domingo, 25 de junio de 2023

Mexicanos en solitario en ruedos europeos

Hace una semana el michoacano Isaac Fonseca, demostrando una vez más que lo único seguro en el toreo es el azar – Alameda dixit – terminó por matar con lucimiento él solo seis toros en la plaza de Colmenar Viejo. El festejo, final de la Copa Chenel, se anunció como un mano a mano en el que alternaría con el salmantino Juan del Álamo, con toros de tres ganaderías diferentes y de distintos encastes y que, al decir de las crónicas, algunos fueron destartalados en sus hechuras.

El que abrió plaza se echó a los lomos apenas en los quites a Juan del Álamo y ese seguro azar del toreo dejó las cosas dispuestas para que Isaac Fonseca tuviera a su disposición la corrida completa, que al final, resultó ser de cuatro ganaderías distintas y solamente se lidiaron cuatro de los toros anunciados originalmente. Es de resaltarse que el torero mexicano también fue herido por el tercero de la tarde y que, con discreción, se mantuvo en el ruedo y concluyó la tarde. Llevaba, durante la lidia de los tres últimos toros, una cornada de 18 centímetros en la zona de la rodilla derecha, lo que no le impidió cerrar triunfalmente su actuación.

El resto de esta historia ha sido ya contado con amplitud y también se da seguimiento a la evolución de los toreros heridos, pero al calor de este suceso, surgen preguntas acerca del número y época de las oportunidades que han tenido nuestros toreros de actuar en solitario en ruedos de Europa, sea porque así se hayan anunciado o porque la suerte los dejó en esa circunstancia. 

Hemos hecho una revisión de los libros de la historia, y esto es algo de lo que se ha podido encontrar.

Rodolfo Gaona

28 de junio de 1908, en Tetuán de las Victorias, cuatro toros de Basilio Peñalver. Esta actuación la organizó su maestro Ojitos, con la finalidad de que la prensa madrileña y el empresario de Madrid, Manuel Retana lo vieran y le dieran la ocasión de confirmar su alternativa. Fue la primera corrida que Gaona toreó como matador de alternativa. Me he ocupado en estas páginas con mayor extensión de este festejo en este lugar.

14 de julio de 1912, en Madrid. Gaona se anunció para matar seis toros de Trespalacios. Al final se lidiaron cinco de estos y uno de Benjumea. Esa tarde salieron al ruedo por su orden Monterito, Saltador, Garabito (este de Benjumea), Granizo, Azafranero y Churrero en una tarde ventosa, que impedía el lucimiento de los toreros y sí a esto sumamos el hecho de que los seis toros, de acuerdo con la crónica publicada en El Imparcial, parecieron una parada de cabestros, el resultado para el discípulo de Ojitos no fue halagüeño, pues el de Benjumea se le fue vivo tras los tres avisos y el sexto le dio una paliza tal, que obligó a que por orden de la presidencia del festejo, lo terminara el sobresaliente Carlos Lombardini. De esta tarde ya me había ocupado por aquí en este sitio.

Fermín Espinosa Armillita, Madrid, 24 de julio de 1932

La empresa madrileña anunció para el 9 de junio de 1932 una corrida extraordinaria, en la que alternarían Luis Fuentes Bejarano, Armillita y Manolo Bienvenida, quienes darían cuenta de una corrida de Marcial Lalanda, que haría su presentación en la capital de España como ganadero de reses de lidia. No está de más hacer notar que los toros llevaban todavía el hierro de don Antonio Flores Tassara, que fue quien enajenó la ganadería al más grande, según dice su pasodoble. 

Esa corrida se suspendió por la ausencia del hijo del Papa Negro principalmente, pero la prensa madrileña de la época acusó al entorno de Armillita de pretender extorsionar a la empresa ya en el patio de cuadrillas para que se le incrementaran sus honorarios y se le firmara un par de corridas más.

Al final de cuentas, el Maestro de Saltillo logró saldar sus cuitas con Retana y para el 24 de julio siguiente se anunció en solitario con los toros de Marcial Lalanda. Huelga reiterar que continuó la conjura de la prensa madrileña en su contra, aplicando un criterio imperante en estos tiempos, en el sentido de que no salió de la plaza con las orejas en las manos y cargado a hombros por la afición. Pero tampoco fue un fracaso rotundo. La reflexión final de la crónica de Gregorio Corrochano en su crónica del ABC madrileño, es ilustrativa:

Hubiera deseado una tarde decidida, que fuese una lección a los toreros españoles que no quisieron la corrida de Marcial, incluyendo el propio ganadero. Porque ¿para cuándo se deja la ocasión de ser torero? Al ver don Marcial que no querían sus toros, debió decirle a Marcial: toréalos tú...

La carrera de los toreros, aún la de las grandes figuras de la historia, no se ilustra en blanco y negro exclusivamente, también tiene amplias gamas de grises. De esta accidentada tarde me ocupé en su día aquí y aquí.

Carnicerito de México, 12 de octubre de 1932

El mismo año en el que Armillita lo intentó en Madrid, don Pedro Balañá decidió terminar su temporada reiterando su admiración y respeto por los toreros que llegaban de este lado del mar. Para la Fiesta de la Raza, como entonces se celebraba, anunció una corrida de toros de los hermanos Pallarés Delsors para que los lidiara como único espada el diestro originario de Tepatitlán, Jalisco, José González Carnicerito, con el agregado de México, para evitar allá en España, se le confundiera con Bernardo Muñoz Carnicerito de Málaga.

El resultado no fue halagüeño, la crónica que se publicó en el semanario La Fiesta Brava de la Ciudad Condal únicamente establece que Carnicerito pudo con los toros, que, por su parte, sacaron guasa y poca fuerza, logrando cortar una oreja al segundo de la tarde.

Fermín Rivera, Burdeos, 22 de septiembre de 1946

Fermín Rivera fue uno de los diestros que durante el conflicto entre las torerías de México y España que abarcó los años de 1936 a 1944, no dejó de torear en Europa. Lo hizo en ruedos de Francia y Portugal, junto con varios otros diestros de su generación, como Silverio Pérez o Ricardo Torres, quienes tuvieron un sólido cartel ante aquellas aficiones y eran la carta de presentación de nuestra fiesta en esas tierras. Aprovechaban así el ritmo lento que las cosas de los toros toman aquí en México durante el verano.

Ya en el 46 las cosas estaban más o menos arregladas y los nuestros volvieron a España, pero también muchos se presentaron en plazas francesas y los que ya eran conocidos allí, como el Maestro de San Luis, tuvieron ocasión de ampliar los horizontes de su temporada europea aprovechando los contactos y triunfos obtenidos con anterioridad. Así fue como Fermín Rivera llegó al coso de Burdeos para matar un encierro de Pouly. La crónica publicada en el ABC madrileño del 25 de septiembre siguiente dice entre otras cosas:

...ha revestido caracteres de sensacional acontecimiento, ya que la afición y crítica han recordado como único caso el de “Guerrita”, que también fue capaz de llenar por sí solo la plaza francesa para la lidia de seis toros. Los billetes se agotaron dos días antes y concurrió la élite de la afición francesa...

Esta tarde fue triunfal para Fermín Rivera, pues la saldó con el corte de siete orejas y un rabo y fue llevado en hombros por la afición por las calles de la ciudad por un largo rato después del festejo.

Rodolfo Rodarte

San Sebastián, 25 de mayo de 1911. La novillada programada para esa fecha era un mano a mano entre el torero de San Buenaventura y el vallisoletano Pacomio Peribáñez, quienes enfrentarían seis ejemplares de Amador García, antes del Cura de la Morena. En un caso parecido al de Juan del Álamo, Peribáñez se fue a la enfermería para no salir tras los primeros lances de capa. Se fue con una herida en las inmediaciones del ojo izquierdo, que dice el parte médico que quedó al descubierto.

Así, Rodolfo Rodarte tuvo que despachar la novillada completa y lo hizo con lucimiento. La crónica aparecida en El Pueblo Vasco del día siguiente al del festejo, dice:

La corrida fue dura, muy dura; ofreció dificultades, que el gran Rodolfo supo vencer a fuerza de valor y arte, y el público, que festejó sin interrupción al chico, dio pruebas de una inteligencia y una justicia dignas del mayor elogio...

Saldó el compromiso cortándole una oreja al quinto y también, dicen las crónicas, con un metacarpiano fracturado al aguantar un derrote tras de matar al sexto. Así, sigue el cronista, se lo llevaron en hombros hasta la fonda.

Tetuán de las Victorias, 1º de agosto de 1915. Se le anunció para matar seis novillos de Antonio Arroyo, antes Ángel Cabezudo, hierro que hoy corresponde a la ganadería de La Guadamilla. El sobresaliente del festejo fue un torero que hizo campañas aquí en México, Emilio Mayor Mayorito y que cobraría protagonismo, por solicitar a la presidencia del festejo – de rodillas – que se le permitiera matar al sexto, cosa que ni Rodarte ni quien presidió aceptaron, con cierto desagrado de la concurrencia.

El coahuilense radicado en Aguascalientes terminó el festejo cortándole la oreja al cuarto de la tarde. La concurrencia, que llenó la plaza, salió complacida, algunos cronistas no tanto, como el de La Lidia”, que resumió:

El ganado cumplió, sin excederse. Rodolfo Rodarte superior en dos y bien en los restantes. Lo mejor de la corrida, dos pares de banderillas en el cuarto toro de José Rodarte, El servicio de caballos, detestable… La presidencia, muy acertada.

En la variedad estará siempre el gusto y de la discusión, normalmente, siempre nace la luz.

Dos menciones especiales

El 31 de mayo de 1911, en Cáceres, se contrató a Rodolfo Gaona para torear un mano a mano con Cocherito de Bilbao lidiándose toros de Palha. El diestro bilbaíno fue herido por el tercero de la tarde y el Califa terminó despachando cinco de los toros que se anunciaron. Le cortó una oreja al cuarto de la tarde y al final de la tarde se lo llevaron en hombros.

El 25 de mayo de 1952, en el festejo que cerró la Feria de San Isidro de ese año, se anunció una corrida de don José Luis y los herederos de don Felipe de Pablo Romero para Raúl Acha Rovira, Juan Silveti y Pablo Lozano. El tercero de la tarde causó una conmoción cerebral a La Muleta de Castilla tras arrollarlo cuando pretendía recibirlo a porta gayola y después hirió a Rovira en la suerte de matar. Así, el hijo del Tigre de Guanajuato se quedó con cuatro toros de ese encierro y le cortó las dos orejas a Campero, el quinto, consiguiendo así abrir la Puerta de Madrid, siendo el primer torero mexicano en hacerlo en una Feria de San Isidro.

Para terminar

Cada una de las historias aquí pergeñadas merece ser contada de manera individual, extensivamente, porque encierran importantes dosis de valor y de torería. Son, en una medida importante, parte de los cimientos sobre los cuales se sostiene el edificio de nuestra tauromaquia contemporánea, pues sin ellas, sin sus actores, sin los logros que consiguieron, no es posible entender lo que hasta hoy se ha avanzado y lo que está por venir.

domingo, 11 de junio de 2023

8 de junio de 2000: El Califa se adueña de Madrid

El Califa
Foto: Avance Taurino
José Pacheco El Califa, natural de Canals, en Valencia, era hijo de Francisco Pacheco y en la época de su breve ascensión a las cumbres de la tauromaquia, se afirmaba en mentideros y medios de comunicación, que Francisco Pacheco había sido compañero de correrías de Manuel Benítez El Cordobés, en los días que prometió a Ángela su hermana que o le compraría una casa o llevaría luto por él. Por esa razón, se decía que Benítez aceptó vestirse una vez más de luces – la antepenúltima de su dilatada carrera en los ruedos – para darle la alternativa al hijo de su amigo en Xátiva, Valencia, el 1º de mayo de 1996, delante del granadino Fernando Martín Sacromonte, cediéndole al toro Fundador de la ganadería de Nazario Ibáñez

Cierta o falsa la historia de la añeja relación entre El Cordobés y Francisco Pacheco, la verdad es que el hecho de que la última alternativa que el hoy Quinto Califa de Córdoba del toreo le otorgó a un diestro que ostentaba ese apodo, le permitió caminar un breve tiempo por las primeras filas del escalafón y escribir tardes que han quedado en la memoria colectiva, como la que hoy pretendo traer al recuerdo, y que tuvo su aniversario este pasado Jueves de Corpus.

El San Isidro del año 2000

Toresma 2 la sociedad que regentaban los hermanos Lozano, ofreció para la isidrada del año en el que, según se lea, finalizaba un milenio o iniciaba otro, un serial de 21 corridas de toros, 3 de rejones, 3 novilladas con picadores y fuera del abono, la Corrida de la Prensa. Eran el principal reclamo de ese ciclo nombres como Enrique Ponce, Francisco Rivera Ordóñez, Vicente Barrera y Morante de la Puebla. El único confirmante era El Juli y se anunciaban todavía nombres como el de Carlos Escolar Frascuelo, José Luis Bote, José Pedro Prados El Fundi o Miguel Abellán. Entre los novilleros se ve a Fernando Robleño, Sebastián Castella, Javier Castaño y a Sergio Aguilar, entre los que caminaron más o menos largo en esto.

“El Califa” había confirmado su alternativa en Las Ventas el 2 de julio de 1998, cuando José Antonio Campuzano, en presencia de José Ignacio Ramos le cedió los trastos para despachar a toro “Tonto” de Juan Albarrán. Así que “El Califa” no era ningún desconocido para la afición de la capital española. Y así, su anuncio en las corridas 25ª y 26ª – miércoles 7 y jueves 8 de junio –, dentro de lo que se dio a llamar la “semana torista”, con toros de Celestino Cuadri y de doña Dolores Aguirre, en principio no era precisamente una novedad en la plaza. 

La 26ª corrida de feria

Toros de doña Dolores Aguirre Ybarra, ganadería asentada en la Dehesa de Frías en Constantina, Sevilla, para Miguel Rodríguez, Víctor Puerto y José Pacheco El Califa, quien la víspera, ante los toros de Cuadri, había saludado una ovación en los medios en el primero de su lote y que, al decir de las crónicas del día, de haberle repetido más su segundo, le hubiera formado un lío. Así pues, la afición de Las Ventas le esperaba con interés para el día siguiente. 

A El Califa le correspondieron en el sorteo, por su orden, Carafeo II, número 23, con 541 kilos de peso, nacido en enero de 1996 y de pelo negro bragado y Pitillo, número 22, de la misma capa, con un peso de 538 kilos, nacido en noviembre de 1995. Una nota curiosa de ese encierro, es que los toros segundo y cuarto se llamaron Carafeo I y Carafeo III.

La plaza de Madrid fue puesta de cabeza cuando El Califa, vestido, según las crónicas, de celeste y oro – hoy dirían que de purísima y oro – tomó en sus manos la muleta. Se plantó en los medios de la plaza e inició con un pase cambiado por la espalda, y allí mismo recogió a Carafeo para darle una primera serie con la mano diestra. La crónica que en su día escribió Miguel Ángel Moncholi para el extinto portal burladero.com entre otras cosas cuenta:

Es el caso del tercero al el que “El Califa” apenas meció con el capote, pero con la muleta aprovechó de principio a fin. Primero en el cambiado, en los medios, como los bravos toreros, al que siguió con la diestra en una serie de largos pases que llegaron a los tendidos… Luego, en tandas con la izquierda, en base a naturales en los que aprovechaba con toques imperceptibles la bondad de su humillada embestida. La primera mandona, la segunda suave, encajado en los riñones, asentadas las zapatillas, aguantando la desafiante presencia del de Dolores… Faena medida, que se hizo corta, que complementó con ayudados por bajo, doblado el torero, erguido en su torería, preparando con ellos la entrega del morlaco para la suerte suprema… Había que jugarse el todo por el todo. Montó la espada Pacheco. Se encunó “El Califa” y dejó una entera caída tan entregada que a punto estuvo de verse prendido en el ajustado embroque del volapié… Y así cayeron una, dos orejas, – la segunda se me antoja excesiva –, pero ciertamente a una faena de valor y torería…

Más prolija y literariamente mejor compuesta es la que publicó al día siguiente Vicente Zabala de la Serna en el diario madrileño ABC. Seguramente las cuestiones del tiempo para preparar y salir a los puestos. En su desarrollo, cuenta:

El Califa ha conquistado el trono de Madrid con una faena muy de verdad, muy pura y auténtica y otra que murió a medio camino con la cornada ante el sexto. La emoción recorrió los tendidos como un reguero de pólvora, como una conexión eléctrica que provocaba el olé colectivo. El gentío se levantaba como impulsado por un resorte. El peregrinaje ha sido árido hasta alcanzar semejante momento… Fue al natural cuando resquebrajó los cimientos de la Monumental con un toreo lento, estático y ligado, con la muleta a rastras y la cintura tronchada, rota, antes de hilvanar con el obligado, pese al parón y a la duda del bicorne. Y la plaza, loca, ronca, rendida a este califa de Játiva, conquistada por otra media docena de zurdazos de calidad, naturales despatarrrados, en los medios, donde se desarrolló toda la faena… Pañosa de seda en la mano izquierda de El Califa, látigo dominante, muñeca elástica. La espada había de rubricar la gran obra, no podía fallar. Se perfiló lejos, con metros de por medio, y ejecutó la suerte con los tiempos irregularmente marcados, más a tumba abierta… el acero se había hundido arriba, o casi. Un par de centímetros, quizá menos, no debían de robarle el triunfo de la puerta grande, la gloria. La petición fue como las últimas elecciones, abrumadora; sólo que ayer nadie perdía, no había derrotada oposición, porque el pupilo de Aguirre, doña Dolores, también se erigía como ganador. Dos orejas cayeron en las manos jóvenes del torero, que abrazó emocionado al alguacil…

Esa corrida la vi por el canal internacional de Televisión Española (TVE), en esos días cuando era más plural y menos sectaria y pacata, en compañía de mi compadre Nicolás Rodríguez Arellano. Pensamos los dos que atestiguábamos el nacimiento de una nueva figura del toreo, pero la vida y el destino le tenían otro camino por andar a El Califa, sin embargo, cuando había que llevar a la discusión un torero de esos que surgen de cuando en cuando, el nombre de José Pacheco era el primero que sacábamos a la discusión.

El segundo del lote de El Califa le permitió un momento de gran lucimiento nada más, antes de arrebatarle las llaves de la Puerta de Madrid y enviarlo a la enfermería. El parte rendido por el doctor Máximo García Padrós fue el siguiente:

Presenta dos heridas por asta de toro, una en el triángulo de Scarpa del muslo izquierdo con una trayectoria ascendente de 10 centímetros, que interesa tejido celular subcutáneo. Desgarro en el escroto y otro en la región tercia de la mano derecha de otros 10 centímetros, pendiente de estudio radiológico. Fue intervenido bajo anestesia general. Pronóstico menos grave que le impide continuar la lidia. Fue trasladado a la clínica de la Fraternidad.

Su entrega le hizo trocar la puerta del triunfo por la de la sangre, pero su obra allí quedó, para la posteridad. Y al final de la feria, El Califa fue declarado el triunfador del ciclo – fue el único diestro que le cortó dos orejas a un mismo toro – por el Real Casino de Madrid, por la Peña El 7 y también por el jurado que asignó por cuadragésima primera vez los resonantes Premios Mayte.

En perspectiva

Ya nos había anunciado Joaquín Vidal, desde el julio valenciano anterior, que allí había un torero:

Para ser califa no hace falta haber nacido en Córdoba; se puede ser de Xàtiva. Ni hace falta llamarse Abderramán; con Pepe basta. Demostración: en Xàtiva tienen un califa de nombre José Pacheco, para los íntimos Pepe. Y es torero. No hay más que verlo: se pone delante de los Cuadri, y ya le pueden venir rabiosos o reservones, francos o inciertos, que les aguanta las intemperancias, los templa y los manda. El Califa consiguió un éxito en la primera corrida de la famosa Fira de Julio valenciana. No porque ofreciese una exhibición pegapasista como es habitual; no porque se pusiera tremendista, que es el sucedáneo del valor en quienes van de suicidas. Sino porque aquello de parar, templar y mandar lo hizo con cabal cumplimiento de los cánones y a toda costa. Lo hizo incluso a costa de la cornada, que no se llevó sin que se sepa con exactitud el motivo…

Los toros respetaron a José Pacheco a medias, porque al final las lesiones que las cornadas causan terminaron por hacerle dejar los ruedos con esas probadas de gloria, pero sin haberla alcanzado plenamente. Todavía volvería a Madrid con los toros de doña Dolores, la señora de Bilbao, para cortarle otro par de orejas a Langosta y, esta vez sí, salir en hombros por la Puerta Grande de Las Ventas. Esta vez su padre no pudo verle en la plaza, pero lo hizo desde el infinito, a donde se había marchado pocos días antes.

Carlos Bueno escribió acerca del torero de Xátiva a propósito del vigésimo quinto aniversario de su alternativa:

El Califa fue, sin duda, el torero de la emoción. Su entrega fue siempre total, su valor sorprendente, su abandono al toreo excitante. Hizo el paseíllo con todos los compañeros, sin rehuir ninguna divisa y estuvo anunciado en todas las ferias. Le costó entrar en Valencia, pero nunca perdió la afición ni la confianza y el coso de Monleón acabó siendo su feudo, como lo fue Madrid, la dura y exigente capital donde José fue venerado por su cite adelantado, toreo ceñido, largo y hacia dentro. Sobre su arena se proclamó soberano rotundo. Fue el primer valenciano que triunfó de forma absoluta en un San Isidro y el único en conseguirlo por partida doble…

Esos son algunos de los recuerdos que tengo de José Pacheco El Califa, un torero que la historia de la fiesta nos recuerda que siempre hay lugar para quienes hacen las cosas con verdad, pureza y entrega.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 4 de junio de 2023

4 de junio de 1933: Se presenta Eduardo Solórzano en ruedos de España

Eduardo Solórzano visto por Roberto Domingo
Cuando sale al recuerdo el nombre de Eduardo Solórzano, generalmente se nos presenta en lo que parece ser un discreto segundo plano. O lo traemos a la discusión como el hermano menor del Rey del Temple, o ya activo en el ruedo, en esa especie de tercer hombre en la tarde en la que Silverio Pérez le confirmó su alternativa a Manolete en El Toreo de la Condesa y si nos acercamos más en el tiempo tendremos presente a un eficaz y eficiente funcionario de la Casa Domecq o al que junto con el doctor Alfonso Pérez Romo y don Julio Díaz Torre, orquestó el giro copernicano que dio a la arista taurina de nuestra Feria de San Marcos mucho del sentido que actualmente tiene.

Pero Eduardo Solórzano, el torero, escribió en los ruedos su propia historia, quizás no tan prolija como la de su hermano Jesús y tuvo también en su hacer ante los toros el argumentario para haber podido reclamar, en su día, un sitio de figura del toreo. El recuento final quizás no lo acredite así, pero dejó obras suficientes para tener en la historia del toreo un espacio propio a su nombre, con hechos y realizaciones que merecen ser reconocidos.

Eduardo Solórzano había emigrado desde Morelia a la capital de la República a mediados de la década de los veinte del pasado siglo para buscar empleo y así apoyar a los suyos. Se pudo colocar en la Dirección de Alumbrado Público como inspector y también allí empezó a seguir los pasos de su hermano mayor, quien buscaba ser torero. Al final, la historia nos enseña que su hermano mayor, en esos días, fue el ganador de la Oreja de Plata de 1929 y que, en retribución, recibió la alternativa en la temporada grande siguiente.

Eduardo se presentaría en El Toreo de la Condesa el domingo 21 de septiembre de 1930. Lo haría en un festejo de oportunidad, penúltimo de esa temporada de novilladas, en el que junto con Miguel Gallardo El Diablito, César Rendón El Tepiqueño, Jesús Monroy, José Ledesma El Garcero y Rafael Chávez, enfrentarían un encierro de Malpaso. En la misma tarde, se ofrecía como fin de fiesta, la lidia del toro Pregonero de Rancho Seco, por parte de Jesús Guajardo El León de Mixcoac, mismo que el domingo anterior había sido enfrentado a un león, saliendo victorioso. Rafael Solana Verduguillo, en su juicio crítico del festejo, aparecido en El Taurino, salido a los puestos el jueves 25 siguiente, consideró:

Tiene el mismo estilo de su hermano Jesús, quien probablemente le dio las primeras lecciones... Desde luego Eduardo Solórzano es un valiente de verdad; no le asustan los pitacos. Torea muy despacio, tanto con el capote como con la muleta, y entusiasma y emociona por lo cerca que se pasa al enemigo... No vacilo en asegurar que será uno de los ases de la próxima temporada novilleril... Es banderillero fácil, y en todo momento está en su sitio. Hoy conquistó un triunfo auténtico; es un torero de porvenir... Debe corregir el defecto que tiene a la hora de herir, lleva siempre el brazo suelto, y la mano izquierda muy alta. Desaparecido este detalle, Eduardo ocupará sitio envidiable...

Así pues, uno de los críticos más avezados y que más toreros habían visto en la última década, consideró que en Eduardo Solórzano había un torero en ciernes. Y en retrospectiva, creo que no incurro en error al afirmar que no se equivocó.

Su campaña española en 1933

Los hermanos Solórzano salieron rumbo a España desde Veracruz, a principios de abril de 1933. El Rey del Temple convalecía del cornalón que apenas el 26 de febrero anterior le había inferido Lancero de Rancho Seco y que al final de cuentas le arruinó su campaña española y cuenta su sobrina doña Carmelita Madrazo, que Eduardo tenía por tarea el dar masajes a su hermano en la pierna herida, con la finalidad de reanimarle la circulación en el miembro lesionado.

Ya en Madrid, el apoderado del Rey del Temple, don Antonio Barrera, puso a su hermano en contacto con don Juan de Lucas, quien apoderaba toreros y, además, era empresario de la plaza de Vista Alegre en Carabanchel, quien le ofreció colocarlo en alguno de los carteles que ofrecería en esa plaza. Para prepararse, se fue con Jesús a Jandilla, la finca a la que don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio había trasladado los ganados que adquirió en 1930 de Manuel Martín Alonso y que eran originariamente la ganadería del Duque de Veragua y que un par de años antes había aumentado con ganados de origen Parladé provenientes del Conde de la Corte, la Marquesa de Tamarón y de Ramón Mora Figueroa.

Fue en Jandilla donde Eduardo Solórzano tuvo su primer contacto con el toro español y se preparó para iniciar su andadura por aquellos ruedos, seguramente fue uno de los toreros que tomaron parte en el proceso de selección de las pocas vacas veragüeñas que permanecieron en el hato de Domecq, pues el grueso del ganado de ese origen se dejó fuera de la base de la ganadería que actualmente es el origen del encaste mayoritario del toro de lidia español.

Domingo 4 de junio de 1933

Fue en la plaza de Vista Alegre, la popular Chata de Carabanchel, donde se estimó que Eduardo Solórzano debería salir a demostrar a la afición y públicos sus cualidades como torero. Para el efecto, se anunció un encierro de don Celso Pellón, ganadería formada inicialmente con ganados de Campos Varela y aumentada después con sementales de Santa Coloma, para Félix Fresnillo Varelito II, el riojano Vicente Martínez Niño de Haro y el debutante mexicano Eduardo Solórzano.

La impresión que causó el joven torero moreliano al público de Madrid que acudió a Carabanchel en lugar de asistir a la corrida que en la misma fecha se dio en la plaza de la Carretera de Aragón, e igualmente a la prensa especializada, fue extraordinaria. Escribió R. Solís en El Heraldo de Madrid:

Lo da la tierra y además de casta le viene al galgo. Eduardo Solórzano, hermano pequeño – no por la estatura – del matador de toros que en estas tierras conquistara fama y gloria, y que ahora nos dice: «¡Ese es mi hermanito!», y lanza a la fiesta brava la figura de este mozo espigado y cimbreño que muy pronto, muy pronto, se alzará en todos los ruedos españoles como supremo artífice de la torería, dueño y señor de la técnica y del dominio y encarnación suprema del buen arte de torear… ¡De Méjico ha llegado un torero, señores!... De Méjico y más le cuadrara haber venido de Ronda o de Sevilla o de Córdoba la Sultana o de las marismas de Andalucía la baja, porque la gracia de su estilo y la fina solera de su arte y la afición que echa a las suertes pregonan el casticismo de su cuna… Porque Eduardo Solórzano, después de lo de ayer, no apuntó, «dibujó», que como torero ha de ser muy pronto figura máxima de la torería. Y si no, al tiempo…

Por su parte, quien firmó como X, en La Libertad, se expresó de su actuación de la siguiente forma:

En una sola actuación y en un solo toro se ha revelado como un excelentísimo torero el mejicano Solórzano. El domingo, por la noche, no se hablaba en Madrid de otra cosa. Diríase que fué el suceso del día. Que, si Solórzano torea con el capote con igual escuela, pero con más gracia que su hermano; que si banderillea con la elegancia de un Gaona; que si se adorna y domina con la muleta como el mismísimo Ortega... Todo esto y mucho más se comentaba a voz en grito en las peñas y corrillos taurinos. Desde luego, yo ni afirmo ni niego; no le comparo a nadie, porque creo que los artistas, todos en general, pierden valor en cuanto se íes compara. Ahora bien; lo que sí creo, y de ello estoy convencido plenamente, es que, si el joven Solórzano repite aquellos lances maravillosos que le administró al tercero de la tarde, bravo novillo, por cierto; si les anda a los loros con aquella majestad y aquella elegancia con que anduvo en los dos pares de banderillas, y si, finalmente, la faena de muleta ligada que realizó, la primera parte destinada a dominar a la fiera – algo pequeña en este caso –, y la segunda a torear con arte variado y extenso repertorio, no es fruto de la casualidad, mucho, desde luego, se puede esperar de este torero de allende los mares que ha entrado en Madrid por la puerta grande, acompañado por los halagos más entusiastas de nuestra buena afición... Cuando en otros toros se le vea y en ellos se pueda medir la densidad de su valor y sus recursos de toreo, hora será de que yo le enjuicie. Hoy por hoy, sólo diré que en un toro brevísimo se superó...

En el ABC madrileño, M. Reverte hizo las siguientes reflexiones:

Otra novillada bien organizada se celebró el domingo en esta plaza. Se lidiaron toros de Campos Varela, que fueron de buen tamaño, cornalones y de excelente presentación. Pelearon bien con los caballos, especialmente el cuarto... Eduardo Solórzano causó excelente impresión. Toreó muy bien de capa a su primero. Maneja el capote con suavidad y apuntó fineza y buen estilo. Se le aplaudió mucho, así como en el tercio de quites. Puso dos pares de banderillas, y en uno de ellos sufrió un serio achuchón. Con la muleta siguió mostrando dominio y modos de buen torero. Mató de dos pinchazos y media atravesada, y después de dar la vuelta al ruedo pasó a la enfermería...

Y por su parte G. Carrión, en La Voz, escribió en su crónica el siguiente relato:

La presentación en esta plaza del novillero mejicano Eduardo Solórzano había despertado gran interés, pues venía precedido de un cartel estimable. Su debut respondió a la expectación. Con e1 capote toreó de forma admirable, parando, templando, cargando la suerte, adelantando la pierna, llevando las manos bajas; toda la técnica del toreo clásico, macizo, verdad. El público, entusiasmado con la labor del torero mejicano, le aclamó en cada lance y al final la hizo objeto de una gran ovación. La faena de muleta, valiente y lucida, no estuvo a tono con los lances, pero fué también muy aplaudida. Banderilleó a este novillo con facilidad y soltura. Con el acero pinchó tres veces. Se le ovacionó y dio la vuelta al ruedo, pasando después a la enfermería, de donde ya no salió. Un debut brillante y prometedor de mejores tardes…

El parte facultativo

Los doctores Verdú y Lumbreras, encargados del servicio médico en la plaza de Vista Alegre, rindieron el siguiente parte de las lesiones que impidieron a Eduardo Solórzano salir a lidiar el sexto de la tarde:

Durante la lidia del tercer toro ha ingresado en la enfermería el espada Eduardo Solórzano con una distensión ligamentosa en la articulación del pie derecho, que le impide continuar la lidia.

Varias de las crónicas, sobre todo las publicadas en los diarios Ahora, La Tierra y Luz cuestionaron la gravedad de la lesión y el pundonor del diestro y la necesidad de que los médicos decretaran que no podía continuar en la lidia. Por su parte, doña Carmen Madrazo narra en sus apuntes relativos a la vida del torero, que la realidad es que el sexto novillo de Pellón fue desechado por los veterinarios y fue sustituido por uno de Leopoldo Abente, viejo y corraleado y por consejo de don Juan de Lucas, se emitió el parte para que no tuviera que salir a lidiarlo.

Sus números finales

Eduardo Solórzano, de acuerdo con el semanario Toros y Toreros fue uno de los tres novilleros mexicanos que actuaron en España ese 1933 – los otros dos fueron Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado – y sumó 9 tardes en plazas como la mencionada de Vista Alegre y las de Tetuán, La Línea de la Concepción y Barcelona

Eduardo Solórzano permanecería en España hasta el año de 1936, esperando recibir la alternativa hasta el final de esa temporada, pero entre la ruptura de las relaciones entre las torerías de España y México y la Guerra Civil, lo hicieron volver a México a obtener el grado aquí. De esos asuntos habrá espacio y tiempo para escribir en su momento. 

domingo, 28 de mayo de 2023

29 de mayo de 1973: La frustrada confirmación de Adrián Romero en Madrid

El momento del percance
Foto: El Ruedo
Adrián Romero, originario de Tijuana según algunos y a decir de otros, de la Ciudad de México, fue el triunfador de la temporada de novilladas de la Plaza México el año de 1970. Eso le valió cerrar el ciclo matando en solitario seis novillos de distintas ganaderías el 8 de noviembre de ese calendario, logrando una intensa faena ante el cuarto, Siroko, de Soltepec, misma que malogró con la espada. Es a la fecha, el tercero y último novillero que ha actuado en solitario en la gran plaza, después de que Amado Ramírez lo hiciera en 1954 y Jaime Rangel en 1960.

Tres semanas justas después de ese despliegue de poderío ante los novillos, Manuel Capetillo lo hizo matador de toros en San Luis Potosí, cediéndole el primero de los toros del ingeniero Mariano Ramírez que se corrieron esa tarde, en presencia de Manolo Martínez. Esa alternativa la confirmaría en la capital mexicana el 14 de febrero de 1971, recibiendo los trastos de manos del nombrado Manolo Martínez, y atestiguando Dámaso González. El toro de la ceremonia fue Mariachi de José Julián Llaguno. No tuvo más opción que estar digno ante el complicado lote que le deparó el sorteo.

En 1972 estuvo en nuestra Feria de San Marcos dos tardes, la del 22 de abril, en la que ante toros de Valparaíso, tuvo una actuación triunfal, saliendo en hombros de la plaza y en la corrida del día 25, en la que se disputaba el Escapulario de San Marcos, en la que tuvo una actuación discreta ante el sexto del festejo. 

La tarde que debió ser la de su confirmación en Madrid

La decimoctava corrida de la Feria de San Isidro de 1973 se anunció con toros de Alonso Moreno para el rejoneador Gregorio Moreno Pidal, Gabriel de la Casa, Francisco Ruiz Miguel y Adrián Romero. Al final de cuentas, se lidiaron solamente cinco de los toros del hierro titular, pues el de rejones – corrido en puntas – y el sexto de la lidia ordinaria – sobrero sustituto del segundo, devuelto por débil – fueron del Marqués de Villagodio.

El primer toro del lote que sorteó Adrián Romero se llamó Farolero, llevaba el número 92, se le anunciaron 571 kilos de peso y era de pelo negro zaino. Su actuación ante él resultó ser breve. La prensa madrileña la resumió así:

En el ABC del día siguiente al de la corrida, escribió Vicente Zabala:

El mejicano Adrián Romero, que confirmaba su alternativa azteca, se quedó sin recibir el espaldarazo de la primera plaza del mundo. El muchacho anduvo apurado con el capote y banderilleó con valentía, andándole al toro paso a paso con la montera puesta para arrojársela a las manos del toro con el fin de provocar la arrancada, de semejante manera a como lo hizo Luis Procuna el día de su confirmación de alternativa en esta misma plaza en los años cincuenta, detalle que recordamos a la perfección. Y también como Procuna, este Adrián Romero resultó herido por él toro de la confirmación. Romero fue alcanzado al parear al quiebro con las cortas. El toro le cogió y le recogió con fiereza, sufriendo una cornada de 25 centímetros que el doctor García de la Torre calificó de grave. Hora es de reformar el reglamento en el capítulo de las alternativas. Al romperse el paseíllo se debe consumar la ceremonia. Adrián Romero, por su cogida, no es doctor en tauromaquia por la cátedra madrileña...

En el semanario El Ruedo, salido a los puestos el 5 de junio siguiente, manifestó su director Carlos Briones:

Adrián Romero (Resultó cogido al intentar banderillear a su primero). De ceniza y plata. Toreó aceptablemente de capa y recibió un serio achuchón al recibir al enemigo de rodillas. En el tercio siguiente, al intentar colocar al quiebro el tercer par de banderillas, resultó cogido. Sufrió una herida en la región sacrolumbar izquierda, de 25 centímetros, que produce destrozos en los músculos paravertebrales del mismo lado. Puntazo corrido en fosa ilíaca izquierda. Fue operado por el doctor García de la Torre, que pronosticó de grave su estado. No pudo confirmar su alternativa…

La crítica más severa vendría de la pluma de un mexicano, del licenciado Francisco Baruqui Michel, quien, como muchos años, cubrió la feria para el diario El Informador de Guadalajara, que, en su edición del 30 de mayo de ese año, publicó:

El paisano Adrián Romero, no pudo confirmar su alternativa, al ser cornado saliendo de un par de cortas. Mal vestido de ostión con plata, viéndose embarullado y nervioso, impresionado, pesándole la plaza en los pocos lances de capa con el toro – toro en el nueve. En banderillas, vulgar, dejando dos medios pares de garapullos con los colores de España, y el de cortas, con los de México... Sufre de cornada en región sacro lumbar izquierda de 25 cms. destrozando músculos paravertebrales del mismo lado y un puntazo corrido en la fosa ilíaca izquierda. Pronóstico grave...

Así fue visto el brevísimo paso de Adrián Romero por el ruedo de la plaza de Las Ventas.

El parte facultativo

El doctor Máximo García de la Torre, en esos días jefe de los servicios médicos de la plaza madrileña, comunicó el siguiente parte:

Herida por cuerno de toro en la región sacrolumbar izquierda, de 25 centímetros, que produce destrozos en los músculos paravertebrales del mismo lado. Puntazo corrido en fosa ilíaca izquierda. Pronóstico grave.

Un par de días después, en el ABC de Madrid, se publicaba la siguiente nota informando de la evolución del torero:

El matador de toros mejicano se encuentra en estado estacionario en el sanatorio de toreros, donde fue trasladado después de ser cogido por el primer toro de la tarde en la decimoctava corrida de la feria de San Isidro… El diestro azteca ha pasado la noche muy molesto y tuvo que ser inyectado dos veces en el curso de ella, a las once y a las cuatro de la madrugada, con calmantes apropiados para mitigar el dolor… Adrián Romero resultó corneado precisamente en el toro de su confirmación de alternativa, ceremonia para la que faltaban solamente unos segundos, pues la cogida tuvo lugar en el tercer par de banderillas, cuando ya el presidente había pedido el cambio de tercio después de los dos primeros, pero accedió a la petición del torero de Méjico, que solicitó colocar un par de cortas, y a la salida de este par, ocurrió el percance…

La evolución del diestro sería lenta, pues estaría en condiciones de reaparecer hasta el día 8 de julio siguiente. 

¿Subestimó al toro español?

La víspera de su presentación en el ruedo de Las Ventas, Adrián Romero fue entrevistado en el programa de televisión Buenas tardes, y entre otras cosas, el torero mexicano declaró que no encontraba diferencia entre el toro mexicano y el español. Esto se publicó en El Ruedo, a propósito de esa entrevista, después del percance:

El torero mejicano Adrián Romero, había declarado en TVE, en el «Buenas tardes» del lunes, que no encontraba diferencia apreciable entre el toro mejicano y el español. La cosa nos pareció extraña – pues sus compatriotas, generalmente, dicen lo contrario –, pero al verle actuar comprendimos que, si con el toro mejicano quizá se desenvuelva, al toro español no lo había comprendido. Por eso, en los dos tercios en que actuó estuvo comprometido. El primer tropiezo lo sufrió nada más empezar, al dar un farol de rodillas. La cornada, primera de la Feria de San Isidro, al poner un par de banderillas cortas. Y la cosa pudo ser mucho más grave de lo que fue. Nos alegraremos de su pronto restablecimiento…

La campaña española de Adrián Romero

Llegó a la Península a mediados de abril de 1973 y pronto entró en actividad, pues el 29 de ese mes se presentó en Palma de Mallorca para lidiar toros de Clairac en unión de Julián García y Antonio José Galán. Esa tarde de su presentación en ruedos hispanos Adrián Romero la cerró con un triunfo, pues le cortó las dos orejas al segundo de su lote. Actuaría dos tardes en Figueras y una más en Palma, antes de la tarde en la que tenía convenida la confirmación de su alternativa en Madrid.

El resumen anual del semanario El Ruedo, publicado el 18 de diciembre de 1973, refleja lo siguiente:

Por el inesperado retorno de Curro Rivera a Méjico, vino a ser Adrián Romero el primero de los mejicanos clasificados este año en el escalafón español. Debutó con buen signo en Palma de Mallorca, en una corrida a fines de abril, que despachó con claro éxito y después de otras dos en Figueras, y nuevamente en Palma, se presentó en Madrid para confirmar la alternativa el día 29 de mayo, en las últimas corridas de la isidrada. Poco antes había dicho ante las cámaras de TVE que no encontraba diferencia entre el toro español y el de su patria; pero uno de Alonso Moreno le haría meditar, pues le infirió una cornada en la región sacrolumbar que le tuvo retirado de los ruedos, hasta que el día 8 de julio pudo reaparecer en Figueras, cortando una oreja. Desde entonces su actividad ha sido más bien escasa – con un total de dieciséis corridas – y localizadas por las plazas de Figueras, Lloret, San Felíu y otras de aquella vecindad. Tuvo bazas por Jugar en Vitoria, Valencia, Tarragona y Barcelona – plazas que hubieran podido ayudar a colocarle –, pero salió de ellas sin éxitos en las sendas corridas que en ellas toreó; por tanto, sigue siendo matador de alternativa, pero que tiene todo por hacer si desea cotizar en Méjico el prestigio aún no ganado en España.

Al final de cuentas, Adrián Romero no volvió a plazas españolas. En su día Luis Procuna (1951), Guillermo Sandoval y Fernando de la Peña (1965) y Sergio Flores (2013) también fueron heridos la tarde de su confirmación de alternativa, pero pudieron consumar la ceremonia de cesión de trastos y en su caso, finiquitar al toro de la cesión. Adrián Romero no alcanzó a llegar a ella y ya no regresó a Las Ventas, ni a plazas españolas. Por eso recuerdo hoy estos hechos sucedidos mañana hace 50 años, que son caso único en nuestra historia del toreo.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 21 de mayo de 2023

21 de mayo de 1952: Jesús Córdoba confirma su alternativa en Madrid

Confirmación de Jesús Córdoba
Foto: El Ruedo
La temporada novilleril mexicana de 1948 se distinguió por la aparición en los ruedos, principalmente, de los llamados Tres Mosqueteros, la terna formada por Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo, quienes como los de la novela de Dumas, tuvieron en Paco Ortiz a su D’Artagnan. Pero la cosecha no paró allí, porque en ese calendario aparecieron por la Plaza México también toreros como Alfredo Leal o Jorge El Ranchero Aguilar, quienes en calendarios posteriores madurarían y llegarían a ocupar posiciones importantes en el escalafón de toreros y dentro de la historia de la fiesta.

Jesús Córdoba recibiría la alternativa el día de Navidad de la temporada en la que saltó a las candilejas, en Celaya, Guanajuato, ciudad cercana a León, su tierra adoptiva, de manos de Fermín Espinosa, Armillita, en mano a mano, ante toros de Xajay. Esa alternativa la confirmaría en la Plaza México el 16 de enero siguiente de manos nuevamente de Fermín el Sabio y fungiendo como testigo el venezolano Luis Sánchez Diamante Negro. El toro de la ceremonia se llamó Zalamero y fue de La Punta, como todos los lidiados esa tarde.

El año de 1951 tiene una gran temporada. El 28 de enero le corta las orejas a Criticón de La Laguna; el 4 de febrero realiza una gran faena y se lleva el rabo de Luminoso de San Mateo y algo más de un mes después, el 11 de marzo se lleva a casa una oreja de Muñequito y las dos de Cortijero, ambos de Zotoluca, y terminará ese ciclo 8 de abril en la corrida de la Oreja de Oro obtiene la oreja de Espinoso de Xajay.

Es a partir de esa línea de triunfos que Jesús Córdoba atrae a los taurinos de España. Si bien las relaciones entre las torerías de ambos lados del Atlántico estaban interrumpidas desde 1947, se negociaba ya la reanudación por conveniencia de ambos grupos en conflicto. Independientemente de lo anterior, el maestro Córdoba había realizado en 1949 una breve campaña por ruedos de Portugal y Francia, de once festejos, iniciándola en Lisboa el 1º de mayo y terminándola el 18 de septiembre en Arles, por lo que no era absolutamente desconocido para esos públicos, pero en España, al eco de sus triunfos en las principales plazas de México, se le esperaba con interés.

La tarde de la confirmación madrileña

El apoderado del maestro Córdoba en España fue siempre don Rafael Torres. Para esa campaña de toma de contacto le pudo cerrar 14 tardes en ruedos hispanos y tres más en plazas de Francia. Dos de ellas fueron en Madrid, en la Feria de San Isidro, que en 1952 constó de 11 corridas, comenzó el día 14 y terminó el 25 de mayo de ese año y aparte de Jesús Córdoba, también confirmó su alternativa en ella Manuel Capetillo y actuó en la tarde final del ciclo Juan Silveti. La torería mexicana estuvo bien representada en ese serial isidril.

La séptima corrida de la feria se anunció con toros de don Fermín Bohórquez para Pepín Martín Vázquez, Jesús Córdoba y José María Martorell. Como en todas las tardes de ese ciclo, la entrada fue un lleno. El confirmante vestía, de acuerdo con la versión de Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, de malva y oro y sobre su actuación de esa tarde, cuenta en su tribuna del ABC madrileño del día siguiente al del festejo:

Se había hablado mucho de él y se le esperaba con expectación. Vino a confirmar la alternativa por mano de Pepe Martín Vázquez, quien le cedió la muerte del toro “Gestador”, número 38, negro; animal muy suave. Córdoba vestía traje malva y oro, y brindó, como era natural, su faena, al público madrileño. Desde las tablas llevó a la res al centro, donde toreó muy tranquilo y con aguante, dando airosa salida al primer grupo de pases. Dando al toro la presencia favorable, citó con la mano izquierda, pero la res no le acudió. Luego logró los ¡olés! madrileños con unos pases por alto y, enseguida, logró una estocada buena, acertando al primer descabello. Faena serena, justa, sin dramatismo. Hay muchas palmas y salida al tercio. Verificada la ceremonia de confirmación – tan fundamental en el quisquilloso protocolo taurino –, Córdoba pasó a ocupar el puesto que por antigüedad le correspondía en el escalafón y mató al toro quinto, por cierto, de muy bonito tipo…

Dice la crónica que el toro de la cesión se llamó Gestador. Otras fuentes hablan de que el nombre era Gastador y el semanario madrileño El Ruedo señala a su vez que el nombre era Cortador. Al final de cuentas podría pensarse que los nombres de los toros son meras minucias, pero al quedar vinculados a los fastos de la historia de los toreros, son datos periféricos, sí, pero complementarios.

Ante el quinto de la tarde, Jesús Córdoba tuvo quizás la actuación más completa de la corrida. Y tuvo también el gesto de invitar a Graciano González, picador de su cuadrilla, a compartir el reconocimiento popular. Sigue contando Giraldillo:

Había en la plaza un grupo de mejicanos luciendo el pintoresco traje nacional, y a ellos brindó Jesús la muerte de ese toro, en el que se había lucido “Chano”, picador azteca. Toreó el espada a base de redondos, cerquísima, y se le aplaudió mucho. Muy cruzado, empleó la mano izquierda, pisando el área de los compromisos graves, en la que sólo los valientes tienen sitio. El valor frío de Córdoba convenció al concurso. Para el adorno empleó unos pases por alto girando al vuelo de la muleta. Cuando se perfiló, el toro le hizo un extraño, y enseguida surgió el buen matador que hemos podido apreciar en el mejicano, para meter la mitad del acero por el mismo hoyo de las agujas. Lo bastante para que el toro cayese fulminado. Hubo ovación grande, satisfacción de los paisanos, que le obsequiaron con flores españolas unidas por una cinta con los colores de Méjico, y complacida vuelta al ruedo, en la que sacó a recibir las palmas a su buen picador. Consignaremos también que hubo petición de oreja, pero en minoría…

Por su parte, Benjamín Bentura Sariñena Barico, en su crónica aparecida en El Ruedo, salido a los puestos también al día siguiente de la corrida, cuenta lo siguiente:

Desde aquel momento la corrida fué hacia arriba. Picó bien Chano, brindó Córdoba a un grupo de paisanos suyos que vestían el traje típico de los charros y comenzó su faena con cuatro muletazos por bajo y ocho en redondo de bonísima factura. Siguió con la derecha, probó con poca fortuna a torear al natural, y, sobre la derecha siempre, cuajó una faena más que lucida. Hizo un extraño el toro cuando Córdoba entró a matar, y tuvo que repetir la suerte, para colocar más de medio estoque en todo lo alto. Hubo ovación de gala para el mejicano, que dio la vuelta al ruedo... Córdoba brindó al público la muerte del toro de su confirmación de alternativa. Estuvo bien el mejicano. Demostró que es torero enterado y valiente, sus muletazos por alto, sus pases de pecho y los en redondo fueron todos excelentes. La impresión que dejó esta primera faena de Córdoba en Madrid fue gratísima. Mató de un pinchazo sin soltar, una entera y el descabello al primer intento. Oyó muchos aplausos y salió al tercio a saludar...

Así pues, una salida al tercio y una complacida vuelta al ruedo después de una petición de oreja no atendida, fue el resultado de ese primer contacto del Joven Maestro con la afición madrileña, la que lo tendría como un torero de su plaza y le vería siempre con gusto en los carteles postineros en los que era anunciado.

La actuación de Graciano González

Acerca de la labor de Graciano González, hay que decir que resultaba ser la epifanía de lo que estaba por apreciar la afición madrileña, pues unos años después llegarían por allí Sixto Vázquez, Nacho Meléndez, Efrén Acosta y varios picadores mexicanos más, que dan lustre al toreo a caballo de este lado del mar. Pero el citado Barico le dedica un buen trozo de su relación del festejo:

En el primer tercio de este quinto toro vimos lo mejor de la corrida por obra del gran picador azteca Graciano González, y vimos el mejor quite de la tarde gracias a José María Martorell, al capote mágico del nuevo califa cordobés. Tres varas. No hubo más labor de Chano González, y ello bastó para que desde ayer se tenga a este piquero por excepcional figura de su especialidad. Chano puede dar lecciones prácticas, hasta de cómo se ha de llevar el castoreño y qué forma ha de tener éste, a la inmensa mayoría de los que en la actualidad se titulan picadores de toros. Las ovaciones que oyó el magnífico piquero mejicano fueron tres, una por vara, mientras picó; otra cuando dejó su cabalgadura, y otra al dar su jefe de cuadrilla la vuelta al ruedo. Fué entonces cuando el público pidió a Córdoba que sacase al ruedo al picador para hacerle partícipe de la ovación que le dedicaba, v así lo hizo el espada. El homenaje era merecido. Pocas veces se ve picar tan bien y con tanta limpieza y elegancia. Yo también aplaudí a Chano González…

Ese fue el resultado de la corrida en la que confirmara en Madrid su alternativa Jesús Córdoba. Pepín Martín Vázquez reaparecía en Las Ventas y tuvo una tarde de poca fortuna, sobre todo por sus desaciertos con el estoque, en tanto José María Martorell tuvo una actuación valerosa, reconocida por el público y se retiró entre las ovaciones de los ocupantes de los tendidos. Los toros de Fermín Bohórquez estuvieron bien presentados en su mayoría, pero pecaron de sosería, lo que hizo complicado que lo que se hacía en el ruedo, trascendiera a los tendidos.

Jesús Córdoba volvería a actuar en Las Ventas el sábado 24 de mayo, dentro de esa misma feria, alternando con Miguel Báez Litri y Manolo Vázquez en la lidia de toros de Pilar Sánchez Cobaleda. Pero de eso habrá tiempo de comentar en una nueva oportunidad.

domingo, 14 de mayo de 2023

14 de mayo de 1934: Cuatro mexicanos en Barcelona

Rafael Cueli, aficionado y Bibliófilo de pro, no hace mucho tiempo, publicó una interesantísima lectura acerca de la corrida de toros que marcó, en los hechos, el inicio del coloquialmente llamado Boicot del miedo – expresión atribuida a Juan Belmonte, y de la que no he podido localizar la fuente exacta – y que se celebró el 11 de junio de 1936, en la plaza de toros de Murcia. Allí alternaron el maestro Armillita, Luis Castro El Soldado y Carnicerito de México, ante toros de Villamarta. La combinación se produjo por efectos del azar y representó, repito, el cierre de las actuaciones de nuestros toreros en aquellos ruedos por casi una década.

Cuando Rafael estaba en la etapa de recolección de información para la confección de su opúsculo, preguntó acerca de otras fechas en las que en ruedos españoles se hubieran realizado festejos con espadas mexicanos únicamente. Le apunté que el 23 de agosto de 1931, en la Ciudad Condal, el valentísimo Luis Freg se despidió de aquellos públicos alternando con Juan Espinosa Armillita, Pepe Ortiz y Alberto Balderas – me he ocupado de ese festejo en esta ubicación – pero en esos días las relaciones entre toreros españoles y mexicanos no estaban agrias, y tanto El Rey del Acero como El Orfebre Tapatío gozaban del cariño y el respeto de la afición barcelonesa.

Buscando la manera de retomar el paso en estas páginas virtuales después de la Feria de San Marcos, me encontré con esta efeméride, la que por supuesto, adelanté a Rafael Cueli y ahora intento contársela a ustedes.

Aguas revueltas

Es una especie de verdad sabida que los conflictos entre las torerías de México y España surgieron en 1936, pero la realidad es que las cosas empezaron a subir de temperatura quizás desde el advenimiento de la Segunda República Española. En el ejemplar del semanario de Barcelona La Fiesta Brava, fechado el 27 de abril de 1934, se publica una carta abierta de la Asociación de Matadores de Toros y Novillos de Madrid, que dice:

Nuestro distinguido amigo y compañero: En la asamblea que celebró esta sección Autónoma se acordó nombrar una Ponencia, integrada por los compañeros Fortuna, Fuentes Bejarano, Barajas, Rayito, Posada y Lagartito, para que redacten el proyecto que debe ser sometido al estudio del Jurado Mixto taurino y del señor ministro de Trabajo reglamentando la entrada, estancia y actuación en España de los toreros extranjeros… Asimismo, se acordó abrir una información por término de ocho días para que los matadores de toros que lo deseen hagan por escrito sus proposiciones relativas a dicho tema, y seleccionadas las que merezcan ser discutidas, se convocará nueva asamblea de sección, a la que asistirán representantes de la Sección Autónoma de Matadores de Novillos y de la unión de Picadores y Banderilleros, cuya solidaridad también se ha acordado recabar… Interesa hacer constar que nuestro proyecto no implica animosidad contra los artistas extranjeros, sino que nos limitamos a proponer la adopción de medidas que en otros países ya están en vigor, y cuyas consecuencias vienen tocando desde hace varios años los toreros españoles… Le saludan atentamente sus afectísimos, seguros servidores. La Junta de Gobierno.

Como se puede leer, desde un par de años antes del rompimiento, ya se planteaban las situaciones que al final de cuentas se hicieron efectivas el 15 de mayo de 1936 en Madrid. Matadores de toros hispanos, movidos por intereses que, hasta donde he podido investigar, no eran precisamente taurinos, pretendían limitar la actuación de nuestros toreros, aunque directamente, no invocaran su nacionalidad.

Una semana después, en el mismo semanario, apareció una respuesta a esa comunicación pública, suscrita por Fermín Espinosa Armillita, Jesús Solórzano, Pepe Ortiz y José González Carnicerito de México, del tenor siguiente:

Los abajo firmados, matadores de toros mejicanos, le agradeceríamos la publicación de esta carta, en la que recogemos una noticia dada a la Prensa en la que se decía que la Sociedad de Toreros Mejicana había elevado un escrito a las autoridades pidiendo no dejaran torear a ningún torero español en Méjico… Nosotros protestamos de tan absurda decisión, estando decididos, y si las autoridades los hubiera sorprendido, a recabar de las mismas la libre contratación como ha existido hasta ahora, aprovechando este momento para salir al paso de los comentarios que aquí se hacen de que en Méjico no dejaron torear a los españoles, o nada más que un número reducido, salimos al paso de tal falsa calumnia, y sólo para justificar que lo que en ésta decimos es cierto apelamos al testimonio de la Empresa que fue en Méjico el año pasado española, y con su residencia en Madrid, para que deje aclarado y en ridículo las versiones vertidas con mala fe, y pudiendo ésta perjudicar los intereses de los toreros, que no se ocupan de nada más que de torear y no de intrigas tanto mejicanos como españoles… Fermín Espinosa (Armillita), Jesús Solórzano, Alberto Balderas, José Ortiz, José González (Carnicerito de Méjico).

Nuestros toreros dejaron bien señalado que, si en alguna forma se llegó a limitar la actuación, al menos en el caso de la capital, de diestros hispanos, fue por la propia empresa española que llevaba la plaza, encabezada nada menos que por Domingo González Dominguín.

La corrida del 14 de mayo del 34 en Barcelona

Sin importarle esos amagos de revolver las aguas, don Pedro Balañá hizo honor a su hospitalidad hacia los toreros mexicanos y para ese lunes 14 de mayo, anunció una corrida de ocho toros, seis de Ramón Mora Figueroa y dos de Mariano Bautista (4º y 7º) para Pepe Ortiz, Alberto Balderas, Jesús Solórzano y Carnicerito de México. La corrida se dio en lunes, debido a que el domingo, en el estadio de Montjuic, se dio una función de boxeo en la que combatieron el alemán Max Schmeling y el vasco Paulino Uzcudun, y calculó la empresa que no habría público para ambos eventos en la misma fecha.

Fernando Sayos Trincherilla, director y cronista de La Fiesta Brava, prologa su crónica del festejo así:

PLEITO FALLADO. Los firmantes de esa desdichada proposición que ha rodado estos días por la prensa, en la que se pedían limitaciones para las actividades artísticas de los toreros mejicanos, han quedado en el más espantoso de los ridículos… Esta corrida ha venido a fallar un pleito que no tenía razón de ser: cartel mejicano “cien por cien”, y, para mayor sarcasmo, organizado para día laborable … ¡Tomen del frasco los protestantes! … Lástima que lo que pudo haber constituido un éxito de taquilla haya resultado un accidente desgraciado para la economía de los organizadores… Fallaron los cálculos de la empresa. Vio ésta en que el match de boxeo celebrado el domingo en el Estadium atraería sobre Barcelona gran número de forasteros y que éstos se quedarían aquí para presenciar la corrida. Y se equivocó. No vino nadie, y si alguien vino se volvió a sus lares por el medio más rápido de locomoción… Resultado fue que la corrida se dio exclusivamente para los de casa y que éstos no juzgaron imperioso dejar sus ocupaciones para ir a la Monumental… Un error de cálculo que debió costar un buen puñado de duros…

Así entonces, nos enteramos de que don Pedro Balañá erró el cálculo y la entrada fue poco menos que deprimente. Pero el festejo se dio y ha quedado para la historia del toreo.

El resultado de la corrida

La actuación más conseguida de la tarde fue, de acuerdo con las crónicas de agencia aparecidas en los diarios madrileños La Libertad y El Liberal, la de Jesús Solórzano, sin corte de apéndices, por el mal manejo de la espada. Del primer diario mencionado copio:

Tercero. – Solórzano da unos lances vistosos, aunque movidos. Se le aplaude en el primer quite. Balderas, en su turno, torea por gaoneras y es aplaudido. Vuelve a torear, haciendo el quite de la mariposa y suena la música. Solórzano coge los palos y clava dos pares de poder a poder, que se aplauden. El toro llega al último tercio muy suave. Solórzano comienza la faena de muleta con una tanda de pases estatuarios por alto. Sigue toreando por bajo, cerca y valiente. Pincha cinco veces y al fin logra media estocada. Siete intentos de descabello para que doble el toro. (Palmas y algunos pitos.) Solórzano da la vuelta al ruedo entre protestas. Se aplaude al toro en el arrastre.

Carnicerito de México cortó la única oreja de la tarde, al octavo, de Mora Figueroa. Trincherilla, de su actuación en conjunto, escribió:

Se creció el hombre, prodigó sus arrestos, mantuvo al público pendiente de sus cosas en todo momento y en definitiva fue quien sobresalió del cuarteto... Banderilleó sus dos toros haciendo alardes de valor y de facultades, entrando por dentro en terrenos inverosímiles; hizo dos grandes quites de gran exposición a un piquero y con la muleta se mostró temerario en la faena del que cerró plaza, dando varios pases, sentado en el estribo emocionantísimos… Su primero le achuchó varias veces, no sufriendo un desavío por puro milagro… Decidido con la espada. Se le ovacionó en su primero, cortó la oreja del último y se lo llevaron en hombros los entusiastas…

Por su parte, El Torero de México, tuvo una actuación de esas que no vale la pena recordar. Al igual que la víspera en Madrid, se le vio falto de sitio y con cierta desgana. 

La tarde de Pepe Ortiz

Dejo aparte la actuación de Pepe Ortiz porque el espacio de la crónica de Trincherilla está dedicado casi todo a él. No tanto a su actuación, sino a la expresión de su deseo de ver las maravillas de las que era capaz El Orfebre Tapatío. Entre otras cosas, escribió:

Alejado la última temporada de la plaza de “El Toreo”, una sola actuación le bastó para que el entusiasmo de aquellos aficionados se desbordara y otorgase a Pepe Ortiz la oreja de oro que se disputaba en esa corrida… Dominguín, gran catador de toreros, testigo presencial de esa grandiosa faena de Ortiz, quedó asombrado ante el maravilloso estilo de este artista y no vaciló un momento en traerlo a España, seguro de que la tarde que el tapatío dé aquí con un toro de su estilo, habrá de consagrarse ante este público como una figura extraordinaria, a la que habrán de rendirse los máximos honores… Pepe Ortiz no ha tenido suerte cuantas veces ha venido a España. Como si sobre él pesara una maldición, apenas pudo lucir destellos de su arte… Y fue una lástima, porque Pepe, salió animoso y tuvo momentos de indudable valor… No tuvo suerte con la espada, pues hubo de pinchar varias veces y en su primero se hizo pesado al descabellar… En el quinto toro, el único que se dejó torear mientras Ortiz estuvo en el ruedo, hizo Pepe un quite con “orticinas” que fue lo más torero que se hizo esta tarde con el capote. Un quite primoroso que fue premiado con una ovación fragorosa… El público lamentó la poca fortuna de Ortiz con el lote que le correspondió y que le imposibilitó de mostrarse el torero fastuoso que ansiaba ver…

Como se puede ver, Fernando Sayos era un incondicional partidario de Pepe Ortiz, apenas habiéndole visto destellos de lo que era capaz de hacer delante de los toros. En el recuento de la historia, diré que es una pena grande que la afición y los públicos de Europa no le hayan podido conocer en plenitud, más de una sorpresa se habrían llevado.

Terminando

Hay cuestiones que no se germinan de un día para otro, ya lo podemos ver. Pero también hay historias que merecen ser contadas, aunque en apariencia no tengan un corolario triunfal. Pero ese lunes laborable de hace 89 años, se produjo un acontecimiento taurino que necesariamente debe constar en los libros de la historia del toreo.

Aviso parroquial primero: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

Aviso parroquial segundo: La lectura taurina de la autoría de Rafael Cueli a la que me refiero al inicio es Tres mexicanos acartelados en Murcia. Boicot del miedo de 1936. Número 74 de la Colección de Lecturas Taurinas de Bibliófilos Taurinos de México A.C. Entiendo que todavía hay ejemplares disponibles y se puede preguntar sobre la forma de adquirirlos a través de las redes sociales de BTM.

domingo, 7 de mayo de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (y XV)

El reconocimiento a los triunfadores

Hierro y divisa de la ganadería del
ingeniero Mariano Ramírez
Al comentar la séptima corrida de la feria, en la que se disputó el Escapulario de San Marcos, hacía mención del hecho de que la fiesta de los toros es víctima de lo que hogaño es llamado la cultura de la cancelación, pues las grandes empresas que antaño se peleaban por patrocinarla, hoy esgrimen un concepto que enuncian como publicidad responsable, en el que cómodamente se refugian para evitar relacionarse por esa vía con la tauromaquia, no obstante que, en lo económico, celebren lucrativos contratos con las empresas taurinas, para comercializar, en exclusiva, sus productos dentro de las plazas. Como se ve, en esa materia aplican una política de ganar – ganar, pues hacia el exterior, no ofenden a sus posibles clientes, pero hacia el interior de la fiesta, siguen medrando y obteniendo importantes ganancias.

Hace medio siglo, una de esas empresas, la Casa Pedro Domecq, cada Feria de San Marcos organizaba un Certamen Taurino en el que premiaba a lo más destacado del serial, otorgándoles trofeos que tenían un importante valor artístico – y también económico – que era un aliciente adicional para los toreros, al interés de triunfar delante de los toros, porque la obtención de uno de esos trofeos tenía resonancia y reconocimiento en todo el llamado planeta de los toros.

Los premios Domecq del San Marcos del 73

Para el serial de 1973, la citada casa vitivinícola puso en concurso cuatro galardones. Dos de ellos se disputarían en el ruedo, como fue el caso del Cristo Negro del Encino, para la novillada de triunfadores del 15 de abril y el Escapulario de San Marcos en la corrida del domingo 29 del mismo mes. La mecánica del otorgamiento de esos premios era mediante la aclamación popular, que ordinariamente coincidía con el diestro que obtenía, dado el caso, el mayor número de trofeos en la tarde en la que se ponía en disputa.

Los otros dos, consistentes en estatuillas obra del escultor mexicano Humberto Peraza, se adjudicarían al triunfador de la feria y al ganadero criador del mejor encierro lidiado en la feria. Para el efecto, se integró ese año un jurado formado por los señores Jesús Ramírez Gámez, doctor Antonio Ramírez González, Francisco Arturo Muro, Ramón Morales Padilla y Salvador Martínez Pedroza, quienes tendrían a su cargo la decisión de designar a los receptores de esas distinciones.

En nota aparecida en el diario El Sol del Centro del día 6 de mayo de 1973, se comenta lo siguiente:

Hoy a las 23:00 horas serán entregados los Trofeos Domecq en el restaurant EL CORTIJO, a los triunfadores de la máxima temporada taurina que ha organizado la empresa del señor don Guillermo González con motivo de la Feria Nacional de San Marcos… Los trofeos son obra del artista y escultor Humberto Peraza, mismo que se estuvieron exhibiendo en el Stand que la Casa Domecq ha montado al final de la Exposición de la Feria Nacional de San Marcos… El presente año ha sido el único con 10 corridas durante la temporada de Feria, gracias al entusiasmo del empresario Guillermo González y la Casa Domecq, inquieta siempre por estimular y premiar a los mejores valores taurinos, culturales, de la charrería y sociales, participa en una forma explícita en todas estas manifestaciones de alegría, premiando: a) Al mejor encierro; b) Al mejor matador; c) Trofeo del Escapulario de Oro, ya entregado a Mariano Ramos; y, d) Trofeo del Cristo Negro del Encino, también ya entregado a José Antonio Picazo… El Jurado Calificador fue integrado por los distinguidos aficionados taurinos, señores Jesús Ramírez Gámez, doctor Antonio Ramírez González, Francisco Arturo Muro, Ramón Morales y Salvador Martínez Pedroza, y de acuerdo con su veredicto, hoy serán entregados los dos primeros trofeos: Al mejor encierro y al torero triunfador de la temporada...

La nota deja ya claro que el Cristo Negro del Encino y el Escapulario de San Marcos ya habían sido adjudicados, respectivamente a José Antonio Picazo El Zotoluco y a Mariano Ramos, en los respectivos festejos en los que fueron puestos en disputa y que, en la velada de esa fecha, se adjudicarían las estatuillas del maestro Peraza, según determinación del jurado.

Los triunfadores designados por el jurado

El triunfador de la feria nombrado por el jurado fue Eloy Cavazos, quien sumó la cantidad de cinco orejas y un rabo en las cuatro tardes que actuó. Los rabos los cortó a los toros Caperuzo, toro que regaló en la tercera del serial y Caporal, en la décima, ambos del ingeniero Mariano Ramírez y obtuvo una oreja de otro de Torrecilla además en la sexta tarde. Por sus compromisos previos, no recibió personalmente el trofeo en la ceremonia.

El ganadero triunfador fue, sin margen para la duda, el ingeniero Mariano Ramírez, quien lidió catorce toros durante la feria, en dos encierros completos, un toro de regalo y otro de rejones. De esos toros, sobresalieron los citados Caperuzo y Caporal, ambos de vuelta al ruedo; otro llamado Cartujo, lidiado en la primera del serial y que a decir del cronista y Juez de Plaza, don Jesús Gómez Medina, merecía al menos el arrastre lento, pero no se lo concedió por no demeritar la labor de Curro Rivera, su matador, y el toro de rejones que enfrentó Gastón Santos el 25 de abril. Así visto, la feria del ingeniero Ramírez fue redonda y resultó ser el gran triunfador de ella.

En el diario El Sol del Centro del 7 de mayo de 1973, se relata lo siguiente:

El Cortijo se vistió de lujo para la entrega de trofeos que donó la Casa Pedro Domecq para esta feria taurina. El ingeniero Mariano Ramírez recibió el trofeo al mejor encierro acompañado de su hija, de manos de “La Morris”, cabeza del cuadro flamenco que actúa en el local… José Antonio Picazo “El Zotoluco” también fue premiado con el trofeo “Cristo Negro del Encino”, correspondiente al mejor novillero de la feria… El trofeo al mejor matador se adjudicó al matador Eloy Cavazos, por los repetidos triunfos durante sus actuaciones en la feria recién concluida… El evento fue presidido por los señores Eduardo Solórzano y Juan Luis Pérez Jaén, acompañados de los integrantes del jurado y de otras distinguidas personalidades del mundo taurino que dieron con su presencia mayor realce a esta magnífica entrega de trofeos…

La información viene ilustrada con muchas imágenes del evento, en las que se aprecia la asistencia de numerosas personalidades de los medios político, artístico, cultural y social de Aguascalientes, lo que refleja que, en ese entonces, ser aficionado a los toros, o dejarse ver con los aficionados a los toros, no era considerado vergonzante, como lo es para muchos, hoy en día.

Fin de fiesta

Así fue como concluyó la arista taurina de la Feria de San Marcos de hace 50 años. El modelo de feria taurina que hoy tenemos ya se había consolidado y, sin que se hiciera público, ya se trabajaba en la edificación de una nueva plaza de toros y los días de la celebración de la feria en la Plaza de Toros San Marcos estaban contados. Nuestra feria había cambiado, para siempre. Y por cierto, este blog vuelve a su normalidad.

sábado, 6 de mayo de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (XIV)

Rafaelillo y Miraflores de Rancho Seco


Hipotético monterazo
: No estoy seguro de que lo que en este apartado hago sea correcto, o siquiera adecuado, pero esto lo dedico a mi amigo, don Carlos Hernández González Pavón, quien seguramente, hace 50 años, acompañó a su padre a esta corrida y la disfrutó, como yo lo hice desde el tendido, junto con el mío.

La corrida del cierre de la Feria, se anunció con la actuación del diestro colombiano Pepe Cáceres, Raúl Contreras Finito y el tijuanense Rafael Gil Rafaelillo, quienes enfrentarían un bien presentado encierro que trajo a nuestra feria don Carlos Hernández Amozurrutia desde Tlaxco, Tlaxcala. Prácticamente en la víspera del festejo, se anunció que se integraba al cartel el Centauro Potosino, Gastón Santos, quien tuvo una destacada actuación el 25 de abril anterior.

La Feria de San Marcos de 1973 tuvo una inusual y no vuelta a repetir presencia del campo bravo de Tlaxcala. El 25 de abril se lidió un encierro de Piedras Negras; el 1º de mayo uno de Coaxamalucan y el día 6 de mayo, fecha que en este momento me ocupa uno de Rancho Seco. Y si he de ser exhaustivo, tanto la corrida que abrió el serial, como la extraordinaria del 5 de mayo, fueron de la ganadería del ingeniero Mariano Ramírez, que en esos días era pura de ese origen, pues se fundó en 1956 con la mitad de la original vacada de Zotoluca, la que hogaño lleva el hierro que originalmente fuera de la fundacional de Tepeyahualco.

El sorteo del encierro fue accidentado, pues un toro, el número 73, que al salir al ruedo sería llamado Miraflores y saldría en séptimo lugar, presentaba en un anca una lesión, que para el ganadero y los apoderados era un mero puntazo o rayón y para don Jesús Gómez Medina, que ocupaba el palco de la Autoridad, podía ser una cornada. Tras de un largo rato de discusión y de observación del toro, que no tenía signos de cojera y tampoco presentaba síntomas de fiebre o de otros daños derivados de una lesión profunda, compatible con una cornada, por lo que el toro fue aceptado condicionado a que de mostrar signos de claudicación en el ruedo o de ser protestado por el público, sería devuelto a los corrales sin miramientos. Afortunadamente eso no sucedió y pudimos ver al toro de la Feria, y de muchas más.

La gran faena de Rafaelillo

Paso sin más a la relación de don Jesús Gómez Medina sobre esta gran tarde:

Rafaelillo y Rancho Seco dieron broche triunfal a la Feria. A la memoria de don Enrique Bohórquez, cronista ejemplar, que supo expresar como pocos “el sentimiento del toreo”; a Eduardo Solórzano y Rafael Rodríguez que, aunque alejados de los ruedos, sienten aún la fiesta a pleno corazón; a Juan Luis y Pepe Pérez Jaén, en cuya afición pervive la savia torera del inolvidable don José Pérez Gómez “Nili”... Fue a la hora del crepúsculo, durante esos minutos propicios al ensueño, ricos en presagios, en los que las sombras nocturnas se esparcen lenta e insensiblemente, prestas a ganar la diaria contienda a los esplendores solares. Durante ese breve lapso crepuscular que oscila entre la luz y las tinieblas y que constituyó, dicen, el marco de las grandes proezas belmontinas... Fue entonces que salió el séptimo de Rancho Seco, sexto de la lidia ordinaria. Se llamó “Miraflores”, tenía el número 73 y era negro, de cabeza acarnerada, tirando a veleto y con cuatro años largos en la boca. Nada más ni nada menos que un toro... “Rafaelillo” – desde ayer, tras la faena a "Miraflores" y mientras prosiga por el mismo camino, don Rafael Gil, torero artista si los hay –, se dio a torear al de Rancho Seco en una serie de lances a pies juntos, en una forma si no del todo clásica, de todas maneras espectacular y brillante, a lo que contribuía la brava acometida de “Miraflores”. Remató con pinturería, y oyó una ovación, la primera de las que luego brotarían en incontable sucesión... “Miraflores”, tras el fuerte puyazo y el trajín de las banderillas, había llegado al final con su bravura intacta, atemperada por el castigo recibido; dócil, nobilísimo, embistiendo con el hocico al ras del suelo; con una alegría, con un estilo, con un “son” extraordinarios... Erguido, sonriente, el chiquillo desafiaba al de Rancho Seco, llevando la faena en la diestra; acometía aquél sobre el señuelo que a su bravura se ofrecía, y brotaba, así, el derechazo lento, pausado, solemne. Cada pase superaba en calidad y en intensidad emotiva al precedente; y el ¡olé! que provocaba subía de diapasón a medida que la serie íbase redondeando... ¡El torero, ebrio de emoción artística, impelido por el fuego creador que crepitaba en su pecho, volcaba sobre la arena todo el profundo sentimiento – ¡“el sentimiento del toreo”! – que albergaba su corazón de artista ansioso de encontrar la fórmula de expresión para su mensaje! Y de los tendidos brotaba de inmediato la réplica, el eco más contundente y halagador para quienes usan coleta: ¡torero!... ¡torero!... clamaban a coro los espectadores, saboreando, ellos también y viviendo con toda la intensidad de que es capaz un aficionado, la gesta que en el ruedo se realizaba... En las alturas, las sombras eran cada vez más densas; pero en la arena había un incendio de arte que bañaba en luz y fuego a “Rafaelillo” y a “Miraflores”... Las series de toreo en redondo, con la derecha se sucedían; la emoción crecía de punto y el ritmo de triunfo aumentaba en la misma proporción en que cada muletazo resultaba más pulido, más templado, de mayor longitud. En algunos de estos, “Rafaelillo” toreó sin ver al burel; ¡tal era su nobleza!, ¡admirable toro de Rancho Seco, embistiendo con idéntica alegría, con la misma claridad, con tan depurado estilo como si en él confluyese toda la sangre bravía de muchas generaciones de bureles próceres!... Tan solo un bache registró la gran faena: fue cuando “Rafaelillo” confundió su condición de torero – artista con la de director de la banda; le perdió la cara al toro, acometió éste y le propinó la voltereta y el susto consiguiente. Mas, en cuento Rafael tornó a ponerse en torero – torero, dejándose de recursos que suelen emplear los mediocres, incapaces de provocar en otra forma la emoción popular, resurgió el bien torear; renació la emoción derivada de la evidencia del arte; y aquel sentimiento del toreo sustituido pasajeramente por la sensación del susto, readquirió la primacía conferida por la plena entrega del gran artista del toreo que es – que ayer fue cumplida plenamente – Rafael Gil “Rafaelillo”... Una entrega que encontró su expresión más dramática en el momento de la estocada: a toma y daca, yéndose sobre el morrillo con la mayor decisión a cambio de salir volteado de manera tan espectacular y peligrosa que provocó hasta la intervención de algunos – como Rafael Rodríguez y Pepe Pérez Jaén – que, como tantos más, desde el callejón presenciaban entusiasmados y extáticos la imprevista proeza. Rafael Gil puso remate a aquella. Y, aunque salió trompicado, al tornar al ruedo, vivió su momento de apoteosis, en unión del ganadero, don Carlos Hernández; las dos orejas y el rabo del admirable “Miraflores”; las vueltas al ruedo entre aclamaciones y a hombros de los capitalistas; las ovaciones, la música; en suma, el fervor popular volcado a sus pies de joven y brillante triunfador... Y para “Miraflores”, el toro que con su bravura y nobilísima condición revivió viejos lauros de su divisa, los honores del arrastre lento en torno a la barrera...

Lo demás de la corrida

El festejo se había desarrollado en un ambiente que medió entre el sopor y la tragedia. Del resto de la corrida unos batallaron para mantenerse en pie y otros fueron la antítesis de Miraflores, pero el primero de la lidia ordinaria fue el que condicionó en gran medida lo que habría de venir. Manolo Pérez, banderillero y compatriota de Pepe Cáceres sufrió una grave cornada al ser prendido y prensado contra el burladero que está exactamente en el tendido de sol, en el otro extremo de la puerta de cuadrillas. Desde ese momento la pesadumbre se apoderó de los presentes y de quienes estaban en el ruedo y ya poco se esperaba del festejo.

Pepe Cáceres y Finito no volvieron a actuar en una de nuestras ferias, y tuvimos que esperar 49 años para volver a ver un encierro de Rancho Seco en nuestras plazas. Y en cuanto a la faena de Rafaelillo, si algún día se hiciera un recuento de las grandes faenas ocurridas en el ruedo de la Plaza de Toros San Marcos, esta es una de las que se deben tomar en cuenta.

Aviso parroquial: Hace 11 años, publiqué una primera versión de este mismo asunto, que pueden consultar, en esta ubicación.

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