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sábado, 2 de mayo de 2009

De antes de la era del vídeo


Hace un rato, Carlos Lorenzo Hinzpeter, otro buen amigo, que en la actual circunstancia que pasamos, adquiere ya la calidad de buen samaritano, me comunicó la ubicación de un sitio, en el que se guardan tres breves cortes de película, de principios de los años sesenta, cuando Paco Camino vino por primera vez a México, a El Toreo de Cuatro Caminos.


Lo interesante del caso, es que se trata de la conversión a algún tipo de formato digital de filmaciones hechas originalmente en cine de 8mm, pero, con la particularidad de que dos de ellas, fueron tomadas ¡de la pantalla del televisor por quién las captó!


Hace unas semanas Francisco Camino Gaona - Abogado, empresario taurino, hijo del Maestro y nieto del Doctor Alfonso Gaona -, puso a la venta un DVD con algunas de esas faenas que tienen una calidad de imagen infinitamente superior y el valor agregado del sonido y la narración de Pepe Alameda, pero el intento de perpetuar lo que se vivió en aquél momento, motivo de este comentario, con la tecnología que había a disposición es digno de ser visto y disfrutado en este tiempo.

jueves, 5 de marzo de 2009

Cañitas


Cañitas (27 de septiembre de 1920), es el torero mexicano que más veces ha actuado en la historia de la plaza de Las Ventas. El interés hacia su figura deviene de que en los algo más de tres cuartos de siglo del ruedo venteño, han hollado su arena las zapatillas de diestros que son atesorados con mayor renombre en la memoria colectiva, pero la historia de Carlos Vera Muñoz es una que merece ser contada.

El caso de Cañitas es el que se genera a partir de la precocidad, pues antes de cumplir nueve años de edad, el 16 de septiembre de 1929, se presentó en El Toreo de la ciudad de México, lidiando un eral de Malpaso. Ese sería el preámbulo de una campaña novilleril que iniciaría una década después, en el mismo ruedo de la colonia Condesa y que estaría marcada por dos hechos notables, el valor que derrochaba ante los toros y la facilidad con la que cubría el segundo tercio.

Carlos Vera recibe la alternativa en Ciudad Juárez el 26 de octubre de 1941 de manos de Lorenzo Garza, con el testimonio de Manuel Gutiérrez Espartero, con toros de El Cortijo, confirmándola en El Toreo el 9 de noviembre siguiente, de manos de Armillita y ante el hidalguense Ricardo Torres, siéndole cedido el toro Robalero de Piedras Negras. El sexto le envió a la enfermería con una cornada grave, lo que marcaría el inicio del sino de este menudito torero.

Las campañas siguientes, junto con David Liceaga se enseñorea de la parte llamada económica de la temporada mayor, obteniendo sonados triunfos en la capital mexicana como los logrados con Serranito de don Carlos Cuevas o el de la despedida del Meco Juan Silveti, culminados ambos con el corte de un rabo.


Al destrabarse uno de los conflictos entre las torerías de España y México, cruza el Atlántico y confirma su alternativa en Madrid el 10 de septiembre de 1944, de manos de Paquito Casado y con el testimonio de Rafael Albaicín y su paisano Arturo Álvarez Vizcaíno con toros de Concha y Sierra, iniciando un idilio con la afición madrileña que terminaría hasta 1951.


Su facilidad con los palos logró que se le emparejara con uno de los principales ases del segundo tercio de su tiempo, Morenito de Talavera, con quien alternó en seis de las catorce tardes que pisó el ruedo de Las Ventas, dos de ellas mano a mano. La hora dorada de su paso por esta plaza la tuvo el 10 de junio de 1945, cuando alternando con Domingo Dominguín y Angelete en la lidia de toros de Juan Pedro Domecq, abrió la puerta grande después de tener que matar tres toros por herida de Dominguín.

El año de 1946, fue el diestro mexicano que más veces se vistió de luces en España con 26 actuaciones y mantuvo un discreto cartel en los años siguientes, hasta el año de 1951, cuando cerró su paso por las plazas españolas.


El 21 de agosto de 1960, actuando en El Toreo, por entonces en su nueva ubicación de Cuatro Caminos y llevando como alternantes a Luis Briones y Juan Estrada, el cuarto de la tarde, Buen Mozo de Ayala, le infiere una grave cornada en la pierna derecha. Cinco días después las infecciones y la gangrena hacen necesaria la amputación poniendo fin a la carrera de un torero que sin duda fue un dechado de valor.


El 16 de septiembre de ese mismo año, sus compañeros organizaron una corrida en su beneficio, llenando la Plaza México, festejo en el que Carlos Arruza se presentó como rejoneador y Calesero, Luis Procuna, Rafael Rodríguez, Jorge El Ranchero Aguilar y Joselillo de Colombia, enfrentaron toros de don Jesús Cabrera, logrando aliviar al menos en lo económico la aflicción del valentísimo Cañitas, quien falleció en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1985, a causa de un infarto de miocardio.

Poco se comentó en México después de la muerte de este valentísimo torero, pero en Madrid se le recordó en esa triste oportunidad, pues es sin duda uno de los hacedores de la historia y la leyenda de la Plaza de Las Ventas.

Edito: Una interesante versión del pasodoble dedicado por Segundo Galarza al diestro mexicano, interpretado por el tenor venezolano Alfredo Sadel y la orquesta de Pedro Mesías, la pueden escuchar en esta localización del Cancionero Torero.

Re - Edito: Igualmente el paso de Cañitas por la plaza de Las Ventas, lo pueden consultar en esta localización.

domingo, 4 de enero de 2009

Alfonso Gaona: El único empresario que le ha podido a la Plaza México


El pasado 2 de enero se cumplieron 3 años de la desaparición física de Alfonso Gaona de Lara, el emblemático empresario que entre 1940 y 1988 fuera el paradigma del empresario taurino en la capital de la República y por qué no decirlo así, en México entero.

Optometrista de profesión y por ello llamado el Doctor, Alfonso Gaona desde su primera juventud tuvo el deseo de interiorizarse en la fiesta de los toros. Aunque originario de Saltillo, Coahuila, por la ocupación de su padre, la familia se traslada a Morelia en Michoacán, lugar en el que traba pronta amistad con dos morelianos que figurarían en el mundo taurino principalmente como ganaderos: Emilio Fernández y Alfredo Ochoa Ponce de León.

Al enterarse la familia de Alfonso Gaona que tenía intenciones de intentar hacerse torero, le consiguen una beca para estudiar en los Estados Unidos y le envían a Chicago, lugar en el que residía uno de sus hermanos. Allí es donde cursa sus estudios de optometría y al regresar a México, ingresa a ejercer su profesión a los servicios públicos de salud.

Al final de la década de los 30 los estamentos de la fiesta en México estaban divididos. Se había generado el llamado Pacto de San Martín Texmelucan, en el que toreros y ganaderos se dividieron en dos bandos, uno liderado por don Antonio y don Julián Llaguno y que llevaba como cabeza entre los toreros a Lorenzo Garza, El Soldado y Fermín Rivera y el otro liderado por Wiliulfo González de Piedras Negras y los hermanos Madrazo de La Punta y los lideraban como toreros Armillita, Silverio Pérez y Jesús Solórzano.

Ese estado de cosas motivó que en el año de 1939 se dieran dos temporadas, una con toros y toreros del bando de los Llaguno y otra, llamada Relámpago constante de solo 7 festejos, con los de los señores de Piedras Negras y de La Punta, concluyendo ambas en un verdadero desastre, pues las dos resultaron ruinosas para la afición y para las empresas que se afanaron en montar esa competencia que no llevaba a nadie a ninguna parte.

Para el año de 1940, Jesús Torres Caballero y el ganadero de Quiriceo, Jorge Jiménez del Moral que fueran los organizadores de las últimas dos temporadas de corridas en El Toreo el año anterior, quedó fuera de la empresa y el General Maximino Ávila Camacho, hermano del Presidente de la República y titular de la mayoría accionaria de la sociedad propietaria de la plaza designó como nuevos gestores del coso a Anacarsis Carcho Peralta, quien nombró como Gerente a Alfonso Gaona, el que sería el encargado de la parte pública de la operación de la empresa.

La aptitud del llamado Doctor Gaona para la actividad se vio pronto, pues le fue posible conciliar los intereses encontrados de los dos bandos enfrentados por los hechos de Texmelucan y para demostrarlo, confeccionó para su primera tarde, el 1 de diciembre de ese año, la alternativa de Carlos Arruza, otorgada por Armillita y con el testimonio del queretano Paco Gorráez, enfrentando la terna toros de Piedras Negras. El cartel tenía su simbolismo, pues combinaba elementos de los dos grupos en pugna apenas un año antes

Su llegada a la Plaza México se da en el año de 1948. Contaba el Doctor que los primeros festejos los dieron el constructor del coso Neguib Simón Jalife y después, actuó como empresario Lorenzo Garza, pero al tener que desprenderse el empresario y político yucateco de la propiedad de la plaza y del estadio adyacente, a causa de las pérdidas económicas que su construcción le causara, el nuevo adquirente de la misma, le ofreció la operación de ella, desde el año de 1947.

La oferta se hizo a través de su amigo de la juventud, el ya ganadero Emilio Fernández, por cuyo conducto envió una cortés negativa en primera instancia, debido a que sus negocios relacionados con la optometría y una cadena de tiendas de regalos funcionaban muy bien, pero un año después, en 1948, el mismo Emilio Fernández le invitó a una comida en la que le presentó a Moisés Cossío, el propietario de la plaza y allí mismo se acordó el inicio de su actividad al frente de la plaza más grande del mundo, llevando como sub – gerente al empresario potosino Joaquín Guerra.

Allí se consolidó una relación que mantendría a Alfonso Gaona durante 48 años en el empresariado taurino, con sus altas y sus bajas, pues tuvo lapsos en los que aunque era arrendatario de la Plaza México o del Toreo de Cuatro Caminos y en los que además operó las plazas de San Luis Potosí, Monterrey, Tijuana y Aguascalientes entre otras, por los vaivenes de la fiesta de los toros, se vio precisado a mantener las principales cerradas.

Esto redunda en que en esos cuarenta y ocho años de empresario, Alfonso Gaona ofreció 27 temporadas de toros en la Capital de la República, en las que ofreció un brillante epílogo a la Edad de Oro y promovió el surgimiento de la Edad de Plata del Toreo mexicano, con la aparición de Los Tres Mosqueteros en el año de 1948, su primero al frente de la México, amén de que dejó los espacios necesarios para el surgimiento o consolidación de otros diestros como Juan Silveti, Joselito Huerta, Alfredo Leal, Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera, Antonio Lomelín, Jorge Gutiérrez y el último novillero mexicano que volteó al revés la gran plaza, Valente Arellano.

Se le criticó por ser un empresario de plaza cerrada, pero toda su circunstancia me indica, que como en cualquier faena con estructura, el Doctor Gaona le dio las pausas necesarias a la actividad que realizaba y siempre que ofertó espectáculos taurinos al público, la afición y los públicos atendían a su reclamo, el cemento en su tiempo, no era el protagonista en los tendidos.

En sus intermedios (1957 – 1960 y 1965 – 1976), diversas personas y entidades se hicieron cargo del gran coso con resultados variopintos. Cuando terminó su gestión definitivamente en 1988 las cosas tampoco mejoraron y lo único que me demuestran los resultados en su ausencia, independientemente de lo autoritario o pintoresco que haya sido el ocupante de ese sitio, es que el único empresario que le ha podido a esa gran plaza, es el Doctor Alfonso Gaona, de quien hoy hago este recuerdo.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Alfa y Omega

En México es aún 3 de diciembre y en este año se cumple el 41º aniversario del épico encuentro entre Manuel Capetillo y Manolo Martínez ante toros de San Miguel de Mimiahuápam en El Toreo de Cuatro Caminos, encuentro que vino a señalar el devenir de la fiesta mexicana por las dos décadas siguientes y a marcar el final de una era iniciada precisamente dos décadas antes.

Al vestirse para esa tarde, Manuel Capetillo ignoraba que en ella se definiría su futuro en los ruedos. Ese año había actuado en la Capital de la República dos tardes en julio, otra en noviembre y una más en diciembre. Sus alternantes en esas cuatro tardes fueron Alfredo Leal, Joselito Huerta, Raúl Contreras Finito, Caleserito y el jovencito de Monterrey con el que alternaría en la fecha.

Dos de esas corridas fueron en mano a mano con el regiomontano, la primera el 29 de julio, con toros de don Jesús Cabrera y su defecto común, la espada, les privó a ambos de obtener apéndices. Ese 3 de diciembre se repetía el mano a mano. En los corrales de la plaza estaban listos los seis toros de San Miguel de Mimiahuápam que don Luis Barroso Barona había escogido para la ocasión.

Ya en el ruedo, Manolo Martínez había cortado ya la oreja del segundo, Presidente y Manuel había dejado ir al que abrió plaza, Laíno y al tercero Don Pedro, pero en los corrales se encontraban Toñuco y Arizeño a los que los Manolo y Capeto respectivamente les cortaron el rabo.

El juicio histórico de esa tarde nos lo proporciona Manolo Martínez por la voz de su biógrafo, Guillermo H. Cantú:

...¿Cuándo empezaste a mandar?
A Manolo no le queda más remedio que responder, así que arremangando la frente y subiendo los ojos a la memoria me dice directo:
Como al año y medio de tomar la alternativa.
¿Fue a mediados de 1967, cuando vinieron todos aquellos mano a mano con Joselito Huerta, Manuel Capetillo y Jaime Rangel, o fue el 3 de diciembre del mismo año, en El Toreo, con Capeto y los Mimiahuapam?
Un poco antes. Tal vez esta última fecha se dio cuenta más gente, pero sucedió unos meses antes.
¿Los mano a mano fueron para convencer a los incrédulos?
No, era parte de la organización que se traía; pero quiero decirte que no fueron corridas fáciles. Hablamos de toreros poderosos con mucha clase, con experiencia y valor…
(Guillermo H. Cantú. Manolo Martínez, un demonio de pasión. Ed. Diana, 1ª edición, México, 1990, Pág. 122).


Como se puede ver, el juicio es duro, pero a la vez, implica el reconocimiento de uno de sus pares, de la gran calidad que atesoraba y prodigaba en los ruedos Manuel Capetillo y el conocimiento que tuvo el propio Manolo Martínez del inicio de una era en la que el mando absoluto de la fiesta mexicana quedó en sus manos, para bien... y para mal.

Aldeanos