domingo, 10 de marzo de 2013

8 de marzo de 1953: Antoñete recibe la alternativa en Castellón

Antoñete en Caracas, con un toro mexicano de
don Manuel de Haro (Cª 1977)
El pasado viernes se cumplieron 60 años de que Antonio Chenel Antoñete fuera investido como matador de toros por Julio Aparicio en la Feria de la Magdalena de Castellón de la Plana, otorgándole una dignidad que llevó por los ruedos del mundo durante casi medio siglo, proclamando siempre una tauromaquia pura, ejemplar y modélica que a despecho del así llamado cambio de los tiempos, nunca perdió su solidez y su aroma.

La de 1953 fue una temporada que inició temprano en el calendario. Ese domingo 8 de marzo aparte de la corrida de Castellón, se dieron dos festejos en Madrid – uno en Las Ventas y otro en La Chata de Carabanchel – y también en Barcelona y Calatayud se celebraron novilladas y la prensa de la época relata el verificativo de una corrida en Casablanca en la que actuó mi compatriota Jesús Córdoba.

Otro aspecto de interés que rodeaba la alternativa de Antoñete es que durante el año de 1952, Antonio Bienvenida había lanzado su campaña contra la manipulación de las astas de los toros – afeitado – y algunos medios de comunicación se habían hecho eco de ella. En el ambiente de esa justa reivindicación, muchas figuras se negaron a alternar con el hijo del Papa Negro, pero al tiempo, al menos en las plazas de más predicamento se comenzaban a ver corridas de mayor arboladura y en apariencia, intactas.

Antoñete contó a Manuel F. Molés lo siguiente:

La gente – rememora Antonio – como si fueran a ver toros contra leones. La campaña contra el afeitado fue de un eco enorme. La verdad es que se afeitaba tanto como se afeita ahora, para las figuras y en las plazas que podían. En las plazas grandes, y sobre todo en las corridas de toreros modestos, el toro salía sin tocar. Pero se formó la mundial y a la postre salió una corrida de Curro Chica, astifina, esaboría, sin clase y con sólo un toro medio bueno al que Aparicio le cortó una oreja. (Antoñete. El Maestro. Pág. 57)

El cartel del 8 de marzo de 1953 en Castellón lo formaron Julio Aparicio, Pedro Martínez Pedrés y Antoñete, que recibiría la alternativa. Los toros serían de los que llevaban en el anca la corona de Braganza, es decir de Curro Chica, de Jerez de la Frontera. El toro de la cesión se llamó Carvajal, número 54, de pelo negro.

Las crónicas del festejo son casi partes informativos de la misma. Tanto la Hoja del Lunes de Madrid del día siguiente de la corrida, como el ABC del 10 de marzo, reproducen la siguiente información generada por la agencia CIFRA:

Castellón de la Plana, 8. – Lleno completo. Toros de Francisco Chica. – Antoñete, que tomaba la alternativa, toreó bien de capa al primero y lo muleteó aceptablemente para una estocada. Se le ovacionó. En el sexto hizo una buena faena, lo despachó de una estocada, un pinchazo y un descabello y fue ovacionado. – Aparicio veroniqueó superiormente al segundo, le hizo una gran faena y lo mató de una estocada. Cortó una oreja. En el otro cumplió con la muleta y acabó con una estocada. – Pedrés muleteó aceptablemente a su primero y lo mató de tres pinchazos y un descabello. En el otro, por el estilo con la muleta, para acabar con media estocada y un descabello. – Pesos: 278, 268, 287, 309, 303 y 286.

Una crónica algo más prolija aparece en el diario que en la fecha se nombraba Nueva España. Diario de Falange Española, Tradicionalista y de las J.O.N.S y que hoy es el Diario del Altoaragón, de Huesca, aparecida al día siguiente de la corrida y que es del tenor siguiente:

Antoñete obtuvo un éxito en Castellón el día de su alternativa. – Castellón de la Plana. Corrida de la Magdalena. Toros de Curro Chica, de Jerez de la Frontera. Alternativa de Antoñete. – Antoñete, en su primero, estuvo valiente y fue ovacionado. A su segundo le hizo una buena faena, acabando de una estocada, pinchazo y descabello. El diestro es despedido con una gran ovación. Aparicio hizo entrega en el primero a Antoñete de los trastos de matar. – Aparicio, en su primero, oyó música en la lidia y se adornó en varios pases de rodillas. Mató de una estocada casi entera y cortó una oreja, aunque el público pedía las dos. Ovación. – A su segundo, Aparicio le hizo una buena faena y lo mató de una casi entera, con derrame. Se lanzó un “capitalista” que fue cogido y recibió una cornada que le produjo destrozos en las partes blandas de la pierna derecha. – Pedrés, en su primero, tiene que salir al quite del “capitalista” que se lanza al ruedo y que después de que se dan dos pases es retirado del ruedo por los peones. El diestro acabó con el toro, después de una faena lucida, de tres pinchazos y descabello; a su segundo enemigo, Pedrés lo toreó por bajo y lo mató de media y descabello.

De la relación que hace J. Lloret, corresponsal del semanario El Ruedo, extraigo lo siguiente:

Dos factores principales contribuyeron al brillante resultado económico de la corrida: el día primaveral que hizo y la propaganda que durante todo el invierno se ha venido haciendo en torno al toro de lidia... En cuanto a peso y edad, vino a Castellón una corrida seria. Pertenecían los toros a la ganadería andaluza de don Francisco de la Chica, y como decimos estuvieron muy bien presentados, ya que dieron un peso en bruto de 501, 516, 530, 557, 549 y 535 kilos, respectivamente, por orden de salida. La corrida no ofreció dificultades para los lidiadores, ya que ninguno de los seis bichos acusó peligro. Cierto que casi todos ellos llegaron muy aplomados al último tercio, pero cúlpese de ello a la poca fuerza que sacaron. Los menos apropiados para el lucimiento fueron los corridos en primero y cuarto lugar, es decir, el toro de la alternativa de Antoñete y el segundo de Julio Aparicio, diestro este último que cortó la única oreja del festejo... Creemos que con Antoñete estamos en presencia de un torero de extraordinarias proporciones, a pesar de que su primera actuación como matador de toros no ha sido muy afortunada. Antoñete es un torero de clase y además lidiador, condición ésta muy interesante si hay que enfrentarse con corridas cuajadas. En su primero se lució en unos lances muy buenos; pero luego los picadores se ensañaron con el bicho y ante la bronca del público el novel matador de toros se desconcertó. En su segundo creímos que iba a llegar la faena grande; pero el toro se vino abajo y el madrileño sólo pudo conseguir unos pases muy buenos con la derecha y dos series de naturales soberbios que ligó con el pase de pecho. Lo que hizo fue de tal calidad que pudo haber cortado la oreja si la estocada no hubiese resultado atravesada...

Entrada a la corrida de la
alternativa de Antoñete
Como podemos ver, el recuento que hace Antoñete en 1996 del resultado de la tarde de su alternativa a través del juego de los toros, no difiere en mucho con lo que las crónicas periodísticas dijeron en su día. Los toros no se prestaron a florituras y los toreros les dieron la lidia que éstos pidieron, siendo reconocidos por ella, pero sin aires de apoteosis. Eran otros tiempos.

Fueron compañeros suyos de quinta entre otros Dámaso Gómez y Manuel Jiménez Chicuelo II y entre los que son o se arraigaron de este lado del mar, Luis Solano, Miguel Ortas y José Zúñiga Joselillo de Colombia y en cuanto a sus actuaciones, siguió a Pedrés que sumó 48; Antonio Ordóñez con 47; César Girón, 41; Jorge Ranchero Aguilar, 39 y Antoñete con 36 al igual que Jumillano, para ser el quinto lugar de su escalafón.

Decía al inicio que Antoñete ejerció su ministerio de matador de toros durante casi medio siglo. Medio siglo en el que vivió con intensidad muchas luces y sombras para escribir una historia con la que, quizás, sin proponérselo, se convirtió en referente de varias generaciones de aficionados y de toreros y con un mérito agregado, atrajo al mundo de la fiesta a personas a las que sin su manera de ser y de ver la vida, quizás no las hubiera interesado en él.

Concluyo esta remembranza con una reflexión de José Carlos Arévalo a propósito de la faena de Antoñete a Atrevido de Osborne en 1966 y que creo que presenta con claridad la manera en la que El Maestro entendía el toreo:

La lidia es un arte de preguntas y respuestas que se hacen mutuamente el torero y el toro. Según este pensamiento, a la par esencial y estratégico, basta para garantizar nuestra atención a la lidia. Toro y torero se niegan en cada embestida y la afirmación de uno supone el fracaso del otro. Solo cuando la conjunción de ambos disuelve (¿o agudiza?) la pugna, el misterio del toro ha sido descubierto y el toreo resplandece. Es mentira, es una superficial tentación platónica creer que la faena ideal cae del cielo, que la regala el toro, que se la regala y nos la regala el torero. Sí así fuera, la lidia carecería de sentido y el arte de torear no justificaría tan paciente espera...
Un interesante documento visual se encuentra en los primeros tres minutos del No – Do del 29 de junio de 1953 (mismo que pueden ver en esta ubicación). No lleva imágenes de la corrida de la alternativa de Antoñete, aunque el cartel de toreros sea el mismo – Aparicio, Pedrés, Antoñete – porque estas corresponden a la Corrida de Beneficencia de ese año. No obstante, nos deja ver lo que sería la primera edad del Torero de Madrid por antonomasia y tener una aproximación a lo que fue la tarde de su alternativa. Los toros fueron de Sánchez Cobaleda.

domingo, 3 de marzo de 2013

Pablo Lozano en Aguascalientes


Castilla en San Marcos

Pablo Lozano
Castilla es una región histórica de España, que desde el siglo VIII es conocida como tal, pues existen documentos árabes del año 759 que lo confirman y señalan que las tierras castellanas abarcaban la superficie comprendida entre el río Duero y la cordillera cantábrica. Tradicionalmente el territorio considerado castellano, al margen de las divisiones que de carácter político se han hecho de la península ibérica, es el que comprende las provincias de Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid y Toledo.

El paisaje castellano es singular y en mucho marca la manera de ser de los hijos de esa tierra, que proverbialmente son austeros y reservados. La austeridad de esos lugares es indudablemente de gran belleza, misma que Pedro Laín Entralgo define de la siguiente manera: 

Entre la franja humana de Fuencarral y la franja geológica de allende, el Jarama tiéndese entre dos sábanas desiguales que nos dan soporte y cobijo. Por arriba, la del cielo: Azul puro y sencillo sobre la línea de los montes, azul rosado o ígneo sobre la del poblado… La sábana del suelo es ocre, gualda, gris. Trigales humildes ponen sobre ella la parva y dispersa alegría de su color verde, ya amarillecido e trechos. A lo lejos, encinas esparcidas salpican de oscura gravedad el fuego contenido de la tierra… Junto al río, algún sotillo de reposados olmos y una hilera de finos chopos, sonoros cuando los conmueve el viento, conceden cierta tregua de ternura vegetal a la dureza dramática, encendida de la tierra en turno. El rumor de las hojas, el grito de los pájaros y alguna voz humana aislada, extraña, casi misteriosa, dan sonido a la inmensa quietud del paisaje… (La Generación del Noventa y Ocho. – Espasa Calpe, Colección Austral, volumen 784, página 17.)

Así es Castilla, una tierra de recio paisaje, que como decíamos, forja una especial personalidad a los hombres que son hijos de ella. Es una tierra de hombres taciturnos, mesurados, sobrios, que tienen mucho de fondo aunque las formas sean austeras, una tierra en la que dice Corrochano, refleja serenidad con sus llanuras sin fin y sus caminos sin curvas. Una tierra majestuosa y evocadora donde la gente se acuesta temprano.

Como toda la piel de toro, Castilla ha dado a la historia del toreo, nombres y hombres que han honrado en los ruedos la manera de ser y el entorno castellano. Aguascalientes ha sido testigo de esa peculiar manera de ser de los  toreros castellanos, albergando en su plaza de toros San Marcos de notorios aires andaluces, a varios toreros de esas tierras que en su día, cautivaron con su castellanía a los repletos tendidos del coso de la calle de la Democracia.

En esta oportunidad quiero referirme a Pablo Lozano, un torero que en un tiempo de la historia de nuestra muy taurina ciudad, trajo los aires de su Castilla natal al más que centenario redondel sanmarqueño.

Pablo Lozano

Nace en Alameda de la Sagra, provincia de Toledo el 29 de agosto de 1932 en el seno de una familia acomodada, en la que el padre era veterinario. Abandona los estudios de bachillerato y el 26 de agosto de 1949, viste en Orgaz su primer terno de luces. Su presentación en una plaza de primera categoría tiene lugar en Barcelona, el 26 de marzo de 1950. El 21 de abril de ese año, alternando con Calerito y Alfredo Jiménez, corta tres orejas en la plaza de Sevilla, lo que le lleva a presentarse en Madrid el 1º de junio siguiente, llevando como compañeros de cartel a Pablo Lalanda y a Jaime Malaver, en la lidia de novillos de María Matea Montalvo. En ese calendario suma treinta y siete novilladas. Al calendario siguiente, actuará en una veintena de festejos, antes de tomar la alternativa el 25 de septiembre de 1951. 

El cartel de su doctorado lo formaron Luis Miguel Dominguín como padrino y Manolo González y José María Martorell como testigos, lidiándose en la señalada fecha seis toros de Samuel Flores y dos de Atanasio Fernández. En primer lugar Dominguín le cedió los trastos para lidiar a muerte al toro Tirano, número 137, marcado con el hierro de Samuel Flores.

Tras sumar tres festejos el año de su alternativa, Pablo Lozano confirma su alternativa en Las Ventas el 18 de mayo de 1952, cuando Antonio Bienvenida en presencia de Paquito Muñoz le cede al primero de los toros de Ignacio Vázquez de Pablo corridos en ese festejo, en el que actuó con un toro de su ganadería, el rejoneador Duque de Pinohermoso.

Sumará veintidós actuaciones ese año de su confirmación, disminuirá en 1953 apenas a seis y en 1954 se vestirá de torero trece ocasiones. El 17 de abril de 1955 sufre una cornada grave en Madrid, cuando lidiando toros de Molero Hermanos, alternaba con Rayito y Jerónimo Pimentel, hecho que limita su temporada a una docena de contratos. No torea en 1956 y regresa al año siguiente para actuar en veinte ocasiones, teniendo el 14 de julio de ese 1957 lo que podría considerarse como la hora dorada de su carrera en los ruedos, al matar en solitario en Las Ventas, a beneficio del Montepío de Toreros, seis toros salmantinos de Barcial, a los que corta cuatro orejas, saliendo en hombros por la puerta grande.

En 1958 actúa en diecinueve festejos y dejará de torear en 1959 y 1960. En 1961 viene a México y actúa en una tarde el 31 de diciembre en Saltillo. Para el año de 1962 se contrata en dieciocho oportunidades y en 1963 lo hará en cuatro ocasiones en nuestro país y por doce en España, vistiéndose de luces por última vez en Mora de Toledo el 18 de septiembre para en presencia de Efraín Girón, dar la alternativa a José Carbonell.

Nunca confirmó su alternativa en la Plaza México, aunque actuó en El Toreo de Cuatro Caminos el 16 de septiembre de 1962, acartelado con Ricardo Balderas y Raúl Acha Rovira, para despachar un encierro de Peñuelas. En Aguascalientes se presentó en dos ocasiones, el 1º de enero y el 24 de abril de 1963, sobresaliendo su actuación en la primera de las corridas mencionadas.

En Aguascalientes

Decía antes que actuó en el coso sanmarqueño dos ocasiones, siendo más sonada la de su presentación, el primero de enero de 1963. En esa fecha se enfrentaron a seis toros de Peñuelas, Luis Procuna, Jesús Delgadillo El Estudiante y el diestro toledano. La corrida fue exitosa, pues El Berrendito cortó dos orejas, Jesús las dos y el rabo del sexto y Pablo Lozano fue juzgado así por don Jesús Gómez Medina:

EL TORERISMO DE PABLO LOZANO. – El contraste con otros toreros, poseedores de un arte espectacular, fosforescente, que por lo mismo subyuga y ofusca de primera intención a los espectadores, pero cuya superficialidad lo convierte en intrascendente, Pablo Lozano, frío de corte y actitudes, pero dueño de un torerismo integral, acaba convenciendo al aficionado, que le rinde su admiración y su aplauso… Diríase que en su persona y en su arte se reflejan las características de la tierra castellana, de donde es oriundo este diestro. Más fondo que forma. Sobriedad, sí, pero plena de sustancia toreril… Con su primero, al que lanceó con procedimientos muy canónicos, Lozano bregó también en muy buena forma para llevarlo al caballo. Pero con la sarga la escena fue a menos, soso el torillo y su matador no muy sobrado de alegría. Y como tras de pinchar dos veces, falló otras muchas con el estoque de descabellar, sonaron las protestas. Pero con el quinto… Se llamó Flamenco y llevó el número 17. Nada de relieve en el primer tercio. Lozano se concretó a cuidar su lidia, reservándose para el trance final… Brindó al pópulo y, previos tres pases por alto, quietos, mandones, se llevó a Flamenco a los medios donde, con una y otra mano, el de Toledo forjó los muletazos de mayor longitud y limpieza que registra la jornada. Los de mayor ritmo, los de mejor cadencia. Y el público, que se había mostrado hosco durante la faena del segundo, convencido, entusiasmado, acabó por entregársele. ¡Esta conquista fue el mayor mérito del de Toledo!... Un pinchazo en lo duro y luego el espadazo final. Gran ovación y dos vueltas al ruedo, la segunda en compañía de sus alternantes, todo en un clima de desbordada euforia colectiva. ¡Fue éste, repetimos, uno de los pasajes más brillantes de la corrida!”(El Sol del Centro, 2 de enero de 1963)

El 21 de abril de ese mismo año reaparecería el diestro castellano en la plaza de San Marcos, alternando en esa tarde de nuevo con Luis Procuna y con Rafael Rodríguez, que a la postre fue el triunfador, lidiándose toros de Ramiro González. De esta actuación, las crónicas únicamente recuerdan su gran estocada al sexto de la tarde.

Pablo Lozano fue conocido en su tiempo como La Muleta de Castilla y Carlos Abella lo califica como el primero de una serie de toreros toledanos surgidos al influjo de Domingo Ortega. Toreó pocas corridas, pero en plazas de gran fuste y destacó siempre por la sobriedad de su trazo, consonante con su lugar de origen. Un torero con sello, sin duda.

Hoy en día es ganadero de los hierros de Alcurrucén, El Cortijillo y Lozano Hermanos y fue directivo de la empresa que en un tiempo regentó los destinos de la Plaza de Las Ventas de Madrid. Uno de sus hijos, Fernando, nacido en México, llegó a ser matador de toros, aunque su paso por los ruedos fue breve y actualmente se dedica a la formación y apoderamiento de toreros y se mantiene cercano a México atendiendo una escuela taurina aquí en Aguascalientes.

Así ha sido la parte de la historia que este torero castellano ha escrito en Aguascalientes, una historia que creo que vale la pena recordar.

domingo, 24 de febrero de 2013

Relecturas de invierno (VI)


Joselito. El Verdadero

La Historia del Toreo refleja pocas oportunidades en las cuales un torero deja en letra impresa, expresado en primera persona su transcurso por la vida sin referirse en exclusiva a su paso por los ruedos. Y es que cuesta a los hombres que se visten de luces el hacer público ese espacio de su existencia que se produce en el claroscuro que se genera en el tramo que media entre su vida doméstica y su hacer en las plazas de toros.

Es por eso que cuando un torero toma la pluma y pone sobre el papel sus impresiones sobre esa zona de su existencia o cuando el torero se sienta con quien tiene la habilidad de transcribir las palabras y los sentimientos del diestro para dejarlos en blanco y negro, la obra resultante adquiere singular valor, porque nos presenta el retrato del torero y del hombre que lo encarna, cosa que a veces el fulgor del oro del vestido de torear, la aureola del triunfo o el estruendo del fracaso nos llevan a olvidar.

El torero comenzará por explicar el por qué del nombre artístico que eligió, considerado sacrílego por muchos, pero con razón de ser, según se lee:

En la escuela era Joselito para acá y Joselito para allá, así que cuando iba a torear en público, ya tenía claro como me iba a anunciar… yo nunca quise ofender ni usurpar el apodo de nadie. Ha habido otros Joselito en la historia del toreo, aunque pocos han llegado tan arriba. Y lo que nadie quiso reconocer entonces que fue Joselito el Gallo nunca apareció en los carteles así, sino como Gallito o Gallito Chico. Lo de Joselito fue un apelativo cariñoso de su familia y de los aficionados desde que aquél fenómeno empezó tan joven a torear. Así que, señores, a ver si se enteran de una puta vez: ¡Joselito soy yo! El verdadero... (Pág. 105)

Y creo que lleva razón, tanta, que cuando se presentó en la Ciudad de México, al comentarse el hecho en el noticiero televisivo que conducía por esas fechas el histórico Jacobo Zabludovsky, con sorna preguntó: ¿Joselito?, ¿entonces, cualquier mariachi puede llamarse ya Beethoven?, a ese grado llegó la incomodidad que produjo la elección de su nombre artístico.


Así es como José Miguel Arroyo Joselito, en unión de Paco Aguado nos presentan la vida del primero desde sus primeros pasos por la vida, en una concepción que desde mi punto de vista, da la impresión, según las expresiones del torero, impregnado de ideas de José Ortega y Gasset, pues aunque ni Joselito, ni Paco Aguado hubieran expresamente recorrido al Filósofo para estructurar la obra, el sentido de muchas ideas expresadas en la obra nos llevan en ese sentido.

Un recuento con marcado sabor orteguiano

Dice Ortega citando al pedagogo italiano Enrico Pestalozzi:

La escuela es un solo momento de la educación. La casa y la plaza pública son los verdaderos establecimientos pedagógicos…

En el repaso que Joselito hace de su infancia y adolescencia, refleja claramente esa noción de que una educación profunda se obtiene en la casa y en la calle. Así, relatará su relación ambivalente con su padre biológico Bienvenido Arroyo a quien llama El Bienve y sus correrías por La Guindalera, donde aprendió a sobrevivir y a conducirse en un mundo en el que sin el complemento de la formación escolar, su fin no hubiera sido el de ser una de las más destacadas figuras del toreo del entresiglos del XX y el XXI, sino quizás el terminar en una prisión por haber figurado en el dominio de actividades como el trasiego y tráfico de drogas o el robo de autopartes, en lo que también tuvo posibilidad de instruirse.

Ese temor le siguió durante toda la vida de El Bienve. Hay un pasaje en el libro, cuando relata sus primeras campañas en América, donde dice que hay muchos días entre corrida y corrida y afirma que no quisiera imaginar qué es lo que hubiera pasado con El Bienve por estos pagos, bien avituallado y con tiempo de sobra para la diversión.

Narra su paso por lo que entonces era la incipiente y entonces Escuela Nacional de Tauromaquia – a la que fue llevado por El Bienve –, cuando Enrique Martín Arranz, Manuel Martínez Molinero, Joselito de la Cal, Macareno o Félix Saugar Pirri, llevaban adelante con más corazón que recursos el centro que ya funcionaba en la Casa de Campo. Habla de la admiración que sentía por José Cubero Yiyo y de la manera en la que con dureza, pero con justicia, Martín Arranz les hacía prepararse física, mental y humanamente para enfrentar una vida en la que el camino no sería mullido.

Joselito se distinguió desde el inicio de su paso por la Escuela, por su inteligencia y por la claridad de sus maneras al interpretar el toreo. Sobre la inteligencia y la elegancia, dice Ortega y Gasset lo siguiente:

Los latinos llamaban al hecho de elegir, escoger, seleccionar, “eligere” y al que así lo hacía, “eligens” o “elegans”. El “elegans” o elegante no es más que el que elige y elige bien. Así pues, el hombre tiene de antemano una determinación elegante, tiene que ser elegante… El latino advirtió… que después de un cierto tiempo la palabra “elegans” y el hecho del “elegante” – la “elegantia” – se habían desvaído algo, por ello era necesario agudizar la cuestión y se empezó a decir “intellegans”, “intellegantia”, inteligente… Así pues, el hombre es inteligente, en las cosas que lo es, porque necesita elegir…

En suma, la elegancia es atributo de la persona inteligente y en el caso de Joselito, evidente es que esa claridad de maneras que le distinguió al interpretar el toreo, era fundada en la elegancia.

Pero independientemente de esa actividad relacionada con su formación y paso por los ruedos, José Miguel Arroyo procura mantener el énfasis en el lado humano de toda la cuestión, de señalar en algunos casos lo que él considera el por qué de algunas decisiones que en su día se consideraron polémicas, siempre partiendo de la idea de que se trató siempre de un ejercicio de su libertad, independientemente de que al ser él una figura pública, el ejercicio de ella pudiera considerarse limitado o influenciado por el ambiente que lo rodeaba.

Dice Ortega:

Vivir es sentirse fatalmente forzado a ejercitar la libertad, a decidir lo que vamos a ser en este mundo. Ni un solo instante se deja descansar a nuestra actividad de decisión… Es, pues, falso decir que en la vida “deciden las circunstancias”. Al contrario, las circunstancias son el dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter.

Y el carácter de los hombres se forja en el diario vivir y al confrontar la adversidad.

Una lectura que considero obligada

Creo que la obra es una de las que son, en estos tiempos que corren, de las que no se pueden dejar de leer para entender en una importante medida el estado actual de las cosas de la Fiesta en estos días. Además, nos expresa de una manera fresca y de primera mano, el camino que sigue un torero en estos tiempos en su formación desde el inicio y hasta llegar a ser una figura del toreo. Un buen corolario se puede deducir de este pasaje:

Aunque los medios quieren hacernos pasar como unos personajes libertinos, catetos, machistas, sangrientos y violentos, los toreros somos gentes normal en la calle y ejemplar cuando ejercemos nuestro oficios. Yo no me he peleado en la vida y odio la violencia, esa que no existe ni en el ruedo ni en los tendidos de una plaza de toros durante de la celebración de un espectáculo cruento pero no cruel… En todas las que he pisado, que han sido cientos, nunca he presenciado las barbaridades que de tarde en tarde se dan en los campos de fútbol. Lo que un niño puede ver y escuchar durante un partido llega a niveles demenciales. Pero lo peor del caso es que es el propio padre quien le incita a imitarle, ayudando a formar a otro salvaje que descargue sus frustraciones en los demás… Estoy convencido de que el toreo, en cambio, es una escuela perfecta. Porque el ruedo puede ser para un niño un reflejo de la propia vida, la pizarra de donde sacar conclusiones para aplicarlas al día a día. Y mi caso es un buen ejemplo…(Pags. 299 - 300)

Es por eso que considero que Joselito El Verdadero al paso de los años, será considerado un clásico, a la altura del Belmonte de Chaves Nogales, por la extensión y la claridad con la que narra el paso por la vida y por los ruedos de su protagonista.

Aún así, de la manera en la que Joselito plantea sus ideas, me queda una duda, ¿habrá leído a Ortega y Gasset?

Referencia Bibliográfica: Joselito. El Verdadero. – José Miguel Arroyo Delgado con Francisco Aguado Montero. – Espasa Libros, S.L.U. – 5ª edición, Madrid, 2012, 303 páginas, con ilustraciones en blanco y negro. – ISBN 978 – 84 – 670 – 0284 – 3.

domingo, 17 de febrero de 2013

Y mañana, ¿qué?

Apuntes de una jornada legislativa

Visitantes distinguidos en el palco de invitados del
Congreso de los Diputados 12/02/2013 (Foto: La Razón)
Haciéndose esa pregunta Luis Procuna termina la película ¡Torero!, dirigida por Carlos Velo. Una vez que el diestro había vencido a sus demonios interiores y conseguido el triunfo, se preguntaba qué era lo que venía después. Ahora yo, como creo que lo hace mucha de la afición, me pregunto lo mismo después de que el Congreso de los Diputados en Madrid, aprobó principalmente con el voto de la fracción parlamentaria del Partido Popular – y a pesar de la hipócrita abstención de los del Partido Socialista Obrero Español – la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que proponía que se declarara la Fiesta de los Toros como Bien de Interés Cultural del pueblo de España.

No voy a comentar en esta oportunidad la pobreza del debate, ni entre los que decían defender a la Fiesta, ni entre los que se posicionaron en contra de ella – Gustave Flaubert hubiera tenido abundante material para una reedición de su Diccionario de Lugares Comunes –. Si quieren conocer una buena opinión acerca del valor de esos debates, les invito a leer el blog de Juan Manuel Pérez Alarcón, Y digo yo…  en el que pone las cosas en su sitio. O si desean conocer en su integridad el debate, pueden pasar al Diario de Sesiones del Congreso y a partir de la página 4 y hasta la 18, leer la transcripción de lo allí expresado.

La única intervención que me pareció sensata y fundada, fue la del diputado del partido Unión Progreso y Democracia, Toni Cantó, que al establecer como esencia de su intervención la negativa a que la Fiesta sea prohibida o subvencionada, manifestó entre otras cuestiones lo siguiente:

El problema, el eje del problema es ese: ¿tienen  o no los animales derechos? De eso es de lo que hemos de hablar. El problema sería ese, si los tienen, y considerar además la defensa de sus necesidades y su bienestar como parte de nuestras obligaciones morales. En principio, estrictamente hablando, los animales no tendrían derechos, a la par que tampoco tienen obligaciones. Y al carecer de libre albedrío y capacidad de decisión, no podríamos considerarlos sujetos éticos capaces de discernir entre el bien y el mal. Por lo tanto, señorías, el tema de la libertad nos separa de los animales. Sin embargo, la capacidad de sufrimiento y la percepción de dolor establecen una continuidad entre animales racionales y animales irracionales. Esa continuidad no transforma a las bestias en nuestros iguales éticos, pero sí nos obligaría a considerar sus padecimientos y a velar por su bienestar.  
Señorías, todo contrato implica igualdad entre las partes; con los animales no puede haber contrato, este es el fondo del asunto, solo puede haber trato y, desde luego, todos deseamos que ese trato cada vez sea mejor. El maltrato a los animales no es un atentado ético, no viola ninguna obligación moral para con ellos, pero sí que es cierto una cosa: degrada, señorías, nuestra humanidad. Nuestra brutalidad con los animales, ¡ojo! —en esto creo que se está haciendo mucha hipocresía hoy— con todos los animales, no solamente con los toros, sino también con los que sacrificamos en los mataderos, e incluso también con los animales domésticos. Nuestra brutalidad con todos los animales nos hace menos humanos, nos predispone a ejercerla con nuestra especie, pero lo cierto es que ni los toros ni el resto de los animales tienen siquiera dos de los que son nuestros derechos fundamentales, uno es el derecho a la libertad y otro es ese tan importante, del que también estamos hablando hoy aquí, no nos olvidemos, que es el derecho a la vida.  
No los toros, pero, repito, tampoco las vacas, las gallinas, los corderos. No seamos hipócritas. Hay límites evidentes. Dentro de poco hablaremos aquí de un proyecto de ley que decidirá cuáles son esos límites en la forma que tenemos de comercializarlos, de transportarlos o de sacrificarlos. Como vamos avanzando cada vez más en nuestra civilización, cada vez queremos someterlos a un trato mejor. 
La realidad, señorías, es que vivimos a espaldas de cómo criamos y cómo matamos a aquellos animales de los que nos servimos para alimentarnos o, por ejemplo, para investigar, y los toros en eso son claros, son públicos, no se esconden. Hoy quisiera que hubiésemos hablado más de esto y no tanto de hacer política con la cuestión o de hablar de sentimentalismos. Pedimos derechos a sujetos, señorías — lo hemos hecho y lo he escuchado —, que no los poseen, pero no me parece raro. Hemos estado escuchando aquí muchas veces como los señores nacionalistas pedían derechos también a los territorios. No me extraña oírles que estén haciendo lo mismo con los animales. Por otra parte — y quisiera decirlo también —, tengo la sensación de que la fiesta de los toros no está en su mejor momento. Dejemos que sea el propio mercado, que sea la sociedad española la que decida si deben seguir o no deben seguir. Y desde luego, ya para terminar, señores del Partido Popular, ni que decir tiene que en una época en la que ustedes están retirando las subvenciones a todos los sectores, sobre todo en cultura, me parece injusto que se las otorguen a los toros y estaremos en contra de eso…

Jurídica y éticamente Cantó ha dado en el clavo y echa por tierra las más recientes argumentaciones animalistas, recogidas por las legislaciones como la catalana (BOE Nº 205, martes 24 de agosto de 2010), que invocan esa proximidad genética entre especies, o el hecho de que, al fin y al cabo, todos los animales somos el resultado de procesos evolutivos paralelos… para establecer que los animales tienen derechos, cuando la realidad es que el Derecho y los derechos fueron destinados, como lo plantea la historia, la ciencia jurídica y el diputado Cantó en su intervención, para quienes tienen capacidad de discernimiento y libertad para ejercitarla, nada más. La capacidad de razonar es un requisito indispensable para ser sujeto de derechos.

Presentación de la ILP en marzo de 2012
(Foto: Qué!)
Pero al margen de lo que sucedió en la tribuna parlamentaria, en las gradas destinadas a la asistencia del público se observaron algunos distinguidos visitantes al recinto de la Carrera de San Jerónimo. Dadas las proporciones de las fracciones parlamentarias representadas en el Congreso de los Diputados, podía preverse que la ILP sería aprobada. Lo único que quedaba “en el aire”, era el monto de los votos aprobatorios, dado que la fracción del PSOE ya había anunciado su negativa a ello, junto con varias formaciones nacionalistas, en tanto que algunas otras formaciones políticas con menor presencia en la Cámara, no habían fijado una posición al respecto.

Así pues, ante la evidencia de la victoria, concurrieron varios de los que el año pasado formaron el fallido G – 10 y así, El Juli, José María Manzanares y Miguel Ángel Perera estaban sentados en postura que les hacía parecer profundamente interesados en los debates de la tribuna. Allí les acompañaban Santiago Martín El Viti, Curro Vázquez y Simón Casas, quienes hacían las veces de embajada de las fuerzas vivas de la Fiesta en tan trascendente evento.

Descortesía profesional

Serafín Marín solo en el Parlamento de Cataluña
27/07/2010 (Foto: Público)
A quien no se vio por el palco de invitados, - ¿le llamarían siquiera? -, es a Serafín Marín, al torero catalán al que El Juli, José María Manzanares y Miguel Ángel Perera y El Viti y Curro Vázquez y Simón Casas y muchos más dejaron solo en el Parlamento de Cataluña el día 27 de julio del año 2010, cuando se perpetró allí una de las villanías más grandes que registra la Historia del Derecho y la Historia del Toreo. Ese día sí que era necesaria su presencia como embajadores de la Fiesta, ese 27 de julio la Fiesta requería de todo el apoyo que se le pudiera dar y se dejó a Serafín Marín solo. En cambio, el 12 de febrero pasado, con la victoria segura, todos ellos estuvieron presentes, para salir en la foto y colgarse las medallas.

Ya lo decía el diputado Cantó, será lo que él llamó el mercado – yo prefiero llamarle la afición o la falta de ella – lo que determine la pervivencia o no de la Fiesta, pero con ayudas como las que le proporcionan sus fuerzas vivas o la mayoría de sus defensores en la reciente sesión del Congreso, lo más seguro es que ni con blindajes como el que se persigue con la ILP aprobada se pueda avanzar mucho. De allí mi pregunta, se aprobó la iniciativa legislativa, pero, y mañana, ¿qué?…

Nota importante: La intervención del diputado valenciano Toni Cantó la pueden ver y escuchar en vídeo en esta ubicación.

domingo, 10 de febrero de 2013

Relecturas de invierno (V)


Entre el callejón y la barrera

La literatura taurina en Aguascalientes

Hoy en día, la nuestra es una de las pocas urbes que pueden presumir de tener dos plazas de toros de primera categoría funcionando; que en su zona de influencia económica, se asientan una treintena de ganaderías de toros de lidia; que ha servido de cuna taurina a importantes toreros; que en su suelo, se han afincado toreros, ganaderos y empresarios de gran categoría y que muchos toreros destacados hayan considerado que es un lugar ideal para tratar de hacerse torero. Esos son los signos inequívocos de la taurinidad de Aguascalientes, quien se empeñe en negarlos o en pretender soslayarlos, no es más que un necio.

Como eco de esa taurinidad, en los últimos años han cobrado intensidad una serie de esfuerzos por documentar y hace pública la historia taurina de Aguascalientes. No se trata solamente de la historia regional, sino también de interpretaciones que se hacen de la influencia de esta ciudad en la Universal del Toreo y esos esfuerzos han cristalizado en una serie de libros, de los que destacan entre otros El Enigma de la Fiesta y Los Estilos en el Toreo, de Alejandro Mora Barba, el de Alfredo Morales Shaadi, titulado Me lo contó la Plaza de Toros San Marcos, las obras colectivas de socios del Centro Taurino México España, Plaza de Toros San Marcos, Imágenes de un Siglo y Plaza de Toros Monumental de Aguascalientes. Ecos de 30 AñosLa Ciudad, La Fiesta y sus Plazas, de don Jesús Gómez Medina, el dedicado al Poeta del Toreo, Alfonso Ramírez Calesero y last but not least la que da pie para que yo distraiga su atención en esta ocasión: Entre el callejón y la barrera, del Ingeniero Rafael de los Reyes Estebanéz, quien tiene nombre de califa y apellido de gitano.

La novela y la vida real

El desarrollo de Entre el callejón y la barrera se da precisamente en la muy taurina ciudad de Aguascalientes y consiste básicamente en la exposición que nos hace de los afanes de un personaje llamado lisa y llanamente don Luis, por hacer un torero de un joven clasemediero llamado Miguel, quien afirma haberse metido a eso, por pura afición. En la narración, se mezclan los nombres reales, de hombres de carne y hueso, a los que todos nosotros aquí conocemos, que viven una vida de novela y que al formar parte de una como la que me ocupa, en la realidad pareciera que han salido de la inspiración del autor, como se muestra en este ejemplo:

…en ese momento llegó Alfredo Muñoz, el más español de todos los mexicanos, taurinamente hablando, Alfredo se acercó a Chuy y enseguida arremetió contra Miguel:

- Joder, que papelito habéis hecho en la Plaza México. Como estuviste no te vas a comer la chiche de un bolillo de la fiesta de toros…

Así como nos presenta a Alfredo Muñoz, más adelante nos encontraremos entre las páginas del libro al padre de éste, don Arturo Muñoz, La Chicha, quien a través del autor nos lega su visión sobre la situación real que guarda la fiesta de toros en la actualidad, causada fundamentalmente por lo que en términos de María Mérida podríamos llamar la falta de torería de que hacen gala los toreros y los ganaderos, puntos de vista tantas veces expresados por don Arturo en diversas tertulias y tribunas, e ignorados en la mayor parte de las veces por los taurinos profesionales, no obstante el aire premonitorio que llevaban sus advertencias en cuanto al rumbo que ha llevado la fiesta en México los últimos años. Sé que el hubiera no existe, pero sí se le hubiera escuchado en su día…

Más adelante, en el tránsito de la obra nos encontraremos con el interactuar de don Luis, aficionado y mecenas – que a fe mía no es más que el mismo autor – con Miguel, ese joven de clase media que por pura afición dice que quiere ser torero; con Jorge, el padre del aspirante a torero y con un sinfín de personajes incidentales, la mayoría reales, aunque con nombres imaginarios, sin faltar la inserción de los hombres y de los nombres que hacen que Aguascalientes sea tan taurina como es.

Los valores que más destacan en la obra del Ingeniero de los Reyes son la frescura con la que describe el acontecer de las cosas de los toros en Aguascalientes y la sincera honestidad con que plantea las realidades de los entretelones de la fiesta en esta Ciudad y en el País entero. Hablar en la forma en la que lo hace en  su obra Rafael de los Reyes, es considerado sacrílego por los taurinos. Aquí, quisiera agregar algo: Jaime de Armiñán, en su novela Juncal, refiere una charla entre el torero retirado y su hermano menor, Bernardo, que hace las veces de ayuda de cámara del joven Juncal, mismo que no me resisto a transcribir:

El toreo es cosa de hombres: Joselito el Gallo, a los dieciséis años…

- ¡Deja a Joselito en paz! ¡Menos gestos y más estar en el mundo, que quien se tiene que poner delante del toro es él! ¡Menos literatura barata y más talento, que hay que estar al día y no vivir de nostalgias, ni de cuentos de hadas, ni del Cossío!

Juncal tardó unos segundos en contestar a Bernardo y cuando lo hizo, fue con desprecio, desdeñosamente:
- ¡Tú no eres un torero, tú eres un taurino!

Así pues, para mí, como para Juncal, el taurino es una cosa y el aficionado otra…

También nos deja ver como la tradición y las formas han dejado de tener vigencia, ejemplificando con la forma de vestir de Miguel, quien más que parecer torero, trataba de asemejarse a los cantantes de moda. Eso me hace recordaruna anécdota que se cuenta de un sucedido entre Guerrita y los Dominguín:

Un día Luis Miguel y sus hermanos andaban por Córdoba y acudieron a la casa de Guerrita a saludarle. El Califa recibió a los González Lucas, que iban vestidos con trajes de calle. Al terminar la visita, El Guerra mandó poner un telegrama a Madrid, dirigido a Dominguín, padre de los toreros, más o menos con el siguiente texto: “Domingo, haz el favor de decir a tus chicos, que cuando vengan a verme, lo hagan vestidos de toreros, no de boticarios. Atentamente, Rafael”.

También desnuda con sinceridad a los ganaderos – ¿ganaduros? – que ya no tienen vacas para los principiantes sí no hay un parné de por medio y que ya no son tan rigurosos con la selección de sus ganados, pues todo lo que nace macho, tiene seguro el camino a las plazas. Se requiere valor para ser ganadero – el autor lo fue – y revelar esta verdad, que como otras muchas, tiene a la fiesta metida en los problemas que actualmente presenta. Nos señala pues, lo que Jorge Volpi ha escrito al propósito de la novela:

La novela dispone de una fuerza real de transformación y explicación de nuestro entorno. Los poderosos siempre lo han sabido. De ahí su temor, que en primera instancia parece infundado, frente a los contadores de historias. La imaginación ha sido combatida como instrumento de disolución social, pero más que estar interesada en la caída de determinado régimen, la novela funda sólidas oposiciones a los totalitarismos y a las concentraciones de poder.

Pero no debo continuar, porque la lectura de Entre el callejón y la barrera les revelará más de lo que yo aquí pueda referirles. No me resta pues, más que felicitar al Ingeniero de los Reyes por su obra, e invitar a todos Ustedes a leerla, que mucho de lo vivido lo podrán recordar y mucho de lo imaginado lo vivirán en el transcurso de la agradable lectura que tiene la novela, que les aseguro, es de las que no se caen de las manos.

Concluyo estas líneas con unas palabras de Gilbert K. Chesterton, las que bien describen lo que ahora les comento:

Lo que se necesita es la imaginación verdaderamente divina que hace nuevas a todas las cosas, porque todas las cosas han sido nuevas… Sería un gran don de la imaginación histórica poder ver todo lo que ha sucedido como si estuviera sucediendo o estuviera a punto de suceder. Esto se puede aplicar tanto a la historia literaria como a la política, pues la historia literaria está llena de revoluciones y no las realizamos a menos de que las realicemos como revolucionarios… No podéis tener un ideal, sea político o poético, sin que deseéis establecerlo. Y en el momento en el que lo establecéis alguien os puede obligar a defenderlo. Elogiar, exaltar, establecer y defender. No me excuso por repetir estas palabras, pues son muy necesarias en nuestros tiempos…
Referencia Bibliográfica: Entre el callejón y la barrera. – Rafael de los Reyes. – Plaza y Valdés Editores, Colección Narradores y Ensayistas Mexicanos. – 1ª edición, México, 1994, 147 páginas. – ISBN 968 – 856 – 361 – 7.   

domingo, 3 de febrero de 2013

Las cifras de la corrida del 5 de febrero en la Plaza México

Plaza México

El día 5 de febrero tiene una significación especial en México, pues tiene méritos políticos, religiosos y taurinos para ser observados. En el primero de los casos, representa el aniversario de la promulgación de nuestra Constitución Política de 1917, considerada por algunos de sus estudiosos como la primera Constitución Social del mundo, dado el contenido de sus artículos 27 y 123, que en su origen representaron la elevación, a la más alta categoría legal, de las conquistas de las clases campesina y obrera tras del conflicto armado que se iniciara en 1910.

Para la religión católica representa la fecha apartada en el calendario religioso para venerar especialmente al primer mexicano elevado a los altares, San Felipe de Jesús, mártir misionero en Oriente, de quien se dice que al morir en olor de santidad, hizo reverdecer una higuera que tenía años de estar seca, según premonición de una empleada doméstica de su hogar paterno.

Y en lo taurino, el 5 de febrero tiene una significación especial también, pues en el que correspondió al año de 1946, se inauguró la Plaza de Toros México, en la Capital de la República, siendo por su capacidad, la más grande del mundo.

Mucho, yo diría que casi todo se ha escrito sobre esa primera corrida de toros en lo que se afirma es también la plaza de toros más cómoda del mundo, tanto desde el plano puramente histórico, como desde el anecdótico, pues es innegable el hecho – más para bien que para mal – de que en este País, es la única plaza de toros que da y quita, ha concentrado la atención de quienes en alguna manera hemos abordado temas relativos a la historia taurina de México en el entresiglos del XX al XXI, dada la trascendencia que tienen los triunfos o fracasos allí verificados.

Son cuando menos dos los motivos que me impulsan a escribir esto. En primer término, cito la afirmación de  mi amigo Heriberto Murrieta en la transmisión televisiva del festejo correspondiente al año 2003, en el sentido de que la tradición de festejar el aniversario de la plaza es reciente y en segundo lugar, la posibilidad de responder a la pregunta que hiciera el entonces novillero Adán Mejía en una sesión del Centro Taurino México España, en el sentido de saber que toreros de Aguascalientes habían actuado en esa fecha, antes de que nuestro paisano José María Luévano lo hiciera en la correspondiente a ese mismo año.

De estos festejos resultan una serie de interesantes datos, recopilados gracias a la labor del Maestro Luis Ruiz Quiroz y de la difusión de ésta por los Bibliófilos Taurinos de México, y a partir de esos trabajos, me he permitido organizar desde diversos puntos de vista la información estadística generada por esas Corridas de Aniversario, recopilada principalmente por don Luis, misma que ahora pongo a su consideración.

Las corridas del 5 de febrero

Aunque parezca extraño, la corrida del 5 de febrero ha cobrado carta de naturalidad apenas a partir de 1995, que es el año a partir del cual se organiza con regularidad anual. Hace apenas dieciocho años pues, que se puede considerar a este festejo como un acontecimiento fijo en la llamada Temporada Grande del coso de Insurgentes y en la temporada taurina de México. Tan es así, que en los sesenta y siete años que está por cumplir la plaza, solo se han dado treinta corridas en la fecha, mismas que son las siguientes:
Las corridas del 5 de febrero

Si se observa, aparte de las corridas sucesivas a partir de 1995, solamente en 1946 y 1947 y entre 1991 y 1993 se ligaron festejos en años seguidos. En cuanto al día de la semana en que estos se celebraron, si mis cálculos no fallan, ocho han sido en domingo (50, 56, 61, 67, 84, 95, 06 y 12); cinco en martes (46, 91, 02, 08 y 13); cuatro en los días lunes (79, 96, 01 y 07) y miércoles (47, 92, 97 y 03) y tres en jueves (98, 04 y 09), viernes (93,  99 y 10) y sábado (00, 05 y 11) confirmándose en parte la idea inicial de Heriberto Murrieta de que se daban toros el 5 de febrero, solo cuando era domingo, costumbre que se abandona hace ya dieciocho años.

Las ganaderías

La materia prima de la fiesta es el toro y de las combinaciones ya relacionadas, obtenemos que resultan veintisiete las vacadas que han enviado los 228 toros lidiados hasta el año de 2012 en la hogaño tan señalada fecha:
Las ganaderías del 5 de febrero

Los toreros

En las veintiuna corridas que reseñamos, han actuado sesenta toreros de a pie, de los que cuarenta y uno son mexicanos; catorce, españoles; dos colombianos (Joselillo de Colombia y César Rincón); un portugués (Paco Mendes), un peruano – argentino (Rovira) y un francés (Sebastián Castella), siendo en detalle el número de sus actuaciones:
Los toreros del 5 de febrero

Los caballeros en plaza también han tomado parte en corridas del 5 de febrero. El primero de ellos fue el jerezano Álvaro Domecq Romero en 1979, le sigue Ramón Serrano, que ha actuado dos tardes, la de 1991 y la de 1996, después viene José Antonio Hernández Andrés, en 1993, Giovanni Aloi en 1998, continúa esta cuenta el estellés Pablo Hermoso de Mendoza con actuaciones en 2000 y 2004 y cierra esta relación Enrique Fraga en 2005. Aloi y Hermoso de Mendoza mataron dos toros en sus actuaciones, mientras que los demás, enfrentaron solo uno.

Los trofeos

Mucho se ha escrito sobre el valor intrínseco de los trofeos. Algunos los califican de retazos de toro que no reflejan el valor real de las hazañas de los hombres vestidos de seda y alamares. A despecho de esas opiniones, las que comparto en cierta medida, las orejas y los rabos que se otorgan a los toreros son hoy en día, un parámetro indispensable para muchos, en la medición del éxito de un festejo taurino. 

La primera oreja que se cortó en un 5 de febrero fue también la primera que se cortó en la México y fue la que Manolete obtuvo por su faena al segundo de la tarde, Fresnillo, de San Mateo, en la corrida inaugural. En total se han cortado 48 orejas y 7 rabos, mismos que se han repartido de la siguiente manera: 
Los trofeos obtenidos en 5 de febrero

Aquí vale hacer notar que destacadas figuras de los ruedos, como El Soldado, Jesús Solórzano, Antoñete, Manolo Martínez, Curro Rivera, Armillita Chico, Roberto Domínguez y Joselito, se han ido con la espuerta vacía en las actuaciones que tuvieron en este tipo de corridas.

Toros de regalo

En los últimos años se ha vuelto casi mandatorio que en la corrida del 5 de febrero se corran toros de regalo en la Plaza México. En el pasado reciente, queda la impresión de que se ha abusado de este recurso, sobre todo si se considera que en los últimos quince años se han corrido una docena de ellos, y de éstos, cinco nada más en dos corridas (96 y 03) aunque en totalidad, son diecisiete los toros lidiados en estas condiciones y el éxito con ellos, reflejado en trofeos, ha sido más bien relativo, pues solo con cuatro de ellos se han obtenido apéndices, según se puede ver enseguida:
Los toros de regalo en 5 de febrero

Otros fastos para recordar

El 5 de febrero ha representado para Luis Francisco Esplá en 1984, Roberto Fernández El Quitos en 1993 e Ignacio Garibay en 2000, el día de la confirmación de su alternativa y para Arturo Gilio, esa fecha del año de 1992, fue en la que fue investido como matador de toros por Roberto Domínguez. En el año de 1979 se indultó el primer toro que ha merecido ese honor hasta la fecha, Simpatías de Reyes Huerta, que le tocó en suerte a Cruz Flores esa tarde, asegundando El Juli en 2005 con el indulto de Trojano de Montecristo y se ha producido también una despedida de los ruedos, la de Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea, en el año de 1995, en el que realmente se inicia lo que hoy es ya una tradición de nuestra fiesta.

Los de Aguas

Al inicio señalaba que uno de los motivos de este trabajo era el de saber que diestros de Aguascalientes habían actuado en esta fecha hoy señalada. De las relaciones anteriores, se puede deducir que la llamada Sevilla de América ha estado presente con siete toreros en nueve oportunidades. 

Abre plaza Calesero, que actuó en 1950; le siguen El Volcán Rafael Rodríguez, en 1961; Manolo Espinosa Armillita, en 1967; después Ricardo Sánchez en 1984, Miguel Espinosa Armillita Chico, en 1991, 1997 y 1999, Roberto Fernández El Quitos en 1993, José María Luévano en 2003 y un sorprendente Arturo Macías en 2007, que llegó a esta corrida contra todos los pronósticos. De todos ellos, solamente Ricardo Sánchez, José María y Arturo han obtenido apéndices en esta clase de festejos.

A modo de remate

A una importante mayoría de aficionados les disgusta la combinación de toros y números. En lo personal no soy muy afecto a ellos, pero en ocasiones como esta, nos sirven para encontrar nuevos significados a la historia de los acontecimientos, como en esta oportunidad, que nos reflejan desde un punto de vista bien determinado, lo que a través de los resultados ha representado la corrida del 5 de febrero en la plaza más grande del mundo, para la Historia del Toreo en México

Versiones anteriores de este trabajo previamente publicadas en las siguientes ubicaciones:




La razón de seguir publicando esto, es que cada año se le agregan nuevos datos que lo actualizan. Ojalá lo encuentren de interés.

Nota: Para leer mejor los cuadros estadísticos, hagan click sobre los mismos.

domingo, 27 de enero de 2013

En el Centenario de José Alameda (XI)

Rodolfo Gaona
(El original está bordado en hilo)
Las razones que me hicieron parar abruptamente el pasado año, no me permitieron terminar esta serie de colaboraciones, pero es un tema que nunca pensé dejar inconcluso. Ahora, se traslapa el CXXV aniversario del natalicio de quien en el concepto de Alameda, universalizó el toreo, el llamado Califa de León de los Aldamas, Rodolfo Gaona y me permite, aunque apartándome del plan que me había trazado originalmente, continuar con el camino ya iniciado y recordar a quien es considerado uno de los más grandes toreros que este país ha dado.

El texto que me permite llegar a ese recuerdo compartido está en el libro autobiográfico de Alameda, titulado Retrato Inconcluso, mismo en el que el escritor nos narra lo que fuera su infancia, su paso por la Universidad, sus primeros encuentros con la Fiesta de los Toros y su profundo interés por la literatura y por ser considerado, más que un cronista y escritor de toros, un literato.

El texto en cuestión es el siguiente:

Gaona y la “gripe”  
En San Sebastián conocí a Rodolfo Gaona. Había ido mi familia a pasar una temporada de verano. Pero resultó una temporada corta y amarga, pues sobrevino la epidemia de lo que en Europa llamaban “influenza española”, – aunque nos la despacharan también con aquel nombre francés. "gripe" – y estuvo a punto de diezmar a la población. Mi primo Pepín, hijo de José María Fernández Clérigo, el hermano mayor de mi padre, fue una de las víctimas.  
Aunque San Sebastián es la capital de Guipúzcoa, no me llevaron al “jai alai”, pero sí a los toros. Y vi a Rodolfo Gaona.  
Lo recuerdo poco de la plaza, donde una lluvia fina y persistente – el “siri – miri” cantábrico, “chipi – chipi” se le dice en México – lo desdibujaba todo. Pero mucho de cuando lo vi en la calle, pues llegó a buscar a mi padre, de quien era buen amigo, y como estuviéramos para salir, nos fuimos con él un buen rato por la ciudad.  
Sin ser alto, su singular gallardía, su paso armónico y algo que había en él como de actor que añora el escenario, le atraía las miradas.  
Como torero le conocí bien después, en México, donde, ya retirado él, hicimos una gran amistad y alguna vez vino a un tentadero para que yo le viera torear. Y toreó maravillosamente. En la plaza de tienta, es difícil conocer el carácter del hombre, pero se puede conocer todo, o casi todo, de la calidad del artista.  
Tiró de una vaquilla remisa, trayéndose el capote de la línea de la cadera hasta el pecho, al mismo tiempo que alternativamente lo movía, breve, a derecha e izquierda, con un balanceo tan rítmico, que la becerra, primero enfadada, iba luego atónita tras el señuelo. 
Arrojó la capa. Requirió la espada. Y dibujó cuatro pases naturales, con el vuelo de la muleta lamiendo la arenilla de la plaza. Se complacía en hacerlo “a la moderna”, incorporando todas las afinaciones advenidas al toreo después de él. Con lo que corroboró algo que para mí no tiene duda: cualquiera de los grandes toreros de otra época, lo hubiera sido también en esta. Cambian en el toreo los modos, no la esencia.  
Luego, me acerqué a Rodolfo y le dije:
Cuentan que hacía usted muy bien la larga cordobesa. 
 
Me miró de soslayo, entre irónico y cordial y me espetó:
¿También quieres toreo a la carta? 
 
Pero tomando de nuevo el capote, fuese hasta la becerra y lo tendió ante ella, como el jugador que abre en abanico la baraja, sosteniéndolo tan sólo con la diestra. Pisó con el boto derecho sobre la tela, para encelar a la res y, cuando ésta vino, fue cosa de ver el juego armónico de las piernas – “como el astro, sin apresuramiento, pero sin retraso” – el de la muñeca que en giro lento y apretadísimo, llevó la capa al hombro, convirtiéndola en manto, mientras, a la espalda, el vuelo del percal conducía embobada a la vaquilla.  
Pero aconteció que, por recrearse Rodolfo en la suerte, hubo una demora en el último tiempo; y la res, al sentirlo, se revolvió e hizo de nuevo por él, obligándolo a reponer su terreno. Elástico Gaona, no sólo recobró la distancia, sino el porte. Y con igual armonía, pero acendrada por lo obligado del trance, repitió la suerte. Suerte bellísima, en la que el azar exigió un grado de afinación como pocas veces puede verse. Larga forzada, sin forzamiento alguno. “Pasos no hacía Apolo tan medidos”...

Así es como Alameda nos cuenta la manera en la que vio a Gaona por primera vez y cómo le conoció después. Aproximadamente en un mes, espero concluir con esta tarea que me he impuesto. Espero que disfruten de esta narración como yo lo he hecho.

domingo, 20 de enero de 2013

13 de enero de 1974: Jesús Solórzano (hijo) y Fedayín de Torrecilla

Jesús Solórzano (hijo)

La pasada semana se me presentó un conflicto con las fechas. Se acercaron demasiado el aniversario del natalicio del Rey del Temple y la efeméride que hoy comento, así que aplicando a esta materia aquél principio general del Derecho que establece que el primero en tiempo… y que es más o menos el mismo que informa el principio de la antigüedad en la tauromaquia, cedí el paso al padre y hoy me ocupo del hijo.

En algún otro sitio de esta Aldea había señalado que Jesús Solórzano Pesado pertenece a una generación de toreros que bien pueden ser considerados los hidalgos – hijos de algo – de la torería mexicana. Su padre, lo decía la pasada semana, es una de las columnas fundamentales de nuestra Edad de Oro y él sin duda es uno de los fundamentales en lo que, con todo el compromiso que implica – Benjamín Flores Hernández dixit – me atrevo a calificar como nuestra Edad Moderna. Su decisión de hacerse torero, se la contó así a Carmelita Madrazo:

Me hice torero porque comprendí que lo más bello de la vida era torear un toro como mi padre lo había hecho. Desde niño supe ponerme un traje de luces y jugaba a los toros con José Escutia, quien entonces era el chofer de mi abuela. Mi padre jamás me obligó o entusiasmó a que yo fuera torero. Más bien, todo lo contrario. Recuerdo que el día que le dije que quería ser torero, puso el grito en el cielo, diciéndome que estaba totalmente loco. Se lo dije enfrente de Arruza, y los dos me dijeron horrores. Pero yo estoy completamente convencido, que en el fondo de sus corazones a los dos les fascinó la idea…

Las plazas y su historia

Creo que no incurro en ninguna exageración si afirmo que la temporada 1973 – 74 marcó la historia de la Plaza México con tres grandes hitos: La gravísima cornada que Borrachón de San Mateo infirió a Manolo Martínez y que le hizo ingresar clínicamente muerto a la enfermería; la triunfal despedida de los ruedos de Luis Procuna y la gran faena que el 13 de enero de 1974 realizara Jesús Solórzano al toro Fedayín de Torrecilla, en tarde en la que alternaba con Eloy Cavazos y Mariano Ramos y que es la que da la ocasión para que yo esté aquí por ahora.

La historia de las plazas de toros se escribe a partir de los hechos que los toreros escriben frente a los toros sobre su arena. Algunos serán gloriosos, otros estarán firmados con sangre, muchos más tendrán tintes épicos, pero todos ellos construirán la trama de una relación viva que a través del tiempo dejará constancia de que son escenarios vivos, órganos de la comunidad en la que están enclavados y para la que en una armonía bien entendida, son puntos necesarios de confluencia y de convivencia.

Jesús Solórzano y Fedayín

Algunas informaciones de prensa de la época, sugieren que se tenían dificultades para cerrar el cartel del 13 de enero de 1974, sexta corrida de la temporada. Creo importante señalar que en esos días la ganadería de Torrecilla era una de las que los diestros más importantes se disputaban para lidiar sus toros y en consecuencia, sus encierros, en la Plaza México, eran los que las figuras mataban. Al parecer iban fijos Eloy Cavazos y Mariano Ramos, pero el tercero en discordia era la complicación. Al final, la empresa (DEMSA), se decidió por llevar a Jesús Solórzano, que iría como segundo espada.

Jesús Solórzano (hijo)
Ya arrancado el festejo, la corrida no dejó mal la fama de su divisa, aunque la falta de fuerza de los toros no permitió el lucimiento de los toreros ante la mayoría de ella. Y es que en ese año de 1974 el campo mexicano estaba convulso, agitado por una nueva implementación de la legislación agraria que regía en esos años, que afectó grandemente a la crianza del toro de lidia, lo que en ese tiempo y en el venidero, tendría consecuencias que aún no han sido debidamente justipreciadas.

El quinto toro de esa tarde fue llamado Fedayín – al socaire de las circunstancias políticas internacionales del momento – y le tocó en suerte a Jesús Solórzano hijo. Ante ese toro, Jesús Solórzano Pesado escribiría uno de los capítulos más trascendentes de la historia de la Plaza México.

Recurro al testimonio de Carlos León, quien en su sección titulada Cartas Boca Arriba, publicada en el desaparecido diario Novedades de la Ciudad de México – 14 de enero de 1974 –, dirigía en forma epistolar, a algún destacado personaje de la vida nacional o internacional, la crónica de la corrida en un tono a veces jocundo y casi siempre mordaz:

Con Chucho “Superstar” renació el toreo estelar: Dos orejas 
Sr. Don Lucas Lizaur
El Borceguí
Bolívar 27
México 1, D.F. 
En la Plaza México, el domingo 13 de enero de 1974 
Jesús Solórzano II, que inesperadamente entró al cartel como con calzador, parecía que iba a ser El Ceniciento de la tarde; un simple “arrimado”, marginado en un rincón de la cocina mondando patatas, mientras otros se despachaban el caldo gordo con la cuchara grande. Pero resultó que el “arrimado” salió a arrimarse, que es, si no lo primordial, sí indispensable para pisar fuerte. Pues, como tu bien sabes, esto del oficio del toreo es como un remendón poniendo medias suelas: Unos le dan al clavo y otros se destrozan los dedos… ¿Qué fue lo que hizo Chucho para armar la que armó y colocarse, de golpe y porrazo, en un sitial que nunca había tenido? Pues muy sencillo: Volver los ojos hacia el toreo de antaño, al toreo clásico, al torear rondeño. En vez de dejarse llevar por el camino herético de la supuesta e iconoclasta “Escuela Mexicana del Toreo”, retornó a la verdad y a la naturalidad, a la pureza de procedimientos, a la estética desahogada. Y con eso tuvo para abrirle los ojos al público, que en una revelación volvía a ver los viejos moldes que creían haber roto los falsos profetas… Por supuesto que, en esto del toreo, como en el bien calzar, cada quien necesita un ejemplar “a su medida”. Ni chicos que le aprieten, ni otros que le vengan grandes, para que el asunto camine. Ni duros, como los de anca de potro, a los que hay que amansar, pues normalmente, entre la torería moderna, se sienten más a gusto con los que ya vienen amansados… Pero Chucho, a la inversa del popular slogan, es un joven con ideas antiguas, con la añeja solera de su padre, el “Rey del Temple”. Si bien con el capote anduvo desdibujado – lo estuvieron todos –, en lo demás, hasta en adornarse en banderillas que ya casi nadie las clava, hizo una faena de “las de ayer”, un trasteo de los que quitan años de encima, con muletazos y buenas maneras de otras épocas. Todo lo gris que había estado en su primero, fue luminosidad con este quinto toro, que en mala hora bautizaron “Fedayín”, nombre aborrecible para personas civilizadas. Para tan bella faena, pocas nos parecieron dos orejas y dos vueltas al ruedo. Pero eso era lo de menos, había resucitado el bien torear y eso nos llenaba de regocijo…

La crónica de Carlos León resalta el valor intrínseco y esencial de la faena de Jesús Solórzano a Fedayín, la pureza en su trazo y en los procedimientos que utilizó y que no resultan ser más que el reflejo de una tauromaquia concebida a partir de la naturalidad en su ejecución y en una técnica muy depurada en su concepción. Es por eso que el cronista, al describirla, la señala como una “faena de las de ayer”.

Cinco años después del hito, en el programa de televisión Toros y Toreros que en ese entonces (1979) conducían Julio Téllez, Luis Carbajo y José Luis Carazo Arenero, se proyectó el vídeo de la faena y lo comentó el propio Jesús Solórzano, quien entre otras cuestiones dijo sobre ella lo siguiente: 

Esa tarde era de mucho compromiso, el único vestido que tenía para estrenar era ese y yo me dije: “o me retiro de los toros, o me compro más vestidos…”, me la estaba jugando al todo por el todo… son faenas que te ponen en tu sitio y que te dan aire para caminar… no podía yo fallar con el toro, todo lo que tenía que hacer era muy pensado, ya después te vas gustando, te olvidas de todo y te entregas al placer de torear… había que darle la pausa al toro, dejarle respirar… mi toreo tiene la influencia de la buena tauromaquia… hoy me doy cuenta de lo grande que puede ser la amalgama de las suertes que tiene el toreo… los toreros hemos perdido mucho porque estamos haciendo un toreo estándar, un toreo igual… esta faena recurre al toreo clásico, se inspira por ejemplo en Pepe Luis Vázquez, Manolo Vázquez, Paco Muñoz… lo de ahora es muy bueno, pero con lo de ahora y lo de antes, hay que hacer algo mejor…

Jesús Solórzano (hijo)
Apunte de Pancho Flores
Como se aprecia, a un lustro de distancia, Jesús Solórzano distinguía, creo que sin petulancia, el valor de su obra ante Fedayín, y establecía las líneas divisorias entre el toreo puro y lo que se pudiera considerar el toreo moderno. No se mostraba refractario a lo que algunos han dado en llamar la evolución del toreo, pero sí dejaba bien claro que las bases fundamentales de la tauromaquia son inamovibles, que son esenciales y cualquier modificación que se plantee, ha de ser a partir de ellas.

La leyenda de Jesús Solórzano Pesado no se constriñe solamente a Fedayín. Los capítulos de su historia en la Plaza México llevan también nombres como Bellotero, Pirulí, Sardinero o Billetero y aunque el epílogo pareció escribirse en ese ruedo el 8 de marzo de 1992 con un toro de nombre Joronguito, de vez en cuando se calza la guayabera y la calzona y se amarra los zahones para dejar en los ruedos lecciones de una torería que no se debe perder.

Concluyo con esta reflexión que sobre el torero hace Leonardo Páez:

Estilista, entendido no sólo como el torero de refinado estilo sino, más ampliamente, como el diestro poseedor de un estilo acentuado, interesante, distinto, capaz de provocar en las masas la necesidad de acudir a verlo cada vez que es anunciado…

El vídeo de la faena

Lo pueden apreciar en esta localización

La faena en sí corre del minuto 16:13 al 27:10 y tiene un agregado interesante, que es la faena al novillo Bellotero – del que me he ocupado aquí antes  –  que corre del minuto 6:02 al minuto 15:07.

Pertinente aclaración: Los resaltados en la crónica de Carlos León son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en el original.

Aldeanos