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domingo, 18 de enero de 2015

18 de enero de 1959: Calesero y Yuca de Tequisquiapan, en El Progreso de Guadalajara

El anuncio de la corrida
Hace ya algunos años la plaza de Guadalajara era una plaza de temporada. Eran los días en los que don Ignacio García Aceves ofrecía a la afición tapatía ciclos bien definidos de corridas de toros y de novilladas – de éstas, muchas – para intentar satisfacer a una buena afición que colmaba los tendidos del hoy desaparecido coso del Hospicio. La corrida a la que me refiero este día, tenía un aliciente adicional. Se otorgaba en ella la alternativa a un torero de la tierra, a Paco Huerta, después de que realizara una interesante campaña novilleril y le apadrinaría un diestro que era de los consentidos de la afición de la Perla de Occidente, mi paisano Alfonso Ramírez, Calesero, fungiendo como testigo un torero también de fino trazo como lo era Antonio del Olivar.

El encierro a lidiarse vendría de una ganadería que iba al alza y que en El Progreso tenía un inmejorable cartel. Los toros de Tequisquiapan, criados en esos días por don Fernando de la Mora Madaleno ya habían escrito en esa ciudad historias relevantes y la intención de anunciarlos en esta oportunidad era que permitieran a los alternantes en esta tarde que continuaran con esa cadena de éxitos.

La crónica del festejo que aparece en el diario El Informador del día siguiente de la corrida, sin firma, guarda una estructura que a mi juicio debe tener toda relación de esa naturaleza, pues comienza por hacer un balance general de festejo, para pasar a analizar el comportamiento del ganado lidiado en la tarde y después entra a detallar lo que los toreros hicieron con ellos. De ella, extraigo lo que sigue.

El festejo en lo general
La mejor corrida de toros que hemos presenciado en la remozada plaza de El Progreso fue, sin lugar a dudas, la efectuada ayer, en la que el diestro tapatío, Paco Huerta recibió la alternativa de matador de toros, sirviendo como padrino Alfonso Ramírez "El Calesero", y como testigo Antonio del Olivar… La primera mitad del festejo resultó tan extraordinaria, que en el toro del doctorado cortó oreja el nuevo matador, en el segundo "El Calesero" cortó oreja y rabo, y en el tercero, Del Olivar se llevó otra oreja. En la otra mitad solo destacó la buena voluntad y el valor de los diestros alternantes…
Los toros

De la corrida de Tequisquiapan, se expresa lo siguiente, aunque se omite hacer referencia a la presencia y al trapío de los toros lidiados:
…para que el lector pueda catalogar la actuación de cada uno de los alternantes, principiaremos por mencionar las características de los toros de Tequisquiapan que se lidiaron en esta ocasión. El corrido en primer lugar fue bravo y de buen estilo, el segundo resultó de bravura extraordinaria y mereció, junto con su ganadero, una vuelta al ruedo; el tercero mansurroneó, y tuvo una lidia incierta, llegando al último tercio en condiciones nada propicias para el lucimiento, y los lidiados en cuarto, quinto y sexto lugar tuvieron más o menos las mismas características del tercero…
Una verónica de Calesero
(Apunte de Juan Medina El Artista en El Informador 19/01/59)
Como se lee de lo transcrito, don Fernando de la Mora Madaleno dio la vuelta al ruedo tras la lidia del segundo de la tarde, en compañía de Calesero.

El gran triunfo de Calesero

Como lo señala el título de esta entrada, Calesero tuvo este día una de las grandes tardes de su vida. El segundo toro de la tarde – primero de su lote – fue nombrado Yuca y según la narración del anónimo cronista de El Informador, fue un toro de vuelta al ruedo. El trianero no lo dejó ir, lo aprovechó totalmente y escribió una de las grandes páginas de su historia en los ruedos, según podemos leer:
Toreó para él y de paso lo hizo para los aficionados. Se inspiró con la bravura de su adversario y, engolosinado, ejecutó una de las mejores faenas de su vida y la más extraordinaria que ha desarrollado en esta ciudad. Inició su obra en el segundo de la tarde, al que le pegó media docena de lances a la verónica, que fueron un portento de bien torear y después que remató con torerísima media de rodillas, la música tocó en su honor y los aficionados lo aplaudieron en forma tal que lo obligaron a dar la vuelta al anillo, devolviendo prendas de vestir. Con la plaza convertida en un manicomio, ya que después de un pinturero quite, clavó superior par de banderillas al quiebro, inició su colosal faena con un muletazo cambiado, para luego engarzar formidables derechazos, extraordinarios naturales, que siempre remató con el forzado de pecho en forma impecable y entre ovaciones de la multitud, siguió ejecutando toda clase de suertes del toreo, en las que no solo se vio la elegancia y personalidad del artista, sino también el valor, la seguridad y el dominio del maestro, del que ha llegado a la cúspide de su profesión y que sabe darle a cada uno de sus rivales la lidia requerida, de acuerdo con sus condiciones… Y como mató entrando como mandan los cánones, y después de un descabello, huelga decir que los aficionados blanquearon la plaza con sus pañuelos pidiendo los máximos honores para “El Calesero” y como la autoridad no tuvo inconveniente en conceder, el triunfador dio dos vueltas al ruedo luciendo la oreja y el rabo de su enemigo, acompañándolo en su segundo recorrido el ganadero de Tequisquiapan...
Antonio del Olivar

El torero nacido en la Mérida mexicana, pero afincado desde muy joven en Celaya, exhibió una arista distinta a la que tenía acostumbrada a la afición y públicos. No fue el torero de trazo fino y maneras clásicas esa tarde, sino que contra cualquier idea preconcebida, el triunfo lo obtuvo a partir de una exhibición de valor y de jugarse la vida ante un manso. Así se vio su actuación:
Tuvo muy poca suerte en el sorteo, ya que ninguno de sus adversarios se prestó para el lucimiento, pero este joven torero, no conforme con su suerte, se puso más bravo que sus toros y, cuando éstos no quisieron embestirle, él les embistió a ellos, logrando en tales condiciones su más meritorio triunfo en esta ciudad, pues si cuando el torero alcanza el éxito con un toro bravo es digno de aplauso, cuando logra triunfar con un manso, es superior el mérito… Y precisamente el éxito de Antonio en esta ocasión fue mayor, ya que le tumbó la oreja a un manso, al que a fuerza de consentir y aguantar, y meterle la franela en el hocico, lo hizo que arrancara en varias ocasiones para endilgarle superiores muletazos, en los que corrió la mano con valor y clasicismo. Hubo naturales y derechazos de muy buena factura, pero más que nada hubo una gran voluntad por parte del torero para jugarse la cornada, y como mató de certera media estocada, los aficionados pidieron y la autoridad concedió justificadamente la oreja...
El toricantano

Paco Huerta había hecho una interesante campaña novilleril que le había llevado a presentarse en la Plaza México el 7 de septiembre del año anterior, alternando con Emilio Rodríguez y Mario Ortega en la lidia de novillos de Cerralvo. Don Ignacio García Aceves le consideró preparado para la alternativa y le programó en este cartel con dos toreros artistas. El toro de la ceremonia – primero de la tarde – se llamó Hormigón y le cortó una oreja. Su actuar ante él fue el siguiente:
Quien desde esta fecha ha quedado convertido en matador de toros, tuvo una brillante alternativa, ya que logró cortarle la oreja al toro de su doctorado… Al primero no le hizo gran cosa con el percal, seguramente porque todavía estaba en plan de novillero, pero en cuanto “El Calesero” le cedió los trastos de matador, después de la ceremonia correspondiente, el tapatío se portó como todo un matador de categoría... Sus primeros muletazos fueron tres ayudados por alto, pegado al estribo, en los que templó y mandó con seguridad y dominio, para luego seguir con una serie de naturales en los que derrochó valor y puso a los aficionados de pie para festejarlo. Siguió con varios derechazos, que prendieron más el entusiasmo entre sus paisanos, ya que en cada uno de ellos se quedó más quieto que un poste, y después de nueva serie de naturales, de pecho, ayudados por alto y derechazos, ejecutó temerario molinete que mucho le ovacionaron, para tirarse a matar y lograrlo en el segundo viaje… Los aplausos arreciaron, los pañuelos salieron a relucir, la charanga tocó en honor del nuevo matador de toros y la autoridad concedió la oreja, con la que el diestro recorrió el anillo en señal de triunfo, devolviendo prendas de vestir...
Para terminar, dos opiniones más

Respecto de la actuación de Calesero esta tarde, dijo don Ignacio García Aceves: Si Calesero saliera así todas las tardes, sería el dueño del Banco de México.

Y por su parte, el ganadero Francisco Madrazo Solórzano remató: Cuando los artistas se enfadan y les sale un toro a su modo, cuidado con ellos, porque no perdonan…   

lunes, 11 de agosto de 2014

Calesero, en el centenario de su natalicio (y II)

La Tauromaquia de Calesero

La verónica de Calesero
La noción general sobre la tauromaquia de Calesero es en el sentido que alcazaba niveles de excelsitud con el capote, pero que decaía notablemente en el último tercio de la lidia, en la que quizás fue la última entrevista que concedió, Alfonso Ramírez confió a Marysol Fragoso, de la revista Campo Bravo lo siguiente:
Toreaba muy bien con el capote, es cierto, pero no lo hacía mal con la muleta. Lo que pasaba a veces es que al llegar a ese momento el toro ya había cambiado de lidia. Entonces yo no lograba estar al mismo nivel. Desgraciadamente, en México, el aficionado es torerista y no reconoce los recovecos del toro bravo. El toro puede cambiar de lidia en un segundo y el torero tiene que estar listo para enfrentar esa situación. Eso lo vimos siempre en las faenas de los maestros Domingo Ortega y Fermín Espinosa Armillita, que tenían una cabeza torera privilegiada y un dominio pleno de la técnica, pero, para el resto de los toreros, no es fácil mantener ese nivel cada tarde. Esa situación le pasó a muchos matadores y me pasaba a mí también, por eso llegaron a acusarme de desigual y de que no era capaz de cuajar una faena completa a un toro. No hay que olvidar que el juego de los toros siempre es distinto, pero el torero siempre es el mismo, y aunque con el paso del tiempo, puede mejorar sus capacidades y recursos, siempre será el mismo. Por eso es tan difícil llegar a ser una figura del toreo. ¡Vaya castaña!... (Campo Bravo, año 8, número 30, mayo – agosto de 2001, página 38)
A riesgo de meterme en un berenjenal, voy a tratar de teorizar un poco sobre lo que a mí me parece que motivó la especialísima tauromaquia de Calesero.

Es importante resaltar el momento histórico en el que Alfonso Ramírez abrazó la torería como profesión. Era el principio del siglo XX y quienes le instruyeron en los secretos de la lidia – los hermanos Rodarte – eran toreros que iniciaron sus primeras armas quizás en la década final del siglo XIX, observando una tauromaquia muy cercana a la prescrita por Paquiro en su tratado y que se caracterizaba por tener un amplio ejercicio durante los dos primeros tercios de la lidia, es decir, en las tareas de quitar al toro de los caballos – entonces se picaba sin peto – y en la colocación de las banderillas. El último tercio tenía por finalidad el preparar el toro para la estocada y su brevedad era aplaudida.

Entonces, durante el tercio de varas, se comienza a desplegar una larga serie de intentos por los lidiadores de a pie para encontrar el lucimiento y así nacen suertes como la verónica, la navarra, la suerte de frente por detrás o a la aragonesa, la de la tijerilla, los recortes y los galleos con la capa, o los saltos sobre el testuz, al trascuerno o con la garrocha, que eran practicadas en las coyunturas que procuraban tanto los quites que se hacían a los picadores, como la brega para poner al toro en suerte. Como afirma José Alameda, el hilván y la contextura de la lidia eran otros en esos tiempos.

Con los cambios que por lógica impone el paso del tiempo, es evidente que los Rodarte se hubieran formado en una escuela taurómaca inspirada en los principios de que el lucimiento se obtenía en los quites y con las banderillas y que la faena de muleta se debería limitar a lo estrictamente necesario para encontrarle la muerte al toro. Seguramente esa es la manera de torear que ellos – los Rodarte – transmitieron a sus discípulos y de acuerdo con el grado de dominio que adquirieron sobre ella, fue más o menos larga su trayectoria en los ruedos.

El progreso de la tauromaquia conduce a que el toreo de capa caiga en desuso. Tras de los primeros escarceos de Joselito con aquél toro de Martínez y después con las faenas de Chicuelo a Lapicero y Dentista de San Mateo en México y a Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero en Madrid, la faena de muleta esperada y pedida por los públicos ya no era aquella en la que se debía mostrar nada más que se podía con el toro, se pide el toreo en redondo, exigiéndose que así como El Pasmo ligó cinco verónicas sin enmendar, se hiciera así con los naturales y los ayudados, engarzados en lo que hoy llamamos series, en donde prácticamente no hay una solución de continuidad.

Por otra parte, la idea de la lidia cambia también con el toro y con la suerte de varas. Cuando se introducen los petos para los caballos de picar, se permite al toro romanear, pero también se le infringe más castigo, restándole la fuerza que llegaba a conservar antes de los referidos petos, aparte, los picadores pueden rectificar, recargar y hasta barrenar, porque ya no tienen que cuidar el pellejo propio y el de su cabalgadura. 

¿El resultado? Un toro menos potente, menos agresivo, que no permite una gran cantidad de quites floridos. Aparte, el toro comienza ser genéticamente determinado, para que su comportamiento durante el último tercio de la lidia sea menos bronco, rebrincado, se procura la suavidad que requiere la ligazón de los muletazos, entonces, hay la necesidad de sacrificar alguna etapa de la lidia y de una manera digamos, natural, es el primer tercio el que sufre la reducción, por las circunstancias apuntadas al inicio de este apartado.

Despedida de Calesero
(Aguascalientes, 13 de febrero de 1966)
Entonces, me arriesgo a enmendar la plana al Maestro Calesero y a afirmar que su notoria diferencia de brillantez entre el primero y el último tercio no se debía a una falta de cabeza de su parte, como parece insinuarlo en la transcripción anterior o al hecho de que no fuera un torero completo, pues seguramente que lo fue. Simplemente y esto es mi apreciación, es que Calesero practicó una tauromaquia que para el momento en el que tuvo que competir por encontrarse un sitio entre los principales de la torería de su tiempo, había caído en el desuso. Ya había ocurrido la revolución belmontina y se habían realizado las referidas faenas de Chicuelo a Lapicero, a Dentista y a Corchaíto, mismas que marcan el parteaguas histórico de la manera de lidiar a los toros, adquiriendo desde entonces primacía la faena de muleta, que de ser un trance meramente preparatorio para el final de la lidia, a ser la parte más importante de ésta.

Así pues, Calesero a mi juicio, paseó por los ruedos del mundo, durante una larga parte del siglo XX, quizás durante siete de sus décadas, una impoluta tauromaquia decimonónica, misma que aderezó e hizo propia, con sus propias creaciones y con el ejercicio prístino y personalísimo de las creaciones de otros de sus pares, principalmente toreros mexicanos, como la gaonera del Califa Rodolfo Gaona; la tapatía, el quite de oro, o la orticina del Orfebre Tapatío Pepe Ortiz, la fregolina de Ricardo Romero Freg o la saltillera de Fermín Espinosa Armillita, que sumadas a la caleserina y el farol invertido del trianero, resumen un brillante muestrario de lo que, pudiera considerarse una verdadera escuela mexicana del toreo.

Hoy en día, muchas de esas suertes han caído en el desuso. Los toreros actuales se han refugiado en la chicuelina y la navarra, llamada por estos pagos chicuelina antigua, desperdiciando una extraordinaria y lucida tradición de creación capotera. Más no todo parece estar perdido, El Juli tuvo la lucidez de acercarse a Calesero en su primera incursión mexicana y de aprender las creaciones de éste, que durante algún tiempo ejercitó en los ruedos del mundo, extendiendo la figura y la leyenda de su creador, Alfonso Ramírez Calesero.

Una interesante entrevista al torero se puede ver en el siguiente vídeo, realizada por el periodista de Guadalajara, Nadim Alí Modad:



Calesero falleció el 8 de septiembre de 2002 en la Ciudad de México. Sus restos descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres de la tierra que lo vio nacer.

domingo, 10 de agosto de 2014

Calesero, en el centenario de su natalicio (I)

Y, viéndote torear,
asomada al palomar
una paloma taurina
no cesa de aletear
como queriendo imitar
tu sin par chicuelina,
o aplaudir
tu verónica trianera
- viento poema de abril -
con rumor a Aguascalientes 
y olor a Guadalquivir . . .

Manuel Benítez Carrasco

La casa en la que nació Calesero hace 100 años
José Alfonso Ramírez Alonzo – así, con “z” está en su partida de nacimiento – nació el 11 de agosto de 1914 en la calle de la Cárcel, hoy el número 506 de la calle de Cristóbal Colón, en el Barrio de Triana o Barrio del Señor del Encino. Hijo del farmacéutico Justo Ramírez Sánchez, y su esposa Rosa Alonzo Parga – también con “z” está en la partida de nacimiento – Alfonso fue el cuarto de cinco hijos, de los cuales, estuvieron ligados a la fiesta Jesús, que fuera por casi cuatro décadas el empresario de la plaza de toros San Marcos y Arnulfo, que pretendió ser novillero en su día y que después fuera un destacado aficionado práctico. El otro varón, Ernesto, fue actor y director cinematográfico y de televisión, siendo conocido internacionalmente como Ernesto Alonso.

Casó el 28 de abril de 1942 con la señora Alicia Ibarra Mora, cuya familia también tenía ligas con la fiesta de los toros, pues en el año de 1948, en sociedad con los hermanos Armillita, Juan y Fermín Espinosa, el padre de ella, Antonio Ibarra Pedroza, funda la ganadería de Santa Rosa de Lima, de la que derivan las actuales de Medina Ibarra y San Isidro.

Del matrimonio Ramírez Ibarra nacieron seis hijos, Alfonso, José Antonio, Francisco, María Alicia, Virginia, Alejandra y Victoria. Los tres varones son matadores de toros, recordándose de Alfonso, que se anunciaba como Calesero Chico, la faena que realizara en la Plaza México al novillo Monarca de San Antonio de Triana el 14 de junio de 1964 y la de José Antonio El Capitán a Pelotero de San Martín el 9 de octubre de 1977, en la decimoséptima novillada de esa temporada. Actualmente un nieto de Calesero, César Alfonso Castro Ramírez también es matador de toros, anunciándose como El Calesa, representando con ello, la tercera generación de matadores de alternativa de esta familia.

Surge El Calesero

A espaldas de la casa de la familia Ramírez Alonso se ubica la calle que fuera conocida como calle de la Asamblea o calle Ancha, que recorre todo el costado Poniente del templo parroquial y del Jardín de la Paz, hoy conocida como la calle de Eliseo Trujillo. Relataba don Rubén Ramírez Cervantes, que en esa calle y en el jardín, los hermanos Rodolfo, Ramón y Julián Rodarte, toreros avecindados en Aguascalientes, pero originarios de Monclova, Coahuila, hacían ejercicio y practicaban el toreo de salón, poniendo en práctica las enseñanzas que recibieran de Enrique Merino El Sordo, banderillero sevillano que actuó en México desde finales del siglo XIX y que estuviera en la cuadrilla de Antonio Montes en la temporada de 1907, cuando el toro Matajaca de Tepeyahualco le infiriera la cornada que a la postre terminó con su vida. Pronto se agregan varios niños y jóvenes que atraídos por la actividad que los Rodarte desarrollaban, pronto se integraron a su ejercicio, iniciándose lo que se considera la primera escuela taurina de nuestra Ciudad.

Los hermanos Rodarte forman una cuadrilla juvenil, patrocinada por el gobernador Isaac Díaz de León y que formaban Rodrigo del Valle El Chino y Alfonso Ramírez, apodado en ese entonces El Cabezón, como matadores y Ricardo García Peña, los hermanos Rubén y Leopoldo Ramírez Cervantes, Manolo García y Juan Jiménez Ecijano de Aguascalientes. La cuadrilla se presenta en la plaza de San Marcos el 9 de agosto de 1927, con un gran triunfo, lo que les lleva a realizar una extensa gira por distintas plazas de la república, destacando la parte de la temporada en la que alternan con los hermanos Pepe y Manolo Bienvenida, que por esas calendas actuaban en México bajo la dirección del inolvidable Papa Negro.

Alfonso Ramírez se separa de la cuadrilla y el 23 de abril de 1930 se presenta como novillero en la feria de abril de su tierra, alternando con Fernando López y Miguel Gutiérrez El Temerario para lidiar novillos de Cieneguilla. El 1 de mayo de ese mismo año se presenta en El Toreo de la Colonia Condesa, en una corrida de concurso, cuyo cartel estaba formado por Manuel Jiménez Chicuelín, Carlos Segura, Manuel Cervantes, Ángel Gómez y Arcadio Ramírez, con novillos de Peñuelas y pese al buen astado que le correspondió, solo pudo demostrar que su toreo de capa no era cosa de todos los días. Con la espada estuvo fatal, sonándole los tres avisos desde el palco. Sobre su actuación de esa tarde, el influyente periodista Carlos Quirós Monosabio sentenció lo siguiente: Alfonso Ramírez será torero el día que a las ranas les salgan pelos

Será hasta 1935 cuando vuelva a El Toreo, apoyado por un comerciante catalán llamado Vicente Lleixá, que para presentarlo con Eduardo Margeli y evitar que éste se negara a programarlo nuevamente, le impone el apodo de El Calesero, mote con el que a la postre, Alfonso Ramírez sería conocido en todo el planeta de los toros. La tarde de su reaparición fue exitosa y le permitió desarrollar una intensa campaña que le llevaría a convertirse en matador de toros.

El 24 de diciembre de 1939, Lorenzo Garza, en presencia de David Liceaga, cede simbólicamente la lidia del primer toro de los de San Mateo corridos esa tarde, llamado Perdiguero. Confirmará ese doctorado en Madrid, en la plaza de Las Ventas el 30 de mayo de 1946, cuando lidiando cinco toros de Arturo Sánchez Cobaleda y uno de Julián Escudero, Pepe Luis Vázquez, con el testimonio de Pepín Martín Vázquez, le cede los trastos a Calesero.

Dentro de su dilatada carrera en los ruedos, Calesero encabezará el escalafón mexicano los años de 1958, 1959 y 1960 y se despidió de la Plaza México el 20 de febrero de 1966, tarde en la que alternó con Manuel Capetillo y Raúl García en la lidia de toros de Valparaíso. El último toro que mató vestido de luces en la plaza más grande del mundo fue Mañanero, del que se le otorgó una oreja. 

No obstante esa despedida, actuó en cinco festejos más, destacando el del 24 de julio de 1966, en Ciudad Juárez, mismo en el que dio la alternativa a su hijo Alfonso y el que Luis Ruiz Quiroz registra como celebrado el 2 de febrero de 1968, en Sombrerete, Zacatecas, alternando con Manolo Espinosa y Manolo Urrutia, corta cuatro orejas y un rabo a los toros de Torrecilla que le tocaron en suerte, siendo esta la última vez que vistió el terno de seda y alamares.

El Poeta del Toreo

Calesero siempre se distinguió por la calidad y la variedad de su toreo durante el primer tercio. Ejecutaba la verónica con gran pureza y aparte de sus creaciones, el farol invertido y la caleserina, era pródigo en la ejecución de una extensa variedad de suertes y de remates, como la larga cordobesa, que le valieron diversos calificativos encomiásticos, perdurando el que le impuso José Alameda, llamándole El Poeta del Toreo

Las Horas Doradas

Detalle de la placa colocada al exterior de la finca
Varias son las efemérides que se pueden recordar en la dilatada trayectoria de Calesero, como la del 15 de febrero de 1942, cuando en la plaza El Progreso, de Guadalajara, cortara las orejas y el rabo al toro Danzante de Rancho Seco; la del 19 de enero de 1946, en Orizaba, cuando actuando al lado de Fermín Rivera y Manolete, ante su brillante toreo de capa, el director de la banda de música le tocó el himno nacional, parando con sus huesos en la cárcel por semejante desacato; o la del 20 de abril de 1958, en El Toreo, ya en Cuatro Caminos, fecha en la que alternando con Manuel Capetillo y José Ramón Tirado, corta dos orejas a uno de los toros de Santacilia que le tocaron en suerte; o la del 18 de enero de 1959, cuando de nuevo en Guadalajara, se lleva las orejas y el rabo de Yuca de Tequiquiápan, actuación de la que Ignacio García Aceves, empresario de El Progreso dijera que de estar Calesero así todas las tardes, sería el dueño del Banco de México.

Pero la cota más alta de su andar por los ruedos del mundo la alcanzó Alfonso el de Triana el día 10 de enero de 1954, fecha de la reaparición de Fermín Espinosa Armillita en la Plaza México, completando la terna de esa tarde otro maestro, Jesús Córdoba, para lidiar toros zacatecanos de Jesús Cabrera. Carlos León tituló así su crónica para el diario Novedades: El Calesero saturó de arte la Plaza México; cortó una oreja, pero mereció el Premio Nóbel de la torería. En la manera epistolar que él acostumbraba, dedicada en este caso don Rodolfo Gaona, nos narra lo siguiente:
…¡Tarde completa y milagrosa, desde el quite al primer toro hasta la triunfal salida en hombros! Izado como un héroe sobre las cabezas de una multitud alucinada, se lo han llevado por las avenidas de la urbe, y para que este homenaje estuviera en consonancia con lo que El Calesero realizó, habría que traerlo en hombros durante todo el resto de la semana, hasta volver a depositarlo sobre la arena del circo monumental… ¡Qué alegría siente el aficionado cuando triunfan los auténticos artistas del toreo! Estoy seguro de que usted, si hubiera contemplado lo que en los tres tercios de la lidia realizó el diestro hidrocálido, habría sentido una gran emoción estética y, muy en lo íntimo, la satisfacción de ver resurgir a quien es capaz de seguir su escuela y continuar el dogma artístico que usted dejó como ejemplo de lo que debe ser el arte del toreo. Pues en esta tarde tan maravillosa que nos ha dado Alfonso Ramírez, no creo equivocarme al asegurar que usted hubiera sido el primero en decir: ¡Boca abajo todo el mundo, que ahí está uno de mis herederos!... He de confesarle, maestro, que hacía muchos pero muchos años que yo no sacaba el pañuelo en demanda de la oreja. Y hoy, ¡con qué alborozo me he unido al clamor popular, celebrando el renacimiento de un auténtico torero! La concesión del apéndice parecía poca cosa, pues para estos casos insólitos y ejemplares del bien torear, habría que ir pensando en inventar trofeos igualmente singulares. Pero, en esas dos vueltas al ruedo y en ese saludar desde los medios, se hará justicia a quien ha triunfado al fin en el ruedo de la metrópoli…
La partida de nacimiento de Calesero
Se pueden recordar también sus actuaciones en Maracay de 1956, cuando junto a Luis Miguel Dominguín y César Girón, Calesero corta las dos orejas al primero de los toros mexicanos de El Rocío, para salir a hombros; la que resultara su despedida de Caracas en 1957 con Curro Girón y Antonio Ordóñez, ante toros de Peñuelas; otra tarde en Guadalajara, de nuevo con toros de Tequisquiapan, el primer día de 1961, cuando mano a mano con Pepe Cáceres corta otro apéndice caudal, o su gran faena a Tarasco de San Mateo, también en El Progreso el 16 de diciembre de 1962, o las ocho orejas y un rabo de la despedida en Aguascalientes, el 13 de febrero de 1966. 

Después de que dejó de vestir de luces, Calesero actuó en un gran número de festivales benéficos. Uno de los que trascendieron, fue el organizado por Filiberto Mira y la cadena radiofónica SER organizaron en beneficio de las obras asistenciales de Radio Sevilla. Tuvo lugar el 18 de octubre de 1980 y actuaron en él Álvaro Domecq Romero, para enfrentarse a un novillo de Fermín Bohórquez y a pie, Calesero, Manolo Vázquez, Curro Romero, José María Manzanares, Tomás Campuzano y Manolo Tirado, para lidiar novillos de Juan Pedro Domecq, asunto del que ya me he ocupado en esta bitácora.

El día de mañana, dada su extensión, concluyo con estos apuntes.

domingo, 4 de agosto de 2013

1 de agosto de 1915: Rodolfo Rodarte triunfa en Tetuán

Rodolfo Rodarte en 1911
Rodolfo Rodarte fue originario de San Buenaventura, Coahuila, donde nació el 5 de febrero de 1887. Hijo de Luciano Rodarte, quien fuera en su día miembro de la cuadrilla de Ponciano Díaz – y se le atribuye el hecho de haber fundado la primera escuela taurina de México –, fue miembro de una dinastía de toreros de oro y de plata en la que destacaron José Julián Pepe, Refugio Cuco y Ramón en las infanterías y en la que fueron matadores de toros quien me hace distraerles en este momento y Julián

Tras de ser miembro de una de las primeras cuadrillas de niños toreros de este país – con la dirección de su padre y del banderillero Enrique Merino El Sordo – y después torear novilladas, es alternativado por Vicente Segura el 17 de enero de 1909 en Monterrey, con toros hidrocálidos de El Pabellón. Confirma esa alternativa en El Toreo de la Condesa el 3 de octubre de ese mismo año, apadrinándole Tomás Alarcón Mazzantinito y sirviendo de testigo Revertito

Rodolfo Rodarte se presenta en España en 1911 y aunque reside en Bilbao, suma un importante número de fechas en toda la geografía española, debutando en mayo de ese mismo año en la plaza de la Carretera de Aragón. Rodolfo va a alternar su presencia las temporadas mexicana y española hasta el año de 1924, cuando regresa a Aguascalientes, ciudad de la que será Presidente Municipal interino durante el año de 1927. En la galería del Salón Presidentes del Palacio Municipal, durante muchos años el retrato que daba fe del paso de Rodolfo Rodarte por la alcaldía, fue uno de él vestido de torero y con la montera puesta. Tras de ese paso por la política, se dedica a la enseñanza del toreo y a diversos negocios taurinos, falleciendo el 14 de diciembre de 1945.

Tetuán también es Madrid

Para el 1 de agosto de 1915, la empresa de la plaza de toros de Tetuán de las Victorias anunció seis novillos de don Antonio Arroyo, antes de don Ángel Cabezudo – hoy corresponde a la ganadería de La Guadamilla – para ser estoqueados por Rodolfo Rodarte, quien actuaba como novillero, pues en esos días las alternativas concedidas fuera de España no eran consideradas válidas. El sobresaliente para la ocasión fue el diestro originario de Gijón, Emilio Mayor Mayorito. Cabe indicar que lo que en ese momento era la ganadería ya de Antonio Arroyo se inicia en 1909 con ganado de Esteban Hernández, de origen Mazpule, Raso de Portillo y Espinosa – Zapata de Jerez de la Frontera y agregados vazqueños de Trespalacios.

La crónica de Don Benito en el semanario La Lidia aparecido el día siguiente del festejo, es en este sentido:
Con buena entrada se verificó la corrida de ayer, en esta plaza, lidiándose seis novillos de don Antonio Arroyo, de El Molar… El primero cumple en varas. Rodarte lo recorta capote al brazo. Con la muleta hace una faena valiente y desde cerca, entrando bien, da una estocada que resulta baja… El segundo toma cuatro varas, por tres caídas y dos caballos para el arrastre. Rodarte torea de muleta valiente, pero sin lucimiento, y termina con el toro de tres pinchazos, media contraria y un descabello… El tercero solo toma dos varas, por una caída y un caballo muerto, por lo que es condenado a fuego. Rodarte lo lancea superiormente. Con la muleta hace una faena valiente, y entrando bien, da un pinchazo hondo cayendo ante la cara del toro; después pincha otra vez y acaba de media buena… El cuarto toma cuatro varas, por tres caídas y cero caballos. Rodolfo hace una superior faena de muleta, y entrando muy bien da un pinchazo en su sitio y después una entera superior que hace polvo al bicho. (Ovación prolongada y la oreja)… El quinto toma cuatro varas por tres caídas y un caballo para el arrastre. Con la muleta hace Rodolfo Rodarte una faena superior y valiente, a pesar de estar el toro huido, hundiendo todo el estoque y oyendo una gran ovación… El sexto toma cuatro varas, por tres caídas y ningún caballo… Entre Rodarte y "Mayorito" se entabla un pugilato por cuál de los dos ha de matar al toro, ordenando la presidencia que lo haga Rodolfo; este da fin del toro y de la corrida de un pinchazo bueno y una entera superior… Resumen: El ganado cumplió, sin excederse. Rodolfo Rodarte superior en dos y bien en los restantes. Lo mejor de la corrida, dos pares de banderillas en el cuarto toro de José Rodarte, El servicio de caballos, detestable… La presidencia, muy acertada.
Como podemos apreciar, la calificación de Don Benito a la actuación del presidente del festejo es de muy acertada y como no pone excepciones, consideraré que incluye tanto el otorgamiento de los trofeos al diestro, como la negativa a que Mayorito matara al sexto toro de la tarde. Sin embargo, existieron otras apreciaciones sobre la actuación de la autoridad  del festejo y así Sansón, cronista de El Liberal, señala lo que sigue:
Hoy las cosas de toros están que arden, lo cual nada tiene de particular dada la temperatura que nos gozamos. Por todos lados surgen fenómenos y más fenómenos, que luego quedan en la estacada; todos se comen los toros crudos, sin duda porque carne poco pasada es más alimenticia... pero nada más que por eso… Siguiendo esta fiebre, ayer el mejicano Rodolfo Rodarte quiso “epatarnos” despachando él solo seis mocitos de Cabezudo, y aunque voluntad no le faltara, poco consiguió. Eso ya es harina de otro costal… En el haber del muchacho debe apuntarse el tanto de que salió a torear algo resentido de una pierna. Desde luego afirmo que Rodolfo estuvo valiente y cerca de los toros, aunque nerviosillo. Hizo algunas cosas buenas con capote y muleta; pero con el estoque no me satisfizo por completo, aunque se le concedieron las orejas de los toros cuarto y quinto… Esto de las orejas es otra de las cosas que se van poniendo muy feas. Antes no se concedían en estas plazas; luego se concedieron a faenas completas, sobresalientes, y ahora se otorga el galardón a un torero en cuanto da una estocada saliendo volteado, aunque ni la faena, ni la lidia en general hayan tenido nada de particular. De este modo llegaremos a ponernos a la altura de Vitigudino o Villaescusa, pongo por plazas… Con esto quiero decir que se vienen regalando orejas con gran profusión, casi injustamente. Y a otra cosa; basta de filosofías...
Por su parte Jusepe, en El Toreo, también del 2 de agosto de 1915, comenta la actuación del presidente en el caso de Mayorito de la siguiente guisa:
Luego, parte del público pidió que matara el sobresaliente, el cual se hincó de rodillas pidiéndolo, y como quiera que el presidente negó la petición, pues era Rodarte el espada anunciado para matar los seis toros, éste salió a despachar al bicho, haciendo la faena en medio de las palmas de unos y las protestas de otros… Dio varios pases buenos, entre ellos un molinete, y empleó para matarlo media estocada ida y una hasta el puño, cayéndose a la salida… Los dos hermanos fueron sacados en hombros de la plaza...
Rodolfo Rodarte
También hay discrepancias en las crónicas respecto de las pintas de los toros, pues en tanto que la mayoría coincide en que el primero fue un cárdeno salpicado; el segundo, colorado, careto y coliblanco; el tercero, simplemente colorado; el cuarto, berrendo en colorado; el quinto, negro, listón y meano y el sexto, también colorado, por su parte, el cronista de El País afirma que el primero fue berrendo en jabonero y que segundo, tercero y cuarto fueron berrendos en colorado. La distancia temporal impide conocer la realidad de la coloratura del encierro de Arroyo lidiado esa tarde, pero el voto de la mayoría en este caso creo que se impone.

Y termino...

La tarde del 1 de agosto de 1915 fue una de triunfo para Rodolfo Rodarte, quien una década después de estos hechos, junto con su padre y sus hermanos – principalmente Ramón – tuvieron funcionando en Aguascalientes una escuela para formar toreros. Primero en la Calle Ancha de nuestro Barrio de Triana y después en los rumbos del de La Estación. Y a fe mía que tuvieron éxito en su empeño, pues matadores de toros como Calesero, Rubén Salazar, Fernando Brand Jesús Delgadillo El Estudiante, aprendieron el oficio a su vera, al igual que Juventino Mora, Alfonso Pedroza La Gripa o don Arturo Muñoz La Chicha destacaron como novilleros o como toreros de plata.

jueves, 25 de abril de 2013

Tal día como hoy: 1956. Luis Miguel Dominguín, triunfador de la feria


La Plaza de Toros San Marcos fue escenario de las corridas de nuestra feria desde su inauguración, un 24 de abril de 1896. En su ruedo han actuado casi todos los toreros que la historia reconoce como las principales figuras de la tauromaquia, así entre los diestros hispanos, nombres como los de Antonio Montes, Luis Mazzantini, Ricardo Torres Bombita, el genial Rafael Gómez El Gallo, Ignacio Sánchez Mejías, Marcial Lalanda o Manolete en alguna fecha fueron parte del reclamo para que la afición se congregara en el coso de la calle de la Democracia.

El nombre de Luis Miguel Dominguín se suma a esa lista de ilustres, cuando es anunciado para lidiar mano a mano con Alfonso Ramírez Calesero, un encierro de don Ramiro González. Evidentemente el anuncio de esa corrida, segunda de la feria, produjo gran expectación, porque la presencia de una figura de la importancia del madrileño en nuestra plaza no era cosa común en aquellos años. La información previa a la corrida resalta lo siguiente:

Hoy es el día grande de Aguascalientes, y en la arena del coso San Marcos va a tener realización el tan ansiado y esperado mano a mano de Luis Miguel Dominguín y Alfonso Ramírez "Calesero"... No sería hiperbólico afirmar que en esta tarde, el centro de gravedad taurina del mundo estará situado en el coso San Marcos; sobre sus arenas se fijarán, plenas de expectación, las miradas de los aficionados de uno y otro lado del charco, dispuestas a dar fe de las hazañas de los dos ases del toreo... Incidentalmente, resulta adecuadísimo para festejar el sexagésimo aniversario de la inauguración del coso San Marcos, suceso que tuvo lugar la tarde del ya lejano 24 de abril de 1896... El lleno puede darse por descontado: la solemnidad de la fecha, la categoría y el indiscutible atractivo de los matadores y el ya sólido prestigio de la vacada de don Ramiro González, han despertado entre los aficionados de todos los puntos del país un interés y entusiasmo desusados por asistir al festejo... Todo se ha conjuntado para hacer de la de esta tarde una corrida excepcional, una fecha de relieve extraordinario, un festejo de los de pronóstico...

Ese era el ambiente previo a la corrida que resultó triunfal para Luis Miguel, según lo cuenta la crónica publicada en El Sol del Centro del 26 de abril de 1956, firmada en esa oportunidad por El Reserva y que en lo medular dice:

Triunfo rotundo de Luis Miguel. Cuajó dos faenas plenas de calidad, mando y torerismo. Chispazos de arte de Calesero; los de Ramiro González, nobles y fáciles. En tanto que Alfonso Ramírez fue de nueva cuenta el orfebre de los fugaces lances de calidad excelsa... Luis Miguel Dominguín cuajó una actuación pletórica de solidez y torerismo y, tras de haber sido recibido hostilmente, concluyó convenciendo a todos y llevándose consigo la admiración de forasteros e indígenas... No es la suya una de esas personalidades que, por lo brillantes o simpáticas se adentran luego en el corazón de los públicos, ni tiene su toreo la caleidoscópica luminosidad o la intensidad dramática que singulariza el arte de otros coletudos; por el contrario, su porte adusto, casi altanero, repele mejor que atrae, y su toreo que, por lo seco en ocasiones antójase desangelado, logra a la postre conquistar la admiración del pópulo por la ardua vía del convencimiento... El toreo es el arte de dominar las reses bravas; y esto, señorío absoluto sobre el astado, dominio de las suertes y de las variables situaciones de la lidia; la eficacia aunada al bienhacer, la destreza en feliz conjunción con el arte, tal fue, en síntesis, la actuación de Dominguín... Tan brillante como meritoria resultó su labor con el cuarto "Corsetero", un burel que como sus hermanos, fue noble y manejable, aunque no anduvo sobrado de alegría. Luis Miguel lo lidió con acierto, lo "metió" en el engaño y, midiendo con singular precisión el ritmo de cada embestida, tirando del bicho con mando inexorable, fueron brotando las tandas de derechazos, las repetidas series de pases naturales. Producíase luego, con oportunidad y gallardía el remate de la tanda, y a los pies del diestro rodaba la ovación. Porque el público, que principió jaleando débilmente los primeros muletazos, acabó por entregarse al madrileño y rendirle su admiración. Vinieron los adornos y, tras los adornos, la estocada en sitio desprendido, ejecutando la suerte con clasicismo. Y al rodar "Corsetero", albearon los tendidos y, con ambas orejas y el rabo del bicho en las manos, Luis Miguel recorrió el ruedo por partida doble... Tan lucido paréntesis tendría más tarde una prolongación durante la faena del sexto, "Canastero"... También entonces el dominio del diestro hizo factible la realización de un trasteo de tanta calidad y brillantez, como mérito, porque "Canastero", mansurrón y sin enjundia, acabó por rendirse al poderío de la muleta del madrileño que, como en su turno anterior, dedicóse a trazar reiteradamente la semiparábola del toreo verdad, con asentamiento, temple y mando singulares... Dos pinchazos rematados con una estocada honda en el sitio debido, dieron término a la vida de "Canastero". Y entre ovaciones y música y a hombros de los capitalistas, Luis Miguel Dominguín recorrió por última vez el ruedo sanmarqueño...

Como podemos ver, aún en esos tiempos se seguía reprochando a Luis Miguel Dominguín su participación en la corrida de Linares en la que perdiera la vida Manolete. A ello se agregaba el hecho de que su relación profesional y personal con Carlos Arruza no era de lo mejor, lo que trascendió a los medios de la época y por eso se le hostilizaba al aparecer por la puerta de cuadrillas. Eso aumentaba el grado de dificultad en sus actuaciones y el valor de los triunfos que obtenía, a partir de poder con los toros… y con los públicos.

El festejo de hoy: Corrida llamada Ponciana. Dos reses de Los Encinos para rejones y cuatro de San Isidro para Pablo Hermoso de Mendoza, Fermín Spínola y Joselito Adame.

domingo, 16 de octubre de 2011

Sevilla, 18 de octubre de 1980: Se convierte en seda el percal de Calesero...


El Acontecimiento Taurino de la SER

Anuncio del Acontecimiento de la
SER
 de 1980 en el ABC de Sevilla
En 1980 tendría lugar el XII Acontecimiento Taurino de la SER. Una idea que con la intención de homenajear al Arte del Toreo y de recaudar fondos para sus obras benéficas, Radio Sevilla puso en marcha por inspiración de Manuel Alonso Vicedo y con el empuje de quien por esos días era el responsable de la información taurina en esa emisora de radio, Filiberto Mira Blasco. Fueran corridas de toros o festivales a todo lujo – como el que ahora me ocupa y espero les ocupe a Ustedes – se venían organizando desde once años antes en distintas plazas de Andalucía, como Úbeda, Morón de la Frontera, Ronda y algunas otras, en las que se procuró siempre reunir a lo más destacado de la historia y del momento taurino presente.

El Acontecimiento Taurino de la SER, dice Santiago Sánchez Traver, en Un siglo de Corridas de la Prensa de Sevilla, vino a cubrir un hueco que dejó vacante la tradicional Corrida de la Prensa, en un lapso de tiempo que va aproximadamente de 1977 a 1987, decenio en el que, con el cambio de régimen en España, desaparecieron las Hojas Oficiales del Lunes y con ellas, dice, la mayoría de las Asociaciones de Prensa languidecieron o materialmente desaparecieron.

La presencia de Calesero en el festival, la explica Filiberto Mira en la segunda edición de su libro El Toro Bravo. Hierros y encastes, de la siguiente manera:
- Tengo ya, como sabéis algo más de sesenta años. No quiero morirme con la pena de no intentar dar un pase o un lance en la Maestranza de Sevilla. Toreé allí – la mejor plaza del mundo – una sola tarde y no tuve suerte. Plenamente consciente os digo que aún tengo valor para allí hacer el paseíllo.
Manolo Vázquez y Curro Romero, como impulsados por las fuerzas telúricas del sentimiento torero, con voz solemne y clara, exclamaron al alimón:
- ¡Tú torearás allí, y nosotros te acompañaremos!
Manolo y Curro me insinuaron – que comprometiéndose ellos dos a torearlo – yo organizara el XII Acontecimiento Taurino de la S.E.R., patrocinado por Radio Sevilla en homenaje al Arte del Toreo. El Señor del Gran Poder, al que se lo pedí, nos brindó un día de primavera en la tarde otoñal del 18 de octubre de 1980. El festival se celebró, y en él triunfaron – con bravos ejemplares de Bohórquez y Juan Pedro Domecq – El Calesero, Manolo Vázquez y Curro Romero. También éxito para Alvarito Domecq, José Mari Manzanares, Tomás Campuzano y el novillero Manolo Tirado. Se hizo ese día intensa realidad – cuando señorialmente besó El Calesero la arena de la Maestranza – la frase de Juan Belmonte al definir al toreo como una fuerza del espíritu...
Así fue como se gestó la presencia del torero de nuestra Triana en la Maestranza sevillana.



Calesero y Sevilla

Anuncio del debut de Calesero
en 1946 (ABC de Sevilla)

En 1946, Calesero hizo una breve campaña por plazas españolas. Sumó nueve festejos y la inició precisamente en el Coso del Baratillo, entrando al cartel del Domingo de Resurrección – 21 de abril – de ese año por la vía de la sustitución. El festejo inicialmente anunciado era con toros de Juan Belmonte para Manolo Escudero, Rafael Albaicín y Rafael Ortega Gallito. Dice la prensa de la época que se retrasó el regreso de los dos primeros de su campaña americana, razón por la cual el cartel se tuvo que reformular, dejando el mismo encierro y a Gallito firmes, pero entrando Calesero, que daría la alternativa a otro trianero, éste de la Triana andaluza, Bonifacio García Yoni. Tal y como lo relata Alfonso Ramírez, aun dejando buena impresión, la suerte le fue esquiva. La relación que hace Antonio Olmedo Don Fabricio en el ABC de Sevilla del 23 de abril siguiente sobre la presentación del diestro hidrocálido dice en lo medular esto:





El Calesero, bien plantado... se abrió de capa con su primero – el segundo de la tarde –, dibujando media docena de lances apretadísimos que arrancaron el olé unánime y entusiasta. Secundó también con unos faroles, también muy ceñidos, pero dejando el cuerpo al descubierto por alzar excesivamente los brazos, por cuanto el asta del toro prendió en las taleguillas, causando en ellas un pequeño desperfecto. Debió comprobar el mejicano en ese momento la enorme diferencia que hay entre el ganado andaluz y el que se cría en las haciendas de su tierra, y de allí en adelante todo fueron tanteos... Pero en tales intentos no dejaba de atisbarse la idoneidad que sin duda tiene, ostensible en la facilidad y tino con que ejecuta la suerte de matar. Si ponderamos las circunstancias de la presentación de El Calesero, lo emocionante que para él había de ser el caso, más la violencia de contraste por las razones antes anotadas, habremos dado con la razón de su a ratos desorientado quehacer. Sería por tanto, inoportuno y arriesgado un juicio definitivo sobre el mejicano, que a tiempo hemos de formular. La espera es sabia...
Aunque el cronista dejaba patente su intención de que se volviera a ver por allí a El Poeta del Toreo, eso no sucedería, al menos durante el extenso lapso de tiempo en que vistió de luces. Por eso el interés del torero de volver para intentar complacer a la afición hispalense.

El festival de la SER

La intención de Calesero, secundada por Manolo Vázquez, Curro Romero y Filiberto Mira se concretó para el 18 de octubre de 1980. Le acompañarían en el cartel el rejoneador Álvaro Domecq Romero, Manolo Vázquez, Curro Romero, José Mari Manzanares, Tomás Campuzano y el novillero Manolo Tirado y enfrentaron novillos de Juan Pedro Domecq para los de a pie y uno de Fermín Bohórquez para el caballero en plaza. El Acontecimiento fue un éxito en lo artístico y creo – por la entrada registrada – que también en lo económico – cosa importante dada su finalidad benéfica – y de lo que en él realizó Calesero, el entonces cronista titular del ABC de Sevilla, Joaquín Caro Romero escribió lo que sigue:
Alfonso Ramírez «El Calesero», serenísimo señor de Aguascalientes, llegó a emocionarnos. Le vimos poco, pero le vimos mucho. No sé si me explico. Poeta del toreo, le dicen. Y el toreo, antes que una cosa de críticos, es una cosa de toreros y de poetas. Tiene un increíble aplomo y empaque para andar por la plaza. Viejo y florido como el Cid del romance, reencarnado en la hospitalaria tierra mexicana, donde duermen el sueño eterno muchos poetas del éxodo y del llanto, entre ellos Luis Cernuda. Muchos brindis, casi todos los brindis de la tarde para el serenísimo señor de Aguascalientes. Suena bien y lo repito. No he cruzado ni media palabra con «El Calesero», por lo tanto mi impresión es de una absoluta imparcialidad. Lo poco que le vimos con el percal y la franela fue suficiente para situarlo entre los puros, entre los estetas del arte de torear. Los años no perdonan a nadie. Pero a ciertos toreros les pasa como al vino, “si más envejecido, más sabroso”. Sabroso fue su lancear. Sabroso su efímero trasteo muleteril. Media y dos descabellos. Su enemigo no se merecía más en sus manos. Y Sevilla, fina catadora, lo ovacionó con lágrimas en los tendidos. ¿He dicho algo? Lágrimas en los tendidos...”
Días después, don Luis Bollaín agregaría sus impresiones en una serie de artículos sobre el tema, dedicando a Calesero las siguientes líneas, en las que destaca su innegable torería:
ALFONSO RAMÍREZ «CALESERO», TORERÍA ADMIRABLE. EN EL REDONDEL DE LA MAESTRANZA, «EL CALESERO». – Ante nosotros, sesenta y seis años de la torería más excelsa. Un impecable traje negro, de pantalón largo y sobrio corte, cubre un cuerpo enjuto pero sin encorsetar, sobre el que emerge una cabeza firme y noble, de sienes plateadas y semblante bondadoso. “Por ver hacer el paseo a Lagartijo – era dicho entonces – podía darse el dinero de la entrada”. ¿Y qué se podrá dar – pregunto yo ahora – por ver a este singular azteca, en desfile al frente de la cuadrilla; o cruzando en recta el redondel al compás de un adiós que clava en las entrañas el dolor y la dicha del populoso homenaje sentido muy dentro; o los pasos despaciosos y solemnes, ensamblados en saludos de ceremonia, mientras el hombre - el torero -, circundando el anillo, siente como le cae en catarata... el fervor encendido y respetuoso de la Sevilla toda?
¿Qué se podría dar, sí, por ver a «El Calesero»? ¿Por ver lo que es y como está «El Calesero»? Un “ser” y un “estar” que aquí, en Sevilla, podría configurarse como el “estar” – el cómo estuvo – en el Festival de la SER. A mi juicio, estuvo justo para dejarnos constancia evidente de su gran torería. Aquellas dos verónicas iniciales – sí, sí, aquellas de “mano alta” – en las que llevó al torete embebido desde muy lejos, pasándoselo muy despacio, muy cerca y con limpieza impecable... a mí me pusieron de pie. A mí, ¡y a todo el público! ¿Y por qué – pregunto – sí solo quedaba baja, al final del lance, la mano de dentro y ello contradice el culto al supuesto dogma ¿hoy vigente?, de “las manos – las dos manos – bajas”? ¿Me perdonáis si os digo que aquellas dos verónicas llevaban el sello técnico y estético de Juan Belmonte? A lo mejor por eso nos pusieron en pie a mí... y a vosotros.
Luego, en la muleta, el novillete buscaba los tobillos. Era obligado enmendarse, corriendo. Mala cosa – difícil cosa – para el que vino al mundo en la década de los diez. Sin embargo, con qué torería admirable administró «El Calesero» sus fuerzas físicas, para resolver airoso la papeleta, sin verse en ridículo ni en angustias, dominado por el novillo...
Por último, es el propio Filiberto Mira quien, también en el ABC de Sevilla, comenta lo siguiente:
Bastó que le vieran hacer el paseíllo. Por sus hechuras intuyeron la poesía de su toreo. No hay – sin duda – un público más señero. El espíritu de Sevilla rindió homenaje tan sincero como emotivo al inefable Calesero, que con verdadera unción besó la arena de la Maestranza. Acertamos Manolo, Curro y yo al traerlo desde tan lejos para que las nuevas generaciones comprobaran que el arte del toreo rima con el señorío. A los que ya no son tan jóvenes se les humedecieron los ojos. Lo sevillano y lo azteca se fundió en un abrazo íntimo y cordialísimo...
Calesero en la portada del suplemento
taurino del diario ABC
No me cabe duda alguna de que uno de los detalles que más impresionan a los públicos en las plazas, es la torería que demuestre el actuante en el ruedo. Me consta que a Calesero, si algo le sobraba, era eso, torería, porque seguramente nació torero y ciertamente pasó a la otra vida siéndolo. Daba placer verle ya octogenario, pasearse por las calles y por las plazas con ese porte y con ese garbo al andar que le denunciaba desde lejos. Y con las telas en las manos… Por algo se decía que su capote de percal se convertía en seda… precisamente en la Hipérbole de Calesero, debida a la insuperable pluma de Pepe Alameda, algo que ya había traído a esta Aldea hace alrededor de un par de años.

Así como Alfonso Ramírez Alonso, Calesero, un torero de la Triana mexicana, de la de Aguascalientes, vio satisfecha su ambición de demostrar a la afición de Sevilla las posibilidades infinitas de su arte como torero, porque éste no tiene edad. Espero que esta remembranza les haya despertado el mismo interés que a mí, al momento de ponerla en este hipotético papel.

domingo, 9 de octubre de 2011

12 de octubre de 1977: El Presidente de México va a Sevilla a ver los toros...


28 de marzo de 1976: El candidato López Portillo en los
toros, con su esposa, El Soldado y Calesero

Tiempos hubo en los que la Fiesta de los Toros no era tan políticamente incorrecta y los Jefes de Estado y de Gobierno se dejaban ver en las plazas de toros con frecuencia y lo que es más, obsequiaban a sus visitantes distinguidos con corridas de toros organizadas precisamente en su honor. Aquí en México recuerdo a don Adolfo López Mateos llevando a los toros al en esos días emperador de Etiopía Haile Selassie o al Mariscal Tito de la otrora Yugoslavia y también al personaje que me invita a presentarles estas líneas, José López Portillo, acudiendo a la Plaza México cuando candidato a la Presidencia de la República, durante su campaña electoral, que acompañado de Armillita, El Soldado, Silverio Pérez y Calesero, el 28 de marzo de 1976, asistió junto con su esposa a la 14ª corrida de la temporada 1975 – 76, en la que ante toros de Jesús Cabrera, actuaron el rejoneador Carlos Arruza hijo y los matadores Curro Rivera, Manolo Arruza y Humberto Moro hijo. Es decir, no temió un resultado adverso en las urnas – debo aclarar que era candidato único – por hacer pública su afición a los toros.

José López Portillo y Pacheco fue Presidente de México de 1976 a 1982 y uno de los primeros actos trascendentes de su gobierno en el plano internacional fue el terminar las relaciones de México con el gobierno de la Segunda República Española en el exilio en 1977 – que se mantenían desde 1946 – e iniciarlas con el Reino de España recién reinstaurado. No debo dejar de lado que López Portillo hacía orgullosa ostentación de las raíces hispanas de su familia, los que situaba en una localidad Navarra, Caparroso. Fue hijo de José López Portillo y Weber, hombre de letras y nieto de José López Portillo y Rojas, político en la época porfiriana.

Corrida multipropósito

Imágen aparecida en el ABC de Sevilla con la crónica del
festejo del 12 de octubre de 1977
La corrida del 12 de octubre del 77 tuvo propósitos varios. Primero, la celebración de lo que originariamente se celebraba como El Día de la Raza y que hoy, de una manera más eufónica, se llama El Día de la Hispanidad. Después, también sirvió para apoyar las finalidades de la Asociación de la Prensa de Sevilla y como dirían los vecinos al Norte del Río Bravo last but not least, el agasajar a don José López Portillo, que como Antoñito el Camborio... fue a Sevilla a ver los toros. Para el efecto, se confeccionó un cartel integrado por el diestro de Gines Manolo Cortés, el del Puerto José Luis Galloso y nuestro paisano Manolo Arruza. Los toros inicialmente anunciados eran de los Herederos de Carlos Núñez, aunque al final, el cuarto sería de los Hijos de Eugenio Marín Marcos.

La crónica de Joaquín Caro Romero en el diario ABC de Sevilla, dice sobre el particular lo siguiente:
Tres brindis para México
En la Maestranza estuvo ayer no sólo un político, sino un aficionado a los toros, que sacó más de una vez el pañuelo desde la barrera para pedir la oreja. Pero hay otra faceta en la personalidad de José López Portillo digna de resaltarse. El presidente de la República mexicana es un humanista, un escritor, un poeta. Habrá mucha gente que no lo sepa, por eso yo lo destaco complacido... En México, algunos hombres de letras llegan a ocupar altos cargos políticos. Octavio Paz y Carlos Fuentes, dos extraordinarios escritores de vanguardia, han sido embajadores de México. Y no me extiendo en citar más casos. Antes de comenzar la corrida pensaba yo en uno de los libros que escribió López Portillo, el titulado «Quetzalcóatl», donde su autor trata, en una sugestiva prosa de inspiración lírica, de los orígenes míticos del pueblo mexicano. El espíritu del benévolo dios Quetzalcóatl parecía sobrevolar, mágico y voluptuoso, como un pájaro – serpiente, por las columnas del templo taurino del Baratillo. (Por cierto, esta obra del presidente escritor lleva el mismo título que un gran poema de Luis Cernuda, publicado en una revista mexicana en 1943)… José López Portillo, que es un hombre de visible campechanía, que es un intelectual y se expresa en el mismo idioma que nosotros, sabe lo mucho que hay de Sevilla en México, donde yace, en el Panteón Jardín, nuestro poeta Luis Cernuda, muerto, como tantos exiliados, en la hospitalaria tierra hermana...
Por su parte, don Luis Bollaín, en el mismo diario rememora:
...ayer, 12 de octubre de 1977, en Sevilla... Manolito Arruza nos dejó el paladeo – sin campanas a revolar, ni saludos a la llegada de ningún «Mesías» - de que por la plaza andaba un torero... Una actuación de Galloso cascabelera en sí y premiada con alegre cascabeleo, también, por parte de la presidencia... Cortés – ¡mala suerte en tu lote Manolo! – bordó, con cadencia, ritmo y hondura, los mejores lances de la tarde... A López Portillo – ancha simpatía de brazos abiertos – se le fue para la izquierda la montera brindada; pero, con tino y poder, con casta y amor propio de torero, repitió la suerte y, centrando el gobierno de la montera, la mandó hasta el mismo redondel...
Y también en el sevillano ABC remata don Filiberto Mira:
Estaba en la plaza el presidente de México y el festejo fue realmente un homenaje a su patria que es la de más tradición taurina de cuantas celebran nuestra fiesta. Las lentas, suaves y solemnes verónicas de Manolo Cortés en el quite al tercero fue como un buen recuerdo al buen capotear de Solórzano, de Silverio y El Calesero... Manolo Arruza, nacido allí y con sangre sevillana en sus venas, banderilleó con muchas agallas. En los toros de su lote evidenció que con los rehiletes – como tantos compatriotas suyos – tiene sello propio, pues lo hace levantando los brazos, asomándose al balcón y llegando despaciosamente hasta el filo de los pitones. Con la pañosa estuvo valiente y con el capote variado. Actuación la suya muy en tono mexicano, que no es mala música torera la de los mariachis... ¿Hubiera sido capaz el maestro Armillita de sacarle partido al sexto? Sinceramente creo que no. Lo que le hizo Arruza era lo exactamente correcto...
El resultado final de la corrida fue de un par de silencios para Manolo Cortés, que se enfrentó a Sultán y Serenito (de Marín Marcos) dos orejas y ovación tras aviso para José Luis Galloso, que lidió a Ratonero y Deseado y una oreja y ovación para Manolo Arruza, cuyo lote se integró por Corredor y Lechuguino. Los visitantes presenciaron la lidia de los toros primero y sexto desde el Palco Real y del segundo al quinto desde una barrera de primera fila y recibieron el brindis del primer toro de cada matador.

La realidad es que el viaje de López Portillo fue de promoción para México. Así lo delatan la Revista de tropas que realizara con el Rey Juan Carlos I, las rondas de conversaciones que sostuviera con el Presidente Adolfo Suárez, la presentación del Ballet Folklórico de México en diversos teatros, las ferias de muestras, las charlas que públicamente sostuvo con Felipe González, en esos días uno de los líderes visibles del PSOE y otras actividades, que fueron más allá que ir a Sevilla a ver los toros

En estos tiempos que corren…

Portada del ABC de Sevilla del
12 de octubre de 1977
Lo que me llama la atención de esta historia es el hecho de que a nadie pareció importarle esa presencia en la plaza de toros. Hoy cualquier Jefe de Estado se cuidaría muchísimo de pasar por allí para evitar incomodar a las buenas conciencias. No quisiera imaginarme lo que hubiera pasado, volviendo al anecdotario de don Adolfo López Mateos, si a un Jefe de Estado actual, se le ocurre hacer lo que a éste. Resulta que un día Cagancho fue a buscarle a su despacho. El torero de la calle del Evangelista estaba materialmente tieso. Una vez que le recibió el primer mandatario y el diestro le expuso su situación, llamó a su secretario particular y le ordenó incorporar al señor Joaquín Rodríguez Ortega a la nómina de la Presidencia de la República en calidad de consejero. Una vez que el gitano se retiró agradecido, el secretario preguntó que si ese no era un torero viejo y además español. El Presidente dijo secamente: es mi amigo y está en problemas… ah, y le manda su salario a domicilio… Seguramente en estos días, el Jefe de Estado en cuestión, sería linchado material o políticamente, por su afición y por dilapidar los recursos públicos.

Espero que esto les haya resultado tan interesante como a mí.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Relecturas de verano II: El aroma del toreo

El autor

El doctor Alfonso Pérez Romo que ha ejercido exitosamente la medicina, ha sido un destacado académico y en ese campo llegó a ocupar la Rectoría de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, además de que en las diversas actividades profesionales, humanísticas y literarias que ha abordado en el decurso de su existencia, se ha destacado como una persona triunfadora y reconocida por la calidad y la mesura de sus juicios.

Alfonso Pérez Romo es también aficionado a la Fiesta de los Toros, por la que siente:

Una atracción irresistible; un aprecio del toreo que va mucho más allá de su abigarrado colorido, su pintoresquismo, su derroche de valentía y su efusión de sangre; un asombro siempre nuevo por esa hermosa y noble bestia que es el toro de lidia; y una admiración respetuosa por el torero, extraño personaje del arte hispánico que cumple su actuación dramática al filo de la muerte.
Es afición le llevó a constituirse como empresario de la Plaza de Toros Monumental Aguascalientes en la década de los 80, junto con Julio Díaz Torre y el matador en el retiro Eduardo Solórzano, dando un giro radical a la manera en la que se organizaba nuestra Feria de San Marcos y en la combinación de sus aficiones, fue quien animó al Poeta del Toreo, Alfonso Ramírez Calesero, para que reuniera las memorias que son la base del libro que hoy da pie para que yo meta los míos.

La obra en cuestión

Solo el que vive los hechos sabe lo que son. Eso es lo que nos demuestra la recopilación de memorias y vivencias de un torero que se fue por la puerta grande. Aquí nos encontramos con lo que pasa por la mente del que se viste de luces por última vez, con lo que recuerda y con lo que ve en lontananza.

Al fin y al cabo, la obra que hoy intento comentarles contiene la expresión del valor humano en lo taurino, el reconocimiento de que el torero no lo debe ser solo en el ruedo y delante del toro, sino que el torero es un hombre y como tal interactúa con la afición, con la comunidad en la que convive y con su círculo más cercano, con su familia. Los toreros son humanos, aunque para oficiar, se vistan de dioses.

¿Cuándo se debe ir un torero? Decía un contemporáneo de Calesero, también su compañero de muchas batallas, que buena parte de la grandeza de don Rodolfo Gaona residía en que se fue de los ruedos cuando aun le podía a los toros. Seguramente y de lo revelado por Alfonso, el de Triana, ese tema es uno de los principales en esos momentos en los cuales los toreros hablan entre ellos de las cosas de su ministerio y es también quizá por ello, que El Calesa dio la vuelta a la página de su historia vestido de luces cuando lo hizo y como lo hizo, es decir, demostrando que el adiós se debía a una decisión personal y no a aquello que decía Guerrita, a que lo echaban. El contemporáneo al que me refiero es don Arturo Muñoz Nájera La Chicha, inolvidable torero de plata y personaje de la torería de Aguascalientes.

Otras revelaciones interesantes se contienen en la obra del doctor Alfonso Pérez Romo. Por ejemplo, nos cuenta el destino final de aquel toro de Vicente MartínezTerciopelo se llamó – que en la década de los treinta importara don Miguel Dosamantes Rul para Peñuelas, ejemplar único que en la historia de la ganadería brava mexicana es ya mítico.

Hombre de a caballo; significado tentador, Alfonso Ramírez Alonso hizo, ya hace casi medio siglo un análisis, que por lo que hoy vemos, resultó premonitorio. Lo hace cuando habla del toro de esos días, de su comparación con el que lidiaba en las plazas cuando inició su camino por los ruedos y de lo que veía para el futuro. En 1966 escribió:

En México, por el exceso de celo por conservar un tipo de toro y una sola línea genética, la casta se ha ido perdiendo y creo que esta experiencia ya se agotó. Nos guste o no, ha llegado el momento de refrescar, porque cuando la sosería se repite constantemente, la gente acaba por aburrirse y deja de ir a las plazas...

Y sigue diciendo:

...otra cosa que yo veo es que en mis tiempos de matador en activo, todos éramos diferentes; pienso en Armillita, “El Soldado”, Antonio Bienvenida, Garza, Silverio, Solórzano, Arruza, Manolete, Pepe Luis, Procuna, yo mismo. Todos inconfundiblemente personales y distintos. Y lo más importante: cada uno de nosotros hacíamos nuestro toreo totalmente diferente y original; ninguno llevábamos una faena hecha de antemano o estereotipada y el público que nos iba a ver siempre estaba a la expectativa de la sorpresa, de la espontaneidad, del momento inspirado…

Y lapidariamente concluye:

...la gente ya no va a los toros con la esperanza de ver el milagro de lo inesperado, sino a resignarse a ver la repetición interminable de lo mismo, así sea de buena calidad. ¡Como el arte y la artesanía otra vez!
Es a partir de esas reflexiones que Calesero penetra en los terrenos de la creatividad, del sello, de lo que lleva el titulo de la obra que pretendemos comentar, del aroma del torero y del aroma del toreo, aroma que dijera Arthur Miller, no se puede ver, pero se puede percibir y se puede recordar.

También nos habla de aquello que decía Lorca, había que buscar en las últimas habitaciones de la sangre, el duende, que brota cuando menos se espera y que no es de producción en serie; las condiciones deben estar dadas para que el torero se transfigure y en un momento y lugar determinado haga a los toros cosas que no son humanamente imaginables y aunque a Jesús Eduardo Martín Jáuregui no le parezca, he de afirmar como Pepe Alameda, esta es otra evidencia del seguro azar que representa el toreo.

La personalidad del hombre determina por anticipado la medida de su posible fortuna, expresó alguna vez Arthur Schopenhauer y por su parte, Óscar Wilde pareció agregar; cualquiera puede hacer historia, pero solo un gran hombre puede escribirla.

En El aroma del toreo estamos delante de una fracción de esa historia, bien delimitada en su esfera temporal; pero también, bien relacionada con sus antecedentes próximos y remotos.

Estamos delante de lo que considero es el legado de un torero a la afición y muy principalmente a sus pares. Vemos en sus pensamientos un examen preciso de su pasado y del presente que vivía cuando lo hizo y muy especialmente, del futuro que veía venir, y que hoy es para nosotros el presente.

Estamos delante de una breve parte de las memorias de un hombre que siendo padre y abuelo de toreros nunca dejo de tener presentes a su esposa, que a su vez, hija y hermana de ganaderos, conoce la fiesta desde sus entrañas y sabe que ese ver cara a cara a la muerte los días de corrida o de tentadero puede lastimar o fortalecer la armonía familiar, dependiendo de la manera de aproximarse a ella. En este caso, el lazo de unión entre Calesero, su esposa doña Alicia y sus hijos y nietos, después del amor, sin duda ha sido el vivir con autenticidad su taurinidad.

Esta es mi apreciación acerca de este interesante testimonio de vida y aprovecho el viaje para invitarles a leerlo, disfrutarlo y encontrar una a una, las múltiples aristas que representa la vida de un hombre dedicada por entero a la fiesta de los toros, siguiendo la máxima taurina:
Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda del sacrificio.

Aldeanos