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domingo, 8 de septiembre de 2019

En el 45 aniversario de la confirmación madrileña de Arturo Ruiz Loredo

La confirmación de Arturo Ruiz Loredo
Foto: El Ruedo
El caso de Arturo Ruiz Loredo es uno que lleva el signo de la precocidad. Actuó en su infancia como becerrista y Rafael Gómez, en su bitácora Toreros Mexicanos, le anota una presentación también como rejoneador en Ciudad Juárez el 4 de mayo de 1958, juntamente con sus hermanas Graciela y María Eugenia, previo a la actuación de los diestros de alternativa Andrés Blando y Miguel Ángel, con toros de La Noria.

Al avance de los tiempos, decidiría vestir el terno de seda y alamares y su presentación como novillero en la Plaza México se daría el 12 de mayo de 1968, cuando se corrieron novillos de San Miguel de Mimiahuápam en tarde en la que alternó con Diego O’Bolger y Mario Sevilla. En esa temporada en la que destacaron entre otros Curro Rivera, Mario de la Borbolla, Fabián Ruiz, Gonzalo Iturbe, Pepe Bravo, Guillermo Montes Sortibrán, Arturo Magaña, Paco Villalba, Pepe Orozco, Pepe Caro, José Luis Medina, Leonel Álvarez El Diplomático, Daniel Vilchis, Carlos Málaga El Sol, Gilberto Ruiz Torres, Óscar Rosmano o Polo Meléndez; Ruiz Loredo sumó seis tardes en una temporada que tuvo treinta y una novilladas y a decir de Daniel Medina de la Serna, fue el auténtico triunfador de ella.

Recibió la alternativa en Tijuana, el 15 de junio de 1969, le apadrinó el regiomontano Raúl García y atestiguó la ceremonia su compañero de quinta Curro Rivera, el toro de la cesión fue Bullicioso, de San Miguel de Mimiahuápam como todos los lidiados esa tarde. Ese doctorado lo confirmaría en la Plaza México el 21 de febrero 1971, de manos de Leonardo Manzano que le cedió la muerte del toro Pajarito, de don Gustavo Álvarez, en presencia de Mario Sevilla.

La confirmación en Las Ventas

Su confirmación madrileña se arregló para el domingo 8 de septiembre de 1974, en una combinación típica del verano de la capital de España. Le apadrinaría Joaquín Bernadó y sería testigo el cordobés Florencio Casado El Hencho, quienes tendrían que dar cuenta de una corrida de Joaquín Murteira Grave, habitual en esas fechas de la temporada de Las Ventas.

Seleccioné dos relaciones del festejo para esta remembranza. La primera en tiempo es la que escribe quien firmó como Pepe Luis en la Hoja del Lunes de Madrid el día siguiente del festejo y es de la siguiente guisa:
Bonito, pero difícil ganado en Madrid 
Confirmó su alternativa el mejicano Ruiz Loredo; le correspondió el único toro bravo y noble de Murteira Grave 
Portugal, Méjico... y Córdoba 
Todos los domingos, confirmación de alternativa. Ayer le correspondió a un muchacho nacido hace veinticuatro años en la capital mejicana. Se llama Arturo Ruiz Loredo y llegó a Madrid sin otro bagaje noticiable que el haber merecido la atención de un hombre tan despierto y conocedor del mundo taurino de ambos continentes como es Raúl Ochoa Rovira (le apoderó hasta hace muy poco tiempo); que tomó la alternativa en la plaza de toros de Tijuana el 15 de junio de 1971 y que la confirmó en la Monumental Méjico el 8 de febrero del año siguiente. Otros datos de su pequeño historial son que es un buen jinete y que incluso antes de torear a pie quiso probar fortuna como rejoneador. Ayer, para el solemne acontecimiento de refrendar su doctorado en nuestra Monumental, tuvo un precioso toro, enmorrillado y lustroso, largo y hondo, que como los cinco restantes de la tarde pertenecía a la ganadería portuguesa de don Joaquín Manuel Murteira Grave; se llamaba “Sirviente”, estaba marcado con el número 87 y pesaba 520 kilos. Haciendo honor a su nombre, el animal “sirvió” noble y bravamente al lucimiento de Ruiz Loredo – que éste lo lograse o no, es otra cuestión – y al prestigio de su divisa azul y amarilla. El torero ultramarino se mostró bullicioso y variado con el capote, lo que se premió con aplausos y menos divertido con la muleta. Toreó mucho y por todos los registros, pero el gentío estaba más pendiente del comportamiento del bóvido que de lo que el diestro realizaba. Faena larga, que por muchas razones no llegó a calar en la sensibilidad pública. Cuando se convenció de la inutilidad de su porfía, mató de media estocada traserilla que bastó. Se le aplaudió... pero se aplaudió más, y con justicia a “Sirviente” al ser llevado al desolladero. En el sexto, el menos malo de los cinco restantes, el azteca tampoco logró lucirse a pesar de sus esfuerzos por agradar. Mató de dos medias estocadas y un descabello al borde mismo del aviso, después de muchos intentos. Digamos en su honor que salvó a El Chuli de un percance casi seguro, cuando el peón, a merced del toro, iba a ser corneado en el suelo. Y también que con este sexto toro volvió a lucirse como alegre y variado torero de capa... 
Tarde cálida y tres cuartos de plaza, tres cuartos que para la empresa son muchos cuartos.  
¡Enhorabuena!...
Enseguida está la que firma en el ABC madrileño Pérez Mateos, que con un ánimo más conciliador, expresa:
Tarde de capotes caídos 
Serio y duro ganado de Murteira y vuelta al ruedo de «El Hencho» 
También han venido los toros de don Joaquín Manuel Murteira Grave que, por estas calendas septembrinas al margen de San Isidro, suelen hacerle una visita a esta plaza. Los «murteiras» han venido hechos unos auténticos galanes; preciosos de lámina, guapos de trapío. Se les notaba que su dueño, el señor Murteira, hombre aficionado, muy aficionado, los había tratado a cuerpo de rey allá por los pagos de «Galiana» una extensa finca portuguesa con mucho de extremeña en la misma muga hispano – lusa. 
Ya digo que los «murteiras» venían a exhibirse como si el ruedo de las Ventas fuera una pasarela para modelos taurinos. Aquí creo que el jurado, en este caso el público, no ha opuesto ningún reparo a estos guapos galanes. Pero en lo que se refiere a bravura siento de veras que la sangre no les bulliese con el mismo entusiasmo que al ganadero a la hora de criarlos. Solamente me ha gustado el primero, que obedecía por «Serviente» y que de haberlo toreado el mejicano Arturo Ruiz Loredo sin ahogarlo, a más distancia, hubiese brillado mucho. Los demás, serios y duros, acusaron mansedumbre y sentido. 
Y tras este exordio, dedicado a los toros, vámonos, amigo lector, a ver que hicieron los toreros con estos guapos galanes a los que se les recibió con aplausos y admiración cuando aparecieron por los chiqueros. Era lo justo. 
Ahí está Ruiz Loredo que confirma la alternativa. Unas verónicas, unas chicuelinas y unos lances con cierto gusto. Llega el último tercio y el mejicano se encamina hacia «Serviente», que es noble de embestida y, si el torero le cita desde más lejos, ¡ay, qué bien puede ir! Una voz – un apuntador taurino – se lo dice altamente. Se agradece el consejo, debe pensar el manito, pero hace falta mucho corazón para saludar desde lejos a este galán. Debe parecer un ciclón... El mejicano torea cerca por redondos llenos de voluntad, mata con decoro y saluda. «Rabino», que así se denominaba el sexto, nada más salir se dedicó a corretear. Unos lances airosos de Ruiz Loredo. El tercio de banderillas se transforma en un rubicón para los subalternos. Con la muleta algún pase que otro y nada más. «Rabino» tarda en embestir y cuando lo hace actúa distraídamente. El mejicano tarda en matar a «Rabino». Algunos pitos...”
Como podrán ver, Arturo Ruiz Loredo resolvió la papeleta con una absoluta dignidad. El encierro no era para una ocasión de triunfo, pero de lo transcrito se aprecia que lo aprovechó en lo permisible. 

Después de su confirmación de alternativa, Arturo Ruiz Loredo compareció en la Plaza México tres ocasiones más. En la actualidad se dedica a la enseñanza de la monta a la alta escuela.

Retales de la prensa de esa fecha

Navacerrada, 8 de septiembre. Antoñete, alternando con Curro Vázquez y el rejoneador Joaquín Moreno de Silva, sufre probable fractura de un dedo de la mano izquierda.

Barcelona, 8 de septiembre. Rafael Gil Rafaelillo corta dos orejas a su primero, que le provocó una contusión abdominal, no salió a matar a su segundo. Alternó con Julio Vega Marismeño, que corta dos orejas y José Mari Manzanares, que corta una oreja a cada uno de sus toros. Toros de Ignacio Pérez Tabernero.

Utrera, 8 de septiembre. Toros del Conde de la Maza. Curro Girón, 2 orejas; Manolo Aroca, tres orejas, Richard Corey, cuatro orejas y Juan Montiel, una oreja.

Murcia, 8 de septiembre. Toros de Mercedes Pérez Tabernero (2), Juan Mari Pérez Tabernero (3) y Sánchez Fabrés (1). Diego Puerta, palmas en su lote; Paco Camino, palmas en su lote; Niño de la Capea, dos orejas.

domingo, 4 de enero de 2015

3 de enero de 1965: Javier Garfias lidia su primera corrida en la Plaza México. Confirma su alternativa Victoriano Valencia

Victoriano Valencia
La temporada 1964 – 65 de la Plaza México inició el 13 de diciembre de 1964 con dos carteles de los llamados económicos, tanto así, que la corrida inaugural fue la tercera del ciclo. Además, los primeros cuatro festejos se dieron sin cuadrillas de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, pues a instancias de su Secretario General, el inefable Panchito Balderas, hicieron un paro de labores para exigir que fueran las empresas las que signaran con ellos un contrato colectivo de trabajo y no los matadores como hasta entonces se hacía.

En esos festejos actuaron como subalternos picadores de tentadero y matadores de toros y novilleros. Don Daniel Medina de la Serna destaca entre ellos a David Rodríguez, hijo del ganadero de Atlanga y a Jorge Belmont, que sufrió una luxación de vértebras cervicales a causa de un tumbo y entre los de a pie, a Luis Briones, Anselmo Liceaga, Emilio Sosa, Manuel Jiménez Chicuelín, Rafael Rodríguez Vela y Gregorio Puebla como banderilleros, así como al puntillero Luis del Pozo

Señala también que el picador hispano que venía con Joaquín Bernadó hizo causa común con sus colegas mexicanos y vestido de luces, se negó a salir a picar el día de la corrida inaugural – tercera – de la temporada y que el picador Gabriel Márquez, que salía en la cuarta corrida con Victoriano Valencia – en el primero de la tarde – fue agredido por Felipe Bedolla El Hielero, Agustín Salgado El Muelón, Antonio Martínez La Crónica e Israel Vázquez entre otros subalternos, para tratar de bajarle del caballo e impedirle que saliera a picar y de esa manera boicotear el festejo.

Sainete en la Unión de Matadores

El día 1º de enero se llevó a cabo la asamblea de la Unión de Matadores en la que se elegiría a quien habría de suceder a Fermín Rivera en el cargo de Secretario General de ella y a los demás miembros de esa representación sindical. La elección la ganó Jorge El Ranchero Aguilar, pero en un ambiente enrarecido, que terminó en una violenta trifulca entre los asistentes. En una nota escrita por Don Neto para la agencia France – Presse y publicada en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente, se relata lo siguiente:
Desde un principio, se sintió el ambiente caldeado que rodeaba a todos y cada uno de los asistentes. Transcurrido el tiempo, los ánimos se fueron poniendo al rojo vivo, hasta que llegó un momento en que Luis Procuna, Juan Cañedo, Eduardo Moreno “Morenito” y Jorge Rosas increparon duramente a Fermín Rivera, tratando incluso de quitarle por la fuerza la documentación que llevaba en el portafolio. Allí comenzó la gresca… Primero, las palabras salieron en todos los tonos y en diversas formas. Después vinieron las amenazas, más tarde los golpes y, por último, ya en plena batalla campal, volaron las sillas, rompieron los teléfonos de la mesa del Secretario, etc…. Todo este marco bochornoso tuvo lugar minutos después de que oficialmente se había nombrado a Jorge Aguilar como el nuevo Secretario General de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos… Después del escándalo se nombró una mesa directiva que fungirá como tal hasta el próximo quince de enero, en que volverán a reunirse para designarla ya con carácter formal y oficial… Luis Procuna, Jesús Córdoba, Óscar Realme, Joselito Huerta y Antonio Duarte “El Nayarit”, fueron designados en los puestos directivos de la citada mesa directiva de la Unión de Matadores… Como la asamblea terminó en medio de una gran escandalera en la que tuvieron que intervenir fuerzas policiales para calmar los ánimos, los que tuvimos la suerte de refugiarnos debajo de una mesa o aquellos que tuvieron la fortuna de escudarse con alguna silla, fuimos testigos oculares de lo que allí aconteció y que ojalá no vuelva a suceder…
Al final de cuentas se celebro una nueva asamblea unas semanas después y El Ranchero volvió a salir electo Secretario General. Luis Procuna, Jesús Córdoba, Óscar Realme, Juan Cañedo y Eduardo Moreno Morenito entre los más notables, terminaron segregados de lo que fue la Unión y con sus carreras en los ruedos virtualmente terminadas y lo más importante quizás, es que nació lo que actualmente es la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos y Similares.

La corrida del 5 de enero de 1965

Joselito Huerta
(Foto: Lyn Sherwood)
El cartel ofrecido por la empresa era atractivo por varias razones. Primeramente se presentaban dos toreros mexicanos que llevaban tras de ellos una importante estela de triunfos en las plazas mexicanas de mayor importancia el calendario anterior; luego, se presentaba a confirmar su alternativa un diestro español que también había realizado en su tierra una interesante campaña y para cerrar el círculo, se presentaba en la plaza más grande del mundo con su primera corrida de toros una ganadería formada con la más pura simiente sanmateína y que con el devenir de los años, se convertiría en una de las vacadas madres más importantes del último tercio del siglo XX en la cabaña brava mexicana.

Victoriano Valencia

Victoriano Valencia había recibido la alternativa en Barcelona el 27 de julio de 1958 y la confirmó en Madrid el 14 de mayo de 1959. Entre sus curiosidades, había obtenido en Salamanca el título de Abogado unos meses antes de recibir la alternativa de matador de toros. Sobre su primera actuación en la Plaza México, Pepe Luis, en crónica escrita para la agencia United Press International y publicada en el diario tapatío El Informador al día siguiente del festejo, señala lo que sigue:
Victoriano Valencia se enfrentó a los dos toros de su lote, de Garfias, y uno de Piedras Negras que regaló. No se prestaron para el lucimiento a pesar de la voluntad que puso el diestro hispano. Algunas verónicas buenas al primero. Palmas. La ceremonia de la alternativa despertó entusiasmo en los tendidos, actuando de padrino Joselito Huerta y de testigo Jaime Rangel. Principió doblándose superiormente rodilla en tierra y un trincherazo como remate. Ovación. Derechazos demasiado buenos, se cambió la muleta por la espalda y ligó el pase de pecho. Aplausos. Varios naturales y pases por alto. Terminó con lasernistas y afarolados. Pinchazo hondo y estocada. Descabello al primer empujón. Aplausos. Con magníficas verónicas recibió al quinto. Aplausos. Joselito Huerta ejecutó la fregolina, ciñéndose. Aplausos. El toro llegó al tercio final venciéndose por ambos lados y además se caía. Algunos naturales aislados sacados a base de empeño para después abreviar. Media estocada y descabello al tercer golpe. Aplausos. Regaló un séptimo toro de Piedras Negras, que embestía con alegría y buen estilo. El diestro español lo veroniqueó estupendamente y remató con dos medias muy buenas, por cierto. Aplausos. Quite por lances al natural, lentos y sedosos. Ovación. Cuando esperábamos la faena grande el toro se vino a menos, poniéndose por delante y frenando sus embestidas. Tres muletazos por alto, derechazos y naturales. Más no se podía hacer. Pinchazo, media estocada y un intento de descabello. Ovación.
El toro de la ceremonia se llamó Centinela y fue el primero que lidió don Javier Garfias de los Santos en la capital mexicana.

Joselito Huerta

El León de Tetela fue quien destacó esta tarde. Mató cuatro toros por lesión de Jaime Rangel y de haber estado fino con la espada hubiera cortado un par de orejas al sexto de la corrida. De la relación que hace Pepe Luis del festejo, se advierte que aparte del gran lucimiento que tuvo con ese sexto, estuvo empeñoso toda la tarde, saliendo triunfador al dar las únicas dos vueltas al ruedo de la sesión:
Joselito Huerta, con el segundo, protestado por chico dio lances al natural, pero en vista de que arreciaba la bronca, abrevió con la muleta. El cuarto, que era un manso, le hizo una faena de dominio con doblones muy buenos y lo despachó de media estocada. En el otro le dio entre ovación de principio a fin verónicas templadísimas y remate por partida triple con ceñidas medias verónicas. Ovación. Quite por fregolinas. Ovación y música. Victoriano Valencia en su turno ejecutó lances muy templados que remató con media. Aplausos. Faena excelente, con series de derechazos largos y templados y como remate el de pecho. Ovación y música. Volvió a torear con la diestra en excelente forma. Ovación. Luego naturales rematados con el de pecho, de exquisitez manifiesta. Ovación. Hubo derechazos de vuelta entera, cambiándose la muleta de mano. Ovación. Dos pinchazos antes de dejar buena estocada. Ovación, dos vueltas al ruedo y saludos desde los medios…
Jaime Rangel

Jaime Rangel no mató a ninguno de los toros de su lote, pues el primero le provocó una fractura en la muñeca derecha que le mantuvo en el dique seco durante siete semanas – reapareció en la misma Plaza México hasta el 21 de febrero en la 11ª corrida de la temporada, alternando con Emilio Rodríguez y El Viti – y fue el primer espada del cartel quien cargó con su lote en términos reglamentarios.

Los toros de don Javier Garfias

Los toros por su orden de salida fueron Centinela, Pirulí, Azulito, Campanillero, Rumboso y Tinterillo. El regalo de Piedras Negras se llamó Arrayán. La crónica de Pepe Luis que he invocado ya en este espacio, dice lo que sigue acerca del encierro:
Toros de Javier Garfias, defectuosos, disparejos en presentación, con mal estilo y algunos de ellos mansos, excepto el sexto que fue aplaudido en el arrastre. Se lidió un séptimo de Piedras Negras que regaló Victoriano Valencia, que dio excelente juego en el primer tercio, apagándose al final…
Jaime Rangel
Esta información es contradicha por don Heriberto Lanfranchi, quien en su Historia del Toreo refiere que el cuarto, Campanillero, fue muy bravo y que recargó fuerte en ¡seis puyazos!, en tanto que el sexto, Tinterillo, mereció los honores de la vuelta al ruedo – no concedida – por su nobleza. 

Así fueron los acontecimientos de dos presentaciones hace medio siglo, permaneciendo más en el recuerdo quizás la de la ganadería de don Javier Garfias, que en ese tránsito ha visto que a sus toros se les han cortado siete rabos y se le han indultado un toro – Boca Seca, el 17 de febrero de 1980 – y un novillo – Jardinero, el 13 de noviembre de 1977 – en una tarde que fue de casi lleno. 

domingo, 12 de octubre de 2014

12 de octubre de 1964: El Estudiante confirma su alternativa en Madrid

Jesús Delgadillo El Estudiante
Jesús Delgadillo López había recibido una primera alternativa el 20 de abril de 1958 en Aguascalientes, su tierra, de manos de Alfredo Leal y con el testimonio de Joselito Huerta, lidiándose esa tarde toros de Lucas González Rubio. La confirmó en la Plaza México el 18 de enero del año siguiente siendo apadrinado por Jorge El Ranchero Aguilar y en presencia de Fernando de los Reyes El Callao, con la cesión del toro Coreano de La Laguna y hasta el año de 1962 había desarrollado una carrera interesante en los ruedos de México.

El 1º de enero de 1963, en la plaza de toros San Marcos de Aguascalientes, actuó en lo que en su día fue la tradicional corrida de año nuevo alternando con Luis Procuna y Pablo Lozano y esa tarde cortó el rabo al sexto de la tarde, Pajarito de Peñuelas y cuenta el torero que en una reunión posterior al festejo, el torero castellano le sugirió ir a España a mejorar sus maneras, aunque, le advirtió, quizás tendría que reiniciar el camino actuando allá al principio como novillero.

Jesús Delgadillo no echó en saco roto la sugerencia de Pablo Lozano y el 20 de junio de ese 1963 ya estaba debutando en una novillada en la Monumental barcelonesa. Ese calendario toreó tres festejos menores y nueve al año siguiente, para obtener la alternativa en la misma plaza en la que se presentó en España el 6 de septiembre de 1964 – asunto del que ya me ocupé en esta bitácora – de manos de Fermín Murillo y llevando como testigo a Curro Romero.

Para el día de la Virgen del Pilar y Fiesta de la Hispanidad, lunes 12 de octubre de 1964, la empresa de la plaza de toros de Las Ventas anunció al rejoneador Fermín Bohórquez y a los diestros Antonio Ortega Orteguita, Santiago Castro Luguillano y Jesús Delgadillo El Estudiante – los dos confirmaban sus alternativas –. El ganado a lidiarse sería de Ricardo Arellano y Gamero Cívico para los diestros de a pie y un novillo salmantino de Castillejo para el caballero en plaza.

La primera versión que apareció publicada en la prensa fue la que escribió Andrés Travesí para el ABC de Madrid y que vio la luz al día siguiente al festejo, nos narra lo siguiente:
¡Qué Mansada!... Los seis bichos fueron mansurrones y difíciles y dos de ellos tuvieron que ser condenados a banderillas negras. Los toros recortaban peligrosamente, y como la lidia no fue buena llegaron al último tercio probones, achuchando a los de a pie. Y poco más puede decirse de este saldo de ganado que ayer nos hizo pasar muy malos ratos... El mejicano Jesús Delgado, que tenía aceptable cartel en Madrid como novillero, no pudo hacer nada en su primera salida como matador. Fue el único de los tres que utilizó el capote en alguna ocasión suelta. Al segundo, mansurrón y distraído, lo pasó por la cara y lo despenó de un estoconazo y un descabello y escuchó muchas palmas...
Esta relación de lo sucedido nos revela un hecho importante que trascendería al resultado del festejo, que fue el hecho de que dos de los toros lidiados esa tarde fueron condenados a banderillas negras, pero no expresa cuales fueron. Por ello, creo de importancia citar enseguida lo que el 19 de ese mismo mes publicó en la Hoja Oficial del Lunes José María del Rey Caballero Selipe, en la que aclara:
Frío, viento y mansos… Madrid, lunes 12 de octubre de 1964, día de la Virgen del Pilar y de la Hispanidad. Espectáculo sexagésimo cuarto y trigésima corrida de toros. Un alegre novillo – toro de la ganadería de Castillejo, de Salamanca, para el rejoneador Fermín Bohórquez, que actuó, con menos fortuna que en otras ocasiones, a la mediación del espectáculo. Seis toros, con presencia muy superior a la codicia, de don Ricardo Arellano y Gamero Cívico, de Madrid. Matadores: Antonio Ortega (Orteguita), de azul y oro (aplausos y pitos con palmas); Santiago Castro (Luguillano), de negro y plata (aviso y silencio) y Jesús  Delgado (El Estudiante), de rosa y oro (ovación y silencio). Los dos últimos confirmaron sus alternativas... La estación invernal no le va a la fiesta taurina. Cuando  alguna otra saca el cariz de la más cruda del año, el ambiente que el espectáculo del toreo requiere se desluce y se torna adverso para el desenvolvimiento del festejo... El desarrollo de la corrida se vio influido por la condición de la tarde y de manera muy directa por la del ganado. En justicia hay que tener en cuenta una y otra como atenuante de los diestros, que arrostraron una adversidad efectiva... El segundo toro también sufrió la sanción de las banderillas negras; anduvo huido y se produjo sin celo para el engaño, al que era difícil sujetarle. El Estudiante pechó con la arrancada cobardona y se quitó de enmedio a su antagonista de una corta, seguida de un golpe de verduguillo...
De la versión de Selipe podemos deducir que Gladiador, el toro con el que El Estudiante confirmó su alternativa, fue uno de los que se condenaron a banderillas negras; que el clima tampoco fue el propicio para la ejecución del toreo y que en coincidencia con lo que en el ABC publicó Andrés Travesí, El Estudiante realizó lo más destacado y torero de esa tarde que fue de invierno en pleno otoño.

Fue esa la tercera corrida de la temporada para Jesús Delgadillo y el cierre de su campaña, pero no el punto y final de su historia en la plaza de Madrid. Estaba a menos de un año – 8 de agosto de 1965 – la realización de uno de los grandes logros de su paso por los ruedos, cuando alternando con Antoñete y Pepe Osuna, cortaría una oreja al tercero de los toros de don Félix Cameno lidiados esa tarde. Pasarían casi cuarenta y ocho años para que otro matador de toros nacido en Aguascalientes lograra una hazaña igual en una corrida de toros, vestido de luces.

Hoy se cumple medio siglo de su confirmación de alternativa en la plaza de toros más importante del mundo y en la casa en la que nació en el Barrio de Triana en Aguascalientes se develará un azulejo recordando la efeméride. ¡Enhorabuena, torero!

El torero (primero a la derecha) minutos antes de la develación
El azulejo develado

domingo, 14 de septiembre de 2014

70º aniversario de la confirmación de Cañitas y Vizcaíno

Carlos Vera Cañitas
Ricardo Torres fue el último torero mexicano en confirmar su alternativa en Madrid previo al llamado boicot del miedo y a la Guerra Civil Española. Lo hizo el 12 de abril de 1936 y después renunciaría a esa alternativa. Carlos Arruza sería el que reanudaría el intercambio entre nuestras torerías el 18 de julio de 1944, en una histórica Corrida de la Concordia. De estos dos asuntos ya me he ocupado en esta bitácora aquí y aquí.

Reabierto el tráfico trasatlántico, serían dos los toreros mexicanos que siguieran de inmediato los pasos de Arruza. Para ello, el festejo del 10 de septiembre de 1944 se anunció con ocho toros de doña Concepción de la Concha y Sierra para Paquito Casado, Rafael Albaicín, Carlos Vera Cañitas y Arturo Álvarez Vizcaíno, siendo los dos últimos, confirmantes de las alternativas que habían recibido el primero, en Ciudad Juárez, el 26 de octubre de 1941 de manos de Lorenzo Garza y confirmado en El Toreo de la Condesa el 9 de noviembre de ese mismo año de manos de Armillita, en tanto que Vizcaíno confirmaría la que recibió en la capital mexicana el 12 de abril de 1942, de manos de David Liceaga, después de haber renunciado a una obtenida en Puebla en 1936 y a otra de Caracas de 1941.

La corrida fue de ocho toros. A propósito de esa cuestión escribió lo siguiente Manuel Sánchez del Arco, Giraldillo, en una rara edición de lunes del ABC madrileño, aparecida el 11 de septiembre de 1944:
Ocho toros... ¡Nada menos!... Está llena la plaza cuando hacen el paseo las cuadrillas de Paquito Casado, Rafael Albaicín y los mejicanos Carlos Vera "Cañitas" y Arturo Álvarez. Estos se presentan montera en mano, en cortés saludo al público madrileño a cuyo fallo van a someterse… Y comienzan a salir los ocho toros de Concha y Sierra, que estos muchachos han aceptado también en rasgo de cortesía hacia los desdeñados ganaderos andaluces…
El primer toro de la tarde se llamó Atendido y fue el que sirvió para que Paquito Casado confirmara la alternativa de Cañitas. La actuación del valentísimo torero fue así ante este toro:
Primero. “Cañitas”, jugando bien los brazos, lo recibe a la verónica y termina con media muy apretada. (Muchas palmas). Tres varas por dos caídas. “Cañitas” toma las banderillas. Dejando llegar al toro muy guapamente, quiebra y coloca un par desigual. Luego cuartea uno y las banderillas quedan juntas y en lo alto. (Palmas). Otro sesgando que resulta de mucho efecto. (Ovación). Pide permiso y coloca un cuarto par, llegando muy bien. (Otra ovación)… Casado da la alternativa al mejicano, y tenemos ya a D. Carlos Vera, “Cañitas”, doctor en Tauromaquia por la Universidad de Madrid, frente al de Concha y Sierra. Hay saludo a la presidencia y brindis en redondo al concurso madrileño. La cortesía es correspondida con una ovación. “Cañitas”, en el centro del ruedo, cita con la muleta plegada. Parece que va a dar el cambio. Cuando el toro le acude, despliega la muleta y da tres naturales, en los que es de aplaudir el valor. Sigue sobre la izquierda, y luego hay unos derechazos apretados y un farol. (Palmas). Dejándose ver, coloca una estocada que basta. (Ovación y saludos)…
El segundo de la tarde fue nombrado Cotorro y fue el que permitió a Rafael Albaicín confirmar el doctorado de Arturo Álvarez, que se mostró así ante él:
Segundo. Arturo Álvarez lancea. Cuatro varas, un marronazo y una caída. Hay un precioso tercio de quites en el que rivalizan el mejicano y Rafael Albaicín. El de Méjico hace quites valientes y vistosos y el gitano tiende el capote majestuosamente en unos lances que se aclaman. Ambos se estrechan la mano y, descubiertos, saludan al público. Álvarez toma las banderillas y cuartea un par que no prende, y después, uno bueno. (Palmas). Cierra un peón… Albaicín da la alternativa a Arturo Álvarez. Hay saludo a la presidencia y brindis al público madrileño, correspondido con palmas de cortesía. El nuevo matador mejicano recibe el toro con un pase por alto, muy quieto, con la figura bien compuesta. En seguida tenemos una serie de pases por bajo. La faena tiene buena planta torera, caracterizada por la tranquilidad en la ejecución. Tres naturales y un molinete. (El toro está quedado). Entra recto y clava media estocada en las agujas, que mata sin puntilla. (Ovación)...
La actuación de ambos diestros mexicanos ante los toros de su confirmación fue más allá de lo meramente decoroso. Tanto así, que la valoración que en la Hoja del Lunes que hace quien firma como El de Tanda de su presentación en la plaza de toros más importante del mundo, es como sigue:
Algo y aún “algos” hay que estimarles y agradecerles a los toreros mejicanos – aparte y por encima de méritos o deméritos –, que entraña un beneficioso valor para la fiesta en estos tiempos de la “administración” como guía y la “comodidad” como norma de conducta, y es la gran voluntad con la que luchan y porfían por el triunfo. Si la intención bastara en el toreo – que no basta, como para ninguna cosa material –, los mejicanos – por ahora – serían unos perfectos bienaventurados, dignos de todos los bienes en fama y en riqueza que suele otorgar la pública estimación… Bueno éste, regular aquél, mediano el otro, no se les puede negar que la tónica de su actuación en España es la del pundonor profesional y el afán de éxito en el cumplimiento de su cometido. Y ello ha de redundar en favor de la fiesta. Porque aunque no todos esos nombres han de permanecer en los carteles, a los que hoy sirven de nuevo aliciente por la novedad, todos habrán contribuido un poco a despertar el espíritu de emulación que ejerza de reactivo para las ya un tanto adormecidas apetencias de la comodona torería contemporánea. Así ha de ser lógicamente, a nada que persistan en no importarles salir de la plaza con el traje manchado de sangre y de arena… Como salieron ayer Cañitas y Álvarez. Lo cual no es corriente que ocurra cuando los toreros sienten la preocupación de no fatigarse con exceso y de que no se les descomponga ni siquiera el peinado… De Cañitas destaco la valentía; de Álvarez, la experiencia… Cañitas insistió en banderillear – cuatro pares a cada toro, mejores unos que otros –, para predisponer en su favor al público, cuyo beneplácito trató de alcanzar en todo momento y obtuvo de pleno en algunos pases de muleta principalmente, primero en los redondos y después en los de pecho y por alto con que inició, sentado en el estribo, su segunda faena. Sus dos toros, aunque pronto en la arrancada el primero y boyante el sexto, se quedaban en el centro de la suerte y ello le impidió completar un conjunto de mayor solidez; pero en los dos oyó muchas palmas. Y en verdad que no se le debió regatear, en el sexto al menos, la vuelta al ruedo… Álvarez lució más con el capote. Sus quites por chicuelinas y de frente por detrás en el segundo fueron excelentes, en competencia con los no menos excelentes de Albaicín, a la verónica estos. No insistió con las banderillas, que dejó tras un par, al darse cuenta de lo que cortaba el terreno el segundo toro. Y sobresalió en los principios de su primera faena, redondeando bien los pases y cambiándose con gracia de mano la muleta, que manejó con menos soltura en los naturales. Mató bien y se le aplaudió mucho. El séptimo toro provocó las iras del “respetable” por sus extrañas embestidas, que pudieron achacarse a defectos de vista, que en realidad no eran sino síntomas de mansedumbre, y Álvarez se ajustó a las posibilidades del caso; faena de aliño y brevedad con la espada... Los toros de Concha y Sierra cumplieron en varas y no presentaron dificultades; pero se frenaban en el centro de las suertes, sin pasar, y ello no es tampoco una facilidad para el lucimiento de los toreros. El tercero hizo una deficiente pelea, con la cara por el suelo. El séptimo fue mansurrón. El octavo, incierto y avisado, mejoró algo al final. En conjunto, una corrida menos peor de lo que esperábamos de esta que un tiempo fue una ganadería famosa…
Arturo Álvarez Vizcaíno
Cortesía: Blog Toreros Mexicanos
Como podemos ver, el juicio crítico de la actuación de estos dos toreros nuestros no desmereció en manera alguna. De hecho, Cañitas se convirtió en un consentido de la afición madrileña y es, al día de hoy, el torero mexicano que más veces ha toreado vestido de luces y en corridas de toros en la plaza de Las Ventas. Son catorce actuaciones tenidas allí, entre 1944 y 1951 con el corte de tres orejas y la apertura de la puerta grande en una ocasión las que aún no han podido ser superadas.

Arturo Álvarez Vizcaíno, tras de dejar los ruedos se dedicó al apoderamiento de toreros y a actividades relacionadas con la empresa taurina, falleciendo en la Ciudad de México el 5 de diciembre de 1968.

Carlos Vera Cañitas, dejó los ruedos a causa de la cornada de Buen Mozo de Ayala, el 21 de agosto de 1960 en el Toreo de Cuatro Caminos, que motivó que le fuera amputada la pierna derecha. Falleció en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1985.

Nota: El sumario con las actuaciones de Cañitas en la plaza de Las Ventas, lo pueden consultar en esta ubicación.

domingo, 20 de julio de 2014

La confirmación de alternativa de Carlos Arruza a 70 años vista

Un rehiletero portentoso
Carlos Arruza visto por Carlos Ruano Llopis
El 12 de abril de 1936 Valencia II le cedía el primero de los toros de Pallarés al hidalguense Ricardo Torres en presencia de José Amorós y Pepe Gallardo para confirmarle su alternativa, inaugurando así esa temporada madrileña. Un mes después vendría la orden ministerial que exigía a los toreros extranjeros en España un permiso de trabajo para poder actuar allí y con ella se inició lo que coloquialmente se conoce como el Boicot del Miedo. A partir de esas fechas y con una Guerra Civil de por medio, transcurrieron ocho años, tres meses y seis días para que un torero mexicano pisara de nuevo la arena de la plaza de toros de Las Ventas vestido de luces.

Las circunstancias se produjeron de forma tal que el diestro que reanudaría el camino de nuestros compatriotas en los cosos hispanos sería Carlos Arruza, alternativado en el Toreo de la Condesa el 1º de diciembre de 1940 por Armillita y que según lo cuenta el periodista mexicano Alberto Abraham Bitar en el diario La Jornada de la capital mexicana, se encontraba en Europa con fines de recreo: 
a fines de 1943, decidió emprender viaje a Portugal, ya no sintiéndose la “divina garza”, sino con los pies bien puestos en la tierra. ¿Quería torear? Más bien su idea era pasar a España y reunirse con su madre que poco después llegaría a la tierra que la vio nacer. Y convencido de lo anterior, no empacó absolutamente nada relacionado con el toro: vamos, ni siquiera zapatillas de torear. De eso, nada. Y menos en la madre patria, ya que seguía vigente el odioso boicot que aquellos habían declarado a los mexicanos, debiendo señalarse que en el pecado se llevaron la penitencia, ya que durante aquellos años de la guerra fratricida se quedaron sin torear allá y tampoco pudieron hacerlo aquí... Carlos, con todo el dinero que había ganado y algo más, compró un epatante Lincoln Continental y en compañía del también matador Antonio Rangel salió rumbo a Nueva York con el propósito de embarcarse en el Serpa Pinto de tantos recuerdos...
Al llegar a tierras lusitanas, la buena fama dejada en temporadas anteriores – a pesar de no poder actuar en España, los toreros mexicanos hacían verdaderas campañas en Francia y Portugal por esas calendas durante el verano – motivó a los empresarios a hacer la corte a Arruza y a proponerle actuar en esas tierras. El futuro Ciclón Mexicano se negaba, aduciendo que no iba preparado para torear, hasta que en un determinado momento la oferta fue tentadora. Sigue contando Bitar:
Desde que Arruza llegó a Portugal, se dio a tramitar la visa para entrar a España y cuando la obtuvo, de nuevo se le acercó el empresario diciéndole que reconsiderara su decisión, a lo que Arruza se negó, diciéndole que no tenía ni con qué, ni avíos ni ropa de torear, pero el lusitano insistía un día sí y otro también, hasta que, harto Carlos ya de todo aquello y para que lo dejara de importunar, le dijo: “Mire, si de verdad quiere que toree lo haré pero bajo estas condiciones: cincuenta mil escudos por corrida, pero deben de ser dos, una con Domingo Ortega y la otra con Manolete...” El compatriota pensó que con esas pretensiones lo dejaría en paz y acertó, porque el empresario le dijo: “¡está usted loco!...”. Carlos vivía en casa de Ginja, así que sus gastos eran diversiones y paseos, pero tanto fue el cántaro al agua, que los dineros se fueron mermando y todavía tenía en capilla el viaje a España y sus consiguientes gastos. Así que, a vender tocan y se deshizo del formidable Lincoln, por el que le pagaron lo que quiso ya que en esos años eran muy escasos los coches de lujo en Europa. Estaba a punto de irse a España cuando lo invitaron a una comida que le ofrecían a Gregorio García y ahí se encontró con el empresario lusitano que volvió a insistirle para que toreara en Campo Pequenho: “Mire, ya sabe cuáles son mis condiciones, así que, por favor, no insista…” “Bueno, sea, yo no sé quién estará más loco, si usted o yo, aunque creo que yo, así que mañana lo espero para firmar el contrato…”. Carlos no podía ni creerlo, nunca esperó un sí, pero a partir de ese momento comprendió que tenía que cambiar de vida, ya que para todo estaría muy bien pero no para ponerse enfrente de un toro. Además, no tenía nada para torear, capotes y muletas tal vez se los prestarían Rivera o El Ahijado, pero ¿vestidos, medias, zapatillas, camisas, fajas, capote de paseo y lo demás?...
Esas dos corridas le sirvieron a Carlos Arruza de preparación y de reencuentro con el toro europeo y le dejaron enseñanzas para toda la vida, según su dicho:
en aquellas dos tardes alternando con esos señorones que fueron Domingo Ortega y Manuel Rodríguez Manolete, aprendí más que en toda mi vida pasada y en lo que viviría después... ¿Y eso?... Mira… los impactos que recibí fueron algo así como dos revelaciones del cielo. Por un lado, la sabiduría y el poder de Ortega, que metía a los toros en su muleta como si jalara de ellos y Manolete, pisando terrenos increíbles, pasándose a los toros a dos dedos de la faja y con una naturalidad que te dejaba con la boca abierta...
Tras de esas dos corridas se arregló su visado español y se trasladó a Madrid a reunirse con su madre, pero sin dejar de recibir ofertas para torear en Portugal y en Francia. En Madrid se encontraba ya Antonio Algara, empresario de El Toreo, intentando resolver la interrupción de relaciones taurinas entre España y México. La narración de Bitar es como sigue:
Más ofertas para torear, y que Carlos no aceptó, ya que lo que ansiaba era reunirse con su madre en Madrid y para España se fue y por allá se encontraba don Antonio Algara con el fin de arreglar el reprobable boicot que la torería hispana le había decretado a los nuestros, aunque, en el fondo de todo ello estaba el deseo – orden – del zar de la fiesta en México, Maximino Ávila Camacho, para que Manolete pudiera vestir de luces en México. Convencidos los de allá de lo mucho que habían perdido por el llamado boicot del miedo, aceptaron y, entonces, para celebrar el arreglo, se pensó en organizar dos corridas de la Concordia, una en México y la otra en Madrid, con matadores de ambos rumbos y para hacerlo en Madrid, se pensó en Fermín Rivera, sólo que estaba impedido de hacerlo, ya que estando en Portugal no había arreglado la documentación para pasar a España, así que no había más opción que Carlos Arruza, que era casi desconocido en España…
Es así que se anuncia para el 18 de julio de 1944 un festejo en el que se lidiarían toros salmantinos de Vicente Muriel para Antonio Bienvenida, Emiliano de la Casa Morenito de Talavera y la presentación en Madrid y confirmación de alternativa del torero mexicano Carlos Arruza. Sigue narrando Bitar:
El matador de toros mexicano ideal para la ocasión era Fermín Rivera, pero entre que no había arreglado su visa para ingresar a España y a que tenía firmada una corrida en Lisboa, no había más remedio que echar mano de Carlos, cuyo nombre poco decía a los madrileños... En tanto, don Andrés Gago, que de toros sabía un rato largo, consiguió que la estupenda cuadrilla de Pepe Luis Vázquez saliera con Arruza, ya que el sevillano estaba convaleciente de una fractura de clavícula, y cuando parecía que los nervios se iban calmando, no faltó quienes fueran a decirle a Carlos que un grupo de matadores, inconformes con lo del arreglo, se le iban a tirar al ruedo en bola para tundirlo a palos, que otros irían a la plaza a reventarlo de continuo y, cómo decimos en México, para acabarla de amolar, no tenía traje para torear... Telefonazos incesantes al sastre Ripollés, que lo único que respondía era no desesperen que todo llegará a tiempo, pero nada, así que algunos de los allegados fueron a ver a Manolete para pedirle les facilitara un traje para Arruza, a lo que accedió galantemente, y aunque ni remotamente le quedaba pintado al compatriota al menos como dicen que decía un tuerto algo es algo...Y cuando Carlos tenía ya puesta la taleguilla llegó Ripollés, así que a desvestir al matador para volver a vestirlo...
Al final de cuentas las cosas se encauzaron, Carlos Arruza tuvo la posibilidad de sortear los obstáculos que las circunstancias le fueron poniendo para su presentación madrileña y terminó la tarde con un gran triunfo, que le permitió abrir, junto a Manolete, una etapa brillante en la historia del toreo. Así lo contó Celestino Espinosa R. Capdevila, en su tribuna de Arriba, del 19 de julio de ese 1944:
Un rehiletero portentoso. Para Carlos Arruza pidieron la oreja ayer tarde, en el tercio de banderillas. Y por si hubiera alguno que echara la cosa a mala parte, dada la significación que llevaba la corrida en sí, conviene decir en seguida que esa petición no se hizo por hache o por be, sino por eso. Por las banderillas… No es que a mí me parezca ni bien ni regular que se pida la oreja por un quite, ni por una estocada, ni siquiera por una faena. La oreja se debe pedir por la lidia completa de un toro, Pero eso es otra cosa. Es otro problema. Distinto en absoluto del hecho y de la afirmación, de que ayer se pidiera una oreja por un tercio de palos. Y se pidió. Y tiene explicación… Arruza, el ultramarino simbólico de la corrida de ayer tarde – a quien saludo desde aquí con la frase morisca y poética «Y la paz» – venía precedido de fama de banderillero y confirmó ese renombre a los cinco minutos de estar en la arena. Por facultades y conocimiento, por facilidad y seguridad, los dos primeros pares que le puso al manso de su confirmación, fueron bastantes de por sí para extenderle cédula de banderillero grande: ¡Qué bien había andado, o mejor dicho, corrido! ¡Qué forma de medir y de llegar, de calcular y de asomarse, de levantar los brazos, de hacer el apoyo y salir! Pero cuando se le vio del todo, fue en el tercer par: Cuando con el toro en tablas del burladero de cuadrillas, el muchacho echó a andar desde los medios, meciendo los brazos de un modo originalísimo – acompasado con los pasos y subiendo y bajando los palos como colgándose de ellos o apoyándose en ellos – y yendo hacia tableros, hasta media docena de metros del toro, como si el toro no estuviera allí. Como si el toro no estuviera allí, aguardando… Se estaba metiendo en la jurisdicción de la enfermería – y no lo digo porque el terreno fuera aquel – y seguía y seguía como si se hubiera quedado ciego. Daba angustia. Aún cuando no hubiera clavado, que clavó – ¡Y cómo clavó! – la cosa estaba vista. El rehiletero estaba visto… Pero no estaba visto, por lo visto. Porque faltaba ver lo que se vio en el cuarto toro, después de otros dos pares en los que el tal Carlos Arruza confirmó lo que teníamos visto de su medir y de su andar, de su entrar y salir, de su clavar y, sobre todo, del ritmo con que mantiene – con los brazos arriba y abajo – su camino de ciego hacia el toro. De ciego de valor, que se mete tan hondo en el campo de las astas como mete de hondos los palos junto a sus propias zapatillas mientras anda y como las alza luego igual que alza los brazos en el instante de clavar, que no se cómo no le saltan las sisas de la camisola… Todo estaba visto, como digo, cuando repitió en el cuarto toro. Pero quedaban dos encuentros de más sorpresa aún. Y no se cual más portentoso, si el tercero o el que vino por fin… El tercero fue un par que declaro no haber visto jamás y que ni siquiera sé cómo se llama. Arrancársele al toro en el tercio, desde bastante más allá de los medios, en una carrerilla decidida y sin posible enmienda que viene no en zig – zag – no en la línea quebrada y de pasitos cortos que para cuartear le vimos muchas veces a ciertos rehileteros – sino en una ondulada sinuosa de curvas amplísimas como la de un velero que nada a bordadas, y todo ello sin perderle la rectitud al toro, es cosa que da vértigo. ¿En dónde está el encuentro? ¿De qué manera se compensa cualquier error de cálculo que pueda producir el asombro – en sus dos acepciones – del toro? ¿Y, por fin, cómo puede medirse la «metida» que hacen los cuernos de la res con la «caída» de los palos (que aquí también seguían yendo abajo, a su ritmo, igual que bastones de aquella carrera o aquél andar de ciego de que antes hablábamos)?... ¡Ah señores!: Pregúntenle a Arruza, que yo no lo sé. Peor me explico ese último par que puso. Porque es éste, que fue de poder a poder, para explicarse aquél asombro bastará con pensar en el poder enorme de este muchacho. Por él solamente y salvando el resto de las incógnitas que me he dejado en el camino, se puede explicar que tras de tantos inconvenientes, las ocho banderillas se quedaran primero derechas y luego en abanico o en rosa de los vientos sobre el morrillo de la res. ¿No iba a pedir la gente que le dieran la oreja al muchacho? Pues, claro que sí… Y eso que he dicho «claro», y no está tan claro. Porque, si bien pedida estaba, también lo hubiera estado el pedirla – o mejor, el obtenerla – para Antoñito Bienvenida. Una gran tarde la de Antonio. Una tarde de casta. Muy justa. Muy exacta. Y con dos mansos, por falta de uno. Con numerosas muestras de buen lidiador, a lo largo de todos los toros. Con sabor de torero. Y con nervio torero para no venirse abajo a lo largo de todas las dificultades. Morenito se vino abajo, una vez más y Antonio no. Y es que hay que estar hasta contra el público. No digo en contra, sino contra sus malas corrientes… Las malas corrientes, pasan. El público se entrega. El público hasta pide la oreja por un tercio aislado. Y conste que no lo digo como censura a lo de ayer. Lo de ayer me parece muy bien. Porque aparte de todo – y añadiéndole a todo, cuanto detallo en la reseña – Arruza es un rehiletero portentoso. Y como estuvo muy brillante y con dignidad torera en la faena y la estocada con las que coronó su inolvidable tercio de rehiletes, le doy la bienvenida. Y la paz…
El resto de la historia es bastante conocido. Carlos Arruza durante varias temporadas encabezó el escalafón de matadores, fue Presidente del Montepío de Toreros, ganadero al mismo tiempo en España y México y promotor de numerosas obras de beneficencia en las que la fiesta estuvo involucrada en su día. Hoy solamente recuerdo aquí el primer paso que dio para realizar todos esos logros.

domingo, 25 de enero de 2009

Hoy hace medio siglo (II): Antonio del Olivar confirma en México


La segunda corrida de la temporada 1959 de la Plaza México fue también una confirmación de alternativa. Esa tarde, Manuel Capetillo le cedió a Antonio del Olivar los trastos para dar muerte a Viajero de Pastejé, en la presencia de Curro Ortega. La corrida se saldó con el triunfo del confirmante, que se llevó la oreja de Aragonés, el toro que cerró plaza.

Celayense por adopción, Antonio Oliver López nació en la Mérida mexicana el 20 de octubre de 1935 y se convierte en Antonio del Olivar cuando don Francisco Madrazo y García Granados, el señor de La Punta le nombra así al comenzar a apoyar en su carrera en los ruedos, convencido de que las estéticas maneras del diestro le llevarían a caminar largo en las arenas de los redondeles.


Antonio del Olivar se distinguió por calidad al hacer el toreo y así se recuerdan de él faenas como la de su presentación como novillero en El Progreso de Guadalajara, o como la de su debut en la Plaza México, cuando cortó la oreja de Faisán de Santo Domingo. Este triunfo en particular le valió para torear en 8 de las 30 novilladas de esa temporada, llevándose la Oreja de Plata y en 7 el año siguiente dentro del serial del ruedo capitalino.


Marcha a España y se presenta en Las Ventas el 19 de junio de 1955, tarde en la que da una vuelta al ruedo. Salda la temporada con seis festejos menores (2 en Madrid, 2 en Sevilla y 2 en Barcelona) y la corrida de su alternativa, el 12 de octubre, precisamente en el ruedo venteño, recibiendo los trastos de manos de Luis Parra Parrita para pasaportar a Empalagoso, número 14, de don Tomás Prieto de la Cal. Fungió como testigo de la ceremonia Alfonso Merino y el toricantano se llevó la oreja del sexto de la tarde.


Entre la tarde de su alternativa y el fin de la temporada española de 1957, suma 31 corridas de toros, destacando la del 28 de abril de 1957 en Las Ventas, cuando da la vuelta al ruedo tras la lidia del tercero de la tarde, que pasa a la historia por ser aquella en la que un entonces ignorado Manuel Benítez Pérez, años después célebre como El Cordobés, se tira de espontáneo. Entre el 4 y 18 de agosto de ese año actúa tres tardes seguidas en Barcelona. La primera implicó el estoquear una corrida de Miura que según las crónicas promedió 670 kilos y en la tercera, Antonio corta el rabo de Zurdito de don Felipe Bartolomé.


En México queda memoria de su faena a un toro de La Punta en El Progreso tapatío, malograda con la espada el 19 de enero de 1958; la que realizó a Andaluz de Coaxamaluca el 15 de febrero de 1959 en la Plaza México, la de Barquillero de Pastejé, la tarde de la confirmación de Paco Camino en México, la de Soy de Seda de Piedras Negras, en la que su actuación con el capote fue calificada como una apología de la verónica o la del toro Calé, de Arroyo Hondo, el día de la inauguración de la Monumental de las Playas en Tijuana.

El 4 de marzo de 1962, cuando actuaba en el Toreo de Cuatro Caminos con Juan Silveti y Fermín Murillo, recibe una cornada muy grande en la región perineal del toro Gavilán de El Rocío. La herida tuvo tres trayectorias y una de ellas de 30 centímetros de extensión, recibida al intentar un pase de pecho.


Recuperado de la cornada, Antonio del Olivar no deja de ser parte de carteles importantes, como las confirmaciones de El Viti, Joaquín Bernadó o El Cordobés, aquél que se le tirara de espontáneo algunos años antes y tiene una tarde memorable el 16 de febrero de 1964, cuando actuando con Diego Puerta y Abel Flores El Papelero, corta las dos orejas de Cantaclaro de Santa Marta, toro de regalo.


Antonio del Olivar fue Secretario General de la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos en México, de 1969 a 1975, año en el que concluyó su gestión por haberse despedido de los ruedos el 24 de diciembre de 1974, en la plaza Rodolfo Gaona de su tierra adoptiva, en una corrida en la que alternaron con él Manolo Martínez y Curro Leal en la lidia de toros del Doctor Castro.

Este es mi recuerdo de Antonio del Olivar, un fino torero mexicano, en el cincuentenario de su confirmación de alternativa y que es el primer torero de estas tierras que recibiera la alternativa en la madrileña plaza de Las Ventas.

Post - scriptum: Agradezco a Callao la aportación de algunas de las imágenes que ilustran este texto.

domingo, 18 de enero de 2009

Hoy hace medio siglo: Confirmación de El Estudiante en la Plaza México


En este día se cumple medio siglo de que la temporada de corridas de toros en la Plaza México se inaugurara. Para la ocasión el abogado Ignacio Garciadiego, que se hacía cargo de los asuntos de los propietarios del gran coso, anunció a dos toreros tlaxcaltecas que tenían por divisa el sentimiento en su actuar; Jorge El Ranchero Aguilar y Fernando de los Reyes El Callao, completándose la tercia con la confirmación de la alternativa de un torero de Aguascalientes que paradójicamente, realizó su carrera novilleril sin haber pisado ese escenario.

El confirmante era Jesús Delgadillo El Estudiante, es uno de los toreros nativos de nuestro Barrio de Triana, que tiene por patrón al Cristo Negro del Encino y por imagen en cuanto a torería, al inmortal Poeta del Toreo Alfonso Ramírez Calesero.

El lote del confirmante se formó con los toros Coreano y Cañonero, ambos de La Laguna, siéndole cedidos los trastos por El Ranchero para lidiar a muerte al primero de los laguneros nombrados. El saldo de la tarde no fue de orejas para ninguno de los actuantes por las complicaciones del encierro, pero les valió a los tres para ser anunciados después en la Corrida Guadalupana celebrada el 19 de abril siguiente.

El Estudiante se presentó como novillero en la plaza El Progreso de Guadalajara el 5 de junio de 1955 en un festejo de selección y el 23 de octubre actúa en la es considerada una de las novilladas más exitosas de la década de los cincuenta en esa plaza con José Ramón Tirado y Carlos Saldaña, cortando dos orejas al sexto de la tarde, lo que le vale su inclusión en el cartel del Estoque de Plata y en el siguiente año, actuar en cuatro novilladas seguidas en El Toreo de Cuatro Caminos.

El 20 de abril de 1958, en la Plaza San Marcos de Aguascalientes, Alfredo Leal, ante el testimonio de Joselito Huerta, le cedió los trastos para pasaportar al primero de los de Lucas González Rubio corridos esa tarde.

Aconsejado por Pablo Lozano que hacía campaña en México, marcha a España a probar suerte como novillero, presentándose el 20 de junio de 1963 en Barcelona, para despachar novillos del Conde de Ruiseñada en unión de Curro Montenegro y José María Aragón, logrando sumar tres tardes más ese calendario.

En 1964 logra cuatro actuaciones en Las Ventas y corta una oreja en su debut al lado de Eduardo Ordóñez y José Luis González Copano, estoqueando novillos de Luis Frías Piqueras y Carlos Sánchez Rico. El 15 de agosto le corresponderá atestiguar, en unión de Copano y El Pepe, la muerte del banderillero gitano Manuel Leyton Peña El Coli, quien fue herido por el primero de los únicos tres de Ángel Rodríguez de Arce corridos esa tarde en el ruedo madrileño.

Vuelve a recibir la alternativa y así, el 10 de septiembre de 1964, en Barcelona, Fermín Murillo, con el testimonio de Curro Romero, le cede a Marciano, el primero de los seis de Torrestrella que se lidiarían esa tarde, dando El Estudiante la vuelta al ruedo en el sexto.

Esta alternativa la confirmaría en Madrid el 12 de octubre con el toro Gladiador de Arellano y Gamero Cívico, siendo padrino de la ceremonia Orteguita y testigo Santiago Castro Luguillano, que también confirmaba esa tarde.

Su hora dorada en Las Ventas la tuvo El Estudiante el 8 de agosto de 1965, fecha en la que cortó una oreja al tercero de Félix Cameno. Esta tarde trascendería también, porque Antonio Chenel Antoñete, cortó dos orejas al cuarto de la tarde, en una de sus resurrecciones taurinas, prólogo de la faena inolvidable de Atrevido de Osborne, el toro blanco del 15 de mayo de 1966.

Confirma su alternativa barcelonesa en la Plaza México el 22 de enero de 1967, siendo su padrino el diestro catalán Joaquín Bernadó y actuando como testigo Raúl García con la cesión del toro Vinatero de Tequisquiapan.

A partir de 1968 disminuye su presencia en los carteles y a partir de 1975 deja de actuar, reapareciendo el 30 de abril de 1982, para hacer su presentación en la Plaza Monumental Aguascalientes y al mismo tiempo despedirse de los ruedos, alternando con Eloy Cavazos y Humberto Moro hijo, en la lidia de seis toros de San Manuel, dando la vuelta tras la lidia del cuarto, entre el nostálgico son de Las Golondrinas y el afecto de la gente de su tierra, que veía dejar los ruedos a uno de sus toreros que destacó por su clase y su oficio en cuanta plaza pisó y a quien recuerdo aquí a los cincuenta años de su primera confirmación de alternativa.

Aldeanos