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domingo, 29 de mayo de 2022

27 de mayo de 1972: La última epopeya de un mexicano en Madrid

Eloy Cavazos a hombros, Madrid, 27/05/1972
Foto: Hemeroteca y biblioteca Mario Vázquez Raña

En los inicios de noviembre de 1965, un jovencito recién llegado de Monterrey a la capital mexicana entrenaba en la Plaza México. Ya sonaba su nombre en las relaciones de la prensa como uno de los novilleros que encabezaban el escalafón y las preferencias de la afición en ese momento. En ese lugar le entrevistó Luis Ortega Gómez para la Revista Taurina y entre otras cosas, el muchacho llamado Eloy Cavazos, le dijo acerca del lugar en el que se encontraba y de lo que esperaba del futuro:

Es grande, pero no me asusta. Si Dios me ayuda he de llenarla muchas veces. Al cabo que saliendo en hombros nadie me ha de ver chiquito... Aquí la plaza es grande y el público mucho, Hay que hacerle como con los toros. Hay que hacerse primero con los chicos y arrimarse mucho hasta que se llega. Así pienso llegar yo... arrimándome...

Eloy Cavazos no cejó en su intento, pues se presentó en la gran plaza el 12 de junio del año siguiente y recibió la alternativa en su tierra, Monterrey, el 28 de agosto de ese mismo 1966, de manos de Antonio Velázquez quien en presencia de Manolo Martínez le cedió los trastos para dar cuenta del toro Generoso de Mimiahuápam. Esa alternativa la confirmó en la Plaza México el 14 de enero de 1968, siendo apadrinado por Alfredo Leal. A partir de allí, el torero inició una vertiginosa ascensión a la cumbre en la que no se detendría hasta alcanzar la cima.

Logradas esas iniciales metas, la siguiente etapa a cubrir sería la presentación en ruedos europeos y el año de 1971 fue el decidido para ello. Su primera actuación de aquel lado del mar fue en Málaga, el 11 de abril, después actuó en Barcelona el 9 de mayo y con ese bagaje el siguiente compromiso que tenía por cumplir era en la plaza de Las Ventas, para confirmar su alternativa, compromiso pactado para el 20 del llamado mes florido.

La 7ª del San Isidro de ese año se conformó con Miguel Mateo Miguelín, Gabriel de la Casa y Eloy Cavazos, quien confirmaría su alternativa. Los toros fueron de José Luis Osborne. Esa tarde el torero regiomontano le cortó una oreja al toro de la confirmación, Retoñito, primero de la tarde, y a Floripondio, el sexto de la corrida le arrancó otra. Así, Eloy Cavazos, en su presentación, abría la Puerta de Madrid por primera vez. 

En su segunda tarde, tres días después de la inicial, Noguero, de Francisco Galache lo heriría casi al abrirse de capa. Un percance grave, según se lee del parte médico rendido por el doctor Máximo García de la Torre:

El diestro Eloy Cavazos sufre una herida por asta de toro en la región axilar izquierda, con una trayectoria hacia la línea media de 20 centímetros que produce destrozos en los músculos pectoral mayor y menor e intercostales, con rotura de pleura parietal, contusiones y erosiones múltiples. Pronóstico grave…

Esa cornada no lo detuvo, terminó esa campaña española con 30 corridas toreadas, cortando 55 orejas y 7 rabos y por supuesto, pasando por las principales plazas españolas y francesas.

El San Isidro de 1972

La Feria de San Isidro de 1972 ha pasado a la historia por mérito propio. Mucho hay para escribir de ella, pero en este momento lo que me ocupa es lo sucedido la tarde del sábado 27 de mayo de ese año, cuando se habían anunciado toros de don Joaquín Buendía para Fermín Murillo, José Fuentes y Eloy Cavazos, quien cerraba así su participación en ese ciclo isidril.

Los santacolomeños de Buendía no superaron el reconocimiento veterinario y fueron sustituidos por cuatro toros de doña Amelia Pérez Tabernero y otros dos de El Jaral de la Mira, entre los que venía un voluminoso colorado, que al llegar a la plaza pesó 600 kilos, nombrado Azulejo. La suerte se lo depararía a Eloy Cavazos y le representaría la llave para abrir, por segunda ocasión en su carrera, la puerta grande de Las Ventas.

Lo que Eloy Cavazos le hizo a Azulejo, lo relata así Carlos Briones, en esos días director del semanario madrileño El Ruedo:

Era digna de verse la despreocupación del mejicano ante dos toros más altos que él... la alegre desenvoltura con que se estaba quieto y a pies juntos en una lidia alegre, con graciosa sevillanía, andando con garbo – como debe andar un torero – cuando necesitaba mejorar sus terrenos para continuidad de sus faenas... Su triunfo, sin lugar a dudas, vino con «Azulejo», un señor toro de doña Amelia, colorao y serio, al que recibió con tres verónicas y una larga sin enmendarse, y dio luego otras tres verónicas aún mejores, como lo fue el quite. Brindó al público e inició su faena sobre la derecha, por altos y redondos, molinetes para enlazar las series, naturales a pies juntos, trincherillas, más redondos, – en uno de los cuales sufre un desarme, pero recupera la muleta del testuz de «Azulejo» – y remate mariposeando la muleta frente al toro por delante y detrás de su figurilla dominadora, y una vueltecilla para salir de cacho después de hacer un desplante de rodillas. Una perfecta estocada en la cruz, al hilo de las tablas de la que el toro sale fulminado, y el torero, rebotado una vez más como piedra disparada con honda, desata el clamor de la plaza y el premio de doble oreja, que se completa con vuelta al ruedo y salida a hombros...

El resto de la prensa madrileña no terminó por digerir la contundencia del triunfo del regiomontano. Así, don Antonio Díaz Cañabate, en el ABC madrileño – que publicó la crónica tres días después de la corrida –, notorio por su disgusto con lo que de este lado del mar llegaba a su tierra, apenas le reconoce:

…Cavazos es un torero efectista. Como casi todos los de corta estatura. Su toreo unas veces es bullicioso y otras embarullado y muy apegado a dar vueltas, que hace tan bonito. Le tocaron los dos toros más aparentes para un toreo de calidad, del que está muy lejos el animoso y valeroso Cavazos… al sexto, al que cortó las dos orejas, un toro de gran aparato, de romana y cabeza, pero dulce como el merengue y como la tarde, lo mató con mucho coraje, en el peligroso terreno de las tablas. Esta estocada fue lo más relevante que se hizo con los seis toros, que embistieron como empujados por el reflejo de la belleza del sol, de la luminosidad del azul, sin que empañara esas embestidas la menor nubecilla. Toros sin codicia con los caballos, que, por esa influencia, para mí indudable del sol y del azul, nos proporcionaron una muy entretenida corrida…

Por su parte, quien firmó como Pepe Luis en la Hoja del Lunes madrileña del 29 de mayo siguiente, en su resumen de la feria, dijo:

Mejicanos... Otro azteca triunfó anteayer: Eloy Cavazos. El pequeño torero tuvo para su lucimiento un bravo y bonito ejemplar de doña Amelia Pérez Tabernero. Toro con edad, cara, cuajo y pitones. Eloy triunfó más por su arte en lo adjetivo, la bullanga y el adorno, que en lo sustantivo. Valiente siempre, no acertó a medir las distancias y ahogaba el pase al citar en corto. Sus defectos – de ejecución, no de decisión – quedaron borrados por su coraje al irse tras la espada en un difícil terreno y dejar, a cambio de un serio achuchón, todo el acero arriba. Dos orejas y salida a hombros...

Hay distintas maneras de tratar de entender las cosas. Cañabate y Pepe Luis juzgaron a Eloy Cavazos por un método comparativo, valorando su hacer ante los toros a partir de lo que a ellos les gustaba, lo que, a mi juicio, le quita objetividad a sus versiones, pero conocerlas nos presenta la realidad del ambiente que en esos días se vivía.

Un comentario adicional. Eloy Cavazos en ese San Isidro del 72, se enfrentó a los toros más pesados que en ella se corrieron. Ya decíamos que Azulejo llegó a la plaza con 600 kilos justos, pero en su primera tarde de ese ciclo, ya había despachado a Indiano, el sexto de una infumable corrida de Manuel Francisco Garzón, que dio en la báscula 615 kilos.

El peso de la historia

Se ha cumplido medio siglo de que un matador de toros mexicano, llamado Eloy Cavazos, abriera por última ocasión la Puerta Grande de la plaza de toros de Las Ventas en Madrid, vestido de luces. Y lo hizo después de cortarle dos orejas a un mismo toro. Así, el torero de Monterrey pasó a formar parte de un pequeño grupo de toreros de México que han logrado esa particular hazaña.

Fermín Espinosa Armillita (1933), Lorenzo Garza (2 veces, en 1935 y 1945), Carlos Arruza (3 veces, en 1944, 1945 y 1946), Carlos Vera Cañitas (1945), Fermín Rivera (1945), Juan Silveti (1952), Antonio Lomelín (1970), Curro Rivera (1972) y Eloy Cavazos (1972). Por los novilleros lo han hecho José Ramón Tirado (1956) y Antonio Sánchez Porteño (1964).

Otros diestros mexicanos han salido en triunfo por allí cortando orejas sueltas a distintos toros de sus lotes, pero cobra mayor mérito la apertura del monumental portón y la salida en volandas, cuando se cortan las dos de un solo toro, que, para efectos prácticos, resultan ser los máximos trofeos que se conceden en la plaza de Madrid.

En estos días se abre paso una nueva generación de toreros mexicanos y varios de ellos estarán presentes en la primera plaza del mundo. Tienen la fortuna de tener a la vista a uno de los hacedores de la historia, a un ejemplo a seguir, de tenacidad, de esfuerzo y de la forma de encontrar al triunfo.

lunes, 26 de julio de 2021

El verano madrileño del 46. Experimentando unas nuevas puyas (II/II)

Puyas de cazoleta
Foto: El Ruedo
Hasta este punto, es evidente que las cosas se apreciaron según el cristal a través del cual se miró. Pero al parecer la intención de la autoridad era la de seguir adelante con la búsqueda de una nueva puya que, castigara al toro, pero que no lo inhabilitara para la lidia. Así, de las crónicas y reseñas de los festejos celebrados en la capital española, pude localizar que se volvió a usar en estos otros festejos:

En el del 16 de junio 1946, domingo siguiente al del estreno en el que actuaron Parrita, Manolo Escudero y Fermín Rivera ante toros de Galache. Don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda en la Hoja del Lunes del día siguiente al festejo señaló: 

La nueva puya se empleó en tres toros. Con la cazoleta de metal más ligero y reduciéndola de tamaño, para que estorbe menos a la puntería del picador, insistimos en que podía suplir con cierta ventaja a la en uso hasta hoy.

Se ve que se tomaron notas de los sucesos de la primera experiencia y a partir de ellas se rediseñó la cazoleta o quizás en este festejo se experimentó con un segundo modelo. Lo interesante es, que solamente se utilizó en la mitad de la corrida.

Vuelve a mencionarse hasta el festejo del 7 de julio, cuando Morenito de Talavera, Manolo Escudero y Rafael Llorente se enfrentan a un encierro del Conde de Antillón

Otra vez El de Tanda, en la Hoja del Lunes del día siguiente, se expresa así: En los tres primeros toros se probó el nuevo modelo de puya con la cazoleta reducida de tamaño y de peso. Dio buen resultado.

Y se vuelve a mencionar en la corrida del 14 de julio, cuando Pepe Dominguín, Manuel Gutiérrez Espartero y Benigno Aguado de Castro se enfrentan a toros de Villagodio. De la crónica aparecida en El Ruedo del 18 de julio siguiente, firmada por Juan León, entresaco: 

La corrida de Villagodio fue una corrida cuajada, con el sentido que da la edad, y que, lejos de doblar las patas, se dedicó a derribar piqueros con estrépito, en colaboración con la escasa eficacia para detener y agarrarse que tiene el nuevo modelo de puya, si el toro tiene poder y se arranca fuerte. A mí me pareció una corrida brava; pero como la gente da en reclamar vueltas al ruedo para toros cuya bravura está en que han seguido como babosas todas las espirales de las muletas, ya no sé qué decir...

Espartero y el banderillero de la cuadrilla de Pepe Dominguín, Pedro Aparicio Pedrín se fueron a la enfermería ese día. Éste último herido de consideración y se ponía en duda su posibilidad de continuar en la profesión.

Alfredo Marquerie, en su columna semanal, habla al respecto de las nuevas puyas una vez más, con relación a este festejo:

Los picadores mostraron ostensiblemente su animadversión hacia las puyas con cazoleta, que siguen en ensayo. Dejemos a los técnicos la opinión debida sobre si impiden la visibilidad, si resabian, si sólo son útiles en determinada colocación... Pero lo cierto es que «los de a caballo», - como les llamaban los antiguos cronistas - no están conformes con el embudo metálico y pican sin gana y creen que cuando salen fieras de verdad y de peso y de fuerzas, esa puya con freno y tope es una garambaina.

El toro grande o, si se prefiere, normal, el «toro, toro» no sólo siembra el espanto en el ruedo, sino que eleva la temperatura de la emoción de la corrida. Pasamos de la pantomima a la eterna verdad de la fiesta, aunque en ocasiones sea sensible y dolorosa...

Era el verano de Madrid. 

La nueva puya al parecer no se probó en los festejos de los días 20 de junio (novillada del Corpus, actuó Eduardo Liceaga); 23 de junio, (novillada); 27 de junio, un mano a mano entre Cañitas y Morenito de Talavera; 29 de junio 1946, (novillada, actuó Eduardo Liceaga); 30 de junio (corrida de toros); 4 de julio, (Corrida de la Prensa) y 11 de julio, (Corrida a beneficio de los huérfanos del Magisterio). Tampoco se menciona haberlas aplicado en la del 19 de septiembre, es decir, en la Beneficencia.

Los criadores y el enciclopedista

Los ganaderos estaban divididos en cuanto a la utilización del nuevo adminículo. Cualquiera pensaría que ellos serían los primeros que aplaudirían un instrumento que diera un castigo más proporcionado a sus toros, pero en ese tiempo, algunos de renombre, dijeron:

Clemente Tassara, en entrevista publicada en el ejemplar de El Ruedo aparecido el 31 de enero de 1946

¿Y sobre las puyas?

Que no deben modificarse. Con arreglo a la resistencia del bicho, deben amoldarse. Porque de lo contrario, en la primera vara quedaría sin fuerzas para continuar la lidia...

Es interesante esta apreciación, porque se deduce que, desde el principio del año, mucho antes del inicio de la temporada, entre los sectores profesionales, se tenía la intención de hacer alguna modificación a las puyas que se utilizaban.

Por su parte, en una entrevista a Samuel Flores publicada en el número de El Ruedo salido a los puestos el 28 de marzo de 1946 aparece:

...la puya debe arreglarse, ya que se pica con el palo, con perjuicio evidente para el toro. En vez de discutirse el peso de los toros, se debía plantear el tema de las puyas, que hacen al toro aplomado, restándole su embestida...

También el enciclopedista José María de Cossío tuvo ocasión de expresarse. Lo hizo en un artículo que se publicó en El Ruedo del 26 de septiembre de 1946, después de que se haya probado en Madrid la puya de cazoleta y entre otras cosas, dice:

La puya actual es un elemento que parece inviolable, de una suerte en la que han variado todos los términos en los que estaba planteada. Tan solo ella pretende mantenerse inconmovible. El peto de los caballos y el poder de los toros han sido los dos elementos capitales que han convertido a la puya actual en arma anacrónica e inadmisible... Yo pido a la reforma de la puya que haga posible que el castigo del toro se haga gradualmente y no pueda surgir el incidente o accidente de salir inválido del arma del piquero... Al toro se le debe quebrantar, pero sin llegar al grado, que hoy tan fácilmente se supera, de convertirle en animal compasible e inofensivo, renqueante y mortecino, que anula todo efecto dramático en fiesta cuya jerarquía consiste precisamente en serlo... una reforma de la puya debe ser cosa meditada y sometida a prueba antes de intentarse imponer reglamentariamente. Lo de menos es la longitud de lo que en la puya es castigo. Lo esencial es que no puede entrar ni un milímetro más de lo señalado, aunque en lo señalado deba tenerse la máxima generosidad. Cuando a las puyas actuales se las equipara con la lanza, se hace, no por su hierro, sino por la posibilidad de que entre con él, el asta...

La reflexión de don José María llega a un punto que hoy sigue siendo vigente. Tiene en cuenta la otra variable de la ecuación: el peto. Y si se suma, como señala José Carlos Arévalo, la desproporción en el tamaño y peso de los caballos con los que se pica, se verá que efectivamente, no es tanto la longitud de la sección cortante de la puya, sino los periféricos de la suerte los que terminan por inutilizar al toro y por dejar a la fiesta sin uno de sus valores.

La propuesta que se haría realidad

Al final del año, terminada la temporada, sería Marcial Lalandael más grande según su pasodoble – el que vendría a ponerle el cascabel al gato:

Las puyas actuales se idearon para ser empleados con toros de romana, trapío y poder; por tanto, o vamos a la modificación de la puya o.… a la modificación del toro... La puya debe ser lo suficientemente útil para que pueda cumplir su cometido: romper la piel, castigar a la res y, ahormándola, hacer que se desangre en justa medida a su poder: Pero esto no quiere decir que la puya profundice introduciéndose en el toro puya, carguillo, arandela y palo... Esto se evitaría con un aspa en el tope de la arandela, parecida a la cruceta del estoque de descabellar, acaso evitaría ese castigo excesivo al que anteriormente me refería. Al menos convendría ensayar éste u otro procedimiento parecido...

Es decir, en esa entrevista publicada en El Ruedo del 31 de octubre de ese 1946, propone la puya de cruceta, misma que sería adoptada por el reglamento español, pero hasta el año de 1962, es decir, hasta 16 años después. Y es la que se usa en la actualidad. Hoy se discute si esta puya, en las condiciones que los reglamentos fijan, es adecuada para castigar y hacer sangre a los toros de estos tiempos, partiendo de la idea de que en la actualidad la médula de la lidia ya no está en el primer tercio, sino en la faena de muleta.

Dicen Arévalo y Fernández en artículo citado al principio de estos apuntes:

…el toro bravo frente al caballo actual se autoinflige un castigo innecesario, superior al deseado por algunos grandes matadores. Estos hechos explican que la longitud de la herida por puyazos (trayectoria) llegue a duplicar o triplicar la porción penetrante de la puya… la hemorragia no aporta ningún tipo de beneficio para la lidia, la acción de humillar es totalmente independiente del lugar donde caigan los puyazos y el toro se atempera, no por los puyazos, las heridas o la pérdida de sangre, sino por el esfuerzo que realiza al emplearse en varas o ante los engaños…

Así pues, vemos que la historia parece caminar en círculos, se atribuye a Mark Twain – el padre de la literatura norteamericana según Faulkner – el haber afirmado que La historia no se repite, pero rima..., hoy se intenta reformar entre otras cuestiones de la lidia, el tercio de varas, y en estas páginas vemos como hace tres cuartos de siglo se había intentado lo mismo, dejando claro que el tiempo – y por ende, la historia – no camina en sentido lineal, sino que parece hacerlo de manera circular y en algún determinado momento, acontecimientos de una misma naturaleza, se vuelven a encontrar.

domingo, 4 de julio de 2021

29 de junio de 1966: Jesús Solórzano se presenta en la plaza de Las Ventas de Madrid

Jesús Solórzano en San Sebastián
Agosto de 1966 - Foto: Kutxateka
Ya había escrito yo por aquí que la mitad de la década de los sesenta del siglo pasado tuvo en esta fiesta por signo el ser el tiempo de los hidalgos, entendido el término en su acepción originaria hijos de algo, pues salieron a buscar el triunfo vestidos de seda y oro varios jóvenes descendientes de notables personajes de la fiesta, quienes caminaron más o menos largo en las arenas de los ruedos.

Uno de esos modernos hidalgos de la fiesta fue Jesús Solórzano, hijo de El Rey del Temple, quien después de dejar los estudios de Veterinaria, se somete, según su dicho, a una dura preparación para intentar ser torero, siendo sus mentores nada menos que su padre, Carlos Arruza y su primo el ganadero Francisco Madrazo. Por lo regular, las pruebas eran ante vacas de retienta en La Punta y ante ese sínodo, las cosas tenían que hacerse definitivamente bien para pasar al siguiente escalón.

Así el 14 de abril de 1963 se presentó vestido de luces en Nogales, 14 de julio siguiente lo haría en la Plaza México y el 3 de noviembre tendría en El Progreso de Guadalajara la primera de sus tardes para el recuerdo, al cortar Barbón, de Ramiro González las dos orejas y salir en hombros de la afición. 

El año siguiente, se le empareja con Manolo Espinosa Armillita para torear tres novilladas en Sudamérica, dos en Lima que tienen carácter triunfal (24 y 31 de mayo) y una tercera en Bogotá, el 18 de julio y a su regreso del cono Sur, el 16 de agosto, asunto del que me he ocupado por aquí, en la plaza San Marcos de Aguascalientes, alternando con Calesero Chico Manolo Espinosa Armillita, le corta orejas a Solimán de Matancillas y el 18 de octubre de ese 1964, Jesús firma una de sus grandes obras en la Plaza México, cuando le tumba el rabo a Bellotero de Santo Domingo.

Su gira española de 1965

Con esos mimbres decide hacer campaña en ruedos hispanos el año de 1965, apoyado por la familia Domecq y en ese calendario suma siete festejos, casi todos en el llamado Rincón del Sur, pues actuó en las plazas de Algeciras, Sanlúcar de Barrameda (2), La Línea de la Concepción, Ayamonte, Jerez de la Frontera y uno en Valencia. En ese ciclo actuaron allá otros novilleros mexicanos, como Manolo Espinosa Armillita (17), Raúl Contreras Finito (13), Joel Téllez El Silverio (4), Juan de Dios Salazar (3), Mario de la Borbolla (2) y Juan Anguiano (1). 

El escalafón novilleril fue encabezado entre otros por Palomo Linares, Gregorio Tébar El Inclusero, Paco Pallarés, Francisco Rivera Paquirri y Pedrín Benjumea. De los nuestros recibieron la alternativa Juan de Dios Salazar en Vinaroz y El Silverio en Palma de Mallorca y la confirmaron en Madrid Guillermo Sandoval – que fue herido de gravedad esa tarde – y Fernando de la Peña.

La temporada novilleril de 1966

Destacaban en el escalafón de novilleros nombres como José Rivera Riverita, Gabriel de la Casa, Francisco Rivera Paquirri, Sebastián Palomo Linares o el madrileñísimo José Luis Teruel El Pepe y la nota de color la ponían el jiennense José Sáez El Otro, que explotaba su parecido físico con El Cordobés y el inefable Blas Romero El Platanito, producto de los festejos de La Oportunidad de Carabanchel, que llenaba todas las plazas en las que se presentaba. 

De los nuestros solamente actuó aparte de Jesús, Alfonso Ramírez Calesero Chico que lo hizo cuatro tardes. De los matadores estuvieron allá Jesús Córdoba (11), Jesús Delgadillo El Estudiante (9), Raúl García (5), Raúl Contreras Finito (4) y Fernando de la Peña (3). Cabe recordar que el único confirmante ese calendario fue el regiomontano Raúl García.

Chucho se presentó en Zaragoza, Madrid (2), Barcelona, San Sebastián, Almería y Cieza, recibiendo la alternativa el 25 de septiembre en Barcelona de manos de Jaime Ostos y atestiguando Fermín Murillo, siéndole cedido el toro Rayito de Atanasio Fernández.

Su presentación en Las Ventas

La fiesta de San Pedro y San Pablo es día de toros en España. Hay festejos por toda la superficie peninsular y Madrid no es la excepción. En 1966, el 29 de junio fue miércoles y en la Hoja del Lunes aparecida el día 27 anterior en Madrid, en el resumen de los carteles de la semana, se decía lo siguiente:

Carteles para la semana. – Miércoles 29... Madrid. – Novillos de Amelia Pérez Tabernero para Gabriel de la Casa, Pedrín Benjumea y otro...

Es decir, todavía dos días antes del festejo – tres si consideramos que la información se produjo cuando menos el domingo anterior – no se confirmaba la presentación de Jesús Solórzano en la plaza más importante del mundo. Sin embargo, se orientaron las cosas y el hijo de El Rey del Temple se examinaría ante la cátedra madrileña justo un año después de haber toreado su primer festejo en ruedos hispanos.

El festejo representó un importante triunfo para Pedrín Benjumea, que le cortó las dos orejas al primero de su lote, las que paliaron en algo el dolor que le causó la lesión sufrida en el ojo derecho al ser golpeado por una banderilla colocada a su segundo; Gabriel de la Casa logró dar una vuelta al ruedo tras despachar al que lesionó a Benjumea y Jesús Solórzano saldó su tarde con dos vueltas al ruedo.

Antonio Díaz – Cañabate, cronista del ABC madrileño, tan reacio a reconocer el valor de lo que hacían los toreros nuestros, en esta oportunidad se expresó de la siguiente manera:

...Al tercero lo saludó Jesús Solórzano con un quiebro de rodillas que, por lo pronto que acudió el novillo resultó embarullado, así como los lances a la verónica. Nada más que una vara, Solórzano lo banderilleó con tres pares fáciles. El novillo acusó su escasa fuerza en la muleta. Tenía voluntad, pero embestía tardo y había que obligarle para que siguiera la muleta, y esto es precisamente lo que hizo Solórzano, hijo de «Chucho» Solórzano, el fino y elegante torero mejicano que recordamos con toda admiración. Su hijo tiene, por lo que le vimos, algo que ahora se manosea y se cotiza mucho: personalidad. Pero no una personalidad basada en detalles adjetivos al toreo, sino personalidad toreando, haciendo el buen toreo. Solórzano se impuso al novillo, al que había que llevar con temple y con mando y con mando y con temple, lo llevó. Y los adornos estuvieron en su lugar, y la faena fue variada, sin concesiones al efectismo, seria, pero al mismo tiempo alegre, con la alegría del buen toreo, con el calor taurino que disfrutamos esta tarde. Al entrar a matar se quedó en la cara y señaló un pinchazo. Luego se decidió a pasar la cabeza, y cobró una estocada, descabellando al segundo intento. Dio la vuelta al ruedo... Dos varas, derribando en la primera, tomó el sexto, al que banderilleó Solórzano con tres pares vulgares. El novillo, muy quedado, no estaba para florituras. Solórzano se esforzó en sacarle algunos pases que me confirmaron las buenas condiciones toreras del mejicano, al que volveré a ver con gusto y curiosidad, y que volvió a quedarse en la cara al entrar a matar la primera vez, señalando un pinchazo. Otro, y una estocada. Dio con protestas la vuelta al ruedo...

Personalidad le reconoce el cronista y yo agregaría que entre líneas también le reconoce a Jesús clase, valor y oficio. Y admite que le queda la intención de volver a verlo. Unas semanas después volvería Chucho a Madrid y cortaría una oreja. Ya no confirmaría allí su alternativa por cuestiones de despachos, pero en ese par de tardes dejó allí su impronta.

Una reflexión final

Tomo de la crónica de Díaz – Cañabate unos párrafos más de su crónica, y que hoy tienen una vigencia inusitada. Se refieren a la diversidad artística que debe existir siempre en el toreo:

Siempre por San Pedro aprieta el calor del verano que acaba de nacer. Nada más entrar al tendido oímos esa frase hecha, tan graciosa: “No corre una gota de aire”... Bueno, pues a mí me encantan esas tardes calurosas en los toros. Son las tardes clásicas. Tarde de calor taurino. Este calor taurino sube del ruedo, no baja del cielo. Es un calor que no agobia, sino que reconforta. Un calor que comunica euforia. Desde el primer momento nos sentimos a gusto... Tarde de calor taurino. No necesitamos para nada la gota de aire. En el ruedo hubo más que gotas airosas. Hubo en los tres primeros novillos tres faenas muy interesantes las tres. ¡Y ahí es nada la cosa! Tres faenas distintas. Lo que se dice un vendaval que ya quisiéramos soplara muchas tardes.

Tres faenas distintas…, dice el cronista. Hoy estamos en un tiempo de una uniformidad y quizás hasta de estereotipación desesperante. Todos torean igual o casi igual y eso tiene enferma a la fiesta, enferma de muerte… Algo se tiene que hacer para dejar que los toreros o los que aspiran a serlo, expresen libremente lo que son y como lo son. ¡Hacen falta toreros con personalidad!

Aviso Parroquial: Los resaltados en los textos de Antonio Díaz - Cañabate son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 9 de mayo de 2021

10 de mayo de 1956. Joselito Huerta confirma su alternativa en Madrid

Joselito Huerta confirmando
Foto: El Ruedo
En 1956, Joselito Huerta era una de las figuras emergentes de nuestra tauromaquia. Discípulo de Heriberto García, había iniciado su actividad en los ruedos desde 1951 y se presentó en la Plaza México el 16 de mayo de 1954, temporada en la que actuó en once tardes en la gran plaza, tres de ellas mano a mano, dos con Amado Ramírez y el restante con Antonio del Olivar. En Guadalajara se presentó tres veces, llegando a la disputa del Estoque de Plata el día de Navidad de ese año.

El curso de 1955 lo haría en ruedos españoles. Le llevó sus asuntos Alberto Alonso Belmonte y el 2 de mayo arranca su campaña en Jerez de la Frontera, tarde en la que alternando con el original Ciclón de Jerez, Juan Antonio Romero y el malagueño Manolo Segura en la lidia de novillos de Juan Guardiola, cortó tres orejas y dejó una excelente impresión, según cuenta Gil Gómez Bajuelo, en el diario ABC de Sevilla, del día siguiente del festejo:

Y ahí va un torero. Se llama Joselito Huertas y es de Méjico. De allá vino recomendado por quien sobrados motivos tiene para saber de estos menesteres. Acá toreó en el campo, causando admiración. Por eso a la novillada de Jerez - presentación de Huertas en España - acudieron muchos y muy buenos aficionados sevillanos... Huertas tiene un sello de elegancia en su toreo. Pero también tiene personalidad. Reúne dos cosas, que pocas veces van juntas: arte y valor. Y si cualquiera de ellas separadas basta para labrar un prestigio taurino ¿qué no lograrán ambas juntas? ...

Sin mayores probaturas se le anuncia para el siguiente domingo – 8 de mayo – en Sevilla, tarde que salda con el corte de una oreja y salida en hombros y para el 24 de julio se señala su presentación en Madrid, fecha en la que saldó su actuación con vueltas al ruedo y en el festejo de día siguiente, ante un complicado encierro de Molero Hermanos ratifica su gran sitio ante los toros.

Torea 37 novilladas en ese ciclo y aunque la prensa indicaba que recibiría la alternativa en Jerez o en Valladolid, ésta se le otorga en Sevilla, en la corrida de la Feria de San Miguel, apadrinándole Antonio Bienvenida y yendo de testigo Antonio Vázquez. Esa tarde le corta la oreja a Servilleto, de don Felipe Bartolomé, toro de la ceremonia. Torearía dos corridas más en aquellas tierras y regresaría a México, donde se iniciaba la temporada.

Su confirmación en la Plaza México se pacta para el día de Navidad de ese 1955. Su padrino sería el leonés Antonio Velázquez e iría como testigo César Girón. El toro de la ceremonia se llamó Limonero y fue negro, como todos los de La Punta lidiados esa tarde y le cortó una oreja. Arranca a torear por los estados y entre sus tardes destacadas está la de su presentación como matador de alternativa en Guadalajara, el 8 de enero de 1956, cuando le corta el rabo a Florido de Pastejé o la nocturna del 2 de febrero en Aguascalientes, cuando le tumba dos orejas al colorado Cordobés de don Heriberto Rodríguez.

La confirmación madrileña

Con ese bagaje, regresó a la Península para el año de 1956, en el que confirmaría su alternativa en la Feria de San Isidro, que por aquellas calendas constó de 9 corridas de toros y una novillada. La confirmación se pactó para el festejo de apertura del ciclo, el jueves 10 de mayo y le apadrinaría de nuevo Antonio Bienvenida, atestiguando el albaceteño Manuel Jiménez Chicuelo II. La tarde fue desapacible y el juego de los toros de Salvador Guardiola tampoco cooperó al éxito de la tarde. El toro de la ceremonia se llamó Vivachón. De esta tarde, José María del Rey Caballero Selipe cuenta entre otras cosas lo siguiente, en su tribuna del ABC madrileño:

Confirmó su alternativa Joselito Huerta con escasa fortuna, porque al viento, que estimamos al igual que para sus dos compañeros, como atenuante, añadió el lote de los enemigos menos apacibles, según de la mención de arriba se desprende; aunque no pudo lucir en los lances de saludo a sus dos toros, escuchó la ovación más cálida en el tercio, ya expresado, del cuarto, al torear con garbo por unos lances de la estirpe de las navarras que realizó el mejicano con notable armonía. En la faena al bicho que rompió plaza no faltaron al muletero ardientes deseos, pero sí el mando necesario para despegarse una arrancada, que casi siempre le quedó ahogada y muchas veces comprometida, consiguió algunos pases aislados, que el público alentó con aplausos; pero no obtuvo consecuencias más halagüeñas de una porfía peligrosa. Los derrotes del sexto, más sensibles por el lado izquierdo, apagaron los muletazos, que terminaron por la cara, luego de haber empezado con bríos y entereza; mató al primero de dos pinchazos y un descabello, y al último, que acabó sin pasar, de tres pinchazos y dos golpes con la espada de descabellar...

Por su parte quien firmó como C en El Ruedo de Madrid salido a los puestos el 17 de mayo siguiente, cuenta entre otras cosas esto:

A Joselito Huerta, mejicano hecho torero en Sevilla, donde disfruta de buen cartel, no le rodó bien la bola en la tarde de su alternativa. Mucho viento y dos toros muy encastados, sobre todo el sexto, que se revolvía en un palmo de terreno y con el que no pudo Huerta, pese a haberse doblado valentísimamente con él. Con la muleta, el muchacho lo intentó todo, con la derecha y con la izquierda, logrando algunos pases lucidos, aunque con ahogos. No estuvo fácil al matar. Al primero lo despachó de dos estocadas y un descabello, siendo muy aplaudido y saliendo al tercio a saludar. AI último hubo de entrarle tres veces para descabellar al segundo intento... Con el capote se ganó al público en dos quites finísimos, y como además tiene buena planta y camina por el ruedo con soltura, es torero al que se volverá a ver con gusto...

La suerte no estuvo del lado de quien sería conocido como El León de Tetela ese día. Regresó a ese San Isidro para la fecha del cierre, el 19 de mayo, alternando con Antonio Bienvenida otra vez y César Girón en la lidia de toros de Alipio Pérez Tabernero. Esa fecha la cerró con una salida al tercio en el tercero y con palmas al retirarse tras de despachar al sexto.

Luis Uriarte Don Luis en la Hoja del Lunes del 21 de mayo de ese 1956, hace un resumen de la feria y entre otras cosas dice:

Les cabría a los toreros la disculpa de que han fallado, en general, los toros. Por su presentación, irreprochables – esmero en los criadores y cuidadosa atención de la empresa –; pero deficientes por sus condiciones de lidia, y acaso más en aquellos de los que menos se podía esperar... Por clase, los mejores fueron los de Guardiola, Barcial, Galache y Cobaleda. Con un toro superior, entre otros buenos, cada una de aquellas dos primeras, que podrían aspirar al consabido premio... Joselito Huerta. – Voluntad... Valentía... No está mal, claro; pero tampoco lo suficientemente bien para un torero que viene a Madrid a confirmar su alternativa con la legítima aspiración de abrirse paso y lo deja tan cerrado como estaba...

Pese a ese análisis lleno de crítica, Joselito Huerta cerraría esa temporada española con 39 corridas. Todavía volvería a Madrid el 10 de junio siguiente, para atestiguar la confirmación de alternativa de Joaquín Bernadó, otorgada por el torero macareno Mario Carrión y en su dilatada trayectoria sumaría 10 corridas en la plaza más importante del mundo, todas excepto una, en la Feria de San Isidro y con alternantes de primera línea.

Coda final

Ese diez de mayo de hace 65 años, era realmente el arranque de una carrera en la que Joselito Huerta, por mérito propio, conquistó el título de figura del toreo. Lo sería tanto en España, como en México. Su pundonor lo llevó a ser duramente castigado por los toros, sufriendo percances que en alguna circunstancia le llegaron a alejar casi un año de los redondeles. Permaneció en activo hasta el año de 1973, cuando se despidió en la Plaza México, cortando el rabo al toro Huapango, de don José Julián Llaguno.

Su calidad de figura le fue reconocida cuando se le invitó a participar en un festival en homenaje y beneficio del diestro valenciano Vicente Ruiz El Soro, celebrado en la plaza de Las Ventas el 2 de marzo de 1997. Esa tarde, luciendo con galanura el traje de charro mexicano, dio la vuelta al ruedo tras despachar al novillo de Torrestrella que salió en segundo lugar y al que pudo cortar la oreja de haber estado fino con la espada.

Joselito Huerta ha sido sin lugar para la discusión, una de las grandes figuras de la Edad de Plata del toreo mexicano. Falleció en la Ciudad de México el 11 de julio del año 2001.

domingo, 18 de abril de 2021

Curro Rivera y la Puerta del Príncipe. Hace 50 años

Curro Rivera, el hijo de Fermín, el de San Luis, irrumpió como un torbellino en los ruedos de México en el año de 1965, con apenas 14 años de edad. Recibió la alternativa en Torreón el 14 de septiembre de 1968 y la confirmó en la Plaza México el febrero siguiente, cortando ese mismo año, su primer rabo en la gran plaza, a partir de un toreo en el que, a más de un bien aprendido oficio, reinaba la frescura y se imponía una electrizante personalidad que le permitía conectar con la afición casi de inmediato.

Para la campaña de 1971, decide junto con su padre, que era el que principalmente se encargaba de sus asuntos, emprender una campaña española. Tenía ya toreados aquí en México 123 festejos cuando hace el viaje a finales del mes de febrero, pues tenía ya apalabradas varias fechas que iniciarían el 18 de marzo en la Feria de Fallas en Valencia, tarde en la que cortó dos orejas y enseguida el 21 en Castellón de la Plana, triunfaría de nuevo llevándose tres apéndices en la espuerta. Se volvería a vestir de luces el 11 de abril en Murcia, con otro triunfo de puerta grande y al día siguiente en Barcelona, donde la suerte le fue esquiva.

Fermín Rivera declaraba con gran seguridad, en entrevista publicada en el número de El Ruedo aparecido el 10 de noviembre de 1970, lo siguiente:

Estará presente en las mejores ferias españolas. No defraudará a nadie midiéndose con figuras auténticas del toreo contemporáneo... El Currito Rivera de este año está dispuesto a las pruebas más exigentes. Viene limpio de asperezas. A demostrar que es un gran torero. Y no lo digo con pasión de padre. Esto me retraería a la hora de confeccionar contratos para plazas de categoría. Demostrará ante las cátedras citadas y otras varias que es un gran torero...

Y los hechos demostraron que al Maestro de San Luis le asistía la razón…

La Feria de Abril de 1971

Una de las ferias de gran categoría a la que se apuntó Curro Rivera fue la de Sevilla. Lo hizo a dos tardes y la primera de ellas fue la del 18 de abril, en la que alternaría con Curro Romero y Victoriano Valencia en la lidia de toros de don Fermín Bohórquez. Era, en realidad, un verdadero examen para el jovencísimo torero mexicano, el presentarse ante la afición hispalense junto con la última gran leyenda que ha habitado los muros de esa plaza. El designio de su padre y representante, de someterlo a las pruebas más exigentes, se estaba llevando a cabo conforme a la ruta trazada.

Y la prueba fue satisfecha con nota sobresaliente. Curro Rivera cortó tres orejas esa tarde de domingo. El que firma como J.M. en la Hoja del Lunes del día siguiente al festejo, entre otras cosas, cuenta esto acerca de la actuación del torero:

Sevilla la ha conquistado pronto Curro Rivera, un joven que sonríe con la alegría de sus pocos años y al que no importan ni los toros bravos ni los mansos, porque para todos tiene una lidia que culmina en éxitos y que lleva el entusiasmo a los graderíos, desde las primeras a las últimas filas. Mucho temple, mucho garbo y, sobre todo, un perfecto conocimiento. Le ha faltado banderillear, porque sabemos que lo hace muy bien, pero quizá no quiso en una plaza y una feria donde la responsabilidad es muy grande para todos, y más aún para quienes vienen de otros países.

Han escrito en fechas anteriores algunos críticos mexicanos que no había aquí propósitos de recibir con entusiasmo a los toreros de su país. Hoy debían haber estado en la Maestranza los que así escribieron, para comprobar que, sin una sola excepción, todos los espectadores, entre los que figuran los de más solera de Andalucía, aplaudieron al Curro de México de forma delirante, y agitando sus pañuelos durante largo rato llegaron a conquistar para el diestro la segunda oreja de su toro primero.

Y es que Curro Rivera ha estado muy bien. Lanceando en el centro del anillo, con verónicas muy templadas, para después colocar al toro en suerte, también de manera magistral. Cuando el picador, su compatriota, se ganó una ovación por lo perfecto que hizo el embroque, Rivera quitó de forma admirable, por chicuelinas y revolera. Al brindar a la plaza los tendidos hervían, y una ovación atronadora fue el refrendo a su gesto. Pases de todas las marcas, entre clamores y música, algún destello personalísimo de toreo propio y otra vez lo clásico, con la derecha y la izquierda, hasta el momento de matar, en que, entrando bien, consiguió una estocada que tumbaría sin puntilla. Júbilo en la vuelta, regalos, flores y algún sombrero charro mexicano para que lo luciera unos momentos…

Más compuesta literariamente, por el tiempo que su autor tuvo para hacerla, es la de Manuel Olmedo Don Fabricio II, aparecida en el ABC hispalense el martes 20 de abril, titulada Curro y Currito, de la que entresaco esto:

La presentación de Currito Rivera en la Maestranza ha sido triunfal y convincente. Lo hemos visto en todo momento muy seguro y suelto. Al tercero de la tarde lo lanceó con tanta decisión con prestancia, lo mismo a la verónica que por chicuelinas, rematadas éstas con galana revolera. Luego, dominador y arrogante, con sereno coraje compuso una faena de muleta superior a las condiciones del toro, bueno, toreable, pero no boyante. Estuvo siempre cerquísima de él, a dos dedos de los pitones, y no se inmutó cuando se le quedó parado varias veces en el centro de la suerte. Excelente fue el trasteo y soberbia la estocada con que Currito tumbó a su adversario. El bravo mexicano se perfiló en corto, atacó derecho, con el acero a la altura que marcan los cánones, cruzó limpiamente y clavó la espada en las mismas agujas. Estocada difícilmente superable por la guapeza, por el buen estilo y por la precisión con que realizara la suerte el joven diestro, premiado justamente con las dos orejas de su adversario.

En el sexto, manso integral, aunque sin peligro alguno, manejó el capote eficazmente. El animal se iba de la muleta. Se negaba a la pelea. Currito lo persiguió denodadamente y le dio muchos pases, deshilvanados, llenos de majeza. El toro, cuando acudía al engaño obligado por Rivera, lo hacía sin el menor celo, sin la menor fijeza. Currito concluyó su esforzada labor con un estoconazo, saliendo trompicado. Hubo eufóricos en número suficiente para que al interesante espada le concedieran una oreja. Halagüeño debut...

Respecto de los toros de Bohórquez lidiados, Carlos Briones, en el número de El Ruedo de Madrid aparecido el 20 de abril siguiente cuenta lo que sigue: 

El encierro enviado por don Fermín Bohórquez ha estado bien presentado en cuanto a peso, edad y trapío se refiere. Todos, magníficos de lámina, han sido desiguales en cuanto a bravura se refiere, llegando aplomados al último tercio de la lidia… El mejor fue el primero. El segundo también se dejó torear de muleta. Los peores, con mucho, el quinto, que le tocó a Victoriano Valencia, y, sobre todo, el sexto, que lidió Currito Rivera… Por orden de aparición, los pesos y nombres de los seis astados fueron como sigue: «Bañador», de 494 kilos; «Cabezón», de 500; «Zalamero», de 466; «Calentito», de 517; «Cancionero», de 549, y «Gavilán», de 544 kilos, respectivamente...

La Puerta del Príncipe

Domingo Delgado de la Cámara cuenta que la fiebre por la salida por la Puerta del Príncipe comienza el 12 de octubre de 1952, cuando se abre por primera vez a unos triunfantes Rafael Ortega, Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez, porque antes, se llevaban en hombros a los triunfadores, como dice don Antonio Burgos, por la puerta que da a la calle Iris.

Desde entonces, el torero que triunfa en Sevilla sin cortar más de dos orejas, rechaza la salida en hombros por no poder hacerlo por la Puerta del Príncipe. Pues bien, ese 18 de abril de 1971, Curro Rivera, en el estado de cosas reinante se ganó el derecho a salir en volandas por allí y le abrieron la puerta, pero que un grupo de ilusionados y enardecidos paisanos que se tiraron al ruedo para cargarlo en hombros lo pasearon en dirección a la puerta de la calle Iris y por allí lo sacaron… Cuentan las lenguas de doble filo, que con malaje, algún local les indicó que esa era la ruta de salida y que Curro desde la altura de las volandas, les gritaba que el camino era otro, pero la emoción del momento impidió a los que lo veneraban escuchar y razonar la trascendencia de lo que hacían.

Ese error material impidió a Curro Rivera una salida que se había ganado a pulso delante de los toros, pero como tal debe contar y se debe tener en cuenta que, desde ese 12 de octubre de 1952, es el único torero mexicano para el que la Puerta del Príncipe se ha abierto, la haya cruzado o no.

Curro Rivera ese día sumó apenas su quinto festejo en ruedos hispanos, iría después a Madrid, donde confirmó la alternativa y toreó la Beneficencia, a Valencia otra vez en julio, a Pamplona, San Sebastián, Bilbao, donde fue el primer torero mexicano en abrir la puerta grande en Vista Alegre, sumando en su campaña 58 corridas en las que cortó 92 orejas y 10 rabos.

Como se puede ver, hay allí indicados varios hitos importantes, ya trataré de dar cuenta de ellos conforme se acerquen las correspondientes fechas.

domingo, 11 de abril de 2021

12 de abril de 1936: Ricardo Torres confirma su alternativa en Madrid

Ricardo Torres
Aguascalientes Cª 1937
Colección: Isidoro Cárdenas Carranza
La temporada madrileña de 1935 se cerró con la actuación de dos toreros mexicanos. La última corrida se dio el 20 de octubre y en ella actuaron José Amorós, Jesús Solórzano y Gitanillo de Triana ante toros de Demetrio y Ricardo Ayala y la última novillada se dio una semana después, cuando ante tres novillos de Juan Sánchez de Terrones y tres de los nombrados hermanos Ayala (3º, 4º y 5º), se presentaron Miguel Cirujeda, Jesús González El Indio y Ricardo Gutiérrez Navas. Nuestro paisano El Indio, cortó última oreja del ciclo al segundo de la tarde.

Al año siguiente sería Jesús González quien abriría la temporada de toros en Las Ventas, al actuar en el primer festejo del calendario el 8 de marzo, alternando con Cayetano de la Torre Morateño y José Vera Niño del Barrio en la lidia de novillos de Celso Cruz del Castillo. Después le seguiría Paco Hidalgo, que debutaría allí el Domingo de Ramos, 5 de abril, alternando con Enriqueta Palmeño, Daniel Luca de Tena y Mariano García y el tercer torero mexicano y único matador de toros en actuar en ese calendario en el ruedo venteño, sería precisamente quien me ocupa en estas líneas, el hidalguense Ricardo Torres.

La primera corrida de 1936

Se anunció como primer festejo mayor para ese Domingo de Resurrección de 1936, una corrida de ocho toros de los hermanos Luis y José Pallarés para Victoriano Roger Valencia II, José Amorós, Pepe Gallardo y el mexicano Ricardo Torres que confirmaría su alternativa. La tarde fue lluviosa y el ambiente en las tribunas estaba crispado porque la empresa suprimió el abono y emitió unos carnets de aficionado que no terminaron de convencer a los tenedores y que al día siguiente serían suprimidos, regresando al sistema anterior, según cuenta en su tribuna del ABC madrileño don Gregorio Corrochano:

Este año nos encontramos con una novedad: no se abre abono. La empresa, buscando sin duda una solución o una sustitución a la reserva de localidades, ideó el «carnet», que tiene analogía con lo que en Méjico llaman «derecho de apartado». El ensayo no cayó bien por lo visto en la opinión y se han anulado los «carnets». Pero no se abre abono. Y ahora va a surgir otra dificultad. Si no se abre abono ¿qué fórmula van a dar para la reserva de localidades abonadas?

El encierro cordobés de los hermanos Pallarés, a decir del citado don Gregorio fue serio:

Se lidiaron toros de Pallarés, bien presentados y con sus años completos. Decimos con sus años completos, porque con los toros ocurre lo contrario que suele acontecer con las mujeres: los toros se ponen años; o se los ponen los que quieren hacerles pasar por toros. Pero con sus años y todo, la corrida fue magnífica para los toreros. De los ocho, los seis primeros no hay quien los mejore en nobleza, en buen estilo de embestir. El séptimo tuvo más peligro, porque había que llegarle mucho y cuando arrancaba, lo hacía con fuerza y seguido. El octavo no se le pudo ver porque se lidió tan mal, que el toro no sabía a qué capote acudir...

Ricardo Torres confirmaba la alternativa que había recibido en Barcelona el 16 de septiembre de 1934 y que ya había confirmado en El Toreo el 2 de diciembre de ese mismo año. Lo haría con Esparragueño, que así se llamaba el primero de la corrida que me ocupa en este momento. Tuvo una actuación interesante. Quien hizo la crónica para la Hoja Oficial del Lunes, aparecida al día siguiente de la corrida – no está firmada – entre otras cuestiones relata lo siguiente:

Los cuatro matadores, con afición, con conciencia de su saber, con voluntad decidida, tuvieron gestos que dieron consistencia y calor de corrida grande a esta primera del año... Los inició Ricardo Torres al veroniquear, ceñidísimo, pero suave y lento, a su primero en una serie de lances superiores, al que siguieron otros, en el primer quite, de verdadero torero... Y luego tres pares de banderillas buenos, a cargo del nuevo matador de toros, con alegre preparación y ejecución perfecta, a los que siguió – después de recibir los trastos de manos de Valencia – una faena reposada, tranquila, fina, elegante, con gusto y ciencia. Ricardo Torres corrió la mano una y otra vez por alto y de pecho, parado, erguido, sacando la muleta por la penca del rabo del enemigo, y luego con la izquierda, desafiando, consintiendo, aguantando de verdad, consiguió dos naturales perfectos en los que tuvo que adelantar el engaño y tirar de él para que el toro pasase. Terminó la faena con un pinchazo y media, y el nuevo matador oyó una ovación grande y saludó desde los medios...

Por su parte, el que firma como López Cansinos, en el diario madrileño Ahora, escribe esto:

Empecemos por el recipiendario, que, después de todo, fue el protagonista del primer episodio de la corrida. El diestro mejicano – buen novillero en sus anteriores actuaciones en Madrid y con posibilidades de ser un buen torero en su nueva categoría – toreó con el capote al bicho que rompió plaza con mucho valor y finura y repitió estas muestras de buen estilo en el primer quite. Tomó banderillas y con excelentes maneras clavó dos pares y medio que arrancaron justas ovaciones. Brindó al público después del ceremonial doctorado y empezó con dos pases por alto soberbios, seguidos de un natural, aguantando el viaje lento del animal que estaba muy quedado. Continuó con otros pases altos pasándose todo el toro por delante, pero como el de Pallarés no hacía por el engaño, tuvo que abreviar la brillante faena. Tras un pinchazo en lo alto metió media superior que tiró al enemigo patas arriba. Fue ovacionadísimo el nuevo matador y tuvo que salir a saludar al tercio…

Como podemos ver, Ricardo Torres tuvo una confirmación de alternativa que le podría permitir la obtención de posteriores actuaciones en otras plazas españolas, pero primero, el conflicto generado por la dirigencia de los toreros españoles apenas un mes después y posteriormente la Guerra Civil, interrumpieron el camino que apenas había empezado a andar.

El resto del festejo

Valencia II dio la vuelta al ruedo tras despachar al segundo, fue silenciado en el quinto y volvió a dar la vuelta en el séptimo que mató por Pepe Gallardo; José Amorós: silencio en el tercero y vuelta tras la muerte del sexto; Pepe Gallardo: cortó las 2 orejas al cuarto, Rompelindo y fue gravemente herido por el séptimo que tenía el curioso nombre de Manta al hombro. Por su parte, Ricardo Torres, tras la muerte del que cerró plaza, escuchó palmas al retirarse.

El parte médico rendido acerca del percance sufrido por Pepe Gallardo, sin firma en los diarios, pero que me arriesgo a atribuir al doctor Jacinto Segovia, dice lo siguiente:

Durante la lidia del séptimo toro ha ingresado en esta enfermería el diestro José Gallardo, quien sufre una herida por asta de toro, situada en la cara posterior, tercio medio del muslo izquierdo, de unos veinte centímetros de trayectoria y que lesiona piel, tejido celular subcutáneo, músculos bíceps y semitendinoso, contusionando el nervio ciático mayor, acompañado de abundante hemorragia procedente de las ramas de la femoral profunda. Pronóstico grave.

Dramatis personae

Victoriano Roger Valencia II. Murió asesinado en la carretera de Hortaleza el 18 de diciembre de ese 1936 – fusilado dicen otros – a causa de su afiliación falangista y de su belicoso deseo de hacer ostentación de ella en todo lugar, incluso en las plazas de toros.

José Amorós. Las cornadas y la guerra civil truncaron su carrera. Toreó la Corrida de la Victoria en Las Ventas el 24 de mayo de 1939. Cambió el oro por la plata a partir de 1944 y actuó en cuadrillas de diestros como Gitanillo de Triana, Antonio Bienvenida o Rovira. Cuando dejó los ruedos fue asesor de la presidencia en Las Ventas. Falleció el 15 de julio de 1997.

Pepe Gallardo. Siguió toreando intermitentemente después de la Guerra Civil. En 1942 toreó con Manolete en San Fernando, al año siguiente volvió a Las Ventas y al final del calendario dejó de torear. Se dedicó a ayudar a un muchacho de Barbate llamado Antonio Rivera, quien después sería el padre de Riverita y de Paquirri. Falleció en Cádiz el 1º de abril de 1988.

El devenir de Ricardo Torres

Mañana lunes se cumplen 85 años de que Ricardo Torres resultara ser el último torero mexicano en actuar en la plaza de Madrid, como decía, a causa de un rompimiento de relaciones y entenderes entre las torerías de España y México y de la Guerra Civil Española. Sería hasta el 18 de julio de 1944, cuando volvería a hollar esa arena un torero mexicano y tocaría a Carlos Arruza presentarse allí para, precisamente, confirmar su alternativa. 

Ricardo Torres, heredero de las enseñanzas de Ojitos por la vía de Samuel Solís, continuó su carrera en México y durante la imposibilidad de actuar en España, lo siguió haciendo en Portugal y Francia, haciéndolo en la Plaza México por última ocasión el 6 de marzo de 1949, alternando con Lorenzo Garza y Luis Procuna y en esa ocasión cortó la oreja al toro Africano de Pastejé.

Posteriormente participó en la formación como toreros de sus sobrinos Jaime y Manolo Rangel, ambos matadores de toros. Ricardo Torres falleció el 3 de agosto de 1953 a consecuencia de un accidente automovilístico sufrido 5 días antes en las inmediaciones de Matamoros, Tamaulipas.

Sirvan estos párrafos para recordar a este gran – pero altamente incomprendido por la historia – torero mexicano.

domingo, 4 de abril de 2021

1963: Gabino Aguilar, dos salidas a hombros consecutivas en Sevilla

Gabino Aguilar
Durante la temporada 1962 – 63 estuvieron en México varias de las figuras hispanas que vinieron o a confirmar sus alternativas a la Plaza México, a actuar en El Toreo de Cuatro Caminos o a realizar campañas en nuestros ruedos. Los más destacados – y los cito por su orden en el escalafón – fueron Joaquín Bernadó, apoderado por Cristóbal Becerra; Pablo Lozano, llevado por sus hermanos José Luis y Eduardo; Paco Camino, exclusivo de la casa Chopera; Juan García Mondeño, a quien traía Alberto Alonso Belmonte; Pedro Martínez Pedrés y Antonio Borrero Chamaco que venían con los Camará y Santiago Martín El Viti, representado por Florentino Díaz Flores. También figuraron Fermín Murillo y Antonio Ordóñez, pero no pude identificar a sus representantes.

Pues bien, esos apoderados hispanos no solamente se dedicaron a atender los asuntos de los toreros que llevaban, sino que, en la busca de nuevos valores para la tauromaquia, volvieron sus ojos a los muchachos que comenzaban a andar por los ruedos y al terminar su periplo americano se llevaron a España a varios de nuestros novilleros para la campaña de 1963. Eran novedad dos de ellos Abel Flores El Papelero, que se colocó con Alberto Alonso Belmonte y Gabino Aguilar, quien se acomodó, seguramente con la casa Chopera.

Además, repitieron allá del ciclo anterior Juan Anguiano, Mauro Liceaga, Óscar Realme, Fernando de la Peña y Guillermo Sandoval, recibiendo estos tres últimos la alternativa en plazas de importancia. Habrá que apuntar aquí que, de todos ellos, Gabino Aguilar fue el novillero mexicano que más fechas sumó ese calendario, con 25 y que también hicieron campaña allá los matadores de toros Manuel Capetillo, Guillermo Carvajal, Gabriel España y Antonio Campos El Imposible.

Sevilla, 30 de junio de 1963

La empresa Pagés anunció para ese domingo de abono, una novillada de Manuel Álvarez y hermanos que sería lidiada por la rejoneadora colombiana Amina Asís y los novilleros Ángel Rodríguez, Manuel Álvarez El Bala y Gabino Aguilar, los tres nuevos en esa plaza.

La tarde representó un triunfo para Gabino Aguilar que salió a hombros de la afición por la puerta de la calle Iris, aunque El Bala lo hiciera por la del Príncipe por una cuestión meramente de números.

Esa tarde, Gabino Aguilar le cortó una oreja a cada uno de los novillos de Álvarez a los que enfrentó en una actuación que Manuel Olmedo Sánchez Don Fabricio II, resume de esta manera en el ABC sevillano del 2 de julio siguiente:

El mejicano Gabino Aguilar nos ha causado una grata impresión. Posee un gran sentido de lidiador y relevantes dotes de artista, que brillaron en las verónicas, las chicuelinas y los airosos remates ejecutados en el sexto, y se evidenciaron rotundamente en las dos faenas de muleta, cuyos méritos se encarecen por las dificultades de ambos novillos. Al tercero, cobardón, que se quedaba y derrotaba mucho, lo trasteó con inteligencia, aguante y compostura. Al dominio se unieron en algunos pases estimables detalles estéticos. Murió el animal a efectos de una estocada, y al diestro le fue concedida una oreja. Tiró Aguilar del sexto hacia los medios, y allí, obligando la remisa y corta embestida del animal, cuajó pases muy meritorios. Realizó la suerte suprema con buen estilo y prontitud, y obtuvo el mismo premio que en el otro novillo, con idénticos merecimientos...

La salida de El Bala por la puerta del Príncipe se debió a que cortó tres orejas esa tarde.

Gabino Aguilar iría después a Burgos, dos tardes consecutivas a Madrid, a La Coruña y a San Sebastián antes de volver a la antigua Híspalis.

11 de agosto de 1963, otra salida en hombros

El cartel de esta novillada se integró con Gabino Aguilar, el toledano Miguel Oropesa y el gaditano Manolo Aibar, quienes enfrentarían un encierro de don José María Soto de la Fuente. En esta ocasión Gabino tuvo que matar tres novillos, pues el segundo de la tarde mandó a la enfermería a Oropesa y ya no salió de allí.

El encierro fue una colección de prendas, según lo cuenta quien firma como El Chico del Baratillo en la Hoja del Lunes del día siguiente del festejo:

No resultó la novillada del señor Soto, grata para la afición, pues después de la falta de hechuras y trapío, de fea estampa, a excepción del sexto, bueno en el último tercio, aunque sin fuerza, los demás resultaron al final muy incómodos, por su feo estilo, motivado por su falta de fuerza también, mansedumbre en general que fueron motivos para defenderse en el desarrollo de la lidia. En este menester se destacó el lidiado en cuarto lugar, el peor de todos, porque tenía sentido. Con los jinetes fue superior el primero, mansos tercero y cuarto, cumpliendo los demás...

No obstante, y sin reparar en las condiciones de los toros, Gabino Aguilar se jugó el tipo alegremente. Antonio de los Santos Santiño, haciendo la crónica para el ABC de Sevilla, refleja lo siguiente de su actuación ante el cuarto de la corrida:

Fue en su segundo donde el mejicano dejó bien probadas sus excepcionales aptitudes toreras. El novillo, de tanta presencia como peligro y quizás más acusado éste, había arrollado a un peón con aviesas intenciones. Llegó al último tercio en condiciones totalmente negativas para la lidia más somera, y el diestro azteca luchó con denuedo hasta tirar de él en unos derechazos personales e intransferibles, para luego, en terreno inverosímil, forzar unas series de naturales ligados con el de pecho realmente impresionantes, en los que el valor tenía la misma calidad que la sabiduría torera derrochada por el singular lidiador, subrayada por el confundido murmullo de las aclamaciones y los ecos musicales. La indiscutible proeza hubo de coronarla con una estocada entera, y, tras denegar el presidente la segunda oreja, pedida con rotunda e insistente unanimidad, el majo Gabino hubo de recorrer tres veces el anillo, recogiendo diversidad de prendas…

Nuevamente ante el quinto del festejo Gabino volvió a poner en evidencia su voluntad y su determinación de querer ser, según escribió el ya citado Chico del Baratillo:

Otra vez en el quinto de la tarde – sustituyendo a Oropesa – el mejicano ofreció una brillante estampa como refrendo de su valor y capacidad torera, pues si arte y gracia imprimió su capote, lució más aún con la flámula en otro curso bellísimo de toreo clásico también, que los bordara en muchos momentos de su faena entre música y ovaciones y que para que no faltara lo trágico, fue cogido aparatosamente sin consecuencias y, a pesar de estar visiblemente lastimado, puso epílogo a su labor con un volapié fulminante, volcándose sobre el enemigo. Cortó oreja también, marchándose de la Maestranza con un éxito de clamor, dejando en Sevilla su nombre altamente cotizable...

Y otra vez salió en volandas por la puerta de la calle Iris. Como siempre se había acostumbrado, pues me cuenta Domingo Delgado de la Cámara, que eso de abrir la del Príncipe se empezó a usar hasta el año de 1952 cuando unos triunfos de Luis Miguel Dominguín y Rafael Ortega. Y una vez hecho eso, los toreros ya no querían otra cosa, como lo cuenta don Antonio Burgos:

Por la calle Iris. Como siempre se han sacado a los toreros en Sevilla, antes de la moda del mito del cuento del envergue de tanta Puerta del Príncipe... Pero, hijo, los toreros la desprecian. O por la del Príncipe o ninguna, parecen decir. No quieren salir por la calle Iris, como no sea andando y hacia el cochecuadrillas aparcado en la calle Antonia Díaz. Cuando por la calle Iris, y a hombros hasta el Hotel Cecil Oriente donde se vistió, salió Curro Romero la tarde de su debú y su triunfo con «Radiador» de Benítez Cubero. Por la calle Iris han salido a hombros Manolete y Arruza, y Antonio Ordóñez, y Pepín Martín Vázquez, y Pepe Luis Vázquez, y Chicuelo. Entonces era lo normal… conviene, pues, aclarar que aquí no está prohibido sacar a un torero a hombros por la calle Iris. Aunque parezca lo contrario...

In memoriam

Gabino Aguilar volvería a España la campaña siguiente y se doctoraría en el ruedo de Las Ventas de Madrid el 23 de junio de 1964 de manos de Andrés Hernando y atestiguando Manuel Benítez El Cordobés. Torearía 16 corridas, cortando 23 orejas en esa campaña y a partir de 1965 dedicaría sus afanes a torear en ruedos de México y después del retiro, a criar toros de lidia en El Batán. Pero de este y otros asuntos ya me había ocupado en este lugar de esta misma Aldea.

Gabino Aguilar falleció el día de San José de este 2021. Hoy le recuerdo aquí como lo que siempre ha sido: un triunfador.

domingo, 30 de agosto de 2020

Hoy hace medio siglo: El Queretano confirma su alternativa en Madrid

Confirmación de El Queretano
Foto: Trullo - El Ruedo
La corrida del último domingo de agosto del año 70 en Madrid era una entonces típica del verano madrileño. Un encierro muy serio de Juan Guardiola Soto estaba en los corrales y en la cabecera del cartel anunciados dos habituales de esas fechas que, fuera de feria, llevaban en buena cantidad a la plaza a la verdadera afición de la capital española, se trataba del sevillano Juan Antonio Alcoba Macareno, quien un par de años antes, siendo novillero, toreara en solitario en esa misma plaza y Sebastián Martín Chanito, de Salamanca, quien a poco de tomar la alternativa sufrió un grave percance y no volvió a encarrilarse convenientemente. El tercero en discordia era ese día Ernesto San Román El Queretano, de México, que comparecía a confirmar su alternativa.

El Queretano había obtenido la dignidad de matador de toros en su tierra el 19 de febrero de 1967. Le apadrinó Joaquín Bernadó, torero que hasta hace muy poco quizás, es el diestro español que más festejos ha toreado en México y atestiguó la ceremonia Raúl Contreras Finito, con la cesión del toro Jacinto de Cerralvo. Curiosamente, la confirmación de Ernesto San Román en Madrid ocurriría antes que en la Plaza México, algo que por esas calendas resultaba casi frecuente.

La campaña española de El Queretano

Señalaba al inicio que la corrida de Juan Guardiola Soto era muy seria. Y lo fue. Las crónicas consultadas del festejo de la confirmación de El Queretano se ocupan principalmente de los toros, resaltando que no se cayeron – las caídas de los toros eran un problema endémico en España en esos días – y su impecable presencia. No obstante resaltan la actuación de los diestros y del rejoneador Curro Bedoya – mató un séptimo – y de la de quien firmó como Pepe Luis en la Hoja del Lunes de Madrid, del día siguiente del festejo, titulada Un toro para un torero, extraigo lo que sigue:

El sexto toro fue sustituido, por denuncia pública que no se debió escuchar, por un viejo Palha mansote y corraleado. ¡Esas cojeras inventadas!...

Debut y alternativa

Ernesto San Román (El Queretano), torero azteca con buen cartel en su país, quiso ayer refrendarlo ante la afición madrileña. Es un diestro valiente, menudo de estatura, pero de corazón grande, que no se arredró por la presencia y el trapío de los toros que le cayeron en suerte (y a propósito del verbo: los toros ayer no se cayeron). Ernesto, en el de su alternativa, se lució de capa en lances a lo Enrique Torres, un valenciano que se quería parecer a Chicuelo padre; no se lució con los rehiletes (si acaso en el tercer par...), y con la muleta se hizo ovacionar: comenzó con un pase – cita desde el platillo del redondel, los pies metidos en la montera – de corte arrucino que emocionó a los espectadores. Continuó en una faena efectista y valerosa, en la que no faltaron los derechazos, los rodillazos y los pases encadenados. No mató bien – pinchazo y media estocada con alivio excesivo y cuatro intentos de descabello –.  ¿Premio? Sólo corteses aplausos.

En el Palha sustituto se limitó a intentar hacerse con él; el toro, que había barbeado en tablas, que las saltó una vez, debió ser lidiado por las afueras. El nuevo matador de toros, que con toros ascendió de categoría – así se justifica una ceremonia –, acabó con el portugués de pinchazo y estocada bajita...

Por su parte, Jesús Sotos, en el semanario El Ruedo, también aparecido al día siguiente de la corrida, realiza el siguiente análisis, bajo el título de Mucho trapío y toreo con precauciones:

El “toricantano” se llama Ernesto San Román y es de Méjico. Se presentaba en la capital de España. En las Ventas le hemos visto. Pero poco podemos decir de él Poco en cuanto a toreo se refiere. Es arriesgado poder emitir un juicio exacto guiados por lo que el torero desarrolló el domingo, pues, amén de la insensatez que supone erigirse en juez guiados por lo realizado en una sola actuación, también debe de contar el ganado que tuvo enfrente, de excesivo respeto para un debut capitalicio de campanillas-

Una cosa – de capital importancia en esto del toreo – dejó al descubierto el diestro azteca: es un valiente de tomo y lomo. Un valentón tremendo. Posee, pues, una sólida base. Con la capa y la muleta, cosas aisladas: unas malas, otras regulares, otras aceptables, alguna buena. Mal con las banderillas.

Total: ni cañas, ni tampoco lanzas. Una actuación no da derecho a nada, repetimos, en cuanto a juicio verdadero se refiere. Compás de espera. Mató más mal que bien y escuchó aplausos al doblar el de Guardiola y el de Palha, pues el sexto, de la ganadería anunciada, fue desechado por cojitranco.

Lo dicho: Ernesto San Román “El Queretano”, un torero valiente. Eso sí que se puede demostrar a las primeras de cambio.

La crónica de Antonio Díaz – Cañabate en el ABC de Madrid, titulada El número del toro cojo y aparecida el martes 1º de septiembre siguiente, ni siquiera merece ser tenida en cuenta. Dedica apenas unas cuantas líneas a la actuación de los toreros y en cambio, derrocha todo su espacio en contar la manera en la cual, desde el tendido, según su dicho, sus vecinos de localidad, urdieron y lograron la devolución del sexto de la tarde – segundo del lote de El Queretano – para que fuera sustituido por un sobrero de Palha, corraleado y de esa manera, revertir el aburrimiento que les causaba la tarde. No obstante, quien era llamado El Cañas por sus allegados, en ese breve espacio, reitera su inveterado disgusto por los toreros que llegan de este lado del mar.

Así pues, podemos deducir que la actuación que El Queretano en Las Ventas hoy hace medio siglo, fue digna y adecuada a las circunstancias en las que se produjo.

Ernesto San Román toreó tres festejos más en esa temporada allende el mar. Abrió en San Feliú de Guixols el 26 de julio, con Ángel Peralta (Rej.) y Juan Asenjo Calero lidiando toros de Gabriel Rojas y Hermanos Peralta (Rej.) y cortó una oreja al primero de su lote; luego el 19 de agosto se presentó en Palma de Mallorca, donde alternó con Santiago Martín El Viti y Manolo Rodríguez en la lidia de toros de Juan Pedro Domecq y cortó una oreja al sexto y terminó en Barcelona el 10 de septiembre, acartelado con Victoriano Valencia y Gregorio Lalanda para enfrentar toros de Pedro Salas Garau.

El regreso a México

Ya de regreso en la patria, logró confirmar la alternativa el 28 de febrero de 1971 en la Plaza México, le apadrinó Pepe Luis Vázquez (mexicano), que le cedió al toro Perlito de La Punta, en presencia de Joaquín Bernadó y también actuó en la corrida el rejoneador Gastón Santos ante un toro de Atenco. Sería al final de cuentas la única actuación de El Queretano en la gran plaza.

Pero Ernesto San Román no iba a esperar que las empresas le llamaran. Entonces se propuso torear y si había que organizar los festejos, pues lo haría y lo hizo, creando una especie de circuito en el que llevó la fiesta de los toros a muchas localidades en las que la tradición no se tenía o estaba abandonada y la revisión de los anuarios de 1971 a 1987 nos revela que, por ejemplo, daba corridas en Sonora, en la parte no fronteriza del estado, que abrió al estado de Chiapas dando festejos en Tapachula, San Cristóbal de las Casas, Tuxtla Gutiérrez y Huixtla; que recuperó plazas en Veracruz como Misantla y Gutiérrez Zamora o que en Sinaloa también daba festejos en ciudades como Los Mochis, Rosario o Culiacán.

Esa incansable actividad le permitió mantenerse dentro de los diez primeros del escalafón en su tiempo y torear unas 310 corridas en su carrera, contando la testimonial del 7 de noviembre de 2004, en la que dio la alternativa a su sobrino Juan Carlos San Román en Cortázar, Guanajuato.

Como un hecho anecdótico, El Queretano formó parte del cartel de la última corrida de feria que se dio en la Plaza de Toros San Marcos el 1º de mayo de 1974, pues a partir del año siguiente, los festejos se celebrarían en la nueva Plaza Monumental. Alternó con Alfonso Ramírez Calesero ChicoRafael Gil Rafaelillo y el rejoneador Felipe Zambrano en la lidia de toros de Guadalupe Medina. Fue herido en la axila por el segundo de su lote.

La saga de los San Román

Ernesto San Román El Queretano no ha sido el primero, pero sí quizás uno de los más destacados de una saga de toreros con ese apellido que durante las últimas seis décadas han actuado en las plazas de toros de México. En un breve recuento, ellos son:

Agustín San Román, novillero, se presentó en la Plaza México el 23 de julio de 1963, alternó con José Campos y Alexandro Do Carmo, con novillos de Rancho Seco. Es hermano mayor de El Queretano.

Oscar San Román, matador de toros, recibió la alternativa en Querétaro, el 25 de diciembre de 1991, de manos de El Niño de la Capea y siendo testigo Jorge Gutiérrez, con toros de Javier Garfias.

Jorge San Román, matador de toros, recibió la alternativa en Tequisquiapan, el 18 de marzo de 2000, de manos de Jorge Gutiérrez y siendo testigo Oscar Sanromán, con toros de San Martín. Falleció el 31 de agosto de 2013 en accidente de carretera.

Gerardo San Román, matador de toros, recibió la alternativa en Durango el 1º de mayo de 2001, de manos de Jorge Gutiérrez y con el testimonio de Guillermo González Chilolo y toros de La Playa.

Juan Carlos San Román, matador de toros, tomó la alternativa en Cortázar el 7 de noviembre de 2004, de manos de El Queretano y siendo testigo Oscar San Román, con toros de Campo Hermoso.

Paola San Román, matadora de toros, tomó la alternativa en Morelia (Monumental) el 16 de mayo de 2015 siendo padrino Edgar García El Dandy y testigo Javier Conde, con toros de Carranco.

Diego San Román, novillero, se presentó en la Plaza México el 13 de octubre de 2019, alternando con Héctor Gutiérrez y Miguel Aguilar con novillos de Marrón. Rejoneó Diego Louceiro.

Como se puede ver, la continuidad de la dinastía San Román está asegurada por el momento. Pero hoy el personaje es El Queretano, en el aniversario de su confirmación de alternativa. ¡Enhorabuena!

domingo, 9 de agosto de 2020

9 de agosto de 1981: Presentación de Cruz Flores en ruedos españoles

Anuncio de la presentación de
Cruz Flores
La Vanguardia de Barcelona
Cruz Flores
fue hijo de Saulo Flores El Chapo, un personaje que tuvo nexos con la fiesta desde su juventud. Por algún tiempo le sirvió las espadas a Manuel Capetillo, y más tarde fue parte de los ayudas de Manolo Martínez y se afirma que fue él quien le aplicó un torniquete aquél 3 de marzo de 1974, cuando Borrachón de San Mateo comprometió seriamente la vida del torero regiomontano. Pasado el tiempo, Saulo Flores se integró al equipo de la empresa Alfaga cuando gestionaba el coso de Insurgentes y era representada por Curro Leal y al concluir éste sus labores allí, pasó a ser colaborador del ganadero Pepe Chafik.

Poco antes de cumplir 19 años de edad, Cruz Flores se presentó como novillero en la Plaza México. Fue el domingo 14 de septiembre de 1975 y alternó con Gustavo Garza y Alfredo Gómez El Brillante en la lidia de novillos de De Santiago, siendo el primero que enfrentó nombrado Campanero por su criador.

Recibió la alternativa el 13 de junio de 1976 en San Juan del Río, Querétaro, apadrinado por Manolo Martínez y con el testimonio de Eloy Cavazos, lidiándose un encierro de San Martín. Esa alternativa la tuvo que confirmar en dos ocasiones, debido a un prurito tradicionalista que logró que se ignorara la reglamentación taurina vigente en la Ciudad de México y así, la primera ocasión lo hizo en el Palacio de los Deportes, el 14 de septiembre del año de la alternativa, cediéndole los trastos Curro Rivera delante de Roberto Domínguez para matar al toro Milagroso de San Miguel de Mimiahuápam y la segunda y definitiva – para la paz espiritual de los que se dicen tradicionalistas – fue en la Plaza México el 5 de marzo de 1978, siendo su padrino Manolo Martínez y el testigo Curro Rivera y el toro de la ceremonia Sultán de La Laguna.

Entre la fecha de su alternativa y la efemérides que me ocupa en este día, Cruz Flores toreó con relativa frecuencia, pues sumó 186 corridas, teniendo las cifras más altas los años de 1977, con 51 festejos y 1979, con 47. En el año de 1981, sumó 10 corridas únicamente en plazas mexicanas.

La presentación en Barcelona

Es ya un argumento manido en esta bitácora, pero es una abrumadora realidad; Barcelona fue tradicionalmente el puerto de entrada para los toreros mexicanos que iniciaban una campaña española. Y tampoco es de desdeñarse que 19 de nuestros connacionales se hayan hecho matadores de toros en alguna de sus plazas. Así pues, resultaba de una cierta lógica que para intentar hacer una campaña en ruedos hispanos, Cruz Flores empezara por la capital catalana.

Pedro Balañá le anunció precisamente para el domingo 9 de agosto de 1981, inicialmente los toros serían de Javier Pérez Tabernero Montalvo para los de a pie, y uno del Marqués de Domecq para rejones y los lidiarían el caballero en plaza Álvaro Domecq, el linarense José Fuentes, el granadino Andrés Moreno y Cruz Flores. La publicidad de la corrida advertía que el rejoneador actuaría en cuarto lugar. Al final se lidiaron solamente cuatro toros de Pérez Tabernero, uno de ellos para rejones y tres de Lamamié de Clairac (1º, 2º y 7º).

La actuación de Cruz Flores estuvo cercana a ser redonda. Cortó una oreja al segundo de su lote y dio vuelta tras petición en su primero. La crónica de Rafael Manzano, titulada Cruz Flores: El oro por el toro aparecida en la Hoja del Lunes de Barcelona, del día siguiente del festejo, entre otras cosas dice:
...Languidecía la corrida de ayer; tanto los toros de Lamamié de Clairac como los de Pérez Tabernero, quedados y sosotes, no se prestaban al lucimiento. Y el bostezo se extendía bajo la tarde caliginosa de agosto. 
Pero salió el sexto de lidia ordinaria, un bicho de Lamamié de Clairac con una cierta embestida, arrancándose desde lejos. El diestro mejicano Cruz Flores, que hacía su presentación, vio allí su oportunidad. Estuvo valiente y decidido. Faltaba la rúbrica de la espada. Y el torero, pese a que el bicho tenía la cabeza muy levantada, entró a herir en el siempre peligroso terreno de los toriles. Le puso corazón a la suerte suprema, aunque en el envite, la res le arrancase con sus finas agujas la bocamanga de la casaquilla. O el oro o el toro; y Cruz Flores prefirió perder el oro del bordado para ver rodar el toro a sus pies después de una larga y estética agonía... 
Cruz Flores 
Se presentaba en nuestra plaza – y creo que en España – un diestro mejicano. Y que había tomado la alternativa el 13 de junio, en San Juan del Río (Méjico) de manos de Manolo Martínez. Es muy poco una corrida para establecer un juicio sobre el diestro. Ayer fue sin duda el triunfador de la tarde. A su primero lo saludó con unas verónicas algo rudas. En la muleta estuvo muy bien con una res sin fuerzas, especialmente en dos tandas de naturales corriendo muy bien la mano y evidenciando fino juego de muñeca. Mató rápido de una entera pasada y tendida. Petición de oreja y vuelta. 
Se superó en el sexto, un bicho de Lamamié de Clairac, que fue, sin duda, el mejor del encierro. Lo lanceó con arte a la verónica. El tercio de banderillas fue un desastre. 
Brinda Flores al abogado de Balañá, señor Tejero. Y montó el azteca una faena excelente sobre ambas manos, evidenciando su excelente juego de muñeca rematando con limpidez los pases, sobre todo los naturales y el de pecho. A la hora de herir, con rabia de trofeo en su presentación, se arrancó en terrenos de toriles. El bicho levantó la cabeza dejando en el asta el oro de la bocamanga de su casaquilla. Herido certeramente, la res tuvo una muerte espectacular, derrumbándose a los pies del maestro. Hubo ovación, oreja y vuelta al ruedo a hombros de los «capitalistas»...
Por su parte Julio Ichaso, el veterano cronista de La Vanguardia, quizás en una de las últimas crónicas que escribió para el diario, pues falleció al mes siguiente, manifestó esto:
Tarde oscura 
...El cielo estaba tachonado de nubes, amplias y, aparentemente, cargadas de agua. El viento las movía con graciosos vaivenes. Pero todo este aparato quedó en un goteo sin importancia, afortunadamente... 
Cruz Flores 
Este espada mejicano hace su presentación, con esta función, en España. 
Tercero, número 7, «Hormiguero», de Pérez Tabernero, al que lo lanceó muy bien. Recibió la primera puya con empuje y, la segunda, y última, zarandeando al jaco. Comenzaron a caer unas gotitas de agua, que no siguieron. Brindó a la concurrencia iniciando la faena con pases por bajo, para seguir con derechazos y, el pectoral final con mucho valor y dominio. Más pases, en varias tandas, y más olés y música. No faltaron los naturales ni por supuesto, las palmas. Logró una gran estocada, echándose encima de la cuna, que fue felizmente mortal. Hubo una petición grande e insistente de la oreja, que no fue otorgada, con vuelta triunfal por e! ruedo, entre aplausos.
Séptimo, número 112, «Algarrobito», de Clairac. Fue un gran astado, que dio mucho juego al que lo veroniqueó con mucha clase y le ovacionaron. Los banderilleros anduvieron aperreados. Brindó Cruz al señor Tejero, de la Empresa Balañá. Los mejores fueron los naturales, con los finales de pecho. Mató con decisión y le atropelló el bicho en el encuentro, pero quedó fulminado espectacularmente. Le concedieron una merecida oreja, con paseo por el ruedo a hombros de los «capitalistas»...
La tarde como decía, casi le resultó redonda. Le valió para torear allí mismo, en la Monumental, otras dos tardes, la del 6 de septiembre, alternando con Dámaso Gómez, en lo que fue su última actuación en esa plaza y Francisco Ruiz Miguel, que cortó una oreja a cada uno de sus toros, en la lidia de toros de Antonio Pérez de San Fernando y Terrubias (5º). La actuación del torero mexicano fue discreta. Regresó el 30 de septiembre en un cartel bien rematado, con Palomo Linares quien tuvo una mala tarde, Emilio Muñoz, quien cortó cuatro orejas y un rabo, saldando Cruz Flores su actuación con un par de salidas al tercio. Los toros fueron de Baltasar Ibán y Bernardino Piriz (3º). Los escalafones publicados por la prensa española al final de la temporada le consignan una cuarta actuación en aquellos ruedos, misma que no pude localizar.

La hora dorada de Cruz Flores

Pero el momento dorado de la carrera de Cruz Flores se produjo el 5 de febrero de 1979, cuando alternando con Manolo Martínez y Eloy Cavazos y con la presencia en el cartel del rejoneador Álvaro Domecq, realizó al toro Simpatías de la ganadería de Reyes Huerta, una faena de indulto. Luis Soleares, pseudónimo usado inicialmente por don Carlos Loret de Mola Médiz y posteriormente por su hijo Rafael, en crónica para la agencia AEE, publicada en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, escribió entre otras cosas, esto:
Don Reyes Huerta: le brindo mi faena a su torito... no la muerte, porque al rato se lo devuelvo para la cría... 
Así brinda Cruz Flores (coral y oro) ante el palco del ganadero y luego entra a la historia de la Plaza México y quizá a la gloria inigualable de ser figura del toreo. Antes, el muchacho ha veroniqueado con mando y temple, marcando los 3 tiempos a «Simpatías», de 450 kilos, marcado con el número trece. Lo lleva a la pica con mandiles sobrios. Hay ovación a su toreo de capa. Embiste bien el morito y lo castigan adecuadamente. Ni un milímetro más, Llega a la muleta como un galgo. 
Lo cita Cruz en el tercio de matadores y lo dobla sin castigar pero con finura. Va él solo a los medios, y de largo lo cita. Viene como locomotora, y lo hace entrar a la muleta con un derechazo de filigrana y carácter, seguido de seis más, y broche de pecho rodilla en tierra. 
Se entrega el frío público. Siguen nueve lentos, cadenciosos, interminables derechazos, cambio y pase de pecho con la izquierda. En el mismo terreno, en los medios, y sin enmendar entre pase y pase y entre serie y serie, Flores se supera con la gracia de tres derechazos muy despatarrado, en círculo completo, un primoroso de la firma, cambio por la espalda y molinete invertido con la izquierda. Puros cuadros al óleo. La gente ruge. Comienzan a flamear pañuelos. 
A continuación, exactamente en el centro del anillo, seis naturales de prodigio, uno con los pies juntos, y los demás con el compás abierto, adelantada la pierna contraria y la mano baja, limosnera, corriendo con lentitud. Pase de pecho interminable.  
Cita de frente por detrás, con la muleta en la derecha y corre la mano a la inversa para concluir en un larguísimo pase de pecho. Otros cinco derechazos de vuelta entera. Cuatro preciosos naturales. Una serie variada: molinete, péndulo, tres derechazos de pontifical y pase de pecho rodilla en tierra. La petición de indulto se generaliza, y el matador todavía sigue toreando como si fuera para él mismo y solo. Concede el juez el indulto, y hay más naturales y varios pases de pecho, el último de los cuales conduce a «Simpatías» a los chiqueros, a la dehesa y a la paternidad responsable. 
Un acto absurdo: solo le conceden dos orejas simbólicas. Le niegan el rabo. Protesta la gente. El joven triunfador deja los apéndices en la arena y da dos vueltas al ruedo en marcha victoriosa, más una salida a los medios. Comparte honores con el representante de la ganadería...
Cruz Flores también conocería las simas de la fiesta en la propia Plaza México, fue uno de los protagonistas de las corridas de la ignominia, específicamente la celebrada el 29 de abril de 1990 y de las que ya me he ocupado en este espacio y todavía volvería una vez más a su redondel, pero sin recuperar ya el sitio que algún día tuvo.

Cruz Flores falleció en la Ciudad de México el 9 de diciembre de 2004, después de una enfermedad complicada.

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