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domingo, 26 de marzo de 2023

27 de marzo de 1963: Paco Camino y Catrín de Pastejé


El cierre de la temporada 1962 – 63 estaba próximo a llegar y también, a la vista de los resultados, la signatura de las más grandes realizaciones del llamado Niño Sabio de Camas en la capital mexicana. Apenas el 23 de enero anterior, todavía en la Plaza México, había realizado una gran faena al toro Novato, del ingeniero Mariano Ramírez, un toro de regalo que salvó del naufragio a una tarde que no pudieron a sacar a buen puerto ni Alfredo Leal, ni Juan Silveti, ni tampoco el prodigio andaluz.

Al final de esa tarde, se atribuye nada menos que a don Rodolfo Gaona haber afirmado: Toreros más técnicos podrá haberlos... También podrá haberlos más valientes... Pero como ha toreado ese chiquillo con la muleta en la izquierda es imposible torear mejor... La afirmación podría considerarse temeraria de no provenir de quien la hizo, pero una vez que se hizo pública – apareció en el número de El Ruedo de Madrid fechado el 7 de febrero de 1963 – dejó el listón muy alto para Paco Camino y para cualquiera que quisiera mejorar las cosas delante de los toros aquí en México.

La Oreja de Oro 62 – 63

Para la corrida de la Oreja de Oro se anunció un encierro de Coaxamalucan que sería lidiado por Manuel Capetillo, Juan Silveti, Joselito Huerta, Joaquín Bernadó, Paco Camino y Santiago Martín El Viti. Como se ve, fue un festejo de triunfadores que se disputarían el galardón que señalaría al triunfador de la temporada y no como en la actualidad, que se ha convertido en una mera corrida de oportunidad.

El encierro enviado por don Felipe González sacó una variedad de complicaciones. Acerca de los toros escribió para El RedondelAlfonso de Icaza hijo:

…se lidiaron seis mansos de Coaxamalucan, relativamente bien presentados, pero que no permitieron a los toreros mostrar sus facultades. De los seis no salió uno, y en cambio, sí tuvieron distintos defectos que provocaron, además del aburrimiento general, que el público se encrespara, al grado de mostrarse injusto aún con los que habían sacado algún provecho de sus adversarios…

Manuel Capetillo estuvo empeñoso y lucido con el que abrió plaza – hasta banderillas puso – y pudo salir al tercio a agradecer una ovación, agregando Icaza que bien pudo dar la vuelta al ruedo, pero no estuvo por la labor. Juan Silveti también agradeció una ovación al terminar su labor, aunque con menos fuerza que su antecesor. Joselito Huerta y El Viti fueron pitados, más que por su labor, por sus fallos con la espada y Joaquín Bernadó dio una vuelta al ruedo entre protestas.

El trofeo fue declarado desierto. Sobre este particular, Alfonso de Icaza hijo hace la siguiente reflexión:

Si hubiera habido justicia, la oreja de oro se la deberían haber disputado Capetillo y Bernadó, que fueron, de los seis espadas, los únicos que supieron sacar partido de los mansos coaxamaluqueños, pero como el primero cuenta con una legión de enemigos envidiosos, y el segundo no es ídolo, agregado a la furia imperante contra el ganadero, determinaron que el público declarara desierto el trofeo en disputa…

Paco Camino y Catrín

En la misma crónica de El Redondel, Icaza hijo habla de que la corrida tuvo dos partes bien definidas, la de la Oreja de Oro y la de dos toros de regalo que ofrecieron Paco Camino y Juan Silveti. Al final de los hechos, fue el que ofreció Camino, el que cambió el rumbo de la noche y el que dejó un recuerdo para la historia.

Narra Icaza hijo:

Paquito Camino se subió hasta los cuernos de la luna. Con la capichuela se hizo aplaudir con lances al natural y con chicuelinas, muy pintureras, aunque un tanto rápidas. Con la muleta, en cambio, nos deleitó con una faena inolvidable, en la que tan pronto toreaba con primor con la derecha, como nos regalaba con tandas de naturales en las que templaba maravillosamente, corría la mano desde aquí hasta allá, y engranaba a la perfección un muletazo con otro. Fue una faena de época, a la que sólo le encontramos un pero; sus continuos intermedios. Si en vez de ligar tandas de cuatro o cinco pases, hubieran sido de diez o doce, habría quedado como modelo para el futuro. De todas maneras, Camino confirmó ser una primerísima figura del torero. No tuvo suerte al matar, ya que necesitó de dos pinchazos antes de meter el estoque, por lo que el juez de plaza no le concedió más que una oreja, que el gran torero de Camas tiró en forma despectiva. Hubo, eso sí, cuatro, cinco o seis vueltas al ruedo, en medio de un triunfo apoteósico…

En el mismo número de El Redondel, del 31 de enero de 1963, Paco Hidalgo, colaborador del semanario, hace las siguientes reflexiones acerca de la actuación de Paco Camino esa noche de miércoles en el Toreo de Cuatro Caminos:

Recordando la ya varias veces reproducida frase del Califa Gaona, cuando lo vio torear, que dijo: “No se puede torear mejor”, voy a permitirme aclararle: sí pudo torear mejor Camino y esto lo hizo en la ya citada noche, que quedó inmortalizada, en la historia del toreo, junto con ese bravo “Catrín” de Pastejé… Salió “Catrín” haciendo cosas raras, suelto, abanto, echando las manos por delante a la hora de embestir, tal parecía que no valía un real, pero este torero, que por algo le llaman el “Niño Sabio”, se dio cuenta que el bovino traía una noble embestida que había que hacerla lucir… El toro “se comía” la muleta de bravo. Ni una sola vez dudó el toro, ni una sola vez hubo que porfiarle, ni andarle alrededor, Cuando se arrancaba, se arrancaba fuerte, franco, pero fuerte; estaba peligroso de bravo, sólo que Paco está peligroso de torero, ¡y qué torero, TORERAZO! Su faena fue de esas que dejan una honda huella en la mente, que se deleita uno recordándolas y que todavía se valorizan más a la distancia… Como los grandes trasteos fue de menos a más. Sabiendo que tenía el toro un lado izquierdo de maravilla, después de poner a los tendidos al rojo vivo de entusiasmo toreando con la derecha, vino lo insuperable, lo excelsos, con la mano de los toreros: naturales de ensueño. ¡Qué tersura en la muleta! ¡Qué limpieza en su ejecución! ¡Qué manera tan perfecta de medir la embestida, la distancia, llevarlo embebido en los vuelos y al final, dar ese muñecazo suave con que manda lejos y la muleta se extiende como un abanico y todo eso impregnado de una clase, de un sabor, que pocas veces se ve! … Cómo sería de grandiosa la faena, que el público, que ensordecía el ambiente con sus gritos de ¡TORERO, TORERO!, no reparó en los dos pinchazos entrando con fe que precedieron al estoconazo, y pidió los máximos galardones, y como únicamente hubo una oreja, lo desagravió, haciéndole dar SEIS vueltas al ruedo…

Por su parte, quien firmó como Juan de Dios, en el número de El Ruedo salido el 4 de abril de 1963, cuenta lo siguiente:

Alguien me insinuaba en voz baja – creo que era Enrique Vera – el título de la crónica de la corrida de la Oreja de Oro: «¡Olé por todo!» … El novillero Juan Anguiano me confiaba: «Yo jamás he visto torear así». El matador mejicano y secretario de la Unión de Matadores, Andrés Blando, se encontraba entusiasmado y hacía gestos de que lo que había sucedido en la arena era algo de locura… También Anselmo Liceaga se maravillaba de lo que había hecho el maestro de maestros, el «Coloso de Camas», el gran torero que es Paco Camino… Los tendidos eran un volcán de júbilo. Los espectadores se encontraban atónitos y habían enronquecido vitoreando una y otra vez, acompasando cada pase de Paco con e l ¡olé! clásico, rematado por el coro emocionante de estas latitudes «¡Torero, torero, torero!», que se prodiga cuando alguien concierta todos los matices del arte del toreo… El clamor no cesaba. Se lloraba. Se saltaba de entusiasmo en los grádenos. El público, en pie, hacía objeto de un homenaje sin precedentes al sevillano, que consumaba una de las gestas más brillantes que se puedan escribir sobre el ruedo… Decía Rodolfo Gaona, a raíz del triunfo de Paco con «Novato», que cuando se torea como en aquella ocasión todos los toros parecen buenos. De acuerdo. Pero esta vez el toro salió con muy mal estilo. Y Camino fue centrando en su capote al pupilo de Vargas, hasta que se declaró dueño y señor del ruedo con gracia, esencia y arte andaluces… Después, ¡olé por todo! Porque todo fue completo y perfecto. Desde su concepción hasta su remate. Las verónicas, las chicuelinas, los pases con la derecha, los naturales de tres tiempos, ejecutados en seis fases, como para levantarles un monumento, los pases de pecho... ¡Olé por todo! ¡Olé por esa maravilla torera! …

Aún le restaba, esa noche de miércoles, una actuación a Paco Camino en el Toreo de Cuatro Caminos, la del domingo 31, ante los seis berrendos aparejados de Santo Domingo. Esa es otra historia y sin duda, la más grande tarde que tuvo en la capital de México, hecho del que también están por cumplirse sesenta años.

Paco Camino escribiría nuevas historias triunfales en México, pero ya no en la capital. Lo haría principalmente en Querétaro y alternando con los toreros mexicanos de la generación que siguió a aquellos que lo recibieron en sus primeras visitas a nuestro país. Ya habrá tiempo de recordar esas otras grandes tardes.

domingo, 15 de enero de 2023

13 de enero de 1963: Diego Puerta corta cuatro orejas en su segunda tarde en la México


Hace seis décadas se vivía un profundo ambiente en México dentro de la fiesta de los toros. Se podía hablar y escribir libremente acerca del tema, con el respeto de quienes no tenían afición por ella y la reciprocidad de los que sí eran aficionados. Fueron días en los que una tradición casi religiosa, era el dedicar la tarde del domingo a asistir a la plaza de toros. No es mi imaginación la que construye esa afirmación. Al abrir la crónica del festejo que hoy me tiene aquí, don Alfonso de Icaza Ojo, en su semanario El Redondel, hace el siguiente aserto:

Cero y van seis los llenazos que se han venido sucediendo en esta temporada… El público se alborota por una u otra causa: acude presurosamente al coso; colma su cupo; se divierte a sus anchas y sale comentando los resultados de la corrida, que le sirven de conversación durante toda la semana… En otras palabras, más breves desde luego: México está metido en toros…

Hoy el ambiente social se inunda de los comentarios que organizadamente – muy bien organizada – vierten en contra de la fiesta en sí y en contra de quienes tenemos afición por ella, grupos de personas con intenciones nada claras y evidentemente, con un financiamiento que roza las lindes de lo inconfesable. En estos días, ser aficionado a la fiesta de los toros resulta ser una especie de estigma que nos convierte, ante los ojos de algunos, en verdaderos parias.

Por otra parte, habrá que reconocer que en aquellas calendas, quienes llevaban los asuntos de los toros, parecieron tener mejores intenciones y mucha más imaginación que los de hogaño. La oferta que transmitían al público para invitarlo a asistir a las plazas era intrínsecamente atractiva, pocas dudas se tenían sobre la asistencia a los festejos, porque los carteles ofertados destacaron, en su mayoría por su redondez.

Así se construyó una sólida afición que tenía, insisto, casi de una manera religiosa, el gusto por asistir a las plazas. Hoy ante cualquier anuncio, casi siempre hay una señal en los carteles que nos pone a dudar sobre asistir o no. ¿Recuperaremos alguno de estos días ese interés que parece cosa de tiempos idos?

La sexta corrida de la temporada 62 – 63 

El doctor Alfonso Gaona aprovechaba las cartas que tenía contratadas y las barajaba con destreza a partir de los resultados que los diestros iban generando en sus actuaciones, de modo tal que domingo a domingo, tuviera un reclamo convincente para seguir haciendo a la afición presentarse en las taquillas primero y en la plaza después. El día de año nuevo había confirmado su alternativa un jovencito sevillano llamado Diego Puerta y en esa tarde materialmente se echó a la bolsa al cónclave de la capital mexicana. Así, un par de domingos después, lo repitió y lo arropó con dos toreros mexicanos de distintas hechuras, pero de gran atractivo: Alfredo Leal y José Ramón Tirado. Para ese redondo cartel de toreros, puso un encierro de Tequisquiapan, ganadería queretana que estaba en la punta de la ola.

A pesar del reciente triunfo de Diego Puerta, la concurrencia se abrió más hacia sus paisanos. Escribe de nueva cuenta Ojo, en el número de El Redondel salido el 13 de enero de 1963, día de la corrida a la que me refiero:

Hoy se lidian seis de la prestigiada ganadería de Tequisquiapan, propiedad de don Fernando de la Mora, y están encargados de despacharlos Alfredo Leal, José Ramón Tirado y Diego Puerta… Hay palmas a la hora del paseo, pero menos entusiastas que otras veces. ¿Por qué? Al fin se aplaude a Alfredo Leal, que saluda desde el tercio...

El llamado Príncipe del Toreo se llevó la ovación de apertura y sería prácticamente la única que conquistaría en la tarde, pero el corolario aquí, es que la afición mexicana arropaba e impulsaba a sus paisanos toreros.

El gran triunfo de Diego Puerta

En esta tarde de hace seis décadas, Diego Puerta asegundó lo realizado en su tarde de confirmación. Salió en hombros de la plaza con cuatro orejas en la espuerta, tarea que refleja, en la opinión externada por Ojo el día de la confirmación del diestro del barrio de San Bernardo, en cuanto al valor de las orejas en la capital mexicana: …para obtener un apéndice en la plaza “México” hay que hacer cosas extraordinarias…

El primero de su lote se llamó Tortolito y fue negro con bragas. No fue un toro de esos de entra y sal. Más bien tuvo sus complicaciones, puesto que prácticamente al salir del segundo puyazo – con tumbo de latiguillo y toda la cosa – se dedicó a gazapear y a meter en conflictos a los encargados del segundo tercio. Carlos León, desde su tribuna del diario Novedades, en crónica epistolar dirigida a la actriz mexicana Dolores del Río, reflexiona lo siguiente:

…mérito tuvo su primera labor muleteril con “Tortolito”, pues la res no tenía la candorosa ingenuidad de la xochimilca María Candelaria. Mas, como el chavalillo sevillano es un pecho honrado de corazón gigante, le cuajó un trasteo cumbre que valió un Potosí, enhebrando los naturales y los derechazos como quien va ensartando perlas para hacer un collar. Y con media estocada que valía lo que el diamante del rajá de Borneo, tuvo para ser premiado con el primer par de orejas…

La opinión de Carlos León es puntillosa y ditirámbica, pero ilustrativa también. Deja ver que Diego Puerta se impuso a un toro dificultoso y salió adelante en su empeño, llevándose ambas orejas, mismas que paseó en triunfo en varias vueltas al ruedo.

El sexto de la corrida se llamó Bandolero, negro listón. Tampoco fue un dechado de cualidades el toro, pero tenía delante suficiente torero como para ser aprovechado en aras de otro trasteo triunfal. Escribe quien firmó como Juan de Dios, en calidad de corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, salido el 24 de enero siguiente:

…Cuando llegó a la muleta, «Bandolero» aún levantaba la de «pensar»; Diego se dobla con él. Y aquí, amigos, instrumenta unos ayudados por bajo que podrían haber servido de modelo para la escultura del pase más bello que se pudiera esculpir. Eficacia y, al mismo tiempo, «un son con cadencia por soleares», que hace que los cuarenta y seis mil espectadores de la Plaza Monumental Méjico se enardezcan y la corrida vuelva otra vez a alcanzar el alto nivel que en el tercer toro tuvo. De aquí para arriba, encelando a su enemigo, corrigiendo sus defectos, enseñándole a embestir, y con todo ello consiguiendo una de las faenas más completas que en ruedo alguno se hayan podido presenciar. Cante grande por soleares y alegrías, tientos, veridales, serranas, martinetes y unas «tarantas» cantados con la muleta en la derecha, que conmocionan en «frenesí» a todo el respetable. Todo fue bueno, pero, vuelvo a insistir, según mi modesto entender, los cadenciosos pases en redondo que dio a «Bandolero» fueron superiores… Cuando Diego hace rodar al «bandido» con media delantera (por esto perdió el rabo), le traen las dos orejas, y los entusiastas se echan al ruedo para así pasearlo por él y sacarlo por la puerta grande…

Resume así esta tarde Carlos León:

En esta tarde luminosa, Diego Puerta ha estado positivamente diamantino: duro, persistente, inquebrantable. Fue firmeza y luz, como cristal de roca. Y en forma tan tremenda se arrimó a sus enemigos, que la amatista de su terno acabó fundida en la sangre de pichón del rubí de los morrillos... Y fue que, en sus dos esplendorosas faenas – dos señoras faenas – Diego resultó un artífice que atendió al consejo de Calderón de la Barca: “Todos vuestros pesares, señoras, cúbranse con joyas y aderezos”. Y de esa labor de filigrana, se encargó el orfebre sevillano... Porque así resultó aquello, Lolita. No fueron dos trasteos de desnuda y sobria belleza, sino adornados en forma preciosista con la orfebrería luminosa de la escuela sevillana...

No creo poder agregar algo más a esta tarde que fue de epopeya para el inconmensurable Diego Puerta.

El resto de la corrida

Alfredo Leal, anticipaba yo, no tuvo una tarde merecedora de ser recordada. Los toreros de su cuerda a veces salen destemplados a la plaza y difícilmente encuentran la manera de abandonar ese estado. Podría decirse que a pesar de la ovación tras el paseíllo, terminó por pasar de puntitas por el ruedo de Insurgentes.

Por su parte, José Ramón Tirado tuvo de cal y de arena. Le tocó el mejor toro de la corrida y ahora sí, según a quien se lea, estuvo a la altura o simplemente lo dejó ir. A pesar de las cuatro orejas cortadas por Diego Puerta, la cabeza de la crónica de don Alfonso de Icaza se dedica precisamente a la actuación del diestro mazatleco, pero si leemos al corresponsal de El Ruedo o en Novedades a Carlos León, podríamos entender que Tirado solamente apuntó, pero se abstuvo de disparar. Jardinero, ese quinto toro de la tarde, fue premiado con el arrastre lento, pero se fue al destazadero con las orejas en su sitio. 

La trascendencia de estos hechos

No sería esta la última tarde en la que Diego Puerta se destacara con triunfos en nuestras plazas. De hecho, estaba enfilado a ser parte de algunos eventos taurinos que pasarían con lustre a la historia patria del toreo, estableciéndose como un diestro del gusto de la afición mexicana y correspondiendo él siempre, con su inagotable entrega.

Como decía al principio, hoy nos lo pensamos para asistir a los toros, en aquellos días era difícil privarse de ir. Algo y alguien tienen que revolucionar el estado de cosas que actualmente vivimos, pues es la única manera en la que la fiesta tendrá futuro. 

domingo, 18 de diciembre de 2022

En la confirmación de Mondeño, Jesús Córdoba sale en hombros y Joselito Huerta corta las orejas

Después de que en noviembre de 1961 se arreglaran las cosas entre las torerías de España y México – una vez más – principalmente la empresa de la Plaza México, a cargo del doctor Alfonso Gaona, se encontraron en la posibilidad de traer toreros de aquellas tierras, muchos de ellos al menos visualmente conocidos para nuestra afición, porque los noticieros cinematográficos de la época, a instancias de José Alameda, en el caso del titulado Continental, contenían breves reportajes acerca de sus más destacadas actuaciones en los ruedos de allende el mar.

Ese arreglo permitió que un importante grupo de toreros hispanos confirmaran, al menos, sus alternativas en la capital mexicana. Así, la temporada se inauguró con la de Paco Camino (16 de diciembre), quien ya había incendiado el ambiente mexicano con sus triunfales actuaciones en El Toreo de Cuatro Caminos. Le seguirían las de Santiago Martín El Viti (30 de diciembre), Diego Puerta (1º de enero), Joaquín Bernadó (20 de enero) y Curro Romero (24 de febrero), casi todos ellos con una triunfal historia en su paso por nuestros ruedos.

La segunda corrida de la temporada 1962 – 63, el 23 de diciembre, también contenía una confirmación, la de un torero de Puerto Real que tenía por esencia de su hacer ante los toros la quietud. Me refiero a Juan García Mondeño, diestro que seguiría actuando nuestras tierras y que ve su nombre inscrito en alguna de las más importantes efemérides de la historia reciente de nuestra fiesta. El cartel de esa corrida de confirmación lo completarían Jesús Córdoba y Joselito Huerta, con un encierro de don Luis Barroso Barona, de Mimiahuápam.

La confirmación de Mondeño

Juan García Jiménez había recibido la alternativa en Sevilla, el Domingo de Resurrección de 1959, le apadrinó Antonio Ordóñez y atestiguó Manolo Vázquez. Ese día le cortó la oreja a Cañamazo, el primero de la tarde, de doña Raimunda Moreno de Guerra. En el San Isidro del siguiente año confirmaría su doctorado en Madrid y siguiendo la costumbre de su padrino de alternativa, el cartel de toreros de ese festejo confirmatorio se repitió, para enfrentar en esa ocasión toros de don Atanasio Fernández.

La tauromaquia de Mondeño tenía por divisa la quietud no desprovista de clase, que para aquellos que buscan antecedentes de las cosas que hoy ocurren, quizás represente una epifanía de lo que varias décadas después sería la tauromaquia, por ejemplo, de José Tomás. El portuense Juan García ya había dejado claro una vez más, que el aforismo de Espartero en el sentido de que, si uno no se quita, lo quita el toro, era cosa de tiempos idos, que, con una adecuada colocación y un buen juego de brazos y muñecas, era posible el evitar los encontronazos con los astados.

Jesús Córdoba le cedió esa tarde prenavideña de 1962 al toro Rociero con 468 kilos anunciados en el cartelito y ante él, don Alfonso de Icaza Ojo, en su semanario El Redondel de la misma fecha del festejo, le reseña lo siguiente:

Juan García brinda a la plaza entera, muy ceremoniosamente y comienza su faena con pases por alto a pie firme, seguidos de otros en que trata de despegarse al burel, sin conseguirlo. Intenta torear por derechazos y el bicho le tira un derrote y de ahí en adelante, aunque “Mondeño” trata de hacer su toreo, el astado, que es muy pegajoso, no se lo permite. Tres naturales que no pasarán a la historia; toreo derechista sin nada de particular; insistente cite con la zurda para nuevos pases rápidos, viéndose molestado el diestro por el aire… “Mondeño” sigue toreando y otra vez se ve en peligro, optando al fin por entrar a matar, lo que logra sin estrecharse ni tanto así y mediante notorio arqueo de brazo, logra hundir casi todo el estoque sin estrecharse. Como la espada ha quedado tendenciosa, vienen capotazos de la peonería y nuevo viaje del diestro hispano con muy parecidos resultados al anterior. Descabello al primer intento…

Es decir, únicamente pudo el torero portuense cumplir con el trámite, pues entre el viento y las condiciones del toro, poco pudo lograr de lucimiento. Ya tendría más ocasiones de mostrar aquí su valía.

El triunfo sin apéndices de Jesús Córdoba

Ante la posibilidad de hacer una nueva campaña en ruedos hispanos, el Joven Maestro sabía que un triunfo en la principal plaza mexicana le daría credenciales para colocarse en las más importantes ferias españolas. Así, enfrentó con decisión a los toros que le tocaron en el sorteo, destacando su toreo de capa ante el primero de su lote y la faena de muleta al cuarto, toro que decía Ojo, se dejó crudo para el tercio final. 

Pero el triunfo vendría ante un toro de regalo. No es desconocida la cercana e íntima amistad que tuvieron don Luis Barroso y Jesús Córdoba. Así, y aunque las crónicas no lo consignen, puedo afirmar con poco margen de error, que el ganadero le obsequió a su amigo a Cantarero, que hizo séptimo lugar y ante el que, dice don Alfonso de Icaza, el torero de León, Guanajuato, estuvo:

Tres varas, recargando en la segunda que resulta en tres tiempos, y ningún quite destacado, porque así el de Mimiahuápam le da por rascar la arena… Los peones cumplen y “Mondeño” tiene el rasgo de compañerismo de permanecer en la arena, sin obligación alguna a estas alturas… Jesús brinda e inicia su faena con la derecha, ante un toro que escarba la arena y dobla en una ocasión los remos. Le liga tres derechazos, uno de ellos de vuelta entera y se hace aplaudir estrepitosamente de cuantos aficionados permanecen en la plaza. Un buen pase de la firma y más derechazos un poco angustiados en el remate, por quedársele el burel. Los intermedios se suceden y Córdoba vuelve a derechear con primor, aunque se enmiende entre pase y pase. Torea Jesús por alto; sufre un desarme; vuelve a correr la diestra, quedándosele el toro al final y entrando a herir con fe, sepulta el estoque, que queda un poquitín desprendido, doblando “Cantarero” a los pocos instantes. Ovación, petición de oreja que no concede la autoridad y paseo en hombros por el ruedo entre aplausos generales.

Como se ve, Jesús Córdoba apuró hasta su última carta para tratar de salir triunfante ese domingo y lo consiguió. Eso le valió volver a la gran plaza algunos domingos después, para apadrinar la confirmación de alternativa de Diego Puerta.

Joselito Huerta cortó las orejas

El testigo de la confirmación de Mondeño fue quien se llevó a casa las orejas. Le cortó dos a Romancero, tercero de la tarde, entre el regocijo colectivo y del quinto, Poderoso, le fue concedida otra, protestada ésta por la concurrencia, razón por la cual dio la vuelta al ruedo sin ella en las manos.

Ante Romancero, dice Ojo que sucedió lo siguiente:

Joselito Huerta, tras el doble brindis que ya va siendo de rigor, muletea a su adversario con tranquilidad y mando. El astado dobla los remos en dos ocasiones, pero Joselito tira de él con el trapo rojo en dos derechazos superiores que remata, previo cambio de mano, con un superior pase de pecho. Ovación y música. Sigue toreando superiormente, dando pases largos y sentidos que entusiasman a la gente estallando ovación tras ovación, mientras el diestro de Tetela se recrea ante un bicho de admirable nobleza, pero al que había que torear tan bien como él lo ha toreado para sacarle partido… Joselito se crece; se adorna airosamente en carios momentos; iguala a la res y pincha en lo duro, llevándose el arma… Fue mejor que así sucediera, porque ahora vemos a José torear con la izquierda como nunca lo habíamos visto. Sus naturales son eternos y su pase de pecho, auténticamente magistral. Igualada la res, atiza Joselito un estoconazo que mata sin puntilla. Ovación clamorosa; miles de pañuelos agitándose en los tendidos, concesión presidencial de dos orejas y arrastre lento a un toro que fue un dechado de nobleza. Con la plaza entera en pie, Joselito Huerta recorre el anillo en son de triunfo una y otra vez…

Así pues, la tarde resultó ser redonda para los nuestros, que acreditaron de nueva cuenta su calidad de figuras del toreo y la necesidad de formar parte con carteles imaginativos que, por una parte, llevaran a la gente a los tendidos y por la otra, facilitaran la competencia entre ellos.

Temporada a plaza partida

La corrida de la confirmación de Curro Romero vino a ser el cierre de ese ciclo para la Plaza México, pero continuaría en el vecino Toreo de Cuatro Caminos. La razón básicamente era económica, porque en la Ciudad de México se arrastraba, desde los años 40, esa inconstitucional sobretasa del diez por ciento sobre la entrada bruta, en cualquier espectáculo taurino, para la asistencia pública. Escribe Daniel Medina de la Serna:

La entrada, con plaza llena, monta a medio millón de pesos, pero de ellos hay que cubrir impuestos del Departamento del Distrito Federal de 17.5%; el de Asistencia Pública de 10% y la renta de la plaza que importa el 10%; de modo que los pesos se convierten en setenta y cuatro y medio centavos; el medio millón se reduce a $322,500, de los que hay que pagar $60,000 de los toros, $50,000 de cuadrillas, $40,000 de publicidad, $10,000 de empleados; total $160,000 que rebajados de los $322,500 dejan un saldo de $162,500, de los que hay que cubrir, sueldos de los toreros, servicios de la plaza y otros muchos gastos más que determinan que, aun con llenos, se pierde dinero en la Plaza México… A continuación, señala dicho boletín que en El Toreo la cosa es diferente, desde luego sin el impuesto a Salubridad – que el “doctor” Gaona, cuando regresó para hacerse cargo nuevamente de la empresa, había asegurado que se condonaría –. Los impuestos en el Estado de México eran, así mismo, menores por lo que es lógico pensar que, con la gente metida en toros, mayores ganancias tendría la empresa si se trasladaba al coso de Cuatro Caminos. Y seguramente no se equivocaron...

Así pues, como el calendario anterior, la temporada tuvo dos partes bien definidas. Esta sería la última ocasión en la que el doctor Gaona tendría la oportunidad de operar en esa manera, pero dejó bien claro que la capital de México, en esos días, podía soportar dos plazas de toros en funcionamiento. 

Hoy, tristemente, no hay quien le pueda a la gran Plaza México

domingo, 27 de marzo de 2022

1º de abril de 1962: Joaquín Bernadó y Manzanero de Coaxamalucan

Joaquín Bernadó
Foto: Martín Sánchez Yubero
Joaquín Bernadó inició el año de 1962 en Guadalajara el día 14 de enero y allí, en El Progreso, compartiendo cartel con Alfonso Ramírez Calesero y Jorge El Ranchero Aguilar, ante toros de Tequisquiapan, y se reiteraría, como escribió el cronista del diario El Informador que firmó como Gitanillo, que le definió como un torero:

...de gran personalidad, exquisita clase y una suavidad de seda, que corre la mano con temple extraordinario... y con su gran clase logró que los aficionados se le entregaran en su presentación...

Dos semanas después tuvo la ocasión de refrendar su buen hacer ante una complicada corrida de Xajay en el Toreo de Cuatro Caminos, alternando con el caballero en plaza Ángel Peralta, Rafael Rodríguez y Antonio Campos El Imposible. Solamente pudo dejar constancia en esta tarde de sus buenas formas ante los toros, pues la corrida no permitió a ninguno de los diestros actuantes manera alguna de lucimiento en esa sexta corrida del ciclo organizado por el doctor Alfonso Gaona.

La décimo quinta de la temporada 61 - 62

Para el primer día de abril del año 62, se anunció un encierro de Coaxamalucan, de don Felipe González, para Manuel Capetillo en su tercera comparecencia de la temporada, Joaquín Bernadó que iba a por su segunda tarde, José Ramón Tirado también en una tercera actuación y el madrileño Luis Segura que se presentaba por segunda ocasión, reapareciendo después de la grave cornada que recibió el 11 de febrero anterior. Al final de cuentas, de los toros anunciados se lidiaron solamente siete, pues el que abrió plaza fue de Piedras Negras.

El segundo de la tarde se llamó Manzanero y lo que apreció don Alfonso de Icaza Ojo acerca de la labor de Joaquín Bernadó ante él en su crónica aparecida en El Redondel de la misma fecha del festejo, es de la siguiente guisa:

…“Manzanero”, de mucho menos respeto, pues se trata de un novillo de pinta fúnebre y bizco del pitón izquierdo.

Joaquín Bernadó le sale al encuentro, trata de recogerlo, y una vez que lo logra, da varios lances de chicotazo, con los pies juntos, para instrumentar después tres buenas verónicas, toreramente rematadas. Ovación y dianas.

El propio Bernadó pone al toro en suerte, mediante un abaniqueo, y cuando él da una larga, echándose el capote a la espalda, el de Coaxamalucan dobla los remos. Una vara recargando y de nuevo cae el toro cuando hace el quite el diestro catalán, que, citando después desde lejos, instrumenta tres saltilleras estatuarias y bien rematadas que le valen nuevas ovaciones.

Siguen los banderilleros haciendo de las suyas.

Bernadó brinda a un amigo y hace que su peón le lleve el toro a las tablas, para iniciar su faena con tres pases en el estribo. Airosamente se lleva al toro a los medios y ahí corre la mano de manera superior en varios derechazos, a la vez que torea al natural, de frente, con auténtico preciosismo. El toro se echa, pero el diestro no se desanima, antes, por lo contrario, continúa toreando cada vez mejor; da un pase en dos tiempos, muy espectacular, y se adorna con manoletinas y afarolados. Las palmas del público han atronado el espacio cuando Joaquín entra a matar muy derecho, y deja una estocada entera. Estalla la ovación, y la autoridad concede dos orejas, dando el espada dos vueltas al anillo.

Dispénsesenos que no detallemos más la labor de Bernadó, pues nuestro teléfono sufrió una larga interrupción…

El juicio de Ojo respecto de la presencia del encierro es duro, desde la cabeza de la crónica que abarca las dos páginas centrales del tabloide, pues afirma que los pupilos del Gallo Viejo fueron el grupo más disparejo de lo que iba de temporada. Yo diría, tratando de atenuar la apreciación de don Alfonso, que esa circunstancia es el resultado de tratar de completar un encierro de ocho toros, pues normalmente los grupos son de seis o de siete y para cerrar uno así, a veces se tiene que echar mano de otros que están menos puestos. Pero sesenta años después y sin imágenes a la mano, difícil es ir más allá de la mera especulación.

Otra versión es la de Carlos León, quien en el Novedades, al día siguiente de la corrida, dedicó su carta boca arriba a don Miguel Alemán Valdés, en esas calendas Presidente del Consejo Nacional de Turismo y entre otras cosas, le contó en esa crónica a guisa de misiva:

En sus memorias, Pío Baroja cuenta que la vez primera que salió de viaje hacia la capital británica, se encontró en la Estación del Norte de Madrid a Ortega y Gasset. Al decirle cuál era el destino de su viaje, le preguntó el que luego sería gran filósofo:

- ¿Pues qué hay ahora en Londres?

- Hay Londres - respondió Don Pío.

Así, si alguien que no hubiera estado hoy en la plaza nos preguntara: ¿Pues qué hay en Joaquín Bernadó?, bastaría con responder: hay torero. Eso que se dice tan sencillo y que es tan difícil de afirmar. Pues si otra vez habíamos dicho que lo único torero del barcelonés era que se llamaba Joaquín, como “Cagancho”, ahora es de justicia reconocer que tuvo una actuación completa, que lo revela como un magnífico lidiador.

Con “Manzanero”, el bravísimo toro de Coaxamalucan que cubrió de gloria la divisa de Don Felipe González, le íbamos a ver a Joaquín Bernadó una lidia completísima, de acuerdo con la noble bravura del burel. Desde que se abrió de capa y trazó verónicas mandonas, yendo del tercio a los medios, se desgranó la primera ovación, que iba a repetirse cuando crispó los nervios de las masas con unas saltilleras estrujantes. Luego, la faena larga y variada, abundante en alegre pinturería. Primero los muletazos sentado en el estribo, el firmazo garboso y el de pecho dramático, para después citar como los clásicos, con la muleta plegada, para dar varios naturales citando de frente, como en las mejores épocas del toreo. Siempre suntuoso, elegante y pinturero, el catalán tiró del repertorio de las alegrías hasta lograr una faena que en todo instante fue coreada por la muchedumbre. Y como digno colofón, la estocada desprendida, pero fulminante, que hizo polvo al noble coaxamaluqueño. Dos orejas y otras tantas vueltas al ruedo, fueron el justo premio a labor tan señera...

Carlos León, mordaz cuando hacía falta o cuando las cosas no eran de su parecer, en esta oportunidad quedó rendido ante la torería y la clase de Joaquín Bernadó, cantada desde sus primeras tardes en estas tierras y que le permitiría permanecer en el gusto de la afición de este lado del mar por un par de décadas más y de alguna manera permanecer, pues después de dejar de vestir el terno de luces, como profesor de la Escuela Taurina de Madrid, varios diestros mexicanos, fueron discípulos suyos.

Lo demás de la corrida

Manuel Capetillo tuvo una faena poderosa y de lucimiento intermitente ante Mechudo, el de Piedras Negras que abrió plaza, saludando desde el tercio. José Ramón Tirado por su parte saldó su actuación con discreción, luciéndose con las banderillas en sus dos toros y por su parte, Luis Segura se vio inseguro, seguramente aún no repuesto de la cornada que recibió en la octava corrida de la temporada en ese mismo ruedo, aunque en su descargo habrá que decir que el primero de su lote era burriciego – coinciden Ojo y Carlos León – en tanto que el octavo no se vio, por la desastrosa lidia que se le dio.

Bernadó y México

Joaquín Bernadó, es todavía, creo, por pocas fechas, el torero español que más ha toreado en México desde el año 1920, con 190 tardes. Recorrió toda nuestra geografía desde 1961 hasta el año de 1988, cuando toreó entre nosotros su última docena de festejos. No rehuía fechas, plazas, ganaderías o alternantes y esa disposición siempre le fue correspondida por la afición, que acudía gustosa a verlo, porque sabía que apreciaría cuando menos, torería, que esa se lleva a la plaza, pues lo demás es aleatorio.

Es por eso que hoy, en las cercanías del sexagésimo aniversario de su primer gran triunfo en la capital mexicana, traigo a estas páginas virtuales su recuerdo.

domingo, 23 de enero de 2022

21 de enero de 1962: Alfredo Leal y Tejón de Mariano Ramírez

Alfredo Leal, Manolo Vázquez y Curro Romero
Madrid, 20 de mayo de 1962
Archivo de la Comunidad de Madrid
Foto: Sánchez Yubero
La temporada 1961 – 62 en el Toreo de Cuatro Caminos no iba dando malos resultados. En sus primeros cuatro festejos ya se registraban triunfos de Juan Silveti, Antonio del Olivar, Felipe Rosas, el madrileño Luis Segura y el más resonante hasta el momento, el de Paco Camino el día de año nuevo, del que ya me he ocupado por estas virtuales páginas. La quinta corrida de esa serie – no hay quinto malo – se conformaría con un encierro de la ganadería debutante del ingeniero Mariano Ramírez para Juan Silveti, Alfredo Leal y Paco Camino, sumando el primer y tercer espada, su segunda comparecencia en el coso de Naucalpan.

Se anunciaba también que ese festejo sería la despedida de Camino, aunque después se vería que regresaría en la temporada cuatro fechas más – 2 en marzo y 2 en abril –. Y es que había caído de pie ante la afición de la capital, aunque a algún sector de la prensa especializada no le pareciera de la categoría suficiente, ya fuera por su juventud o fuera por la manera que tenía de resolver las cosas delante de los toros. La realidad es que quienes objetaban su presencia en esos momentos, no alcanzaban a apreciar que tenían delante a un torero destinado a ser una figura de época.

Alfredo Leal y Tejón, segundo de la tarde

Alfredo Leal fue uno de los toreros surgidos en la generación de 1948. Quizás tardó en cuajar un poco más que varios de sus contemporáneos, por la arrolladora fuerza del fenómeno de los Tres Mosqueteros, pero su elegante planta y la pureza con la que ejecutaba el toreo, le llevaron a caminar un trecho largo por los ruedos del mundo y a ser considerado una importante figura de la tauromaquia mexicana en su día.

Ese domingo 21 de enero de 1962 Alfredo Leal tendría una de sus grandes tardes ante el público de la capital mexicana. En oportunidades anteriores había tenido ocasión de dejar apuntes de sus capacidades, emborronándolos con la espada o simplemente dejándolos allí, anotados, pero ese día, se mostró en plenitud. En un interesante documento, por la excepción que importa, don Abraham Bitar, en El Redondel del día de la corrida, relata el festejo en ausencia del cronista titular Alfonso de Icaza Ojo – por enfermedad – y dice:

“Tejón”, cárdeno, de bonita lámina y bien armado, sale como huracán y Alfredo Leal lo recibe con un farol de rodillas. Ya de pie suministra preciosísimas verónicas con los pies juntos, y como el remate fue airoso, se le aplaudió fuertemente… El del ingeniero Ramírez se arrancó de largo al caballo, y cosa rara, el piquero dejó la vara en todo lo alto. Quite de Alfredo Leal por ceñidas chicuelinas. Ovación. El mismo matador pide el cambio de tercio… Brinda Leal a la autoridad y luego a un particular. Cita desde lejos dando un pase cambiado por la espalda que resulta ser emocionantísimo. Luego toma la muleta con la izquierda para instrumentar seis grandes naturales en los que corrió la mano estupendamente, pasándose al toro por la faja. Ovación. Después de un breve intervalo, vuelve a poner cátedra con la izquierda, toreando a dos centímetros de los pitones. Remata la serie con un ajustado pase de pecho. Un molinete de rodillas, otro de pecho con la izquierda, y ahora con la derecha, templando y muy valiente; remata con un pase de pecho, y sigue la ovación. Un trincherazo que ni dibujado, pases cada vez más templados y ceñidos. La plaza es un manicomio. Un molinete, y entrando derecho y acostándose sobre el morrillo, coloca la espada en muy buen sitio, cayendo el toro muerto a sus pies. Ovación clamorosa, vueltas al ruedo, las dos orejas y el rabo. El público pide arrastre lento para el bravo ejemplar del ingeniero Mariano Ramírez… Todo en su punto, pues Leal no sólo lanceó estupendamente con el capote, sino que también realizó una extraordinaria faena con la muleta, en la que corrieron parejas el arte y el valor… Además, entró a matar como pocas veces se estila. Un triunfo grande, muy merecido…

Para don Abraham, la faena fue completa y no le encuentra exceso a los trofeos concedidos en el caso. 

Una segunda versión es la de Carlos León, en su tribuna del Novedades, al día siguiente de la corrida, en forma de carta abierta dirigida a la cantante Lola Beltrán, a la sazón esposa del torero, de la que extraigo:

Desde que entrevisté a tu Alfredo por la radio y declaró que uno de los toros que le gustaban era el que llevaba el nombre de “Tejón”, bicho que la suerte le deparó en su lote, me latió que iba a salir en plan de me he de comer esa tuna, aunque me espine la mano. Pues, aun sin saber cómo era la embestida del bicho – que luego fue ideal –, se arrodilló en el tercio y lo saludó con un lance afarolado que arrancó un alarido de emoción, a pesar de la enorme distancia. Pero, ya de pie, le hizo la estatua en lances erguidos, como dos arbolitos que parecen gemelos, para luego cargarle la suerte desdeñosamente y hacer que las verónicas se abrieran como jacaranda en flor. Y luego, tras la primera y única vara, brotaron las chicuelinas cadenciosas, solemnes, donde el noble bicho iba y venía pegado a él, como la hiedra… ¡Gran toro era ese “Tejón”, el hermoso cárdeno de las dehesas tapatías de Don Mariano Ramírez! Pero en plan grande, también, se puso tu marido, después de haber brindado al coronel García Valseca, tal vez porque torear a tan sedeño bicho era como lidiar a una bicicleta. Pero no creas que con eso – ¡nada más lejos de mi intención! – trato de restarle mérito. Al contrario, Lola: bien sabes que mientras más tonto es un toro, más inteligente tiene que ser el torero. Pues las reses bravas son como las cuerdas de la guitarra: hay que empezar por templarlas... o no hay concierto posible… ¡Y vaya si hubo concierto! Después del garboso y estatuario pase cambiado, por la espalda, Alfredo se quedó con la muleta en la mano torera, para ligar cinco naturales extraordinarios que rubricó con el forzado de pecho, pero de gorrioncillo pecho amarillo, que hizo estallar en trinos de entusiasmo a los millares de jilgueros que volvieron a abarrotar la jaula de San Bartolo)… Siguió con la zurda, en nueva serie de estupendos naturales, para otra vez rematar con ceñido pectoral, donde los pitones, como las balas perdidas, pegaron siempre en su pecho. De hinojos, se adornó con el molinete de rodillas y uno de costado sin incorporarse, para continuar en redondo con tandas de derechazos por abajo, que te hubieran hecho exclamar jubilosa: ¡Ay, qué laureles tan verdes, qué rosas tan encendidas! … Y lo mató superiormente, en corto y por derecho, sepultando en lo alto el acero, con lo cual “Tejón” le duró menos que Rosita Alvírez. Desbordado el justo entusiasmo por tan triunfal presentación, le dieron las dos orejas y el rabo y un par de vueltas al ruedo, habiendo salido también el ganadero escrupuloso que envió tan nobilísimo ejemplar. Había habido perfecta correspondencia entre la bondad del toro y lo bueno del torero y, ¡qué bonito es el amor, cuando es bien correspondido! … ¡Como la pinten la brinco y al son que toquen bailo! …

La versión del puntilloso Carlos León también coincide en la grandeza del triunfo del llamado Príncipe del Toreo, lo que puede dejar claro que el triunfo de Leal esa tarde fue rotundo y sin mancha.

Así firmó Alfredo Leal El Príncipe del Toreo su primer triunfo rotundo ante la afición de la capital mexicana, porque, aunque en la Plaza México y en el mismo Cuatro Caminos había tenido ocasión de dejar destellos de las posibilidades de su hacer ante los toros, no había tenido una tarde con la rotundidad de la que redondeó ante Tejón del ingeniero Mariano Ramírez. No exageraría al decir que este fue su despegue para convertirse en una auténtica figura del toreo mexicano.

Los demás sucesos del festejo

Juan Silveti estuvo bien con Compadrito el que abrió plaza y ante el sardo cuarto, Sardito, tuvo un inicio de faena de gran lucimiento que se vio interrumpido de pronto por la falta de fuerza del toro. Fue tan buena su actuación que hasta al mismísimo Carlos León, que lo fustigaba por considerar que su toreo no emocionaba, le pareció valedera su actuación.

Y Paco Camino volvió a tener una tarde exitosa, ante el sexto, Chatito, al que le cortó las orejas, y contó Carlos León:

… Pero vino lo asombroso. Aunque el toro “Chatito” estaba como la yerba mala, sin poderse arrancar, Paco lo enceló con el engaño y con el cuerpo, se le puso muy cerca y lo obligó a embestir. A partir de ese instante en que Paco convirtió a la res en noble colaboradora, desde un principio se vio que las primeras gotas fueron las de un fuerte chaparrón. Las tandas de derechazos y de naturales fueron un prodigio por el mando de sus brazos y por la manera de quebrar la cintura para darle dimensión de eternidad a los extraordinarios mule-tazos. ¡Un faenón... lo que se dice un faenón! El toro, como hipnotizado, iba tras la muleta como si no supiera que embestía, así como el agua no tiene sed y el sol no sabe que alumbra… La multitud que momentos antes silbaba “Las Golondrinas” en, plan de chufla, tuvo que entregarse y aclamar al gran artista de Sevilla, al torero niño que había logrado una hazaña de hombre. De hombría fue igualmente la forma en que Paco se volcó sobre el morrillo de “Chatito” para lograr un estoconazo de los que se ven pocas veces, en medio de tantas auroras que son puñaladas… Un adiós que tendrá que ser un hasta luego, pues el sevillano deja un cartel de torero predilecto del público mexicano. Le dieron solamente dos orejas, pues el juez – que está en la higuera más que en palco de la autoridad – no comprendió el portento y negó la concesión del rabo. Pero las masas populares, con más sentido de la justicia, izaron sobre sus hombros a Paquito Camino, que abandonó la plaza ensordecido por aclamaciones de escandalera grande…

Los toros de Mariano Ramírez

Decía al inicio que la ganadería del ingeniero Ramírez debutaba ante el público de la capital. Prudente es aclarar que lo hacía con corrida de toros, pues con la simiente con que inició su andadura ganadera – toros y vacas de Pastejé, comprados a don Eduardo N. Iturbide –, había presentado una novillada en la Plaza México en 1956.

En 1958, enajena la totalidad de ese ganado y adquiere de don Rubén Carvajal la mitad de la ganadería de Zotoluca – 110 vacas y 5 sementales –, a la que agrega sementales de Piedras Negras y La Laguna y es a partir de esa base genética con la que construye la historia y la leyenda de su ganadería.

La crónica de Bitar en El Redondel expresa acerca de los toros lidiados:

Se nos informa que Leal le había pedido al doctor Gaona la corrida del ingeniero pues ya había tenido muchos éxitos en los Estados con ellos. Sigue la ovación a Leal, que continúa dando vueltas al ruedo… Leal se dirige al palco del ganadero, que es fuertemente ovacionado, y se hace acompañar de él en su tercera vuelta al ruedo en medio del entusiasmo grande…

Así, esa tarde de hace seis décadas, se veía el esfuerzo de la primera camada de toros lograda con esa procedencia y que representó un importante éxito para toreros y ganadero. Una tarde definitivamente redonda, de las que no se viven con frecuencia.

domingo, 9 de enero de 2022

1º de enero de 1962. El debut de Paco Camino en México (IV/IV)

El Toreo de Cuatro Caminos

El semanario El Redondel del 24 de diciembre de 1961 recogía en una breve nota que Paco Camino se concentraría en la ganadería de La Punta para prepararse para sus inminentes compromisos, sobre todo, porque llegó a México con la mano derecha enyesada, como resultado de una lesión que sufrió en Lima y de la que manifestó encontrarse ya restablecido. Intuyo aquí la mano del incombustible negociador, don José C. Madrazo, que, honrando la amistad que siempre le unió con el doctor Gaona, le facilitó al eje de su temporada cuatrocaminera el lugar para aclimatarse a la altura y al toro mexicano.

Ya comenté el pasado domingo el resultado poco halagüeño de la corrida de presentación del que al paso de los años sería llamado El Niño Sabio de Camas, pero también apuntaba que el siguiente domingo, el 7 de enero de ese 1962, tendría ocasión de hacer su declaración de intenciones en ruedos de México. El cartel se formaría con toros de Tequisquiapan, propiedad en esos días de don Fernando de la Mora Madaleno, para ser lidiados por Manuel Capetillo, Paco Camino y Felipe Rosas.

Paco Camino y Papelero de Tequisquiapan

Paco Camino fue duramente tratado por la prensa taurina antes y después de su primera actuación en El Toreo. Improvisado fue lo menos que le llamó don Alfonso de Icaza, partiendo del hecho de su juventud y sin reparar en el hecho de que el encierro que se lidió el primer día del año 62 fue malo, tuvo por ratificada su aseveración previa. Por su parte, Carlos León lo calificó de ratonero. Duros juicios que ponían cuesta arriba esta segunda tarde de Camino ante la afición mexicana.

El quinto toro de esa tarde del 7 de enero del 62 se llamó Papelero y formó parte de un lote que, en el balance final de Ojo, junto con el sexto, salvó casi in extremis una tarde que parecía irse al garete. De la actuación de Paco Camino, el citado cronista de El Redondel, en su edición del mismo día de la corrida, escribió lo siguiente:

Paco Camino brinda a los tendidos y después de hacerse de su enemigo da dos trincherazos que le son festejados por el público. El toro acude a donde lo llaman y Camino da un natural sin aguante y tres más positivamente superiores que arrancan la primera ovación de la tarde. Sigue toreando con la izquierda, a ratos con verdadero primor y cuando remata con el de pecho vuelve la gente a entusiasmarse.

Cuatro magníficos derechazos. Ovacionaza, y como el toro es que ni de encargo, y el torero está de vena, vemos una faena completísima en la que tan pronto corre la mano con absoluta limpieza, como se adorna de mil maneras. El público está loco de entusiasmo y ya desde este momento hay quien pida la oreja para el niño sevillano, que trata de entrar a matar, pero desiste de ello, para recurrir a los pases lasernistas. El noble burel echa la cabeza al suelo y ello dificulta que Camino entre a herir. Lo hace a toro humillado y deja media estocada tendida, después de la cual arman los peones un herradero de los mil demonios. El bicho tose, se le llena la boca de sangre, y dobla, al fin y al cabo, escuchando su matador una ovación clamorosa, con petición unánime de oreja, en medio de dianas, vueltas al ruedo y demás manifestaciones. La autoridad concede un solo apéndice, pero hay protestas y se le entregan las dos, prolongándose los aplausos unos minutos durante los cuales Paco Camino recorre varias veces el ruedo.

Tardadito, pero buena paga, que decimos los mexicanos…

Al final, don Alfonso de Icaza acabó por rendir la plaza, a regañadientes quizás, pero reconoció que en Paco Camino había un torero que torea de muleta con calidad, con limpieza y que tiene la gracia para adornarse cuando las circunstancias así lo permiten. Y lo más interesante, no cuestiona las dos orejas que, a petición de la concurrencia, le fueron concedidas para pasear en vueltas triunfales.

Por su parte, el cronista de la Agencia France Presse – presumiblemente Don Neto – en la edición del diario El Informador, de la ciudad de Guadalajara, del día siguiente al de la corrida, resume así lo sucedido:

...Paco Camino fue el triunfador, dejando excelente sabor de boca en los aficionados por la grandiosa faena que realizó con el toro jugado en el lugar de honor. En su primero estuvo empeñoso y valiente, matando de gran estocada, pero a su segundo se lo pasó de muleta y tras de brindar al público, inició una suave faena en el centro del redondel, derechazos y naturales con arte soberano; muletazos de la firma y de trincherilla y pases de pecho, para entrar a matar con el toro humillado, cobrando una estocada ligeramente contraria que fue suficiente, cortando las dos orejas y dando varias vueltas al ruedo...

Días después, el 18 de enero, en el número correspondiente del semanario madrileño El Ruedo, el corresponsal Juan de Dios, escribió:

Pero mientras estamos pensando en todo esto ha salido «Papelero», el quinto de la tarde, y tras unos capotazos de tanteo y. un buen par de «Michelín» nos llama la atención que Paco se vaya al centro del anillo y brinde al entendido público mejicano. ¿Qué ha visto «er niño» en «Papelero» para brindar su muerte a los tendidos? ¡Expectación! ¿Qué va a ocurrir? ¿Será una falsa alarma? ¿O una andanada de falsas alharacas?

Pronto se descifra el enigma cuando Paco cita de lejos a «Papelero» y le da tres trincherazos majestuosos, llenos de gracia, de filigrana, de plasticidad, de armonía, que convierten a los tendidos en un verdadero manicomio. ¡Tres estruendosos olés acompañan los tres pases, y ya con la seguridad de que estamos ante un artista poco común, nos entregamos ante el arte deslumbrador del de Camas y acompañamos con nuestro entusiasmo toda la extraordinaria, maravillosa y torerísima faena que Paco va cuajando en esta fecha memorable del primer domingo del año sesenta y dos!

¡Ese es mi niño! Y Paco, con el rostro serio – por la seriedad que el momento sublime requiere –, se planta en los medios, cita de lejos – ¡con la franela en la izquierda! – cita y llama a su toro – ¡toro, torito bravo! –, y «Papelero», como entendiendo el lenguaje del niño de Camas, se arranca de largo, viene hacia el torero y este lo aguanta con un giro de la muñeca, embebiendo al noble animal en los vuelos de la muleta, avanzando cadenciosamente la tela para que, en un mimo doble, ni el trapo se sienta dañado por los afilados pitones de «Papelero», ni este se sienta defraudado en la distancia justa que el matador debe poner entre la muleta y él...

Con majestad y señorío modela cuatro naturales que son un prodigio de bien torear. Fuerza un pase de pecho y él «respetable» ya no sabe qué hacer. Las gargantas han enronquecido y ¡hay hasta quien llora de emoción! Es ¡el delirio! ¡La locura general! Y Paquito engarza otra serie de naturales, en donde el colorido, la majeza, el sentimiento, el ¡cante hondo por soleares! se conjuntan para crear una faena transparente, luminosa, a cuya luz se ve el embrujo y el duende sevillano.

Continúa Paco toreando, para más tarde adornarse, sin que el público le deje entrar a matar - ¡quiere seguir deleitándose con el arte soberano del andaluz! -. A nuestro juicio, esto le perjudica, pues el toro se pone difícil, baja la cabeza y, cuando Paquito inicia bien el viaje, el toro hace un extraño y el volapié no tiene la apoteosis de la estocada bien señalada. Sin estar mal situada, la encontramos un poco tendida.

Pero el público no quiere saber nada de esto, el toro cae y el blanco de los tendidos obliga al juez de plaza a otorgar las orejas. El juez se nace el remolón y concede una, pero los aficionados vuelven a la carga y hasta que no aparece el pañuelo en señal de concesión de la segunda no cesan los gritos y la cerrada ovación. Otras dos vueltas al ruedo – una de ellas con un sombrero charro – y ahí está el refrendo del público mejicano, de la gran calidad del torero de Camas...

Con estas tres versiones que pude encontrar, puedo afirmar que hay unanimidad en cuanto al triunfo de Paco Camino y al convencimiento de la afición capitalina acerca de sus posibilidades.

El resto del festejo

Manuel Capetillo tuvo una tarde complicada, pues, aunque fue respetuosamente silenciado en el que abrió plaza, en el segundo de su lote se la pasó entre dudas, las que trascendieron al tendido, lo que le concedió una ruidosa rechifla como final de su actuación. Por su parte Felipe Rosas le cortó la oreja al sexto, Bandolero, el otro toro potable del encierro, pero pasó algún momento de apuro al pasarlo de muleta, evitándole un percance mayor el oportuno quite de su banderillero David Siqueiros Tabaquito.


La repercusión de esta tarde

Esta corrida, como todas las de la temporada, eran transmitidas por la televisión abierta, así que a más de los 23,000 espectadores que podían ver el festejo en las localidades de la plaza, había un número más o menos indeterminado que lo apreciaba en la comodidad de su domicilio en la pantalla de la televisión.

Esas retransmisiones replicaron con creces el interés de conocer tanto a Paco Camino como a los demás toreros hispanos que fueron parte del derecho de apartado de esa temporada y de los cuales, algunos, aparte de Camino, llegaron a convertirse en verdaderos ídolos de la afición mexicana.

Los toreros que se importaron para alternar con nuestras figuras no eran conocidos más que por la prensa escrita y quizás por algún noticiero de televisión o cinematográfico. La apuesta de traerlos a México para presentarlos a la afición y hacer que entraran en su gusto era de gran riesgo, pero al final de cuentas redituó, pues se les combinó imaginativamente con los toreros mexicanos de la primera fila y la afición acudió a las taquillas para llenar las plazas y, además, como lo comenté antes, tenía el incentivo de la televisión abierta.

Eran otros modos de hacer las cosas, pero de lo que la historia nos deja como evidencia, parece que funcionaban. ¿Por qué no intentar volver sobre ellos en estos tiempos que corren?

domingo, 2 de enero de 2022

1º de enero de 1962. El debut de Paco Camino en México (III/IV)

Paco Camino


Despejados los asuntos sindicales pendientes, tanto entre los matadores de toros como entre los picadores y banderilleros, la empresa de el Toreo de Cuatro Caminos anunció, casi a porta gayola el derecho de apartado de su temporada. Con ese anuncio, parecía que todo estaba ya encaminado para que el ciclo de corridas de toros de la capital mexicana se diera sin sobresaltos, pero, aunque no tuviera efectos más que en la opinión pública, algunos ánimos no estaban de acuerdo con el estado de las cosas.

El hecho de que el anuncio de la temporada de Cuatro Caminos dejó ver que gravitaría en torno a la figura de Paco Camino, que había toreado 68 corridas en la temporada europea recién terminada, quedando de tercero en el escalafón detrás de Curro Girón y Diego Puerta no le pareció adecuado a más de algún influyente opinador, como es el caso de don Alfonso de Icaza Ojo, quien en su columna semanal Nuestro Comentario, aparecida en El Redondel del 7 de enero de 1962, entre otras cosas, escribió:

Hace tiempo que tenemos la creencia de que, actualmente, son mejores los toreros mexicanos que los españoles.

Y no por el hecho de haber nacido aquí – que el sitio donde se ve la luz primera nada supone en el caso – sino por la distinta manera como se desarrolla la fiesta en uno y otro país.

En México, el toreo es cosa de hombres; en España, de niños.

Aquí, para ser figura del toreo, se requiere, además de poseer cualidades especiales, dominar la profesión, lo que no se consigue, salvo casos excepcionalísimos, sino después de muchos años de práctica.

Así vemos que nuestros ases, “Calesero”, Procuna, Capetillo, Silveti, Leal o Joselito Huerta, para no citar sino a unos cuantos, llevan años y años de lidiar toros, años que les han servido para acumular conocimientos al mismo tiempo que para afinar su arte.

En España, en cambio, se improvisan ídolos a cada momento.

Y tan pronto es “primerísima figura” un jovencito de diecinueve años, como Paco Camino, que uno de veintiuno, como Diego Puerta, u otro improvisado aún, el ya famoso “El Cordobés”, que antes de tomar la alternativa, y nos atrevemos a decir que, sin ser todavía un auténtico torero, tiene ya un capital de quién sabe cuántos millones de pesetas.

Las figuras del toreo no se improvisan.

Aún los diestros especialmente precoces, como Joselito, “Armillita” y Arruza, necesitaron “cuajarse” para ascender a la primera fila.

No se nace sabiendo, ni se puede ser maestro en tauromaquia de buenas a primeras.

El toreo es cosa de hombres, tal y como se entiende en México, y no de criaturas como actualmente se estila en España...

Es decir, a juicio de uno de los principales periodistas taurinos de la época, dos de los toreros que encabezaban el escalafón europeo eran nada menos que unos improvisados, más que nada por su juventud. Y sumaba a esa infame categoría a El Cordobés, pendiente de alternativa, pero que en unos meses más, vendría a poner de cabeza a todo el entramado de la fiesta. ¿Sería que Ojo no se percató del cambio que ya se estaba produciendo o fue simplemente el hecho de no haber visto a los toreros a los que se refería?

Por su parte, Carlos León, en su crónica de la corrida del 1º de enero de hace 60 años, también arremetió contra Paco Camino, pues en su relación epistolar dirigida a Miguel Alemán Velasco, a propósito de un libro conmemorativo de la línea aérea Aeroméxico, deja este párrafo:

El torero se justifica en el ruedo y no con declaraciones a la prensa o promesas frente a los micrófonos, que luego no se cumplen ante los toros. En aquel histórico 8 de agosto de 1908, cuando los hermanos Wright volaron por vez primera sobre suelo europeo – a 10 metros de altura y sólo durante minuto y medio – fueron asediados a preguntas por los periodistas. Venciendo un taciturno silencio, Wilburg Wright se concretó a decir: el loro es el pájaro que más habla y menos vuela…

Así estaba el patio hace seis décadas. No parecía poder darse gusto a nadie.

La corrida del primer día del año 62

Se anunció un encierro de Pastejé para Alfonso Ramírez Calesero, Antonio del Olivar y el debutante Paco Camino. Las cosas se empezaron a torcer desde el inicio, pues los toros de Pastejé nada más no caminaron y dos de ellos fueron devueltos a los corrales, siendo sustituidos por uno de Piedras Negras (2º) y otro de La Laguna (4º). Acerca del encierro, el citado Carlos León, en su tribuna del Novedades, escribió:

Incierta, áspera y huidiza salió la corrida que vino de las dehesas de Ixtlahuaca, seguramente por un error, pues iban con destino al rastro de Ferrería. A mí no me sorprendieron las malas condiciones de lidia del descompuesto ganado, pues desde que Pastejé dejó de ser en cierta ocasión una ganadería de caballeros, como Don Eduardo N. Iturbide y la familia Barroso, obviamente tenía que enviar bichos resabiosos, con malas ideas y peores intenciones. Por supuesto no me equivoqué, y el encierro de hoy fue algo desastroso. De todas maneras, se supone que hay un reglamento taurino y un juez que lo aplique, pero el que también se supone que funge como autoridad, siguió violándolo. Dos toros se fueron al corral, sin haber salido antes los picadores. Seguramente eran mansos los bureles, pero había que demostrarlo y darle seriedad a la plaza de El Toreo, que no porque esté enclavada en un pueblo debe seguir siendo un circo de pachanga. Como quiera que sea, después de haber padecido ese ganado correoso y espantadizo, los toreros confirmaron la frase que ya es de ritual en los mentideros: Pastejé, ni en bisté…

La actuación de Paco Camino

Para don Alfonso de Icaza, su valoración previa pareció haberse cumplido con la actuación del torero de Camas, pues su apreciación de esta tarde, es la siguiente:

La primera impresión que tenemos del niño – torero hispano es que es habilidoso y que está muy puesto con el toro… A su primer enemigo, que huía hasta de su sombra, se empeñó en sujetarlo, y lo sujetó, con aplauso del público, pero a su segundo, que era más toreable, en lugar de pasárselo, optó por dar vueltas a su alrededor, entre pitos de la gente, que no gusta de paseos, sino del buen toreo, definido de tiempo atrás en tres palabras, que parece no conocer Paquito: parar, templar y mandar…

Por su parte, Carlos León, en la misma coloratura, opinó:

Camino se quedó en vereda… Cierto es que la corrida no fue manejable, pero el de Sevilla exageró su prudencia, confirmando las reservas y vacilaciones que ya observaba el crítico de Madrid. En pocas, en rarísimas ocasiones se pasó a los bichos con el percal o con la sarga, más cuando lo hizo fue a una distancia tan prudencial que no conmovió ni a su mozo de estoques. En cambio, colocado a la defensiva mostró una evidente habilidad, lo mismo bregando con la capichuela que al manejar la pañosa. Siempre sobre piernas, sin fijeza en las azogadas zapatillas, encorvado y habilísimo para meterse a los costillares, parece mentira que con tales trucos haya logrado de pronto conmover al público, que le celebró lo que erróneamente tomaron por potencialidad de lidiador, cuando eso tiene otro nombre exacto y preciso: ratonerismo.

Mas, si con el tercero le festejaron su ratonera facilidad para huir de los pitones y refugiarse en los cuartos traseros, con el sexto le chillaron el truquito de jugar al tiovivo y zara-gatear lo más lejos posible de las astas. Como había brindado a César Balsa, tarde se le hacía al sevillano para irse de la plaza y seguir bailando en el Jacaranda. Pero, como es bastante malito con la espada, se le cansó el brazo pinchando hasta que optó por un ignominioso espadazo en el chaleco. Total: que, si Paco es Camino, Del Olivar es carretera. O tal vez, autopista de las que pueden llegar muy lejos…

Como se ve, simplemente, para los dos cronistas citados, Paco Camino no tuvo manera de llegar a un entendimiento con su hacer delante de los toros.

El resto del festejo

Calesero fue abroncado al final de sus actuaciones, pero firmó un gran ramillete de verónicas ante el cuarto de la tarde Perdigón y Antonio del Olivar le realizó una valiente y dramática faena al quinto, Barquillero, recibiendo como premio una oreja, que fue protestada por el espadazo defectuoso con el que despachó al toro, pero fue requerido para dar dos vueltas al ruedo con mucha fuerza.

Lo que venía por delante

Paco Camino regresaría a Cuatro Caminos el día 7 de enero de 1962 y en esa tarde tendría la ocasión de hacer su declaración de intenciones. Pero de eso trataré de ocuparme el próximo domingo, si así lo tienen ustedes a bien.

sábado, 1 de enero de 2022

1º de enero de 1962. El debut de Paco Camino en México (II/IV)

El Toreo de Cuatro Caminos

Las noticias llegadas de España daban a entender que las cosas estaban ya dispuestas para que empezaran los trámites relativos al ofrecimiento de la temporada 1961 – 62 en el Toreo de Cuatro Caminos, pero también en México soplaban vientos de fronda. Los días pasaban y el doctor Gaona no anunciaba ni el arranque de la temporada ni la venta del derecho de apartado. Es, en una de las fechas inicialmente proyectadas para el inicio del serial – 14 de diciembre de 1961 –, que aparece en el semanario El Redondel, la siguiente información:

La Unión de Picadores y Banderilleros Exige Ahora Contratos Colectivos Pudo Presentar sus Demandas a Tiempo, Pero no; Esperó a Ultima Hora, Para Presionar a la Empresa… Decididamente, la fiesta brava, siendo el espectáculo más popular de México, halla a su paso, en nuestro país, los más grandes obstáculos… Dígalo, si no, la actitud de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, que ahora exige contratos colectivos de trabajo, pudiendo haber hecho sus peticiones con tiempo, y no a última hora, cuando trata de presionar a la empresa, que ya tenía todo arreglado para inaugurar la temporada el domingo próximo… Hace tiempo la Junta de Conciliación y Arbitraje falló en contra de la Unión, un pleito en que se discutía quiénes eran los “patrones” de los subalternos; si las empresas o los matadores a cuyas órdenes salen al ruedo y que son, además, quienes los designan… Así las cosas, los picadores y banderilleros siguieron toreando sin protestar, pero en vísperas y a de temporada exigen a la empresa capitalina la firma de contratos colectivos, tal y como si dependieran de ella… Por de pronto, al no haber recibido órdenes de la empresa de que publicáramos sus habituales anuncios, podemos sacar la conclusión de que no habrá corridas, ni el domingo 24, ni el lunes 25, tal y como se proyectaba… ¿Y las del 31 de este mes y el 1º de enero? … Posiblemente tampoco, porque hay que abrir, previamente, el Derecho de Apartado, y llevar a cabo otros varios preparativos que probablemente no seguirán su curso ante lo incierto de la situación…


Efectivamente, en una inserción pagada, en una página diversa del semanario, la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros convocaba a una Asamblea General para el día 20 de diciembre siguiente, a las diez de la mañana, para tratar urgentes asuntos que deben resolverse en asamblea, siendo los asuntos, la cuestión del contrato colectivo al que querían vincular al Toreo de Cuatro Caminos como centro de trabajo y en consecuencia, a las empresas que en ella dieran festejos taurinos.

La asamblea de la UMPYB

La asamblea se celebró y al final se impuso la cordura. Un grupo más radical, encabezado por el inefable Pancho Balderas y al que acompañaban el banderillero Antonio Rangel y los picadores Felipe Bedolla El Hielero y Perete, proponían parar hasta que la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolviera si había relación de trabajo con la empresa organizadora de los festejos o con el torero que los llevaba en su cuadrilla, asunto que estaba pendiente desde tiempo antes y los más, moderados, viendo que esa resolución podía tomarse quizás algunos años, propusieron y consiguieron que se siguiera adelante con la temporada en las condiciones acostumbradas, pues de ser favorable la resolución de la Corte, podrían exigir después todo lo que les correspondía.

Evidentemente había un trasfondo extrataurino en la actitud de los dirigentes de la Unión, porque cuenta don Alfonso de Icaza en el propio semanario que al recibir la visita de esos directivos, primero negaron conocer el laudo que era objeto de examen en la Suprema Corte, pero después aceptaron que fueron ellos quienes promovieron el juicio de amparo en su contra y posteriormente admitieron que realmente no les interesaba un contrato colectivo con la empresa de Cuatro Caminos, sino solamente con la de la Plaza México. Es decir, manifestaron un sinsentido tras otro para tratar de justificar algo que no tenía explicación alguna. 

El anuncio del inicio de la temporada

En el número de El Redondel aparecido el 24 de diciembre de ese 1961 se hizo por fin público que la temporada 1961 – 62 arrancaría en el Toreo de Cuatro Caminos:

En vista de la loable actitud conciliadora de los subalternos, el domingo próximo se inaugurará la temporada en la plaza “El Toreo”, de Cuatro Caminos, con el siguiente cartel: seis toros de primera clase de la ganadería de La Laguna, para Antonio Velázquez, Juan Silveti y Fermín Murillo, que será el primer diestro hispano que actúe en una plaza capitalina, una vez reanudado el intercambio taurino entre ambos países… Al día siguiente, lunes 1º de enero de 1962, se celebrará la segunda corrida, presentándose el atildado diestro Alfonso Ramírez, “Calesero”, y debutando el sevillano Paco Camino…

También, en la misma nota, se dieron a conocer los elementos del derecho de apartado, que desde ese momento estaba a disposición de los aficionados en las oficinas de la empresa, ubicadas en Edison 91:

La empresa que regentea el doctor Alfonso Gaona ofrece un cartel de primer orden, indiscutiblemente, por más que falten algunos nombres, por la sencilla razón de que no podían figurar todos.

He aquí la lista de matadores contratados: Mexicanos: “El Calesero”, Velázquez, Rodríguez. Capetillo, Juan Silveti, Jorge Aguilar, Alfredo Leal, Antonio del Olivar, J. Ramón Tirado, Jaime Rangel. Felipe Rosas y “El Imposible”. Españoles: Joaquín Bernadó, Luis Segura, Fermín Murillo, Paco Camino, Juan García “Mondeño” y además el rejoneador Angel Peralta…

En cuanto al elemento toro hay comprados suficientes encierros de las ganaderías de Piedras Negras, La Laguna, Coaxamalucan, Xajay, Zacatepec, Rancho Seco, La Punta. Pastejé, Tequisquiapan, Peñuelas y Mariano Ramírez, siendo de esperarse que la lista se complete con nombres tan prestigiados como los de Valparaíso, Torrecilla, J. Julián Llaguno, Las Huertas, Mimiahuápam, y algunas vacadas más…


La misma información agrega que en El Toreo se darían 10 festejos y en la Plaza México 12, para completar la temporada. Al final en Cuatro Caminos se dieron 19 festejos. También agregó acerca de los diestros contratados lo siguiente: 

Los nombres que más falta hacen son, entre los mexicanos, las de Fermín Rivera, que no quiso torear por motivos de delicadeza; Luis Procuna, torero de gran arraigo entre nuestra afición; Joselito Huerta, cuyas posibilidades son muchas; Jesús Córdoba, el otro “Mosquetero”, que tan buenas actuaciones ha tenido últimamente en Colombia, Humberto Moro, al gran muletero norteño; y Jaime Bravo, de valor desconcertante, amén de los de otros diestros que tienen cartel y que prometen, y en cuanto a los españoles se echa de menos a Antonio Ordóñez, que está impedido por lesiones en un pie; Diego Puerta, Curro Romero y “El Viti”, pero repetimos, no era cosa de contratar a todos para esta temporada; ya los conoceremos en la próxima, o antes, si tes circunstancias así lo requieren…

En torno a esta última información, valdría agregar que Luis Castro El Soldado, Raúl Acha Rovira, Joselito Huerta y Pablo Lozano actuaron sin estar anunciados en el apartado cuatrocaminero. También aclarar que, en el caso de Antonio Ordóñez, más que una lesión en un pie, como quedó asentado en la primera parte de esta serie, su ausencia se debió más bien a su inconformidad con los términos del convenio que se pactó entre las torerías de su país y el nuestro.

La corrida inaugural


El triunfador del festejo resultó ser Juan Silveti, quien cortó una oreja al primer toro de su lote, segundo de la tarde. El encierro de La Laguna no se prestó a mayores hazañas y Antonio Velázquez estuvo digno con lo que le salió de toriles, en tanto que Fermín Murillo saldó su tarde con una cornada. Quien firmó como Juan de Dios, corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, en el número fechado el 11 de enero de 1962, resume así esta tarde:

Y la gran ovación – primera de la temporada – iba dirigida, más que a los que en ese momento se adelantaban a enfrentarse con las astas ¡del peligro!, a aquellos que habían hecho posible hacer realidad las ansias de la afición entera: ¡el intercambio taurino entre España y Méjico! …

Velázquez, Juanito Silveti y Fermín Murillo, el espigado «mañico» al que cabía el alto honor de romper el luego sagrado en pos de un prestigio que en España tiene raigambre: ¡el prestigio en la fiesta, más bonita y hermosa que existe! ¡En la fiesta heroica de los toros! Y en verdad que el simpático Fermín dejó en muy buen lugar la categoría taurina española. ¡Con su sangre rindió tributo! Y con su dolor – moral, por no conseguir el triunfo ansiado – y dolor físico en sus carnes dejaba patentizado el estoicismo de los hombres que en la vieja Iberia se juegan la vida ante las astas de los toros…

Pero la realidad es que, a pesar de la oreja cortada por Silveti, poco hay que destacar en esta corrida inicial, a no ser la traicionera cornada que dio su primer toro al aragonés Murillo, quien dejó muy buen sabor de boca y al que se le auguran buenos triunfos en Méjico. Vuelve a torear a mediados de mes y ojalá triunfe el bueno de Fermín…

Así fueron vistas las cosas ese último día de 1961, víspera de la presentación de Paco Camino en las plazas de México. Como veremos el día de mañana, los ánimos no estaban muy dispuestos a su favor, lo que a la vista de lo que consiguió a la vuelta de los años, le añade un mérito mayor. Pero sobre eso, hasta mañana.

domingo, 2 de mayo de 2021

3 de mayo de 1951: Paco Ortiz se presenta en Las Ventas de Madrid

Paco Ortiz y los Tres Mosqueteros
Plaza México, 12 de marzo de 1950
Foto: Carlos González
El primer novillero que llenó la Plaza México después del infortunado Joselillo, fue Paco Ortiz, un torero bajito de Apan, Hidalgo, que aprendió los rudimentos del oficio en la ganadería de su paisano don Heriberto Rodríguez, aquel que gustaba de poner nombres estridentes, por lo cómico, a los toros que lidiaba en las plazas. Recorrió los pueblos de su estado y las antesalas de la capital mexicana, como lo eran el Rancho del Charro o la placita de Naucalpan, allí compartiría carteles con otros aspirantes que caminarían lejos en las arenas de los ruedos, como Jesús Córdoba o Alfredo Leal.

Su presentación en la Plaza México ocurrió el 4 de julio de 1948. Fue el primero de los Tres Mosqueteros de esa generación del 48 en debutar allí, pues Jesús Córdoba lo haría dos domingos después, Manuel Capetillo hasta el 8 de agosto y Rafael Rodríguez el 5 de septiembre. Esos cuatro toreros serían la cabeza de una de las generaciones de novilleros más brillantes, si no es que la más brillante de la historia del toreo de este país. Cerró su calendario cortando tres orejas y dos rabos: el 10 de octubre a Tremolero de La Laguna y el 31 del mismo mes a Currito de Pastejé. A cambio, el 25 de julio fue herido en la femoral profunda por Chiclanero de Coaxamalucan, lo que lo tuvo parado hasta septiembre.

Al final de ese intenso ciclo novilleril, Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo recibirían la alternativa con todos los honores, pero Paco Ortiz tendría que regresar a la temporada chica del 49, misma en la que toreó 7 novilladas en la gran plaza y una, el 12 de junio, en el Toreo de Cuatro Caminos. Empezó las cosas justo en dónde las había dejado el año anterior, pues en su presentación el 15 de mayo, le corta el rabo a un novillo de Pastejé; resulta herido de cierta gravedad en su incursión cuatrocaminera, lo que lo para un mes y termina la temporada con otra cornada, grave, del novillo Fanfarrón de La Laguna el día 13 de noviembre.

Con todo ese camino avanzado, le llega al fin la alternativa a Paco Ortiz. Se verificaría en el Toreo de Puebla el 22 de enero de 1950. Allí Silverio Pérez, en presencia de Antonio Velázquez, le cedería los trastos de matar para despachar a Olivero de La Punta. El 12 de marzo siguiente vendría la confirmación en la capital de la República y sería un cartel histórico, pues se volverían a reunir en la capital, por última vez, vestidos de luces, los Tres Mosqueteros y su D’Artagnan. Esa lluviosa tarde, El Volcán de Aguascalientes, en presencia de Jesús Córdoba y Manuel Capetillo le cedió al toro Carpanto de Xajay con el que apenas pudo estar digno, dentro del aguacero que caía.

Renuncia al doctorado y a España

Quizás Paco Ortiz no estaba toreando con la frecuencia que esperaba, o quizás creyó que tenía que terminar su preparación, pero en abril de 1951 anunció su intención de viajar a España a torear novilladas y a obtener, con fuerza, una alternativa allá. Lo haría de la mano de Rafael Sánchez El Pipo, quien, con su importante presencia en aquel medio, le podría arreglar una interesante campaña. Harían también ese viaje los novilleros mexicanos Lalo Vargas, Anselmo Liceaga, Jaime Bolaños, José Juárez Gitanillo, Fernando López y Rubén Rojas El Jarocho.

Abrió ese año nada menos que en la plaza de Las Ventas, en Madrid, la tarde del jueves 3 de mayo de ese 1951. Se enfrentaría a novillos de la ganadería debutante de las señoritas Enriqueta y Serafina Moreno de la CovaSaltillo puro – y alternaría con Joaquín Rodríguez Cagancho hijo y Jesús Gracia. La novillada fue complicada y resolvió la papeleta con dignidad. Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en su tribuna del ABC de Madrid, cuenta lo siguiente acerca de su presentación:

¿Quién salió contento de la novillada que ayer se celebró en Madrid? Los empresarios no contaron más que con media entrada; el ganadero vio «fogueado» uno de sus toros – fogueado o «negreado» por las banderillas denigrantes –, y los toreros vapuleados unos y rendidos otros. El público, aterido, no sólo por el airecillo impertinente, sino por la frialdad de lo que en la arena ocurría...

La ganadería – puesta a nombre de las señoritas Serafina y Enriqueta Moreno de la Cova, por sus padres, los ganaderos D. Félix Moreno Ardanuy y doña Enriqueta de la Cova – acusó claramente la procedencia Saltillo... Buena la presentación de las reses, no hubo, en este aspecto, ningún reparo; pero todos los novillos mostraron el nervio y sentido de su casta...

El cuarto derrotaba y se escupía de capotes y caballos. En una de sus arrancadas fue a los alcances del mejicano Paco Ortiz, lo entrampilló y pisoteó, dejándolo medio conmocionado y con la chaquetilla rota...

El mejicano Paco Ortiz produjo buena impresión en el tercero. El novillo no era claro, pero él demostró mucha serenidad, llevando la muleta hasta el mismo hocico de la res. Le aplaudieron la faena y bastaron para la muerte dos pinchazos, hondo el último. Hubo muchas palmas y saludos desde el tercio. Punteaba el sexto, pero «Sevillanito» lo picó bien, aunque se salió de la raya y le quitó el mal genio. Ortiz comenzó con tres pases muy buenos, más en seguida fue cogido y sufrió un puntazo en la mano izquierda. Continuó valiente y mató de una estocada, ganando una ovación como despedida. Le anotaremos, además, un quite que hizo, con mucha fantasía, al novillo que rompió plaza...

Menos complaciente en sus comentarios fue Benjamín Bentura Barico, en el número de El Ruedo

 que salió a la venta el 10 de mayo siguiente:

Poca cosa fue la novillada del día de la Ascensión para público. Empresa y toreros. Poco es para el público dos puyazos magníficos de «Sevillanito», un quite de Paco Ortiz, algún que otro rasgo de valor de Gracia y la pelea de dos de los seis novillos. No hubo más digno de aplauso en la novillada del jueves pasado y hay que convenir en que lo reseñado no es mucho. De añadidura, el frío viento, que no cesó durante la novillada, influyó en el desánimo de los toreros, que se limitaron, no siempre con acierto, a salir del paso con el menor riesgo posible...

Poca cosa fue el festejo para los toreros. El chico de «Cagancho» oyó unas palmitas en el primero y una bronca y un aviso en el cuarto; Jesús Gracia fue cogido varias veces y oyó algunos aplausos de aliento, lo mismo que el mejicano Francisco Ortiz, que hacía su presentación. Y poca cosa fue el festejo para la Empresa, ya que entrada fue mediana...

Presentación discreta

Francisco Ortiz, novillero mejicano que ha toreado bastante en su país, hizo su presentación el pasado jueves en el ruedo de Madrid. Hizo un quite muy efectista en el primero. Poco más fue lo que Francisco Ortiz logró durante el resto de la novillada. El tercero no era fácil y Ortiz no pasó de regular, pero el sexto si y no mejoró el mejicano su labor en el último. No estuvo mal Francisco, ni bien. Poca cosa.

Como se puede ver, la presentación de Paco Ortiz en Madrid no fue precisamente la que hubiera soñado, pero le valió para torear allá otras cuatro novilladas en ruedos españoles: Cieza, Granada – 2 tardes consecutivas – y Albacete, además de otra en Povoa do Varzim, en Portugal. Con esos mimbres se le programó una segunda alternativa en Piedrahita, provincia de Ávila, para el 26 de agosto, misma que le concedió Pablo Lalanda, atestiguando Julio Aparicio, siendo los toros de doña María Fonseca.

La continuación del camino

Esa alternativa española la confirmaría otra vez en la Plaza México el 6 de marzo de 1952. Le apadrinaría Félix Briones y sería testigo Pepe Luis Vázquez (mexicano). El toro de la cesión se llamó Churumbel y fue de la ganadería de Atlanga. Paco Ortiz se conduciría en los ruedos con esa dignidad hasta el año de 1956, cuando decide volver al punto de partida y renunciar al doctorado. En esa ocasión contó a Rafael Morales Clarinero, en entrevista publicada en El Redondel el 7 de octubre de ese calendario, lo siguiente:

Hace tiempo que me habían hecho proposiciones, pero yo no me había decidido por romanticismo y cariño a una alternativa que me costó mucho obtener. De verdad que me “sudó el copete” para llegar a ella; pero me puse a pensar que otros toreros, Garza, Gorráez, Liceaga, Ricardo Torres y últimamente “El Callao”, la habían renunciado y tenido éxito y eso determinó que aceptara, a sabiendas de que el “paquete” es muy duro. De verdad siento una gran responsabilidad ante el público que siempre me ha alentado y es para mí una obsesión el dejarlo contento a como dé lugar…

Regresaría a la Plaza México y torearía dos novilladas, los domingos 7 y 14 de octubre de 1956. En esta segunda fue herido por Cabrillo, del ingeniero Mariano Ramírez, cuarto de la tarde. Y ya no regresaría a la gran plaza. Recibiría una tercera alternativa en Pachuca, el 16 de noviembre de 1959, de manos de Luis Castro El Soldado, con quien alternó en la lidia de toros de José María Franco, misma que ya no confirmó. Con ella llegaría al final de sus días en los ruedos y en la vida.

Tratando de terminar

Paco Ortiz fue el primero que salió a la escena pública en una temporada de novilladas que representó la alborada de una nueva Edad del Toreo en México, la de Plata. Las cornadas – fueron 8 las que recibió calificadas de graves – y quizás el destino no permitieron que escalara la cumbre de la tauromaquia como sus compañeros de generación, pero no era un hombre amargado, esto le contó a Clarinero en la entrevista citada antes:

Sinceramente no, me da tristeza no estar colocado en primer plano y no ser figura del toreo, pero que ellos estén bien me causa satisfacción y hasta me da ánimos. Esto de “El Callao” influyó en mí. Fue un vigoroso ejemplo de carácter, que espero seguir, si hay suerte…

Así veía la vida ese torero que, para la historia, siendo novillero, llenó la Plaza México. Paco Ortiz falleció en Pachuca el 13 de junio de 1984, apenas con 55 años de edad y tuvo la alegría de ver que la plaza de toros de Apan, su tierra, llevara su nombre para la posteridad.

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