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domingo, 26 de febrero de 2023

La redondez de una tarde de toros

La estocada de David Liceaga a Afinador
Antonio Ximénez en La Lidia
4 de enero de 1944

En estos días que vivimos, el concepto de tarde redonda está indisolublemente ligado al triunfo de los toreros vinculado al corte de un incontable número de apéndices, de una importante suma de vueltas al ruedo y por supuesto, de una inexcusable salida en hombros por la puerta principal de la plaza de que se trate, salida hogaño a cargo de un costalero a sueldo, cuando en otros tiempos la realizaba la multitud que se tiraba del tendido a la arena y se llevaba al triunfador hasta el hotel o a pasear sin rumbo por las calles del lugar del festejo. 

Pero hubo días en los que si bien se cortaban apéndices, la redondez de la tarde no descansaba precisamente en el marcador de orejas y rabos y tampoco era mandatorio que el torero triunfador fuera sacado en volandas de la plaza. Se valoraba más la presencia de los toros, el hacer de los diestros delante de ellos y el conjunto del festejo para determinar si ese festejo merecía pasar a la memoria y a la historia de la fiesta.

Tarde redonda fue, sin duda, la del domingo 2 de enero de 1944, cuando en El Toreo de la Condesa se encontraron los toros enviados por don Julián Llaguno para que los lidiaran Luis Castro El Soldado, Silverio Pérez y David Liceaga. Ese día se recuerda principalmente por dos faenas, la del Compadre a Azulito y la de David Liceaga a Afinador. Pero hay más todavía que contar.

Los toros de Torrecilla

Refiere acerca del encierro de la divisa verde y blanco, Roque Armando Sosa Ferreyro, Don Tancredo, en el ejemplar de La Lidia salido a los puestos el 4 de enero siguiente:

Se lidiaron seis hermosos ejemplares de Torrecilla, la prestigiada ganadería de don Julián Llaguno, que no pelearon con la alegría característica de su divisa por el exceso de carnes y por el tremendo castigo que les infringieron los del castoreño. Sobresalieron en el encierro los toros segundo, quinto y sexto, que se llamaron “Azulito”, “Churumbelo” y “Afinador”. Al diestro de Mixcoac tocaron en suerte los menos propicios a la faena de escándalo: "Changuito", el primero, y “Argelino”, el cuarto; y “Tabaquero”. el tercero de la corrida, tuvo mucha fuerza y desarrolló nervio. En conjunto, los bureles zacatecanos dieron magnífico juego y se prestaron al éxito de los toreros, siendo desorejado “Azulito” por Silverio y Liceaga cortó las orejas y el rabo de “Afinador”…

En el mismo ejemplar de La Lidia, don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, hace una comparativa de este encierro con el de la misma ganadería lidiado en la fecha inmediata anterior y concluye en que aquel fue infinitamente superior en fuerza y en clase, aunque el de esta última tarde no hubiera causado dificultades a sus lidiadores.

La tarde de El Soldado

Se puede triunfar sin cortar orejas. Esa fecha, en la que se conmemoraba el año nuevo taurino y se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Alberto Balderas, el diestro de Mixcoac reiteró que la clase y el arte no están reñidos con el oficio y el poderío ante los toros. Le correspondieron por su orden Changuito y Argelino – brindados respectivamente a don Miguel Lanz Duret, director de El Universal y a don Daniel Vela, director de Vel – A – Gas – al decir de las relaciones del festejo, los dos malos del lote de Torrecilla corrido esa tarde. A propósito de su actuación, escribió El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada:

La forma como Luis Castro lidió al toro de obsequio el domingo anterior, causó efectiva sorpresa, no precisamente por el triunfo alcanzado... sino debido a que la técnica empleada en el trasteo de muleta fue en realidad bien distinta de la que ahora usan la mayoría de los modernos diestros. Sus pases admirablemente rematados, no valiéndose solamente de la bravura de su enemigo como ayuda eficaz, sino poniendo el torero de su parte, aguante y mando, peleándole de verdad, derrotándolo, que es precisamente lo que los cánones establecen para la labor de un diestro que se precie de serlo, fueron el motivo de tal sorpresa y admiración... Pues bien, “El Soldado”, en esta su siguiente actuación, prosiguió la misma táctica y debido a ello lo vimos en todo momento desahogado, pudiendo con el toro, no obstante haberle correspondido en el sorteo algo de lo más malito que salió por la puerta de chiqueros...

Luis Castro El Soldado ha pasado a la historia como uno de los toreros – artistas más grandes que ha dado este país, pero también ha dejado estampas de reciedumbre torera, imponiéndose a las condiciones de los toros que no tenían aptitudes para lucir la clase delante de ellos. Esta primera tarde del año 44, fue una de esas.

Silverio y Azulito

Silverio Pérez, lo había manifestado hace un par de semanas, es un torero irrepetible. Y lo es tanto en su proceder ante los toros, como en sus estados de ánimo que lo llevaban del triunfo que provocaba el delirio en los tendidos, a la tarde en la que incomprensiblemente hacía que las cañas se volvieran lanzas en su contra. Y sin embargo, era el torero más querido por la afición mexicana. Para Silverio, siempre había un compás de espera, porque se sabía que llegaría ese domingo en el que se entendería con un toro y con una faena, se pondría a mano con los que acudían a verlo a las plazas.

Ese segundo día del año 44, fue uno de esos fastos silveristas, se encontró en primer término con Azulito, un buen toro de don Julián Llaguno, que le permitió desplegar su personalísima tauromaquia, faena acerca de la que Don Tancredo, escribió:

“Azulito” el segundo Torrecilla, fue saludado por Silverio con ceñidos y emotivos lances a pies juntos, media verónica y un remate con el capote plegado. Y en su quite, el texcocano provocó un terremoto en los tendidos con sus chicuelinas angustiosas, inverosímiles, trágicas, incrustándose en el toro, que hicieron que las palmas sonaran en su honor con entusiasmo y asombro. El cornúpeta pasó con sólo dos varas, pues la segunda, a cargo de Lindbergh, valió por tres, y lo hizo sangrar hasta la pezuña. Y vino el faenón: doblones con una rodilla en tierra, como prólogo del trasteo, y luego los derechazos silveristas que fueron rubricados con una ovación, pases por alto, un cambio de muleta por la espalda instrumentado en la propia cara del burel y rodillazos de escándalo mientras la arena se alfombraba de sombreros. Finalizó con una estocada honda, delantera y desprendida, y se le otorgaron las dos orejas de “Azulito”, aplausos delirantes, dianas, dos vueltas al ruedo y dos salidas a los medios.

En este caso, El Faraón de Texcoco sí salió con las orejas en las manos, las cosas se acomodaron, el sorteo le deparó un toro propicio y él supo darle la lidia adecuada para hacer lucir sus cualidades y hacer destacar las propias, de forma tal, que fue así recompensado, pero más que las orejas, el hecho de que la faena de Silverio Pérez a Azulito sea una de las que se recuerdan como una de las importantes de su carrera, es el triunfo real.

David Liceaga y Afinador

Los nombres de los toros Ilustrado, Risquero, Zamorano y Bonfante entre otros lidiados en el coso de la colonia Condesa, llevaban la signatura de David Liceaga, un torero que tenía por divisa el poderío ante los toros y la expresión de aquellos que hacen evidente que llevan el toreo dentro de la cabeza.

La tarde que hoy me ocupa, se llevó quizás el mejor toro del encierro lidiado, el sexto, nombrado Afinador y agregaría un nombre ilustre más a la prolongada estela de triunfos que le fueron consolidando como una de las figuras históricas de nuestra fiesta y como cabeza de una de las dinastías toreras más largas que la historia del toreo reconoce.

Acerca de esa tarde, escribió el ya invocado Don Tancredo:

Con “Afinador”, el sexto, vino lo grandioso, lo espectacular e impresionante al mismo tiempo que de calidad y valía. Sus lances por el lado derecho fueron buenos de verdad, al quitar se adornó con vistosos faroles y pinturero recorte. A petición del público tomó los garapullos y derrochando facultades, alegría y majeza, galleó como sólo él sabe hacerlo: dándole todas las ventajas, dejándose pisar su terreno cambiándole el viaje al toro. El prodigioso banderillero clavó cuatro pares de emocionante preparación e impecable ejecución dando categoría al segundo tercio. Y con la muleta, refrendó sus mejores éxitos. El toro tenía fuerza y alegría, pero era tardo en la embestida, y David le llegó hasta la propia cara y tiró de él obligándole a seguir el engaño. En su trasteo hubo ayudados por abajo, derechazos y de pecho, naturales que remató con el afarolado, y en la zona de toriles lasernistas y de costado en que provocó la embestida encelando al cornúpeta con el cuerpo, teniendo la muleta a la espalda. Entre ovaciones y dianas epilogó su faena citando a recibir, y dejó una estocada a un tiempo que le valió las orejas y el rabo de “Afinador”, los más entusiastas aplausos, vueltas al ruedo y el homenaje del paseo en hombros.

También David Liceaga se llevó trofeos en la espuerta y a ellos sumó el que se lo llevaran los enfebrecidos aficionados en hombros de la plaza. Ese paseo triunfal no fue montado, sino espontáneo, sincero, surgido de la emoción que generó en los tendidos la actuación del torero guanajuatense. 

La redondez de la tarde

De lo presentado hasta aquí, creo que podemos apreciar que todos los factores de la corrida confluyeron en una misma dirección y el resultado fue una tarde de toros de esas que por mérito propio ingresan en la historia de la fiesta como ejemplo de lo que es una tarde de toros que llega a buen puerto, una tarde de toros redonda en la que todos sus participantes, desde el punto que les toca estar, quedan satisfechos, sin necesidad de externalidades que en nada engrandecen lo que ante el toro y la afición se lleva a cabo.

domingo, 12 de febrero de 2023

13 de febrero de 1944: Silverio Pérez y Zapatero de La Punta

Un brindis de Silverio

La temporada 1943 – 44 en El Toreo de la Condesa se inició en medio de una ruidosa controversia. En el verano del 43, trascendió a los medios que la Unión Mexicana de Matadores había enviado a España a un grupo de toreros mexicanos, encabezados por Luis Briones, a tratar de negociar un reencuentro entre las torerías de ambos lados del Atlántico, separadas desde mayo de 1936. También se pudo saber que detrás de esa embajada se encontraba el empresario de El Toreo, don Antonio Algara, quien poco más de un lustro después de la ruptura, calculaba necesario el introducir algunos cambios de fondo en la oferta de festejos taurinos en México.

Las publicaciones especializadas, y muy señaladamente La Lidia, se censuró abiertamente ese hecho de tratar de negociar con los españoles. Así, los columnistas de ese semanario, don Flavio Zavala Millet, quien firmaba como Paco Puyazo, Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada y el politólogo e historiador Roberto Blanco Moheno criticaron y diría que hasta maltrataron a Briones y a aquellos que lo enviaron a negociar la paz, por considerar que traicionaban un movimiento que podía generar, lo que ellos consideraban, una total independencia de la fiesta de toros en México.

Pero esos críticos ignoraban, o pretendían hacerlo, que la iniciativa la impulsaba realmente Maximino Ávila Camacho, quien era el tenedor de la mayoría accionaria de la sociedad que era propietaria de la plaza de la colonia Condesa y de la empresa que daba los festejos taurinos y que la intención de fondo era que a la brevedad, Manolete viniera a presentarse a la capital mexicana. Al general Ávila Camacho en ciertas cosas – casi todas – no se le podía contradecir, y me atrevo a asegurar que esta, era una de ellas.

Así, el 11 de julio de 1944 se anunció que el Sindicato Nacional del Espectáculo en España autorizaba la contratación de toreros mexicanos para actuar en sus plazas, pactándose como única condición que torero español o mexicano que pretenda actuar en México o España, deberá llevar firmados cuando menos tres contratos, mínimo que entiendo perdura hasta nuestros días. Y así, una semana después, en Martes, en la plaza de Las Ventas, se daba lo que puede considerarse la primera corrida de la concordia, con la confirmación de alternativa de Carlos Arruza.

La 11ª corrida de la temporada 43 – 44

Para el domingo 13 de febrero de 1944, se anunciaron toros de La Punta para Luis Castro El Soldado, Silverio Pérez y Carlos Arruza. La combinación, vista en retrospectiva, es de suyo interesante y si añadimos como ingrediente al cartel, el hecho de que el domingo anterior en Puebla, al Faraón se le había ido vivo un toro a los corrales, había un ingrediente adicional para ir a verle a la plaza y ver si entregaba a su público cal o arena.

La narración más extensa sobre esa tarde la hace para La Lidia don Roque Armando Sosa Ferreyro Don Tancredo y la inicia citando una crónica suya de un año antes, reflexionando sobre el hecho de que no era posible exigir a Silverio Pérez el desplegar una tauromaquia clásica:

...hemos de repetir que el arte de Silverio está al margen de la técnica de ayer y de hoy, al margen del clasicismo, y que el exigirle torear de igual manera a reses que no sean francas y claras en su acometida, es poner a este innovador de la tauromaquia en las astas de los toros...

Y es que Silverio Pérez tenía su propia concepción de lo que era lidiar a los toros. No se guiaba por los principios generalmente aceptados en el arte y por esa misma razón ha sido un diestro que no dejó escuela. Es un caso único, auténtico e irrepetible en la historia del toreo. 

Pero Silverio Pérez ese domingo quería salir a refrendar su sitio de figura del toreo. Al primero de esa tarde, que le correspondía a El Soldado, le realizó un gran quite por fregolinas. Relata El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada:

Con el primero de la tarde, correspondiente a “El Soldado”, después del primero quite de éste, el diestro de Texcoco se llevó el capote a la espalda para ligar de modo maravilloso hasta cinco fregolinas que levantaron una tempestad de aplausos. Difícil resulta decir que se haya visto en “El Toreo” la suerte de Romero Freg tan magistralmente ejecutada como la cinceló el faraón de Texcoco con el toro “Cachucho” de La Punta, el domingo 13 de febrero de 1944. ¡VAYA MANERA DE TOREAR! …

Don Luis de la Torre remató su comentario del festejo celebrando que en esa tarde no se hubieran dado chicuelinas. Yo hoy, casi ocho décadas después, agregaría que también se reveló que Silverio Pérez no era un torero tan corto como a veces nos lo han querido presentar.

Zapatero, número 117, negro como todos los de su casa, fue el segundo de la tarde. No se distinguió precisamente por bravo, pues, aunque se acercó cuatro veces a los montados, salió a dos refilonazos y otros dos puyacitos señalados, eso sí, se movía, y requirió una faena de muleta con poderío para someterlo. De ese último trance, cuenta Don Tancredo:

...Silverio inició su trasteo con magníficos doblones, que remató con un gran derechazo y cambiándose el engaño por la espalda, mientras el punteño mugía cobardemente... Vino luego un pase de costado, y tres naturales atropellados, en los medios, que le valieron estruendosa ovación. Y otra vez con la franela en la diestra, un derechazo que intentó rematar con otro cambio del engaño por la espalda; al hacerlo, cortó el viaje el toro, que viéndolo descubierto movió la cabeza y lo prendió, zarandeándolo en forma impresionantísima más de medio minuto. Cuando Silverio fue arrojado a la arena, intentó levantarse; pero se fue de bruces, revelando en la expresión de su rostro y en la actitud de sus manos, sobre la ensangrentada taleguilla, la importancia y la gravedad de la herida que sufrió...

Por su parte, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada lo apreció así:

...tomó en sus manos la muleta y estoque decidido a armar la escandalera, empezando con una serie de pases ayudados por abajo de su exclusiva, recibiendo fuerte achuchón en el segundo de ellos, por lo que ordenó el cambio de terreno, logrado lo cual, continuó toreando por alto en forma irreprochable; hizo un paréntesis y echándose la muleta a la zurda toreó al natural, si no con perfección, pues no hubo el temple en Silverio acostumbrado y sí, en cambio, enmendadura constante de terreno, con un valor extraordinario en cada uno de los muletazos rematados a la altura de la cadera, tal como debe ser tan meritoria suerte. Mas sin acordarse tal vez del achuchón recibido al principio del trasteo, llevó de nuevo el engaño a la derecha para repetir el doblón con mando y poderío; pero al iniciar el siguiente muletazo, también a la altura de la cintura, fue enganchado por la parte superior de la pierna, recibiendo tremenda cornada que pudo ser mortal como lo fuera para el inolvidable Alberto...

Ambos escribas coinciden en que Silverio salió decidido a triunfar, sin importar la condición de Zapatero y el precio que pagó al primer parpadeo fue el siguiente, según el parte rendido por los doctores Javier Ibarra y José Rojo de la Vega:

Herida por cuerno de toro, de ocho centímetros de longitud, en la región inguinoescrotal derecha, con exteriorización del testículo; presenta tres trayectorias: una hacia arriba, que llega hasta la fosa ilíaca externa, interesando piel, tejido celular subcutáneo, aponeurosis y músculos ampliamente desgarrados, y tejido celular subperitoneal; la segunda hacia afuera, que llega a la cara externa del muslo; y la tercera que llega al tercio medio del muslo, interesando piel, tejido celular subcutáneo y aponeurosis, y fibras musculares. Mide en total veintidós centímetros de extensión. Anestesia con balsoformo, desinfección con agua oxigenada, clorazena y sulfatiazol; contraabertura en la cara externa, tercio medio del muslo; ligadura de vasos; resección de porciones musculares; reducción testicular y canalización con cinco tubos de hule. En caso de no presentarse complicaciones, tardará en sanar alrededor de cuarenta y cinco días.

Al final de cuentas, Silverio Pérez requirió de 72 días para volver a vestirse de luces y no solamente los 45 calculados por los médicos. Volvió a torear hasta el 25 de abril de 1944 aquí en Aguascalientes, mano a mano con Armillita, toros de Torrecilla. Y lo hizo triunfando.

Silverio y su percepción sobre el miedo

Ya en estas páginas he transcrito lo que Silverio Pérez creía entender por el miedo. Juan Belmonte también le contó a Chaves Nogales la manera en la que él lo racionalizaba. Pero de lo que el Faraón de Texcoco escribió para su compadre José Pagés Llergo, extraigo estas pocas líneas:

Llegaba en forma de escalofrío y me engarrotaba los músculos, como sudor viscoso que hacía resbalar el capote sobre mis manos, como dolor en los muslos y sabor de cloroformo en la boca... No te imaginas lo que es presentir el olor de la anestesia y sentir que por las piernas resbala la vida. Con decirte que se le oye gotear...

Silverio Pérez sobrevivió a sus miedos y nos dejó, afortunadamente, grandes lecciones de vida. Lecciones que solamente puede dar alguien que tiene grandeza.

domingo, 5 de febrero de 2023

Hace 90 años: David Liceaga e Ilustrado de Villamarta

El Eco Taurino
23 de marzo de 1933
La temporada 1932 - 33 en El Toreo de la Condesa constó de 22 corridas de toros. Inició el 22 de octubre de 1932, con un festejo en el que actuaron Pepe Ortiz, Cagancho y Alberto Balderas ante toros de La Laguna y terminó el domingo 16 de abril de 1933.

El elenco de toreros para ese ciclo anual, se compuso con Fermín Espinosa Armillita (10), Alberto Balderas (10), Jesús Solórzano (9), Pepe Ortiz (6), David Liceaga (6), Luciano Contreras (4), Heriberto García (3), Luis Castro El Soldado (2) y Paco Gorráez (1), así como con los españoles Joaquín Rodríguez Cagancho (9), Luis Gómez Estudiante (5), Victoriano La Serna (4) y Francisco Tamarit Chaves (1).

Los toros procedieron de las ganaderías nacionales de La Laguna (36), San Mateo (20), Piedras Negras (18), La Punta (15), Torrecilla (13), San Diego de los Padres (9), Coaxamalucan (7), Zacatepec (7), Rancho Seco (6), Zotoluca (6) y Atenco (1) y de las españolas Carmen de Federico (6) y Marqués de Villamarta (6).

Durante esta temporada se entreveró una novillada el 6 de enero en la que actuaron Jorge Álvarez, Agustín García Barrera, Jesús González El Indio, Manuel Molina, Liborio RuizEduardo Solórzano, Ricardo Torres y Edmundo Zepeda, ante novillos de Ayala y Zotoluca y en la corrida final de la temporada, Ricardo Torres mató como fin de fiesta un novillo de Ajuluapan.

La 15ª corrida de la temporada

El 5 de febrero de 1933 se celebraría el décimo quinto festejo del serial 1932 - 33. Para actuar el él se anunció a Joaquín Rodríguez Cagancho, David Liceaga y Luis Gómez Estudiante y la presentación en la mayor plaza mexicana de la ganadería española del Marqués de Villamarta, propiedad del titular del marquesado, don Álvaro Dávila y Agreda, con su divisa verde botella y oro viejo.

Los asistentes a ese festejo serían testigos de un hecho casi inusitado en la historia del coso de la colonia Condesa, pues se le perdonaría la vida a un muy bravo toro del encierro lidiado esa tarde. 

El único antecedente que existía en El Toreo era el del toro Bonito, de Arribas, allí lidiado el 16 de febrero de 1908, llegado a la plaza para la temporada anterior, pero en tan mal estado, que tuvo que permanecer en los corrales hasta la siguiente, al cuidado del guardaplaza Miguel Bello quien prácticamente lo domesticó e incluso consiguió que permitiera que otras personas se acercaran a él. Son famosas las imágenes publicadas en la prensa de la época, donde la vedette María Conesa está acariciándole la testuz, en medio de los corrales de la plaza.

El encaste Villamarta

Don Álvaro Dávila y Agreda forma su ganadería en el año de 1914 con diversas ramas del tronco VistahermosaMurube, Urcola y Parladé – y agregados vazqueños de Medina Garvey, que con repetidos cruces dan lugar a lo que hoy en día se reconoce como un encaste propio.

En la actualidad, mantienen esta sangre los hierros de Salvador Guardiola, Fidel San Román y muy señaladamente los de Carlos Núñez y Alcurrucén.

Su capa es fundamentalmente negra con algunos accidentes como girones, calzados, bragados o luceros y son toros algo más cuesta arriba, muy finos y estilizados, de empuje y temperamento, enrazados y encastados.

La tarde del 5 de febrero de 1933

Ante la ausencia de crónicas sustanciales del festejo, quedan las gacetillas de prensa únicamente. Ellas refieren que la corrida fue inenarrable y que Cagancho estuvo precisamente en Cagancho y que dejó ir a un gran primero de la tarde, Rompelindes, al que no quiso ni ver.

Por su parte, Estudiante, ante el tercero, Bergantín, tuvo buen lucimiento y lo despachó de una extraordinaria estocada, obteniendo una aplaudida oreja.

David Liceaga, por su parte, ante el quinto, nombrado Ilustrado – la brevísima relación de El Siglo de Torreón dice El Ilustrado – realiza una faena en la que despliega toda la tauromaquia que llevaba dentro de la cabeza y se tira a matar, señalando un pinchazo en lo alto. 

Intenta reparar su fallo, volviendo a pasar de muleta y es cuando la concurrencia empieza a pedir el indulto, mismo que es concedido a juicio de la autoridad.

Vuelto el toro a los corrales, David Liceaga es llamado a dar una vuelta al ruedo entre aclamaciones.

El destino de Ilustrado

Normalmente, cuando un toro de una ganadería extranjera es indultado, de no mediar pacto previo en contrario, al regresar a los corrales, debe ser inmediatamente sacrificado. En esta oportunidad, seguramente surgieron distintos interesados en adquirirlo como reproductor para sus ganaderías, porque en la portada del número del semanario El Eco Taurino, de don Armando de María y Campos aparecido el 23 de marzo de 1933, aparece la siguiente información:

El toro indultado de Villamarta fue adquirido para Queréndaro. El señor don Emilio Huerta Corujo adquirió, en su calidad de mejor postor, la propiedad del toro “Ilustrado”, de Villamarta, que fue indultado por el público, por bravo, por codicioso, por pastueño y por noble, en la corrida del cinco de febrero del presente año.

La subasta tuvo lugar, con arreglo a la Ley, en el Consulado General de España, y las autoridades españolas y mexicanas que la presenciaron se preocuparon porque se cumpliesen exactamente las disposiciones que para la adquisición del famoso toro había dado el ganadero español señor Marqués de Villamarta.

La adjudicación fue hecha con apego absoluto a la Ley, y desde ese día el señor Huerta Corujo, propietario de la ganadería de Queréndaro, es el dueño del toro “Ilustrado”.

Así pues, ese toro pasó a formar el pie de simiente de esa ganadería michoacana, que fue formada inicialmente con ganados de Quiriceo de origen Parangueo y Gamero Cívico y después agregados con vacas y sementales de Campos Varela, estos últimos de encaste Parladé

Emilio Huerta Corujo

Era de nacionalidad española, nació en Oviedo en 1888. De acuerdo con la documentación existente en el Archivo General de la Nación, llegó a México por el puerto de Veracruz en el año de 1900. Entre otras actividades fue presidente del Casino Español y empresario ocasional de El Toreo de la Condesa

Adquirió la hacienda de Queréndaro en Michoacán en 1929, lugar en el que se dedicó a la crianza de toros de lidia. A partir de 1934, su propiedad fue afectada en múltiples ocasiones por la Reforma Agraria, por lo que decide dejar de ser ganadero, enajenando la mayor parte de su ganado de lidia a don Maximiano Chávez, que funda su hierro de Santa Marta, entre esa enajenación iba precisamente el toro Ilustrado

Falleció en la ciudad de México el 5 de junio de 1959. Hasta donde pude averiguar, no dejó descendencia, y en la actualidad existe la fundación de beneficencia que lleva su nombre, dedicada a apoyar a otras instituciones de auxilio a los necesitados.

Corolario

Hace una docena de años, escribió mi amigo don Horacio Reiba, a propósito de un indulto en la Plaza México:

Tan ajena era la idea de indultar toros – y cuidado que si algo abundaba era el poder y la bravura – que, en 40 años de vida de El Toreo de la Condesa, apenas dos casos se registraron, ambos de toros españoles (“Bonito”, de Arribas, en 1908 y bajo circunstancias muy especiales), e “Ilustrado”, de Villamarta, el 5 de febrero del 33, sin que David Liceaga alcanzara más honores que la vuelta al ruedo, al considerarse absurdo premiarlo con los apéndices de un animal al que no había dado muerte…

Eso lo escribió don Horacio cuando se produjo el indulto número 26 en la gran plaza. Ya llevamos 35, y por las razones de sobra conocidas, no puedo afirmar que seguimos contando.

Termino citando a don Carlos Urquijo, que lapidariamente se pronunció en contra del indulto de los toros en la plaza y se manifestó a favor de la tienta en la plaza de la ganadería:

La experiencia demuestra que un toro muy bravo en tres puyazos puede cantar la gallina en el cuarto, y sobre todo a partir del quinto. Por eso, muchos toros indultados en la plaza por bravos, después de tomar tres puyazos superiores, son luego malos sementales y no sirven para padrear. El ganadero debe ver los toros en el campo y no en la plaza, donde los pican pocas veces en su sitio y casi nunca a la distancia conveniente. Por eso soy partidario de la tienta de machos. Por eso te dije hace cinco años que la mayor vergüenza de un ganadero es que le indulten un toro en la plaza porque es señal que no lo ha sabido ver en el campo. Y sigo diciéndote que, si a un toro mío le perdonan la vida, soy capaz de cortarle la cabeza antes de echárselo a las vacas. Porque cuando se manda un toro a la plaza es porque no sirve para semental...

Yo estoy de acuerdo con lo que expresó en su día don Carlos Urquijo. Y ahora sí, hasta el próximo domingo.

Aviso Parroquial: Los números entre paréntesis que siguen a los nombres de los toreros y de las ganaderías que participaron en la temporada 1932 - 33 de El Toreo de la Condesa, se refieren respectivamente al número de actuaciones que tuvieron y al número de toros que lidiaron en ella respectivamente.

domingo, 27 de noviembre de 2022

27 de noviembre de 1942: Se publica en México el primer número del semanario La Lidia

El periodismo taurino en México

Mi amigo Salvador García Bolio, en su obra de 1991 El Periodismo Taurino en México. Historia, fichas técnicas, cabeceras, apunta que ya hay vestigios de información de interés para los aficionados a la fiesta en los medios generalistas y hasta culturales mexicanos desde el siglo XVIII y precisa que en el número 61 de la Gaceta de México de Sahagún de Arévalo, de diciembre de 1732, se registran las primeras reseñas taurinas que en su investigación pudo encontrar.

La centuria siguiente será la que vea el nacimiento del periodismo taurino como una rama especializada y así, el 9 de noviembre de 1884, sale a los puestos el primer número de El Arte de la Lidia en la Ciudad de México, aun estando vigente la prohibición de Benito Juárez de noviembre de 1867. La dirigía Julio Bonilla Recortes, periodista mexicano que era a su vez corresponsal de diversas publicaciones hispanas y que dejó de aparecer hasta el año de 1903. Pero ya antes se habían hecho intentos de difundir la fiesta en singular, aparte de la información general, escribe García Bolio:

No puedo dejar de mencionar que, en 1815, don José Joaquín Fernández de Lizardi “El Pensador Mexicano” (autor de múltiples escritos y de quien destaca entre sus obras “El Periquillo Sarniento”) dedicó de su periódico “Alacena de Frioleras” dos números (4 y 13 de mayo) a las corridas de toros. Antecedentes del que sería, 69 años después, el primer periódico taurino mexicano. (Pág. 15)

Otras publicaciones decimonónicas destacadas son El Arte de Ponciano, El Correo de los Toros, El Mono Sabio, La Lidia en San Luis Potosí o La Banderilla, semanario taurino ilustrado, estos dos últimos, del año 1887.

El siglo XX tuvo ya un mayor número de publicaciones, unas de mayor predicamento y recorrido que otras, pero destacan por su trascendencia El Universal Taurino, que es considerado por muchos, superior a cualquier otro de sus contemporáneos, en todo el llamado planeta de los toros; el sucedáneo de éste, Toros y Deportes, después, en el tiempo estaría El Redondel, que tenía la particularidad de salir los domingos, unas horas después de terminado el festejo en la capital mexicana con la crónica de ese día; o El Taurino. Estos aparecen dentro de las primeras tres décadas de la pasada centuria.

No se trata aquí de hacer una historia de la prensa y periodismo taurinos en México, sino nada más de establecer un contexto a lo que enseguida intento exponer.

Pablo B. Ochoa 

Pablo Boeuf Ochoa debió ser un hombre de un intenso espíritu emprendedor. Mi amigo Rafael Gómez en su bitácora Toreros Mexicanos lo señala como originario de la Ciudad de México, en tanto que don Daniel Medina de la Serna lo sitúa como nativo del estado de Oaxaca. Intentó ser torero y a la usanza de entonces, su recorrer de la legua le llevó hasta El Toreo de la Condesa, lugar en el que se presentó, lidiando un novillo de regalo el domingo 10 de octubre de 1937, en una accidentada novillada que torearon Gabino Aguilar padre, Juan Estrada y Gregorio García. Los novillos de Piedras Negras fueron escasos de presencia y difíciles, por lo que los espadas anunciados fueron abroncados. A manera de fin de fiesta se obsequiaron dos novillos de Rancho Seco, el que salió en séptimo lugar fue para quien se anunció como Manuel Luceño, que no era más que Pablo B. Ochoa y el octavo lo despachó Alberto Olvera. Ninguno de los dos debutantes obtuvo algo para contar en casa esa noche, o después.

Años después, Josefina Vicens, firmando como Pepe Faroles en su semanario Torerías, realizó una extensa entrevista al ya empresario Pablo B. Ochoa, en donde rememora en algo esta tarde:

Pablo B. Ochoa es un hombre joven, inteligente y dinámico, apasionado de la fiesta brava, a la que ha dedicado buena parte de su vida. Tiene además la cualidad, que ya va siendo extraordinaria, de cumplir estrictamente con la palabra que empeña. Como prueba de esto, referiremos aquí una anécdota que lo pinta de cuerpo entero: “Era la víspera de su presentación como novillero en la plaza de El Toreo; iba por fin a ver cumplido su más ferviente anhelo. En el Ritz, platicando con su apoderado, le hizo esta promesa: Yo le aseguro a usted que mañana corto una oreja; pero le aseguro también, que si no la corto, no vuelvo a vestirme de luces”. Pablo B. Ochoa no cortó la oreja ofrecida, y nunca más volvió a vestirse de luces. (En Torerías, Núm. 27, 7 de marzo de 1944)

Pues bien, Pablo B. Ochoa en 1942, ya curado del mal de montera estaba dedicándose a un nuevo empeño. Ese empeño era la edición y publicación de un semanario taurino y para ello conjuntó un interesante grupo de escritores y cronistas que le dieran cuerpo y vida a una publicación que tuviera calidad y categoría. 

Ellos fueron Roque Armando Sosa Ferreyro, Don Tancredo; Rodolfo Garza, Pedro de Cervantes, el doctor Carlos Cuesta Baquero, Roque Solares Tacubac; Arturo Allsoff Villa, Francisco L. Porcel, Francote; Federico M. Alcázar, Felipe Sassone, Vicente Morales, P.P.T.; Josefina Vicens, Pepe Faroles; Enrique Arzamendi, B. Torralba de Damas, Pedro Patiño, Oñitap; Patricia Cox, Flavio Zavala Millet, Paco Puyazo; Alberto Guzmán, Alberto Lázaro y don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada. También contó con colaboraciones ocasionales de don Carlos Septién García, El Tío Carlos.

Con esos mimbres nacería un semanario que permaneció casi una década informando sobre las cosas de los toros en México.

El primer número de La Lidia

El viernes 27 de noviembre de 1942 vio la luz el primer número de La Lidia. Revista gráfica taurina. Anunciaba que sus oficinas estaban ubicadas en el despacho 212 del número 69 de la Avenida Madero, que su director – gerente era Pablo B. Ochoa; su director, Roque Armando Sosa Ferreyro y el jefe de redacción Pedro de Cervantes. Consta de 32 páginas, contando la portada y la contraportada y lleva numerosas fotografías, las que tienen crédito, se atribuyen a Arroyo y también dibujos y viñetas de Antonio Ximénez. El contenido de ese primer número es el siguiente:

Portada: Lorenzo Garza de luces, foto de estudio (Pág. 1)

Contraportada: Maximino Ávila Camacho a caballo vestido de corto (Pág. 32)

- Pág. 2. “La despedida de Lorenzo Garza”, entrevista por Arturo Rigel, fotografías de Arroyo.

- Pág. 4. “El buen humor de los toreros”

- Pág. 5. Editorial y directorio

- Pág. 6. “La Fiesta Nacional”, por Manuel Machado, con ilustración de Antonio Ximénez

- Pág. 7. “Los Subalternos”. Dedicado a Román “El Chato” Guzmán, por Roque Armando Sosa Ferreyro, fotografías

- Pág. 8. “El boicot a los toreros mexicanos”, entrevista a Eduardo Solórzano, por Rodolfo Garza, fotografías

- Pág. 9. “Las tragedias del toreo”. Carmelo Pérez y Michín, fotografías

- Pág. 11. “Gloria y Pasión de Carmelo Pérez”, por José Quijano Pitman

- Pág. 12. Alfonso Ramírez “Calesero”, un torero que no puede faltar en la temporada, fotografías

- Pág. 13. “Las enfermerías taurinas”, por el Doctor O’Bon, fotografías

- Pág. 15. “Entre la vida y la muerte”, por “Don Tancredo”, fotografías

- Pág. 18. Los toreros… ¿Y los toros?, por “El Resucitado”

- Pág. 20. Anuncio de la próxima alternativa de Antonio Velázquez, triunfador de las novilladas de 1942

- Pág. 21. “Joselito”. Con dedicatoria al Gral. Maximino Ávila Camacho, por Pablo B. Ochoa

- Pág. 22. “Salvado por boyante”, por Carlos Cuesta Baquero “Roque Solares Tacubac”, fotografías

- Pág. 24. Espartero, más valiente, más artista, fotografías

- Pág. 26. “Algo sobre la historia y lengua de los gitanos”. Con dedicatoria al Ing. Marte R. Gómez, por Arturo Allsoff Vila

- Pág. 28. “Lo que cuesta una revista taurina”, entrevista al Dr. Alfonso Gaona, por Pedro de Cervantes

- Pág. 31. Anuncio de la corrida del 29 de noviembre siguiente, con Silverio Pérez, Carlos Arruza y toros de Zacatepec

Del primer editorial de la publicación, extraigo lo siguiente:

“La Lidia” es el resultado del esfuerzo y buena voluntad de todos quienes la hacemos: editores, redactores, dibujantes y fotógrafos, y quienes sacrificamos personales intereses, tiempo y afanes para ofrecer al público esta revista de orientación y crítica taurina que sintetiza su programa en solo cuatro palabras: servir a la afición.

Con el juego de intereses que es hoy la fiesta de los toros, los puntos de vista de sus diversos factores chocan o se fusionan para alcanzar mayores rendimientos económicos, y la única y permanente víctima es el espectador de la tragicomedia que se desarrolla en redondeles y hospitales, en las oficinas de las empresas, en los cafés y en la calle…

Nuestros antecedentes son la mejor carta de presentación que ofrecemos a los lectores y anunciantes y confiamos en que nuestra actuación merecerá el favor de los mismos para hacer de “La Lidia” un periódico digno de la confianza pública y refleje en sus páginas el pensamiento y sentimiento de los aficionados…

La declaración de intenciones es clara. Se trata de dar a conocer lo que en la fiesta de los toros sucede, de dar bases para que los aficionados formen su propio criterio y de que quienes no lo son, adquieran el conocimiento de lo que es y representa este juego de vida y de muerte. También se hace un crítico señalamiento a aquellos que únicamente pretenden los llamados dineros del toro, sin reparar en las consecuencias que eso podría tener hacia el futuro. La información y el conocimiento eran propuestos entonces, como armas contra la destrucción que implica el querer ganar sin invertir. Nihil novum sub sole.

El devenir de La Lidia

En septiembre de 1944 nace La Fiesta. Semanario gráfico taurino. Sin base objetiva, puedo afirmar que hubo en La Lidia un cisma editorial, pues del editorial de su primer número se desprende:

En otro ruedo. – Por convenir a sus intereses, el periodista Roque Armando Sosa Ferreyro y casi todos los escritores y artistas que colaboraron con él en la revista "La Lidia", inauguran hoy este ruedo periodístico... (García Bolio, Pág. 65) 

Así, en este nuevo semanario colaborarían entre los más notables, Josefina Vicens, Pepe Faroles; al doctor Cuesta Baquero, a Flavio Zavala Millet, Paco Puyazo y la corresponsalía de Federico M. Alcázar entre los nombres más notables que arrancaron con la publicación objeto de estas líneas. La Fiesta saldría a los puestos hasta el año de 1950.

La Lidia cambiaría a partir de enero de 1945 su cabecera para llamarse La Lidia. Revista gráfica de espectáculos, introduciendo en sus páginas temas ajenos a la tauromaquia, aunque esta fuera su principal línea argumental, siguiendo en su dirección su fundador Pablo B. Ochoa y a partir de noviembre de 1946 se llamaría La Lidia de México, ya dirigida por Nicolás Herrero. Entre las tres épocas del semanario, salieron a la luz alrededor de unos 360 números.

Lo que siguió

A la par y después surgieron aquí publicaciones como Torerías; El Ruedo de México de don Manuel García Santos; Arena, patrocinada por el doctor Alfonso Gaona; Torerísimo, ¡Toro¡, Sol y Fiesta;  Matador; 6 Toros 6; la segunda época de El Redondel; y muchas otras de circulación más local o regional que informan a la afición.

La entrada y acceso general a estos medios digitales han desplazado en importante medida las publicaciones impresas, sin embargo, el hecho de que esas revistas periódicas sean coleccionables, permite su archivo y consulta, porque la información de internet tiende a “caducar” y a perderse y el papel, debidamente conservado, permanece y tiene valor propio.

Aviso parroquial primero: La obra de Salvador García Bolio, El Periodismo Taurino en México. Historia, fichas técnicas, cabeceras, se puede consultar en línea en el portal de la Biblioteca del Centro Cultural Tres Marías de Morelia que lleva su nombre.

Aviso parroquial segundo: La cita de la entrevista de Pepe Faroles a Pablo B. Ochoa está tomada de Las crónicas de Pepe Faroles y otras escrituras. – Norma Lojero Vega (Edición y prólogo), Alejandro Toledo (epílogo). – Fondo de Cultura Económica. – México, 1ª edición 2022.  – ISBN 978 – 607 – 16 – 7491 – 3.

domingo, 13 de noviembre de 2022

13 de noviembre de 1927: A pesar de un atentado, Álvaro Obregón va a los toros

Álvaro Obregón en El Toreo de la Condesa
Archivo Casasola - INAH

El 13 de noviembre de 1927 es una fecha de la Historia de México de esas que no merecen ser recordadas. El entonces candidato a la presidencia de la república, el general Álvaro Obregón, en plena campaña para ser reelecto titular del poder ejecutivo, fue víctima de un atentado cuando circulaba en su automóvil Cadillac por las inmediaciones del Bosque de Chapultepec. De otro auto que se le aproximó, se le arrojó un artefacto explosivo que dañó el vehículo, pero no lesionó ni al militar sonorense, ni tampoco a sus acompañantes, los también miembros de las fuerzas armadas Antonio H. Orcí y Tomás Bay.

Tras de una persecución fueron detenidas varias personas, miembros de la Liga de Defensa Religiosa entre los que destacan los nombres del sacerdote jesuita Miguel Agustín Pro Juárez y de los seglares Juan Tirado, Humberto Pro y Luis Segura Vilchis, quienes fueron sumariamente procesados y ejecutados el día 23 siguiente. El padre Pro se encuentra actualmente con una causa de canonización en proceso y es un símbolo en México de la protección y defensa de los Derechos Humanos, en tanto que los demás permanecen un tanto en el olvido, pese a que fueron víctimas también de la intolerancia y de la falta de respeto a la manera de pensar y de creer de los demás.

Pero, diría mi amigo don Antonio Barrios, al toro…, y es que el general Obregón y sus acompañantes se dirigían a comer, para después ir a El Toreo a presenciar la cuarta corrida de la temporada, en la que se correrían seis bien presentados toros de San Mateo, ganadería propiedad entonces todavía de don Antonio y don Julián Llaguno, para que los lidiaran Cayetano Ordóñez Niño de la Palma y Fermín Espinosa Armillita Chico, revelación de la temporada y que apenas había recibido la alternativa el 23 de octubre anterior. 

Mas he de aclarar que el apodado Manco de Celaya, como los toreros buenos no se miró la ropa y a la hora anunciada, estaba ya en su barrera de primera fila, para presenciar su fiesta preferida.

Los toros de San Mateo

La corrida de ese día fue la que se llevó la tarde. La crónica de Rafael Solana Verduguillo, aparecida en el semanario Toros y Deportes salido a los puestos al día siguiente del festejo, deja muy claro que los toros pudieron más que los toreros, y hace una sentida añoranza de Manuel Jiménez Chicuelo, y entre otras cuestiones, dice:

Para la tarde de hoy la empresa, con muy buen tino, por cierto, pidió a los hermanos Llaguno, los ganaderos que han demostrado ser verdaderos aficionados, seis toros. Y San Mateo envió una corrida de preciosa estampa: finos los seis cornúpetos, cada animal era un cromo, con fuerza en los riñones, nada de bichos de mucho aparato y que a la postre resultan inválidos. No, señores. Ya de sobra se sabe que en San Mateo no se crían reses grandes, no. Las reses de los señores Llaguno son pequeñas, pero son de sangre. Y en el toro de lidia hay que pedir eso, sangre, nervio, pujanza, que den la cara en todos los tercios... La tarde de ayer nuevamente San Mateo se hizo el amo del ruedo. Pudieron más las reses zacatecanas que los toreros que con ellas salieron a vérselas... pudieron más los toros... se hicieron los amos y ellos mandaron sobre los toreros. Cuando se lidiaba el quinto burel, del tendido salió una voz que fue el comentario de la corrida: “¿Dónde está Chicuelo?” Y nosotros buscamos al niño de la Alameda y no lo encontramos por ninguna parte. ¡Si Manolo Jiménez hubiera estado en el ruedo! ...

Los seis de San Mateo por su orden fueron: “Garboso”, número 73, negro bragado; “Cariñoso”, número 11, negro listón; “Pirata” número 23, negro zaino; “Pinocho”, número 18, negro bragado; “Molinero”, número 83, negro zaino y “Paisano”, número 5, negro listón y bragado.

Resulta interesante que la reseña que hace Verduguillo del encierro de los señores Llaguno se centra en el juego de los toros y cuando se refiere a la presencia de ellos, únicamente establece: Las reses de los señores Llaguno son pequeñas, pero son de sangre…. Es decir, en alguna forma trata de justificar el justo o quizás escaso trapío de los toros con la excelencia de su juego, pasando por alto que debe haber siempre un equilibrio adecuado entre esas dos características del toro de lidia.

El Niño de la Palma

Cayetano Ordóñez había salido abroncado la tarde de su presentación y la afición de la capital iba, con la morbosa intención de ver, si era capaz de superar ese fracaso que tuvo tintes de rotundidad. La realidad es que ante los tres toros de su lote no pudo demostrar la calidad de su hacer, porque de acuerdo a la crónica de Rafael Solana ya citada, éstos estuvieron por encima de su matador. Entre otras cosas el periodista veracruzano dice:

...El de los Llaguno necesitaba que le corrieran la mano, lo torearan con suavidad y hasta el punto llegaron las cosas que el mismo toro se encorajinó de que únicamente se preocuparan de estarlo toreando de pitón a pitón y empujó con fuerza, poniendo en aprietos a su matador... Como ustedes habrán visto nos quedamos con las ganas de que Cayetano, el de Ronda, se sacara la espina. Esta ha quedado en el mismo sitio que estaba el domingo anterior...

Así pues, fue desafortunada esa segunda tarde de Cayetano Ordóñez Niño de la Palma en la temporada 1927 – 28 de El Toreo.

La tarde de Armillita

El joven Fermín Espinosa llegaba a la principal plaza capitalina precedido del gran triunfo que conquistó la tarde de su alternativa, tres domingos antes. Tampoco se vio muy decidido este domingo. Escribió Verduguillo:

Fermincito saluda a “Pinocho” con dos lances por abajo saliéndose suelto el burel en virtud de que a Fermín no le da la gana recogerlo. Y el público cree que se trata de un bicho manso y no hay tal... pensábamos nosotros, Fermincito se va a destapar toreando por naturales. Pero se quedó en el pensamiento de nosotros. No hubo tal... Fue el trasteo a base de muletazos de pitón a pitón en cuyos intermedios alegraban a la concurrencia las intervenciones de las infanterías... Torea sobre piernas, desganado, frío, apático...

Ese es el tenor de la relación de la corrida. La idea de que ninguno de los dos diestros intentó enfrentarse a derechas a los toros encastados que fueron enviados a la plaza por los ganaderos de San Mateo y que, en consecuencia, no pudieron con ellos. Y el cronista así, llega a una conclusión lapidaria cuando afirma:

Sólo un torero pudo darles la lidia que pedían: ese torero fue el excelentísimo Luis Suárez “Magritas” que bregó incansable toda la tarde, fungió en infinidad de ocasiones como jefe de lidia y supo imponerse cuando parecía que en el ruedo habíanse puesto a torear una manada de locos.

Para terminar

A veces tenemos que recordar las tardes en las que el sol del triunfo no se hace presente. Hoy me hace traerla a estas páginas un acontecimiento ajeno a la fiesta, pero que en alguna forma hizo que sus caminos se cruzaran en un punto de la historia y llegaran hasta aquí. Ojalá lo encuentren de interés.

Aviso parroquial: El resaltado en la transcripción de la crónica de Verduguillo es obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obra así en su respectivo original.

domingo, 23 de octubre de 2022

23 de octubre de 1910: La alternativa de Luis Freg en El Toreo


Luis Freg era burócrata – funcionario, le dirían en España – pues tenía un cómodo empleo de mecanógrafo en una oficina de la Secretaría de Hacienda en la Ciudad de México, cuando se aficionó a los toros y tras de participar, primero accidentalmente y después ya anunciado, en un par de festivales, comenzó a torear novilladas y a descuidar su trabajo, hasta que fue despedido del mismo.

Fue ascendiendo escalones y para el ciclo de 1910, fue una de las revelaciones, junto con Merced Gómez, aunque el que terminó recibiendo la alternativa ese año fue él. Así lo contó a su biógrafo, Armando de María y Campos:

Cuando Merced Gómez y yo estábamos en pleno apogeo, llegó de España Pepe del Rivero, que venía a contratar los toreros para la temporada, y oyendo hablar mucho de nosotros, organizó dos novilladas, con novillos de Piedras Negras y San Diego de los Padres, para ver quién de los dos merecía tomar la alternativa. Yo tuve el santo de cara, a pesar de los muchos revolcones que sufrí, y salí de esas novilladas con la alternativa firmada...

De la última novillada de “prueba” salí con la promesa de que antes de dos meses sería matador de toros. No obstante que yo sabía bien que nada tenía hecho como torero, ya me figuraba que estaba en camino de serlo. En mi casa, mi madre, mis hermanos, mis hermanas – que a hurtadillas me habían visto torear, para comprobar lo que de mí decían amigos y periódicos – ya no se oponían a que me dedicara a torero...

La corrida de alternativa, por la que Pepe del Rivero me ofreció y me dio mil pesos, fue fijada para el domingo 23 de febrero de 1910. Mi padrino debió haber sido “Minuto”, (Enrique Vargas), pero como se enfermó días antes, fue sustituido por el granadino José Moreno “Lagartijillo”, torero de algún cartel en México. Los toros fueron de Piedras Negras. El público, que estaba conmigo, llenó la plaza hasta las azoteas y me tributó muchas y muy cálidas ovaciones durante toda la tarde, y como tuve mucha suerte con la espada, pues a mis tres toros los maté de otras tantas estocadas, cortando la oreja del cuarto, el éxito que alcancé fue redondo, hablándome allí mismo Pepe del Rivero para que repitiera el domingo siguiente matando en unión de Vicente Segura seis toros de Santín...

No exageró el torero de Nonoalco al contar a quien firmaba sus crónicas como El Duque de Veragua, asegurando que la plaza de la colonia Condesa se llenó hasta la azotea y que, cosa infrecuente en la época, le cortó la oreja a uno de sus toros, concretamente al segundo de su lote. No obstante, las opiniones acerca del desempeño de quien pasó a la historia indistintamente como El Rey del Acero o como Don Valor, fueron encontradas, como veremos enseguida.

Miguel Necoechea, Latiguillo, en El Imparcial:

La versión más ditirámbica y alambicada de lo sucedido esa tarde de hace ciento doce años es esta. También es la más halagüeña:

Tres verónicas mucho más quietas que las del primero y tres lances de tijerilla mucho más ceñidos, fue el preámbulo; después banderilleó y la forma y condiciones en que lo hizo están ya expresadas, faltando solo agregar que fue ovacionadísimo.

Un brindis “cálido” después ya casi no lo dejó anotar la emoción. El tendido todo en pié gritaba olés, pregonaba vivas, pedía música para el muchacho que, metido entre los dos pitones, iba encadenando un pase natural con uno ayudado, éste con uno de pecho que la fotografía graba. La ovación es tal, que el muchacho tiene que suspender su faena para recoger palmas y devolver sombreros, mientras que el toro, noblote y bravo, espera con las cuatro patas juntas a que Freg, después de un perfilamiento irreprochable, entre a matar al volapié como lo haría el mismo Mazzantini en sus principios, despacio y doblando la cintura para cobrar una estocada hasta la mano de la que el toro salió rodando como una pelota.

El entusiasmo llegó al frenesí, llovieron sobre el ruedo los tabacos; un fotógrafo, nuestro fotógrafo, se lanzó al redondel en un impulso de ser el único en obtener la instantánea de aquel momento en que el toro doblaba frente al ídolo triunfante, y la instantánea, instantánea única, la única quizá que hasta la fecha se haya sacado en pleno ruedo, presenta el cuadro grandioso del matador frente a la fiera muerta, mientras las serpentinas cruzaban el aire y las aclamaciones hicieron presumir al público que asistía a las carreras de caballos en el cercano hipódromo que aquel era el preciso momento de la victoria.

¡La oreja! ¡La oreja!, rugió el público, pidiendo el supremo galardón para el diestro y ésta le fue concedida...

Es evidente la buena voluntad que el cronista de El Imparcial siempre le tuvo a Luis Freg y también el deseo de que cuajara en figura del toreo.

Jacobo L. Prantl, Pata Larga en El Diario:

Don Jacobo agrega a la opinión propia la del prestigiado cronista Eduardo Noriega Trespicos, cuya opinión no encontré para consulta pública en las versiones digitales de los diarios de la época, pero que en este caso, da un interés añadido a lo escrito por Pata Larga:

Cuando salí de la plaza tuve la oportunidad de saludar a un viejo y querido amigo mío, el notable revistero “Trespicos” y al pedirle su opinión acerca de la alternativa que tomó Luis Freg, con la franqueza que caracteriza a este buen escritor, me dijo: "la juzgo demasiado prematura".

Algo más me dijo este buen crítico taurino respecto a Freg y debo pedirle mil perdones por externar su opinión que en son de amistad me dio.

“Así como hay individuos que nacen para poetas y otros para cantantes, Freg nació para matador de toros y me gusta como mata, pero lo encuentro deficiente toreando”, me expuso “Trespicos”...

No es usted ni Guerrita, ni tampoco un Frascuelo, pero sí es usted un diestro de mucho porvenir; de un porvenir halagador y risueño, pero váyase con pasos de tortuga y no quiera ser tan rápido en su carrera.

Tenga usted en cuenta que tiene que luchar en la presente temporada con matadores de toros que cuentan con un buen número de partidarios y por lo mismo, hay que poner mucho de parte de usted, para salir avante.

Cuando toree Fuentes, procure estudiarlo hasta en sus más mínimos detalles; haga otro tanto cuando toree Castor Ibarra “Cocherito de Bilbao”, y procure siempre imitar todo aquello que sea bueno, y hasta por hoy de consejos sanos y desapasionados para entrar de lleno a juzgarle en su trabajo...

Curiosa es esta última apreciación del señor Prantl, le sugiere a Freg estudiar a Fuentes y también a Cocherito de Bilbao, creo que el producto resultaría en un interesante sincretismo taurino.

Enrique de Llano, Rascarrabias, en El Heraldo:

Esta colaboración de Rascarrabias aparece en el número uno de este diario, que es el sucedáneo en la lengua de Cervantes del Mexican Herald, diario dirigido a la comunidad angloparlante de la capital mexicana. Es la suya, junto con la de Paquiro, la más crítica con Freg y cuestiona la oportunidad de la alternativa que recibió.

Pertenecía al grupo de los cuales consideraban prematura la alternativa de Freg, y creo, corroborarán con mi opinión todos los aficionados congregados ayer en “El Toreo”. Todos, como yo, reconocerán en Freg un excelentísimo matador de toros, porque dudarlo sería osadía inaudita; pero en cambio, creo igualmente, que estarán conformes, si aseguramos que Luis está muy mal con el capote, y que se le nota que le falta bastante práctica con los astados, con los que se embarulla y entablera con frecuencia.

Debía Freg haber corrido más por las plazas de los Estados, adiestrándose en la difícil carrera del toreo, antes de decidirse a tomar la investidura de matador de categoría...

Paquiro, en El Tiempo:

...Le vimos saltar varias veces la barrera, cosa también ésta que debe corregir, pues de lo contrario, tendrá que oír censuras.

Abusa demasiado de las tijerillas y en los quites está perdido.

Sus serpentinas son malas, pero de verdad malas. ¡Qué diferencia entre las de Freg y las de Gaona y “El Gallo”! ...

El reclame que se le hizo al mexicano fue beneficioso para la empresa, pero muy perjudicial para el diestro, quien no debió tomar la alternativa, pues está como las uvas, muy verde...

Como podemos ver, los pareceres fueron de una amplia variedad y como para intentar quedar bien con todo el mundo. Todos coinciden en que Luis Freg era un extraordinario estoqueador, pero deficiente en la colocación y con las telas, cuestiones estas dos, que podían mejorarse con el paso del tiempo y delante de los toros. 

La realidad es que al paso del tiempo su valor y su espada le llevaron a los más importantes escenarios de la fiesta, y a este día es uno de los toreros mexicanos que más tardes han actuado en ruedos españoles, el tercero, apenas detrás de Rodolfo Gaona y Fermín Espinosa Armillita, con 294 tardes en dos décadas, que corrieron entre el 15 de agosto de 1911, cuando se presentó en Plascencia y el 23 de agosto de 1931, cuando toreó su despedida en Barcelona, asunto del que ya me he ocupado aquí.

El paso de Luis Freg por los ruedos y por la vida – una vida, hasta donde se sabe, dedicada exclusivamente a los toros – parece sacada de una novela y mucho tiene para ser contado. Seguramente por aquí, habrá lugar para presentar alguna otra estampa de ella.

domingo, 9 de octubre de 2022

25 de septiembre de 1931: David Liceaga confirma su alternativa en Madrid

David Liceaga a la verónica
Foto: Orduña
Prestada del blog Toro, Torero y Afición

Hace algo más de un año, por estas mismas páginas virtuales, recordaba el nonagésimo aniversario de la primera campaña que hizo por ruedos europeos David Liceaga, así como de la alternativa que, el 21 de junio, en la plaza de Barcelona, le otorgó Manolo Bienvenida, en presencia de Domingo Ortega, cediéndole al toro Chuponero del Marqués de Guadalest. A partir de esa fecha, el torero nacido en Romita, Guanajuato – aunque hay quien afirma que nació en la Ciudad de México – quedaba a disposición de las empresas para dar variedad a los carteles de esos días.

La alternativa en la Monumental catalana era la segunda que recibía el Maestro incómodo – Leonardo Páez dixit – pues como triunfador de la temporada de novilladas de 1930 en El Toreo, fue reconocido con la concesión del doctorado en la temporada grande, misma que recibió el domingo 11 de enero de 1931, cuando Manuel Jiménez Chicuelo le cedió al toro Palillero de Zacatepec, en presencia de Carmelo Pérez.

Como lo explicaba en los recuerdos de esa alternativa barcelonesa, David Liceaga coronaba con ella una brillante campaña novilleril, en la que llegó a torear hasta tres domingos seguidos en la Maestranza de Sevilla, compartiendo carteles con su compañero de quinta, Alberto Balderas

La tarde de la confirmación en Madrid

En corrida extraordinaria dentro del abono madrileño, se anunció para el viernes 25 de septiembre de 1931, un encierro de patas blancas de José Encinas para Nicanor Villalta, Domingo Ortega y David Liceaga, que se había presentado como novillero en la Plaza de la Carretera de Aragón el 30 de mayo anterior, alternando con Juan Martín Caro Chiquito de la Audiencia, Manuel Fuentes Bejarano y Antonio García Maravilla, en la lidia de 7 novillos de don Alipio Pérez Tabernero y uno de Clairac, octavo bis. Esa tarde cortó una oreja y Recorte, en el diario La Libertad del día siguiente al del festejo, escribió:

En Liceaga hemos observado condiciones para ser matador de toros en plazo breve. Además de lo ya dicho, tiene valor, como demostró en el revolcón peligroso que le dio el toro de la oreja durante la faena de muleta…

Esas fueron las condiciones en las que llegó a la tarde de su confirmación, esperando refrendar el buen momento que había dejado patente la tarde de su debut.

El toro de la confirmación se llamó Buñuelo, negro, girón y bien armado según las crónicas y el segundo de su lote fue Prisionero según unas crónicas o Caminante, según otras. La versión de César Jalón Clarito, en su tribuna del diario El Liberal del día siguiente al del festejo, es en el siguiente sentido:

...Torero de raza mejicana, si se entiende que el genio torero de aquella raza era así: fino, compuesto, más pagado de la bella forma que de la eficacia, más atento al adorno que a dominar. Mientras los toreros españoles han sacrificado toda su iniciativa taurina a una copia, no siempre vil, de Belmonte, los mejicanos han tenido frecuentemente su espejo en Gaona... Ninguno de ellos me lo hubiera recordado tanto como este David Liceaga, confirmado torero ayer, sino porque en su repertorio natural o instintivo intercala a ratos, cuando se preocupa, «pasos de toreo» de dos diestros que han hecho furor en su tierra: de Chicuelo y de Márquez... Salpicada de ovaciones y de olés toda la obra torera – lances de capa, pares de banderillas por ambos lados y faenas de muleta «redondeadas» por el estoque –, he estado yo más atento que a reseñarla al detalle, a penetrarme de los rasgos salientes de un nuevo astro. Repertorio de quites. Conocimiento de la suerte de banderillas, que sus enormes facultades le permitirán ejecutar en todos los terrenos. Mano izquierda desenvuelta. (Se ha despegado los dos toros tomándolos en medio palmo de tierra.) Y facilidad asimiladora. Del Gaona que no quebrantaba – la muleta y el capote no hacían más daño que un pañolillo de seda – salta Liceaga en el último toro a los pases con los pies juntos de Chicuelo y después al toreo de costado de Márquez, tan justamente tomado de su patrón, que si en vez de un ahijado artístico de allí, en vez de Solórzano, lo sería Liceaga... Mi interés, mi curiosidad – lo confieso – pueden en mí más que, mi entusiasmo. El entusiasmo no es obra de un día. Aunque – sin duda por haberlo visto más – Liceaga no sólo ha confirmado su alternativa con ovaciones entusiastas, sino que se ha llevado el título de la confirmación a hombros de sus entusiastas...

La suma de su actuación esa tarde, definitivamente deja en claro que, sin despojos en las manos, tuvo una tarde muy interesante, sombreada quizás, por la gran faena de Nicanor Villalta al toro Cabrero, segundo de la función, al que le cortó las dos orejas. Por su parte, Maximiliano Clavo Corinto y Oro, en el nocturno La Voz del día de la corrida, le vio de la siguiente manera en el segundo de su lote:

...Brinda el mejicano a su íntimo amigo el aficionado valenciano señor Musolé y comienza con tres soberbios y espeluznantes muletazos de estatua por alto, juntos los pies y rígido. Los olés y la ovación pueden oírse desde la avenida mejicana de Bucareli. Continúa el nuevo y ya profesor toreando a medio centímetro de los pitones, en un combate por altos y de pecho todo valentía. Salsa y enjundia de torero de clase extra... Tanto entusiasma la faena, que el público, cuando se prepara para matar dos veces, le pide a grito pelado que siga toreando. Y sigue el mozo desde cerca y con un estilo admirable, siempre pisándole el terreno al toro, entre incesantes aclamaciones. Después de un pinchazo arriba agarra una estocada corta en lo alto, que cae tendenciosa, dentro de un viaje de absoluta decisión. Un descabello a pulso al primer golpe y con el toro arrancado y ovación final, con salida en hombros, como los héroes de punta...

Por su parte, Federico M. Alcázar, en El Imparcial, recoge las siguientes impresiones:

...Villalta entrega los trastos al nuevo doctor. El toro está quedado, y Liceaga le llega con la muleta a los hocicos y corre superiormente la mano en dos naturales, que se jalean. Se queda el de Encinas, y el mejicano le porfía hasta darle con las «bambas» en la cara. Se arranca el toro sin fijeza y el muchacho le da otros dos naturales con más voluntad que lucimiento. Se lleva el toro a los medios, pero tampoco logra que embista. A fuerza de pisarle el terreno y atravesarse provocando la arrancada logra dar dos pases por bajo y dos de pecho estupendos. Hay facilidad, finura y sosiego, condiciones de excelente torero. Además, está cerca del toro con sentido, que es una de las cosas más difíciles. Entra muy bien a matar y coloca una estocada superior. Le ovacionan y da la vuelta al ruedo. «Debut» lisonjero, con la promesa de más espléndidos resultados... Y vamos con el último. Jirón también, pero con manchas, casi berrendo. Liceaga lancea con más voluntad que lucimiento, pues el toro echa la cara arriba y tiene tendencia a la huida. Se aplaude a Villalta en un quite, y Ortega remata el suyo con media verónica estupenda. Banderillea Liceaga, prendiendo un par al cambio desigual; repite con uno al cuarteo, cayéndose un palo, y termina con un tercero estupendo. que se aplaude... El nuevo matador de toros brinda a un amigo y comienza con tres pases por alto estatuarios, inmóviles, sacando la muleta por el rabo. Estalla la ovación y Liceaga se queda con la muleta en la zurda y liga tres naturales buenos. Continúa con la derecha toreando en redondo y de pecho colosalmente. Cada muletazo es una explosión de entusiasmo. La faena es de una finura, un arte y un sabor torero magníficos. Lo más sorprendente en este muchacho es la tranquilidad, el sosiego y el sentido con que ejecuta el toreo. El público se entrega al nuevo matador de toros, que continúa la faena por altos y de pecho estupendos. Pincha arriba y repite con una corta defectuosa. Le despiden con una ovación y unos espontáneos le alzan en hombros. Alternativa brillante de un buen torero, un artista admirable, sobre todo en el último tercio. Torero fino, bonito, fácil y con el valor necesario. Es de lo mejorcito que ha venido de Méjico...

Y tercia don Gregorio Corrochano, en su sitio del ABC de Madrid, escribió:

...Liceaga tomaba la alternativa en Madrid. Estuvo valiente, fácil, ágil, muy ágil, y tranquilo en la cara de los toros. Tiene unas facultades extraordinarias que, bien empleadas, pueden ser buenos recursos. En el tercio de banderillas, al que le vimos aficionado, pueden serle de gran utilidad y rendimiento. Banderilleó los dos toros con facultades... El primero era un toro mansote, pero Liceaga, muy cerca, desafiando mucho, entre los pitones, sacó partido del toro. Entró derecho a matar y dio una estocada entera, de la que murió el toro. El torero dio la vuelta al ruedo. Tiene un toreo alegre y simpático. Al sexto toro – esto es lo terrible de la alternativa, la distancia del primero al sexto – le dejó pasar con los pies juntos tres o cuatro veces, y yo, que no soy partidario del toreo a pies juntos, hubo un momento en que me asusté, porque el toro se volvió una vez un poco vencido, y Liceaga, sin enmendarse, le esperó. El público se emociona también; sigue la faena ya con mejor estilo, esto es, llevando al toro más toreado, y mató de un pinchazo, media atravesada y un descabello a toro arrancado. Salió en hombros. Sereno, alegre y ágil, muy ágil...

Los siguientes días de David Liceaga

El torero de Guanajuato sumó apenas cuatro corridas esa campaña del 31, pero su buen hacer le obtuvo el verse anunciado en la feria de San Miguel en Sevilla, en idéntico cartel al de la tarde de su alternativa, pues le precedían en la lidia Manolo Bienvenida y Domingo Ortega, ante los toros del Marqués de Guadalest.

Volvería a México y en la temporada 1931 – 32, tendría en El Toreo un par de tardes rotundas, pues en la del 17 de enero de 1932, le cortó el rabo a Hortelano de La Laguna y el 5 de febrero siguiente obtuvo el de Consentido, también de La Laguna en la primera corrida de la Oreja de Oro.  Regresaría a España en 1932, toreando seis festejos y de regreso en México tendría, el 5 de febrero de 1933, una tarde en la que se produjo un hecho entonces inusitado, pues el toro Ilustrado del Marqués de Villamarta que le tocó en suerte, fue indultado en El Toreo de la Condesa.

En 1938 renunciaría a la alternativa que recibió en Barcelona y la tomaría en definitiva en El Toreo de la Condesa, el 18 de diciembre de 1938, siendo su padrino Fermín Espinosa Armillita y atestiguando la ceremonia Silverio Pérez. Los toros fueron de La Punta y el de la alternativa fue llamado por sus criadores Cabrero. Esa tarde, lo grande lo realizó ante el sexto, Trianero, al que le cortó el rabo.

Todavía le quedaban grandes faenas por firmar a David Liceaga: las de Bombonero de La Laguna, Azafranero de Carlos Cuevas, Zamorano de San Mateo, Bonfante de Xajay, Afinador de Torrecilla, Cirquero de Zotoluca o Florista, también de Torrecilla. Algunas ya las he tratado de contar por aquí, y seguramente me ocuparé de las otras.

David Liceaga fue el primer diestro en torear una despedida en la Plaza México, fue el 2 de febrero de 1947. Reaparecería el 20 de junio de 1948 en Ciudad Juárez, Chihuahua y seguiría actuando con frecuencia, hasta llegar a la que fue su última corrida en Mérida, Yucatán, el 11 de enero de 1959.

David Liceaga, tronco de una larga dinastía de toreros, falleció en León, Guanajuato, el 2 de noviembre de 1996.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos de Clarito, Corinto y Oro, Alcázar y Corrochano son obra de este amanuense, pues no obran así en sus originales... Esta es la entrada número 700 de este blog...

domingo, 18 de septiembre de 2022

Merced Gómez, una promesa incumplida

Merced Gómez
Foto: INAH - Archivo Casasola
Nació en Mixcoac, Ciudad de México, el 6 de agosto de 1887. Su familia se dedicaba a la explotación de minas de arena, material usado en la construcción. En los albores del siglo XX, empieza a intentar ser torero, logrando presentarse en la plaza de toros Mixcoac que era propiedad de don Joaquín Artau, señalándose desde esas primeras tardes como un torero que tenía por divisa el valor.

En el año de 1910 llega a la principal plaza mexicana, El Toreo de la Condesa, debutando en ella el 3 de abril de 1910, alternando con Luis Freg y Rosendo Béjar en la lidia de novillos de Tenguedó. A partir de ese domingo se iniciaría una atractiva rivalidad entre quien después sería conocido como El Rey del Acero y el torero de Mixcoac. Hace falta hacer notar que, en esos primeros encuentros, Luis Freg denotaba mayor conocimiento del oficio, y es que, fue quizás, el último discípulo de Saturnino Frutos Ojitos, de quien abrevó las artes necesarias para desenvolverse delante de los astados.

Merced Gómez era carismático, le llegaba a los que ocupaban los tendidos y llegó a ser el novillero mejor pagado de esa temporada. Así lo contó Luis Freg a Armando de María y Campos, para las memorias que éste le publicó:

…Fui personalmente a ver a los empresarios, que lo eran “Cuatro Dedos” y el “Tití”. Y no me quisieron oír y no me tomaron en serio hasta que fue herido el novillero Merced Gómez, que tenía mucho cartel. Yo no sabía qué pedir, y pedí lo mismo que le pagaban a Merced Gómez. Cada vez que me preguntaban algo, yo sólo respondía: “Sí señor, lo mismo que a Merced Gómez”.

El 12 de junio de ese 1910, en El Toreo de la Condesa, fue anunciado para lidiar, junto con Agustín Velasco Fuentes Mexicano y el hispalense Antonio Ortiz Morito, un encierro de Jalpa. Esa fue la tarde en la que se metió de lleno en el gusto de la afición capitalina. Le cortó una oreja al sexto de la tarde y fue tal la emoción que produjo, que se lo llevaron a hombros al concluir el festejo.

Actuaría todavía un par de tardes más en ese ciclo novilleril, los días 19 de junio y 3 de julio. En esta última fecha alternó mano a mano con el sevillano José Álvarez Tello, siendo herido de gravedad en el muslo derecho por un novillo de Cañada Honda, percance que detuvo su participación en el resto de ese ciclo de novilladas, pero que le permitió, el 12 de febrero de 1911: salir en una especie de fin de fiesta en la corrida en la que, ante toros de Felipe de Pablo Romero, actuaron Cocherito de Bilbao, Vicente Segura y Rodolfo Gaona. Merced Gómez enfrentaría al final del festejo dos novillos de Sinkeuel.

17 de septiembre de 1911, su primera alternativa

Los resultados obtenidos por el diestro de Mixcoac le permitieron obtener la alternativa en la principal plaza de México en el marco de la Corrida de Covadonga. A ese efecto se anunciaron toros del Duque de Veragua para Francisco Bonal Bonarillo, Merced Gómez y Alfonso Zambrano, recibiendo estos dos últimos la alternativa. Al final se lidiaron reses de Veragua (1º, 3º), Anastasio Martín (2º, 5º y 6º) y San Nicolás Peralta (4º). Señala en su obra de historia don Heriberto Lanfranchi que los toros de Veragua y Anastasio Martín estaban ya pasados de edad, pues tenían varios años padreando en San Nicolás Peralta. Escribe quien firmó como Pata Larga en el periódico El Diario de la Ciudad de México al día siguiente de este festejo:

Merced Gómez. – Para mí que se precipitó al tomar la alternativa, pues debió haber esperado a que la temporada diera comienzo para recibir el doctorado... Ha sido sin duda una de las mejores tardes que ha tenido Merced, o a lo menos la mejor que le he visto... No es un torero muy largo y tiene sus defectos, pero está valiente y con deseos de toros, de escuchar palmas, de competir y de ir más adelante en su carrera... Los dos toros que llegaron en mejores condiciones a la hora de la muerte, le tocaron a este diestro y si no se precipita con el primero, hubiera sacado mejor partido... Lo toreó desde cerca y con solo tres pases que le dio, entró a matar sobre corto, dejando el estoque hasta la empuñadura y cayendo el de Veragua patas arriba... A su segundo lo toreó bien de capa... Con la muleta se arrimó y remató bien los pases y a la hora de herir lo hizo como en el anterior, dejando el estoque un poco caído, pero volviendo a caer el bicho a sus pies...

Pata Larga llevaba algo de razón en su apreciación, pues poco toreó como matador de alternativa en esos días. Se le registra una corrida en Guadalajara, el 1º de octubre siguiente, en la que fungió como testigo de la alternativa que Arcadio Ramírez Reverte Mexicano le concedió a Cayetano González, lidiándose en la fecha toros de Espíritu Santo


Retorno a las novilladas y una nueva alternativa

Pero para el serial novilleril de 1912 se volvió a anunciar en los carteles a Merced Gómez, que actuó en siete tardes y volvió a ganarse el derecho a recibir la alternativa, misma que le fue concedida de nuevo en El Toreo de la Condesa el 1º de diciembre de ese año, por Diego Rodas Morenito de Algeciras y atestiguando Manuel Mejías Bienvenida, con toros de Piedras Negras. Le cortó la oreja al de su alternativa. Entre otras cosas, Miguel Necoechea Latiguillo, relata lo siguiente en su tribuna de El Imparcial de la capital mexicana:

Desacreditadas las alternativas, que son vistas ya por público y toreros sólo como un recurso de novedad y de atracción usado por las empresas, la de Merced ha tenido, sin embargo, el privilegio de ser tomada en serio. Así fue que, al pisar la arena entre la apretada hueste de toreros, recibió una ovación estruendosa... El entusiasmo recorre toda la escala del clamor y llega al delirio cuando el mexicano eslabona tres verónicas, de la cual, la segunda es oro de diez y ocho y radio puro la larga de serpentina con que remata esta su primera hazaña... La hora de la alternativa ha llegado... Ya armado el mexicano se arrodilla, el toro, tardo al principio de la faena, lo ve estupefacto como le llega de rodillas a los hocicos... Hay marcado compañerismo entre los alternantes; Morenito y Manuel Mejías quieren que Merced luzca y al capote sabio del de Algeciras, sigue el cuidadoso de Bienvenida, en un quite oportunísimo, cuando Merced, arrancando sobre corto y recto, pincha en lo duro saliendo rebotado... Tres muletazos más determinan nueva cuadratura. Merced ataca de nuevo y cobra una estocada hasta la mano que hace rodar al toro. La ovación entonces es delirante, surcan el aire sombreros y bastones, trazan polícromas trayectorias las serpentinas... atruena el aire como un solo grito de júbilo el de diez mil gargantas... Merced, premiado con la oreja de su adversario, da la vuelta al ruedo y se ve por primera vez que el éxito sea tan grande que de él participen Diego Rodas y Bienvenida, que también son aclamados por el público...

Tres semanas después, el 22 de diciembre, reapareció alternando con Manuel Mejías Bienvenida y Curro Martín Vázquez en la lidia de toros de San Diego de los Padres. Le cortó la oreja al tercero, llamado Chatito. Por la otra parte, El Papa Negro fue herido por el primero de la tarde, por lo que el señor Curro Martín Vázquez se quedó con 4 toros, su lote y el del compañero lesionado.

Para el año de 1913, volvió un par de tardes a la Condesa. La primera fue el 5 de enero, en la que actuó mano a mano con Rafael González Machaquito, despachando toros españoles de Pablo Benjumea.

Merced Gómez tuvo una destacada actuación esa tarde, lo que le valió volverse a ver anunciado al domingo siguiente, 12 de enero, otra vez con el califa Machaquito y Reverte Mexicano. Esa tarde se corrieron 5 toros del Duque de Veragua y 1 de Tepeyahualco (5º). Asistió al festejo el presidente Madero y la plaza de la Condesa registró un entradón con sobreventa. Machaquito fue herido por el cuarto y Merced Gómez, por el quinto. Los partes rendidos por el doctor Millán dijeron:

MACHAQUITO. – Este diestro tiene una herida de diez centímetros de extensión en el tercio medio del muslo derecho, interesando la piel, tejido celular y fibras musculares, cuya herida no es de las que ponen en peligro la vida, pero sí de las que tardan en sanar más de quince días... MERCED GÓMEZ. – Tiene una herida en el tercio superior de la cara posterior del muslo derecho, que interesó todas las partes blandas musculares, descubriendo el isquion y siendo de pronóstico reservado...

Reverte Mexicano se negó a matar al sexto, y el regidor que fungió como Juez de Plaza autorizó a Serafín Vigiola Torquito a bajar del tendido y finiquitar al veragüeño que Arcadio Ramírez dejó a su suerte en el ruedo, siendo detenido por esa actitud. La crónica de Pata Larga en El Diario y Heriberto Lanfranchi señalan que los toros del Duque fueron sementales durante 3 años de San Nicolás Peralta. Esta fue la última corrida que toreó en su vida Merced Gómez.

Se tuerce el camino de Merced Gómez

Durante el proceso de recuperación de la cornada sufrida a mediados de enero de 1913, Merced Gómez hacía gestiones para ir a torear a España la temporada de ese calendario. Para ello comenzó a frecuentar a Alberto Ortiz Cuatro Dedos mexicano, encargado de organizar las temporadas de novilladas para que le auxiliara en las gestiones necesarias. Se transportaba de Mixcoac a la casa de Ortiz en la avenida San Juan de Letrán en una motocicleta que había comprado para facilitar sus traslados. 

Una falla mecánica le hizo permanecer varios días en la casa de Cuatro Dedos, un sitio de reunión de muchos personajes de distintas tallas de la fiesta, en la que prácticamente noche a noche había jolgorio y veneración a Birjan. La madrugada del 4 de marzo de ese 1913, se suscitó una reyerta entre Merced y un banderillero español, Antonio Ramos Ruiz Carbonero de Sevilla, quien en respuesta a un golpe del torero mexicano que lo depositó en el suelo, sacó de entre sus ropas una puntilla y se la clavó al joven diestro en el muslo izquierdo, produciéndose de inmediato una gran hemorragia.

Se llamó al doctor Carlos Cuesta Baquero, quien vivía en ese rumbo y al ver el estado de Merced Gómez, pidió su traslado al sanatorio de su propiedad, lugar en el que intentó reparar los destrozos del arma blanca. El diario capitalino El País del día 6 siguiente, relata:

El doctor Cuesta, hábilmente secundado por su colega Grande Ampudia, procedieron a practicar una delicadísima operación a fin de examinar la herida y poder proceder con acierto... Después de larga y ardua labor, lograron ligar los dos cabos de la arteria femoral... Terminada esta curación, el valiente espada fue trasladado al sanatorio del doctor Grande Ampudia... temiendo los facultativos, muy seriamente, por la conservación de la pierna, pues la circulación colateral no se ha logrado restablecer aún. Si esto no llega a conseguirse, irremisiblemente tendrá que perder la pierna...

En el número de El Imparcial fechado el 11 de marzo, aparece una información titulada: Merced Gómez murió ayer para la vida del arte taurino. Le fue amputada la pierna herida después de los desesperados esfuerzos hechos por los médicos para salvarlo. Entre otras cosas, dice allí el doctor Cuesta Baquero:

Antier se acordó la amputación en una junta de médicos. Había que tratar de salvar la vida... La pierna, corroída por la gangrena, estaba ya muerta: toda negra hasta la tuberosidad de la tibia; era, pues, imposible salvar ese miembro que el herido arrastraba ya sobre el lecho con hedores de sepulcro, y se eligió para cortar, la parte media del muslo, hasta donde ya comenzaban a notarse las apariencias de la infección gangrenosa...

Así se puso punto final a la prometedora carrera de Merced Gómez, matador de toros. El 20 de abril siguiente, en El Toreo de la Condesa, se le organizó un beneficio, festejo en el que actuaron Eduardo Leal Llaverito y Eligio Hernández El Serio, ante toros de San Mateo. Ese día, Merced dio su última vuelta al ruedo en el escenario de sus triunfos.

Lo que vino después de la tragedia

Decía al inicio que la familia de Merced Gómez y él mismo, tenían por negocio la explotación de minas de arena. Pero, aunque el torero en retiro se dedicó a ellas, supo aprovechar la popularidad que ganó en los ruedos y fue electo alcalde de Mixcoac, cargo que ejerció todo el año de 1921. 

Merced Gómez, pese a ya no tener la posibilidad de enfrentar toros en el ruedo, no dejó de peinar coleta. El que fue quizás, su primer acto como alcalde, fue precisamente cortarse esa seña torera de identidad. Para ello invitó a Rodolfo Gaona, quien le aplicó el tijeretazo el día 3 de enero de 1921, en un evento organizado ex – profeso. El torero permaneció en la alcaldía hasta el 1º de enero de 1922.

El 17 de mayo de 1923, cuando inspeccionaba una de sus minas de arena en Mixcoac, Merced Gómez queda atrapado por un derrumbe en ella. Cuando se logró encontrarle, ya había fallecido.

Una plaza de toros, una calle y una colonia

El 8 de noviembre de 1925, don Próspero Montes de Oca, un comerciante reconocido por su afición a los toros y por ejercer de mecenas de esta fiessta, inauguró una plaza de toros que ubicó en el polígono que forman las actuales calles de Anillo Periférico, Alconedo, Tiburcio Sánchez de la Barquera y Merced Gómez, en lo que hoy en día es la colonia Merced Gómez. La plaza de toros llevó el nombre del diestro mixcoaquense y el festejo de apertura lo torearon José González Carnicerito y Jenaro Corona, quienes lidiaron cuatro novillos de Atlanga. El número de El Ruedo fechado el 6 de diciembre de 1944, relata:

En Méjico, como ya hemos dejado dicho, hay un total de 85 plazas de toros. Pero en realidad, con categoría y capacidad, con un regular número de festejos al año, no pasan de veinte. Aparte de las cuatro plazas que existen en Méjico capital – El Toreo, con 25.000 espectadores de capacidad; Merced Gómez, con 7.000 localidades; Vista Alegre, con 7.500 y La Rosa, con 4.000 –, sólo hay otras quince o dieciséis plazas más en que se den festejos taurinos o se hagan temporadas o ferias...

Por su parte, Heriberto Lanfranchi da como fecha de cierre de la plaza Merced Gómez el año de 1942. Allí se presentaron en la capital mexicana como novilleros toreros de la talla de Carmelo Pérez, Luis Castro El Soldado y Alberto Balderas, además del ya nombrado Carnicerito.

Hoy sigue vivo el nombre de Merced Gómez por la calle y colonia a las que se puso su nombre y en el recuerdo de los aficionados a esta fiesta.

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