El 24 de diciembre de 1948 se anunció en la vieja
Plaza Colón de
Querétaro, la tradicional corrida de Navidad. Seis toros de
La Punta para
Luis Procuna,
Rafael Rodríguez y
Manuel Capetillo, quien recibiría la alternativa. Había transcurrido poco más de un año desde que
Rafael González, ganadero de
La Esperanza, le hubiera conseguido ese puesto extraordinario de sobresaliente en la plaza de
El Progreso y que un quite por fregolinas lo lanzara a la cabeza de la novillería en ese momento.
El primero de la tarde fue
Juchiteco, negro como todos los punteños y el toricantano se vio bien con él. El segundo toro de su lote,
Callebaja, le infiere una cornada grande en el muslo izquierdo, por lo que se frustra la confirmación programada para el 2 de enero siguiente. Recuperado ya del percance, logrará ese objetivo cerca de un mes después. En efecto, el 23 de enero de 1949, hizo el paseo en el
Coso de Insurgentes flanqueado por
Luis Castro El Soldado y
Antonio Velázquez. En los corrales se encontraba una corrida de don
Antonio Llaguno y el sexto de ellos, bautizado por su criador como
Avellano, permitió a
Manuel el obtener el primer rabo de su carrera como matador de toros en esa plaza. Al respecto, el propio
Manuel es el que relata:
La alternativa la tomé el 24 de diciembre de ese 1948 en Querétaro siendo, Luis Procuna el padrino y Rafael Rodríguez el testigo y recibí una cornada en el muslo izquierdo. Después, en enero del año siguiente, confirmé la alternativa en la Plaza México con El Soldado como padrino y Antonio Velázquez como testigo. Esa tarde me salió un toro de San Mateo que resultó de bandera y le corté las orejas y el rabo. Debo decirte, no obstante, que el toro estuvo muy por encima de mí y que a la fecha creo que los trofeos me los dieron por estimularme y como recuerdo de mi temporada novilleril, Las cosas como son…
En cuanto a su forma de hacer el toreo,
Manuel Capetillo resultó ser un heterodoxo, se apartó de los cánones. Eso le hizo lograr – aprovechando su elevada estatura – dar una gran extensión a los muletazos, hecho que motivó que tras su triunfo del 17 de febrero de 1957, don
Alfonso de Icaza Ojo, le proclamara
El mejor muletero del mundo.
Así describe
Capetillo sus procedimientos ante el toro:
Mi manera de pararme ante el toro es contraria a los cánones clásicos. La escuela rondeña especifica que torear es cargar la suerte, echando la pierna contraria para adelante. Más yo toreo descargando la suerte. Con la pierna que cita por delante y la otra un poco atrás.
¿Con qué objeto?
Alargar el muletazo a una dimensión tal, que se puede hablar del cuarto tiempo. Además, la fuerza inicial del toro se aminora con esa vuelta, con ese consentirlo, con ese curvarlo. El paso del toro se vuelve más lento y su lentitud consiguiente es que me permite templarlo con una suave cadencia que de otro modo no conseguiría.
A confesión de parte, relevo de prueba. Aún así, no hay duda sobre la calidad de
figura del toreo que tuvo
Manuel Capetillo. De los toreros de su tiempo, ha sido el mas longevo, pues en mi opinión, supo adaptarse al cambio que se fue gestando en el toro mexicano, que fue definiéndose cada vez mas hacia la suavidad – perdiendo raza y por ende emoción en su lidia – permitiendo faenas de muleta muy largas, en desdoro del primer tercio de la lidia, que fue el que paradójicamente permitió a este torero salir del ostracismo, pero estableciendo un nuevo canon que es el que a la fecha sigue vigente.
Hoy se cumplen seis décadas de su alternativa como matador de toros y por ello le recuerdo en este espacio.