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sábado, 28 de abril de 2012

Tal día como hoy. 1963: Manolo dos Santos y Enrique Vera resultan los mejor librados en el cierre del serial


Manolo dos Santos
Hay toreros que ingresan a los carteles de las ferias por una mera cuestión coyuntural. Creo que ese fue el caso de Enrique Vera, que formó terna con Manolo dos Santos y Jorge El Ranchero Aguilar en la cuarta y última corrida de la Feria de San Marcos del año de 1963, al socaire del éxito que habían tenido sus incursiones en el cine, particularmente en dos películas; El Niño de las Monjas y El Último Cuplé, ambas éxito de taquilla aquí en Aguascalientes. No omito considerar que también Vera participó en Tarde de Toros, dirigida por Ladzlo Vadja, pero por su focalización a los entretelones de la fiesta, quizás su impacto fue menor que las dos primeras.

Un testigo que considero de excepción de esta tarde, mi amigo Gustavo Arturo de Alba, explica en su portal Cineforever la composición mayoritaria del público de esa tarde y las razones de su asistencia:

...Enrique Vera vino a México en 1962 y 1963, sin que llegará a actuar en la Plaza México, pero si lo vimos en Aguascalientes, durante la Feria de San Marcos de 1963, en que mi padre me mandó de “chaperón” de una de mis hermanas solteras, en ese tiempo, la cual quería ir a ver, en vivo y en directo, al guapo torero que había enloquecido de amor por la cupletista Sara Montiel. La corrida de marras se celebró el 28 de abril, alternando Enrique Vera con Manolo Dos Santos y Jorge “El Ranchero” Aguilar, en la lidia de un encierro de “El Rocío”, en donde el único animal que se prestó para el lucimiento de los toreros, fue precisamente el que le tocó a Vera, quién consiguió dar una vuelta al ruedo, en una faena de aliño, dada la áspera embestida del burel, en que se lució, como en la película, con sus manoletinas y muletazos por alto, aparte de ligar una serie afortunada de derechazos, pero lo cierto es que Enrique Vera no era un torero profundo, que llevaba gente a la plaza, más bien se iba por complacer o, la obligación de acompañar a hermanas o novias, según fuera el caso, a los tendidos para que admiraran la galanura de ese lidiador, el cual también combinaba la actuación en teatro, con las de cine, bailarín y cantante de andaluz… ah y también cuando tenía tiempo era torero...

La otra visión del festejo

La crónica publicada en el diario El Sol del Centro y suscrita por don Jesús Gómez Medina, refleja un festejo tedioso, principalmente a causa de la sosería de los toros murubeños de la ganadería de El Rocío, en esas fechas propiedad todavía de don Manuel Buch y Escandón, los que, si bien fueron bravos para los caballos, pronto se aplomaron. Del relato que hace don Jesús puedo rescatar lo siguiente:

Su majestad el tedio imperó ayer en el Coso San Marcos... Un solo puyazo, pero de efectos, pues el toro recargó y el varilarguero apretó el palo de firme y, tras un connato de toreo por las afueras a cargo del espada en turno, ya tenemos a éste con los garapullos en la mano... Por cierto, éste del segundo tercio uno de los episodios más destacados en la actuación de Dos Santos, pues éste con facilidad y oportunidad, colgó cuatro pares en el sitio adecuado, sobresaliendo por su emotividad y buena ejecución el sesgo por las afueras que colocó en cuarto término... Se adornó más tarde realizando el lasernista, siempre en pugna con un burel cuya sosería se acentuaba a cada momento. Y, para concluir, dejó una estocada contraria y delantera que hizo doblar. Ovación y vuelta al ruedo... Enrique Vera. Este joven torero hispano también cuajó los instantes más aplaudidos de su labor, mientras lidiaba al primero de sus antagonistas... Pese a la sosería del bicho, Vera echó tipo en dos parones por el lado derecho, que se quedaron sin rematar cuando el del Rocío tomó las de Villadiego... El trasteo, brindado a toda la concurrencia, incluyó tres series de derechazos cuya brillantez fue en aumento, rematadas con otros tantos pases de pecho. Se aploma el socio; Vera se adornó con tres manoletinas muy quietas y ceñidas, tras las cuales sufre un trompicón... Hace una rabieta el hispano, que no ha podido olvidar que alguna vez trabajó ante las cámaras cinematográficas. Y a toro parado, clava el acero hondo y con tendencias, y remata con descabello al primer golpe. Vuelta al ruedo, entre aplausos cerrados... Dejábamos de consignar cómo fue la entrada: regular en el tendido sombreado y muy floja en sol. Y es que los aficionados tienen un olfato...

Esos son los episodios más rescatables de un festejo que pasará a la historia también por ser la última vez que pisó vestido de luces el ruedo de la Plaza de Toros San Marcos el Lobo Portugués Manolo dos Santos. El cartelillo anunciador del festejo señalaba que en esa corrida se despedía del público de Aguascalientes, como de hecho, sus números parecen delatar que ya lo había hecho de los públicos europeos, pues si bien el año anterior había actuado en 25 festejos, en éste de 1963, ya no se presentó en plazas de allende el Atlántico y en México particularmente, solamente se vistió de luces en cuatro oportunidades. En cuanto a esta anunciada despedida, la crónica del festejo no hace mención ningún acto puntual destinado a señalar ese hecho dentro del mismo, pero el hecho del adiós de nuestras plazas sí resultó definitivo.

El festejo de hoy. 3ª corrida de feria: 7 toros de Begoña para el rejoneador Jorge Hernández Gárate, Julián López El Juli, Juan Pablo Sánchez y Arturo Saldívar.

viernes, 27 de abril de 2012

Tal día como hoy. 1969: Cortando tres orejas, Manolo Martínez se alza como el triunfador de la Feria


Tras de su presentación en nuestro serial abrileño de 1967, en una corrida extraordinaria, Manolo Martínez reaparecía en la Plaza de Toros San Marcos en la corrida que daba término a la Feria, alternando con Joaquín Bernadó y Alfonso Ramírez Calesero Chico, para lidiar un encierro de Suárez del Real. La corrida adquiría cierta significación, aparte de la propia que le correspondía por su lugar en las celebraciones sanmarqueñas, porque el torero de Monterrey estaba a punto de salir a iniciar su primera campaña en ruedos europeos. De hecho, tras de esta actuación, solamente se presentaría el 1º de mayo en Tepic y el 4 en Querétaro para matar en solitario toros de Javier Garfias y de allí partir a España, para presentarse en la Corrida del Corpus en Toledo el día 5 de junio de ese 1969.

El triunfo de Manolo Martínez

En su crónica publicada en el diario El Sol del Centro al día siguiente del festejo, don Jesús Gómez Medina se ocupa exclusivamente de la actuación del que estaba en camino de ser el mandón. No hace una sola referencia a las actuaciones ni de Joaquín Bernadó, ni del hijo mayor de Calesero. Del preámbulo recojo estas impresiones:

No pudo haber sido más torero el adiós de Manolo Martínez; en pleno triunfo, entre aclamaciones, aplausos y música y llevando consigo las dos orejas del último astado que lidió en Aguascalientes... Porque el de la Sultana del Norte se halla a punto de atravesar el charco, en ruta hacia la Madre Patria a donde marcha en pos del espaldarazo consagrador de los públicos hispanos. Pero, antes, busco que su adiós a la plaza que durante estos breves días, se transforma en el aula máxima del toreo, en la academia del arte taurino, revistiése la brillantez y la solemnidad más singulares...

Manolo Martínez enfrentó esa tarde a dos toros de nombrados por su criador como Pepinillo y Ruizeño, ambos de muy diferentes condiciones. Y con ellos realizó dos faenas de gran intensidad de acuerdo con el relato que hace el invocado don Jesús Gomez Medina. El quinto, Ruizeño, fue el del gran triunfo y sobre este, el cronista escribió:

...“Ruizeño”, era por el contrario un adversario difícil, peligroso; con fuerza y sentido. Por ello puso en apuros a un banderillero tan diestro como Rutilo Morales... Y en el ambiente de la plaza brotó la incógnita: “¿Sería capaz Manolo Martínez de hacerle faena a un enemigo con tales características...?” Pues sí; ¡también al enemigo difícil le hizo la faena y, encima, le cortó las dos orejas!... ¿Es o no es todo esto, demostración de torerismo?... Porque triunfar con el toro dócil, pastueño, que más que enemigo resulta colaborador del torero, esto muchos lo hacen. Vencer, en cambio, tras de remontar la corriente; llegar al éxito tras de haber superado obstáculos y luego de poner en riesgo la epidermis, esto es privativo de los menos. De los ases, de las figuras, de los toreros de época, como este Manolo Martínez... Pero digamos ahora someramente cómo fue la faena del gran triunfo del reinero. Dos o tres muletazos de exploración como para medir, para calibrar al astado, y acto seguido, sin más trámites, sin nuevas dilaciones, a pararle y a correr la mano y a enrollarse a “Ruizeño” con la seguridad, con la facilidad y la frescura que se emplearían para torear a un toro de cartón.... A fuerza de aguante, Manolo desengañó al astado. Vamos, se apoderó de él, como se dice en la jerga taurina. Y logrado esto, hizo con el bicho cuanto le vino en gana. Lo toreó por derechazos templados y mandones, rítmicos y señoriales – ¡derechazos de Manolo Martínez! –; se lo pasó por la mismísima camisa en los pases de pecho escultóricos, ajustadísimos. Y además, el péndulo, los molinetes, los de la firma combinados con el trincherazo. ¡Todo cuanto en gana le vino ejecutó!... Y, como epílogo, un espadazo desprendido, que pronto surtió efectos.... Vendría luego la escena que antes aludimos; el triunfo, el apoteosis de Manolo Martínez; la concesión de las dos orejas, la vuelta al ruedo, las aclamaciones... En suma, la entrega de un público plenamente rendido frente a la evidencia de que, con Manolo Martínez, el toreo mexicano está en el camino de adquirir una dimensión y un esplendor que antaño tan solo supieron darle los llamados toreros de época, las figuras cumbres de nuestra torería...

En efecto, la visión de don Jesús no estaba apartada de la realidad que estaba por venir. Sería cuestión de un par de temporadas más para que Manolo Martínez consolidara su posición al frente de la torería mexicana y efectivamente, se convirtiera en una figura de épica y de época, todavía a estas fechas vara de medir en estas cuestiones.

El festejo de hoy. 2ª novillada de feria: 6 novillos de José Julián Llaguno para Ricardo Frausto, Manuel Fernández Mazzantini y Efrén Rosales.

domingo, 22 de abril de 2012

Tal día como hoy: 1973. En la alternativa de Vito Cavazos, es Curro Rivera el que hace el toreo


El primer toro que se lidiaría en la Feria de San Marcos de 1973 sería un toro de alternativa. El suceso también tendría un dejo de novedad en nuestro ciclo abrileño, pues si bien en el pasado reciente del Coso de la calle de la Democracia se habían celebrado dos ceremonias de investidura de matadores de toros – El lusitano Óscar Rosmano el 29 de noviembre de 1970 y Armando Mora el 28 de marzo de 1971 –, la última que se había celebrado en un festejo sanmarqueño había tenido lugar en 1960, cuando Luis de Seda y Oro elevó a la categoría superior al trianero Rubén Salazar el primero de mayo de ese calendario.

La información previa al festejo, publicada en el diario El Sol del Centro refleja la expectación que producía el serial y en sí el cartel inaugural, tanto por la reaparición de Eloy Cavazos y Curro Rivera, como por la novedad que revestía el investir en la Feria a un nuevo matador de toros, en este caso, David Vito Cavazos. De esa nota, entresaco lo siguiente:

Reaparecen Eloy y Curro y se doctora Vito Cavazos. A guisa de preámbulo de lo que será esta Feria, ya el cartel inicial incluye la actuación de dos de las tres máximas figuras del toreo nacional: Eloy Cavazos, el sensacional pequeño y gran torero de Monterrey; Curro Rivera, el autor de la que fue, indiscutiblemente, la mejor faena en la pasada temporada metropolitana... Y al lado de ambos, compartiendo responsabilidades y disfrutando también, desde hoy, de idéntica jerarquía, Vito Cavazos, que en esta primera corrida alcanza la meta codiciada por cuantos en un día vistieron por vez primera el traje de torear: la alternativa, el doctorado...

Yo asistí a esta corrida. Mis recuerdos se limitan principalmente a los seis toros que se lidiaron en ese festejo al que fui llevado por mi padre. El toro de la ceremonia – un negro listón, al que recuerdo con mucha cara y arrobas – volteó la cara al primer picador y le comenté a mi padre que el toro era manso. En cuanto se colocó de nuevo al toro, este se arrancó de largo, recargando fuerte y metiendo los riñones, propinando un tumbo al piquero y lo que es más, recuerdo que repitió la escena en la siguiente vara. Cuando todo esto sucedió, mi padre me dijo Allí está tu manso, fíjate bien en ese toro, que es muy bravo, porque va a pasar mucho tiempo para que veas otro igual... Al final de la corrida tuve la oportunidad de conocer y felicitar personalmente al Ingeniero Mariano Ramírez, el ganadero de la tarde, quien se encontraba conversando con los matadores retirados Rafael Rodríguez y Humberto Moro y el empresario Guillermo González entre otras personas. No recuerdo la respuesta que me dio don Mariano, pero sí percibí que en ese momento era un hombre inmensamente feliz.

Alguna información más precisa

Para este serial don Jesús Gómez Medina había vuelto a ocupar su cátedra en El Sol del Centro, combinando esa actividad con la Presidencia de los festejos taurinos en la Plaza San Marcos y de su narración de la corrida se desprende con más detalle y precisión lo siguiente:

¡Torear bien!... ¡Torear con arte!... Torear, en suma, como ayer lo hizo con el nobilísimo “Cartujo” del Ing. Mariano Ramírez, Currito Rivera. Feliz conjunción del burel dechado de alegría y excelente estilo, con el torero – torero, con el torero artista.
¡Oh! aquellos naturales cadenciosos, de dilatada trayectoria, ligados a la perfección en el último sitio y culminados, según la ley de toreo rondeño, con el pase de pecho ejecutado al mismo ritmo caricioso de los muletazos precedentes.
Especialmente en la segunda de las dichas series pareció culminar la plasticidad, la hondura y el bien torear. Negreaban las pisadas de “Cartujo” en torno del torero, transformado en epicentro que giraba levemente sobre las plantas, mientras que de su muleta brotaban, como rojas amapolas, la milagrería de aquellos pases naturales, flor de clasicismo, sí; pero nimbados a la vez con la luz iridiscente de un arte juvenil, radioso, alegre...
El toreo es liturgia y rito; pero, también, gallardo desplante, bizarría y alarde jocundo y triunfal.
Más tarde, con la diestra, idéntico derroche de torerismo y de belleza en los derechazos, en los pases circulares, en los molinetes; en toda la gama, en suma, de bien torear a que daba pie la nobleza sin límite y la aterciopelada embestida de “Cartujo”.
A estas alturas, prácticamente las orejas y el rabo estaban ya en las manos de Currito; más precipitóse un tanto éste, llevado sin duda del deseo de acabar cuanto antes; y aunque se fue en corto y por derecho, particularmente la segunda ocasión, pinchó dos veces antes de sepultar hondo el acero, en sitio un tanto trasero... se esfumaron los apéndices; más los aficionados, embriagados todavía de emoción taurina, hicieron a Curro Rivera objeto de una cálida, estentórea ovación, mientras los despojos de “Cartujo” habían desaparecido sin recibir en homenaje de que eran merecedores...

Don Jesús califica la actuación de Eloy Cavazos como integrada por una media faena y la de su hermano David, el toricantano como deslucida. El toro de la alternativa se llamó Esclavino y fue de pelo negro listón.

Algunas reflexiones finales

De la misma crónica de la corrida y a partir del hecho de que don Jesús Gómez Medina estimó en ella que el quinto de la tarde, Cartujo, merecía premio a sus despojos y de otro hecho ocurrido al final de la lidia del cuarto de la tarde, en el sentido de que Alberto Ortiz El Chaval de Orizaba, banderillero de la cuadrilla de Eloy Cavazos ahondara una espada para precipitar la muerte del toro, transcribo lo siguiente:

Se impone concluir esta reseña con algunas consideraciones de carácter netamente personal: ¿por qué el que esto escribe, al actuar como Juez de Plaza, no ordenó los honores que merecían los despojos del estupendo “Cartujo”? ¿Y también por qué no hubo sanción alguna para el Chaval de Orizaba?
En el primer caso, visto el desenlace poco feliz de la gran faena de Curro Rivera y conociendo la índole de los aficionados, juzgué que al tributar un homenaje al astado, aquellos interpretarían que con éste queríase decir que el torero no supo estar a la altura del toro; lo que era inexacto y por tanto, resultaría injusto.
En cuanto a la falta de sanción para el Chaval de Orizaba, que estas líneas sirvan de aviso a él mismo y a otros subalternos, a efecto de que, en los posteriores festejos se abstengan de realizar actos tan rotundamente antitaurinos como el llevado a cabo por dicho banderillero...

El festejo de hoy. 1ª corrida de feria: 2 de Fernando de la Mora para rejones y 4 de Jesús Cabrera para Pablo Hermoso de Mendoza, Rafael Ortega y Alejandro Amaya.

sábado, 21 de abril de 2012

Tal día como hoy: 1972. Alfredo Leal borda al natural un toro de Las Huertas


Prudente aclaración: A partir de hoy y hasta el día 13 de mayo, apareceré por aquí con más frecuencia de la acostumbrada. El motivo de mi presencia será la de recordar con Ustedes algunos hechos ocurridos en nuestra Feria de San Marcos en otros tiempos. Espero que encuentren interesantes esos recuerdos, que son los hechos que han dado su grandeza a esta Fiesta y a esta Feria.

La Feria de 1972

El ciclo de San Marcos de 1972 nació entre aires de tormenta. Tras de los repetidos triunfos de Manolo Martínez en el año anterior, era, para afición y empresa, un ingrediente necesario en los carteles del ciclo abrileño. En las noticias previas al anuncio de la composición de la Feria, se mencionó con insistencia su nombre como el eje de la misma, pero al final, la noticia que sacudió el ambiente taurino de Aguascalientes, fue el que la empresa que dirigía Guillermo González Muñoz no había podido llegar a un arreglo con el diestro regiomontano y que por ello, se quedaba fuera del serial, descansando todo el peso de éste en Curro Rivera, que como principal atractivo, mataría en solitario una corrida de Torrecilla el día del Santo Patrono.

Otro de los hechos a destacar, sería que la noche del lunes 24 de abril, uno de los diestros que tenía una impecable trayectoria en los ruedos de ambos lados del Atlántico y una clase privilegiada, pondría punto y final a su andar por las arenas. Alfredo Leal, El Príncipe del Toreo había escogido el escenario de la Plaza de Toros San Marcos para matar lo que debería ser el último toro de su vida.
Ese era el escenario en el cual se presentaba el festejo que hoy les quiero recordar.

La corrida del 21 de abril de 1972

Para esa tercera corrida de feria, se anunciaron 8 toros de Las Huertas, ganadería entonces propiedad de Luis Javier Barroso Chávez, que lidiarían el nombrado Alfredo Leal, Joaquín Bernadó, Alfonso Ramírez Calesero chico y Jesús Solórzano hijo. La nota previa al festejo, señalaba que el encierro era disparejo, una escalera, según podemos leer enseguida:

La verdad no nos gustó el encierro de Las Huertas que se lidiará esta noche: es disparejo, fuera de tipo y algunos toros dan la impresión de estar pasados de edad. Pero como dijo Alfonso Ramírez “Calesero”: “Yo no quiero que me gusten, quiero que me embistan...

Ante esa corrida, el festejo se fue deslizando entre altibajos, hasta que salió el quinto de la noche, llamado por el ganadero Lupillo, por ser hijo de Guadalupano, un toro que indultara Raúl García en la Plaza México el día de San José de 1967. 

La crónica del festejo a que hago referencia es de Francisco Lazo, cronista titular del diario deportivo Esto de la Ciudad de México y que por ese año ejerció de cronista huésped en el diario local El Sol del Centro, en virtud de que el cronista titular, don Jesús Gómez Medina ocupó el Palco de la Autoridad durante ese calendario, incluida la Feria, por lo que de esa relación recojo lo siguiente acerca de la faena del Príncipe del Toreo a ese toro de Las Huertas:

Lanceó en el centro del anillo, cargando ligeramente sobre la pierna de salida, a ritmo lento. Y con la muleta, echándola apenas adelante, embarcaba, templaba y mandaba, muy erguido, moviendo solo el brazo, con elegancia. Eran los primeros muletazos, bellos en ejecución, pero aún sin el sentimiento que iba a desbordar Alfredo sobre el ruedo de la plaza de San Marcos... Y ahora con la izquierda, más lento todavía, haciendo flamear el trapo rojo en el último tiempo, con un suave muñecazo. Trataba al toro con delicadeza para hacerlo sentir a gusto y sentirse él, Alfredo, igual. Y todo allí, en el centro del anillo, sin paréntesis que pudieran romper la continuidad, que sacaran de su embeleso al torero y cortaran aquél coro de ¡torero, torero!, o las aclamaciones que de tan continuas, parecían una sola... Pocas, pocas veces se ha visto torear así; repetimos, pocas veces se encuentran un toro de tanta calidad y un torero de tanto arte... Se echó la espada a la cara Alfredo y el público, engolosinado gritaba ¡no, no!, pues quería seguir disfrutando de aquellos momentos. Solo que era ya hora de entrar a matar, y lo hizo Leal, muy derecho, dejando una estocada entera, un tanto traserilla, que hizo rodar sin puntilla al noble animal. Petición unánime. Dos orejas concede la autoridad, solamente, quizás por la colocación defectuosa del acero. A Leal no le importaban los trofeos, como tampoco pareció importarle al público. Y juntos, torero y aficionados se entregaron a la celebración, uno sonriendo ampliamente y los otros vitoreándolo. Y le dijo Alfredo al “Chacho” Barroso: “¡Qué toro!”. Y le respondió el ganadero: “¡Qué torero!”...

El resultado final de la corrida redundó en una tesonera actuación de Joaquín Bernadó, una desdibujada y abúlica presentación de Calesero chico y una entonada presentación de Jesús Solórzano hijo, quien se vio en la necesidad de regalar un sobrero de Jesús Cabrera, al inutilizarse su segundo toro. Con la lidia de nueve toros, el festejo concluyó cuando faltaban quince minutos para las doce de la noche.

Leal y su anunciada despedida

Tras de su faena al quinto de la noche, refiere Francisco Lazo en su crónica la siguiente declaración de Alfredo Leal:

Sí; me voy. Pero deseo hacerlo con dignidad... y toreando así como pude hacerlo hoy. Hubo momentos en que no escuchaba nada, como si el toro y yo estuviéramos en el vacío, él embistiendo y yo llevándolo suavemente... Luego parecía reventar todo y escuchaba la aclamación. ¡No veas que feliz me siento...!

El Príncipe del Toreo toreó la corrida del 24 de abril anunciada como la de su despedida y cuajó otro toro por naturales, de Jesús Cabrera, la ganadería que fue el cimiento de muchos de sus éxitos. Sin embargo, después de esa noche decidió que no podía seguir sin torear y aquí le tuvimos el año siguiente y en los ruedos de México pudimos disfrutar de su arte y de su clase durante todavía algo más de una década.

El festejo de hoy. 1ª novillada de feria: 6 novillos de Real de Saltillo para Antonio Lomelín hijo, Ricardo Frausto y Joaquim Ribeiro El Cuqui.

domingo, 5 de febrero de 2012

5 de febrero de 1973: Triunfo y escándalo en Aguascalientes. Manolo Martínez y Palomo Linares


Al delinear la personalidad y la actividad de Guillermo González Muñoz como empresario de las plazas de Aguascalientes, señalaba que a pesar de que inició el proceso que terminó por reducir la actividad taurina de nuestra ciudad al lapso temporal de la Feria de San Marcos, tuvo la creatividad para procurar a la afición de su tierra carteles con atractivo, procurando aprovechar los huecos que quedaban en las agendas de las exclusivas de las figuras con empresas que regentaban plazas de mayor capacidad, propiciando verdaderos acontecimientos como el que me motiva a escribir estos recuerdos.

El ambiente previo

El día 5 de febrero, aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917 hasta hace pocos años era feriado – hoy el feriado se ha recorrido al lunes siguiente – y por ello, era una fecha en la que se celebraban festejos taurinos a lo largo y ancho del territorio nacional. En 1973 nuestra Plaza de Toros San Marcos fue escenario de un festejo que tras concluir, quedaría en la historia del coso, un mano a mano entre Manolo Martínez y Sebastián Palomo Linares, para lidiar toros de Suárez del Real

Los dos toreros venían precedidos de notables actuaciones. Manolo Martínez era el triunfador de las últimas ediciones de la Feria de San Marcos y el domingo anterior, en la despedida de Joselito Huerta, en la Plaza México, realizó una faena de gran calado a un toro de José Julián Llaguno, en tanto que Palomo Linares todavía venía con el sambenito del rabo cortado en el San Isidro anterior en la Plaza de Las Ventas. La nota previa al festejo, publicada por Everardo Brand Partida en el diario El Sol del Centro del día de la corrida, recoge entre otras cuestiones lo siguiente:

Se ha dicho que un mano a mano debe tener una justificación, y esta es precisamente la que consideró el empresario Guillermo González para montarlo, al reanudar su temporada, confrontar a los dos toreros que más interesan, que más despiertan las pasiones entre el público, y estos son los de México, Manolo Martínez y de España, Sebastián Palomo “Linares”... Este torero, cabe así señalarlo, está en deuda con la afición hidrocálida, le debe una tarde. Aún recordamos aquellas declaraciones vertidas hace un año, en vísperas de su confrontación con Eloy Cavazos, en el mismo ruedo de la San Marcos. Sebastián dijo a EL SOL: “A la Sevilla de México, a Aguascalientes, vengo a dar la tarde, vengo por un triunfo grande”... Si bien Palomo “Linares” estuvo en plan grande aquella tarde, especialmente con su quinto enemigo al que toreó superiormente y mató mucho mejor, entregándose como los buenos, no logró redondear el triunfo que esperaba en la “Sevilla de México”, como es considerada Aguascalientes en la Madre Patria... ¿Será esta la tarde que Sebastián adeuda a la afición hidrocálida? Pues sinceramente así lo esperamos, ya que el público disfrutará en grande viendo torear a los ases de las barajas taurinas de aquí y de allá...

La corrida estaba sujeta a grandes esperanzas de la crítica y de la afición y aunque su desenlace sería agridulce, se puede considerar que terminó por responder al interés que despertó, aunque en los tendidos numerados no se reflejara en su totalidad ese interés, puesto que si bien recuerdo que las localidades generales lucían repletas, las de mayor precio ostentaban evidentes claros.

El triunfo… y el escándalo

Manolo Martínez vistió de negro y oro, en tanto que Palomo Linares lo hizo de negro y plata. No recuerdo quién ofició como sobresaliente, pero casi creo que fue el trianero Armando Mora. La corrida fue presidida por don Jesús Gómez Medina, que por esas calendas se tomaba un tiempo sabático en su tribuna de El Sol del Centro, para dedicarse a intentar conducir los festejos taurinos desde el palco de la autoridad en la Plaza de San Marcos. El encierro de Suárez del Real fue justo de presencia, acusando su procedencia de Jesús Cabrera y en términos generales dirían las crónicas, se dejó hacer, tanto así, que Manolo Martínez le cortó las orejas al primero y al quinto y perdió quizás el rabo del tercero por fallar con la espada y Palomo Linares pudo brillar a altas cotas, de no ser por lo que enseguida veremos.

La crónica de Everardo Brand Partida relata lo siguiente respecto del triunfo de Manolo Martínez:

“Caramelo”, fue el primero de la tarde... y el diestro de Monterrey se enfrenta con su enemigo, que cambia totalmente de lidia, ya que se fue p’arriba, embistiendo suavemente y con nobleza, y estas condiciones son aprovechadas extraordinariamente por el diestro regiomontano, para instrumentar una faena “de las suyas”, toreando con suavidad con una pasmosa lentitud que entusiasmaron a los tendidos. Los pases circulares, con el sello de Martínez, fueron surgiendo uno tras otro, los ayudados, en redondo y por abajo, fueron subiendo de tono, y el público estaba con el torero, que se crecía a cada muletazo… El toreo al natural de Manolo fue paladeado por el cotarro y los pases de extraordinaria magnitud surgían, y las series perfectamente rematadas con los pases del desdén y los forzados de pecho hicieron vibrar a la plaza hasta sus cimientos. Un estoconazo en todo lo alto, coronó esa faena, conquistando el de Monterrey las dos orejas de su enemigo... Tras de la bronca de Palomo Linares con el cuarto de la tarde, Manolo Martínez se enfrentó a “Velador”, un toro al que le sacó gran partido... Afloró el temple y la maestría de Manolo, su clase de excelso muletero y brilló en toda su intensidad el toreo derechista e izquierdista, los pases del desdén, “la regiomontana” y “el martinete”, no a toro parado, sino ante un socio que le embestía y que daba la sensación de peligro, pero éste desaparecía, ya que frente al bicho se encontraba un torero de pies a cabeza, bordando una faena que difícilmente será olvidada por cuantos la presenciamos. Manolo necesitó de un pinchazo y una estocada en bastante buen sitio para dar muerte al quinto de la tarde, del que recibió las dos orejas, con las que recorrió, hasta en otras tantas ocasiones, el anillo del Coso San Marcos… 

Por su parte, su apreciación de lo medular en la actuación de Palomo Linares es como sigue:

Sebastián Palomo fracasó, cabe la apreciación, hasta en su intento de recurrir a ardides pésimamente vistos por nuestro público, al que trató de sorprender pretendiendo que se indultara a un toro, el cuarto de la tarde, con el que armó una bronca, desorientó a los aficionados y puso en evidencia al Juez de Plaza... Señalamos lo anterior, porque el español, quien había estado bien, no a la altura de las condiciones del astado, bueno, con raza, de magnífico estilo, y prestándose extraordinariamente para el toreo, se dejó llevar, inicialmente, por los gritos de un sector, – mínimo éste – del público que, impresionado, consideró que el toro merecía el indulto. El de Linares volteó hacia el palco de la autoridad, y el señor Gómez Medina ordenó que debería matar al de Suárez del Real, y entonces Sebastián acató la orden del juez tirándose, pero pinchando en hueso, y fue ahí que consideró que había perdido las orejas, que el triunfo “que tanto necesitaba”, se le iba de las manos, y tras de torearlo nuevamente por lasernistas, “fabricó” e hizo su teatrito, ya que encarándose entonces a la autoridad, pidió que le tocaran los tres avisos reglamentarios, para que el toro fuera devuelto a los corrales... El público no se tragó la píldora, y abroncó al español, al que llevaron – su peón de confianza – las orejas y el rabo, tratando de hacer ver aquello como el indulto del toro concedido por el juez, pero sólo avivó las protestas y rechiflas en su contra, pues ¿“cómo pretende un torero que se indulte un toro después de haberlo pinchado”? y su actitud, su teatro, no fue enérgicamente sancionado, de ahí que señalamos que puso en evidencia a la autoridad... Tras de ese pinchazo, si bien volvió a torearlo, debería de haber intentado la suerte suprema, “y así debería habérselo exigido el juez”, para que diera muerte al astado en el ruedo, pero lamentablemente, sorprendió y esa es nuestra explicación, a la misma autoridad, ya que aceptando el pedimento del torero, hizo sonar el clarín hasta en tres ocasiones, y el toro volvió a los corrales...

De allí la corrida se fue por el despeñadero para el linarense, que cada vez que salía del burladero de matadores, era objeto de fuertes rechiflas.

Comentarios posteriores

Por esas fechas, el periodista Agustín Morales Padilla era redactor del diario El Sol del Centro. En la misma fecha de la crónica del festejo – 7 de febrero –, publicó un artículo titulado ¡Basta ya!, en el que hace una serie de reflexiones sobre lo sucedido en la corrida del día 5. Del mismo extraigo algunas de ellas:

Porque el desprecio al Reglamento taurino se ha costumbre inveterada. Porque el espectáculo se está manejando soslayando, muchas ocasiones, el interés del aficionado... es que decimos: ¡Basta Ya!... Acontecimientos como el que suscitó la insolente actitud del torero español Sebastián Linares, el último lunes, jamás deben repetirse en una arena donde muchos diestros han escrito las páginas que les han valido su consagración firme y total, y en la que, también, otros muchos han tenido que pagar, por su honesta entrega a una profesión que exige responsabilidad y entrega, un tributo de sangre... Lo de “Palomo” Linares no alcanza, empero, calificativo. Más tampoco habrá que lanzarle toda la culpa, si bien se trata de uno de los muchos extranjeros que todavía nos siguen llegando poseyendo una mentalidad avasalladora. Al hispano lo empujó en primer término, ese su concepto erróneo de que se hallaba en tierra de conquista. Y lo impulsaron, también: su apoderado y cuadrilla; el empresario González, que insultó ostensiblemente al juez; el ganadero Suárez del Real y un pequeñísimo grupo de beodos... Sabían ellos claramente que el indulto del astado era improcedente, porque el bicho, aunque suave y de buen estilo, pasó con un solo puyazo y no humillaba totalmente. A pesar de ello y no obstante la airada protesta del público, Linares fue varias ocasiones al pie del biombo y faltó a la autoridad del juez, al que ordenó, no pidió, el regreso del toro a los corrales, cuando en definitiva se negó a éste la gracia del conservar la vida, por una boyantía suprema que no poseía... La autoridad tuvo también su culpa en que el sainete se prolongara, pues contemporizó con el español, en lugar de aplicarle un severo correctivo económico y, en caso de persistir, ordenar su detención policiaca... Como epílogo de este bochornoso acto, Linares declaró ayer, con inconcebible cinismo, que la de Aguascalientes había sido la faena de su vida y que lamentaba que no la hubieran entendido ni el juez, ni el público que lo abroncó. Menos mal que estas han sido las últimas palabras en la existencia taurina – en México –, de Linares, quien curándose en salud, ha señalado que no volverá a ruedos aztecas... Pero en fin, dejemos aparte a esta pésima caricatura de “El Cordobés” y volvamos a lo que decíamos al principio. El Reglamento no puede continuar siendo letra muerta, porque a la autoridad corresponde velar por el interés del público. No olvidemos que es un espectáculo sumamente caro y eminentemente productivo para la Empresa, lo que otorga un derecho especial al aficionado para exigir más y mejor... Basta ya, repetimos, de deshonestidades para con una afición cuya nobleza conmueve…

Lo que después sería

Palomo Linares se fue de México tras de esa corrida y no volvió a México sino hasta 1993 para torear dos corridas que tuvieron carácter benéfico. Las dos fueron mano a mano con Eloy Cavazos. La primera fue en Querétaro el 25 de septiembre, con toros de Fernando de la Mora y llevando por delante al rejoneador Luis Covalles y la segunda en Aguascalientes, al día siguiente con toros de Arroyo Zarco.  También me tocó presenciar esa corrida. Desde entonces, no ha vuelto a torear en nuestro país.

Por su parte, Manolo Martínez sufriría algo más de un año después - el 3 de marzo de 1974 -, la cornada más grave de su vida – 2 trayectorias, 34 y 24 centímetros, con sección de las arterias femoral y safena –, del toro Borrachón de San Mateo, en la Plaza México, en tarde que alternó con Mariano Ramos y José María Manzanares. Una cornada que muchos afirman que marcó un antes y un después en la carrera del torero de Monterrey, pero que no le impidió escalar la cima de la torería de su tiempo.

Espero que esta larga remembranza les haya parecido interesante.

domingo, 1 de mayo de 2011

La Feria de San Marcos y su actual estructura a 40 años vista, XI

1º de mayo de 1971: Cierra la Feria con una novillada y el triunfo de José Manuel Montes

La única novillada de la Feria de San Marcos de hace 40 años se ofreció como el cierre del serial. Cuando se anunció la novedosa manera de darlo, se dijo en inicio que serían dos los festejos menores, pero los hechos concluyeron de manera distinta. Los nombres que se manejaron en un inicio, fueron los del moreliano Miguel Munguía El Inspirado y el local Arturo Magaña, para formar terna con un indiscutible José Manuel Montes, que era el novillero que durante la segunda mitad de 1970 y los primeros meses de 1971, con sus actuaciones, se había asegurado un puesto en los festejos feriales, pero, seguramente no se llegó a un arreglo con la administración del torero michoacano y en el caso de Magaña, la nota previa al festejo, aparecida en El Sol del Centro, el mismo día del festejo, explica el por qué de su ausencia del mismo:


 ...La novillada de hoy, enmarca el último festejo taurino de la feria y en el cartel, figurarán los triunfadores de la temporada, Pepe Luis Sánchez, José Manuel Montes y Luis Procuna Jr., quienes se disputarán el trofeo, El Cristo Negro del Encino, lidiando seis magníficos novillos de la ganadería de Chinampas que imponen respeto por su peso y su estampa.


Se conjugan en sí, tres auténticas figuras que salen al ruedo con el afán de lograr la faena que los coloque como el triunfador absoluto de la novillada porque en ello va aparejado el éxito personal y la obtención del trofeo que marque un recuerdo perdurable de su relevante actuación en el último festejo taurino de la feria en este 1971 que taurinamente fue la más abundante. 

Pepe Luis Sánchez, a quien la suerte le deparó su inclusión en el cartel por el grave percance sufrido por Arturo Magaña, quien por cierto evoluciona satisfactoriamente, tiene enormes deseos de justificar la oportunidad y llega dispuesto a cuajar las mejores faenas durante los dos novillos que le toquen en suerte, de lo que puede hacer de frente a los astados, ya hay clara evidencia cuando toreó al sobrero de Valparaíso en forma extraordinaria…”

En ese orden de ideas, se conformó un cartel con dos novilleros locales que tuvieron actuaciones destacadas en la temporada novilleril previa a la feria y con uno que, a más del atractivo que su nombre implicaba, también se destacó por sus actuaciones en esa serie de festejos llamados menores. La crónica de don Jesús Gómez Medina, como siempre, en El Sol del Centro, resalta la actuación de José Manuel Montes ante el cuarto de la tarde, de nombre Arriero, de Chinampas, al que califica como el mejor toro de toda la feria y de la que extraigo lo siguiente:

…El epílogo al brillante capítulo taurino de la Feria, constituido por la novillada del día primero, tuvo también una página de gran esplendor: la lidia y muerte del cuarto novillo de Chinampas, que mereció a José Manuel Montes obtener las orejas y el rabo del magnífico burel y, posteriormente, el trofeo que estaba en disputa. 

Lucido éxito el de Montes, sin género de duda. Más, ¿cómo olvidar lo que para su obtención representaron la alegría, la nobleza, la acometividad y el claro estilo de “Arriero”? Por esta suma de cualidades, seguramente fue este el mejor burel lidiado en la Feria; un burel cuya bravura pasó con creces la prueba de fuego de los piqueros, frente a los que recargó con auténtica codicia. 

Con mayor razón que ningún otro, “Arriero” era merecedor de los honores que se otorgan a los despojos de los astados de excepción; pero ni la Autoridad – ¡oh, la Autoridad! – acertó a ordenarlos, ella, que hace una semana se exhibió tratando de homenajear los despojos de un manso; ni tampoco José Manuel Montes tuvo el buen juicio de solicitarlos. De esta manera ni el toro ni su criador recibieron el premio necesario, salvo los aplausos de algunos buenos aficionados y el reconocimiento que desde aquí hacemos a lo que fue “Arriero”. 

Frente a tal adversario, José Manuel Montes volvió a ser el novillero emotivo, entusiasta que se estaba perdiendo. Tras un farol de hinojos, en el que aguantó enormidades, lances valerosos, con ajuste y sabor. Y una faena en la que hubo ligazón, continuidad y emoción; un trasteo derechista, que llegó al público por el aguante de que hizo gala el torero, aprovechando la alegría y la nobleza del burel. A toro desigualado, un espadazo fulminante. Las orejas, el rabo y varias vueltas al ruedo, entre ovaciones y música…

De esta forma, José Manuel Montes cerró triunfalmente la feria llevándose el trofeo llamado El Cristo Negro del Encino, que por aquellas calendas se entregaba al triunfador de las novilladas de Feria. Para la estadística, Luis Procuna hijo se vio empeñoso y Pepe Luis Sánchez inexperto, de acuerdo con la relación de don Jesús.

De este recuento del cuadragésimo aniversario de nuestra feria en este modo de darse, solo me queda hacer el balance de lo que significó para el futuro, lo que espero hacer en los próximos días. Hasta entonces.

lunes, 25 de abril de 2011

La Feria de San Marcos y su actual estructura a 40 años vista, IX

25 de abril de 1971: Manolo Espinosa se inspira y se lleva el Escapulario de Oro de San Marcos


De izquierda a derecha: El ganadero Suárez del Real, el
empresario Guillermo González, el Maestro Armillita y
Manolo Espinosa (Foto: Archivo Carlos Meza Gómez)



La noche del 8 de abril de 1967, en la Plaza México, Manolo Martínez lidió el último toro de la corrida del Estoque de Oro, trofeo que se consideraba ya en la posesión de Raúl Contreras Finito, por su faena al quinto de ese festejo, Lobito, que como todos los del encierro fue del Ingeniero Mariano Ramírez. Ese sexto toro se llamó Catrín y ante él, Manolo Martínez salió a defender su interés de aspirar a la cabeza de la torería mexicana, realizó una de las grandes faenas que acabaron consagrándolo como un torero de esa plaza y terminó por llevarse el dorado alfanje a despecho del triunfo del malogrado diestro de Chihuahua.

Este 25 de abril de 1971, una historia similar se produciría en Aguascalientes. Para el día del Evangelista se anunció la corrida en la que ante toros de Suárez del Real, Alfredo Leal, Joselito Huerta, Finito, Manolo Martínez, Jesús Solórzano y Manolo Espinosa se disputarían el Escapulario de San Marcos, trofeo que durante el boom de la vitivinicultura en nuestro Estado, una casa de estos géneros, obsequiaba al triunfador de este festejo, que se formaba con las principales figuras anunciadas en el serial.

Lo sucedido en esa corrida se relató por don Jesús Gómez Medina en El Sol del Centro del día siguiente de esta guisa:


A Fermín Espinosa ‘Armillita’ que en el ruedo ennoblecido ayer por el toreo de ambos Manolos, dejó escritas antaño, muchas jornadas de gloria.


Fue a partir del cuarto burel que la tónica del festejo señaló un ‘crescendo’ que más tarde culminaría en el diapasón triunfal que iba a subsistir hasta el final y a Manolo el de Monterrey correspondió iniciar ese ritmo ascensional…

¿Estaría ya el trofeo en poder de Manolo Martínez? ¡Pues no señores, que voy a hacerlo mío; aquí estoy yo!, preció Manolo Espinosa a través de su actuación desde el lance inicial a pies juntos, hasta la estocada mortal con la que fulminó al nobilísimo ‘Abrileño’.

¡Qué bella lección de arte y torerismo de este Manolo! Y, a la vez, ¡cuánta riqueza de matices y qué insospechada cornucopia de remates y adornos, en el curso de una faena en la que el clasicismo más estricto hermanábase con los momentos de la súbita inspiración del orfebre.

Ah, Manolo Espinosa, hijo y nieto de toreros y gran torero también tú. ¿Cómo pudiste privar a la afición, durante tanto tiempo del ingente caudal de arte que llevas contigo? Olvídate en buena hora del restirador y de la regla de cálculo y date a lo que ha sido la vida y honra de los tuyos, porque eres torero y de los buenos, como a voz en cuello lo proclamó la plaza, cuando tras de fulminar a ‘Abrileño’, con las orejas y el rabo de este recorrías una y otra vez el ruedo acompañado en tu apoteosis por tu ilustre padre, por el ganadero y por Guillermo González, afortunado promotor de estos festejos. Y lo proclama también el trofeo que, por aclamación, te fue entregado al final de la corrida…


Manolo Martínez le había cortado el rabo al cuarto de la tarde y se daba por descontado que el Escapulario era suyo, pero como le sucedió a Finito algo más de cuatro años antes en la corrida del Estoque de Oro, ahora sería el de Monterrey el que vería su suerte cambiar de rumbo en el toro que cerró plaza y el trofeo en disputa acabar en las manos de uno de sus alternantes, en una de las tardes más destacadas de la historia reciente de nuestra feria de abril.

Necesaria aclaración: Este mismo texto lo había publicado hace exactamente un año. Como por aquí decimos, se me fueron las cabras al monte y no me di por enterado en ese momento de este aniversario que ahora intento conmemorar. De cualquier forma, para su orientación, la publicación anterior se encuentra aquí.

domingo, 24 de abril de 2011

La Feria de San Marcos y su actual estructura a 40 años vista, VIII

24 de abril de 1971: Corrida de expectación…

La cuarta corrida de la Feria de 1971 era la del cartel más redondo del serial. Comprendía el mano a mano entre las dos principales figuras de nuestra torería y el encierro a lidiarse provenía de una de las ganaderías que en ese momento era la que tenía, junto con su hermana gemela Torrecilla, la cabecera en la preferencia de los más importantes diestros de la baraja taurina nacional.

Habida cuenta de que Antonio Lomelín, Eloy Cavazos y Curro Rivera hacían campaña en ruedos españoles en esos días, no era posible ofrecer aquí en México una confrontación más atractiva que la de ese 24 de abril, en la que por una parte, participaba el torero veterano, deseoso de sostener su categoría y por la otra, el joven que venía empujando con fuerza y con el interés de quedarse en la cima y con el mando de las cosas aquí.

En esa forma lo planteaba la información previa a la corrida, aparecida el mismo día de esta, en El Sol del Centro, que en lo esencial dice:

Es el mano a mano que ha causado una verdadera expectación y una carretada de comentarios respecto a quién pueda resultar el triunfador de la tarde porque, tanto Manolo, como Joselito tienen aptitudes sobradas y, si acaso el éxito le ha sonreído hasta ahora al regiomontano, no es menos cierto que el León de Tetela, llega dispuesto a hacer valer su jerarquía y a evidenciar su experiencia y el por qué de sus crecientes triunfos (...) Finalmente, en la temporada de feria hacen su presentación los bureles de Dn. José Julián Llaguno, de magnífica estampa y con suficientes kilos en los costillares que acusan la bravura que ya son tradicionales en ese hierro y con los cuales, los aficionados pueden vivir la mejor corrida de la Feria Nacional de San Marcos, que está en pleno clímax.

Pero hay una expresión manida que dice que llega el toro y todo lo descompone y todavía otra, que sirve de cabeza a esta entrada, que sentencia que una corrida de expectación, es corrida de decepción. Y eso fue lo que nos quedó al salir de la plaza a los que asistimos a los toros ese 24 de abril de hace 40 años. Por su interés, transcribo íntegra la crónica de don Jesús Gómez Medina, aparecida el 25 de abril de 1971 en El Sol del Centro, que puede dejarles más claro lo sucedido, que cualquier cosa que yo pueda decirles:

La corrida de ayer no justificó el entradón 

Una oreja a Huerta, 2 medias verónicas de Manolo y un encierro chico y débil 

La monotonía es el gran mal del toreo moderno. Una de sus lacras más características. 

Otros podrían serlo – en realidad lo son – el becerrismo, el afeitado... 

Pero, concretamente, hoy en día las faenas pecan de falta de variedad. Suelen reducirse a series alternadas de pases por abajo, con la izquierda, luego con la derecha y de nuevo con la de cobrar. 

Ciertamente el toreo por abajo puede conceptuarse como la más alta expresión del toreo de muleta, una vez que el descastamiento de las ganaderías dejó ya fuera de uso aquellas faenas de dominio, verdaderas luchas de poder a poder entre el poderío del astado y la sapiencia, el valor y la eficacia del torero; faenas en las que la emoción ocupaba el sitio propiedad hoy de un esteticismo decadente. 

Sí; el toreo por abajo con la muleta puede ser, en la actualidad, una bella manifestación plástica, despojada, por otra parte, del condimento de la emoción a la que ahuyentaron de los ruedos la falta de edad y de fuerza de los bureles. Pero intentarlo a todo evento; con todos los toros y en todas las ocasiones puede ser inadecuado. Nos encontramos así ante esas faenas en las que los pases parecen extraídos con sacacorchos; en las que, por consecuencia, no existe la continuidad y el ritmo que avivan y mantienen el entusiasmo colectivo; faenas trazadas a retazos, luego de una porfía que, por machacona, acaba provocando el fastidio. 

Los públicos modernos, mal informados, argumentan: 

- ¡Pero si Manolete les hacía faena a todos los toros y a todos los toreaba por naturales y derechazos!... ¡Mentira!, volvemos a decir. 

Manolete, merced a su genio, acertó a suponer que situándose más cerca, obligaría a pasar a toros que, en otras condiciones, “antes de él”, no pasarían y serían tan solo materia de los trasteos de aliño, de las faenas por la cara. Pero cuando el astado decía francamente que no; cuando no existía el mínimo de posibilidades requerido, Manolete, como cualquier otro torero y más él que lo era en mayor grado que otros, apelaba también al toreo por la cara para cumplir su cometido. 

Ahora bien; al sobrevenir la innovación manoletista existían circunstancias que favorecieron su realización. España había salido apenas de una guerra que produjo una intensa sangría en su población y que originó la extinción de muchas de sus ganaderías bravas. Así, al ansia de diversión de toda etapa postbélica sumábase la carencia de toros con la edad y el peso adecuados. Se transigió, pues, en virtud de las circunstancias, con el novillo adelantado, escaso en años y en kilos. 

Y apareció también el afeitado sistemático. Y comenzó a hablarse del “hombre del saco”. 

Y, finalmente, quedó sembrada la simiente de lo que ahora cosechamos. 

Cinco lustros después... 

Hoy, a la vuelta de casi treinta años, asistimos, quizás, a la etapa preagónica del espectáculo taurino. Los toros son más chicos que nunca y también más faltos de fuerza que nunca lo fueron, en tal grado que la suerte de varas está a punto de desaparecer, por innecesaria. 

El descastamiento de los astados, producto del trasiego de sangres y la multiplicación de las vacadas, nos ofrece actualmente la penosa escena del utrero cebón, que dobla dulcemente los remos ante el primer lanzazo. 

Y esto, ¿cómo remediarlo? Porque también en España afrontaron a la fecha este problema. ¿Cómo, pues, refrescar y avivar la sangre de las ganaderías bravas, que mueren paulatinamente víctimas de un implacable linfatismo? 

¿Y cómo reinfundirle a la fiesta la emoción, piedra básica del espectáculo? 

Nos encontramos, pues, ante el grave riesgo de asistir, incapaces de remediarlo, al lento pero implacable derrumbamiento de la que se llamara la más bella de todas las fiestas; que, quizás, antes de morir, a semejanza del astro rey, nos regala con sus más bellos fulgores, si bien, desprovistos ya del calor que sólo da el mediodía... 

Lo ocurrido ayer 

El mano a mano de Joselito Huerta y Manolo Martínez, que se desarrolló ante un entradón formidable, fue en buena parte una copia de los festejos anteriores; seis bureles escasos en edad y respeto, unos en mayor grado que otros y dos toreros empeñados en eslabonar series de naturales y derechazos a cada uno de sus tres enemigos.”

Después de lo relatado por don Jesús, creo que huelga cualquier comentario. Hasta mañana.

sábado, 23 de abril de 2011

La Feria de San Marcos y su actual estructura a 40 años vista, VII

23 de abril de 1971: Baile de corrales, tedio y una oreja para Alfredo Leal

La tercera corrida de la feria de 1971 fue accidentada. El encierro de Javier Garfias fue rechazado por impresentable y de los toros que trajo para sustituir lo que envió de inicio, solo superaron el reconocimiento tres. Al final, se remendó el encierro con otros tantos de El Junco y si sumamos el de rejones que era de Suárez del Real, en la noche de ese 23 de abril, acabaron lidiándose toros de 3 hierros distintos. El problema fue, que no se le anunció a la poca concurrencia al festejo, ni el cambio en los toros a lidiar, ni la procedencia de lo que iba saliendo de toriles.

Así pues, poco para contar hay de la corrida. La versión de don Jesús Gómez Medina en El Sol del Centro, aparecida al día siguiente del festejo, es del tenor siguiente:

Tediosa y deslucida resultó la 3a de Feria 
Una ensalada de toros sin casta y sin bravura, estropeó el festejo 
Tras la fiesta de toreo grande en que el arte de Manolo Martínez convirtió a la corrida del jueves, la de ayer, en cambio, fue apenas un tibio remedo de la anterior. 
En ocasiones, inclusiva, la parodia degeneró en caricatura grotesca del espectáculo taurino, haciendo más rotundo el contraste con la brillante jornada de la víspera. Así ocurrió al comparecer el sexto, un astado con tipo y hechuras de buey, en el que los espectadores, que no los aficionados, creyeron encontrar un toro bravo. 
Esto nos lleva a considerar la importancia definitiva que tiene las buenas o malas condiciones de los bureles, para la brillantez o fracaso de un festejo. No en balde se llama éste – y se llamará mientras exista – corrida de TOROS; aunque el público actual, tan enemigo de ahondar en los problemas de la fiesta, menosprecia al astado, al que inclusive llega a olvidar, y no tiene ojos y atención, sino para el torero. 
Una desagradable ensalada cornuda 
A última hora, en atención a que la ganadería de Garfias no podía presentar un encierro decoroso, se hizo necesario completarlo con tres toros de El Junco, amén del de rejones, de Suárez del Real. Fue, pues, aquello, una ensalada cornupetil formada con ingredientes de mala calidad. 
Más censurable aún es hecho de que no se haya informado al público sobre la procedencia de cada astado. De esto, la culpa íntegra es de la autoridad; debió ésta exigir que, con el nombre y el número de cada toro, se anotase también el nombre de la vacada de donde procedía; mas está visto que tan respetable señor, a tono con la época de viajes interplanetarios por que atravesamos, continúa viviendo en la luna. 
Pero, en fin, olvidemos este pequeño detalle y concretémonos a considerar que está visto que, en el Coso San Marcos, es de todo punto inútil sugerir modificaciones que contribuyan a dar más brillantez y categoría al espectáculo. Quede todo como está, por los siglos de los siglos... 
Ahora bien, de los siete bureles lidiados, el de rejones fue más o menos manejable; los seis restantes, sosos, tirando a mansurrones. Los mejores, el primero de lidia ordinaria y el quinto; el peor, el último, manso a carta cabal. 
La corrida 
Poco hay que decir de ésta. Gastón Santos, ejecutor brillante del rejoneo a la portuguesa, lució ampliamente su habilidad y gallardía como jinete y clavó varios rejones y pares de banderillas entre ovaciones. Se adornó inclusive con la suerte de la rosa y, luego de un rejón de muerte, en su sitio, echó pie a tierra para terminar con la vida de su enemigo con habilidad y decisión. Palmas estruendosas y vuelta al ruedo. 
Alfredo Leal, con su primero, exhibió su buen estilo, su excelente planta torera. Muleta en mano, tras dos espectaculares pases por la espalda, a pie quieto, eslabonó tandas de templados y quietos derechazos y pases naturales; se adornó en diversas formas, con oportunidad y buen gusto, y concluyó con la vida de su enemigo mediante un pinchazo y la estocada. Ovación, oreja y la vuelta al ruedo de rigor... 
La entrada, la más floja de la Feria. Indudablemente los aficionados “olieron” lo que iba a ser la corrida...

Así pues y con todo en contra, Alfredo Leal, con su clase y su torería salvó del desastre un festejo que iba encaminado a ello, más que nada, por la falta de seriedad del ganadero titular, que no presentó el encierro adecuado a la categoría de la plaza y del festejo para el que había sido contratado y por los despropósitos de la Autoridad, que tampoco cumplió con su cometido, advirtiendo a la afición de los cambios sufridos en el programa inicialmente anunciado, pero eso, seguirá sucediendo per sécula. Hasta mañana en este mismo espacio.

viernes, 22 de abril de 2011

La Feria de San Marcos y su actual estructura a 40 años vista, VI

22 de abril de 1971: El primer gran lleno y orejas para todos

La segunda corrida de la Feria de San Marcos de hace cuatro décadas también se celebró bajo la luz de las candilejas. El cartel tenía como incentivo la presentación del León de Tetela y del chihuahuense Raúl Contreras Finito, a más de la repetición de Manolo Martínez, que venía como triunfador del festejo con el cual se inició el ciclo. El encierro provenía de la ganadería zacatecana de don Jesús Cabrera, la que fuera originalmente formada por el torero de Monterrey Lorenzo Garza, con lo más selecto de los ganados de San Mateo en los días de don Antonio Llaguno.

La nota previa a la corrida, aparecida el día de su celebración en El Sol del Centro, refiere en su médula lo siguiente:



Segunda corrida nocturna con 6 cromos de Dn. Chucho Cabrera 

Arribamos a la parte central de la Feria. Desde hoy y hasta dentro de una semana, la escala de la alegría señalará un continuo crescendo, que alcanzará su ápice el día 25, para declinar paulatinamente más tarde (...) Hoy por la noche, segunda corrida de feria. ¡Y con qué cartel, amigos! Presentación de Joselito Huerta, el admirable torero poblano, en la cima de su madurez, en la plenitud de su arte, y de su torerismo... Reaparece el reinero Manolo Martínez, cuando los lauros ganados tan en buena lid el pasado día 18 conservan plenamente su lozanía (...) Se presenta también, Raúl Contreras “Finito”, el torero de Chihuahua, poseedor de un arte recio, viril, enterizo, como si lo hubiese forjado con el metal y el basalto de sus ariscas serranías norteñas (...) ¡Ah!, pero además, está el encierro de Don Jesús Cabrera, ganadería postinera, si las hay. Formada con la flor de la vacada sanmateína, después de pertenecer a su fundador, Lorenzo Garza, pasó a las manos de Chucho Cabrera, tan buen aficionado como entusiasta ganadero, que ha logrado hacer de ella una de las más solicitadas por los toreros y públicos (...) El encierro que va a ser lidiado este día, arrojó, al salir de la hacienda, un peso promedio de 430 kilos. Y está además en el tipo de la casa...

De lo que sucedió en la corrida, da cuenta don Jesús Gómez Medina, quien con extraordinario gusto, pero con emoción, narra lo que quizás se pueda considerar la primera faena extraordinaria realizada en este tipo de ferias en Aguascalientes y que fue la realizada por Manolo Martínez al sexto de la función. Sin más, les dejo con lo medular de la narración de don Jesús:

¡El sentimiento del toreo! ¡Ah!; cómo constatábamos su existencia en carne propia mientras Manolo Martínez toreaba de muleta al sexto. ¿Quién, entonces, pudo sustraerse a la emoción que, desprendiéndose de la arena, inundaba luego el graderío hasta formar la fusión plena entre los enfebrecidos espectadores y el torero que majestuosamente oficiaba en el altar del arte? 

Recordemos la escena: un toro cárdeno, tirando a veleto, que en el primer tercio no se dejó torear, habiendo desarmado inclusive, al de Monterrey; un toro que aceptó dos puyazos peleando tan solo regularmente. Y nada más. Pero fue a él, muleta en mano, Manolo Martínez, le pisó el terreno, lo consintió, lo aguantó y la faena comenzó a brotar de lo que, aparentemente era la nada. Y surgió el toreo grande, como brota también el cante grande de la garganta de un cantaor en trance. 

Y los muletazos que comenzaron siendo intrascendentes, muy pronto adquirieron el empaque y la brillantez de los lances de excepción. Y las series fueron encadenándose. Y el torero, entregado plenamente a la realización de la faena, fuéla sintiendo cada vez con mayor intensidad; y al saborear su propia obra, al gustarse él mismo toreando, acabó envolviendo en el mismo alud emocional a los espectadores, a la plaza entera. 

¡Ah!: y cómo dilató entonces Manolo la trayectoria de los muletazos, como si pretendiese prolongar la duración de la caricia que había llegado a ser su muleta: ¡tal era el temple exquisito, el mimo con que la manejaba! ¡Y de qué manera, al ahondar en su propia emoción, provocó el brote del sentimiento multitudinario, para formar de esta manera el marco incomparable de las grandes jornadas del toreo! 

Entre tanto, Manolo continuaba su obra, seguía toreando. Con la derecha y también con la izquierda; derechazos, naturales, de pecho, un abanico caricioso. Y entre otros adornos, un molinete estatuario, piramidal. La estocada y la apoteosis. Las dos orejas. Las vueltas al ruedo a hombros de los más decididos. El triunfo total, en suma. El triunfo del sentimiento del toreo. 

Lucida reaparición de Huerta 

Que Joselito Huerta es un señor torero, lo saben de sobra los aficionados. Un torero que, además, es dueño de un pundonor extraordinario (...) En el cuarto surgió el torero magistral, cuya muleta resulta lección de diáfana eficacia para todo burel. Fue así como Huerta, pisando el terreno de su enemigo, aguantando quietamente sus embestidas y templando y mandando como lo que es: un torero, llevó a cabo un meritísimo trasteo a base de pases en redondo con una y otra mano, precursores de adornos varios y ceñidos; y rematado todo con tres cuartos de estoque en el sitio debido. Gran ovación, la oreja del de Cabrera y la vuelta al ruedo. 

Otra oreja para Finito 

Incrustado a última hora en el cartel para salvar la irresponsabilidad del hispano Bernadó, Raúl Contreras justificó su inclusión realizando una aplaudida faena a su primero. Constó ésta, como es de rigor en estos tiempos, de varias tandas de pases naturales y también de derechazos, con algo de rapidez, pero imprimiendo a las suertes la vistosidad y la alegría que son, también, condimento del toreo. No faltó desde luego, el capítulo de adornos, entre el palmoteo del respetable. 

Y cuando concluyó “Finito” con una estocada honda en sitio mortal, sonó fuerte la ovación, salieron los pañuelos en solicitud de la oreja que la autoridad otorgó, aunque “Finito” hubiese exhibido en sus manos ambos apéndices auriculares, con disgusto de la parroquia, que lo obligó a tirarla, mientras realizaba el primero de los dos recorridos por la arena (...) El encierro de Cabrera, terciado y sin mucha alegría, si bien exhibiendo gran docilidad. El de mayor respeto, el sexto. La entrada fue un lleno total.

Como podemos ver, la noche fue hasta cierto punto redonda, pues los tres toreros realizaron obras que calaron en los tendidos. El único pero que se puede poner a los sucesos de aquél 22 de abril, es lo que narra en las últimas líneas de su crónica para El Sol del Centro don Jesús Gómez Medina, la presencia de los toros, pues de ella se observa que fueron de poco respeto, un mal que se arrastraría por estos pagos durante muchos años y que seguirá apareciendo con más frecuencia de lo que se desea. Más así ocurrieron los hechos y de esa manera se los expongo. Hasta mañana.

Aldeanos