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domingo, 23 de mayo de 2010

Juan Espinosa Armillita

Hoy se cumplen 46 años del fallecimiento de Juan Espinosa Armillita, el primero que como matador de toros llevara a los ruedos del mundo el sobrenombre que llenaría muchas páginas importantes de la historia del toreo. En esta fecha quiero recordarle en una tarde poco común de su paso por los ruedos, misma que paso a contarles a continuación.

Una tarde singular

La segunda corrida de la feria de Bilbao de 1933, a celebrarse el 21 de agosto de ese año, se anunció con Domingo Ortega, Maravilla y Victoriano de La Serna, para dar cuenta de un encierro de doña Carmen de Federico. Maravilla fue herido de consideración por un Pablo Romero el día anterior; La Serna mandó un certificado médico y no compareció. Armillita fue llamado a sustituir a Antonio García y se anunció al trianero Cagancho para sustituir a Victoriano, pero a la hora anunciada, Joaquín Rodríguez no llegó y el festejo se tuvo que dar como mano a mano.

La costumbre y la reglamentación exigen la presencia de un sobresaliente o espada sustituto en los festejos en los que se anuncian menos de tres espadas, para que en caso de algún percance de los diestros actuantes, éste pueda dar fin a la corrida. Ante la indisponibilidad de toreros de alternativa en la capital vizcaína en ese momento, se recurrió a Juan Espinosa, que aunque integrado a la cuadrilla de su hermano, era matador de toros, para cubrir esa vacante. Federico Morena, del diario El Heraldo de Madrid, en su edición nocturna de esa misma fecha, lo contó de esta manera:


Mal empieza la feria. En la segunda corrida de abono hay dos sustituciones; la de Maravilla, herido ayer tarde por un toro de Pablo Romero, y la de La Serna, que a última hora ha enviado un certificado facultativo. Sustituye al primero Armillita Chico y debía sustituir al segundo Cagancho; pero el gitanísimo matador estaba ayer en Almería y minutos antes de la hora anunciada para la corrida no se ha presentado. Y como dan las cuatro y media se hace el desfile, capitaneando las cuadrillas Armillita Chico y Ortega. De sobresaliente actúa Juan Espinosa, el que fue bravo matador de toros y hermano de Fermín...
En el diario madrileño Luz del día siguiente al festejo el corresponsal Cayetano lo narra así:


Cagancho, Armillita y Ortega; toros de Carmen de Federico (antes Murube). La fatalidad ha trasformado en absoluto el cartel de hoy, del que desaparece el gran aliciente del torero universitario doctor Victoriano de la Serna. Armillita sustituye a los diestros heridos, y el cartel no deja de tener interés por el mano a mano. Cagancho, que estaba anunciado, no torea, pues ha pedido la plaza de Las Arenas y un coche (¡qué exagerado!). Hoy ha amanecido lloviendo, pero cesó la lluvia y la tarde está tibia y con un deseo ligero de continuar sus humedades anteriores. En la plaza hay un lleno regular, y en el paseo se oyen aplausos a los dos matadores y al sobresaliente, el peón Armillita...
Juan y Fermín banderillearon al tercero de la tarde, luciendo Juan, según las crónicas en dos pares extraordinarios y siendo largamente ovacionado.

Así fue como por una última ocasión, Juan Espinosa Armillita, volvió a salir al ruedo con la dignidad de matador de toros. El azar del toreo (lo único seguro que hay en él, Alameda dixit), le colocó en la disyuntiva de volver a colocarse en una posición en la que dadas las circunstancias, quedaría al mando de las cuadrillas. No obstante, esta última tarde no fue así, solamente pudo parear con lucimiento y disputando las palmas a su hermano Fermín, sin tener que guardar la discreción y la eficacia de ordinario.

Algo de su vida

Nació en Saltillo, Coahuila el 26 de junio de 1905 y al influjo del ejercicio de su padre como banderillero, se inicia como novillero en 1922, logrando ser el más destacado de la promoción de 1924 en la capital mexicana.

Le cabe el honor de ser el último torero al que Rodolfo Gaona le otorga la alternativa, lo que ocurre en el viejo Toreo de la Ciudad de México, el día 30 de noviembre de 1924 ante el testimonio de Antonio Márquez. El toro de la ceremonia se llamó Costurero y fue el primero de los de Zotoluca lidiados esa tarde.

Marcha a España para hacer campaña en 1925 y recibe su alternativa española en Talavera de la Reina el 16 de mayo, de manos de Marcial Lalanda, con toros de Justo Puente, en tarde que también actuó el rejoneador Alfonso Reyes. Este doctorado lo confirmaría en Madrid el 29 de septiembre de manos de Torquito y llevando como testigo a Valencia I, mediante la cesión del toro Rebozado de José Bueno. Sumó esa campaña 8 corridas.

El ejemplar de La Lidia del 4 de enero de 1925 adelantaba el siguiente juicio sobre este torero:

…es un torero fácil y elegante con el capote, que torea y para y empapa con un temple y una suavidad maravillosos. Bravo y fuerte, se asoma al balcón con las banderillas en la mano, sabiendo componer la figura y ejecutando la muerte con un acierto lleno de facilidad y de gracia. Con la muleta domina y templa, corre la mano en los naturales, pasándose todo el toro por la cintura y ligándolos con el de pecho, y en conjunto, domina y manda hasta el supremo instante, en que entra por derecho, pincha arriba y sale limpio de la suerte…

Entre 1925 y 1932 Juan Espinosa Armillita sumó en plazas de España 93 corridas de toros, siendo los años más fructíferos los de 1926, 27 y 28, cuando sumo respectivamente 22, 22 y 16. En 1930 solamente toreó 7 y en 1932 nada más 2, por lo que en 1933 decide integrarse a la cuadrilla de su hermano Fermín, en calidad de primero, cambiando el oro por la plata y sería, junto con Zenaido su hermano, integrante de una de las mancuernas históricas en la brega y en el segundo tercio, como Blanquet y Cantimplas o Magritas y Valencia, pues como bien lo señala Mariano Alberto Rodríguez, biógrafo del Maestro Fermín:

...Juan tenía el toreo en la cabeza y fue un eficaz peón de brega. Con los toros difíciles el capote de Juan fue látigo y tralla para domeñarlos, quitarles resabios, toreando sin enseñarles malas ideas. Solía cambiar los toros de tercio con el capote a dos manos, moviéndolo rítmicamente mientras se movía hacia atrás. En el sitio en que lo quería su matador entraba el capote de Zenaido y cortaba el viaje del toro. La colocación de aquella pareja de Juan – Zenaido fue única…

Epílogo

Juan Espinosa Saucedo fue primera figura en las filas de los toreros de plata entre 1933 y 1952. Hasta 1949 militó en la cuadrilla de Fermín el Sabio y entre 1950 y 51 lo hizo en la de Silverio Pérez. El 21 de diciembre de 1952 salió a la Plaza México con Luis Miguel Dominguín y en esa tarde el toro Cañí de Rancho Seco le hirió gravemente. Esa fue la última tarde en la que Juan Armillita se vistió de luces. Así le recuerda José María de Cossío:

…toreaba muy bien con el capote y la muleta, que en sus manos era eficaz; era seguro con el estoque. Con las banderillas era notabilísimo… Entre los recuerdos salientes están muchos de los pares vistos clavar por Armillita.



Por su finura, por su elegancia, por su arte, por su exquisito gusto en los jugueteos, un tanto sobrios en la preparación; por su ejecución perfectísima, puede parangonarse con los mejores banderilleros que en el mundo han sido. No se me olvide la impresión producida en Madrid cuando por primera vez tomó los palos.

Apenas empezó a ejecutar, el público en pie, como electrizado y emocionado, le tributó una formidable ovación, que no cesó hasta la muerte del toro, sugestionado el público por la magna manera de parear y recuerdo que pidió la concurrencia que pusiera algún par más…

Es un gran peón y como banderillero de vez en cuando, sin querer, podríamos decir que contra su voluntad, muestra aquel arte inmenso, innato en él, pero claro es, ordinariamente no filigranea y el aficionado puede apenarse de esto, ya que estas galanuras las ejerce por derecho propio el matador.

Hace unos días mi amigo Martín Ruiz Gárate recordaba en su Taurofilia una sobremesa venteña con Antonio Corbacho y citaba al hoy apoderado que decía que él nunca había sido sub nada… Pues bien, aquí tienen otro ejemplo de un torero, que a pesar de haber vestido durante muchos años la plata, Juan Espinosa, Armillita tampoco fue sub de nada, ni de nadie.



domingo, 27 de septiembre de 2009

45 efemérides interesantes en la historia de El Toreo de la Condesa

Aunque la historia reciente de la fiesta en México se comienza a escribir en El Toreo de la Condesa, se puede delinear lo que esta ha sido a partir de los acontecimientos que sirvieron para darle forma. En esta relación seguramente no encontrarán varios que son conocidos como piedras angulares de la historia de ese gran coso, pero es que tantos grandes hechos sucedieron allí y todos merecen ser contados, que a veces, resulta interesante dejar de lado los que son de todos conocidos y sacar a la luz otros que tienen menos difusión. Algunos de los que me han parecido más destacados - más o menos uno por cada año de los que funcionó - son los siguientes:



22 de septiembre de 1907, corrida inaugural, 4 toros de Tepeyahualco para Manuel González Rerre y Agustín Velasco Fuentes Mexicano que recibía la alternativa y 4 novillos de la misma procedencia para la Cuadrilla Juvenil Mexicana dirigida por Enrique Merino El Sordo, siendo matadores de ella Samuel Solís y Pascual Bueno.

26 de enero de 1908, se lidia por primera vez un encierro español en El Toreo. 5 toros de don Felipe de Pablo Romero y uno de Piedras Negras para José Clarós Pepete y Morenito de Alcalá.

28 de febrero de 1909, Presentación de la ganadería de Miura. Corrida a beneficio de Vicente Segura, que realiza gran faena al toro Perlito del que le es concedida la oreja. Alternó con Diego Rodas Morenito de Algeciras y Francisco Martín Vázquez.

23 de enero de 1910, Rodolfo Gaona ejecuta por primera vez en México la gaonera ante el toro Pinalito de Rafael Surga, en corrida a su beneficio en la que alternó con Tomás Alarcón Mazzantinito.

29 de enero de 1911, beneficio de Antonio Fuentes que alternó con Rodolfo Gaona y Luis Freg en la lidia de toros de San Diego de los Padres. El Califa de León cortó la oreja del quinto toro de la tarde.

3 de marzo de 1912, concurso de ganaderías en el que participaron Atenco, San Diego de los Padres, Tepeyahualco, Piedras Negras, San Nicolás Peralta y Santín. Alternaron Vicente Pastor, Fermín Muñoz Corchaíto y Rodolfo Gaona. El toro premiado fue el de Tepeyahualco y Corchaíto le cortó las dos orejas por una valerosa faena al de San Nicolás Peralta.

12 de enero de 1913, se lidian 6 toros del Duque de Veragua, que habían sido sementales en San Nicolás Peralta, para Rafael González Machaquito, Arcadio Ramírez Reverte Mexicano y Merced Gómez. Asistió al festejo el Presidente de la República, Francisco I. Madero.



29 de marzo de 1914, se presenta como novillero Juan Silveti, anunciado como Belmonte Mexicano, en corrida mixta en la que el matador Eligio Hernández El Serio mataría 2 toros de Santín y Silveti y Nacho Gómez, cuatro novillos de la misma procedencia.

19 de diciembre de 1915, Juan Silveti se despide de las filas de la novillería. Alterna con Eduardo Leal Llaverito y Manuel González en la lidia de novillos de Piedras Negras. Silveti salió en hombros de la plaza.

27 de febrero de 1916, recibe la alternativa Rodolfo de los Santos Templaíto de Sevilla. Fue padrino Luis Freg; testigo, Juan Silveti y los toros, de San Nicolás Peralta.

11 de julio de 1917. El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo, Venustiano Carranza, expide un decreto que prohíbe los festejos taurinos en el Distrito Federal, el decreto de referencia dice en lo conducente:

…Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, en uso de las facultades que me encuentro investido y CONSIDERANDO....Que siendo el deber primordial de todo gobierno asegurar a todos los individuos que forman la colectividad del estado, el goce de los derechos fundamentales, sin los que la sociedad no puede existir, ni llenar debidamente sus fines, también como consecuencia la obligación, de fomentar aquellos usos y costumbres que tiendan a la realización de aquel objeto, sea favoreciendo el desenvolvimiento de la personalidad humana, sea procurando mayor adaptación de las exigencias y necesidades de la época, así como igualmente tiene el deber de contrariar y extirpar aquellos hábitos y tendencias que indudablemente son un obstáculo para la cultura o predisponen al individuo al desorden, despertando en él sentimientos antisociales… Que entre esos hábitos, figura en primer término la diversión de los toros, que a la vez que se pone en gravísimo peligro sin la menor necesidad, la vida de un hombre, se causan torturas igualmente sin objeto a seres vivientes que la moral incluye dentro de esfera de protección a la Ley… Que además, la diversión de los toros, provoca sentimientos sanguinarios, los que por desgracia, han sido el baldón de nuestra raza a través de la historia, y en los actuales momentos, un incentivo para la malas pasiones y causa que agrava la miseria de las familias pobres, las que por proporcionarse el placer malsano de un momento, se quedan sin lo necesario para el sustento de varios días…


5 de octubre de 1919, se presenta Enrico Caruso en El Toreo con la ópera Carmen de Bizet, concluyendo su actuación a despecho del aguacero que se soltó durante la función.

9 de diciembre de 1919, la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión derogó el decreto expedido el 11 de julio de 1917 por el encargado del Poder Ejecutivo Federal, que prohíbe la celebración de festejos taurinos en el Distrito Federal.

2 de mayo de 1920, la Cámara de Senadores del Congreso de la Unión aprobó la derogación del decreto expedido el 11 de julio de 1917 por el encargado del Poder Ejecutivo Federal, que prohíbe la celebración de festejos taurinos en el Distrito Federal.

16 de mayo de 1920, se reabre El Toreo a los festejos taurinos. 6 toros de San Mateo para Juan Silveti y José Corzo Corcito.

26 de diciembre de 1920, Ignacio Sánchez Mejías corta el rabo al toro Caparrota de San Diego de los Padres, en festejo en el que alterna con Juan Silveti.

2 de noviembre de 1921, con toros de Coaxamalucan alternan Juan Silveti, Domingo González Dominguín y Bernardo Casielles. Silveti cortó la oreja a su primero; Dominguín fue herido por el quinto y Casielles salió en hombros de la plaza aún sin cortar orejas.



5 de febrero de 1922, Alternando con Juan Belmonte e Ignacio Sánchez Mejías, Rodolfo Gaona realiza una gran faena al toro Bordador de Piedras Negras.

7 de enero de 1923, Rodolfo Gaona corta las orejas y el rabo a Curtidor de Atenco, en tarde en la que alternó con Rafael El Gallo y Manuel García Maera.

23 de marzo de 1924, Rodolfo Gaona triunfa con los toros Quitasol y Cocinero de San Mateo, cortando las orejas y el rabo de ambos, en corrida en la que alterna con José Roger Valencia y Francisco Peralta Facultades.

12 de abril de 1925, despedida de Rodolfo Gaona. Alternó con Rafael Rubio Rodalito y llevaron de sobresaliente a Pepe Ortiz. Los toros fueron 2 de Atenco, 2 de San Diego de los Padres y 2 de Piedras Negras. Azucarero, de San Diego de los Padres, fue el último toro que estoqueó vestido de luces el Califa de León.

25 de octubre de 1925, toros de San Mateo para Manuel Jiménez Chicuelo, Juan Silveti y Manolo Martínez. Es la tarde de la faena de Chicuelo a Dentista, faena que Pepe Alameda califica junto con la que en Madrid hizo a Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero, como parteaguas histórico en la manera de hacer el toreo.

18 de julio de 1926, se presenta como novillero en El Toreo Fermín Espinosa Armillita, para lidiar novillos de San Mateo alternando con Edmundo Maldonado Tato y Julián Pastor.

13 de marzo de 1927, Manuel Mejías Rapela Bienvenida o El Papa Negro se corta la coleta en El Toreo, matando dos toros de San Diego de los Padres. Sus hijos, los hermanos Manolo y Pepe Bienvenida, le desprenden el añadido y lidian 4 erales de Xajay esa tarde.

1º de enero de 1928, el toro Calzorras de San Diego de los Padres, infiere grave cornada a Pepe Ortiz, en tarde en la que alternaba mano a mano con Cayetano Ordóñez Niño de la Palma.

3 de febrero de 1929, Francisco Vega de los Reyes Gitanillo de Triana, realiza su inmortal faena al toro Como Tú de San Mateo, en tarde en la que alternó con Pepe Ortiz, Cagancho y Vicente Barrera.



12 de octubre de 1930, toros de Atenco para Luis Freg, Pepe Ortiz y Gil Tovar. Se utilizan por primera vez petos en los caballos de picar en las plazas de toros de la capital mexicana y es en El Toreo.

1o de febrero de 1931, Heriberto García corta las orejas y el rabo de Lamparillo de Miura, en tarde que alterna con David Liceaga y Alberto Balderas.

10 de enero de 1932, Jesús Solórzano, en tarde que alterna con Joaquín Rodríguez Cagancho y Pepe Ortiz, realiza su inmortal faena al toro Granatillo de San Mateo.

5 de febrero de 1933, David Liceaga, en tarde que alternó con Cagancho y Luis Gómez Estudiante, realiza una gran faena al toro Ilustrado del Marqués de Villamarta, que es indultado.

28 de enero de 1934, Luis Freg actúa por última vez en El Toreo. Lo hace en la Corrida de la Oreja de Oro alternando con Pepe Ortiz, Armillita, Alberto Balderas, Jesús Solórzano y Domingo Ortega en la lidia de toros de La Laguna.

3 de febrero de 1935, Lorenzo Garza realiza corta el rabo a los toros Gitanillo y Saladito de San Mateo, en tarde en que por cornada de Alberto Balderas en el primero de la tarde, se queda prácticamente con toda la corrida.

23 de febrero de 1936, Alberto Balderas corta el rabo al toro Mensajero de San Mateo, en tarde en la que alternó con Lorenzo Garza, que también cortó el rabo de Doradito, sexto de la tarde.



7 de febrero de 1937, en la Corrida de la Prensa, Jesús Solórzano corta la oreja al toro Redactor de La Laguna. La faena a este toro fue utilizada como stock shot para la película ¡Ora Ponciano!, estelarizada por el diestro y la ilustración de una de sus verónicas fue la cabeza del semanario El Redondel durante casi medio siglo. Alternó esa tarde con Lorenzo Garza.

20 de marzo de 1938, Fermín Espinosa Armillita corta las orejas y el rabo al toro Tapabocas de Coquilla, en tarde que alternó con Alberto Balderas y Lorenzo Garza.

15 de octubre de 1939, Julián Rodarte gana el Estoque de Plata alternando con Arturo Álvarez Vizcaíno, Antonio Rangel, Carlos Vera Cañitas, Andrés Blando y Miguel Montes en la lidia de novillos de La Trasquila.

29 de diciembre de 1940, Alberto Balderas es mortalmente herido por Cobijero de Piedras Negras, en tarde que alterna con Carnicerito de México y Andrés Blando, que toma la alternativa.

16 de febrero de 1941, Fermín Espinosa Armillita tiene una tarde triunfal con los toros Flautista, Payaso y Chocolate de Torrecilla, en tarde que alterna con Lorenzo Garza. El día 6 de diciembre de ese año, se colocó una placa en bronce en los muros de la plaza para conmemorar esa gran actuación.

22 de marzo de 1942, Silverio Pérez corta el rabo al toro Peluquero de Carlos Cuevas, en corrida en la que actuó mano a mano con Carlos Arruza.

31 de enero de 1943, inmortales faenas de Armillita a Clarinero y Silverio Pérez a Tanguito, de la debutante ganadería de Pastejé, en la tarde que recibió la alternativa Antonio Velázquez.

9 de enero de 1944, toros de Matancillas para Armillita, Jesús Solórzano y Silverio Pérez, que se encontró con Cirilo al que según su propio dicho, le realizó la mejor faena de su vida, misma que no culminó con el estoque.

9 de diciembre de 1945, toros de Torrecilla, se presenta Manolete para confirmar su alternativa de manos de Silverio Pérez y llevando a Eduardo Solórzano como testigo. El de Córdoba cortó el rabo de Gitano, primero de la tarde y fue herido por Cachorro, quinto del festejo. Silverio también le cortó el rabo al cuarto, Cantaclaro.



17 de febrero de 1946, toros de Coaxamalucan para Manolete, Pepe Luis Vázquez y Luis Procuna. Manolete cortó el rabo de Platino, Pepe Luis el de Cazador y Procuna el de Cilindrero, se afirma que es esta quizás la tarde más redonda de la presencia de Manuel Rodríguez en las plazas de la capital mexicana.

Extraer recuerdos así, entraña el riesgo de dejar fuera de la recolección muchos igual o más valiosos que los aquí presentados, pero en el caso, la idea inicial era escoger unos cuantos y al empezar la labor, consideré que sería interesante entresacar uno de cada uno de los años que funcionó como plaza de toros y el dato curioso de la presentación de Enrico Caruso en su albero, que no es cosa de todos los días. Espero que la idea de la grandeza de su historia quede dibujada con este breve repaso.


Créditos de las ilustraciones:

La fotografía aérea de El Toreo es obra de Margaret Bourke - White y pertenece al acervo de la revista LIFE, archivado en Google.
La del concierto en el ruedo de El Toreo está tomada del foro digital El México de Ayer.
La fotografía de Gitanillo de Triana es obra de Urbina.
La fotografía de Lorenzo Garza pertenece a la colección particular del Dr. Antonio Ramírez González, quien me ha permitido su uso. No tiene indicación de quién es su autor.
Y la fotografía de Manolete, dando la vuelta al ruedo en El Toreo, probablemente con el rabo de Gitano de Torrecilla en las manos, es obra de William C. Shrout y pertenece también al acervo de la revista LIFE, archivado en Google.

viernes, 28 de agosto de 2009

Manolete en México, a 64 años vista (I)

Aclaración pertinente: Este trabajo ya lo había publicado en otro tiempo y en otro lugar. No obstante, creo que vale su relectura, por los hechos que revisa, sobre todo la manera y la circunstancia en la que se concretó la llegada del Monstruo de Córdoba a México y que permitió que, a diferencia de Joselito, nuestra afición conociera a una de las grandes cumbres del toreo del Siglo XX.

El boicot del miedo

En 1936 quedaron interrumpidas las relaciones taurinas entre España y México. Fue lo que Juan Belmonte definiera com el boicot del miedo lo que dejara a los públicos de aquí y de allá sin ver a los representantes de la torería de dos países en los ruedos de unos y otros. Ese hecho instigado en buena medida por Marcial Lalanda y Victoriano de la Serna como cabezas notables, tuvo como caldo de cultivo el hecho de que el Maestro Armillita era el torero que dominaba el panorama taurino en el mundo, al ser el torero más solicitado para confeccionar carteles en todas las plazas, tanto, que se afirmaba que ese año del 36 tenía cien corridas firmadas en plazas españolas, una cifra que solo alcanzó en su día el nombrado Pasmo de Triana.

Don Humberto Ruiz Quiroz refiere también como antecedente del boicot el hecho de que tras de una serie de litigios y de controversias, tanto por la tenencia de la plaza de toros El Toreo, como por el destino de los recursos generados por la fiesta, se promulgó un decreto en el que se establecía la normativa en el sentido de que solamente podían ofrecer toros en el Distrito Federal la Beneficencia Pública o empresas con capital mexicano al cien por cien, concesionadas por ésta. Ese decreto gubernativo implicó la salida de la empresa que hasta ese momento manejaba la plaza de la colonia Condesa de Domingo González Mateos, Dominguín¸ quien era el socio más destacado de la entidad que manejaba los destinos del principal escenario taurino de la capital de la República.

Así pues, la imposibilidad de que empresarios hispanos se hicieran cargo de dar toros en la Ciudad de México y la supremacía de un torero mexicano en los ruedos españoles fue el caldo de cultivo que generó la imposibilidad de que los mexicanos actuaran en España y los españoles en México, hecho que produjo, en la óptica del nombrado don Humberto Ruiz Quiroz, la independencia taurina de México, pues por primera vez en mucho tiempo, la fiesta de los toros tendría que subsistir con elementos puramente nacionales.

Por otra parte, en ese mismo 1936 estalló la Guerra Civil Española, que paralizó prácticamente las cosas de los toros, ocasionó la pérdida de una importante porción de la cabaña brava y la muerte de importantes criadores de toros. Igualmente varios toreros resultaron heridos o perdieron la vida en combate y la formación de aquellos que deberían de tomar la estafeta para llevar adelante la fiesta quedó en suspenso y no se reanudaría sino hasta tres años después en condiciones muy precarias, pero abriendo paso a uno de los más grandes toreros de la historia; Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, en los ruedos Manolete.

La situación en México

El regreso de Armillita, El Soldado, Luciano Contreras, Silverio y otros muchos toreros que buscaban en España construir carreras taurinas sólidas, abrió la posibilidad de desarrollar en México temporadas más extensas a diferencia de la española, gracias a la benignidad del clima, que permitiría cubrir un territorio muchas veces más extenso sin tener que suspender la actividad por el invierno, que en la península suele ser crudo en muchas regiones.

También, para enriquecer la cartelería, se promocionaron prospectos que cuajaron en interesantes realidades, como Calesero, Silverio Pérez, Carlos Arruza, Luis Procuna y Fermín Rivera, que serían quienes entrarían en competencia con Armillita, Alberto Balderas El Torero de México, Lorenzo Garza, El Soldado y Jesús Solórzano como cabezas principales de una torería que llevaría sobre sus hombros el peso total de una fiesta que en esos tiempos tendría que avenirse con lo que hubiera en casa.


Las cosas comenzaron a darse de una manera importante, Benjamín Padilla, que fue quien se hizo cargo de las cosas de El Toreo a la salida de Dominguín, abre con una serie de fastos, entre ellos la faena de El Torero de México al toro Capa Rota de Piedras Negras, la inmortal obra del maestro Fermín con Pardito de don Antonio Llaguno, la de Lorenzo El Magnífico con Tortolito de Torrecilla y para no quedarse atrás, también se inscribió en el cuadro de honor el torero de Mixcoac, Luis Castro El Soldado, al inmortalizar a Pajarito de San Mateo. Es decir, la presencia de las figuras hispanas ni se extrañó en ese momento, pues los diestros nacionales colmaron las expectativas de la afición y dejaron patente, nada más iniciada la situación, que podían con el paquete, cuestión que se puso en duda al inicio de la problemática.

Entretanto, la promoción de nuevos valores no se dejó de lado y surgían jóvenes interesantes, como Manuel Gutiérrez Espartero, Juan Estrada, Carlos Vera Cañitas, Antonio Velázquez, Ricardo Torres, Ricardo Balderas, Luis Briones y su hermano Félix y Eduardo Liceaga, que animan las novilladas y llegan casi todos a la alternativa prometiendo una transición sin sobresaltos en el momento de que el relevo se haga necesario.

El tórrido verano del 43

En el verano de 1943 la Unión Mexicana de Matadores envía a España una curiosa embajada. Luis Briones acude en la parte álgida de la temporada ultramarina, en carácter diríamos, de plenipotenciario, a tratar de negociar un reencuentro entre las torerías de aquí y de allá. Ya sucedidos los hechos, resulta evidente que detrás de la actividad de Luis de Seda y Oro se encontraba el gerente de la empresa Espectáculos El Toreo S.A., Antonio Algara, quien seis años después de iniciadas las hostilidades entre ambos bandos de toreros, apreciaba la necesidad de implantar algunos cambios de fondo en la oferta de festejos taurinos en la capital y en la República entera.

En las publicaciones especializadas, principalmente en La Lidia, esa actitud de la Unión fue acremente censurada, columnistas como don Flavio Zavala Millet, que firmaba con el pseudónimo de Paco Puyazo, el hidrocálido don Luis de la Torre El-Hombre-Que-No-Cree-En-Nada y el politólogo e historiador Roberto Blanco Moheno fustigaron a Briones y a quienes lo enviaron a negociar la paz, por considerar que traicionaban un movimiento que podía generar una total independencia de la fiesta de toros en México.

Por otra parte, diversas voces del exilio español se alzaron en contra de la intentona que tras bambalinas patrocinaba Algara, pues decían, Lalanda y Domingo Ortega eran falangistas y esa era la razón de fondo por la cual pretendían mantener el estado de cosas que permanecía en ese momento, habida cuenta de que el Gobierno de México había dado un lugar en el cual rehacer sus vidas a muchos españoles que en su tierra fueron perseguidos por sus ideas políticas.

Así pues, se daban los primeros pasos para allanar las cosas y permitir que México pudiera conocer al torero que estaba conmocionando a la afición española: Manolete.

El arreglo

Las gestiones de la dupla BrionesAlgara rindieron algún fruto, porque a principios de 1944 la agencia de noticias Associated Press, dio a conocer una información, fechada en Madrid el 14 de enero, en la cual se comunica que los Ministerios de Estado y del Trabajo autorizaban a los empresarios españoles a contratar toreros mexicanos libremente, con la única restricción de que el Sindicato Nacional del Espectáculo debería de aprobar los contratos.

El comité que en España participó en la revocación de las medidas gubernativas generadas por el boicot del miedo, se integró por los empresarios Eduardo Pagés, Pedro Balañá y Carlos Gómez de Velasco; los matadores de toros Domingo Ortega, Manuel Jiménez Chicuelo y Joaquín Rodríguez Cagancho; el periodista Ricardo García López K – Hito, los picadores Díaz y Barajas y los banderilleros Morales y Pinturas.

Tres días después Antonio Algara recibe un cablegrama firmado por Manolete, Juan Belmonte Campoy, Pedro Barrera, Manuel Álvarez Andaluz, Rafael Ortega Gallito, Emiliano de la Casa Morenito de Talavera, Cagancho y Chicuelo, en el que comunican su deseo de que los toreros mexicanos que vayan a España no firmen contratos de exclusiva, según reza el texto del cable, para mejor armonía.

Como se ve, el arreglo se entrampó apenas anunciado. Y la temporada 44 – 45 peligraba, porque los toreros que tenían que tomar la estafeta simplemente no daban el paso adelante. Juan Estrada se perdía en un mar de mediocridad. Espartero no aprovechaba el padrinazgo de Garza, Cañitas seguía siendo una buena cabeza de las corridas económicas, pero hasta allí. Ricardo Torres gozó de la incomprensión de empresas y públicos. Gregorio García prefirió derrochar en las arenas de Eros el valor que debió echarle a los toros, según decía don Arturo Muñoz La Chicha y faltaba todavía algún rato para que el sol le saliera de noche a Antonio Corazón de León.

Algo tenía que hacerse y es así que Antonio Algara se dirige de nueva cuenta a la antigua Iberia, a desfacer los entuertos que quedaban pendientes tras de su visita anterior, cosa que consigue el día 11 de julio de 1944, dejando como principal condición que torero español o mexicano que pretenda actuar en México o España, deberá llevar firmados cuando menos tres contratos, mínimo que entiendo perdura hasta nuestros días.

Corresponderá a Carlos Arruza, que buscaba hacer campaña en Francia y Portugal, el poner en marcha el nuevo estado de cosas y así, se presenta en la plaza de Las Ventas de Madrid exactamente una semana después de suscrito el nuevo convenio, para confirmar su alternativa de manos de Antonio Mejías Bienvenida y llevando como testigo a Morenito de Talavera, el toro de la ceremonia se llamó Avilés, de don Vicente Muriel, como todos los lidiados esa histórica tarde, tanto por lo que representa para la historia común del toreo de ambos pueblos, como para la particular del Ciclón Mexicano, que de esa tarde partió a convertirse en una de las más grandes figuras de la historia del toreo mundial.

Pero la temporada mexicana se vislumbraba nebulosa. Lorenzo Garza había anunciado otra vez que se iba y prometía a los cuatro vientos que no volvería a vestir un terno de luces. En una entrevista publicada en La Lidia, afirmaba incluso que había obsequiado todos sus avíos y vestidos de torear y que lo último que le quedaba, que eran unas camisas, se las regalaría a Heriberto Rodríguez hijo, que comenzaba sus pasos como novillero. La historia nos cuenta que a los pocos meses de hacer esos públicos juramentos, volvió para escribir algunas páginas gloriosas de una carrera en los ruedos que se prolongó casi dos décadas más.

Silverio Pérez mantuvo esa regular y enigmática irregularidad que le caracterizó toda su trayectoria en los ruedos. Cuando la confluencia de las circunstancias era la adecuada, el Faraón era insuperable, tanto así que se metió en el ánimo de la afición del mundo, aún sin haber sido visto en muchos lugares. Su leyenda fue suficiente y eso, en el caso de un torero es bastante para trascender. El problema en este caso, es que desde el punto de vista del empresario, no se puede sostener una temporada con un artista de esta clase.

Balderas había dejado la vida en las astas de Cobijero, Solórzano acusaba ya el castigo de los toros y la necesidad de atender otras cuestiones ajenas a los ruedos, El Soldado sufría los embates tanto de las cornadas que dan los toros, como las que dejan las lides nocturnas, por las que sentía una gran afición y si a eso le sumamos, como decíamos arriba, que los que debieron tomar la estafeta, apuntaron, pero por alguna razón, no pudieron o no se atrevieron a disparar, la temporada 44 – 45 en la capital de la República se planteaba complicada para Antonio Algara.

A todo esto había que sumar otro hecho trascendente, el 19 de noviembre de 1944, en San Luis Potosí, el toro Despertador de Zotoluca, infirió al Maestro Armillita una cornada calificada de grave, que lo sacó de circulación por un buen lapso de tiempo, hecho que vino a poner en mayores aprietos la organización del serial taurino más importante del país, de organizarse solamente con lo que se tenía en casa.


Esas fueron las razones por las cuales Tono Algara movilizó lo necesario para sacar adelante la reanudación de las relaciones taurinas entre España y México y para actuar en reciprocidad a lo iniciado con la presentación de Arruza en Madrid en la Corrida de la Concordia y a la campaña que Cañitas entre otros armó por aquellos pagos, contrató para reforzar el elenco a Cagancho, Gitanillo de Triana, Pepe Luis Vázquez, Rafael Ortega Gallito y Antonio Mejías Bienvenida. No obstante la intención, se siguió criticando al empresario por importar toreros en lugar de hacerlos.

La versión mexicana de la Corrida de la Concordia se celebró en El Toreo el 3 de diciembre de 1944 y alternaron en ella Cagancho, Carlos Arruza y Luis Briones. Guillermo Ernesto Padilla afirma que los toros fueron de La Laguna y Carlos Septién García dice que fueron de Rancho Seco, tlaxcaltecas al fin. El primero de la tarde, para el gitano Joaquín Rodríguez se llamó Jazmín y curiosamente representó el retomar un camino que se había dejado de andar algo más de ocho años antes, pues en febrero de 1936, fue precisamente el trianero el último torero español que actuara en México antes de la ruptura.

La intención final del arreglo era la de traer a Manolete, pero dado lo avanzado de la campaña española cuando éste se logró, no fue posible ajustarlo para venir a México, por esa razón, se tuvo que esperar hasta la temporada siguiente, en la que Manuel Rodríguez Sánchez, traería su conmoción en persona, al medio taurino mexicano.

viernes, 24 de julio de 2009

Gaona y Armillita. Seis toros en Madrid

Matar seis toros

Anunciarse para matar seis toros en una jornada se ha considerado siempre una gesta. Y es de difícil realización, porque el torero que se decide a enfrentar él solo un encierro, debe tener algo que decir, debe estar en aptitud de decirlo y además tener los medios para comunicarse. Es decir, al menos en teoría, este tipo de corridas son para los toreros llamados largos, de gran repertorio y recursos, que puedan dar variedad a seis lidias distintas y puedan resolver los problemas que les presenten los toros que vayan saliendo al ruedo.

En estos días aún sigue de moda hablar de este tipo de actuaciones, dada la que tuvo en este sentido José Tomás el pasado día 5 en Barcelona y en la cual, como eje de una parte importante de las discusiones que se generan en este ambiente, ha conseguido dividir las opiniones en torno suyo y de su actuación en ese festejo, que pese al ambiente triunfal en el que se envolvió, se mantiene un estado de cuestionamiento de la mayoría en cuanto al resultado final que tuvo. No vi la corrida y los vídeos que están a disposición, no me dejan mucho espacio para formarme una opinión publicable.

Yo he sido testigo aquí en México de varias corridas de esa naturaleza y la verdad es que, aún con la aureola de figura que un torero pueda llevar, si no tiene los recursos y la variedad para convencer al personal, al final del festejo el balance le puede salir con números rojos. En esas corridas, he visto a grandes figuras salir con su crédito a la baja y alguno hubo – Manolo Martínez – que repitió el hecho varias veces, aún cuando no le salían redondas las cuentas. El valor de esto no consiste solamente en salirle a seis toros en una misma tarde, sino que implica necesariamente también, el hacerlo con algo más que decoro.

Dos toreros mexicanos, Rodolfo Gaona en 1912 y Fermín Espinosa Armillita en 1932 enfrentaron solos una corrida en Madrid. En estos casos, tengo la impresión, por lo leído, de que intentaron acreditar ante la afición madrileña su posibilidad ante prácticamente cualquier clase de toro y por otra parte, buscaban también el mantener una posición como figuras principales de su tiempo, razón por la cual, teniendo poco que ganar y mucho para perder, aceptaron el reto que significó comparecer en esas condiciones ante la afición de la principal plaza del mundo.

14 de julio de 1912, Rodolfo Gaona con toros de Trespalacios y Benjumea

En una corrida que de acuerdo con las crónicas, prácticamente se improvisó para poder cumplir con el primer abono de esa temporada – al parecer hay cosas que no cambian – el Califa de León enfrentó en solitario cinco toros de Trespalacios y uno de Benjumea. Las dos vacadas eran de origen vazqueño. La primera, por estar formada con vacas de Veragua y un semental de Murube desde el año de 1883 y la otra, por adquisición que hiciera directamente don José María Benjumea a la Testamentaría de Vicente José Vázquez en 1832.

Monterito, Saltador, Garabito (este de Benjumea), Granizo, Azafranero y Churrero fueron saltando al ruedo en una tarde ventosa, que impedía realmente el lucimiento de los toreros y sí a esto sumamos el hecho de que los seis toros, de acuerdo con X.X. en su crónica publicada en El Imparcial del día siguiente, eran en realidad una parada de cabestros, el resultado para el discípulo de Ojitos no fue halagüeño en lo absoluto, pues el de Benjumea se le fue vivo tras los tres avisos y el sexto le dejó una paliza, que obligó a que por orden de la presidencia del festejo, lo terminara el sobresaliente Carlos Lombardini.

Al final de cuentas, las crónicas reparan en lo imposible del clima y las dificultades de los toros y coinciden esencialmente en el hecho de que esa corrida no le quitó, pero tampoco le hubiera dado al gran Rodolfo. Cito primero la opinión del nombrado X.X. en El Imparcial sobre el particular:

…No debe maldecir Gaona la hora que tuvo la inspiración de matar los seis toros. Los elementos que el azar ha juntado contra él son más que suficientes para que siempre, sobre el éxito poco feliz que ha logrado en su empresa, subsista el mérito de su brioso impulso y quede el prestigio de la buena fama de ese gran torero cuya defensa irrebatible se hace con decir que esta tarde, entre un ciclón y una parada de cabestros —que eran cinco de los seis bichos lidiados— ni una vez siquiera «pudo» tirar a gusto el capotillo de sus inimitables filigranas…


Y enseguida con lo que Don Modesto remató su crónica en El Liberal, también del 15 de julio de 1912:

...A mi juicio, carece de importancia para la historia de este torero el mal paso que dio ayer tarde. Hoy no es más ni menos que era ayer antes de empezar la corrida.

Si hubiese visto sus esfuerzos coronados por la victoria, sería lo mismo...

...Y no pretenda Gaona imitar al coronel del cuento, Que esperaba destruir con un segundo cañonazo lo que no había conseguido alcanzar con el primero.

Hay que aproximar más la batería para meter el objeto en el radio de acción.

Todo lo que no sea esto, será gastar pólvora en salvas, con el peligro de quedarse sordo al ruido de los estampidos.

¡Una y no más, Santo Tomás!


Como se ve, las circunstancias permitieron observar que El Petronio tenía nada que ganar y mucho que perder, pero también, la crítica entendió y dio a conocer las condiciones adversas en la que el festejo se desenvolvió, se consideró que solventó la papeleta con dignidad, que es el último e indeseado recurso de aquél que se pone en una aventura de este calibre.

Hace unos días se cumplieron 97 años de su gesta, recuerdo esta hazaña, que al paso del tiempo resulta ser una de las bases importantes sobre la que se construyó la historia y la leyenda del Indio Grande, Rodolfo Gaona.



24 de julio de 1932, Armillita con seis de Marcial Lalanda

Las condiciones de Armillita en España en esos días eran similares a las de Gaona en 1912. Estaba en su cuarto año de alternativa y tras de una serie de destacadas actuaciones – apenas un mes y medio antes había realizado su gran faena a Centello de AleasDominguín, su apoderado siente la necesidad de demostrar que su torero está para mayores empresas, sobre todo, cuando se empieza a notar que a pesar de la gran tarde madrileña, los contratos no llegan. El torero, pleno de facultades y de confianza en sí mismo, acepta el reto que ello implica.

El encierro elegido para la ocasión, fue uno de la ganadería de Marcial Lalanda, torero en activo y que con esa corrida tomaba antigüedad en Madrid. La vacada del más grande - según su pasodoble - era la que en su día fue de Antonio Flores Tassara y que éste adquiriera de Patricio Medina Garvey, formada inicialmente por el canónigo Hidalgo Barquero principalmente a través del cruce de reses de Vistahermosa (Giráldez) y de la testamentaría de Vicente José Vázquez y que después pasó por manos como las de Adolfo Gutiérrez Agüera y Carlos Otaolarruchi.

Aunque en ese mismo 1932 agrega toros padres del Conde de la Corte y después, en 1935, Marcial Lalanda varió la base genética de su ganadería, al adquirir de los hermanos Martín Alonso la ganadería que en su día fuera de Florentino Sotomayor encastada en Parladé y Miura, los toros que mató Armillita esta tarde necesariamente fueron del primer encaste mencionado, famoso por su suavidad, pero también por su escasa fuerza.

Entonces, aquí el reto fue doble de nueva cuenta, enfrentar toros que tuvieron su buen día, pero que en esa fecha eran una real interrogante, ya que no fueron criados por el ganadero que los presentaba en la ocasión y que por lo mismo, no representaban garantía alguna ni para el torero que los iba a enfrentar, ni para el criador que los iba presentando.

Las relaciones aquí me resultan contradictorias. Varias hablan de un encierro bien comido, con buen trapío y sin decirlo, bajito de casta, pues unos toros gazapearon – dicen – y otros se quedaron. La contradicción reside en que por otra parte, se señala que Armillita se vio apático, toreando con la muleta …por medios pases, machetazos y ayudados, distanciado y movidísimo…, lo que me sugiere que el encierro fue de esos para lidiar y matar, sin posibilidad de lucimiento en ello, tal y como lo describe el cronista del diario La Época, de Madrid, del 25 de julio de 1932:

...Armillita Chico despachó ayer en la plaza de Madrid seis toros de Marcial Lalanda. Esto basta para dar una idea de lo que fue la corrida. El diestro mejicano se limitó a matarlos, lo que hizo con brevedad, que es lo único que se le puede elogiar. Con la muleta, únicamente en el quinto dio unos pocos pases buenos; lo demás, todo fue machetazos y medios pases con movimiento y desde lejos. Empleó para matar dos pinchazos y media estocada; una entera; media atravesada; dos pinchazos y media con travesía; un metisaca y un pinchazo y un bajonazo.

Los toros fueron grandes, pero faltos de bravura, llegando al final acabados...


La versión de don Gregorio Corrochano en el ABC del 26 de julio, resulta más extensa e ilustrativa y de ella extraigo lo siguiente:

...Los toros cumplieron, con esa desigualdad corriente en las ganaderías. El primero tuvo poca casta. El segundo cumplió bien, y como tenía mucha querencia hacia adentro, a muchos les pareció bravísimo, y hasta quisieron darle la vuelta al ruedo. Fue una falsa visión de los que no ven ¡as querencias. El tercero fue alegre en varas, apagándose en las dos últimas, que después de tomarlas se quedaba indiferente, abandonando el caballo, pero sin irse. El cuarto, manso. Los más completos, los mejores, el quinto y sexto, porque, si éste no salió bien, se creció... Sólo se vio que no eran, toros de esos difíciles y peligrosos, como tampoco lucidos, de los que se torean solos... Los toros, un poco aplomados, necesitaban un toreo de acometividad, un torero de genio que pelease con ellos... No era el toro suave, a propósito para el estilismo. Había que obligarles, que pisarles un terreno que no le pisaron, y, naturalmente, no embistieron bien. Había que aguantarlos con la muleta, y no les aguantaron. En resumen, que había que lidiarles y no los lidiaron...

…En esta corrida los toros dudaron mucho y Armillita dudó más, y anduvo como borrado, casi invisible, toda la tarde. Y yo lo sentí mucho. Hubiera deseado una tarde decidida, que fuese una lección a los toreros españoles que no quisieron la corrida de Marcial, incluyendo el propio ganadero. Porque ¿para cuándo se deja la ocasión de ser torero? Al ver don Marcial que no querían sus toros, debió decirle a Marcial: toréalos tú.

Es una pena que por líos de censura y cuestiones de corte político El Imparcial y El Liberal estuvieran fuera de circulación por esas fechas, pues de haberlo estado, nos hubieran dado una visión algo más extensa del asunto. Lo que sí se percibe, es un benevolente trato a Marcial como ganadero, cuando de la relación más extensa de Corrochano, se observa que el encierro fue en definitiva, manso, aunque diríamos en la jerigonza que en esto se usa hoy, sin peligro aparente, lo que le permitió tratar de culpar al espada de no haberse empleado para salvar la tarde, en beneficio de su amigo Marcial, que en realidad, insisto, no fue el que crió los toros que se lidiaron – compró la ganadería un año antes –, motivo por el cual, no tenía mucho de qué avergonzarse.

Total, que el esfuerzo de Fermín el Sabio parece ser que fue subvalorado en beneficio del torero – ganadero que se presentaba en la capital española y que curiosamente, decidió no enfrentar él mismo sus toros, esperando quizás el fracaso del saltillense ante ellos, porque unos años después, sería Lalanda uno de los que encabezarían lo que Belmonte llamó el boicot del miedo, que con El Maestro a la cabeza, terminó con la deportación de todos los toreros mexicanos de España, pero en este caso y para las temporadas siguientes, Armillita fue de los que encabezaron el escalafón de su categoría, demostrando no haber perdido terreno en esta oportunidad.

Aunque en esta víspera de Santiago sea únicamente el aniversario – 77º – de esta corrida en solitario de Armillita, creo que vale recordar al tiempo, a los únicos dos toreros mexicanos que han cumplido esta real hazaña en la Plaza de Madrid.

martes, 7 de julio de 2009

5 de junio de 1932, Plaza de Toros de Madrid: Armillita y Centello de Aleas (y II)

Antes de seguir adelante con el tema, considero importante hacer algún apuntamiento acerca de lo que eran algunos de los personajes de la prensa taurina mexicana en aquellos días.

Cuando comencé a recabar los datos necesarios para armar esta entrada, conocía básicamente la de Federico Morena, de El Heraldo de Madrid, que coincidía en lo sustancial con la tradición oral acerca del gran triunfo del Maestro de Saltillo, pero al encontrarme con la de Federico M. Alcázar, en El Imparcial, también diario de la Capital de España, me volví a enfrentar con el hecho de que ayer como hoy, los escritores tienen sus filias y sus fobias y también sus intereses, a veces muy bien definidos en estas cuestiones de los toros.

La crónica de Alcázar está escrita en forma epistolar y va dirigida a Carlos Quirós Monosabio, en esa fecha ya cronista taurino del diario La Afición, mismo que fundara junto con Alejandro Aguilar Fray Nano en el año de 1930, a su salida de Toros y Deportes – sucedáneo de El Universal Taurino –, la que según Enrique Guarner, se debió a una denuncia que hizo Antonio Márquez a Miguel Lanz – Duret, en esos días Director General de El Universal, acerca de las desmedidas pretensiones económicas de Quirós para moderar sus posiciones en las crónicas que escribía. La versión de Guarner sobre este asunto es la siguiente:

“…En 1924 – 1925 el madrileño Antonio Márquez viene a México para torear la última temporada de Rodolfo Gaona y no obstante haber toreado 8 corridas cobrando 8 mil pesos por cada una, tiene que pedir prestado para regresar a España. Vuelve en 1930 y ya no visita a “Monosabio”, por lo que éste emprende una campaña contra él. La rebelión era peligrosísima, porque podía cundir el mal ejemplo. Márquez busca en una cena al director de El Universal, le pone las cartas boca arriba y el cronista es despedido, pero poco tiempo después “Monosabio” encuentra una nueva tribuna en “La Afición”, desde donde continúa con sus sobornos…” (En: Crónicas de Carlos León, Editorial Diana, México, 1987, Pág. 16)



Lo que es evidente, es que Monosabio se movía profesionalmente según sus intereses, que además, era el pontifex maximus del gaonismo en México y era un hecho también, que Rodolfo Gaona no toleraba ni digería los logros en los ruedos de Fermín Espinosa, Armillita. Le veía con gran recelo. Las palabras de Leonardo Páez acerca de la tarde de la alternativa mexicana del Maestro:

…Hace apenas dos años y medio que el maestro leonés se despidió de los ruedos y satisfecho asiste a la corrida, convencido de que nadie puede llenar el hueco taurino y artístico que ha dejado.

Sin embargo, El Indio Grande observa incrédulo cómo aquel chamaco flacucho y espigado da la vuelta al ruedo en el toro de su doctorado, Maromero, y algo de contrariedad experimenta cuando Fermín emocionado le brinda la muerte de su segundo, Coludo. La gran ovación que recibe Gaona pronto se apaga con los fuertes olés que provocan los sensacionales muletazos de aquel niño maestro, quien además de dominar con desahogo al sandieguino le corta las orejas y el rabo y es llevado en hombros hasta El Universal Taurino...

Carlos Quirós había llevado a Federico M. Alcázar a El Universal Taurino como corresponsal en Madrid a la muerte de Ángel Caamaño El Barquero, lo que me sugiere que compartían maneras de ver la fiesta y de lo que he leído de la obra periodística de Alcázar, también compartían entendimiento de la misma. No puedo afirmar, porque carezco absolutamente de medios o versiones para hacerlo, que también participaran de los mismos métodos para someter a los toreros a sus mandatos, como el caso que Guarner narra respecto del Belmonte Rubio, pero sí distingo muchas coincidencias en su proceder.

El padre de Armillita se acogió a los buenos oficios de Rafael Solana Verduguillo - director de El Universal Taurino - para difundir los logros de sus hijos toreros. Por supuesto, eso no le encantó a Monosabio, que por su labor periodística diversa a la taurina, se había constituido en una especie de oráculo táurico en los círculos del poder.

Si sumamos a eso la celosa inquietud que produjo en quien hasta poco tiempo antes era el número uno, es decir Rodolfo Gaona, la resultante será que la opinión de Carlos Quirós será siempre la de buscar el prietito en el arroz, la de resaltar los desaciertos en lugar de proclamar las virtudes y a fe mía, que después de leer la crónica de Alcázar, ese sentimiento es el que le transmitió su amigo.

En esos antecedentes, paso a transcribir íntegra la crónica aparecida en El Imparcial de Madrid, del día 7 de junio de 1932 y como ya lo he señalado firmada por Federico M. Alcázar:

La octava corrida de abono

Historia de un recurso
Una gran faena de Armillita
Reaparición de Fuentes Bejarano

Carta Abierta

Para "Monosabio" crítico taurino de Méjico

Amigo Quirós: Perdone si algún retraso lleva ésta completamente involuntario. Me ha sobrado deseo y gusto, pero me ha faltado tiempo.

Recibí la suya en la que me pedía confidencialmente una impresión de la temporada en España. Hasta hoy no he podido hacerlo. Tampoco encontré oportunidad.

Ahora lo hago aprovechando las últimas corridas, que son las más interesantes. Como lo que voy a decirle me interesa que lo conozca el público, se lo mando por conducto de EL IMPARCIAL, que es el periódico a que está usted suscrito.

La temporada, amigo Quirós, va siendo deficiente, tirando a mala. Como casi todas las temporadas. Por los toros, peor que por los toreros. Han salido media docena de reses notables. Pero el término medio ha sido manso, ese tipo de manso con el que no es posible el lucimiento.

Lo más interesante de la temporada ha sido una corrida celebrada recientemente, en la que Bienvenida y Ortega han dado una gran tarde de toros. Ha sido un clásico y brillante mano a mano, con sabor de época y salsa de competencia. Dos toreros jóvenes de opuestos estilos y escuelas.

Creo que si en la repetición tienen suerte formarán partido. Ambiente ya tienen. También debo hablarle de Barrera, a quien usted conoce sobradamente.


Barrera ha vuelto de Méjico que «jumea», y está saliendo a éxito por corrida. Y como detalles reveladores, no como cosa plena y lograda, debo apuntarle los nombres de La Serna y Solórzano, que nos han servido el mejor toreo de capa de la temporada.

Pero lo más interesante y ruidoso por los comentarios apasionados que está suscitando, es un recurso que está empleando Ortega con los toros quedados y que, a juzgar por los síntomas, van a seguirlo los demás toreros con todos los toros. Pero no es esto lo malo. Lo peor es que el público, a juzgar también por los síntomas, lo va a aplaudir sin reparar si el recurso es adecuado al toro. Esto es lo interesante y lo que da valor al recurso. Pero como hoy la gente ha perdido, no sólo la afición, sino la simple curiosidad y va a los toros como a otro espectáculo cualquiera, cada día sabe menos de estas cosas y juzga las corridas por impresión, aplicando a toros y toreros un criterio simplista. Antes se dejaban orientar por la crítica; pero ahora creen que saben más que críticos y toreros. Y esto es lo grave, porque cada día les sorprende una cosa que ellos creen una novedad y luego resulta que tiene en el toreo un antecedente histórico de treinta años.

El recurso a que me refiero es éste: cuando un toro está muy quedado y no embiste al cite natural se le sesga al pitón contrario, adelantándole las «bambas» de la muleta al hocico y enganchándolo. De esta forma se le hace parar. A esto, como usted sabe, se le llama en términos taurinos «jalar del toro». Recurso para los toros que no vienen, que no se arrancan al cite natural. Este recurso, empleado con los toros prontos, a los que basta pisarles el terreno para que se arranquen, es una pamplina innecesaria y hasta una ventaja porque al toro bravo hay que dejarlo llegar, parar y aguantarle, que este es el valor supremo. Todo el mérito que tiene en los toros quedados de corta arrancada lo pierde con los bravos de arrancada larga y franca.

Pero este recurso tiene una historia que usted seguramente recordará.


Fuentes fue el primero que empleó este recurso con la mano derecha Fuentes, que era la quinta esencia de la elegancia, le llegaba a los toros muy cerca con la muleta en la mano derecha. Hacía el cite natural meciéndola un poco. Si el toro no acudía, la retiraba y entonces su figura adquiría aquélla pose majestuosa y elegante, mezcla de señor y de gitano. Volvía de nuevo a citar: ¡Ja! Y al no acudir por segunda vez adelantaba un paso y le echaba la muleta al hocico, enganchando al toro y haciéndole pasar hasta donde le daba de sí brazo y muleta, mientras la figura permanecía quieta y erguida. Eso lo hacía con los toros quedados. A los que, colocado en su terreno, embestían pronto no había necesidad.

Pasó el tiempo, y un día Gallardo, el apoderado de Vicente Pastor, hablando de Fuentes, le dijo a Vicente:

— «Oiga usted, Vicente, ¿por qué usted, que tiene tanta facilidad para torear con la mano izquierda, no prueba a hacer lo que hace Fuentes a los toros quedados con la derecha?»

— «No sé si resultará —respondió Pastor—, Lo probaré, porque es un recurso lucido y eficaz».

Y lo probó. Ya recordará usted cómo tomaba los toros Pastor. Les salía andando lejos - así decían que lo hacía Frascuelo, que, a pesar de su fama, no creo que aventajara como torero a Vicente — para irlos fijando. Se paraba dos o tres veces y cuando les llegaba desplegaba la muleta. Si el toro acudía al cite natural, consumaba el pase; pero si no embestía, le andaba un paso más y le adelantaba la muleta al hocico, enganchándolo y haciéndolo pasar. El pase lo remataba siempre por alto.

Después, lo hizo Belmonte. Yo recuerdo habérselo visto hacer a varis toros, entre ellos a uno de Albaserrada. Y últimamente el malogrado Gitanillo de Triana se lo hizo con el capote varias veces a un toro de Murube, en Sevilla. Apelo al testimonio de don Clemente de Oro, que lo presenció conmigo. De este recurso, como de otras muchas cosas del toreo, hablamos diariamente una peña de aficionados, Y uno de ellos, que es tocayo mío, estando con Ortega en Salamanca, después de verle torear magistralmente una vaca, cuando el animal había quedado agotado y no podía con el rabo, le dijo: «Déjala que se refresque y échale la muleta al hocico, verás cómo todavía la puedes torear». Y la toreó como Ortega torea. Y a partir de ese momento no tropieza con toro quedado que no le eche las bambas, el enganche y provoque el entusiasmo.

Lo que hace Ortega con los toros quedados, lo que debe hacerse cuando se tiene valor para ello, quieren hacerlo los demás toreros a los toros que no lo necesitan y este es el error. Error que no debe compartir el público. Lo malo de estos recursos es que andando el tiempo la fuerza de la costumbre los convierta en usos, y esto es deplorable, Es deplorable porque del uso al abuso no hay más que un paso, recurso para la suerte de recibir fue el volapié. Luego surgió otro recurso: el paso atrás. Después otro: perfilarse fuera del pitón, que engendró el cuarteo. Y así, de concesión en concesión, hasta el paso de banderillas, Total que la suerte de recibir se perdió y el volapié también, pues ahora es cuando verdaderamente vuelan los pies. Ya veremos si los de ese mozo de Chiclana que se llama Gallardo se están quietos. Hay que tener mucho cuidado no se repita el caso lamentable que acabo de apuntar. Que por abusar de un recurso se pierda una de las tres cosas matrices y puras del toreo: el pase natural. Por eso doy la voz de alarma en América por conducto del crítico más autorizado.

El domingo empleó este recurso Armillita innecesariamente, pues era un toro bravísimo de los llamados de bandera para los toreros, que cuando le pisaban un poco el terreno se arrancaba veloz. Y, naturalmente, el público se entusiasmó más por este detalle que por los pases naturales en sí. La gente no reparó que el toro no necesitaba de este recurso para torearle reposadamente al natural. Y esto no es por restarle mérito a los cuatro pases naturales, que fueron colosales. Los muletazos con la mano derecha me gustaron menos. Pases sueltos, por alto y en redondo de los llamados estatuarios, pero perdiendo la muleta tres veces. Una faena monumental, que desbordó el entusiasmo, pero un poco sosota, desangelá, de ave fría; un guiso suculento, pero sin sal. Ya conoce usted a Armillita. Pinchó cuatro veces y le dieron la oreja. En el sexto, que se lidió bajo un aguacero no hizo nada. Le mató de un sablazo. Banderilleó en toro de la oreja con facilidad y finura.

En esta corrida reapareció Fuentes Bejarano, No había figurado en el primer abono y volvió en el segundo. También conoce usted a Bejarano, Torero valiente y dominador. Pertenece a ese grupo de toreros machos que ostentan una divisa, la divisa que fue siempre la más limpia ejecutoria del toreo: la hombría. Le tocaron dos buenos mozos. El primero se declaró manso. Después de lancearlo por verónicas ceñidísimas que se jalearon, le trasteó cerca y valeroso, para un pinchazo y una soberbia estocada en las tablas, jugándose la cornada. Gesto pundonoroso y bravo, que le valió una ovación con vuelta al ruedo. También se ajustó con el capote en el quinto, que era un hermoso ejemplar con dos pitones que daban miedo. La faena fue breve y emocionante. Seis pases altos y de pecho valerosísimos, seguidos de un macheteo entre los pitones para una estocada desprendida. Otra ovación con vuelta al ruedo v petición de oreja.

Fortuna, borroso y gris toda la tarde. Unos lances al primero, algunos muletazos por bajo y una estocada en el cuarto hábilmente colocada. Poca cosa. Y nada más. Como nota final le diré que los toros fueron de la viuda de Pepe Aleas. Una corrida admirablemente presentada, en la que se lidió un toro bravísimo, ideal para el torero: el de Armillita. Un toro un poco blando para los caballos, pero para el torero excepcional. Los restantes cumplieron, haciendo una pelea desigual.

Un abrazo.

Federico M. Alcázar




Como podrán ver, con una gran soberbia - niega cualquier conocimiento al aficionado - Alcázar se empeña en desacreditar una faena histórica, haciendo un alarde de erudición, tratando de establecer – y creo que muy claro lo deja – que lo que Armillita hizo esa tarde, ninguna novedad era y que de haber dado otra lidia al toro, quizás – olvidando que el hubiera no existe – estaría comentando una obra más grande que la vista. Total, que no quedó contento don Federico ese día.

Sin embargo, me parece que así como con clarividencia unos años antes, vio el toreo que estaba por venir, cuando describió la faena de Chicuelo a Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero en ese mismo ruedo y en las mismas páginas de El Imparcial, ahora, sus ya invocadas filias y fobias no le permitieron ver quizás, un golpe de timón que un torero mexicano daba a la forma de hacer el toreo y que implicaba ya no el esperar la arrancada del toro, sino provocarla y obligarla a ir en una determinada dirección. Es decir, era la pieza del puzzle que faltaba, para completar lo que el torero nacido en Triana en la calle Betis, pero criado en Sevilla en la Alameda de Hércules había iniciado un lustro antes.

Y si no, léase nuevamente la crónica de Federico Morena, en la que describe con claridad la manera en la que hoy se torea de muleta:

…Echó el artista la muleta atrás y adelantó el cuerpo arrogantemente. Pisaba el terreno de los valientes. Entonces la muleta avanzó despaciosa, sin dudas ni vacilaciones, hasta dar suavemente con los vuelillos en el hocico de la res. Y vino la arrancada: una arrancada templadísima. El espada tiró del toro, y se lo llevó al costado, y dobló la cintura sobre el pitón, y obligóle a trazar con el espinazo una curva considerable…


El círculo se había cerrado, lo que inició Joselito con el toro de Martínez aquél de la encerrona madrileña, lo prosiguió Chicuelo con Dentista y Lapicero en México y Corchaíto en Madrid y lo remató debidamente Fermín el Sabio con Centello. Ese es, desde mi punto de vista, el real fondo de la faena y el real fondo de la aparente ceguera de taller de Alcázar, que influido por su amigo Monosabio, no supo, no quiso o no pudo ver lo que ante sus ojos se estaba culminando.

Grandes son los males que las visiones interesadas pueden causar a la memoria histórica de las cosas.

Ojalá que a pesar de su extensión, esta aportación les haya resultado de interés.

domingo, 5 de julio de 2009

5 de junio de 1932, Plaza de Toros de Madrid: Armillita y Centello de Aleas (I)

La página 3 del diario La Época de Madrid, en su edición del sábado 4 de junio de 1932, contenía el siguiente anuncio:

DIVERSIONES PÚBLICAS: Plaza de Toros de Madrid. – Mañana domingo, se celebrará la octava corrida de abono, lidiando toros de Aleas las cuadrillas de los aplaudidos diestros «Fortuna», Fuentes Bejarano y «Armillita Chico». La corrida empezará a las cinco.


Ese anuncio me permite traer a la mesa de los recuerdos – y quizás de las discusiones – una faena que se considera como una de las más importantes que se han realizado en las plazas de Madrid. Era la octava corrida del abono y se anunció una corrida de la Viuda de Aleas para Diego Mazquiarán Fortuna, Luis Fuentes Bejarano y Fermín Espinosa Armillita, en tarde entoldada y que terminó con un fuerte aguacero.

Armillita tuvo padre y hermanos mayores toreros. Se le califica de superdotado, intuitivo y como torero largo, por el extenso repertorio de suertes y recursos que desplegaba en la lidia, amén del conocimiento que rápido adquiría de las condiciones de los toros en el ruedo. Era un eficaz estoqueador y cuenta en su haber el honor de que nunca se le fue vivo un toro en su carrera. Se le parangonó con José Gómez Ortega, Joselito o Gallito por su precocidad torera y su excepcional sabiduría. Al final, se le reconocería como El Maestro de Maestros.

El jovencísimo diestro mexicano – tenía apenas veintiún años – se encontraba en la línea de ascenso en su carrera ya en el cuarto o quinto año de alternativa, según se contara el tiempo a partir de la que Antonio Posada le diera en El Toreo de la Ciudad de México o de la que su hermano Juan le diera en Barcelona. La realidad era, independientemente del aspecto cronológico, que se en Fermín se gestaba un torero que sería un modelo para su tiempo y el que estaba por venir y que en las tres temporadas siguientes, sería la cabeza de su escalafón en España y en México.


La corrida de Aleas salió con complicaciones. De los seis toros, dieron posibilidad de lucimiento el quinto, al que cortó una oreja Fuentes Bejarano y el sexto, Centello, al que Armillita cortó, según la mayoría de las crónicas, una oreja, aunque alguna le adjudica el otorgamiento de dos trofeos auriculares. El eje de esta faena fue el toreo al natural. Tan lo fue, que la crónica de Federico Morena en El Heraldo de Madrid se titula El ilustre naturalista azteca y en su médula expresa lo siguiente:

...Ya teníamos a Fermín armado de muleta y estoque. Un pase de tanteo con la derecha. ‘Centello’ tomó el engaño rectamente. Y la muleta pasó airosamente a la mano zurda. No era el noble bruto pronto a la arrancada. Y el torero supo aprovechar esta circunstancia para imprimir a la faena más relieve, mayor brillantez. Echó el artista la muleta atrás y adelantó el cuerpo arrogantemente. Pisaba el terreno de los valientes. Entonces la muleta avanzó despaciosa, sin dudas ni vacilaciones, hasta dar suavemente con los vuelillos en el hocico de la res. Y vino la arrancada: una arrancada templadísima. El espada tiró del toro, y se lo llevó al costado, y dobló la cintura sobre el pitón, y obligóle a trazar con el espinazo una curva considerable… ¿Es así como se torea al natural? La plaza crujió en un alarido de asombro. Y otra vez la muleta avanzaba, y prendía al bicho, y tiraba de él, dominadora, triunfante. ¡Y así hasta cinco veces! Cinco naturales perfectos. ¡Lástima grande que cortara la faena! Toro y torero seguían guardando el mismo ritmo, y la faena por naturales pudo haberse prolongado indefinidamente. ‘Centello’ era toro de quince o veinte naturales…

Pero la muleta pasó a la otra mano. Conste que no censuro. Lamento únicamente. El artista quiso, sin duda, dar variedad a la faena. Propósito muy laudable. Sin embargo, desmereció un poco esta segunda parte. No ciertamente por culpa del torero. Es que por este lado no entraba el toro en el engaño con tanta suavidad, y más de una vez se llevó la muleta en los pitones. Hubo, empero, excelentes pases por alto y en redondo, sin perder el espada un solo instante la más perfecta naturalidad en la ejecución.

Aún volvió unos instantes la muleta a la izquierda para esculpir – buril prodigioso – varios naturales, tan acabados, tan meritísimos como los de la primera serie…

Y cuando, al final, buscaba el adorno, al dar un pase afarolado le atropelló el toro y le derribó, la muleta, a la que tan sumiso estaba ‘Centello’, distrajo al noble astado y evitó milagrosamente un percance…

La faena se había prolongado un poco más de lo conveniente, y cuando se acordó Fermín de que tenía que matar encontrándose con la desagradable sorpresa de que el bicho, agotado, echaba la cara al suelo. Y pinchó cuatro veces, bien que todas ellas mirando al morrillo y con deseos evidentes de matar bien.

La faena, o, si lo prefieren los exigentes, la parte de ella destinada al toreo por naturales, produjo tan excelentísima impresión en el público, desató de tal modo sus entusiasmos, que apenas dobló el toro no hubo pañuelo que no saliese agitadamente del bolsillo para pedir el supremo galardón para el supremo artista. Y el presidente se apresuró a concederlo. Participaba, sin duda, de los mismos entusiasmos…


La breve relación de la faena en el diario La Época, del día 6 de junio, dice al respecto:

…Armillita Chico hizo en el sexto toro una de las faenas mejores que se hayan hecho en el ruedo madrileño, dando toda clase de pases. El toro estaba ya agotado, y a la hora de matar no permitió el lucimiento, pues era difícil buscarle la igualada. Con el capote había intervenido Armillita siempre bien. Cortó dos orejas y fue sacado en hombros…

Por su parte, en El Siglo Futuro, también de Madrid, se consigna esto:

…Al último toro, el único bueno, Armillita Chico lo toreó lucidamente de capa. Le banderilleó muy bien, e hizo con la muleta una magnifica faena con pases naturales y altos tan extraordinarios que a pesar de haber pinchado cuatro veces, se le concedió la oreja y se le paseó a hombros por el ruedo…


Cierro esta parte de los recuerdos con la apreciación de F. Asturias, que en la sección Sangre y Arena del semanario madrileño semanario Estampa del 11 de junio de ese año, relata:

…Como "Armillita" toreó el sexto toro es muy difícil mejorarlo. A imitación de Ortega, echó la muleta atrás, teniendo avanzada la pierna contraria, y luego, lento, solemne, la hizo avanzar hasta dar con ella en el hocico del toro y prenderle en la muleta para tirar suavemente del embebido animal. Fue una serie de seis o siete naturales perfectos. Pasó la muletilla a la derecha y, erguido y ajustado, hizo otros tres o cuatro irreprochables. Luego, siguió por altos, volvió a los naturales ligados con el de pecho, a los molinetes y afarolados, a los de la pierna... ¡Qué sabemos cuántas y cuan admirables cosas hizo! Un éxito, una consagración de artista.

Pinchó tres veces y terminó con una, llevándose el acero. Pues bien; cómo habría toreado que le dieron la oreja y lo sacaron en hombros.

Un triunfo definitivo en Madrid...

Como podemos darnos cuenta, la totalidad de los relatos transcritos refieren lo extraordinario del toreo al natural de Armillita, lo establecen como el eje de la faena y como el medio para despertar el entusiasmo de la concurrencia a la Plaza de la Carretera de Aragón.


El Maestro Armillita, me consta, porque se lo escuché en persona, recordaba esta faena, junto con la de un toro Clavelito en Barcelona en 1934, como una de las más acabadas de las que realizó en su carrera, aunque lo contaba siempre con un dejo de desilusión, porque decía que aunque se le reconocía haber hecho algo que no tenía antecedente, a su apoderado Domingo González Dominguín, solo le fue posible ajustarle 22 contratos esa temporada, aunque también con justificado orgullo señalaba que entre 1933 y 1935, fue él matador de toros que más toreó en España y en México, un caso que difícilmente podrá ser igualado.

Decía arriba que también narró el festejo para El Imparcial su cronista titular Federico M. Alcázar, quiero presentar a Ustedes esa crónica también, pero por su contenido, extensión y otras implicaciones que creo que presenta, pienso que conviene hacerlo por separado.

Aldeanos