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domingo, 19 de noviembre de 2023

Universidad, tauromaquia y tolerancia

La biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México había anunciado, para iniciar el pasado jueves 16 de noviembre, una exposición de fotografías obra de don Carlos González Frey, quien firmó siempre sus instantáneas simplemente como Carlos, y que fuera el fotógrafo de cabecera primeramente, del doctor Alfonso Gaona y el indispensable, diría yo, de la Plaza México, porque el grueso de su actividad detrás de la cámara y la lente, la desarrolló en ese escenario taurino desde su apertura y hasta marzo del año 2003.

El día de la inauguración de la muestra se publicó en la red social X – antes Twitter –, en la cuenta oficial de la institución educativa, que la exposición se cancelaba, porque: La IBERO informa que suspendió esta exposición. La Universidad promueve el respeto a todas las formas de vida. Magra y pobre explicación para justificar un atropello que no denota más que ignorancia e intolerancia. Pero el daño, se lo hacen ellos mismos.

Don Carlos González Frey

Izka González, nieta del fotógrafo, en su perfil de Linkedin, en febrero de este año, al cumplirse el 15º aniversario de su fallecimiento, hace una serie de reflexiones acerca de lo que fue la vida de don Carlos González, a quien con justicia podemos calificar como el fotógrafo de la Plaza México. Entre otras cosas, nos cuenta lo que sigue:

Mi abuelito se quedó huérfano a los 7 años (1920), vivió en la calle un tiempo hasta que, dicho por él, se acercó a un hospicio porque no quería ser un vago… Aprendió la profesión de zapatero y después la vida y su afición por la fiesta brava lo llevaron al trabajo que lo llenó de satisfacciones y que estoy segura para él, de hecho, no era un trabajo, era su vida: la fotografía… Aprendió a hablar inglés porque quería leer los manuales de sus cámaras (a mediados del siglo XX los mejores equipos se manufacturaban en el extranjero y todo estaba disponible en inglés)…

Quizás esta es una situación que es el antecedente de la incomodidad de quienes señalaron con el índice la organización y el anuncio de la exposición cancelada, que don Carlos haya sido un hombre “hecho por sí mismo, algo que hoy en día le produce escozor a muchos, sobre todo a esos que se proclaman progresistas y que equiparan esa voluntad de ser alguien, a un mero egoísmo.

Tras su óbito, la familia de don Carlos decidió que el destino del testimonio de su obra fotográfica, recogido en más de 225,000 negativos, pasara a la custodia de la Universidad Iberoamericana, lugar en el que, por una mera razón lógica, considero que debería ser resguardado, clasificado, digitalizado y puesto a la disposición de quienes lo requirieran para su consulta en trabajos de índole académica, artística o cultural. Sigue escribiendo Izka González:

Por muchos años cuando dejó de trabajar, se preocupaba por su archivo, decía que los negativos se podían quemar y no sabía qué hacer con ellos… Su acervo tan valioso, que consta de 225,379 negativos en guardas de papel, de metal y sueltos, además de cámaras y otros documentos, hoy está protegido y resguardado en el Área de Acervos Históricos que pertenece a la Biblioteca Xavier Clavijero de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México…

Queda clara entonces, la finalidad con la que ese material fotográfico, que da testimonio de lo sucedido en la Plaza México principalmente, durante casi seis décadas, fue entregado a la Ibero y no fue precisamente para que permaneciera embovedada y lejos de los ojos de la humanidad.

Joselillo, Plaza México 1946
Foto: Carlos González

Don Carlos González Frey falleció en la Ciudad de México el 15 de febrero de 2008 y como lo afirma su nieta, en vida tuvo el reconocimiento de sus colegas y amigos, así como evidentemente de su familia, que pensó en procurar un destino para su obra en el cual se pudiera seguir accediendo a ella y se tuviera presente siempre su memoria.

La Biblioteca Clavigero

El doctor Luis Arriaga Valenzuela S.J., Rector de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, en un artículo publicado en la Revista Ibero salida en el mes de octubre del presente año, titulado La Biblioteca Francisco Xavier Clavigero. Una expresión de nuestro compromiso con la construcción del futuro, entre otras cuestiones, expresa:

...en la Ibero creemos que el acervo de nuestra biblioteca debe encontrarse al servicio de un Bien Mayor, especialmente cuando nos permite discernir la complejidad de cada momento histórico para actuar en consecuencia... Se trata, sobre todo, de una biblioteca concebida para hacer posible que la investigación, el intercambio de ideas... Es decir, que sea una biblioteca viva... una biblioteca abierta a la creatividad, las inquietudes y el talento de sus usuarios, especialmente cuando se reconoce que ellas y ellos también son “portadores de saberes” ... Por eso Goldin sugiere que concebir a una biblioteca como lugar de encuentro vivo no se opone “a la idea tradicional que se tiene de ella como un espacio que resguarda y posibilita el acceso a las ideas y al pensamiento” ...

Contradictoria la postura del señor Rector cuando por escrito habla de intercambio de ideas, de creatividad, de talento, de saberes y de apertura al pensamiento como elementos esenciales de existencia de un espacio como una biblioteca y por el otro, cuando se va a exponer una muestra de algunos de los materiales que se resguardan allí, cede a las presiones de unos cuantos, y sin mediar mayor explicación, se escuda en un argumento de catálogo y cancela la exposición, para que no parezcan ni él, ni la institución que dirige, políticamente incorrectos.

Universidad y Tolerancia

Desde sus tiempos más remotos la Universidad ha representado un lugar en el que se reúne el conocimiento, la discusión y la transmisión de las ideas de una manera digamos, democrática, porque todo el mundo tiene derecho a expresar su pensamiento, a que los demás se las escuchen y lo más importante, que, si no las comparten, que se las respeten. 

Todo ello implica necesariamente que en la Universidad todas las expresiones de la vida y del saber humano tienen cabida y todas las formas de pensar acerca de ellas también tienen lugar. En otras palabras, en la Universidad se puede – y agregaría yo, se debe – disentir, pero siempre dentro de un marco de respeto a las personas y a sus realizaciones. La Universidad es el terreno inalienable de la unidad en la pluralidad diversa.

El punto de partida de ese ambiente de respeto es la tolerancia. Puede no gustar a muchos, en este particular caso, la tauromaquia, pero otros muchos tenemos afición a ella. A unos y a otros, nadie nos obliga a acercarnos o a alejarnos de la fiesta de los toros. La solución es muy sencilla: que se aproxime a ella quien tenga gusto o curiosidad y quien no, por las razones que sean, tiene el inalienable derecho de pasar de largo.

Ser tolerante, ha establecido la UNESCO, en diversos documentos, es el reconocer los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás… Es por eso que la tolerancia no es resignación, derrota, ni sumisión. Y es que la resignación inmoviliza, y en cambio, la tolerancia promueve; la derrota implica aceptar que hay perdedores, y cuando hay tolerancia, todos ganamos; cuando nos sometemos, nos damos por vencidos, pero la tolerancia siempre nos posibilita triunfar.

Así pues, el escuchar solamente una de las versiones acerca del tema para cancelar la exposición, implica inmovilizar, derrotar y someter a quienes intentaron exponer la otra. Es un claro ejemplo de una conducta que no refleja precisamente un espíritu universitario, ni de parte de quienes pidieron – o seguramente – exigieron esa cancelación, y desgraciadamente tampoco, de aquellos que la decretaron.

Intentando terminar

La moda de lo woke ha impregnado la forma de vivir de muchos jóvenes en la actualidad y les hace estar enojados con todo y les ha convencido también que todos los demás les debemos algo, según el tiempo y el lugar en donde se encuentren. Esa manera de ver la vida les hace creer que todas las instituciones han de ser destruidas o transformadas de acuerdo a su particular modo de sentir en una situación determinada.

No admiten como válida la cultura del esfuerzo, pues sintiéndose acreedores del resto de la humanidad, creen tener autoridad para exigir y recibir todo lo que necesitan o crean necesitar, y desprecian profundamente a aquellos que, por su propio esfuerzo, intentan salir adelante. Y su actitud hacia ellos es la de echarlos fuera, borrarlos, cancelarlos.

Expreso mi solidaridad a Hugo Martínez Gómez, el alumno de la Ibero que fue el organizador y curador de la exposición, y una de las principales víctimas de la intolerancia de una institución que paradójicamente lleva por lema el de La Verdad nos hará Libres. A mi juicio, el resultado final es que la Ibero ha puesto en duda su calificativo de Universidad y aquellos que se opusieron a la exposición y los directivos que la cancelaron definitivamente les viene grande, muy grande el calificativo de universitarios.

Que pena que una que fuera una de las casas de estudio más importantes de México, haya caído tan bajo.

domingo, 10 de septiembre de 2023

1963 – 64. La gran temporada de Jaime Rangel

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El Redondel 12 de enero 1964
La temporada de toros 1963 – 64 en la capital mexicana constó de la friolera de 32 corridas, aunque se diera en una especie de plaza partida, porque 18 de ellas se celebraron en la Plaza México y los 14 festejos restantes, tuvieron lugar en el hoy difunto Toreo de Cuatro Caminos. Las cabezas del elenco de Insurgentes eran Paco Camino, Joselito Huerta, Diego Puerta, Juan García Mondeño y Santiago Martín El Viti, en tanto que el ciclo de Naucalpan fue construido por doña Dolores Olmedo en sociedad con el ingeniero Alejo Peralta alrededor de la personalidad de Manuel Benítez El Cordobés, quien tendría como alternantes a los integrantes de la Edad de Plata mexicana: Antonio Velázquez, Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, Manuel Capetillo, Jorge El Ranchero Aguilar, Juan Silveti y Alfredo Leal, así como el as venezolano César Girón.

En ambos elencos había varios toreros que podríamos llamar emergentes de ambas orillas del Atlántico. De los de allá podemos encontrar a Joaquín Bernadó y a Manuel García Palmeño y entre los nuestros, a Guillermo Sandoval, Antonio Duarte El Nayarit, Raúl García, Oscar Realme, Víctor Huerta y muy significadamente un torero hidalguense de dinastía: Jaime Rangel, quien estuvo siempre anunciado en la Plaza México, regentada por el doctor Alfonso Gaona.

A propósito de esos días, recuerda el torero de San Miguel Vindhó, en entrevista concedida en el año de 1968 al periodista de Guadalajara, Pacorro Páez, recopilada en su libro Soñadores de Gloria:

Mi primer traje de luces lo vestí en Matamoros, Tamaulipas, en 1957... vino la alternativa en la Plaza México el 1º de enero de 1962... En mayo confirmé el doctorado en Madrid... Las tardes de fortuna en la nueva categoría que me dieron el sitio deseado han sido el 22 de diciembre de 1964, en México, alternando con Joselito Huerta y “El Viti”. Otra con toros de La Punta, en la que Oscar Realme sufrió grave cornada antes de recibir el doctorado y siendo el otro alternante “Palmeño” y recuerdo otras tardes muy completas lidiando toros extraordinarios...

Esa temporada que inició el 1º de diciembre de 1963 y que casi todos los domingos tuvo corridas en las dos plazas y casi siempre llenos en ambas, Jaime Rangel fue el torero que sumó más actuaciones, con siete tardes, seguido por El Cordobés del elenco de El Toreo, con seis. Y de esas tardes logró para la historia cuatro actuaciones que le consolidaron en un sitio de figura del toreo, porque lo logrado en ellas, sin duda, no puede calificarse de manera distinta.

22 de diciembre de 1963

La cuarta corrida de la temporada se conformó con un encierro de don Jesús Cabrera para Joselito Huerta, Jaime Rangel y Santiago Martín El Viti. La entrada esa tarde fue casi un lleno, a causa de unos cuantos claros en los tendidos generales. La actuación triunfal de la tarde estuvo a cargo del torero del Estado de Hidalgo, que le cortó una oreja al quinto de la tarde Turronero. A propósito de esa actuación escribió para El Redondel don Alfonso de Icaza Ojo:

Entiende por “Turronero” pesa 450 kilos y es negro como sus hermanos y bien armado... Rangel liga varios excelentes derechazos con los que logra armar la escandalera. El muchacho tiró del toro, se lo pasó a dos dedos de la faja y lo despidió con suavidad, para volverlo a meter en la muleta y repetir una y otra vez. Ovacionaza. Repite la hazaña con igual éxito y cuando acaba por ser desarmado, lo aclama la plaza entera. También con la izquierda hace Jaime un buen toreo, obligando mucho a su adversario que se ha ido quedando poco a poco… Hay naturales cumbres y sobre todo hay un valor heroico y un propósito firme de triunfar. Lo logra clamorosamente cuando da un primoroso pasa por la espalda y después de señalar un pinchazo, sigue toreando confiadísimo y deja más de media estocada desprendida, mortal de necesidad. Ovación, música, nutrida petición de oreja que concede la autoridad y vueltas triunfales a la arena devolviendo sombreros y prendas de vestir…

Esa misma tarde, en Cuatro Caminos, El Cordobés cortó cuatro orejas a los toros que enfrentó alternando con Manuel Capetillo y El Ranchero Aguilar. Como nota adicional, el Juez de Plaza esa tarde era el Faraón Silverio Pérez.

5 de enero de 1964

La sexta de la temporada en Insurgentes se conformó con toros de La Punta para Jaime Rangel, Manuel García Palmeño y Oscar Realme quien confirmaría la alternativa que recibió en Oviedo el 21 de septiembre del año anterior. Señorito el abreplaza, mandó al presunto confirmante a la enfermería y la tarde quedó en un forzado mano a mano entre el hidalguense y el cordobés. Esa tarde la redondeó Jaime Rangel ante el cuarto punteño, Malicioso, al que le cortó las dos orejas. Vuelvo a recurrir al testimonio de Ojo, quien en su crónica dictada por teléfono a la redacción de El Redondel, entre otras cosas dijo:

Jaime brinda al presidente de la Federación Internacional de Futbol, nuestro huésped, que es ruidosamente ovacionado y después de recoger a su enemigo con pases de tanteo, da dos naturales, mejor el primero que el segundo, por en este le cabeceó el socio. Cambia de mano Jaime y con la derecha torea muy bien, con absoluta frescura y corriendo la mano de aquí hasta allá. Pierde la franela, pero cuando la recupera la usa magistralmente, ligando derechazos tan largos como sentidos. Sigue el muleteo de maestro, y cuando remata la serie con un pase de pecho muy ceñido, el público se le entrega totalmente. Aguanta Jaime hasta lo increíble; vuelve a barrer los lomos de su enemigo, pasándoselo muy cerca; torea al natural, con auténtica maestría, cuantas veces le da la gana; sufre un desarme, torna a poner cátedra y entre gritos de "¡torero, torero!", busca la igualada, dando magníficos trincherazos, y termina su gran faena con media estocada contraria que hace doblar… Jaime Rangel oye la ovación más clamorosa de su vida, concediéndole la autoridad las dos orejas del noble astado punteño al que toreó tan bien…

La declaración de intenciones de Jaime Rangel quedó efectivamente expresada y le ganó la repetición – costumbre hoy perdida, parece que para siempre – para dos domingos después, en uno de los carteles señeros del ciclo, como enseguida veremos.

19 de enero de 1964

La octava corrida ofrecida por la empresa del doctor Gaona se formó con toros de don Reyes Huerta para Joselito Huerta, Paco Camino y Jaime Rangel. No queda duda de que la entrada fue un lleno hasta el reloj de la Plaza México. Dos figuras consagradas y un diestro que, en la temporada en curso, pidió sitio y lo aseguró repitiendo actuaciones macizas y triunfales. Esa tarde Jaime se llevó todo ante Moctezuma y Húngaro, tercero y sexto de la función. En primer término, dice Alfonso de Icaza Ojo:

Logra Jaime que “Moctezuma” embista una y otra vez y arma la escandalera con sus pases naturales que ni dibujados serían más bonitos. Vuelve a irse el toro; lo sujeta otra vez Rangel, lo cita a mínima distancia y desde allí se lo pasa en muletazos de maravilla. ¡Eso es torear! Qué tal estarían los ánimos de caldeados, que cuando el espada es desarmado nuevamente, estalla una ovación delirante… Más naturales, y van cincuenta: cites en la propia cara; un muletazo monstruo en el que de tanto ceñirse es atropellado; nuevo trompicón al dar un pase por alto y lograda y conseguida la igualada, viene el estoconazo hasta el puño, haciendo la suerte con perfección y convirtiendo la plaza entera en un manicomio. La espada queda un poquitín contraria y no surte demasiados efectos, pero el astado dobla al fin, concediéndosele a Jaime Rangel las dos orejas y el rabo de un toro difícil, admirablemente toreado y matado. Parte del público protesta este último trofeo, en nuestra opinión muy bien concedido por el licenciado Pérez Verdía. Tira Rangel el rabo, por las exigencias de marras y con las dos orejas recorre el anillo quién sabe cuántas veces, devolviendo sombreros y prendas de vestir… Ha estado inconmensurable, a un toro que no se dejaba torear le ha dado más de cincuenta pases naturales de extraordinaria calidad y lo ha matado de una estocada hasta el puño, practicando a ley la suerte suprema… ¡Así se triunfa!

Como nota adicional. La faena de Jaime Rangel a Moctezuma se puede ver en el cuarto DVD de la colección Tesoros Taurinos de la Filmoteca de la UNAM, titulado Recuerdos del Toreo en México (1947 – 1964). Dejo aquí la información para quienes tengan en su poder esa joya.

22 de marzo de 1964

La décima séptima y penúltima corrida de la temporada se dio con un cartel integrado por Paco Camino, Jaime Rangel y Antonio Duarte El Nayarit, quienes enfrentarían un encierro de Torrecilla. Al final de cuentas, solamente se lidiaron cinco de los toros de la ganadería titular, puesto que el cuarto de los que salieron al ruedo, fue de Mimiahuápam, en esas calendas, de don Luis Barroso Barona.

De lo que he podido leer, quizás esa tarde, ante Solitario de Torrecilla, Jaime Rangel tuvo su actuación más contundente, aunque solamente haya saldado su tarde con una vuelta al ruedo, a causa del defectuoso manejo de los aceros. Otra vez es la crónica de Ojo, precedida por un cintillo en la portada de El Redondel que dice Faenón de Jaime Rangel en la Plaza México, que nos cuenta:

Rangel brinda a la plaza entera, manda retirar a la gente e inicia su faena con dos pases en el estribo, que resultan espectaculares. Ya de pie, torea, ahora sí, con verdadero primor. Sus trincherazos le resultan plásticos y sus derechazos de asombro, pues corriendo la mano con lentitud indescriptible, da varios pases en redondo que arman verdadera escandalera. El toro es bueno y Jaime lo está aprovechando de maravilla. Hay un pase que ni dibujado y nuevos derechazos en los que el hidalguense mide admirablemente el arranque de su enemigo. Sufre una interrupción, reanuda su cátedra de bien torear con la zurda, con la misma perfección con que lo había hecho con la diestra. Varios de sus naturales son de maravilla y no fueron dos o tres, sino diez o doce, obligando a la embestida y tirando del toro prodigiosamente bien… En estos momentos se produce una escena espectacular: dobla los remos “Solitario” como si quisiera rendir homenaje a quien tan bien le ha toreado. Naturales increíbles y el de pecho, digno de ellos, como digno resulta el adorno que se produce entre dianas y gritos de entusiasmo. Dos riverinas muy ceñidas, toreo por delante en busca de la igualada y conseguida esta, entra Jaime y pincha. Segundo pinchazo. Tercero; el toro que se echa, que se vuelve a parar y que se entrega, al fin y al cabo, estallando entusiasta la ovación en honor de Jaime Rangel, a pesar de sus desaciertos con la espada. Si ha matado bien y a la primera, a estas horas estaría recorriendo el ruedo con las orejas y el rabo del noble astado de Torrecilla. Tan grande fue la faena, que Jaime recorre el anillo devolviendo sombreros y prendas de vestir...

Sin abandonar el rigor de sus apreciaciones, don Alfonso de Icaza al justipreciar la actuación de Jaime Rangel en esa tarde, deja claro que lo único que le impidió volver a alzarse con los máximos trofeos en sus manos, fue el defectuoso uso de la tizona para rematar su faena, pero también deja claro que, en ese momento, asegundó con contundencia, su asalto a la cumbre.

Más breve es la reseña que hizo en su día Ernesto Navarrete Don Neto, para la AFP y publicada en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente del festejo:

Jaime Rangel dio esta tarde una de cal y otra de arena... tuvimos que esperarnos hasta la lidia del quinto de la tarde, toro bravo, toro de Torrecilla con el que Rangel cuajó una faenaza a base de naturales... Faena de hombre y de torero. Faena ribeteada con el celo y la casta de este joven y magnífico matador de toros... Una faena puramente izquierdista, la que lamentablemente no fue coronada con la espada, pues necesitó de tres viajes para terminar con la vida de ese bravísimo toro... Una vuelta al ruedo devolviendo prendas de vestir...

Coincide Don Neto en el hecho de que la faena de Jaime Rangel a Solitario de Torrecilla se generó a partir de poderle primero al toro y de bordarlo con la mano izquierda después. No hace pronóstico de los apéndices que pudo haber cortado, pero deja entrever que fue una de esas obras que se quedan para la historia.

Lo que vendría enseguida

Jaime Rangel fue un diestro que ocupó siempre un lugar en los carteles de importancia durante un cuarto de siglo, pues toreó su última tarde el domingo 5 de mayo de 1985 en la Plaza México, en el mismo ruedo en el que había recibido la alternativa. 

Se dedicó a representar y a formar toreros, dando continuidad a la escuela mexicana del toreo que iniciara Ojitos y que llegara a él por conducto de su padre y de su tío Ricardo, quienes a su vez la abrevaron de Samuel Solís, quien fuera discípulo del llamado Maestro de Gaona.

Jaime Rangel entró en la inmortalidad el pasado 7 de septiembre. Hoy le recuerdo con estas estampas de sus triunfos en la plaza más grande del mundo y espero que su paso por los ruedos sirva de ejemplo para todos aquellos que aspiran a ser toreros. 

domingo, 28 de mayo de 2023

29 de mayo de 1973: La frustrada confirmación de Adrián Romero en Madrid

El momento del percance
Foto: El Ruedo
Adrián Romero, originario de Tijuana según algunos y a decir de otros, de la Ciudad de México, fue el triunfador de la temporada de novilladas de la Plaza México el año de 1970. Eso le valió cerrar el ciclo matando en solitario seis novillos de distintas ganaderías el 8 de noviembre de ese calendario, logrando una intensa faena ante el cuarto, Siroko, de Soltepec, misma que malogró con la espada. Es a la fecha, el tercero y último novillero que ha actuado en solitario en la gran plaza, después de que Amado Ramírez lo hiciera en 1954 y Jaime Rangel en 1960.

Tres semanas justas después de ese despliegue de poderío ante los novillos, Manuel Capetillo lo hizo matador de toros en San Luis Potosí, cediéndole el primero de los toros del ingeniero Mariano Ramírez que se corrieron esa tarde, en presencia de Manolo Martínez. Esa alternativa la confirmaría en la capital mexicana el 14 de febrero de 1971, recibiendo los trastos de manos del nombrado Manolo Martínez, y atestiguando Dámaso González. El toro de la ceremonia fue Mariachi de José Julián Llaguno. No tuvo más opción que estar digno ante el complicado lote que le deparó el sorteo.

En 1972 estuvo en nuestra Feria de San Marcos dos tardes, la del 22 de abril, en la que ante toros de Valparaíso, tuvo una actuación triunfal, saliendo en hombros de la plaza y en la corrida del día 25, en la que se disputaba el Escapulario de San Marcos, en la que tuvo una actuación discreta ante el sexto del festejo. 

La tarde que debió ser la de su confirmación en Madrid

La decimoctava corrida de la Feria de San Isidro de 1973 se anunció con toros de Alonso Moreno para el rejoneador Gregorio Moreno Pidal, Gabriel de la Casa, Francisco Ruiz Miguel y Adrián Romero. Al final de cuentas, se lidiaron solamente cinco de los toros del hierro titular, pues el de rejones – corrido en puntas – y el sexto de la lidia ordinaria – sobrero sustituto del segundo, devuelto por débil – fueron del Marqués de Villagodio.

El primer toro del lote que sorteó Adrián Romero se llamó Farolero, llevaba el número 92, se le anunciaron 571 kilos de peso y era de pelo negro zaino. Su actuación ante él resultó ser breve. La prensa madrileña la resumió así:

En el ABC del día siguiente al de la corrida, escribió Vicente Zabala:

El mejicano Adrián Romero, que confirmaba su alternativa azteca, se quedó sin recibir el espaldarazo de la primera plaza del mundo. El muchacho anduvo apurado con el capote y banderilleó con valentía, andándole al toro paso a paso con la montera puesta para arrojársela a las manos del toro con el fin de provocar la arrancada, de semejante manera a como lo hizo Luis Procuna el día de su confirmación de alternativa en esta misma plaza en los años cincuenta, detalle que recordamos a la perfección. Y también como Procuna, este Adrián Romero resultó herido por él toro de la confirmación. Romero fue alcanzado al parear al quiebro con las cortas. El toro le cogió y le recogió con fiereza, sufriendo una cornada de 25 centímetros que el doctor García de la Torre calificó de grave. Hora es de reformar el reglamento en el capítulo de las alternativas. Al romperse el paseíllo se debe consumar la ceremonia. Adrián Romero, por su cogida, no es doctor en tauromaquia por la cátedra madrileña...

En el semanario El Ruedo, salido a los puestos el 5 de junio siguiente, manifestó su director Carlos Briones:

Adrián Romero (Resultó cogido al intentar banderillear a su primero). De ceniza y plata. Toreó aceptablemente de capa y recibió un serio achuchón al recibir al enemigo de rodillas. En el tercio siguiente, al intentar colocar al quiebro el tercer par de banderillas, resultó cogido. Sufrió una herida en la región sacrolumbar izquierda, de 25 centímetros, que produce destrozos en los músculos paravertebrales del mismo lado. Puntazo corrido en fosa ilíaca izquierda. Fue operado por el doctor García de la Torre, que pronosticó de grave su estado. No pudo confirmar su alternativa…

La crítica más severa vendría de la pluma de un mexicano, del licenciado Francisco Baruqui Michel, quien, como muchos años, cubrió la feria para el diario El Informador de Guadalajara, que, en su edición del 30 de mayo de ese año, publicó:

El paisano Adrián Romero, no pudo confirmar su alternativa, al ser cornado saliendo de un par de cortas. Mal vestido de ostión con plata, viéndose embarullado y nervioso, impresionado, pesándole la plaza en los pocos lances de capa con el toro – toro en el nueve. En banderillas, vulgar, dejando dos medios pares de garapullos con los colores de España, y el de cortas, con los de México... Sufre de cornada en región sacro lumbar izquierda de 25 cms. destrozando músculos paravertebrales del mismo lado y un puntazo corrido en la fosa ilíaca izquierda. Pronóstico grave...

Así fue visto el brevísimo paso de Adrián Romero por el ruedo de la plaza de Las Ventas.

El parte facultativo

El doctor Máximo García de la Torre, en esos días jefe de los servicios médicos de la plaza madrileña, comunicó el siguiente parte:

Herida por cuerno de toro en la región sacrolumbar izquierda, de 25 centímetros, que produce destrozos en los músculos paravertebrales del mismo lado. Puntazo corrido en fosa ilíaca izquierda. Pronóstico grave.

Un par de días después, en el ABC de Madrid, se publicaba la siguiente nota informando de la evolución del torero:

El matador de toros mejicano se encuentra en estado estacionario en el sanatorio de toreros, donde fue trasladado después de ser cogido por el primer toro de la tarde en la decimoctava corrida de la feria de San Isidro… El diestro azteca ha pasado la noche muy molesto y tuvo que ser inyectado dos veces en el curso de ella, a las once y a las cuatro de la madrugada, con calmantes apropiados para mitigar el dolor… Adrián Romero resultó corneado precisamente en el toro de su confirmación de alternativa, ceremonia para la que faltaban solamente unos segundos, pues la cogida tuvo lugar en el tercer par de banderillas, cuando ya el presidente había pedido el cambio de tercio después de los dos primeros, pero accedió a la petición del torero de Méjico, que solicitó colocar un par de cortas, y a la salida de este par, ocurrió el percance…

La evolución del diestro sería lenta, pues estaría en condiciones de reaparecer hasta el día 8 de julio siguiente. 

¿Subestimó al toro español?

La víspera de su presentación en el ruedo de Las Ventas, Adrián Romero fue entrevistado en el programa de televisión Buenas tardes, y entre otras cosas, el torero mexicano declaró que no encontraba diferencia entre el toro mexicano y el español. Esto se publicó en El Ruedo, a propósito de esa entrevista, después del percance:

El torero mejicano Adrián Romero, había declarado en TVE, en el «Buenas tardes» del lunes, que no encontraba diferencia apreciable entre el toro mejicano y el español. La cosa nos pareció extraña – pues sus compatriotas, generalmente, dicen lo contrario –, pero al verle actuar comprendimos que, si con el toro mejicano quizá se desenvuelva, al toro español no lo había comprendido. Por eso, en los dos tercios en que actuó estuvo comprometido. El primer tropiezo lo sufrió nada más empezar, al dar un farol de rodillas. La cornada, primera de la Feria de San Isidro, al poner un par de banderillas cortas. Y la cosa pudo ser mucho más grave de lo que fue. Nos alegraremos de su pronto restablecimiento…

La campaña española de Adrián Romero

Llegó a la Península a mediados de abril de 1973 y pronto entró en actividad, pues el 29 de ese mes se presentó en Palma de Mallorca para lidiar toros de Clairac en unión de Julián García y Antonio José Galán. Esa tarde de su presentación en ruedos hispanos Adrián Romero la cerró con un triunfo, pues le cortó las dos orejas al segundo de su lote. Actuaría dos tardes en Figueras y una más en Palma, antes de la tarde en la que tenía convenida la confirmación de su alternativa en Madrid.

El resumen anual del semanario El Ruedo, publicado el 18 de diciembre de 1973, refleja lo siguiente:

Por el inesperado retorno de Curro Rivera a Méjico, vino a ser Adrián Romero el primero de los mejicanos clasificados este año en el escalafón español. Debutó con buen signo en Palma de Mallorca, en una corrida a fines de abril, que despachó con claro éxito y después de otras dos en Figueras, y nuevamente en Palma, se presentó en Madrid para confirmar la alternativa el día 29 de mayo, en las últimas corridas de la isidrada. Poco antes había dicho ante las cámaras de TVE que no encontraba diferencia entre el toro español y el de su patria; pero uno de Alonso Moreno le haría meditar, pues le infirió una cornada en la región sacrolumbar que le tuvo retirado de los ruedos, hasta que el día 8 de julio pudo reaparecer en Figueras, cortando una oreja. Desde entonces su actividad ha sido más bien escasa – con un total de dieciséis corridas – y localizadas por las plazas de Figueras, Lloret, San Felíu y otras de aquella vecindad. Tuvo bazas por Jugar en Vitoria, Valencia, Tarragona y Barcelona – plazas que hubieran podido ayudar a colocarle –, pero salió de ellas sin éxitos en las sendas corridas que en ellas toreó; por tanto, sigue siendo matador de alternativa, pero que tiene todo por hacer si desea cotizar en Méjico el prestigio aún no ganado en España.

Al final de cuentas, Adrián Romero no volvió a plazas españolas. En su día Luis Procuna (1951), Guillermo Sandoval y Fernando de la Peña (1965) y Sergio Flores (2013) también fueron heridos la tarde de su confirmación de alternativa, pero pudieron consumar la ceremonia de cesión de trastos y en su caso, finiquitar al toro de la cesión. Adrián Romero no alcanzó a llegar a ella y ya no regresó a Las Ventas, ni a plazas españolas. Por eso recuerdo hoy estos hechos sucedidos mañana hace 50 años, que son caso único en nuestra historia del toreo.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 29 de enero de 2023

Hace 50 años: La despedida de los ruedos de Joselito Huerta

El 7 de noviembre de 1971 en Tlaxcala, se celebró una corrida de toros en la que Manolo Rangel recibió la alternativa de manos de Joselito Huerta, atestiguando su hermano Jaime. Los toros, en concurso, vendrían de Atlanga, La Trasquila, Zacatepec, Coaxamalucan, Las Huertas y Zotoluca

El segundo de la tarde y primero del lote de El León de Tetela sería el de La Trasquila. Estuvo a la altura de las circunstancias con él. Tras de la lidia, al ir caminando por el callejón de la plaza, sufrió un desvanecimiento y también ingresó en la enfermería. El diagnóstico inicial fue el de un  cuadro de agotamiento general. Sin embargo, los signos que externaba el torero ameritaron el examen por otros especialistas que dictaminarían la realidad clínica de Joselito Huerta, que iba más allá de un simple problema de stress.

Ya en la capital mexicana, sus médicos en el Sanatorio Español lo sometieron a diversos estudios de laboratorio y gabinete y se pudo determinar con precisión que lo que padecía era un aneurisma de carótida en su porción intracraneal, razón por la cual, a recomendación de sus médicos, el internista Hernán Cristerna y Jaime Heysser, neurocirujano de ese nosocomio, fue trasladado a Zurich, donde se le intervino el día 15 siguiente y se reparó el problema que padecía.

En ese momento, Joselito Huerta llevaba 53 festejos toreados, habiendo cortado 76 orejas y 8 rabos, quedando – creo que por ese parón involuntario – como segundo en el escalafón y me encuentro con que el semanario madrileño El Ruedo le apunta un festejo en ruedos de España ese año, aunque no he podido localizar fecha y plaza.

Joselito Huerta reaparecería en la Plaza México el 13 de febrero de 1972, junto a Alfredo Leal y Antonio Lomelín, para lidiar toros de José Julián Llaguno. Al terminar el paseíllo se le hizo dar la vuelta al ruedo, reconociéndole la afición capitalina su valor y su entrega. Esa tarde le cortó la oreja a Pintor, el primero de su lote. Cerró esa campaña con 44 festejos.

Esta temporada de 1972 fue breve en el número de festejos, habida cuenta que durante el segundo trimestre de ese año, tuvo que dedicarse casi de tiempo completo a solicitar el voto de los ciudadanos de Atizapán de Zaragoza en el Estado de México, donde fue postulado para ser Presidente Municipal (Alcalde) y en el último trimestre, otra vez, se tuvo que dedicar casi de manera exclusiva, al proceso de entrega – recepción de la administración, porque ganó la elección para el periodo que inició el 1º de enero de 1973 y concluyó el 31 de diciembre de 1975.

La campaña del adiós

Aunque su despedida se produjo en 1973, bien podríamos considerar que ese camino se inició, al menos en la Plaza México, el 3 de diciembre de 1972, cuando compartiendo cartel con Curro Rivera, apadrinó la confirmación de alternativa de José Mari Manzanares, con toros de Torrecilla. Ya llegado el año nuevo, lo inició el día de año nuevo toreando en Puebla, matando en solitario una corrida de Cerro Gordo, a la que cortó tres orejas. El 7 de enero, en Acapulco, se llevó otras cuatro de los toros de Ayala que lidió allí, y el siguiente domingo, en Monterrey, le tumbó las orejas de un toro de San Mateo y el 21 de enero, en León, cortará otras tres orejas a los toros de Torrecilla que le tocaron en el sorteo. El León de Tetela daba la impresión de estar embalado. A propósito de la tarde de Monterrey, escribió Antonio Córdova para el diario El Porvenir:

...la gente se le entregó plenamente, cuando las notas de las melancólicas Golondrinas atronaron el espacio Monumental, y José, gallardo y jarifo, daba dos vueltas al ruedo, devolviendo prendas y al coro de ¡torero, torero!, en la última tarde que vistió de luces en esta ciudad. Sólo habrá de torear el domingo en León y el 28 de este mes en la Monumental de Insurgentes se cerrará para siempre una de las páginas más brillantes en la historia del toreo, cuando Joselito toree por última vez en el ruedo mayor...

La tarde final

Para el domingo 28 de enero de 1973, décima corrida de la temporada 1972 – 73, se anunció un encierro de José Julián Llaguno que lidiarían Joselito Huerta, Manolo Martínez y José Mari Manzanares. El festejo sería transmitido en vivo y por televisión abierta a todo el territorio nacional, me tocó verlo en esta última modalidad. Para quienes dicen que la tele resta espectadores en los tendidos, la Plaza México estuvo llena hasta el reloj ese día. Eso refleja que, si los carteles están debidamente rematados, no hay razón para que la gente se abstenga de ir a las taquillas.

La confección del cartel vino a terminar con una serie de especulaciones que se hicieron en días anteriores a su anuncio, casi todas en el sentido de que la corrida final de Joselito Huerta sería una en la que él despacharía en solitario el encierro a lidiarse. Comentó en su día José Miñón Toriles, en su programa radiofónico Toros y Toreros:

Defendimos a José Huerta cuando le sacaron un artículo reciente en un diario capitalino, porque querían que matase los seis toros solo, dijimos que no tenía por qué hacerlo y que el rectificar era de sabios, pero en lo que no podemos estar de acuerdo, es que un maestro, todo un lidiador de categoría, un torero todo pundonor y hombría, admitiese que en un día tan señalado salieran por el portón de los sustos estos novillitos inadmisibles para un torero como él y una plaza como la nuestra… José Huerta no debió nunca admitir los novillitos que salieron hoy por el portón de los sustos, disparejos, sin pitones, exceptuando el de su retirada, que fue el último que mató esta tarde José vestido de luces…

La opinión de Toriles acerca de esa situación refleja otra, la exigua presencia del encierro que se lidió en esa señalada fecha. Las crónicas de Don Neto para la Agencia France Presse (AFP) y de quien firmó como Juan Rafael para El Siglo de Torreón, no reparan en la presencia del ganado que esa tarde se lidió. Únicamente lo hacen el corresponsal de la agencia EFE, que envió su reseña al semanario madrileño El Ruedo y el citado José Miñón

La última faena

El cuarto toro de la tarde se llamó Huapango, al que se le anunciaron 450 kilos en la tablilla. Vestido de nazareno y oro, el diestro poblano le realizó una faena importante, en la que destacó el poderío que siempre le caracterizó delante de los toros, porque el toro de Llaguno no fue precisamente uno de esos que iban y venían. Relata el ya nombrado Juan Rafael para El Siglo de Torreón:

A “Huapango” le corta el rabo. La faena fue valiente de verdad, entregándose, parecía que José quería quedarse allí. Hubo un momento en el que el toro tiró un derrote que pareció alcanzar al Maestro. Más no fue así. José ni se inmutó siquiera. Consiguió torearlo metido entre los pitones, sin escuchar las evocadoras notas de “Las Golondrinas”, sintiéndose como en sus mejores días, como si la corrida de esta tarde, fuera una más dentro de su largo peregrinar por el mundo de los toros... Aquí en tu Plaza México estábamos todos Joselito, no cabía ni un alfiler. Aquí volvimos a aplaudirte. Adiós, Joselito. Que en tus nuevas actividades sigas dándonos el ejemplo de hombría y entereza que nos diste en los ruedos del mundo...

Por su parte, José Miñón Toriles, hizo la siguiente remembranza:

Con el de la despedida dos verónicas magníficas por el lado izquierdo y ya después, con la banda tocando las “Golondrinas”, vinieron derechazos, naturales, algunos de categoría, entre los olés del respetable, tres por alto, el de pecho, molinetes rodando por desgracia en tres ocasiones el burel por la arena, como asimismo le sucedió a sus hermanos, y al ver esto, finiquitó de una estocada caidilla a este toro que será el último que mate en su vida de torero y vestido de luces Joselito Huerta... Ovación grande, dos orejas y el rabo, vueltas al ruedo, gentío en el mismo acompañando a José, quien después besó la arena en el centro del anillo. En resumen, una despedida donde hubo de todo. Los hijos del diestro fueron los que le quitaron el añadido entre fuertes ovaciones. Ni modo, así fue la cosa y ahora volvemos a desear a José Huerta que siga triunfando en su nueva ocupación y que todo le salga a la medida de sus deseos...

El rabo de Huapango se vino a adicionar a los de Talismán de Piedras Negras; Motorista y Recaudero de La Laguna; Cantarito de Valparaíso; un segundo Talismán, también de Piedras Negras; Rebocero de José Julián Llaguno; Vagabundo de Valparaíso, cortados en la Plaza México y los de Soldado de Valparaíso; Superior de Mimiahuápam y Espartaco de Moreno Reyes Hermanos, obtenidos en El Toreo de Cuatro Caminos para sumar así once rabos cortados en la capital mexicana.

Lo que después siguió

Rafael Rodríguez se preguntaba, al reflexionar sobre su despedida de los ruedos, si acaso sería un desempleado. En el caso de Joselito Huerta no fue así, pues el 1º de enero de ese 1973, asumió el cargo de Presidente Municipal de Atizapán de Zaragoza en el Estado de México, lugar en el que siguió en la actividad pública, en contacto con la gente, pero ya no como el ídolo de la multitud, sino como servidor de ella.

No dejó de practicar la charrería, otra de sus grandes aficiones y de torear ocasionalmente festivales benéficos y de los toreros de su generación, fue el último en torear en el ruedo de Las Ventas de Madrid, en uno de esos festivales, organizado para auxiliar a Vicente Ruiz El Soro, el 2 de marzo de 1997. Vestido de charro, sorprendió gratamente y como dijo en su crónica don Javier Villán, haciendo soñar a la afición madrileña con la lentitud eterna de su templada muleta…

Joselito Huerta falleció en la Ciudad de México, a causa de las consecuencias de una Hepatitis C, el día 12 de julio del año 2001.

domingo, 22 de enero de 2023

¿Unión, Valor y Fuerza?

Saturnino Bolio Barana
Cortesía:
Toreros Mexicanos

En este año se cumplirán 90 de la primera toma de nota de la existencia legal de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros como asociación sindical legalmente constituida. Pero los esfuerzos por integrarla se remontan al último tercio de la década de los veinte del siglo pasado, cuando Román El Chato Guzmán y Saturnino Bolio Barana principalmente, buscaron con afán, el agrupar a los toreros de plata para defender sus intereses legítimos y poder aspirar a mejores condiciones en su actividad en los ruedos.

Así, después de numerosas reuniones y visitas a las distintas entidades para exponer las bondades de ese proyecto, la asamblea constitutiva se verificó en la Ciudad de México el 17 de julio de 1933 y la referida toma de nota prevista por la legislación laboral se produjo el 25 de agosto siguiente, quedando así, constituida inicialmente la Unión de Banderilleros, Picadores de Toros y Novillos y Servicios de Plaza, porque inicialmente se integraron al proyecto también los prestadores de servicios de plaza, quienes posteriormente se escindieron y crearon su sindicato propio. 

El primer Consejo Directivo de la Unión se formó de la siguiente manera: Secretario General: Alfredo Freg. – Secretario del Interior: Saturnino Bolio Barana. – Secretario del Exterior: Alberto González Rolleri. – Secretario de Actas: Felipe Mota. – Secretario de Actas: Miguel Martínez Catata. – Primer Vocal: Antonio Casillas. – Segundo Vocal: Ricardo Areu. – Tercer Vocal: Manuel Domínguez. – Cuarto Vocal: Andrés Casillas. – Quinto Vocal: J. Trinidad Cruz.

Las vicisitudes de una fundación

La creación de una unión sindical en el medio taurino no fue bien vista por la patronal. Por todos los medios se intentó evitar su creación, para poder seguir teniendo el control de las cuestiones sin tener que negociar colectivamente con los toreros y demás participantes de la fiesta. Cuenta El Chato Guzmán:

…un buen día me llegó la invitación del entonces empresario fuerte de México, que era el señor Eduardo Margeli para que acudiera a su despacho para hablar conmigo. Fui a la cita como era natural… Estando delante de Margeli, oí claramente sus palabras en tono amable, pero serio: "Oye, Chato, ¿es verdad que ya tienes hecha la Unión de Picadores y Banderilleros?" Mi respuesta fue, como debe suponerse, tan afirmativa como orgullosa: "Sí señor, está a un paso de quedar creada y para ello falta muy poco, siendo ya una realidad… Un breve silencio siguió a aquella pregunta del empresario y a la respuesta mía. Cuando se rompió ese silencio, seguí oyendo la voz del empresario tan temida por todos: “Te voy a hacer una proposición, Chato. Mira, deslígate de todo esto y te doy quince mil pesos en efectivo, además de que te pondré a torear con todos los matadores toda la temporada” … Rotunda fue mi respuesta: “Señor Eduardo, la Unión está hecha y así se queda. Muchas gracias por su oferta” … Rápidamente insistió en preguntarme si no aceptaba y yo a decirle que de ninguna manera. Ya enfadado notablemente, con sentencioso tono me despidió con estas palabras: “Piensa bien lo que voy a decirte. En caso de que logres hacer definitiva esa Unión de Subalternos, no olvides que te vas a sacrificar y tus compañeros jamás te lo agradecerán” … Mi adiós con la respuesta: “Aunque así sea, mi lucha seguirá adelante” … Las represalias no se hicieron esperar… Margeli con todo su poder y su fuerza, nos boicoteó y durante dos años no vimos un pitón. Ante tal situación, “Barana” se las arregló para salir a torear fuera de México y se fue a Lima, mientras yo me quedé al frente de la Unión ya fundada, desde luego, sin poder torear, por lo cual tuve que vender mi ropa profesional y pertenencias personales para poder subsistir. Lo peor de todo es que muchos de mis compañeros se burlaban disimuladamente de mi situación y hacían comentarios adversos a mi posición sin tomar en cuenta mi entrega para ellos…

Como podemos leer, el empresario fuerte de México, Eduardo Margeli, tuvo que admitir al final la existencia de la Unión, pero se cobró la afrenta de su constitución con las cabezas visibles de su fundación y los dejó sin torear una larga temporada. Pero la Unión permaneció y se fortaleció.

Un ejemplo de unión y fortaleza

La temporada 1964 – 65 de la Plaza México inició el domingo 13 de diciembre de 1964 con dos carteles de los llamados económicos, tanto así, que la corrida anunciada como inaugural fue la tercera del ciclo. Hay que hacer notar también que los primeros cuatro festejos se dieron sin cuadrillas de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, que tenían emplazada a huelga DEMSA, dirigida en esos días por el Maestro Armillita para exigir la firma de un contrato colectivo de trabajo y el pago de adeudos dejados por Ángel Vázquez el dirigente anterior de la empresa.

En el primer festejo actuaron como subalternos picadores de tentadero y matadores de toros y novilleros. Don Daniel Medina de la Serna destaca entre ellos a David Rodríguez, hijo del ganadero de Atlanga y a Jorge Belmont, quien sufrió una luxación de vértebras cervicales a causa de un tumbo y entre los de a pie, a Luis Briones, Anselmo Liceaga, Emilio Sosa, Manuel Jiménez Chicuelín, Rafael Rodríguez Vela y Gregorio Puebla como banderilleros, así como al elegantísimo puntillero Luis del Pozo. El caso de Anselmo Liceaga es de destacarse, porque saldría como subalterno en el primer festejo del calendario y enseguida, en el segundo, como jefe de cuadrillas.

Los festejos tercero y cuarto se dieron con subalternos de los llamados libres, es decir, de los no encuadrados en la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros. Pero en la cuarta corrida fue cuando la gota derramó el vaso, aunque ya el domingo anterior uno de los picadores hispanos de Joaquín Bernadó se había negado a salir en solidaridad con sus colegas mexicanos, en este cuarto festejo del ciclo, el domingo 3 de enero de 1965, las cosas llegaron incluso a las manos.

Contaba Javier Cerrillo:

…el domingo 3 de enero de 1965, el picador español Gabriel Márquez, de la cuadrilla de Victoriano Valencia, salió a picar a la Plaza México, contraviniendo no solo las disposiciones del Convenio, sino convirtiéndolo de inmediato con su actitud, en detractor del movimiento de los subalternos mexicanos. ¡Y todo fue uno! Salir el montado peninsular por la puerta de caballos y saltar a la arena FELIPE BEDOLLA “EL HIELERO” y ANTONIO MARTÍNEZ “LA CRÓNICA”. Lo bajaron del caballo y al ver perseguidos a Bedolla y Martínez, salió de los toriles AGUSTÍN SALGADO “EL MUELÓN” tratando de impedir la actuación del picador español también… Intervinieron los ganaderos. Detuvieron a Bedolla, Galván y otros elementos de la Unión, que fueron golpeados en los túneles de la México, antes de llegar a la Delegación policiaca correspondiente. Y se encendieron con mayor pasión los ánimos, pero la razón se abrió paso merced a aquella actitud de los decididos subalternos mexicanos…

Había, como se puede ver, pasión por defender los derechos legítimos que se habían adquirido con el transcurso del tiempo. Al final de cuentas, las partes en conflicto se sentaron a hablar y llegaron a una concertación pacífica, pero hubo voluntad de defender lo conquistado.

Un nuevo sindicato de subalternos

En fechas recientes se anunció la creación de la Asociación Nacional de Picadores y Banderilleros, afiliada a una asociación sindical de evidente corte político. Por la reciente afiliación a ella de un par de matadores de toros con pocos contratos – Jorge Delijorge y Paulo Campero – puedo advertir que sus requisitos para aceptar miembros son menos rígidos que los de la Unión, pues esta última, tratándose de matadores de toros, para admitir su ingreso directo, exige que tengan su alternativa confirmada y además en el caso de aquellos que no son matadores de toros, un difícil aspirantado, que muchos no culminan.

El marco constitucional de la actividad sindical en México ha variado sustancialmente desde la fundación de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros. Hoy existe la normatividad que pretende garantizar, efectivamente, la libertad de asociación y de afiliación al sindicato que mejor convenga al trabajador, sin forzarlo a pertenecer a uno único de la actividad a la que se dedique. Esa determinación legal es evidentemente sana, porque quien esté en la posición de afiliarse a una asociación sindical, podrá escoger la que considere que mejor represente sus intereses.

Vistos los hechos, tengo la impresión de que la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros está en un franco declive. Hace ya algunos años sus directivos sucumbieron a las imposiciones de algunas empresas que se negaron a cubrirles los fondos de reserva y de aportar las cuotas de actuación – en plazas de primera importancia –, cuestión que comenzó a minar su capacidad de operación, sobre todo para cubrir los fondos de retiro de aquellos que, por razones de salud o de edad, tenían necesidad de dejar su profesión. También, en los medios, circularon versiones de manejos indebidos de algunos de sus dirigentes. Esas cuestiones desilusionan a cualquiera.

El statu quo

Hace unos días conversaba con un miembro de la Unión en el retiro con motivo de mi profesión. Me decía: El lema de la Unión es “Unión, Valor y Fuerza”, pero ahorita licenciado, no hay más que desunión, cobardía y debilidad. Nadie defiende a los subalternos. Nadie quiere sacar la cara por nosotros. La Unión se está muriendo y ahora sale esa otra nueva… ¿Qué irá a pasar …?

Así se ven las cosas desde adentro… Esa es una verdadera tristeza y sería una gran pérdida para la fiesta y su historia. Algo se tiene que hacer para evitarlo.

Aviso parroquial: No me quedé dormido. Las malditas migrañas no me dejaron escribir ayer.

domingo, 8 de enero de 2023

Curro Rivera y Horchatito de Garfias. A 50 años vista

La temporada 1972 – 73 en la Plaza México se dio influenciada por la escasez de ganado en la cabaña mexicana, generada por el mercado emergente de las ferias de Sudamérica. 16 fueron los encierros mexicanos que se lidiaron por aquellas tierras entre noviembre del 72 y el siguiente enero. Toros de Mimiahuápam (2), Piedras Negras (2), Javier Garfias (2), Reyes Huerta, Amazcala, José Julián Llaguno, Tequisquiapan, Valparaíso, Las Huertas, El Rocío, Jesús Cabrera, para las ferias de Valencia, Maracaibo y San Cristóbal en Venezuela y Cali, Bogotá y Medellín en Colombia. En Quito, todavía bajo el control de los Dominguín, se lidiaron toros españoles y ecuatorianos.

Con esos mimbres, Javier Garfias, al frente por segundo año de la representación de DEMSA, ofreció 16 corridas de toros, a partir de un elenco encabezado por Manolo Martínez, que toreó exactamente la mitad de esos festejos. Completaron la nómina de toreros Eloy Cavazos (5), Curro Rivera (5), Mariano Ramos (4), el rejoneador Fermín Bohórquez (4), Alfredo Leal (3), José Mari Manzanares (3), Palomo Linares (3), Joselito Huerta (2), Antonio Lomelín (2), Jesús Solórzano (2), Francisco Ruiz Miguel (2), así como otros siete diestros de una sola actuación. El ganado provino de Torrecilla (3), Jesús Cabrera (2), Las Huertas (2), José Julián Llaguno (2), San Martín, Javier Garfias, Reyes Huerta, Tequisquiapan, Mimiahuápam, Valparaíso, San Antonio de Triana, y de la Viuda de Emilio Fernández.

Los fastos de esa temporada fueron la presentación de don Alberto Bailleres como titular del hierro de Mimiahuápam en la Plaza México; las confirmaciones de alternativa de José Mari Manzanares, Francisco Ruiz Miguel, Jaime González El Puno y José Antonio Gaona y la despedida – definitiva, de verdad – de Joselito Huerta, en esos momentos ya alcalde en funciones de Atizapán de Zaragoza, Estado de México. Es importante destacar que en esa temporada se televisaron en abierto tres festejos, la inauguración de la temporada, la séptima corrida del serial – que es la que me ocupará más adelante – y la décima, con el adiós del León de Tetela.

La séptima de la temporada 1972 – 73

Dicho ya que Manolo Martínez era la cabeza del elenco, otra de las bazas que tenía la empresa para llevar gente a la plaza, era el tratar de revivir el enfrentamiento – aunque solo fuera de papel – entre Palomo Linares y Curro Rivera a raíz del festejo del 22 de mayo del año anterior, en Madrid, en el que el torero hispano cortó el último rabo que se ha concedido en Las Ventas a un torero de a pie. Se hacía creer mediáticamente que ese rabo se concedió, a la mala, para empañar un triunfo legítimo de Curro, cuando la realidad de los hechos demuestra que no pudo ser así.

De esa forma, se programó un mano a mano entre Palomo Linares y Curro Rivera con toros de Las Huertas (5ª), en el que ni la entrada, ni el juego de los toros permitió mayores hazañas a los toreros. Aparte, Curro Rivera estaba en un proceso de esos de amor – odio con la afición de la capital e incluso, la prensa especializada le comenzó a reprochar la superficialidad de su toreo y cuando intentó variar sus procedimientos, le criticaron porque su toreo perdía clase. Total, que no le era posible al hijo de Fermín el de San Luis el convencer con rotundidad.

El encierro a lidiarse sería de la ganadería del representante de la empresa, don Javier Garfias, en su única comparecencia de ese ciclo y tuvo una extraordinaria tarde con ellos ese domingo 7 de enero de 1973.

Curro Rivera y Horchatito de Garfias

La tarde se destacó por una serie de detalles de los tres espadas, pero no se redondeó nada en el lote anunciado. Durante su faena al quinto toro, Palomo Linares anunció que obsequiaría un séptimo, pero antes de matar a Antojito, éste lo volteó de fea manera y motivó que tras de estoquearlo, pasara a la enfermería, de donde los médicos ya no le dejaron salir, pues su sintomatología aparentaba una fractura de pelvis. Por esa razón se le trasladó a la Central Quirúrgica, para practicarle estudios radiológicos.

Durante la lidia del sexto, Simatario – al que Curro le cortó la oreja – se anunció que Palomo Linares ya no regresaría a matar al séptimo y las crónicas relatan que, desde los tendidos, se pedía a Manolo Martínez que asumiera el regalo. El de Monterrey hizo oídos sordos y al caer ese sexto toro, se retiró de la plaza, pero salió Curro Rivera y anunció que él se haría cargo de despachar al toro ofrecido por su alternante y se despertó la algarabía en los tendidos.

Nadie podía imaginar que Horchatito, ese séptimo toro, iba a ser el causante de una de las faenas muy importantes de la historia de la Plaza México. Una faena que además, sirvió para que Curro Rivera se estableciera como un torero preferido por el público de la capital y con la vitola de figura del toreo.

La crónica escrita por quien firmó como Juan Rafael y publicada al unísono por los diarios El Informador de Guadalajara y El Siglo de Torreón, relata:

…Sebastián “Palomo”, había anunciado un toro de regalo. Los médicos no lo dejan salir, en los altavoces se anuncia la noticia: No puede Sebastián cumplir con su promesa… “Curro” viene hacia el callejón tras despachar al sexto, y el público en lugar de ovacionarlo, pasa su atención a Manolo para pedirle que regale el toro, pero, Manolo, soberbio, se marcha sin poner atención al público… Entonces, en gesto de gran señor, “Curro” alza el dedo índice, yo regalo ese toro, yo, que he sido el que mejor ha quedado. Ustedes mandan, y salió “Horchatito” … No puede haber lidia más completa. Capote, banderillas, muleta y estoque, todos los tercios los cubre “Curro” y en todos queda como gran torero… Salida muy alegre la de “Horchatito”, “Curro” deja caer el capote en cinco verónicas excelsas, caminando hacia adelante, disfrutando del son y de la bravura de este toro maravilloso; luego, el quite a la manera de Ortiz para dejar al toro en el caballo. Bien pelea con los varilargueros el de Garfias. Y vengan las gaoneras, con la pierna adelantada y el cuerpo erguido. Así, como las daba don Rodolfo “El Califa” Juanito Vázquez no puede dejar las banderillas sobre los lomos del burel. “Curro” decidido, toma los rehiletes, de poder a poder es el primer par, al sesgo el segundo y el tercero, la ovación se desgrana… La faena de muleta rebasa los límites del arte. Nace un nuevo “Curro” Rivera, atrás quedan las etapas del cite psicodélico y de la muleta de gran poder sin clase. “Otro Curro”, el artista, está en el ruedo, erguido, llevando al toro embebido en la muleta, girando levemente la cintura, con gran naturalidad, con gran calma, y los naturales siguen y siguen y los gritos aumentan y el toro sigue embistiendo… “Curro” está entregado, como lo está también el toro, y el público. Otra serie de naturales, de siete u ocho maravillosos naturales, y, también con la derecha, no hay dudas, “Curro” es otro. No debía faltar nada y “Curro” sabe adornarse con varios pases del desdén y con tres cambios llenos de gracia y torerismo… Cita para recibir y el estoque se va hasta el fondo. De las alturas baja el grito de “¡torero!, ¡torero!”. No cae el toro y “Curro” lo descabella al segundo intento…

De tal magnitud fue la faena de Curro a Horchatito, que aún después de fallar con el descabello, se le concedieron las orejas y el rabo del toro. Y dejó la plaza en olor de multitudes, a hombros de los concurrentes. Y así concluye el cronista:

… ¿Quieren que agregue algo? ... “Curro” Rivera me ha convencido. Es el “Emperador Azteca de toreo”. Nada más…

El estado de Palomo Linares

Las fracturas son lesiones más graves que las cornadas para los toreros, porque tardan mucho más en soldar y una de esas lesiones en ese momento, frenaría la parte invernal de la campaña del torero linarense. Afortunadamente, tras el estudio radiográfico, se determinó que solamente tenía contusionada la región. Dice el semanario madrileño El Ruedo de fecha 9 de enero de 1973:

…Palomo «Linares» se trasladó inicialmente a la Central Quirúrgica, ya que se temía una fractura de la pelvis. Las placas radiográficas mostraron que no había tal, y en contra de la voluntad de los médicos el diestro se trasladó a su hotel… Palomo manifestó que el golpe no tendrá mayores consecuencias. Lo que más le duele es que el toro que pensaba regalar fuese tan bueno y que no lo pudiese lidiar… En otro orden de cosas. Palomo «Linares» manifestó que espera que con su actitud de entrega en la tarde de hoy el público de la ciudad de Méjico se haya reconciliado con él…

La realidad es que Palomo Linares, aún habiendo cortado un rabo a Tenorio de Javier Garfias el 30 de enero del año anterior, nunca terminó de entrar en el gusto del público de la capital. El 4 de febrero del año 1973 torearía por última vez en la gran plaza y al día siguiente, aquí, en Aguascalientes, tendría su última tarde en México, reapareciendo puntualmente en nuestros ruedos hasta dos décadas después.

Rumorología de la fecha

En el número de El Ruedo del 16 de enero de ese 1973, se publicó la siguiente información:

Los tres jueces de plaza del coso monumental México, de la capital mejicana, van a presentar sus renuncias a sus cargos, según se afirmó hoy en fuentes generalmente bien informadas… Los tres jueces han venido sufriendo duras críticas, ya que su actuación no ha sido muy afortunada… Se señala que Joel Marín no procede con la mesura que concierne a su investidura, sino como un apasionado partidario de Manolo Martínez; de Juan Pellicer se dice que es poco maduro y se ha distinguido por su antihispanismo durante la actual temporada, llegando a ocasionar diversas molestias a diestros españoles; en cuanto a Jesús Dávila, se le ha criticado mucho por su generosidad para otorgar trofeos, e incluso se le ha puesto el mote de «Santa Claus Dávila» …

Hasta donde recuerdo, ninguno de los jueces de plaza fue separado o se separó de su cargo, pero la información transcrita demostraba que sus posiciones estaban en crisis. Así estaba el patio hace medio siglo.

domingo, 11 de diciembre de 2022

Hace 45 años: José Antonio El Capitán y Pelotero de San Martín

La Plaza México cumplirá 77 años el próximo mes de febrero. Ha sido el escenario de muchas hazañas de la fiesta que son las que han hecho que sea más que un escenario de la fiesta y la han transformado en un recinto histórico, aunque en estos tiempos que corren se intente considerarle más valor al suelo sobre el que está levantada, lastimosamente.

Una importante cantidad de novilleros han pisado su ruedo en busca de la gloria que deja el triunfo delante de los toros y algunos de ellos han terminado su paso por las primeras etapas del ejercicio del toreo avocados a ser figuras de la fiesta. Pero entre ellos, los autores de faenas que pueden considerarse de culto, son apenas una breve terna.

Algunos años antes, en El Toreo, fue Rafael Osorno quien dejó, también para la historia, una obra ante Mañico de Matancillas. Una faena que fue premiada con el rabo del astado con la que, dejó su nombre y su obra dentro de los libros de la historia del toreo. 

En el nuevo escenario taurino, primero está lo realizado por Alfonso Ramírez Calesero Chico, el domingo 14 de junio de 1964, cuando ante Monarca de San Antonio de Triana, dejó la impronta de ser un torero de alta calidad y con buen oficio. Esa tarde, la de su presentación en la gran plaza, todavía dejó más, pues, aunque recibió dos avisos tras de su faena a Chaparrito, el sexto de la función, le hicieron dar dos vueltas al ruedo.

La tercera tarde que nos dejó una obra de esas que algunos llaman de culto, fue la del domingo 18 de octubre de ese mismo 1964. En esa oportunidad fue el entendimiento entre Jesús Solórzano y Bellotero de Santo Domingo, en una tarde en la que, a diferencia entre lo ocurrido unos meses antes, desde las tribunas pedían el indulto del astado, pero Jesús Solórzano se fue tras de la espada para obtener el rabo del novillo.

Tres tardes en las que, un aspirante a ser matador de toros, se inserta en la historia y en la memoria colectiva. Tres tardes dentro de muchas, que quedaron para la posteridad.

José Antonio Ramírez El Capitán

Es el segundo de los hijos varones de Calesero. Dados sus antecedentes familiares, difícil sería que hubiera dedicado sus afanes a ser otra cosa que no fuera ser torero. Se vistió por primera vez de luces aquí en Aguascalientes, el 5 de noviembre de 1967, en un festejo que da la impresión de querer ser una especie de encore de otro, ocurrido el 16 de agosto de tres años antes, cuando se anunciaron en el cartel los hijos del nombrado Poeta del Toreo, de El Rey del Temple y de Armillita.

En esta nueva oportunidad los actores eran los hijos de Fermín Rivera, Antonio Velázquez y por supuesto El Capitán, representando a la dinastía de los Ramírez de nuestro Barrio de Triana. Curro Rivera era el más avezado de los tres debutantes en esta tierra, aunque la tarde de José Antonio Ramírez se saldó con una excelente impresión, según lo contó en su día don Jesús Gómez Medina:

...el chaval, amén de tener simpatía, exhibió al torear de capa a la verónica un estilo de auténtica cepa caleseril; lo que equivale a decir buen estilo. Pero, además, se mostró más valiente, más decidido de cuanto fuera de suponerse... Con la muleta, especialmente, José Antonio, a cambio de explicables torpezas, está siempre en terreno del enemigo, obligándolo, insistiendo para hacerlo embestir. Y luego lo lleva en el engaño con temple y medida, y corre la mano y liga los pases con arte y limpieza. Naturalmente en ocasiones se ve en aprietos; más por encima de todo queda en el recuerdo la evidencia de un toreo de calidad y de una decisión, de una valentía que permiten presagiar un brillante futuro al novel lidiador...

Eso le llevó a recorrer diversas plazas en nuestro país y se presentaría en la Plaza México el 27 de septiembre de 1970. En la novillada de triunfadores de la Feria de San Marcos de 1972, fue el ganador del Cristo Negro del Encino y en el siguiente agosto, de nuevo en la Ciudad de los Deportes, se estrelló con un muy duro encierro de Zamarrero, que le llevó a replantearse el destino de su vida y tras de pasaportar al cuarto, se desprendió el añadido y lo dejó en el centro del redondel. Esa fue la única ovación que se escuchó esa tarde. Escribió el anónimo cronista que dejó su parecer en El Siglo de Torreón el lunes 21 de agosto de ese año:

José Antonio, en el que abrió plaza, tras sufrir una aparatosa cogida sin mayores consecuencias… se desconfió y tras breve labor de aliño mató con media estocada. Peor aún anduvo en el lidiado en cuarto turno… motivando que la gente se metiera fuerte con él y la bronca arreció cuando necesitó de tres pinchazos y estocada para terminar con el astado. Fue entonces cuando se fue a los medios y allí se despojó del añadido…

Parecía que un torero se iba de las plazas.

Volver para triunfar

A principios de 1977 José Antonio Ramírez volvía a vestirse de luces. Lo hacía de la mano de Humberto Vega, criador de toros de lidia, que lo llevó a El Progreso en Guadalajara, en tarde en la que, si bien fue Jorge Gutiérrez el que se alzó como el triunfador, la impresión que le causó a Francisco Baruqui, cronista en esos días de El Informador de Guadalajara:

La buena escuela y los justos procedimientos son cualidades que deberá aprovechas José Antonio Ramírez “El Capitán”, poniendo mayor decisión…

Regresaría a la capital tapatía en el mes de mayo y a la Plaza México el 18 de septiembre siguiente, en tarde en la que, según Daniel Medina de la Serna, se le vio así:

José Antonio Ramírez, llamado “El Capitán”, se había desprendido del añadido en señal de retirada después de su lamentable última actuación; cuatro años más tarde consideró que todavía podía hacer algo en los redondeles y reapareció en los de provincia; aquí en la México lo hizo el 18 de septiembre (15ª) y se mostró hasta voluntarioso y aun se puede decir que hubiera cortado un apéndice si no hubiera sido por sus deficiencias con el acero…

Esa tesonera actuación le valió ser repetido el 9 de octubre siguiente. Quizás con la idea de que le sirviera de telonero a los hermanos Guillermo y Manuel Capetillo, quienes se habían convertido en la sensación del último tramo de ese serial novilleril. La terna enfrentaría un encierro de San Martín, del que, un día me contó don José Chafik, lo había vendido al apoderado de El Capitán, quien tenía la idea de llevarlo a Guadalajara, para que, en la Feria de Octubre, lo lidiara allí su torero junto con dos de los triunfadores de la capital. Pero don Nacho García Aceves tenía otra idea y al final, Humberto Vega convenció al doctor Gaona para que se quedara con él y de que pusiera a su torero con el mismo.

Así, la tarde de ese 9 de octubre de 1977, ante una muy buena entrada en los tendidos, quedó todo preparado para que se escribiera una de las tardes más importantes de la historia de la Plaza México.

El Capitán y Pelotero

El cuarto de la tarde fue el número 95, negro entrepelado y bragado, al que se le anunciaron 418 kilos en la tablilla. Mal saltó al ruedo y a la derecha de la puerta de toriles saltó un espontáneo que, con una muleta sin armar, le dio tres o cuatro faroles de rodillas que fueron aclamados. Como pudo regresó a los tendidos y dejó visto al novillo. Alrededor de un año después, ese espontáneo, que no era más que Rodolfo Rodríguez El Pana, iniciaría por su cuenta, en el mismo ruedo, a escribir su propia historia y a construir su leyenda.

El Capitán, criado entre toreros y ganaderos, pudo percibir, del comportamiento del novillo ante el anarquista de la fiesta, que tenía una perla en sus manos. Y se decidió a aprovecharla y a crear una obra cuya historia se quedará para siempre entre nosotros. Escribió don Carlos Loret de Mola Médiz, firmando como Luis Soleares, lo siguiente:

“El Capitán”, sin inmutarse, dibuja tres verónicas y rebolera. Y en el quite – no permite intervenir a sus alternantes, “lagarto” … –, alterna caleserinas con fregolinas y remata con larga cordobesa. Ahí sí. No puedo dejar de acordarme del 15 de noviembre de 1946. cuando "Calesero" – alternando con “Manolete” y “Armillita”, que inmortalizó esa tarde a “Nacarillo” –, pintó en los medios de esta misma plaza la más bella larga cordobesa de la historia… Cuida del toro con cabeza de verdadero as. No deja que ningún capote se lo estropee. Manda banderillear a los subalternos con tacto… Cita, muleta en mano, en el centro del redondel, y ejecuta un perfecto péndulo de calosfrío. Repite el viaje “Pelotero”, de largo, y da Ramírez el pase de la muerte y en el tercer cite a distancia, otro péndulo superior. Derechazos, cinco con corte pinturero, avanzada la pierna, vertical el cuerpo, imperativo el brazo, ágil la muñeca de donde escapaba el duende, sobre todo cuando cambia de mano y deja caer la pañosa, con la izquierda, en un imperial doblón… Naturales. Varias series con el primor de un cartel de feria buena en Sevilla. Muy desdeñosa, con pereza y con magia, corre la muleta pequeña como el pétalo de un clavel. El pase de pecho redondo, interminable. Luego, los diestros de vuelta entera. Les precede uno girando de contrario, derecho hacia la izquierda, de círculo completo. Corre mano, todo ello en los medios, como lo que es: un grande de la fiesta, cuando quiere levantar la espada, el grito del pueblo la detiene, el juez indulta y todavía ofrece “El Capitán” más derechazos y un afarolado…

Esa tarde tuve la fortuna de estar en la plaza, de ver la realización de una obra de esas que nunca se van a olvidar, de poder apreciar la labor de un torero del que, no se esperaba una realización de tal magnitud, pero que entendiendo al toro que tenía delante, le esculpió una faena histórica.

Reflexionó el citado Luis Soleares acerca de la inevitable comparación que se haría entre El Capitán y su padre, Calesero:

“El Capitán”, se reveló como un grande del toreo, pero para muy largo. Llegó a quedarse. Hijo de “Calesero”, no se parece su toreo al de Alfonso Ramírez. Poetas ambos, claro, pero muy distintos son sus versos. Yo vi al incomparable hidrocálido en su tiempo de novillero y en su largo peregrinar por los ruedos y estuve en su despedida. Puedo decir, a medio siglo de haber ido a mi primera corrida, que a Alfonso lo admiré en todos sus tiempos que su capote era un envío de los ángeles a los hombres y que sabe de toros como si los hubiera inventado, pero no hizo nunca una faena de esa dimensión artística precisa. Hizo probablemente, de modo aislado, cosas más depuradas y finas, pero “El Capitán” no llegará y pasará a la historia como el hijo de “Calesero”, sino como José Antonio Ramírez…

Lo que después siguió

José Antonio Ramírez Ibarra despegó de allí para recibir la alternativa, que se anunció para el sábado 10 de diciembre de ese mismo año. Le apadrinaría Paco Camino y saldría como testigo Eloy Cavazos, ante toros de Torrecilla. El toro de la ceremonia se llamó Mariscal y escribiría el mismo Luis Soleares, que fue una tarde fría para El Capitán.

El Capitán sumaría entre el calendario de su doctorado y el siguiente, apenas una docena de festejos, para en silencio, dar por terminado su paso por los ruedos.

Otros recuerdos personales de la fecha

Ese domingo en la mañana, junto con Luis Armenta, Javier Gil Ortiz, Jorge del Rincón, Genaro de la Torre, Enrique Terrazas y algunos más que ya mi memoria no guarda, estuvimos en el Estadio Azteca para ver a la Selección Mexicana golear a su similar de Haití, en preparación para el campeonato mundial del año siguiente. Del futbol nos fuimos a los toros, fue un domingo redondo, sin duda.

domingo, 16 de octubre de 2022

15 de octubre de 1967: Gonzalo Iturbe se presenta en Madrid

Las temporadas de novilladas en la Plaza México, en el lustro que va a 1964 a 1968, representaron un parteaguas en la historia taurina mexicana. En ellas se presentaron quienes tomarían la estafeta en el liderazgo del toreo nacional, pero también sirvieron para renovar los escalafones que tenían dos décadas encabezados por los toreros que surgieron y formaron nuestra Edad de Plata. Así, los nombres de diestros como Raúl Contreras Finito, Manolo Martínez, Jesús Solórzano, Eloy Cavazos, Curro Rivera o Antonio Lomelín comenzaron a encontrar su lugar en los carteles y también en la historia.

Pero esas temporadas – reales, que empezaban en abril y concluían en diciembre – no se sostenían con ese puñado de toreros, también había otros que atraían el interés de la afición y que nutrían el ánimo de los capitalinos y les hacían ir a los toros. Calesero Chico, Rafael Muñoz Chito, Leonardo Manzano, Pepe Orozco, Mario Sevilla, Mario de la Borbolla o Arturo Ruiz Loredo también invitaban a la gente a dedicarle su domingo a los toros. Todos ellos tuvieron su instante de gloria y fueron junto con otros muchos, el verdadero sostén de esas verdaderas temporadas de novilladas, en las que se buscaban toreros, no el cumplir con un requisito administrativo.

Entre los toreros de ese segundo grupo, se encontraba en esos días un sobrino de Raúl y Romárico González, hijo de su hermana Magdalena. Me refiero a Gonzalo Iturbe, que se presentó allí el 1º de agosto de 1965, alternando con Luis Reyes y Manolo Rangel, para lidiar novillos de La Laguna. Esa tarde tuvo que matar tres toros por haber sido heridos sus alternantes. Escribe Daniel Medina de la Serna que mostró aptitudes y cierto sabor campero en su hacer del toreo.

Gonzalo Iturbe regresaría a la gran plaza en 1966 y torearía cuatro tardes en ese ciclo. Su presentación fue el domingo 12 de junio, cuando con Leonardo Manzano, arropó el debut – y única actuación allí – de un novillero de Monterrey que estaba llamado a grandes hitos: Eloy Cavazos. Volvería el 17 de abril, 21 de agosto y cerraría el calendario el 25 de septiembre, tarde en la que ante novillos de Peñuelas y Santín (3º), compartió cartel con Ernesto Sanromán El Queretano y Guillermo Montes Sortibrán. Su actuación fue resumida así por el cronista anónimo de la agencia Informex para el diario El Informador de Guadalajara, del día siguiente:

Gonzalo Iturbe toreó muy bien a su primer novillo de Peñuelas que, aunque fue blando con los de a caballo, embistió con alegría y buen estilo a los de a pie… Iturbe ejecutó una faena con pases de calidad, destacando sus derechazos y mató con estocada siendo ovacionado con fuerza y obligado a salir al tercio a corresponder… En el segundo de su lote, que embistió con más claridad, pero fue soso, realizó una faena muy torera sin que se cambiara por la falta de alegría en las embestidas del astado. Mató de media y escuchó palmas...

Esos eran los días en los que las orejas de los toros eran verdaderos trofeos y no números de un hipotético marcador que define a un triunfador – también producto de la hipótesis –, porque el triunfo muchas veces no se define por el que se lleva los retazos de toro, sino por quien penetra en el ánimo de los que ocupan los tendidos.

Gonzalo Iturbe no actuó en la Plaza México el año de 1967. De las informaciones de la prensa española, se puede deducir que prácticamente al arrancar allá la temporada taurina, se subió al avión, con la intención de torear en aquellas plazas y seguramente, a partir de las relaciones de su familia de ganaderos, prepararse en el campo. Hay que hacer notar también que su viaje no fue precedido o acompañado con una campaña publicitaria, lo que puede indicar que iba a darse a valer por sus méritos, más que por la construcción de una imagen.

Al final, las oportunidades no se presentaron en la manera esperada. Solamente le quedó la opción de concentrarse en los tentaderos y de esa manera mantenerse en contacto con los toros y estar en condiciones de atender cualquier llamado a las plazas.

Una presentación que nació torcida, en Madrid

La temporada madrileña del 67 se extendió más de lo acostumbrado. De acuerdo con las cifras de los escalafones que allá se publicaban, en Las Ventas se dieron 57 festejos, de los cuales, al final, 14 fueron novilladas. Así, para cerrar el calendario, se programó una novillada para el domingo 15 de octubre en la que actuarían Carlos Jiménez, Guillermo Gutiérrez El Ecijano y al fin, la oportunidad que buscaba Gonzalo Iturbe. El encierro a lidiarse sería de los hermanos jienenses Daniel y Pedro Flores Albarrán.

Pero hay tardes que nacen torcidas. Y se tuercen porque la oferta que se hace a toreros y afición carece del equilibrio necesario y adecuado a las circunstancias de lo ofrecido. En esta oportunidad, deduzco, lo que propició que las cosas no salieran, fue el hecho de que, para tres novilleros bisoños, se encerrara una verdadera corrida de toros. Escribió José María del Rey Caballero Selipe, en la Hoja del Lunes del 16 de octubre, bajo el título Manifiesta desproporción:

Ignoramos lo que la empresa solicitaría de los señores Flores Albarrán, pero suponemos que fue una novillada; los criadores enviaron a Las Ventas una corrida de toros, en la que todas las reses poseían serio trapío y algunas, abundante leña. Del otro lado, pero para coincidir en el mismo redondel, se hallaban dos muchachos salidos de las nocturnas madrileñas, donde el ganado suele estar en relación con el bajo tono de los festejos, y un novillero azteca, tan exiguamente placeado que no le vemos en las estadísticas de actuaciones. La desproporción, pues, entre los toreritos y sus enemigos era patente, y añádanse a ello las dificultades de las reses, superables ciertamente más con la posesión de unos recursos de que los noveles, o desentrenados, carecían. No es, pues, ocasión de extremar las exigencias con la torería, que hubo de pechar con papeleta que a diestros más avezados habría de venirle grande...

También Andrés Travesí, encargado de la crónica ese día para el ABC madrileño, hace notar la desproporción entre toros y lidiadores:

También parece que hay dificultades con el ganado... Los novillos de Flores Albarrán tuvieron presencia, cabeza y modos de toros a punto de cuajar. Y como tales podrían haber sido lidiados en cualquier plaza, incluso en las que presumen de postineras. Por eso tenían dificultades, bien visibles, por cierto, aunque los bisoños componentes de la terna no supieran percatarse de lo que se les venía encima. Novillos – toros con sentido, con resabios que salieron muy sueltos y que murieron sin haber sido fijados debidamente. Sólo el primero tuvo una clarísima embestida. Pero conviene decir que, con todo, no tuvieron malas intenciones porque en muchas ocasiones quedaron a su merced los hombres de luces y salieron con bien, al no hacer los toros por ellos. Todo se limitó pues, a revolcones, moraduras, roturas de taleguilla y algún que otro puntazo...

Por su parte, Antonio Abad Ojuel Don Antonio, en el número de El Ruedo del 17 de octubre, remata:

...la Empresa de Madrid – que tan habituada nos tiene a las sorpresas de todo género – estuvo a punto de batir sus genialidades soltando para tres espadas que, por fuerza, habían de estar poco puestos, una seria, graneada y corpulenta corrida de toros, cuyos pesos no llegamos a conocer, pues en las novilladas no es preceptivo el cartel indicador... No fue la corrida de los señores Flores Albarrán, de Andújar, para ser lidiada como novillada por tres muchachos modestos. Tampoco juzguemos que los toros eran barrabases – aunque cuarto y quinto andaban cerca de ello –, pero si a su natural peligro se sumaba la inexperiencia de sus lidiadores y la poca forma de los picadores, en día que había mucho que picar, el resultado fue que un servidor de ustedes, que normalmente tiene entre 70 – 80 pulsaciones, salió de la plaza con taquicardia, provocada por dos horas y media de continuos sustos...

La historia nos enseña que las corridas de concurso – hoy un pretexto usado para limpiar corrales y potreros – en esos tiempos tenían sus motivos, sus plazas y sobre todo, categoría, así que el aseo se hacía desde los cerrados, enviando a las plazas lo que corría el riesgo de quedarse y si una corrida de toros se podía echar en una novillada, pues adelante… Esa es la impresión que dejan las relaciones acerca del encierro que se lidió ese domingo de hace 55 años.

La actuación de Gonzalo Iturbe

La prensa de Madrid que pude consultar fue despiadada con el diestro de Tlaxcala, pero en el número de El Ruedo ya citado, Antonio Abad Ojuel Don Antonio, escribió con algo más de pulcritud y de sensatez:

...Fue más anovillado – pero ya querrían novillos así en muchas corridas – el entrepelao cornalón que salió en tercera tanda para Gonzalo Iturbe, que, en una breve intervención en los toros de sus compañeros, me había dado medida de su poco placeamiento. Diré que el novillo tomó tres varas y un picotazo, y el mejicano lanceó con compostura y oyó palmas. Después..., corramos silencio sobre su labor, aunque este silencio venga estropeado por el trompetazo que señaló el primer aviso. Quiero hacer constar que no se dio prisa enviar el recado el señor presidente... El sexto, largo, enmorrillado. cornalón y manso, aunque pelea más y mejor con los caballos, es la segunda estación del calvario que para Gonzalo Iturbe ha sido esta tarde; quizá presintiéndolo, ya salió el muchacho vestido de nazareno y oro. Escuchó un aviso. Y si no hubiera estado en el ruedo un peón, que no identifiqué a la luz de los focos en que transcurrió la lidia, y cuya labor fue lo más torero de la tarde, la cosa hubiera ido peor... No soy aficionado sensiblero y creo que un toro, por toro que sea, no debe amilanar a un torero que sale en Madrid. Pero..., ¡eso de que fuese a salir, precisamente, para dos chicos triunfadores en las nocturnas y un debutante mejicano escaso de corridas...! ¿Es que no había otra oportunidad de dar suelta al toro – toro?

Como se puede leer, la oportunidad más bien fue un envío al cadalso de los novilleros actuantes, ante una real corrida de toros que debió tener otro destino y otros diestros para enfrentársele, pero dirían las crónicas de estos días, Gonzalo Iturbe resolvió esa papeleta con dignidad, que, por lo visto, no había otra manera de hacerlo.

El futuro de Gonzalo Iturbe

Regresaría a la Plaza México para torear dos novilladas en 1968, al principio – 14 de abril – y al mediar la temporada – 15 de septiembre – y recibiría la alternativa en la plaza de Tlaxcala el 10 de noviembre, de manos de Antonio del Olivar y llevando como testigo a Alfonso Ramírez Calesero Chico. Los toros que se lidiaron fueron de Piedras Negras, su casa. De acuerdo con los anuarios, esa fue la única corrida de toros en la que actuó, dando por terminada su etapa de vestir el terno de luces.

A partir del año de 1973, se dedica, junto con su hermano Javier, a la atención de la ganadería de su madre, doña Magdalena y a partir del año 2009, es titular de su propio hierro, teniendo su ganado en Amealco, Querétaro.

Hoy recuerdo este hecho, porque Gonzalo Iturbe fue el único novillero mexicano que actuó en plazas de España hace 55 años, ese solo hecho lo hace merecedor de ser recordado, independientemente de su resultado, que ya hemos visto, fue influido por causas ajenas al torero. Como apéndice diré, que por nuestros matadores de toros solamente torearon allá Raúl García y Gabriel España.

Retales de la prensa de la fecha

Álvaro Domecq anunció su despedida de los ruedos tras cortar dos orejas en Zaragoza, a un toro de Juan Pedro Domecq.

Palomo Linares anunciaba su salida para torear en Venezuela, Ecuador y Colombia, agregando que 72 de las 104 corridas firmadas a causa de dos percances. También comentó el gran triunfo que obtuvo en San Sebastián de los Reyes, cuando mató seis toros a beneficio de Manuel Álvarez El Bala, a quien se le amputó una pierna a causa de una cornada...

Ese 15 de octubre se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Ángel Alcaraz Angelete, fallecido la víspera en Quintanar de la Orden, a causa de la cornada domingo 8 de octubre después de ser herido en Torre Pacheco, cuando alternaba con el murciano Pedruelo en la lidia de novillos de Sánchez Cajo. Fue herido por el tercero de la tarde, en el triángulo de Scarpa y el pitón penetró hasta la cavidad abdominal, donde un proceso infeccioso le causó la peritonitis que causó su deceso.

Y por último, Gregorio Sánchez, alternando con Martín Sánchez Pinto y Vicente Punzón, le cortó dos orejas a uno de los toros de Salvador Gavira que le tocaron en suerte en la plaza de Vista Alegre de Carabanchel.

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