domingo, 24 de enero de 2010

Relecturas de invierno I: Sangre de Llaguno

Escribía un ilustre iusromanista, nacido en los Países Bajos, pero mexicano hasta la médula, Guillermo F. Margadant, que la historia no es una serie de vistas fijas, sino que es como una película en la que hay varias tramas paralelas que transcurren al mismo tiempo, pero en lugares diferentes y que al final inciden en el desenlace. En Sangre de Llaguno, así nos presenta Luis Niño de Rivera las de la ganadería de San Mateo y de la Familia Llaguno, enlazando la historia patria con la universal y con la del toreo y en ese enlace, algunos pasajes influyen directamente sobre la trama y otros tendrán utilidad solamente para ubicar en tiempo y espacio eventos trascendentes en el devenir ganadero de Llaguno – San Mateo, lo que no deja in abstracto la presentación que de ellas se nos hace en la obra.

Me parece importante la presentación de la genealogía de los Marqueses del Saltillo, de quienes se habla en el ambiente taurino mexicano como una serie de personajes míticos, de los que la mayoría de los que los mencionan, ni siquiera saben ya no sus nombres, sino siquiera sus apellidos, precisando con puntual atención los pasos de una generación a otra, bien verificada en los archivos parroquiales de Sevilla. Lo único que le faltó a Luis, a mi juicio, fue el abundar, ya entrado en el tema, en la salida de la ganadería de la familia Rueda – Quintanilla – Osborne Böhl de Faber, para pasar a manos de las familias Moreno Ardanuy – Moreno de la Cova – Moreno de Silva, que es la que en la actualidad mantiene lo que de ella permanece en tierras hispanas.

A partir de analizar los libros de la ganadería, entre 1908 y 1953, Luis Niño de Rivera logra presentar algo así como el genoma en macro del toro de lidia mexicano, pues desentraña las principales líneas o familias surgidas de las 16 vacas y dos toros traídos por los hermanos Antonio y Julián Llaguno, de una manera bastante esclarecedora, dejando patente la gran obra ganadera realizada por el genio que fue el primero de los nombrados.

Ya en análisis de los aspectos propiamente familiares, Niño de Rivera nos deja ver que la transición del ganadero Antonio Llaguno González al ganadero José Antonio Llaguno García realmente nunca se produjo. El hijo lo acompañó en su andadura, pero el viejo aparentemente no se preocupó por enseñarlo; así como él entendió los vericuetos de la genética de una manera intuitiva, creyó que su hijo, sangre de su sangre, saldría como muchos de sus toros Superior Superiorísimo en ese aspecto y aprendería – o intuiría – de la misma manera en la que él lo hizo, pero no fue así, por eso la trayectoria de José Antonio Llaguno García como ganadero fue más breve y menos regular, diferente que las de sus primos hermanos, los Llaguno Ibargüengoitia, que abrevaron todo el conocimiento que Don Julián se preocupó por transmitirles.

En cuanto a la presentación material del libro, me parece que es de formato feo – a imagen y semejanza del pocket book americano – y creo que la calidad de la obra merecía uno mejor, con mayor cantidad de ilustraciones, aunque la justificación de los editores reside en el hecho de que al presentarlo así, se consigue una mayor penetración de la obra. Veo que también tiene algunos gazapos ortográficos, pero estos seguramente no son culpa del autor. Aparte, considero que faltaron un índice onomástico y árboles gráficos de la progenie de las vacas españolas, que harían más explícito el trabajo.

Concluyo citando a Don Paco Madrazo, ganadero también de prosapia, quien en su libro, El Color de la Divisa, publicara en 1985 en una carta abierta dirigida a José Antonio Llaguno García estos sentidos razonamientos:

…Hoy la mayor parte de los ganaderos mexicanos se enorgullecen de tener en sus piaras reses procedentes de Saltillo – ellos así lo dicen – y qué lástima me da el que hayan olvidado, a veces, que las vacas y toros que les han dado prestigio a través de los años son de San Mateo…

Yo creo que ellos deben reconocer la gran afición de tu padre y de tu tío para hacer, con muchos sacrificios, una ganadería de bandera, y que ya dejen de decir que tienen sangre de Saltillo, cuando lo que tienen, es sangre de San Mateo…

¿Por qué no les gritas que tu padre, y vamos tomando como fecha la venida de las vacas españolas – 1908 – hasta el 15 de enero de 1953 en que murió, estuvo al frente de una extraordinaria ganadería hecha a base de esfuerzos, de malos ratos y de romperse día a día con la vida del campo y de los toros, para qué hoy tanto ignorante diga y anuncie que tiene sangre de Saltillo?

Ya no somos ganaderos de bravo, ni lo seremos jamás. Nuestra vida entre los toros será hoy dispersa, vaga y al poco tiempo, olvidada…


José Antonio Llaguno García nunca escribió el libro que le pedía su amigo – y compañero de infortunio – Paco Madrazo, pero en el que pone a la consideración de todos nosotros, Luis Niño de Rivera reivindica en buena medida ese justo reclamo de alguien que sí entendió la realidad de la existencia de la Sangre de Llaguno, un libro que vale la pena leer y releer.

Sangre de Llaguno
Luis Niño de Rivera
Editorial Punto de Lectura - UNAM
1ª edición, México, 2004
ISBN: 9707310588



domingo, 17 de enero de 2010

Antonio Montes, a 103 años de su muerte (IV/IV)



El testamento y la fortuna de Montes

Aproximadamente a las seis de la tarde del 17 de enero de 1907, unas horas antes de morir, Antonio Montes pidió la presencia de un escribano. Ante su gravedad y el temor de que no llegara a tiempo de Notario, se levantó un testamento privado, del cual se dio cuenta a la prensa en dos versiones.

La publicada por el diario El Imparcial de Madrid en su ejemplar del 19 de enero de 1907 dice lo siguiente:

En la ciudad de México, á diecisiete de enero de mil novecientos siete, en presencia de los doctores que asisten á Antonio Montes y los testigos que al final se expresan, declara Montes su última voluntad, y es la siguiente:

Su única y exclusiva heredera ha de ser su señora madre doña Emilia Vico; todos sus bienes muebles é inmuebles serán de su absoluta propiedad.

Ordena que se le paguen al picador Salzoso las corridas que le adeuda, á razón de noventa pesos mexicanos por corridas toreadas en la capital, y á razón de ochenta pesos mexicanos las de los Estados.

Al banderillero José María Calderón sesenta pesos mexicanos por cada corrida toreada en la capital, y á razón de cincuenta pesos mexicanos cada una de las toreadas en los Estados.

A la señora Grace, que en la actualidad sostiene relaciones amorosas con ella, le sean entregados tres mil pesos mexicanos; también ordena que á dicha señora le sean entregados el alfiler de corbata y la sortija que tiene para su uso.

Ignora, á causa de haber girado á España; el dinero que tendrá, y manda que se recojan mil quinientos pesos que tiene en la casa de Feliciano Rodríguez.

Nombra de su espontánea voluntad, como persona de su confianza y encargado de dicha distribución, á su banderillero Manuel Blanco (Blanquito), recomendándole como último recuerdo para su madre un cariñoso abrazo y un beso.

Ricardo Torres. – Antonio Fuentes. – Manuel Blanco. – Felipe Salzoso. – José María Calderón y Antonio Fernández. – Doctor Carlos Cuesta. – Doctor Villafuerte. - Doctor Castillo.

La otra versión, aparecida en el semanario La Fiesta Nacional, de Barcelona, del 20 de febrero de 1907 reza así:

En la ciudad de México á 17 de enero de 1907, en presencia de los doctores que asisten á Antonio Montes y los testigos que al final se expresan, declara Montes su última voluntad, y es la siguiente:

Su única y exclusiva heredera ha de ser su señora madre Da. Emilia Vico; todos sus bienes, muebles é inmuebles, serán de su absoluta propiedad.

A su cuadrilla se le pagará lo que se le está adeudando.

A la Sra. Grace le serán entregados tres mil pesos, el alfiler de corbata y la sortija que tiene para su uso.

Ignora, á causa de haber girado á España, el dinero que tendrá, pero insiste en que una vez liquidadas sus deudas, el sobrante sea puesto en el Credit Lyonnais á nombre de su señora madre y entregado el resguardo en propias manos de Da. Emilia Vico.

Nombra de su espontánea voluntad, como persona de su confianza y encargado de dicha distribución á su banderillero Manuel Blanco Blanquito, recomendándole como último recuerdo para su madre, un cariñoso abrazo y un beso.

Siguen las firmas de Montes, Ricardo Torres, Antonio Fuentes, Manuel Blanco, Felipe Salzoso, José Ma. Calderón, Antonio Fernández, doctor Carlos Cuesta, doctor Villafuerte, doctor Enrique Castillo.

Las dos versiones tienen solamente diferencias de grado, consistentes éstas, en la ubicación de los recursos obtenidos por sus actuaciones en la temporada mexicanas 1906 – 1907.

Antonio Montes falleció a las nueve de la noche con cinco minutos de ese jueves 17 de enero de 1907.

Posada y Vanegas difundieron la tragedia

En cuanto a su fortuna personal, su apoderado Juan Manuel Rodríguez, declaró a El Imparcial de Madrid lo siguiente:

Es una tremenda desgracia la ocurrida – nos decía el Sr. Rodríguez – Antonio realizaba su último viaje á América. Montes pensaba retirarse de su arriesgada profesión para consagrarse á su madre y á sus hermanos, á quienes quería entrañablemente. Hace poco tiempo adquirió una importante fábrica de aceite de orujo en Villafranca de los Barros, valuada en 30.000 duros. El verano último compró una finca de campo llamada "El Palomar" entre Utrera y Dos Hermanas, que vale más de 20.000 duros. Además deja en metálico de 25 á 30.000 duros. También era poseedor de riquísimas alhajas, entre ellas algunas de mucho mérito, regalo del infante D. Antonio, uno de los más constantes admiradores del diestro.

Quizás Montes no había logrado un cortijo en los toros, pero sí se había provisto de una industria para los días en los que debiera dejar de jugarse la vida delante de ellos. También llama la atención el hecho de que había anunciado a su familia que ya no viajaría a México donde tan buen cartel tenía – quizás mejor que en España – ¿sería que conocía ya de alguna afección a su salud?

Los funerales de Antonio Montes

El cadáver de Antonio Montes pasó por vicisitudes antes de llegar al sitio de su reposo final. Una vez que fue dispuesto para su traslado a Sevilla, se ingresó al depósito del Panteón Español de la Ciudad de México. Allí, una falta de cuidado grave motivó que el ataúd que lo contenía se incendiara y que el cuerpo también sufriera quemaduras, unas versiones señalan que en su totalidad, otras que solo de manera parcial.

Otra hoja volandera con grabado de Posada

Después, al llegar al Puerto de Veracruz para ser embarcado en el vapor Manuel Calvo, el féretro cayó. De nuevo hay versiones encontradas. Unas señalan que fue al mar y que de allí fue rescatado y otras, que solamente fue sobre los muelles y que allí se abrió, provocando un espectáculo molesto, que motivó que varios viajantes pospusieran su travesía trasatlántica, por temor a un desaguisado por ir en compañía del cadáver del torero.

Una vez llegado a Cádiz, el 18 de febrero de 1907, se trasladó el ataúd al vapor Cristina, que haría el tránsito por el Río Guadalquivir entre Sanlúcar de Barrameda y Sevilla y allí también hubo algún incidente, pues primero la niebla retrasó su salida; después, a su paso por Gelves, en el sitio conocido por Caño del Guadaira, venía en sentido contrario el vapor José María y al desviarse el Cristina para darle paso, quedó varado en el lecho del río, permaneciendo así cuarenta y cinco minutos, en tanto pudo tomar más agua y aumentar la presión para poder forzar la marcha.

Luego, una vez llegado a Sevilla, atracó en la escalinata de San Telmo, pero como lo hizo a las 8 de la noche, las autoridades no permitieron el desembarco del cadáver, por lo que pernoctó allí hasta que al día siguiente las Autoridades Civiles permitieron su desembarco para la celebración de las honras fúnebres y su posterior inhumación en el Panteón de San Fernando.

Presidieron el funeral entre otros los presbíteros Manuel Álvarez Franco, Federico Roldán y el cura regente de la Parroquia de Santa Ana, Guerra Calzadilla; el hermano del torero, Francisco Montes; sus apoderados en Madrid y México, Juan Manuel Rodríguez y Joaquín García Elorz; Emilio Torres Bombita, en representación de la empresa de la plaza de toros, el señor Díaz Martínez, en representación de la empresa de Bilbao, y los señores Soto, Moreno Santamaría y José Anastasio Martín.
Calle Pureza 63. Triana, Sevilla

La misa de córpore insepulto la ofició el presbítero Diego Algorta Lago, ministrado de diácono y subdiácono por dos sacerdotes pertenecientes á la parroquia del Sagrario.

Hoy, el recuerdo de Antonio Montes queda en un azulejo que está colocado en el número 63 de la Calle Pureza, sitio donde estuvo su casa – no creo que la finca actual se la misma que en su día habitó el diestro – y que reza lo siguiente:

En memoria del matador de toros Antonio Montes nacido en esta Calle de Pureza el 20-XII-1876 y muerto por un toro en Méjico a los 30 años de edad, inspirador de romances e inmortal como El Espartero, Joselito o Gitanillo, fue el ídolo de Juan Belmonte y uno de los grandes diestros de su época.

Azulejo en memoria de Antonio Montes
Dejo aquí esta historia, que desde hace muchos años me tiene cautivado. Recuerdo que cuando era un niño, Anita, la madrina de mi hermano Jesús, me hablaba con reiteración y a su modo de su admiración por Carlos Arruza y de la tragedia de Antonio Montes, la que solo conocía en sus versiones oficiales. Hoy, el acceso a muchas y variadas fuentes de información de un lado y otro del Atlántico, me permiten entender la magnitud y un trozo de la realidad de lo que representó la pérdida de este torero – que grande debió ser – y que es considerado nada menos que el precursor de Juan Belmonte, el autor de la última revolución trascendente en el toreo.

Por último, agradezco al gran aficionado y mejor amigo, Armando Moncada el haberme facilitado varias de las imágenes que ilustran esta serie, tomadas seguramente del retablo mayor de su renombrado establecimiento Pulques Finos la Virtud.

sábado, 16 de enero de 2010

Antonio Montes, a 103 años de su muerte (III/IV)

Antonio Montes
La campaña negra de Monosabio

Una vez que Matajaca soltó a Antonio Montes, fue levantado y llevado a la enfermería. La versión de Verduguillo es que lo trasladó para allá Ponciano, un monosabio que lo idolatraba y la de N.N. es que sus banderilleros Blanquito y Enrique Merino El Sordo fueron los que lo llevaron allí. Lo más seguro es que hayan participado los tres en la maniobra, pues Antonio quería regresar al ruedo a ver doblar a Matajaca a pesar de la fuerte hemorragia que presentaba.

Ya en el remedo de enfermería el Dr. Carlos Cuesta Baquero, asistido por otros dos médicos y dos pasantes de quinto año, exploró la herida y procedió a ligar dos vasos grandes y posteriormente, como se acostumbraba en la época, a taponar la misma con gasa yodoformada. Hecho esto, alrededor de las 6 de la tarde, considerando al torero herido estable, se le trasladó a su habitación del Hotel Edison. El parte facultativo rendido fue el siguiente:


El matador de toros Antonio Montes sufrió una grave lesión en la región glútea izquierda que interesó todo el plano muscular y penetró en la cavidad del vientre por la parte superior de la escotadura ciática, causando abundante hemorragia por la ruptura de un grueso vaso venoso. Dicha herida es de las que ponen en peligro la vida por sí y por las complicaciones á que puede dar lugar, tardándose en sanar más de treinta días.

A partir de este momento, Carlos Quirós Monosabio, en esas fechas director y propietario de un semanario llamado Ratas y Mamarrachos que se publicaba en la Ciudad de México, corresponsal del semanario madrileño Sol y Sombra y con amplias relaciones en otros medios periodísticos hispanos y de quien he contado sus andanzas en otro apartado de esta Aldea, inició una feroz campaña en contra del Dr. Cuesta Baquero, principalmente por sus diferendos en la manera de ver y entender la fiesta. Recurro al testimonio de Verduguillo, quien lo cuenta de esta manera:

A las nueve llegó el doctor Cuesta y encontró al herido tranquilo. A poco llegó Fuentes, acompañado del doctor Silverio Gómez, y minutos después llegó también Bombita quien llevaba al Dr. Gama.

Reunidos los tres facultativos, celebraron una consulta en la habitación contigua. Nunca se llegó a saber – con precisión – cuales fueron los puntos de vista de cada uno de los cirujanos. La voz de la calle dijo que tanto el Dr. Gómez como el Dr. Gama de lo que trataban era de relevar al Dr. Cuesta de la responsabilidad tan grande que tenía enfrente, en otros términos, de hacerse cargo del herido y seguía diciendo esa misma voz, pero muy especialmente los enemigos del Dr. Cuesta que éste se opuso terminantemente a abandonar aquel caso clínico, sabedor de que salvar a Montes le daría un gran prestigio. Esto es falso. El Dr. Cuesta SABÍA que Montes iba a morir, y con un gran valor y con una gran honradez profesional, se responsabilizó de aquel caso fatal de necesidad…

El más enconado enemigo que tuvo siempre el doctor Cuesta era don Carlos Quirós. Fue el origen de esta enemistad un artículo de Roque Solares Tacubac en el que al juzgar la labor de Gaona, tuvo apreciaciones que no estaban de acuerdo con el sentir del señor Quirós, portaestandarte del gaonismo. Surgió la polémica, que de meramente taurina, bien pronto paso a lo personal, pues parecía que al señor Quirós le interesaba más que probar que Gaona era un gran torero, demostrar que el doctor Cuesta había MATADO a Montes.

Esta enemistad entre los dos Carlos – Cuesta y Quirós – duró por toda la vida. Alguna vez yo quise intervenir para que los dos grandes escritores taurinos hicieran las paces y no pude lograrlo. Esto fue cuando ya Gaona se había retirado, por lo que consideré que había desaparecido la causa del enojo...


Cabeza de Ratas y Mamarrachos

La pregunta aquí es: ¿por qué no se practicó una laparotomía (cirugía exploratoria de vientre) a Antonio Montes para tratar de remediar su situación a sabiendas de que el pitón de Matajaca había penetrado la cavidad?

Verduguillo ofrece la siguiente respuesta:

Porque dada la poca resistencia física del herido -tuberculoso avanzado y padeciendo frecuentes ataques disentéricos- no aguantaba la operación que era preciso hacerle, que consistía en una laparotomía, sacarle los intestinos y resecar todas las partes contundidas por el cuerno. ¡Se habría quedado en la operación!

Preciso es aclarar que en la enfermería los médicos no se dieron cuenta exacta de los daños causados por el cuerno; sí se constató que había penetrado a la cavidad, pues ahí se perdía la exploración. Fue al hacerse el embalsamiento cuando todo se vio con claridad.


Esa versión de Rafael Solana sobre el estado general de Montes no la he podido confirmar a plenitud. El Dr. Cuesta, en un artículo publicado 38 años después – en el número del semanario La Fiesta de la Ciudad de México, correspondiente al 17 de enero de 1945 –, confirma la enfermedad intestinal previa y en una entrevista concedida al diario ABC de Madrid y aparecida en su edición del 19 de enero de 1907, el Dr. Sánchez Lozano, médico personal de Antonio Montes deja entrever que el diestro, tras un percance en la Feria de Abril del año anterior, tuvo alguna complicación respiratoria, pero sin confirmar que padecía tuberculosis.

La evolución del diestro no fue satisfactoria y pronto evidenció que la herida fue penetrante de vientre, pese a lo que se haya escrito de cualquier lado del Atlántico. Algunas versiones, encontradas por supuestos, son estas:

La de Julio Bonilla Recortes, para el semanario El Toreo de Madrid:

…El cuerno, una vez que penetró á la cavidad de la pelvis, rompió los músculos psoas é ilíaco y siguió hacia arriba y hacia la derecha, deteniéndose del lado derecho, detrás del intestino, en la fosa ilíaca. Llama muchísimo la atención que el cuerno, al seguir todo ese trayecto, haciendo tamaños destrozos, haya podido deslizarse entre el intestino recto y el hueso sacro, sin llegar á romper el peritoneo, de manera que, propiamente, aunque penetró á la pelvis, no produjo lo que en cirugía se llama una herida penetrante de vientre.

En la autopsia se encontró que la herida, anfractuosa, llena de recodos, con fractura de los huesos, estaba infectada. Se encontró, además, que el peritoneo, no obstante que no había sido desgarrado, ofrecía los signos de una peritonitis séptica en sus principios, pero ya claramente desarrollada. Esto se explica por la contusión sufrida por el peritoneo y el intestino; y explica, á su vez, la circunstancia de que desde los primeros momentos so hayan paralizado la vejiga y el intestino.

En la cavidad pelviana había derrame e infiltraciones de sangre. 

La causa de la muerte.

De lo que encontraron en la autopsia y de los síntomas observados durante la vida, los médicos, según pudimos informarnos ayer, deducen que la herida era mortal, y que la muerte tuvo por causa inmediata la septicemia y la peritonitis séptica, consecuencias de la herida.

La del anónimo informante de Eduardo Muñoz N.N. para El Imparcial de Madrid es así:

Se ha visto que el cuerno del toro, después de haber atravesado las masas musculares, no se había dirigido hacia adelante y hacia arriba, pasando por la escotadura ciática y penetrando así al canal de la pelvis, sino que se había dirigido más hacia adelante y había roto el hueso, perforándolo. El hueso lesionado fue el sacro. Allí se podía percibir la abertura hecha por el cuerno, que había después atravesado casi hasta salir por la parte anterior, cerca de la espina iliaca. En esta última parte se descubrió que había astillas de hueso que habían ido á desgarrar y contundir profundamente los tejidos.

Un punto á discusión era el de averiguar si se había presentado ó no una peritonitis. El doctor Cuesta y sus ayudantes opinaban que la alta temperatura, que el estado de postración y todo el cuadro alarmante que tenían á la vista, eran debidos á una infección peritoneal que se presentaba de una manera fulminante. Por su parte, el doctor Macías opinaba que no había signos claros de peritonitis, y que todo el cortejo de síntomas que se habían presentado en las últimas veinticuatro horas obedecían á una infección séptica general, causada, á su vez, por la herida anfractuosa irregular, llena de esquirlas, y que no había sido desinfectada debidamente por su situación misma y por su naturaleza. Parece que esta última opinión prevaleció; pero mientras tanto, personas que estuvieron cerca del enfermo en esos momentos hablan de discusiones que llegaron hasta la acritud entre los facultativos que intervinieron en la exploración efectuada al herido.


Antonio Montes

La que se contiene en el tomo III del Cossío es de este tenor:

…el suceso dio lugar a varios comentarios de la prensa y hubo quien culpó de ello a los médicos que atendieron al herido. El doctor Alejandro San Martín, al hablar de las heridas por ‘punción’ dijo: ‘Tal vez a una herida por punción se deba la muerte de Montes en Méjico, suceso que ha tenido tanta resonancia y ha dado lugar a tantas críticas de la conducta de los médicos que figuran en él…

Treinta y ocho años después, el Dr. Carlos Cuesta Baquero, responsable del tratamiento de Antonio Montes, escribió los hallazgos de la autopsia practicada al cadáver del torero:

La herida que recibió Antonio Montes estaba localizada en la asentadera izquierda (a corta distancia de la saliente huesosa que anatómicamente nombran gran trocánter). El cuerno hizo contusiones en un tejido que hay dentro (tejido retro-peritoneal), en el redaño (peritoneo), en los pliegues de ese redaño que sujetan el intestino (inserción fija posterior del mesenterio y del mesocólon de la iliaca) y en los mismos intestinos. El trayecto que recorrió el cuerno haciendo esos destrozos fue mayor de treinta centímetros.

Lo anterior refleja que, la opinión del Dr. San Martín, citada por Cossío en el sentido de que se trataba de una herida por punción no era desacertada y sí prudente a la distancia y que las versiones tanto de Julio Bonilla, como la difundida por N.N. fueron construidas seguramente por influencia de Monosabio que pretendía saldar sus diferencias con Roque Solares Tacubac y sin considerar el parte facultativo rendido inicialmente por el propio Dr. Cuesta, sino combinando este con el reporte de la autopsia y señalando la presencia de un Dr. Macías que no es todo clara en este asunto, pues no todas las informaciones lo mencionan. Al final de cuentas, los informadores adictos a Carlos Quirós consiguen filtrar la duda acerca de sí Antonio Montes murió a causa de la atención deficiente que le prestó un equipo médico inepto.

Creo que en 1945, como hoy, vale esta reflexión que hacía por esos días el Dr. Cuesta Baquero sobre este asunto:

Al embalsamarle, se vio que la cornada era profunda, en mayor extensión, originando contusiones en el peritoneo y derrame sanguíneo en la cavidad. De allí provino la peritonitis séptica. Si hubiera estado la ciencia quirúrgica con el progreso actual, se hubiera practicado una laparotomía – abertura de la cavidad ventral – desinfectado directamente el sitio donde estuvo la sangre derramada. Además, ¡si hubieran existido ya el licor de Dakin – Carrel, las sulfamidas y la penicilina!...


Descripción gráfica de la cornada de Antonio Montes
En suma y visto a más de un siglo de distancia, las lesiones sufridas por Antonio Montes eran mortales de necesidad por la simple razón de que no había medios para combatir la infección que con seguridad se presentaría, laparotomía o no. Independientemente de lo anterior, la técnica quirúrgica para tratar las heridas por asta de toro dejaba mucho al azar, pues en esos días, en lugar de transformar una herida traumática en una herida quirúrgica, controlada, lo único que se hacía era explorarla, limpiarla lo mejor posible y taparla, dejando a madre natura el trabajo de sanarla… sí es que eso era posible.



Total, que como lo afirma Rafael Solana, el prestigio profesional del Dr. Cuesta Baquero sufrió una importante abolladura con la muerte de Antonio Montes y la posterior persecución de Monosabio, pero a la larga, creo que la historia se ha encargado de poner a cada uno en su sitio y cuando se requiere – al menos en lo que a la historia del toreo se refiere – una perspectiva objetiva del tiempo que ambos vivieron, generalmente se procura la opinión de Roque Solares Tacubac, porque se tiene la certeza de que va desprendida de partidarismos y de otro tipo de intereses, de esos que no siempre se pueden confesar.

jueves, 14 de enero de 2010

Antonio Montes, a 103 años de su muerte (II/IV)


Matajaca

Cartel anunciador de la corrida del
13 de enero de 1907
Entre los toros de Tepeyahualco desentonaba el marcado con el número 42, nombrado por don José María González Pavón como Matajaca. Verduguillo afirma que era hijo de un toro de Miura y de una vaca de San Cristóbal la Trampa (cruza de criollo y español); por su parte, Roque Solares Tacubac afirma que era hijo también de un toro de Miura, pero de una vaca española, quizás de Arribas, en tanto que el anónimo informante de Eduardo Muñoz N.N. en El Imparcial de Madrid (seguramente Carlos Quirós Monosabio), afirma que era una cruza de Miura y Veragua.

El toro, desde que llegó a la plaza llamó la atención por su catadura y por la leyenda de la que venía precedido, pues se señalaba que era de la misma procedencia de otro que había causado la muerte en Puebla a Juan Romero Saleri y que el mismo Matajaca, en la ganadería, había matado al caballo de un vaquero y que por ello se le había llamado así.

Independientemente de esos relatos, el toro número 42 causó una impresión negativa entre los toreros que actuarían el 13 de enero. Verduguillo lo cuenta de esta manera:

…no sólo los aficionados hablaban del ya famoso Matajaca, también los toreros, hombres que por estar familiarizados con el peligro tienen frecuentes presentimientos. Picadores y banderilleros de las cuadrillas de Fuentes, de Montes, de Bombita, después de almorzar se dirigían a la plaza y se quedaban horas y horas contemplando aquel animal, como con ganas de envenenarlo. Y la pregunta que se hacían a sí mismos, en silencio, no podía ser otra que la de; ¿a quién le tocará?

Los matadores naturalmente, ya sabían también de la presencia del repugnante bicho en la plaza. Fuentes pensaría: si me toca, me lo quito de delante de cualquier manera. Bombita diría para sus adentros: más feos que ese me han salido por ahí y me los he despachado. El verdaderamente preocupado era Montes, porque su vergüenza torera y el cariño que le tenía el público de México, no le dejarían salir del paso de cualquier manera; habría que exponer con ese lo mismo que con los demás…

Por su parte, el Dr. Carlos Cuesta Baquero, que a la postre resultará un personaje axial en esta historia, reseña al toro de la siguiente forma:

…Entre los toros mexicanos, destacábase por lo cornalón y poderoso, y a la vez por lo socarrón, uno llamado Matajaca. Era de pinta cárdeno entrepelado – con exactitud cárdeno obscuro –, porque dominaba el color negro.

Aquel burel tenía el tipo característico miureño, por la longitud del pescuezo y por lo alto de agujas, por lo zancudo. Ostentaba las características que califican al toro como “de mala construcción”, riesgosa por la facilidad para alargar la gaita y también por la dificultad para dominarles el morrillo para verles los rubios al banderillear o estoquear. Era uno de esos toros nada deseables, que son rehusados.

Montes tenia costumbre de ir a la plaza de toros la víspera de la corrida. Acudía con la finalidad de ver el encierro y formar juicio respecto a la lámina y condiciones de corpulencia que presentaban los bureles. En esta vez quedó desagradado respecto al toro nombrado "Matajaca", de ese que acabo de reseñar…


Es decir, era un toro antipático para los toreros y transcurridos los hechos, resultaría que tuvieron razón en su disgusto por él.

La fiesta se torna en tragedia

Antonio Montes
A las tres y media de la tarde se abrió la puerta de cuadrillas. La llegada de Antonio Montes a la plaza había sido accidentada, pues en el camino a ella desde su hotel, se encontró con un hecho desagradable. El Inspector General de Policía, el General Carbadilla, había perdido la vida en la Calzada de la Piedad tras de impactarse el vehículo en el que viajaba. Eso detuvo el tráfico y retrasó el traslado de la jardinera que llevaba al trianero y su cuadrilla.



Si a ese infausto acontecimiento le sumamos la incomodidad que llevaba ya Antonio por el hecho de que en el sorteo celebrado por la mañana, le había correspondido el lote que llevaba el toro número 42 de Tepeyahualco, el estado de ánimo de Montes, no era precisamente el mejor. Se refiere tanto por Verduguillo, como por Roque Solares Tacubac que los fotógrafos pasaron dificultades para captar algunas gráficas de la terna en el patio de cuadrillas previo al paseíllo.

Antonio Fuentes vistió esa tarde de verde nilo y oro; Bombita, de solferino y oro y Antonio Montes estrenaba un terno azul turquesa y oro. Con el que abrió plaza, Fuentes lució grandemente con el primero de los del Marqués del Saltillo lidiados esa tarde, lucimiento que aumentó el deseo de Montes de salir airoso del compromiso, cuya cuadrilla había decidido echar por delante al toro mexicano, reservando al español, más recogido y de mejor tipo, para jugarse en quinto lugar.

Matajaca tardó en salir al ruedo y cuando lo hizo, levantó en la concurrencia una exclamación que medió entre el pavor y el asombro según las crónicas. Tal fue el contraste que marcó con el primero de la tarde, un toro cortejano, fino, bien cortado, en suma un dije.

Montes le veroniqueó a su manera, manteniendo los pies muy quietos, jugando solamente los brazos, acompañando con la cintura y ligando los lances en un corto espacio de terreno. Al intentar el quinto lance, Matajaca lo prendió por una corva y lo lanzó por los aires, y una vez en el suelo, intentó volver a hacerle daño, pero Calderón estuvo oportuno al quite. Fue a las tablas y allí tanto Blanquito como Calderón le aconsejaron ir a la enfermería, él en cambio, pidió un pañuelo, se amarró con él la destrozada taleguilla y volvió al toro.

Mazzantini y Salzoso por su parte, pasaron penas para picotear a Matajaca, que aún a la defensiva, mató dos caballos, pero acabó apencado en tablas. Blanquito y Calderón también batallaron para parearlo, pues se defendía en su querencia y cuando pasó la lidia al último tercio, las crónicas refieren lo siguiente:

Manuel E. de Icaza P. Pito, corresponsal del semanario La Fiesta Nacional, de Barcelona, en su número del 20 de febrero de 1907 señala:

…Viendo Fuentes y Blanquito que el toro pisaba el terreno al diestro quisieron ayudarle, pero Montes los volvió á retirar con insistencia, quedando otra vez solo y da dos altos, tres de pitón á pitón y uno de latiguillo y de cerca y recto se tira con un gran volapié hasta la bola, pero sin marcar salida por lo que el toro lo y lo levanta dos veces cogiéndole por el vientre y por la nalga derecha. Quiso, sin embargo, ver el efecto de su espléndida faena pero no pudo tenerse en pie y fue metido en brazos de tres banderilleros á la enfermería y al momento de salir del redondel, caía el toro asesino rodando y sin necesidad de puntilla. La consternación del público fue grande y se oyó una exclamación de dolor unánime; todos los espectadores se pusieron de pie y se hacían dolorosos comentarios. ¡Pobre Antonio!...

Antonio Montes estoqueando
a Matajaca

Rafael Solana Verduguillo, por su parte, refiere:

…La faena fue de espanto; en cada muletazo aquellos largos y afilados puñales pasaban a un milímetro de la cara, del pecho, de la barriga del lidiador. Fuentes, Bombita y los demás toreros permanecían cerca por si algo se ofrecía: Matajaca se vencía por el lado derecho, una barbaridad. Y de pronto Matajaca juntó las manos frente a la división de sol y sombra, estaba el toro en los terrenos de adentro. Se produjo en la plaza un silencio imponente, podía oírse el zumbido de un mosquito. Mucho se ha dicho que Fuentes en voz alta, aconsejó a su compañero que arrancara de prisa. "Entra con pataj Antonio", pero hablando yo con Fuentes años después, no logré confirmar tal versión. Lo probable es que Fuentes no haya dicho nada, sabedor de que Montes no le escucharía si acaso hubiera podido oírle. El caso fue que Montes se perfiló un poco largo en el centro, entró muy despacio y derecho y hundió toda la espada en el hoyo de las agujas…

La versión del anónimo informante del cronista de El Imparcial de Madrid, Eduardo Muñoz N.N., publicada el 3 de febrero de 1907, es la siguiente:

…Pasó al toro con valentía, y cuando logró igualarle, aculado á los tableros, Montes no vaciló en prepararse á entrarle á matar, á pesar de tener muy poca salida. ‘¡Éntrale con patas!’, le gritaban sus compañeros; pero Montes, desoyendo estos consejos, entró en corto, por derecho y en viaje natural, dando una gran estocada. El toro, con su resabio, le ganó el poquísimo terreno que tenía el matador; le empaló; volteándole, y le recogió en el aire por la parte posterior y superior del muslo derecho, encarnándolo por el doblez de la nalga y la pierna. Entonces – dice Bombita – observé una cosa en el toro que jamás he visto. Al sentir el daño de la estocada y el peso del infortunado torero en la cabeza, el toro siguió su viaje, apretando, empujando el cuerno en el cuerpo de su víctima, dando lugar á que todo el mundo apreciara cómo se iba introduciendo el asta. Generalmente, los toros tiran el derrote, y la mayor ó menor profundidad de las heridas obedecen á mil circunstancias; pero ninguna de ellas es la de 'empujar' para profundizar, 'como si fuera de intento' el daño. Ya en el suelo el pobre Montes, buscaba el toro con avidez á su víctima, sin reparar en los capotes de los matadores, hasta que pudo Bombita lograr distraerle un momento con el suyo, momento que se aprovechó para retirar al herido, que llegaba á las puertas de la enfermería en brazos de sus banderilleros y asistencias de la plaza en medio de estruendosa ovación, al tiempo que el bicho doblaba á consecuencia de la estocada…

Por su parte, Julio Bonilla Recortes, corresponsal en México del semanario madrileño El Toreo, describe así lo sucedido en el número aparecido el lunes 18 de febrero de 1907:

…El toro estaba muy resabiado cuando Montes, después de brindar, llegó á su terreno y tendió la muleta. Observando el ir y venir del matador, y alargando el pescuezo que era un prodigio, el de Tepeyahualco pareció esperar ocasión propicia para hacerse con el diestro que, jugándoselo todo, se estrechaba con él, y toreaba confiadamente como si tuviera delante uno de los más manejables veragüeños. Su faena consistió en un pase ayudado, seis por alto, tres con la derecha, y estando el toro en tablas, más avisado que un alguacil, Montes se perfiló sobre corto, tanto, que siguiendo un natural impulso nos pusimos en pie desconfiando de que la cosa saliera á satisfacción, teniendo en cuenta las pésimas condiciones del bicho. Montes no vaciló, y sin despegarse del sitio en que había fijado los pies más que para engendrar el viaje, entró superiormente al volapié, atizando una estocada buena de veras, pero saliendo atropellado y derribado. El toro entonces hizo por él, enganchándole por el lado derecho yproduciéndole la horrible y funesta cornada que todos lamentamos, y que nadie, por pronto y decidido que estuviera, habría podido evitar.

Verduguillo y el informante anónimo de N.N., que insisto en que es Monosabio, por las razones que más adelante expresaré, señalan que Fuentes, colocado detrás de Antonio Montes al momento de tirarse a matar, le gritó ¡entra con patas Antonio!, pero el mismo Rafael Solana hace notar que dado el defecto auditivo del trianero, el recelo que guardaba hacia sus alternantes y la algarabía que había en la plaza, difícilmente le hubieran permitido escuchar la recomendación y agrega comentando una entrevista que hizo al diestro de La Coronela 15 años después, cuando volvió a México a despedirse de la afición mexicana y a reunir unos cuartos para remediar su difícil situación económica, que Fuentes le dijo lo siguiente:

…Larga y amena fue la charla, acaparada la conversación casi todo el tiempo por el maestro. Llegó el momento en que don Antonio tocó el punto de la corrida del trece de enero de 1907, en la que fue mortalmente herido Antonio Montes. Yo aproveché la oportunidad para aclarar un detalle de esa corrida, falseado por gran número de aficionados que la presenciaron. Ya en capítulo lejano, cuando hablé de la muerte del valeroso trianero, me referí a la versión que entonces se hizo circular en el sentido de que cuando Matajaca juntó las manos y Montes se perfiló para entrar a matar, le había aconsejado Fuentes: "Aligera. Antonio". Otros oyeron muy claramente que Fuentes dijo. "Entra con pataj". Y no faltó por entonces quien asegurara que Fuentes había gritado: ¡"Rápido, que te coge"!

Como se ve, no se ponían de acuerdo en la forma, aunque sí en el fondo, los que aseguraban haber asistido a la cogida de Montes desde unos cuantos metros de distancia, pues todos ellos ocupaban barrera de primera fila de sol, precisamente al lado de los chiqueros, que fue donde se desarrolló la tragedia.

Al preguntar yo a Fuentes qué era lo que había dicho, me contestó el maestro:

- Yo presentí la cogida; me puse lo más cerca posible para intervenir en el momento preciso... pero no dije ni una palabra. Bombita tampoco dijo nada. Quizás alguno del público hizo la recomendación que se me atribuye.

Con esta declaración terminante echó por tierra don Antonio Fuentes los infundios propalados a raíz del trágico suceso…

Reconstrucción de la cornada a Antonio Montes

Entonces, no hubo tal recomendación o consejo y Antonio Montes trató de despenar a Matajaca de la manera en la que su oficio se lo aconsejó, siendo parte de las leyendas que surgen en torno a esta clase de sucesos, todas las versiones que sobre ese diálogo se han tejido.

miércoles, 13 de enero de 2010

Antonio Montes, a 103 años de su muerte (I/IV)

Algunos lugares comunes

Antonio Montes
Antonio Montes Vico nació en la Triana de Sevilla el 20 de diciembre de 1876. Afectado por una deficiencia auditiva, se volvió desde una edad temprana en una persona taciturna, ensimismada y, en algún sitio leí, que al contrario de muchos que padecen ese tipo de impedimento físico, hablaba muy quedo, casi musitando, quizás tratando de evitar el denunciar su condición hablando a gritos.

Antonio Montes fue vecino del número 63 de la Calle Pureza y al paso de los años se volvería uno de sus habitantes ilustres como la actriz Antoñita Colomé, como el cantaor Armando Gutiérrez, Juan de Triana, como esa cumbre de la cultura que ha sido Antonio Machado Álvarez Demófilo o más recientemente el diestro Emilio Muñoz y por la cercanía de su domicilio con el Templo Parroquial de Santa Ana, llamada con justeza La Catedral de Triana, fue acólito allí y después, se dice, pasó a ser sacristán de ella, tomando de allí el primer apodo que su grupo de amigos le puso: El Sacristán.



Quizás en esos días pasó por su mente consagrarse al estado eclesiástico, sin embargo, su juventud y la cercanía de la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla le mostraron que podría encaminar su existencia por otros derroteros, así que pronto dejó la guarda de los ornamentos y los rudimentos de los latines y la teología para encaminar sus pasos a visitar por las noches la Dehesa de Tablada.

El Templo Parroquial de Santa Ana. Triana, Sevilla
Será en esa dehesa en donde Antonio Montes desarrollaría una particular manera de hacer el toreo, desconocida hasta entonces, pues la forma de lidiar, estaba determinada en mucho por las condiciones de los toros (Alameda dixit). La lidia común en esos días se realizaba a partir de muchas facultades físicas, un amplio juego de brazos y una inteligente reposición de terreno.

En Tablada pastaba lo mismo ganado de casta que morucho, predominando éste. Era el campo abierto donde las querencias de los toros están más marcadas y sin barreras artificiales que los contengan. Al sentir el acoso del torero, el toro tiene más fácil la posibilidad de huir y escabullirse de la molestia que le implica el hostigamiento del torero. Cuando la res es de media casta (morucha), esa condición tiende a ser más acentuada.

La lidia decimonónica hacía fácil la huida del toro en esas condiciones. Entonces, el que pretendía torear las noches de luna en Tablada, tenía que sujetar muy bien al toro o vaca cortado de su piara y obligarle a repetir en un breve espacio de terreno. Montes desarrolló así una manera de hacer el toreo en la que reponía poco terreno, pero con un eficaz juego de brazos y de cintura, llevando, diríamos hoy muy tapadas a las reses con los engaños utilizados. Es decir, se quedaba muy quieto. La mayor crítica que se le hacía es que era codillero, sin reparar que ese codilleo era el recurso técnico para sujetar al toro huidizo y obligarle a repetir en ese corto espacio de terreno, recurso que Belmonte perfeccionaría años después y volvería canon de la moderna tauromaquia.

El aprendizaje en Tablada y el andar por las capeas de los pueblos le permiten, de manera desusada en sus tiempos, presentarse como novillero (sin haber pasado como banderillero en alguna cuadrilla antes) en la Plaza de Sevilla el 3 de mayo de 1896, para lidiar novillos de José Torres Díez de la Cortina, alternando con Costillares y Guerrerito. El corresponsal del semanario madrileño El Toreo, en su edición del día 11 siguiente, refiere de esta actuación:

Montes, que desconoce el manejo de la muleta, pasó de cerca y con arrojo y estuvo afortunado, al salir ileso de tres o cuatro cogidas que sufrió al estoquear el tercer novillo. A este lo despachó de dos pinchazos y una estocada baja, sin conseguir descabellar en dos veces que lo intentó. Al último consiguió darle muerte de otros dos pinchazos y una estocada, que resultó al lado contrario.

Los tres espadas trabajaron con buenos deseos, estuvieron activos en los quites y capearon a sus respectivos bichos con más o menos lucimiento…


No obstante esa actuación, que se puede calificar de desafortunada, se presenta en Madrid el 13 de noviembre de 1898. Recibe la alternativa el Sevilla el 2 de abril de 1899, de manos de Antonio Fuentes y llevando de testigo a Ricardo Torres Bombita y la confirmó en Madrid el 11 de mayo de ese mismo año, llevando de padrino a Antonio Moreno Lagartijillo y de testigo a Emilio Torres Bombita. En esta ocasión los toros fueron, uno del Duque de Veragua, llamado Tesorero (el de la ceremonia) y 5 de Pablo y Diego Benjumea. Mariano del Todo y Herrero, en el número de La Lidia correspondiente al lunes 15 de mayo de ese año refiere lo siguiente:


Le damos la preferencia, ya que las reglas de la cortesía taurina se la dieron también en el circo. El nuevo matador de alternativa, hizo su debut como tal en Madrid, con una faena de muleta breve, en la que sobresalieron los pases naturales, en los que paró bien, rematándolos con elegancia, si bien en los de otro sistema se embarulló algún tanto, dejando que el toro le adelantase en el terreno. Estuvo confiado, sin embargo, y entró á matar con mucha voluntad, dejando una estocada caída y con tendencias, á volapié. La brega del último tuvo dos partes: en la primera, el diestro estuvo algo desconfiado en los pases; en la segunda, los naturales fueron de la buena escuela de antes, y entró bien á matar, señalando en lo alto un pinchazo en hueso, y colocando luego una buena estocada hasta el puño, todo á volapié. Lanceó de capa al primero, con salida larga, pero parando y estirando bien los brazos, y cumplió en lo poco que de sí ofreció el resto de la cosa.


Antonio Fuentes
Antonio Montes, a partir de su alternativa tuvo que competir con Fuentes, Machaquito, y Bombita quienes en esos días formaban la primera fila de la torería de ese tiempo. Los cartabones del toreo de esos días aún no estaban preparados para admitir una revolución en las maneras de ser y de hacer el toreo. De allí que en España, Antonio Montes quedara en las más de las ocasiones relegado a ser un digno y batallador complemento de carteles de tronío, lo que le comenzó a formar una seria idea de que los nombrados Fuentes, Machaquito y Bombita, las cabezas del interregno producido entre los tiempos de Lagartijo y Frascuelo y de Joselito y Belmonte (otra vez Alameda dixit), le cerraban el paso de manera intencionada, entonces, comenzó a buscar otros horizontes en los cuales pudiera exponer y explayar su particular tauromaquia.



Y así, a partir de 1903, Antonio Montes pasa los inviernos en México y es aquí donde pronto se convierte en un torero respetado por su valor y sus maneras en el ruedo, aunque sin dejar atrás sus rivalidades y desavenencias con Fuentes y Bombita sobre todo. Un periodista de aquellos días, Rafael Solana Verduguillo, lo relata así:

…Desde su presentación en la plaza de la calzada de La Piedad conquistó a la afición capitalina, especialmente a la de sol. Los aristócratas ricachos que iban a sombra le regatearon siempre su aplauso; a ellos les llenaba más Fuentes, con su majestuosidad, su gallardía. su señorío en el ruedo y su simpatía como particular. Jugaba con ellos al póker en el Jockey Club y asistía a las reuniones, impecablemente vestido y derrochando gracia en la conversación.

En cambio Montes; luchando siempre con los toros, expuesto a percances y antipático en la calle, no podía despertar grandes simpatías. Su sordera por una parte y su educación casi monacal que había recibido en su pueblo le hacían silencioso, retraído, poco comunicativo. Donde estaba El Sacristán no se podía hablar de nada; él no despegaba los labios y cuando lo hacía, era para decir una especie de sermón, con San Agustín por delante. En cierta ocasión le instaron mucho para que contara algo y se le ocurrió referir que había matado quién sabe dónde cuatro Miuras así de grandes…


Así pues, sus problemas de personalidad, seguramente derivados de su deficiencia auditiva y los naturales que derivan de la rivalidad en los ruedos, fueron creciendo en el ánimo de que en su día fuera Sacristán de Santa Ana, preparando las situaciones para el desenlace de su historia en la temporada de 1907, objeto de esta participación.



1907

Cuenta el Dr. Carlos Cuesta Baquero, que firmaba sus escritos periodísticos como Roque Solares Tacubac lo siguiente acerca del desarrollo de la temporada 1906 – 1907 de la capital mexicana:

El arribo de Antonio Fuentes, y pocos días después el de Bombita, originó que la Empresa dejara sin lugar en las corridas al diestro trianero. Esa maniobra no encerraba malevolencia ni menosprecio. Era únicamente de conveniencia mercantil, pues no era razonable apagar inmediatamente la efervescencia que reinaba entre los aficionados, expectantes de las corridas en las que estuvieran reunidos los tres espadas, distanciados por sus rencillas, las que deberían influenciar en el esforzamiento de los artistas.

Montes, Que era suspicaz – a veces sin causa para ello – atribuyó a intrigas de Pepe del Rivero el que no torease. Creyó que éste se hallaba de acuerdo con Fuentes y Bombita a fin de boicotearlo, igual que en España.

Ricardo Torres Bombita

Por esa razón, se marcha Montes a Puebla y amenaza con no cumplir con las tres fechas que le restaban por cumplir en su contrato, si no es emparejado con Fuentes y Bombita, de manera tal que se pudiera dilucidar de una vez el lugar de cada uno de ellos y pensaba Antonio, que a partir de un triunfo resonante ante quienes eran los principales toreros en España, poder armar allá una campaña importante ya en plan de figura.

Pero Pepe del Rivero, el empresario de la Plaza México de aquellos días (ubicada en la Calzada de la Piedad), para mantener el ritmo y la atención en la temporada, jugaba sus cartas y al decir de Verduguillo, los enfrentaba pared de por medio, en carteles separados, dejando la confrontación para el cierre del serial. La presión de Montes con su amenaza de dar por terminado el contrato, fue lo que vino a precipitar los acontecimientos.

Así, Del Rivero anunció para el domingo 13 de enero de 1907 la corrida de toros esperada por todos. 3 toros españoles del Marqués del Saltillo y tres nacionales de Tepeyahualco para los diestros Antonio Fuentes, Antonio Montes y Ricardo Torres Bombita. El festejo iniciaría a las tres y media de la tarde, para evitar que por ser temporada invernal, se tuviera que suspender el festejo por falta de luz, ya que la plaza carecía de iluminación artificial.

jueves, 7 de enero de 2010

Una estampa del pasado (II)


TOROS EN MADRID
26 de mayo de 1935
SEIS TOROS DE SALAS
CHICUELO, GARZA y EL SOLDADO
¡Toros, toros!



Tantas vese se ha dicho ar público que er toro que nesesitaa er torero moderno pa divertirno ha de sé chico, gordito, con lo pitone como platanitos, que, hoy sediendo un poco, mañana otro poco y al otro más, se ha llegao a perder por completo la emosíón der toro. Yo creo que er día —por esas cosas rara que pasan en la vida— que aparesiera por las puertas de los chiqueros de Madrí la cara seria der toro auténtico, muchos se desmayarían en los tendió. ¡Seguro! Hoy cree er público de verdá que esto que le sirven como toro lo son, ¿Cómo, si no, dejó pasa ar sesto toro, de Ortega, sustituto der de Sala, que era una verdadera cabrilla? Creo que er que está por fuera der mostradó, er que se retrata en la taquilla, lleva siempre rasón; pero es que si llega a jartarnos der to la emosión der toro, terminaremos por irno ar furbó, que por argo se llama a esto la fiesta de los toro, y no la der torero. Venga er toro de verdá, en presensia y potensia, que es la sustansia de la fiesta: si no, nos vamo a enterá de que han muerto las corría de toroscuando nos dé en la narí el oló de su cadave. Y ya saben ustede que no lo hago por mi. ¡Yo soy partidario der Beti! De los seis toro de Sala se echaron pa tras quinto y sesto, que fueron sustituido por dos de Ortega. Los de plantilla y los sustituto fueron buenos, nobles, tersiaíto y sin fuersas. Una buena corría pa er torero. "Chicuelo" hase tiempo que debía paga pasaje á la plasa. No hay derecho a que este torero vea los toro en er mismo redondé, y en cambio er que vaya a sacá una barrera le cueste un ojo de la cara. ¿Por qué, vamo ave? Toreó y mató a su primero muy mal; toreó y mató ar que le dejó Garsa muy mal, y toreó con la muleta y mató a su segundo muy mal. Hubo un momento, sin embargo, en que me saqué der borsillo do o tre viva a España que tenía preparao por si "Chicuelo" quería estirarse, emparedao como estaba entre do estrangero. No pudo sé. Ar suelo se me cayeron loa viva a España, sin éntusiasmo y marchitos. Fué cuando er mármol de la Alamea se conmovió un poquito y, juntando los pies, saludó ar cuarto torillo con sinco o seis lanses y media verónica llenos de grasia. Siguió un quite por chicuelina, menos bueno; metió ar toro en suerte animao y artístico..., ¡y se acabó! Tó er mundo sabe que Manolo es un buen torero; pero es como er que tenía un tío en Arcaiá, que ni tenía tío ni tenia na. Garsa salió er domingo con er való nesesario pa da lo que sabe, er parón. Su primero, que no tenía, por farta de fuersa, la velosidá nesesaria pa la espesiacidá der mejicano, lo cogió ar que hasia seis o siete atragantone, y lo metió en la enfermería. Su segundo era más suavón, y lo dejó hasé. Er público se vorvio loco, y cuando er torero mató de media, le dio la oreja, la vuerta al ruedo y le tiró sombreros y otras prenda. Ya he dicho que er que paga manda, y cartuchera en er cañón. No toreó Garsa, ¡qué va a sé torea eso! Er toro entró suerto y salió suerto; es desí; nó mandó er torero, y por esto no toreó. Se colocó en la asera, dejándole ar toro er sitio justo pa pasá; pero no dirigió ar toro, que pasó suelto, como quiso. ¿Que esto emosiona hasta ese punto? Bueno. En esto me pasa como con la emosión der toro verdá y der que no lo é. El otro día, cuando dije que "er Sordao" había cumplido y que podía cogé la lisensia cuando quisiera, las gente me querían comé. Hoy, en cambio, me dieron la rasón al despedí ar torero con aquella lluvia de armohadilla. ¡Qué miedo en los dos! ¡Qué mítin! ¡Con desirle a ustede que er público, por asosiasión de idea, se vorteó pa "er Gallo" en plena "faena" der "Sordao" y lo ovasionó, está dicho to!
Muy bien Mende. La plasa, llena.

OSELITO




Ilustración de la crónica por Martínez de León


Nota del amanuense: Cualquier similitud con la realidad actual, ¿es mera coincidencia? Los subrayados son obra mía.

viernes, 1 de enero de 2010

¡Feliz Año Nuevo!


Comenzamos un nuevo año. Que para todos traiga buenas cosas, felicidad, unidad y sobre todo, trabajo, un bien tan escaso en estos días, que con él, tendremos visos de prosperidad.

Y en lo que aquí nos ocupa, que las situaciones mejoren, que ya no nos den gato por liebre (que es lo mismo que novillo por toro o manso por bravo), que las fuerzas vivas en realidad se aprieten los machos y que esta fiesta tan propensa al vilipendio, por causa de quienes decimos quererla, recupere aunque sea un poco del resplandor que le es consustancial.

Y a todos Ustedes que tengan la gentileza de visitar esta Aldea y leer estas tres líneas, gracias por hacerlo y que todo lo que esperan, se haga realidad.

Los mejores deseos desde Aguascalientes, México.

jueves, 24 de diciembre de 2009

¡Feliz Navidad!


Es este un tiempo de hacer recuento, de reflexión, de tener en cuenta a quienes nos han tendido la mano para darnos el calor de la amistad.

Que esta Navidad sea motivo de alegría y de reunión familiar para todos, especialmente para aquellos que me honran con su paso por esta Aldea y para quienes me impulsan a seguir con sus opiniones y comentarios.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Tres comentarios interesantes


A propósito de lo sucedido en Barcelona, la prensa de este día recoge varias opiniones interesantes, que sumados al de Paco Tijerina recomendaba en la entrada anterior, dejan ver que la intolerancia no es el camino adecuado para resolver esta situación.

En primer término está el comentario de Isabel Martín Barinagarrementería, publicado en El País, de Madrid, bajo el título Y al que no le guste, que no vaya, que precisa a mi modo de ver, la actitud que podrían adoptar los que no aceptan esta fiesta.

Después, el que publica Ramón de España en El Periódico, titulado Los aficionados a los toros no molestan, en el que destaca que mientras nosotros toleramos a quienes no comparten nuestra afición, ellos se empeñan en violentarnos cuando ejercemos nuestro legítimo derecho a disfrutarla.

Y last but not least, la opinión de mi amigo Leonardo Páez, aparecida en la edición de hoy del diario La Jornada de Ciudad de México, en la que describe con mordacidad la actitud de los parlamentarios catalanes que votaron a favor la ILP en su columna semanal ¿La Fiesta en Paz?, bajo el título Catalanes ganapanes.

Ojalá los disfruten.

domingo, 20 de diciembre de 2009

¿Catalanismo, ecologismo o ignorancia supina? Una visión trasatlántica

Ante el resultado de la votación del Parlamento de Cataluña acerca de la llamada ILP, comenzaron a dar vueltas en mi mente una serie de ideas y de recuerdos y entre ellos, están aquellos relacionados con el VIII Congreso Mundial de Criadores de Toros de Lidia celebrado aquí en Aguascalientes, los primeros tres días de noviembre del año 2007.

En esa ocasión, uno de los temas medulares fue el de la conservación del hábitat del toro de lidia, mismo que fue tratado por los representantes de casi todas las Asociaciones de Ganaderos asistentes al Congreso. De las que conservo notas, son de las del francés Jean Gauthier y del sevillano Javier López Rubio. La primera, es un trabajo muy técnico acerca de los beneficios que la crianza del toro de lidia ha aportado al Delta de la Camarga y a la Llanura del Crau en Francia y el segundo, un análisis más cercano a lo que hoy me tiene aquí de nuevo con Ustedes.

Decía Javier López Rubio – con quien aparte del nombre, comparto también la profesión, la afición y la amistad - que la Directiva 92/43 EEC de la Comunidad Europea establece que la dehesa es un hábitat protegido. Agregaba que en España se tenían en esos días aproximadamente 2 millones de hectáreas de dehesa, de las cuales 982,000 se ubicaban en Andalucía y que las ganaderías de lidia españolas ocupan una media de 580 hectáreas de ese tipo de terreno.

Los citados Gauthier y López Rubio, Miguel Gutiérrez Botero de la colombiana ASTOLCO, Isabel Carpio, Ángel Gómez Cañitas y las hermanas María del Sagrario y María Victoria Aguirre Sánchez se ocuparon de destacar con claridad la gran cantidad de especies animales que tienen su espacio vital en las zonas de dehesa, mismas que se conservan y que no han sido roturadas para la agricultura, gracias a la crianza del toro de lidia, que por las condiciones que requiere para su desarrollo, encuentra, al igual que las especies autóctonas de la dehesa, el lugar adecuado en esas zonas declaradas como áreas naturales protegidas.

Todo esto viene a cuento, porque al seguir las noticias de que la ILP saldría a votación, se decía que su fundamentación y motivación se sostenía en dos tipos de argumentos. Unos de corte nacionalista, es decir, en la consideración – ciertamente maniquea – de que la fiesta de los toros es un elemento ajeno a la cultura catalana, importada allí por los inmigrantes españoles del franquismo. Los otros argumentos son – se dijo – verdes, es decir, ecologistas, de los que pretenden proteger el medio ambiente -¿o serán cuentos verdes?-.

Pues sí los que pretenden eliminar de la faz de la tierra esta fiesta, creen que protegen el medio ambiente, quizás se carguen a la fiesta, pero también se cargarán lo que quieren proteger, porque detrás de la fiesta, se irá la crianza del toro y detrás del toro, la dehesa, con todas las especies que en ella habitan, muchas, en real peligro de extinción.



La votación fue cerrada, 8 votos la diferencia a favor de la ILP (67 – 59), con nueve faltantes, entre abstenciones (5) y ausentes (4). Creo que la actitud de esta novena de parlamentarios raya entre la hipocresía y la cobardía, disfrazada de corrección política, pues en una decisión trascendente tanto para su comunidad, como para su país, debieron estar presentes y dar la cara, a favor o en contra, pero no ocultarse en la comodidad de una no decisión.

Hoy las cosas se han puesto cuesta arriba, empezando por Cataluña. En ese VIII Congreso, concluía Javier López Rubio en que la defensa que tradicionalmente hacemos de la fiesta casi siempre la centramos en la exaltación de los valores de su producto final: la corrida de toros y de todas las expresiones que se generan en torno de ella. Y yo parafraseo sobre lo que sigue: a partir de este lamentable suceso, necesitamos visualizar que existen vertientes que en la vorágine de estos acontecimientos podemos pasar por alto, cuando su valor como argumentos y su sustancia en los hechos, nos permiten sostener el verdadero valor de la fiesta de los toros, no solo como un elemento cultural de los pueblos que la viven – concebida la cultura como una manera de entender la vida – sino también como un medio de preservar el entorno físico y ambiental en el que la fiesta se desarrolla, a través de la crianza del toro apto para la lidia.

Los hechos nos enseñan ahora que hace ya algún tiempo se debió mostrar a la fiesta desde esos otros entornos y no solo, como lo dijo en su presentación el ganadero López Rubio, en el aspecto de la corrida de toros; que se debió abrir ese mundo cerrado y darlo a conocer, para poder salir en su defensa. Ojalá no sea demasiado tarde.

Por último, les recomiendo el análisis - sobre todo desde la vertiente política - que de lo sucedido en el referido Parlamento, hace mi buen amigo Paco Tijerina en su portal Burladerodos. No tiene desperdicio.

Aldeanos