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domingo, 25 de agosto de 2013

Una tarde trágica en El Toreo de la Condesa

La temporada de novilladas de 1941 en El Toreo de la Condesa tuvo una duración inusitada. Constó de 46 festejos, celebrados entre los meses de junio y octubre – celebradas en jueves y domingos – de ese año y destacaron entre los que llegaron a matadores de toros Cañitas, Espartero, Chicuelín, Luis Procuna, Guerrita, Antonio Toscano, Juan Estrada y Pepe Luis Vázquez. Varios de los actuantes no trascendieron con espada y muleta, pero llegaron a la fama vistiendo de plata, entre ellos Rafael Osorno, Felipe González, Sixto Vázquez (picador), Javier Cerrillo y Rutilo Morales. Por su parte, el malogrado Félix Guzmán toreó 8 festejos y en la tarde del 13 de julio, fue tal su triunfo, que los aficionados que llenaban la plaza lo levantaron al tendido y allí fue paseado en vilo por los asistentes alrededor de la plaza. También destacó la presentación de Conchita Cintrón quien actuó en un festejo.

Las novilladas de los jueves se caracterizaban por ser festejos de oportunidad. Por lo general, en ellas se programaba a seis novilleros que buscaban triunfar para obtener la repetición, ya fuera en otro jueves o en una tercia dominical.

Para la noche del jueves 28 de agosto de 1941 fue anunciado un encierro guanajuatense de Quiriceo, para que lo enfrentaran Luis de la Sota, Ignacio Cruz Ortega, Julio Calleja, Lorenzo Cortéz, Rubén Ramírez y Santiago Vega. El programa anunciador señala que en las cuadrillas iban Carlos Vázquez El Costeño, Francisco Ríos, Bernardo Bustamante Habanero, Nicolás Echeverría El Chato, Rafael Azuela Lara y José Palafox como picadores. En tanto, entre los banderilleros irían Genaro Martínez, Emeterio Herros, Miguel Gallardo, Ramón Robles, Rodolfo Rodríguez y Ángel García. El puntillero, dice el programa para los seis toros, sería Macario Castelán Gallinito.

La novillada no concluyó normalmente. Tras de que se arrastrara al cuarto de la tarde tuvo que ser suspendida porque solamente quedaba uno de los espadas en el ruedo – Lorenzo Cortéz – y habían ingresado en la enfermería el banderillero Miguel Gallardo y por su orden los novilleros Ignacio Cruz Ortega, Luis de la Sota, Rubén Ramírez, Julio Calleja y Santiago Vega, además de un aficionado que se tiró de espontáneo y un picador que no identifican las relaciones de la época que pude consultar. ¡Ocho heridos en una tarde! Aunque alguna de las informaciones que consulté, elevan el número hasta diez de ellos.

Reportaje gráfico aparecido en La Lidia
México D.F., 27 de agosto de 1943
La crónica del festejo publicada en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo, señala lo siguiente:
Los toros eran de la ganadería de Quiriceo. La más trágica corrida en el mundo se celebró ayer en la plaza de “El Toreo”. México, 28 de agosto. – Pese a cuanto se había dicho de la suspensión de las novilladas de los jueves, dizque en busca de nuevos valores taurinos, esta tarde, en “El Toreo”, se celebró la más trágica de las corridas de que se tenga memoria en los anales históricos de la fiesta brava… La tragedia batió esta tarde un récord mundial de lidiadores heridos en la plaza, al resultar cogidos cinco novilleros, dos banderilleros, un picador, un monosabio y un espontáneo de diez años de edad, que fue víctima del toro “embolado”. El único ileso de los matadores fue Lorenzo Cortéz, pero la corrida se suspendió por el escándalo del público y el temor de que el ruedo siguiera siendo bañado de la sangre de los noveles aspirantes al arte de Cúchares… El público, en formidable bronca, pidió a la autoridad que presidía la novillada que la suspendiera, ya que los aficionados se dieron cuenta de que los novilleros y demás gente de coleta fueron obligados por la empresa a lidiar toros de cartel con peso de 500 a 600 kilos… Entre los lesionados se cuentan los novilleros Ignacio Cruz Ortega, Luis Sota, Rubén Ramírez, Julio Calleja y Santiago Vela, éste con una horrible cornada en el vientre que lo tiene a las puertas del sepulcro… Solamente se lidiaron tres toros, pues para los demás ya no hubo personal… Las cruces Roja y Verde se vieron atareadas para conducir a sus enfermerías a los pobres aspirantes a toreros, mientras que la policía de la Octava Delegación levantaba acta tras acta… Los toros eran de Quiriceo, con edad y peso reglamentarios para corridas formales.
La ganadería de Quiriceo se formó en el año de 1924 por los hermanos Jorge y Eduardo Jiménez del Moral, que tenían ya la ganadería de Parangueo, ambas en el Estado de Guanajuato. Formaron el nuevo hierro con vacas de esta última ganadería – resultado de un cruce de ganado nacional y toros de origen Parladé – y agregando 40 vacas y 6 sementales de Campos Varela, también de origen MurubeYbarra - Parladé. Después, en 1937 agregaron sementales salmantinos de Graciliano Pérez Tabernero – dos – y uno de Antonio Pérez de San Fernando

Respecto del festejo y especialmente del ganado que en él se lidió, Heriberto Lanfranchi relata lo siguiente:
¡La corrida más sangrienta en la historia taurina de México! Ocho toreros, entre novilleros y subalternos, fueron heridos de más o menos gravedad por los astados de Quiriceo y Atlanga (viejos, cornalones y resabiados, es decir, completamente impropios para noveles) que se lidiaron y en el cuarto de la tarde tuvo que suspenderse tan injusta novillada…
En su comentario, Lanfranchi añade un hecho que no resulta ni del programa anunciador del festejo, ni de las crónicas periodísticas, en el sentido de que entre los novillos jugados esa tarde salió alguno del hierro tlaxcalteca de Atlanga. Otra versión escuché alguna vez del periodista Víctor Manuel Esquivel, en el sentido de que en realidad el encierro provenía de una ganadería que se formó con simiente de Piedras Negras y que fue fundada por Próspero Badillo y concluyó sus días en la tenencia de Roberto Sánchez Tapia. La realidad es que fuera de esas dos afirmaciones, la tarde es conocida como la de los quiriceos

El 27 de agosto de 1943, en su número 40, el semanario mexicano La Lidia publicó un reportaje gráfico de los sucesos que en ese día llegaban a su segundo aniversario. De los textos contenidos en el reportaje, escritos por Luis Gómez, extraigo lo que sigue:
Lo trágico de las corridas de toros. Un río de sangre fue la novillada del jueves 28 de agosto de 1941. Cinco novilleros heridos, un banderillero, un monosabio y un espectador también a la enfermería. Toros de Quiriceo… Parte facultativo: Los médicos estuvieron ocupados completamente. El más grave de todos es Santiago Vega, cornada de 11 centímetros interesando pared abdominal y epiplón. Es herida que pone en peligro la vida. Ignacio Cruz Ortega, una herida de 2 centímetros en el cuello y fractura de la clavícula izquierda. Rubén Ramírez, puntazo de 8 centímetros en una pierna. Julio Calleja, herida en la cintura. Miguel Gallardo, herido en la región inguinal. Luis de la Sota, conmoción cerebral…
Las fotografías del reportaje – que ilustra esta entrada – son de Enrique Sosa.

En el cincuentenario del hecho – 1991 – se publicó esta gacetilla acerca de la efeméride:
Hace 50 Años… 28 de Agosto de 1941… Una de las corridas más sangrientas que ha habido en la plaza de toros El Toreo fue la de ayer jueves, por culpa de la empresa, que contrató a novilleros para que lidiaran a toros de gran trapío, con un peso promedio de 600 kilos. No pudieron con el paquete y cinco fueron cogidos y enviados a la enfermería, al igual que dos banderilleros, un picador, un monosabio y hasta un espontáneo que se lanzó ruedo al ver lo mal que lo estaban haciendo los espadas. Los novilleros corneados fueron Ignacio Cruz Ortega, Luis de la Sota, Rubén Ramírez, Julio Calleja y Santiago Vega que se encuentra gravísimo; los banderilleros, Miguel Gallardo y Genaro Martínez; el picador Bernardo Bustamante; el monosabio, Francisco Bravo y, el espontáneo, Ignacio Macías…
Rubén Ramírez (28/08/1941)
Esta versión también amplía a 10 los heridos esa tarde y agrega los nombres de las personas que las anteriores no contemplan.

De los seis novilleros anunciados para esa trágica tarde, solamente volvió a actuar en El Toreo Ignacio Cruz Ortega – después llegaría también a la Plaza México – y un lustro después Santiago Vega y Luis de la Sota se presentarían en la plaza más grande del mundo, pero Julio Calleja, Lorenzo Cortéz y Rubén Ramírez no volvieron a actuar en la capital de la República.

Tuve la fortuna de conocer a don Rubén Ramírez – hidrocálido – y contaba que efectivamente los novillos que se lidiaron esa tarde eran descomunales y fuera de toda proporción para seis principiantes. Para él, dijo, fue el final de su carrera en los ruedos, pero nunca le quitó la afición.

domingo, 30 de junio de 2013

Detrás de un cartel (VIII)

Cartel de la corrida del 7
de febrero de 1909
La temporada 1908 – 1909 en el Toreo de la Condesa se sostuvo en toreros como Rafael El Gallo, Manuel Mejías Bienvenida, Antonio Boto Regaterín, el señor Curro Martín Vázquez y Morenito de Algeciras entre los hispanos más destacados y por primera vez en la historia de esa plaza – breve, apenas tenía dos años en funcionamiento – ofrecía en su elenco a dos toreros mexicanos que habían confirmado su alternativa en Madrid: Vicente Segura y Rodolfo Gaona, quienes serían un atractivo adicional para los carteles de la empresa que dirigía José del Rivero.

Aparte, en esa misma temporada se escribirían varios hitos de la historia de ese coso, pues el 24 de enero de 1909 se dio el primer mano a mano en el que los diestros eran mexicanos y días después, el 14 de febrero, se concedería la primera alternativa en su ruedo, la que Rafael Gómez, entonces Gallito, le concedió a su hermano Fernando – el destinatario del pasodoble Gallito – al cederle los trastos para dar muerte al toro Inglés de Piedras Negras, en presencia de Rodolfo Gaona.

La corrida del 7 de febrero se anunció a partir de un encierro compuesto por toros de Tepeyahualco y  Piedras Negras para El Gallo, Vicente Segura y Rodolfo Gaona y a más de un siglo de distancia, tiene muchos matices que vale la pena observar. Para el caso, encontré tres crónicas en los diarios de la Ciudad de México. La más prolija y detallada es la que escribió Miguel Necoechea Latiguillo para El Imparcial; luego, con más brevedad, pero con sustancia, están las de Luis G. Malváez Don Prudencio, para El País y la de K. CH. T. para La Iberia.

Controversia por el ganado

El primer detalle que abordan las tres crónicas revisadas es el análisis del ganado lidiado. La opinión de Don Prudencio es así:
…bueno será que la autoridad competente ponga el remedio, así como que exija al señor Veterinario e Inspector de Diversiones cumplan con su obligación, pues domingo a domingo se sueltan algunos chotos, con lo que se engaña al público, puesto que los carteles rezan que se lidiarán toros, y por consiguiente soltar becerros es engañar al público… Los toros de Tepeyahualco lidiados en tercero y cuarto lugares, aunque no catedrales, sí fueron aceptables en cuanto a presentación y ambos cumplieron sin sobresalir… Los propietarios de Piedras Negras enviaron toros de todas edades, habiendo algunos becerros que ni por asomo llenaban los requisitos que para el ganado exige el mártir reglamento. ¿Qué dice de esto el veterinario?...
Por su parte K.CH.T. deja entrever que no todos los toros tenían las condiciones para ser lidiados en la primera plaza de México y se expresa en este sentido:
Hubo toros muy bravos y muy nobles, con la edad reglamentaria, y dos toreros artistas, que hicieron filigranas con sus capas y en la candente arena del anchuroso circo nos ofrecieron con su valor y con su arte, todas las bellezas del hermoso y viril espectáculo español… Piedras Negras y Tepeyahualco enviaron toros de empuje, de poder y de extrema bravura; los de aquella ganadería hicieron una pelea franca en todos los tercios y sólo los de Tepeyahualco llegaron un tanto inciertos a rendir el pellejo…
Latiguillo por su parte, elogia la presencia de los toros, la que considera inmaculada, dejando su testimonio en estos términos:
El ganadero, o por mejor decir, los ganaderos, pues han conquistado ayer una ovación, medio ruidosa y envidiable, con que las multitudes han premiado ampliamente sus afanes por hacerse criadores de verdaderos toros de lidia… Pelo liso y brillante, astas finísimas y bien colocadas, pezuñas pequeñas y redondas, la cola barriendo la arena, y en cuanto a la edad, paréceme que cada uno traía como pasaporte su fe de bautismo, expedida hace cinco años allá en la dehesa, donde el aire reverbera entre los altos pastos…
Como podemos ver, hay extremos en los relatos, desde el que habla de chotos indignos, hasta el que asegura que el ganado lidiado era cinqueño. A la vuelta de tantos años, es difícil constatar quien era el que expresaba la verdad ocurrida. El cronista de mayor trascendencia histórica de los tres que me sirven de fuente, es sin duda Latiguillo, pero he de decir que su visión optimista del festejo que da pie a que yo meta los míos ahora, me produce alguna desconfianza. No obstante, no hay más cera que la que arde y con estos mimbres habrá que sacar esto adelante.

A propósito de las crónicas revisadas, diré que me llama la atención que todas comienzan por analizar al ganado lidiado en cuanto a su presencia y juego y enseguida pasan a dejarnos saber la manera en la que se condujeron los varilargueros y dejan para el final la narración de los hechos de los matadores. Quién te ha visto y quién te ve…, hoy se deja para un apartado final – la ficha – algún breve juicio sobre el toro, con mucho énfasis en el peso que dio al llegar a la plaza. Sin duda, la narrativa de la fiesta sale perdiendo con esa nefasta costumbre.

También controversia por la actuación de Vicente Segura

Tanto Don Prudencio, como K. CH. T. coinciden en que la actuación del torero de Pachuca fue desastrosa. En una de las cabezas de su crónica, el primero de los nombrados dice: Segura a la altura del barro…; el segundo resume la actuación del pachuqueño así:
El diestro de Pachuca tuvo una mala tarde. Poco lucido estuvo con el capote y el gesto siniestro de la jindama se dibujó en su rostro al muletear a su segundo toro, en el que había tela para dibujar, pintar, calar, etc., pero el millonario equivocó la faena y dejó dormida la muleta, entre tanto, las «nanas» «Pulga» y «Pepín», descompusieron al torito que murió en manos de Vicente de una estocada baja. ¿Con las banderillas? Si el capote y la muleta no lucen manejadas por el pachuqueño, mucho menos lucen los garapullos. Puso un par medianejo, entrando y saliendo regular. En su abono: toreó con dos primeras figuras del toreo, sin llegar él todavía ni a la mitad del camino. Apláudale el público su afán de alternar con buenos toreros…
En cambio, Latiguillo se deshace en elogios para quien sería después General del Ejército Mexicano y afirma:
Vicente Segura adelanta, adelanta a ojos vistos. Su toreo se hace más afiligranado, su conocimiento de las condiciones de los toros es más perfecto, y su manera de arrancarse a matar se hace más verdad cada día, y eso que tirios y troyanos le han reconocido a este diestro una decisión admirable para meterse entre los pitones, buscando el morrillo con el estoque… En quites estuvo, como siempre, muy oportuno, y los remató con holgura y elegancia. La buena voluntad del diestro pachuqueño ha quedado ayer demostrada de una manera patente cuando cogió banderillas. Hasta la fecha, Segura no había banderilleado toros, y ayer, cuando el público se lo pidió, el espada, sin andarse con repulgos, cogió los palos y demostró habilidad…
Vicente Segura es reconocido históricamente como uno de los grandes estoqueadores que México ha dado a la Fiesta, pero su habilidad con los aceros fue cuestionada así por Don Prudencio:
Una vez más el millonario toreador, nos demostró que se ha equivocado redondamente al elegir como profesión el toreo, el cual, por lo visto, no le entra en la cabeza, y que lo de seguro estoqueador, ha sido sólo un mito, una fábula que él con demasiada candidez se ha creído. ¿Estoqueador seguro? Puede ser, pues en la corrida de autos aseguró a sus enemigos sin fastidiarnos, sí señor. ¡Pero cómo los aseguró! Yéndose descaradamente a los bajos y no de otra manera, perfilándose fuera del pitón derecho y abandonando el planeta aún antes de tocar con la espada la piel de los toretes que le cupieron en suerte. ¡Excelente matador!...
Al final y con el balance de la historia, no me queda más que creer que en extremo, esta tarde fue una de las malas para Vicente Segura, quien en ruedos españoles y mexicanos dejó leyenda de torero valiente y de un extraordinario estoqueador.

Los hitos de Gaona

Apenas ocho meses antes, Rodolfo Gaona había confirmado su alternativa en Madrid. Sus habilidades eran ya conocidas aquí por su paso y desarrollo como torero en la Cuadrilla Juvenil Mexicana que formara Saturnino Frutos Ojitos, llevando como espada principal al de León de los Aldamas. Esos antecedentes le aligeraron las cargas que toda presentación genera a un torero. 

En esta tarde cortaría, según la relación de Latiguillo, una oreja al primero de su lote. De su crónica extraigo lo que sigue:
Gaona se ha revelado ayer, y parodiando una «becqueriana» del Bajío diré: «Ayer lo vide entre los toros…». No cabe duda que hay toro y torero de verdad y para rato. Bullicioso, animado, ganoso de palmas y ansioso de pelea, el diestro leonés toreó a su primero con tres verónicas petronianas, un farol y tres de frente por detrás, engendradas y rematadas con muchísima guapeza. De éstas sólo él sabe el secreto. El público, que está pendiente de lo que hace este muchacho, le aplaude con ruidosas ovaciones al rematar cada uno de sus lances, y al final le tocan música, muy merecidamente… El leonés se aprovecha perfectamente de las condiciones del toro y hace una faena de las que ponen de pie. Sus pases ayudados no tienen desperdicio y son magistrales, por lo tranquilos y ceñidos, sus pases de pecho. Realmente mientras Gaona trastea a su adversario, puede apreciarse toda la elegancia innata que imprime a todas las suertes que ejecuta y que viene a ser el sello de personalidad, con que visa cada uno de sus arrestos… Cuadrado el toro, y en la suerte natural, entra Gaona sin vacilaciones, por derecho, vaciando divinamente y colocando el estoque hasta lo rojo en la mitad del morrillo. Una estocada con todas estas condiciones, tiene que ser de rápido efecto, y así sucede, doblando el toro momentos después de herido y cobrando Rodolfo una gran ovación mientras da la vuelta al ruedo… De la ovación que se le tributó al torero mexicano, se puede juzgar, con decir que se le cortó la oreja al bicho y se le concedió al leonés como el galardón supremo y merecidísimo…
¿La presentación en sociedad de la gaonera?

De lo transcrito deseo hacer notar una parte, la que dice: …el diestro leonés toreó a su primero con tres verónicas petronianas, un farol y tres de frente por detrás, engendradas y rematadas con muchísima guapeza…

Generalmente se admite como fecha de estreno de la gaonera por su autor en El Toreo, la del 23 de enero de 1910, festejo en el que ante toros del Marqués del Saltillo actuaron mano a mano Tomás Alarcón Mazzantinito y Rodolfo Gaona. Se afirma que como matador de toros, El Califa la realizó por primera vez allí ante el toro Pinalito, cuarto de la tarde. Así lo sostiene Horacio Reiba Alcalino y afirma la existencia de alguna noticia de que la ejecutó como novillero en Monterrey, en 1906. Por su parte, don Luis Ruiz Quiroz señala que también como novillero integrante de la Cuadrilla Juvenil, la había realizado ya en el coso de La Condesa el 10 de septiembre de 1907, cuando para lidiar novillos de Atenco y Piedras Negras, fue acartelado con Antonio Ortega.

La realidad es que Latiguillo advierte que ejecutó en este día el lance de frente por detrás, nombre histórico de la suerte, igual como lo hizo en su día Dulzuras, al narrar la corrida del 28 de marzo de 1910, en la plaza de la Carretera de Aragón para el ABC madrileño, cuando ejecutó la suerte ante el toro Sardinito tercero de los de Benjumea jugados esa tarde, en la que alternó con Vicente Pastor y Gallito.

Ya sabemos que la definitiva denominación de la suerte la estableció Don Pío, quien independientemente del antecedente histórico de la suerte, consideró que por la manera tan personal en la que Gaona la ejecutó, debía llamarse gaonera y así es como ha llegado hasta nuestros días.

El Gallo

Donde las crónicas coinciden, es en que la actuación del entonces Gallito fue redonda. Sobre ella afirma K. CH. T.:
Actuaron «Gallito», Segura y Gaona. El primero llegó al ruedo ganoso de aplausos y con sus vistosos lances supo arrancarlos en buena ley; con la muleta trasteó con inteligencia y pupila, y las faenas de sus tres toros fueron muy aplaudidas. En quites entró con oportunidad y se mostró muy buen compañero. Al entrar por uvas no se desvió de la recta y estuvo certero con el estoque…
Toritos de regalo

La función que me ocupa fue extensa, pues en ella se lidiaron nueve toros, los seis de lidia ordinaria y otros tres de regalo. A los cronistas invocados eso les produjo también sentimientos encontrados. En El Imparcial, Latiguillo alaba lo que considera la generosidad de la empresa y los toreros:
Y como apenas ha pasado una hora y cuarto de que empezó la corrida, al momento en que es arrastrado el sexto toro, y como la empresa de «El Toreo» es empresa que no se para en gollerías del toro más o menos para dar gusto al público, hete aquí que el público pide un toro más, que la empresa lo regala de buen grado… [Vicente Segura…] A su vez, hace gala de desprendimiento y de deseos, y regala un toro que ocupa el octavo lugar… En su último toro, que fue el «criminal» aquél de la fea lidia y peores instintos, Rodolfo trasteó con precauciones…
Por su parte, Don Prudencio en El País señala.
Por condescendencia del señor concejal que presidió ayer la corrida, se lidiaron nueve toros, o sean tres más de los anunciados, con lo cual se infringe el Reglamento en vigor, que claramente dice que no podrán lidiarse más toros que los anunciados, y sobre este particular bueno será que la autoridad competente ponga el remedio…

La gaonera, por Rodolfo Gaona
Ya podemos ver que la manía de regalar toros no es enfermedad de estos tiempos, sino que ya hace más de un siglo que se convirtió en inveterata consuetudo… ¿Será por eso que los tres cronistas consultados concluyen en que el festejo – 18ª del ciclo – fue el mejor de esa temporada a esa fecha?

Así vemos que cada cartel, aparte de anunciarnos o recordarnos la celebración de un festejo, nos puede revelar también la manera en la que la Fiesta era vivida en esos días. Lo que intenté contarles aquí, es la historia detrás del cartel y del estado de las cosas de los toros en esos días. Espero que pese a su extensión, la encuentren de interés.

Nota primera: Si alguien desea obtener la transcripción íntegra de las crónicas invocadas aquí, puede solicitármelas mediante algún comentario aquí mismo, o por correo electrónico.

Nota segunda: El resaltado en la crónica de Latiguillo no existe en su versión original, es imputable exclusivamente a este amanuense.

domingo, 2 de junio de 2013

11 de febrero de 1945: La epifanía mexicana de Pepe Luis Vázquez

Pepe Luis Vázquez
(Imagen cortesía del Aula Taurina de Granada)
La décima tercera corrida de la llamada Temporada Hispano – Mexicana 44 – 45 representaba la quinta actuación de Pepe Luis Vázquez en el viejo Toreo de la Ciudad de México. Las crónicas reflejan que en las cuatro tardes anteriores había dejado muestras de su buen toreo, pero por algunas causas – principalmente, los toros – no había justificado aún el predicamento que precedió su llegada a esta tierra y que le hacía encabezar el elenco de toreros españoles que volvían a nuestras plazas después de una suspensión de relaciones taurinas que se inició en Madrid, en mayo de 1936.

Cagancho, Antonio Bienvenida, Gitanillo de Triana y Rafael Ortega Gallito ya se habían presentado también ante la afición capitalina y no habían tenido ocasión de poner sobre la arena las virtudes que atesoraban. Por su parte, Pepe Luis Vázquez en sus anteriores comparecencias pudo dejar constancia de su calidad, aunque sin redondear. Eso motivó que se le empezara a comparar con otro ilustre paisano suyo, Chicuelo, afirmando que requería de un tipo de toro bien determinado para poder lucir.

Para el 11 de febrero de 1945, Tono Algara anunció la presentación de la ganadería de Piedras Negras, cuyo encierro sería lidiado por Pepe Luis Vázquez, Rafael Ortega Gallito y Luis Procuna, que era uno de los triunfadores que la temporada había producido y que el domingo anterior le cortara el rabo a Cabrillo de Pastejé y ante el que, haciendo gala de su inventiva, realizara por primera vez el pase por alto que en ese día se llamó procunesa y que pasaría a la posteridad como la sanjuanera.

La corrida que me ocupa hoy estuvo a punto de ser suspendida por causa del viento que sopló toda la tarde. La crónica de Francisco Montes, publicada en el número 115 del semanario La Lidia, aparecido en la capital de México el 16 de febrero de ese año, refiere lo siguiente acerca de esa contingencia:

Minutos antes de que el reloj de la plaza marcara las cuatro de la tarde, la Empresa, por medio de unos cartelitos consultó con los asistentes si se daba la corrida en esas condiciones o si se dejaba para el lunes a las cinco de la tarde (ya que el peor enemigo de las corridas de toros es el mofletudo Eolo que además de poner en inminente peligro la vida de los lidiadores, desluce lógicamente todo lo que se intenta); pero siendo la respuesta afirmativa, la Autoridad ordenó hicieran el paseo las cuadrillas capitaneadas por Pepe Luis Vázquez, que vestía de obispo y oro; Rafael Ortega “Gallito”, de azul rey y oro y Luis Procuna, de verde nilo y plata; el paseo es frío y a tono con la tarde…

Ante los toros de Tlaxcala, fue cuando la afición de la capital mexicana pudo apreciar en toda su extensión la tauromaquia del torero del Barrio de San Bernardo. Fue su faena al cuarto toro, Anillito, número 13, negro bragado, que Pepe Luis Vázquez pudiera expresar su profunda tauromaquia. De la citada crónica de Francisco Montes, transcribo estas ideas:

Su segundo enemigo se llamó “Anillito”, número 13, negro, bragado, listón y capacho; el diestro de San Bernardo, molestado por el vendaval, pero imponiéndose a las circunstancias logró dos magníficas verónicas que remató con media estupenda, siendo muy ovacionado. En los quites “Gallito” derrochó valor y voluntad recibiendo palmas. “Bogotá” y Redondo parean con brevedad… Pepe Luis brindó la muerte de su enemigo al ex – presidente de la República de Cuba, coronel Fulgencio Batista que fue aclamado cariñosamente por toda la plaza. El sevillano, molestado por el vendaval, inicia su faena con un pase por alto, se pone la muleta en la mano izquierda y da el primer natural movidillo, para continuar con otros estupendos, naturales clásicos, siendo el tercero de la serie imponente y superior: un dechado de bien torear. La serie de naturales la liga con el auténtico pase de pecho y la ovación estalla tempestuosa, la música toca en su honor; sigue toreando en la misma forma, toreo serio, hondo, señorial, majestuoso, que hace de la plaza un manicomio; sigue su faena con la mano derecha en plan de escándalo, luchando continuamente con la sosería del burel y molestado por el viento que no ha dejado de soplar un solo instante; una gran faena, una estupenda faena que coronó con una estocada delanterilla que fue suficiente para mandar al destazadero al burel de Piedras Negras, un apéndice; la ovación es apoteósica, las palmas y la música acompañan la vuelta al ruedo del diestro sevillano, quien ha logrado cortar su primera oreja en “El Toreo” de México con una faena en la que tuvo que imponerse a los elementos… Los enemigos gratuitos del diestro de San Bernardo deben estar rabiando, ya que no podrán seguirle llamando “el torero del detalle”, pues su faena fue grandiosa y en circunstancias adversas para el torero; un triunfo meritorio que aunque lo deseen, no podrán negar sus detractores…

La relación que hace Francisco Montes nos refleja el impacto que causó la expresión íntegra de la tauromaquia de Pepe Luis Vázquez, dejando ver en su redacción, la emoción del cronista al poner en blanco y negro la impresión que su actuación le causó.

Una semana después, en el mismo semanario La Lidia, don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, reflexiona sobre esta actuación y creo que al margen del calor del momento, desentraña la esencia de la actuación del torero de San Bernardo. De su comentario, entresaco lo que sigue:

“Cuatro veces anteriores había dejado solamente el agridulce sabor en detalles fulgurantes de su arte personal, con la esperanza de que al fin destapara el frasco de la esencia pura de su toreo, tal como aconteció hace años con Manuel Jiménez, el torero de la Alameda. Y fue en esta tarde huracanada, cuando el viento en su furia incontenible se empeñó en impedir todo lucimiento, en la que Pepe Luis Vázquez, luchando abiertamente con el desatado elemento, luciera por primera vez en plenitud completa la maravilla del toreo clásico por excelencia. Fueron solamente en cantidad de nueve o diez los muletazos que a media plaza, sin buscar abrigo ninguno libertador del vendaval, los que dieron el triunfo definitivo al pequeño torero sevillano. Pero, ¡qué muletazos! Citando de frente y a distancia al burel para aguantar su acometida, empapándolo en los vuelos de la muletilla y engranar de esa guisa el verdadero toreo en redondo, rematado magistralmente con el auténtico forzado de pecho, ese muletazo de asombro que desde la época de Belmonte no habíamos vuelto a presenciar en toda su magnificencia. ¿Y después? Otra maravillosa serie de muletazos al natural rematados con un molinete doble en la misma cara de la res, esquivando así la acción del viento huracanado. ¡Asombroso! Una faena, más bien dicho, un FAENÓN clásicamente puro, coronado más tarde, ya en medio del entusiasmo general, con media estocada que hiciera a la res clavar las astas en la arena, para morir fulminada a los pocos instantes… La hazaña de Pepe Luis es de las que consagran. ¡Obligados estamos a entonar el “mea culpa” aquellos que supusimos no dejarían mayor recuerdo que sus detalles de oro purísimo en sus pasadas actuaciones! Lástima me causa escuchar en labios de viejos aficionados, conocedores de estos menesteres, frases tendientes a demeritar la que ha sido por todos conceptos la mejor faena de la temporada, por su auténtico clasicismo y belleza incomparable. Belmonte con un toro del Marqués del Saltillo (enero 22 de 1922) y “Chicuelo” con “Dentista” (octubre 25 de 1925), han vuelto a aparecer, gracias a Pepe Luis Vázquez, en el coso de la Condesa…

El anuncio del festejo en La Lidia
De estas reflexiones creo que vale la pena resaltar dos hechos, primero, el que sin buscar abrigo del viento, Pepe Luis Vázquez realizó una faena descansada en el pase natural y después, que con esa entregada actuación, entró en definitiva en el gusto de la afición de la Ciudad de México.

Por el resto del festejo, Luis Procuna cortó el rabo al sexto, Peregrino y Gallito saludó tras la lidia del segundo, Fistolillo. Al descabellar al sexto, Gallito se luxó el hombro derecho, pero pudo concluir su labor y por su pie se trasladó a la enfermería a ser atendido. 

Para Pepe Luis Vázquez, el gran triunfo en México vendría un año y seis días después, cuando en corrida nocturna, alternando con Manolete y de nuevo, Luis Procuna, cortara el rabo al toro Cazador de Coaxamalucan, en lo que resulta ser uno de los festejos míticos de nuestra historia taurina reciente y de la que ya me he ocupado aquí mismo en una entrada anterior.

Con este recuerdo de la tarde en la que manifestó su grandeza a la afición mexicana, expreso mi reconocimiento a la trayectoria de Pepe Luis Vázquez, quien entrara en la inmortalidad hace unos días.

Aclaro: Los resaltados en los textos transcritos no corresponden a sus originales, son responsabilidad exclusiva de este amanuense.

domingo, 17 de marzo de 2013

En el Centenario de José Alameda (y XII)


Alameda antes de Alameda (X)

José Alameda (Cª 1944)
Este domingo concluyo el camino iniciado hace algo más de un año y que con rigor cronológico debió terminar con el pasado año 2012, pero que razones personales que no viene al caso exponer aquí, me hicieron interrumpir en su momento, posponiendo la continuidad de la serie de participaciones con esta temática.

El texto del joven Alameda – firmado con el nombre de Carlos Fernández Valdemoro – que he seleccionado en esta ocasión apareció publicado en el número 101 del semanario La Lidia, mismo que salió a la venta el 10 de noviembre de 1944 y más que por su riqueza literaria y de conceptos, decidí presentárselos porque contiene el resumen general de la temporada de novilladas a la que se refirieron las crónicas transcritas en las referencias anteriores a este tema.

En la revisión que Alameda hace del ciclo, veremos una serie de nombres que hicieron historia en la Fiesta como matadores de toros, como banderilleros e incluso como ganaderos, así como alguno que se convirtió en sinónimo de tragedia. El artículo en cuestión es el siguiente:

Resumen de la temporada que se fue 
Comenzó el 11 de junio, con Julián Pastor, Nacho Pérez y Arturo Fregoso, que lidiaron novillos de La Laguna. Terminó el 5 de noviembre con la corrida de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, en la que tomaron parte Jesús González “El Indio”, Jesús Guerra “Guerrita”, Rafael Osorno, Tacho Campos, Anselmo Liceaga, Eduardo Liceaga y Raúl Iglesias con novillos de Santín. 
Se celebraron en total veintitrés novilladas en las que actuaron veintinueve espadas: Julián Pastor, Jesús Quintero, Eduardo Navarrete, Mario Sevilla, Nacho Pérez, Joel Rodríguez, Rutilo Morales, Rafael Osorno, Pepe Luis Vázquez, Darío Ramírez, Paco Rodríguez, Gabriel Soto, Arturo Fregoso, Tacho Campos, Gonzalo Campos “Soldado II”, Leopoldo Gamboa, Ezequiel Fuentes, Ricardo Balderas, Valdemaro Ávila, Ángel Isunza, Eduardo Liceaga, Emiliano Vega, Félix Briones, Raúl Iglesias, José Antonio Mora “Chato Mora”, Antonio Toscano, Jesús Guerra “Guerrita”, Jesús González “El Indio” y Anselmo Liceaga. 
Mataron “séptimos toros” Roberto Gómez el 9 de julio, cortando oreja y saliendo en hombros; Joaquín Peláez, que actuó el 17 de julio, dejándose ir al corral a su adversario; el doctor Roberto Urbiola, que toreó el 30 de julio y José Ortega, que lo hizo el 6 de agosto. 
Cortaron orejas los siguientes novilleros: Eduardo Liceaga, siete orejas, un rabo y ganó la “Oreja de Plata” en la última corrida; Tacho Campos y Pepe Luis Vázquez, dos orejas; Ricardo Balderas, “Guerrita” y “Chato” Mora, una oreja. 
Dieron vueltas al ruedo: Eduardo Liceaga, nueve; Tacho Campos, Pepe Luis Vázquez y Ricardo Balderas, cuatro; “Chato” Mora, Darío Ramírez, “Guerrita”, Rafael Osorno y Raúl Iglesias, dos vueltas al ruedo cada uno y Julián Pastor, Nacho Pérez, Gonzalo Castro, Rutilo Morales, Leopoldo Gamboa, Ezequiel Fuentes, Valdemaro Ávila y Eduardo Navarrete, una cada uno. 
Toros notables: “Pacholero” de la ganadería de Piedras Negras, lidiado en cuarto lugar el día 30 de julio, que correspondió a Ángel Isunza, torero que desaprovechó lamentablemente a este bravo ejemplar, al que se le dio la vuelta al ruedo. “Oaxaqueño”, de la ganadería de San Diego de los Padres, lidiado el 12 de octubre, en la corrida de “La Prensa de Plata” y que correspondió a Pepe Luis Vázquez, quien no supo aprovechar al bravísimo sandieguino, habiendo estado el toro muy por encima del torero, dando la vuelta al ruedo el ganadero. 
Toros al corral: El 11 de junio, uno a Arturo Fregoso, otro a Joel Rodríguez el 3 de septiembre y el séptimo toro del 16 de julio a Joaquín Peláez. 
De las novilladas celebradas merecen mencionarse la del 8 de octubre con entrada gratis, que la ofreció el general Maximino Ávila Camacho a la afición capitalina, en cuya novillada hizo salir al tercio al ex – matador de toros Lorenzo Garza, que fue fuertemente ovacionado; la del 13 de octubre, que se celebró en jueves con motivo del “Día de la Raza”, y que fue la novillada de “La Prensa de Plata”, en la que vimos corren un estupendo encierro de San Diego de los Padres y la del 8 de octubre por ser la de la Unión de Matadores y concursar los espadas por la “Oreja de Plata”. 
Percances: El 25 de junio un toro de Santo Domingo, a Paco Rodríguez, le infirió una cornada en el triángulo de Scarpa izquierdo, en su borde inferior. Paco Herros, el jueves 27, cornada en el muslo derecho. El domingo 6 de agosto, un toro de Rancho Seco infirió una cornada con dos trayectorias en el muslo izquierdo a Nacho Pérez y el 22 de octubre a Mauro Liceaga en el brazo izquierdo. 
Se lidiaron novillos de las siguientes ganaderías: La Laguna, Torreón de Cañas, Santo Domingo, Zotoluca, Santín, Atlanga, Matancillas, Piedras Negras, Rancho Seco, Ajuluapan, Heriberto Rodríguez, Coaxamalucan, San Diego de los Padres, Peñuelas, Pastejé y Atenco. 
Los “Jueves Taurinos” fueron pocos por falta de ganado y actuaron en ellos Paco Herros, Alfonso Covarrubias, Santiago Vega, Arnulfo Balderas, Julio Alarcón, Alberto Montaño, Jorge Ortiz, Anselmo Liceaga, al que se le fue un toro vivo, Francisco Casado, Mario Yáñez, Arcadio Ramírez, Benjamín López Esqueda y Salvador Moreno, que fue el triunfador indiscutible, siendo una lástima que haya entrado en el último jueves. 
También actuó, en dos ocasiones, la “Cuadrilla de Señoritas Toreras”. Se celebraron dos festivales, uno a beneficio de los damnificados de Parral, Chihuahua, en el que actuaron Rafael Solana Jr., “Paco Malgesto”, Chucho Cabrera, Heriberto Rodríguez Jr., Juan Silveti Jr., y el cómico “Cantinflas”, habiendo alternado en quites el doctor Joel Marín, que cedió la “Orejita de Oro”, que el jurado otorgó a “Paco Malgesto”. 
Coincidiendo con el centenario de nuestra revista LA LIDIA, se celebró un segundo festival, en privado, en el que actuaron como matadores, nuestro Director, don Pablo B. Ochoa, quien dio la alternativa a sus colaboradores Carlos Fernández Valdemoro y Ernesto Benítez, dos artistas de distinta escuela, que en unión del veterano espada, hicieron las delicias del medio centenar de amigos invitados. 
A nuestro Director le fueron otorgadas las dos orejas y el rabo de su enemigo, habiendo tenido que matar, además, los becerros correspondientes a sus alternantes.

Esta fue la apreciación que el joven Alameda – tuvo acerca de los sucesos de la temporada novilleril 1944 – la única que cubrió para ese semanario y con esa firma –, misma que fue el preámbulo de la temporada grande que representó la reanudación de relaciones taurinas entre España y México, rotas desde 1936 y con ella concluyo este ciclo de presentaciones dedicadas a conmemorar el centésimo aniversario del natalicio de uno de los más grandes escritores de temas de la Fiesta, Luis Carlos José Felipe Juan de la Cruz Fernández y López – Valdemoro, quien universalmente sería conocido como José Alameda y será quien revolucione, en los años por venir, la manera de comprender y estudiar el origen de la Fiesta de los Toros.

domingo, 28 de octubre de 2012

En el centenario de José Alameda (X)


Alameda antes de Alameda (IX)

José Alameda con el Arq. Juan Sordo Madaleno
ganadero de Xajay
En esta oportunidad seleccioné la crónica de la novillada celebrada en El Toreo el domingo 20 de agosto de 1944 en la que para lidiar novillos de Ajuluapan (5) y Sayavedra (6º), alternaron Félix Briones, Leopoldo Gamboa y el debutante Raúl Iglesias, porque veo que en ella el joven Alameda destaca los valores del conocimiento y dominio del oficio en el torero, sobre el hecho de hilvanar una faena a partir de una sucesión de lances o de pases más o menos ligados. Bajo el título de Buen debut de Raúl Iglesias, y todavía firmando como Carlos Fernández – Valdemoro, podremos encontrar en esta remembranza, una buena loa al toreo que se hace a partir de conocer las condiciones de los toros y los terrenos que los toreros deben ocupar. La crónica apareció publicada en el número 92 de La Lidia, el viernes 25 de agosto de 1944:
El domingo pasado, hizo su presentación en “El Toreo” un novillero al que yo quisiera ver torear de nuevo. Es Raúl Iglesias, muchacho que tuvo un debut afortunado y desafortunado a la vez. Afortunado, porque alcanzó un buen éxito. Desafortunado, porque ese éxito no es nada para el que hubiera podido alcanzar, de haber lidiado novillos propios para el triunfo… Cuando se dio suelta al tercero, Raúl Iglesias fue a buscarlo a terreno comprometido, cerca de tablas y delante de los chiqueros, donde los toros “pesan” siempre mucho. Al verlo, pensé que acaso el muchacho – principiante, al fin y al cabo – desconocía la importancia de lo que estaba haciendo. Pero pronto me convencí de lo contrario. Raúl sabía muy bien el terreno que pisaba, sólo qué, confiando en su arte, contaba con salir airoso. Y así fue. Dio varias verónicas con un arte, una soltura y una serenidad verdaderamente poco comunes. Pero hizo muy mal en darlas allí, porque hay que rehuir las dificultades innecesarias. Los buenos lances de Raúl hubieran resultado mejores en cualquier terreno donde el enemigo no lo asediase como en tal sitio lo asedió. Cuando el diestro – que realmente lo es – se disponía a rematar al novillo, de un derrote le arrebató el engaño. Pero Raúl no se descompuso y salió sin apuros del trance, mientras el público le ovacionaba… Muleteó extraordinariamente bien a ese novillo, dándole primero una serie de ayudados por bajo, templadísimos. Comenzó en el tercio y fue ganando terreno hacia los medios, siempre animado por los aplausos. Irguióse luego para dar cuatro muletazos, altos y de pecho, los que ejecutó manteniendo las piernas firmes, ligeramente abiertas para encontrar buen sustento en la arena, y llevando al novillo toreado con naturalidad, sin efectismos, en forma clásica y seria. Luego, viendo ya más agotado al novillo, lo toreó por delante, cerca de tablas, muy seguro, muy sereno y muy hábil, sin que al aludir a su habilidad quiera yo insinuar que usase de ilícitos recursos. Muy por lo contrario, demostró que pueden conocerse los secretos del toreo, sin que ello traiga como consecuencias la adquisición de viciosas mañas, pues también el toreo eficaz tiene reglas de buen arte, que los toreros con “escuela” como Raúl Iglesias, conocen y aplican. Hubiera sido bueno que lo viesen los principiantes envejecidos, que antes de conocer la ley, conocen ya la trampa… Entró Raúl a matar estando el toro con la penca del rabo en las tablas y formando con ellas un ángulo agudo, es decir con la posición requerida para lo que “Paquiro” llamaba el “volapié mejor”, distinguido del que se practica en otros terrenos, por sus mayores dificultades. Y aunque Raúl no se reuniera a la perfección, ni diese a la muerte cualidades notables, me interesa señalar la forma y el lugar en que la hizo, porque eso contribuye a acentuar su carácter de torero propenso a lo clásico y notoriamente difícil. Dejó en esa forma, media estocada que, por resultar algo contraria, no dio fin al novillo. Y esto produjo la mala consecuencia de que el astado, dolido al acero, empezaba a encogerse. Lo hizo visiblemente cuando Iglesias entró por segunda vez. Pero el espada se dio cuenta enseguida, no obstante lo cual, le costó trabajo matarlo, porque el novillo casi retrocedió al sentirse herido. Raúl lo toreó entonces de nuevo, por bajo y por delante, con severa maestría, nada aparatosa, ni efectista, pero rara y, por ello, muy estimable en un principiante. Después, le metió el brazo con gran habilidad, haciéndolo todo él, y dejó una corta desprendida, que refrendó un descabello a la primera… Se le ovacionó con fuerza y él se “recetó” la vuelta al ruedo. Pero el público no se lo tomó a mal. Al contrario, redobló la ovación… En sexto lugar salió un novillo castaño bragado, de Ajuluapan, que parecía embestir con cierta alegría, pero que era terciado en exceso. Y como, a causa de ello fuera protestado por el público, le sustituyó un manso de Sayavedra, que se quedaba en el centro de la suerte y tiraba peligrosos derrotes altos. Fue un novillo dificilísimo, que hubiese puesto en amargos trances más de un matador de toros. Raúl lo toreó sin perder la serenidad y lo mató con decoro, comportándose en todo momento como un torero auténtico… Sería muy interesante verlo ante novillos de buenas condiciones, para saber lo que da de sí y hasta donde llegan las cualidades de lidiador enterado y con buen estilo que demostró poseer sin duda de ningún género… El primer espada, Félix Briones, recibió al novillo que abrió plaza con un lance a pies juntos, suave y ceñido. El público acompasó el movimiento del torero con un “olé” estentóreo. Pero, enseguida, el astado se quedó. Y aunque Briones, muy valiente, lo obligó a pasar y le dio otra buena verónica y un ceñido recorte, no alcanzó la cosa el elevado tono que hacía presumir el primer lance. Tomó el novillo la primera vara y Félix, aún más valiente que en la ocasión anterior, hizo un quite por chicuelinas apretadísimas, que le valió una ovación. Y como el astado rehusase después la pelea con los montados, la autoridad dio orden de que se le retirase al corral. Al sustituto le veroniqueó Briones también con mucho valor y, luego, al hacer el primer quite por orticinas, – que han vuelto a estar en boga desde que Luis Procuna las resucitó en la corrida de la Oreja de Oro – resultó cogido y aparatosamente volteado. Se levantó y quiso repetir los lances, demostrando con ello más carácter que malicia, pues el novillo no era ciertamente propio para tales adornos… En la segunda vara, derribó el de Ajuluapan, y como el picador cayese al descubierto, Manuel Gómez Blanco “Yucateco” metió el capote y se llevó al toro. Y aunque parezca mentira, cierta parte del público se lo premió con una rechifla. El “Yucateco”, sorprendido y disgustado – no era para menos – explicó por señas que no podía dejarse al picador a merced del toro. Y es que no cabe ni en cabeza de baturro que se abronque a un torero por hacerle un quite oportuno a un compañero en peligro. Sin embargo, hay gentes que creen que el quite no consiste en librar a caballo y caballero del riesgo inminente, sin en dar lances de adorno, vengan o no al caso. Que el dios Tauro los perdone… A la muerte llegó el novillo con acusada querencia hacia las tablas, y aún más allá de ellas. Y saltó al callejón, cuando Félix brindaba ya su muerte. Estaba el novillo decidido a evitarla y apenas lo sacaban de entre barreras, volvía a internarse. Abrieron por fin los monosabios la puerta del callejón que está ante la puerta de cuadrillas y allí se quedó aquerenciado el toro. Félix Briones hizo cuanto pudo para sacarlo, y aprovechó una arrancada para sacarlo hacia las afueras, logrando dejar una estocada un tanto pasada. Saltó el novillo, ya herido, al callejón y allí murió, mientras el público premiaba la voluntad y la decisión de Félix con nutridos aplausos… Al cuarto lo veroniqueó también Briones con sobra de valor, aguantando con singular entereza de ánimo sus violentas arrancadas y toreó después, en el primer quite, por gaoneras, con ajuste y temple, siendo ovacionado en las dos ocasiones… Con la muleta dio algunos pases de costado y por alto, y otros al natural, siempre cerca y empeñoso, aunque sin que hubiera ligazón en la faena por el agotamiento del enemigo. Cuando trasteaba por bajo, muy cerca de las astas, fue prendido y aparatosamente volteado. Pero se levantó indemne y acabó con el novillo de un pinchazo en hueso y una entera perpendicular… A Leopoldo Gamboa le correspondió en primer lugar un novillo berrendo en cárdeno, que estaba ligeramente resentido de la pata derecha. Gamboa, que no se acomodó al veroniquear, logró en el primer quite dos gaoneras muy ceñidas, que tuvieron como continuación unos lances por la cara, destinados a poner al toro en suerte… También este novillo manifestó acusada querencia hacia las tablas, por lo cual resultó sorprendente la decisión del “Chato” Guzmán de banderillearlo al sesgo por dentro, en forma que hacía inevitable que el novillo lo achuchara al seguir su querencia. El “Güero” Merino, a continuación, le enseñó la forma justa de banderillear a ese toro, que era exactamente la contraria, es decir, al sesgo por fuera. Y si el novillo achuchó también al “Güero”, al perseguirlo, fue porque el banderillero le llegó mucho, comprometiéndose con ello, pero no por haber cometido un error… Gamboa, acertadamente, dio tablas al enemigo y lo muleteó por bajo. Es decir, le hizo la faena adecuada, en la que, de haber puesto un poco más de decisión, hubiese alcanzado el éxito que su buena orientación merecía. Entró a matar al hilo de las tablas, dejando una estocada trasera, y, cuando intentaba el descabello, el toro se echó… El quinto que tenía sentido, le dio a Gamboa un achuchón verdaderamente asustante cuando el muchacho intentaba el primer pase. Esto desconcertó al torero que, al volver a citar, vio venir al novillo sobre sí y le soltó la muleta en la cara. En vista de lo cual, decidió entrar a matar inmediatamente, cosa que desagradó al público, aunque Gamboa no pudo estar más afortunado en su empeño, pues agarró una corta en todo lo alto, que terminó con sus tribulaciones… No hubo “séptimo toro”. Gracias Joaquín Guerra.     
Los espadas del cartel

Félix Briones (Foto: Manolo Saucedo
cortesía burladerodos.com)
Félix Briones, nativo de Monterrey tomó la alternativa en la plaza Coliseo de su ciudad natal el 24 de noviembre de 1946, siendo su padrino Lorenzo Garza, en corrida de mano a mano con el toro Reinero de la ganadería del propio Lorenzo Garza. Confirmó en la Plaza México el 29 de diciembre de 1946, llevando como padrino de nuevo a Lorenzo Garza y de testigo a Jaime Marco El Choni, siéndole cedido el toro Huerfanito de Zotoluca. Falleció el 11 de julio de 2011.

Raúl Iglesias, de San Luis Potosí, es el único torero mexicano que ha recibido la alternativa en la plaza de toros de Vista Alegre, la Chata de Carabanchel, Madrid, el 11 de julio de 1954. Le apadrinó Jaime Malaver, y fungió como testigo Enrique Vera, en la cesión del toro Ruiseñor de José Carvajal González. Falleció el 6 de abril de 2011.

A Leopoldo Gamboa ya se los había presentado en algún capítulo anterior de esta serie.

Necesaria Aclaracion: Los resaltados en el texto de la crónica transcrita, son imputables exclusivamente a este amanuense.

domingo, 21 de octubre de 2012

20/X/1907: Litri corta la primera oreja en El Toreo de La Condesa

Miguel Báez Litri
Litografía de La Lidia

La plaza de toros que pasaría a la historia como El Toreo de La Condesa y que en sus inicios se anunció como Plaza de Toros de El Toreo S.A. se inauguró el 22 de septiembre de 1907 – asunto del que ya me había ocupado por aquí  –, iniciando así lo que sería la temporada 1907 – 1908 de la capital mexicana. No obstante que en ese momento había tres cosos taurinos en el lugar, solamente funcionaría el nuevo escenario, pues la de Chapultepec sería demolida ese mismo año y la Plaza México de la Calzada de La Piedad, que todavía a principios de ese mismo año fue el escenario de la temporada de toros, según Lauro Rosell, fue arrendada por los empresarios del escenario recién puesto en funcionamiento para evitar una no deseada competencia.

La temporada constó de veintidós corridas de toros y una novillada y se verificó entre la fecha de inauguración de la plaza y el 23 de febrero de 1908, ofreciéndose a la afición un número similar de festejos al que se había dado el ciclo anterior en la cerrada Plaza México, aumentado en éste, en una corrida de toros.

Entre los diestros más destacados que conformaron el elenco de esa temporada se contaron José Clarós Pepete, Vicente Segura, Antonio Moreno Moreno de Alcalá, Antonio Guerrero Guerrerito, Enrique Vargas Minuto, Ángel Carmona Camisero, Manuel Lara Jerezano y la Cuadrilla Juvenil Mexicana de Saturnino Frutos Ojitos que tenía como principal atractivo a Rodolfo Gaona. Estos y otros toreros lidiaron toros de Piedras Negras, Tepeyahualco, San Nicolás Peralta, Santín, San Diego de los Padres, entre los nacionales y españoles de Arribas Hermanos, Felipe de Pablo Romero, Pablo Benjumea y Pérez de la Concha.

La tercera corrida de la temporada se celebraría el domingo 20 de octubre de 1907. Se anunciaba un encierro de Piedras Negras para Miguel Báez Litri, que originario de Huelva, había recibido la alternativa en Sevilla en 1894 de manos de Bonarillo y ese mismo año la confirmó en Madrid, llevando como padrino a Guerrita. El segundo espada era José Pascual Olmos Valenciano, alternativado por Bombita en Valencia en 1903 y confirmado en Madrid por Jerezano. Cerraba la combinación Fermín Muñoz Corchaíto, quien recibió la alternativa en Madrid de manos de Vicente Pastor, apenas el mes de septiembre anterior al festejo que nos ocupa.

Fermín Muñoz Corchaíto
Cortesía: Tendido Diez
Litri se presentaba en la temporada, en tanto que Valenciano y Corchaíto reaparecían en lo que era la plaza más grande de América y gozaban ya de un importante cartel, tanto, que tras de Pepete, el diestro de la capital del Turia fue el que más corridas sumó en la temporada y el del Viso de los Pedroches fue en el escalafón del ciclo, el cuarto, tras del pachuqueño Vicente Segura.

Hasta este festejo, no se había premiado con apéndices la labor de ningún diestro de los que habían actuado en la nueva plaza. Encontré en la hemeroteca dos relaciones de los hechos sucedidos. La que hace Clarín en el diario La Iberia de la Ciudad de México, en su edición del 22 de octubre de 1907, refiere expresamente la concesión de la oreja a Litri tras la lidia del cuarto de la tarde y otra a Valenciano tras terminar al quinto. La contenida en La Patria firmada por Aficionado en el mismo lugar y fecha, no refiere la concesión de apéndices.

La relación de La Iberia es la siguiente:
La noticia de que volverían a torear «Corchaíto» y «Valenciano», despertó gran entusiasmo entre los aficionados; lo que unido a que se lidiaron toros de Piedras Negras, ganadería que no ha perdido su cartel a pesar del mal juego que dieron en la temporada pasada, hizo que viésemos los tendidos henchidos de gente… El ganado estuvo bien presentado, de bonita lámina y un poco tardos; el sexto tuvo que ser devuelto al corral, siendo substituido por un negro listón el que aparentemente cinco veces fue picado, aunque en realidad solo fue una, con todo y eso se dio el toque de banderillas, sucediendo que el toro no prestándose a la suerte brincó al callejón poniendo en grave peligro al «Marinero» que saltó antes que él; por fin fue retirado a petición del público… Entre los picadores mencionaremos a «Agujetas» y a «Chanito» por su amor propio… De los peones se distinguieron en la brega «Pulga de Triana», «Marinero» y «Cepillero» y con los palos «Pulga» y «Marinero»… Los matadores se portaron con bastante valor y tuvieron ganas de agradar. El «Litri», que nos fue presentado el domingo es un torero de bastante arrojo, que se distingue sobre todo en la hora suprema y en la manera de tirarse. Al primero después de una faena bastante aceptable lo despachó, entrando a volapié, de una estocada algo tendida y un descabello al segundo intento. (Aplausos). Al cuarto toro lo saludó con unas verónicas, con la muleta tuvo una buena faena, dio una estocada hasta la empuñadura, siendo enganchado al mismo tiempo, con gran alarma del público, levantándose enseguida sin novedad para encararse otra vez con su adversario el que cayó sin necesidad de puntilla; recibiendo entonces «Litri» la ovación de la tarde concediéndole la oreja… El «Valenciano» se portó con valor y buena voluntad, al segundo le paró los pies con dos verónicas y tres lances de frente y por detrás estando a punto de sufrir un percance después, con gran valentía lo despachó de un pinchazo, una media y un descabello a pulso, (aplausos)… En el quinto, «Valenciano» tomó los palos y colocó un magnífico par al cambio, (ovación), entra después y puso uno de frente, superior… A la hora de matar, después de varios pases altos sufre la rotura de la taleguilla y un pinchazo, vuelve a entrar muy limpio y dio un buen volapié, siendo ovacionado calurosamente, concediéndosele la oreja… «Corchaíto» estuvo trabajador y empeñoso, a su primero, o sea al tercero, lo veroniqueó, siguiendo con un farol, una navarra y varios recortes que entusiasmaron; tomó los palos y dio un cambio algo trasero y un buen par al cuarteo. Con los trastos hizo una buena faena, sobresaliendo un pase de pecho arrodillándose; perfilándose bien dio una estocada algo baja, siendo muy aplaudido por su faena… Al último toro, «Corchaíto» lo pasó de muleta junto a las tablas y al tirarse fue enganchado y volteado sin consecuencias, volvió a tirarse dando una estocada, terminando con un descabello… En general el público se mostró satisfecho con la corrida, pues gracias a la labor del «Valenciano» y «Corchaíto», se ha levantado la temporada actual.
Así lo refiere La Patria:
«Litri», «Valenciano» y «Corchaíto», dos viejos y concienzudos toreros y un joven fogoso, lleno de alegría y ávido de aplausos, llenaron el cartel del último domingo, estoqueando seis toros de Piedras Negras en la Plaza de «El Toreo»… La corrida nada tuvo que envidiar a las que en otra temporada torearon Fuentes, «Bombita» y otras celebridades, pues hubo lances de capa superiores, banderillas como las de «Valenciano», colocadas con todas las reglas del arte y estocadas superiores como las del viejo «Valenciano», que salió enganchado aparatosamente, pero que despachó a sus enemigos, tirándose como sólo ha podido hacerlo el gran Montes… A «Corchaíto» le vimos dar una estocada buena, entrando con tal denuedo, que recibió un terrible golpe en el pecho, el que, por fortuna, no tuvo consecuencias… En resumen, la corrida fue del agrado del público y los tres matadores confirmaron su cartel, dejando gratísima impresión… De la próxima lidia, daremos crónica detallada.
El Toreo de La Condesa
Como se puede ver, llama la atención a ambos escribidores la experiencia de Litri y Valenciano contra la juventud de Corchaíto, sin pensar siquiera en el final de sus historias. Litri sería la cabeza de una afamada dinastía de tres generaciones de matadores de toros; Corchaíto tendría un triste final entre las astas de los toros siete años después de esta corrida y el único que tendría un final más o menos sin sobresaltos, sería Valenciano, que falleció en su tierra, en 1943, a los 70 años de edad.

domingo, 14 de octubre de 2012

Cuando el sol sale de noche. Antonio Velázquez y la Oreja de Oro de 1945

Portada de La Lidia del 9 de marzo de 1945,
Velázquez y la Oreja de Oro

Antonio Velázquez, que había sido un destacadísimo peón de brega en la cuadrilla de Luis Castro El Soldado y que también, vestido de plata, apoyó los inicios de las carreras de Calesero y Carlos Arruza, debutó como novillero el 19 de junio de 1942, alternando con Antonio Toscano y Luis Briones para lidiar un encierro de Piedras Negras. Su faena al novillo Quitasol le representa su primer triunfo y salida en hombros del viejo Toreo de la capital mexicana. En esa campaña sumaría ocho fechas más, cerrando su temporada en el festejo de la Oreja de Plata el domingo 8 de noviembre, cuando ante novillos de Zacatepec, se disputaron el trofeo Conchita Cintrón a caballo, Rafael Osorno, Luis Procuna, Tacho Campos y el propio Velázquez, que con su faena a Muñeco, se llevó a casa el argentino trofeo.

Recibió la alternativa el 31 de enero de 1943, una fecha que ha quedado inscrita con letras de oro en la historia mexicana de la tauromaquia, pues en ella, Fermín Espinosa Armillita, con el testimonio de Silverio Pérez, hizo matador de toros a Antonio. Los toros fueron de Pastejé, ganadería que se presentaba en el Toreo de la Condesa. Al final, Velázquez naufragó con Andaluz, número 44 y con Jareto, número 19 y la fecha sería recordada por las memorables faenas de Armillita a Clarinero y la del Faraón de Texcoco a Tanguito, dos de las grandes obras de la historia reciente del toreo en México.

La poca fortuna de Antonio Velázquez la tarde de su alternativa le llevó poco menos que al paro. Nadie dudaba de sus aptitudes como torero, ni de su entrega en el ruedo, pero el recuerdo de una tarde que tuvo todo para ser memorable – el toro de su alternativa fue considerado el toro de la temporada – reducida a una mera efeméride, pesó mucho en contra del torero de León de los Aldamas. Así lo contó el torero a José Alameda:
Me iba – cuenta – a la calle de Bolívar – entonces tan taurina –, estacionaba mi coche  junto a la banqueta y me colocaba con la espalda a la pared, en la fachada del restaurante La Flor de México. Allí, permanecía una hora y más hablando con los taurinos, dejándome ver de ellos. Pero no entraba, porque tenía coche, pero no tenía para café...
Antonio Velázquez recibiendo la Oreja de Oro del
empresario Joaquín Guerra (Foto: La Lidia)
La temporada 1944 – 45 representó para nuestra afición el retorno de los toreros españoles después de casi una década de ausencia. Antonio Bienvenida, Pepe Luis Vázquez, Joaquín Rodríguez Cagancho y Rafael Ortega Gallito fueron algunos de los notables embajadores que vinieron de allende el mar a restablecer el intercambio entre nuestras torerías, lo que dio un nuevo aire a la temporada invernal en el coso de La Condesa y también estableció un interés distinto a la corrida de la Oreja de Oro que, a beneficio de la Unión Mexicana de Matadores, se organizaba cerca del final de la temporada.

El cartel que se propuso inicialmente para ese festejo, a celebrarse la noche del miércoles 28 de febrero de 1945, se formaba con un encierro de Torreón de Cañas, propiedad de don Rafael Gurza, para David Liceaga, Cagancho, El Soldado, Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida y Luis Procuna. La víspera de la corrida, se anunció que Liceaga no podría actuar por enfermedad, por lo que se citó a Arturo Álvarez Vizcaíno y Antonio Velázquez a la Unión de Matadores y allí lanzando una moneda al aire – tirando un volado diríamos aquí – se decidió quién sustituiría a David. Velázquez resultó el afortunado.

El Editorial de La Lidia del 9 de marzo de 1945, un algo más de una semana después del festejo, reflexiona lo siguiente:
Antonio Velázquez tomó la alternativa prematuramente; cuando recibió el espaldarazo, no sumaba quince actuaciones como matador de novillos… En la temporada organizada por la Empresa “La Lidia” S. de R.L., fue el triunfador indiscutible… A pesar de ello, en la presente temporada 1944 – 1945, injustificadamente se le dejó parado y ya sin esperanzas de tomar parte en la presente serie de corridas, por mero accidente y en sustitución del pundonoroso diestro David Liceaga, que por enfermedad no pudo actuar en la corrida de la Oreja de Oro, salió a nuestro coso máximo, con una gran responsabilidad y con toros que no presentaban ninguna garantía, sin entrenamiento y al lado de los ases de la torería; pero imponiéndose a la adversidad y a su destino, triunfó clamorosamente, ganado la codiciada oreja de oro…
El quinto toro de esa corrida fue el número 11, Cortesano, negro y fue el que le permitió a Antonio Velázquez salir del anonimato y a partir de allí constituirse en una legítima figura del toreo. La actuación de quien a partir de esta fecha sería llamado Antonio Corazón de León fue vista de esta manera por don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, en su relación publicada el 9 de marzo de 1945 en el número 118 de La Lidia:
…Antonio Velázquez, de manera inesperada, después de haber permanecido ausente de nuestro coso durante toda la temporada hasta esta noche, quedó incluido en el cartel sustituyendo a David Liceaga, e indudablemente que fue para este humilde torero nuestro un triunfo clamoroso, habiendo dado lidia completísima al burel que le correspondió; lidia llena, de principio a fin, de auténtico torerismo, de ese torerismo en que por igual se manifiestan el valor atesorado, cimiento básico del triunfo, como los recursos y amplio conocimiento del oficio para vencer cualesquiera escollo de que está llena tan riesgosa profesión… El triunfo de Velázquez no fue de aquellos en que el toro por inmejorables cualidades de bravura y nobleza más que un enemigo del lidiador se convierte en franco y definitivo colaborador en muchas ocasiones con porcentaje de superioridad. El burel que correspondió a Velázquez fue bravo, ¡qué duda cabe!, pero no con la bravura fácil tan codiciada por quienes sólo eso saben aprovechar, sino con aquella que tantos fracasos ocasiona a quienes no alcanzan a entenderla y mucho menos a domeñarla. Para ello se necesita un corazón bien templado, afición efectiva, pundonor profesional y demás cualidades capaces de formar el conjunto armónico que determine el derecho de llamarse torero. Y Antonio Velázquez, en esta oportunidad que la casualidad le deparó, dejó demostrado, al jugarse la vida en cada momento de su hazaña completísima, que posee en superlativo grado todas esas cualidades tan raras de reunir… ¡ASÍ SE TRIUNFA, AQUÍ Y EN CUALQUIER PARTE. TOREANDO CON EL CAPOTE, PONIENDO BANDERILLAS, CUAJANDO LO QUE SE LLAMA UNA FAENA Y ESTOQUEANDO CON EL CORAZÓN! La oreja de oro fue para él, naturalmente; pero más que este poco significativo galardón, lo que debe enorgullecerlo, lo que debe llenarlo de satisfacción, es el delirio que supo hacer estallar, las cinco vueltas al ruedo que ganara a ley y la manifestación popular que todavía el domingo 4 de marzo se le patentizó en el tendido antes de dar principio la corrida, repitiéndose varias veces durante su desarrollo. ¡SALVE, TORERO!...
La otra crónica de la corrida, que es ya un clásico del género, es la que publicó El Tío Carlos al día siguiente del festejo en el diario El Universal. De ella, por su sentido valor literario, extraigo lo siguiente:
Antonio Velázquez, Corazón de León: ¡Qué hombrada la tuya, anoche, en esa corrida de la Oreja de Oro! Como hombre triunfaste en una lucha de entrega absoluta, completa, total. Una lucha rebelde contra tu propio, adverso destino de los últimos años; una lucha noble y viril sostenida con tu propio alternante en quites – El Soldado – en cuya cuadrilla militaste como peón de brega; una lucha torera con tu enemigo, fuerte, encastado, difícil, una artística lucha bizarra contra los otros cinco maestros que aspiraban al premio de la Oreja de oro. Qué hazaña la tuya de recia y cabal varonía… ¡Antonio Corazón de León!... y triunfaste como mexicano. Mexicano del Bajío que vale decir castellano de México. Echaste tu vida a un albur de triunfar y créeme que hubo momento en que tuve la duda de si eras un ranchero con la frazada en la izquierda y el machete en la diestra, peleando en la noche tu vida y tu honra… Porque entre el revuelo agitado del trapo y los rápidos fulgores del estoque y en el jadeo de la lucha, yo creí oír una ronca voz que cantaba el viejo canto viril: Sí me han de matar mañana, que me maten de una vez… Y era tu voz… ¡Antonio Corazón de León!... No recuerdo ninguna otra Oreja de Oro ganada tan legítimamente en una sola faena… No evoco otras lágrimas de torero tan sinceras, tan justas, tan emocionadas como las tuyas en esos minutos de ayer… ¡Qué hombre, qué torero, que mexicano eres!... ¡Antonio Corazón de León!...
Ambas relaciones, cada una con el sello personal de su autor reflejan, sin duda, el emotivo momento que se vivió esa noche en El Toreo, cuando un torero que se pensaba desahuciado para esto, salió, diría Carmelita Madrazo, a dejarse matar con tal de salir de la plaza triunfante. Y es que Antonio Velázquez sabía bien lo que era estar en el dique seco.

Un mes después del festejo, Antonio Velázquez reflexionaba lo siguiente acerca del triunfo conseguido, en entrevista que concedió a Carmen Torreblanca Sánchez Cervantes para el semanario La Lidia:
¿Qué impresiones dejó en usted la obtención de este último galardón?
Ya puede suponerse cuán variadas y qué profundas fueron. Primero, estar sin haber toreado en “El Toreo” en mucho tiempo y no tener esperanzas de hacerlo. Después, la oportunidad que se presenta por enfermedad de David Liceaga; salir avante de todas las dificultades y ganar la inclusión en el cartel mediante un “volado”… Llegué a la plaza lleno de voluntad, con una confianza enorme en el triunfo, no obstante verme entre todas las figuras de la temporada, tanto españoles como mexicanos. Cuando tocó mi turno, y después del quinto muletazo, no puedo recordar ya con precisión. Solamente conservo memoria de un gigantesco rumor que me rodeaba, del aliento húmedo del toro que mojaba mi rostro y del sabor de las lágrimas que corrían por mis mejillas… Reaccioné al tirarme a matar. Fue un instante en el que pasó por mi mente la historia de mi vida, y después… tomó forma ese inmenso rumor, convirtiéndose en una delirante ovación, volvieron a aparecer ante mis ojos la plaza y el público; era como si hubiera despertado súbitamente de un sueño, en el cual, sin embargo, estuve perfectamente consciente de lo que hacía al lidiar a mi enemigo, aunque todo lo demás desapareció para mí… Momentos más tarde tenía entre mis manos el estuche que contenía la Oreja de Oro…
Antonio Velázquez
Antonio Velázquez no dejaría el sitio de figura del toreo que de manera legítima conquistó esa noche hasta el final de sus días. El 1º de mayo de 1969, en la Plaza El Paseo – Fermín Rivera de San Luis Potosí, corta dos orejas al cuarto toro de los de Santa Marta lidiados esa tarde, que fue la de la alternativa de Mario Sevilla hijo, cerrando la terna Curro Rivera. Esta fue la última vez que Antonio Velázquez mató un toro vestido de luces.

El 15 de octubre de ese 1969, mostraba a sus amistades la casa que logró arrancar de los morrillos de los toros y como la obra estaba en proceso, tropezó con una varilla y cayó al vacío, logrando el piso de la calle lo que los toros no pudieron: Terminar con su vida.

En el 43º aniversario del óbito del gran torero de León, Guanajuato, le recuerdo en su despegue hacia la cima.

domingo, 23 de septiembre de 2012

En el Centenario de José Alameda (IX)


Alameda antes de Alameda (VIII)

José Alameda y Luis Procuna
(Cª 1955)
En esta oportunidad daré un salto atrás en la línea de tiempo que llevaba y les presento la crónica que Carlos Fernández – Valdemoro publicó en el ejemplar número 89 de La Lidia, fechado el 4 de agosto de 1944 y relativo al festejo celebrado en El Toreo de la Condesa el domingo 30 de julio de 1944 en la que alternaron Ángel Isunza, Tacho Campos y Ricardo Balderas para lidiar novillos de Piedras Negras

En esa relación, el joven Alameda va a sostener su gusto por el hacer en el ruedo de Tacho Campos, llegando a defender incluso algunas cuestiones de ese hacer que quizás – y este es un parecer personal – él mismo censuraría en otro.

La crónica de la novillada a la que hago referencia, es la siguiente:

Tacho Campos, el torero del sí y el no 

Si apuramos mucho las cosas y las reducimos al extremo, quedan solo dos clases de toreros; lo que tiene recursos para dominar a los toros difíciles, pero a costa de no mostrar gran calidad frente a los fáciles; y los que llevan el arte a su máxima depuración cuando los toros embisten por derecho, a cambio de no saber cubrirse cuando ofrecen problemas. De estos últimos es Tacho Campos. Y se le advierte tan convencido de ello, que, cuando el toro no es franco, no intenta disimular su falta de recursos, confiando, sin duda, en que ha de bastarle con mostrar su arte extraordinario ante los toros nobles. Y por las trazas, no está equivocado.
El domingo anterior no quiso ver a su primer novillo, al que mató de una estocada contraria, tendida y atravesada, entrando con todas las agravantes.
Pero en quinto lugar salió un astado noble, que embestía por derecho y se dejaba torear. Y, con él, Tacho mostró su arte esplendoroso, hondo, firme, de altísima calidad. Este muchacho representa, como pocos, lo que podríamos llamar el torero del “SÍ” y el “NO”, el tipo de lidiador en el que no caben los términos medios. Tacho no sabe torear mal. Y eso le priva de paliar sus fracasos, pero, en cambio, le proporciona triunfos definitivos.
A ese quinto novillo lo lanceó a la verónica con un arte asombroso, echando la pierna adelante y el capote abajo, pero llevando la mano de afuera un poco más alta que la de adentro, para que así se desplegara y abriese suavemente el capote. Prendió al novillo en sus vuelos, y lo fue templando a la perfección. Es decir, fue graduando el mando, que en eso, y no simplemente en torear despacio, consiste el temple. Además, al llegar al último tiempo de cada lance, Tacho estiraba los brazos, para despegarse al enemigo y poder, así, atraérselo desahogadamente en el lance que seguía. En consecuencia, cada verónica era rica de desarrollo, y se advertían los tres tiempos, que el torero marcó ampliamente, toreando a la distancia justa, que – hay que repetir – no es la mínima. Porque cuando se torea a la mínima distancia, “embarrándose”, el toreo se alicorta, resulta lo que se llama torear “amarrado”, es decir, algo poco airoso, sin soltura, sin el ritmo que crea la verdadera belleza. 
Con la muleta, estuvo también extraordinario Tacho Campos. Citó al novillo de largo y en el tercio. Se arrancó dócil el astado, en recto viaje, y Tacho, con un levísimo, casi imperceptible movimiento de brazos, dibujó un fantástico pase ayudado por alto. Mantuvo la figura estatuaria, majestuosa y, cuando hubo consumado la suerte, ganó un paso hacia adelante y, en esa forma, unas veces quedándose quieto sin abrir los pies – que no es lo mismo que juntarlos en el viaje – y otras echando la pierna contraria hacia adelante, dio cuatro pases de la misma clase, con una serenidad, un aplomo y una reciedumbre que solo tienen los artistas como él, agraciados con el don divino del arte de torear, que, según reza un proverbio español, vino del cielo.
Tras del cuarto pase, tuvo Tacho un rasgo de torero inspirado. Cuando todos esperábamos un quinto pase por alto, Tacho dejó caer los brazos e hizo el remate por abajo, cambiando enteramente el ritmo, en sorprendente y airoso final.
Después, se puso la muleta en la zurda y citó para torear al natural. Pero no se acomodó. Ya le había sucedido eso en la tarde de su presentación, en la que hizo una gran faena, pero sin que apareciesen en ella sus pases naturales de otros años, en que el diestro estaba menos cuajado, pero dominaba esa suerte. Cuando Tacho vio que no se acomodaba de pie, echó mano de un hábil recurso: torear arrodillado. Con esto demostró que tiene picardía, porque el natural con una rodilla en tierra es más fácil. En realidad, equivale a torear con el compás completamente abierto, lo cual supone una ventaja, ya que el toro no pasa íntegramente por delante del diestro y, casi siempre, la suerte es por la cara. Pero, eso sí, Tacho lo hizo muy bien y ligó varios muletazos magníficos, sobre todo uno, que le resultó largo, templado, completo.
También toreó con la derecha, de pie y de rodillas. Y, al hacerlo de hinojos, le vimos algo extraordinario. Porque el último derechazo lo ligó a la perfección con uno de pecho, vaciando al toro con tanto arte como si estuviera toreando de pie. Es de lo mejor que hemos visto hacer a un torero rodilla en tierra. El arte tiene eso: que dignifica y da calidad inclusive a aquello que, en condiciones normales, no suele tenerla.
Para final, Tacho nos ofreció sus bellísimos medios pases, girando a favor del viaje del toro. Los hizo con la izquierda y con pausado ritmo, cuyo raro secreto monopoliza. Pero se confía tanto, que se deja prender con facilidad. Felizmente, no resultó herido.
Mató al noble astado de una estocada caída, sería más exacto decir una estocada baja, sin atenuantes. Verdaderamente, lo bueno que hace Tacho es de tal calidad, que no hay que buscar eufemismos caritativos para designar lo malo. Aquello basta, y, a veces, incluso sobra para neutralizarlo.
Tacho cortó la oreja. Pero – me parece conveniente insistir en esto – lo de menos fue el éxito. Lo decisivo fue la calidad del toreo de Tacho. Cortar una oreja la corta cualquiera y, muchas veces, se ha concedido este galardón a toreros sin arte. Lo que importa, pues, señalar es que Tacho torea con temple, con garbo, con aplomo, con señorío. Y, como el toreo es un arte – o debe serlo –, Tacho merece que se le cuide y aún que se le dispensen sus malas actuaciones, que mientras no madure serán muchas. Porque cuando llega la buena, nos compensa. Y toreros así, hacen falta siempre, para que la fiesta no se burocratice, no se quede simplemente en oficio, que equivaldría a quedarse en nada.
La vuelta al ruedo que dio el ganadero, debióse más que a ese novillo, al cuarto, que embistió desde largo y con mucha alegría. Le correspondió a Ángel Isunza, que venía de triunfar por América del Sur y que fue saludado por el público con una gran ovación. Isunza lo lanceó a la verónica, con los pies juntos y casi en los medios, terreno difícil de pisar y más de mantener cuando los toros no han sido aún castigados y tienen toda su fuerza. Aguantó muy bien Ángel las embestidas y toreó con los brazos, ceñido y alegre, entusiasmando al público. Animado por su éxito, lanceó después por chicuelinas y gaoneras, muy cerca del toro, con lucimiento indudable.
En el primer quite, toreó por chicuelinas antiguas y remató con espectacular larga afarolada. Estaba aprovechando las condiciones del novillo para lograr un éxito, y el tercio iba por el mejor camino. Pero después de la segunda vara, se armó lo que se llama un “herradero”. Y a partir de ahí, la lidia fue confusa, hasta que tocaron a banderillas.
Tomó Isunza los palos y, midiendo muy bien el terreno y aguantando las fuertes arrancadas del novillo, clavó tres pares al cuarteo, con mucha facilidad, con mucho dominio. Fueron tres pares muy lucidos, que valieron a Isunza una gran ovación, e hicieron caer sombreros a la arena.
Zenaido Espinosa había bregado muy bien durante todo el tercio. Pero el público, con notoria injusticia, le silbó, olvidando que para que el banderillero se luzca tiene el toro que estar en suerte y que esto no se logra más que con la intervención de un peón, necesaria en todo caso y plausible si es acertada, como la de Zenaido lo fue.
Con la muleta, Isunza, bravo y animoso, se pasó todo el toro por delante, en varios pases por alto y al natural. Pero el gentío, impresionado por la alegría del toro, empezó a encariñarse con él y a pedir que lo indultaran. Isunza, deseando complacer al público, se puso a preguntar a los tendidos si entraba o no a matar. Era obvio que no podía hacer más que entrar a matar, porque el público puede pedir el indulto de un astado, pero sólo la autoridad puede concederlo. En tales trámites, dejó pasar Isunza el momento oportuno de estoquear y, después, no lo encontró tan fácil como hubiera resultado a su debido tiempo. De un pinchazo, media delantera y un descabello, murió el astado, que recibió los honores de la vuelta al ruedo.
Con el primero, mucho menos cómodo, había estado Isunza muy valiente, haciendo una faena en la que hubo pases de indudable emoción, por los cuales fue ovacionado.
A Ricardo Balderas, que tan torero se había mostrado el domingo anterior contendiendo con dos novillos difíciles, volvió a tocarle el peor lote. Además, Ricardo parecía impresionado por algo extraño a la lidia misma. Acaso fuera el recuerdo de su tío Alberto, víctima precisamente de un toro de Piedras Negras, ganadería a la que pertenecieron los que se lidiaban el domingo. Así se le vio dudar en el sexto, que tenía muchas menos dificultades que aquél segundo novillo que tan magistralmente lidió en la corrida anterior.
Con el tercero, estuvo más sereno, más asentado. El toro comenzó embistiendo muy bien y Ricardo le dio tres verónicas superiores, una de ellas larga, torerísima, en la que el diestro, bien firme sobre la arena, echó los brazos abajo y templó muy bien la embestida. Fue su momento más brillante. Porque, después, el novillo perdió fuerza y alegría y, aunque Balderas lo toreó bien y tiró de él en varios pases naturales, la sosería del astado restaba emoción a la faena, para poner fin a la cual hubo Balderas de pinchar varias veces.
Como fin de fiesta, el doctor Roberto Urbiola regaló un novillo, al que dio varios pases naturales y de costadillo que le fueron cariñosamente aplaudidos. Demostró el señor Urbiola que es el médico que mejor torea y nos hizo suponer que será el torero que mejor cure. Pero, la verdad, hay que decidirse: o al vado o a la puente. Y, desde luego, nos permitimos aconsejarle que opte por la medicina.
En el segundo novillo, tras de haber marrado, agarró los altos Abraham Juárez “Limber” y picó a la perfección, sin taparle la salida al toro. Como yo le he reprochado muchas veces ese defecto, no quiero dejar de felicitarlo, ahora que no empañó con él sus excelentes dotes de buen picador de toros.

¿Incógnita despejada?

Tacho Campos
(Cortesía burladerodos.com)
Al presentar a Ustedes hace unos domingos la relación que el mismo José Alameda hacía de la novillada del 9 de julio anterior, planteaba que hacía referencia a la noción de la toreabilidad para justificar la mala actuación de Tacho Campos esa tarde. En esta crónica creo que sin formar un concepto concreto, presenta algunos elementos que permiten descubrir lo que para él representaba esa idea.

Del texto de lo transcrito entresaco las siguientes expresiones: ...cuando el toro no es franco, no intenta disimular su falta de recursos, confiando, sin duda, en que ha de bastarle con mostrar su arte extraordinario ante los toros nobles... De aquí deduzco que el toro toreable para el joven Alameda debería ser en primer término, franco y noble en su embestida; luego, agrega: ...en quinto lugar salió un astado noble, que embestía por derecho y se dejaba torear..., es decir, a la nobleza se debe sumar la rectitud en la embestida y que ésta no sea molesta, es decir, que el toro se deje torear. Una condicionante más sería la que se desprende de esta expresión: Se arrancó dócil el astado, en recto viaje..., la docilidad, a la que se habrá de sumar una cualidad más: ...al cuarto, que embistió desde largo y con mucha alegría..., la longitud en la arrancada y la alegría en ésta, cuestión que reitera al discutir la procedencia o no del indulto que se pedía para el cuarto del festejo: ...el gentío, impresionado por la alegría del toro... En suma: nobleza, franqueza, alegría, rectitud, claridad y comodidad en la embestida del toro es lo que deduzco de esos comentarios que podría tenerse como la idea de toreabilidad para Carlos Fernández – Valdemoro, el joven Alameda, según los conceptos expresados en esta relación de hechos.

Lo que me deja con algún grado de perplejidad, es el hecho de que la idea de toreabilidad expresada, tiende a presentarnos un toro ideal que exclusivamente facilite el lucimiento del torero. Y la verdad, es que creo que en esencia, esto no es así, puesto que el toro tiene un lugar fundamental en el desarrollo del rito de la lidia, no es solamente un instrumento para que el torero pueda consumar su triunfo.

A Tacho Campos y Ricardo Balderas ya los había presentado por aquí. Ángel Isunza resulta ser el nuevo en esta plaza y de él puedo decir que su trascendencia se produjo como empresario de festejos menores en una  plaza de su propiedad (El Cortijo de Ángel Isunza) y como integrador de un interesante museo taurino, que hoy, casi en su integridad, integra el acervo del Museo Taurino de la Ciudad de México. Nunca llegó a tomar la alternativa y de acuerdo con la información que he podido recabar, se retiró de la torería activa en 1946, tras de sufrir una fractura en la Plaza de Acho, de Lima saliendo de sobresaliente en una corrida en la que actuaron Luis Gómez Estudiante y Juan Belmonte Campoy.

Espero que esta exposición les haya resultado interesante.

Aclaración pertinente: Los resaltados en el texto de la crónica transcrita, son imputables únicamente a este amanuense.

Aldeanos