domingo, 16 de julio de 2023

16 de julio de 1939: Presentación y triunfo de Lorenzo Garza en Bogotá


La temporada 1938 – 39 en el Toreo de la Condesa se sostuvo en las columnas que representaron los nombres de Armillita, Lorenzo Garza y Alberto Balderas, en tanto que, en el capítulo ganadero, fueron los hierros de Piedras Negras, La Laguna, San Mateo y La Punta los que aportaron el elemento esencial ante el cual los toreros escribieron páginas importantes de la historia patria del toreo.

Quizás una de las páginas que más trascendió nuestras fronteras, fue la que escribió Lorenzo Garza el domingo 15 de enero de 1939, cuando despachó en solitario una corrida de don Antonio Llaguno y ante dos toros de vuelta al ruedo, Terciopelo – al que le cortó el rabo – y Escribano, reafirmó su posición de ser una de las más destacadas figuras con las que contaba en ese momento, la torería mexicana.

La temporada invernal 1939 en Bogotá

Para el año de 1939, la conducción de los asuntos de la plaza Santamaría de Bogotá estaba a cargo de la propia corporación municipal a cargo del alcalde doctor Germán Zea Hernández y don Enrique de la Concha, administrador del coso. Y aunque la temporada taurina típica es a finales del calendario o inicios del año siguiente, para ese invierno del 39 diseñaron una breve temporada de tres festejos, edificada sobre toros colombianos de Mondoñedo y tres diestros nada más. Ellos serían los mexicanos Lorenzo Garza y David Liceaga, quien había recibido la alternativa definitiva el 18 de diciembre de 1938 en el Toreo de la Condesa, cerrando esa tarde cortándole el rabo al toro Trianero de La Punta y el torero zamorano Félix Rodríguez II.

La presencia del Califa de Monterrey resultaba ser el eje de ese breve ciclo. En una nota firmada por T.V.G. en la edición del diario El Tiempo de Bogotá salida el 13 de julio, se decía:

Lorenzo Garza es un torero de vergüenza. Pertenece a la «raza de reyes» loada en estupendo romance por Federico García Lorca, cantor de gitanos y toreros que se jugaban la vida en las encrucijadas del azar con un cantar en los labios. Vamos a verlo ahora reviviendo en el circo de Santamaría la clásica estampa de España, la que nos recuerda las navajas de Albacete y la sangre irrestañable de Federico…

En ese ambiente, el festejo inaugural se anunció para el día 16 de julio de ese calendario y sería un mano a mano entre el zamorano Félix Rodríguez II y Lorenzo Garza, evidentemente, enfrentando los toros de los señores José B. de Santamaría y Francisco García, es decir, de Mondoñedo, en esos días de origen Santa ColomaBuendía.

La corrida inaugural

La crónica firmada por K – Milo en el mismo diario El Tiempo, al día siguiente del festejo, tiene un interesante introito:

¡Así me las den todas! Sobre la corrida de ayer hice toda clase de pronósticos... que nadie me creyó. La gente supuso que Lorenzo Garza era un torero valiente e ignorante; creyó esa gente que Mondoñedo mandaría seis becerrotes; y nadie – ni yo mismo – pude convencerme de que el actual empresario – el municipio de Bogotá – pudiera hacer nunca una temporada de éxito… La primera emoción de la tarde la tuve al llegar al parque, y conste que entonces eran apenas las dos y cuarto de la tarde. La «cola» de espectadores formaba ya una larga fila hasta las puertas de sol, sobre la carrera quinta. Las ventanillas de los expendios no se veían, rodeadas de aspirantes a depositar su dinero allí, a cambio de boletos; y en ese momento apareció sobre las puertas el muy taurino y muy agradable letrero – para la empresa, se entiende – «se agotaron las entradas» … ¡Que viva el municipio! …

Como se ve, los carteles de toros, ofrecidos con imaginación y seriedad atraen a la afición y consiguen que las plazas se llenen. Pruebas en la historia hay, y muchas.

El triunfo de Lorenzo Garza

El concepto de triunfo hoy en día está reducido a la suma de orejas y rabos que un torero pueda obtener en una tarde determinada. Nunca está de más recordar aquella afirmación que se atribuye a Manolo Martínez, en el sentido de que esos apéndices no son más que retazos de toro. El triunfo real consiste en penetrar en el ánimo de la afición y en que esta espere ver a ese torero en una siguiente tarde, independientemente del marcador de trofeos o de salidas en hombros reglamentadas y, por ende, prefabricadas. El triunfo tiene su esencia en los tendidos, en los que pagan su entrada y no en porristas habilidosos y costaleros a sueldo.

Hago la anterior reflexión porque El Ave de las Tempestades triunfó en Bogotá ese domingo, aunque solamente se haya llevado una oreja en la espuerta. Pero el triunfo fue suyo. Así lo contó el nombrado K – Milo:

De Garza recuerdo toda su actuación. Sin embargo, quiero rememorar, en su primer toro, los cinco naturales a los acordes del pasodoble «El Novillero», en redondo, que le dio para iniciar la faena. Cinco naturales que no recuerdo habérselos visto nunca a ningún torero que haya actuado en Bogotá. Y, para que no se contradiga, rememoro: Ortega no los dio, porque nunca se «echó» la muleta a la izquierda; «Niño de la Palma» los dio una vez, pero ayudados con el estoque… Estoy hablando de figuras... Garza se llevó la oreja que obsequió el tendido 8. El de los grandes aficionados… Recuerdo también la forma de entrar a matar al primer toro; lentamente, cruzando, exponiendo y dejando al toro para el arrastre. Y algo más, la manera de matar al toro último de la tarde, un toro engatillado (corto de cuello), que por contextura física no dejaba pasar el brazo del espada, el cual lo «finiquitó» de media lagartijera clásica… En mi opinión, para no alargarme, lo que vi ayer a Garza con la muleta, me dejó plenamente satisfecho. Me declaro, desde ahora, «garcista» cerrado. ¡Y ya veremos el domingo lo que sucede!

La crónica afirma que el lote que le correspondió al torero de Monterrey fue el más complicado del encierro y que, sin embargo, el debutante se impuso a esas condiciones y dejó constancia del por qué era en su tierra uno de los diestros más cotizados. 

Félix Rodríguez II, también triunfador

El torero de Fuentelapeña también salió con la oreja del quinto en sus manos. El cronista refiere que sacó el mejor lote en el sorteo y, evidentemente, lo aprovechó:

El mejor lote le correspondió a Félix Rodríguez. Tuvo, sobre todo, un quinto toro, un ejemplar de bandera, a quien le colocaron el poco agradable nombre – no por importancia sino por ser ajeno a nuestro idioma y a nuestra raza – de «Marconi» … Y Félix logró triunfar con ese toro. Y le cortó la oreja. Y dio vueltas al ruedo. Y recogió flores. Así le formó el zamorano la pelea a Garza a base de voluntad, de deseos de agradar y de torear bien, sobre todo con el capote… Y, ¡qué bien toreó ayer con el capote Félix Rodríguez! ¡Tan bien como Garza con la muleta! ...

Hace algunos domingos escribía aquí sobre la redondez de una tarde de toros. Quizás esta puede ser un buen ejemplo de otra de esas tardes en las que todo sale como se debe y todos los que asistieron a la plaza, salieron satisfechos, contentos y deseosos de volver al siguiente festejo.

Los toros de Mondoñedo

El cronista planteaba al inicio sus temores de que el encierro a lidiarse fuera chico, cómodo, vamos. Sin embargo, los ganaderos presentaron un lote adecuado a las circunstancias y como todos los toros de lidia, algunos no tuvieron palabra de honor:

Bello lote de toros enviaron ayer los señores José B. de Santamaría y Francisco García. Gordos y buenos mozos. Como de rigor – aquí, en España, Méjico, y la Conchinchina rusa – salieron bravos y mansos…

De lo hasta aquí contado, creo que se puede apreciar que esos toros fueron aprovechados debidamente de acuerdo a sus condiciones y que sus criadores terminaron la tarde con su prestigio al alza.

El resto de la breve temporada

Para el segundo festejo de ese corto serial, se anunció para el 23 de julio a Lorenzo Garza y David Liceaga mano a mano y el cierre se daría el domingo 30 con una terna formada por Félix Rodríguez II, Lorenzo Garza y David Liceaga. En ambos casos, los toros serían también de Mondoñedo, ganadería colombiana que en ese momento era la que estaba a la cabeza de la crianza del toro de lidia en esas tierras.

Una feria breve, con un corto elenco, pero que, acomodando las piezas con imaginación, pudo captar la atención de la afición de la capital colombiana, dejándonos claro que entonces, como ahora, Bogotá es una de las capitales importantes de la América taurina.

domingo, 9 de julio de 2023

9 de julio de 1922: Una accidentada jornada en Tetuán de las Victorias

Plaza de toros de Tetuán de las Victorias

El arranque del séptimo mes del año 1922 no pudo ser mejor en el aspecto taurino para la afición madrileña. Fueron puestos a su disposición tres festejos en un radio territorial más o menos accesible, a modo de que pudieran elegir el que resultara de su interés. En la plaza de la Carretera de Aragón se dio una corrida de toros con un cartel formado por Bernardo Casielles, Enrique Rodríguez Manolete II y Eleazar Sananes, quienes enfrentarían toros del Marqués de Melgarejo. En la plaza de Vista Alegre, en Carabanchel, se ofreció una novillada en la que Francisco Navarro, Domingo Hernandoarena y el mexicano José Flores Joselito, se las verían con novillos de Manuel Santos, antes Antonio Fuentes

El festejo de la plaza de Tetuán

La tercera opción para la afición de Madrid se dio en la plaza de Tetuán de las Victorias. Allí ante novillos de Joaquín López de Letona y Gumersindo Llorente, actuarían Miguel Casielles – hermano del primer espada de la corrida de Madrid –, Enrique García Hilacho y el debutante gaditano José Ángel. He de confesar que al buscar un hecho significado en esta fecha para intentar contar algo este día, me encontré con el nombre del marchenero Hilacho y me vino a la memoria aquella narración de José Alameda, en el sentido de que, el primer festejo que recordaba haber visto en su vida, fue precisamente en Marchena y fue una novillada en la que actuó ese Enrique García

Las dos ganaderías que lidiaron en ese festejo tenían su asiento en Madrid. La de López de Letona es situada indistintamente en Ciempozuelos o en El Escorial – según la fuente que se consulte – y la de Llorente era del rumbo de Barajas, y creo que no está de más señalar que en parte de las tierras en las que en algún tiempo pastaron los toros de lidia de don Gumersindo, hoy está edificado el aeropuerto internacional Barajas – Adolfo Suárez de Madrid. Los dos ganaderos enviaron novillos de muy buenas condiciones. Escribió Pepe Lápiz en El Liberal del 11 de julio siguiente:

Pues nada, que D. Joaquín López de Letona y D. Gumersindo Llorente enviaron toros bravos, muy bravos, con nervio y con poder, que se iban tras el engaño, resolviéndose en un palmo de terreno. Eso fue todo… Los tres primeros lidiados fueron los de Letona, y fueron terciados: de veinte a veintidós arrobas, suaves, pastueños, blandos de patas, finos de pezuña, bien criados, no exagerados de defensas, pero con poco nervio, especialmente el primero y tercero… Otros toreros hubieran armado el escándalo con esos toros, ya que se prestaron a ello; donde les mostraban el engaño, allá acudían; ¿para cuándo aguardan estos fenómenos? …Los otros tres, de Llorente, fueron también muy bravos, pero grandes, el lidiado en cuarto lugar, en la plaza de Madrid, hubiera sido un toro de bandera; tenía ocho años y unas veintiocho arrobas; tipo de toro tan perfecto no se ha presentado en Madrid hace muchos años; no tenía más defecto que presentaba una nube en el ojo izquierdo; pero de bravura hubiera podido competir seguramente con el del señor Tabernero que tan celebrado fue, justamente, desde luego, en la plaza de Madrid... No me explico como el señor Llorente no guardó este toro hermoso, bravísimo, para semental. Los otros dos, quinto y sexto, hermosos también y bravos, aunque no tan grandes…

El resto de las opiniones de la prensa de la época va en el mismo tenor. Los novillos que salieron al ruedo fueron para hacerles fiestas y, diríamos hoy, para cortarles las orejas, pero la tarde se torció y las cosas se dieron de otra manera.

Presentación y despedida

Voy a faltar a la tradición y a comenzar por quien salió al ruedo en tercer sitio. Un novillero de Cádiz anunciado como José Ángel y del cual no encontré más señas en anuarios, revistas o libros de referencia. Creo que después de enterarse de lo que sucedió en esta tarde en Tetuán, se podrá comprender por qué su historia torera se perdió en esa forma. Decía que le correspondía lidiar, en principio, al tercero y al sexto de la corrida, es decir, uno de López de Letona y otro de Llorente, pero no mató a ninguno de los dos. Quien firmó como Don Valentín, en el diario La Voz de Madrid del día siguiente del festejo relata así su paso por ese ruedo:

El que debutó ayer, el José Ángel de nuestros pecados, miedoso, ignorante, sin haber hecho nada más que el ridículo, tomó la muleta, se acercó al toro, y al arrancársele el bicho, se tiró al suelo y se quedó «dormido» en la arena. Le llevaron a la enfermería. Allí, según nos contaron luego, ocurrió el número más divertido. Le reconocieron tres médicos, y los tres certificaron que no tenía nada; pero José Ángel se empeñó en que estaba gravísimo. Prevaleció el criterio de los médicos, y los agentes plantearon a su vez un dilema: al ruedo, o a la cárcel. José Ángel no lo dudó: a la cárcel. Y se lo llevaron…

Fue la primera baja de un festejo que a la postre resultaría accidentado, pero sin padecer lesión alguna, únicamente fue vencido por su propio miedo, que le hizo preferir la cárcel que enfrentarse al toro y a la multitud.

Miguel Casielles

El torero asturiano, cuyo hermano actuaba casi al mismo tiempo en la plaza de Madrid, tuvo una tarde, según a quien se lea, cercana al desastre o de acuerdo a los más ecuánimes, esforzada. J.C., en el ABC madrileño, describe así su labor:

Casielles, que había estado lucido con la capa y regular en la muerte del primero y del tercero – al que tuvo que despachar por haberse inutilizado el debutante –, fue cogido aparatosamente en el segundo pase, ingresando en la enfermería con un varetazo en un costado y conmoción visceral…

Por su parte, el anónimo cronista de El Imparcial, también de Madrid, relata su actuación de la siguiente manera:

Miguel Casielles, que en las anteriores corridas en que actuó ya había fracasado, quedó, así como para retirarse. Derrochó enorme miedo en su primero, y en el cuarto no hizo absolutamente nada; pero el toro le dio un achuchón y se fué a la enfermería, no volviendo al ruedo, aunque sólo le apreciaron «excitación nerviosa»…

Así pues, Casielles también terminó en la enfermería, anotando quizás el destino trágico al que iba encaminada su existencia. Cossío lo incluye en su tratado señalando sus inicios en 1924 y ya vemos aquí que arranca al menos un par de años antes; luego, señala su paso a las filas de los de plata en 1927, pero actuó como jefe de cuadrillas en Madrid cuando menos en tres novilladas en agosto de 1928, marzo de 1929 y agosto de 1931. Murió el 23 de agosto de 1934, tras de sufrir una cornada penetrante de vientre precisamente en Tetuán, cuando salió de banderillero en una novillada que torearon Edmundo Zepeda, Miguel Cirujeda y Rafael de la Serna, ante novillos de María Montalvo.

Enrique García Hilacho

El torero de Marchena que reveló la fiesta a José Alameda estuvo a punto de quedarse con cuatro toros en esta fecha de hace 101 años. Los dos de su lote, el segundo de Casielles y el segundo de José Ángel. De hecho, terminó matando tres. Y un sector de la crónica le tomó en cuenta el esfuerzo que realizó, como Jusepe, quien para el semanario El Toreo, escribió:

Lancea regular en su primero y se luce en quites. Muletea valiente y enterado, y da fin del novillo con un pinchazo y una buena estocada. Es ovacionado. En su segundo desiste de lancear por no reunir condiciones el bicho. Como llegó difícil a la muerte, lo muletea con inteligencia, para un pinchazo, media bien puesta y tres intentos de descabello. Por las cogidas de Casielles y José Ángel, tuvo que matar el cuarto, haciéndolo gracias a su inconmensurable valor; pues el novillo se puso muy difícil. Intentó matar el sexto, y no pudo por resultar cogido en el primer pase. El toro fué retirado al corral por no haber matadores…

Las relaciones más duras, criticaron el hecho de que Hilacho se haya retirado a la enfermería por apenas un palotazo en la mandíbula, cuando veremos más adelante, que recibió una cornada en la cara que le penetró la cavidad bucal.

Por esa razón el presidente Pérez de Soto, suspendió la corrida antes de morir el sexto de la tarde – de Llorente – pues hirió a Hilacho cuando toreaba de capa, y al quedarse las cuadrillas sin matadores, no había manera de finiquitar el festejo, a pesar de las protestas de la concurrencia. Recorte, en La Libertad, recomendaba ecuanimidad al público por esa situación. 

Esa actuación le valió un par de actuaciones más en Tetuán y el 15 de agosto, Hilacho logró presentarse en Sevilla. Dice Cossío que permaneció en los ruedos hasta el año de 1930 y que se quedó a vivir en Madrid, dedicándose a empleos completamente extraños al taurinismo.

Los partes facultativos

El semanario El Toreo publicó los partes que rindió el doctor Fernández Almiñaque, encargado del servicio en la plaza de Tetuán, y son de la siguiente guisa:

Durante la lidia del cuarto toro ingresó en la enfermería el espada Miguel Casielles, con una fuerte excitación nerviosa y diversos palotazos que le impiden continuar la lidia.

Durante la lidia del sexto toro ha ingresado en esta enfermería Enrique García (Hilacho), con una herida contusa en la región maxilar inferior derecha, de unos seis centímetros de extensión, penetrante en la cavidad bucal. Pronóstico reservado.

Aparte, recibieron atención en la enfermería, según las crónicas el alguacil Isidro Agamias, por un toro que saltó la barrera, al igual que un empleado del servicio de plaza identificado como El Cubano; el banderillero Malagueñín; tres monosabios que no fueron debidamente identificados; el delegado de la autoridad Antonio Martínez; y, un par de crónicas mencionan a un sobresaliente, sin identificarlo también.

Así pues, el de Tetuán fue un festejo muy accidentado y con mucho trabajo para los médicos en la enfermería.

En otros frentes

En Madrid fueron heridos Manolete II y el picador Formalito; en Carabanchel, Francisco Navarro recibió una cornada calificada de muy grave, y el fotógrafo Arturo Torres también fue lesionado al saltar el segundo de la tarde al callejón. En Valencia, pasaron por la enfermería Eugenio Ventoldrá y Algabeño; en tanto que en Bilbao, Gallito de Zafra también tuvo un pronóstico de muy grave.

Como podemos ver, el domingo 9 de julio de 1922 fue uno de esos que pasan a la historia, pero no por la luz del triunfo, sino por las sombras que generan el dolor y la sangre derramada por los toreros heridos. También esos momentos de la historia del toreo, se deben recordar.

domingo, 2 de julio de 2023

1º de julio de 1923: se cierra la historia de Rodolfo Gaona en ruedos de España

Anuncio de la corrida en el diario
Noticiero Universal 30/06/1923

La temporada 1922 – 23 en el Toreo de la Condesa fue, para Rodolfo Gaona, una de marcados contrastes. En la columna de los grandes triunfos, han pasado a la historia sus actuaciones en la 12ª tarde del ciclo, cuando realizó su gran faena al toro Curtidor de Atenco y la del domingo siguiente, después de que sus seguidores le colocaran la tiara de Pontífice del Toreo, a Sangre Azul de San Diego de los Padres

Pero también tuvo tropiezos significativos, pues en la tercera, se le fue vivo Cubeto de Piedras Negras; en la cuarta, un toro de Atenco lo hirió de consideración en un brazo; en la décima, él y Marcial Lalanda salieron abroncados después de una tarde aciaga y en la décimo sexta, sin tener que ver en el asunto, la concurrencia desquitó con el Califa su enojo, porque le correspondió el lote parchado de un encierro de Palha, que llegó a México con solamente cinco toros aptos para la lidia.

Quizás era que la afición de la capital estaba impresionada por los alardes de valor de diestros como Luis Freg, Juan Silveti – que fue el que más tardes actuó en la Condesa – o aquél que fue banderillero de Belmonte, el trianero Manuel García Maera, quien en una tarde cortara los dos rabos de los toros que le tocaron en suerte. Y también las valerosas excentricidades de Larita. La cuestión es que, había razones suficientes para justificar la subida del nivel de exigencia hacia el llamado Petronio de los ruedos y los que pagan su entrada, las hicieron valer.

Rafael Solana Verduguillo narra en su recuento histórico de la fiesta de esa época, acerca de esa situación, lo siguiente:

A mediados de ese año de 1923, Gaona partió para España. No tenía el menor deseo de ir a despedirse de los públicos españoles, pero “Monosabio” y yo casi lo obligamos… “Debes poner tierra de por medio. Rodolfo, dijo don Carlos Quirós en cierta ocasión en que comíamos juntos accidentalmente… Le decía yo a Rodolfo, manifestó don Carlos, que sería muy conveniente que se fuera a España. Es necesario que la gente deje de verlo, que se ausente para que el público lo extrañe. Cuando los artistas viven en un lugar, como que se le pierde la estimación a fuerza estarlos viendo a todas horas… Soy de la misma opinión, dije yo, Gaona debe irse, aunque toree poco, aunque no gane nada. La ausencia estimula al afecto…”. Al terminar la comida, Gaona nos prometió que saldría para Europa. Torearía poco, unas cuantas corridas en España, otras en Francia y se despediría definitivamente de aquellos públicos…

Así fue, de acuerdo con el periodista veracruzano, que don Rodolfo Gaona se decidió a intentar una campaña de despedida en los ruedos de Europa.

La realidad de la fiesta en España

Al llegar Rodolfo Gaona a tierras hispanas, se encontró con una realidad muy distinta a la que había dejado allá un par de años antes. Ahora para actuar en las plazas de importancia había que pertenecer a la Sociedad de Matadores de Toros y Novillos, una agrupación sindical que era controlada bajo cuerda por la Asociación de Empresarios y Propietarios de Plazas de Toros de España, misma que, si hacemos caso a la historia escrita en España, surgió hasta 1924 y con la finalidad de impedir que Ignacio Sánchez Mejías pudiera torear en las plazas que pertenecían a esa asociación – Madrid, Sevilla,  Bilbao, Valladolid y Vitoria entre las más destacadas – estableciendo además para los otros toreros, un honorario máximo de siete mil pesetas. Así se lo contó a Monosabio el Indio Grande:

Yo fui a España a saludar a mis amigos y a despedirme de los públicos que más me quisieron: torearía ocho, diez corridas, en ciertas plazas: serían las últimas corridas, porque ya hay que ir pensando en otra cosa… Eso sí: mantendría mi categoría y la haría respetar en todo, especialmente en lo que mejor se demuestra: ¿Cuánto cobras? Tanto vales… Nada de pensar en pelear con nadie, ni en quitar a ninguno el sitio que justa o injustamente disfrute… Pero, no pudo ser sino a medias... Las empresas estaban sindicalizadas. Los toreros sindicalizados y los ganaderos también. Para torear había que ingresar en esa Asociación que manejan los empresarios: ellos fijaron que ningún matador de primera fila habría de cobrar más de siete mil pesetas, y para mí esa suma es una insignificancia, porque no me alcanza para los gastos más indispensables. No quisieron hacer sino una excepción en favor de Rafael “El Gallo”, pero no para mí… Y yo pensé que las categorías y el precio los señalan los públicos y no los sindicatos. Está bien que se reúnan en manada los que no pueden andar solos… El cartel hay que buscarlo toreando. Y no accedí a ingresar en el Sindicato, ni acepté la tarifa standard que habían aprobado Y... no pude torear sino en las plazas que habían quedado fuera del control de las empresas asociadas y con los toreros que no se habían sindicalizado...

Ante ese escenario, Rodolfo Gaona apenas pudo actuar en un puñado de festejos y por supuesto, las plazas de importancia quedaron excluidas de su gira de despedida. Sin embargo, en Lisboa cobró lo que ninguno antes había recibido por actuar allí y en Barcelona, no en la Monumental, tampoco en Las Arenas, pero sí en La Barceloneta, pudo impartir su postrera lección magistral, misma que ha quedado para la historia, por lo que el hecho en sí representa, como por lo que en la fecha el torero de León realizó.

Rodolfo Gaona y Beato

Para el domingo 1º de julio de 1923 se anunció una corrida de toros en la plaza de toros de La Barceloneta. La publicidad señalaba que se lidiaría un encierro de Arribas por Rodolfo Gaona, en su despedida, Diego Mazquiarán Fortuna y Francisco Vila Rubio de Valencia. Aclaro que la publicidad anunciaba los toros como procedentes de Arribas, porque posteriormente la mayoría de las crónicas señalarían que procedieron de Andrés Sánchez y Sánchez, de Salamanca y aún algún otro indicó en su información que fueron de la Viuda de Tovar.

El cuarto de la sesión se llamó Beato, fue cárdeno oscuro y tras de ver el resultado del conjunto del festejo, fue el mejor de la corrida. Ante ese Beato, fue que Rodolfo Gaona dejara su última gran exhibición de arte y de poderío en ruedos españoles. La impresión que causó a quien firmó como Carrasclás en el diario barcelonés Noticiero Universal, fue la siguiente:

El toro “Beato”, un cárdeno de buen tipo, no fue un portento de bravura. Fué más noble que bravo, aunque se arrancó pronto y bien a los caballos. Lo que hizo a pedir de boca es embestir, dando lugar a Gaona, que no deseaba otra cosa que un buen toro para torear, á que nos extasiara primero con unos lances de capa que fueron un modelo de arte, de temple y de finura, que se premiaron con una atronadora ovación… Cambiado el tercio, cogió banderillas Gaona y en un santiamén, pronto y ligero, para que no se le agotase el toro, con su arte peculiar y su seguridad pasmosa, clavó cuatro soberanos pares, premiados con otras tantas ruidosas explosiones de palmas… Pero con todo y ser lo relatado tan exquisito, dejó Rodolfo lo más asombroso para el final… Y el acontecimiento fue un faenón enorme. El soberbio ayudado con que Rodolfo lo empezó, levantó un olé, y al olé siguió una formidable ovación por tres naturales magnos que dio Gaona a continuación, ligándolos admirablemente, a los que siguieron uno alto finísimo y otro de pecho estupendo… El entusiasmo que la faena provocó, delirante. No tuvo Rodolfo completa suerte al matar. Aunque arrancó con decisión y bien, coló poco el estoque en las dos veces que entró, y tuvo que descabellar, pero no por esto dejó de ser la ovación final tan enorme como fue la faena, viéndose obligado el gran torero a dar una vuelta triunfal y á salir tres veces á los medios por no cesar los atronadores aplausos...

Por su parte, el corresponsal del diario El Heraldo de Madrid, advirtió lo siguiente:

Cuarto. – Cárdeno y bien puesto. Gaona es ovacionado al veroniquear; en un quite, en el que deja saborear su excelente estilo de torero, es de nuevo ovacionado. Gaona coge los palos, y al cuarteo, deja un par superiorísimo; repite con otro de poder a poder, inconmensurable. (Ovación). Clava otro en la misma forma y cierra el tercio con uno de frente muy bueno. Brinda la muerte desde el centro de la plaza. Comienza la faena de muleta con un pase ayudado por alto con los pies hundidos en la arena, y después lo más grande que Gaona ha hecho en Barcelona; una faena ligada de pases de pecho y naturales, pases improvisados, pases de molinete; se tira a matar y deja media estocada; sigue toreando entre ovaciones y música, y se tira de nuevo y señala un buen pinchazo; intenta el descabello, y acierta al primer intento. (Ovación, dos vueltas al ruedo y salida por tres veces a los medios. Petición de oreja que el presidente no concede)…

El diario madrileño Informaciones, en la relación de su corresponsal, destaca:

CUARTO. – Gaona da unos lances quieto y airoso y es muy aplaudido. Tardeando y sintiéndose al hierro toma el toro las varas reglamentarias y hay un quite por barba, muy adornados. Rodolfo coge los palos, y en un santiamén pone cuatro pares; los tres primeros de poder a poder, estilo Joselito, que se ovacionan, y el cuarto cambiando el viaje, muy fino. (Ovación)… Brinda desde el centro de la Plaza para despedirse, y empieza la faena con un pase por alto, superior; sigue con tres naturales, soberbios, seguidos del de pecho, continúa con la faena más grande que ha hecho este torero en Barcelona, en la que cada pase es un derroche de arte y maestría. (música, ovación continua y el delirio). Entra bien a matar para media desprendida. Más trasteo y un pinchazo alto. Descabella. a pulso y se repite la ovación grande, petición de oreja que ha debido concederse; vuelta al ruedo y salida tres veces a los medios. Todo merecido…

¿El pase del centenario?

El cronista del Noticiero Universal, al mediar el cuerpo de su narración de la faena de Gaona a Beato, se detiene a describir lo siguiente:

Loco el público, pidió música, y a sus acordes Gaona prosiguió su magnífica labor, dando dos vistosísimos pases cambiándose la muleta, tras de los cuales cayeron gorras y sombreros al redondel; dos ayudados finísimos, uno soberbio de rodillas, un molinete, dos de costado (a modo de gaoneras), dos de pecho con la izquierda y un natural con la derecha, todos ellos dados con arte soberano y una finura, una suavidad y un temple superiores a toda ponderación…

Dos de costado a modo de gaoneras... Eso seguramente es una descripción de una suerte no vista antes por el cronista de Barcelona y que fue estrenada por Rodolfo Gaona el 20 de septiembre de 1921 en el Toreo de la Condesa, aunque en las crónicas de la corrida celebrada el 27 de abril de 1919 en Madrid, al describirse su faena al toro Vizcaíno del Duque de Veragua, también se relata que con la muleta dio dos preciosos pases gaoneros, como las gaoneras o de frente por detrás… No es una suerte que se haya prodigado y parecía en buena medida una verdadera entelequia, pero ya tenemos aquí una tercera referencia escrita a su realización en una corrida de toros por parte de su autor.

La prensa de Madrid

La prensa taurina madrileña materialmente ignoró el paso de Rodolfo Gaona por España en esa breve y última temporada que hizo por sus plazas. Pero tuvo buen cuidado de anunciar su regreso a México, como se puede ver de esta nota aparecida en el semanario El Toreo del 16 de julio del mismo 1923:

Amigos íntimos de Gaona expresan la amargura que este diestro ha sentido por el vacío que se le hace en España… Volvió a España, esperando una acogida satisfactoria; pero se duele de la actitud de sus compañeros españoles, que le dificultan actuar, poniéndole vetos que le hacen imposible su estancia, malogrando sus deseos de despedirse del público español… Se dice que vendrá a España con objeto de organizar corridas por su cuenta y dar trabajo a los toreros modestos, despidiéndose después; pero las empresas y los toreros le han impedido que actúe en plazas no asociadas… La última corrida que ha toreado en Barcelona cierra su despedida en España… Ahora marcha a Lisboa, regresando seguidamente a Méjico… Hace comparación entre el modo que se le atiende a él aquí y cómo se le recibe a los toreros españoles que van a Méjico… Cree absurdo pagar una multa y sufrir un castigo que le imponga la Unión de Matadores, ligándole a una dependencia de las empresas…

Como se puede leer, las heridas que quedaron abiertas con la salida de Gaona de España en 1920, no estaban debidamente cerradas. La prensa de la capital española no le podía perdonar que se hubiera mantenido en una primera fila por más de una docena de años en competencia con las cumbres de la llamada Edad de Plata de la fiesta española.

Pero se pudo despedir, donde sus méritos fueron tenidos en cuenta, como una figura del toreo, demostrando que estaba en plenitud de facultades y que podía, de así quererlo él, competir con quien se le pusiera delante.

domingo, 25 de junio de 2023

Mexicanos en solitario en ruedos europeos

Hace una semana el michoacano Isaac Fonseca, demostrando una vez más que lo único seguro en el toreo es el azar – Alameda dixit – terminó por matar con lucimiento él solo seis toros en la plaza de Colmenar Viejo. El festejo, final de la Copa Chenel, se anunció como un mano a mano en el que alternaría con el salmantino Juan del Álamo, con toros de tres ganaderías diferentes y de distintos encastes y que, al decir de las crónicas, algunos fueron destartalados en sus hechuras.

El que abrió plaza se echó a los lomos apenas en los quites a Juan del Álamo y ese seguro azar del toreo dejó las cosas dispuestas para que Isaac Fonseca tuviera a su disposición la corrida completa, que al final, resultó ser de cuatro ganaderías distintas y solamente se lidiaron cuatro de los toros anunciados originalmente. Es de resaltarse que el torero mexicano también fue herido por el tercero de la tarde y que, con discreción, se mantuvo en el ruedo y concluyó la tarde. Llevaba, durante la lidia de los tres últimos toros, una cornada de 18 centímetros en la zona de la rodilla derecha, lo que no le impidió cerrar triunfalmente su actuación.

El resto de esta historia ha sido ya contado con amplitud y también se da seguimiento a la evolución de los toreros heridos, pero al calor de este suceso, surgen preguntas acerca del número y época de las oportunidades que han tenido nuestros toreros de actuar en solitario en ruedos de Europa, sea porque así se hayan anunciado o porque la suerte los dejó en esa circunstancia. 

Hemos hecho una revisión de los libros de la historia, y esto es algo de lo que se ha podido encontrar.

Rodolfo Gaona

28 de junio de 1908, en Tetuán de las Victorias, cuatro toros de Basilio Peñalver. Esta actuación la organizó su maestro Ojitos, con la finalidad de que la prensa madrileña y el empresario de Madrid, Manuel Retana lo vieran y le dieran la ocasión de confirmar su alternativa. Fue la primera corrida que Gaona toreó como matador de alternativa. Me he ocupado en estas páginas con mayor extensión de este festejo en este lugar.

14 de julio de 1912, en Madrid. Gaona se anunció para matar seis toros de Trespalacios. Al final se lidiaron cinco de estos y uno de Benjumea. Esa tarde salieron al ruedo por su orden Monterito, Saltador, Garabito (este de Benjumea), Granizo, Azafranero y Churrero en una tarde ventosa, que impedía el lucimiento de los toreros y sí a esto sumamos el hecho de que los seis toros, de acuerdo con la crónica publicada en El Imparcial, parecieron una parada de cabestros, el resultado para el discípulo de Ojitos no fue halagüeño, pues el de Benjumea se le fue vivo tras los tres avisos y el sexto le dio una paliza tal, que obligó a que por orden de la presidencia del festejo, lo terminara el sobresaliente Carlos Lombardini. De esta tarde ya me había ocupado por aquí en este sitio.

Fermín Espinosa Armillita, Madrid, 24 de julio de 1932

La empresa madrileña anunció para el 9 de junio de 1932 una corrida extraordinaria, en la que alternarían Luis Fuentes Bejarano, Armillita y Manolo Bienvenida, quienes darían cuenta de una corrida de Marcial Lalanda, que haría su presentación en la capital de España como ganadero de reses de lidia. No está de más hacer notar que los toros llevaban todavía el hierro de don Antonio Flores Tassara, que fue quien enajenó la ganadería al más grande, según dice su pasodoble. 

Esa corrida se suspendió por la ausencia del hijo del Papa Negro principalmente, pero la prensa madrileña de la época acusó al entorno de Armillita de pretender extorsionar a la empresa ya en el patio de cuadrillas para que se le incrementaran sus honorarios y se le firmara un par de corridas más.

Al final de cuentas, el Maestro de Saltillo logró saldar sus cuitas con Retana y para el 24 de julio siguiente se anunció en solitario con los toros de Marcial Lalanda. Huelga reiterar que continuó la conjura de la prensa madrileña en su contra, aplicando un criterio imperante en estos tiempos, en el sentido de que no salió de la plaza con las orejas en las manos y cargado a hombros por la afición. Pero tampoco fue un fracaso rotundo. La reflexión final de la crónica de Gregorio Corrochano en su crónica del ABC madrileño, es ilustrativa:

Hubiera deseado una tarde decidida, que fuese una lección a los toreros españoles que no quisieron la corrida de Marcial, incluyendo el propio ganadero. Porque ¿para cuándo se deja la ocasión de ser torero? Al ver don Marcial que no querían sus toros, debió decirle a Marcial: toréalos tú...

La carrera de los toreros, aún la de las grandes figuras de la historia, no se ilustra en blanco y negro exclusivamente, también tiene amplias gamas de grises. De esta accidentada tarde me ocupé en su día aquí y aquí.

Carnicerito de México, 12 de octubre de 1932

El mismo año en el que Armillita lo intentó en Madrid, don Pedro Balañá decidió terminar su temporada reiterando su admiración y respeto por los toreros que llegaban de este lado del mar. Para la Fiesta de la Raza, como entonces se celebraba, anunció una corrida de toros de los hermanos Pallarés Delsors para que los lidiara como único espada el diestro originario de Tepatitlán, Jalisco, José González Carnicerito, con el agregado de México, para evitar allá en España, se le confundiera con Bernardo Muñoz Carnicerito de Málaga.

El resultado no fue halagüeño, la crónica que se publicó en el semanario La Fiesta Brava de la Ciudad Condal únicamente establece que Carnicerito pudo con los toros, que, por su parte, sacaron guasa y poca fuerza, logrando cortar una oreja al segundo de la tarde.

Fermín Rivera, Burdeos, 22 de septiembre de 1946

Fermín Rivera fue uno de los diestros que durante el conflicto entre las torerías de México y España que abarcó los años de 1936 a 1944, no dejó de torear en Europa. Lo hizo en ruedos de Francia y Portugal, junto con varios otros diestros de su generación, como Silverio Pérez o Ricardo Torres, quienes tuvieron un sólido cartel ante aquellas aficiones y eran la carta de presentación de nuestra fiesta en esas tierras. Aprovechaban así el ritmo lento que las cosas de los toros toman aquí en México durante el verano.

Ya en el 46 las cosas estaban más o menos arregladas y los nuestros volvieron a España, pero también muchos se presentaron en plazas francesas y los que ya eran conocidos allí, como el Maestro de San Luis, tuvieron ocasión de ampliar los horizontes de su temporada europea aprovechando los contactos y triunfos obtenidos con anterioridad. Así fue como Fermín Rivera llegó al coso de Burdeos para matar un encierro de Pouly. La crónica publicada en el ABC madrileño del 25 de septiembre siguiente dice entre otras cosas:

...ha revestido caracteres de sensacional acontecimiento, ya que la afición y crítica han recordado como único caso el de “Guerrita”, que también fue capaz de llenar por sí solo la plaza francesa para la lidia de seis toros. Los billetes se agotaron dos días antes y concurrió la élite de la afición francesa...

Esta tarde fue triunfal para Fermín Rivera, pues la saldó con el corte de siete orejas y un rabo y fue llevado en hombros por la afición por las calles de la ciudad por un largo rato después del festejo.

Rodolfo Rodarte

San Sebastián, 25 de mayo de 1911. La novillada programada para esa fecha era un mano a mano entre el torero de San Buenaventura y el vallisoletano Pacomio Peribáñez, quienes enfrentarían seis ejemplares de Amador García, antes del Cura de la Morena. En un caso parecido al de Juan del Álamo, Peribáñez se fue a la enfermería para no salir tras los primeros lances de capa. Se fue con una herida en las inmediaciones del ojo izquierdo, que dice el parte médico que quedó al descubierto.

Así, Rodolfo Rodarte tuvo que despachar la novillada completa y lo hizo con lucimiento. La crónica aparecida en El Pueblo Vasco del día siguiente al del festejo, dice:

La corrida fue dura, muy dura; ofreció dificultades, que el gran Rodolfo supo vencer a fuerza de valor y arte, y el público, que festejó sin interrupción al chico, dio pruebas de una inteligencia y una justicia dignas del mayor elogio...

Saldó el compromiso cortándole una oreja al quinto y también, dicen las crónicas, con un metacarpiano fracturado al aguantar un derrote tras de matar al sexto. Así, sigue el cronista, se lo llevaron en hombros hasta la fonda.

Tetuán de las Victorias, 1º de agosto de 1915. Se le anunció para matar seis novillos de Antonio Arroyo, antes Ángel Cabezudo, hierro que hoy corresponde a la ganadería de La Guadamilla. El sobresaliente del festejo fue un torero que hizo campañas aquí en México, Emilio Mayor Mayorito y que cobraría protagonismo, por solicitar a la presidencia del festejo – de rodillas – que se le permitiera matar al sexto, cosa que ni Rodarte ni quien presidió aceptaron, con cierto desagrado de la concurrencia.

El coahuilense radicado en Aguascalientes terminó el festejo cortándole la oreja al cuarto de la tarde. La concurrencia, que llenó la plaza, salió complacida, algunos cronistas no tanto, como el de La Lidia”, que resumió:

El ganado cumplió, sin excederse. Rodolfo Rodarte superior en dos y bien en los restantes. Lo mejor de la corrida, dos pares de banderillas en el cuarto toro de José Rodarte, El servicio de caballos, detestable… La presidencia, muy acertada.

En la variedad estará siempre el gusto y de la discusión, normalmente, siempre nace la luz.

Dos menciones especiales

El 31 de mayo de 1911, en Cáceres, se contrató a Rodolfo Gaona para torear un mano a mano con Cocherito de Bilbao lidiándose toros de Palha. El diestro bilbaíno fue herido por el tercero de la tarde y el Califa terminó despachando cinco de los toros que se anunciaron. Le cortó una oreja al cuarto de la tarde y al final de la tarde se lo llevaron en hombros.

El 25 de mayo de 1952, en el festejo que cerró la Feria de San Isidro de ese año, se anunció una corrida de don José Luis y los herederos de don Felipe de Pablo Romero para Raúl Acha Rovira, Juan Silveti y Pablo Lozano. El tercero de la tarde causó una conmoción cerebral a La Muleta de Castilla tras arrollarlo cuando pretendía recibirlo a porta gayola y después hirió a Rovira en la suerte de matar. Así, el hijo del Tigre de Guanajuato se quedó con cuatro toros de ese encierro y le cortó las dos orejas a Campero, el quinto, consiguiendo así abrir la Puerta de Madrid, siendo el primer torero mexicano en hacerlo en una Feria de San Isidro.

Para terminar

Cada una de las historias aquí pergeñadas merece ser contada de manera individual, extensivamente, porque encierran importantes dosis de valor y de torería. Son, en una medida importante, parte de los cimientos sobre los cuales se sostiene el edificio de nuestra tauromaquia contemporánea, pues sin ellas, sin sus actores, sin los logros que consiguieron, no es posible entender lo que hasta hoy se ha avanzado y lo que está por venir.

domingo, 11 de junio de 2023

8 de junio de 2000: El Califa se adueña de Madrid

El Califa
Foto: Avance Taurino
José Pacheco El Califa, natural de Canals, en Valencia, era hijo de Francisco Pacheco y en la época de su breve ascensión a las cumbres de la tauromaquia, se afirmaba en mentideros y medios de comunicación, que Francisco Pacheco había sido compañero de correrías de Manuel Benítez El Cordobés, en los días que prometió a Ángela su hermana que o le compraría una casa o llevaría luto por él. Por esa razón, se decía que Benítez aceptó vestirse una vez más de luces – la antepenúltima de su dilatada carrera en los ruedos – para darle la alternativa al hijo de su amigo en Xátiva, Valencia, el 1º de mayo de 1996, delante del granadino Fernando Martín Sacromonte, cediéndole al toro Fundador de la ganadería de Nazario Ibáñez

Cierta o falsa la historia de la añeja relación entre El Cordobés y Francisco Pacheco, la verdad es que el hecho de que la última alternativa que el hoy Quinto Califa de Córdoba del toreo le otorgó a un diestro que ostentaba ese apodo, le permitió caminar un breve tiempo por las primeras filas del escalafón y escribir tardes que han quedado en la memoria colectiva, como la que hoy pretendo traer al recuerdo, y que tuvo su aniversario este pasado Jueves de Corpus.

El San Isidro del año 2000

Toresma 2 la sociedad que regentaban los hermanos Lozano, ofreció para la isidrada del año en el que, según se lea, finalizaba un milenio o iniciaba otro, un serial de 21 corridas de toros, 3 de rejones, 3 novilladas con picadores y fuera del abono, la Corrida de la Prensa. Eran el principal reclamo de ese ciclo nombres como Enrique Ponce, Francisco Rivera Ordóñez, Vicente Barrera y Morante de la Puebla. El único confirmante era El Juli y se anunciaban todavía nombres como el de Carlos Escolar Frascuelo, José Luis Bote, José Pedro Prados El Fundi o Miguel Abellán. Entre los novilleros se ve a Fernando Robleño, Sebastián Castella, Javier Castaño y a Sergio Aguilar, entre los que caminaron más o menos largo en esto.

“El Califa” había confirmado su alternativa en Las Ventas el 2 de julio de 1998, cuando José Antonio Campuzano, en presencia de José Ignacio Ramos le cedió los trastos para despachar a toro “Tonto” de Juan Albarrán. Así que “El Califa” no era ningún desconocido para la afición de la capital española. Y así, su anuncio en las corridas 25ª y 26ª – miércoles 7 y jueves 8 de junio –, dentro de lo que se dio a llamar la “semana torista”, con toros de Celestino Cuadri y de doña Dolores Aguirre, en principio no era precisamente una novedad en la plaza. 

La 26ª corrida de feria

Toros de doña Dolores Aguirre Ybarra, ganadería asentada en la Dehesa de Frías en Constantina, Sevilla, para Miguel Rodríguez, Víctor Puerto y José Pacheco El Califa, quien la víspera, ante los toros de Cuadri, había saludado una ovación en los medios en el primero de su lote y que, al decir de las crónicas del día, de haberle repetido más su segundo, le hubiera formado un lío. Así pues, la afición de Las Ventas le esperaba con interés para el día siguiente. 

A El Califa le correspondieron en el sorteo, por su orden, Carafeo II, número 23, con 541 kilos de peso, nacido en enero de 1996 y de pelo negro bragado y Pitillo, número 22, de la misma capa, con un peso de 538 kilos, nacido en noviembre de 1995. Una nota curiosa de ese encierro, es que los toros segundo y cuarto se llamaron Carafeo I y Carafeo III.

La plaza de Madrid fue puesta de cabeza cuando El Califa, vestido, según las crónicas, de celeste y oro – hoy dirían que de purísima y oro – tomó en sus manos la muleta. Se plantó en los medios de la plaza e inició con un pase cambiado por la espalda, y allí mismo recogió a Carafeo para darle una primera serie con la mano diestra. La crónica que en su día escribió Miguel Ángel Moncholi para el extinto portal burladero.com entre otras cosas cuenta:

Es el caso del tercero al el que “El Califa” apenas meció con el capote, pero con la muleta aprovechó de principio a fin. Primero en el cambiado, en los medios, como los bravos toreros, al que siguió con la diestra en una serie de largos pases que llegaron a los tendidos… Luego, en tandas con la izquierda, en base a naturales en los que aprovechaba con toques imperceptibles la bondad de su humillada embestida. La primera mandona, la segunda suave, encajado en los riñones, asentadas las zapatillas, aguantando la desafiante presencia del de Dolores… Faena medida, que se hizo corta, que complementó con ayudados por bajo, doblado el torero, erguido en su torería, preparando con ellos la entrega del morlaco para la suerte suprema… Había que jugarse el todo por el todo. Montó la espada Pacheco. Se encunó “El Califa” y dejó una entera caída tan entregada que a punto estuvo de verse prendido en el ajustado embroque del volapié… Y así cayeron una, dos orejas, – la segunda se me antoja excesiva –, pero ciertamente a una faena de valor y torería…

Más prolija y literariamente mejor compuesta es la que publicó al día siguiente Vicente Zabala de la Serna en el diario madrileño ABC. Seguramente las cuestiones del tiempo para preparar y salir a los puestos. En su desarrollo, cuenta:

El Califa ha conquistado el trono de Madrid con una faena muy de verdad, muy pura y auténtica y otra que murió a medio camino con la cornada ante el sexto. La emoción recorrió los tendidos como un reguero de pólvora, como una conexión eléctrica que provocaba el olé colectivo. El gentío se levantaba como impulsado por un resorte. El peregrinaje ha sido árido hasta alcanzar semejante momento… Fue al natural cuando resquebrajó los cimientos de la Monumental con un toreo lento, estático y ligado, con la muleta a rastras y la cintura tronchada, rota, antes de hilvanar con el obligado, pese al parón y a la duda del bicorne. Y la plaza, loca, ronca, rendida a este califa de Játiva, conquistada por otra media docena de zurdazos de calidad, naturales despatarrrados, en los medios, donde se desarrolló toda la faena… Pañosa de seda en la mano izquierda de El Califa, látigo dominante, muñeca elástica. La espada había de rubricar la gran obra, no podía fallar. Se perfiló lejos, con metros de por medio, y ejecutó la suerte con los tiempos irregularmente marcados, más a tumba abierta… el acero se había hundido arriba, o casi. Un par de centímetros, quizá menos, no debían de robarle el triunfo de la puerta grande, la gloria. La petición fue como las últimas elecciones, abrumadora; sólo que ayer nadie perdía, no había derrotada oposición, porque el pupilo de Aguirre, doña Dolores, también se erigía como ganador. Dos orejas cayeron en las manos jóvenes del torero, que abrazó emocionado al alguacil…

Esa corrida la vi por el canal internacional de Televisión Española (TVE), en esos días cuando era más plural y menos sectaria y pacata, en compañía de mi compadre Nicolás Rodríguez Arellano. Pensamos los dos que atestiguábamos el nacimiento de una nueva figura del toreo, pero la vida y el destino le tenían otro camino por andar a El Califa, sin embargo, cuando había que llevar a la discusión un torero de esos que surgen de cuando en cuando, el nombre de José Pacheco era el primero que sacábamos a la discusión.

El segundo del lote de El Califa le permitió un momento de gran lucimiento nada más, antes de arrebatarle las llaves de la Puerta de Madrid y enviarlo a la enfermería. El parte rendido por el doctor Máximo García Padrós fue el siguiente:

Presenta dos heridas por asta de toro, una en el triángulo de Scarpa del muslo izquierdo con una trayectoria ascendente de 10 centímetros, que interesa tejido celular subcutáneo. Desgarro en el escroto y otro en la región tercia de la mano derecha de otros 10 centímetros, pendiente de estudio radiológico. Fue intervenido bajo anestesia general. Pronóstico menos grave que le impide continuar la lidia. Fue trasladado a la clínica de la Fraternidad.

Su entrega le hizo trocar la puerta del triunfo por la de la sangre, pero su obra allí quedó, para la posteridad. Y al final de la feria, El Califa fue declarado el triunfador del ciclo – fue el único diestro que le cortó dos orejas a un mismo toro – por el Real Casino de Madrid, por la Peña El 7 y también por el jurado que asignó por cuadragésima primera vez los resonantes Premios Mayte.

En perspectiva

Ya nos había anunciado Joaquín Vidal, desde el julio valenciano anterior, que allí había un torero:

Para ser califa no hace falta haber nacido en Córdoba; se puede ser de Xàtiva. Ni hace falta llamarse Abderramán; con Pepe basta. Demostración: en Xàtiva tienen un califa de nombre José Pacheco, para los íntimos Pepe. Y es torero. No hay más que verlo: se pone delante de los Cuadri, y ya le pueden venir rabiosos o reservones, francos o inciertos, que les aguanta las intemperancias, los templa y los manda. El Califa consiguió un éxito en la primera corrida de la famosa Fira de Julio valenciana. No porque ofreciese una exhibición pegapasista como es habitual; no porque se pusiera tremendista, que es el sucedáneo del valor en quienes van de suicidas. Sino porque aquello de parar, templar y mandar lo hizo con cabal cumplimiento de los cánones y a toda costa. Lo hizo incluso a costa de la cornada, que no se llevó sin que se sepa con exactitud el motivo…

Los toros respetaron a José Pacheco a medias, porque al final las lesiones que las cornadas causan terminaron por hacerle dejar los ruedos con esas probadas de gloria, pero sin haberla alcanzado plenamente. Todavía volvería a Madrid con los toros de doña Dolores, la señora de Bilbao, para cortarle otro par de orejas a Langosta y, esta vez sí, salir en hombros por la Puerta Grande de Las Ventas. Esta vez su padre no pudo verle en la plaza, pero lo hizo desde el infinito, a donde se había marchado pocos días antes.

Carlos Bueno escribió acerca del torero de Xátiva a propósito del vigésimo quinto aniversario de su alternativa:

El Califa fue, sin duda, el torero de la emoción. Su entrega fue siempre total, su valor sorprendente, su abandono al toreo excitante. Hizo el paseíllo con todos los compañeros, sin rehuir ninguna divisa y estuvo anunciado en todas las ferias. Le costó entrar en Valencia, pero nunca perdió la afición ni la confianza y el coso de Monleón acabó siendo su feudo, como lo fue Madrid, la dura y exigente capital donde José fue venerado por su cite adelantado, toreo ceñido, largo y hacia dentro. Sobre su arena se proclamó soberano rotundo. Fue el primer valenciano que triunfó de forma absoluta en un San Isidro y el único en conseguirlo por partida doble…

Esos son algunos de los recuerdos que tengo de José Pacheco El Califa, un torero que la historia de la fiesta nos recuerda que siempre hay lugar para quienes hacen las cosas con verdad, pureza y entrega.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 4 de junio de 2023

4 de junio de 1933: Se presenta Eduardo Solórzano en ruedos de España

Eduardo Solórzano visto por Roberto Domingo
Cuando sale al recuerdo el nombre de Eduardo Solórzano, generalmente se nos presenta en lo que parece ser un discreto segundo plano. O lo traemos a la discusión como el hermano menor del Rey del Temple, o ya activo en el ruedo, en esa especie de tercer hombre en la tarde en la que Silverio Pérez le confirmó su alternativa a Manolete en El Toreo de la Condesa y si nos acercamos más en el tiempo tendremos presente a un eficaz y eficiente funcionario de la Casa Domecq o al que junto con el doctor Alfonso Pérez Romo y don Julio Díaz Torre, orquestó el giro copernicano que dio a la arista taurina de nuestra Feria de San Marcos mucho del sentido que actualmente tiene.

Pero Eduardo Solórzano, el torero, escribió en los ruedos su propia historia, quizás no tan prolija como la de su hermano Jesús y tuvo también en su hacer ante los toros el argumentario para haber podido reclamar, en su día, un sitio de figura del toreo. El recuento final quizás no lo acredite así, pero dejó obras suficientes para tener en la historia del toreo un espacio propio a su nombre, con hechos y realizaciones que merecen ser reconocidos.

Eduardo Solórzano había emigrado desde Morelia a la capital de la República a mediados de la década de los veinte del pasado siglo para buscar empleo y así apoyar a los suyos. Se pudo colocar en la Dirección de Alumbrado Público como inspector y también allí empezó a seguir los pasos de su hermano mayor, quien buscaba ser torero. Al final, la historia nos enseña que su hermano mayor, en esos días, fue el ganador de la Oreja de Plata de 1929 y que, en retribución, recibió la alternativa en la temporada grande siguiente.

Eduardo se presentaría en El Toreo de la Condesa el domingo 21 de septiembre de 1930. Lo haría en un festejo de oportunidad, penúltimo de esa temporada de novilladas, en el que junto con Miguel Gallardo El Diablito, César Rendón El Tepiqueño, Jesús Monroy, José Ledesma El Garcero y Rafael Chávez, enfrentarían un encierro de Malpaso. En la misma tarde, se ofrecía como fin de fiesta, la lidia del toro Pregonero de Rancho Seco, por parte de Jesús Guajardo El León de Mixcoac, mismo que el domingo anterior había sido enfrentado a un león, saliendo victorioso. Rafael Solana Verduguillo, en su juicio crítico del festejo, aparecido en El Taurino, salido a los puestos el jueves 25 siguiente, consideró:

Tiene el mismo estilo de su hermano Jesús, quien probablemente le dio las primeras lecciones... Desde luego Eduardo Solórzano es un valiente de verdad; no le asustan los pitacos. Torea muy despacio, tanto con el capote como con la muleta, y entusiasma y emociona por lo cerca que se pasa al enemigo... No vacilo en asegurar que será uno de los ases de la próxima temporada novilleril... Es banderillero fácil, y en todo momento está en su sitio. Hoy conquistó un triunfo auténtico; es un torero de porvenir... Debe corregir el defecto que tiene a la hora de herir, lleva siempre el brazo suelto, y la mano izquierda muy alta. Desaparecido este detalle, Eduardo ocupará sitio envidiable...

Así pues, uno de los críticos más avezados y que más toreros habían visto en la última década, consideró que en Eduardo Solórzano había un torero en ciernes. Y en retrospectiva, creo que no incurro en error al afirmar que no se equivocó.

Su campaña española en 1933

Los hermanos Solórzano salieron rumbo a España desde Veracruz, a principios de abril de 1933. El Rey del Temple convalecía del cornalón que apenas el 26 de febrero anterior le había inferido Lancero de Rancho Seco y que al final de cuentas le arruinó su campaña española y cuenta su sobrina doña Carmelita Madrazo, que Eduardo tenía por tarea el dar masajes a su hermano en la pierna herida, con la finalidad de reanimarle la circulación en el miembro lesionado.

Ya en Madrid, el apoderado del Rey del Temple, don Antonio Barrera, puso a su hermano en contacto con don Juan de Lucas, quien apoderaba toreros y, además, era empresario de la plaza de Vista Alegre en Carabanchel, quien le ofreció colocarlo en alguno de los carteles que ofrecería en esa plaza. Para prepararse, se fue con Jesús a Jandilla, la finca a la que don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio había trasladado los ganados que adquirió en 1930 de Manuel Martín Alonso y que eran originariamente la ganadería del Duque de Veragua y que un par de años antes había aumentado con ganados de origen Parladé provenientes del Conde de la Corte, la Marquesa de Tamarón y de Ramón Mora Figueroa.

Fue en Jandilla donde Eduardo Solórzano tuvo su primer contacto con el toro español y se preparó para iniciar su andadura por aquellos ruedos, seguramente fue uno de los toreros que tomaron parte en el proceso de selección de las pocas vacas veragüeñas que permanecieron en el hato de Domecq, pues el grueso del ganado de ese origen se dejó fuera de la base de la ganadería que actualmente es el origen del encaste mayoritario del toro de lidia español.

Domingo 4 de junio de 1933

Fue en la plaza de Vista Alegre, la popular Chata de Carabanchel, donde se estimó que Eduardo Solórzano debería salir a demostrar a la afición y públicos sus cualidades como torero. Para el efecto, se anunció un encierro de don Celso Pellón, ganadería formada inicialmente con ganados de Campos Varela y aumentada después con sementales de Santa Coloma, para Félix Fresnillo Varelito II, el riojano Vicente Martínez Niño de Haro y el debutante mexicano Eduardo Solórzano.

La impresión que causó el joven torero moreliano al público de Madrid que acudió a Carabanchel en lugar de asistir a la corrida que en la misma fecha se dio en la plaza de la Carretera de Aragón, e igualmente a la prensa especializada, fue extraordinaria. Escribió R. Solís en El Heraldo de Madrid:

Lo da la tierra y además de casta le viene al galgo. Eduardo Solórzano, hermano pequeño – no por la estatura – del matador de toros que en estas tierras conquistara fama y gloria, y que ahora nos dice: «¡Ese es mi hermanito!», y lanza a la fiesta brava la figura de este mozo espigado y cimbreño que muy pronto, muy pronto, se alzará en todos los ruedos españoles como supremo artífice de la torería, dueño y señor de la técnica y del dominio y encarnación suprema del buen arte de torear… ¡De Méjico ha llegado un torero, señores!... De Méjico y más le cuadrara haber venido de Ronda o de Sevilla o de Córdoba la Sultana o de las marismas de Andalucía la baja, porque la gracia de su estilo y la fina solera de su arte y la afición que echa a las suertes pregonan el casticismo de su cuna… Porque Eduardo Solórzano, después de lo de ayer, no apuntó, «dibujó», que como torero ha de ser muy pronto figura máxima de la torería. Y si no, al tiempo…

Por su parte, quien firmó como X, en La Libertad, se expresó de su actuación de la siguiente forma:

En una sola actuación y en un solo toro se ha revelado como un excelentísimo torero el mejicano Solórzano. El domingo, por la noche, no se hablaba en Madrid de otra cosa. Diríase que fué el suceso del día. Que, si Solórzano torea con el capote con igual escuela, pero con más gracia que su hermano; que si banderillea con la elegancia de un Gaona; que si se adorna y domina con la muleta como el mismísimo Ortega... Todo esto y mucho más se comentaba a voz en grito en las peñas y corrillos taurinos. Desde luego, yo ni afirmo ni niego; no le comparo a nadie, porque creo que los artistas, todos en general, pierden valor en cuanto se íes compara. Ahora bien; lo que sí creo, y de ello estoy convencido plenamente, es que, si el joven Solórzano repite aquellos lances maravillosos que le administró al tercero de la tarde, bravo novillo, por cierto; si les anda a los loros con aquella majestad y aquella elegancia con que anduvo en los dos pares de banderillas, y si, finalmente, la faena de muleta ligada que realizó, la primera parte destinada a dominar a la fiera – algo pequeña en este caso –, y la segunda a torear con arte variado y extenso repertorio, no es fruto de la casualidad, mucho, desde luego, se puede esperar de este torero de allende los mares que ha entrado en Madrid por la puerta grande, acompañado por los halagos más entusiastas de nuestra buena afición... Cuando en otros toros se le vea y en ellos se pueda medir la densidad de su valor y sus recursos de toreo, hora será de que yo le enjuicie. Hoy por hoy, sólo diré que en un toro brevísimo se superó...

En el ABC madrileño, M. Reverte hizo las siguientes reflexiones:

Otra novillada bien organizada se celebró el domingo en esta plaza. Se lidiaron toros de Campos Varela, que fueron de buen tamaño, cornalones y de excelente presentación. Pelearon bien con los caballos, especialmente el cuarto... Eduardo Solórzano causó excelente impresión. Toreó muy bien de capa a su primero. Maneja el capote con suavidad y apuntó fineza y buen estilo. Se le aplaudió mucho, así como en el tercio de quites. Puso dos pares de banderillas, y en uno de ellos sufrió un serio achuchón. Con la muleta siguió mostrando dominio y modos de buen torero. Mató de dos pinchazos y media atravesada, y después de dar la vuelta al ruedo pasó a la enfermería...

Y por su parte G. Carrión, en La Voz, escribió en su crónica el siguiente relato:

La presentación en esta plaza del novillero mejicano Eduardo Solórzano había despertado gran interés, pues venía precedido de un cartel estimable. Su debut respondió a la expectación. Con e1 capote toreó de forma admirable, parando, templando, cargando la suerte, adelantando la pierna, llevando las manos bajas; toda la técnica del toreo clásico, macizo, verdad. El público, entusiasmado con la labor del torero mejicano, le aclamó en cada lance y al final la hizo objeto de una gran ovación. La faena de muleta, valiente y lucida, no estuvo a tono con los lances, pero fué también muy aplaudida. Banderilleó a este novillo con facilidad y soltura. Con el acero pinchó tres veces. Se le ovacionó y dio la vuelta al ruedo, pasando después a la enfermería, de donde ya no salió. Un debut brillante y prometedor de mejores tardes…

El parte facultativo

Los doctores Verdú y Lumbreras, encargados del servicio médico en la plaza de Vista Alegre, rindieron el siguiente parte de las lesiones que impidieron a Eduardo Solórzano salir a lidiar el sexto de la tarde:

Durante la lidia del tercer toro ha ingresado en la enfermería el espada Eduardo Solórzano con una distensión ligamentosa en la articulación del pie derecho, que le impide continuar la lidia.

Varias de las crónicas, sobre todo las publicadas en los diarios Ahora, La Tierra y Luz cuestionaron la gravedad de la lesión y el pundonor del diestro y la necesidad de que los médicos decretaran que no podía continuar en la lidia. Por su parte, doña Carmen Madrazo narra en sus apuntes relativos a la vida del torero, que la realidad es que el sexto novillo de Pellón fue desechado por los veterinarios y fue sustituido por uno de Leopoldo Abente, viejo y corraleado y por consejo de don Juan de Lucas, se emitió el parte para que no tuviera que salir a lidiarlo.

Sus números finales

Eduardo Solórzano, de acuerdo con el semanario Toros y Toreros fue uno de los tres novilleros mexicanos que actuaron en España ese 1933 – los otros dos fueron Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado – y sumó 9 tardes en plazas como la mencionada de Vista Alegre y las de Tetuán, La Línea de la Concepción y Barcelona

Eduardo Solórzano permanecería en España hasta el año de 1936, esperando recibir la alternativa hasta el final de esa temporada, pero entre la ruptura de las relaciones entre las torerías de España y México y la Guerra Civil, lo hicieron volver a México a obtener el grado aquí. De esos asuntos habrá espacio y tiempo para escribir en su momento. 

domingo, 28 de mayo de 2023

29 de mayo de 1973: La frustrada confirmación de Adrián Romero en Madrid

El momento del percance
Foto: El Ruedo
Adrián Romero, originario de Tijuana según algunos y a decir de otros, de la Ciudad de México, fue el triunfador de la temporada de novilladas de la Plaza México el año de 1970. Eso le valió cerrar el ciclo matando en solitario seis novillos de distintas ganaderías el 8 de noviembre de ese calendario, logrando una intensa faena ante el cuarto, Siroko, de Soltepec, misma que malogró con la espada. Es a la fecha, el tercero y último novillero que ha actuado en solitario en la gran plaza, después de que Amado Ramírez lo hiciera en 1954 y Jaime Rangel en 1960.

Tres semanas justas después de ese despliegue de poderío ante los novillos, Manuel Capetillo lo hizo matador de toros en San Luis Potosí, cediéndole el primero de los toros del ingeniero Mariano Ramírez que se corrieron esa tarde, en presencia de Manolo Martínez. Esa alternativa la confirmaría en la capital mexicana el 14 de febrero de 1971, recibiendo los trastos de manos del nombrado Manolo Martínez, y atestiguando Dámaso González. El toro de la ceremonia fue Mariachi de José Julián Llaguno. No tuvo más opción que estar digno ante el complicado lote que le deparó el sorteo.

En 1972 estuvo en nuestra Feria de San Marcos dos tardes, la del 22 de abril, en la que ante toros de Valparaíso, tuvo una actuación triunfal, saliendo en hombros de la plaza y en la corrida del día 25, en la que se disputaba el Escapulario de San Marcos, en la que tuvo una actuación discreta ante el sexto del festejo. 

La tarde que debió ser la de su confirmación en Madrid

La decimoctava corrida de la Feria de San Isidro de 1973 se anunció con toros de Alonso Moreno para el rejoneador Gregorio Moreno Pidal, Gabriel de la Casa, Francisco Ruiz Miguel y Adrián Romero. Al final de cuentas, se lidiaron solamente cinco de los toros del hierro titular, pues el de rejones – corrido en puntas – y el sexto de la lidia ordinaria – sobrero sustituto del segundo, devuelto por débil – fueron del Marqués de Villagodio.

El primer toro del lote que sorteó Adrián Romero se llamó Farolero, llevaba el número 92, se le anunciaron 571 kilos de peso y era de pelo negro zaino. Su actuación ante él resultó ser breve. La prensa madrileña la resumió así:

En el ABC del día siguiente al de la corrida, escribió Vicente Zabala:

El mejicano Adrián Romero, que confirmaba su alternativa azteca, se quedó sin recibir el espaldarazo de la primera plaza del mundo. El muchacho anduvo apurado con el capote y banderilleó con valentía, andándole al toro paso a paso con la montera puesta para arrojársela a las manos del toro con el fin de provocar la arrancada, de semejante manera a como lo hizo Luis Procuna el día de su confirmación de alternativa en esta misma plaza en los años cincuenta, detalle que recordamos a la perfección. Y también como Procuna, este Adrián Romero resultó herido por él toro de la confirmación. Romero fue alcanzado al parear al quiebro con las cortas. El toro le cogió y le recogió con fiereza, sufriendo una cornada de 25 centímetros que el doctor García de la Torre calificó de grave. Hora es de reformar el reglamento en el capítulo de las alternativas. Al romperse el paseíllo se debe consumar la ceremonia. Adrián Romero, por su cogida, no es doctor en tauromaquia por la cátedra madrileña...

En el semanario El Ruedo, salido a los puestos el 5 de junio siguiente, manifestó su director Carlos Briones:

Adrián Romero (Resultó cogido al intentar banderillear a su primero). De ceniza y plata. Toreó aceptablemente de capa y recibió un serio achuchón al recibir al enemigo de rodillas. En el tercio siguiente, al intentar colocar al quiebro el tercer par de banderillas, resultó cogido. Sufrió una herida en la región sacrolumbar izquierda, de 25 centímetros, que produce destrozos en los músculos paravertebrales del mismo lado. Puntazo corrido en fosa ilíaca izquierda. Fue operado por el doctor García de la Torre, que pronosticó de grave su estado. No pudo confirmar su alternativa…

La crítica más severa vendría de la pluma de un mexicano, del licenciado Francisco Baruqui Michel, quien, como muchos años, cubrió la feria para el diario El Informador de Guadalajara, que, en su edición del 30 de mayo de ese año, publicó:

El paisano Adrián Romero, no pudo confirmar su alternativa, al ser cornado saliendo de un par de cortas. Mal vestido de ostión con plata, viéndose embarullado y nervioso, impresionado, pesándole la plaza en los pocos lances de capa con el toro – toro en el nueve. En banderillas, vulgar, dejando dos medios pares de garapullos con los colores de España, y el de cortas, con los de México... Sufre de cornada en región sacro lumbar izquierda de 25 cms. destrozando músculos paravertebrales del mismo lado y un puntazo corrido en la fosa ilíaca izquierda. Pronóstico grave...

Así fue visto el brevísimo paso de Adrián Romero por el ruedo de la plaza de Las Ventas.

El parte facultativo

El doctor Máximo García de la Torre, en esos días jefe de los servicios médicos de la plaza madrileña, comunicó el siguiente parte:

Herida por cuerno de toro en la región sacrolumbar izquierda, de 25 centímetros, que produce destrozos en los músculos paravertebrales del mismo lado. Puntazo corrido en fosa ilíaca izquierda. Pronóstico grave.

Un par de días después, en el ABC de Madrid, se publicaba la siguiente nota informando de la evolución del torero:

El matador de toros mejicano se encuentra en estado estacionario en el sanatorio de toreros, donde fue trasladado después de ser cogido por el primer toro de la tarde en la decimoctava corrida de la feria de San Isidro… El diestro azteca ha pasado la noche muy molesto y tuvo que ser inyectado dos veces en el curso de ella, a las once y a las cuatro de la madrugada, con calmantes apropiados para mitigar el dolor… Adrián Romero resultó corneado precisamente en el toro de su confirmación de alternativa, ceremonia para la que faltaban solamente unos segundos, pues la cogida tuvo lugar en el tercer par de banderillas, cuando ya el presidente había pedido el cambio de tercio después de los dos primeros, pero accedió a la petición del torero de Méjico, que solicitó colocar un par de cortas, y a la salida de este par, ocurrió el percance…

La evolución del diestro sería lenta, pues estaría en condiciones de reaparecer hasta el día 8 de julio siguiente. 

¿Subestimó al toro español?

La víspera de su presentación en el ruedo de Las Ventas, Adrián Romero fue entrevistado en el programa de televisión Buenas tardes, y entre otras cosas, el torero mexicano declaró que no encontraba diferencia entre el toro mexicano y el español. Esto se publicó en El Ruedo, a propósito de esa entrevista, después del percance:

El torero mejicano Adrián Romero, había declarado en TVE, en el «Buenas tardes» del lunes, que no encontraba diferencia apreciable entre el toro mejicano y el español. La cosa nos pareció extraña – pues sus compatriotas, generalmente, dicen lo contrario –, pero al verle actuar comprendimos que, si con el toro mejicano quizá se desenvuelva, al toro español no lo había comprendido. Por eso, en los dos tercios en que actuó estuvo comprometido. El primer tropiezo lo sufrió nada más empezar, al dar un farol de rodillas. La cornada, primera de la Feria de San Isidro, al poner un par de banderillas cortas. Y la cosa pudo ser mucho más grave de lo que fue. Nos alegraremos de su pronto restablecimiento…

La campaña española de Adrián Romero

Llegó a la Península a mediados de abril de 1973 y pronto entró en actividad, pues el 29 de ese mes se presentó en Palma de Mallorca para lidiar toros de Clairac en unión de Julián García y Antonio José Galán. Esa tarde de su presentación en ruedos hispanos Adrián Romero la cerró con un triunfo, pues le cortó las dos orejas al segundo de su lote. Actuaría dos tardes en Figueras y una más en Palma, antes de la tarde en la que tenía convenida la confirmación de su alternativa en Madrid.

El resumen anual del semanario El Ruedo, publicado el 18 de diciembre de 1973, refleja lo siguiente:

Por el inesperado retorno de Curro Rivera a Méjico, vino a ser Adrián Romero el primero de los mejicanos clasificados este año en el escalafón español. Debutó con buen signo en Palma de Mallorca, en una corrida a fines de abril, que despachó con claro éxito y después de otras dos en Figueras, y nuevamente en Palma, se presentó en Madrid para confirmar la alternativa el día 29 de mayo, en las últimas corridas de la isidrada. Poco antes había dicho ante las cámaras de TVE que no encontraba diferencia entre el toro español y el de su patria; pero uno de Alonso Moreno le haría meditar, pues le infirió una cornada en la región sacrolumbar que le tuvo retirado de los ruedos, hasta que el día 8 de julio pudo reaparecer en Figueras, cortando una oreja. Desde entonces su actividad ha sido más bien escasa – con un total de dieciséis corridas – y localizadas por las plazas de Figueras, Lloret, San Felíu y otras de aquella vecindad. Tuvo bazas por Jugar en Vitoria, Valencia, Tarragona y Barcelona – plazas que hubieran podido ayudar a colocarle –, pero salió de ellas sin éxitos en las sendas corridas que en ellas toreó; por tanto, sigue siendo matador de alternativa, pero que tiene todo por hacer si desea cotizar en Méjico el prestigio aún no ganado en España.

Al final de cuentas, Adrián Romero no volvió a plazas españolas. En su día Luis Procuna (1951), Guillermo Sandoval y Fernando de la Peña (1965) y Sergio Flores (2013) también fueron heridos la tarde de su confirmación de alternativa, pero pudieron consumar la ceremonia de cesión de trastos y en su caso, finiquitar al toro de la cesión. Adrián Romero no alcanzó a llegar a ella y ya no regresó a Las Ventas, ni a plazas españolas. Por eso recuerdo hoy estos hechos sucedidos mañana hace 50 años, que son caso único en nuestra historia del toreo.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 21 de mayo de 2023

21 de mayo de 1952: Jesús Córdoba confirma su alternativa en Madrid

Confirmación de Jesús Córdoba
Foto: El Ruedo
La temporada novilleril mexicana de 1948 se distinguió por la aparición en los ruedos, principalmente, de los llamados Tres Mosqueteros, la terna formada por Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo, quienes como los de la novela de Dumas, tuvieron en Paco Ortiz a su D’Artagnan. Pero la cosecha no paró allí, porque en ese calendario aparecieron por la Plaza México también toreros como Alfredo Leal o Jorge El Ranchero Aguilar, quienes en calendarios posteriores madurarían y llegarían a ocupar posiciones importantes en el escalafón de toreros y dentro de la historia de la fiesta.

Jesús Córdoba recibiría la alternativa el día de Navidad de la temporada en la que saltó a las candilejas, en Celaya, Guanajuato, ciudad cercana a León, su tierra adoptiva, de manos de Fermín Espinosa, Armillita, en mano a mano, ante toros de Xajay. Esa alternativa la confirmaría en la Plaza México el 16 de enero siguiente de manos nuevamente de Fermín el Sabio y fungiendo como testigo el venezolano Luis Sánchez Diamante Negro. El toro de la ceremonia se llamó Zalamero y fue de La Punta, como todos los lidiados esa tarde.

El año de 1951 tiene una gran temporada. El 28 de enero le corta las orejas a Criticón de La Laguna; el 4 de febrero realiza una gran faena y se lleva el rabo de Luminoso de San Mateo y algo más de un mes después, el 11 de marzo se lleva a casa una oreja de Muñequito y las dos de Cortijero, ambos de Zotoluca, y terminará ese ciclo 8 de abril en la corrida de la Oreja de Oro obtiene la oreja de Espinoso de Xajay.

Es a partir de esa línea de triunfos que Jesús Córdoba atrae a los taurinos de España. Si bien las relaciones entre las torerías de ambos lados del Atlántico estaban interrumpidas desde 1947, se negociaba ya la reanudación por conveniencia de ambos grupos en conflicto. Independientemente de lo anterior, el maestro Córdoba había realizado en 1949 una breve campaña por ruedos de Portugal y Francia, de once festejos, iniciándola en Lisboa el 1º de mayo y terminándola el 18 de septiembre en Arles, por lo que no era absolutamente desconocido para esos públicos, pero en España, al eco de sus triunfos en las principales plazas de México, se le esperaba con interés.

La tarde de la confirmación madrileña

El apoderado del maestro Córdoba en España fue siempre don Rafael Torres. Para esa campaña de toma de contacto le pudo cerrar 14 tardes en ruedos hispanos y tres más en plazas de Francia. Dos de ellas fueron en Madrid, en la Feria de San Isidro, que en 1952 constó de 11 corridas, comenzó el día 14 y terminó el 25 de mayo de ese año y aparte de Jesús Córdoba, también confirmó su alternativa en ella Manuel Capetillo y actuó en la tarde final del ciclo Juan Silveti. La torería mexicana estuvo bien representada en ese serial isidril.

La séptima corrida de la feria se anunció con toros de don Fermín Bohórquez para Pepín Martín Vázquez, Jesús Córdoba y José María Martorell. Como en todas las tardes de ese ciclo, la entrada fue un lleno. El confirmante vestía, de acuerdo con la versión de Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, de malva y oro y sobre su actuación de esa tarde, cuenta en su tribuna del ABC madrileño del día siguiente al del festejo:

Se había hablado mucho de él y se le esperaba con expectación. Vino a confirmar la alternativa por mano de Pepe Martín Vázquez, quien le cedió la muerte del toro “Gestador”, número 38, negro; animal muy suave. Córdoba vestía traje malva y oro, y brindó, como era natural, su faena, al público madrileño. Desde las tablas llevó a la res al centro, donde toreó muy tranquilo y con aguante, dando airosa salida al primer grupo de pases. Dando al toro la presencia favorable, citó con la mano izquierda, pero la res no le acudió. Luego logró los ¡olés! madrileños con unos pases por alto y, enseguida, logró una estocada buena, acertando al primer descabello. Faena serena, justa, sin dramatismo. Hay muchas palmas y salida al tercio. Verificada la ceremonia de confirmación – tan fundamental en el quisquilloso protocolo taurino –, Córdoba pasó a ocupar el puesto que por antigüedad le correspondía en el escalafón y mató al toro quinto, por cierto, de muy bonito tipo…

Dice la crónica que el toro de la cesión se llamó Gestador. Otras fuentes hablan de que el nombre era Gastador y el semanario madrileño El Ruedo señala a su vez que el nombre era Cortador. Al final de cuentas podría pensarse que los nombres de los toros son meras minucias, pero al quedar vinculados a los fastos de la historia de los toreros, son datos periféricos, sí, pero complementarios.

Ante el quinto de la tarde, Jesús Córdoba tuvo quizás la actuación más completa de la corrida. Y tuvo también el gesto de invitar a Graciano González, picador de su cuadrilla, a compartir el reconocimiento popular. Sigue contando Giraldillo:

Había en la plaza un grupo de mejicanos luciendo el pintoresco traje nacional, y a ellos brindó Jesús la muerte de ese toro, en el que se había lucido “Chano”, picador azteca. Toreó el espada a base de redondos, cerquísima, y se le aplaudió mucho. Muy cruzado, empleó la mano izquierda, pisando el área de los compromisos graves, en la que sólo los valientes tienen sitio. El valor frío de Córdoba convenció al concurso. Para el adorno empleó unos pases por alto girando al vuelo de la muleta. Cuando se perfiló, el toro le hizo un extraño, y enseguida surgió el buen matador que hemos podido apreciar en el mejicano, para meter la mitad del acero por el mismo hoyo de las agujas. Lo bastante para que el toro cayese fulminado. Hubo ovación grande, satisfacción de los paisanos, que le obsequiaron con flores españolas unidas por una cinta con los colores de Méjico, y complacida vuelta al ruedo, en la que sacó a recibir las palmas a su buen picador. Consignaremos también que hubo petición de oreja, pero en minoría…

Por su parte, Benjamín Bentura Sariñena Barico, en su crónica aparecida en El Ruedo, salido a los puestos también al día siguiente de la corrida, cuenta lo siguiente:

Desde aquel momento la corrida fué hacia arriba. Picó bien Chano, brindó Córdoba a un grupo de paisanos suyos que vestían el traje típico de los charros y comenzó su faena con cuatro muletazos por bajo y ocho en redondo de bonísima factura. Siguió con la derecha, probó con poca fortuna a torear al natural, y, sobre la derecha siempre, cuajó una faena más que lucida. Hizo un extraño el toro cuando Córdoba entró a matar, y tuvo que repetir la suerte, para colocar más de medio estoque en todo lo alto. Hubo ovación de gala para el mejicano, que dio la vuelta al ruedo... Córdoba brindó al público la muerte del toro de su confirmación de alternativa. Estuvo bien el mejicano. Demostró que es torero enterado y valiente, sus muletazos por alto, sus pases de pecho y los en redondo fueron todos excelentes. La impresión que dejó esta primera faena de Córdoba en Madrid fue gratísima. Mató de un pinchazo sin soltar, una entera y el descabello al primer intento. Oyó muchos aplausos y salió al tercio a saludar...

Así pues, una salida al tercio y una complacida vuelta al ruedo después de una petición de oreja no atendida, fue el resultado de ese primer contacto del Joven Maestro con la afición madrileña, la que lo tendría como un torero de su plaza y le vería siempre con gusto en los carteles postineros en los que era anunciado.

La actuación de Graciano González

Acerca de la labor de Graciano González, hay que decir que resultaba ser la epifanía de lo que estaba por apreciar la afición madrileña, pues unos años después llegarían por allí Sixto Vázquez, Nacho Meléndez, Efrén Acosta y varios picadores mexicanos más, que dan lustre al toreo a caballo de este lado del mar. Pero el citado Barico le dedica un buen trozo de su relación del festejo:

En el primer tercio de este quinto toro vimos lo mejor de la corrida por obra del gran picador azteca Graciano González, y vimos el mejor quite de la tarde gracias a José María Martorell, al capote mágico del nuevo califa cordobés. Tres varas. No hubo más labor de Chano González, y ello bastó para que desde ayer se tenga a este piquero por excepcional figura de su especialidad. Chano puede dar lecciones prácticas, hasta de cómo se ha de llevar el castoreño y qué forma ha de tener éste, a la inmensa mayoría de los que en la actualidad se titulan picadores de toros. Las ovaciones que oyó el magnífico piquero mejicano fueron tres, una por vara, mientras picó; otra cuando dejó su cabalgadura, y otra al dar su jefe de cuadrilla la vuelta al ruedo. Fué entonces cuando el público pidió a Córdoba que sacase al ruedo al picador para hacerle partícipe de la ovación que le dedicaba, v así lo hizo el espada. El homenaje era merecido. Pocas veces se ve picar tan bien y con tanta limpieza y elegancia. Yo también aplaudí a Chano González…

Ese fue el resultado de la corrida en la que confirmara en Madrid su alternativa Jesús Córdoba. Pepín Martín Vázquez reaparecía en Las Ventas y tuvo una tarde de poca fortuna, sobre todo por sus desaciertos con el estoque, en tanto José María Martorell tuvo una actuación valerosa, reconocida por el público y se retiró entre las ovaciones de los ocupantes de los tendidos. Los toros de Fermín Bohórquez estuvieron bien presentados en su mayoría, pero pecaron de sosería, lo que hizo complicado que lo que se hacía en el ruedo, trascendiera a los tendidos.

Jesús Córdoba volvería a actuar en Las Ventas el sábado 24 de mayo, dentro de esa misma feria, alternando con Miguel Báez Litri y Manolo Vázquez en la lidia de toros de Pilar Sánchez Cobaleda. Pero de eso habrá tiempo de comentar en una nueva oportunidad.

Aldeanos