domingo, 15 de diciembre de 2013

13 de diciembre de 1931: Triunfal alternativa de Luciano Contreras en Bogotá

Plaza de Toros Santamaría de Bogotá
La que hoy conocemos como la Plaza de Toros Santamaría se inauguró el 8 de febrero de 1931 y era conocida en esos días solamente como Plaza de Toros de Bogotá. Fue edificada gracias al esfuerzo e inversión de don Ignacio Sanz de Santamaría, quien poco menos de una década antes formara la ganadería de Mondoñedo, a partir de vacas nacionales y sementales españoles de Santa Coloma y Veragua.

El primer año de funcionamiento de la Santamaría constó de tres temporadas, la de inauguración, una que se celebró a mediados del año y la que da motivo a esta entrada, iniciada precisamente con este festejo y que contaba con la presencia de los matadores Cayetano Ordóñez Niño de la Palma, Manuel del Pozo Rayito, Sidney Franklin y Andrés Mérida y de los novilleros Francisco Gómez Aldeano y Luciano Contreras que recibirían la alternativa.

La mayor parte de los encierros vendrían de la ganadería de Mondoñedo, destacando las corridas de apertura del serial – 13 de diciembre – y de cierre del mismo, en el que el Niño de la Palma enfrentaría en solitario la corrida, aunque al final cediera el sexto al sobresaliente Andrés Mérida.

Dramatis personae

El malagueño Andrés Mérida había recibido la alternativa en Sevilla en abril de 1930 y en esa tarde, llevando de padrino a Chicuelo y de testigo a Cagancho, le cortó el rabo a uno de sus toros. Confirmó ese doctorado en octubre de ese mismo año en Madrid y sumó 11 corridas en ese calendario.

Luciano Contreras gustó de caminar por las veredas del arte. Quizás fue por eso que en su carrera se notaron las intermitencias de los triunfos. Se presentó en El Toreo en 1925 y había actuado en Madrid en 1930 y tuvo éxitos de consideración.

Por su parte el valenciano Francisco Gómez Aldeano tenía cierto predicamento en Madrid y sus alrededores por el valor que demostraba delante de los toros, aunque su desempeño con las telas, al decir de Cossío fuera basto.

La corrida

El anuncio de la corrida
El Tiempo, Bogotá, 13 de diciembre de 1931
El anuncio del festejo aparecido en el diario El Tiempo de la capital colombiana el día de la corrida, establecía el orden en que los espadas anunciados actuarían en los tres primeros toros y así, se indicaba que Aldeano estoquearía el primero de la tarde y por ende recibiría la alternativa en el mismo; que el segundo correspondería a Luciano Contreras previa la cesión de trastos y que Andrés Mérida estoquearía al tercero y que una vez cumplidas las ceremonias, la lidia tomaría su orden normal, con Mérida estoqueando el cuarto, Aldeano el quinto y Luciano el sexto.

De la relación del festejo que se contiene en el mismo diario, aparecida al día siguiente y firmada por Jorge Forero Vélez Ro – ZETA, se desprende que el orden seguido no fue precisamente ese, sino que efectivamente Aldeano estoqueó al que abrió plaza, pero Mérida se enfrentó al segundo y Contreras recibió la alternativa con el tercero de la tarde, según podemos leer:
La corrida de inauguración. Triunfo de Luciano Contreras. Mérida fracasa estruendosamente. Cogida de Aldeano. Toros malos y mansos. Un verdadero río humano semejaba ayer tarde la Avenida de la República, encauzando a millares de espectadores que se dirigían a la plaza. Las oleadas de muchedumbre efervescente, ávida de sensaciones, invadieron los tendidos y palcos. Lleno rebosante el sol y muy buena entrada en sombra. Doce mil aficionados batieron palmas, cuando a las tres y media el presidente hizo sonar el clarín para que salieran las cuadrillas… Grande expectativa y mucho entusiasmo al comenzar. Más tarde, broncas y fortísimas protestas. Luego, ovaciones delirantes premiando el arte y el valor. De todo hubo en la corrida de ayer; cosas muy buenas y cosas muy malas, triunfos y fracasos; pero en general, el festejo dejó esa sensación agitada y violenta, contradictoria a veces, propia de la fiesta brava… Tercero. Número 101, negro, astifino y más pequeño que los anteriores. Todavía duraban las protestas por lo anterior, cuando, señores, inesperadamente, el diestro mejicano Luciano Contreras, que había pasado desapercibido hasta el momento, electriza a los espectadores con cuatro verónicas que fueron cuatro monumentos. Qué cantidad de arte, de majeza y de valor. Es imposible torear más cerca e imprimiendo a la silueta mayor elegancia y armonía. Allí, frente al tendido 3 queda eso, para que lo mejore quien pueda… En los quites vuelve a deleitar al respetable con verónicas, medias verónicas y recortes sobrios y estilizados. Coge luego banderillas y clava un par entre ovaciones. Maera, el otro mejicano, también es aplaudido en su turno. La faena de muleta merece párrafo aparte… Previa la ceremonia de la alternativa, Luciano se encara con el burel e instrumenta un pase por alto, luego otros de pecho y por alto, todos de colosal estilo, dos ayudados, barriendo el lomo con el trapo rojo y estalla la ovación. Estamos en presencia de un torero grande. Enseguida tres naturales, asombroso el primero. Más tarde, algo increíble y deslumbrador que produjo en los espectadores, ya emocionados hasta el paroxismo, un verdadero rugido de entusiasmo: un pase de la firma en que el cornúpeto dio una vuelta completa, enroscado en la cintura esbelta del artista. Un conjunto de belleza plástica insuperable. He ahí la grandiosidad de la fiesta española: el dominio de una fiera por el arte. Y para completar, un estacada hasta el pomo, que hace innecesaria la puntilla. Doce mil pañuelos garabatean la demanda de la oreja para el triunfador, y las gargantas enronquecen aclamándolo. Infinidad de vueltas al ruedo y todos los honores se le dispensan… Sexto. Número 58, negro zaino, bien puesto de cabeza y muy bonita lámina. Es más bravo que sus hermanitos y hace alguna pelea con los montados; sin embargo, para no desentonar demasiado con los cinco restantes, se sale suelto del último puyazo. Contreras reafirma la magnífica impresión producida en su primero. Con el capote y muleta vuelve a ser calurosamente ovacionado y redondea su halagador éxito, demostrando ser uno de los mejores toreros llegados a estas altiplanicies. Vueltas al ruedo, apoteosis final y salida en hombros hasta el hotel fueron el epílogo de su brillante jornada… Resumen. Entusiasmo desbordante al comenzar, tocado en violenta indignación contra un torero que no supo respetar su nombre, ni la categoría de nuestra plaza mofándose de la tolerancia del público. En otras ocasiones el entusiasmo del comienzo subió hasta los límites del delirio aclamando la sublime labor de Luciano Contreras. En cuanto a Aldeano, se mantiene una cierta expectativa, para saber si vuelve por sus fueros de buen torero, ya que de matador, a todos nos dejó satisfechos… Parte del malestar producido en la plaza, se debió al ganado de Mondoñedo: malo, manso y bronco, no hizo el menor honor a su divisa… Las cuadrillas, regulares. Mucho desorden en la plaza, miles de capotazos inútiles y mala dirección de lidia. Maera, el banderillero mejicano que se distinguió con los palos, abusó, en cambio, de manera con el capote. De los picadores, recordamos a Calderón y a Abadía (hijo)…
A Andrés Mérida se le fueron vivos dos toros, el primero de su lote y el quinto de la tarde que tuvo que haber matado por percance de Aldeano, que recibió una herida en el cuello, del lado derecho, sin que el diario consultado revele parte facultativo que aclare la magnitud de las lesiones que sufrió.

Luciano Contreras
Foto cortesía del blog
Toreros Mexicanos
Don Luis Ruiz Quiroz, en sus Efemérides Taurinas Mexicanas señala que en esta tarde, Luciano Contreras obtuvo el primer rabo que se concedía en la plaza de toros Santamaría, aunque la crónica consultada no refleja la concesión de tal apéndice.

Una buena tarde no hace verano...

Andrés Mérida renunció a la alternativa en 1934. Poco toreó en su nueva incursión en el escalafón novilleril. Falleció en 1939.

A Aldeano tampoco le sirvió de mucho el doctorado de esta tarde, pues para el día de San José de 1932 ya estaba anunciado en Madrid con novillos de Santa Coloma y llevando como alternantes a Juan Mazquiarán Fortuna Chico y a Félix Rodríguez II.

Luciano Contreras quizás tuvo uno de sus momentos de mayor notoriedad en los despachos, en 1946, cuando pretendió romper relaciones con la torería española porque Manolete no pudo – o no quiso – torear la corrida a beneficio del Sanatorio de Toreros. Él terminaría recibiendo otras alternativas: en septiembre 1932 en Cuenca, España, misma que confirmó en El Toreo en noviembre de ese mismo año y en diciembre de 1936 en Querétaro.

Así era la fiesta cuando había toros en Bogotá.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Un festín de truhanes

Juan Pellicer Cámara
Ya en una oportunidad anterior había presentado a Ustedes a Juan Pellicer Cámara. Quizás me quedé corto al omitir algunos detalles sobre la revista Tiempo. Semanario de la vida y la verdad, fundada en la Ciudad de México por Martín Luis Guzmán en el año de 1942 y que todos los martes del año daba espacio a una pluralidad de pareceres sobre casi todos los temas que eran del interés nacional.

Entre los temas a los cuales daba espacio Tiempo, se encontraba la fiesta de los toros, a la que se consideró en esas páginas parte de nuestra vida y de nuestra cultura. Así, primero colaboró con sus Cartas Taurinas dirigidas al fundador y director del semanario el nombrado Juan Pellicer, que fuera durante una época también Juez de Plaza – Presidente – de la Plaza México y tras de su fallecimiento, asumiría la labor otro destacado periodista, Rafael Morales Clarinero.

Una interesante selección de las Cartas Taurinas de Juan Pellicer Cámara fueron recopiladas en el año de 1973 en un volumen que lleva precisamente ese título y a partir de que el escritor y académico de la Puebla mexicana Horacio Reiba Alcalino recordara en una de sus columnas semanales la expresión que sirve de título a esta entrada, me di a la tarea de releerla y al observar que su contenido tiene hoy en día un alto grado de vigencia – se publicó originalmente el 27 de enero de 1969 – considero que vale la pena reproducirla:

Un festín de truhanes 
Señor Director: 
En una carta anterior, no recuerdo cuál, le escribí algo sobre la frase, tan usual cuando se habla de toros, “El arte de Cúchares”. Ahora quisiera decirle algo alrededor de otra frase, también de uso común y corriente, cuando se escribe, cuando se habla del tema taurino: “La fiesta de toros”. Desde hace siglos, en los romances moriscos, recuerda usted, querido don Martín, aquellos en que se relataban hazañas de toreros moros, Gazul entre otros, que lidiaban a caballo y que, en ocasiones, competían con jinetes cristianos, se decía “La fiesta de toros”. Moratín, don Leandro Fernández de Moratín, escribió famosos versos, relativos a “Una fiesta de toros en Madrid”. Y así, a través del lenguaje, escrito o hablado, hasta nuestros días, seguimos refiriéndonos a "La fiesta de toros". A veces, en España, la han denominado, con un sentido más local y muy merecido, porque fue en España donde nació el toreo, tal como lo conocemos ahora, la han denominado, digo, “La Fiesta Nacional”. 
Un poema, maravillosamente descriptivo, de Manuel Machado, se titula con esa frase. También se ha designado a las corridas, atendiendo a la fiereza, a la bravura de los toros, casi desaparecida en la actualidad, como “La Fiesta Brava”. Usted notará, que hay una palabra, siempre invariable en estas denominaciones y es la palabra fiesta. Fiesta de toros, fiesta nacional o fiesta brava. Fiesta única, en verdad. Fiesta extraña, en la que se mezclan, en la que se entrelazan, de manera deslumbrante, desde por el sol que la preside, hasta por el brillo de la ropa en que se enfundan los actores, la vida y la muerte.  
Fiesta de terror y de alegría, como dijo Manuel Machado en su poema. Fiesta soberbia, de valor, de gallardía, de belleza plástica incomparable. La fiesta por excelencia del pueblo español, la fiesta por excelencia, arraigadísima ya como ninguna otra, del pueblo mexicano. Fiesta varonil, de arrojo, de destreza, de arte. El ambiente de la plaza de toros es de fiesta, como no lo es ningún otro ambiente y cuanto lo rodea, la casa del torero, la taberna, el café, el tablado flamenco, la feria, todo es fiesta. Es la fiesta de toros, la fiesta nacional, la fiesta brava. 
Pero, ahora los mercaderes han invadido la fiesta. Los mercaderes están detrás de los escritorios en las empresas de toros; están los mercaderes, también detrás de otros escritorios, como apoderados de los toreros y también están los mercaderes en las ganaderías, convertidos en simples tratantes de ganado. Es el apogeo del comercio taurino. La fiesta se ha ido apagando.  
El pueblo sigue acudiendo a las plazas, pero algo enturbia la alegría de la fiesta. Se presiente la estafa. Solamente y de manera brutal y torpe, impera un exclusivo afán de comerciantes. La fiesta aún no ha muerto. Todavía no la han matado. Pero, ya no es la fiesta. Es un espectáculo manejado, exclusivamente, para obtener dinero. Es un festín de truhanes. ¿Ha visto usted, don Martín, a los zopilotes, revolando sobre el cadáver de una inminente presa? Es el festín que agrupa a los que están acabando con lo que fue la fiesta por excelencia. Hasta la próxima. (Cartas Taurinas, Págs. 209 - 211)
Creo que podrán coincidir conmigo en que lo que escribió Juan Pellicer Cámara hace casi 45 años con algunos matices únicamente de grado, es perfectamente aplicable a lo que hoy sucede en esta fiesta.

Espero que les haya resultado de interés.

Aclaración necesaria: Los resaltados en el texto citado son obra imputable exclusivamente a este amanuense.

Referencia bibliográfica: Cartas Taurinas. – Juan Pellicer Cámara, con prólogo de Carlos Pellicer. – Editorial Joaquín Mortiz, colección Contrapuntos. Primera edición, México, 1973, 211 páginas, con ilustraciones en blanco y negro. – Sin ISBN.  

domingo, 1 de diciembre de 2013

Cagancho. A 85 años de su confirmación de alternativa en El Toreo de la Condesa

Cagancho

Cagancho en México, Cª 1928
Foto:Sosa 
En 1923 Domingo González Dominguín dejó de vestirse de luces para dedicarse a la organización de festejos y al apoderamiento de toreros. Uno de los primeros que llamaron su atención fue un gitano de Triana al que muchos toros se le iban vivos, pero que se veía más atropellado que temeroso y en el que el de Quismondo advirtió tres activos que podrían llevarle a caminar lejos en las veredas del arte de torear: una excelente figura para ser torero, una gran personalidad y una especie de bula que los públicos parecían haberle concedido contra sus frecuentes fracasos. Esas cuestiones, sumadas a la personalísima calidad del toreo que ejecutaba consiguieron que uno de los primeros toreros que apoderara Dominguín fuera precisamente ese gitano que llevaba por nombre Joaquín Rodríguez Cagancho.

Cagancho recibió la alternativa en Murcia el 17 de abril de 1927 de manos de Rafael El Gallo y la confirmó en Madrid el 22 de junio siguiente apadrinándole Valencia II. Entre esas dos efemérides ya Joaquín Rodríguez Ortega había construido uno de los grandes hitos de su historia, en Toledo – plaza que gestionaba su apoderado Dominguín – cuando Gregorio Corrochano escribió aquella famosa crónica titulada: El torero Cagancho es una talla de Montañés – la pueden leer aquí – y algo más de un mes después de su confirmación madrileña, marcó otro de esos hitos en la plaza de Almagro – pueden leer una crónica de esos hechos aquí –, creando una expresión del habla popular para designar un comportamiento desafortunado – quedar como Cagancho en Almagro – lo que en ese breve espacio de tiempo, hacía al torero de la calle del Evangelista uno al que todos querían ver.

La temporada 1928 – 1929 en El Toreo

La temporada 1928 – 1929 de El Toreo de la Condesa se le comenzó a complicar a Eduardo Margeli. Eduardo Pagés, exclusivista de Juan Belmonte, pedía para su torero algo así como la mitad de la entrada bruta del coso y tras de él, los demás que encabezaban el escalafón hispano también hicieron peticiones de sumas importantes. Margeli sopesó la posibilidad de dar la temporada con toreros mexicanos solamente y aprovechando esa situación, Dominguín le ofreció a tres toreros nuevos, alternativados apenas el año anterior y que en su conocimiento del ambiente mexicano, podrían interesar a nuestra afición: el valenciano Vicente Barrera y los trianeros Francisco Vega de los Reyes Gitanillo de Triana y Joaquín Rodríguez Cagancho.

El elenco de la temporada se completaría con los toreros mexicanos Luis Freg, Pepe Ortiz, Juan Espinosa Armillita, Fermín Espinosa Armillita Chico, Heriberto García y Paco Gorráez. Los toros provendrían de La Laguna, Piedras Negras, Zotoluca, San Diego de los Padres, Atenco, San Mateo, Carmen de Federico y La Punta.

Entre las 20 corridas de toros de las que constó el serial, se intercalaron dos festejos en los que actuaron el rejoneador Miguel Cuchet – quien mató dos novillos de San Nicolás Peralta – y los todavía becerristas Manolo, Pepe y Rafael Bienvenida quienes enfrentaron erales de Atenco y San Diego de los Padres.

La corrida del 2 de diciembre de 1928

La séptima corrida de la temporada fue la de la presentación y confirmación de alternativa de Cagancho. Se anunció un encierro de La Laguna para Fermín Espinosa Armillita Chico, Heriberto García y el confirmante. La impresión que produjo Joaquín Rodríguez con su toreo en la afición de la capital mexicana fue muy grande. La parte medular de la crónica que escribió don Alfonso de Icaza Ojo para el semanario Eco Taurino relata lo que sigue:
Junto a “Cagancho” toros y toreros se ven pequeños. ¡Gitano genial! Amalgama de tal modo su personalidad, que todos los lances que ejecuta ante el toro son suyos. Suyas, de “Cagancho”, las verónicas legendarias. Suyas también, las “chicuelinas”. Suyas, y muy suyas, las medias verónicas. Y sus pases de muleta, sus lances para colocar al toro en suerte, sus reboleras, su seriedad y su energía en la plaza. Este sí es un torero macho. Macho, a lo humano, con toda la virilidad, la supremacía, el dominio que Dios concedió al hombre en la creación. Los que se comen a los toros podrán ser machos, pero machos de bestias, no machos humanos. Ninguno entre los toreros tiene tipo tan varonil como “Cagancho”. Nada de rebuscamientos, ni de finura exagerada, ni de exquisiteces con vistas al preciosismo. En “Cagancho” todo es hombruno. Todo es propio del hombre. Cuanto ejecuta en la plaza sabe a hombría. “Cagancho” torero es un hombre. No; diremos la verdad: “CAGANCHO” en la plaza es un SUPERHOMBRE. Y claro; a los superhombres no se les discute. Por eso en la plaza no hubo ayer ni porras ni contra porras. Hubo sólo aficionados perplejos ante el arte único del Gitano Genial. Después de la faena cumbre al cuarto toro, nadie aplaudía. Eran momentos demasiado solemnes para ser turbados por el ruido de las palmadas. La blancura de los pañuelos que demandaban la oreja para “Cagancho” simbolizaba en aquellos momentos la unión de todos los aficionados para proclamar que ¡al fin! Habían encontrado a su torero…
Un Faraón y una Diosa
Foto: Enrique Bordes Mangel
Hurtada del blog Luciérnagas y Coyotes
Armillita le cedió a Joaquín Rodríguez al primero de la tarde al toro Polvorín y el gitano culminaría su tarde de asombro cortando el rabo de Merenguillo, cuarto de los laguneros corridos esa tarde.

Cagancho terminaría toreando nueve corridas esa temporada de su presentación, en la 1929 – 1930 actuó once tardes; en la 1931 – 1932 participó en doce festejos; en la 1932 – 1933 toreó diez corridas y once más en la 1935 – 1936 para sumar cincuenta y tres festejos en El Toreo de la Condesa en esas cinco temporadas. Tras la reanudación de las relaciones taurinas entre españoles y mexicanos en 1944, todavía sumaría algunos festejos más.

Esa fue la profundidad con la que impactó a la afición la torería de Cagancho y marcó el inicio de una relación del torero gitano con México y con su gente que duró para siempre y que le convirtió en un personaje que llevó su aura y su leyenda más allá de los ruedos.

Apéndice: Cagancho, consejero presidencial

La compenetración de Cagancho con México y con su gente fue total. Tanto que se quedó a vivir entre nosotros y cuando dejó los ruedos a veces tuvo que buscarse ocupaciones que poco o nada tenían que ver con la fiesta. Lo que enseguida les cuento quizás no tiene que ver con la efeméride, pero sí con el impacto del torero y del hombre entre nosotros.

Ya había mencionado esto en otro sitio de esta Aldea, pero tengo ya la relación exacta de los hechos que hace el Embajador don Justo Sierra Casasús, en su día, Secretario Particular del Presidente Adolfo López Mateos, misma que es la siguiente:
- [López Mateos]... sentía una profunda admiración por otro diestro, ya retirado, que vino a morir en México, Joaquín Rodríguez, “Cagancho”... 
- ¿Amigo...?
- Mucho. Le quería en verdad e incluso hay una anécdota digna de contarse que revela el carácter bondadoso de Adolfo... 
- ¿Con quién...? 
- Con sus amigos, sobre todo... 
- Pues venga...
- “Cagancho” estaba mal económicamente cuando regresó a México. No guardó una peseta y andaba a la deriva. Todavía no se hacía cargo de la finca de los Trouyet y se las veía negras para irla pasando. Incluso, ya de viejo, salió a torear por la provincia para hacerse de unos cuantos pesos, aun cuando él mismo sabía que ya no estaba para esas danzas...
- Siendo ya Presidente Adolfo López Mateos un día se me presentó Joaquín. Quería ver si se podía hablar con su amigo “unos segundos”...
- Le recibió casi de inmediato...
- Bajé con el diestro sevillano y le dije: “El señor Presidente te recibe en unos minutos...”
- Pero – preguntó “Cagancho” – a ¿A mí solo?...
- Sí, a ti solo. La entrevista es contigo, no conmigo. Así que entrarás sólito... “Mare” de mi vida –dijo Joaquín – pero si está más difícil que encerrarse con seis toros de Miura. Ni modo. 
- Y entró. La entrevista duró pocos minutos, pero, al salir, “Cagancho” traía una sonrisa de oreja a oreja. Salió como castañuela y me dijo: Que dice “er – señó”, que vayas… 
- Y fui – agrega Justo Sierra –. Allí recibí instrucciones presidenciales que de inmediato tramité: Fui con Donato Miranda Fonseca, secretario de la Presidencia y le dije: “dice el señor Presidente que agregues como Consejero de aquí, en lo personal, al señor Joaquín Rodríguez Ortega…”.
- ¿Y qué pasó...?
- Pues me preguntó sus generales y cuando me preguntó cuál era su profesión y yo le dije: “torero”, por poco y se cae del sillón. ¡Hubieran visto su cara! ¡Un torero de consejero del Jefe de la Nación...!
- ¿Qué pasó entonces...?
- Lo que tenía que pasar: se le nombró Consejero con el sueldo correspondiente a ese cargo, mismo que le era entregado en su casa al gitano de Sevilla. Así se hizo hasta que terminó el gobierno...
- ¿Y Miranda Fonseca...?
- Tuvo que apechugar. Ni modo de decirle al Presidente de la República que aquello era indebido e inusitado. Nada de eso... Entonces la amistad era profunda...
- Desde luego, y sobre todo, con el historial de “Cagancho”, con su gran categoría y la simpatía que la brotaba a raudales...
Así se quiso y se respetó a Cagancho en México.

Joaquín Rodríguez Cagancho se quedó entre nosotros para siempre. Falleció en la Ciudad de México el día 1º de enero de 1984. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

25 de noviembre de 1934: Se inaugura la Plaza de Toros Torreón

El anuncio del festejo inaugural
(El Siglo de Torreón, 25/Nov./1934)
La ciudad de Torreón, Coahuila, tiene un largo historial con las cosas de esta fiesta. La plaza de toros – hoy renombrada en recuerdo de uno de sus toreros, perdido prematuramente, Valente Arellano – cuya inauguración rememoro, sustituyó a otra de madera, que indica Puyazo, en una columna titulada Reminiscencias publicada al margen de la crónica del festejo inaugural publicada en el diario El Siglo de Torreón, funcionó por mas de 20 años entre las avenidas Allende y Matamoros de esa ciudad. Esa vieja plaza fue inaugurada el 26 de enero de 1902 por Antonio Fuentes y Nicanor Villa Villita, quienes lidiaron un encierro guanajuatense de Parangueo.

A ese antiguo coso concurrieron las principales figuras de su época y así Reverte, Machaquito, Antonio Montes, Luis Mazzantini, Vicente Pastor, Rodolfo Gaona, Luis Freg, Martín Agüero, Nacional II o Nicanor Villalta entre los más renombrados, se vieron anunciados en sus rumbosas temporadas.

La plaza nueva

Desde el año de 1932, sigue contando Puyazo, un grupo de aficionados comenzaron a proyectar la construcción de una plaza de toros nueva para Torreón. En esa forma, formaron una sociedad anónima a la que denominaron Plaza de Toros de Torreón, S.A., con un capital inicial de $70,000.00 y en la que destacaron como accionistas los empresarios Fernando Rincón, José Figueroa, Fernando Rodríguez y el ganadero Rafael Gurza, en esos años titular del hierro de Torreón de Cañas.

Algunos datos técnicos

La nota de prensa previa a la celebración del festejo inaugural indica lo siguiente acerca de la nueva plaza de toros:
La plaza de toros que será el segundo coso taurino en la República, por su hermosura y por su cupo, constituye un timbre de legítimo orgullo no solo para la Comarca Lagunera sino para todo el norte de la República, y fue construida a todo costo, pues hasta ayer el costo de la plaza ascendía a ciento cuarenta mil pesos reunidos entre todos los miembros de la sociedad que se formó y de la cual es presidente el señor José Figueroa... La plaza tiene cupo para diez mil espectadores y la primera piedra se sentó en el mes de abril pero no fue sino hasta el mes de junio cuando se empezó ya en firme la obra, quedando ya terminada el 22 del pasado mes de octubre... La arena de la plaza tiene treinta y seis metros sesenta centímetros y es el más grande de la República, después de  la arena de la plaza de El Toreo... En la construcción de la plaza se emplearon seis mil cuatrocientos sacos de cemento y veinticuatro toneladas de fierro... Se ocuparon trescientos sesenta obreros que prestaron sus servicios en las distintas obras del coso... Tiene la plaza todos sus servicios de manera que puede decirse que es el único coso en la República que cuenta con los servicios de plaza completos y arreglados conforme a las últimas disposiciones de la ingeniería moderna...
Se destacaba el hecho de que la plaza de toros fuera construida de concreto armado y el hecho de su gran capacidad, cuestiones que la hacían única en su día.

La corrida inaugural

La Plaza de Toros Torreón en construcción, Cª 1934
(Foto: Archivo Eduardo Guerra)
Con la debida antelación se anunciaron seis toros de San Mateo, de Saín Alto, Zacatecas, con divisa rosa y blanco, propiedad de don Antonio Llaguno, para que los estoquearan mano a mano Fermín Espinosa Armillita y Francisco Martín Caro Curro Caro.

El festejo fue presidido por el regidor José A. Zarzosa, quien llevó de cambiador de suertes a Francisco Carreño y el encargado del servicio médico fue el Dr. Francisco Ahumada. Las cuadrillas se formaron con los picadores Francisco Olvera Berrinches, Adolfo Aguirre Conejo Grande, Felipe Mota, Abraham Juárez Lindbergh, Antonio Silis Cerrajero y Arturo Frontana Portugués Chico; los banderilleros fueron Zenaido Espinosa, Juan Espinosa, Rafael López Valentino, Ricardo Areu, Vicente Cárdenas Maera y Alberto González Rolleri.

Armillita, vestido de obispo y oro fue el triunfador de la tarde. Destaca del conjunto de su actuación su faena al tercero de la tarde, misma de la que el ya citado Puyazo, hace la siguiente relación:
Se llamó “Secretario” y ostentaba el número 16, es cárdeno claro y bien armado, haciendo una bonita salida rematando en tablas… Lo corre Juan Espinosa hasta tres veces, y Fermín trata de fijarlo, porque Zenaido lo trae al terreno del Maestro quien le da cinco lances, sobresaliendo tres verónicas y terminando con una rebolera. Aplausos de la concurrencia… “Lindbergh” pone una vara en cambio de la jaca que pierde, sufriendo aparatosa caída al descubierto, quitando Fermín por chicuelinas y mandiles. Frontana pone dos veces seguidas, recargando en la segunda que fue superior, haciendo el quite con tres chicuelinas y una verónica rodilla en tierra por lo que es aplaudido… Y el Maestro de Saltillo que por lo visto viene con ganas de llevarse al público de calle, toma los garapullos y previa una adornada preparación deja un buen par al cuarteo, sigue galleando y repite otro superior asomándose al balcón y termina con otro que queda erecto en las mismísimas péndolas. Es ovacionado grandemente este formidable palitroquero… Y ya lo tenemos armado de estoque y muleta brindando al general Eulogio Ortiz, Jefe de la 31ª Jefatura de Operaciones Militares. Inicia su faena con uno de pecho, uno de pitón a rabo, uno de pecho, un alto, tres de telón, un ayudado por abajo, el de la firma, dos más arrodillado, sufriendo un desarme y una gran ovación. Rehabilitado sigue con dos molinetes y el de la firma para soltar una lagartijera que bastó. Ovación, oreja, rabo, obsequio del brindado y vuelta al ruedo. Esta fue la mejor faena de esta corrida inaugural en mi concepto...
Curro Caro, que vestía de tabaco y plata no las tuvo todas consigo. Solamente con el segundo de su lote, el bravo Clarito pudo justificarse, aunque sin alcanzar el triunfo.

El ganado, aunque de la primera ganadería mexicana, dejó que desear en cuanto a su presencia y su juego:
A acres censuras se prestó el ganadero de San Mateo, Sr. Llaguno porque a pesar de que fue público y notorio que se le pidieron y pagaron toros de PRIMERA CLASE, no supo corresponder a la afición lagunera y muy especialmente a la nueva Empresa Taurina...
El importe recaudado por el alquiler de las almohadillas – en ese festejo y los subsecuentes – fue cedido por la empresa a la beneficencia:
Los directores de la Plaza de Toros Torreón, S.A., han tenido un bello gesto que mucho les enaltece al ceder el producto de los cojines a favor de la Casa de Beneficencia de La Laguna y de esa manera los niños y los ancianos que están alojados en la casa de asilo, tendrán una entrada segura de más de doscientos cincuenta pesos esta tarde y en las subsecuentes fiestas taurinas...
Y como siempre en este tipo de acontecimientos, se vendieron más entradas de las que correspondían al cupo del inmueble:
Se regresará el importe de boletos a quienes no entraron ayer a la plaza. Por acuerdo de los empresarios de la plaza de toros “Torreón”, en sus oficinas de Cepeda número 226 se regresará íntegro el importe de los boletos que no fueron utilizados en la corrida de ayer, informándosenos que a la sola presentación de los mismos se hará el cambio respectivo...
Así fueron los hechos hace 79 años, cuando se ponía en funcionamiento un escenario taurino que hoy sigue vigente.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Los giros de la fortuna (III)

Carlos Arruza
(Aguascalientes, Cª 1947)
Carlos Arruza recibió la alternativa de manos de Armillita el 1º de diciembre de 1940 en El Toreo de la Condesa, fungió como testigo el queretano Paco Gorráez. El piedrenegrino de la cesión se llamó Oncito y aunque el toricantano lo finiquitó, se fue a la enfermería con una cornada calificada de grave, por lo que fue el único toro que estoqueó en esa inauguración de esa temporada capitalina.

Tras de su alternativa, parecía que, como se dice en estos tiempos que corren, el paso del novillo al toro le pesó a Carlos Arruza, pues después de la alternativa no terminaba de confirmar con contundencia las buenas maneras con que se había revelado a la afición mexicana. Le faltaban todavía algunos años para sacar de su interior la extensa tauromaquia que llevaba dentro y que, unida a una personalidad arrolladora, resultara en ese torero portentoso que nos describiera don Celestino Espinosa R. Capdevila al narrar para el diario madrileño Arriba su confirmación de alternativa en la Corrida de la Concordia celebrada el 18 de julio de 1944 en la plaza de Las Ventas.

El episodio de su trayectoria al que hoy me refiero, es apenas unos meses anterior a ese fasto y es el resultado de un inesperado giro de la fortuna de quien después sería conocido como El Ciclón Mexicano.

Un mano a mano frustrado

Don Ignacio García Aceves había anunciado para el domingo 14 de noviembre de 1943 en su plaza El Progreso de Guadalajara, una corrida de toros en la que para dar cuenta de un encierro tlaxcalteca de Zacatepec, alternarían mano a mano Silverio Pérez y Carlos Arruza. La víspera del festejo el Faraón resultó afectado de un mal respiratorio – principio de pulmonía dice el telegrama con el que se disculpa su ausencia – y Arruza acepta despachar la corrida él solo.

La prensa tapatía apenas pudo dar cuenta a la afición, el mismo día del festejo de la modificación del cartel. En una columna titulada El deporte en si bemol del diario El Informador, su autor, Don Detalles reflexiona lo siguiente:
En toros nos falló el programa. Silverio Pérez, anunciado para hoy alternando con Carlitos Arruza, no podrá torear a causa de haber contraído una pulmonía. Por tanto, Arruza tendrá que encerrarse con la media docena de Zacatepec sin ayuda alguna…
En un anuncio pagado por la empresa, que cubre media plana del diario, se anuncia a la afición el cambio del programa, que no fue posible sustituir a Silverio Pérez con otro diestro de igual categoría y que por esa razón es que Carlos Arruza matará la corrida en solitario y además se hace saber que uno de los toros de Zacatepec se inutilizó, por lo que será sustituido por uno de La Punta. Por esas razones, pone a la disposición de quien quiera hacerlo, el precio de las entradas adquiridas en caso de devolución.

El anuncio del cambio del cartel (El Informador, 14 de noviembre de 1943)
En la misma edición de El Informador – 14 de noviembre de 1943 – se inserta una gacetilla sin firma, titulada La casta de Arruza. Esa inserción tiene visos de ser pagada y es del tenor que sigue:
¡Yo toreo los seis toros!... En esa forma categórica, firme, producto de su consistencia, de su confianza y su poderío, contestó Carlos Arruza a la empresa cuando fue a suplicarle que lo hiciera… Pocas palabras, pero con un sentido hondo de la responsabilidad que tiene un matador de toros que posee casta de la buena… Silverio Pérez está enfermo. Y en la imposibilidad de sustituirlo con otra figura de su categoría, nadie mejor que un torero poderoso como Carlos Arruza para llenar el hueco del Faraón, y llenar plenamente el escenario ocre de la plaza con su alegría y su torerismo… Así que esta tarde veremos en una prueba máxima, sucederse en emotiva continuidad, las bellezas artísticas, el poderío, la técnica maestra, que en su espuerta lleva Carlos Arruza, torero de casta. (R)
El festejo y su resultado

Lo que parecía dispuesto para un gran triunfo del joven Carlos Arruza, al final concluyó en una actuación que yo podría calificar de buena a secas. La crónica y comentarios del festejo reconocen la solvencia del torero, pero traslucen que le faltó alma a su quehacer en el ruedo. Primero pongo aquí lo que Don Detalles publicó en su columna del día siguiente de la corrida:
La corrida de ayer fue de bostezo. Desde al encender el Canalejas, hasta tirar la bachicha, fue un puro cabecear. Despertamos únicamente con dos quites de Carlitos Arruza, y una faena al tercero que hizo aplausos. Fuera de eso vimos ayer un Carlos despacha – toros como se pudo y “naa” más… Se notó desde luego, la falta de Silverio. Si ha estado por ahí, Carlitos no se hubiera sentido tan apático. Se le notaron ganas de torear, pero no cualquier toro. Lo quería suavecito, hecho a la medida, dócil, comprensivo. Pero como ese animal no salió, Carlitos no hizo más que despachar bichos como se los mandaban del corral. Lo que vimos ayer, pues, no fue otra cosa que una matanza de reses salpicada con un poco de toreo… Sin embargo, en lo poquísimo bueno que vimos de Arruza, siguió éste siendo el torero fino de siempre. El público le toleró mucho, porque le estima. Si ha sido El Soldado, le echan la plaza abajo…
El comentarista juzga con dureza al sobrino de León Felipe, acusándole incluso de querer ir cómodo y de salir meramente a cumplir. La crónica firmada por Jarameño, sin juzgar con tanta dureza, nos deja ver que los toros fueron mansos y que aunque el diestro se esforzó, faltó ese punto de inflexión que hace que una tarde que tiende al hundimiento se transforme y se encamine hacia la luminosidad del triunfo. Lo escrito por el nombrado cronista es lo siguiente:
Carlos Arruza dio buena faena al 3º. Por haberse enfermado Silverio Pérez, tuvo que lidiar Carlos cinco sosos bureles y uno bravo. Debido a la enfermedad de Silverio Pérez, el matador Carlos Arruza tuvo que apechugar con la lidia de cinco toros de Zacatepec y uno de La Punta, dándose una tarde sosa y fría, pues hacía falta la competencia de diestros y además el ganado superó en sosería al festejo… El entusiasmo que existía en el público tapatío por esta corrida, decayó en cuanto se anunció el sábado que no actuaría Silverio y el lleno que se mascaba tuvo que conformarse con ser una buena entrada en sombra y mala en sol, ya que se vio un gran claro en este tendido… Cuando salió Carlitos, ataviado con hermoso terno azul y oro, fue recibido con calurosas palmas… No logró lucimiento con la capichuela en el lanceo de sus seis toros, pues no vimos una sola verónica digna de mencionar… En quites estuvo más afortunado, ya que al primero le dio cuatro chicuelinas, cada una mejor que la anterior. Al siguiente toro hizo el alivio con tres gaoneras valientes embarrándose al animal y un verdadero quite por mariposas, pues alejó al burel del picador caído… Vistosas fueron sus chicuelinas y navarras que recetó al tercero y con el cuarto uso las fregolinas y las navarras de nuevo, tan buenas como las anteriores, repitiendo este quite con el quinto. Al que cerró plaza, no había nada que hacerle… En cada una de estas ejecuciones fue entusiastamente ovacionado y escuchó el toque de la música, pues estuvo muy torero Carlos al hacer los alivios a los piqueros… En dos ocasiones prendió banderillas sin que lograra fortuna en ninguno de los seis pares que colocó… Con la muleta lo vimos como torero enterado y dominador que es… A “Coyotito”, que inició el desfile de sosos, lo dobló con suavidad y le insistió con pases de pitón a pitón, rodilla en tierra. Una media estocada, delantera y caidita, y luego otra hasta el pomo, también caidita, fueron suficientes para despacharlo… “Limeño” fue el segundo de Zacatepec, al que se dedicó a castigarlo únicamente, cogiendo una estocada pulmonar, un tanto caída… Su mejor trasteo fue el del tercero, de nombre “Resbaloso”, iniciándola con tres derechazos, de los cuales el último fue superior. Vienen luego un pase lasernista y uno de la firma, para hacer un cambio de mano y luego más derechazos, todo ello con sabor, por lo que se le aplaudió con frenesí… Continúa con pases por alto, aguantando, y ejecutando un riñonudo molinete de rodillas, en la mera cuna del astado, terminando con lasernistas, para que se desgranara la ovación. Vuelve a los de Laserna, pero ahora de hinojos, por lo que el público le agasaja con más aplausos y la música toca dianas en su honor… Lástima que tan lucida faena no la haya coronado como debía, pues da tres pinchazos antes de introducir el acero hasta lo rojo, resultando la estocada caída y descabellando al segundo intento… Con los otros tres bichos, que presentaron innumerables dificultades, pues se defendían, tiraban tarascadas, se colaban, etcétera, no pudo hacerles el trasteo que deseaba. Además pasó fatigas con la espada, pues al cuarto, de nombre “Aceitero”, lo mató con una media estocada, cuatro pinchazos y cuatro sopapos. Con los dos últimos tuvo más suerte, ya que al primer viaje dejó buenas estocadas… El “Chatito” Mora, que fue el sobresaliente, hizo dos quites, uno por gaoneras ceñidas y el otro con un farol de rodillas… Como decimos al principio, el ganado fue el malo, ya que solamente salió bravo el tercero, al que le dio una buena faena Arruza. Por lo demás el diestro se concretó a salir del paso como mejor pudo y en hora y media despachó a sus seis enemigos… ¡Ojalá un alma piadosa le obsequie un diccionario al “Artista” para que haga los letreros de los nombres de los toros con menos faltas de ortografía!
Faltaban unos cuantos meses para que Carlos Arruza aprovechara a cabalidad otro giro de la fortuna y sorprendiera primero, a la afición de Madrid y después a la de España entera, revelándose como un torero capaz de enfrentar y de mantener una competencia con Manolete y permaneciendo desde entonces, como una de las principales figuras del toreo de la historia.

El telegrama que justifica la ausencia de Silverio
El Informador
(14 de noviembre de 1943)

domingo, 10 de noviembre de 2013

No hay quinto malo

No hay quinto malo
(La foto me la robé de Errox's blog)
Buscando un dato me di cuenta de que esta bitácora cumple mañana lunes cinco años – y 406 entradas – de estar dando la tabarra en el éter informático.

Así como cuando la abrí un martes 11 de noviembre de 2008, este día dudé en recordar y señalar que ya hay aquí un lustro de recuerdos, comentarios, críticas – confieso que de esto, lo menos – y paseos por la historia de una tauromaquia que un día fue. Y es que quizás lo que hoy sucede en la Fiesta y en su entorno, poco o nada le anima a uno a escribir.

Un gran amigo, el que más me animó a poner esto, me decía que esperaba ver aquí cosas jugosas de lo que era y es la Fiesta en México. No sé si he logrado ese cometido, pero si puedo asegurar que por una parte La Aldea de Tauro me ha permitido conocer mejor sus raíces y me ha enseñado también a quererla y respetarla por lo que es y representa a partir de su historia y su tradición.

También – me ha dado buenos amigos, que también entienden a la Fiesta como un conjunto de valores atemporales y por ello, trascendentes. A todos ellos y a quienes sin manifestarse pasan por esta Aldea virtual, mi gratitud, pues sin Ustedes, esto carecería de razón de ser.

Pero hay que seguir andando y espero que dentro de cinco años haya ocasión de hacer otra reflexión como esta.

Un breve reconocimiento

Mañana lunes, en La Casa de Coahuila de la capital mexicana, se rendirá un sentido homenaje al matador de toros en el retiro Óscar Realme, por el cincuentenario de su alternativa, recibida el 21 de septiembre de 1963 en Oviedo, de manos de Diego Puerta, con toros de Atanasio Fernández y con el testimonio de Manuel Benítez El Cordobés.

Óscar Realme en
El Toreo de Cuatro Caminos
Óscar Realme es miembro de una generación de toreros mexicanos que se atrevieron a cruzar el Atlántico para formarse en ruedos hispanos y en su caso, obtener la alternativa en ellos, como Guillermo Sandoval, Fernando de la Peña, Rafael Bejarano, Abel Flores El Papelero, Gabino Aguilar, Jesús Delgadillo El Estudiante, Juan de Dios Salazar, Carlos Chávez Barrón, Joel Téllez El Silverio, Raúl Contreras Finito o Mauro Liceaga.

Confirmó la alternativa en Madrid al día siguiente de recibirla, con un toro de Francisco Ramírez, de manos de José Martínez Limeño y en presencia de José María Montilla. En la Plaza México hizo lo propio hasta el 13 de diciembre de 1965, apadrinándole Jaime Bolaños y fungiendo como testigo Benjamín López Esqueda. El toro de la ceremonia fue Chamacón de Zamarrero.

Óscar Realme toreó su última corrida el 21 de julio de 1974 en la Plaza de Toros Monumental de Monterrey, alternando con Fernando de la Peña, quien se despedía de los ruedos y Jesús Delgadillo El Estudiante. Fue el adiós no anunciado de un torero que fue condenado al ostracismo por cuestiones de política sindical y no por sus méritos o deméritos en los ruedos.

¡Enhorabuena, torero!

domingo, 3 de noviembre de 2013

1890: El día de los Fieles difuntos, perece escandalosamente la plaza de toros Colón

Carlos Borrego Zocato
Dice don Lauro E. Rosell en su obra Plazas de Toros de México, que levantada la prohibición juarista se levantaron de inmediato varios cosos taurinos en la capital mexicana y en un breve espacio de tiempo y de la mancha urbana se levantaron tres de ellos, el de San Rafael, el de El Paseo en la calzada de Bucareli y el de Colón, en las inmediaciones del Paseo de la Reforma, frente al monumento levantado en honor a Cristóbal Colón, tomando de allí su nombre. 

Esta plaza, construida con madera y que tenía como particularidad la existencia de dos hileras de lumbreras en sus tendidos de sol y sombra se inauguró el domingo 10 de abril de 1887 con un encierro de Atenco para Juan León El Mestizo y Antonio González Frasquito.  El diario El Nacional, de la capital mexicana, aparecido el 12 de abril siguiente contenía la siguiente información:


Inauguróse también el domingo la plaza del Sr. Teresa, el cual tuvo la satisfacción de ver el local completamente lleno; desde la barrera hasta la azotea no se veía un sitio desocupado. El ganado de Atenco dio mucho juego y resultó muy cargado, lo cual constituyó las delicias de los concurrentes. Por sus comodidades, buen ganado y precios moderados, creemos que la plaza de Colón será la preferida del público...
El también en la nota periodística anterior viene al caso porque ese mismo día abrió también sus puertas la de San Rafael. La existencia de la plaza Colón sería muy corta, pues los sucesos que hoy me tienen aquí de nuevo, resultan ser, según el mismo Rosell, el último festejo que se dio en la historia de ese escenario taurino.

Dramatis personae

Para el domingo 2 de noviembre de 1890 se anunció un encierro potosino de Guanamé para los diestros hispanos Carlos Borrego Zocato y el valenciano Vicente Ferrer Pollito que recibiría la alternativa. 

Toro de Guanamé en 1911
Zocato tenía ya alguna historia entre nosotros, pues desde 1886 hacía campañas como banderillero y “media espada” al lado de toreros como Cuatrodedos, Hermosilla, Valentín Martín o Ponciano Díaz. Recibió la alternativa en Madrid en 1889 y a partir de entonces alternaba sus campañas en plazas españolas y americanas, aunque tuvo más predicamento de éste lado del mar.

Por su parte Pollito formó parte como banderillero de las cuadrillas de Cara Ancha, Fernando Gómez El Gallo y el nombrado Valentín Martín. En 1885 viene a México, permaneciendo entre nosotros hasta 1892, año en el que debuta en Madrid. Se destaca por su valor, tanto así que la publicación El Arte de los Toros le describe así: Ferrer es el torero más castigado de los toros que se ha conocido, que se conoce y que se conocerá. Así y todo aún no sabe lo que es tener miedo…

Por su parte, el ganado de Guanamé era de origen nacional, es decir, sin cruza española. Aunque la siguiente información está fechada en 1911, no creo que hubiera una gran diferencia en la conformación de la ganadería, según lo contó S. Huerta – Rodrigo en el semanario madrileño Respetable Público:
De entre las ganaderías mexicanas que merecen los honores de ser mencionadas, hay que reservar un espacio de preferencia a la vacada que, por pastar en la Hacienda de Guanamé, tiene este nombre, y de la que es propietario el rico y entusiasta aficionado D. Mariano Hernández Ceballos, que reside en San Luis Potosí, donde tantas simpatías disfruta por sus condiciones caballerosas y alta posición social... Las reses de esta ganadería lucen en su divisa los colores verde y negro, y en lo que respecta al historial de esta vacada, hay que indicar que en su formación no han intervenido para nada los elementos españoles, lo cual no ha sido obstáculo para que los toros obtenidos sean muy estimables y gocen de bastante renombre en el país… Esta ganadería es quizá la que da mayor contingente de reses para la lidia, siendo de esperar que, con un poco de cuidado, se llegue a formar un tipo de toro excelente, con bonita lámina, mucha nobleza y bravura, y esa fineza que tanto agrada a los públicos... Teniendo estos bureles buenas condiciones naturales, ¿cómo el Sr. Hernández Ceballos, hombre entusiasta, inteligente y riquísimo, no efectúa una buena cruza con elementos españoles de depurado origen? Los resultados no se harían esperar ni por el tiempo, ni por la clase, y los Guanamé conseguirían ocupar, entre las pocas ganaderías de cartel del país mexicano uno de los primeros lugares... Los pelos corrientes en los bichos de esta ganadería son los verdugos y los cárdenos...
El día de autos

Al parecer la entrada fue extraordinaria. Remendao, cronista del diario El Universal de la capital de México, el 4 de noviembre de 1890, sobre la asistencia al festejo cuenta esto:
Había una afluencia tal en la plaza de Colón que parecía que no se trataba de una corrida de toros, según las muestras, sino que iban a fusilar de nuevo al infortunado sargento Zeferino Martínez... Porque han observado los que pierden el tiempo atando cabos, que la concurrencia aumenta en los espectáculos sangrientos o sanguinolentos, como dice un poeta amigo mío en razón inversa de la baratura de las entradas y de la calidad de las víctimas... Pero estos puntos deben ser materia de editorial jeremíaco o sermón de semana santa… Decía yo que la concurrencia era numerosa. En cuanto a lo distinguido ya pueden ustedes saberlo sólo con decir que había diputados, directores de periódicos, senadores y ministros... Por lo que toca al sol, el lleno era completo: aquello era un verdadero sol de esperanzas para los señores empresarios...
Se anunciaron seis toros y salieron al ruedo nueve. Del primero al tercero un sustituto bastó para reemplazar al manso titular. El cuarto requirió dos reemplazos y allí ardió Troya. El diario El Tiempo de la Ciudad de México, el 4 de noviembre, sesgadamente relata lo siguiente:
Al ver los concurrentes que el espectáculo, que la diversión no les había salido a su gusto por la mansedumbre de los toros y que por lo tanto iban a verse privados de presenciar la multitud de lances horripilantes que se producen en la bárbara lucha del hombre y la fiera, prorrumpir en gritos estridentes, y un vocerío inmenso ensordecedor, que no era sino el prólogo de mayores manifestaciones, se levantó en toda la plaza... La indignación del público subió de punto al ver que un torero ascendió al palco de la presidencia y se acercó a decir a la autoridad que a causa de la falta de toros, no podía continuar la corrida... Entonces sí, y  al informarse que no había ya corrida, se desató una verdadera borrasca, un escándalo mayúsculo, los terribles amateurs se vieron contrariados terriblemente y comenzaron a arrojar al redondel multitud de objetos que a la mano se encontraban y luego siguieron las sillas, butacas, etcétera y a estas fueron a reunirse muy pronto tablas arrancadas de los palcos, barandales, trozos de columnas y otros mil objetos... El redondel se halló bien pronto repleto con los despojos de la plaza, la multitud grandemente excitada y no contenta con haber destrozado la plaza, hablaba de quemarla... Entre tanto, la policía no estaba ociosa y planeaba contener el tumulto, pero era de tal naturaleza, tan grande la indignación que sus esfuerzos pronto fueron menos que inútiles... En vano el Gral. Carballeda se multiplicó dando órdenes que no podían cumplirse, pues para ello habría sido necesario reducir a prisión a todos los concurrentes, especialmente a todos los del departamento de sombra... No sabemos que se hayan hecho aprehensiones ningunas... Parece que se obligó a la empresa a devolver los boletos y quizás las entradas volverán a poder de sus dueños...
Por su parte José M. Fregoso, segundo réporter del diario El Nacional, también de la capital de la república, el 5 de noviembre hace la siguiente relación y reflexión:
El público se indignó... De la parte de sol se arrojó la primera tabla... Pocos momentos después reinaba en la plaza la confusión y el desorden más espantosos... Las sillas fueron a dar al ruedo y los barandales de ambos tendidos eran arrancados y hechos pedazos por los concurrentes... La policía pretendió calmar los ánimos; pero resultó lo contrario, viéndose obligada a presenciar tranquila el alboroto... Al expirar la tarde, la plaza había sido abandonada, dejándola el público considerablemente destruida... No aprobamos actos de esta naturaleza, pero ya que tienen lugar, deseamos que sirvan a las empresas de escarmiento, a fin de que cumplan con el público sus compromisos...
Los infaltables

Los ataques a la fiesta y a quienes profesan afición a ella no cosa de estos tiempos que corren. En la sesgada relación que ya cité del diario El Tiempo, se concluye con lo siguiente:
Sea de ello lo que fuere, el escándalo del domingo es una consecuencia de las corridas de toros, bárbara diversión que es capaz de originar tumultos y desórdenes como el que hemos mencionado...
Y por su parte, el Monitor Republicano, a dos días de la corrida contiene la siguiente proclama cuando relata lo sucedido en la corrida:
Deseamos que las empresas taurinas no den lugar a estos escándalos, que según parece van adquiriendo carta de naturalización entre nosotros... Lo triste es que no queda ni recurso de censurarlos, porque la misma autoridad los provoca no tomando oportunamente toda clase de medidas para evitar que se engañe al público de una manera descarada, y permitiendo, sobre todo, las lides de toros... ¿Servirá esto de lección a las demás empresas de toros?... Los taurófilos han quedado satisfechos, porque gozaron con aquél escándalo, más que con dos buenas corridas de toros...
Requiescat im pace

El citado Lauro E. Rosell indica que este fue el último festejo celebrado en la plaza de toros Colón, aunque erróneamente cita como primer espada del cartel a Cayetano Leal Pepe Hillo. Triste final para un coso taurino que tuvo una breve existencia y una fecha curiosa fue en la que le tocó perecer.

domingo, 27 de octubre de 2013

Detrás de un cartel (X)

El cartel con historia
Tras de la conclusión de la Feria de San Isidro de 1956 – de solamente 10 festejos – y previo a la celebración de la Corrida de la Beneficencia de ese año – formada con los triunfadores del serial del santo patrono, no montada de antemano, como hoy se acostumbra – para el domingo 3 de junio se ofreció a la afición madrileña un festejo en el que los toros a lidiarse provenían de la ganadería de los hermanos Escudero Calvo y se encargarían de lidiarlos el sevillano Antonio Vázquez, el venezolano César Faraco y el mexicano Antonio del Olivar. Por delante iría la rejoneadora Ana Beatriz Cuchet, con un novillo de Clemente Tassara.

De las relaciones que he podido obtener, veo que la corrida tuvo muchas aristas de interés para el aficionado. Pero en este caso vale desmenuzarlas, porque reflejan situaciones que a más de medio siglo de distancia no son nuevas y se siguen produciendo, como podremos leer a continuación.

José María del Rey Caballero Selipe, en el diario ABC de Madrid del 5 de junio de 1956 hace la siguiente reflexión acerca de los toros lidiados:

¿Dónde están los ases?... Podíamos haber estampado diversos títulos, todos directamente relacionados con el trapío y la fuerza de los toros, que reclamaron los comentarios básicos de la corrida, pero se nos vino al teclado de la máquina la interrogante que figura en la cabeza y que, naturalmente, no resulta, ni mucho menos, ajena a la estampa y el respeto de las reses de los señores Escudero Calvo que, de entrada, merecen, por la presentación de su ganado, una ovación cerrada de todos cuantos, en los presentes tiempos de blandenguería, no olvidan que la fiesta taurina, pese al almíbar con que se la desnaturaliza, es espectáculo recio, gallardo y viril… señalemos que los toros de Escudero tomaron veinticinco varas, a más de algún refilonazo, y proporcionaron diez caídas, casi todas ellas violentas y de peligro. Los piqueros pasaron una jornada laboriosa y comprometida, y es justo, ya que en otras ocasiones nos dan motivo de censura, subrayar que varios de los varilargueros actuaron con animosa perseverancia…
Por su parte, Luis Uriarte Don Luis, en la Hoja del Lunes del día siguiente al del festejo, reflexiona lo siguiente sobre los antes Albaserrada:
Una corrida a la antigua... ¡Vaya toros los de Escudero Calvo lidiados ayer en Las Ventas! Dentro del tipo de los albaserradas – predominando el gris de los cárdenos, dos más claros y dos entrepelados, junto a dos negros –, seis toros magníficamente presentados, con romana, con pitones, con los pelos de la edad en la cara, con cuajo de toros hechos por entero, a la antigua… Toros, además, con casta y mucho poder, con el poder que hoy supones el derribar algunos de ellos hasta tres y cuatro veces a los acorazados jamelgos, conmoviendo con su estrepitosa pelea al respetable, que aplaudió durante el primer tercio y en el arrastre…
Como podemos ver, ayer como hoy, el toro existe. El problema es que solamente se le aparece a quienes son los menos afortunados.

Respecto de la actuación de los toreros, Selipe señala lo siguiente:
Vaya seguidamente un caluroso elogio, igualmente previo, a los diestros que pecharon con una corrida que a muchos resultaría espantable, y quede también para los tres jefes de cuadrillas la estimación, valedera para todas las suertes que ejecutaron, de las circunstancias en que salieron a enfrentarse con la dura papeleta. Mientras los toreros de más campanillas, por frisar ya la veintena de espectáculos, se encuentran, teóricamente en condiciones para hacer frente a las pruebas más difíciles, que rehúyen, de los matadores que actuaron el domingo, no habrá llegado uno a torear tres festejos, uno habrá participado en un par y el tercero aún no se había vestido de luces esta temporada, y para más justa ponderación del gesto no está de más recordar que dos de los espadas han visto rasgar sus carnes por cornadas de suma gravedad… Creemos que la Empresa brindará a cada uno de estos tres espadas ocasión de más propicias posibilidades…
En tanto, Don Luis dice acerca de ese mismo tema lo que sigue:
…con esos “tíos” – ¿cómo no? – se las entendieron, y se las entendieron bastante bien, que conste por anticipado, tres muchachos modestos, sin otras pretensiones que las muy legítimas de triunfar y abrirse paso en el toreo…
Un escuderocalvo romaneando y el picador aguantando
Foto: Agencia Cifra (Hoja del Lunes, 04/06/1956)
El torero de San Bernardo, Antonio Vázquez parece ser que al final resultó ser el mejor librado de la terna. En el primero de su lote dio la vuelta al ruedo y en el segundo armó una faena que rozó, por las descripciones que contienen las crónicas consultadas, los límites de la importancia. La narración que de ella hace Don Luis es de la siguiente guisa:
La forma en que llevó la lidia de su segundo toro, especialmente desde el principio al fin, cuidándolo, mimándolo, para que no se viniese abajo y se le estropeara, no está al alcance de cualquiera y acredita a un diestro de que así se le deba y se le pueda considerar. En estos matices de la lidia se fija poco el público, pero en la crítica está el resaltarlos por su meritorio valor intrínseco. La faena del sevillano con este toro fue sencillamente magnífica, sobresaliendo los redondos sobre la mano derecha mandones y templados, los naturales con la izquierda, ceñidos y arrogantes, los de pecho como remate de las series, las giraldillas como adorno del conjunto. Una faena, de añadidura, ligada con la más sobria justeza, exacta, sin un pase de más, sin un pase de menos. Así lo entendieron los espectadores, que le jalearon a todo lo largo de su desarrollo. Si la estocada no hubiera llegado después de tres pinchazos, el toro no se hubiera ido sin alguna oreja al desolladero. ¡Por vida del estoque!...
Tuvo que matar además al quinto, por percance de César Faraco, quien tras de la muerte del segundo de la tarde, también dio la vuelta al anillo. La versión de Selipe acerca de su actuación en ese toro, es la siguiente:
César Faraco, que se había apretado en su turno del primero, veroniqueó con ajuste por el lado izquierdo al segundo de la tarde, en el que hizo un quite valiente. Ante los toriles comenzó la faena, tratando de corregir la querencia del bicho hacia la puerta de salida, y, cuando lo consiguió, muleteó el de Venezuela con pundonor para lograr el asenso del respetable, que aplaudió pases altos y redondos de estimable factura y naturales muy voluntariosos; César entro a herir de dentro afuera; la segunda vez también atacó recto aunque en ninguna de las dos acertó a ahondar el acero, lo que alcanzó en el tercer viaje, del que resultó un estoconazo contrario…
César Faraco fue trasladado al Sanatorio de Toreros para ser atendido por el doctor Jiménez Guinea de contusiones múltiples y conmoción cerebral misma que fue calificada de pronóstico reservado, pero que le impedía continuar la lidia.

Y por lo que refiere a la actuación de Antonio del Olivar, ambas crónicas coinciden en que saludó dos ovaciones. La versión de Don Luis sobre su actuación, es esta:
Otro valiente: Antonio del Olivar. Se lo jugó casi todo en un quite con el capote a la espalda con su primer toro, que se aplomó a las primeras de cambio, y acabó de jugárselo en la faena de muleta, dispuesto, como sus compañeros, a no desentonar en el heroico trance que representaba contender con tan serios enemigos. Algunos pases en redondo, sobre todo, le resultaron soberbios. Le faltó al muleteo cierta ligazón, y acaso por ello no lució el conjunto lo debido. Tras un pinchazo y una estocada corta, no acertó con el descabello hasta el sexto golpe, y la calificación definitiva se quedó en una ovación… Al sexto lo veroniqueó, muy bien, lo muleteó con la misma valentía que al anterior, y, tras una estocada, tampoco acertó con el descabello hasta el séptimo intento, por lo que las palmas sonaron en atención a los merecimientos de la faena y a la voluntad y valentía que el mejicano puso en agradar a la concurrencia…
La rejoneadora Ana Beatriz Cuchet dio la vuelta al ruedo tras de que el sobresaliente diera fin al novillo que le tocara en suerte.

La reflexión final que puedo obtener de esta remembranza es que nada nuevo hay bajo el sol. Las corridas de verdaderos toros siguen criándose en el campo y estarán en la plaza para aquellos que no están bendecidos por la fortuna y tal parece que así ha sido desde hace mucho tiempo. La historia que aquí les recuerdo así parece demostrarlo. 

domingo, 20 de octubre de 2013

Rafael Rodríguez en el recuerdo

El Volcán de Aguascalientes, triunfador
(Foto: Carlos González)
Rafael Rodríguez Domínguez es el torero que más rabos ha cortado en la Plaza México. Obtuvo seis como novillero y cinco como matador de toros. La forma en la que irrumpió en el planeta de los toros en la temporada de novilladas de 1948, motivó que Paco Malgesto le impusiera el sobrenombre de El Volcán de Aguascalientes, mismo con el que se le conoce y recuerda aún a esta fecha.

En esta oportunidad quiero recordarle en una de sus primeras actuaciones en la Plaza México. Para ello, extraigo de la hemeroteca la crónica que de la novillada celebrada el domingo 24 de octubre de 1948, publicó en el periódico Ovaciones José Alameda y que es del tenor siguiente:  
Rafael Rodríguez, el torero solemne de la cara trágica. Otra oreja y otro rabo para el de Aguascalientes, que hizo enorme faena al tercero. Rafael de Portuguez, muy empeñoso y torero, dio vuelta al ruedo en el cuarto. Heriberto Rodríguez Jr., no se vio. Devolvieron indebidamente uno de los de Zotoluca, vacada que envió tres buenos toros. 
¿Se acuerdan ustedes de aquellos tiempos heroicos del cine, cuando triunfaba en las pantallas del mundo Eddie Polo? Era un actor lleno de expresiva energía, lo que hoy llamaríamos “dinamismo”, y representaba invariablemente el papel del hombre impasible a todos los peligros. Cada episodio de sus películas en serie, lo dejaban casi prendido en la guadaña de la muerte. Pero al siguiente pie de película, Eddie – el héroe – se salvaba, para continuar, con elegante impasibilidad, su carrera de riesgos y de triunfos. Polo emocionaba a los chicos. Y también a los grandes. 
Pues bien, en cierto sentido, Rafael Rodríguez me recuerda el caso de Eddie Polo. Porque Rafael, siempre al ras de la muerte y siempre salvado de ella, emociona también a los chicos y a los grandes, quiero decir que su heroísmo de torero llega lo mismo al corazón de las nuevas multitudes que han invadido la fiesta, que al de los aficionados tradicionalistas, que gustan del toreo “serio”. Con una diferencia: los peligros de Eddie Polo eran fingidos y de él los salvaba el director. Los de Rafael Rodríguez son verdaderos Y se salva él solo, lo salva su arte. 
Después de Eddie Polo, el cine evolucionó mucho. Y en lugar de lo puramente heroico, de las emociones fuertes que él nos daba, vinieron cosas quizás más bellas, pero más decadentes, en que la figura central del protagonista ya no tenía la misma importancia. Películas más finas, es posible, pero menos fuertes, que emocionaban menos. 
Con el toreo sucedió algo parecido. Vinieron los “estilistas”, los especializados, los peritos del pormenor, los refugiados en el “detalle”. El toreo se fue haciendo más delicado, más chiquito. Manolete fue el “Mesías” que llegó para salvar a la fiesta de toros del “pequeñismo” y restituirle su tono de epopeya, su grandeza heroica, a banderas desplegadas frente a la muerte. 
De ahí procede Rafael Rodríguez, quizá porque su nombre le marcó el sino. Arriesgado como aquel Eddie Polo que estremecía a las multitudes desde la pantalla. Pero también severo, conciso, serio como un sacerdote. Así eran los Rafaeles de Córdoba. Así también Manolete. Torero de gran estirpe, este mexicano de la cara trágica, a quien parece que le cuesta trabajo sonreír, está tirándole su nombre a la leyenda y a la fama cual un desafío, igual que el lidiador de gallardías le tira la montera a la cara al toro, para que se le arranque y dejárselo pasar muy cerca, muy “en serio”, como debe ser el toreo. 
Ayer, Rafael Rodríguez volvió a llenar la plaza, como otras veces. La reventa – perseguida – puso los boletos al doscientos por ciento, en sombra; al cuatrocientos por ciento, en sol. Y no diría yo que ayer toreó Rafael como otras veces, porque no sería cierto. Ayer, toreó como nunca. Su faena al tercero de la tarde, ya no fue la faena de un novillero valiente, que se juega la vida, sino que fue una faena de verdadero matador de toros. Una faena hecha con cabeza y con corazón. Con dominio y con arte. Y, por supuesto, con una emoción insuperable. 
El toro de Zotoluca lidiado en tercer lugar, tenía fuerza y tenía sentido, se frenaba por el lado izquierdo, achuchando. Sin duda por tal motivo, Rafael le clavó los tres pares de banderillas por el lado derecho. Pero esto no bastaba – claro está – para resolver el problema que representaba el toro. Hacía falta dominarlo con la muleta. Y, después, torearlo. Rafael hizo las dos cosas. 
Comenzó en el tercio, doblando con el toro. Cada ayudado por bajo estuvo perfectamente rematado, como si quisiese abrochar al de Zotoluca, con los cuernos contra la cola. Y cada muletazo, ganando un paso hacia los terrenos de afuera. Hubo maestría, porque los pases estuvieron dados con la más rigurosa técnica. Hubo arte, porque el torero midió la fuerza de la embestida y fue sometiendo al toro hasta que no mandó la fuerza de éste, sino el imperio de la muleta. El torero acabó imponiendo su propia medida contra la medida de toro. Esto es lo que se llama dominar. 
Después, vino el torear. Quiero decir el torear ya más a gusto. Porque lo primero también había sido torear, en el más alto y profundo sentido. Ya en los medios después de aquellos doblones, se irguió Rafael y toreó por alto, primero estatuariamente y después abriendo el compás para acompañar al toro. Un ayudado por alto, despatarrado el torero mientras llevaba embebido en largo viaje al toro, fue de asombro. Parecía, en aquel pase trágico y hondo, que el toro iba queriendo beberse la muleta como una larga corriente de sangre. Después, los derechazos y, por último, las “manoletinas”, sin alardes innecesarios de desviar la mirada, sino con emoción concentrada. Diríase que el torero estaba orando. Orando por su propia muerte, a cada minuto posible, a cada segundo inminente. El público, contagiado de aquella emoción ruda y solemne, puso a los pies del torero un pedestal de sombreros de palma. Mató Rafael con su facilidad asombrosa para encontrar los altos, pues le bastó con un pinchazo hondo, que no llegó ni a media estocada, para que doblase el fuerte, encastado, peligroso ejemplar de Zotoluca. Y la multitud rugió igual de fuerte que en los momentos de peligro de Eddie Polo, pero con una solemnidad que sólo se siente ante una tragedia clásica, o ante un torero como éste. Esta faena fue para Rafael Rodríguez de consagración. 
Antes había hecho Rafael un quite fantástico por “fregolinas”, en el segundo; algo así como el prólogo de lo que había de venir más tarde. Pero con el sexto, no pudimos verlo. Y no por culpa suya, sino porque al público se le antojó chico el toro y lo devolvieron. Salió otro de San Diego, declaradamente manso, sin duda por estar muy “corraleado”. Y también lo regresaron a los corrales. En tercer término, soltaron un cárdeno de Atenco, de media arrancada, Rafael hizo lo único que cabía hacer: estuvo breve. Pero el público, que guardaba todavía las vibraciones de aquellos momentos insuperablemente emocionantes del tercer toro, persiguió a Rafael y lo cargó a hombros. Como otras veces. Pero esta vez, en lugar de un novillero valiente, llevaban en alto, por las calles de México, a un auténtico Rafael, un Rafael mexicano, pero con la misma serenidad grande, solemne, de aquellos Rafaeles de Córdoba, de aquel Manolete descendiente de ellos. 
Y no es exageración. Es que como ayer toreó Rafael Rodríguez solamente han toreado los grandes… El primer espada fue Rafael de Portuguez Rafaelillo. Viene de su viaje sudamericano muy “puesto” y con valor renovado. Hizo cosas bonitas a veces, como aquellos muletazos en el centro del ruedo al cuarto de la tarde, con gracia, con donaire de torero. Y como aquellos naturales suaves a sus dos enemigos. Se hincó en muchas ocasiones para conseguir muletazos muy espectaculares. Y dio, tras de matar al cuarto, una vuelta al ruedo como premio a su faena, quizás demasiado largo, un poco desligada, pero llena de momentos inspirados, porque Rafaelillo tiene finura y buena planta. 
Heriberto Rodríguez fue el que vio el santo por el reverso. Le correspondió el peor lote y él tampoco hizo mucho por sobreponerse a su poca fortuna. Lástima, porque sobe torear. Pero para torear, lo primero es pararse. Y Heriberto no se decidió. 
Pregunta final, al juez de plaza. ¿Por qué retiraron al sexto de Zotoluca? Sobre la puerta de toriles, el rótulo decía que el toro pesaba 327 kilos. Si eso era cierto, no debieron devolverlo. Y si no lo era, no debieron poner en el rótulo un peso inexacto. 
El encierro de Zotoluca, disparejo como queda dicho, dio sin embargo buen juego en lo general. Frente a los caballos y frente a los lidiadores de a pie. Muy suaves y nobles el segundo y cuarto. Bravo – aunque peligroso – el tercero. ¡Y lástima del sexto, que debió lidiarse y no se lidió!
Rafael Rodríguez se despidió de los ruedos en la Plaza de Toros San Marcos de Aguascalientes el 26 de abril de 1971, estoqueando en solitario seis toros de La Punta. Testigos de honor de tal acontecimiento fueron entre otros Rodolfo Gaona, Fermín Espinosa Armillita, Conchita Cintrón, Juan Silveti, Eduardo Solórzano y José Alameda, quienes apreciaron la entrega de su gente cuando rodó Trianero, el sexto de la tarde y sus hijos Rafael (+) y Nicolás bajaron al ruedo a desprenderle el añadido.

El pasado miércoles – 16 de octubre – se cumplieron dos décadas de que El Volcán de Aguascalientes se apagara, pero su recuerdo sigue vivo entre la afición, que le tendrá siempre presente como ejemplo de torería y de entrega en el ruedo.

Aldeanos