución del pase natural.

Decir que fue un torero preferido por José Alameda es un gran timbre de honor. En las crónicas que escribió para La Lidia durante la temporada novilleril de 1944, entre otras cosas señala lo que sigue acerca de Tacho Campos:

...Este Tacho Campos, que el domingo pasado triunfó en “El Toreo”, es un lidiador corto, de esos que cuando pierden en extensión lo ganan en profundidad...Tacho Campos toreó el domingo, parando, templando y mandando. Y en eso coincidió con Garza, como Garza coincidió con Belmonte. Dicen que imita a Lorenzo. Pues si así es, ojalá vengan muchos a imitarle, en lugar de entregarse al toreo de chicuelinas, tijerillas, riverinas, orticinas, lasernistas, molinetes y demás manifestaciones patológicas del contorsionismo imperante... Una falta tiene Tacho Campos: su poca fibra. No es un torero que pelea, que se crece ante la adversidad, ni que siente la noble apetencia de redondear un éxito. Y sería lástima que por eso no llegara tan alto como debe. Me hace abrigar esos temores, la frialdad con que Tacho Campos se desentendió de todo el sexto toro, limitándose a quitárselo de delante.

Sería lástima, porque torea con una pureza extraordinaria y con un sello propio que estriba en el fino acento que sabe dar a sus muletazos, un matiz que no han sorprendido quienes lo tachan de imitador de Garza, porque Lorenzo fue toda reciedumbre y en Tacho Campos priva la finura. Esa cualidad suya culminó en los tres medios pases que dio a favor del viaje del toro, en la última parte de su faena. Giró en ellos con gran suavidad y los ligó de modo que, más que tres lances, fueron uno solo. Yo me pregunto: ¿A quién imitó entonces? ¡Cómo no fuese a Tacho Campos!...

Este muchacho representa, como pocos, lo que podríamos llamar el torero del “SÍ” y el “NO”, el tipo de lidiador en el que no caben los términos medios. Tacho no sabe torear mal. Y eso le priva de paliar sus fracasos, pero, en cambio, le proporciona triunfos definitivos...

Como se puede ver, muchas fueron las esperanzas que despertó, pero como pontificó algún día Enrique Martín Arranz, llegar a ser figura del toreo, es casi un milagro, el andar de Tacho Campos, un torero que atestiguó y vivió momentos importantes de la historia reciente del toreo mexicano, así lo demuestra.

domingo, 30 de agosto de 2020

Hoy hace medio siglo: El Queretano confirma su alternativa en Madrid

Confirmación de El Queretano
Foto: Trullo - El Ruedo
La corrida del último domingo de agosto del año 70 en Madrid era una entonces típica del verano madrileño. Un encierro muy serio de Juan Guardiola Soto estaba en los corrales y en la cabecera del cartel anunciados dos habituales de esas fechas que, fuera de feria, llevaban en buena cantidad a la plaza a la verdadera afición de la capital española, se trataba del sevillano Juan Antonio Alcoba Macareno, quien un par de años antes, siendo novillero, toreara en solitario en esa misma plaza y Sebastián Martín Chanito, de Salamanca, quien a poco de tomar la alternativa sufrió un grave percance y no volvió a encarrilarse convenientemente. El tercero en discordia era ese día Ernesto San Román El Queretano, de México, que comparecía a confirmar su alternativa.

El Queretano había obtenido la dignidad de matador de toros en su tierra el 19 de febrero de 1967. Le apadrinó Joaquín Bernadó, torero que hasta hace muy poco quizás, es el diestro español que más festejos ha toreado en México y atestiguó la ceremonia Raúl Contreras Finito, con la cesión del toro Jacinto de Cerralvo. Curiosamente, la confirmación de Ernesto San Román en Madrid ocurriría antes que en la Plaza México, algo que por esas calendas resultaba casi frecuente.

La campaña española de El Queretano

Señalaba al inicio que la corrida de Juan Guardiola Soto era muy seria. Y lo fue. Las crónicas consultadas del festejo de la confirmación de El Queretano se ocupan principalmente de los toros, resaltando que no se cayeron – las caídas de los toros eran un problema endémico en España en esos días – y su impecable presencia. No obstante resaltan la actuación de los diestros y del rejoneador Curro Bedoya – mató un séptimo – y de la de quien firmó como Pepe Luis en la Hoja del Lunes de Madrid, del día siguiente del festejo, titulada Un toro para un torero, extraigo lo que sigue:

El sexto toro fue sustituido, por denuncia pública que no se debió escuchar, por un viejo Palha mansote y corraleado. ¡Esas cojeras inventadas!...

Debut y alternativa

Ernesto San Román (El Queretano), torero azteca con buen cartel en su país, quiso ayer refrendarlo ante la afición madrileña. Es un diestro valiente, menudo de estatura, pero de corazón grande, que no se arredró por la presencia y el trapío de los toros que le cayeron en suerte (y a propósito del verbo: los toros ayer no se cayeron). Ernesto, en el de su alternativa, se lució de capa en lances a lo Enrique Torres, un valenciano que se quería parecer a Chicuelo padre; no se lució con los rehiletes (si acaso en el tercer par...), y con la muleta se hizo ovacionar: comenzó con un pase – cita desde el platillo del redondel, los pies metidos en la montera – de corte arrucino que emocionó a los espectadores. Continuó en una faena efectista y valerosa, en la que no faltaron los derechazos, los rodillazos y los pases encadenados. No mató bien – pinchazo y media estocada con alivio excesivo y cuatro intentos de descabello –.  ¿Premio? Sólo corteses aplausos.

En el Palha sustituto se limitó a intentar hacerse con él; el toro, que había barbeado en tablas, que las saltó una vez, debió ser lidiado por las afueras. El nuevo matador de toros, que con toros ascendió de categoría – así se justifica una ceremonia –, acabó con el portugués de pinchazo y estocada bajita...

Por su parte, Jesús Sotos, en el semanario El Ruedo, también aparecido al día siguiente de la corrida, realiza el siguiente análisis, bajo el título de Mucho trapío y toreo con precauciones:

El “toricantano” se llama Ernesto San Román y es de Méjico. Se presentaba en la capital de España. En las Ventas le hemos visto. Pero poco podemos decir de él Poco en cuanto a toreo se refiere. Es arriesgado poder emitir un juicio exacto guiados por lo que el torero desarrolló el domingo, pues, amén de la insensatez que supone erigirse en juez guiados por lo realizado en una sola actuación, también debe de contar el ganado que tuvo enfrente, de excesivo respeto para un debut capitalicio de campanillas-

Una cosa – de capital importancia en esto del toreo – dejó al descubierto el diestro azteca: es un valiente de tomo y lomo. Un valentón tremendo. Posee, pues, una sólida base. Con la capa y la muleta, cosas aisladas: unas malas, otras regulares, otras aceptables, alguna buena. Mal con las banderillas.

Total: ni cañas, ni tampoco lanzas. Una actuación no da derecho a nada, repetimos, en cuanto a juicio verdadero se refiere. Compás de espera. Mató más mal que bien y escuchó aplausos al doblar el de Guardiola y el de Palha, pues el sexto, de la ganadería anunciada, fue desechado por cojitranco.

Lo dicho: Ernesto San Román “El Queretano”, un torero valiente. Eso sí que se puede demostrar a las primeras de cambio.

La crónica de Antonio Díaz – Cañabate en el ABC de Madrid, titulada El número del toro cojo y aparecida el martes 1º de septiembre siguiente, ni siquiera merece ser tenida en cuenta. Dedica apenas unas cuantas líneas a la actuación de los toreros y en cambio, derrocha todo su espacio en contar la manera en la cual, desde el tendido, según su dicho, sus vecinos de localidad, urdieron y lograron la devolución del sexto de la tarde – segundo del lote de El Queretano – para que fuera sustituido por un sobrero de Palha, corraleado y de esa manera, revertir el aburrimiento que les causaba la tarde. No obstante, quien era llamado El Cañas por sus allegados, en ese breve espacio, reitera su inveterado disgusto por los toreros que llegan de este lado del mar.

Así pues, podemos deducir que la actuación que El Queretano en Las Ventas hoy hace medio siglo, fue digna y adecuada a las circunstancias en las que se produjo.

Ernesto San Román toreó tres festejos más en esa temporada allende el mar. Abrió en San Feliú de Guixols el 26 de julio, con Ángel Peralta (Rej.) y Juan Asenjo Calero lidiando toros de Gabriel Rojas y Hermanos Peralta (Rej.) y cortó una oreja al primero de su lote; luego el 19 de agosto se presentó en Palma de Mallorca, donde alternó con Santiago Martín El Viti y Manolo Rodríguez en la lidia de toros de Juan Pedro Domecq y cortó una oreja al sexto y terminó en Barcelona el 10 de septiembre, acartelado con Victoriano Valencia y Gregorio Lalanda para enfrentar toros de Pedro Salas Garau.

El regreso a México

Ya de regreso en la patria, logró confirmar la alternativa el 28 de febrero de 1971 en la Plaza México, le apadrinó Pepe Luis Vázquez (mexicano), que le cedió al toro Perlito de La Punta, en presencia de Joaquín Bernadó y también actuó en la corrida el rejoneador Gastón Santos ante un toro de Atenco. Sería al final de cuentas la única actuación de El Queretano en la gran plaza.

Pero Ernesto San Román no iba a esperar que las empresas le llamaran. Entonces se propuso torear y si había que organizar los festejos, pues lo haría y lo hizo, creando una especie de circuito en el que llevó la fiesta de los toros a muchas localidades en las que la tradición no se tenía o estaba abandonada y la revisión de los anuarios de 1971 a 1987 nos revela que, por ejemplo, daba corridas en Sonora, en la parte no fronteriza del estado, que abrió al estado de Chiapas dando festejos en Tapachula, San Cristóbal de las Casas, Tuxtla Gutiérrez y Huixtla; que recuperó plazas en Veracruz como Misantla y Gutiérrez Zamora o que en Sinaloa también daba festejos en ciudades como Los Mochis, Rosario o Culiacán.

Esa incansable actividad le permitió mantenerse dentro de los diez primeros del escalafón en su tiempo y torear unas 310 corridas en su carrera, contando la testimonial del 7 de noviembre de 2004, en la que dio la alternativa a su sobrino Juan Carlos San Román en Cortázar, Guanajuato.

Como un hecho anecdótico, El Queretano formó parte del cartel de la última corrida de feria que se dio en la Plaza de Toros San Marcos el 1º de mayo de 1974, pues a partir del año siguiente, los festejos se celebrarían en la nueva Plaza Monumental. Alternó con Alfonso Ramírez Calesero ChicoRafael Gil Rafaelillo y el rejoneador Felipe Zambrano en la lidia de toros de Guadalupe Medina. Fue herido en la axila por el segundo de su lote.

La saga de los San Román

Ernesto San Román El Queretano no ha sido el primero, pero sí quizás uno de los más destacados de una saga de toreros con ese apellido que durante las últimas seis décadas han actuado en las plazas de toros de México. En un breve recuento, ellos son:

Agustín San Román, novillero, se presentó en la Plaza México el 23 de julio de 1963, alternó con José Campos y Alexandro Do Carmo, con novillos de Rancho Seco. Es hermano mayor de El Queretano.

Oscar San Román, matador de toros, recibió la alternativa en Querétaro, el 25 de diciembre de 1991, de manos de El Niño de la Capea y siendo testigo Jorge Gutiérrez, con toros de Javier Garfias.

Jorge San Román, matador de toros, recibió la alternativa en Tequisquiapan, el 18 de marzo de 2000, de manos de Jorge Gutiérrez y siendo testigo Oscar Sanromán, con toros de San Martín. Falleció el 31 de agosto de 2013 en accidente de carretera.

Gerardo San Román, matador de toros, recibió la alternativa en Durango el 1º de mayo de 2001, de manos de Jorge Gutiérrez y con el testimonio de Guillermo González Chilolo y toros de La Playa.

Juan Carlos San Román, matador de toros, tomó la alternativa en Cortázar el 7 de noviembre de 2004, de manos de El Queretano y siendo testigo Oscar San Román, con toros de Campo Hermoso.

Paola San Román, matadora de toros, tomó la alternativa en Morelia (Monumental) el 16 de mayo de 2015 siendo padrino Edgar García El Dandy y testigo Javier Conde, con toros de Carranco.

Diego San Román, novillero, se presentó en la Plaza México el 13 de octubre de 2019, alternando con Héctor Gutiérrez y Miguel Aguilar con novillos de Marrón. Rejoneó Diego Louceiro.

Como se puede ver, la continuidad de la dinastía San Román está asegurada por el momento. Pero hoy el personaje es El Queretano, en el aniversario de su confirmación de alternativa. ¡Enhorabuena!

domingo, 23 de agosto de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XI)

26 de agosto de 1951: Triunfo rotundo de Carlos Arruza en Cádiz

Carlos Arruza, Cádiz, 26/08/1951
Foto: El Ruedo
Con admiración para mi amigo gaditano Francisco Javier Orgambides Gómez.

La temporada de 1951 representó para la afición española un reencuentro con los toreros mexicanos. En 1947 los asuntos entre ambas torerías – que apenas se habían arreglado tres años antes – se volvieron a agriar y se dejó de producir ese necesario intercambio de toreros entre uno y otro lado del mar.

Es el 25 de febrero de 1951, cuando las hostilidades cesan y en la misma fecha se celebran tres festejos en la Ciudad de México, Madrid y Barcelona. Por su orden, actuaron aquí Curro Caro, Carlos Arruza y Antonio Velázquez con toros de Pastejé; es la tarde de la faena de Arruza al toro Holgazán. En la capital española lo hicieron Manolo Escudero, Antonio Toscano y Rafael Ortega, para lidiar 5 toros de Moreno Yagüe y 1 de Terrones (5º) en un festejo que poco tuvo para reseñar dada la poca colaboración del ganado y la frialdad del clima y en la Monumental catalana actuaron Rafael Llorente, Antonio Caro y Juan Silveti, con toros de Marceliano Rodríguez. Las crónicas destacan la faena de Caro al toro Americano (5º) e indican que Silveti pudo cortar trofeos al tercero de no fallar con la espada.

Eso abrió la puerta para que Carlos Arruza volviera a intentar una interesante campaña en ruedos hispanos, no tan intensa como la del año 45, pero con categoría, pues toreó solamente 25 corridas y sufrió un percance en Jerez el 16 de septiembre. Y en el aspecto humano, también tenía en puerta una realización, pues el día 23 de agosto de ese año, nació en Sevilla la que fue la primera hija de su matrimonio con la señora Maricarmen Vázquez Alcaide, con quien había contraído nupcias el 28 de junio del año anterior en la sevillana parroquia de San Lorenzo, ante su Cristo del Gran Poder.

La redonda tarde gaditana

Para el domingo 26 de agosto del 51, se anunció una corrida de don Joaquín Buendía para el caballero en plaza Duque de Pinohermoso, Carlos Arruza, Rafael Ortega y Manolo González. No sobra señalar que la entrada al desaparecido coso fue un lleno absoluto, pues se reunían en la combinación a un torero de la tierra que era apreciado por propios y extraños; a un joven torero sevillano que tomaba el testigo que Chicuelo le dejaba en ese calendario y por supuesto, la presencia del Ciclón Mexicano, una figura que con su solo nombre arrastraba multitudes. La afición de Cádiz tenía delante algo que sería sin duda un gran acontecimiento taurino.

Al final de la tarde Carlos Arruza fue quien se alzó con el triunfo, llevándose en la espuerta cinco orejas, dos rabos y una pata. La crónica de Antonio Olmedo Delgado Don Fabricio, aparecida en el ABC de Sevilla el martes 28 siguiente, titulada La montera en la cuna, entre otras cuestiones destaca:

…“¿No ves – nos decía el eco misterioso – que Arruza ha omitido un brindis de rigor? Cierra los ojos, piensa y verás que la montera de Arruza está a la cabecera de una cuna, la de su hija”. Yo no he hablado con Arruza; pero puedo aseguraros que así ha sido, como imagino. Lo que el lector no podrá imaginar, por mucha que sea su fantasía, es lo que Arruza hizo con los toros...

Con su primero ostentó Arruza el desprecio que le causaba la mansedumbre del animal, al que manoteó en la cara y en el testuz, después de hacerle pasar poniéndole la muleta en el mismo hocico y rozando la figura con los pitones. En el que mató por la cogida de Ortega toreó a su sabor, sobre las dos manos, a distancia inverosímil, prodigando los desplantes en menosprecio de la fiereza del toro, y en el cuarto, correspondiente al segundo de su turno, colmó sus ilusiones y las de los aficionados con una faena magnífica... naturales precisos y preciosos, redondos templadísimos de sabor torero, completos molinetes de rodillas, una magnífica arrucina, terminada en magistral pase de pecho y luego alardes extraordinarios; baste decir que Arruza llegó a morder la punta de los pitones de su enemigo, ciertamente el mejor de la corrida, que en cuanto al ganado, dejó mucho que desear. Con la capa hizo Arruza quites finísimos, y por si poco fuera, banderilleó a sus tres toros, dejándoselos llegar pasmosamente, hasta conseguir reuniones de emocionantísima exactitud. El noveno par, sencillamente insuperable. Balance de trofeos en premio al mérito, incesantes ovaciones, olés rotundos, la oreja de su primero, las dos y el rabo del que le dejó Ortega y las dos, el rabo y la pata del segundo suyo; vueltas al ruedo, salidas a los medios y una multitud delirante aclamándole. Magnífico brindis. Imposible seguir. No habrá quien pueda narrar lo inenarrable. ¡Oh aquellos dos faroles de rodillas con que Arruza saludó al cuarto de la tarde! Tres toros y otras tantas estocadas. Si detallásemos, sería el cuento de nunca acabar...

Esto es lo que pasó en Cádiz, ciudad que tiene la virtud de sonreír anticipadamente al visitante que para ella traiga un piropo a flor de labios. Dígalo si no el señor Martín de Mora, que, ufano porque en las taquillas se había colgado el cartel de “No hay billetes”, repartía apretones de mano y frases de gratitud. Pero nos parece que será a él, como promotor del éxito, a quien hayan de agradecérselo.

En fin, convengamos que el brindis de Arruza ha sido un señor brindis.

El diestro Arruza ha tenido su primer hijo…

En los demás sucedidos del festejo, Rafael Ortega entró en la enfermería, herido de pronóstico reservado nada más abrirse de capa con su primero y ya no regresó a continuar y Manolo González pudo cortar orejas a dos de los tres toros que mató esa tarde de forzado mano a mano, pero se tuvo que conformar con dos vueltas al ruedo y el Duque de Pinohermoso, que abrió el festejo, saludó desde el tercio.

La versión de Don Celes, corresponsal del semanario El Ruedo, aparecida en el número publicado el 30 de agosto siguiente, menos compuesta literariamente, es de la siguiente guisa:

...Desde el primer instante Carlos Arruza mostró propósito denodado de agradar. Tres faenas de muleta, nueve pares (nueve, señores) de banderillas siete u ocho quites, numerosas intervenciones de capa... son las cifras que resumen una labor larga, abundante y diversísima. En parte se debió a la cogida en el primer tercio del tercer toro del diestro Rafael Ortega, por lo que el mejicano tuvo que entendérselas con dicho astado, además de con los dos de su lote. En los tres demostró Arruza hallarse en la plenitud de su oficio. El valor, la inteligencia y la voluntad conjugados en iguales dosis, llevando al máximo el arte de mandar en los toros, hasta extremos que alejan – yo diría peligrosamente – toda sensación de peligro. Como sugestionados los toros le obedecieron resignada y mansamente, y él pudo entregarse por igual a la caricia – en el segundo llegó a besar la aguda punta del pitón – que al gesto de desdén hacia un enemigo reducido a la impotencia. Por eso precisamente nos gustó más la faena practicada al tercero suyo, al que apenas picaron y del que aprovechó, sabia y valientemente, su embestida larga. A este toro, que recibió con una larga cambiada de rodillas, y que toreó elegantemente de capa, le hizo la faena de repertorio más largo y acabado. Primero, pases estatuarios. Después citó desde lejos, a muleta plegada, y sobrevino la serie de naturales ligada con el de pecho. Por último, el catálogo completo: molinetes de pie y de rodillas, arrucinas, adornos, manoletinas, derechazos, de la firma, rodillazos en serie... Y al final la estocada y el descabello a la primera, seguido de las dos orejas, el rabo y la pata. Resumen de una tarde en la que ya antes había cosechado una oreja, y dos orejas y rabo...

Como se puede ver, Carlos Arruza rindió la plaza y confirmó que aún después de cuatro años de ausencia, seguía siendo un gran torero y una muy importante figura del toreo.

La plaza de toros de Cádiz

En su crónica, Don Fabricio hace una feliz memoria de la influencia de Cádiz en los orígenes del toreo y de las raíces que tienen allí las dinastías toreras de los Lillos y los Cucos. Al leer esas breves líneas y la historia, nos resulta en buena medida increíble, que en estos tiempos que corren, la antigua Gades no tenga una plaza de toros.

La plaza en la que Arruza tuvo esa redonda tarde, se inauguró el 30 de mayo de 1929, con toros de Indalecio García Mateo para Valencia II, Curro Posada y José García Algabeño, presidiendo el festejo Antonio Fuentes, aún con obras pendientes de concluir.

La plaza se construyó por una suscripción pública, donándose después por los accionistas los títulos al Ayuntamiento y funcionó ininterrumpidamente hasta el 17 de julio de 1967, cuando se dio el último festejo allí en el que actuó la cuadrilla cómica de El Bombero Torero y actuó en la parte seria el novillero José Yáñez Figurita. La última corrida de toros que se dio en ese escenario fue en la víspera de ese festejo, actuando Juan Antonio Romero, Paco Camino y El Cordobés, quienes mataron reses de Juan Pedro Domecq con un lleno en los tendidos.

Tras del festejo, arquitectos municipales determinaron que había deficiencias estructurales en una de las zonas de la plaza que daban hacia el mar, por lo que se determinó el cierre de la misma y cuando se presentó el presupuesto para su reparación, el Ayuntamiento no aceptó asumir el costo de ella. Al final, permaneció cerrada y en febrero de 1976 se decretó su demolición, la que concluyó al final de ese año.

Después de esa pérdida, se ha intentado llevar a Cádiz la fiesta en plazas portátiles y así, se hizo en ese mismo 1976, aunque el consistorio no lo autorizó por no ser coincidente con la categoría taurina de la ciudad, según se lee en esta nota de El País; luego en 1993 se montó una en la que se celebró un festival benéfico el 3 de abril y por último, en 2006 se instaló otra en unos terrenos cercanos a los astilleros, en la que se dieron dos festejos,  el 17 de junio una novillada sin picadores con cuatro erales de Diego Romero para Miguel Ángel Sánchez de Ubrique, Francisco Ramos de Chiclana, Alejandro Enrique de Granada y Ramón Tamayo de San Fernando. Este festejo se completaría con dos añojos de de Núñez del Cuvillo para el gaditano Fran Gómez y al día siguiente, toros de Gavira para Manuel Díaz El Cordobés, Javier Conde y José Antonio Canales Rivera.

Existen agrupaciones de aficionados que reclaman para la vieja Gades una plaza de toros, quizás no una tradicional, pero sí un escenario multiusos que permita la celebración de festejos taurinos allí, pero a mi juicio, esa ocasión está cada día más lejos.

Sobre la historia de la plaza de toros de Cádiz, recomiendo esta lectura en el blog de Francisco Orgambides titulada Cádiz, una plaza de vida breve, no tiene desperdicio.

Aldeanos