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domingo, 4 de septiembre de 2022

5 de septiembre de 1948: Rafael Rodríguez se presenta en la Plaza México

Dr. Alfonso Gaona, Rafael Rodríguez y Juan Espinosa Armillita
Plaza México, 5 de septiembre de 1948 - Foto: Carlos González
Colección de la Familia Rodríguez Arellano

El nombre de Rafael Rodríguez comenzó a sentirse en el ambiente taurino hidrocálido durante el año de 1947. Empezó a ser conocido como un torero de un valor imperturbable, pues se quedaba bien quieto ante las reses que se lidiaban en las ferias regionales de las localidades aledañas a Aguascalientes, en las que generalmente se corrían novillos defectuosos, de media casta o vacas. Muchos pensaron que, si Rafael le pudiera hacer a los toros lo mismo que les hacía a esos animales, casi con seguridad, llegaría a ser figura del toreo.

Don Arturo Muñoz La Chicha, quien fuera banderillero fijo en la cuadrilla de Rafael Rodríguez, le contó en su día a Gustavo Arturo de Alba:

Allá por julio del año 47, todo el mundo lo conocía como “Rafaelillo”. Quién lo trajo aquí fue Alejandro Cázares y luego – luego, comenzó a correr el run – run de que “Rafaelillo” quiere ser torero… Pero en realidad yo no lo había visto torear, sino hasta el día 8 de enero de 1948, en que toreaban en Tlaltenango, Zacatecas, “Calesero” y Jesús Guerra “Guerrita”, en un mano a mano. El empresario de la plaza – no me acuerdo como se llamaba – le preguntó a “Calesero” que, si le podía echar dos novillos a Rafael Rodríguez “Rafaelillo” … Calesero le dijo: “Si hombre, como no, échele los que quiera” … Le echó, entonces, dos toros el empresario ese a Rafael, pero bien servidos, híjole, fue la primera vez que yo vi torear a Rafael Rodríguez, el domingo 8 de enero del año 48. ¿Cómo estuvo Rafael? Mecachis en la mar salada… estuvo imponentísimo, es esa la ocasión en que yo vi torear por primera vez, a ese torero, “Rafaelillo” …

Después de esa actuación de principios de año, Rafael Rodríguez se presentó en un festival que se dio en la plaza de toros San Marcos, el 4 de abril, a beneficio de la Cruz Roja y de los festejos para celebrar el Día del Soldado, lidiando un novillo de Garabato y alternando con Fernando Brand, Felipe Ávila, Andrés Guerrero, Alfredo Rivera y Felipe Bernal El Chelín en la lidia de novillos de Garabato y Presillas.

Las primeras novilladas

Y sí. En esa tarde de festival Rafael Rodríguez dejó una firme declaración de intenciones y captó el interés de los aficionados. Tanto, que dos de ellos, don Jesús Pérez Jiménez y don Rafael Hernández Guerrero, sin dedicarse a ello, se propusieron organizar una novillada para que el todavía conocido como Rafaelillo pudiera presentarse aquí vestido de luces y corroborar lo que se hablaba de él y lo que apuntó en el festival de abril. Esto contó don Rafael Hernández a Carmelita Madrazo sobre ese particular:

Anunciamos la corrida para el 18 de julio. Mi compadre Jesús Pérez quiso que toreara otro muchacho de aquí y que le decíamos “El Trabao” y que se llama Juventino Mora y toreaba bonito... Además, iba a venir un novillero que estaba en el candelero en esa época, y ya nos habíamos arreglado con él en el precio. Se llamaba Tacho Campos... Se me ocurrió invitar a los hermanos “Armilla”, que en paz descansen, pero no los encontré en Chichimeco. Yo tenía ganas de que ellos vieran torear a “Rafaelillo” para que lo ayudaran. “Rafaelillo” tuvo un gran triunfo y cortó oreja. Lo mismo que gané con la entrada, fue lo que perdí. Pero no me importó pagar programas y volantes, que por cierto decían: “¿Quiere usted ver el nacimiento del próximo mandón de la torería de aquí y de allá? Vaya a ver a Rafael Rodríguez…

La crónica aparecida en El Sol del Centro del 19 de julio de 1948, entre otras cosas dice:

“Guadañero” fue el nombre que tocó al novillero “Rafaelillo”, negro bragado y caído de pitones y de buen estilo. Lo recibe con tres verónicas de ensueño, rematando con la brionesa y armando el escándalo en los tendidos. Después de la primera vara logró un quite por gaoneras que le fue coreado por el público con ¡olés!, y cuando hace el segundo quite, también por gaoneras muy ceñidas, los tendidos salen gritando ¡torero!, ¡torero! Campos realizó un quite por ajustadas verónicas y recibió palmas, mientras “Rafaelillo” brinda a todos los aficionados el segundo tercio y deja los tres pares en todo lo alto, siendo el último muy aguantado y exponiendo una barbaridad. Escuchamos música y palmas. Toma la muleta y vemos unos cuantos muletazos de tanteo, un ayudado por alto muy ajustado, tres derechazos mandones, otro ayudado por alto, pasándose al toro cuan largo es y aquí viene lo bueno, cuando ejecuta cuatro derechazos más, una serie de naturales enloqueciendo a los aficionados y cinco manoletinas. Nuevamente escuchamos ¡torero!, ¡torero!, pero fue una verdadera lástima que con el estoque haya estado muy desafortunado, al darle por lo menos cinco pinchazos y una buena estocada hasta el puño, pero la oreja se le fue, siendo premiada su labor con dos vueltas al ruedo y salida a los medios… En su segundo toro casi hizo la misma labor que a su primero, interviniendo en los tres tercios, pero cuando tomó la muleta fue zarandeado por el astado, en que por fortuna no pasó del susto. De todos modos, convirtió la plaza en un manicomio y ahora sí se ganó las dos orejas del toro saliendo en hombros y siendo paseado por las calles, pues bien, se lo mereció ya que, con solo un pinchazo, una estocada hasta el puño, un tanto ladeada y otra entera en buen sitio, terminó esta inolvidable faena...

Juan Espinosa Armillita asistió al festejo e incluso, pospuso un viaje a la capital para ver al torero que le recomendaban los empresarios de esa ocasión. Pero también lo vio el ganadero de Corlomé, don José C. Lomelí, quien al final de la tarde le ofreció a Rafael Rodríguez una nueva actuación, esta vez en San Luis Potosí, el 29 de agosto siguiente, alternando con Manuel Capetillo y Curro Ortega, ambos revelación de la temporada de la capital mexicana. Sigue narrando La Chicha:

...en San Luis Potosí... toreaban Manuel Capetillo, Curro Ortega y Rafael Rodríguez con 6 toros de Corlomé. Se llegó el domingo en la mañana, iba yo para el sorteo a la plaza El Paseo de San Luis y, antes de llegar a la puerta de la plaza venía Enrique Borja... (con voz chillona, “La Chicha”, imita al papá del goleador mexicano): “Chicha, ¿qué andas haciendo, pues eso te tengo que decir a ti, yo vengo a torear y ¿tú?, (otra vez me enfatiza el recuerdo con la voz chillona), no pues yo vine a ver, que me despachó el doctor Gaona a ver a ese “Rafaelillo”, ¿qué tal es?” ... Le dije, mira, si te digo que es bueno y no te gusta, vas a decir que soy muy tonto, y se te digo que es malo y te gusta igual, mejor después de la novillada hablamos...”

La tarde de San Luis se saldó con un triunfo rotundo de Rafael Rodríguez. Don Arturo Muñoz cuenta el desenlace de la siguiente forma:

Enrique Borja le habló por teléfono al doctor Gaona quien le decía, que sí lo podía poner, pero de aquí a un mes... yo estaba escuchándolo, y entonces, Enrique le decía: “¡Qué un mes ni que nada! … ¡Qué de aquí a un mes, ni que nada, pa’ mañana está pa’ ponerse ese torero! …”. Y dicho y hecho al domingo siguiente, el 5 de septiembre se anunció a Valdemaro Ávila, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez con seis novillos de Pastejé...

La presentación en la Plaza México

Valdemaro Ávila, torero de Aguascalientes y que fue parte de la generación de novilleros que hicieron la transición del Toreo de la Condesa a la Plaza México, le contó a Carmelita Madrazo lo siguiente:

Ese 5 de septiembre de 1948, llovió a cántaros. A la hora en que debíamos hacer el paseíllo, el agua no paraba. El ruedo estaba imposible para torear. Por más aserrín que le ponían, corría junto con el agua. Estuvimos esperando hasta las 5.30 para ver si cedía la tormenta, o de plano se suspendía… Como yo era el primer espada, en mí recaía la responsabilidad. “Don Difi” me ordenaba que suspendiera la corrida, pero el empresario Alfonso Gaona me insistía que saliéramos porque la empresa perdía dinero. Me sentí sumamente presionado… Así es que accedí contra la voluntad de “Don Difi” ... La desilusión más grande que tuve fue ver que el público estaba tan frío como la tarde... salió Rafael y aquello fue el acabose. La gente se volcó de entusiasmo. Estuvo en plan grande. Muy valiente. El toro le dio varias marometas, no era raro en él debido a lo que exponía; además, era la época en que él todavía no perfeccionaba su toreo. En cada marometa, Rafael se ponía de pie como si nada, sin verse la ropa. Al toro otra vez… Acercándosele tanto, que los cuernos le rozaban la faja. Así se toreaba en aquellos años…

El diario El Informador de Guadalajara, el 6 de septiembre siguiente, en breve croniquilla de agencia, transmitió la siguiente información acerca del resultado del festejo:

Terminando en las sombras de la noche, la novillada de hoy, que por la intensa lluvia que estuvo cayendo se inició después de las 17:30 horas, fue un triunfo para Rafael Rodríguez, que cortó dos orejas y un rabo saliendo en hombros... Sobresalió su labor en el tercero, en el que, en quites largó cinco fregolinas de clase, rematando con media rebolera que se le aplaudió estruendosamente... Con la muleta, varios derechazos y el de la firma, algunos por alto, uno de pecho. Más derechazos, por alto increíbles cayendo sombreros al ruedo, siguiendo con manoletinas ajustadísimas, terminando de una sola estocada hasta la bola... Cortó oreja y rabo y dio la vuelta al ruedo... En el sexto, ya de noche, Rafael hizo quites por chicuelinas. Al banderillear fue zarandeado aparatosamente, sin consecuencias, clavando un par superior en los medios. Da varios pases por alto de pitón a pitón, adornándose agarrando un cuerno y dominando completamente al toro, matando de una entera que tira sin puntilla. Cortó otra oreja y salió en hombros... Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo resultaron opacados por las faenas de Rodríguez, estuvieron voluntariosos, pero poco afortunados debido a que no se pudieron acomodar con el ganado... Capetillo logró algunas palmas en el quinto a la hora de matar por la forma de hacerlo, pero sin nada notable en el trasteo…

Al final de la tarde, Rafael Rodríguez salió de la Plaza México en hombros de los entusiasmados aficionados, con el rabo de Panadero y la oreja de Gitano en las manos, como resultado de una de las presentaciones más sensacionales que haya tenido un novillero en esa plaza.

El devenir de Rafael Rodríguez

Breve tiempo después, Rafael Rodríguez dejaba de ser Rafaelillo para transformarse en El Volcán de Aguascalientes, sobrenombre acuñado por Paco Malgesto. Contó el cronista Alejandro Hernández Rodríguez a Carmelita Madrazo:

En tanto periódico y revista que leí, ninguno menciona quién bautizó a Rodríguez, Capetillo y Córdoba como “Los Tres Mosqueteros”, y lo más curioso, de todas las personas que entrevisté, tampoco tenían la certeza de saberlo. Solamente una de ellas, Alejandro Hernández, me aseveró que lo sabía porque un buen día le dijo a Rafael: “¿Quién te puso “El Volcán de Aguascalientes”? … Paco Malgesto… «Por eso me consta que fue Malgesto. Muchos piensan que fue Don Dificultades, pero no. Don Difi jamás fue simpatizante del Volcán… »

Y así pasaría a la historia, como El Volcán de Aguascalientes, el torero al que, en las casas, el día que toreaba, se le encendían veladoras para pedir al cielo que saliera de la plaza con bien y triunfante. El torero que, según el doctor Gaona, era un dechado de educación:

Rafael Rodríguez fue uno de los po – quí – si – mos toreros atentos y agradecidos que yo conocí. En mis cincuenta y cuatro años que tengo de estar en la fiesta de los toros, solamente puedo recordar como agradecidos a Rafael y a Chucho Solórzano “El Rey del Temple”. Desde el momento en que Rafael llegó a mi oficina y nos tratamos, nunca dejó de buscarme todas las veces que venía a México. También me visitó cuando ya estuve fuera de la empresa…

Esa tarde de domingo de hace 74 años, se gestaba un parteaguas en la historia del toreo mexicano. Rafael Rodríguez fue uno de los que lo generaron.

domingo, 3 de julio de 2022

Manolo Martínez, a 40 años de su despedida de los ruedos

Programa de mano de la corrida de despedida

La temporada correspondiente al año de 1982 se anunció e inició tarde, porque ha sido reiterado que las corridas de toros en la Plaza México inician al final de octubre o inicios de noviembre de un año y terminan en febrero o marzo del siguiente. Pero hace cuatro décadas, el anuncio del serial se realizó hasta el mes de enero e independientemente del elenco que se presentó, la nota aguda fue el anuncio de que, dentro de ella, Manolo Martínez torearía su corrida de despedida. Así lo contó el corresponsal de la Agencia France Presse (AFP) en nota aparecida en el diario El Informador de Guadalajara del día 30 de enero de ese 1982:

En la Plaza México, la despedida de Martínez… México, D.F., enero 29 (AFP). – La despedida del matador de toros mexicano Manolo Martínez, la inclusión de varios valores nuevos de la torería nacional, la presentación del rejoneador portugués Joao Moura y la ausencia de Curro Rivera y Eloy Cavazos, son los matices más interesantes que presenta la temporada que arrancará el domingo próximo en la Plaza México… Las despedidas de los toreros siempre tienen un tono sentimental para aquellos que por una causa u otra están ligados a la fiesta taurómaca… Por otra parte, la no inclusión de Curro Rivera y de Eloy Cavazos, considerados como dos máximas figuras del toreo mexicano, ha sido lamentada por los aficionados capitalinos que esperaban contar con ellos, no solo por sus méritos frente a los astados, sino por el carisma que poseen y el realce que podrían darle a los carteles en que fueran incluidos…

Como puede verse, al menos en el anuncio, se intentó poner como hecho central del ciclo de corridas la despedida del llamado Milagro de Monterrey, pero también resaltó el hecho de que Curro Rivera y Eloy Cavazos no llegaron a un arreglo con el doctor Gaona y estarían ausentes del mismo. Ese fue el inicio de lo que, en teoría, sería la última temporada del mandón en la gran plaza.

Al final de cuentas, los números reflejan que el peso de la temporada descansó precisamente en Manolo Martínez, Mariano Ramos, Jorge Gutiérrez y Nimeño II, quienes torearon cinco tardes cada uno de los dos primeros y el de Tula y el francés, tres cada uno. La del 82, tuvo algunos hechos notables, como la confirmación de José Cubero Yiyo el 28 de febrero, o la faena de Mariano Ramos a Timbalero de Piedras Negras el 21 de marzo. O en el renglón ganadero, el hecho de que Ernesto Cuevas haya lidiado un encierro completo – sin haber sido anunciado en el elenco – o la fiereza de los toros de Corlomé corridos en el serial.

El camino hacia el adiós

Decía que Manolo Martínez actuó en cinco tardes esa temporada. Fueron las corridas 3ª, 5ª, 10ª, 14ª y 15ª. Inició su participación el 14 de febrero dándole la alternativa a José Alonso, triunfador de la anterior temporada de novilladas y en la segunda de esas corridas – la confirmación de Yiyo – sufrió una cornada de dos trayectorias que lo detuvo un par de semanas y cerraría su participación antes de la despedida, haciendo matador de toros a Antonio Urrutia el 18 de abril.

Celebró corridas de despedida en varias plazas emblemáticas para él, como Querétaro, donde el 6 de febrero mató seis toros él solo, Aguascalientes, donde actuó el 24 de abril y el 1º de mayo, fecha en la que alternativó a Ricardo Sánchez, Monterrey, por supuesto y teóricamente concluiría su camino en esa 15ª y última corrida de la temporada de 1982.

La tarde de la despedida

La corrida de la despedida se anunció para el domingo 30 de mayo de 1982. Se anunció igualmente que el festejo sería transmitido por televisión abierta a todo el país, pues se preveía que la Plaza México tendría un lleno absoluto – se afirma que ese día se registró el último gran lleno del coso – y para el hecho, se correrían tres toros de San Martín, ganadería propiedad de Marcelino Miaja y José Chafik, apoderado del torero este último y tres de San Miguel de Mimiahuápam, de don Alberto Baillères, el empresario que controlaba varias de las plazas significativas en la República. 

Los toros seleccionados fueron por su orden, Mi Amigo de San Martín, Adiós de Mimiahuápam, Negrito de San Martín, Artista de Mimiahuápam, Inolvidable y Toda una Época de San Martín. Enrique Guarner, en su crónica aparecida en el diario Novedades del día siguiente al de la corrida, los describió así:

Los seis animales eran de fina lámina, cortos y recogidos de cuello, de no gran corpulencia y dotados de pitones sin exageración. Fue un encierro apropiado en todo a la fiesta de que se trataba… Cuatro fueron negros zainos, dos de ellos bragados, el cuarto era cárdeno entrepelado y de perfecta estampa… El sexto granizado de los cuartos traseros y lucero, aunque anunciaba mayor peso que los otros cinco, resultó terciadillo y compacto… A mi juicio, de los seis bureles hubo tres excelentes y otros tres que cumplieron. El primero de San Martín salió cojeando de la pata derecha trasera y en el tercio final se cayó con frecuencia. El segundo de Mimiahuápam, fue magnífico y permitió cuantos pases quiso su torero…

Salieron como sobresalientes los matadores de toros Rogelio Leduc y Ricardo Balderas, quienes no tuvieron intervención y en su cuadrilla llevó a toreros como Venustiano Pacheco, Alejandro Martínez de la Flor, Alejandro Contreras o Julio Sánchez entre los de a caballo y a Jesús Morales, Juan Vázquez, Ramón Negrete – quien tuvo una gran tarde –, José García Huerta o Ángel Luna – que saldó su actuación con una cornada del sexto – entre las infanterías. Manolo Martínez vistió un terno burdeos y oro.

Entre detalles y muchos desaciertos con el estoque, al momento de anunciarse la salida del sexto, Toda una Época, de San Martín, Manolo Martínez apenas había cortado una oreja al cuarto de la tarde, Artista de Mimiahuápam. La voluntad de la concurrencia de despedir adecuadamente al torero evitó que se le reclamara mucho, pero todo hacía pensar que la tarde no cerraría en ese olor de apoteosis que se calculaba tras del anuncio. Pero Manolo tuvo suerte y con ese toro de su apoderado, que teóricamente era el último de su vida, trocó en cañas las lanzas. Escriben Luis Soleares y Juan Rafael para el diario El Siglo de Torreón:

...con la emoción a flor de piel. Manolo Martínez cuajó su última gran faena, una de las mejores de su vida. Ni una sola duda, ni un tropiezo. Todo es impecable, exacto, perfecto, y esos remates por abajo y los pases del desdén valían por toda una carrera en los ruedos. Pero, Manolo es mucho más que eso: en él conjugaron las glorias de los maestros del ayer para establecer un ejemplo de poder y maestría, como nadie había podido lograr en su tarde de despedida. Esto es lo más grande de Manolo; en su adiós pudo más su grandeza y su carácter que su emoción pasajera. Y, aunadas en una sola faena, emoción y temperamento, pudo lograr el portento: una faena perfecta. Nunca los adjetivos estuvieron mejor justificados. La faena derechista fue consumada, mientras miles de personas lloraban en los tendidos, con una estocada entera, ligeramente desprendida, que valió para que “Toda una Época” se entregara, terminando así una de las épocas más brillantes en el toreo…

Enrique Guarner es menos prosopopéyico y lo cuenta de la siguiente manera:

El último de la vida de Manolo Martínez fue «Toda una época» con el 50, y 492 kilos. Lo recibió con magníficos lances y un precioso recorte. Con un sólo picotazo cambió de tercio y aquí vino algo grande cuando Ramón Negrete le brinda un par que fue extraordinario, dándose las ventajas al burel y cuadrando en todo lo alto. Sucedió después la lamentable cogida de Angel Luna… Manolo brindó el astado a su apoderado Pepe Chafik y empezó la faena con soberbias tandas de redondos con la derecha, en los que además mantenían la posición adecuada citando como debe de ser… Siguió un estupendo desdén y otra tanda buena como la anterior… Parecía que íbamos a ver un faenón, pero Martínez no quiere probar a «Toda una época» con la izquierda, tal vez porque a lo largo de su tiempo toreó mucho con la punta y se tira a matar. Se produce una buena estocada en lo alto y viene la apoteosis consiguiente con orejas y rabo, un público que grita entusiasmado y un grupo de «montoneros» que sin ton ni son lo rodean y no se separan de él…

Al final, surgió el gran triunfo que esperaban los seguidores del regiomontano. Se pudo ir en aroma de multitudes, que lo invitaron a dar la vuelta al ruedo en cinco ocasiones y de la que las imágenes de televisión mostraron a un joven de larga melena, camisa de cowboy y pantalón de mezclilla tirando mandobles a quienes intentaban alzarlo en hombros. Ese joven sería años después el que llevara los destinos de la Plaza México. Su nombre, Rafael Herrerías.

Manolo Martínez brindó sus seis toros. Todos esos brindis, vistos en retrospectiva, tuvieron algún sentido: el primero lo dedicó al público y al empresario, doctor Alfonso Gaona; el segundo a Antonio García Castillo Jarameño, encargado de la sección taurina del diario Ovaciones; el tercero, al inefable Francisco Lazo del diario Esto; el cuarto, a José Alameda de El Heraldo de México; el quinto a don Alberto Baillères empresario y ganadero de Mimiahuápam y el sexto – last but not least – a su apoderado José Chafik.

Lo que después vendría

Poco menos de un lustro después de esta tarde, Manolo Martínez reaparecería vestido de luces en Querétaro, fue el 26 de marzo de 1987 y alternó con Jorge Gutiérrez y Miguel Espinosa Armillita Chico en la lidia de toros de don Javier Garfias. Torearía su última corrida el 4 de marzo de 1990 en la Plaza México en un mano a mano con Jorge Gutiérrez lidiando toros de La Gloria.

Horacio Reiba Alcalino, en su columna semanaria del diario La Jornada de Oriente, reflexionaba así en el vigésimo quinto aniversario del fallecimiento del torero:

1) Como torero, su sentido del temple y del ritmo, así como la capacidad para dotar de unidad argumentativa y creativa a su toreo lo sitúan entre los más grandes de la historia de la tauromaquia universal. En México, esto significa compartir la dimensión de los Rodolfo Gaona, Fermín Espinosa “Armillita”, Lorenzo Garza, Silverio Pérez y Carlos Arruza. Y nadie más… 2) Sobre su papel como obstructor de nuevas generaciones de toreros ya está dicho cómo operó. Habría que agregar que, pese a todo, Manolo fue coetáneo de una generación rica en diversificados valores taurinos que, en todo caso, tendrían que compartir con él la responsabilidad de acaparar plazas y ferias mayores y menores en detrimento de valores emergentes, pues lógicamente no podía prescindir de alternantes, que toreaban y aprovechaban el mismo ganado que Martínez… 3) Donde cobra un sentido realmente trágico la influencia de este enorme torero es en la reducción del toro, que se ha seguido profundizando hasta derivar en su subproducto actual, el post – toro de lidia mexicano –como lo he llamado—, un factor que pone en jaque el futuro de la fiesta en sus valores artísticos y éticos más auténticos, sin los cuales, el toreo es un muerto en pie… Manuel Martínez Ancira murió a los 50 años de edad el 16 de agosto de 1996 en La Jolla, Estados Unidos, donde se encontraba hospitalizado en espera de un trasplante de hígado…

Esa ha sido, para bien y para mal, la herencia de la última gran figura que ha dado la tauromaquia mexicana.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 20 de marzo de 2022

19 de marzo de 1967: Raúl García y Guadalupano de Las Huertas

Raúl García
Archivo Manolo Saucedo
La temporada 1967 de la capital mexicana nació de manera muy accidentada. A mediados de noviembre del año anterior, el indescriptible Ángel Vázquez, operador de DEMSA, anunció que, en alguna forma, el ciclo quedaría dividido entre el Toreo de Cuatro Caminos y la Plaza México, pues se daría una feria de seis festejos entre el fin de noviembre y los inicios de diciembre en el coso de Naucalpan y después se continuaría la fiesta en la gran plaza de la colonia Nochebuena.

Las primeras cuatro corridas de Cuatro Caminos se anunciaron el día 17 de noviembre de 1966. El Cordobés, Diego Puerta y Mondeño eran el atractivo por la parte hispana, en tanto por los nuestros figuraban Manuel Capetillo, Jaime Rangel y los entonces recién alternativados Finito, Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Jesús Solórzano. Pero esa feria se quedaría en el papel y en la memoria de unos cuantos, pues un par de días después, el inefable Panchito Balderas, el sempiterno líder de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros anunció que su sindicato vetaba las dos plazas de la capital por adeudos de fondos de reserva y de derechos de televisión no pagados.

El 25 de noviembre se sumó a la postura de los subalternos la Unión de Matadores – que tenía sus propios líos internos – y el veto se extendió a otras empresas, extendiéndose el paro prácticamente a todas las plazas de la república, pudiéndose cumplir únicamente los compromisos firmados hasta antes de esa fecha y posteriormente ningún espada actuaría en ruedo alguno.

Estos problemas terminaron al final de cuentas con la salida de Francisco Balderas como Secretario General de la UMPYB, siendo sustituido por Javier Cerrillo. También terminó con el cisma del sindicato de matadores de toros, naciendo lo que es la actual Asociación Nacional de Matadores de Toros, que fue presidida en primera ocasión por Raúl Contreras Finito y quedando la original Unión bajo el liderazgo de Luis Procuna. Estas dos historias deben ser contadas aparte.

Los que no dejaron de funcionar fueron los ganaderos. El 29 de diciembre, Luis Javier Barroso, presidente de la Asociación de Criadores de Toros de Lidia declaraba a la prensa que la situación que se vivía entre los toreros no impedía que se siguieran exportando toros a Sudamérica. Que tenían sus permisos en orden ante las secretarías de Agricultura e Industria y Comercio y que, de hecho, por esas fechas varios encierros estaban siendo embarcados para las ferias de Venezuela y Colombia.

Así, en ese contexto, es como se dio la temporada capitalina de 1967, relegada por las circunstancias, solamente a la Plaza México.

La decimoprimera corrida de la temporada 1967

Para el día de San José de 1967 se anunció un encierro de Las Huertas para Alfredo Leal, Raúl García y Gregorio Tébar El Inclusero, quien repetía después de haber confirmado el domingo anterior y haberse alzado triunfador cortando una oreja en esa tarde. El Príncipe del Toreo vistió de champagne y oro, Raúl García de verde y oro y El Inclusero de tabaco y oro.

El quinto toro de la tarde – se cumplió el adagio o lugar común, según se vea – se llamó Guadalupano y se le anunciaron 466 kilos de peso en la tabilla. Era el segundo del lote de Raúl García, quien tendría con él, visto en retrospectiva, su última gran tarde en la Plaza México. Encontré solamente una versión completa sobre lo sucedido esa tarde, es la de Rafael Loret de Mola, firmando como Rafaelillo, que publicada en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo, entre otras cosas dice:

Raúl, con ganas de triunfar, lo recibe con un farol de rodillas seguido de dos verónicas con los pies juntos. Siguen siete verónicas más, rematadas con la rebolera que no entusiasman a nadie.

Aquí propiamente empieza a destacar el maravilloso burel que en breves instantes iba a ser indultado. Raúl se para en los medios y ejecuta un maravilloso quite por fregolinas lentísimas que ponen al público de pie.

Banderillea bien, pero sobresale el último par al cambio que festeja el público con una gran ovación.

De rodillas empieza su trasteo, pero no son cualquier cosa los pases por alto que ejecuta de hinojos el diestro regiomontano, son unos pases extraordinarios en aguante y belleza, cuando remata con un molinete en la misma posición, el ruedo se cubre de sombreros y prendas de vestir. 

Continúa su gran labor con cinco derechazos rematados con un estupendo pase de pecho. Vienen después tres derechazos más, pase de pecho y la locura en los tendidos; continúa con la diestra para dibujar otros cuatro derechazos seguidos de un maravilloso pase de trinchera; todavía con la muleta en la mano derecha da tres derechazos más en medio de la locura en la mayor plaza del mundo.

Se cambia la muleta a la mano izquierda para estampar unos naturales soberbios, y los sombreros caen al ruedo. El público, todo, pide el indulto, Raúl simula la suerte suprema y pide al juez el indulto del animal, el juez testarudo no hace caso, pero cuando Raúl da tres derechazos rematados con un cambio y el de pecho, y ya no cabe duda alguna de que el noble cornúpeta merece el indulto, el juez lo concede en medio de la locura general.

Mucha gente grita «¡toro, toro…!», creyendo como yo, que Raúl no estuvo a la altura del maravilloso toro de Las Huertas, no he dicho que Raúl lo haya desperdiciado, no, Raúl lo toreó estupendamente, pero no logró estar a la altura de su noble enemigo. Enhorabuena a los propietarios de este gran toro que dejó constancia en la plaza de bravura, nobleza y obediencia…

Rafaelillo deja un amplio espacio para la polémica al juzgar que, sin ser desperdiciado, el toro no fue debidamente aprovechado por el diestro de la colonia Acero de Monterrey. Por su parte, el corresponsal de la agencia española EFE, Carlos Viseras, en su reseña publicada en el número del semanario madrileño El Ruedo salido a los puestos el 21 de marzo siguiente, agregaría otro detalle más para esa discusión:

Con el quinto consiguió alborotar al público con una larga de rodillas. verónicas y fregolinas... Puso dos pares de banderillas; uno de ellos se aplaudió. Pases de todas las marcas, hasta que ondearon los pañuelos y el indulto de «Guadalupano» fue concedido. Ovación y saludos… En cuanto se refiere a la actuación de Raúl García, el alguacil, por su cuenta, sin tener la autorización de la presidencia, le entregó simbólicamente a García las dos orejas y el rabo de «Guadalupano». Por tanto, el premio fue de «motu proprio», no concedido por el juez de la plaza…

Esta última cuestión, la del rabo simbólico no concedido por la autoridad, es ratificada por don Daniel Medina de la Serna en su obra Plaza México. Historia de una Cincuentona Monumental, cuando al resumir esta temporada 1967, cuenta:

Cierto interés despertaba todavía Raúl García; se presentó (2ª) dejando ir la oportunidad con un buen lote de Tequisquiapan; esa tarde le flaqueó el ánimo, pero para recuperar el terreno perdido, cuando volvió (11ª) se topó, para su fortuna, con un toretillo al que le hizo una gran faena, pero después recurrió, por sus pistolas, a la triquiñuela de indultarlo. Juan Pellicer, en su crónica, dejó este testimonio:

Raúl determinó no matar a su cordial bonachón amigo de Las Huertas y soltó el estoque, para llegar así, cómodamente, sin ese estorbo, con la mano al pelo (...) Es de justicia señalar a Ángel Procuna y a algunas otras personas, fácilmente identificables, que desde el callejón y a media faena de muleta, indicaron, como consejeros, a Raúl García que no debía matar al de Las Huertas. Fue aquello una auténtica pantomima. Después de que el cornicortísimo y rabón torito entró a los corrales, uno de los alguacilillos, a las órdenes de no se sabe quién y ante la mirada atónita de miles de espectadores, iba y venía con dos orejas y un rabo entre las manos que el licenciado Pérez Verdía, juez de plaza, no había concedido...”

El juez se dejó rebasar por las manipulaciones y las circunstancias sin hacer valer su autoridad; pero como dichos trofeos fueron protestados, el indultador tuvo que tirarlos.

Alfonso de Icaza también condenó, en su comentario ocho días después, el bochornoso lance que provocó el abusadillo e irresponsable diestro regiomontano, calificándolo de “mixtificación”; en cambio Carlos León, amigo del ganadero, no opuso el menor reparo al indulto...

Como se puede ver, la polémica acerca del indulto de un toro y sobre la concesión de apéndices de utilería, no es de hoy, sino de siempre. He agregar que los anuarios estadísticos de don Luis Ruiz Quiroz no computan las orejas y el rabo de Guadalupano en el haber de Raúl García.

El epílogo

Esta tarde fue la novena del torero regiomontano en la gran plaza. Le restaban ocho más en las que la suerte le fue esquiva. Esa temporada de 1967, tengo la impresión de que fue un parteaguas en la historia taurina de México. La corrida que cerró esa temporada, la noche del sábado 8 de abril de 1967, en disputa por el Estoque de Oro, representó una especie de golpe de estado dado por dos de los jóvenes que habían confirmado su alternativa ese año, Raúl Contreras Finito y Manolo Martínez, quienes ante los toros Lobito y Catrín del ingeniero Mariano Ramírez, declararon sus intenciones de subirse a la cima del toreo.

El 3 de diciembre de ese 1967, en Cuatro Caminos, el golpe quedaría consumado, cuando Manolo Martínez, mano a mano con Manuel Capetillo y los toros de don Luis Barroso, definiría el rumbo que las cosas de los toros tomarían en este país los siguientes tres lustros. Nacía una nueva etapa de la historia del toreo mexicano.

domingo, 13 de marzo de 2022

6 de marzo de 1949: Ricardo Torres y Africano de Pastejé

Ricardo Torres
Visto por Carlos Ruano Llopis
La temporada 1948 – 49 en la Plaza México fue una de esas que representaron un punto de quiebre en su ya prolongada historia. Es la que representó la despedida – la primera, la anunciada – de Armillita, en la 16ª corrida del ciclo, celebrada el domingo 13 de abril. También albergó la llegada a las filas de los matadores de toros de Los Tres Mosqueteros, con la alternativa de Rafael Rodríguez en la inauguración y las confirmaciones de Jesús Córdoba y Manuel Capetillo. Y por último, representó también el retorno a la costumbre de premiar las faenas con una o dos orejas, antes de la concesión de las dos orejas y el rabo a partir del domingo 13 de marzo de ese 1949.

Además de los toreros ya nombrados participaron en la temporada un reaparecido Silverio Pérez, Luis Castro El Soldado, Fermín Rivera, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Alfonso Ramírez Calesero y Luis Briones por los nacionales, los sudamericanos Alí Gómez y Luis Sánchez Diamante Negro y el portugués Diamantino Vizeu. La ganadería de La Punta envió seis encierros; entre San Mateo y Torrecilla, cuatro; Pastejé, tres; Coaxamalucan, dos; entre La Laguna y Piedras Negras, también un par; y Zotoluca y Matancillas, uno cada una. Ese fue más o menos el elenco de la tercera temporada de nuestra gran plaza, este año sin la competencia con la del Toreo de Cuatro Caminos en la que solamente se celebró, el 15 de marzo de 1949, una corrida de toros a beneficio de las familias de las Guardias Presidenciales.

La 12ª corrida de la temporada 48 – 49

También formó parte de ese elenco Ricardo Torres, de quien ya he hecho alguna memoria por estas virtuales páginas. Se presentó el domingo 6 de marzo de 1949, en la decimosegunda del ciclo, alternando con Lorenzo Garza y Luis Procuna para enfrentar un encierro de Pastejé. Era apenas la segunda comparecencia del torero hidalguense en la México, quien había debutado allí el 24 de noviembre de 1946 alternando con Domingo Ortega y Silverio Pérez, con toros de Matancillas. Dio dos aclamadas vueltas al ruedo tras la lidia de su primer toro Bolero y hasta este domingo de casi tres años después, regresaba al escenario de la colonia Nochebuena. Vaya usted a saber por qué fue así.

El encierro de Pastejé fue disparejo, pues hubo un toro (1º) que apenas dio 427 kilos en la báscula, contra otro que pesó 492 (4º). El promedio del peso del sexteto fue de 454 kilos y voy a insistir, fue una auténtica escalera. Se lidió un séptimo, regalo de Lorenzo Garza, de Jesús Cabrera, al que se le anunciaron 449 kilos y al que las crónicas se refirieron como un torillo. La realidad es que el doctor Gaona apoyó su temporada apenas en un puñado de ganaderías, lo que me induce a pensar que al ir entrando ésta en sus profundidades, el género de calidad comenzó a escasear y se tuvo que echar mano de lo menos impresentable.

Ricardo Torres y Africano

El tercero de la tarde, de los últimos que crio don Eduardo N. Iturbide, pues en ese mismo año enajenó la ganadería a Luis Javier Barroso Chávez, fue bautizado como Africano y la tablilla le proclamó 430 kilos de peso. Ante ese toro tendría Ricardo Torres la actuación más destacada del festejo y la que resultaría ser, sin anuncio previo, su última en el llamado Coso de Insurgentes. Acerca de ella, don Carlos Septién García, entre otras cosas, escribió:

La gente – desde luego en número harto menor al de las anteriores corridas – había acudido a ver a los hombres más o menos ilustres. No era ciertamente el torero hidalguense Ricardo Torres, hace mucho tiempo alejado de la Plaza México, quien atraía a la mermada muchedumbre. Y, sin embargo, fue él quien a poco de iniciada la corrida se convirtió en la figura central de la tarde, y fue él quien despertó las ovaciones legítimas y fue él quien se quedó con la oreja de un pastejeño entre las manos. Su terno deslustrado, que en el paseo había hecho contraste junto a los trajes suntuosos de sus alternantes, fue adquiriendo la mejor luz torera, que no es la que cabrillea sobre los calamares sino la que sale del ánimo esforzado y del júbilo generoso de torear: luz interior que le permitió iluminar de triunfos su tarde y que hizo palidecer hasta el apagamiento los brillos simplemente epidérmicos en los ternos ilustres de sus alternantes...

La crónica de El Tío Carlos dejó sin lugar a duda que la entrada fue floja, pero también, líneas adelante expresaría que los asistentes al festejo redescubrieron a un torero que por esas razones que quedan a la vista, pero nunca se explican o se expresan, simplemente no pasaba por allí. Sigue diciendo el cronista:

De su largo aislamiento, de su dolor fresco aún en la cicatriz de la reciente cornada de Mérida, de su maltrecho pasado, Ricardo Torres supo sacar el éxito de una brillante tarde de toros. Brillante y completa; porque el hidalguense cubrió con su dimensión de torero a lo tradicional los tres tercios de la lidia clásica. Y así, su capote trazó la comba y la cruz de la verónica rematada por el cono severo de la media verónica; y trazó gaoneras y revoleras, mariposas y mandiles tras de haber acudido siempre con seca y taurina eficacia a los quites en que primero se salva la vida de un hombre para después salvar la belleza del lance. Y resucitó su vasto dominio del segundo tercio recordando los tiempos (1933 – 34) en que pareando de poder a poder no reconocía otro rival que Fermín Espinosa; y con excelencias de colocación y pureza de línea complementada con algunas ejecuciones muy buenas, cubrió ese segundo tercio en sus dos toros yendo siempre a más. Y, finalmente, supo llegar a lo moderno con la muleta en la derecha y la silueta entre los pitones hasta la noble faz de ese magnífico segundo toro al que templó en varios derechazos lineales; o bien, cuando por la visible fatiga de su resentida salud no encontró ya modo de repetir el trasteo, supo llegar con la mano al pelo en la correcta ejecución de una estocada que hizo morir al toro con la prestancia y la gallardía con que morían los bureles en las páginas de “La Lidia” añeja o en las esculturas de principios de siglo… Fue así conciliando dentro de sus posibilidades lo tradicional y lo actual al calor de una llama ambiciosa de triunfo, como Ricardo Torres logró sacar de su aislamiento y de su dolor, esta completa y brillante tarde de toros...

Decía ya que esta fue la segunda y última vez que Ricardo Torres pisó vestido de luces el ruedo de la Plaza México. En las dos ocasiones tuvo actuaciones brillantes y en ambas la retribución a su actuación destacada fue el ostracismo y el enviarlo a torear por las afueras. Hoy, afortunadamente, aunque despacio, la historia se encarga de restituir al torero de Hidalgo el sitio que en ella le corresponde.

Los demás sucesos de la corrida

Salvo un quite por orticinas realizado al primero de su lote, Luis Procuna tuvo una de esas tardes de las que un torero no quisiera que se guardara memoria. Y por su parte, Lorenzo Garza, tuvo que recurrir al expediente del toro de regalo para intentar enmendar una tarde que tampoco caminaba para él en la dirección correcta. El juicio del Tío Carlos es lapidario:

Más daño le hizo a Garza este toro bravo de ayer que a Velázquez el manso de hace 15 días. El delicioso animal de Cabrera vino a mostrar que Garza conserva clase con el capote ya que las verónicas por el lado izquierdo y los “pases del velo” por ese mismo perfil que ejecutara Lorenzo, fueron de verdad bellos, templados, ejecutados a la perfección. Pero también vino a poner en evidencia cómo Garza carece de capacidad torera con lo que otrora fuese su mejor arma: la muleta. Lo que le resta a Garza es el cite y el parón. Y ni conoce el muletazo completo, ni la liga, ni la unidad del trasteo. Esto va dicho porque ayer frente a un toro inofensivo y dócil como muy pocas veces se ve un toro así, Garza no tuvo sino el muletazo aislado, el cite y el parón. Lo que le ocurre con cualquier otro bicho que muestre menos facilidades está a la vista con su labor en los toros de la lidia ordinaria. Ni plan, ni decoro, ni poder, ni nada… Excelentísimo capote con el toro ideal. Y con la muleta, El Rey del Cite. Tal es hoy Lorenzo Garza…

Para terminar

Escribía don Alfonso de Icaza Ojo acerca de Ricardo Torres:

Excelentísimo banderillero, dueño de un capote de seda, con la muleta bajaba, pero volvía a subir, no pocas veces con la espada…

Una buena manera de apreciar su clase y sus buenas maneras es verlo en imágenes en movimiento. Una fuente importante y accesible es el DVD Tesoros de la Filmoteca de la UNAM. Tauromaquia I. Colección Daniel Vela. Allí vienen unas extraordinarias imágenes del torero.

domingo, 27 de febrero de 2022

28 de febrero de 1982: Yiyo confirma su alternativa en la Plaza México

Programa anunciador de la confirmación de Yiyo

El cartel de la quinta corrida de la temporada 1982 de la Plaza México tenía un atractivo adicional a la presencia en él de Manolo Martínez y Jorge Gutiérrez. Se anunciaba la presentación en ruedos nacionales de un joven diestro madrileño que era producto de la entonces Escuela Nacional de Tauromaquia, que tenía su sede en las instalaciones en El Batán de la Casa de Campo en Madrid.

Se trataba de José Cubero Yiyo, quien durante su etapa de novillero sin picadores formó junto con Lucio Sandín y Julián Maestro una terna de promisorios aspirantes que pronto fueron apodados Los Príncipes del Toreo y que como tales recorrieron todas las plazas de España y Francia. Aunque en aquellos días la información que nos llegaba del otro lado del mar era impresa y escasa, los avances y logros de esos tres jovencitos formados de una manera que hace cuatro décadas resultaba novedosa, pronto fue del conocimiento de la afición mexicana y la llegada del primero de ellos que alcanzó la alternativa a nuestras plazas atraía al público a las taquillas.

Yiyo cumpliría los 18 años el siguiente abril, pero ya había abierto como novillero la puerta grande de Las Ventas y eso le valió recibir la alternativa el 30 de junio de 1981 en Burgos, de manos de Ángel Teruel y frente a José Mari Manzanares, siéndole cedido el toro Comadrejo de Joaquín Buendía.

Escribe Alfonso Santiago en Por siempre Yiyo:

Entrados ya en 1982, en la segunda parte de su primer viaje americano, le esperaban la plaza colombiana de Manizales, la ecuatoriana de Ambato y la Plaza México. El compromiso con Alfonso Gaona, el empresario del embudo de Insurgentes, estaba hecho, aunque por distintos motivos la fecha de la confirmación de alternativa de Yiyo fue variando. Se habló en un principio del 31 de enero, pero no fue posible. Luego parecía seguro el 14 de febrero, pero tampoco. Hasta que, finalmente, el domingo 28 de ese mismo mes se cerró definitivamente el cartel, toros de Begoña para Manolo Martínez, Jorge Gutiérrez y Yiyo...

La tarde de la confirmación

La Plaza México registró una gran entrada. Los toros de Begoña tuvieron una presentación, de acuerdo a las crónicas, que iba más allá de lo correcto, fueron cinco negros y un colorado, este el quinto de la tarde. Manolo Martínez vistió de bugambilia y oro, Jorge Gutiérrez de tabaco y oro y el confirmante, de obispo y oro. 

El primero de la corrida se llamó Sonriente, llevaba el número 95 y se le anunció un peso de 480 kilos. La actuación del diestro de Canillejas fue resumida así por Enrique Guarner, cronista del diario Novedades:

El primero de la tarde se llamó “Sonriente” y llevaba el número 95 y con 480 kilos. "Yiyo" lo recibió con lances, pero al ver que el toro embestía con la cabeza alta y poco risueño, Cubero le largó una serie de chicuelinas que remató con estupendo recorte… Vinieron varas de Antonio Flores e Israel Vázquez para que a la salida de la segunda “Yiyo” nos deleitara con dos lances templadísimos. En banderillas cumplieron Antonio Martínez y José Luis Hernández Rojano… Inmediatamente se celebró la ceremonia de la alternativa y el diestro español brindó a los asistentes. Su faena fue acertada y la comenzó por alto. Hubo intentos de toreo en redondo, pero el burel llevaba la cabeza suelta buscando el cuerpo de su rival. Como no lograba el lucimiento debido, “Yiyo” se tiró a matar dejándose ver y logró un estocadón en todo lo alto. La ovación del público hizo que saludara desde el tercio…

Por su parte, quien firmó como Juan Rafael, para el diario El Siglo de Torreón, dijo:

El españolito, José Cubero “El Yiyo”, comete el error de no placearse antes por los ruedos de la provincia. Llega, de golpe y porrazo, a la Plaza México y, claro, no logra entender la suave embestida de las reses mexicanas, acostumbrado a la fiereza del toro español… Sin embargo, dejó entrever que es un torero artista y, con el capote, logró momentos de gran belleza. A su primero, con el que confirma su alternativa, “Sonriente”, con 480 kilos, lo lancea por delante con verdadero primor. Hay una verónica, a pies juntos, que dura una hora. Pero, por desgracia, no logra acoplarse con la lenta e incierta embestida del morlaco. Pases por aquí y por allá y una gran estocada entrando por derecho, que le vale la salida al tercio…

Ante el sexto de la corrida, tuvo Yiyo otra buena actuación. Vuelvo a la crónica de Enrique Guarner, que describe así lo que ocurrió ante ese toro:

El sexto de la jornada se llamó “Cariñoso” y llevaba el número 118 y con 500 kilos. Inmediatamente saltó un espontáneo que actuó como una especie de “obstáculo para caballos”, pues el toro lo saltó por encima dos veces. Desde luego que esto contribuyó para avisar al burel que se volvió difícil. A pesar de ello “Yiyo” le ejecutó algunos excelentes lances y un mejor capotazo a una mano… El español brindó al ganadero Alberto Bailleres y su faena resultó bastante bonita. Hubo algunos redondos espléndidos que desgraciadamente fueron cortos. Por fin “Yiyo” cita a recibir y logra imponente estocada. Desgraciadamente se enmendó un poco, pero aun así estos espadazos aguantando debe ser más apreciados por un público conocedor…

El resto de la corrida

Jorge Gutiérrez tuvo una tarde que rozó la apoteosis. La espada le impidió salir con orejas en las manos, pero dio tres vueltas al ruedo tras la lidia del tercero de la corrida y una más tras la lidia del quinto. Por su parte, el primer espada, Manolo Martínez tuvo una tarde de las que los toreros no hablan. La lidia del primero de su lote la saldó con las opiniones divididas y el cuarto, llamado Amigable, seguramente daría nombre a una nueva cicatriz en su cuerpo, pues le infirió una cornada, de las siguientes características:

Herida por asta de toro como de 4 centímetros en el tercio medio, cara interna del muslo izquierdo, con dos trayectorias. Una hacia abajo y hacia afuera como de 12 centímetros y la otra hacia arriba y hacia adentro como de 20 centímetros que diseca los grandes vasos de la región sin lesionarlos. De no presentarse complicaciones, las lesiones tardarán quince días en sanar. Dr. Xavier Campos Licastro.

Amigable fue despachado por Jorge Gutiérrez.

Algunas reflexiones finales

Yiyo solamente torearía una corrida más en ruedos mexicanos. Sería otra vez en la Plaza México, el 25 de abril de ese mismo 1982 y no le volveríamos a ver por aquí. Se concentró en pelear una posición en los ruedos de su tierra, la que le era discutida sin razón aparente. Estaba pagando el precio de mantenerse al lado del que fuera su único apoderado, Tomás Redondo y caminar por la vía de la independencia, al margen de las grandes casas de apoderamiento. El costo a cubrir sería ralentizar su ascenso a la cumbre y tener que conformarse con lo que los demás no estaban por la tarea de aceptar.

Confirmó su alternativa en Madrid el 27 de mayo de 1982, de manos de José Mari Manzanares y llevando como testigo a Emilio Muñoz con toros de Félix Cameno y una contundente actuación le valió sustituir a Espartaco el 1º de junio siguiente, cuando abrió, como matador de toros, por primera vez la puerta grande de Las Ventas. A partir de ese momento la carrera de Yiyo fue, aunque no ausente de contratiempos, siempre en ascenso. Y en esa línea seguiría hasta la tarde de Colmenar Viejo.

Dice Luis Miguel Villalpando, hoy apoderado y contemporáneo de Yiyo en la Escuela de Tauromaquia:

Yiyo fue un privilegiado, un portento, un ser que nace con la condición de torero. Con 7 años que le conocí ya tenía el tío aquello que se necesita para ser torero, carisma. Fue desarrollando una personalidad arrolladora y un valor y compromiso excepcional. Él era sin lugar a dudas el más aventajado de la Escuela siendo de los más chicos por sus condiciones innatas. Los demás los teníamos que aprender y él nació con ellas…

Quien hoy lleva los destinos de Diego Urdiales, en retrospectiva, retrata la fuerza natural que envolvía a José Cubero, aquel hijo de emigrantes, que, como dice un amigo mío por un mero accidente demográfico, nació en Burdeos, pero era tan madrileño como la Calle de Alcalá.

El corolario que no es muy agradable, es el que tuvieron esos tres príncipes del toreo. Dice Luis Nieto:

En los carteles los anunciaban como “Los príncipes del toreo”. Sin embargo, en esos bajonazos con que la Providencia despacha a la mayoría de toreros, ninguno pudo reinar. Lucio pagó el tributo de perder un ojo por una cornada en la Maestranza. Y Maestro pudo continuar en el toreo, pero ya como banderillero…

Retomo el axioma de Frascuelo, aunque pudiera parecer un mero lugar común: Los toros dan cornadas porque no pueden dar otra cosa… El que no quiera eso, que se meta a obispo…

José Cubero Yiyo, decidió ser figura del toreo. Y lo consiguió. Y se transformó en leyenda.

domingo, 13 de febrero de 2022

1964. Un 5 de febrero atípico y singular

El anuncio de la temporada
1963 - 64
 
Después de la experiencia de la Feria Guadalupana de 1956, las cosas de los toros volvieron a su cauce en la capital mexicana y los festejos taurinos se volvieron a dar el día de costumbre: el domingo. El 5 de febrero, aniversario de la inauguración de la Plaza México, en estos tiempos, día grande de la fiesta en México, era una fecha cualquiera, había toros sí caía en el llamado séptimo día, tanto así, que, a ese año del 64, hubo toros esa fecha solamente los años de 1946 – el de la inauguración –, 1950, 1956 y 1961, precisamente porque fueron domingos, no por otra razón.

La festividad taurina del 5 de febrero se institucionalizó hasta el año de 1995, cuando se preparaban los fastos del cincuentenario de la Plaza México. Allí fue cuando Rafael Herrerías ideó centrar el grand finale de la temporada de corridas de toros, con la celebración del cumpleaños de la plaza que es, según su publicidad, la más grande y cómoda del mundo

Así pues, en ese año de gracia de 1964, habiendo dos plazas de toros en funcionamiento en la zona metropolitana de la Ciudad de México, se produjo un hecho que hoy en día resulta extraño y además inusitado. Los toros del 5 de febrero – miércoles – se verificaron en el Toreo de Cuatro Caminos. Anticipo desde ahora, a manera de spoiler, que no fue una corrida de esas triunfales, lo interesante es el lugar, la fecha y el hecho en sí.

La temporada de toros 1963 – 64 en la capital

Para ese calendario taurino, DEMSA dejó de operar en las dos plazas capitalinas y se concentró en ofrecer su temporada únicamente en la Plaza México. Los baluartes de ésta fueron Luis Procuna, Calesero, Joselito Huerta y Jaime Rangel por la parte nacional y El Viti, Mondeño, Paco Camino y Diego Puerta por la parte extranjera y completó el elenco el caballero español Álvaro Domecq Romero.

Esa fue la temporada de Jaime Rangel sin duda, pues en la 6ª corrida le cortó las 2 orejas a un bravo Malicioso de La Punta y en la 8ª, el rabo a Moctezuma de Reyes Huerta delante nada menos que de Paco Camino. Otros que lucieron fueron El Viti con Hortelano de Tequisquiapan en la apertura de la temporada, Diego Puerta con Rastrojero, también de don Fernando de la Mora Madaleno y Antonio del Olivar con Cantaclaro de Santa Marta en la 11ª cortando un par de orejas cada uno y don Álvaro Domecq que le cortó dos orejas a Trapero de Piedras Negras en la décima.

El Toreo de Cuatro Caminos, una vez que quedó libre, fue arrendado por doña Dolores Olmedo, casada en esas fechas con el rejoneador Juan Cañedo, con la intención de traer a El Cordobés y para ello trató con el ingeniero Armando Bernal, propietario del coso y se marchó a Sudamérica acompañada de su marido y de Manolo Prieto Crespo, con la intención de contratarlo para una campaña mexicana, aprovechando que, el doctor Gaona no tenía una buena relación con Manolo Chopera, quien lo apoderaba en esas calendas.

Lograda la contratación de Manuel Benítez, Cañedo y Prieto se dieron a la tarea de confeccionar una temporada de toros, en la que el eje, definitivamente sería el torero de Palma del Río y se ofreció una temporada de una docena de festejos, que en principio se antojaban atractivos. Los toreros mexicanos que serían la base fueron: Juan Silveti, Manuel Capetillo, Jorge Ranchero Aguilar, José Ramón Tirado, Antonio Velázquez, Mauro Liceaga, Pepe Luis Vázquez, Jesús Córdoba, Rafael Rodríguez, Alfredo Leal, Raúl García y Andrés Blando.

En el capítulo internacional, actuaron los españoles Martín Sánchez Pinto, Manuel Benítez El Cordobés, Vicente Fernández El Caracol, Juan Jiménez El Trianero y Pedro Martínez Pedrés, el venezolano César Girón y el peruano – argentino Raúl Acha Rovira. Completaron el elenco los rejoneadores Gastón Santos, Fermín Bohórquez y por supuesto Juan Cañedo.

Uno de los conflictos a los que se enfrentó la empresa dirigida por doña Dolores Olmedo, fue la consecución de ganado de garantías. El doctor Gaona torpedeó su temporada dificultando esa complicada arista de la organización de los festejos, según contó Alejo Peralta al periodista Luis Suárez:

La empresa de la México, regenteada aún por Gaona, paró mientes en el asunto, pues si bien El Cordobés no era conocido en México, aquí ya retumbaba la fama que su figura y valor levantaban en otras arenas. Lo primero que hizo la más experta competencia fue controlar las ganaderías, de modo que los ganaderos no vendían toros a la señora Olmedo…

Esta fue la procedencia y el número de los toros lidiados por ganadería en esa temporada: El Rocío (7), San Diego de los Padres (6), Reyes Huerta (13), Santa María (6), Peñuelas (7), Campo Alegre (6), Santo Domingo (7), Heriberto Rodríguez (7), San Antonio de Triana (5), Viuda de Franco (1), Ramiro González (6), Xajay (6), Soltepec (6), Ernesto Cuevas (3), Santín (3), Mimiahuápam (2).

Así que esos fueron los mimbres con los que se dio esa temporada de toros en el Toreo de Cuatro Caminos, que al final constó de trece festejos.

Miércoles 5 de febrero de 1964

Aprovechando que en esos tiempos el día del aniversario de la constitución era inhábil, se ofreció una corrida de toros en Cuatro Caminos en la que se anunció un encierro de San Antonio de Triana para que lo lidiaran Antonio Velázquez, César Girón y el albaceteño Pedro Martínez Pedrés, ya conocido de la afición capitalina, pues había confirmado su alternativa en la Plaza México en el año de 1953.

La breve relación que hace don Alfonso de Icaza Ojo en el semanario El Redondel, salido a los puestos el domingo 9 siguiente, dice en su inicio:

Con entrada floja se celebró en la plaza de Cuatro Caminos la anunciada corrida del Día de la Constitución, que resultó deslucida por las malas condiciones del ganado de San Antonio de Triana, tres de cuyos toros lucieron bonita lámina, pero resultaron todos, los seis, mansurrones y difíciles. Uno fue substituido por un torazo de la Viuda de Franco, tan malo como los anteriores, y por fin “Pedrés”, en su afán de lucirse, regaló un astado de Santo Domingo, delgaducho y cornalón, que, sin ser un dechado, ni mucho menos, se dejó torear gracias al empeño que Pedro Martínez puso en ello…

Entrada floja y festejo deslucido por las condiciones del ganado. Lo de la entrada parece sostener una teoría que tengo en el sentido de que el público y la afición de la capital mexicana está ya habituada a que los toros sean en domingo y que cuando los festejos se ofrecen fuera de ese día, no tienen costumbre o voluntad de asistir. En este caso, el cartel tenía su miga y el día era de asueto, así que mucha razón para una mala entrada, no creo que la hubiera.

Antonio Velázquez y César Girón pudieron apenas cumplir con la afición. Los toros de don Manuel Ibargüengoitia no se prestaron a fiestas y aunque el quinto, segundo de Girón, fue sustituido por un toracón de la Viuda de don Miguel Franco, el panorama no mejoró. Ambos optaron por resolver su tarde con dignidad y recibir el reconocimiento de las palmas de los asistentes.

Triunfo y sangre de Pedrés

El lote sorteado por Pedro Martínez discurrió por las mismas vías que los de sus alternantes. Así, queriendo saldar su tarde con un éxito resonante, ofreció regalar un séptimo toro, que fue de Santo Domingo. El panorama no fue mucho mejor, pero al menos el manso se dejó hacer cosas y el albaceteño consiguió entusiasmar a quienes ocupaban los tendidos. De la crónica del nombrado Ojo, extraigo lo siguiente:

Su segundo toro, el sexto de la corrida, no se prestó para cosa alguna y el pundonoroso espada, queriendo lucirse, regaló un astado de Santo Domingo, zancudo y cornalón, que sin ser bueno ni mucho menos, se dejó torear a ratos, gracias, como dijimos antes, a que “Pedrés” le llegó a la propia cara y lo embebió quieras que no, en su muleta, con la que dio excelentes derechazos y magníficos naturales, corriendo la mano desde aquí hasta allá. Se adornó, inclusive, el diestro hispano, que fue cogido sin gran aparato, pero con lamentables resultados… Pedro ni siquiera se vio la ropa al sufrir el percance: siguió muleteando con arte y maestría y mató de una estocada, despidiéndosele con una gran ovación cuando los mozos de servicio cargaron con él rumbo a la enfermería, en momentos en que centenares de pañuelos flameaban en los tendidos en petición de una oreja, que no pudimos averiguar si la autoridad concedió o no, pero que de todas maneras mereció “Pedrés” por su pundonor, por su hombría y por su torerismo.

Llevaba Pedrés una cornada en el vientre, de la que se rindió el siguiente parte facultativo:

Herida por cuerno de toro como de cuatro centímetros de diámetro, que penetró hasta la cavidad abdominal, llegando hasta el peritoneo. La curación fue muy laboriosa y se estima que ‘Pedrés’ tardará en sanar más de quince días.

Don Alfonso de Icaza señala que no se pudo percatar si le fue concedida o no la oreja a Pedrés, las crónicas de agencia aparecidas en los diarios El Informador de Guadalajara y El Siglo de Torreón, por separado, informan que la oreja del toro de Santo Domingo le fue llevada a la enfermería y por su parte, don Heriberto Lanfranchi en su Historia del Toreo y don Luis Ruiz Quiroz en su Anuario Estadístico, también consignan la concesión del trofeo.

A posteriori

El viernes 7 de febrero, el diario El Informador de Guadalajara comunicaba que Pedrés perdía la corrida que se celebraría en El Progreso el domingo 9 siguiente y que sería sustituido por el alicantino Vicente Fernández El Caracol, quien alternaría con Antonio Velázquez y Guillermo Sandoval en la lidia de toros de Cerro Viejo. En nota aparte, el mismo diario presentaba las declaraciones que José Ignacio Sánchez Mejías hizo a la Agencia France Presse (AFP), sobre la situación de Pedrés:

...José Ignacio Sánchez Mejías, el apoderado de este torero que ha permanecido al lado del herido desde el momento del percance, ha manifestado a la AFP que Pedro Martínez “Pedrés” pierde por el momento cinco corridas de toros que tenía firmadas en la capital y en los Estados... Igualmente informa Sánchez Mejías que en las próximas 72 horas podrá saberse el tiempo definitivo que “Pedrés” estará alejado de los ruedos...

Al final de cuentas, esa sería el único festejo en el que actuaría Pedrés en México ese año de 1964. Un festejo celebrado en una fecha entonces atípica y en un escenario singular. La fecha hoy es señalada para las cosas de la fiesta y la plaza de toros en la que se presentó, ya solamente queda en el recuerdo.

domingo, 16 de enero de 2022

16 de enero de 1972: Manolo Martínez y Jarocho de San Mateo

Manolo Martínez
La temporada 1971 – 72 de la Plaza México constó de 18 festejos, mismos que fueron organizados bajo la dirección de don Javier Garfias, en esos días encargado de la dirección de la tristemente célebre DEMSA. Fue un ciclo en el que comparecieron por los toreros de ultramar Paquirri, Curro Vázquez, José Luis Galloso, Palomo Linares y José Luis Parada y entre los nacionales, Alfredo Leal, Joselito Huerta – que reaparecía después del problema de salud que tuvo el año anterior –, Manolo Martínez, Curro Rivera, Eloy Cavazos, Jesús Solórzano, Jaime Rangel y Adrián Romero. Los hechos se irían alineando de manera tal, que el eje de la temporada sería precisamente el nombrado Manolo Martínez, que terminaría toreando 10 de esos festejos.

En el derecho de apartado de esa temporada se anunció la reaparición de Luis Miguel Dominguín, que volvería a la gran plaza después de que actuara en ella por última vez el el 11 de marzo de 1956, alternando con Calesero y Alfredo Leal, que confirmaba su alternativa sevillana. En ese festejo se lidiaron 3 toros de Jesús Cabrera y 3 de Rancho Seco y resultó muy accidentado por la escasa presencia y fuerza del ganado y por la negativa del Juez de Plaza a aceptar un toro de regalo del Poeta del Toreo, que se le encaró, lo increpó y se fue con una multa al canto. Al final de cuentas, como veremos, el hijo de Domingo González Mateos no volvería a torear en la México, anunciado se quedó.

Manolo Martínez

La sola mención de su nombre es abrir un espacio amplísimo para la discusión. Hay quienes admiran lo que realizó en los ruedos y también en igual o mayor número, quienes consideran que es el padre de todos los males que nuestra fiesta vive en estos tiempos que corren. Todo el mundo lleva la cuenta de los rabos que cortó en la México – 10 en total, uno simbólico y dos a toros de regalo – pero pocos reparan en que realizó diecisiete faenas en las que cortó dos orejas, y que, al menos en cinco de ellas – Halcón de Jesús Cabrera, Clavijero de Torrecilla, Oro Negro de Xajay y Siempre sí de Los Martínez – tuvo petición de rabo que no fue concedido. 

La quinta faena es la que me ocupa en este momento, la de Jarocho de San Mateo, a juicio de muchos entendidos, la mejor que realizó en su paso por el llamado Coso de Insurgentes. Así pues, al final de cuentas, el engrose de la historia del torero de Monterrey tiene aún aristas por examinar que van más allá de lo evidente. Y habrá que revisar también las faenas arruinadas por su proverbial mal manejo de la espada. Y es que no hay que olvidar, que, a esta fecha, es todavía el torero que más festejos ha toreado en la plaza de toros más grande del mundo.

La octava corrida de la temporada 1971 – 72

Expresaba líneas arriba que este ciclo sería el de la reaparición de Luis Miguel Dominguín en la Plaza México. Precisamente estaba destinado este festejo, el octavo, para ese hecho. Sin embargo, el 28 de noviembre, en Lima, se fracturó tres dedos de la mano derecha y en ese momento comenzó a suspender sus actuaciones subsecuentes cancelando las de las ferias de Quito, Bogotá y Mérida en Venezuela. Posteriormente, anunció a la prensa de su país que reaparecería ya en España hasta después de las ferias de Castellón y Valencia. (El Ruedo, 25 de enero de 1972).

En esas condiciones, el cartel de ese octavo festejo se conformó con toros de San Mateo para Manolo Espinosa Armillita, el nombrado Manolo Martínez y Sebastián Palomo Linares, siendo para el primer y tercer espada, su presentación en la temporada. El encierro de San Mateo fue disparejo y de poco volumen, apenas promedió 457 kilos según los cartelillos, pero las crónicas reflejan que los toros tenían cara de adultos y que las complicaciones que sacaron eran las que generalmente van asociadas con la edad.

Jarocho, quinto de la tarde

Manolo Martínez ya había dado una vuelta al ruedo tras despachar a Chaparrón, el primero de su lote y segundo de la tarde. Hoy ver a un torero dar una vuelta al ruedo sin un apéndice en la mano es algo casi inusitado, pero en aquellos tiempos de hace medio siglo, la afición todavía sabía premiar el quehacer de los toreros fuera de consideraciones triunfalistas.

Pero la tarde alcanzaría su punto más alto durante la lidia del quinto, Jarocho, un toro que no se distinguió precisamente por ser bravo, que correteó por todo el ruedo y que en cuanto encontró el refugio de la zona de tablas, allí se puso para que fueran a buscarlo. Y Manolo Martínez fue. Y lo encontró. Y le hizo la faena. Y, siendo, todavía, a estas fechas, el máximo común divisor en las opiniones acerca de las cosas de los toros en este país, puso de acuerdo a todos esa fecha. A los que estaban a su favor, a los que estaban en su contra y a los que no asumían abiertamente una posición.

Parte de la descripción que hizo don Manuel García Santos para su crónica publicada en El Sol de México al día siguiente de la corrida, dice:

Con “Jarocho” vendría el triunfo grande… Abandonó el torero su abulia. Se entregó al placer de torear, y realizó el milagro de convertir a un manso en toro de faena. Y vino la faena… Toda ella fue un dechado de valor, de afición, de dominio y de arte… En uno de los muletazos, “Jarocho” le tiró un gañafón capaz de amilanar al torero más valiente. Martínez no se desconfió. Continuó dibujando los muletazos ante una plaza absorta y la plaza lo ovacionaba… ya el toro iba por donde Martínez lo llevaba… Una estocada caída – causa de la no concesión del rabo –, y una agonía larga del toro dieron fin a la actuación de Martínez, que derrochó entrega, amor propio y arte. Cortó dos orejas y dio dos vueltas al ruedo…

Por su parte, Carlos León, en su tribuna del Novedades, desde la que cada domingo fustigaba, viniera al caso o no, al diestro regiomontano, dijo:

A este “Jarocho”, que ni para La Bamba servía, el reinero acabó por acorralarlo entre el farallón del burladero de matadores y el velamen de carabela colombina de su muleta. Y ya no hubo escapatoria posible… Puesto a elegir el toro entre estrellarse contra los tableros o aceptar tragarse tal cantidad de trapo, en su derrota optó por lo segundo, y reconoció – como no tengo empacho en reconocerlo yo – que la machacona tenacidad del reinero pudo más que la huidiza cobardía del toro… Y esa maestría y ese dominio, ese poderío de lidiador tienen más importancia que las chirimías y los teponaxtles del congestionado toreo “a la xochimilca” … Mató de magnífico estoconazo y le concedieron dos orejas, ganándose una bronca el juez que negó la concesión del rabo… Pero un par de vueltas al ruedo entre unánimes aclamaciones valen más que los apéndices que con tanta frecuencia se regalan…

El licenciado Antonio García Castillo, firmando como Jarameño, en Ovaciones a su vez, opinó:

La de ayer a “Jarocho” podemos bautizarla como “La Faena sin Rabo” … Sí, porque ha habido muchas, muchísimas faenas con orejas y rabo, pero nunca, que sepamos, se ha realizado una faena con la magnitud, la hondura, el torerismo y la calidad de la ejecutada por Manolo Martínez, la cual no se haya premiado con el rabo… Así pues, quien negó ese rabo, puede sentirse profundamente orgulloso de su taurinismo: ¡pasará a la historia por ello! …Y la adamantina luminosidad del natural, y el cabrilleo del derechazo, y la pincelada eufórica del martinete y la severidad solemne del de pecho… ¡Jugar con el toro! ¡Pero amigos, jugar con ese toro al que se ha dominado, con el que se ha hecho lo que se ha querido, porque se ha podido! … Una estocada entera, que tardó en hacer efecto, y la clarinada de entrega absoluta, total. El volcarse con todo entusiasmo ante el arte de excepción – sí de excepción – de Manolo Martínez… ¡Miento! … No fue total la entrega. Había un hombre impasible. Un hombre que presidía la corrida y que displicentemente fumaba un cigarrillo. ¡El hombre que ha permitido que bauticemos esta croniquilla de esta faena histórica como “La Faena sin Rabo”!

Y por supuesto, no puede faltar la visión de José Alameda acerca de este hecho, que en El Heraldo de México, expresó:

…Con mucho sentido, “Jarocho” adelantaba un paso, y sólo se arrancaba cuando creía segura la presa… Pero lo burló el torero una y otra vez… Y cuando se dio cuenta de que el encastado sanmateíno empezaba a destantearse, entonces dio un paso más… Enganchó al enemigo en la muleta y le corrió la mano en los derechazos, para rematar con el de pecho… Luego lo hizo con la izquierda. Y poco a poco, después de haberle cortado el traje a la medida, mientras el toro, áspero por su casta al principio, se iba sometiendo al imperio del torero… Al final, cerca de tablas (donde se refugió el bicho), ya no había dos poderes sino uno solo, el de Manolo, que se recreó al torear con verticalidad absoluta y a cada pase con más temple, mientras el grito de ¡torero! ¡torero! rebotaba por el graderío… Entró a matar por derecho y dejó la estocada. Se amorcilló el toro… Pero el torero y el público esperaron… y la plaza se puso blanca de pañuelos en demanda de los trofeos. Concedió la autoridad dos orejas. Surgió el clamor – ¡Rabo, rabo! –, cada vez más fuerte. Pero el juez no quiso oírlo…  Habrá que defender al pueblo de sus defensores…

Como se puede ver de las opiniones de los cronistas, hay una que destaca un aspecto de la faena de Manolo Martínez a Jarocho que parece explicar la no concesión del rabo al torero y es la de don Manuel García Santos, que expresa con claridad que la estocada fue caída. Las demás hablan de una estocada – unos dicen que fue entera y Carlos León lo llama magnífico estoconazo – aunque hoy a medio siglo de distancia, difícil será conocer el por qué.

Para concluir

El propio Manolo Martínez en alguna ocasión expresó que los apéndices no son más que retazos de toro. Resultados como el de esta tarde de Jarocho parecieran confirmar esa afirmación, porque al final del día, la concesión o no de éstos depende de la voluntad del que ocupa el palco de la autoridad o del ánimo celebrativo de la concurrencia, así pues, el número de apéndices concedidos no coincide precisamente con el valor de la obra del torero ante el toro.

Pero todo esto es, siguiendo a José Alameda, parte del seguro azar del toreo.

Aviso Parroquial: Agradezco a mi amigo Horacio Reiba Alcalino, el haberme puesto sobre la pista de este asunto. Y, por otra parte, siguiendo la costumbre del ya multicitado Fernández y López Valdemoro, brindo estas líneas al amigo Gastón Ramírez Cuevas con motivo de su cumpleaños. Supongo que en su día, disfrutó esta tarde de toros.

domingo, 26 de diciembre de 2021

25 de diciembre de 1971: Alternativa de Rafaelillo en San Luis Potosí

Ya había apuntado por estas páginas, que, según el dicho de Daniel Medina de la Serna, la temporada de novilladas de 1971 fue corta, pues solamente se dieron en ella 22 festejos. Pero en ese breve número de festejos, aparecieron varios toreros que dejarían su impronta en la historia patria del toreo en diversas capacidades. Mariano Ramos, Rafael Gil Rafaelillo, Curro Leal y José Antonio Gaona fueron los que acapararon actuaciones en el serial, aunque al final de cuentas, serían los primeros dos nombrados, los que terminarían el calendario ya como matadores de toros.

Don Heriberto Lanfranchi le apunta dos tardes de triunfo a Rafaelillo en ese ciclo. Primero está la del 17 de octubre, cuando salió con las dos orejas de Llorón de San Carlos en las manos y después, la del 31 del mismo mes, cuando se llevó otra de Hechicero de La Laguna. En la novillada del Estoque de Plata, celebrada el 30 de noviembre siguiente, fue el que pudo quitárselo de las manos a Mariano Ramos, pero sus fallas con el acero no le asegundaron el triunfo. La temporada se cerró, por supuesto, con un mano a mano entre los dos destacados del festejo anterior, el 7 de diciembre siguiente.

Rafael Gil cerró su paso por las filas de los novilleros con actuaciones en Aguascalientes, Guadalajara y Celaya, donde el 19 de diciembre, llevando por delante al rejoneador Fernando Álvarez, mató en solitario cuatro novillos de Peñuelas, cortándoles tres orejas y quedando listo para recibir la alternativa.

La corrida de Navidad en San Luis Potosí


La temporada 1971 – 72 vio aparecer por nuestros ruedos a varios toreros españoles, entre los más destacados estuvieron Joaquín Bernadó, Paco Pallarés, Palomo Linares, Dámaso González, José Luis Parada o José Luis Galloso. Evidentemente también hacía campaña por nuestros ruedos Francisco Rivera Paquirri, quien en la Plaza México y también en El Progreso de Guadalajara dejó impronta de ser un torero que no se dejaba ganar la pelea de nadie.

Lo anterior viene a cuento, porque la tradicional corrida navideña en la plaza de toros Fermín Rivera de la capital potosina, se conformaría con Manolo Martínez, el nombrado Paquirri y la alternativa de uno de los triunfadores de la temporada novilleril de ese año en la Ciudad de México, Rafael Gil Rafaelillo. Los toros vendrían de San Martín, la ganadería que fuera en su día del varilarguero Juan Aguirre Conejo Chico y que ya en la propiedad de Marcelino Miaja y José Chafik, comenzaba a lidiar los productos conseguidos a partir de la dirección quienes eran sus dueños desde 1966.

La reseña de la Agencia France Presse que apareció en el diario El Informador de Guadalajara, al día siguiente del festejo, entre otras cosas, cuenta:

El matador de toros español Francisco Rivera “Paquirri” y el mexicano Rafael Gil “Rafaelillo”, que recibió la alternativa, fueron los triunfadores en la corrida navideña celebrada el sábado. El también mexicano Manolo Martínez dio una de cal y otra de arena.

Con buena entrada, se lidiaron seis de San Martín, de los cuales cinco resultaron sosos y quedados en su embestida… Martínez escuchó palmas en su primero y pitos en su segundo.

“Paquirri” lanceó superiormente al tercero de la tarde, cuajó tres pares de banderillas en todo lo alto, ejecutó torerísima faena y mató recibiendo, por lo que le otorgaron dos orejas y rabo, dio dos vueltas al anillo y salió finalmente a hombros… “Rafaelillo” tomó la alternativa en el que abrió plaza y cortó una oreja por bonito y vistoso trasteo. En el sexto fue aplaudido…

El toro de la ceremonia se llamó Caltenguero, en recuerdo quizás de aquella ganadería – Caltengo que tuvo don Felipe Mota, en su día, picador de toros, de los buenos y que al igual que don Juan Aguirre, fue tentador de cabecera de don Antonio Llaguno, quien les cedía a ambos varilargueros, vacas puras de sangre saltillo, para sus ganaderías y en las cuales, junto con la de Cerro Gordo, de don Guillermo Rodríguez Caballero, el entonces titular de San Martín, como gambusino, localizó líneas puras de esa sangre, que Chafik supo aprovechar para construir una importante ganadería en México.

El devenir de Rafaelillo

En un caso que no era infrecuente, Rafael Gil confirmó primero su alternativa en Madrid, el 18 de julio de 1974, de manos de Julio Vega Marismeño y atestiguando Raúl Sánchez. El toro cedido fue Tarifa, de Camaligera, ganadería en esos días propiedad de don Eugenio Marín Marcos, con procedencia Clairac y Albaserrada por vía del Duque de Pinohermoso. Actualmente se anuncia como Aldeaquemada.

La confirmación en México se daría el 29 de diciembre de ese mismo calendario. Le apadrinaría Eloy Cavazos, quien sustituyó al originalmente anunciado Paquirri – que no llegó a México a tiempo por conflictos en los vuelos –, en presencia de Jesús Solórzano, siendo Jerezano de José Julián Llaguno, el toro de la ceremonia. Pudo cortarle las orejas al sexto, pero no estuvo acertado con el estoque.

En su trayectoria se pueden anotar varios triunfos destacados, como el que obtuvo en Aguascalientes el 6 de mayo de 1973, al cortarle el rabo al toro Miraflores de Rancho Seco, siendo en el caso, el último rabo que ha cortado un matador de toros en la plaza San Marcos en corrida de feria de abril.

Su vinculación con la casa Balañá resulta evidente cuando se revisan sus actuaciones en ruedos hispanos. En Barcelona tuvo importantes tardes, la del 8 de agosto de 1974, cuando le cortó las dos orejas al toro Caíto de Domingo Ortega y al jueves siguiente, otras tantas a Calamar de Juan Mari Pérez Tabernero

Su actuación en el San Isidro del 75, el 13 de mayo, sustituyendo a Eloy Cavazos que salió del cartel cuando se confirmó que el encierro de Amelia Pérez Tabernero originalmente anunciado no reunía las condiciones para ser lidiado en Madrid, por lo que fue sustituido por uno de Clemente Tassara – al final se lidiaron 5 de estos y uno de Luciano Cobaleda –, resultó en otra notable actuación, descrita así por Vicente Zabala Portolés en el ABC madrileño del día siguiente del festejo: 

...mató con entrega, pero sin vaciar, saliendo con la pechera rota, como cuentan las viejas crónicas que terminaba “Machaquito” tras los volapiés de atragantón. Le ovacionaron muy fuerte y dio la vuelta al ruedo, recogiendo sombreros de los charros de su país que han venido al homenaje a Agustín Lara. Al sexto lo toreó muy bien con el capote... Faena garbosa y aseadita que le valió una ovación de despedida…

Pero también tuvo sus percances graves. Quizás el primero con resonancia por su gravedad fue el del 14 de mayo de 1977 en Mérida, cuando el toro Cariñoso de Santo Domingo le seccionó la femoral profunda, la tarde de la alternativa de Enrique Fraga. También en Madrid, el 7 de agosto de 1988, alternando con Pascual Mezquita y el confirmante Pascual Gómez Jaén – también herido esa tarde –, el primer toro de su lote, de Cortijoliva, le infirió una cornada penetrante de vientre que le contundió la arteria ilíaca.

Rafaelillo hoy

El torero de Tijuana se mantiene en activo, pues no ha anunciado una despedida formal de los ruedos y todavía en julio de este año se veía anunciado en un cartel, a sus casi 71 años de edad. El festejo se suspendió por las cuestiones sanitarias que nos envuelven en estos tiempos, pero por lo que se ve, la afición no se le ha terminado.

Este día de Navidad se cumplieron 50 años de su alternativa. ¡Enhorabuena!

Aviso parroquial: La imagen del cartel anunciador de la corrida de la alternativa de Rafaelillo me ha sido proporcionada por el amigo El Gallo @ElGallo20364232, a quien agradezco su gentileza por permitirme usarla para ilustrar estas líneas.

Aldeanos