domingo, 8 de abril de 2012

8 de abril de 1962. Muere Juan Belmonte


Manuel García Santos, periodista jerezano que llegó a México al término de la Guerra Civil Española y que se quedó entre nosotros pa’ los restos, fue cronista titular del diario El Sol de México de la capital mexicana y fundó y dirigió varias publicaciones semanarias. La más destacada fue El Ruedo de México, que pretendía en una gran medida, ser una especie de espejo del que se editaba en Madrid por las mismas calendas y aunque su vida fue más corta, su aprecio por la afición mexicana fue muy grande, dada la calidad de la información que contenía.

García Santos publicó en 1962 un libro sobre la vida de Juan Belmonte, titulado Juan Belmonte. Una vida dramática, en el que recoge en alguna medida el testigo de lo que dejara escrito Manuel Chaves Nogales en Juan Belmonte. Matador de Toros, porque cubre, aunque sea de manera apretada, la vida del Pasmo de Triana a partir del momento en el que se cierra la extraordinaria biografía de Chaves Nogales, hasta el momento de la muerte del revolucionario del toreo.

Hoy se cumple medio siglo de la desaparición física del torero de la Calle Ancha de la Feria, considerado trianero porque allí se crió y porque de allí salió a los ruedos. Del libro de García Santos, extraigo algunas partes del último capítulo, relativo al último tramo de la vida de Juan Belmonte, que espero encuentren de interés y que sirva para recordar a este inmortal de la fiesta:

Yo tengo una gran amistad con Andrés Martínez de León. Andrés es, sin género de dudas, el mejor pintor de asuntos de toros que tiene España. Sevillano, lleno de gracia y de una inteligencia privilegiada, Andrés, que conoce a la fiesta por dentro como nadie y tiene ojos de lince en la plaza, ha captado con el embrujo torero de su lápiz los mejores momentos de Joselito, de Rafael “El Gallo”, de Gaona, de Juan Belmonte..., ¡de todas las figuras del toreo!  
Visitábamos en Sevilla, Belmonte y yo, una exposición de cuadros de Andrés, y llegamos a uno en el que, bajo un cielo anubarrado y lleno de presagios, en pleno campo andaluz, con luces precursoras de tormenta, aparece un caballista muerto, con la mirada vuelta hacia aquel cielo de plomo. Está el caballista entre el caballo que montaba y un toro que aparece en primer término a la izquierda.  
El significado era claro. Un toro había acometido al jinete en pleno campo y el jinete, al no poder dominar al caballo, cayó desmontado y sin conocimiento – muerto quizá – mientras el toro autor de la tragedia permanece quieto, pronto a arrancarse sobre el caído si hace algún movimiento, que es la actitud que toman los toros en el campo.  
Belmonte miró durante mucho tiempo el cuadro – se sentía fascinado por aquella magistral interpretación de Andrés, de las faenas camperas –, y comentó conmigo:  
- Esa es una muerte bonita para un torero que no haya muerto en la plaza... 
- ¿Lo cree usted así?... 
- ¡No voy a creerlo! ... Están en este cuadro los tres elementos que llenan y colman la afición de un torero: el campo, el caballo y el toro. Y esa muerte, a juzgar por cómo la ha pintado Andrés, ha sido una muerte sin agonías lentas, sin juntas de médicos a la cabecera, y familiares que se deshacen en llanto; sin inyecciones que no dan ya resultado; sin nada de eso que hace del instante de morir una cosa trágica, cuando la muerte debe ser, y lo es, un accidente natural...
- Entonces, Juan, ¿usted no admite que el torero muera en su cama?... 
- El torero debe morir sobre la arena de una plaza.  
Pero si lo respetan los toros y llega a la edad sosegada y pacífica del retiro – como se le supone que su afición no se ha borrado –, su muerte natural es a caballo, con las espuelas puestas y en un instante en que sus apetencias y sus glorias se hayan cubierto... 
Recientemente, en uno de los viajes que Belmonte hacía a Madrid para que lo viera Jiménez Díaz, éste le dijo:  
- El que está muy grave, yo creo que se va a morir, es Julio Camba.  
Julio Camba, el famosísimo escritor humorista, era uno de los entrañables amigos de Belmonte desde su primera época de novillero, cuando Juan ingresó en la peña de aquellos intelectuales de Madrid. Y la noticia sobrecogió a Belmonte, a pesar de que Belmonte tenía un corazón que resistía los mayores embates:  
- ¿Y de qué se muere Julio, doctor?...
- Como usted es un hombre excepcional y tiene más que probada su entereza, se lo voy a decir: Julio Camba se muere de la misma enfermedad que tiene usted. 
Belmonte fue a ver a Camba a su lecho de enfermo.  
Camba no era ya Camba. ¡Era una piltrafa humana que aguardaba, semiinconsciente o resignado, el momento ya próximo de entregarle su alma a Dios.  
Todos los amigos de Madrid me cuentan que la muerte de Julio Camba impresionó profundamente a Belmonte. Por lo mucho que quería a Julio y porque en esa muerte veía retratada la suya, no muy lejana ya... 
Se quedó en Madrid Belmonte y allí estuvo hasta el entierro del amigo dilecto. Después de cumplida esa misión, Belmonte se volvió a Sevilla, no sin que antes le dijera Jiménez Díaz:  
- Usted puede durar unos años todavía. Unos años si... vive con método y si abandona esa afición absurda, por lo peligrosa, de montar a caballo…  
Regresó Belmonte a Sevilla y regresó solo, como solo vivía desde hace mucho tiempo. Su esposa quedó en Madrid, y sus hijas, casadas ya, permanecieron en sus hogares.  
De todo esto me tenían al corriente amigos íntimos de Belmonte y míos, y ya he dicho que su sobrino, Alberto Blanco Belmonte, me había dicho en Guadalajara que si quería ver a Belmonte que no dejara de acudir a esta Feria por si para la próxima... 
Y el domingo, día 8, cuando yo activaba los preparativos para mi viaje a España, los semanarios mexicanos daban la noticia terrible: “¡Murió Juan Belmonte!...”  
Primero no intenté siquiera pensar en la noticia. Me bastaba – ¡y me sobraba! – con el hecho de sentirla. Suspendí mi viaje y quedé anonadado. Al día siguiente comencé a hacer conjeturas. Y a devorar las informaciones de prensa y a escribir a mis amigos de Sevilla en demanda de detalles. Se decía en principio que había muerto repentinamente, en el escritorio de su finca de Gómez Cardeña, al regreso de una dura tarea a caballo en la que, no sólo había derribado varias vacas sino que – esto se susurraba en los corrillos – había toreado a un semental de su ganadería.  
Luego se habló de suicidio. La noticia se puso en cuarentena, por discreción natural y por respeto a Juan. Pero cada vez adquiría el rumor mayores caracteres de cosa cierta. ¡Sí!... ¡Se suicidó de un tiro en la sien derecha!... ¡Había estado muchas horas a caballo galopando sin tregua y, como al llegar a Gómez Cardeña – al caserío – tuvo una hemorragia terrible, sacó del cajón de su escritorio una pistola y se mató!...  
Yo repasaba mis recuerdos. Volvía a vivir aquellas horas de angustia que padeció Belmonte en su primera época de matador de toros, cuando su afición desmedida por las lecturas le trastornó un poco el juicio e intentó varias veces suicidarse... Recordé sus tristezas de niño; aquellos paseos vespertinos con su padre hasta los billares de la calle de La Sierpe, donde el niño Belmonte se aburría muchas horas viendo a su padre carambolear, y oyendo conversaciones de hombres maduros, que decían cosas que él no entendía, pero que le iban abriendo los ojos hacia una vida llena de materialismos y de concupiscencias... Belmonte había roto con aquello para algo peor; para ir a caer en las pandillas de golfos – toreros de San Jacinto, donde ya la vida se le fue perfilando a Juan como algo muy duro, como algo lleno de crueldad, contra lo que había que enfrentarse para no ser vencido... Luego, los fracasos en las plazas de toros, el trabajo duro en Tablada – trabajo que no alcanzaba la remuneración proporcionada al esfuerzo –, y la vuelta a los toros, y aquel jugarse a diario la vida para llegar a ser lo que fue y verse acariciado por la fama, el dinero y la adulación de las gentes... 
Recordé el cuadro de Andrés Martínez de León, del hombre muerto cara al cielo, con las espuelas puestas, con el caballo y el toro enmarcando sus últimos instantes... ¡Recordé tantas cosas!... Y no dejaba de machacarme en el cerebro la idea del espectáculo que Belmonte había visto en su última visita a Madrid, cuando su amigo Julio Camba se debatía extenuado, flaco y hecho un pingajo, con la muerte por arterioesclerosis.  
Quise reconstruir – sin calar muy hondo en detalles y en circunstancias Íntimas por el cariño que le tuve y por respeto a su memoria – los instantes que precedieron a la muerte de Juan. Mis familiares y mis amigos de Sevilla coinciden todos:  
- Mira: lo que se dice, pero sin estar comprobado, es que Juan toreó un semental – acaso quería que lo matara un toro, ya que sus piernas estaban demasiado torpes – y que además de torear al semental estuvo derribando vacas hasta el cansancio. Llegó a la finca, desmontó y subió torpemente la escalera. Al ama de llaves, que acudió a preguntarle si deseaba algo, le pidió una copa y recado de escribir. Tomó la copa – antes había tenido en el cuarto de baño una hemorragia terrible –, escribió unas líneas cortas para explicar que se mataba, y se pegó un tiro en la sien derecha. En esa sien en la que tenía, como señal indeleble, la cicatriz de la cornada en el Arahal. Acaso se pegó el tiro sobre la cicatriz de su triunfo y de su primer drama...  
Cuando descubrieron lo sucedido, acaso por el ruido del disparo, se llamó a un sacerdote, se reclamaron los auxilios de un médico. El sacerdote actuó con arreglo a su sagrado ministerio y el médico, cuando llegó, sólo pudo certificar la muerte de Belmonte. 
Se le amortajó con el hábito del Cristo de la Expiración – el capuchón del hábito encubre piadosamente el boquete terrible del balazo – y se cursaron telegramas a los familiares, a los amigos, a todos aquellos a quienes pudiera afectar directamente la pérdida del gran torero y el hombre genial que acababa de fallecer... Y eso es todo.  
No. Eso no es todo. Hay mucho más. El féretro que contenía el cuerpo de Belmonte fue llevado a la Catedral Metropolitana de Sevilla, donde se celebraron solemnes funerales por el descanso de un alma que no había descansado nunca. Los cantos litúrgicos imploraron para Belmonte una paz que jamás conociera el hombre cuyo vivir fue una guerra continua. Luego el féretro salió en hombros por la Puerta del Perdón – ¡qué bello el símbolo! ... – que comunica al Patio de los Naranjos con la calle. Y organizada ya la comitiva, el luto de Sevilla seguía al cadáver del torero en un acto de dolor intenso, profundo, sin llantos histéricos ni alardes de una pena que, por ser muy honda, aparecía serena en la superficie. Se enlutaron los balcones del trayecto. Se asomaban las mujeres sevillanas que se habían asomado cuarenta años antes para ver pasar al ídolo... Y en un instante el pueblo sevillano reaccionó. Se apoderó de los restos gloriosos y se encaminó con ellos hacia la Plaza de la Maestranza, hacia el lugar donde tuvieron lugar las hazañas homéricas de aquel hombre que ahora iba en su féretro, rígido, y con una indiferencia hacia todo, que culminaba la indiferencia que tuvo siempre frente a la vida. 
No se abrió la plaza. Se detuvo el cortejo frente al arco de forja bajo el que tantas veces Belmonte salió en hombros y aclamado con vítores, y el cortejo siguió a la calle Castilla, esa calle tan ligada a los episodios de su vida heroica. Y de allí al cementerio florido de San Fernando, donde está el “Espartero”, donde yacen Antonio Montes y “Gitanillo de Triana” y Rafael “El Gallo” y todos los que fueron glorias del toreo en Sevilla. A la entrada del cementerio, a la izquierda, Joselito “El Gallo”, con el rostro de cera y envuelto en un capote, va conducido en olor de multitudes – gitanos, señoritos, bailaoras, cantaores de flamenco, toreros, ¡el pueblo entero! –, todo eso hecho piedra por el cincel maravilloso de Benlliure.  
Allí paró el cortejo. José, en piedra y llevado por persona j es de piedra y bronce, vio llegar a su compañero que venía en carne, y conducido por muchedumbres de carne, y llegaba después de cuarenta y dos años de espera. ¡Ya estaban juntos otra vez los dos colosos!... ¡Ya podía reanudarse en las noches de luna de Sevilla la competencia aquella que exaltaba a los públicos hasta el paroxismo!... Fernando Villalón, el ganadero – poeta que cinceló los “Romances del 800” podía repetir su elegía corta – cortada como un cante por solea –, que ahora repetirán los gitanillos del Altozano y canturrearán en las carreteras llenas de sol los torerillos que van a las capeas llenos de fe en su destino y de admiración por Juan Belmonte:  
“¡Puente de Triana!... 
Yo he visto un lucero muerto que 
se lo llevaba el agua!...”  
Si don Juan Fermín de Plateros viviera todavía, iría en los atardeceres a rezar a la tumba del torero glorioso que “se murió con las espuelas puestas y vestido de campo”.  
Yo sé de una mujer – antes bellísima y ahora, si todavía vive será una anciana respetable –, cuyo padre criaba los toros más bravos y de mejor trapío que salían a las plazas. Esa mujer, que fue el amor frustrado, ¡el gran amor de Joselito!, ha estado yendo a dialogar íntimamente con él durante muchos años al Cementerio de San Fernando. Si vive todavía y continúa con su costumbre de visitar al novio espiritual que tuvo, acaso con esa intuición y esa sensibilidad tan fina que tienen las mujeres, oiga diálogos entre Juan y José, y acaso Joselito le repetirá a Juan las palabras que le decía Sánchez Mejías cuando lo incitaba para que volviera a los toros:  
- “Llevo esperándote aquí muchos años... Los dos éramos el toreo y uno solo era incompleto..., le faltaba el otro. ¡Pero ya nos hemos reunido!... ¡Bienvenido seas, Juan!... 
Así es como narró Manuel García Santos, en su día y a la distancia, los últimos tiempos de Juan Belmonte. Espero que hayan encontrado interesante esta narración y los recuerdos que contiene.

domingo, 1 de abril de 2012

1º de abril de 2001: Plaza de Toros San Marcos. Presentación de la ganadería de Medina Ibarra


Hierro y colores de la divisa de Medina Ibarra

Hoy se cumplen once años de la presentación en sociedad de la ganadería que fundaran al iniciar el año 1997 el arquitecto Jorge Medina Rodríguez y sus hijos, a partir de 23 vacas procedentes de la división familiar de la ganadería de don Roberto Ibarra Mora, procedente a su vez de la de Santa Rosa de Lima. Posteriormente, en el año de 1999 a las vacas originarias de don Roberto Ibarra, agregan otras 84, 50 de El Colmenar y 34 de San Martín, así como 4 sementales de San Martín, 2 de origen mexicano y 2 de origen español, Cerilloso de origen Coquilla y Sargento, de sangre Coquilla - Santa Coloma. En 1999 agregan un toro que por la vía materna desciende del toro Marquito de Ana Romero, al que indultó José Ortega Cano en Granada y Capuchino de Joaquín Buendía, procedentes de la importación que realizara don José Chafik en el año de 1994.

La novillada era la décima y última de la temporada y el cartel que se formó para enfrentar el encierro debutante lo integraron Mario Zulaica, Xavier Ocampo, Raúl Ibarra, Juan Antonio Adame, Claudio Estrada y el salmantino Juan Andrés González. Además, hubo un séptimo – eral – para el entonces becerrista Víctor Mora. La plaza registró una entrada de alrededor de tres cuartos de su cupo, en una tarde de clima agradable. Adame y Estrada cortaron oreja; Mario Zulaica dio la vuelta al ruedo y por su parte Xavier Ocampo saludó desde los medios.

En aquella ocasión, escribí lo siguiente acerca de ese festejo:

…Ha terminado una temporada de novilladas que con intermitencia se desarrolló a partir del mes de julio del pasado año y ha concluido con un festejo en el que seis de los más destacados actuantes en la misma, se disputaron el derecho de ser considerados como el triunfador de la temporada.  
Revestía interés también el conocer el juego de los novillos de los señores Medina Ibarra, procedencia San Martín – Santa Coloma, puesto que la ganadería lidiaba sus primeros productos en este festejo. Al final, el resultado para los ganaderos resultó halagüeño, pues los despojos de dos de los utreros fueron aplaudidos y el sexto recibió los honores del arrastre lento.  
Por otro lado, era esta una tarde en la que se tenía que apreciar el avance de los novilleros, que aparte de los festejos que sumaron en la temporada, lograron sumar otros festejos en diversas plazas del país, pudiendo adquirir el rodaje necesario para acometer mayores empresas. En esa tesitura, el festejo de hoy sirvió para aquilatar en buena medida el progreso de los novilleros actuantes, apreciándose en todos buenas maneras, aunque ahora se hizo patente la necesidad de que algunos de ellos sigan recibiendo oportunidades que les permitan andar con más desahogo delante de los novillos.  
Lo más torero de la tarde lo lograron en esta oportunidad Juan Antonio Adame, Claudio Estrada y el salmantino Juan Andrés González. Los dos primeros cortaron una oreja a sus adversarios, mientras que el tercero tuvo la oportunidad de alzarse como el triunfador de la tarde, pero un desafortunado incidente al intentar extraer una espada de su novillo, consiguió que el público se pusiera en su contra, retirándose entre división de opiniones.  
Al final del festejo se soltó un eral de El Colmenar para el becerrista Víctor Mora, de la Escuela Taurina de Aguascalientes, quien al final de la lidia del mismo, dio la vuelta al ruedo…”

Jorge Medina Ibarra y Jorge Medina Rodríguez
(Foto cortesía burladerodos.com)
De acuerdo con mis notas, los nombres de los novillos lidiados fueron por su orden, número 2 Don Antonio, número 4 Don Roberto, número 13 Don Pepe, número 15 Don Marcelino, número 16 Ing. Gerardo y número 10 Arq. Manolo. Los dos primeros fueron dedicados al recuerdo de don Antonio Ibarra Pedroza, fundador de Santa Rosa de Lima y a don Roberto Ibarra Mora, antecesores familiares en la labor ganadera de los debutantes; el tercero y el cuarto, a don Pepe Chafik y a don Marcelino Miaja, impulsores del proyecto ganadero que comparecía ante la afición hidrocálida y los dos últimos, al ingeniero Gerardo Martínez Ancira, en esas fechas ganadero de El Colmenar y al matador de toros, ganadero y arquitecto Manolo Espinosa Armillita, que llevan una estrecha relación de amistad con los Medina Ibarra y que además han sido importantes guías en el desarrollo de la ganadería que llevan. Aparte, el quinto de la tarde lo brindó el trianero Claudio Estrada al gran torero linarense Humberto Moro y el sexto, el salmantino Juan Andrés González lo dedicó al matador Manolo Espinosa Armillita.

El novillo indultado en la Plaza México
(Foto cortesía burladerodos.com)
A partir de esta fecha, se inició el despegue de una ganadería que se ha caracterizado por presentar al toro con edad y sin adulteraciones, lo que le ha obtenido diversos galardones, como el premio al mejor toro en la Corrida Concurso de Jesús María del 27 de julio de 2005, otorgado al toro Muchachón; el premio Hidrocálido – Domecq al mejor encierro de la Feria de San Marcos del año 2008 y en el mismo 2008, el día 6 de julio, es indultado en la Plaza México el novillo Gordo, número 170, quinto de la tarde, en tanto que su presunto matador Sergio Lejarza, se retiró entre división de opiniones.

Esta es una breve reseña de algunos logros de una ganadería de Aguascalientes, que en el breve paso que lleva por los ruedos mexicanos, ha dejado ya una huella importante del paso que ha marcado en el campo bravo mexicano.

domingo, 25 de marzo de 2012

En el Centenario de José Alameda (III)

Alameda antes de Alameda (II)

José Alameda (1947)
En el número 84 de La Lidia, aparecido el viernes 30 de junio de 1944, José Alameda, firmando todavía como Carlos Fernández Valdemoro, relató para los aficionados lectores de esa publicación, lo sucedido en la tercera novillada de esa temporada menor – la penúltima de la historia del coso – celebrada en El Toreo de la Condesa, en la que para lidiar novillos de la ganadería debutante de Santo Domingo, propiedad en ese entonces de don Manuel Labastida y Peña, alternaron Paco Rodríguez, Gabriel Soto y nuestro Pepe Luis Vázquez, que repetía tras de su triunfo el domingo anterior

Escojo esta crónica, dado que uno de sus personajes, el matador de toros Pepe Luis Vázquez (mexicano), cumplió 92 años el pasado lunes 19, día de San José. A Pepe Luis Vázquez le recuerdo como un puro ejecutante de la suerte de recibir y un torero de un gran pundonor. En una segunda etapa de su vida taurina, se dedicó a presidir los festejos celebrados en la Plaza México, lugar en el que, fue el primer torero en recibir la alternativa, el año de 1947.

En cuanto a la crónica de Alameda, podemos ver que es extensa, que mezcla la prosa con el verso y que en el engarce de los conceptos, sin perder la compostura, deja perfectamente claro lo que le gustó y lo que no en el festejo que está narrando. Espero que la encuentren de interés.

Cogida de Paco Rodríguez y triunfo de Pepe Luis Vázquez 

“Una nota de clarín
desgarrada
penetrante,
rompe el aire con vibrante
puñalada” 

Y, al toque ritual, comienza la fiesta. En los tendidos, se aprieta la multitud compacta, que se ha incorporado de nuevo a su espectáculo preferido, tras de los dos primeros festejos, que fueron como los lances de tanteo antes de meterse en faena. 

Por la arena avanza el escuadrón taurino, el único capaz de marchar a la guerra y a la muerte con ropaje de seda. Van a torear Pepe Luis Vázquez, cuyo primer naipe, lanzado sobre el tapete ocho días antes, fue un triunfo; Gabriel Soto, que llega de la plaza chica de “La Morena” impulsado por el éxito; y con ellos, y a la cabeza, Paco Rodríguez, como capitán de la lidia. 


Paco Rodríguez parece haber traído consigo al sol, que por primera vez preside la fiesta, como si quisiera señalar con su presencia el verdadero comienzo de la temporada. También traía la sangre torera dispuesta a derramarse y a dejar cumplido el verso:

“Oro, seda, sangre y sol” 

Han llegado los lidiadores bajo el palco de la autoridad. Y se inclinan reverentes. “Ave César, morituri te salutam”. 

Y, puesto que ya está el cuadro completo, puede comenzar el sacrificio. 

Ronco toque de timbal,
salta el toro a la arena.
Bufa, ruge… Roto cruje
un capote de percal”

Es el capote del primer espada, que ha quedado prendido en las astas del novillo con que hace su presentación en “El Toreo” la ganadería de Santo Domingo, que viene precedida de prestigio por su casta y a la que se le atribuye un abolengo miureño. 

Pronto el capote desprendido volvió a las manos toreras, que tiraron del toro para pasárselo, confiadas, de derecha a izquierda y, hábiles, de izquierda a derecha. Paco Rodríguez había comprendido que el primer toro del señor Labastida amenazaba con su pitón derecho y que había que recurrir al toreo zurdo. 

Quieto, erguido, comenzó la faena. El toro pasaba bajo el engaño, que se movía con rítmica precisión. Y el gentío acompañaba el ir y venir de la fiera y la serena gracia del burlador con gritos jubilosos, cumpliendo así su ministerio de coro de la tragedia. Hasta que Paco Rodríguez se pasa la muleta a la mano torera. Cita desde muy cerca y consuma el más bello de los lances. 

“…en los tres tiempos
del pase natural tendiendo el brazo
guarnecido de oro
la clásica elegancia
con serenidad ejerce y arrogancia” 

Mas el empuje del toro mengua. Y, a partir del segundo natural, se queda en el centro de la suerte. Paco Rodríguez lo invita reiteradamente a pasar. Pero el astado solo atiende la invitación a medias. Entonces, el acero brilla un momento desnudo en el aire y luego se clava tendido en la obscuridad del toro. 

Ha terminado el primer acto. 


Al comenzar el acto cuarto, la tragedia se consumó. Paco Rodríguez había recibido al toro con lances a la verónica, todos ceñidos y garbosos, impecable uno de ellos. Era la plaza un clamor cuando Paco, tras de la primera vara, se echó el capote a la espalda y comenzó el juego ceñido y peligroso de la gaonera. Tan cerca estaba, que al iniciar el cuarto lance, no tuvo el toro más que alargar el cuello u prendió al torero, tirándolo a la arena mal herido.

“La inesperada acometida ha hecho
de elegante paso
un revuelo confuso…” 

Cuando ese revuelo cesa, Paco Rodríguez está ya en la enfermería y frente al toro se encuentra Gabriel Soto. Se revuelve el astado, se defiende. Y Soto, a la defensiva también, hace una faena breve con la muleta y laboriosa con el acero. Hasta que el toro se rinde y hay en la plaza un suspiro de alivio. 

Gabriel Soto había comenzado su actuación haciendo en el primero de la tarde un quite por faroles de rodillas, que deslumbró al gentío. Repitió la suerte, al torear de salida al quinto. Y demostró que tiene una propensión cardinal al toreo de rodillas, cuando inició la faena de muleta al segundo con cuatro pases también de hinojos. Los momentos citados fueron los más emotivos de su actuación. Los más lucidos los logró también en la faena a ese segundo toro, que tenía pocas energías pero mucha nobleza, Solo le dio pases excelentes, por alto, de trinchera, de molinete, afarolados. Un trasteo decididamente barroco, que gustó mucho al público. Le puso remate con dos pinchazos sin soltar y media contraria, todos “a toro parado”. Y mientras el concurso le ovacionaba, dio la vuelta al ruedo. 

El quinto toro, duro, encastado, que pegaba fuerte y con la cara arriba, cogió a Soto en el primer pase, lanzándole contra las tablas con la taleguilla destrozada. Para poder continuar la lidia tuvo el diestro que cubrirse con el blanco pantalón de un monosabio. Pero el toro, que parecía mover sus cuernos con intención más irónica que trágica, se lo arrancó en un derrote de cómicas consecuencias. Y tuvo que recurrir el torero a otro pantalón. Puso de su parte cuanto pudo para que el toro no se lo arrebatase también y logró salir airoso del empeño, aunque a costa de algún esfuerzo a la hora de matar. 

A Pepe Luis Vázquez le tocaron en suerte dos toros dóciles. Ya he señalado que otro – el segundo – también lo fue. Y agregaré que, salvo el primero, todos pelearon bravamente con los caballos, confirmando la fama de bien encastada con que llegó al ruedo principal la ganadería de Santo Domingo. 

Al tercer novillo, un negro lombardo, que sustituía a otro de sus hermanos retirados por rotura de una pata, le dio Pepe Luis dos excelentes verónicas, tras de las cuales fue cogido sin consecuencias. Clavóle tres pares al cuarteo, dos muy buenos y uno desigual y le hizo una magnífica faena de muleta. La inició con pases por alto, de entre los cuales descollaron dos de pecho magníficos, en los que hizo describir al toro largo viaje, llevándolo perfectamente toreado. De pase a pase, iba el torero ganando terreno, de modo que al terminar la serie estaba en los medios, muestra bien clara de que era dueño de la situación. Pasóse después al toro en derechazos muy ceñidos y surgió, cálida, la ovación. 

La última parte de la faena fue por la cara y cuando cuadró el novillo, entró Pepe Luis muy derecho a matar, pero se le fue la mano y la espada cayó baja. Sin embargo, en premio a las calidades de su faena, fue obligado a dar la vuelta al ruedo. 

En el quinto, invitado por Gabriel Soto para que simulara un quite, dio dos verónicas que fueron lo mejor, lo más serio que se hizo con el capote en toda la tarde. 

También los lances con que recibió al sexto fueron de buena calidad. No así los que ejecutó en los quites. Pero con las banderillas volvió a entusiasmar. Cita al toro desde cerca de tablas y cuando el toro se arranca, compite con él en el viaje, saliéndose hacia las afueras, “de poder a poder”. Y, así,  

“…en un viaje especial de esbeltez y osadía,
– los brazos alzando – 
y, allá por encima
de las astas, que buscan el pecho,
las dos banderillas
milagrosamente clavando… se esquiva
Ágil, solo, alegre,
¡sin perder la línea!

Hay dos pares más, uno muy bueno por el lado izquierdo, para que se vea que no es banderillero a medias, y otro desigual. 

Y, en cuanto suenan los clarines para el cambio de tercio, toma Pepe Luis la muleta, echa las dos rodillas a la arena y se va acercando a su enemigo, poco a poco, con decisión firme. Súbitamente sale del tendido un grito unánime de júbilo, el “olé” tradicional de los grandes momentos: 

“De un lado, por debajo
del rojo trapo que en su furia engríe,
el toro muge alzando
remolinos de arena…”

Del otro lado, Pepe Luis Vázquez continúa de hinojos, en espera de la nueva acometida, que esquiva con la misma serenidad que otra más que viene a continuación. Han sido tres pases de rodillas, Pero no tres pases de los que se da el toro solo, viajando inocente bajo el engaño, sin tres pases dados por el torero, con temple, con mando y con una gran emoción. Después, impulsado por el entusiasmo del público y por el entusiasmo propio, torea de pie, con la derecha y con la izquierda, muy cerca, muy valiente, muy seguro de sí mismo. Y cuando mata de una corta tendida, se va en hombros de la multitud, llevándose otra oreja y otro triunfo. 

“El gran suspiro que es la tarde crece
como de un pecho inmenso
Palidece el sol.
y terminada la fiesta de oro
a la mirada que solo un eco
de amarillo seco
y sangre cuajada”
Dramatis personae

La ganadería de Santo Domingo fue fundada en San Luis Potosí por don Manuel Labastida y Peña en 1926, con los restos de lo que la Revolución dejó en su casa y en la ganadería de Espíritu Santo, que tuvo un semental de Miura llamado Chicorro, berrendo en colorado. Posteriormente añade ganados de Cruces, empadrados con un toro de Otaolaurruchi y después agrega sementales de San Mateo en los años 1928, 1930, 1932, 1934 y 1943, así como uno de Carlos Cuevas en 1942.

Paco Rodríguez fue investido matador de toros por Lorenzo Garza, en presencia del lusitano Diamantino Vizeu, el 18 de enero de 1948 en El Toreo de Cuatro Caminos. El toro de la alternativa se llamó Sevillano y procedió de Pastejé, como todos los lidiados esa tarde.

Gabriel Soto recibió la alternativa el 8 de diciembre de 1954 en Tenancingo, Hidalgo. Su padrino fue Guillermo Carvajal y los toros de Tequisquiapan en un festejo mano a mano. Su hijo Gabriel Soto El Momo, también es matador de toros. 

Pepe Luis Vázquez (José F. Vargas Castillo), como decía arriba, fue el primer torero en recibir la alternativa en la Plaza México. Le apadrinó Manuel Gutiérrez Espartero y atestiguó la ceremonia Ricardo Balderas. Los toros fueron de la ganadería de Lorenzo Garza y el de la ceremonia fue nombrado Piel Roja. Su hijo Pepe Luis Vázquez, es matador de toros.

Espero que hayan disfrutado esta que a mi parecer, es una extraordinaria pieza.


domingo, 18 de marzo de 2012

Relecturas de invierno (IV)


Alas de Mariposa

Portada de Alas de Mariposa
Hace alrededor de cinco años que tuve la fortuna de tener trato personal con un artista mexicano. Oskar Ruizesparza es su nombre y es un extraordinario fotógrafo que ha dedicado su vida a difundir con lo que observa detrás de la cámara y fija, ayer en la película emulsionada y hoy en bytes y mega bytes, la grandeza de este México suyo y nuestro. Una parte importante de esa sustancia de lo mexicano que es materia de su obra artística, es lo taurino y procura cada año, recopilar en un libro o dos, una selección de fotografías captadas en las plazas de toros que de una manera casi religiosa recorre, cámara en ristre, para escribir con imágenes y relatar con textos de amigos invitados – de allí mi inicial relación con él – el suceder de nuestra Fiesta.

El año de 2011 el libro de Oskar se tardó un poco en ver la luz y aparecer en los estantes. Y es que, al recibirlo de su parte por conducto de un amigo mutuo, me enteré de que el proyecto no se trataba tanto de recopilar lo visto y vivido por el fotógrafo al recorrer la legua, sino que dedicó su talento y sus energías a un proyecto de carácter didáctico en el que se alió con el matador de toros tapatío Miguel Ángel Martínez El Zapopan para recopilar en imágenes fijas, en vídeo y con una descripción en texto, setenta (70) suertes de capa, muchas de ellas creación de toreros mexicanos, para conocimiento, disfrute y aprendizaje de los aficionados y de aquellos que pretenden ser toreros.

Las suertes se ejecutan por los matadores de toros de Guadalajara Miguel Ángel Martínez El Zapopan y Guillermo Martínez, tío y sobrino respectivamente y en las ciento cuarenta y cuatro (144) páginas que forman el libro, dividido en cuatro capítulos, encontraremos catorce (14) distintos lances de inicio o recibo; treinta y tres (33) suertes diferentes apropiadas para hacer quites; doce (12) remates y adornos remates y cuatro (4) suertes creadas por El Zapopan. Todas las demás, cuando procede, tienen indicación del torero que las creó. El escenario es el ruedo de la Plaza de Toros Centenario, de Tlaquepaque, Jalisco.

Alas de Mariposa viene acompañado de un DVD en el que se explica la ejecución – de salón – de cada una de esas ciento cuarenta y cuatro suertes capoteras, de manera tal, que quienes practican el toreo o aprenden a hacerlo, pueden entender con facilidad la manera de llevarlas a cabo, practicarlas y en un momento determinado, ejecutarlas delante de los toros.

Uno de los vídeos incluidos en Alas de Mariposa (Cortesía: altoromexico.com)

Oskar Ruizesparza es Director – Editor de la Revista México Mío, dedicada a diversos temas de la cultura nacional. En lo taurino, destacan dos monográficos dedicados a las dinastías Armillita (abril 1988) y Silveti (noviembre 1988). Ganador del Primer Lugar dentro de la Convención Internacional de la Sociedad Mexicana de Fotógrafos Profesionales A.C., categoría Maestros, los años 1983, 1984, 1985, 1986, 1987 y 1988. Ganador por cuatro ocasiones (tres consecutivas), del premio a la mejor fotografía dentro de la Convención Internacional de la Sociedad Mexicana de Fotógrafos Profesionales A.C. Autor entre otros de libros como Feria Aguascalientes 2005. Más que mil palabras; Feria Aguascalientes 2006. Pepe López, un sentimiento en el capote / Arturo Macías conquista La México (libro doble) y Los recortes de Oskar de la Feria Taurina de Aguascalientes 2007 entre otros.

Miguel Ángel Martínez El Zapopan nació en Zapopan, Jalisco, el 13 de enero de 1953, recibió la alternativa el 9 de enero de 1977 en la Plaza de Toros El Progreso de Guadalajara, siendo su padrino Joaquín Bernadó, llevando como testigo a Salvador Villalvazo. El toro de la ceremonia se llamó Caramelo y fue de la ganadería de Matancillas.

Guillermo Martínez nació en Guadalajara, Jalisco el 31 de mayo de 1982, recibió la alternativa el 17 de octubre de 2004, en la Plaza de Toros Nuevo Progreso de su ciudad natal. Su padrino fue Miguel Espinosa Armillita Chico y completó el cartel el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza. El toro que le fue cedido fue nombrado Seda Gris y provino de la ganadería de Fernando de la Mora.

El valor de la obra reside en un hecho que Oskar declaró a Juan Antonio de Labra con motivo de la presentación del libro en la Ciudad de México:

Es verdad que muchos de estos quites ya no se hacen, y otros ni los conocen los toreros; por eso consideramos que era de gran importancia mostrarlos gráficamente en este libro, donde se aprecia, a través de las fotos de secuencia, la forma en que se ejecutan acompañada de una breve explicación. En este sentido, la obra representa una aportación a la tauromaquia y creemos, sin vanidad, que debe ser una especia de libro de texto de las escuelas taurinas que, para bien de la Fiesta, tanto abundan en nuestros días…

Es decir, al final de cuentas, Alas de Mariposa se convierte en un testigo de una torería que en estos días casi es anecdótica, pues los lances, quites y demás suertes que se recopilan, ilustran y explican en el libro, son prácticamente parte del archivo muerto de esta fiesta.

Por eso es que, a mi juicio, este libro resulta de consulta y colección indispensable para aquél que se diga aficionado a los toros, porque por desgracia, llegará el día en el que estas suertes sólo podrá conocerlas en él. Y aunque no acostumbro hacer esto, ni es la misión de esta bitácora, pueden obtener información de cómo adquirirlo, en este sitio

domingo, 11 de marzo de 2012

Sevilla, 1953. Un esplendoroso abril para Jesús Córdoba


El Maestro Jesús Córdoba

La Feria de Abril sevillana del año 53 fue accidentada. Primero, porque la lluvia impidió que se celebrara conforme a lo originalmente planteado. De las seis corridas ofrecidas inicialmente, terminaron dándose solamente cinco y con varios cambios en el programa original. La feria descansaba en cuatro comparecencias de Antonio Ordóñez y completaban el elenco Jesús Córdoba, Rafael Ortega, Manolo Vázquez, Emilio Ortuño Jumillano, Jorge El Ranchero Aguilar, José María Martorell y Manuel Calero Calerito, todos ellos, originalmente a dos tardes cada uno.

El mal tiempo impidió iniciar los festejos el día 18 de abril, por lo que las tres primeras corridas se desplazaron en su fecha, arrancando el día 21 con la Corrida de la Cruz Roja, misma en la que Antonio Ordóñez fue herido de consideración y quedó imposibilitado para cumplir con los tres compromisos que le restaban en la feria. El mismo recorrido de fechas, hizo que la corrida de Clemente Tassara, originalmente anunciada para el 20 de abril y que lidiarían José María Martorell, Rafael Ortega y Jumillano, se suspendiera en definitiva y que varios carteles se reconfiguraran, quedando El Ranchero Aguilar solo con una de las tardes que tenía contratadas. 

Para sustituir al herido Antonio Ordóñez, el 22 de abril se programó al cordobés Manuel Calero; para el 24, a Jerónimo Pimentel y el 25 de abril, fue El Tesoro de la Isla quien cogió la sustitución. Por último, el 26 de abril, domingo, se cerró el serial con una novillada en la que destacan la presencia de Manolo Zerpa y el lusitano Paco Mendes. Luego siguiendo con las vicisitudes, el 22 de abril, la corrida se suspendió tras la lidia del tercero de la tarde, debido a la negativa de los toreros para continuar toreando por lo impracticable del ruedo a causa de la lluvia, razón por la cual el Teniente de Alcalde que presidía el festejo puso a disposición del gobierno civil – eufemismo para decir que mandó detener – a los toreros actuantes, que fueron multados. 
Anuncio de los carteles de la Feria de Abril de 1953 recompuestos
tras de las suspensiones debidas a las lluvias (ABC de Sevilla, 19/04/53)

Jesús Córdoba y la tarde de los Miuras

La presentación del Joven Maestro se produjo el día 24 de abril con la corrida de Miura – anunciada como la tradicional corrida de Miura – en la que formó cartel junto con Calerito y Jerónimo Pimentel. Para la anécdota, al festejo asistió el General Franco acompañado de su esposa y mi paisano Jesús Córdoba, le cortó una oreja al cuarto de la tarde. De la relación de Gil Gómez Bajuelo, publicada en el diario ABC de Sevilla al día siguiente del festejo, extraigo los siguientes recuerdos:

…Sus dos faenas de muleta fueron excelentes, siempre con el sello elegante. La primera, brindada al Caudillo. Muy derecho, corriendo la mano, acabando los pases. Girando muy bien en los naturales y preciosos de ejecución los redondos. Siempre erguida la figura, airoso el andar. Cuando el toro no pasaba, le obligó y le sacó unos estatuarios magníficos. La espada le quitó la oreja. Porque pinchó dos veces, no entrando muy bien. En cambio en la estocada entró superiormente y la logró en lo alto. Córdoba recibió un regalo del Caudillo y dio la vuelta al ruedo. La segunda faena, brindada al público, tuvo el mismo perfil de esencia torera. Y como la primera, arrullada por los alegres sones de la música. Volvió la suavidad y mando de los redondos, el aguante con los pies juntos en los bellísimos altos, barriendo despaciosamente los lomos, y el tirar de la res a un centímetro del pitón en los momentos de obstinada queda. Faena torera de los pies a la cabeza. Y esta vez, coronada con una estocada hasta la empuñadura, entrando decidido y saliendo trompicado en su preocupación de mirar sólo al morrillo y porque el toro se quedó quieto… Jesús Córdoba cortó la oreja, dio la vuelta al ruedo devolviendo sombreros, recibiendo ramos de flores y ordenando guardar la oreja… El mejicano es también de los que saben el calor de una oreja en Sevilla...

Al día siguiente, a hombros, tras un hecho inusitado

Apunte de Vicente Flores de una estocada
de Jesús Córdoba la tarde de los Miuras
(ABC de Sevilla, 25/04/53)
El día de San Marcos – 25 de abril –, Jesús Córdoba alternó con Rafael Ortega y Jumillano para matar una corrida originalmente anunciada de María Sánchez Cobaleda. Al final, solo se lidiaron cuatro de los originalmente anunciados y dos de Escudero Calvo como sobreros. En esa tarde se produciría en el festejo un hecho inusitado tanto en España, como en una plaza como la de la Real Maestranza sevillana, se lidió como regalo un séptimo de Benítez Cubero, regalo que a petición de los señores Maestrantes haría a la afición congregada en el Coso del Baratillo precisamente el diestro leonés Jesús Córdoba

Independientemente de lo que más adelante comentaré, recurriré de nueva cuenta a la relación hecha por  Gil Gómez Bajuelo del ABC de Sevilla, que en lo medular de su crónica, nos refiere:





Jesús Córdoba lidió el sobrero de la última corrida de Feria en el que obtuvo un triunfo saliendo a hombros 
Evidentemente, no se pueden hacer cestos sin mimbres. Esto ocurrió ayer en la última corrida de toros de nuestra renombrada Feria. Claro es que, con corridas de este corte, el renombre corre riesgo de esfumarse. Se lidiaron cuatro toros de Cobaleda, dos de Escudero y uno de Benítez Cubero, obsequio gentil del mejicano Jesús Córdoba... En esta corrida, el mejicano Jesús Córdoba confirmó plenamente sus excelentes aptitudes toreras. Deja en Sevilla un gran cartel de torero fino y enterado... La faena a su primero fue de calidad. El Cobaleda, aunque feo y con grandes defensas, era noble. Pero se fue apagando de tal modo que sólo un torero de los recursos del mejicano pudo obtenerle el máximo rendimiento. Había que citarle muy cerca, tirar de él, a una distancia inverosímil, y después llevarlo empapado en el viaje, con un temple ideal. Fue así como Córdoba aprovechó el poco gas que tenía el bruto. Tan al límite aprovechado que logró unos pases altos mayestáticos, unos redondos suavísimos y otro del mismo género, monumento de aguante, que hizo entrar en acción el metal de la banda. Todo ello muy cerca, muy torero, en una faena en la que hasta lo accesorio tuvo aire de elegancia. Alegrando al bicho, esculpió un pase alto soberano. La faena quedaba lograda. Unos pinchazos y media estocada no pudieron interponerse en la aprobación unánime a la gran faena de muleta. En el cuarto, de Escudero, no había nada que hacer. Lidiado entre constantes protestas del público y cayéndose con frecuencia. Córdoba, instigado por los espectadores, dio sólo unos pases, poquísimos, y con sólo dos pinchazos se echó el animal. Entonces Córdoba tuvo un gesto, que el público ovacionó calurosamente. Fue obsequiar a los espectadores con un séptimo toro, de Benítez Cubero. Lo brindó al respetable. Quiso la docilidad del enemigo que el mejicano cuajara una gran faena, con variedad de pases, bajo el signo unitario de un estilo personalísimo. Los pases altos, los ayudados por bajo, los derechazos, los naturales y el rodillazo afarolado. Todo con mando, suavidad y derechura. Faena oleada por el público y alegrada por la música. Una estocada en lo alto culminó la actuación feliz del mejicano, que dio a hombros la vuelta al ruedo, exhibiendo el trofeo triunfal de la oreja de su enemigo. Bonito final de una corrida que, había transcurrido sin grandes relieves y en la que Córdoba puso de vez en cuando la nota alegre de su reposado y elegante capote...

Y terminando su casi redonda actuación – la espada le restó ese aire de rotundidad –, se lo llevaron en hombros por la puerta de cuadrillas hasta salir de la plaza por la calle Iris, en una tradición sevillana que hoy se encuentra lamentablemente abandonada.

Otro apunte de Vicente Flores de la tarde del 25
de abril (ABC de Sevilla, 26/04/53)
Alguna vez tuve la ocasión de escuchar del Maestro Córdoba el recuerdo de esta tarde. Contaba que al estar preparando para la muerte a un débil segundo de su lote, le llamaron a acercarse a las tablas y lo hizo intrigado, con cierto recelo, pues pensó que quizás le sancionarían por ir a tomar muleta y espada y sin mayor trámite, salir a doblarse con el toro para buscar la igualada y tirarse a matar. 

Ya en tablas, es enterado de que el recado era otro, de parte de los señores Maestrantes, en el sentido de que el sobrero estaba a su disposición para que lo obsequiara, pues querían seguirle viendo. Allí refiere el Maestro, pidió que el representante de la Autoridad en el callejón interviniera, porque él sabía que solo se podía obsequiar el sobrero, excepcionalmente, en corridas de un solo matador. Allí le confirman que tiene la venia de la presidencia del festejo y de los maestrantes para obsequiar el toro si así lo desea. Cuenta el Maestro que la manera en la que se lo ofrecieron, le hizo sentir que era un desprecio el no hacerlo.

Al final, el obsequio del toro de Benítez Cubero ese día de San Marcos le permitió a Jesús Córdoba redondear una feria sevillana y destacar la firmeza del paso con la que llevaba y que le permitiría terminar la campaña con 35 corridas toreadas y entre los diez primeros del escalafón, según podemos ver en esta página del blog del Aula Taurina de Granada.

Mi homenaje

Faltan algunas semanas para llegar al aniversario de estos fastos, no obstante, el pasado miércoles el Maestro Córdoba cumplió 85 años de edad y llegó a ellos bien y de buenas. No se me ocurre mejor forma de rendirle homenaje – a los toreros se les debe recordar siempre por lo que hacen delante de los toros y nada más –, más que recordando estas dos grandes actuaciones suyas en los ruedos, que resultaron de las más importantes de ese abril y de esa temporada de 1953.

domingo, 4 de marzo de 2012

29 de febrero de 2008: El Pana y Morante en Carabanchel


Un cartel anunciador del singular festejo

El pasado miércoles se cumplió el primer ciclo bisiesto de la presentación de Rodolfo Rodríguez El Pana, en lo que hoy es El Palacio de Vistalegre y que de 1908 a 1995, fuera la singular Chata de Carabanchel. Por cierto, el primer toro que saltó a su ruedo – 15 de julio de 1908 – fue muerto por Rodolfo Gaona, se llamó Sentimiento, negro mulato bragado, de la Marquesa Viuda de Castellones y fue cedido al Califa de León, por Ricardo Torres Bombita, quien por antigüedad, es quien debiera haberlo estoqueado. 

La corrida de toros a la que tendré que referirme el día de hoy podría considerarse como un asunto meramente marginal, porque la personalidad de los diestros actuantes – sobre todo la de El Pana – proporciona material suficiente para escribir una bitácora como ésta completa, más habré de ceñirme a los hechos a los que la efeméride me remite, eso sí, en lo que se pueda.

Algunos prolegómenos

El 7 de enero del año anterior El Pana había salido al ruedo de la Plaza México a torear lo que se había anunciado como la corrida de su despedida. Tras de enfrentar a Rey Mago de Javier Garfias, segundo de la tarde – el primero del festejo lo mató Serafín Marín, que confirmaba – descubrió que el final de sus días de llevar el vestido de luces aún no había llegado, que la gente en los tendidos aún esperaba que fuera a las plazas a decir el misterio que llevaba encerrado muy dentro y que él podía aún, como cantara José Alfredo Jiménez, sacar juventud de su pasado, para poder ir a explicarlo. Así fue como con las dos orejas de Conquistador, el que debió ser el punto y final de una carrera que inició en las capeas casi 40 años antes, puso un punto y seguido envuelto en sahumerios de gloria.

Acerca de esto, Fidel Samaniego, editorialista y analista del diario El Universal de la capital mexicana, escribió unos días después del festejo lo que sigue:

La historia, su increíble y, en mucho, triste historia parecía acercarse al final. Él, personaje, autor de ésa, su novela, escribía las que, se suponía, serían las últimas líneas... el torero, el personaje, el hombre, todos en uno, uno en todos, regresó, regresaron ante el toro con su paso lento, con su inspiración desbordada. Y con sus pases, con sus detalles, provocó los gritos, las aclamaciones, las lágrimas y se entregó, y dejó que ellas, ellos, los que estaban en los tendidos, se le entregaran... Al día siguiente, cuando despertó, Rodolfo Rodríguez González supo que la historia continuaba, tenía que continuar...

Morante de la Puebla tuvo quizás un camino menos tortuoso para obtener el reconocimiento de las aficiones en el mundo del toreo. Más introvertido, deja sus contactos con las masas para cuando está en el ruedo y ante el toro, aunque en el año de la resurrección de El Pana, se había dejado ver ya en algunos ambientes de intelectualidad y también había nombrado apoderado a otro genio, Rafael de Paula. Al final de cuentas, la combinación resultó explosiva, como esos sonoros petardos que los toreros de arte pegan cuando no encuentran el toro que les viene, y eso es una pena, porque hubiera sido interesantísimo saber la manera en la que, un artista como El Paula se las entendía en los despachos.

Al parecer los nahuales de Rodolfo y los duendes de José Antonio se entendieron pronto. Morante tenía algún tiempo de estar alejado de los ruedos – desde junio de 2007 –, al parecer por problemas de salud y reapareció en la Plaza México – el 6 de enero de 2008, en una especie de remake de la resurrección del año anterior – mano a mano con El Pana, en una corrida en la que el ex – tahonero se fue al hule con una cornada en el tercero de su lote y el de La Puebla del Río logró, tras de esforzarse bastante, una salida en hombros que fue el exordio de una interesante campaña española.

Lo de Carabanchel

El Pana, rumbo a Vistalegre
(Cortesía altoromexico.com)
Tras de la recuperación de El Pana, se anunció que se cocinaba el episodio español de lo sucedido el Día de Reyes. Se buscó además una fecha que tuviera alguna coincidencia con la personalidad estridente de ambos diestros. El año 2008 fue bisiesto, es decir, el mes de febrero, como cada cuatro años, lleva 29 días y para más comodidad empresarial, la fecha tocaba en viernes. Entonces, en términos de mercadotecnia, resultaba, al menos en el papel el poner a dos toreros digamos, esotéricos, en una fecha singular y que quedara en fin de semana.

A fines de enero de ese año, cuando se determinó que el entonces quincuagenario Rodolfo Rodríguez estaba en condiciones de salir al ruedo tras la cornada del 6 de enero, se hizo oficial el asunto y así se anunció una corrida de Núñez del Cuvillo para El Pana y Morante de la Puebla, el viernes 29 de febrero, en el cubierto Palacio de Vistalegre de Carabanchel.  

El Pana llegó a la plaza en un coche de caballos, Morante lo hizo en un Rolls Royce. Ambos, atascados en el tráfico, llegaron tarde a la cita. Morante vestido de pistache y azabache y El Pana de calabaza y plata, liado en un sarape de Saltillo, a modo de capote de paseo. El Pana, pese a tratarse de local cerrado, – y en contra de la normativa vigente – salió al ruedo fumando un aromático veguero. El Presidente del festejo no fue tan quisquilloso como en sus días de novillero lo era don Pablo Pérez y Fuentes, que cuando salía a la arena de la Plaza México de esa guisa, antes de sonar las notas de la obra de Rafael Gascón, Cielo Andaluz, le mandaba un sonoro bocinazo para invitarlo a despojarse del ocote y hacer el paseo como Dios manda – curiosamente, ni a don Jesús Dávila, ni a don Pedro López Anaya, los otros dos que presidían los festejos en La México en esos días, parecía importarles mucho eso del habano de El Pana –.

De lo sucedido en el festejo, recojo estas líneas de la crónica de Alberto Urrutia, publicada al día siguiente en el diario madrileño El País:

Muletazos con sabor y son. El cuarto empujó en varas, pero en la muleta flojeó. Morante lo sacó de las tablas con mimo y dibujó varios muletazos con sabor y son, aunque sin terminar de redondear. Tampoco hubo faena rotunda en el sexto, a pesar de que el sevillano lo intentó con ahínco y con esa torería innata. Los doblones emanaron aroma añejo, como la trinchera, pero aquello no voló tan alto como se esperaba. Numéricamente, el balance del acontecimiento se inclinaba al fracaso. Además de no llenarse la plaza, no hubo ni una vuelta al ruedo: sólo las ovaciones de sus partidarios... Las actuaciones de El Pana transcurrieron entre la división de opiniones. Faena sui generis al inválido primero, que se derrumbó en varias ocasiones y dificultó el toreo. Claro que toreo hubo poco, salvo algún muletazo con el mando a distancia... Aunque con su ilusión demostró que la juventud es en parte un estado de ánimo, 56 años, con sus primaveras y sus otoños, son una edad considerable para ponerse delante de un toro. Lo intentó con este tercero bis en una actuación variada y aseada, pero con una manera peculiar de estirar el brazo, cual pescador con su caña. Pintoresco, con pasajes de originalidad y guiños teatrales a la galería, buscó agradar ante el estupendo quinto, pero El Pana no conectó... Al final, el arte de Morante sobrevivió en una tarde de tintes surrealistas y esperpénticos, con escenas propias de la magna obra de Valle – Inclán: espectáculo con «luces de bohemia».

Al final

El Pana y Morante
Plaza México, enero 6, 2008
Creo que El Pana acusó los efectos de bajarse del avión para ir a la plaza a torear. Quizás debió ir a torear por fuera al menos un par de corridas para ponerse con el toro español, pues considero que no es lo mismo torear vacas en el campo y matar algún toro a puerta cerrada, que tomar contacto con el mismo toro en la plaza y frente al público. Sin embargo, de la manera que se planteó este festejo, da la impresión que no era el punto de arranque de una campaña, sino una mera presentación y de acuerdo con el resultado, se hilaría en consecuencia.

Tras de esa presentación en Carabanchel, El Pana no ha vuelto a torear vestido de luces en España. A últimas fechas ha externado su interés de confirmar su alternativa en Las Ventas. En una entrevista televisiva pasada hace un par de domingos, el ya sexagenario diestro ha manifestado su deseo de ser parte de un cartel en el que le apadrine Gregorio Tébar El Inclusero y funja como testigo Carlos Escolar Frascuelo. Eso sí, con su socarronería habitual, sugirió una corrida a modo. ¿Veremos un festejo así? Sólo el tiempo lo dirá. 

domingo, 26 de febrero de 2012

En el centenario de José Alameda (II)


Alameda antes de Alameda (I)

José Alameda (Cª 1980)
José Alameda cubrió la temporada de novilladas de 1944 para el semanario mexicano La Lidia y en el mismo, fueron las únicas colaboraciones periódicas suyas que he podido localizar. Las firmó utilizando su nombre civil, abreviado, es decir, como Carlos Fernández – Valdemoro, al igual que ese ensayo titulado Disposición a la Muerte, que al final del mismo calendario vería la luz en la revista literaria El Hijo Pródigo, dirigida por Xavier Villaurrutia.

La que hoy les presento, es la del festejo que inauguró la temporada en El Toreo el domingo 11 de junio de 1944. Novillos de La Laguna para un ya veterano Julián Pastor, Nacho Pérez y Arturo Fregoso. Salió publicada en el número 82 de La Lidia, el viernes 16 de junio de 1944 y se tituló La primera novillada, haciendo alusión a que se trataba del festejo inaugural de la serie y en ella, Alameda exhibe ya un estilo didáctico y por lo mismo diáfano, que permite aún a casi siete décadas de distancia, percibir la realidad de lo sucedido en la tarde que nos relata. Aquí el cuerpo de la narración:

Un nuevo piloto. El viaje a España de Tono Algara dejó al frente de la empresa “Espectáculos El Toreo” S.A. a don Joaquín Guerra. Y las circunstancias le obligaron a entrar en funciones antes de lo que él esperaba. Este hombre, a despecho de su apellido, tan actual por cierto, es fundamentalmente pacífico. Yo siempre lo he visto con la sonrisa en los labios. Pero no hay que fiarse de las circunstancias. Porque no es Joaquín Guerra de los que retroceden ante los problemas. Muy por lo contrario, los ataca siempre de frente y logra mancornarlos, reducirlos y vencerlos. Lo que pasa es que lo hace sin violencia, como esos lidiadores finos que para poder con el toro no necesitan descomponerse. Ahí está la prueba. No hubo obras en la plaza de “El Toreo” y urgía pues, reanudar en ella las actividades. El tiempo se venía encima. Pero Joaquín Guerra no lo dejó pasar, sino que le salió al encuentro y estampó en los muros de la Capital su primer cartel. Lo hizo más pronto de lo que muchos esperaban. Y, aunque para ello hubo de afrontar dificultades, no perdió su eterna sonrisa de hombre simpático, de hombre que para vencer empieza por convencer. Vaya desde aquí nuestra sincera felicitación al amigo en quien tanto valen el gesto cordial como las decisiones prontas.
El animoso Julián Pastor. A la cabeza de ese primer cartel organizado por el gerente accidental, figuraba Julián Pastor, un torero cuya experiencia profesional le permite encontrar siempre recursos para resolver, por uno u otro procedimiento, las dificultades que en la lidia surgen.
Lances a la verónica de gran valentía y chicuelinas ceñidísimas con las que se lució en el primer tercio del toro que abrió plaza, lo hicieron desde luego entrar por el camino del éxito. Y en él supo mantenerse por el transcurso de la corrida.
Diligente y sin titubeos, como corresponde a su experiencia, muleteó a ese primer novillo, que achuchaba por el lado derecho. Y aunque, a causa de ello, estuvo dos veces en peligro, no se descompuso. E inclusive logró pases lucidos, entre los cuales destacaron algunos derechazos y un lasernista sobremanera ceñido.
Cuando terminó con el astado de una contraria ligeramente trasera y media tendida, se le tributó una calurosa ovación, cuyo tono rebajó él mismo al aventurarse a dar una vuelta al ruedo.
Comportándose siempre como lidiador avisado, se apresuró a lancear al cuarto, antes de que éste pudiera desarrollar las tendencias poco tranquilizadoras que no tardó en descubrir. Lo hizo con verónicas a pies juntos, pegándose hábilmente a los costillares. Y así logró esquivar las dificultades que el toro presentaba. “Avería” se llamaba el novillo y a punto estuvo de causarle una “ídem” a Julián Pastor durante la faena de muleta, pues se quedaba en el centro de la suerte, bajo el engaño. Y además, ya avanzada la faena, comenzó a gazapear, sin que por ello se privase de algunas arrancadas imprevistas, en una de las cuales estuvo a punto de llevarse por delante al diestro. Fue el novillo más difícil del encierro. Pero Julián no perdió la serenidad y tras de doblarlo por bajo, con valentía y conocimiento de causa, lo mató de una estocada desprendida. Y tornó a ser ovacionado.
Al margen de las depuraciones de estilo, que no van con su temperamento, es Julián Pastor un torero consciente, seguro y valeroso, cualidades que justifican la simpatía que despierta en el público.
El afortunado Nacho Pérez. En Nacho Pérez creímos advertir notables progresos. Así lo estimó también el público, que siguió con interés toda su actuación. Cierto es que le cupo en suerte el mejor lote. Pero también es verdad que supo sacarle partido.
Con el segundo de la tarde ejecutó algunos magníficos pases de costado, que dieron emoción a la faena ya desde su fase inicial. Además se enteró muy bien de lo que era el toro. Y, advirtiendo su franca embestida por el lado izquierdo, pasóse la muleta a la zurda y así ligó varios pases que se le jalearon. Los hizo con limpieza y seguridad. Pero yo me atrevería a aconsejarle que no echase la espada por delante para ayudarse con ella y que se cruzase más con el toro, para no hacer la suerte lo que se llama “al hilo”, sino más enfrentado con su enemigo. Esto, desde luego, entraña mayores dificultades, pero también dota a las suertes de más emoción y autenticidad. Los que sí ejecutó muy bien fueron los ayudados por alto, algunos de ellos magníficos de aguante, temple y valor, a los que agregó otros de costadillo igualmente meritorios. Todo lo cual compuso una faena variada, interesante y emotiva, que entusiasmó al gentío. Y cuando Nacho le dio fin con un pinchazo hondo, media un tanto contraria y un descabello a la primera, fue obligado a dar la vuelta al ruedo.
Con el quinto estuvo igualmente bien. Hubo en su faena algunos derechazos que provocaron entusiasmo y pases por alto de tan buena calidad como los que ejecutó en el toro anterior. Algunos muletazos giratorios – de especie fronteriza, entre lasernistas y molinetes – le resultaron magníficos por lo precisos y ceñidos. Entre los aplausos con que se premiaba su faena, surgió una voz que, refiriéndose al terno de Nacho, un vestido verde y oro, propiedad de Silverio, gritó: “¡Ese traje me lo pongo yo!” Aquella voz aludía a la influencia de Silverio, atribuida al traje, pero que a Nacho le llega por más profundos caminos, pues la lleva en la sangre. Es una influencia muy ostensible, y donde más se notó fue en un quite por chicuelinas a su primer toro. Un quite “silverista” puro. Y como tal, ovacionado.
El impasible Fregoso. Arturo Fregoso es un torero muy sereno. Acaso demasiado. Porque la tranquilidad en un lidiador vale mucho, pero cuando se extrema, se convierte fácilmente en frialdad.
Sólo en una ocasión se le encendió la sangre. Fue cuando su primer toro, al que había dado tres apretadísimas chicuelinas, lo prendió por una pierna y lo hizo salir por la cola, en limpia voltereta. Se levantó entonces y fuése al toro a cuerpo limpio para desafiarlo, pegándole con la mano en el testuz. Tras de lo cual volvió a ejecutar chicuelinas como las anteriores.
Pero luego volvió a enfriarse. Y muleteó sin inquietud, pero sin brío al novillo, que tenía una tendencia poco grata a derrotar alto. Y la verdad es que Fregoso no se asustaba de los derrotes, pero tampoco se encorajinaba como hubiera sido necesario para buscarle al toro una pelea eficaz.
En el sexto, apunto algún buen lance a la verónica e hizo un quite por faroles verdaderamente magnífico. Fueron faroles como aquellos con los que sorprendió y entusiasmó el año pasado. Tan templados y rítmicos, que logró transformar esa suerte de mero adorno en algo positivamente emocionante.
Esperábamos que siguiese igual de torero con la muleta. Pero cuando iba a iniciar su faena, saltó al ruedo un espontáneo que entre carrera y carrera, logró un buen pase de rodillas y otro de pecho. Cuando se retiró y mientras el público estaba distraído pidiendo que no lo encarcelasen, comenzó a muletear Fregoso, que naturalmente encontró al toro en el estado de incertidumbre a que da siempre lugar el barullo ocasionado por los espontáneos. Sin embargo, poco a poco Arturo se fue acomodando con el novillo y aunque hizo un trasteo desligado, logró pases de muy buena calidad, especialmente los que ejecutó por alto en la parte final del trasteo. Pero estuvo muy desafortunado con la espada, como lo había estado en el toro anterior. Y el público comenzó a invadir el ruedo. Esto dificultó enormemente la labor del diestro, al que la autoridad tocó los dos avisos, sin tener en cuenta que el tiempo no puede computarse lo mismo cuando un torero lidia en condiciones normales que cuando lo hace impedido por una verdadera invasión popular de la arena.
De los toros y de la manera de castigarlos. De La Laguna vino un encierro parejo y terciado. Flojos en su pele con los caballos, los novillos fueron, sin embargo, dóciles para los toreros, si se exceptúan el tercero y el cuarto, cuyos defectos puntualicé más arriba. El que reveló más casta y empuje fue el sexto, que se creció al pegarle muy fuerte “Limber”, ese eficaz varilarguero que suele picar contra todas las reglas del arte, tapándole la salida al toro al irse con el caballo hacia las afueras. ¿Sería inoportuno señalarle que la salida que debe tomarse es precisamente la contraria? Porque no basta con pegarle al toro. Hay que pegarle como es debido.

Julián Pastor había debutado en El Toreo el 6 de junio de 1927, fue compañero de quinta de Fermín Espinosa Armillita, Alberto Balderas, Heriberto García, José González Carnicerito, Esteban García y José El Negro Muñoz entre otros; Nacho Pérez - hermano del Faraón Silverio - hizo lo propio el 31 de agosto de 1941 y algunos de sus compañeros de generación fueron Luis Procuna, Félix Guzmán, Pepe Luis Vázquez - mexicano -, Carlos Vera Cañitas y Manuel Gutiérrez Espartero, en tanto que Arturo Fregoso lo había hecho el 30 de mayo del año anterior, siendo parte de un grupo integrado entre otros por Antonio Toscano, Paco Rodríguez, Félix Briones y Tacho Campos. De la terna, solamente regresaría a El Toreo en esta temporada Nacho Pérez y al final de sus carreras, ninguno de los tres recibiría la alternativa.

domingo, 19 de febrero de 2012

17 de febrero de 1946: Manolete, Pepe Luis y Procuna. Platino, Cazador y Cilindrero


A la memoria de don Isidoro Cárdenas Carranza, gran amigo y aficionado a esta fiesta, en su día corresponsal de los semanarios Dígame y El Mundo de los Toros, quien falleciera hace unos minutos.

Las tormentosas vísperas

El Toreo de la Condesa
La 19ª corrida de la temporada 1945 – 46 en El Toreo de la Condesa estuvo a punto de no celebrarse. Tres días antes se había efectuado allí mismo la corrida a beneficio del Sanatorio de Toreros – fue la corrida en que Armillita ganó la Rosa Guadalupana y de la gran faena de Pepín Martín Vázquez con Caribeño de Xajay – y el Monstruo de Córdoba se cayó del cartel alegando el agravamiento de una lesión muscular que venía padeciendo desde el mes de enero anterior – no obstante el 5 de febrero actuó en la inauguración de la Plaza México – y le sustituyó en la ocasión Gitanillo de Triana. La Unión de Matadores que lideraba Luciano Contreras no se quedó conforme con el parte facultativo presentado por Manolete y decidió suspenderle en sus derechos sindicales por dos años, quedando el torero impedido en consecuencia, para actuar en todas las plazas mexicanas por ese lapso de tiempo. Una información aparecida al respecto en el diario El Informador de Guadalajara, el 15 de febrero de ese año, dice lo que sigue:

La Unión de Matadores de Toros, del cual es Secretario Luciano Contreras, anunció un veto a Manolete, por dos años para no torear en plazas mexicanas. La determinación de la Unión, obedece por no haber toreado hoy el diestro cordobés estando anunciado, pretextando estar enfermo, pero los médicos que lo reconocieron dictaminaron que estaba bien. Esto viene a suspender la corrida “mano a mano” que estaba anunciada para el sábado próximo en la Plaza México con Silverio Pérez. Se dice también que el cordobés está siendo atacado por un diestro mexicano, que hace labor subterránea en contra de él.

Manolete triunfante el El Toreo
El resultado del veto que Luciano Contreras y sus huestes intentaron imponer, resultó en la fundación de una nueva Unión Mexicana de Matadores de Toros, presidida por Armillita y a la que se afiliaron también David Liceaga, Jesús Solórzano, Silverio Pérez, Calesero, Juan Silveti, Heriberto García, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Fermín Rivera, El Soldado, Cañitas, Carlos Arruza y Gregorio García entre los mexicanos más notables y por los hispanos el propio Manolete, Pepe Luis Vázquez, Manolo Escudero, Gitanillo de Triana, Pepín Martín Vázquez y Angelete, quedándose en la anterior solamente Cagancho y éste, por breve tiempo.

Creo que no es necesario decir, que ni el mano a mano del sábado 16 de febrero entre Manolete y Silverio Pérez en la Plaza México – fue la tarde del Faraón con Barba Azul de Torrecilla – ni la corrida del día siguiente en El Toreo, sufrieron contratiempo alguno.

La apoteosis en El Toreo

La empresa dirigida por Tono Algara anunció un encierro de Coaxamalucan, ganadería tlaxcalteca dirigida por los hermanos Felipe y Darío González. Eran seis toros que por su orden se llamaron Tilapo, Cazador, Cilindrero, Platino, Troyano y Abanico. Seis toros que, de acuerdo con la crónica de Francisco Montes en el número 168 de La Lidia, aparecido el 22 de febrero de ese año:

…Así es como se demuestra la categoría de ganadero de reses bravas, enviando astados que lo sean de verdad y es como se gana la predilección de la afición. Fueron sencillamente magníficos cinco de los bureles de Coaxamalucan habiendo llegado tres de ellos al destazadero sin apéndices, además de que uno de ellos fue paseado en torno del redondel como premio a su bravura, compartiendo el premio el ganadero, que en medio de los tres espadas dio la vuelta al anillo…

Manolete salió con la parroquia en su contra. Algún efecto surtió la campaña que en los días previos iniciara Luciano Contreras, más con su actuación esta tarde pudo resarcir las pérdidas que ello le pudo causar. La gran faena vino con el cuarto de la corrida, Platino, número 264, de pelaje sardo, entresacando de la crónica antes referida lo siguiente:

…inició su portentosa faena con tres pases ayudados por alto, estatuarios, en los que se pasó entero al burel y después del tercero, recibió un fuerte palotazo… pero imponiéndose a éste… se irguió como un genio que es del toreo y ligó seis derechazos de portento, de prodigioso temple y mando… ligándolos en redondo… derechazos que fueron la mecha que prendió la locura en los tendidos… siguió con tres manoletinas… y para poner fin a su portentosa faena ligó tres naturales  que ahí quedan en el ruedo de El Toreo de México como modelo de bien torear… entró a matar muy derecho y ejecutando la suerte a la perfección, dejó una estocada en buen sitio, se precipitó porque el toro no doblaba con rapidez y descabelló al segundo empujón… La plaza era un manicomio, veintidós mil pañuelos pedían también la pata…

Pepe Luis Vázquez
Pepe Luis Vázquez tuvo esta tarde lo que a mi juicio resulta ser quizás la tarde más redonda en su paso por los ruedos mexicanos. Fue ante Cazador, segundo de la tarde, número 275 y El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada escribió en el número 169 de La Lidia, del 1 de marzo siguiente, lo que sigue:

…Hagamos caso omiso de las excelencias de su toreo de capa, cada vez creciendo en ligazón, en gracia, en sabor, para seguir batiendo palmas de entusiasmo a la esencia pura, al clasicismo sin par de su primer faena, preciosa, valiente, segura, sin un solo lunar, en la que lo mismo lucieron los pases naturales armoniosos, ligados con los incomparables de pecho, perfectos, largos, impecables, que todos los de otra índole como complemento de belleza a lo ya por sí mismo intensamente bello…

Luis Procuna a su vez tuvo su gran momento de la tarde con el tercero, Cilindrero, número 278, toro que le dio la ocasión de mostrar su especial tauromaquia y de ejecutar el toreo por alto que tanto le distinguiera. De la ya citada crónica de Francisco Montes, extraigo lo que sigue:

…el torero de San Juan ligó tres faroles de magnífica ejecución y artística rebolera… tomó los palos y después de un vistoso galleo, dejó un palo… cerró el tercio uno de sus peones… Brindó a David Liceaga y principió con pases de tanteo para luego estirarse con tres de costado… luego ligó tres derechazos extraordinarios, dos afarolados artísticos y plenos de gracia, dos derechazos en que aguantó enormidades… luego con el toro en los medios ligó naturales magníficos… y entró a matar dejando media en todo lo alto para tumbar patas arriba al bravo ‘Cilindrero’…
Luis Procuna
El Toreo de la Condesa vivía su última temporada. Durante cuatro décadas fue la principal plaza de toros de la capital mexicana y ante la puesta en funcionamiento de la Plaza México, que le duplicaba en capacidad, sus días estaban contados. Durante el último año de funcionamiento de El Toreo y primero de La México, no se puede hablar de una real competencia entre ambos escenarios, básicamente por el número de festejos que en una y otra plaza se dieron y en menor medida, porque en el nuevo coso, aún se trabajaba para terminar detalles que lo dejarían en condiciones óptimas de funcionamiento, no obstante esto, la tarde que hoy les recuerdo, debió ser una de las más grandes en la historia de la plaza que se despedía, más que nada, por lo redonda que resultó, pues todo salió bien. Se hizo presente el seguro azar del toreo, que diría José Alameda.

El festejo al final, admite, a 66 años vista, el certero y breve resumen de El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada:

Toros y toreros, conjuntamente, nos proporcionaron el placer incomparable de presenciar una verdadera corrida de toros…

Placer incomparable sin duda y en estos tiempos que corren, cada día más escaso…

Aldeanos