domingo, 31 de octubre de 2021

Ignacio García Aceves. A 90 años del inicio de su aventura empresarial

Don Ignacio con Jesús Solórzano
Paco Madrazo y Alberto Topete (1964)
El lunes 19 de octubre de 1931 los diarios de Guadalajara anunciaban el fallecimiento de Carmelo Pérez en Madrid la tarde del día anterior y el de Thomas Alva Edison, en West Orange, New Jersey, también la madrugada de esa víspera. En las páginas interiores, específicamente de El Informador, se daba cuenta de una novillada celebrada en la plaza de toros El Progreso, en la que alternaron Saúl Guaso, Jesús González El Indio y Manuel Molina, ante novillos de La Estancia. Fue una tarde en la que, de acuerdo con la crónica firmada por Tío Castuera, destacaron la clase y el valor de El Indio.

Esa novillada fue organizada por el doctor Ildefonso Zaragoza en sociedad con quien entonces era un joven estudiante del segundo año de la carrera de Derecho, Ignacio García Aceves, quien seguramente no se veía defendiendo causas en los tribunales y buscaba encauzar su existencia por otros derroteros. Allí comenzó ese joven de gran estatura y de ojos claros, una andadura por lo que años después sería llamado el planeta de los toros que duraría más de medio siglo.

Ignacio García Aceves aprendió pronto los intríngulis del manejo de los asuntos de la fiesta, y supo hacerse acompañar en diversas etapas de su vida como empresario, de personajes que le ayudaron a establecer y a dar lustre a la fiesta de los toros en Guadalajara. Nombres como el del licenciado Cenobio González, Miguel Manogrande, Manuel González Pinocho, su inseparable Alberto Topete, apodado El Teco o El Tecolote y en su última etapa don Paco Madrazo Solórzano, fueron cada uno en su tiempo el complemento ideal para resolver las distintas vicisitudes que va presentando el manejo de una empresa de toros.

Remozó y reinauguró dos veces El Progreso y le tocó tomar la amarga decisión de que fuera derruido para dar paso a lo que unos cuantos llaman la modernidad. Llevo a ese ruedo a todas las figuras mexicanas y extranjeras – pueden ustedes nombrar la que se les ocurra, que con seguridad allí estuvo – entre 1931 y 1978 y por supuesto, dio oportunidades a muchos, muchos novilleros que pretendían alcanzar la gloria que dan los toros. Le contó a don Francisco Madrazo Solórzano, para su libro Agotado el Boletaje, que, sin hacer números, él calculaba que en sus primeros 50 años como empresario, seguramente dio más novilladas que corridas de toros. Así se hilaban las cosas en otros días.

La feria de su cincuentenario

Para el mes de octubre de 1981, don Ignacio tiró la casa por la ventana para celebrar el medio siglo que completaba al frente de las cosas de los toros en Guadalajara. Ya no lo hacía en El Progreso, sino en la plaza que, llamada originalmente Monumental de Jalisco, fue rebautizada – malamente al decir de algunos, pues no existe entre ambas relación de causa a efecto – como Nuevo Progreso. Y lo hizo con grandeza. Entre el 17 de octubre y el 1º de noviembre de ese año, ofreció a la afición una novillada y 8 corridas de toros con figuras del toreo de España y México y también con quien era, en ese momento quizás, el mejor rejoneador del mundo.

En ese calendario del 81, estuvieron en nuestro país varios diestros europeos, pero llamó importantemente la atención la presencia en Guadalajara de dos toreros andaluces que, casi recién alternativados, tenían cautivada la atención de la afición española. Ellos eran Juan Antonio Ruiz Espartaco y el trianero Emilio Muñoz. El rejoneador portugués Joao Moura también era otro de los reclamos importantes y vendrían a formar carteles con Mariano Ramos, Manolo Arruza, David Silveti, Jorge Gutiérrez, Miguel Espinosa Armillita y por la torería de la tierra Alfonso Hernández El Algabeño.

Los actuantes en la novillada serían Carlos Vidal, Curro Calesero y Luis Fernando Sánchez y los encierros anunciados fueron de San Mateo, De Santiago, Jorge Barbachano, Santo Domingo, dos de Carranco, San Marcos con una corrida y una novillada y Mimiahuápam. Al final, solamente se lidió una de las corridas de Carranco que fueron anunciadas, pues la que saldría al ruedo el día 31 de octubre fue rechazado en el reconocimiento y fue sustituido por uno de San Mateo.


El resultado de la feria de octubre del 81

El 17 de octubre se lidió una novillada de San Marcos de excelente presentación y en esa tarde Luis Fernando Sánchez cortó la única oreja de la tarde a Vaquerito tercero de la tarde. Al día siguiente, en la corrida del cincuentenario, con toros de San Mateo, se vivió una de las tardes grandes del serial, pues el quinto, Buen Amigo fue indultado tras una gran faena de Manolo Arruza y Jorge Gutiérrez le cortó una oreja al sexto Cumplido. Se lidió uno de Peñuelas, sobrero, sustituto del 7º Caprichudo que se mató al estrellarse en un burladero, le tocó a Emilio Muñoz.

El segundo tramo de la feria inició el 23 de octubre, con un encierro de De Santiago, del que escribió Francisco Baruqui que fueron muy chicos, Emilio Muñoz le cortó una oreja al tercero. El día 24 con toros de Jorge Barbachano, chicos y débiles, Joao Moura dio la vuelta al ruedo en los dos de su lote. Esa tarde se despitorraron tres toros. Y el 25 de octubre, una corrida de Santo Domingo, justa de presencia, pero pareja, variopinta y bien criada. Espartaco dio vuelta en sus dos toros. 

El cierre de la feria inició el 29 de octubre, la corrida de San Marcos, fue calificada por Baruqui como su majestad el toro. Ante ella, Joao Moura dio vueltas al ruedo por fallar con el rejón de muerte. Al día siguiente, toros de Carranco, justitos en presentación. Emilio Muñoz y Joao Moura dan una vuelta al ruedo cada uno. El último día de octubre se lidia una segunda corrida de San Mateo, que sustituye a la de Carranco originalmente anunciada. Joao Moura, Jorge Gutiérrez y Alfonso Hernández El Algabeño cortan dos orejas cada uno y Mariano Ramos se lleva una protestada. Don Luis Ruiz Quiroz consigna que se le entregó a El Algabeño el trofeo Crónica de Plata, pero Francisco Baruqui en su crónica de El Informador no hace mención de ello. La feria cerró el 1º de noviembre, con un encierro de Mimiahuápam, muy terciado, dice Baruqui que tres toros estaban para festival de corto. Lo más destacado de la tarde que Espartaco le cortó las dos orejas al tercero.

Como se puede ver, aunque queda en la memoria colectiva que ese viaje único de Emilio Muñoz y de Espartaco a México de hace 40 años fue desde un punto de vista optimista, discreto, la realidad es que de las crónicas de Francisco Baruqui se puede advertir que tuvieron ambos un par de tardes interesantes, no rubricadas con la espada y por ello el trianero solamente cortó una oreja y el de Espartinas dos en una tarde. 

Fue una pena que no les volviéramos a ver por nuestras plazas cuando estaban en plenitud, pues volvieron nada más a confirmar a la Plaza México, para completar su expediente ya de salida, Espartaco, el 22 de noviembre de 1999 y Emilio Muñoz el 2 de enero de 2000. Así pues, la carrera de ambos, vestidos de luces en México, se reduce apenas a cinco tardes y casi con dos décadas de diferencia entre las cuatro primeras y la última.

El legado de don Ignacio

Don Ignacio García Aceves continuó siendo el empresario de la plaza de toros ya llamada Nuevo Progreso. Lo sería hasta su último aliento, que llegó el 30 de mayo de 1984. Era además ganadero, pues en 1965 se había asociado con José Antonio Llaguno García en la titularidad de los hierros de San Mateo y Pozo Hondo – actualmente San Lucas – cuya propiedad total adquirió en el año de 1980 y en 1970 adquirió la ganadería que fuera de don Miguel Franco y la renombró como San Marcos.

Su trayectoria empresarial durante más de medio siglo sin duda que tuvo sus luces y sus sombras, pero los resplandores son los que más permanecen en la memoria colectiva. Su forma de hacer fiesta en Guadalajara convirtió a su plaza de El Progreso y después a la del Nuevo Progreso, en la que dio festejos desde el 20 de octubre de 1979, en un referente a nivel nacional e internacional. No es en vano, que siempre se tenga por necesario triunfar en Guadalajara para poder acreditarse como figura del toreo en México.

Por estas y otras muchas razones, es que hoy deseo recordar a don Nacho, en la cercanía de los 90 años de sus inicios como empresario de toros y de los 40 de la celebración del cincuentenario de ese fructífero arranque empresarial.

domingo, 24 de octubre de 2021

Ponciano Díaz. El ocaso de un ídolo

En busca de un tema para comentar en esta fecha, una publicación me señalaba que, en sus alrededores, pero en 1895, el diestro gaditano Juan José Durán Pipa – un fijo en los carteles de los primeros años de nuestra plaza San Marcos –, había recibido una alternativa en la plaza de toros de Bucareli en la Ciudad de México. Al intentar localizar la información en la prensa de la época, me encuentro con que sí toreó en ese día, pero que no había recibido ninguna alternativa – ya la tenía – y que, en realidad, la novedad de la fecha fue la presentación en la capital mexicana del torero sevillano José Centeno, completando el cartel Diego Prieto Cuatrodedos y toros de Venadero.

El festejo resultó ser insulso, quizás lo destacado fue que se lidiaron dos toros de cruza española, uno de origen Miura y el otro de Concha y Sierra y otros dos fueron devueltos al corral por mansos. Eran los primeros tiempos de la ganadería de lidia en México y el proceso de selección y definición del toro estaba iniciando apenas.

Pero alrededor de la corrida me encontré una información que estimo valiosa. En el prólogo de la crónica que hace Armando Morales Puente Jindama y que aparece en el diario El Universal del día 27 de octubre de 1895, se contiene una prolija precisión acerca de una misiva de Ponciano Díaz, relativa a su actuación en la corrida del domingo 13 de octubre de ese mismo año, en su plaza de Bucareli, tarde en la que, ante toros de Cazadero, le dio la alternativa a Diego Rodríguez Silverio Chico en presencia de Manuel Calleja Colorín.

La tarde inaugural de 1895 en Bucareli

Nadie podría imaginar que la tarde de ese 13 de octubre sería la última que el charro de Atenco torearía en la capital de México, y mucho menos, siendo él mismo el propietario de la plaza de toros y el empresario de ella. Sin embargo, los sucesos que envolvieron esa última actuación dejan entrever que ya había perdido el favor de aquellos que en su día lo encumbraron, y también, quizás, que el toreo, en su evolución, caminaba en una dirección distinta a la que llevaba la tauromaquia de Ponciano.

El Universal es el único diario que recoge los acontecimientos que trataré de presentar aquí, pues ni El Diario del Hogar ni La Raza Latina, que también se ocupaban de dar espacio a los toros, los refieren. La versión es del invocado Armando Morales Puente Jindama y la réplica del mismo Ponciano Díaz y todo gira alrededor de los brindis que hace el torero durante la lidia de los toros tercero y cuarto de la tarde:

... “Bigotes” recibe los trastos de manos de “Silverio” y tiene la increíble osadía de insultar al público al brindar, diciendo que le “causa satisfaisión” que lo silben en México y otras frases que no pude escuchar bien, porque me lo impidieron las justas y enérgicas protestas de los concurrentes, que llenos de indignación reprobaban la osada conducta del infumable maleta... los silbidos y naranjazos son poco, pues los toma como ovaciones y le causan gusto, placer, según su misma confesión, hecha en el primer “brindis” del domingo, en el que, lo mismo en el que hizo al sol y en las ocasiones en las que fue censurado su trabajo, se permitió insultar al público con palabras soeces, motivos por los que, además de otros, recibió orden del presidente de la corrida de retirarse del redondel, orden que no obedeció, no obstante que se le repitió tres veces y de la que se burló después, siendo por esos motivos multado con cien pesos... Ponciano ha hecho la faena más mala que se haya visto, los aficionados le chillan, y el insolente maleta se desata en insultos e improperios, tan soeces, que serían indignos de una taberna. Y eso a ciencia y paciencia de los gendarmes que estaban en el redondel, que debieron dar parte a la presidencia, si no tenían facultad para reprimir al insultador... Un concurrente arroja al redondel una navaja de barba y otro un peso, para que Ponciano pague al peluquero y vuelven a repetirse escenas de desprecio al público, pues “Bigotes” recoge el dinero y lo avienta a la persona que lo arrojó, profiriendo frases de las que no podemos hacer mención...

Esto aparece en el citado diario el miércoles 16 de octubre de 1895, fecha en la que la crónica se publicó, pues curiosamente en esos tiempos los diarios no salían los lunes y en el del martes, el espacio se dedicó a otros temas. Un punto que dejo aparte, es el que el propio Jindama escribe y es en el sentido de que Ponciano Díaz, en una corrida supuestamente celebrada el 4 de octubre de 1894, salió de banderillero, y por ese hecho perdió su alternativa:

…Ud. Sr. Ponciano se cree maestro porque recibió la alternativa de Salvador Sánchez "Frascuelo" por una galantería tenida para con México, no para con Ud., a quién ni conocían ni tenía mérito alguno para ello... Hoy hace Ud. alarde de ello cuando la tiene Ud. perdida, por haber salido de banderillero en la corrida del 4 de octubre del año próximo pasado...

La corrida se dio el día 7 en realidad y en ninguna de las relaciones de ella que pude consultar, ni siquiera en la del propio Jindama, se relata la presencia del torero charro como banderillero en ella, lo que de suyo hubiera sido un verdadero acontecimiento, así que puedo suponer predisposición o total animosidad del cronista hacia el torero.

La réplica de Ponciano Díaz

Hoy el ejercicio del llamado derecho de réplica es una cuestión candente. En aquellos días quizás no lo era tanto, pero se ejercitaba. Así, en la edición de El Universal del 22 de octubre de ese 1895, apareció publicada una carta de Ponciano Díaz que es de la siguiente guisa:

Sr. Director del diario El Universal

Presente

Muy señor mío:

Por circunstancias dependientes de mi falta de salud, hasta hoy he podido tener una conferencia con el señor revistero que hace las crónicas de las corridas de toros para publicarlas en su eficaz diario, con objeto de rectificar lo que expresó en su revista de la corrida de inauguración en Bucareli, aseverando que yo había faltado de palabra al público; más como me asegura que si asentó esto en la crónica fue porque se lo dijeron algunas personas, estoy en la necesidad de hacerlo saber al público, protestando: que si alguna mala interpretación se ha dado a mis palabras, estas nunca las he proferido con tal intención, sino que, por el contrario, siempre he guardado mi cariño y gratitud de artista, para con la concurrencia que voluntariamente se ha dignado presenciar en las plazas donde he trabajado, lo que mis facultades me han permitido hacer.

Siempre he respetado la opinión del público, por adversa que me sea, pero nunca saldrán de mis labios palabras que lo ofendan. Después de haberme tratado el señor revistero de la manera que lo ha hecho, y darme la explicación que antes he relatado, sólo me resta, señor Director, suplicarle que como muestra de imparcialidad se sirva mandar dar publicidad a la presente en El Universal.

Soy como siempre de Ud. Afmo. y S.S. – Ponciano Díaz

Como se puede ver, el torero afirma que el cronista escribe a través de informes obtenidos de terceros, y deja ver que esos hechos evidentemente bochornosos que narra Jindama no ocurrieron de esa manera y reitera su respeto y admiración por la afición y el público que son al final quienes le han dado el sitio que tiene, y por supuesto, pide una rectificación.

La nueva acometida de Jindama

Decía al principio que el proemio de la crónica de la corrida del 27 de octubre de 1895 en la plaza de Bucareli, es una prolija referencia a este asunto. Morales Puente vuelve a hacer referencia a los hechos del domingo anterior y a los de la carta de Ponciano Díaz publicada el día 22 pasado. Entre otras cosas refiere:

Antes de que refiera lo ocurrido en la tercera corrida de la temporada, mis apreciables lectores me permitirán que haga una digresión ocupándome de Ponciano Díaz… Este, envió una comunicación al señor director de El Universal, carta que, en prueba de seriedad... se publica en el número del último domingo... con el fin de señalar que sostuvo una entrevista conmigo y “con el objeto de rectificar” lo que yo expresé en mi revista; pero se calla que yo, categóricamente me negué a hacer tal rectificación como él lo pretendía... Es cierto que las palabras ofensivas dirigidas por Díaz a algunos concurrentes que censuraban su trabajo mientras estaba en la faena de muerte de su segundo toro, no las escuché; pero las personas aludidas que de ello me informaron, me merecen entera fe y crédito y son incapaces de hacer una impostura... La persona a quien arrojó Díaz desde el “estribo de la barrera al tendido” un peso, acción que por sí sola constituye una falta de respeto, que yo vi y que pudieron ver todos los concurrentes, me ratifica que Díaz no sólo hizo esto, sino que le dirigió frases injuriosas... El Sr. Regidor Icaza, que presidió la corrida de inauguración, impuso a Ponciano Díaz una multa de cien pesos, que por causas que ignoro, se redujo a cincuenta, y el motivo de imposición de la multa no fue otro que el “brindis despreciativo” para el público de México pronunciado por Díaz antes de matar su primer toro... Esa multa se ha hecho efectiva... En cuanto a la parte de su carta en que dice: “siempre he respetado la opinión del público, por adversa que me sea...”, recuerdo estos hechos que mis lectores no habrán olvidado y que no quiero comentar... Se empeño en que a los caballos de los picadores se les pusieran “baberos”; la prensa haciéndose eco del público, protestó contra semejante ridiculez tan inútil como anti – estética... se suprimieron los “baberos” porque el público en masa y unánimemente obligó a que se los arrancaran a los caballos enmedio del redondel, y esto, si mal no recuerdo, se vio precisado a hacerlo Juan Jiménez “El Ecijano”... ¿Con los burladeros?, ¿qué pasó? Igual que con los “baberos”. Inútiles fueron las indicaciones de la prensa, inútiles las protestas del público... El último fue sacado del coso enmedio de la rechifla más estruendosa que se haya escuchado... Y basta de disgresiones; si he hecho las anteriores aclaraciones es porque las he juzgado necesarias y porque deseaba que las cosas quedaran en el lugar que les correspondían...

Como se ve, Jindama acaba por reconocer que algunas cuestiones de su narración original sí le fueron comentadas por terceros de entera fe y crédito, pero reitera que presenció los hechos materiales que denuncia en su crónica y establece su sorpresa de que la multa inicialmente impuesta haya sido reducida a la mitad sin que mediara explicación.

El devenir de Ponciano Díaz

Una parte importante de la crónica de Jindama a propósito del festejo del domingo 13 de octubre, señala esta cuestión:

Los tiempos en que por mal entendido patriotismo le toleraban a Ud. sus “mamarrachadas” ya pasaron, Ud. ha renegado hasta de los patrioteros y espero que probará las consecuencias... Los cien pesos que le impusieron a Ud. de multa me parecen poco... Al que no entiende “por buenas”, se le hace entender “por malas”... Al terminar la corrida, el Sr. Icaza mandó a los médicos de plaza que reconocieran el estado de Ponciano y que le rindieran su dictamen... Ponciano, si tiene amor propio, creo que no volverá a salir en ninguno de nuestros redondeles, pues si lo hace, es probable, casi seguro que se armará una bronca, pues el público está muy indignado con su descortés conducta...

Al final de cuentas resultaría ser que esa corrida inaugural de la temporada 1895 – 96 sería la última vez que Ponciano Díaz pisara un ruedo de la capital mexicana vestido de luces. La cuestión de que el regidor Icaza enviara a los médicos a examinar al torero de Atenco, me sugiere que sus problemas con la bebida ya eran evidentes, y fueron los que, al final de cuentas, terminaron con su existencia poco después de haber cumplido los 40 años de edad.

Ponciano Díaz, sin embargo, seguiría toreando por las afueras. Se refiere que toreó su última tarde el 12 de diciembre de 1897, menos de medio año antes de morir, en Santiago Tianguistengo, muy cerca de su lugar de nacimiento, intentando matar tres toros él solo, pero que únicamente alcanzó a finiquitar al primero, pues durante la lidia del segundo perdió el conocimiento y ya no pudo concluir el compromiso.

El torero charro de Atenco falleció el día 15 de abril de 1899.

domingo, 17 de octubre de 2021

18 de octubre de 1931. Muere Carmelo Pérez en Madrid

Carmelo Pérez
Cª 1920 Foto: Casasola
Carmelo Pérez
había recibido una de las cornadas más terroríficas que registra la historia del toreo el 17 de noviembre de 1929 en El Toreo de la Condesa, cuando Michín, de San Diego de los Padres, sexto de un festejo en el que alternó con Antonio Márquez y Pepe Ortiz le prendió en los primeros escarceos de la lidia y le envió a la enfermería, de donde las noticias que salían eran contradictorias y casi todas de tono funesto. De eso ya me he ocupado por esta Aldea aquí y aquí.

La oportuna intervención de los médicos Javier Ibarra, José Rojo de la Vega y Carlos Herrera Garduño salvaron la vida de Carmelo, pero en una situación en la que la medicina carecía de los avances que hoy tiene, la ausencia de equipos de diagnóstico y de antibióticos, convirtieron en un verdadero via crucis la recuperación del torero de Texcoco. A ese propósito, cuenta Guillermo H. Cantú:

Al despertar de la anestesia, Carmelo constató una cosa: el infierno no habían sido las cornadas tremendas de “Michín”, sino la penosísima, lenta e incompleta recuperación que en esos instantes se iniciaba… En 1929 aún no existía la penicilina ni otros antibióticos, la fístula de la espalda hubo de ser controlada con métodos prolongados como dolorosos. Una a una, las costillas del costado derecho de Carmelo fueron extirpadas… No fue únicamente tener que respirar con un solo pulmón, ni cargar el resto de su ya corta vida apósitos de algodón para dar volumen a aquél medio torso disimulado y supurante… sino además “un sufrimiento todavía mayor y para el que Carmelo necesitó echar mano de toda su hombría y de toda su fuerza de voluntad: desacostumbrarse a la droga, a la morfina, a base de la cual había vivido medio año”. ¡Y también lo logró! …

Los médicos que le atendían, advirtieron a Carmelo que era necesario guardar reposo absoluto para completar su recuperación y permitir en un futuro la reparación de la fístula que se generó a causa de la cirugía a la que se le sometió para reparar las heridas de la cornada. Pero el torero tenía otros planes al parecer, y en cuanto sintió las fuerzas suficientes se puso a prepararse para reaparecer, haciendo ejercicio para recuperar la condición física y haciendo toreo de salón.

Así, logra volver a presentarse en El Toreo de la Condesa el 4 de enero de 1931, alternando con Luis Freg y Manolo Bienvenida ante toros de La Laguna. En esa campaña actuaría otras cuatro fechas, los días 11 y 18 de enero y el 8 y el 22 de febrero, fecha esta, que representaría su última actuación en la capital mexicana. Ya tenía en mente viajar a España, decía él, para hacerse ropa de torear y conocer aquellas tierras.

Pero antes, el 15 de febrero, en Guadalajara, alternando con Juan Espinosa Armillita y José Olivera Pepete, realizó una faena por naturales al quinto de la tarde, de Zacatepec, que en la versión de quien firmó como Tío Castuera en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, fue de la siguiente guisa:

El lugar de honor lo ocupó un toro que hizo honor a la ganadería: el toro de seda, el que se ha llevado la palma de nobleza y bravura... Era cárdeno, entrepelado y ostentaba en sus lomos el número 44... Su faena portentosa es la siguiente. Tres ayudados por abajo, un natural, luego otro, otro y otro que hacen que el público se ponga de pie para aplaudir. Cambia de mano la flámula y luego vienen cinco naturales más, girando suavemente sobre los talones para quedar colocado en una nueva suerte. El delirio viene, y para saborear más la faena intercala uno de costado... tres naturales más, uno de costado y como si no bastara el sinnúmero de pases naturales, nos brinda la oportunidad de verlo embarrarse el toro en la cintura cual se tratara de sedosa paja. Cuatro naturales dados durmiéndose el matador en la cara del burel, cinco más... “Ya esto es torear como en la gloria”, decían al unísono los espectadores estupefactos... Viene para rubricar la muerte de su toro una estocada que tumba sin puntilla. El público pidió las orejas y el rabo...

La realidad, de acuerdo con Cantú, es que Carmelo tenía la idea de ir a confirmar su alternativa en Madrid y hacer una campaña en forma por aquellas plazas, encargándose de sus asuntos allá don Domingo González Mateos Dominguín. Enterados sus médicos de su intención de viajar, le volvieron a recomendar reposo y sobre todo el evitar que se sometiera a alguna cirugía de la fístula del tórax, pues las complicaciones posoperatorias previsibles, serían fatales.

La alternativa en Toledo

Las alternativas recibidas en México no fueron reconocidas en España durante muchos años, así que los toreros mexicanos y en general, quienes las recibían aquí, tenían que volver a hacerlo en una plaza de allá para poder actuar como matadores de toros. La de Carmelo Pérez se programó para el 6 de junio de ese 1931, en Toledo. Era la tradicional Corrida del Corpus. Originalmente estaba puesto como su padrino Gitanillo de Triana, pero el 31 de mayo anterior Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero acabó a plazo con su vida en Madrid y se contrató para sustituirle a Manuel Jiménez Chicuelo. El testigo sería un torero de la tierra llamado Domingo Ortega. Los toros fueron del Conde de Antillón antes de Ildefonso Sánchez Rico, de origen Contreras.

El encierro al final no se lidió completo. Uno de los toros, el que sería primero de la tarde, murió en los corrales y fue sustituido por uno de Terrones – nombrado Presidente –, del mismo origen – los Sánchez Rico eran descendientes del ganadero salmantino, don Juan Sánchez de Terrones – y hago esta aclaración porque en la obra de Cantú se repite con insistencia la presencia de encierros parchados cuando de la actuación de toreros mexicanos en España se trata, como una mala jugada de los taurinos de allá. No hubo tomate en la sustitución del toro, ni fue del agarradero el sustituto, las cosas, como son.

Esa tarde, aparte de incompleto, el juego de los toros dejó que desear. Al tercero se le condenó a banderillas de fuego. La actuación de Carmelo fue vista así por Recorte, cronista del diario La Libertad de Madrid, aparecido al día siguiente de la corrida:

El alternativado Carmelo Pérez no estuvo muy afortunado en el reparto, y de aquí que el resultado de su actuación no respondiese a lo que nos habían prometido sus mentores y nuestros compañeros del país de Moctezuma. Quizá la diferencia de temperamento en el ganado, unido al desentrenamiento que motivó una convalecencia de cerca de un año, a consecuencia de una gravísima cornada que recibió, y por añadidura el desconocimiento del carácter de nuestro público. Influyese en cierto apocamiento, azoramiento o preocupación que observamos en el nuevo matador… Sin embargo, le vimos ceñirse extraordinariamente con el capote y templar, ejecutando algo así como aquel lance que se denominó el «puente trágico», y en esto fue ovacionado… Luego, con la muleta, estuvo demasiado breve en el toro de la alternativa; dos muletazos tan solo, porque vio el mejicano que el enemigo no estaba para adornos. Al sexto, que ofrecía peligro por el lado derecho, le dio tres soberbios muletazos de pecho por el lado izquierdo, «haciendo la estatua». Matando estuvo muy breve también…

Una cirugía a destiempo y el final

Después de la corrida de Toledo, Carmelo Pérez decidió ponerse en las manos del renombrado cirujano Jacinto Segovia para intentar librarse de la fístula torácica que tanto le molestaba. Ello a pesar de que ya desde antes de salir de México se había advertido que era una cirugía de muy alto riesgo. Pocos se enteraron de la intervención. Refiere Cantú que David Liceaga le contó que pasó un día por el sanatorio del doctor Crespo a interesarse por el estado de salud de Gitanillo de Triana y que allí se le informó que el que iba en franca mejoría era un paisano suyo el que tenía nombre de mujer… 

Salido del hospital comenzó el proceso de recuperación, advertido de nuevo de que el reposo absoluto era importantísimo para salir adelante. Pero un espíritu indómito como el de Carmelo Pérez no sabría mantenerse quieto. En cuanto pudo, salió a pasear por las calles de Madrid, comenzó a hacer vida social, incluso, llegó a conocer a Federico García Lorca – afirmaba el Negro Muñoz – y añoraba recuperarse plenamente para poder volver a México y retomar las cosas donde las había dejado pendientes.

Recurro de nuevo a la versión de Cantú:

El 15 de septiembre, como todo mexicano en el extranjero que se respete, Carmelo asistió a la Embajada de México para conmemorar la Independencia y dar “El grito” junto con sus compatriotas… La “siguieron” toda la noche… Regresaron a la pensión de la Carrera de San Jerónimo, donde vivía, pasadas las seis de la mañana, entonando con la guitarra los nostálgicos versos de “Canción Mixteca”: “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido…”… Se metió en la cama para recuperarse de lo que parecía un fuerte resfriado, y durante 30 largos días rumió su última cita con el dolor y la frustración… entre una respiración que se iba haciendo más dificultosa y unos recuerdos cada vez menos claros, su vida se fue apagando…

La prensa de Madrid se ocupó con alguna profusión del hecho, aunque casi todos los diarios que pude consultar reproducen el mismo boletín de prensa. La nota que me parece más lograda es la de La Libertad, salida el 20 de octubre siguiente, que entre otras cosas cuenta:

El domingo, a la una de la tarde, le visitó, como de costumbre, el doctor Rozabal, que se había encargado de su asistencia, y le encontró con bastante fiebre.

Carmelo dijo al doctor que pasaba muy malos ratos y que sólo descansaba cuando se le aplicaba alguna inyección de morfina. Rogó al médico que diera la orden oportuna para que le aplicaran otras. El doctor Rozabal le contestó que su ayudante quedaría encargado de aplicarlo el calmante pedido. Entonces Carmelo, al ver que el doctor se marchaba, le dijo a su mozo de estoques:

«Raspa», acompaña al «doctorcito» hasta la puerta.

Cuando el «Raspa» volvió al lado de Carmelo, éste había muerto...

El siguiente paso sería el traslado de los restos de Carmelo a su lugar de reposo definitivo. Problemas, principalmente quizás de índole económica, dilataban – y quizás imposibilitaban – el traslado a la Ciudad de México. Los toreros mexicanos allá en España, en trance de regresar a enfrentar sus campañas en ruedos nacionales, no contaban con los recursos líquidos para afrontar un asunto de esa naturaleza, pero providencialmente, el Papa Negro, don Manuel Mejías Bienvenida, salió al quite. Así se publicó en El Heraldo de Madrid del 22 de octubre de ese 1931:

Un rasgo del Papa Negro

Los parientes del infortunado diestro Carmelo Pérez enviaron un cablegrama en el que exponían su deseo de que los restos del lidiador fuesen enviados a Méjico, su país natal. Anunciaban la remisión de los fondos necesarios; pero transcurrían las horas y el dinero no llegaba. Y como para la operación de embalsamamiento y otros gastos se precisaba una suma importante, los amigos del torero, ante la imposibilidad de sufragarlos, renunciaron a satisfacer los naturales deseos de la familia de Carmelo. Don Manuel Mejías, padre de los matadores de toros Manolo y Pepe Bienvenida, tuvo noticia de lo que ocurría e inmediatamente se puso en relación con D. Román Mercelian, apoderado del diestro fallecido, y le facilitó diez mil pesetas, que era la cantidad que se precisaba para trasladar a Méjico el cadáver de Carmelo Pérez.

El rasgo de Bienvenida, padre, ha sido muy elogiado por la afición y los toreros.

Así fue como los restos de Carmelo Pérez pudieron salir a México el 1º de noviembre para regresar a reposar a la tierra que lo vio nacer. Fue inhumado el día 13 de ese mismo mes.

domingo, 10 de octubre de 2021

10 de octubre de 1965. Joel Téllez El Silverio recibe la alternativa en Palma de Mallorca

El Silverio en Las Ventas
Archivo Santos Yubero
Madrid 1964
A inicios del año de 1959 comenzó a sonar por los medios de información de la fiesta el apodo de un novillero de Monterrey que parecía usurpado de una gran figura de la tauromaquia mundial. Le llamaban El Silverio y no por su hacer en el ruedo, sino porque físicamente guardaba parecido con el Faraón de Texcoco. Se había presentado en la Monumental de su tierra y pronto se acomodó en el gusto de sus paisanos junto con Fernando de la Peña, Abraham Saucedo y Julio Garza, toreando entre los cuatro el grueso de los festejos menores de ese calendario.

El año siguiente visitaron la llamada capital industrial de México otros novilleros como Mauro Liceaga, Guillermo Sandoval, Víctor Huerta o Carlos Peña Peñita, quienes animaron el ambiente allí. Es importante hacer notar que, en esa etapa temporal, en Monterrey se daban más novilladas que corridas de toros y que los encierros que en ellas se lidiaban, eran casi todos de ganaderías de la región. Es en ese 1960 que se presenta en Guadalajara, logrando actuar en El Progreso en seis tardes ese calendario.

En 1961 El Silverio llega a la Plaza México, presentándose allí el 16 julio, para alternar con Jesús de Anda y Guillermo Sandoval en la lidia de novillos de la Viuda de Miguel Franco. Su primer novillo se llamó Charro. Actuaría en 6 festejos en la capital ese año, combinando sus presentaciones allí con las dos que hizo en Guadalajara, destacando la del 19 de noviembre, en la que cortó el rabo al novillo Maragato de Peñuelas y las cinco de Monterrey, además de otras en plazas como Puebla o Nogales. 

Entre 1962 y 1963 sumaría otras 26 novilladas en las plazas México, El Progreso y Monumental de Monterrey, compartiendo cartel con los punteros de la novillería mexicana como los ya nombrados Fernando de la Peña, Mauro Liceaga, Guillermo Sandoval, Américo Garza Romerita, Martín Bolaños, Víctor Huerta, Gabino Aguilar o Jesús Solórzano. En total en ese lustro, sumaría alrededor de unas sesenta novilladas en plazas de México.

A propósito de su hacer en los ruedos, escribió Daniel Medina de la Serna:

Un novillero con bastantes cualidades era Joel Téllez… Tuvo un buen debut, pues tenía clase y hondura, sin dejar de tener buena técnica… Era un torero que manejaba muy bien el capote…

A la conquista de España

Para el año de 1964, El Silverio tenía puesta la mira en los ruedos hispanos. Consideró, junto con quienes llevaban su carrera, que estaba en el punto de desarrollo profesional adecuado para emprender una campaña novilleril allá y recibir una alternativa con fuerza en una plaza de importancia. Aunque desde varios años antes, se le mencionaba como candidato a hacer la travesía, como se puede apreciar de esta entrevista realizada al doctor Alfonso Gaona por Francisco Narbona y publicada en el número de El Ruedo, aparecido en Madrid el 19 de octubre de 1961:

¿Qué toreros mejicanos pueden interesar aquí?

Bueno... Hay muchos, ¿sabe? Están los consagrados... Todos ellos están en buen momento. Luego han surgido otros que se han situado en pocos meses a la cabeza del escalafón...

Y entre los novilleros, ¿hay muchos nombres carteleros?

También. Están Mauro Liceaga (primo de los otros toreros de ese apellido), Martín Bolaños, Sandoval, Diosdado, «El Silverio», Luciano Contreras...

Esa primera campaña constó de once festejos y comenzó tarde, porque al estarse preparando en el campo salmantino, sufrió una voltereta y la fractura de uno de los huesos del brazo derecho, por lo que no pudo presentarse sino hasta el 7 de junio en el Puerto de Santa María. Destacaron sus actuaciones en Córdoba, Haro, Barcelona, Málaga y las dos en Madrid.

A propósito de la tarde de su debut en Las Ventas, Alfonso Navalón escribió para El Ruedo de Madrid, en su número del 11 de agosto de 1964, lo siguiente:

Debutaba «El Silverio», novillero mejicano, que dibujó un quite por chicuelinas, portento de lentitud y armonía. Un bello cuadro de arte que dejó en la tarde monótona el perfume de lo auténtico. Volvió el mejicano a torear con excelente corte de capote a sus dos novillos. Luego las dos faenas se perdieron entre las destempladas arrancadas de los moruchos. Pero cuajó unos derechazos cadenciosos y con buen temple. Matando se queda en la cara...

Otros novilleros mexicanos que actuaron en aquellas plazas en ese año fueron Jesús Delgadillo El EstudianteJuan Anguiano, Juan de Dios Salazar y Antonio Sánchez Porteño.

En 1965 sus actuaciones en el escalafón de novilleros fueron menos, apenas seis. Destacan las de Palma de Mallorca, Zaragoza, San Sebastián y Requena. Los otros mexicanos aspirantes a la alternativa fueron Manolo Espinosa Armillita, Raúl Contreras Finito, Juan de Dios Salazar, Jesús Solórzano y Mario de la Borbolla.

Cerca del cierre de la temporada se anunció que El Silverio recibiría el grado de matador de toros. Sería el 10 de octubre en el Coliseo Balear de Palma de Mallorca. Sería su padrino el ecijano Jaime Ostos y fungiría como testigo el chiclanero Emilio Oliva. Por delante iría el caballero de la Puebla del Río, Rafael Peralta. Para el efecto se prepararon tres toros de Manuel Francisco Garzón, dos de Sepúlveda de Yeltes y uno de los herederos de María Montalvo para la lidia ordinaria y un novillo de Bernardino Giménez Indarte para el rejoneador.

Los triunfadores de la tarde fueron el caballero en plaza que cortó las dos orejas del que le tocó en suerte y Joel Téllez El Silverio, que cortó la oreja al toro de su alternativa y que fue al final de cuentas la única de la tarde para los toreros de a pie. La relación del festejo, enviada por el corresponsal del semanario El Ruedo, y aparecida en el número del 12 de octubre siguiente, cuenta lo que sigue:

Tomó la alternativa de manos de Jaime Ostos el novillero mejicano El Silverio, quien después de un escaso número de novilladas ha pasado al escalafón superior por decisión personal con vistas a los contratos de su patria. Con el toro de la ceremonia estuvo valiente y después de una estocada le concedieron la oreja. En el último bien pudo repetir el premio, de no haberle fallado el estoque; pero necesitó cuatro pinchazos y todo quedó en palmas…

Como se ve, a pesar del poco comedimiento del corresponsal del semanario madrileño, El Silverio dejó la puerta grande entreabierta la tarde de su alternativa.

El regreso a México

De vuelta a suelo patrio, se presenta el 13 febrero 1966 en El Toreo de Cuatro Caminos. Lo hace en un cartel importante en el papel, pues alterna con Luis Procuna, César Girón y Paco Pallarés, con un encierro de Matancillas. Al final de cuentas la tarde se torció, sopló viento de principio a fin, los toros sacaron muchas complicaciones y el que mejor librado salió fue Girón, que apenas dio una vuelta al ruedo.

Su presentación en Monterrey sería el 15 mayo, pero no en la plaza Monumental, sino en el Lienzo Charro, donde con motivo de la Exposición Agrícola y Ganadera se dio una corrida de toros en la que alternaron los rejoneadores Felipe y Evaristo Zambrano y a pie Felipe Rosas y El Silverio mano a mano ante un encierro de Santoyo. La presentación en la plaza Monumental se dio hasta el 5 de septiembre alternando con Finito y Eloy Cavazos. Los toros fueron de Santa Martha y Finito regaló uno de Mimiahuápam.

Confirmaría su alternativa en la Plaza México el 10 marzo de 1968, apadrinándole Mauro Liceaga, y siendo testigo Antonio Lomelín con una corrida de Zotoluca. Acerca de esta tarde, Daniel Medina de la Serna refiere que a pesar del poco sitio que mostró, le realizó una buena faena a Gladiador, 5º de una tarde de mucho viento y polvo, lo que le valió regresar al siguiente año.

Regresó a la gran plaza el 9 febrero 1969, en un cartel que formó junto con el rejoneador Gastón Santos, Joaquín Bernadó y Raúl García. Los toros fueron de Mariano Ramírez, uno de La Laguna para rejones y otro de Peñuelas que regaló El Silverio.

Don Neto, en su crónica escrita para la agencia AFP y aparecida en el diario El Informador de Guadalajara el 10 de febrero de 1969, reflexionó:

“El Silverio” que no había estado muy bien en su primero, en el que fue cogido dramáticamente, quedando con el terno destrozado, pero sin herida alguna, toreó bien con el capote y mucho mejor con la muleta en su segundo… Hubo pases de gran clase, temple y valor, la faena fue corta, pero la calidad del joven diestro fue mucha. Ovación final… En su afán de alcanzar el triunfo total, regaló un manso, bronco, difícil y peligroso ejemplar de Peñuelas con el que se mostró valiente, voluntarioso, enterado, siendo despedido con fuerte ovación...

La temporada final

La última campaña en la que El Silverio vistió de luces fue la de 1972, toreó seis festejos en Monterrey, Villa Acuña, Caxuxi, Ciudad Acuña, Torreón y Cadereyta, esta última, una corrida nocturna verificada el 16 de septiembre, en la que mano a mano con Roberto Ortiz El Fotógrafo, enfrentaron cuatro toros de La Ronda. En este festejo Joel Téllez cortó la única oreja de la noche y la última de su trayectoria vestido de luces.

Hoy con este repaso por su trayectoria recuerdo el aniversario 56 de su alternativa. 

Aviso Parroquial: Agradezco a mi Patrón don Francisco Tijerina el auxilio prestado para verificar algunos datos aquí expresados. Y también a Sergio Peraza, por la misma clase de apoyo. Los resaltados en el texto de Alfonso Navalón, son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en su respectivo original.

lunes, 4 de octubre de 2021

Ruiz Miguel y Gallero de Miura. 50 años (II/II)

José Martínez Limeño
Foto: El Mundo

José Martínez Limeño

De Sanlúcar de Barrameda, fue alternativado en Sevilla el 29 de junio de 1960. Un torero que se distinguió por sus buenas maneras y por su porte, del que Paco Aguado escribió en su obra Figuras del siglo XX:

Fue siempre con elegancia, con el empaque de su figura y con la quietud de su planta, no con aspavientos ni alardes de pretendida valentonería, como el sanluqueño se fue haciendo ese marchamo de solvente ‘especialista’ en corridas duras, sobre todo en la Maestranza, allí donde su nombre se unió para siempre al de las corridas de Miura: las mató durante siete ferias de Abril, con un balance total de once orejas cortadas. (…) Limeño, como el anterior titular de su apodo, aquel eterno compañero de los inicios de Joselito El Gallo, no llegó a grandes cotas numéricas, pero solo el orgullo de esos logros sevillanos le habrán bastado para sentirse satisfecho de una carrera más que respetable.

De la relación de Paco Aguado podemos deducir, además, que aparte de ese buen hacer ante los toros, Limeño era dueño de un buen oficio para lidiar toros, porque mantenerse en un sitio en el que con frecuencia se tiene que enfrentar encierros a de esos a los que se les cuelga el sambenito de ser duros, requiere que el torero que los enfrenta sea poseedor de un conocimiento técnico superior al de la media.

Ese camino generalmente hace madurar a los toreros más lentamente, pues hay más percances y más acertijos que resolver, así, Limeño tardó casi una década en instalarse en el gusto y en el corazón de la afición hispalense, como veremos enseguida.

Desorejando corridas de Miura

Pepe Limeño fue a Sevilla en abril del 68 le cortó dos orejas al quinto Miura de la tarde, escribiendo, en palabras de Filiberto Mira, un verdadero poema épico. Ese triunfo, rotundo, le valió obtener la Oreja de Oro que anualmente concedía el diario Sevilla al triunfador de la feria abrileña.

En abril del 69, nuevamente en la de Miura, el 20 de abril, vestido de salmón y oro se entretuvo en cortarle las cuatro orejas a los toros de su lote, que por su orden fueron Cuidadito y Herizo y por segundo año consecutivo le sería adjudicada la Oreja de Oro del diario Sevilla.

La década de los setenta le vería de nuevo con los toros de Miura y otra vez saldría con las orejas de Cumbrero y Judío, los que integraron su lote. La corrida fue buena y también sus alternantes les cortaron orejas a los que les tocaron en suerte. Limeño se fue por la Puerta del Príncipe y los otros dos por la de la Calle Iris… De nuevo se le concedió a Limeño la Oreja de Oro del diario Sevilla.

El hasta cierto punto fatídico 1971

Tres grandes triunfos consecutivos, logrados todos ante toros de Miura, le generaron a Limeño el derecho de estar una vez más en los carteles de la Feria de Abril de Sevilla. La empresa Pagés, que le apoderaba, le acomodó en dos tardes, la del 22 de abril, con toros de Arranz, El Cordobés y José Luis Parada y la segunda, el día 25, fin de feria, de nueva cuenta con los de Miura, con Andrés Hernando y Florencio Casado El Hencho.

La primera corrida fue la única que toreó Limeño. En los actos previos a ella se produjeron una serie de hechos que dejaron al torero sin voluntad de seguir actuando. Así lo cuenta Paco Cañamero en su portal Glorieta Digital:

La jugada sucia contra Limeño comienza por la mañana al amañarse el sorteo a sus espaldas y no informarle nadie de ello hasta que, por la tarde, en la plaza, comprueba cómo salen cuatro toros muy cómodos de Arranz para sus dos compañeros y, sin embargo, en su turno saltan al ruedo dos sobreros fuera de tipo. Nada más salir su primer toro, Limeño incrédulo por lo que sucedía, se dirige a su peón de confianza y éste le confiesa el fraude que le habían ocultado…

El propio diestro, décadas después, le contó su versión a José Ignacio de la Serna, en los siguientes términos:

El Cordobés tenía tanto poder que se negó a sortear. Eligió los toros más bonitos, le dejó otros dos a Parada y a mí me reservaron dos torazos muy feos y astifinos que ni siquiera eran del mismo hierro. Yo no sabía nada, ni lo podía imaginar, pero cuando salió el segundo de mi lote me mosqueé. Que en una corrida te toque el más serio entra dentro de lo normal, porque a alguien le tiene que tocar. Pero ¿los dos y de otro hierro? No tenían nada que ver con la corrida. Luego en el hotel Colón uno de mis banderilleros me lo contó. Pensó que yo lo sabía…

Efectivamente, el primero de la tarde, aunque el encierro anunciado fue de Manuel Arranz, fue de Ramón Sánchez y el cuarto, aunque del hierro titular, desentonaba con el resto de la corrida. Quizás, se pensó, como Limeño era torero de la casa, tragaría sin chistar, pero el camino de esta historia fue bien distinto.

La entrega de la Oreja de Oro

La Oreja de Oro que el diario Sevilla entregaba cada año al triunfador de la feria del anterior, según votación de sus lectores, correspondió por tercer año consecutivo a Limeño. Así, el evento protocolario se anunció para la noche del 24 de abril en la caseta de la Asociación de la Prensa sita en el Real de la Feria. Se informó por los otorgantes del premio, que, en esta oportunidad, en lugar de otorgar una Oreja de Oro, se entregaría un Rabo de Oro, dado que Limeño ya se había llevado las dos orejas en los certámenes anteriores.

En el acto de la entrega, Limeño anunció que se iba de los toros por los hechos ocurridos en el sorteo de la corrida del día 22, denunciando el fraude del que fue objeto. La prensa de la época intentó silenciar la denuncia, aunque el ABC de Sevilla del día siguiente, en la nota alusiva a la entrega del premio, algo deja ver:

...Por último, Limeño dio las gracias con emocionadas palabras. Destacó la trascendencia del premio, que le ha sido otorgado tres veces, y afirmó que era «la última oreja y el último rabo que le concedían», porque ciertos «hechos de trastienda» relacionados con la corrida que toreó en la Maestranza anteayer, lo impulsaban a la retirada. Dijo que el festejo mencionado era el último, al menos por el momento, y quizás definitivamente. Tras su inesperada declaración, reiteró su gratitud sincera…

Por supuesto, las fuerzas vivas de la fiesta se confabularon para encubrir el suceso. La Hoja del Lunes de Sevilla presenta una versión higienizada y edulcorada de la retirada de Limeño y por otra parte, en la entrevista que treintaitantos años después concedió al nombrado José Ignacio de la Serna y publicada en la revista Taurodelta, se ve que el propio gobierno del Estado Español aportó lo suyo para evitar que se corrieran esos hechos de trastienda de la fiesta, como dice el diario ABC:

Cuando lo denuncié, la prensa dijo que Pepe Limeño se había vuelto loco y estaba ingresado en un manicomio… Me dejaron vendido. Pero no solo la prensa. Una persona que no quiero nombrar, con un cargo de mucha responsabilidad en Sevilla, me dijo: “Ya es usted mayorcito. Usted sabrá lo que dice”. Entonces sentí la impotencia y la rabia más grande del mundo. Todos se callaron. Nadie tuvo el valor de defenderme. Me pusieron una multa por denunciar aquella injusticia. Incluso estuve en comisaría. Allí, otro señor con poder, fuera de sí, se me arrancó con ademán de pegarme un rodillazo en la entrepierna. ¡Qué humillación…!

Y es que, al final de cuentas, la carrera taurina de Pepe Limeño dependía en una importante medida de Diodoro Canorea, que era el mandamás de la casa Pagés, que era la que lo apoderaba y también de El Cordobés que lo llevaba de telonero y que para ese 1971 le tenía firmadas algo así como treinta corridas. Ese arranque de dignidad profesional y humana, le vino a costar la carrera al torero de Sanlúcar.

Lo que siguió

Ante esos hechos, como decía al principio de este mamotreto, Pepe Limeño no salió a torear a los Miura el 25 de abril. Cosa curiosa es que los diarios sevillanos de esa fecha, seguían manteniéndole a la cabeza de los carteles anunciadores del festejo. Los malpensados afirman que se dejaron así con la intención de devolver el importe de la menor cantidad de entradas posibles.

Por esa razón y quizás sin saber la causa, la noche del día 24 o quizás la madrugada del 25, fue que se le avisó a Francisco Ruiz Miguel que torearía esa corrida en sustitución de alguien. Y le tocó la lotería y despegó una carrera que le hizo figura del toreo.

Pepe Limeño no duraría en el paro muchos días, pues el 2 de mayo ya estaba toreando en Toledo. Allí le dijo a Carlos Briones, de El Ruedo salido a los puestos el 4 de ese mes, entre otras cosas, lo siguiente:

Un grave problema de carácter moral es la clave de todo, comienza diciendo. Han dicho que estoy loco. No es verdad. El grave problema que me afectó – y que me gustaría contarle, pero no puedo – me hizo reaccionar en consecuencia. Unos buenos amigos me aconsejaron que no hablara. Y creo que han acertado plenamente. Yo nunca dije que me retiraba definitivamente, sino que lo hacía por una temporada... De verdad que Manuel Benítez no tuvo la culpa, aunque se ha dicho por ahí que fue el único culpable... Tengo seis corridas firmadas. No sé qué haré. Esto está cada vez más complicado. Yo tengo tres hijos a los que, sin remedio, debo defender. Algún día... Me gustaría decirle... Ya se aclararán las cosas...

Al final del día se vería que ya le quedaban pocos paseíllos por hacer a José Martínez Limeño. Se dedicaría después a ser veedor de toros y era uno de los buenos. Falleció en su Sanlúcar, el 18 de diciembre de 2015.  

domingo, 3 de octubre de 2021

Ruiz Miguel y Gallero de Miura. 50 años (I/II)

Francisco Ruiz Miguel
Hoy se debe lidiar la corrida de Miura en la Feria de San Miguel de Sevilla, que este año caótico, se convirtió en un sucedáneo de la Feria de Abril. La intención de estos apuntes es el recordar una hazaña que hace unos meses cumplió medio siglo de haberse realizado y por otra parte, el dejar patente que también a los encierros llamados – mal por cierto – por todo el mundo, como duros, también se les pueden cortar las orejas y triunfar con ellos. 

Unos las contratan, otros las torean…

El día de San Marcos de este año se cumplió medio siglo de que Francisco Ruiz Miguel cortara lo que es, hasta hoy, el último rabo concedido en la plaza de toros de Sevilla. Y el discípulo de Rafael Ortega ni siquiera estaba anunciado para torear esa corrida de Miura que cerraba la Feria de Abril del 71 con Andrés Hernando y Florencio Casado El Hencho. Es más, si se revisa la prensa hispalense del día del festejo, se podrá ver que todavía la mañana de la corrida se publicaba el cartel ofrecido originalmente a la afición, encabezado por el torero sanluqueño José Martínez Limeño.

Unas décadas después Ruiz Miguel, que el torero que quizás ha toreado más corridas de hierros considerados duros, como el que pasta en Zahariche o el de Victorino Martín, le contaba lo siguiente a José Ignacio de la Serna para la revista Taurodelta:

...Tenía 21 años, llevaba dos como matador de alternativa y era la primera vez que me ponía delante de uno de Miura. Le corté las dos orejas y el rabo. El último rabo que se ha cortado en la Maestranza de Sevilla. Recuerdo que ni siquiera en el campo había toreado una vaca de este hierro. Estaba muy nuevo y apenas tenía oficio. Pero mi maestro, Rafael Ortega, antes de torear me dio un consejo que me sirvió mucho, me dijo que me olvidara del hierro, y que la clave del éxito estaba en que el toro se fuera para el desolladero sin haberme visto. Antes que yo, él también había cortado un rabo a uno de Miura en Sevilla… Recuerdo que no estaba anunciado en el cartel original, así que la víspera me llamó mi apoderado para decirme que íbamos a Sevilla a matar la de Miura. “¿La de Miura?”, le pregunté. “Sí, ¿Pasa algo?”, me contestó muy enfadado. “Nada, nada, sólo preguntaba” …

Honesta la confesión de un torero que a partir de ese momento cambió el rumbo de su destino. Que apenas un par de años antes se había presentado en la Maestranza y en el San Isidro anterior había confirmado en Madrid en una tarde pasada por agua y en la que estuvo “interesante” ante una complicada corrida de Osborne. Iniciaba la ascensión de la cuesta y la pendiente parecía ser empinada.

El cierre de la Feria de Abril del 71

Como le contó a José Ignacio de la Serna, la noche anterior Ruiz Miguel fue llamado para sustituir a Limeño en la corrida de Miura. La versión oficial fue que José Martínez no actuaría por enfermedad, habiendo presentado parte médico. Y así lo consigna la cabeza de la crónica de Manuel Olmedo Don Fabricio II, en el ABC de Sevilla, publicada el martes 27 siguiente:

Plaza de la Real Maestranza de Caballería. Decimotercera y última corrida de feria. Un toro de don Fermín Bohórquez Gómez, «Aceitero», negro zaino, para el rejoneador Fermín Bohórquez Escribano, y seis de don Eduardo Miura. Primero, número 95, «Tomate», negro listón, 549 kilos; segundo, número 100, «Gallero», negro bragao meano, 521: tercero, número 149, «Espigado», cárdeno salpicado, 526 kilos; cuarto, número 127, «Boquituerto», de igual pelo, 520 kilos; quinto, número 77, «Boquerón», negro bragao meano, 535 kilos; sexto, número 63, «Gañafote», cárdeno salpicado, 605 kilos. Espadas: Andrés Hernando, Ruiz Miguel, sustituto de Limeño, ausente por enfermedad, y Florencio Casado «El Hencho».

El gran éxito de Ruiz Miguel sucedió con el segundo de la tarde, Gallero, al que le cortó el rabo. Las crónicas son en su mayoría coincidentes en la importancia de la faena que le realizó. En la Hoja del Lunes de Sevilla del día siguiente del festejo, sin firma visible, se escribió:

Desde hace mucho tiempo, en la corrida de Miura, no se mataba un toro recibiendo. Hoy hemos visto esta suerte antigua, pero maravillosa, ejecutada por un torero moderno, casi con cara de niño, valiente hasta la temeridad, cual es Ruiz Miguel, que protagonizó una jornada inolvidable. El toro fue su colaborador, porque era muy bravo, pero él supo sacarle el máximo partido, llegó a la cumbre, entre clamores de la multitud. De capa y de muleta, poniéndolo en suerte, ganándole terreno, con parsimonia y arte, Ruiz Miguel nos demostró cuáles son sus cualidades artísticas y cuánto el valor que posee. Había brindado la faena a la plaza, y aceptó la responsabilidad, saliendo a jugárselo todo en pos del triunfo. Su faena con la franela, bellísima toda ella, fue coreada con olés, y, al final, en el momento sublime de la entrada a matar, aún nos sorprendió más en su forma de hacerlo, citando a la res, que se vino pronta tras la espada que casi entera quedó enterrada en su morrillo. La muerte sin puntilla, espectacular en grado sumo, elevó más aún el rango de la faena. Y para él fueron las dos orejas y el rabo, que esta vez, estamos seguros, hasta el propio presidente, señor Mediano, los entregó con sumo gusto...

Por su parte, el ya invocado Don Fabricio II, relata desde su tribuna, lo que sigue:

Un bravo toro de Miura y un prometedor torero, en feliz conjunción, en armoniosa inteligencia, han dado la nota cumbre de la Feria. «Gallero» se llamaba el toro; Ruiz Miguel fue su afortunado matador. El animal embistió incansablemente y con el mejor son del principio al fin de su lidia, de su bella lidia, promotora de un caluroso entusiasmo. Ruiz Miguel aprovechó cumplidamente la boyantía del toro, que tomó bravamente dos varas. El joven isleño jugó el capote con arrogancia y temple en verónicas de la mejor ley y compuso una enjundiosa y vibrante faena de muleta, a tono con las condiciones del extraordinario toro. En los medios desarrolló el lucido trasteo, iniciado con dos ayudados altos y uno de pecho sin enmendar la posición de la erguida figura. Ruiz Miguel explayaría luego con superlativo acierto, con decisión y buen arte, toda la teoría del toreo fundamental, esmaltada de airosos adornos, entre ellos un pase rodilla en tierra, de singular prestancia. La gallardía y la calidad se aunaron y complementaron en el excelente trasteo al noble, al suave toro, siempre bien toreado, siempre embebido en el engaño. Citó a recibir Ruiz Miguel, y, marcando admirablemente los tiempos de la bellísima suerte, clavó en los rubios, parte del acero. Fue una estocada perfecta, realizada con destreza y tino superlativos, deslumbrante colofón de la extraordinaria faena. El joven matador obtuvo, con plena justicia, las dos orejas y el rabo de su bravo y dócil colaborador, toro de bandera, al que se otorgaron merecidamente los honores póstumos de la vuelta al ruedo en el arrastre...

Incluso, el cronista difícil de convencer, como lo es don Antonio Díaz – Cañabate, terminó conforme con la actuación del torero de la Isla ese domingo 25 de abril. En la edición madrileña del diario ABC, salida el martes 27 siguiente, entre otras cosas, escribió:

El miura era un toro con estilo. Recta, sostenida, alegre su embestida. Metía la cabeza en la muleta y la seguía como si no tuviera el cuello largo ni instintos de rufián que pelea buscando la ventaja, como si desconociera la leyenda miureña. En una palabra, embestía como lo que era: un toro bravo, noble y pastueño. Ruiz Miguel no tenía más remedio que darse cuenta. ¡Ay!, pero de esto ahora no puede uno fiarse. Una cosa es que los toreros se den cuenta del toro y otra que lo toreen dándose cuenta de cómo lo torean, porque ya sabemos que casi todos los actuales trabajan mecánicamente. La inspiración, tan remisa en acudir cuando se la necesita, descendió próvida a la muleta de Ruiz Miguel. El toro encontró a un torero y la faena fue de entera colaboración. Toro y torero se entendieron, y de la compenetración surgían los pases, a los que se unía el temple y el mando del torero, el arte y la obediencia del toro... La excelente faena (justa, medida y cabal) culmina con perfección más aquilatada, con una gran estocada dentro de las estrictas reglas de la suerte de recibir... Al fin hemos visto en toda su pureza esta difícil, y hoy muy rara suerte, premiada con las dos orejas y el rabo. Al toro se le dio la vuelta al ruedo...

La triunfal Feria de 1971

La feria sevillana de 1971 concluyó bajo el signo del triunfo. Fueron trece los festejos y en ellos obtuvieron actuaciones resonantes Curro Rivera, quien debió salir por la Puerta del Príncipe el 18 de abril; Curro Romero, que se llevó tres orejas en dos tardes, José Luis Parada, que cortó dos orejas en  las tres corridas en las que actuó. También alguna oreja suelta cortó El Cordobés. Por el capítulo de los rejoneadores, don Ángel Peralta se llevó un rabo en las alforjas en la matinal del 24 de abril y don Fermín Bohórquez otras dos orejas en el festejo que en este momento me ocupa.

De acuerdo con el doctor Carlos Crivell, el rabo concedido a Ruiz Miguel era el decimocuarto otorgado en la Maestranza desde 1939 y apenas el segundo cortado a un toro de Miura en ese lapso de tiempo. El anterior se lo había cortado a Tormenta su maestro, Rafael Ortega, el 20 de abril de 1956 – tarde en la que se quedó con media corrida por cornada de Gregorio Sánchez – y el inmediato anterior lo había cortado Diego Puerta, al colorao Gallineto, número 114, del Marqués de Domecq, el 26 de abril de 1968. 

El día de mañana continuaré con estos apuntes…

Aviso parroquial: El resaltado en el texto de Don Fabricio II, es obra exclusiva de este amanuense, pues no obra así en su respectivo original.

domingo, 26 de septiembre de 2021

Hoy hace 75 años. Confirma su alternativa en Madrid Juan Estrada

Juan Estrada
Colección Dr. Antonio Ramírez G.
Hay toreros a los que les cuesta más salir adelante. Algunos por las cornadas, otros porque tardan en entrar en el ánimo de los públicos y otros, porque tienen mala suerte. Visto en retrospectiva, creo que el de Juan Estrada es uno de estos últimos casos, pues, aunque debutó en El Toreo de la Condesa desde el año de 1934, no es sino hasta diez temporadas después que logra salir triunfador y con el derecho de ser alternativado allí mismo. Y es que, en sucesión cronológica, le tocó competir con Lorenzo Garza, El Soldado, Fermín Rivera, Ricardo Torres, Silverio Pérez, Eduardo Solórzano, Calesero, Carlos Arruza, Cañitas o Félix Guzmán, hasta llegar al año de 1943, en el que, junto con Gregorio García, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Luis Briones y Guerrita completó una de las temporadas novilleriles más importantes de la historia de ese coso.

Juan Estrada, fue el ganador de la Oreja de Plata de ese 1943. La disputo el 17 de octubre, mano a mano con Jesús Guerra Guerrita y novillos de Peñuelas. Le cortó el rabo a Cobijero, en tanto que Guerrita obtuvo la oreja de Capuchino. Se despidió de novillero en El Toreo el 14 de noviembre de 1943, en solitario, con 6 de Xajay, cortándole el rabo al sexto, Chilpayate. El 12 de diciembre siguiente, hizo matador de toros Carlos Arruza, delante de Gregorio García al cederle los trastos para matar al toro Collaritos de La Laguna.

La campaña española de Juan Estrada en 1946

Inició su andar por ruedos hispanos en Barcelona el domingo 11 de agosto para lidiar toros de Vicente Muriel y dos de Lamamié de Clairac (7º y 8º) junto a Mario Cabré, Rafael Llorente y Luis Mata, también debutante. El primer toro que mató se llamó Tendero, cárdeno, número 36, segundo de la tarde y le cortó la oreja. Eso le valió volver una semana después, con Manolo Escudero, Julián Marín y toros de Juan Pedro Domecq, tarde pasada por agua, en la que solamente pudo saludar un par de ovaciones.

La confirmación madrileña de Juan Estrada cerro un ciclo de ceremonias que se iniciaron ese calendario con las alternativas primero, de Guerrita, en Corella; de Antonio Toscano, en Barcelona; y de Ricardo Balderas, en Bayona y también las confirmaciones de Calesero, Luis Briones y el ya nombrado Antonio Toscano. Así, para el jueves 26 de septiembre de 1946 se anunció un encierro salmantino de don Alipio Pérez Tabernero para Antonio Bienvenida, Pepín Martín Vázquez y Juan Estrada, quien confirmaría su alternativa.

La corrida fue accidentada en el renglón ganadero, porque el encierro presentado por don Alipio no se lidió completo. Los dos del lote de Pepín Martín Vázquez fueron devueltos al corral y uno de los sustitutos, reemplazado también. Al final, se lidiaron cuatro del hierro titular, uno de Hoyo de la Gitana (3º) y otro de José María Soto (6º). La reflexión de quien firmó como El Cachetero en el número de El Ruedo, salido a los puestos el 4 de octubre siguiente, es en este sentido:

Cualquier divisa salmantina de las de cartel tuvo en años pasados la virtud dudosa, pero efectiva al fin, de llevar consigo una especie de garantía. Ya que ninguna de sus condiciones de bravura, poder o trapío podían lucir, sino mal cumplir apenas, al menos dejaban ancho campo libre al lucimiento de los toreros... Aún conservan algunos vestigios de esa exclusiva cualidad... pero en conjunto, esquilmado el filón en aras de una desaforada competencia mercantil, no resta sino una pura ruina de mansedumbre y escasez no paliada por nada. Ejemplo: la corrida de Alipio D. Sanchón del jueves...

El primero toro de la corrida se llamó Hurón – una familia destacada en casa de don Alipio – y con él, el toricantano realizo lo siguiente, en palabras de Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, publicadas en su tribuna del ABC madrileño del día siguiente del festejo:

Méjico nos daba ayer a Juan Estrada. ¿Qué se le ofreció al mejicano en esa tarde tan lleno de responsabilidades, tarde de historia? Pues, primeramente, un toro de ancha testa y de afilados, aunque cortos pitones. Tendió su capa el mejicano con valeroso arte y en su honor escuchamos las aclamaciones primeras. El toro se aplomaba. Así, quedado, lo tomó a la verónica en el primer quite, dibujando los lances formidablemente, empapando en las chicuelinas al "ralentí", que levantaron una tempestad de aplausos. El toro se vino abajo. Bienvenida le dio la alternativa a Estrada. Seguía el animal quedado y al embestir comenzó a acostarse sobre el lado izquierdo. Fueron buenos y a conciencia empalmados los pases que dio por el lado derecho. La faena del mejicano, casi sin toro, se desarrolló del tercio al centro y terminó por dentro. Teniendo que hacerlo él todo, pues ya hemos dicho cómo el toro se quedaba, mato de dos pinchazos y una estocada, Estrada quedaba hecho matador de toros en España...

Por su parte, el citado Cachetero, en el número de El Ruedo mencionado antes, reflexiona lo siguiente del conjunto del festejo:

El jueves la corrida se deslizó por el tobogán del mal ganado. Dos toros se retiraron al corral. Otro se quebró las patas, y la mitad restante fue, sobre floja de remos, mansa y sin trapío. A Pepín Martín Vázquez le correspondieron dos sobreros. Pepín levantó el espectáculo y la tarde a fuerza de valor y salero con el primero de ellos, de Hoyo de la Gitana, manso y con tendencia a la huida. Tan bien estuvo Pepín, que por esta vez hasta le podemos perdonar ese estoque de aluminio que acaba siempre hecho un garabato. Porque lo importante fue que tras haber lanceado muy bien, se metió a muletear al manso, que huía de su sombra, y lo sujetó a base de corazón, citándole con la izquierda, desafiándole en todos los terrenos y empalmando – uno aquí, dos allá – unos naturales llenos de emoción y plasticidad. El toro, en chiqueros, acabó por tomarle la muleta, y allí coronó Pepín su labor, abrochándola con molinetes y desplantes, y, sobre todo, cuando Rubichi le entregó el de verdad, con una gran estocada que tiró al toro sin puntilla. Las orejas que le concedieron y las ovaciones grandes estuvieron plenamente justificadas. El sobrero de Soto no aceptó siquiera la pelea del anterior, y Pepín tuvo que trastearlo por la cara con valor y serenidad, matándolo bien. Le aplaudieron y salió a saludar al tercio.

Los dos espadas restantes, neófito y padrino de alternativa, no llegaron a triunfar. El mejicano Estrada posee valor y un toreo corto, a vueltas con los pases en redondo con los pies juntos. Con la capa, unas chicuelinas y unas verónicas le valieron aplausos. Y el cabeza de terna, Antonio Bienvenida, fracasó por falta de voluntad, de lo que se resiente tan a menudo el edificio de su arte. No quiso o no pudo sobreponerse a las condiciones adversas, toreó de oficio y mató muy mal…

Efectivamente, el triunfador de la corrida fue el macareno Pepín Martín Vázquez, que cortó las dos orejas al sobrero de Hoyo de la Gitana corrido en tercer sitio y el primer espada, don Antonio Bienvenida, tuvo una de esas tardes de las que más vale no acordarse y para el toricantano, Juan Estrada, poca tela para cortar hubo también, pero dejó patentes sus cualidades, según se lee en las crónicas de esa época.

El devenir de Juan Estrada

El torero de Ayotlán, Jalisco, cerró su campaña española del 46 con 7 tardes, la mayoría en ferias y plazas de importancia, pues actuó en Valladolid, Logroño, Albacete, Salamanca o Barcelona. A su regreso a México se presentó como matador de toros en la Plaza México el 9 de marzo de 1947, acartelado con Fermín Espinosa Armillita y Félix Briones siendo su primer toro en ese ruedo Cantor, de Santín.

A partir de allí las cosas no le rodarían de la manera esperada y renunciaría a la alternativa, para volver como novillero a la gran plaza de Insurgentes el 4 de mayo de 1947, alternando con Anselmo Liceaga y Ángel Perea en la lidia de novillos de Xajay, torearía 3 tardes esa temporada y recibiría una segunda y definitiva alternativa el 5 de septiembre de 1948 en Tijuana, donde lo apadrinó Silverio Pérez, en presencia de Jesús Guerra Guerrita lidiándose un encierro de Ibarra.

Juan Estrada seguiría en activo hasta entrada la década de los sesenta, incluso, llego a alternar en un festejo con Manuel Benítez El Cordobés. Esto fue el 25 de febrero de 1964 en Uruapan, Michoacán, cuando junto con Jorge Medina, Paco Rodríguez y Gabriel Soto, lidiaron entre los cuatro cinco toros de Rodrigo Tapia y uno de Valparaíso. Ese día el Mechudo mató dos y los cuatro espadas restantes, uno cada uno.

También es de destacar que Juan Estrada tiene una calle a su nombre, en las inmediaciones de donde estuvo ubicado el extinto Toreo de Cuatro Caminos, entre las calles Ponciano Díaz y la Avenida Transmisiones Militares, en una zona denominada Residencial Lomas de Sotelo, en Naucalpan, Estado de México, donde las calles tienen nombres de toreros, a más de los nombrados, como Juan Silveti, Vicente Segura, Carnicerito, Luis Freg, Manolete, Ricardo Torres o Carmelo Pérez.

Juan Estrada falleció en la Ciudad de México el 20 de marzo de 2004.

domingo, 19 de septiembre de 2021

Rodolfo Gaona y el llamado pase del centenario, a un siglo y poco más vista…

Anuncio del primer abono madrileño 1919
A veces el fenómeno de la imagen captada en movimiento o en vista fija le da más trascendencia a un hecho que el que le conceden sus autores o partícipes. En corrillos y tertulias de vez en vez surge, a mi juicio de manera fantasmagórica, cuando se habla de las suertes creadas por diestros mexicanos, la mención del llamado pase del centenario, dado, se afirma por algunos, originariamente por Rodolfo Gaona, en los festejos del Centenario de la Consumación de la Independencia de México en el año de 1921.

Y digo que es fantasmagórico el aparecer del concepto, porque es una suerte que poco o nada se ha prodigado en los ruedos de México y del mundo, de cuya ejecución en El Toreo de la Condesa hay unos cuantos cuadros de película filmados por don Salvador Toscano y afortunadamente divulgados por la UNAM, con la orientación y asesoría de don Julio Téllez García y José Francisco Coello Ugalde y alguna borrosa fotografía en la que el Petronio aparece ejecutándola. Y si hablamos de narración escrita, menos aún, según veremos adelante.

El último triunfo madrileño de Gaona

Sabido es que el año de 1919 fue aciago para el Indio Grande en España y principalmente en Madrid. Pero el domingo 27 de abril de ese año, prácticamente un mes antes de la debacle ante Barrenero de Albaserrada, tuvo una tarde de gran éxito, en la que incluso cortó una oreja, de esas que sí valían. Alternó con el señor Curro Martín Vázquez y con José Flores Camará en la lidia de toros del Duque de Veragua. El quinto de la corrida se llamó Vizcaíno y la crónica de quien firmó como El del Extrarradio en El Imparcial madrileño del día siguiente del festejo, entre otras cuestiones dice:

El mexicano toma los palos, y en el mismo sitio en donde le ocurrió el percance último, desafiando a la res desde la barrera, clava un par magno, limpio y artístico… Luego hace una bonita salida en falso, y después prende otros dos pares al cuarteo, formidables por la preparación y ejecución… El público ovaciona entusiasmado y pide al torero que ponga otro par, y, en efecto, Gaona, con permiso de la autoridad, clava el cuarto excelente par… El primer pase alto es magnífico, y la faena que sigue enorme. Altos con ambas manos, un natural, dos preciosos pases gaoneros, como las gaoneras, o de frente por detrás... Las ovaciones van seguidas a los pases. El diestro, siempre cerca, parado y sin quitar la vista del bicho; y el bicho noble, sencillo, una manteca… Gaona entra rápido y pone una estocada defectuosa; pero más tarde, tras de dos pases, arreando de cerca, derecho y despacio, mete un volapié superiorísimo… La ovación es clamorosa, y el torero mejicano corta la oreja del noble bicho…

Es el único cronista que advierte ese toreo de frente por detrás, como las gaoneras con la muleta de Gaona. Y si no, véase lo que escribió el preclaro Clarito en su tribuna de El Liberal de la misma fecha:

Banderillear no es lo mismo que muletear; muletear no es igual que matar, ¿verdad? Pues fué lo mismo, porque no cabía mejor. Lo mismo de bonito... y aún más emocionante. Con los pies juntos, juntos, jugando del hombre no más que la cintura y los brazos, instrumentó Gaona un pase de pecho sobre la derecha, y después un magnífico ayudado por alto y tras él un natural, y allí ya alternando el público con el torero, aquél en los olés y en los aplausos, y éste haciendo gala de su escuela finísima de toreo, ahora en pases cambiando la muleta por la espalda y rematando en molinetes vistosos, en los que el diestro giraba en la misma cara del bruto, y luego en pases de rodillas y después en pases por alto, allí se escribió una de esas que, acaso con algo de hipérbole, se llaman «epopeyas» taurinas…

De este asunto agregaré que Paco Media Luna, en su crónica del semanario El Toreo, señala que Gaona pidió al desolladero la cabeza de Vizcaíno, de pelo melocotón, para conservarla.

Los festejos del centenario de 1921

Las distintas entidades de la administración pública se afanaron en organizar eventos para conmemorar el primer siglo de la consumación de la independencia nacional. Una de ellas fue la Secretaría de Relaciones Exteriores, a cargo de don Alberto J. Pani, que fue la que incidió directamente en estos hechos. Verduguillo, en su obra Tres Décadas de Toreo en México, cuenta que por voz de don Martín Luis Guzmán, se estableció lo siguiente:

Queremos que dentro del programa preparado figuren dos corridas de toros, y que ustedes las organicen. Quedan en absoluta libertad para contratar toreros, comprar toros, etc., en la inteligencia de que todas las barreras desde la primera hasta la quinta fila, así como los palcos, quedarán a disposición de la Secretaría de Relaciones para sus compromisos diplomáticos... En la siguiente entrevista con Rodolfo nos manifestó cuáles serían los carteles. En la primera corrida, Gaona, Gregorio Taravillo “Platerito”, que andaba por aquí de paseo visitando unos parientes que tenían una joyería en la calle de Motolinía, y Samuel Solís. En la segunda, los mismos Gaona y “Platerito” con Carlos Lombardini...

Benjamín Flores Hernández, en una comunicación al XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles, titulada Rodolfo Gaona en las corridas del centenario, 1910 y 1921, describe el programa de la corrida del 20 de septiembre, segunda del ciclo pedido por la SRE y que en lo medular dice:

«Plaza de toros ‘El Toreo’. Martes 20 de septiembre de 1921, a las 4 p.m. Gran corrida de toros organizada por el Comité Ejecutivo de las Fiestas del Centenario. Dedicada a los delegados extranjeros que nos honran con su visita, y el honorable cuerpo diplomático residente. Concurrirá el C. presidente de la República, sus secretarios de estado, los altos funcionarios de la Federación y los miembros de las delegaciones extranjeras. Distinguidas señoritas de nuestra mejor sociedad serán reinas de la fiesta. Toros de primera clase de San Diego de los Padres estoqueados por Rodolfo Gaona, Gregorio Taravillo «Platerito» y Carlos Lombardini. Sombra $5.00. Sol $2.00»

El festejo contó con la asistencia del presidente Álvaro Obregón, de quien se dice, llevó de compañero de tendido a Ramón del Valle Inclán y que aplaudían en collera, pues eran ambos mancos, según cuenta Ignacio Solares:

«Buen humor el de don Ramón. En una foto que siempre conservó Obregón estaban los dos en la Plaza de Toros de la Condesa, aplaudiendo juntos, cada uno con la mano que le quedaba, ya que Valle-Inclán era manco del brazo izquierdo y Obregón del derecho».

Las crónicas del festejo no están disponibles para su consulta a distancia. Benjamín Flores Hernandez refiere lo siguiente acerca de ese festejo de hace un siglo:

Para la ocasión, tuvo el Indio Grande la genialidad hasta de presentar una nueva suerte torera de su invención, a la que no pudo menos que bautizarse con el nombre de la celebración: fue el pase que se llamó precisamente «del Centenario», y que era como una gaonera, colocado el engaño por detrás del diestro, sólo que con la muleta y llevando al toro por el lado derecho…

La suerte, como ya lo había señalado antes, ha quedado perpetuada por la filmación de Salvador Toscano, recopilada en el DVD Los orígenes, 1896-1945: Cine y tauromaquia en México, segundo de una serie de cuatro sobre el tema producidos por la filmoteca de la UNAM y al que me he referido ya por aquí.

El devenir de la suerte

Poco recorrido ha tenido el llamado pase del centenario en los ruedos de México. Gaona ni siquiera lo menciona en su libro de memorias Mis Veinte Años de Torero, aunque recuerda en un par de líneas la buena tarde madrileña del 27 de abril de 1919. Horacio Reiba refiere (La Jornada de Oriente, 20 de septiembre de 2010), que en alguna ocasión lo ejecutó Lorenzo Garza, pero a pies juntos.

La mención más reciente que encontré fue la que hace Jorge F. Hernández, en una crónica imaginaria de un festejo suspendido de la Feria de San Isidro, en el que debieron actuar Eugenio de Mora, Juan Bautista y Octavio García El Payo, publicado en su blog del diario madrileño El País el 10 de mayo de 2016 y allí cuenta:

Octavio se recreaba con el son de lentitud mexicana, inspiración de los olés largos o alargados que se acostumbran en México ante la embestida más aborregada o en sosiego de toros evidentemente más chicos (desde que Hernán Cortés lanceaba ganado navarro para conmemorar la caída de la Gran Tenochtitlán) y así, el antiguamente llamado Payo intercaló “Riverinas” y “El pase del Centenario”, la “Arrucina” y “Sanjuaneras”, en honor de Fermín Rivera, Rodolfo Gaona, Carlos Arruza y Luis Procuna, como dictando en voz alta algo que a Madrid parece que se le olvida: de México llegaron muy buenos innovadores del toreo, no sólo de capa, sino con muletas encendidas, citando al hilo del pitón sin necesariamente tener que exagerar el adelantamiento de la pierna contraria, jamás codilleando o echando la patita pa’atrás y todo como quien se deja dormir con la letra de un bolero que hasta parece tango…

De todo lo anterior deduzco que el pase del centenario es más parte del imaginario colectivo de la fiesta y su afición, que del acervo de suertes que la componen. Sí. Rodolfo Gaona ejecutó el muletazo al menos en un par de tardes señaladas, pero fue una especie de suerte de autor, no arraigó y no se apropiaron de ella los demás para llevarla a sus personales tauromaquias.

Sin embargo, este 20 de septiembre se cumple un siglo de que la consumación de la independencia nacional se conmemoró con toros y en ella se presentó a la afición mexicana una suerte que para ella era nueva. 

Aviso parroquial: Los subrayados en los textos de El del Extrarradio, Benjamín Flores Hernández y Jorge F. Hernández son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

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