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domingo, 2 de septiembre de 2012

5 de septiembre de 1948: Rafael Rodríguez se presenta en la Plaza México


Rafael Rodríguez y Dr. Alfonso Gaona
Plaza México, 1948 (Foto: Carlos González)
La decimotercera novillada de la temporada del 48 llevaba como ingredientes de interés la repetición del torero de Guadalajara, Manuel Capetillo, quien había impactado con su toreo de capa en su actuación anterior; la presentación en la temporada de un novillero de Aguascalientes que había hecho la transición del viejo Toreo de la Condesa hacia la plaza nueva y que se distinguió siempre por sus buenas maneras ante los toros: Valdemaro Ávila y el tercer elemento atractivo lo constituía el encierro de Pastejé que se lidiaría, que tenía seriedad y que se afirmaba, era una corrida de toros que no se había podido lidiar en la temporada grande anterior.

Completaba el cartel un joven, también de Aguascalientes que con brevedad había obtenido los méritos suficientes para debutar en la plaza de toros más grande del mundo, pues tras de recorrer la legua, el 18 de julio anterior, en la Plaza de San Marcos tiene un gran triunfo alternando con Tacho Campos y Juventino Mora y el 1º de agosto siguiente tendría otro notable éxito en San Luis Potosí alternando con el mismo Manuel Capetillo y Curro Ortega, para así llegar a lo que representaría la cita más importante de su vida. 

El doctor Alfonso Gaona, en ese tiempo empresario de la Plaza México, contó así a Carmelita Madrazo, para su obra Rafael Rodríguez ‘El Volcán de Aguascalientes’. Libro Testimonial,  la manera en la que llevó a su plaza a quien después sería universalmente conocido como El Volcán de Aguascalientes:

...Tengo un amigo desde la infancia a quien quiero mucho – el general Manuel de la Torre – y que hizo una carrera brillantísima dentro del Ejército estando en el Estado Mayor Presidencial... En uno de tantos viajes que Manuel hacía por los estados, le tocó ir a Aguascalientes y me dijo: Alfonsito, fíjate que durante mi ida a Aguascalientes se me acercó un chamaco, delgado, desarrapado, dado a la desgracia, que me pidió te hablara de él. Le pregunté si ya había toreado, y el chamaco me dio estas fotos borrosas y chiquititas   para que te las enseñara. Mira Alfonsito, me impactó su gran deseo de  ser torero. Y le veo ganas de querer ser figura. Es más, me dijo que lo van a poner en San Luis Potosí, así es que pienso ir a verlo... Como yo tenía plena confianza en lo que Manuel me decía, le dije que se lo trajera a México después de verlo en San Luis. Y así lo hizo... Todo mundo sabe lo que sucedió esa tarde de su presentación. Fue una temporada muy bonita porque primero presenté a Paco Ortiz, luego a Manuel Capetillo, luego Jesús Córdoba y  por último a Rafael... En un santiamén se hizo el ídolo de la afición... El muchachito, desde su primera novillada, demostró que estaba para la alternativa...

Por su parte, la manera en la que se dieron los hechos en San Luis Potosí, don Arturo Muñoz La Chicha, banderillero, que fue en la cuadrilla de Rafael Rodríguez esa tarde previa a su presentación en la Plaza México, los contó a la misma autora de esta guisa:

...Al llegar al sorteo, me encontré con Enrique Borja, papá del que luego fue famoso futbolista del mismo nombre y a don Manuel de la Torre, gran amigo del doctor Alfonso Gaona, el empresario de la Plaza México. Al verme Enrique, me dijo con su vocecita ladina: - ¡Quihubo Chicha! ¿Cómo te va? - Bien, y tú, ¿qué andas  haciendo por acá? - Me mandó el doctor para que vea al tal Rafaelillo. ¿Que se arrima mucho y es muy bueno? - Mira, si te digo que es bueno y no te gusta, vas a decir que no sé de toros. Así es que mejor hablamos después de la corrida.... Esa tarde ni Capetillo, ni Curro Ortega se vieron. Solamente Rafaelillo, que se convirtió en el señor Rafael... Estando en el vestíbulo del hotel Plaza, escuché cuando Enrique Borja le hablaba al doctor Gaona: - ¡Hombre, doctor! Rafaelillo está para que lo ponga mañana, no dentro de un mes... Al domingo siguiente, 5 de septiembre, Valdemaro Ávila, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez harían el paseíllo en la Plaza México, con toros de Pastejé...

La tarde del 5 de septiembre de 1948 fue entoldada, lluviosa y el festejo estuvo a punto de suspenderse. Refería Rafael Rodríguez que el ruedo estaba enfangado, por lo que se roció diesel sobre la arena y se le prendió fuego para intentar secar en algo el piso. Decía el torero que la llamarada fue fantasmagórica y una vez disipada la nube de humo y vapor, pudieron salir al ruedo. En una conferencia pronunciada el 28 de abril de 1991, el propio torero lo explicaba así:

Esa tarde parecía que todo se perdía. Densos nubarrones invadieron el cielo de la plaza más grande del mundo, el agua corría por el túnel. Hora y media después los monosabios pusieron el ruedo como ascua de oro. Surgió algo inusitado, que jamás había visto, ni he vuelto a ver. La plaza y el ruedo ardían. Llamas gigantescas en tonos multicolores en azul, verde y amarillo se elevaban y descendían. Apareció una enorme nube de humo que se disipó tan rápido como llegó y al fin pudimos torear…

Por su parte, Valdemaro Ávila, el primer espada del festejo contó a Carmelita Madrazo esto:

...Ese 5 de septiembre de 1948, llovió a cántaros. A la hora en que debíamos hacer el paseíllo, el agua no paraba. El ruedo estaba imposible para torear. Por más aserrín que le ponían, corría junto con el agua. Estuvimos esperando hasta las 5.30 para ver si cedía la tormenta, o de plano se suspendía... Como yo era el primer espada, en mí recaía la responsabilidad. Don Difi me ordenaba que suspendiera la corrida, pero el empresario Alfonso Gaona me insistía que saliéramos porque la empresa perdía dinero. Me sentí sumamente presionado... Bien sabía que las condiciones del ruedo eran pésimas, pero en esos momentos recordé lo que me había pasado en la temporada en que Tono Algara me vetó por no torear, y sinceramente pensé que Gaona iba a hacer lo mismo. Así es que accedí contra la voluntad de Don Difi…

Por su parte, Guillermo Salas Alonso, periodista del diario El Universal de la Ciudad de México recuerda los hechos de esta manera:

…5 de septiembre de 1948. A “Rafaelillo”, a quien también se le conocía como “El Canteado”, no le parecía normal el retraso. Su reloj indicaba que el festejo, su presentación como novillero, debió haber iniciado hace ya varios minutos... Cierto. El inicio de la sesión ha sido demorado... Quisquilloso, el juez de plaza en turno, Lázaro Martínez Gómez del Campo, baja al redondel para verificar las condiciones, pues una lluvia, ligera pero pertinaz, ha caído en horas previas. Y el paseíllo no empieza. El retraso suma ya casi una hora. Entonces, al verlo de cerca y suponer que el ruedo no funcionaría, el chaval de Aguascalientes se suelta a llorar e implora al juez dé luz verde al festejo... Mira fijamente a Lázaro Martínez. Suplica: “No vaya a suspenderla, por favor. No haga eso; es mi oportunidad, no la haga añicos...”. El juez dio su aprobación y se realizó la presentación triunfal, inolvidable...

Rafael RodríguezDr. Alfonso GaonaJuan Espinosa
Armillita. Plaza México 5/09/1948 (Foto: Carlos González)

Al final de la tarde, Rafael Rodríguez salió en hombros de los entusiasmados aficionados, con las orejas y el rabo de Panadero y la oreja de Gitano, como resultado de la más espectacular presentación de un novillero en esa plaza. La crónica de agencia publicada en el diario El Siglo de Torreón es la siguiente:

El debutante Rafael Rodríguez fue el triunfador de la corrida de ayer
Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo voluntariosos.
Capetillo logró palmas en el quinto.
Fue una corrida casi nocturna.
México D.F., septiembre 5. – Por hilo directo. – Terminando en las sombras de la noche la novillada de hoy, que por la intensa lluvia que estuvo cayendo se inició después de las 17:30 horas, fue un triunfo para el debutante Rafael Rodríguez, que cortó dos orejas y un rabo, saliendo en hombros... Sobresalió su labor en el tercero en el cual largó en quites cinco fregolinas de clase, rematando con media rebolera que se aplaudió estruendosamente. Con la muleta, varios derechazos y el de la firma, algunos por alto, uno de pecho. Más derechazos, por alto increíbles cayendo sombreros al ruedo, siguiendo con manoletinas ajustadísimas, rematando de una sola estocada hasta la bola. Cortó oreja y rabo y dio la vuelta al ruedo... En el sexto, ya de noche, Rafael hizo quites por chicuelinas. Al banderillear fue zarandeado aparatosamente, sin consecuencias, clavando un par superior. En los medios da varios pases por alto de pitón a pitón, adornándose agarrando un cuerno y dominando completamente al toro, matando de una entera sin puntilla. Cortó otra oreja y salió en hombros… Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo resultaron opacados por las faenas de Rodríguez, pero estuvieron voluntariosos, aunque poco afortunados debido a que no se pudieron acomodar con el ganado. Capetillo logró algunas palmas en el quinto a la hora de matar por la forma de hacerlo, pero sin nada notable en el trasteo.

Rafael Rodríguez terminaría su paso por esa temporada novilleril cortando cinco rabos e integrando, junto con Jesús Córdoba y Manuel Capetillo aquella terna que pasó a la historia con el sobrenombre de Los Tres Mosqueteros y al final del tiempo, sería el torero que más rabos ha cortado en la Plaza México, pues ya en su etapa de matador de toros, cortó otros seis, para sumar once, cifra que a la fecha no ha sido alcanzada por diestro alguno.

domingo, 2 de octubre de 2011

Los de Abajo


Muy pertinente aclaración

Rafaelillo
Una de las obras mas grandes de la narrativa mexicana es la que lleva el título de este artículo y se debe a la autoría del médico jalisciense, don Mariano Azuela, de quien sospecho, es inclusive personaje de su propia novela, encarnado en el personaje del dotor Luis Cervantes que de ser prisionero del General Demetrio Macías, personaje central de la obra, se convierte primero en su médico de cabecera y después en su principal consejero dentro de una guerra no convencional, desarrollada en una región cercana a Aguascalientes: El cañón de Juchipila.

No pretendo plagiar el título de tan notable obra, pero creo que como en su momento lo interpretara don Mariano, el título que tomo prestado, describe a plenitud el ser y la circunstancia de aquellos a quienes me voy a referir. Ojalá que mi trabajo no falte a lo que Azuela nos legara con su magnífica obra. 

La torería actual 

Hoy en día los hombres principales de la torería son los mismos que la han dominado durante los últimos cuatro lustros. En otros tiempos se producían cíclicamente asaltos a la cumbre, pues de tiempo en tiempo surgían nombres de toreros jóvenes y otros no tanto, que se levantaban como triunfadores en las principales plazas y que con el valor de esos triunfos, reclamaban paso y sitio junto a quienes eran considerados como consagrados por la afición y por las empresas. 

Esta situación ha adquirido, a mi juicio, perfiles de gravedad en los últimos tiempos. Los resultados han demostrado que la parte central de las temporadas tanto mexicana como española, están condenadas al fracaso sí no se cuenta con la comparecencia de los diestros triunfadores de las principales plazas. Así las cosas, hoy en día, el anuncio de cualquier feria es impensable sin el concurso de Ponce, Morante o El Juli y en menor grado Perera, o Talavante y por supuesto, José Tomás; porque los demás coletudos, independientemente de su valía frente al toro, carecen, como dicen los políticos, de capacidad de convocatoria, no llevan gente a las plazas, lo que lleva a concluir en que el pretender fundar un serial de cualquier naturaleza sin el concurso de ellos, sería condenarlo al fracaso económico. 

Agradables sorpresas 

En esta temporada española que está por terminar, gracias a la televisión vía satélite, me he llevado un cuarteto de sorpresas que no puedo calificar más que de agradables. He visto salir a la arena y por ende descubierto a Rafaelillo, a Diego Urdiales, a Iván Fandiño y a David Mora, quienes han triunfado principalmente en Madrid, Sevilla o Bilbao ante encierros de los considerados como duros y demostrando, a veces aparentemente atropellando la razón, su deseo de ser toreros, de salir del ostracismo en el que a despecho de sus virtudes toreras, el status quo de la fiesta les tenía. 

Las que dan y las que quitan 

Iván Fandiño (Foto: Juan Pelegrín)
En México por regla general son los triunfos de la Capital los que trascienden. En España, las cosas funcionan algo diferente, porque el más allá de las tardes exitosas no tiene como referente a una sola plaza. Así, tenemos que Madrid, Sevilla, Bilbao o Valencia, permiten que sus triunfadores sumen fechas en otras de importancia. Es cierto también que Madrid y Sevilla dan más sitio, pero lo que es indudable, es que las plazas que dan y quitan, son más allá y eso repercute en bien de la fiesta. 

El problema fundamental para la gran mayoría de los toreros es el colocarse en los carteles que ofrecen esas plazas. Cuando se es de los de abajo, hay que estar cerca de la empresa, casi, casi mendigando la oportunidad y cuando ésta llega, será fuera de las ferias rumbosas, alternando con dos o más toreros igual de desesperados y enfrentando un encierro catalogado como duro, integrado por seis galafates de pitones pavorosos, generalmente obtenido por la empresa a precio de saldo en alguna ganadería que vivió hace muchos años sus mejores días, o que aún está en veremos sí los ha de vivir. 

Ante ese panorama, el torero de abajo se juega todo a una sola carta, sabiendo que los ases de la baraja no están en sus manos. También sabe que en esas plazas, las medias tintas sirven de poco y que todo lo que no es un triunfo, es en el fondo, un fracaso. Siempre tendremos frescos en la memoria ejemplos de esa naturaleza, que confirman lo hasta aquí expuesto. 

Dejándose matar 

Primero, Rafaelillo, en Sevilla, cerrando la feria con la corrida de Miura, se lleva una meritísima oreja a partir de, como decía don Luis Castro El Soldado, ponerle los tompeates en la jeta a la muerte. Una faena que para muchos careció de lo que se ha dado en llamar gusto, pero que estuvo sobrada de emoción y de exposición. Enseguida, Iván Fandiño le corta una oreja a la corrida de Celestino Cuadri en la corrida que cerró el pasado San Isidro. También hubo la emoción que produce la desgarrada entrega del torero que se lo juega todo a una baza y al final, sale con el triunfo entre las manos.

David Mora
David Mora es quizás el que lo tuvo más complicado, porque le tocó apurar los tragos del verano madrileño, pero eso no pareció arredrarle y en cuanto el sorteo le deparó algún toro que medio metiera la cabeza, se ajustó con él y le hizo el toreo bueno. Eso le valió entrar por la vía de la sustitución en alguna de las ferias del Norte, para refrendar allí que el paso que lleva es firme. Y Diego Urdiales. Le dejaban en el circuito de las duras y la verdad es que nos hacían perdernos de un torero de esos que se ven muy de cuando en cuando. En Bilbao tuvo una tarde muy intensa con los victorinos y no salgo de mi extrañeza de no verle en el abono de Otoño de Madrid. Cosas demasiado científicas que dijera un profesor de la Facultad.

Rafaelillo, Diego Urdiales, David Mora e Iván Fandiño, cada uno dentro de su manera de interpretar el toreo y con las limitaciones que deja el torear poco o nada, salieron a confirmar que la de los toros es una fiesta de vida y de muerte, que es una fiesta en la que no solo el folklore y la luminosidad constituyen las bases de su atractivo, sino que es una fiesta en la que, para sobresalir, se requiere ser muy hombre y muy torero y que al contrario de la forma en la que se manejan aquí y ahora las cosas, el sitio de los toreros, debe de ganarse delante de los toros. Estos cuatro toreros, jugándose la vida con autenticidad, han reclamado lo que en las oficinas de las empresas les habían regateado: La oportunidad de demostrar en las plazas su verdadera valía a costa de lo que sea. 

La corrida del día de ayer – toros de Gavira para Iván Fandiño y David Mora – es un vivo ejemplo de esa entrega rayana en la desesperación. Ante un encierro aparentemente sin opciones, dos de los diestros que me motivan a escribir esto, salieron a arriesgar el tipo y a demostrar que lo suyo no es casualidad, ni obra de la suerte. Como me dijera mi querida amiga Carmelita Madrazo hace algo más de una década sobre una cuestión similar: Están dejándose matar. Quieren ser toreros y se han dado cuenta de que solo la paradoja de jugarse la vida para salvarla, los puede sacar adelante. 

El porvenir 

Diego Urdiales
El estancamiento que vive actualmente la fiesta es evidente. Los carteles y las ferias desde hace ya más de veinte años, son más de lo mismo. Los toreros que han dominado los últimos cuatro lustros están tirados en la poltrona y como no quieren abandonarla, hacen lo indecible para evitar que se les incomode en ella. Por eso procuran evitar que surjan aquellos que pudieran quitarles el sitio. Esto nos explica el por qué de lo relativo que es ser figura del toreo en este momento. 

Las cosas debieran ser de otra manera. El que quiera conservar su sitio tendría que defenderlo, pues al margen de la tauromaquia de escritorio que hace imposibles algunas combinaciones, los de arriba tendrán que aguantar el embate de las antípodas de su escalafón, las que muy temprano en la temporada, han reclamado para ellos una tajada del pastel que hasta antes de la primera feria del año, parecía estar ya repartido. Entonces, para mantener el sitio, habrá que poder con los que estaban y además, con los que vengan empujando fuerte. 

El futuro no se muestra próspero. Aunque nos llegan nuevas de que los de abajo triunfan en alguna plaza importante, porque han sacado la casta buscando salir del anonimato, quienes tienen por negocio ofrecer toros, se adhieren al típico más vale viejo por conocido… Ojalá que quienes hacen empresa entiendan que solo dándoles toros y más toros a esos de abajo, podrán convertirse en los toreros que corten muchas orejas – para satisfacer su particular concepto de triunfo – y que les lleven a las gentes a sus plazas y dinero a sus alforjas.

domingo, 14 de agosto de 2011

16 de agosto de 1964: Tres dinastías en el ruedo de la Plaza San Marcos

Desde el inicio de la década de los cincuenta se inició en Aguascalientes el cultivo de la vid aprovechando la facilidad de extraer aguas del subsuelo de profundidades escasas. Pocos años después eso daría pábulo al establecimiento de una industria vinícola que parecía ser floreciente. Fueron algunos millares de hectáreas los que se plantaron en los alrededores de esta ciudad – muchas de ellas ya son parte de la traza urbana – y durante los tiempos de bonanza, en la vendimia, se programó una Feria que coincidía en sus fechas con la principal celebración religiosa de nuestra ciudad – el 15 de agosto, día de la Asunción aquí – y en la cual, no faltaban los festejos taurinos.

En esos años no se hablaba de cambio climático o de calentamiento global. La electricidad necesaria para la extracción del agua del subsuelo tenía amplios subsidios gubernamentales y no se tenía una dimensión exacta del costo real de la producción vitícola en Aguascalientes. Una vez que los subsidios se recortaron o se terminaron, los acuíferos se abatieron y fue necesario bombear agua de profundidades mayores, la industria de la vid y el vino se acabaron y la feria que generaron también. Aún quedan algunos jirones testimoniales de esa bonanza, pero no son más que una mera sombra de lo que en su día fue.

La XI Feria de la Uva de 1964

La Feria de la Uva del año de 1964 tenía como uno de sus atractivos la novillada que se daría el domingo 16 de agosto, en la que se actuarían en el ruedo de la Plaza San Marcos tres toreros que hoy calificaríamos como de dinastía. Jesús Solórzano hijo, de Alfonso Ramírez Calesero Chico y Manolo Espinosa Armillita se enfrentarían a una novillada de Matancillas. Los tres hijos de los grandes maestros eran la gran atracción para la afición local, como se puede deducir de lo que se leía en la nota previa al festejo, aparecida en el diario El Sol del Centro, la víspera:

Indiscutiblemente entre todos los carteles novilleriles que a la fecha pueden montarse, ninguno tan interesante, tan atractivo, tan prometedor como el confeccionado para esta corrida de la Feria de la Uva... Y he aquí que ahora, por un regalo del destino, los aficionados de Aguascalientes, antes que los de cualquiera otra ciudad, tenemos el privilegio de ver actuar a la vez a los críos, a los retoños de los tres grandes toreros mencionados. A la tercia novilleril que, al parecer, está destinada a conmocionar hondamente, intensamente al santuario del toreo mexicano... La corrida de Matancillas es sencillamente primorosa. Digna de la solemnidad en que va a ser lidiada. ¡Como para ser corrida en la Plaza México! No exageramos: los aficionados todos pueden constatar la verdad de nuestras afirmaciones, yendo a ver los seis cromos que ha seleccionado Paquito Madrazo. Si son uniformes en el pelaje, también lucen idénticos en trapío y finura. ¡A golpe de vista están proclamando la calidad de su brava estirpe!...

Vista del paseo de cuadrillas, Calesero Chico y
Manolo Espinosa, descubierto (Archivo Carlos Meza Gómez)
Una aclaración que creo prudente. Don Francisco Madrazo Solórzano – coloquialmente Paquito Madrazo – era en esas fechas el encargado de llevar las ganaderías de La Punta – propiedad suya y de su hermana Carmelita – y la de Matancillasgemela de La Punta – pero propiedad esta de su tío, don José C. Madrazo y García Granados y ambas vacadas estaban encastadas en Murube Ybarra Parladé, vía Gamero Cívico y Campos Varela, ganados que se llevaron siempre en pureza, sin hacer cruces con reses nacionales.

Jesús Solórzano y Manolo Espinosa se presentaban ante la afición de Aguascalientes. Calesero Chico ya había actuado aquí en varias oportunidades y tenía ya algún predicamento entre la afición. El ambiente previo al festejo motivó que la entrada fuera un lleno, que no puedo calificar de “no hay billetes”, porque como me lo contara Carmelita Madrazo, sobrina del ganadero que lidiaba en la fecha y condueña de La Punta, a don Jesús Ramírez Alonso, empresario de la Plaza San Marcos, se le quedó una sola entrada en las taquillas, misma que mandó colocar en un marco y la tuvo durante muchos años en un rincón taurino de su casa en la Ciudad de México.

La crónica del festejo

Recurro, como ya me resulta costumbre en estos casos, al veraz y certero testimonio de don Jesús Gómez Medina, quien en El Sol del Centro del 17 de agosto de ese año, narra así lo sucedido:

Los tres cachorros llenaron la plaza al máximo
Una completa faena de Chucho; soberbios naturales de Calesero y el fácil hacer de Manolo
Primoroso encierro de Matancillas del que destacaron tres novillos
Jesús Gómez Medina
La tarde, espléndida. Y el lleno total, rebosante. Clima y ambiente de una gran solemnidad, en suma.
Y dispersos aquí y allá, entre barreras y el tendido, los miembros del senado taurino en pleno: el Maestro Fermín, Carlos Arruza, Chucho y Lalo Solórzano. También Humberto Moro y Juanito Silveti. Y ganaderos y aficionados de postín en gran número. 
Todo ello a tono con la gran categoría y la importancia del cartel.
En estas circunstancias hicieron el paseo los tres herederos: Chucho Solórzano, Calesero Chico y Manolo Armilla.
El brillante capítulo inicial
Ya está en el ruedo “Solimán”, el primero de los astados de Matancillas. ¡Hermoso ejemplar de toro de lidia! Fino, recortado, con amplio morrillo y cómodo de pitacos. Y, además, muy bravo, muy dócil y alegre.
Breve intervención de la peonería, y tras de ella, Chucho clava en tierra ambas rodillas para instrumentar un apretado farol. Luego, de pie, lancea al natural con gran lucimiento; añade dos airosas chicuelinas y concluye con la revolera. Y estalla la primera ovación.
Un primer picotazo acepta el de Matancillas. Al librar, Solórzano se ciñe toreando por gaoneras a las que pone término con un remate al estilo de Lagartijo, el de Córdoba. Las palmas continúan sonando con estrépito.
Segundo puyazo, recargando el morito. Y Calesero se adorna en dos chicuelinas y en la revolera final.
El segundo tercio corre a cargo de Chucho. Y a fe que el muchacho lo hace con sobra de lucimiento, superándose de uno a otro par. 
El primero, un cuarteo bien igualado, precedido del giro que patentó Fermín. Para el siguiente Solórzano arrancó zigzagueando, al modo de Arruza, mejorando la ejecución y la colocación de los garapullos. Pero el tercero supera con creces todo lo anterior: ¡Cómo cuadró y alzó los brazos entre los propios pitones! ¡Y qué enhiestos y exactos quedaron los garapullos en lo más alto del morrillo! ¡Lo que se llama un gran par, un extraordinario par de banderillas!
Naturalmente, la ovación resurgió imponente.
Brindó Chucho al pueblo soberano. Y, sobre una y otra mano, fue forjando un trasteo que alcanzó su ápice en dos pases en redondo con la diestra, enormes de temple y longitud, y en otros tantos derechazos rodilla en tierra igualmente templados y con mando.
El de Matancillas, nobilísimo, de sedeña embestida, daba pábulo a estas excelencias.
Estocada honda, que hace doblar. Gran ovación. Doble otorgamiento de apéndices, que la protesta de las mayorías reduce a la mitad. Y dos vueltas al ruedo, entre aclamaciones y música, para el vástago del Rey del Temple.
Durante el arrastre, los despojos del bravo “Solimán” recibieron el reconocimiento de los buenos aficionados.
Con el cuarto, menos claro, menos propicio que el que abrió plaza, Chucho Solórzano continuó exhibiéndose pleno de afición y con un aplomo y una destreza, producto de sus reiteradas actuaciones en plazas sudamericanas.
Lo más destacado: el espectacular farol de hinojos inicial, un quite por chicuelinas antiguas y el tercer par – sesgando por las afueras – en el que expuso con ganas.
Al tercio final, el de Matancillas llegó aplomado, defendiéndose, Solórzano lo trasteó sobre piernas, sin intentar hazañas mayores. Cuando trató de quedarse quieto, el bicho lo volteó aparatosamente.
Hizo coraje el chaval y, entrando con decisión, tras de un pinchazo, clavó el acero con resultados definitivos. Ovación y vuelta al ruedo.
El arte de Calesero
Esplendió por igual con el percal y con la franela. Se hizo patente ante el clamoreo de los aficionados, en el primero y en el último tercios.
¡Ah! Porque ayer, este admirable estilizador del toreo nos sorprendió toreando a la verónica con señorío, con sentimiento y temple. Adelantando el engaño y tirando del bicho y llevándolo perezosamente toreado, con ritmo y limpieza de elegido.
Fue en su primer toro, “Hermosillo”, marcado con el número 42, bravo y alegre, noble y bonito como un marqués.
A las estupendas verónicas iniciales, púsoles Alfonso el broche regio de una media de antología, mientras en los tendidos, crepitaba la ovación.
Más cuando se presagiaba la faena triunfal, un puyazo caído dejó al de Matancillas apurado de facultades.
Ante un adversario aplomado, Calesero Chico trató de lucir, lográndolo tan solo esporádicamente, en tal o cual derechazo. Por el contrario, prolongó con exceso el trasteo, sin provecho propio ni de la clientela. Por fortuna, fue más breve con el acero.
En el quinto, “Regalón”, noblote y suave de embestida, aunque sin mayor enjundia, reapareció el cincelador del pase natural. 
En tres o cuatro tandas, cruzándose con el socio, llegándole al sitio justo, insistiendo y tirando de él con admirable exactitud; templando, mandando, prolongando la dimensión del muletazo en fuerza de llevar embebido, aprisionado a “Regalón” en el embrujo de esa muleta tersa, pulida, como si el arte diese textura y gravidez a la ruin franela de que está construida, este nuevo Calesero buriló, frente al éxtasis colectivo, el pase fundamental del toreo de muleta.
No dio para más la menguada acometividad del toro. Por ello, resultaron ociosos los posteriores intentos de Alfonso. El cual, tras de un pinchazo, clavó una estocada casi entera, que bastó.
Gran ovación. Doble vuelta triunfal. Y una oreja recibida entre protestas: pero ganada de sobra con el prodigio de su toreo izquierdista.
El heredero de Armillita
El domingo 25 de abril de 1937, actuaron por vez primera en el coso San Marcos los colosos de la época: Fermín Espinosa y Lorenzo Garza.
Fue aquella una corrida memorable, de la que, quienes la presenciaron, todavía se hacen lenguas. Fermín se ataviaba con un terno grana y oro; el de El Magnífico era blanco, con áureos bordados.
Ayer, al presentarse ante la afición hidrocálida Manolo Espinosa, enfundábase en un terno similar al que ostentara en aquella remota fecha, su ilustre progenitor: corinto y oro.
¡Ah! Pero no fue tan solo el color del traje lo que nos hizo recordar el árbol de que es vástago este chaval. Su notable facilidad para realizar el toreo y el tranquilo desenfado con el que deambula por el ruedo y ante la cara de los bureles, son reflejo, indudablemente, de similares virtudes que en grado eminente poseyó Fermín. 
A Manolo, por lo que ayer le pudimos apreciar, fáltale madurar debidamente para que pueda exhibir cuanto de torero lleva dentro. Por hoy, su misma facilidad resta calor y brillantez a su labor. Le hace falta, por tanto, exponer más; mostrarse menos fácil, si ello fuere posible, para arrancar de las masas la reacción entusiasta que tan sólo se provoca por la vía de la emoción o del arte.
Por lo demás, Manolo sabe torear, y torea estupendamente. Díganlo sus lances a “Flamenco”, el tercero: con el compás abierto, el engaño bajo, templado y sedeño el ritmo del percal. El remate lo constituyeron dos medias verónicas superiorísimas, que desataron la ovación.
Un puyazo doble de Pradito aceptó el de Matancillas. Al librar, Manolo se estiró toreando por chicuelinas para concluir – nueva evocación ferminesca – con el manguerazo de Villalta.
“Flamenco” terminó aplomado. Pero ello no obstó para que Manolo Armilla llevase a cabo una faena limpia, desahogada, en la que, junto a los pases altos y de trinchera, intercaló derechazos y naturales con ritmo y mando; pero en pugna siempre con el agotamiento del burel.
Llegado el capítulo de adornos, ciñóse Manolo toreando por manoletinas, en tal grado que se llevó una voltereta con rotura del flux. Volvió al bicho, para liquidarlo de una estocada contraria, que hizo pupa.
Ovación estruendosa y vuelta al ruedo para el vástago de Fermín.
Tal expectación causó el festejo, que hasta para el comentario político dio pretexto


Calesero Chico saluda tras el paseo. Sobre la puerta de
toriles se advierte el nombre del primero de la tarde, Solimán.
(Archivo Carlos Meza Gómez)
Ante la lucidez del relato de don Jesús, creo que no hay más que agregar. La pérdida de la industria vitivinícola nos costó una parte de nuestra temporada taurina, porque hogaño, en esta época del año ya no se ofrecen festejos en nuestras plazas, al no existir razón para ello, siendo que cada festejo puede ser, como el que motiva esta entrada, un gran acontecimiento.

Espero que esta remembranza les cause el interés que a mí me produce.

domingo, 14 de febrero de 2010

Relecturas de invierno II: Cornadas al viento

En Cornadas al viento nos vamos a encontrar con una parte sustancial de la historia de la ganadería de La Punta. Pero no anticipemos vísperas. No es esa historia manida que nos habla de los toros y las vacas que El Pasmo de Triana le consiguió a don Francisco y a don José C. Madrazo y García Granados en las ganaderías españolas de Campos Varela y Gamero Cívico y que según su propia confesión, en tanto las embarcaba a tierras mexicanas, el cuidado de esos ganados le fascinó tanto, que acabó por hacerse ganadero él mismo.

La historia que recogió mi amiga Carmelita Madrazo (Aguascalientes 1940 – Guadalajara 2007), es la narración de su madre, doña María Luisa Solórzano Dávalos, esposa del ganadero don Francisco Madrazo y hermana de los toreros Jesús y Eduardo Solórzano, es la que se cuenta en el libro y es más bien la relación de los hechos que son concomitantes a la crianza de los toros y a la forma de vivir la vida en una ganadería mexicana de toros de lidia.

La narración de Cornadas al viento transcurre entre 1932 y 1959 y recoge una buena cantidad de las incidencias del diario vivir en una unidad de producción agropecuaria en la que, si bien la parte pública de su ser era la crianza de toros de lidia, su viabilidad económica se sustentaba en otro tipo de actividades como la crianza de ganado lanar y la siembra de distintos granos, porque a diferencia de otros lugares, en un clima semidesértico como el de la zona en la que La Punta se ubica, requiere diversificar las actividades para hacer viable las explotaciones.

Las vivencias contadas por doña María Luisa Solórzano a su hija y recogidas en  el libro, cubren las relaciones interpersonales y familiares de los ganaderos de La Punta con los habitantes de la Hacienda y contiene una interesante descripción de cómo era la vida en Aguascalientes y su región circundante en una época en la que a diferencia de la actual, toda la actividad económica descansaba en los talleres de los Ferrocarriles Nacionales (hoy extintos) y en la agricultura.

También presenta la visión desde dentro del hogar de la asimilación del éxito. Sobre todo cuando en ese tiempo se tuvo la única ganadería que lidiaba en su totalidad ganado de sangre española pura, mismo que era reclamado por los principales toreros y empresas de ese tiempo y que al paso de los años, sería considerada con una de las casas fundacionales de la ganadería de lidia en México.

Es este uno de los pocos libros, si no es que el único, en el que abandonándose algún criterio de corrección política, se aborda el tema de la influencia de la Reforma Agraria en la crianza del toro de lidia en México y en muchos otros textos se omite simplemente el asunto, ella toma el toro por los cuernos y relata el daño que desde su punto de vista, cree que hizo a La Punta y a la ganadería mexicana en general, dejando un principio de análisis que está aún por hacerse a profundidad y que puede arrojar interesantes respuestas a interrogantes que se plantean desde hace décadas.

Los toreros que pasaron por la casa de La Punta, los visitantes ordinarios, las fiestas, como se vivía la Semana Santa, quienes eran los dueños de las fincas vecinas y a que tipo de labores se dedicaban, recordando siempre que fueron parte del Mayorazgo Rincón Gallardo, que tuvo su sede en la Hacienda de Ciénega de Mata, ubicada a corta distancia de allí.

En el epílogo de la obra doña María Luisa Solórzano Dávalos refiere lo siguiente:

…Paco falleció a la edad de 73 años. Había nacido el 11 de septiembre de 1886, y a las pocas horas del dia 12, cuatro años después, nacía su hermano Pepe. El sepelio de Paco fue el 11 de febrero de 1960, y al comenzar el día 12, nueve años después, moría Pepe.

Mis 30 años de vivir a su lado y en La Punta, van unidos y arrullados con el bramar de los toros, el relincho del caballo, el balar de los borregos y sobre todo, con las lágrimas de mis recuerdos.

Siendo ya viuda, fuimos invitadas a un día de campo en La Punta, las madres Teresianas Petra Ayerra y Aurelia de Moratín, dos españolas simpáticas y sumamente inteligentes que gustaban de los toros. Había tienta, y ellas felices con el terceto de guapos que eran mi sobrino Chucho, Currito Rivera y Paquirri. En esa ocasión yo fui como invitada a la que había sido mi casa.

Estando en la placita de toros, mi hija comentó:

Al estar en la placita de toros, vi los hermosos árboles que daban una sombra refrescante y acogedora. Sus enormes ramas cubrían el callejón y un tercio del redondel.

Ahora también dan sombra esos mismos árboles, pero la sombra que antes se veía esplendorosa, ahora se ve sombría. Antes, en La Punta había señorío. Ahora solo hay soledad.

La historia concluye allí y es una de esas que merecen ser leídas y contadas. Hoy La Punta pertenece a otras personas y las historias que allí se formaron siguen siendo parte de la memoria colectiva. Aquellos toros punteños serán siempre el paradigma del toro bravo y bien presentado, en suma el toro adulto, no adulterado.

Cornadas al viento
C. Madrazo
Editorial Emprendedores Universitarios – Secretaría de Cultura
Gobierno del Estado de Jalisco
Guadalajara, 2005
ISBN 970 – 624 – 405 – 0

sábado, 14 de noviembre de 2009

Dinastías en las plazas de Aguascalientes

Se ha anunciado para este día un festival, que para efectos de marketing, es de dinastías, en el que actúan los hijos de Armillita, Calesero, Juan Silveti, Humberto Moro, del rejoneador Jorge Hernández Andrés y el matador en retiro Luis Fernando Sánchez. La finalidad del festejo es el homenajear se afirma – celebrar, diría yo – el septuagésimo aniversario de vida del hijo mayor de Fermín El Sabio, Manolo Espinosa Armillita y el recolectar fondos para la atención de la infancia discapacitada, que serán aplicados por la Fundación Teletón y el Ayuntamiento de esta ciudad.

Aunque casi no me ocupo de la actualidad inminente en este espacio, me siento motivado a hacerlo ahora, porque en ese marketing al que he aludido antes, se afirma que este festival es el primer evento taurino que reúne en una plaza nuestra a varias dinastías de prosapia en los ruedos y creo que un mero accidente demográficoClaudio H. Vargas dixit – lo puede hacer aparecer así, pero un recorrido por la historia, nos puede mostrar que en festejos formales y en festivales también, los hijos de aquellos que han sido gente en esto, se han reunido más de alguna vez.

El retroceso en el tiempo lo iniciaré en el año de 1964 – que si hurgamos en las hemerotecas y en los anuarios con seguridad habrá más para relatar –, cuando precisamente Manolo Espinosa hacía sus primeras armas en los ruedos y en Aguascalientes había lo que parecía iba a ser una próspera industria vitivinícola. En el mes de agosto, la Feria de la Vendimia se acompañaba de festejos taurinos y así, el día 16 de ese mes se anunció una novillada en la que con un seleccionado encierro de Matancillas – todavía encaste ParladéCampos Varela –, aún propiedad de don José C. Madrazo, se reunieron en el ruedo de la hoy centenaria Plaza de Toros San Marcos, el ya nombrado Armillita, Jesús Solórzano y Alfonso Ramírez Calesero Chico, cuyos padres llenaron grandes páginas de la historia del toreo.



Manolo Espinosa y Calesero Chico el 16 de agosto de 1964 (Foto: Archivo Carlos Meza Gómez)


Este festejo tuvo mucho predicamento, pues aún tratándose de una novillada, la plaza se llenó. Me contaba Carmelita Madrazo, una notabilísima escritora de estos temas, sobrina del ganadero que lidiaba en la fecha e hija del de La Punta, que al empresario, don Jesús Ramírez Alonso le sobró únicamente una entrada en las taquillas, misma que colocó en un marco. Sobre este festejo, don Jesús Gómez Medina escribió lo siguiente en El Sol del Centro del día 17 de agosto de 1964, en crónica que tituló Los tres cachorros llenaron la plaza al máximo:
...Una completa faena de Chucho. Soberbios naturales de Calesero y el fácil hacer de Manolo. Primoroso encierro de Matancillas del que destacaron tres novillos. La tarde, espléndida. Y el lleno, total, rebosante. Clima y ambiente de una gran solemnidad, en suma. Y dispersos aquí y allá, entre barreras y en el tendido, los miembros del senado taurino en pleno: El Maestro Fermín, Carlos Arruza, Chucho y Lalo Solórzano. También Humberto Moro y Juanito Silveti. Y ganaderos y aficionados de postín en gran número. Todo esto a tono con la categoría y la importancia del cartel. En estas condiciones hicieron el paseo los tres herederos: Chucho Solórzano, Calesero Chico y Manolo Armilla…


Un segundo encuentro dinástico se daría el 23 de noviembre de 1969, cuando Manolo Espinosa, Jesús Solórzano y el hijo de Fermín Rivera, Curro, se enfrentaron a un gran encierro del Ingeniero Mariano Ramírez. Fue una tarde de grandes triunfos en los que el hijo de Armillita destaca con Garambullo, el primero de su lote; Solórzano con Piel de Plata, al que le corta el rabo y que le ha valido una placa en los muros del coso y Curro Rivera con Pitero, del que también recibe el apéndice caudal.

No pasará mucho tiempo para que el encuentro se dé ya en la nueva Plaza Monumental, el 1º de noviembre de 1975, en esta ocasión serán Alfonso Ramírez Calesero, Juan Silveti y Humberto Moro por los de ayer y Humberto Moro hijo, David Silveti y José Antonio Ramírez El Capitán por los de hoy los que enfrentaron un encierro de Santa Rosa de Lima, entonces sita en Aguascalientes y propiedad en esas fechas de los señores Ibarra Mora, cuñados de El Poeta del Toreo. El festival tenía finalidad benéfica también y resulta interesante ver aquí que en alguna forma, aunque resulte simbólica, los padres entregaron el testigo a sus hijos toreros que prácticamente iniciaban su andadura por los redondeles. El triunfo ese día, fue para el hijo del linarense Humberto Moro, que le cortó el rabo al cuarto del festejo.

Hogaño, a unas décadas de distancia, volvemos a ver algunos nombres anunciados, como el de Manolo Espinosa Armillita, el de José Antonio Ramírez El Capitán – autor por cierto, de una de las faenas más grandes que haya realizado un novillero en la Plaza México –, Humberto Moro y eso me permite alzar la voz para señalar que quizás debió tenerse en cuenta a Jesús Solórzano, que en Aguascalientes realizó algunos de sus trasteos más recordados y que desde ese aparentemente lejano 1964, arrancó junto con el homenajeado una carrera en los ruedos que les llevó juntos por muchos ruedos y por muchas cuestiones de la vida. Pero este es un deseo personal y seguramente los organizadores no están para satisfacer ese tipo de peticiones.

Creo que por la causa noble a la que pretende apoyar y por el reconocimiento que pretende dar a alguien que ha dedicado prácticamente toda su vida a la fiesta de los toros, merece ser exitoso. ¡Que todos tengan suerte!

Aldeanos