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domingo, 4 de enero de 2009

Alfonso Gaona: El único empresario que le ha podido a la Plaza México


El pasado 2 de enero se cumplieron 3 años de la desaparición física de Alfonso Gaona de Lara, el emblemático empresario que entre 1940 y 1988 fuera el paradigma del empresario taurino en la capital de la República y por qué no decirlo así, en México entero.

Optometrista de profesión y por ello llamado el Doctor, Alfonso Gaona desde su primera juventud tuvo el deseo de interiorizarse en la fiesta de los toros. Aunque originario de Saltillo, Coahuila, por la ocupación de su padre, la familia se traslada a Morelia en Michoacán, lugar en el que traba pronta amistad con dos morelianos que figurarían en el mundo taurino principalmente como ganaderos: Emilio Fernández y Alfredo Ochoa Ponce de León.

Al enterarse la familia de Alfonso Gaona que tenía intenciones de intentar hacerse torero, le consiguen una beca para estudiar en los Estados Unidos y le envían a Chicago, lugar en el que residía uno de sus hermanos. Allí es donde cursa sus estudios de optometría y al regresar a México, ingresa a ejercer su profesión a los servicios públicos de salud.

Al final de la década de los 30 los estamentos de la fiesta en México estaban divididos. Se había generado el llamado Pacto de San Martín Texmelucan, en el que toreros y ganaderos se dividieron en dos bandos, uno liderado por don Antonio y don Julián Llaguno y que llevaba como cabeza entre los toreros a Lorenzo Garza, El Soldado y Fermín Rivera y el otro liderado por Wiliulfo González de Piedras Negras y los hermanos Madrazo de La Punta y los lideraban como toreros Armillita, Silverio Pérez y Jesús Solórzano.

Ese estado de cosas motivó que en el año de 1939 se dieran dos temporadas, una con toros y toreros del bando de los Llaguno y otra, llamada Relámpago constante de solo 7 festejos, con los de los señores de Piedras Negras y de La Punta, concluyendo ambas en un verdadero desastre, pues las dos resultaron ruinosas para la afición y para las empresas que se afanaron en montar esa competencia que no llevaba a nadie a ninguna parte.

Para el año de 1940, Jesús Torres Caballero y el ganadero de Quiriceo, Jorge Jiménez del Moral que fueran los organizadores de las últimas dos temporadas de corridas en El Toreo el año anterior, quedó fuera de la empresa y el General Maximino Ávila Camacho, hermano del Presidente de la República y titular de la mayoría accionaria de la sociedad propietaria de la plaza designó como nuevos gestores del coso a Anacarsis Carcho Peralta, quien nombró como Gerente a Alfonso Gaona, el que sería el encargado de la parte pública de la operación de la empresa.

La aptitud del llamado Doctor Gaona para la actividad se vio pronto, pues le fue posible conciliar los intereses encontrados de los dos bandos enfrentados por los hechos de Texmelucan y para demostrarlo, confeccionó para su primera tarde, el 1 de diciembre de ese año, la alternativa de Carlos Arruza, otorgada por Armillita y con el testimonio del queretano Paco Gorráez, enfrentando la terna toros de Piedras Negras. El cartel tenía su simbolismo, pues combinaba elementos de los dos grupos en pugna apenas un año antes

Su llegada a la Plaza México se da en el año de 1948. Contaba el Doctor que los primeros festejos los dieron el constructor del coso Neguib Simón Jalife y después, actuó como empresario Lorenzo Garza, pero al tener que desprenderse el empresario y político yucateco de la propiedad de la plaza y del estadio adyacente, a causa de las pérdidas económicas que su construcción le causara, el nuevo adquirente de la misma, le ofreció la operación de ella, desde el año de 1947.

La oferta se hizo a través de su amigo de la juventud, el ya ganadero Emilio Fernández, por cuyo conducto envió una cortés negativa en primera instancia, debido a que sus negocios relacionados con la optometría y una cadena de tiendas de regalos funcionaban muy bien, pero un año después, en 1948, el mismo Emilio Fernández le invitó a una comida en la que le presentó a Moisés Cossío, el propietario de la plaza y allí mismo se acordó el inicio de su actividad al frente de la plaza más grande del mundo, llevando como sub – gerente al empresario potosino Joaquín Guerra.

Allí se consolidó una relación que mantendría a Alfonso Gaona durante 48 años en el empresariado taurino, con sus altas y sus bajas, pues tuvo lapsos en los que aunque era arrendatario de la Plaza México o del Toreo de Cuatro Caminos y en los que además operó las plazas de San Luis Potosí, Monterrey, Tijuana y Aguascalientes entre otras, por los vaivenes de la fiesta de los toros, se vio precisado a mantener las principales cerradas.

Esto redunda en que en esos cuarenta y ocho años de empresario, Alfonso Gaona ofreció 27 temporadas de toros en la Capital de la República, en las que ofreció un brillante epílogo a la Edad de Oro y promovió el surgimiento de la Edad de Plata del Toreo mexicano, con la aparición de Los Tres Mosqueteros en el año de 1948, su primero al frente de la México, amén de que dejó los espacios necesarios para el surgimiento o consolidación de otros diestros como Juan Silveti, Joselito Huerta, Alfredo Leal, Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera, Antonio Lomelín, Jorge Gutiérrez y el último novillero mexicano que volteó al revés la gran plaza, Valente Arellano.

Se le criticó por ser un empresario de plaza cerrada, pero toda su circunstancia me indica, que como en cualquier faena con estructura, el Doctor Gaona le dio las pausas necesarias a la actividad que realizaba y siempre que ofertó espectáculos taurinos al público, la afición y los públicos atendían a su reclamo, el cemento en su tiempo, no era el protagonista en los tendidos.

En sus intermedios (1957 – 1960 y 1965 – 1976), diversas personas y entidades se hicieron cargo del gran coso con resultados variopintos. Cuando terminó su gestión definitivamente en 1988 las cosas tampoco mejoraron y lo único que me demuestran los resultados en su ausencia, independientemente de lo autoritario o pintoresco que haya sido el ocupante de ese sitio, es que el único empresario que le ha podido a esa gran plaza, es el Doctor Alfonso Gaona, de quien hoy hago este recuerdo.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Jesús Córdoba. Seis décadas de magisterio


Cuando el día de Navidad de 1948, el maestro Fermín Espinosa Armillita, mano a mano, le cedió a Jesús Córdoba el primer toro de Xajay corrido ese día en la plaza de toros Rodolfo Gaona de Celaya, Guanajuato, se cerraba una importante etapa de la historia taurina mexicana, en la que tres toreros juntos cimentaron el porvenir de su oficio y de la historia futura del toreo en su patria.

El clasicismo de Jesús Córdoba contrastó con el valor sincero e indomable del Volcán de Aguascalientes y la personalísima expresión taurina de Manuel Capetillo. Por ello, antes de finalizar la temporada novilleril de 1948, Los Tres Mosqueteros marcaban el paso en las cosas del toro.

Nada fácil fue este logro. Recordaré una vez más que la llamada Generación del 48 en materia de novilleros fue muy rica. Basta revisar los carteles de las 29 novilladas ofrecidas por el doctor Alfonso Gaona ese año y veremos nombres como los del recordado Alfonso Pedroza La Gripa - después un excelente torero de plata; Héctor Saucedo; Jorge El Ranchero Aguilar; Fernando López El Torero de Canela; Curro Ortega; Paco Ortiz; Alfredo Leal y otros nombres ilustres de la tauromaquia mexicana. Para sobresalir en esas condiciones, algo muy grande tenía que llevarse dentro y además se debía tener una gran facilidad para expresarlo, lo que sin duda se conjugó en estos tres toreros. Sobre esta última afirmación, creo que la historia me da la razón.

De su paso por los ruedos nos queda la grata impronta de faenas como las de Luminoso, Cortijero o Estanquero en la Plaza México o las realizadas en Madrid el 29 de septiembre de 1957, fecha que marcó la reaparición de Luis Miguel Dominguín en Las Ventas, o la de Sevilla del 24 de abril de 1953, junto a Calerito y Jerónimo Pimentel, festejo al que asistió el Jefe del Estado y que le valió levantarse como triunfador de esa edición de la feria de abril sevillana.

Los toreros de su corte siempre tienen la desventaja de ser considerados o fríos o estilistas o académicos y el primer reproche que se les hace es su supuesta incapacidad de conectar con los tendidos. Creo esas afirmaciones son equivocadas pues hoy recordamos a una figura del toreo, a un gran torero que hizo de su conocimiento de los toros y de sus terrenos y de la finura con la que realizaba las suertes, una tauromaquia que es hoy día un referente.

La visión del Maestro Córdoba acerca de algunos temas de la Fiesta es la siguiente:

La expresión del torero:

Siempre hay una razón del por qué existe algo que se puede expresar con certeza, consciente en la realidad de la expresión natural de un arte. Es la interpretación al exterior de sí mismo, de la inspiración con la seguridad técnica de su ejecución; siendo la razón el estudio y la enseñanza práctica que se ha recibido, unido a la intuición propia…


La creación artística:
El ser humano…. ha creado una de las artes más hermosas, en la que refleja su destreza y personalidad. En una sola frase, su expresión física e inteligente…

Nuestra capacidad de asombro:

El arte del toreo, que actualmente lo entendemos como la expresión que pone a flote los más hondos sentimientos del hombre - miedo, valor, coraje, duda, alegría y nobleza - hacen brotar también una de sus más grandes cualidades: La capacidad de admiración (tan desgastada en la actualidad)…

El estilo en el torero:

En la ejecución de los pases nacieron los estilos… Algunos son inspirados por una capacidad creadora, otros simplemente son técnicos, es decir, aplican hábilmente su conocimiento de la lidia, o como a veces decimos, su oficio. Ambos estilos son muy importantes. Pero hay otro tipo de torero fundamental para la fiesta: El valiente. Es el que hace alarde de ese dominio al miedo llamado valor, estrujando así al espectador, despertando en él una angustia que le provoca emoción. El público siente admiración y respeto por quienes ejecutan ese tipo de toreo…

La personalidad del torero:

El estilo de los toreros se define conforme a su sensibilidad, su forma de ser, su personalidad y propio sentimiento, su carácter y naturalmente, su valor. De todo esto va impregnado su toreo, ¡qué es lo que nos gusta! Más aún cuando llega la inspiración y todo el entorno se muestra propicio. Por ello los diferentes estilos mantienen ese interés por la fiesta. Nunca se pida que un torero actúe como el otro. Debemos conservar esa variedad, pero siempre dentro de una autenticidad
.

Hoy reconozco a este gran hombre y gran torero su aporte a la fiesta. Tras de dejar los ruedos, se ha preocupado por formar a quienes han de continuar llevando adelante la tradición y la historia que representa la Fiesta de los Toros.

¡Enhorabuena Maestro y que sean muchos años más!

Aldeanos