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domingo, 8 de diciembre de 2013

Un festín de truhanes

Juan Pellicer Cámara
Ya en una oportunidad anterior había presentado a Ustedes a Juan Pellicer Cámara. Quizás me quedé corto al omitir algunos detalles sobre la revista Tiempo. Semanario de la vida y la verdad, fundada en la Ciudad de México por Martín Luis Guzmán en el año de 1942 y que todos los martes del año daba espacio a una pluralidad de pareceres sobre casi todos los temas que eran del interés nacional.

Entre los temas a los cuales daba espacio Tiempo, se encontraba la fiesta de los toros, a la que se consideró en esas páginas parte de nuestra vida y de nuestra cultura. Así, primero colaboró con sus Cartas Taurinas dirigidas al fundador y director del semanario el nombrado Juan Pellicer, que fuera durante una época también Juez de Plaza – Presidente – de la Plaza México y tras de su fallecimiento, asumiría la labor otro destacado periodista, Rafael Morales Clarinero.

Una interesante selección de las Cartas Taurinas de Juan Pellicer Cámara fueron recopiladas en el año de 1973 en un volumen que lleva precisamente ese título y a partir de que el escritor y académico de la Puebla mexicana Horacio Reiba Alcalino recordara en una de sus columnas semanales la expresión que sirve de título a esta entrada, me di a la tarea de releerla y al observar que su contenido tiene hoy en día un alto grado de vigencia – se publicó originalmente el 27 de enero de 1969 – considero que vale la pena reproducirla:

Un festín de truhanes 
Señor Director: 
En una carta anterior, no recuerdo cuál, le escribí algo sobre la frase, tan usual cuando se habla de toros, “El arte de Cúchares”. Ahora quisiera decirle algo alrededor de otra frase, también de uso común y corriente, cuando se escribe, cuando se habla del tema taurino: “La fiesta de toros”. Desde hace siglos, en los romances moriscos, recuerda usted, querido don Martín, aquellos en que se relataban hazañas de toreros moros, Gazul entre otros, que lidiaban a caballo y que, en ocasiones, competían con jinetes cristianos, se decía “La fiesta de toros”. Moratín, don Leandro Fernández de Moratín, escribió famosos versos, relativos a “Una fiesta de toros en Madrid”. Y así, a través del lenguaje, escrito o hablado, hasta nuestros días, seguimos refiriéndonos a "La fiesta de toros". A veces, en España, la han denominado, con un sentido más local y muy merecido, porque fue en España donde nació el toreo, tal como lo conocemos ahora, la han denominado, digo, “La Fiesta Nacional”. 
Un poema, maravillosamente descriptivo, de Manuel Machado, se titula con esa frase. También se ha designado a las corridas, atendiendo a la fiereza, a la bravura de los toros, casi desaparecida en la actualidad, como “La Fiesta Brava”. Usted notará, que hay una palabra, siempre invariable en estas denominaciones y es la palabra fiesta. Fiesta de toros, fiesta nacional o fiesta brava. Fiesta única, en verdad. Fiesta extraña, en la que se mezclan, en la que se entrelazan, de manera deslumbrante, desde por el sol que la preside, hasta por el brillo de la ropa en que se enfundan los actores, la vida y la muerte.  
Fiesta de terror y de alegría, como dijo Manuel Machado en su poema. Fiesta soberbia, de valor, de gallardía, de belleza plástica incomparable. La fiesta por excelencia del pueblo español, la fiesta por excelencia, arraigadísima ya como ninguna otra, del pueblo mexicano. Fiesta varonil, de arrojo, de destreza, de arte. El ambiente de la plaza de toros es de fiesta, como no lo es ningún otro ambiente y cuanto lo rodea, la casa del torero, la taberna, el café, el tablado flamenco, la feria, todo es fiesta. Es la fiesta de toros, la fiesta nacional, la fiesta brava. 
Pero, ahora los mercaderes han invadido la fiesta. Los mercaderes están detrás de los escritorios en las empresas de toros; están los mercaderes, también detrás de otros escritorios, como apoderados de los toreros y también están los mercaderes en las ganaderías, convertidos en simples tratantes de ganado. Es el apogeo del comercio taurino. La fiesta se ha ido apagando.  
El pueblo sigue acudiendo a las plazas, pero algo enturbia la alegría de la fiesta. Se presiente la estafa. Solamente y de manera brutal y torpe, impera un exclusivo afán de comerciantes. La fiesta aún no ha muerto. Todavía no la han matado. Pero, ya no es la fiesta. Es un espectáculo manejado, exclusivamente, para obtener dinero. Es un festín de truhanes. ¿Ha visto usted, don Martín, a los zopilotes, revolando sobre el cadáver de una inminente presa? Es el festín que agrupa a los que están acabando con lo que fue la fiesta por excelencia. Hasta la próxima. (Cartas Taurinas, Págs. 209 - 211)
Creo que podrán coincidir conmigo en que lo que escribió Juan Pellicer Cámara hace casi 45 años con algunos matices únicamente de grado, es perfectamente aplicable a lo que hoy sucede en esta fiesta.

Espero que les haya resultado de interés.

Aclaración necesaria: Los resaltados en el texto citado son obra imputable exclusivamente a este amanuense.

Referencia bibliográfica: Cartas Taurinas. – Juan Pellicer Cámara, con prólogo de Carlos Pellicer. – Editorial Joaquín Mortiz, colección Contrapuntos. Primera edición, México, 1973, 211 páginas, con ilustraciones en blanco y negro. – Sin ISBN.  

domingo, 20 de octubre de 2013

Rafael Rodríguez en el recuerdo

El Volcán de Aguascalientes, triunfador
(Foto: Carlos González)
Rafael Rodríguez Domínguez es el torero que más rabos ha cortado en la Plaza México. Obtuvo seis como novillero y cinco como matador de toros. La forma en la que irrumpió en el planeta de los toros en la temporada de novilladas de 1948, motivó que Paco Malgesto le impusiera el sobrenombre de El Volcán de Aguascalientes, mismo con el que se le conoce y recuerda aún a esta fecha.

En esta oportunidad quiero recordarle en una de sus primeras actuaciones en la Plaza México. Para ello, extraigo de la hemeroteca la crónica que de la novillada celebrada el domingo 24 de octubre de 1948, publicó en el periódico Ovaciones José Alameda y que es del tenor siguiente:  
Rafael Rodríguez, el torero solemne de la cara trágica. Otra oreja y otro rabo para el de Aguascalientes, que hizo enorme faena al tercero. Rafael de Portuguez, muy empeñoso y torero, dio vuelta al ruedo en el cuarto. Heriberto Rodríguez Jr., no se vio. Devolvieron indebidamente uno de los de Zotoluca, vacada que envió tres buenos toros. 
¿Se acuerdan ustedes de aquellos tiempos heroicos del cine, cuando triunfaba en las pantallas del mundo Eddie Polo? Era un actor lleno de expresiva energía, lo que hoy llamaríamos “dinamismo”, y representaba invariablemente el papel del hombre impasible a todos los peligros. Cada episodio de sus películas en serie, lo dejaban casi prendido en la guadaña de la muerte. Pero al siguiente pie de película, Eddie – el héroe – se salvaba, para continuar, con elegante impasibilidad, su carrera de riesgos y de triunfos. Polo emocionaba a los chicos. Y también a los grandes. 
Pues bien, en cierto sentido, Rafael Rodríguez me recuerda el caso de Eddie Polo. Porque Rafael, siempre al ras de la muerte y siempre salvado de ella, emociona también a los chicos y a los grandes, quiero decir que su heroísmo de torero llega lo mismo al corazón de las nuevas multitudes que han invadido la fiesta, que al de los aficionados tradicionalistas, que gustan del toreo “serio”. Con una diferencia: los peligros de Eddie Polo eran fingidos y de él los salvaba el director. Los de Rafael Rodríguez son verdaderos Y se salva él solo, lo salva su arte. 
Después de Eddie Polo, el cine evolucionó mucho. Y en lugar de lo puramente heroico, de las emociones fuertes que él nos daba, vinieron cosas quizás más bellas, pero más decadentes, en que la figura central del protagonista ya no tenía la misma importancia. Películas más finas, es posible, pero menos fuertes, que emocionaban menos. 
Con el toreo sucedió algo parecido. Vinieron los “estilistas”, los especializados, los peritos del pormenor, los refugiados en el “detalle”. El toreo se fue haciendo más delicado, más chiquito. Manolete fue el “Mesías” que llegó para salvar a la fiesta de toros del “pequeñismo” y restituirle su tono de epopeya, su grandeza heroica, a banderas desplegadas frente a la muerte. 
De ahí procede Rafael Rodríguez, quizá porque su nombre le marcó el sino. Arriesgado como aquel Eddie Polo que estremecía a las multitudes desde la pantalla. Pero también severo, conciso, serio como un sacerdote. Así eran los Rafaeles de Córdoba. Así también Manolete. Torero de gran estirpe, este mexicano de la cara trágica, a quien parece que le cuesta trabajo sonreír, está tirándole su nombre a la leyenda y a la fama cual un desafío, igual que el lidiador de gallardías le tira la montera a la cara al toro, para que se le arranque y dejárselo pasar muy cerca, muy “en serio”, como debe ser el toreo. 
Ayer, Rafael Rodríguez volvió a llenar la plaza, como otras veces. La reventa – perseguida – puso los boletos al doscientos por ciento, en sombra; al cuatrocientos por ciento, en sol. Y no diría yo que ayer toreó Rafael como otras veces, porque no sería cierto. Ayer, toreó como nunca. Su faena al tercero de la tarde, ya no fue la faena de un novillero valiente, que se juega la vida, sino que fue una faena de verdadero matador de toros. Una faena hecha con cabeza y con corazón. Con dominio y con arte. Y, por supuesto, con una emoción insuperable. 
El toro de Zotoluca lidiado en tercer lugar, tenía fuerza y tenía sentido, se frenaba por el lado izquierdo, achuchando. Sin duda por tal motivo, Rafael le clavó los tres pares de banderillas por el lado derecho. Pero esto no bastaba – claro está – para resolver el problema que representaba el toro. Hacía falta dominarlo con la muleta. Y, después, torearlo. Rafael hizo las dos cosas. 
Comenzó en el tercio, doblando con el toro. Cada ayudado por bajo estuvo perfectamente rematado, como si quisiese abrochar al de Zotoluca, con los cuernos contra la cola. Y cada muletazo, ganando un paso hacia los terrenos de afuera. Hubo maestría, porque los pases estuvieron dados con la más rigurosa técnica. Hubo arte, porque el torero midió la fuerza de la embestida y fue sometiendo al toro hasta que no mandó la fuerza de éste, sino el imperio de la muleta. El torero acabó imponiendo su propia medida contra la medida de toro. Esto es lo que se llama dominar. 
Después, vino el torear. Quiero decir el torear ya más a gusto. Porque lo primero también había sido torear, en el más alto y profundo sentido. Ya en los medios después de aquellos doblones, se irguió Rafael y toreó por alto, primero estatuariamente y después abriendo el compás para acompañar al toro. Un ayudado por alto, despatarrado el torero mientras llevaba embebido en largo viaje al toro, fue de asombro. Parecía, en aquel pase trágico y hondo, que el toro iba queriendo beberse la muleta como una larga corriente de sangre. Después, los derechazos y, por último, las “manoletinas”, sin alardes innecesarios de desviar la mirada, sino con emoción concentrada. Diríase que el torero estaba orando. Orando por su propia muerte, a cada minuto posible, a cada segundo inminente. El público, contagiado de aquella emoción ruda y solemne, puso a los pies del torero un pedestal de sombreros de palma. Mató Rafael con su facilidad asombrosa para encontrar los altos, pues le bastó con un pinchazo hondo, que no llegó ni a media estocada, para que doblase el fuerte, encastado, peligroso ejemplar de Zotoluca. Y la multitud rugió igual de fuerte que en los momentos de peligro de Eddie Polo, pero con una solemnidad que sólo se siente ante una tragedia clásica, o ante un torero como éste. Esta faena fue para Rafael Rodríguez de consagración. 
Antes había hecho Rafael un quite fantástico por “fregolinas”, en el segundo; algo así como el prólogo de lo que había de venir más tarde. Pero con el sexto, no pudimos verlo. Y no por culpa suya, sino porque al público se le antojó chico el toro y lo devolvieron. Salió otro de San Diego, declaradamente manso, sin duda por estar muy “corraleado”. Y también lo regresaron a los corrales. En tercer término, soltaron un cárdeno de Atenco, de media arrancada, Rafael hizo lo único que cabía hacer: estuvo breve. Pero el público, que guardaba todavía las vibraciones de aquellos momentos insuperablemente emocionantes del tercer toro, persiguió a Rafael y lo cargó a hombros. Como otras veces. Pero esta vez, en lugar de un novillero valiente, llevaban en alto, por las calles de México, a un auténtico Rafael, un Rafael mexicano, pero con la misma serenidad grande, solemne, de aquellos Rafaeles de Córdoba, de aquel Manolete descendiente de ellos. 
Y no es exageración. Es que como ayer toreó Rafael Rodríguez solamente han toreado los grandes… El primer espada fue Rafael de Portuguez Rafaelillo. Viene de su viaje sudamericano muy “puesto” y con valor renovado. Hizo cosas bonitas a veces, como aquellos muletazos en el centro del ruedo al cuarto de la tarde, con gracia, con donaire de torero. Y como aquellos naturales suaves a sus dos enemigos. Se hincó en muchas ocasiones para conseguir muletazos muy espectaculares. Y dio, tras de matar al cuarto, una vuelta al ruedo como premio a su faena, quizás demasiado largo, un poco desligada, pero llena de momentos inspirados, porque Rafaelillo tiene finura y buena planta. 
Heriberto Rodríguez fue el que vio el santo por el reverso. Le correspondió el peor lote y él tampoco hizo mucho por sobreponerse a su poca fortuna. Lástima, porque sobe torear. Pero para torear, lo primero es pararse. Y Heriberto no se decidió. 
Pregunta final, al juez de plaza. ¿Por qué retiraron al sexto de Zotoluca? Sobre la puerta de toriles, el rótulo decía que el toro pesaba 327 kilos. Si eso era cierto, no debieron devolverlo. Y si no lo era, no debieron poner en el rótulo un peso inexacto. 
El encierro de Zotoluca, disparejo como queda dicho, dio sin embargo buen juego en lo general. Frente a los caballos y frente a los lidiadores de a pie. Muy suaves y nobles el segundo y cuarto. Bravo – aunque peligroso – el tercero. ¡Y lástima del sexto, que debió lidiarse y no se lidió!
Rafael Rodríguez se despidió de los ruedos en la Plaza de Toros San Marcos de Aguascalientes el 26 de abril de 1971, estoqueando en solitario seis toros de La Punta. Testigos de honor de tal acontecimiento fueron entre otros Rodolfo Gaona, Fermín Espinosa Armillita, Conchita Cintrón, Juan Silveti, Eduardo Solórzano y José Alameda, quienes apreciaron la entrega de su gente cuando rodó Trianero, el sexto de la tarde y sus hijos Rafael (+) y Nicolás bajaron al ruedo a desprenderle el añadido.

El pasado miércoles – 16 de octubre – se cumplieron dos décadas de que El Volcán de Aguascalientes se apagara, pero su recuerdo sigue vivo entre la afición, que le tendrá siempre presente como ejemplo de torería y de entrega en el ruedo.

domingo, 6 de octubre de 2013

6 de octubre de 1963: El Presidente López Mateos y el Mariscal Tito asisten a los toros en la Plaza México

El Presidente López Mateos recibiendo el brindis de
Diego Puerta. El Mariscal Tito a su derecha.
Foto archivada en la colección Life de Google
Plaza México, 6 de octubre de 1963
Ya decía en una oportunidad anterior que en tiempos no tan pretéritos esta Fiesta no portaba el sambenito de la incorrección política. En México, en los primeros años del siglo XX era frecuente la presencia de los jefes de estado en las plazas de toros y después de la Revolución de 1917, siguieron asistiendo, aunque con menos frecuencia. Uno de los que rompieron con esa inercia fue don Adolfo López Mateos, quien desde sus tiempos de Secretario del Trabajo era visto con frecuencia en El Toreo de Cuatro Caminos y ya en la Presidencia de la República se cuentan algunas fechas señaladas, en las que se presentó en la Plaza México a disfrutar de su afición. Dentro de la temporada 1962 – 63, asistió a la corrida del 10 de febrero de 1963, en la que recibió el brindis de los tres espadas actuantes, que fueron Jesús Córdoba, Diego Puerta y Jaime Rangel.

También se acostumbraba agasajar a los jefes de estado extranjeros que nos visitaban, ofreciéndoles festejos, ya sea organizándolos ex – profeso o aprovechando alguno de la temporada en curso y así, el 20 de junio de 1954, se ofreció en honor de Haile Selassie, en esos días emperador de Etiopía a una novillada en la Plaza México – misma a la que asistió –, en la que en la lidia de novillos de Coaxamalucan alternaron Eliseo Charro Gómez, Joselito Huerta y Jorge Luis Bernal, o el festejo extraordinario que da lugar a que esté yo ahora aquí con Ustedes.

En cuanto se confirmó la agenda de Josip Broz, se anunció su presencia en una corrida de toros a celebrarse en la Plaza México. El proyecto inicial era ofrecer un mano a mano entre Joselito Huerta y Paco Camino y de hecho, la primera publicidad que se dio al festejo se orientó en ese sentido. Así lo señalaba una columna publicada en el diario El Informador de Guadalajara el día 1º de ese mes:
El domingo próximo se celebrará en la Plaza México una corrida extraordinaria en honor del Mariscal Tito, que asistirá acompañado del señor Presidente de la República, mano a mano de Joselito Huerta y Paco Camino... Se lidiarán dos toros de cada una de las ganaderías zacatecanas, Torrecilla, José Julián Llaguno y Valparaíso...
Sería la víspera del festejo cuando se diera a conocer que Paco Camino no actuaría en la llamada Corrida Presidencial, la misma columna señalaba en la víspera de la corrida:
Mañana se celebrará la corrida extraordinaria en la Plaza México en honor del Mariscal Tito, con toros de Valparaíso, José Julián Llaguno y Torrecilla, para Joselito Huerta y Diego Puerta... Como es costumbre en figuras hispanas, la administración decidió enfermar a Paco Camino y no pudo hacer el viaje... Pudo más la administración “Chopera” que el empresario – suegro...
Así es como quedó integrado en definitiva el festejo en el cual dos jefes de estado se reunieron, creo que por única ocasión, en los tendidos de la plaza de toros más grande del mundo, a presenciar un festejo taurino.

El clima pareció operar en contra de la celebración de la corrida. Desde días antes llovía pertinazmente y el día del festejo las cosas no mejoraron. En la zona del primer tendido de sombra de la Plaza México se acondicionó un palco para que ambos presidentes y sus acompañantes – asistió también la esposa de Tito, más no la de López Mateos – pudieran disfrutar con comodidad del espectáculo.

Los toros fueron por su orden Cochinito de Torrecilla, Jerezano y Guerrillero de Valparaíso; Sainaltense y Fresnillo de José Julián Llaguno y cerró plaza Velero de Torrecilla, sustituto de otro de la misma procedencia que, saltó las tablas y se insertó en un contraburladero y como no se le pudo sacar de allí, se le apuntilló y sustituyó por el sobrero.

Diego Puerta cortó las orejas al segundo de la tarde y Joselito Huerta una al quinto de la tarde. La crónica de agencia aparecida en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo refleja lo siguiente:
Diego Puerta, el torero sevillano voluntarioso y valiente, fue el triunfador del festejo taurino extraordinario en honor de los Presidentes Tito de Yugoslavia y López Mateos de México, en la Plaza México, donde alternó con el mexicano Joselito Huerta… Puerta, quien hizo una gran faena a un toro de Valparaíso, su primer enemigo, cortó dos orejas, en tanto que Huerta, quien estuvo valiente, solo cortó un apéndice… Con la plaza llena hasta el reloj, se lidiaron toros de Torrecilla, Valparaíso y José Julián Llaguno, tres de ellos magníficos… El Presidente López Mateos, con su huésped de honor, el Presidente Broz Tito y la señora de Broz, acompañado de los Ministros del Gabinete mexicano y de los acompañantes del Mariscal Tito, ocuparon un palco de honor en la primera fila del tendido de sombra… Los dos Jefes de Estado fueron largamente aplaudidos a su arribo al coso. En el curso de la lidia, cuando Puerta y Joselito Huerta les brindaron la muerte de sendos toros, los dos Presidentes obsequiaron a los toreros con cigarreras de plata… Joselito Huerta, con el que abrió plaza estuvo bien con el capote, con el que ligó buenas verónicas. Con la muleta hizo doblones de buena factura, ligó buenos naturales, pero prolongó demasiado la lidia y fracasó con el estoque, pinchando en cuatro ocasiones. Al intentar el descabello escuchó un aviso. Fracasó en esta suerte y, por fin, mató con media estocada… Con el tercero de la tarde, Huerta, a quien correspondió el peor lote, tuvo que bregar para fijarlo, pues el toro tenía tendencia a meter la cabeza, pero el de Tetela con voluntad le dio buenos derechazos, bien rematados. Se adornó con un molinete invertido y después fue sacudido por el astado que le hizo dar una vuelta en el aire. Mató bien y hubo petición de oreja, pero el toro no dobló enseguida y Huerta intentó el descabello, que atinó al tercer intento. Fue ovacionado y dio una vuelta al ruedo… Con el quinto de la tarde, el mejor de sus enemigos, Joselito hizo una gran faena. Con el capote, a pies juntos conjugó varias verónicas. Con la muleta toreó al natural y ligó varios trincherazos, siendo trompicado de nueva cuenta, pero mató bien y recibió una oreja, que fue protestada y que él entregó al Presidente López Mateos… Diego Puerta, con el segundo de la tarde, le llegó al público desde que recibió con verónicas al de Valparaíso, rematadas a una mano y concluyó con una soberbia rebolera. Con la franela bregó para llevarlo a los medios, donde valientemente se juntó al astado en una faena comprometida, a base de naturales, para rematar con una estocada hasta la empuñadura. El toro no dobló y al primer intento de descabello acertó. López Mateos con la plaza toda ondeó su pañuelo y el sevillano recibió dos orejas, una de las cuales fue protestada… Con el cuarto de la tarde, Diego Puerta tuvo un enemigo bastante suelto, sin bravura después, que se quedó bastante. El hispano estuvo voluntarioso, pero abrevió y tras media estocada descabelló bien. El que cerró plaza estuvo bastante bronco y se saltó la barrera, lastimándose al quedar atrapado en un burladero, habiendo necesidad de apuntillarlo. Con el sustituto, Puerta, a pesar de la mansedumbre del enemigo, bregó sacando el mejor partido posible y mató bien.
A propósito de las faenas de Joselito Huerta y Diego Puerta, realizadas fundamentalmente sobre la mano izquierda, escribió don Luis Ruiz Quiroz:
Esa corrida dio pie a que al día siguiente el periodista Juan Pellicer “Juan de Marchena” escribiera su primera crónica para el diario “Esto” y haciendo alusión a la ideología del mandatario visitante escribiera: “Al presidente Tito, además, debió serle muy grato contemplar lo que es el izquierdismo en el toreo. ¡Vaya naturales de Joselito Huerta! ¡Y Diego Puerta también tiene mano izquierda! Señor Mariscal Tito: muy bien puede usted decir en Belgrado, que ha visto el monumento de izquierda en faenas torerísimas”.
Después de esa ocasión, solamente un Presidente de México volvería a la Plaza México, con su investidura a presenciar una corrida de toros. Alguno se ha dejado ver en plazas de toros de fuera de la capital, pero hoy en día, lo que se entiende por corrección política hace que los jefes de estado se vean forzados a negar o a vivir de manera morganática su afición.

domingo, 31 de marzo de 2013

Hoy hace medio siglo (III): Paco Camino y los berrendos de Santo Domingo

Paco Camino con uno de los berrendos de
Santo Domingo (31/03/1963)
Paco Camino llegó por primera vez a México durante la temporada 1961 – 62 para hacer campaña en nuestros ruedos. Junto con él llegaron a confirmar sus alternativas Mondeño, Santiago Martín El Viti, Diego Puerta, Joaquín Bernadó y Curro Romero. Cada uno de ellos tuvo un impacto y una permanencia distinta en nuestra afición y en nuestras temporadas, aunque todos se labraron su propia historia y su propia leyenda entre nosotros.

El cierre de la temporada 1962 – 63 para Paco Camino es el que viene a marcar lo que quizás represente la cota más alta de su presencia en nuestras plazas. El ciclo de corridas en la capital mexicana se celebró en las dos plazas de toros que en esas fechas existían en la zona urbana de la Ciudad de México, la Plaza México y El Toreo de Cuatro Caminos – que territorial y administrativamente se ubicaba en el Estado de México – y en ese lapso de tiempo tuvo ocasión de actuar en ambos ruedos, aunque en números, su presencia en el coso cuatrocaminero era mayoritaria si consideramos que en su primera incursión a nuestros ruedos, la temporada anterior, su presencia en la Capital de la República fue exclusivamente en ese desaparecido coso.

La corrida y su preámbulo

La temporada se había dado de una manera espléndida para el ya llamado Niño Sabio de Camas. El 27 de enero de 1963 cortó el rabo al toro Novato del Ingeniero Mariano Ramírez en la Plaza México. Ya trasladada la temporada a El Toreo, la noche del miércoles 27 de marzo, en la Corrida de la Oreja de Oro, había realizado una importante faena a un toro de Pastejé, de regalo, llamado Catrín, al que solamente cortó una oreja por un desastroso manejo de la espada, pero al apéndice sumó seis apoteósicas vueltas al ruedo.

En ese ambiente se anunció para el domingo 31 de marzo de 1963 la despedida de Paco Camino de la afición mexicana, dado que retornaría a España para iniciar su campaña en las plazas de su patria. El cartel que la empresa ofrecía se formó con toros de Santo Domingo para Juan Silveti, José Ramón Tirado y Paco Camino. La corrida de los señores Labastida tenía la particularidad de que los seis toros eran de pelo berrendo aparejado. Además, el festejo sería televisado – como todos en aquellos días – en abierto a todo el país.

El hecho de que el festejo fuera televisado permitió que lo sucedido en él adquiriera una mayor trascendencia. La posibilidad de presenciar en la plaza o a través de las pantallas lo que en el ruedo sucedía permitió a cada aficionado formarse su propio criterio de lo allí sucedido.

Crónicas de lo sucedido

Localicé dos crónicas de la corrida. La primera, aparecida en el hoy extinto diario Novedades de la Ciudad de México el 1º de abril de 1963 y obra del que en esas fechas era su cronista titular Carlos León. Está, como era acostumbrado, redactada en forma epistolar y dirigida al entonces Secretario de Educación Pública, don Jaime Torres Bodet. De ella extraigo lo siguiente:

Junto a Camino, los toreros son catecúmenos. Enseñó a embestir a dos berrendos y cortó cuatro orejas y un rabo. Silveti y Tirado resultaron alumnos reprobados frente al talento taurino del sevillano…  
Aunque en México ya no exista una escuela taurina – tan olvidada, que es de urgencia darle una manita para restaurarla –, es evidente que no por fortuita coincidencia tiene usted de secretario particular a un culto cronista taurino como Rafael Solana, autor de “El Crepúsculo de los dioses”, que anticipó el ocaso de nuestros astros, dramaturgo de un “Debiera haber obispas” que ha de ser la obra favorita de “Mondeño”, o novelista de “Las islas de oro” en las cuales, según las fábulas, los piratas gambusinos encontraron la muleta que se adjudicó a Capetillo… Además señor ministro, su agudo secretario ha revelado al ático ingenio en “Trata de muertos”, “La música por dentro” o “Los santos inocentes”, donde su recopilación de cuentos adquiere más justas proporciones taurófilas, en una fiesta donde nuestra literatura de toros está tan pródigamente llena de cuentistas. 
“Magister dixit”. – Claro es que usted, UNESCOnocido como patriarca de la enseñanza, sabe de sobra que la pedagogía se originó en el hecho de que, en la antigua Grecia, pedagogo era el que conducía a los niños a la escuela. Y mire usted lo que son las cosas: ahora es un niño – el genial infante de Camas – el que toma de la mano a los grandes analfabetas de la lidia, para mostrarles el camino hacia la Escuela de Tauromaquia de Sevilla que fundó el conde de la Estrella… Y sin embargo es curioso: Paquito no aspira a ser el Pestalozzi de las verónicas, ni el Spencer de las chicuelinas, ni el Horacio Mann de los naturales, ni mucho menos el Froebel o el Condorcet que dicte pragmáticas para la pureza de las estocadas… Paquito tampoco anda, como Locke, hablando de “Some Thoughts Concerning Education”, Paquito – sevillano como don Juan Belmonte García, a quien Dios tenga en su santa gloria – no sale en plan de catedrático a decir de los catecúmenos: “Hay que torear así”, sino que simplemente demuestra: “El toreo es esto”. Y el que quiera que lo haga… si puede… Además sería tiempo perdido si nuestros escolapios de coleta, que a sus años siguen en el “kínder”, cuando el niño sevillano ya es universitario, trataran, tardíamente, de aprender la lección. Hay cosas que no se aprenden y que se nace con ellas. Por allí anda una película de gran éxito de taquilla, intitulada “Lo que los amantes deben aprender”. Durante dos semanas y más semanas, las curiosas parejas de enamorados han abarrotado la sala, creyendo que van a salir convertidos en Casanovas de Bondojito, Rubirosas de Iztapalapa o Mesalinas de Peralvillo. Pero, ¡sí Chucha! Con lo que allí enseñan de arrumacos, roncería y soflama, los que esperaban encontrarse con la versión fílmica del “Arte de amar” de Ovidio, salen más ignorantes que si esa asignatura amatoria la hubieran cursado en el colegio de monjas de Tecoyotitla… Paquito, en suma, no es un dómine que haya tratado de alfabetizar a nuestros diestros reprobados, que ya no pasan de año ni a título de suficiencia. Pero ha logrado otro milagro mejor: hacer que los espectadores abran al fin los ojos a la realidad y entiendan lo que es un torero y lo que es el toreo. Ahora, por muchas leyendas que le cuenten, nuestro público ya nunca más volverá a dejarse engañar con tontas consejas de fantasmas. 
Cuatro orejas y un rabo para el torero cumbre de la época. – Seguramente se queda uno corto al afirmar que Paco Camino es la figura impar del momento presente, pues tal vez pudiera llegarse a la afirmación de que así no se había tenido nunca. Aún estaba imborrable su trasteo maravilloso del miércoles anterior – aquel tan rutilante como las gemas de María Félix – cuando en esta tarde ha cuajado dos faenones inconcebibles que no los iguala ni supera nadie… Dos faenas diferentes. El primero, jugándose la vida, exponiendo temerariamente, arrancando a la fuerza el trasteo a un toro que se negaba a colaborar con el niño prodigioso. Porque hay una circunstancia tan notable como insólita. Los lidiadores se habían dividido siempre en tres categorías: los dominadores, los artistas y los valientes. Pero de pronto, en este chaval milagroso se funden las tres cualidades. Y, junto a una sapiencia increíble, brota el primer artista que es valiente, sin perder por ello su calidad artística… En ese trasteo a “Gladiador”, Paquito se rifó el pellejo y logró un impresionante conjunto de muletazos espartanos, de estoicismo ejemplar, para rubricar su bravía labor con el estoconazo fulminante y tumbarle un par de orejas a bicho de Santo Domingo… Con el sexto y último, que además era el toro con el que se despedía de México, Paco Camino estuvo en gigante y en coloso. “Traguito” era un burel sin malas ideas y de buen estilo, pero se iba suelto de los muletazos, sin celo ni codicia alguna para el engaño. Pero el niño catedrático, que no pierde el tiempo en enseñar a torear a nuestros toreros, sí se mostró como un maestro para enseñar a embestir al toro. Y el berrendo que se iba suelto, empezó a seguir el círculo mágico que el niño sabio le mostraba en esos muletazos preparatorios. A los pocos instantes el milagro se había consumado y “Traguito” embestía dócil y amaestrado ante el imperio de la muleta poderosa. Vino entonces el faenón antológico, el poderío muleteril de quien dejó allí, como postrer recuerdo, una hazaña imperecedera, coronada soberbiamente con nuevo estoconazo. ¡Y la locura! Las dos orejas y el rabo, la salida a hombros, los paseos triunfales que acabó compartiendo con los ganaderos Labastida y la confirmación de que con Paco Camino no puede nadie… 
Mientras tanto, como intelectuales, celebramos el advenimiento del toreo franciscano, que es la forma de torear de Francisco Camino. Pues el franciscanismo es todo un estilo de pensamiento, de literatura y de arte, que lo mismo dio filósofos y teólogos de la talla de San Buenaventura o de Raimundo Lulio, que políticos como el cardenal Cisneros o pontífices como Sixto V. Faltaba un torero, y ya surgió… Solo me resta expresarle mis deseos de que usted pueda lanzar un libro gratuito para desasnar a nuestros toreros que, en vez de las orejas de los toros, sólo merecen las de burro con que se señala a los ignorantes. Y acepte un cordial saludo de Carlos León.
La segunda de las crónicas aparece firmada por Pepe Luis en el diario El Informador de Guadalajara y de allí destaco lo siguiente:

Paco Camino, español, se despidió esta tarde del público mexicano, logrando un triunfo de apoteosis. Brillantes verónicas dio al tercero. Aplausos. Gran faena. De mucho mérito. Muletazos suaves por bajo, enseñando a embestir al toro, que llegó tardo al último tercio. Insistiendo mucho logró varias tandas de naturales rematadas soberbiamente con el de pecho entre aclamaciones. Derechazos de larga dimensión, lasernistas y cambios de muleta por la espalda. Estocada buena… Los tendidos se cubrieron de blancos pañuelos y al grito de ¡torero, torero!, se le otorgaron las dos orejas y dio dos vueltas al ruedo y saludó desde los medios… Al son de "Las Golondrinas" veroniqueó estupendamente al sexto. Ovación y música. Faenón de antología, principiando por enseñar al toro a embestir con suaves muletazos por bajo. Fue intercalando series de derechazos y naturales templadísimos, algunos circulares, enmedio del delirio del público que no se cansaba de aclamarlo y de gritarle ¡torero, torero!, la destacada serie tuvo como remate el pase de pecho… Antes de que entrara a matar estaban los tendidos cubiertos de albos pañuelos. Estocada entrando a ley. Ovacionaza, orejas y rabo, vueltas interminables a pie y a hombros, el grito entusiasta del público de ¡torero, torero!, la despedida del diestro sevillano Paco Camino constituyó un grandioso triunfo para el torero y el empresario, siendo inolvidable para el público que no quería abandonar el coso.

El Toreo de Cuatro Caminos (1967)
Foto: Compañía Mexicana Aerofoto S.A.
Juan Silveti y José Ramón Tirado tuvieron una tarde que podríamos calificar de aciaga, pues al segundo toro del lote de cada uno de ellos – Andasolo (4º) y Marquesito (5º) – se les premió con el arrastre lento y ambos diestros resultaron abroncados tras de su lidia. Al sexto, Traguito, también se le premió con la vuelta al ruedo, pero entre las protestas de la concurrencia.

Paco Camino volvería a tierras mexicanas el mes de junio de 1963 a cumplir con tres compromisos en la frontera Norte – 2 en Tijuana y uno en Ciudad Juárez – y al año siguiente realizaría una campaña de veinticuatro festejos, para completar los cincuenta y uno – 23 de ellos en la Ciudad de México – que sumaría en esa primera etapa de su paso por nuestras plazas, dado que una vez completado ese ciclo del año 64, se alejaría de nosotros por circunstancias extrataurinas hasta el año de 1976, cuando reaparece en la plaza Santa María de Querétaro y que culminaría dos años después con su despedida de nuestros ruedos en la Plaza México, alternando con Manolo Martínez y Eloy Cavazos en la lidia de toros de Mimiahuápam, en una corrida que fue transmitida por televisión a España y a México y en la que no tuvo suerte.

En video

En la internet he podido encontrar la faena de Paco Camino a Traguito en esta ubicación emotivamente narrada por José Alameda y esta otra versión interesante, filmada por un aficionado en 8mm, en color y convertida a vídeo, aunque no refleja la faena completa al toro Gladiador, tercero de la tarde, que pueden ver aquí.

Disfrútenlos antes de que las buenas conciencias antitaurinas logren privarnos de ese placer.

domingo, 3 de febrero de 2013

Las cifras de la corrida del 5 de febrero en la Plaza México

Plaza México

El día 5 de febrero tiene una significación especial en México, pues tiene méritos políticos, religiosos y taurinos para ser observados. En el primero de los casos, representa el aniversario de la promulgación de nuestra Constitución Política de 1917, considerada por algunos de sus estudiosos como la primera Constitución Social del mundo, dado el contenido de sus artículos 27 y 123, que en su origen representaron la elevación, a la más alta categoría legal, de las conquistas de las clases campesina y obrera tras del conflicto armado que se iniciara en 1910.

Para la religión católica representa la fecha apartada en el calendario religioso para venerar especialmente al primer mexicano elevado a los altares, San Felipe de Jesús, mártir misionero en Oriente, de quien se dice que al morir en olor de santidad, hizo reverdecer una higuera que tenía años de estar seca, según premonición de una empleada doméstica de su hogar paterno.

Y en lo taurino, el 5 de febrero tiene una significación especial también, pues en el que correspondió al año de 1946, se inauguró la Plaza de Toros México, en la Capital de la República, siendo por su capacidad, la más grande del mundo.

Mucho, yo diría que casi todo se ha escrito sobre esa primera corrida de toros en lo que se afirma es también la plaza de toros más cómoda del mundo, tanto desde el plano puramente histórico, como desde el anecdótico, pues es innegable el hecho – más para bien que para mal – de que en este País, es la única plaza de toros que da y quita, ha concentrado la atención de quienes en alguna manera hemos abordado temas relativos a la historia taurina de México en el entresiglos del XX al XXI, dada la trascendencia que tienen los triunfos o fracasos allí verificados.

Son cuando menos dos los motivos que me impulsan a escribir esto. En primer término, cito la afirmación de  mi amigo Heriberto Murrieta en la transmisión televisiva del festejo correspondiente al año 2003, en el sentido de que la tradición de festejar el aniversario de la plaza es reciente y en segundo lugar, la posibilidad de responder a la pregunta que hiciera el entonces novillero Adán Mejía en una sesión del Centro Taurino México España, en el sentido de saber que toreros de Aguascalientes habían actuado en esa fecha, antes de que nuestro paisano José María Luévano lo hiciera en la correspondiente a ese mismo año.

De estos festejos resultan una serie de interesantes datos, recopilados gracias a la labor del Maestro Luis Ruiz Quiroz y de la difusión de ésta por los Bibliófilos Taurinos de México, y a partir de esos trabajos, me he permitido organizar desde diversos puntos de vista la información estadística generada por esas Corridas de Aniversario, recopilada principalmente por don Luis, misma que ahora pongo a su consideración.

Las corridas del 5 de febrero

Aunque parezca extraño, la corrida del 5 de febrero ha cobrado carta de naturalidad apenas a partir de 1995, que es el año a partir del cual se organiza con regularidad anual. Hace apenas dieciocho años pues, que se puede considerar a este festejo como un acontecimiento fijo en la llamada Temporada Grande del coso de Insurgentes y en la temporada taurina de México. Tan es así, que en los sesenta y siete años que está por cumplir la plaza, solo se han dado treinta corridas en la fecha, mismas que son las siguientes:
Las corridas del 5 de febrero

Si se observa, aparte de las corridas sucesivas a partir de 1995, solamente en 1946 y 1947 y entre 1991 y 1993 se ligaron festejos en años seguidos. En cuanto al día de la semana en que estos se celebraron, si mis cálculos no fallan, ocho han sido en domingo (50, 56, 61, 67, 84, 95, 06 y 12); cinco en martes (46, 91, 02, 08 y 13); cuatro en los días lunes (79, 96, 01 y 07) y miércoles (47, 92, 97 y 03) y tres en jueves (98, 04 y 09), viernes (93,  99 y 10) y sábado (00, 05 y 11) confirmándose en parte la idea inicial de Heriberto Murrieta de que se daban toros el 5 de febrero, solo cuando era domingo, costumbre que se abandona hace ya dieciocho años.

Las ganaderías

La materia prima de la fiesta es el toro y de las combinaciones ya relacionadas, obtenemos que resultan veintisiete las vacadas que han enviado los 228 toros lidiados hasta el año de 2012 en la hogaño tan señalada fecha:
Las ganaderías del 5 de febrero

Los toreros

En las veintiuna corridas que reseñamos, han actuado sesenta toreros de a pie, de los que cuarenta y uno son mexicanos; catorce, españoles; dos colombianos (Joselillo de Colombia y César Rincón); un portugués (Paco Mendes), un peruano – argentino (Rovira) y un francés (Sebastián Castella), siendo en detalle el número de sus actuaciones:
Los toreros del 5 de febrero

Los caballeros en plaza también han tomado parte en corridas del 5 de febrero. El primero de ellos fue el jerezano Álvaro Domecq Romero en 1979, le sigue Ramón Serrano, que ha actuado dos tardes, la de 1991 y la de 1996, después viene José Antonio Hernández Andrés, en 1993, Giovanni Aloi en 1998, continúa esta cuenta el estellés Pablo Hermoso de Mendoza con actuaciones en 2000 y 2004 y cierra esta relación Enrique Fraga en 2005. Aloi y Hermoso de Mendoza mataron dos toros en sus actuaciones, mientras que los demás, enfrentaron solo uno.

Los trofeos

Mucho se ha escrito sobre el valor intrínseco de los trofeos. Algunos los califican de retazos de toro que no reflejan el valor real de las hazañas de los hombres vestidos de seda y alamares. A despecho de esas opiniones, las que comparto en cierta medida, las orejas y los rabos que se otorgan a los toreros son hoy en día, un parámetro indispensable para muchos, en la medición del éxito de un festejo taurino. 

La primera oreja que se cortó en un 5 de febrero fue también la primera que se cortó en la México y fue la que Manolete obtuvo por su faena al segundo de la tarde, Fresnillo, de San Mateo, en la corrida inaugural. En total se han cortado 48 orejas y 7 rabos, mismos que se han repartido de la siguiente manera: 
Los trofeos obtenidos en 5 de febrero

Aquí vale hacer notar que destacadas figuras de los ruedos, como El Soldado, Jesús Solórzano, Antoñete, Manolo Martínez, Curro Rivera, Armillita Chico, Roberto Domínguez y Joselito, se han ido con la espuerta vacía en las actuaciones que tuvieron en este tipo de corridas.

Toros de regalo

En los últimos años se ha vuelto casi mandatorio que en la corrida del 5 de febrero se corran toros de regalo en la Plaza México. En el pasado reciente, queda la impresión de que se ha abusado de este recurso, sobre todo si se considera que en los últimos quince años se han corrido una docena de ellos, y de éstos, cinco nada más en dos corridas (96 y 03) aunque en totalidad, son diecisiete los toros lidiados en estas condiciones y el éxito con ellos, reflejado en trofeos, ha sido más bien relativo, pues solo con cuatro de ellos se han obtenido apéndices, según se puede ver enseguida:
Los toros de regalo en 5 de febrero

Otros fastos para recordar

El 5 de febrero ha representado para Luis Francisco Esplá en 1984, Roberto Fernández El Quitos en 1993 e Ignacio Garibay en 2000, el día de la confirmación de su alternativa y para Arturo Gilio, esa fecha del año de 1992, fue en la que fue investido como matador de toros por Roberto Domínguez. En el año de 1979 se indultó el primer toro que ha merecido ese honor hasta la fecha, Simpatías de Reyes Huerta, que le tocó en suerte a Cruz Flores esa tarde, asegundando El Juli en 2005 con el indulto de Trojano de Montecristo y se ha producido también una despedida de los ruedos, la de Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea, en el año de 1995, en el que realmente se inicia lo que hoy es ya una tradición de nuestra fiesta.

Los de Aguas

Al inicio señalaba que uno de los motivos de este trabajo era el de saber que diestros de Aguascalientes habían actuado en esta fecha hoy señalada. De las relaciones anteriores, se puede deducir que la llamada Sevilla de América ha estado presente con siete toreros en nueve oportunidades. 

Abre plaza Calesero, que actuó en 1950; le siguen El Volcán Rafael Rodríguez, en 1961; Manolo Espinosa Armillita, en 1967; después Ricardo Sánchez en 1984, Miguel Espinosa Armillita Chico, en 1991, 1997 y 1999, Roberto Fernández El Quitos en 1993, José María Luévano en 2003 y un sorprendente Arturo Macías en 2007, que llegó a esta corrida contra todos los pronósticos. De todos ellos, solamente Ricardo Sánchez, José María y Arturo han obtenido apéndices en esta clase de festejos.

A modo de remate

A una importante mayoría de aficionados les disgusta la combinación de toros y números. En lo personal no soy muy afecto a ellos, pero en ocasiones como esta, nos sirven para encontrar nuevos significados a la historia de los acontecimientos, como en esta oportunidad, que nos reflejan desde un punto de vista bien determinado, lo que a través de los resultados ha representado la corrida del 5 de febrero en la plaza más grande del mundo, para la Historia del Toreo en México

Versiones anteriores de este trabajo previamente publicadas en las siguientes ubicaciones:




La razón de seguir publicando esto, es que cada año se le agregan nuevos datos que lo actualizan. Ojalá lo encuentren de interés.

Nota: Para leer mejor los cuadros estadísticos, hagan click sobre los mismos.

domingo, 20 de enero de 2013

13 de enero de 1974: Jesús Solórzano (hijo) y Fedayín de Torrecilla

Jesús Solórzano (hijo)

La pasada semana se me presentó un conflicto con las fechas. Se acercaron demasiado el aniversario del natalicio del Rey del Temple y la efeméride que hoy comento, así que aplicando a esta materia aquél principio general del Derecho que establece que el primero en tiempo… y que es más o menos el mismo que informa el principio de la antigüedad en la tauromaquia, cedí el paso al padre y hoy me ocupo del hijo.

En algún otro sitio de esta Aldea había señalado que Jesús Solórzano Pesado pertenece a una generación de toreros que bien pueden ser considerados los hidalgos – hijos de algo – de la torería mexicana. Su padre, lo decía la pasada semana, es una de las columnas fundamentales de nuestra Edad de Oro y él sin duda es uno de los fundamentales en lo que, con todo el compromiso que implica – Benjamín Flores Hernández dixit – me atrevo a calificar como nuestra Edad Moderna. Su decisión de hacerse torero, se la contó así a Carmelita Madrazo:

Me hice torero porque comprendí que lo más bello de la vida era torear un toro como mi padre lo había hecho. Desde niño supe ponerme un traje de luces y jugaba a los toros con José Escutia, quien entonces era el chofer de mi abuela. Mi padre jamás me obligó o entusiasmó a que yo fuera torero. Más bien, todo lo contrario. Recuerdo que el día que le dije que quería ser torero, puso el grito en el cielo, diciéndome que estaba totalmente loco. Se lo dije enfrente de Arruza, y los dos me dijeron horrores. Pero yo estoy completamente convencido, que en el fondo de sus corazones a los dos les fascinó la idea…

Las plazas y su historia

Creo que no incurro en ninguna exageración si afirmo que la temporada 1973 – 74 marcó la historia de la Plaza México con tres grandes hitos: La gravísima cornada que Borrachón de San Mateo infirió a Manolo Martínez y que le hizo ingresar clínicamente muerto a la enfermería; la triunfal despedida de los ruedos de Luis Procuna y la gran faena que el 13 de enero de 1974 realizara Jesús Solórzano al toro Fedayín de Torrecilla, en tarde en la que alternaba con Eloy Cavazos y Mariano Ramos y que es la que da la ocasión para que yo esté aquí por ahora.

La historia de las plazas de toros se escribe a partir de los hechos que los toreros escriben frente a los toros sobre su arena. Algunos serán gloriosos, otros estarán firmados con sangre, muchos más tendrán tintes épicos, pero todos ellos construirán la trama de una relación viva que a través del tiempo dejará constancia de que son escenarios vivos, órganos de la comunidad en la que están enclavados y para la que en una armonía bien entendida, son puntos necesarios de confluencia y de convivencia.

Jesús Solórzano y Fedayín

Algunas informaciones de prensa de la época, sugieren que se tenían dificultades para cerrar el cartel del 13 de enero de 1974, sexta corrida de la temporada. Creo importante señalar que en esos días la ganadería de Torrecilla era una de las que los diestros más importantes se disputaban para lidiar sus toros y en consecuencia, sus encierros, en la Plaza México, eran los que las figuras mataban. Al parecer iban fijos Eloy Cavazos y Mariano Ramos, pero el tercero en discordia era la complicación. Al final, la empresa (DEMSA), se decidió por llevar a Jesús Solórzano, que iría como segundo espada.

Jesús Solórzano (hijo)
Ya arrancado el festejo, la corrida no dejó mal la fama de su divisa, aunque la falta de fuerza de los toros no permitió el lucimiento de los toreros ante la mayoría de ella. Y es que en ese año de 1974 el campo mexicano estaba convulso, agitado por una nueva implementación de la legislación agraria que regía en esos años, que afectó grandemente a la crianza del toro de lidia, lo que en ese tiempo y en el venidero, tendría consecuencias que aún no han sido debidamente justipreciadas.

El quinto toro de esa tarde fue llamado Fedayín – al socaire de las circunstancias políticas internacionales del momento – y le tocó en suerte a Jesús Solórzano hijo. Ante ese toro, Jesús Solórzano Pesado escribiría uno de los capítulos más trascendentes de la historia de la Plaza México.

Recurro al testimonio de Carlos León, quien en su sección titulada Cartas Boca Arriba, publicada en el desaparecido diario Novedades de la Ciudad de México – 14 de enero de 1974 –, dirigía en forma epistolar, a algún destacado personaje de la vida nacional o internacional, la crónica de la corrida en un tono a veces jocundo y casi siempre mordaz:

Con Chucho “Superstar” renació el toreo estelar: Dos orejas 
Sr. Don Lucas Lizaur
El Borceguí
Bolívar 27
México 1, D.F. 
En la Plaza México, el domingo 13 de enero de 1974 
Jesús Solórzano II, que inesperadamente entró al cartel como con calzador, parecía que iba a ser El Ceniciento de la tarde; un simple “arrimado”, marginado en un rincón de la cocina mondando patatas, mientras otros se despachaban el caldo gordo con la cuchara grande. Pero resultó que el “arrimado” salió a arrimarse, que es, si no lo primordial, sí indispensable para pisar fuerte. Pues, como tu bien sabes, esto del oficio del toreo es como un remendón poniendo medias suelas: Unos le dan al clavo y otros se destrozan los dedos… ¿Qué fue lo que hizo Chucho para armar la que armó y colocarse, de golpe y porrazo, en un sitial que nunca había tenido? Pues muy sencillo: Volver los ojos hacia el toreo de antaño, al toreo clásico, al torear rondeño. En vez de dejarse llevar por el camino herético de la supuesta e iconoclasta “Escuela Mexicana del Toreo”, retornó a la verdad y a la naturalidad, a la pureza de procedimientos, a la estética desahogada. Y con eso tuvo para abrirle los ojos al público, que en una revelación volvía a ver los viejos moldes que creían haber roto los falsos profetas… Por supuesto que, en esto del toreo, como en el bien calzar, cada quien necesita un ejemplar “a su medida”. Ni chicos que le aprieten, ni otros que le vengan grandes, para que el asunto camine. Ni duros, como los de anca de potro, a los que hay que amansar, pues normalmente, entre la torería moderna, se sienten más a gusto con los que ya vienen amansados… Pero Chucho, a la inversa del popular slogan, es un joven con ideas antiguas, con la añeja solera de su padre, el “Rey del Temple”. Si bien con el capote anduvo desdibujado – lo estuvieron todos –, en lo demás, hasta en adornarse en banderillas que ya casi nadie las clava, hizo una faena de “las de ayer”, un trasteo de los que quitan años de encima, con muletazos y buenas maneras de otras épocas. Todo lo gris que había estado en su primero, fue luminosidad con este quinto toro, que en mala hora bautizaron “Fedayín”, nombre aborrecible para personas civilizadas. Para tan bella faena, pocas nos parecieron dos orejas y dos vueltas al ruedo. Pero eso era lo de menos, había resucitado el bien torear y eso nos llenaba de regocijo…

La crónica de Carlos León resalta el valor intrínseco y esencial de la faena de Jesús Solórzano a Fedayín, la pureza en su trazo y en los procedimientos que utilizó y que no resultan ser más que el reflejo de una tauromaquia concebida a partir de la naturalidad en su ejecución y en una técnica muy depurada en su concepción. Es por eso que el cronista, al describirla, la señala como una “faena de las de ayer”.

Cinco años después del hito, en el programa de televisión Toros y Toreros que en ese entonces (1979) conducían Julio Téllez, Luis Carbajo y José Luis Carazo Arenero, se proyectó el vídeo de la faena y lo comentó el propio Jesús Solórzano, quien entre otras cuestiones dijo sobre ella lo siguiente: 

Esa tarde era de mucho compromiso, el único vestido que tenía para estrenar era ese y yo me dije: “o me retiro de los toros, o me compro más vestidos…”, me la estaba jugando al todo por el todo… son faenas que te ponen en tu sitio y que te dan aire para caminar… no podía yo fallar con el toro, todo lo que tenía que hacer era muy pensado, ya después te vas gustando, te olvidas de todo y te entregas al placer de torear… había que darle la pausa al toro, dejarle respirar… mi toreo tiene la influencia de la buena tauromaquia… hoy me doy cuenta de lo grande que puede ser la amalgama de las suertes que tiene el toreo… los toreros hemos perdido mucho porque estamos haciendo un toreo estándar, un toreo igual… esta faena recurre al toreo clásico, se inspira por ejemplo en Pepe Luis Vázquez, Manolo Vázquez, Paco Muñoz… lo de ahora es muy bueno, pero con lo de ahora y lo de antes, hay que hacer algo mejor…

Jesús Solórzano (hijo)
Apunte de Pancho Flores
Como se aprecia, a un lustro de distancia, Jesús Solórzano distinguía, creo que sin petulancia, el valor de su obra ante Fedayín, y establecía las líneas divisorias entre el toreo puro y lo que se pudiera considerar el toreo moderno. No se mostraba refractario a lo que algunos han dado en llamar la evolución del toreo, pero sí dejaba bien claro que las bases fundamentales de la tauromaquia son inamovibles, que son esenciales y cualquier modificación que se plantee, ha de ser a partir de ellas.

La leyenda de Jesús Solórzano Pesado no se constriñe solamente a Fedayín. Los capítulos de su historia en la Plaza México llevan también nombres como Bellotero, Pirulí, Sardinero o Billetero y aunque el epílogo pareció escribirse en ese ruedo el 8 de marzo de 1992 con un toro de nombre Joronguito, de vez en cuando se calza la guayabera y la calzona y se amarra los zahones para dejar en los ruedos lecciones de una torería que no se debe perder.

Concluyo con esta reflexión que sobre el torero hace Leonardo Páez:

Estilista, entendido no sólo como el torero de refinado estilo sino, más ampliamente, como el diestro poseedor de un estilo acentuado, interesante, distinto, capaz de provocar en las masas la necesidad de acudir a verlo cada vez que es anunciado…

El vídeo de la faena

Lo pueden apreciar en esta localización

La faena en sí corre del minuto 16:13 al 27:10 y tiene un agregado interesante, que es la faena al novillo Bellotero – del que me he ocupado aquí antes  –  que corre del minuto 6:02 al minuto 15:07.

Pertinente aclaración: Los resaltados en la crónica de Carlos León son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en el original.

domingo, 2 de septiembre de 2012

5 de septiembre de 1948: Rafael Rodríguez se presenta en la Plaza México


Rafael Rodríguez y Dr. Alfonso Gaona
Plaza México, 1948 (Foto: Carlos González)
La decimotercera novillada de la temporada del 48 llevaba como ingredientes de interés la repetición del torero de Guadalajara, Manuel Capetillo, quien había impactado con su toreo de capa en su actuación anterior; la presentación en la temporada de un novillero de Aguascalientes que había hecho la transición del viejo Toreo de la Condesa hacia la plaza nueva y que se distinguió siempre por sus buenas maneras ante los toros: Valdemaro Ávila y el tercer elemento atractivo lo constituía el encierro de Pastejé que se lidiaría, que tenía seriedad y que se afirmaba, era una corrida de toros que no se había podido lidiar en la temporada grande anterior.

Completaba el cartel un joven, también de Aguascalientes que con brevedad había obtenido los méritos suficientes para debutar en la plaza de toros más grande del mundo, pues tras de recorrer la legua, el 18 de julio anterior, en la Plaza de San Marcos tiene un gran triunfo alternando con Tacho Campos y Juventino Mora y el 1º de agosto siguiente tendría otro notable éxito en San Luis Potosí alternando con el mismo Manuel Capetillo y Curro Ortega, para así llegar a lo que representaría la cita más importante de su vida. 

El doctor Alfonso Gaona, en ese tiempo empresario de la Plaza México, contó así a Carmelita Madrazo, para su obra Rafael Rodríguez ‘El Volcán de Aguascalientes’. Libro Testimonial,  la manera en la que llevó a su plaza a quien después sería universalmente conocido como El Volcán de Aguascalientes:

...Tengo un amigo desde la infancia a quien quiero mucho – el general Manuel de la Torre – y que hizo una carrera brillantísima dentro del Ejército estando en el Estado Mayor Presidencial... En uno de tantos viajes que Manuel hacía por los estados, le tocó ir a Aguascalientes y me dijo: Alfonsito, fíjate que durante mi ida a Aguascalientes se me acercó un chamaco, delgado, desarrapado, dado a la desgracia, que me pidió te hablara de él. Le pregunté si ya había toreado, y el chamaco me dio estas fotos borrosas y chiquititas   para que te las enseñara. Mira Alfonsito, me impactó su gran deseo de  ser torero. Y le veo ganas de querer ser figura. Es más, me dijo que lo van a poner en San Luis Potosí, así es que pienso ir a verlo... Como yo tenía plena confianza en lo que Manuel me decía, le dije que se lo trajera a México después de verlo en San Luis. Y así lo hizo... Todo mundo sabe lo que sucedió esa tarde de su presentación. Fue una temporada muy bonita porque primero presenté a Paco Ortiz, luego a Manuel Capetillo, luego Jesús Córdoba y  por último a Rafael... En un santiamén se hizo el ídolo de la afición... El muchachito, desde su primera novillada, demostró que estaba para la alternativa...

Por su parte, la manera en la que se dieron los hechos en San Luis Potosí, don Arturo Muñoz La Chicha, banderillero, que fue en la cuadrilla de Rafael Rodríguez esa tarde previa a su presentación en la Plaza México, los contó a la misma autora de esta guisa:

...Al llegar al sorteo, me encontré con Enrique Borja, papá del que luego fue famoso futbolista del mismo nombre y a don Manuel de la Torre, gran amigo del doctor Alfonso Gaona, el empresario de la Plaza México. Al verme Enrique, me dijo con su vocecita ladina: - ¡Quihubo Chicha! ¿Cómo te va? - Bien, y tú, ¿qué andas  haciendo por acá? - Me mandó el doctor para que vea al tal Rafaelillo. ¿Que se arrima mucho y es muy bueno? - Mira, si te digo que es bueno y no te gusta, vas a decir que no sé de toros. Así es que mejor hablamos después de la corrida.... Esa tarde ni Capetillo, ni Curro Ortega se vieron. Solamente Rafaelillo, que se convirtió en el señor Rafael... Estando en el vestíbulo del hotel Plaza, escuché cuando Enrique Borja le hablaba al doctor Gaona: - ¡Hombre, doctor! Rafaelillo está para que lo ponga mañana, no dentro de un mes... Al domingo siguiente, 5 de septiembre, Valdemaro Ávila, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez harían el paseíllo en la Plaza México, con toros de Pastejé...

La tarde del 5 de septiembre de 1948 fue entoldada, lluviosa y el festejo estuvo a punto de suspenderse. Refería Rafael Rodríguez que el ruedo estaba enfangado, por lo que se roció diesel sobre la arena y se le prendió fuego para intentar secar en algo el piso. Decía el torero que la llamarada fue fantasmagórica y una vez disipada la nube de humo y vapor, pudieron salir al ruedo. En una conferencia pronunciada el 28 de abril de 1991, el propio torero lo explicaba así:

Esa tarde parecía que todo se perdía. Densos nubarrones invadieron el cielo de la plaza más grande del mundo, el agua corría por el túnel. Hora y media después los monosabios pusieron el ruedo como ascua de oro. Surgió algo inusitado, que jamás había visto, ni he vuelto a ver. La plaza y el ruedo ardían. Llamas gigantescas en tonos multicolores en azul, verde y amarillo se elevaban y descendían. Apareció una enorme nube de humo que se disipó tan rápido como llegó y al fin pudimos torear…

Por su parte, Valdemaro Ávila, el primer espada del festejo contó a Carmelita Madrazo esto:

...Ese 5 de septiembre de 1948, llovió a cántaros. A la hora en que debíamos hacer el paseíllo, el agua no paraba. El ruedo estaba imposible para torear. Por más aserrín que le ponían, corría junto con el agua. Estuvimos esperando hasta las 5.30 para ver si cedía la tormenta, o de plano se suspendía... Como yo era el primer espada, en mí recaía la responsabilidad. Don Difi me ordenaba que suspendiera la corrida, pero el empresario Alfonso Gaona me insistía que saliéramos porque la empresa perdía dinero. Me sentí sumamente presionado... Bien sabía que las condiciones del ruedo eran pésimas, pero en esos momentos recordé lo que me había pasado en la temporada en que Tono Algara me vetó por no torear, y sinceramente pensé que Gaona iba a hacer lo mismo. Así es que accedí contra la voluntad de Don Difi…

Por su parte, Guillermo Salas Alonso, periodista del diario El Universal de la Ciudad de México recuerda los hechos de esta manera:

…5 de septiembre de 1948. A “Rafaelillo”, a quien también se le conocía como “El Canteado”, no le parecía normal el retraso. Su reloj indicaba que el festejo, su presentación como novillero, debió haber iniciado hace ya varios minutos... Cierto. El inicio de la sesión ha sido demorado... Quisquilloso, el juez de plaza en turno, Lázaro Martínez Gómez del Campo, baja al redondel para verificar las condiciones, pues una lluvia, ligera pero pertinaz, ha caído en horas previas. Y el paseíllo no empieza. El retraso suma ya casi una hora. Entonces, al verlo de cerca y suponer que el ruedo no funcionaría, el chaval de Aguascalientes se suelta a llorar e implora al juez dé luz verde al festejo... Mira fijamente a Lázaro Martínez. Suplica: “No vaya a suspenderla, por favor. No haga eso; es mi oportunidad, no la haga añicos...”. El juez dio su aprobación y se realizó la presentación triunfal, inolvidable...

Rafael RodríguezDr. Alfonso GaonaJuan Espinosa
Armillita. Plaza México 5/09/1948 (Foto: Carlos González)

Al final de la tarde, Rafael Rodríguez salió en hombros de los entusiasmados aficionados, con las orejas y el rabo de Panadero y la oreja de Gitano, como resultado de la más espectacular presentación de un novillero en esa plaza. La crónica de agencia publicada en el diario El Siglo de Torreón es la siguiente:

El debutante Rafael Rodríguez fue el triunfador de la corrida de ayer
Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo voluntariosos.
Capetillo logró palmas en el quinto.
Fue una corrida casi nocturna.
México D.F., septiembre 5. – Por hilo directo. – Terminando en las sombras de la noche la novillada de hoy, que por la intensa lluvia que estuvo cayendo se inició después de las 17:30 horas, fue un triunfo para el debutante Rafael Rodríguez, que cortó dos orejas y un rabo, saliendo en hombros... Sobresalió su labor en el tercero en el cual largó en quites cinco fregolinas de clase, rematando con media rebolera que se aplaudió estruendosamente. Con la muleta, varios derechazos y el de la firma, algunos por alto, uno de pecho. Más derechazos, por alto increíbles cayendo sombreros al ruedo, siguiendo con manoletinas ajustadísimas, rematando de una sola estocada hasta la bola. Cortó oreja y rabo y dio la vuelta al ruedo... En el sexto, ya de noche, Rafael hizo quites por chicuelinas. Al banderillear fue zarandeado aparatosamente, sin consecuencias, clavando un par superior. En los medios da varios pases por alto de pitón a pitón, adornándose agarrando un cuerno y dominando completamente al toro, matando de una entera sin puntilla. Cortó otra oreja y salió en hombros… Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo resultaron opacados por las faenas de Rodríguez, pero estuvieron voluntariosos, aunque poco afortunados debido a que no se pudieron acomodar con el ganado. Capetillo logró algunas palmas en el quinto a la hora de matar por la forma de hacerlo, pero sin nada notable en el trasteo.

Rafael Rodríguez terminaría su paso por esa temporada novilleril cortando cinco rabos e integrando, junto con Jesús Córdoba y Manuel Capetillo aquella terna que pasó a la historia con el sobrenombre de Los Tres Mosqueteros y al final del tiempo, sería el torero que más rabos ha cortado en la Plaza México, pues ya en su etapa de matador de toros, cortó otros seis, para sumar once, cifra que a la fecha no ha sido alcanzada por diestro alguno.

domingo, 19 de agosto de 2012

Un picador de vuelta al ruedo. Sixto Vázquez (II/II)


La actuación de Sixto Vázquez vista por el ilustrador
del diario madrileño Informaciones (10/08/1955)
Hace una semana decía que la unanimidad quedó patente en las diversas versiones periodísticas que registraron los sucesos ocurridos en la plaza de Las Ventas el domingo 31 de julio de 1955. Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, encargado de la crónica taurina en el ABC madrileño, relata así los hechos sucedidos esa tarde:

El cuarto, a pesar de meter el hocico entre las patas y tardear, se arrancó al fin con alegre ímpetu, rabo en alto, codicioso. “Canastillo”, número 7, entró también cinco veces al caballo, proporcionando el tercio más bello de la corrida. Y el público, inteligente, probó que en Madrid se sabe ver toros; que no se ha perdido el gusto por la suerte de varas, que es la fundamental del arte. El picador mejicano Sixto Vázquez – que vino a España con Miguel Ángel y ahora actúa a las órdenes de Jaime Bravo – triunfó en la patria de los Calderones, Trigos, Badila y Agujeta. Lo celebramos como propio, lo incorporamos a los representantes de la mejor escuela española. Y se le premió – ¡caso insólito! – con una vuelta al ruedo. Entre nuestros piqueros los hay de categoría, pero no brillan. Creen que deben estar a la orden incondicional del espada y ser ellos los primeros matadores, los encargados de aniquilar a las reses... Las ovaciones que premiaron los cinco puyazos que clavó en todo lo alto Sixto Vázquez, montando con garbo de rejoneador y encarándose con el buen novillo de Ortega en rectitud y vaciando con arte, deben estimular a nuestros picadores. El nombre del piquero mejicano puede anunciarse con letras gruesas en los carteles. El matador que le lleve – si continúa picando como el domingo lo hizo en Madrid – tiene hecha la mejor propaganda. Algo así como cuando “Guerrita” iba de banderillero. ¿Qué exageramos? Nada de eso. Aún nos parece soñar. Sixto Vázquez, mejicano, resucitó la bella suerte de picar... Esto fue lo mejor de la corrida. Esto y la alegría valerosa con que Jaime Bravo se desenvolvió... Pero Jaime no halló sitio ni forma a la hora de matar y consiguió no más, que ovación y vuelta al ruedo... Fue entonces cuando marchó a buscar a su compatriota subordinado Sixto Vázquez y con él dio la vuelta al ruedo... La plaza, casi llena…

La opinión de Sánchez del Arco nos deja muy clara la diferencia de criterios que se expresaron en cuanto al juego de los toros, en especial en lo que a este Canastillo, cuarto de la tarde, se refiere y que fue con el que el varilarguero de Uruapan quedó inscrito para siempre en la historia de la fiesta. La crónica completa la pueden leer aquí.

No obstante, alguno se preocupó por intentar minimizar el triunfo de Sixto Vázquez, tal fue el caso de Curro Castañares, quien en el diario Ya de Madrid, publicado el martes 2 de agosto de 1955, al hacer referencia a la actuación de Sixto Vázquez y a otro hecho protagonizado por Jaime Bravo, escribe lo que sigue:

...¡Nada nuevo señores!
Al salir de la plaza, los comentarios se polarizaban en torno a dos sucesos ocurridos en la plaza y que algunos espectadores reputaban de casos nunca vistos en el ruedo... Uno de estos sucesos era que al entrar a matar por cuarta vez Jaime Bravo a su segundo bicho, tiró la muleta y entró a matar con la zurda abierta a guisa de engaño. Bueno; pues no es caso nuevo. Es antiquísimo. Y hace veinte años, en el coso madrileño, lo hicieron dos espadas, también mejicanos… El Soldado y Lorenzo Garza... El otro suceso, lo más sorprendente de la novillada toda, fue la vuelta al ruedo del picador azteca Sixto Vázquez, tras el arrastre del cuarto de la tarde, magníficamente picado por él mismo... El matador mismo, Jaime Bravo, le sacó a los medios entre estrepitosos aplausos. Tampoco este caso es nuevo. Otro mejicano, Carlos Arruza, hace tres años, en la feria de la Merced, de Barcelona, sacó en el ruedo monumental entre grandes aplausos a su picador de confianza, cuyo viaje de Méjico le costó muchos miles de duros. ¡Nada hay nuevo bajo el sol!...

Aquí creo necesario hacer un apuntamiento a la segunda afirmación de Castañares. Arruza, que reaparecía en Barcelona, toreó 2 corridas en La Merced de 1952 y en ambas toros de Urquijo. El 27 de septiembre con Aparicio y Jumillano y 28 de septiembre, en la despedida de Parrita de la afición barcelonesa y la alternativa de César Girón. Las crónicas que pude leer en La Vanguardia y en El Mundo Deportivo no reflejan ningún honor especial a su picador Alfonso Tarzán Alvírez. Además, el primer diario de los mencionados en nota del 26 de septiembre anterior, relata la llegada a Barcelona del Ciclón Mexicano acompañado de su esposa, el banderillero Ricardo Aguilar Chicopollo y el citado varilarguero, que era un fijo en su cuadrilla en cuanta plaza toreó vestido de luces.

La parte de la crónica publicada en el número 580 del semanario madrileño El Ruedo, aparecido el 4 de agosto de 1955 a la que inicialmente tuve acceso, aparece sin la firma de su autor, no obstante, el bibliófilo mexicano Daniel Medina de la Serna asegura que es obra de Benjamín Bentura Barico y en la misma se resaltan los valores de la suerte de varas y la manera en la que Sixto Vázquez la ejecutó ese domingo de toros en Las Ventas:

Lo ocurrido merece que echemos las campanas a vuelo. ¿Ustedes ha visto picar irreprochablemente alguna vez? ¿Sospechaban ustedes, después de ver tanta calamidad en el primer tercio, que puede ser artístico el hecho de picar reses bravas? Sí, amigos, sí. Ahí está Sixto Vázquez, que picó al novillo «Canastillo», de Ortega, para demostrarlo. Sixto Vázquez, que merece, como en sus tiempos de subalterno consiguió «Guerrita», que su nombre se anuncie en los carteles en letras del mismo tamaño que las empleadas para dar los nombres de los espadas… Arte brillante este menester de picar cuando se realiza como lo hace Sixto Vázquez. No es cosa fácil, aunque lo parezca a los no aficionados. La primera condición precisa para picar como él es saber montar muy bien a caballo. La segunda, tener el valor suficiente para prescindir de los «monos», y la tercera, conocer a fondo los secretos de la profesión. ¡Poca cosa!... El picador que pretenda parecerse a Sixto Vázquez en este arte se coloca frente al astado, y, sin ayuda de nadie, hace que el caballo avance en derechura hacia su enemigo. Si estima que el burel va a tardar en arrancarse, procura alegrarlo levantando la vara, paralela al suelo, para que el bicho la vea, y hasta empinándose repetidamente sobre los estribos para que el astado responda a lo que, al parecer, es una provocación; pero si, a pesar de todo esto, el toro no se arranca, hay que procurar que lo haga toreando a caballo, en un gallardo juego de arranque y retroceso que no puede ser puro capricho del jinete, sino medida justa y perfecta que lleve rápidamente a la consecución del fin propuesto: la arrancada del toro. Una vez conseguida, no es lícito, o, por lo menos, no debería serlo, esperar a que la fiera meta la cabeza en el peto, para entonces, impunemente, clavar la garrocha a mansalva. Sixto Vázquez hace cosa muy distinta: clava la puya cuando el burel está en su jurisdicción, antes de que llegue a cornear el peto, y detiene, en lo posible, la acometida. Luego, sin rectificar ni taparle al bicho la salida, pone a prueba la potencia de su brazo en pugna con la fuerza bruta de su enemigo, para terminar la suerte tirando las bridas hacia su izquierda, mientras empuja con la puya hacia su derecha al toro. Así lo hizo por tres veces, en el novillo «Canastillo» el magnífico jinete, el gran picador Sixto Vázquez… La suerte de varas, hundida por la mediocridad de la inmensa mayoría de quienes la practican, ha sido reivindicada por ese picador mejicano que trajo a Madrid Jaime Bravo… Tres varas, tres ovaciones; dos saludos castoreño en mano, otra ovación – con parte del público en pie – al retirarse, y, una vez arrastrado el novillo, una vuelta al ruedo… ¿Quién dijo que no interesa ya la suerte de varas? Cuando es un arte, interesa, emociona y entusiasma… Al lado de lo que hizo el picador Vázquez, el resto de lo ocurrido en la novillada del domingo, o tuvo poca importancia o careció de ella en lo absoluto...

La sección de esa relación, que es la referida a la actuación de Sixto Vázquez, la pueden leer en esta ubicación.

Edito: Esta misma mañana, Paco Abad, en su Aula Taurina de Granada, publica ahora sí, completa, la crónica de El Ruedo y me aclara que efectivamente está firmada por Barico. La pueden leer en esta ubicación.

Como se puede desprender de la lectura de las crónicas transcritas hasta aquí, los criterios se vuelven diversos únicamente cuando se hace relación al juego de los toros. La gama de opiniones es amplia, pues oscila entre los extremos que consisten en la mansedumbre declarada por Don Luis en la Hoja del Lunes, hasta la alegre bravura precedida de alguna duda que nos relata Giraldillo en el ABC madrileño y entre esos confines, hay varios matices intermedios. Resulta difícil hacer un juicio acerca del comportamiento de un toro a partir de la mera lectura, pero el hecho de que Canastillo haya acudido tres veces al caballo y haya peleado en ellas, refleja algún grado de bravura.

No fue obra de la casualidad

Una semana después Sixto Vázquez toreaba en El Puerto de Santa María con su matador Jaime Bravo. De nuevo volvía a tener una sobresaliente actuación y de nuevo recorría el anillo acompañando a su matador. De esta ocasión se afirma que se le llegó a conceder una oreja por su actuación, lo que raya en la exageración. Transcribo completa la crónica aparecida en el ABC de Sevilla del 9 de agosto de 1955, en la que se cuenta con brevedad, pero con concisión lo sucedido en El Puerto el domingo anterior:

Puerto de Santa María 7. – Novillos de Marqués de Villamarta. - Jaime Bravo, faena ovacionada para una entera y descabello. (Ovación, petición de oreja y vuelta). El picador Sixto Vázquez da también la vuelta. El segundo lo brinda el diestro a Sixto y hace una faena que es ovacionada. Media estocada. (Ovación, dos orejas, rabo y dos vueltas acompañado del picador). Joaquín Bernadó, faena que se ovaciona para media que basta. (Ovación, dos orejas y vuelta). A su segundo, faena con pases de todas las marcas para un entera que basta. (Ovación, dos orejas, rabo y dos vueltas en unión del mayoral y de los otros dos diestros. El toro es ovacionado en el arrastre). Juan Antonio Romero, bien con los palos. Inicia la faena sentado en una silla. Da pases de todas las marcas para una entera. (Ovación, dos orejas, rabo y dos vueltas). Al que cierra plaza, faena muy buena para una entera que basta. (Ovación, dos orejas, rabo y vuelta). Los tres toreros salen a hombros. – CIFRA.

Como podemos ver, lo informado por el corresponsal de la agencia CIFRA y publicado en la versión hispalense del diario ABC en ningún momento refiere que Sixto Vázquez haya sido galardonado con una oreja. La crónica la pueden leer en su fuente original aquí.

Y después de lo sucedido en El Puerto, a los cuatro días, en Las Arenas de Barcelona Sixto Vázquez, ahora a las órdenes de Antonio del Olivar, volvió a tener una nueva tarde de triunfo, según lo relató en su día para La Vanguardia, Eduardo Palacio:

…Con una entrada más que superior, tuvo efecto ayer en las Arenas la novillada anunciada, cuyo cartel componíanlo seis reses salmantinas, con divisa verde y encarnada, de la ganadería de don Ignacio Sánchez y Sánchez, para los diestros Gregorio Sánchez y los debutantes Antonio del Olivar, de Méjico, y Ángel Jiménez «Chicuelo III». Pues bien, a los seis minutos de terminar el paseíllo de cuadrillas, al veroniquear Gregorio Sánchez el primer buey de la jornada, que se vencía claramente del lado derecho, fue prendido y derribado de mala manera el diestro, al que se trasladó a la enfermería, al parecer, con una cornada en el bajo vientre. Quedó, pues la corrida en un forzoso mano a mano entre los debutantes ya mentados, quienes, aunque pusieron en su cometido una gran voluntad y no poco valor, no lograron más que, en contados momentos, animar el espectáculo... Los seis novillos jugados, unos más y otros menos, fueron mansos, si bien tenían arrobas, no estaban mal encornados y, por lo menos dos, el lidiado en tercer puesto y el soltado en quinto lugar, sirvieron para que «Aldeano» mostrase sus excelentes condiciones de picador en el primero, y el varilarguero mejicano Sixto Vázquez, que tan gran alboroto promovió en Madrid tardes pasadas, demostrase en Barcelona que aquel éxito no fue casualidad. Es, en efecto, un gran jinete y un soberano piquero. Fue muy justa, por tanto, la clamorosa ovación que escuchó, en las Arenas, al clavar dos soberanos puyazos en dicho quinto toro...

La versión íntegra de esta crónica pueden leerla en esta ubicación.

Concluyendo

Sixto Vázquez ejerció el noble arte de picar toros durante treinta y seis años. El domingo 8 de abril de 1984, en la 12ª novillada de la temporada de ese calendario en la Plaza México, en la que para lidiar novillos de Tepetzala, alternaron Alberto Ortega, Manolo García y Alberto Galindo El Geno, terminaría su tiempo de lucir el castoreño. Tras del arrastre de Faisanero, quinto de la tarde y último toro que picó en su vida, se anunció su despedida de los ruedos y para no perder la costumbre, dio una aclamada vuelta al ruedo en la plaza de toros más grande del mundo. 

Sobre este hecho, recomiendo leer un interesante reportaje de José Luis Suárez - Guanes publicado el 10 de abril de ese 1984 en el ABC de Madrid, a propósito del adiós del picador uruapense. Lo pueden ubicar aquí.

Para entonces, su hermano Israel había seguido su mismo camino, su hijo Mario – anunciándose como El Politécnico, por ser estudiante del Instituto Politécnico Nacional – intentó ser matador de toros y su sobrino David también se caló el castoreño para ser un prestigiado varilarguero, continuando con la dinastía de los Vázquez de Uruapan en los ruedos de México y el mundo.

Sixto Vázquez falleció en la Ciudad de México el 6 de agosto de 1995.

El día de mañana aparecerá en esta misma bitácora un anexo gráfico relacionado a este tema, mismo que es posible gracias al doctor Rafael Cabrera Bonet, quien a partir de la consulta que le hice y que relaté en la entrada anterior, localizó en el archivo de don Félix Campos Carranza, en su día Presidente de la plaza de Las Ventas y que ahora tiene en su posesión algunos documentos que me permitieron redondear estas líneas. Con mi gratitud, don Rafael.

Aclaración pertinente: Los subrayados en las crónicas transcritas, son imputables únicamente a este amanuense.

Aldeanos