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domingo, 22 de mayo de 2011

Mexicanos en San Isidro (I/III)

Monumento a Livinio Stuyck, interior de la
Plaza de Las Ventas
Livinio Stuyck, quien según Dominique Lapierre y Larry Collins, es descendiente de unos alfombristas flamencos llegados a España en la época de Felipe V, era abogado y accedió a la gerencia de la empresa Nueva Plaza de Toros de Madrid S.A. (Jardón) en una situación coyuntural que sería temporal en un principio, más su habilidad innata para dirigir se reflejó también en los destinos de la Plaza de Las Ventas, la más importante del planeta de los toros, lo que le haría permanecer al frente de ella más tiempo del que habrían calculado, tanto él, como quienes le encomendaron esa tarea.

Una de las innovaciones que don Livinio llevó al manejo de los asuntos de Las Ventas, fue la creación de una serie de festejos de gran tronío en torno a la festividad de San Isidro Labrador, patrono de Madrid y que tenían por objeto el resaltar la importancia taurina de la Villa junto con las demás festividades que enmarcaban la celebración. La primera Feria Taurina de San Isidro – aunque las ferias fueran cosa de pueblos el Marqués de la Valdavia dixit – se da en 1947 y ya en relación con los toreros mexicanos, será hasta 1951 cuando comiencen a aparecer en ella, pues es al final de la temporada mexicana 46 – 47, que se rompen las relaciones hispano – mexicanas y se reanudan precisamente hasta ese calendario.

El primer torero mexicano en comparecer en San Isidro será Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes, que el 16 de mayo de 1951 entrará a sustituir a Manolo dos Santos en un cartel que éste inicialmente formaba junto a los sevillanos Pepe Luis Vázquez y Manolo González, para lidiar un encierro de don Felipe Bartolomé. Al final, de los toros anunciados, solo se lidiaron cuatro, completando la corrida uno de doña Francisca Sancho Viuda de Arribas y otro de Castillo de Higares de don Pedro Gandarias.

Esa tarde Rafael Rodríguez confirmó su alternativa de manos del Sócrates de San Bernardo, siéndole cedido el toro Guitarrero de don Felipe Bartolomé, toro al que le cortó la oreja, en consecuencia, la primera que un torero mexicano ha obtenido en esta trascendente feria taurina. Para la anécdota, contaba El Volcán que teniendo preparado el inicio de su campaña para unas semanas después, la ropa de torear que había encargado a la maestra Marcén no estaba lista, por lo que cuando se le avisó de la sustitución, no tenía un terno para vestir y de esa manera, Antonio Velázquez le prestó un terno blanco y oro, nuevo, que fue el que sacó para tan señalada corrida, vestido que después le obsequió Corazón de León y que la familia del diestro hidrocálido aún conserva con gran orgullo.

Debido a la extensión del tema – abarca seis décadas – intentaré presentárselos en tres partes, la primera que cubrirá las décadas de los 50 y 60; una segunda que se referirá a los años 70 y 80 y la final que amparará desde los años 90 y hasta la fecha. El objeto de lo que se relacione aquí, será exclusivamente la Feria de San Isidro, motivo por el cual, no obstante su cercanía cronológica, no quedarán comprendidos aquí, hechos ocurridos en otras ferias o festejos señalados, como la Corrida de la Beneficencia, o la Feria del Campo, que se daba en los años 50, la de la Comunidad o la más reciente del Aniversario, insisto, aunque a veces, en el tiempo, no tengan diferencia temporal con la del Santo Patrono, pues el objeto es meramente lo que se anuncia y abona como Feria de San Isidro.

Los 50 y 60. La Edad de Plata Mexicana

Ya apuntaba arriba que fue El Volcán de Aguascalientes quien abrió la presencia mexicana en lo que inicialmente se quiso denominar como Corridas Extraordinarias del Santo Patrono y en esos cuatro lustros de lo que bien puede considerarse como la Edad de Plata del Toreo en México, fueron quienes llevaron el pendón nacional a lo que se considera la principal plaza de toros del mundo.

Confirmaron su alternativa o actuaron en ese periodo de tiempo, además del citado Rafael Rodríguez, diestros como Manuel Capetillo, Jesús Córdoba, Juan Silveti, Joselito Huerta, El Ranchero Aguilar o Alfredo Leal y de lo sucedido en esas calendas, destaco lo siguiente:

Juan Silveti
1952: El 15 de mayo de 1952 confirmó su alternativa Manuel Capetillo. Le apadrinó Paquito Muñoz y llevó de testigo a Antonio Ordóñez. Esa tarde le cortó la oreja a Brillante, que fue el toro de la ceremonia y que fue de Antonio Pérez de San Fernando, como todos los corridos ese día. Giraldillo, cronista del ABC madrileño, señaló acerca de la actuación del diestro mexicano: …hubo unánime petición de oreja, concedida con los honores de la vuelta al ruedo y la salida hasta el centro, pues las palmas seguían. Capetillo, en el séptimo toro de los 63 que han de correrse, había puesto un punto de luz en la Feria de San Isidro...

El día 24 de mayo Jesús Córdoba tras de fallar con la espada da dos celebradas vueltas al ruedo en corrida en la que alternó con Manolo Vázquez y Julio Aparicio en la lidia de toros de Sánchez Cobaleda. De él dijo esa tarde Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, cronista del diario ABC de Madrid: Torea tan limpiamente que ello, acaso, le perjudique para los que adoran el barullo del torero y el toro rebujado en maraña emocionante... sin una concesión ni a los morenos del sol ni a los pálidos de la sombra…

Al día siguiente, Juan Silveti se convertiría en el primer torero mexicano en abrir la Puerta Grande de Las Ventas en San Isidro y escribiría una de las grandes páginas de su historia y de la Feria, al quedarse casi con la corrida completa de Pablo Romero que en principio lidiaría en unión de Raúl Acha Rovira y Pablo Lozano. Canario, el tercero de la tarde hiere primero a Pablo Lozano y después a Rovira. Así, Silveti se queda con Chaleco, Campero Cautivo y es al quinto, Campero, al que de acuerdo con la crónica del nombrado Giraldillo, el hijo del Tigre de Guanajuato, toreó estupendamente al natural, para cortarle las dos orejas y salir a hombros junto con el mayoral de la ganadería.

1953: Por primera vez en la historia de la Feria, un diestro mexicano se acartela tres tardes. Es Jorge El Ranchero Aguilar, quien había confirmado el verano del año anterior. La primera, el 10 de mayo, sirviendo de testigo para que Jerónimo Pimentel le confirmara la alternativa a Emilio Ortuño Jumillano, con toros de Antonio Pérez de San Fernando, siendo aplaudido; la segunda, el día del Santo, para lidiar toros de Fermín Bohórquez y alternar con Rafael Ortega y Antoñete, con lleno de no hay billetes, está discreto y dos días después, alternando con Antonio Bienvenida y Rafael Rodríguez en la lidia de toros de Joaquín Buendía, salda su participación con una vuelta al ruedo tras la lidia del tercero.

1957: José Ramón Tirado, hábilmente apoderado por El Pipo, quien aprovechó que en la temporada anterior el sinaloense cortó orejas en tres novilladas consecutivas, abriendo la puerta grande la última de ellas, le coloca en tres de los carteles más señalados de la Feria de ese mayo. Confirma el 10 de mayo, de manos de Julio Aparicio y llevando como testigo a Antoñete, lidiándose toros de Eusebia Galache de Cobaleda. Repite al día siguiente alternando de nuevo con Julio Aparicio y Manolo Vázquez en la lidia de 3 toros de Atanasio Fernández, 1 de El Pizarral de Casatejada (3º), 1 de Flores Albarrán (5º) y 1 de Eusebia Galache (6º) y cierra su comparecencia a la semana exacta de su presentación actuando junto a Gregorio Sánchez y de nuevo Manolo Vázquez para enfrentar toros salmantinos de Barcial. El resultado de las tres tardes del mazatleco no fue halagüeño y quedan como un hecho meramente anecdótico.

En esa misma feria, Joselito Huerta – quien había confirmado en el San Isidro del año anterior –, el 15 de mayo, al alternar con Rafael Ortega y Chicuelo II en la lidia de toros de Pablo Romero – el de Tetela sustituía a Antoñete – fue herido gravemente. El parte rendido por el doctor Jiménez Guinea dice: Herida en parte alta de la región glútea izquierda, con una trayectoria ascendente de 15 centímetros hacia región lumbar, que produce destrozos en los músculos de la región lateral del abdomen y termina a nivel de la duodécima costilla, calificada de pronóstico grave.

Jesús Córdoba
El 19 de mayo Jesús Córdoba actuó por última vez en una Feria de San Isidro, sustituyendo al herido Joselito Huerta. Alternó con José María Martorell y Gregorio Sánchez y llevaron por delante al rejoneador portugués Simao da Veiga. Los toros fueron de Salvador Guardiola para los de a pie y del Marqués de la Ribera para rejones. La opinión de José María del Rey Selipe acerca de esta actuación del Joven Maestro es en este sentido: …Llevó a cabo el mejicano dos faenas limpias, tersas y elegantes, con un sereno entendimiento del toreo, que desarrolló principalmente con la muleta en la mano derecha mediante pases redondos acabados y de excelente traza... Esta actuación fue premiada con una aclamada vuelta al ruedo, quedándose sin orejas nuevamente por sus fallos con la espada.

1962: Alfredo Leal firma tres tardes para la Feria de este calendario. Se presenta el 13 de mayo alternando con Gregorio Sánchez y Curro Girón, con el prólogo del rejoneador Ángel Peralta, para lidiar 5 toros de Antonio Pérez Angoso (uno para rejones) y 2 de María Montalvo (5º y 6º). La segunda comparecencia de El Príncipe del Toreo sería siete días después, flanqueado por Curro Romero y Manolo Vázquez y llevando por delante al caballero jerezano Fermín Bohórquez. Los toros para la ocasión serían de Carlos Núñez para los de a pie y el de rejones, de las dehesas del propio caballista. Cerraría su actuación abriendo con los rejoneadores Ángel y Rafael Peralta y alternando con Curro Girón y Rafael Chacarte en la lidia de 7 toros de Clemente Tassara. De acuerdo con las crónicas de Antonio Díaz – Cañabate – por lo leído, poco amigo de lo mexicano – la actuación de Leal fue desafortunada en esas tres tardes.

1963: Se presentan por primera vez novilleros mexicanos en la Feria. El 25 de mayo lo hace el regiomontano Fernando de la Peña, quien alterna con Jerezano y José María Aragón en la lidia de 4 novillos de Carmen González de Ordóñez y 2 de Antonio Ordóñez (2º y 6º) y el día 26 cierra la feria Óscar Realme, que alterna con Jerezano y Antonio Medina en la lidia de novillos de Clemente Tassara. Al final, Realme y Jerezano quedaron mano a mano, pues el tercero de la tarde hirió muy grave a Medina.

1964: El 31 de mayo Antonio Sánchez Porteño, debutante en Madrid, abre la Puerta Grande – es el último mexicano en hacerlo en esta etapa histórica – de Las Ventas al cortarle las dos orejas al tercer novillo de un importante encierro del Marqués de Albayda, cuando alternaba con José Luis Barrero y Antonio Sánchez Fuentes. Sobre este festejo escribió Antonio Díaz – Cañabate: La novillada del señor marqués de Albayda fue magnífica. Fue soberbia. Fue ejemplar. Sobre todo esto, ejemplar. Demostró lo que vengo sosteniendo con reiteración, que la fiesta es de toros y que los ganaderos, en su afán de complacer a los toreros, la han convertido en fiesta de los borregos. El señor marqués de Albayda, por lo menos en esta novillada, ha sabido conservar la casta, la fiereza de los toros... Dos vueltas al ruedo a dos toros, primero y quinto. Cuatro orejas e innúmeras ovaciones a los toreros. Vuelta al ruedo acompañado de los espadas. Es decir, la apoteosis de la casta. El triunfo de los toros sobre los borregos... Un triunfo auténtico del novillero acapulqueño, que no tuvo ocasión de reiterarse. 

Alfredo Leal
Antes, el tlaxcalteca Gabino Aguilar se había presentado el día 10 de mayo, alternando con Rafael Corbelle y el cordobés Manuel Cano El Pireo en la lidia de novillos de Andrés Parladé. El compromiso lo cerró Gabino con discreción, teniendo ya en puerta su alternativa en la cercana Corrida de la Beneficencia.

1966: El 26 de mayo el torero de Monterrey, Raúl García confirma su alternativa de manos de Paco Camino y llevando de testigo a El Cordobés. El toro de la cesión se llamó Camilloso, de Francisco Galache. Fue una corrida en la que el padrino y el testigo fueron abroncados toda la tarde, por imputárseles la blandura y poca presencia de los toros lidiados, en tanto que al regiomontano, como confirmante, se le trató respetuosamente, pero el éxito fue ausente para todos.

Resumen del periodo

Años de ausencia: 1958, 1959, 1960, 1961, 1967, 1968, 1969.

Festejos toreados en el periodo:

Joselito Huerta, 7 [1956 (2), 1957 (1), 1964 (2), 1965 (2)]; Jesús Córdoba, 5 [1952 (2), 1954 (2), 1957 (1)]; Manuel Capetillo, 3 [1952 (2), 1963 (1)],  Jorge El Ranchero Aguilar, 3 [1953]; José Ramón Tirado, 3 [1957]; Alfredo Leal, 3 [1962]; Rafael Rodríguez, 2 [1951 (1), 1953 (1)]; Juan Silveti, 2 [1952 (1), 1954 (1)]; Antonio Campos El Imposible, 2: [1963]; Miguel Ángel García, 1 [1955]; Raúl García, 1 [1966]; Fernando de la Peña, 1 [1963, novillada]; Óscar Realme, 1 [1963, novillada]; Antonio Sánchez Porteño, 1 [1964, novillada]; Gabino Aguilar, 1 [1964, novillada].   

A mi parecer, estos son algunos de los hitos que marcan la presencia de México en la Feria de San Isidro en este periodo de la Historia. Cada quien, en su opinión particular, podrá recordar estos mismos u otros distintos. No obstante, la riqueza de esta fiesta y de su Historia, está precisamente en lo que cada uno de nosotros podamos aportar a su recuerdo.

Continuará… 

lunes, 12 de julio de 2010

Juan sin Miedo (I/II)

Apostillas a una (insulsa) entrevista

El pasado martes inició la Feria de Pamplona. El cartel de apertura fue una novillada en la que actuaron Cristian Escribano, Juan del Álamo y Diego Silveti. En el entreacto del quinto y sexto novillo, el entrevistador de Canal Plus, David Casas se acercó a conversar con Juan Silveti Reynoso, abuelo de Diego y padre de David y Alejandro, estos dos, como él, matadores de toros e integrantes de la tercera generación de diestros de alternativa que llevan el apellido Silveti.

Casas preguntó meras fruslerías al Tigrillo, lo que de suyo representa una pena, pues es Juan Silveti hijo, quizás uno de los pocos puentes que nos quedan para conocer y entender los orígenes de la fiesta que hoy vivimos y con un valor añadido en el caso de este torero, que es el haber sido parte de las entrañas de esto de ambos lados del Atlántico. Por eso afirmo que Juanito Silveti – como también se le llama de manera cariñosa – tiene mucho y muy bueno que contarnos.

Pero Casas se perdió, guiado por Molés, en una serie de intrascendencias, motivadas, deduzco, del desconocimiento de lo que ha sido el paso por los ruedos y por la vida de Juan Silveti Reynoso y acabaron comentando – a medias y sin referir la sustancia – la actuación del torero en Madrid el 25 de mayo de 1952, cuando por percances de Rovira y de Pablo Lozano, se quedó solo con una corrida de Pablo Romero, terminando por salir en hombros esa memorable jornada.

Tal pareciera que tomaron, antes del festejo, un libro de los varios que sumarizan la historia de la Plaza de Las Ventas y allí vieron el tema que convirtieron en tópico – seguramente el de Suárez Guanes, pues la expresión de se decía que parecías un torero español así lo delata, pues en esa obra de 1991, se contiene el comentario en ese sentido –, cuando del Tigrillo hay más hazañas que contar, como la del 12 de octubre de ese 1952, cuando él, Antonio Bienvenida y Manolo Carmona tuvieron ante toros del Conde de la Corte una tarde muy importante a beneficio del extinto Montepío de Toreros o la de los toros de Guardiola en Sevilla, el 17 de junio de 1954, cuando con Jesús Córdoba y Cayetano Ordóñez, abrió la Puerta del Príncipe en la Corrida de la Prensa. Pero no, ni al que cargaba el micrófono, ni al que le hacía de apuntador, se les pasó siquiera por la mente eso.

Pero dónde preguntador y apuntador de plano patinaron, fue cuando le preguntan a Juan Silveti Reynoso el por qué de los sobrenombres de Juan sin Miedo o El Tigre de Guanajuato. Allí estuve a punto de caer de la silla, sobre todo, al ver que con socarronería, el abuelo – que orgulloso debe estar de serlo – de Diego Silveti, respondía algo así como esto: …es que en México la gente es muy inclinada a poner apodos… y lo hizo el Tigrillo a sabiendas de que, quien le transmitía la pregunta de Molés, ni idea tenía de lo que inquiría y seguramente de que el mismo Molés tampoco hablaba de un tema que conociera.

Belmonte Mexicano, Juan sin Miedo, El Tigre de Guanajuato, El Hombre de la Regadera, El Meco, El Hombre del Mechón y El Resucitado entre los más conocidos, era don Juan Silveti Mañón, padre del entrevistado y bisabuelo del novillero actuante, pero de eso, ni idea en los hacedores de la transmisión televisiva. De allí que diríamos, en cadena mundial, Juan Silveti Reynoso materialmente se cachondeara de ellos con la respuesta que les dio.

La verdad es que aparte de la hilaridad que me produjo el gesto del torero, resulta que me sugirió tema para presentarles esta semana, pues hay días en los que simplemente no se me ocurre nada nuevo, como no sea el deseo de ofrecerles algo aquí. Así que independientemente de lo insulso de la entrevista a la que aludo, al menos me surgió algo interesante de ella y es lo que enseguida les presento.

Belmonte Mexicano

Cuenta Verduguillo lo siguiente:

A mediados de 1914, para ser más exactos, al iniciarse el segundo trimestre de aquél año trágico y sangriento, se presentaron en mi oficina dos personas, conocida la una, mayor de edad, desconocido el joven que le acompañaba… Uno de ellos era el viejo banderillero Margarito de la Rosa, el otro un mocetón alto, fuerte, seco… Frecuentemente se llevaba la mano al cuello de la camisa con ganas de arrancárselo… Margarito hizo la presentación: ‘Este se llama Juan Silveti y le dicen «Belmonte Mexicano»’. Entramos en conversación; me enteré desde luego que el muchacho había nacido en Marfil, lugar cercano a Guanajuato y que la mayor parte de su vida la había pasado en Celaya al lado de su madre; allí le brotó el sarampión de la afición taurina… Ese era el Silveti que me fue presentado en el año de 1914, un muchacho fuerte, sano de cuerpo y alma… Debuta Juan como novillero y arma el escándalo grande. Repite el siguiente domingo y al otro y al otro; llena la plaza como antes la habían llenado Merced Gómez primero y luego Luis Freg. Es el amo de la novillería. Su estilo es basto, no tiene la finura de Cayetano González, pero derrocha valor por toneladas. Pelea con los toros cuerpo a cuerpo y se apodera de ellos. Lo diré de una vez: Silveti fue un gran dominador con la mano derecha; cuando cogía la muleta con la zurda, no sabía correr la mano…

Este es el perfil que don Rafael Solana nos dibuja de quien es todavía un ícono en la tauromaquia mexicana y nos deja en claro que su primer sobrenombre fue el de Belmonte Mexicano, que con ese se anunciaba en los carteles y que al poco tiempo, dejaría atrás por mérito propio, para adquirir otros, que como hemos visto, trascienden el tiempo y a quien los llevó orgullosamente por los ruedos del mundo y por la vida.

El Resucitado

El 25 de junio de 1916 Juan Silveti está en Valencia y va a tener allí su segunda actuación en ruedos hispanos. Hay un encierro de Palha para Luis Freg, Saleri II y él. Todavía se le conoce y anuncia como Belmonte Mexicano, pero el segundo toro de la tarde cambiará la apreciación de la afición acerca del torero y también la manera de llamarle en los carteles.

Ese domingo fue particularmente ocupado para los servicios médicos de las plazas en España. En Carabanchel, Mariano Montes y Bernardo Casielles resultaron heridos; en la Monumental de Barcelona, el novillero Marchenero y el banderillero Compare también pasan con los facultativos y en Tetuán por su parte, los novilleros Madriles y Morato también caen víctimas de las astas de los toros. En Valencia, Juan Silveti pasaría a formar parte de esa nómina de sangre y por poco no lo cuenta.

La cornada en la prensa madrileña

En El País (26 de junio):

Silveti, que debutaba en esta Plaza, fue cogido al hacer el primer quite con media verónica; el toro le prendió por una pierna, le derribó, recogiéndole en el suelo por el pecho y volteándole aparatosamente. Silveti cayó como desvanecido, pero se levantó cayendo enseguida de rodillas y viendo el público que arrojaba mucha sangre por el pecho. Cayó otra vez a la arena, de donde le recogieron los monos. El público se horrorizó al ver que la arena estaba llena de sangre y que el diestro estaba pálido y contraído. Según parece, la herida ha interesado la pleura y un pulmón. La impresión del público es enorme. A poco de ingresar el diestro mejicano en la enfermería, nos dan el siguiente parte facultativo:

El diestro Silveti sufre una herida penetrante de pecho, de diez centímetros, superficial y fracturas de la quinta y sexta costillas, situada en la cara anterior del tórax, estando interesado el pulmón derecho y la pleura. Pronóstico grave.

Me dicen de la enfermería que el diestro herido está postradísimo, habiéndosele dado, para reanimarle, inyecciones de suero fisiológico y de aceite alcanforado. Los médicos han establecido turnos y han rectificado el primer parte, diciendo que el estado del diestro es muy grave. Pasará la noche en la enfermería de la Plaza y se suspenderá una verbena que se debería celebrar en sus dependencias.

Por nuevas noticias que llegan de la enfermería, se sabe que el estado de Silveti es muy grave. El diestro, a consecuencia de la gran cantidad de sangre perdida, ha sufrido varios colapsos. Se pensó, en vista de la gravedad, administrar al diestro los últimos Sacramentos; pero se desistió de ello a ruegos del hermano del herido, que expresó el temor de que la ceremonia impresionara a éste mucho. Témese esta noche fatal desenlace en la enfermería. Después de vestirse los toreros han vuelto a la Plaza y no les han dejado entrar en la enfermería. Su paisano Freg está afectadísimo. Silveti toreaba hoy por segunda vez en España.

En El Heraldo de Madrid (26 de junio por la noche):

El estado de Silveti. Por telégrafo. Valencia 26 (1m). Solo funciona el pulmón izquierdo de Silveti. Los diestros Freg y «Saleri» con sus cuadrillas se han ofrecido incondicionalmente y permanecen a la puerta de la enfermería. Los médicos turnan. Se ha rogado a la estación del Norte que las máquinas que pasan junto a la enfermería eviten en lo posible el ruido. Se teme que se presente la pulmonía traumática. Se reciben muchos telegramas y muchas personas acuden a la enfermería...

Valencia, 26 (2:40 t). Ha sido trasladado «Silveti» al Hospital, aplicándosele inyecciones de aceite alcanforado, dándosele antes un sorbo de «champagne». También se le aplicó un terrón de hielo. Se le ha levantado el apósito, viéndose que la herida presenta el mismo aspecto de gravedad.

El Heraldo de Madrid (27 de junio por la noche):

Estado de Silveti. Por telégrafo. Asistido por dos monjas. - Una de ellas, mejicana. - Palabras del diestro. - Viaticado. - Aumenta el pesimismo. Valencia 27 (4, 5 t). Silveti está asistido por dos monjas, una de las cuales es mejicana. El diestro confraternizó con ella, recordando a sus familias. La monja mejicana le entregó una medalla de la Virgen de Guadalupe, patrona de Méjico. Silveti le pidió otra de la Virgen del Carmen, siendo complacido. En vista del estado del herido, la monja le pidió que se confesase. Silveti contestó: «Soy bueno, esperamos unos días. Deme agüita hermana, pues tengo mucha sed». Esta madrugada se agravó subiéndole la fiebre a 38 grados. Ahora tiene Silveti 37 grados y medio y 140 pulsaciones. Aumenta el pesimismo de los médicos.

El Liberal, diario de Madrid, en su ejemplar correspondiente al 22 de agosto de ese año, informa lo siguiente:

Silveti, restablecido. El novel matador de toros mejicano, Juan Silveti se encuentra totalmente restablecido de la gravísima herida que le causó en Valencia un toro de Palha en día 25 de junio último. Silveti, a quien las Empresas de Bilbao y Sanlúcar de Barrameda habían hecho ofrecimientos que reanudase sus tareas, pero no lo hará hasta el día 3 de septiembre, en que probablemente toreará en el Puerto de Santa María. Después es casi seguro que se presente al público madrileño en una Plaza de las proximidades de la villa y corte.

Como podemos ver, la cornada que le infirió Jilguero de Palha fue gravísima. La versión de Verduguillo es que Juan Silveti fue dejado en la enfermería de la plaza esperando su pronto deceso y que la atención médica que se le proporcionó fue ya cuando se vio que superó la noche siguiente a la cornada. Por lo que se lee en los diarios consultados, esa es una versión alejada de la realidad, pues al diestro herido se le atendió con los medios que en ese día había al alcance.

El día de mañana concluiré con estos apuntes.

sábado, 1 de mayo de 2010

Tal día como hoy: 1964. Triunfo de Peñuelas. Juan Silveti actúa por última vez en nuestra feria.

Durante el último tercio de la década de los 50 y la primera mitad de la siguiente, el hijo del Tigre de Guanajuato fue uno de los toreros que fortificaron la tradición y la leyenda del serial de San Marcos. Su depurada tauromaquia era un platillo que la afición de Aguascalientes se solazaba en degustar, pues de los de su generación, es quizás junto con Jesús Córdoba, el torero que mejor dominó el conocimiento de la lidia, de los terrenos y de las suertes precisas para poder dar a cada toro la lidia correcta y adecuada a sus condiciones.

La oportunidad que da ocasión a este comentario, fue el festejo final de la feria en el que alternaron con él Humberto Moro y el utrerano Juan Gálvez, para dar cuenta de un importante encierro de Peñuelas. Las crónicas refieren la actuación del Tigrillo como discreta y como triunfadores de la corrida al encierro de Peñuelas y al linarense Moro que cortó una oreja.

El relato de de don Jesús Gómez Medina sobre lo destacado de la tarde es el siguiente:


El pasado viernes la del toro con nervio y pujanza. En efecto, por obra de los astados de Peñuelas volvimos a apreciar la suerte de varas con todo lo que encierra de emoción y dramatismo; de gallardía y de espectacularidad.

Por obra de los toros de Peñuelas, mal de su grado, visitaron varias veces la inhóspita arena – ¡los primeros tumbos de la Feria! – y también, en dos o tres ocasiones, el poderío de los bureles, aunado a su fiereza, lanzó estrepitosamente a jinete y cabalgadura contra los tableros, para reproducir una escena que arrancada, al parecer, de las añejas estampas de Daniel Perea, conserva aún su abigarrado patetismo.

Fueron los de Peñuelas en suma, fieramente bravos, con la bravura que emociona y entusiasma; con esa bravura, con esa fiereza que son y serán siempre las cualidades esenciales del toro de lidia. Con la bravura, con la fiera acometividad que, desgraciadamente, va escaseando en otras ganaderías; pero que hay que cuidar con todo celo, pues cuando tales características dejan de existir en los cornúpetas destinados al toreo, se habrá extinguido ya esa raza admirable llamada toro de lidia.

A todo esto, digamos que, con tales cualidades, los de Peñuelas tenían mucho que toreárseles, como se dice en el argot taurino. No, no eran los toros de azúcar y mazapán que por faltos de fuerza o de fiereza – de bravura – se antojan inofensivos. No.

A estos bureles había que dominarlos antes de hacerles florituras. Había que poder con ellos, en suma. ¿Lo consiguieron los maestros?...

El programa anunciador del festejo en los diarios invitaba al público a asistir a los corrales de la plaza a apreciar el encierro. Es curioso observar ese detalle, pues si bien la reglamentación exige que los toros estén a la vista unos días antes del festejo, es raro que se invite públicamente a verlos, más bien se trata de evitar, so pretexto de que con la afluencia de público se mueven y se pueden inutilizar.

Al final de cuentas y como decía antes, solamente Humberto Moro logró cortar una oreja al segundo de la tarde, con el que pasó algún momento de apuro en el primer tercio, cuando le echó mano. Por su parte, Juan Gálvez tuvo una tarde de esas para no recordar, en la que se vio sin deseos ni reposo al hacer el toreo.

Juan Silveti seguiría asistiendo a nuestra Feria de San Marcos, aunque ya no lo haría vestido de luces. La fiesta en México ya se comenzaba a manejar de una nueva manera y el respeto a la dignidad de los toreros estaba siendo soslayado, se pretendía tratar a los artistas como jornaleros sin importar la jerarquía que les es consustancial. Por eso él y varios de los de su tiempo decidieron que era el momento de dar vuelta a la página y dar por concluida con lucimiento una trayectoria, que seguir adelante pero sin esa necesaria dignidad.

Hoy le recuerdo en la que fuera su presentación postrera en nuestra feria y como actual cabeza de una dinastía de toreros, que se encamina a encontrar ya a la cuarta generación de matadores de toros en su historia.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Dinastías en las plazas de Aguascalientes

Se ha anunciado para este día un festival, que para efectos de marketing, es de dinastías, en el que actúan los hijos de Armillita, Calesero, Juan Silveti, Humberto Moro, del rejoneador Jorge Hernández Andrés y el matador en retiro Luis Fernando Sánchez. La finalidad del festejo es el homenajear se afirma – celebrar, diría yo – el septuagésimo aniversario de vida del hijo mayor de Fermín El Sabio, Manolo Espinosa Armillita y el recolectar fondos para la atención de la infancia discapacitada, que serán aplicados por la Fundación Teletón y el Ayuntamiento de esta ciudad.

Aunque casi no me ocupo de la actualidad inminente en este espacio, me siento motivado a hacerlo ahora, porque en ese marketing al que he aludido antes, se afirma que este festival es el primer evento taurino que reúne en una plaza nuestra a varias dinastías de prosapia en los ruedos y creo que un mero accidente demográficoClaudio H. Vargas dixit – lo puede hacer aparecer así, pero un recorrido por la historia, nos puede mostrar que en festejos formales y en festivales también, los hijos de aquellos que han sido gente en esto, se han reunido más de alguna vez.

El retroceso en el tiempo lo iniciaré en el año de 1964 – que si hurgamos en las hemerotecas y en los anuarios con seguridad habrá más para relatar –, cuando precisamente Manolo Espinosa hacía sus primeras armas en los ruedos y en Aguascalientes había lo que parecía iba a ser una próspera industria vitivinícola. En el mes de agosto, la Feria de la Vendimia se acompañaba de festejos taurinos y así, el día 16 de ese mes se anunció una novillada en la que con un seleccionado encierro de Matancillas – todavía encaste ParladéCampos Varela –, aún propiedad de don José C. Madrazo, se reunieron en el ruedo de la hoy centenaria Plaza de Toros San Marcos, el ya nombrado Armillita, Jesús Solórzano y Alfonso Ramírez Calesero Chico, cuyos padres llenaron grandes páginas de la historia del toreo.



Manolo Espinosa y Calesero Chico el 16 de agosto de 1964 (Foto: Archivo Carlos Meza Gómez)


Este festejo tuvo mucho predicamento, pues aún tratándose de una novillada, la plaza se llenó. Me contaba Carmelita Madrazo, una notabilísima escritora de estos temas, sobrina del ganadero que lidiaba en la fecha e hija del de La Punta, que al empresario, don Jesús Ramírez Alonso le sobró únicamente una entrada en las taquillas, misma que colocó en un marco. Sobre este festejo, don Jesús Gómez Medina escribió lo siguiente en El Sol del Centro del día 17 de agosto de 1964, en crónica que tituló Los tres cachorros llenaron la plaza al máximo:
...Una completa faena de Chucho. Soberbios naturales de Calesero y el fácil hacer de Manolo. Primoroso encierro de Matancillas del que destacaron tres novillos. La tarde, espléndida. Y el lleno, total, rebosante. Clima y ambiente de una gran solemnidad, en suma. Y dispersos aquí y allá, entre barreras y en el tendido, los miembros del senado taurino en pleno: El Maestro Fermín, Carlos Arruza, Chucho y Lalo Solórzano. También Humberto Moro y Juanito Silveti. Y ganaderos y aficionados de postín en gran número. Todo esto a tono con la categoría y la importancia del cartel. En estas condiciones hicieron el paseo los tres herederos: Chucho Solórzano, Calesero Chico y Manolo Armilla…


Un segundo encuentro dinástico se daría el 23 de noviembre de 1969, cuando Manolo Espinosa, Jesús Solórzano y el hijo de Fermín Rivera, Curro, se enfrentaron a un gran encierro del Ingeniero Mariano Ramírez. Fue una tarde de grandes triunfos en los que el hijo de Armillita destaca con Garambullo, el primero de su lote; Solórzano con Piel de Plata, al que le corta el rabo y que le ha valido una placa en los muros del coso y Curro Rivera con Pitero, del que también recibe el apéndice caudal.

No pasará mucho tiempo para que el encuentro se dé ya en la nueva Plaza Monumental, el 1º de noviembre de 1975, en esta ocasión serán Alfonso Ramírez Calesero, Juan Silveti y Humberto Moro por los de ayer y Humberto Moro hijo, David Silveti y José Antonio Ramírez El Capitán por los de hoy los que enfrentaron un encierro de Santa Rosa de Lima, entonces sita en Aguascalientes y propiedad en esas fechas de los señores Ibarra Mora, cuñados de El Poeta del Toreo. El festival tenía finalidad benéfica también y resulta interesante ver aquí que en alguna forma, aunque resulte simbólica, los padres entregaron el testigo a sus hijos toreros que prácticamente iniciaban su andadura por los redondeles. El triunfo ese día, fue para el hijo del linarense Humberto Moro, que le cortó el rabo al cuarto del festejo.

Hogaño, a unas décadas de distancia, volvemos a ver algunos nombres anunciados, como el de Manolo Espinosa Armillita, el de José Antonio Ramírez El Capitán – autor por cierto, de una de las faenas más grandes que haya realizado un novillero en la Plaza México –, Humberto Moro y eso me permite alzar la voz para señalar que quizás debió tenerse en cuenta a Jesús Solórzano, que en Aguascalientes realizó algunos de sus trasteos más recordados y que desde ese aparentemente lejano 1964, arrancó junto con el homenajeado una carrera en los ruedos que les llevó juntos por muchos ruedos y por muchas cuestiones de la vida. Pero este es un deseo personal y seguramente los organizadores no están para satisfacer ese tipo de peticiones.

Creo que por la causa noble a la que pretende apoyar y por el reconocimiento que pretende dar a alguien que ha dedicado prácticamente toda su vida a la fiesta de los toros, merece ser exitoso. ¡Que todos tengan suerte!

Aldeanos