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lunes, 13 de diciembre de 2021

La Feria Guadalupana de 1956 (II/II)

Rafael Rodríguez, 11 de diciembre de 1956
El Toreo de Cuatro Caminos, toro de Matancillas

Anunciada la feria, el viernes 7 de diciembre se abrieron las puertas del Toreo de Cuatro Caminos para dar inicio a ese inusitado serial de festejos consecutivos e ininterrumpidos en los que participaban las principales figuras del toreo de ambos lados del mar. Ante el tirón de taquilla que se anticipaba, el doctor Alfonso Gaona, inmerso en la temporada 1956 – 57 de la Plaza México, inaugurada apenas el domingo 3 anterior, anunció que pospondría la segunda corrida de su serial semanal para no entorpecer la buena obra que se realizaba en Cuatro Caminos, aunque la historia nos enseña que quizás esa posposición era ya un síntoma de una temporada que nació enferma, pues tras del 11º festejo del apartado, la misma terminó abruptamente y la gran plaza se cerró por la friolera de 473 días, asunto del que ya me he ocupado en este sitio en esta ubicación.

La primera corrida

El resultado del primer festejo en el que alternaron Antonio Ordóñez, Joselito Huerta y José Ramón Tirado ante toros de La Punta no fue halagüeño, ni en los tendidos, ni en el ruedo. Escribe Don Dificultades para El Ruedo de Madrid:

A pesar de que dijeron que se habían agotado los boletos de las localidades generales y casi terminado las numeradas. no hubo sino media entrada. La reventa de boletos sufrió un descalabro, ya que los revendedores se quedaron con bloques enteros de billetes para la corrida...

Los toros de La Punta, de extraordinaria presentación, fueron bravos para los caballos, pero se apagaron en el tercio final y los toreros poco pudieron hacer delante de ellos.

La segunda tarde

El sábado 8 de diciembre estuvo marcado por un alto grado de sensibilidad, pues representó la reaparición de Fermín Rivera quien ante Antonio Borrero Chamaco, haría matador de toros a Fernando de los Reyes El Callao, quien, en la Plaza México, había toreado la friolera de 39 novilladas. Aquí se produjo uno de los primeros cambios en lo anunciado originalmente, porque tres de los toros de Jesús Cabrera no fueron aceptados por la autoridad y tuvieron que se reemplazados por otros tantos de San Mateo

De nuevo, José Jiménez Latapí reseña que la reventa sufrió un nuevo revés pues Contaron que se habían agotado los boletos. A pesar de ello hubo grandes claros en ambos tendidos… De este festejo también me he ocupado por estos pagos en esta ubicación.

El tercer día

Quizás se hizo vigente el refrán aquel de que la tercera es la vencida. Sin hacer menos la faena de Fernando de los Reyes de la víspera, sin premios por el defectuoso manejo del acero, en este 9 de diciembre la Feria Guadalupana alcanzó su clímax taurino y en ella Antonio Ordóñez realizó la que quizás sea la mejor faena que llevó a cabo en ruedos mexicanos. La hizo a Cascabel de San Mateo, en tarde que compartió terna con Litri y Joselito Huerta. Fue también la corrida del primer lleno. Cuenta Don Dificultades:

Cortó al bravísimo y harto difícil de templar «Cascabel», de San Mateo, las dos orejas y el rabo. Nosotros creímos, y así lo gritaba mucha gente, que le habían dado todo el toro, como se hacía en los primitivos tiempos de la Fiesta… No cabe mayor armonía, ni mejor ritmo, que es distinto a rima, que la lograda por Antonio Ordóñez, Arte puro y sobrio, toreo vertical y sereno, todo llevado a cabo en un palmo de terreno en un alarde de mando. Toreo puro: naturales, derechazos, de pecho. ayudados altos, tras haber cuajado una serie de verónicas que pusieron a la Plaza al rojo blanco de entusiasmo, y para rematar, la estocada, recibiendo, refrendada por un volapié.

El público de Méjico, que es artista por excelencia, se le entregó a Ordóñez y era de escucharse a toda la Plaza gritándole ¡torero!, y era de verse cómo más de treinta mil pañuelos se agitaban en demanda de los trofeos…

Por su parte, Carlos León, en su tribuna del extinto diario Novedades de la capital mexicana, escribió:

La epopeya de la época… con demasiada frecuencia y ligereza se habla de verónicas de antología o de faenas de lo mismo, hasta haber hecho de ese encomio una trillada frase de cajón. Pero cuando la antología es el tratado que reúne trozos selectos de lo clásico, sólo algo de un puro clasicismo como esa faena rondeña de Antonio Ordóñez puede pasar a la posteridad como una auténtica lección de preceptiva taurina para tantos aprendices de toreros… Afortunadamente, de vez en cuando surgen en la fiesta esas hazañas imperecederas, que son como una escoba que barre con tanta basura que invade los ruedos. Ante ese ejemplar de lo que es, ha sido y será la pureza, la única verdad limpia y clara de la lidia se establece, por ventura, la enorme diferencia que existe entre el bien hacer, el bien torear y todas esas imperfecciones que han desvirtuado pasajeramente el arte de la lidia…

La del día 10

Los toros de Rancho Seco salieron complicados y no dejaron espacio de maniobra a José Ramón Tirado, Chamaco y El Callao. Escribía Carlos León que lo único soportable de este festejo fue que solamente quedaban unas horas para volver a ver a Antonio Ordóñez.

La quinta de la feria, con aperitivo boxístico

Los toros anunciados eran de Matancillas y se enfrentarían a ellos Rafael Rodríguez, Litri y Antonio Ordóñez. Heriberto Lanfranchi consigna en su Historia que tres de los toros sacaron el hierro de La Punta y que la corrida tuvo una inmejorable presentación.

Antes de iniciar el festejo, celebrado a plaza llena, se produjo en los tendidos de la plaza un bochornoso incidente, pues Carlos Arruza, objeto de las invectivas y pullas del cáustico cronista Carlos León, fue a buscarlo a su localidad y lo agredió. En la edición del diario Novedades, en el que publicaba sus crónicas el periodista, apareció al día siguiente del festejo, la siguiente nota, que entre otras cosas decía:

Alevosa agresión de Arruza a nuestro cronista Carlos León. – Nuestro crítico taurino Carlos León fue objeto, ayer, antes de iniciarse la quinta corrida de la Feria Guadalupana, en la Plaza de El Toreo, de una alevosa agresión por parte del ex torero Carlos Arruza, quien de manera premeditada y ventajosa golpeó al periodista que estaba cumpliendo su misión profesional.

El agresor, por lo visto, siente deseos de verse de nuevo en letras de molde y en hechos sucedidos dentro de un coso taurino, en lugar de comprender, puesto que pasó algunos arios como actor y tuvo tiempo de ello, que no hay nada menos ajustado a lo recto, que emplear el pobre argumento de la fuerza…

La agresión de que ha sido víctima nuestro compañero Carlos León, cronista que no ha vivido ni vive del medio conforme gustaría a muchos, es más censurable, más digna de repulsa, por esa misma razón. La pluma de Carlos León, libre siempre, pues no se ha dejado mediatizar por “cañonazos” de calibre alguno, por ello mismo merece el mayor respeto…

En lo que interesa, Antonio Ordóñez volvió a mostrar su calidad y categoría y cortó una oreja a Canciller, sexto del festejo, actuación que para El Ruedo de Madrid, resumió de esta manera Don Dificultades:

La entrada fué casi un lleno… Antonio Ordóñez... En su segundo, que a todo el mundo le parecía complicado, el torero de Ronda lo miró fácil y le cuajó un faenón de los suyos, pleno de imperial elegancia, templando de maravilla y ligando. Todo ello en un palmo de terreno, en medio de los gritos jubilosos de los aficionados, y coronó aquello con una gran estocada. Cortó oreja, y nosotros salimos admirados de cómo cambió Ordóñez al público, que ya estaba hosco, y lo hizo entusiasmarse basta donde más. Antonio se cortó un dedo del pie derecho con el estoque y pasó a la enfermería…

El fin de fiesta, la Corrida Guadalupana

Para el día de la Virgen de Guadalupe se anunció originalmente a Litri, Antonio Ordóñez, Joselito Huerta, José Ramón Tirado, Chamaco y El Callao con los toros de Las Huertas, anunciados en la publicidad como de Luis Javier Barroso, ganadería casi debutante, pues apenas había lidiado su primera corrida el 10 de agosto anterior en Monterrey en un cartel formado por Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna y Jesús Córdoba, quien les cortó cuatro orejas y un rabo.

Al final, Antonio Ordóñez no compareció a esta que sería su cuarta actuación del ciclo, a consecuencia de la herida que se produjo con el estoque en la víspera y le sustituyó Rafael Rodríguez, que salió como primer espada de la corrida, en la que se disputaba la Rosa Guadalupana. Los toros de Las Huertas fueron complicados y al final de cuentas, lo único brillante fue el prólogo del festejo, según Don Dificultades:

Un lleno total. Desfile de reinas en lujosos Cadillacs. Paseo de cuadrillas llevando a charros ricamente vestidos y a una charrita empuñando el estandarte guadalupano. Ambiente de día grande. Entusiasmo sin límites...

Los números de la feria

Con tres tardes estuvieron: Antonio Ordóñez quien en la tercera cortó el rabo a Cascabel de San Mateo y en la quinta, una oreja a Canciller de Matancillas; Joselito Huerta quien en la tercera se llevó la oreja de Llaverito de San Mateo; José Ramón Tirado; Antonio Borrero Chamaco, con una oreja en la segunda, la de Abejorro de San Mateo, Fernando de los Reyes El Callao, que sin orejas, hizo una gran faena a Gordito de Jesús Cabrera, el segundo de su lote la tarde de su alternativa y Miguel Báez Litri, que se llevó la oreja de Coplero de San Mateo en la memorable tercera tarde del ciclo. Con dos tardes fue Rafael Rodríguez y con una sola, Fermín Rivera que el día de su reaparición le cortó las dos orejas a Los 21 de Jesús Cabrera.

En el renglón ganadero La Punta y San Mateo lidiaron 9 toros cada una, Rancho Seco y Las Huertas 6 y Jesús Cabrera y Matancillas, 3 de cada ganadería. Aclaro que, en el caso de Matancillas, el único que señala que su encierro venía remendado con tres toros con el hierro de La Punta, es don Heriberto Lanfranchi.

La Rosa Guadalupana

Este trofeo estuvo en disputa en la corrida del 12 de diciembre. Las circunstancias en el ruedo impidieron que fuera adjudicado. En alguna forma, el Patronato pensó en concederlo al triunfador numérico del serial, que en el caso sería el rondeño Antonio Ordóñez, pero en el festejo en el cual se celebró el éxito de la feria, ocurrió el siguiente hecho que quien firmó como Pepe Luis, corresponsal de la agencia United Press, en nota aparecida en el diario El Siglo de Torreón el día 24 de diciembre de 1956, se narra así:

MAGNIFICENCIA. – La Comisión Organizadora de la llamada Feria obsequió con un banquete a ganaderos y toreros. En él ocurrió algo inesperado. Antonio Ordóñez pidió, en nombre de los toreros españoles la “Rosa de Oro”. ¿Para quién? Para un Maestro del Toreo que culminó su larga y gloriosa existencia en una magistral faena en las corridas guadalupanas. Para Fermín Rivera. A nadie se le había ocurrido idea tan sencilla y adecuada. Y en el momento final del banquete se entregó al Maestro de San Luis el trofeo más bello que puede obtener un torero mexicano. Realizó Antonio Ordóñez la más maravillosa faena, en la cual no solo puso la sublimidad del arte, sino algo más: el alma…

Así, quedó, creo, justamente adjudicado un trofeo que después cobraría carta de naturalidad en una corrida que sería fija en el calendario taurino mexicano.

Epílogo

Mi amigo Horacio Reiba refiere que a posteriori hubo rebumbio por las cuestiones dinerarias de la feria. Que las cuentas nada más no le cuadraron a Tono Algara. Pero también se demostró la viabilidad de este tipo de ferias y así en Cuatro Caminos se volvió a programar una en noviembre y diciembre de 1964, de 8 corridas con El Cordobés y Paco Camino como ejes del serial; en 1967, dos de ellas, una en julio de 4 festejos, con Manuel Capetillo, Finito y Manolo Martínez en el centro de ella disputándose el Azteca de Oro y otra en noviembre y diciembre, también de 4 corridas, con Capetillo, Joselito Huerta y Manolo Martínez como atractivos principales y la de 1968, de 9 corridas, de las que nada más se dieron 8 – se canceló la del 12 de diciembre por lesión de Manolo Martínez en Quito –, encabezadas por Diego Puerta, Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Palomo Linares y también con un Azteca de Oro en disputa. La última corrida de esta feria, el 29 de diciembre, sería la del cierre del Toreo de Cuatro Caminos para la fiesta de los toros hasta el 15 de octubre de 1994.

Al final, sería en el año de 1971, en Aguascalientes, donde el concepto de feria que se presentó en México en diciembre de 1956, terminara por cobrar carta de naturalidad y pregunto: ¿en detrimento de las plazas de temporada?

domingo, 12 de diciembre de 2021

La Feria Guadalupana de 1956 (I/II)

Antonio Algara y Manolete
Foto: Casasola - Mediateca INAH
Los seis días que mediaron entre el 7 y el 12 de diciembre de 1956 vienen a ser, seis décadas y media después, el punto de un parteaguas histórico en la manera de hacer las cosas en los toros aquí en México. Se ofrecería a la afición una feria taurina, con festejos en días consecutivos – aún entre semana – en la capital del país. La razón de ser de esa feria era aprovechar las festividades de la Virgen de Guadalupe y la motivación partida de un Patronato que tenía por finalidad la procura de recursos para las obras de rehabilitación de la Basílica Guadalupana.

Las figuras más destacadas del nombrado Patronato eran don Guillermo Barroso Corici, su hijo Luis Javier Barroso Chávez – ganadero de Las Huertas –, el Licenciado Lázaro Martínez y Gómez del Campo – en su día juez de plaza –, don José C. Madrazo – ganadero de La Punta y Matancillas – y la operación estaría a cargo de Antonio Algara, quien fuera un destacado empresario del Toreo de la Condesa, de la Plaza México y también del Toreo de Cuatro Caminos, coso en el cual se pretendía efectuar la que sería conocida como La Feria Guadalupana. Por supuesto, aparecía en los actos informativos correspondientes, el recién nombrado Arzobispo Primado de México, Miguel Darío Miranda y Gómez, quien apenas en junio de ese año del 56, había entrado a ocupar la sede episcopal que dejó vacante don Luis María Martínez.

En el ejemplar del semanario madrileño El Ruedo, del 30 de agosto de ese 1956, se publicaba una extensa entrevista que Francisco Narbona González realizó a Antonio Algara, quien, entre otras cuestiones, le reveló lo siguiente:

Yo estaba hace una semana en Méjico, tan tranquilo, cuando me llamaron les amigos del Comité Guadalupano para que organizara una feria taurina a beneficio de las obras del Santuario… Una feria al modo de la de Sevilla o de la de San Isidro. Con seis corridas seguidas… Ya tengo compradas las corridas. Serán de las mejores ganaderías aztecas; de esas mismas que por diversas causas no iban a los ruedos capitalinos: La Punta, Matancillas, San Mateo, Torrecilla, Pastejé... Tengo el permiso del Arzobispado para que la feria lleve el nombre de Guadalupana. Y la Plaza de El Toreo ofrecida desinteresadamente por el propietario. Y la exención de impuestos, decretada por el gobernador del Estado federal de Méjico. Y el patrocinio de la esposa del Presidente de la República… Quiero que vayan «Litri», Ordóñez, «Chamaco» ... y dos mejicanos que han triunfado aquí: Joselito Huerta y Tirado... Y de los toreros de allá... Silveti, Capetillo, Córdoba, Rodríguez, «El Ranchero» ... por vez primera también sabrán los aficionados quiénes están contratados y qué ganado se lidiará. No habrá derecho de apartado, sino abono, según se acostumbra acá. Confío en que antes de la feria podamos exhibir las corridas en un lugar qué sea como la Venta de Antequera o el Batán. Ya le digo que será algo totalmente nuevo para los mejicanos... Yo me conformo con que deje en total un millón de pesos. Que dicho en pesetas sería algo así como tres millones y medio...

Es decir, Antonio Algara se proponía, al tipo de cambio vigente en esas fechas ($12.50 pesos por dólar, fijos), obtener al menos, una utilidad de 80,000 dólares americanos, una cantidad nada despreciable en aquella época y que sería de gran utilidad para las urgentes obras que tenían que acometerse para estabilizar primero y sostener después el santuario guadalupano que amenazaba con partirse en dos por el hundimiento del suelo sobre el cual estaba construido.

Un intermedio sindical

Como es de recordarse, en 1951 se reanudaron las relaciones entre las torerías de México y España, después de que a mediados de 1947 un grupo de toreros hispanos encabezados por Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Juan Belmonte Campoy – que no hicieron temporada entre nosotros e invocaban falta de reciprocidad – declararon terminado el convenio que permitía que los nuestros actuaran allá y los hispanos aquí. Ese convenio del 51, prevenía, entre otras cuestiones, que tendría que ser revisado cada cinco años.

Antonio Algara se fue a hacer contrataciones a España cuando a la par se negociaba la prórroga del convenio hispano – mexicano. Algunos rifirrafes hubo en esa negociación, porque se pretendió excluir a la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos de ella y por otra parte, se puso sobre la mesa, por primera vez, la posibilidad de que en los carteles tanto de allá como de aquí, no pudieran actuar en mayoría diestros mexicanos o españoles, respectivamente. Dice una información publicada en el ejemplar del semanario madrileño El Ruedo salido a los puestos el 15 de noviembre de ese año:

La discrepancia está en que los toreros mejicanos, considerando que es perjudicial para los toreros sudamericanos que en un cartel de aquí figure más de un diestro español y en España más de un mejicano, han propuesto que queden abolidos los carteles con dos españoles en Méjico y dos mejicanos en España, pero aceptando que en dichos carteles puedan ser incluidos toreros hispanoamericanos y portugueses… También señalan que en el anterior convenio había una cláusula fijando diez plazas de toros para contratar a los mejicanos en España y a los españoles en Méjico, siempre que se llevasen dos corridas y dos novilladas contratadas. En el nuevo convenio no se acepta esa obligación; debiendo implantarse la libre contratación… Estos dimes y diretes han hecho que se ande en reajustes con los toreros españoles por parte de la Plaza de «El Toreo», que ya los había contratado, según dice el señor Algara...

Al final de cuentas, para el 17 de noviembre, en nota de la agencia United Press, aparecida en el diario El Siglo de Torreón del día siguiente, se dice:

La Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos recibió esta noche el pliego de contraproposiciones de los toreros españoles para la redacción del nuevo convenio Taurino Hispano – Mexicano... Sin demoras se envió a Madrid el siguiente cable: “Aceptamos bases enviaron su carta del día doce y enviamos por correo texto convenido suplicando firmarlo respetando convenio anterior y autorizando corridas con dos españoles que se anuncian en feria guadalupana” ... El mensaje fue firmado por todo el Comité Directivo...

Así pues, los escollos de lo que vendría a ser la primera feria taurina que se daría en México, estaban retirados y se podía seguir adelante en su organización.

Los carteles de la feria

El ejemplar de El Ruedo del 6 de diciembre de 1956, adelantaba la siguiente información acerca del contenido de la Feria Guadalupana:

Con las debidas reservas – ya que no coinciden estos datos con lo que se ha indicado en el pacto taurino hispano – mejicano sobre la proporción de toreros españoles y aztecas en las corridas de seis toros – publicamos estos carteles, que se han dado a conocer como definitivos en la Feria Guadalupana, que se va a celebrar inmediatamente en la Plaza de El Toreo de la capital mejicana:

Día 7. – Rafael Rodríguez, Antonio Ordóñez y José Ramón Tirado, con toros de La Punta 

Día 8. – Fermín Rivera, «El Callao» y «Chamaco», con toros de Chucho Cabrera.

Día 9. – «Litri», Antonio Ordóñez y Joselito Huerta, con toros de San Mateo.

Día 10. – «Litri», Joselito Huerta y «El Callao», con toros de Matancillas.

Día 11. – Antonio Ordóñez, José Ramón Tirado y «Chamaco», con toros de Rancho Seco.

Día 12. – Fermín Rivera, «Litri», Antonio Ordóñez, Joselito Huerta, José Ramón Tirado y «Chamaco», con toros de Pastejé y Las Huertas…

Al final de cuentas, las reservas manifestadas por el corresponsal de El RuedoDon Dificultades – eran fundadas, porque la presentación definitiva de la feria fue en el tenor siguiente:

Viernes 7 de diciembre: Antonio Ordóñez, Joselito Huerta y José Ramón Tirado. Toros de La Punta

Sábado 8 de diciembre: Fermín Rivera, Antonio Borrero Chamaco y Fernando de los Reyes El Callao, que recibiría la alternativa. Toros de Jesús Cabrera

Domingo 9 de diciembre: Miguel Báez Litri, Antonio Ordóñez y Joselito Huerta, toros de San Mateo

Lunes 10 de diciembre: José Ramón Tirado, Fernando de los Reyes El Callao y Antonio Borrero Chamaco. Toros de Rancho Seco

Martes 11 de diciembre: Rafael Rodríguez, Miguel Báez Litri y Antonio Ordóñez. Toros de Matancillas

Miércoles 12 de diciembre: Miguel Báez Litri, Antonio Ordóñez, Joselito Huerta, José Ramón Tirado, Antonio Borrero Chamaco y Fernando de los Reyes El Callao. Toros de Las Huertas, anunciados como de Luis Javier Barroso

Los carteles tenían su interés. Litri reaparecía en México después de que en 1951 interrumpiera abruptamente su primera campaña en nuestras plazas cuando las cosas no le comenzaron a salir por derechas desde el principio; Chamaco y José Ramón Tirado se presentarían como matadores de toros ante el público capitalino, porque sería hasta un par de meses después que confirmaran en la Plaza México. Por su parte, Fermín Rivera reaparecía en la capital también después del infarto que sufriera poco más de un año antes en Monterrey y en campaña de despedida y Joselito Huerta había confirmado la Navidad del calendario anterior y venía de hacer una interesante campaña española.

La feria entonces, estaba bien concebida. En el papel, los carteles estaban balanceados y eso aseguraba buenas entradas, sobre todo, porque se puso en práctica la venta de abonos con descuento por la adquisición de entradas para la totalidad de los festejos y la feria tenía un ingrediente adicional que le añadía interés, desde mi personal punto de vista: sería transmitida por televisión abierta en su integridad.

Dada la extensión que van cobrando estas notas, trataré de terminar con ellas el día de mañana.

domingo, 5 de diciembre de 2021

5 de diciembre de 1971: Mariano Ramos confirma su alternativa en la Plaza México

Mariano Ramos
La temporada de novilladas de 1971, a decir de Daniel Medina de la Serna fue corta, apenas de veintidós festejos. Pero en ese número que el autor de la Cincuentona Monumental… considera breve, aparecieron varios toreros que dejarían su impronta en la historia patria del toreo en diversas capacidades. Así, nombres como los de Rafael Gil Rafaelillo, Curro Leal, David Vito Cavazos, José Antonio Gaona o Miguel Munguía El Inspirado actuaron con mayor o menor éxito en ese serial menor. Pero el nombre que se puso a la cabeza de todos fue el de un torero que tenía sus orígenes en la charrería y que se había formado en la ganadería de Ibarra, a la vera de don Agustín Chávez Magallón. Su nombre era Mariano Ramos.

Desde su presentación en la 6ª tarde de la temporada y hasta su actuación final en ella el 7 de noviembre, en su octava actuación, dejó bien claro que su paso era ascendente, que era un torero de esos que aparecen muy de cuando en cuando. Quedaron sus faenas a Flamenquillo de El Romeral la tarde del 26 de septiembre o la de Agricultor de La Laguna del 31 de octubre, cuando se lleva el Estoque de Plata. Esa tarde, se dijo lo siguiente de su actuar:

El Estoque de Plata fue para Mariano Ramos en una espléndida tarde estival... Mariano, con el segundo de la tarde fue aplaudido con el capote e hizo faena cumbre iniciada con doblones magistrales para continuar con pases de todas las marcas mientras sonaba la música en su honor... Obra maciza, impregnada del mejor torerismo, encontró el colofón de la estocada. Para él fueron las dos orejas ganadas en buena lid y otras tantas vueltas al anillo... (El Informador, Guadalajara, 1º de noviembre de 1971)

Antes, el 10 de octubre de ese 1971, le vimos aquí en Aguascalientes. Alternó con Luis Procuna hijo y Arturo Magaña en la lidia de novillos de don Ezequiel Gutiérrez. Esta fue la impresión que le causó a don Jesús Gómez Medina, cronista de El Sol del Centro:

UN TORERO DIFERENTE, CON MUCHO MANDO Y CLASE ES MARIANO RAMOS... Mucho se había dicho del muchacho, que se reveló en la actual temporada chica capitalina y ayer justificó ante el público de Aguascalientes, el por qué llegó a esta plaza precedido de tales triunfos... En efecto, Mariano Ramos, pese a su corta edad y al poco tiempo que tiene en las filas de la novillería mexicana, demostró que es un torero diferente, muy poderoso, con mucho mando, y si bien los dos primeros adversarios – en la lidia ordinaria – no le dieron margen para el éxito, con el séptimo, de regalo, armó la escandalera... El novillo no era propiamente una “perita en dulce” ya que llegó al tercio final reservón y desarrollando sentido, pero Mariano, con ese valor y ese poderío muleteril, fue mostrando el camino a seguir al astado, exponiendo enormidades y haciendo el toreo de verdad, sin ventajas y sin adelantar en lo absoluto el engaño... Mariano daba la impresión de un torero español, que jamás cita adelantando el engaño, empero sin torear exclusivamente con la muñeca, en sí, que aguantaba a pies juntos la embestida del burel, al que luego llevaba bien acompañado trazando con su muleta la dimensión del pase, surgiendo una faena que mantuvo al público de pie y entregado plenamente a la clase y torerismo de Ramos, que finalizó con tres cuartos en buen sitio, para que doblara el séptimo y último de la tarde, y con ello el triunfo del muchacho, que recibió la oreja de su enemigo... Los tres espadas fueron paseados en hombros de los aficionados, a esas alturas eufóricos, por el resultado de este primer festejo de la temporada 1971 – 72, que se inició con el mejor de los éxitos…

El 20 de noviembre siguiente, Mariano Ramos sería hecho matador de toros en Irapuato por Manolo Martínez, quien en presencia de Francisco Rivera Paquirri, le cedió los trastos para dar cuenta de Campanero de Santacilia

La segunda corrida de la temporada grande 1971 – 72 

El ciclo de corridas de toros se sostendría principalmente con Alfredo Leal, Joselito Huerta, que reaparecería en el tramo final después del evento de salud que tuvo el año anterior, Jaime Rangel, Raúl Contreras Finito, Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Curro Rivera por los toreros mexicanos y con Curro Vázquez, Palomo Linares y Francisco Rivera Paquirri por los hispanos. Se presentarían como matadores de toros y confirmarían sus alternativas Mariano Ramos (2ª) y los ultramarinos José Luis Galloso (6ª) y José Luis Parada (9ª).

El cartel de la segunda corrida de la temporada lo formaron los toros de Tequisquiapan, en esos días de la titularidad de don Fernando de la Mora Madaleno y para enfrentarse a ellos Manolo Martínez, Antonio Lomelín y el confirmante Mariano Ramos, quien resolvió con solvencia el compromiso, pero sin un triunfo señalado. Eso vendría después y en alguna oportunidad, con un toro de esa misma casa. La crónica de la agencia AEE (Asociación de Editores de los Estados), sin firma, publicada en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente de la corrida, resume lo siguiente:

Segunda corrida de la temporada en la Plaza México, que registró lleno completo, en una tarde soleada, aunque con ráfagas de viento.

Se lidiaron toros de Tequisquiapan, bien presentados, bravos y fáciles en su mayoría.

Confirmó su alternativa Mariano Ramos. En el toro del doctorado, nada hizo con el capote. Faena valiente y empeñosa, para una estocada atravesada, pinchazo y media. Silencio.

En el sexto fue ovacionado con el capote y en verónicas y una media, muy templadas. Con la muleta desaprovechó un buen toro, al que se dedicó a cortarle los viajes y andarle por la cara sin mayor lucimiento. Estocada atravesada y pinchazo. Silencio.

Manolo Martínez, nada con la capa. Inició la faena con doblones, emocionantes porque el toro repitió con fuerza. Excelentes tandas de derechazos que enardecieron a la multitud. Agregó al martinete una serie de pases con la zurda entre el entusiasmo general, despachando de estocada saliendo derribado sin consecuencias, cortando dos orejas dio una vuelta al ruedo y saludos desde el tercio.

En el cuarto de la tarde, un toro con poca fuerza, no se acopló. Faena breve, de trámite, para pinchazo y estocada. Silencio.

Antonio Lomelín tuvo deslucida presentación en esta temporada. A su primero, sosote, faena empeñosa entre la indiferencia popular. Dos pinchazos y estocada. Silencio.

Con el quinto se metió muy cerca de los pitones, logrando algunos pases templados con la diestra, pero la faena no logró el vuelo triunfal y acabó diluyéndose. Estocada. Nuevamente fue silenciada su labor”

La crónica aparecida en el ejemplar del semanario El Ruedo de Madrid fechado el 7 de diciembre de ese 1971, esencialmente dice lo mismo que la anterior, pero agrega dos datos que, en retrospectiva, parecen interesantes:

MEJICO, 5. (EFE). – El cartel del domingo estuvo integrado por tres toreros mejicanos. Manolo Martínez fue el padrino de Ramos, y Antonio Lomelín, el testigo, porque José Luis «Galloso», que era el diestro español al que la Empresa tenía en cartera para esta fecha, toreó el día anterior en Bogotá y no se contó con la seguridad de que pudiera hacer el viaje oportunamente para actuar al día siguiente en la segunda corrida de la temporada en la plaza México... Ramos ha anunciado que el año próximo piensa hacer campaña en ruedos españoles. Se trata de un torero que hace recordar a los viejos aficionados a Fermín Espinosa «Armillita». con el que tiene una gran similitud, según dicen los amigos mejicanos, aunque en su alternativa no ha tenido una buena tarde.

El toro de la confirmación se llamó Antequerano y pesó 450 kilos.

Dan a entender, maliciosamente creo, que la confirmación de Mariano Ramos llegó casi “de carambola”, sin estar programada, cuando la realidad es que era uno de los eventos importantes de la temporada grande, pues se trataba del triunfador del serial de novilladas inmediato anterior.

Mariano Ramos para la historia

Mariano Ramos toreó más de mil corridas de toros. La de la efeméride la celebró en Torreón, el 23 de julio de 1988, cuando en solitario, vestido de rosa mexicano y oro, enfrentó en solitario, por su orden, seis toros de San Judas Tadeo, Javier Garfias, La Concha, Castorena, La Guadalupana y Valparaíso, cortando dos orejas a Pollito el primero de la tarde y otras dos a Milenario, el tercero.

Toreó 80 corridas en la Plaza México y dejó para la historia varias faenas como las de los toros Abarrotero de José Julián Llaguno el 6 de enero de 1974, toro que fue indultado. Después vendrían las de Azucarero de Tequisquiapan, el 9 de febrero de 1975, la de Mil Amores de Mariano Ramírez el 20 de febrero de 1977 y la que puede considerarse como el epítome de su tauromaquia, la de Timbalero de Piedras Negras, el 21 de marzo de 1982, tema del que ya me he ocupado por estas páginas virtuales. Terminaría su andar por las arenas de la colonia Nochebuena el 6 de enero de 2002, cuando alternando con Federico Pizarro y Juan José Padilla, despachó toros de doña Celia Barbabosa.

Acerca de Mariano, escribió Conchita Cintrón:

Hace años hubo una tarde histórica, en Sevilla, en la cual realizó Mariano Ramos una faena cumbre… Yo tengo dos horas disponibles para describir lo que realizó y no me es posible hacerlo… pues la expresión artística, cuando se revela en toda su plenitud, es tan rica en matices como difícil de analizar… Todo arte se resume en belleza, aunque no todo lo bello se considera arte. El arte, diría yo, nace del propósito de expresar belleza; de la necesidad imperiosa de comunicar un mundo interior, incompatible con las limitaciones impuestas con lo mortal… Por existir belleza sin arte puede haber interpretaciones con momentos hermosos que no llegan a ser expresión artística. Son actuaciones superficiales que, en los toros, incitan al aplauso entusiasmado del aficionado popular que grita, gesticula, y se preocupa muchísimo por la actitud de la presidencia… pero en cambio, a su lado, nunca faltará gente más exigente (¿o será más sensible?) totalmente al margen de la algarabía del tendido. Son personas que esperan algo más profundo de los toros… Aguardan ese momento que nos ofreció ahora Mariano Ramos; ese momento sublime en que el artista de elección, expresando una emoción que le rebasa el alma, le revela en el espectáculo grandioso el encuentro del hombre con la eternidad…

Mariano Ramos nunca anunció una campaña de despedida, ni toreó una corrida a propósito, simplemente fue diluyéndose su presencia de los carteles. En 2008 se le homenajeó en la Asociación de Matadores por haber cumplido 37 años de alternativa. Falleció en la Ciudad de México el 5 de octubre del año 2012, a los 59 años de edad.

domingo, 21 de noviembre de 2021

1948: Manuel Capetillo y Naviero de Zotoluca

Manuel Capetillo
Foto: Santos Yubero
Madrid, mayo 1952
La historia de la Plaza México nos deja en claro que hay cuatro temporadas de novilladas que han impactado a la afición y hecho sólida la presencia de ese escenario. Son las de 1946, en la que sobresalieron Joselillo y Fernando López; la de 1978, la proverbial de El Pana y César Pastor; la 1982 – 83, quizás la última gran temporada chica con Manolo Mejía, Valente Arellano, Ernesto Belmont y Luis Fernando Sánchez y por supuesto, la temporada de 1948, que es, según teoría personal, la que abre la puerta a la Edad de Plata del Toreo en México.

La temporada del 48 se recuerda por la irrupción de Los Tres Mosqueteros en el escenario taurino. Jesús Córdoba, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez – en ese orden se presentaron en la gran plaza – hicieron posible una temporada de 29 festejos que inició el 1º de mayo y concluyó el 5 de diciembre de ese año. Pero, aunque los mosqueteros fueron las estrellas más rutilantes, en ese calendario también destacaron Paco Ortiz, El Ranchero Aguilar, Alfredo Leal, Héctor Saucedo y Curro Ortega, nombres que escribieron su propia leyenda en las relaciones de la fiesta y se quedaron para siempre en la memoria colectiva.

La gran revelación de las novilladas del 48 fue sin duda Rafael Rodríguez, que llegó a la temporada hasta la 14ª fecha. Pero a partir de allí se entretuvo en cortar cinco de los diez rabos que se obtuvieron en ese ciclo. Por su parte, Jesús Córdoba se llevó la Oreja de Plata, por una faena de una oreja, superando incluso a Paco Ortiz, que había cortado un rabo en ese festejo y Manuel Capetillo ganó una Medalla Guadalupana que se disputó en una novillada ex – profeso.

Ese era el ambiente cuando se celebró, el domingo 21 de noviembre de 1948, el 27º festejo de la temporada, un auténtico cartel de triunfadores, pues lo integraron Paco Ortiz, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo, quienes enfrentarían un encierro de Zotoluca. Ya se hablaba de que Córdoba, Capetillo y Rodríguez se despedían de las filas novilleriles, pues sus alternativas estaban unos domingos adelante.

Los de Zotoluca

La novillada de Zotoluca, de acuerdo con la crónica de agencia que pude recabar, debió ser brava, pues recoge al menos una docena de quites por los alternantes del festejo, lo que me sugiere que cada uno de los seis novillos recibió al menos, dos puyazos, cosa que en estos tiempos que corren, es algo inimaginable. 

El primero, Serrano, uno por chicuelinas de Paco Ortiz y otro por saltilleras de Córdoba; el segundo, Bromista, fue quitado por Córdoba y Ortiz sin que se haga mención de suertes; del tercero Cordobés, se refiere un quite de Capetillo; al cuarto Pirata, Ortiz quita por gaoneras y Córdoba hace el de la mariposa; en el quinto, Velador, tanto Córdoba como Ortiz libran por chicuelinas y en el sexto, Naviero, Capetillo quita por chicuelinas, Ortiz lo hace con la misma suerte y Córdoba por gaoneras. Hay que destacar que Naviero fue premiado con la vuelta al ruedo. 

Paco Ortiz cortó una oreja a Pirata, el cuarto, tras de una expuesta faena en la que se empleó en los tres tercios y Córdoba selló su tarde con una vuelta al ruedo y una aclamada salida al tercio al no estar fino con la espada. En esa docena de quites y la rivalidad y el pique en el ruedo, están los ingredientes que le dan vida y color a esta fiesta.

Me llamó la atención el nombre del tercero, Cordobés. Debió ser en ese tiempo una familia importante en la ganadería entonces de don Rubén Carvajal, pues cuatro años después, Rafael Rodríguez le cortó el rabo a otro toro del mismo nombre, también de Zotoluca, allí en la Plaza México.

Manuel Capetillo y Naviero

La faena de la tarde y una de las de esa gran temporada fue la del sexto, Naviero. Daniel Medina de la Serna escribe que desde que Capetillo se abrió de capa, la gente se empezó a volver loca y que ya en los primeros compases de la faena de muleta, se pedía la oreja para el torero de Guadalajara, que, en esa etapa de su carrera, todavía se mostraba como un artífice del toreo de capa.

La crónica de agencia – más reseña que crónica – aparecida en el diario El Siglo de Torreón del 22 de noviembre de 1948, a propósito de esta faena, relata:

En el sexto, con el cual se despide Capetillo de novillero, da cuatro verónicas en la primera tanda y tres más en la segunda. Arma el escándalo cuando remata con la media clásica. Ovacionaza y prendas… Quita con tres chicuelinas enormes por lo templadas, mandonas y lentas que remata con la media clásica. Otra gran ovación y prendas. Vuelve a torear por chicuelinas que remata con una rebolera de ensueño. Ovación… Ortiz hace el mismo quite montándose en el toro con igual remate. Fuertes palmas. Córdoba quitando por gaoneras arma el alboroto, pero al intentar la segunda es prendido sin consecuencias, vuelve al bicho y remata con media rebolera. Palmas… Capetillo brinda a toda la plaza, inicia a base de ayudados por alto, olés estruendosos, naturales enormes, sombreros en la arena, rematados por abajo de una manera inconcebible… Derechazos, el pase de la firma, cambio de mano. Trincherazos completos, la plaza ruge de la emoción. Saca al bicho de las tablas. Dos naturales de escándalo, palmas incesantes, deja una estocada profunda que fue suficiente… Escandalazo de entusiasmo, escuchándose las palabras de ¡torero!, ¡torero! Se le da la oreja y el rabo y al toro la vuelta al ruedo…

Así se cerraba la etapa novilleril de una indiscutible figura del toreo.

Lo que después vendría

Los Tres Mosqueteros habían actuado juntos en un cartel por última vez como novilleros el 20 de noviembre en Torreón, ante un bien servido encierro de La Punta y el único que cortó una oreja fue Jesús Córdoba. Bien se decía que ya su paso por las filas de los novilleros llegaba a su fin, pues el ciclo de corridas de toros estaba ya en la puerta. En la Plaza México, se descansó un domingo y el 19 de diciembre se inauguró la temporada grande con la alternativa de Rafael Rodríguez.

Por su parte, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo la recibirían el día de Navidad, el primero en Celaya, de manos de Armillita y el de Guadalajara en Querétaro, siendo apadrinado por Luis Procuna, tarde en el que el segundo de su lote, de La Punta, lo hirió de consideración. Ese día, me contaron Rafael Rodríguez y Jesús Córdoba, cada uno por su cuenta, Los Tres Mosqueteros dejaron de serlo, cada uno tomó su camino y se dedicó a forjar su propia historia en los ruedos.

Así, ese oscuro sobresaliente en una novillada celebrada en El Progreso de Guadalajara el 9 de noviembre de 1947, se convirtió en figura del toreo, y de los toreros de su tiempo, ha sido quizá el más longevo, pues en mi opinión, supo adaptarse al cambio que se fue gestando en el toro mexicano, que fue definiéndose cada vez más hacia la suavidad, y que a costa de abandonar el lucimiento del primer tercio, permite faenas de muleta muy largas – y menos expuestas, creo yo – mismas que han entrado en el gusto de los públicos y que hoy son el canon del toreo.

Así pues, podemos ver otra situación de que la temporada de novilladas del 48 representó un parteaguas histórico. Es por eso que en su conjunto y en sus hechos, como este que hoy pongo en blanco y negro, merece ser recordada.

Aldeanos