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domingo, 3 de marzo de 2013

Pablo Lozano en Aguascalientes


Castilla en San Marcos

Pablo Lozano
Castilla es una región histórica de España, que desde el siglo VIII es conocida como tal, pues existen documentos árabes del año 759 que lo confirman y señalan que las tierras castellanas abarcaban la superficie comprendida entre el río Duero y la cordillera cantábrica. Tradicionalmente el territorio considerado castellano, al margen de las divisiones que de carácter político se han hecho de la península ibérica, es el que comprende las provincias de Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid y Toledo.

El paisaje castellano es singular y en mucho marca la manera de ser de los hijos de esa tierra, que proverbialmente son austeros y reservados. La austeridad de esos lugares es indudablemente de gran belleza, misma que Pedro Laín Entralgo define de la siguiente manera: 

Entre la franja humana de Fuencarral y la franja geológica de allende, el Jarama tiéndese entre dos sábanas desiguales que nos dan soporte y cobijo. Por arriba, la del cielo: Azul puro y sencillo sobre la línea de los montes, azul rosado o ígneo sobre la del poblado… La sábana del suelo es ocre, gualda, gris. Trigales humildes ponen sobre ella la parva y dispersa alegría de su color verde, ya amarillecido e trechos. A lo lejos, encinas esparcidas salpican de oscura gravedad el fuego contenido de la tierra… Junto al río, algún sotillo de reposados olmos y una hilera de finos chopos, sonoros cuando los conmueve el viento, conceden cierta tregua de ternura vegetal a la dureza dramática, encendida de la tierra en turno. El rumor de las hojas, el grito de los pájaros y alguna voz humana aislada, extraña, casi misteriosa, dan sonido a la inmensa quietud del paisaje… (La Generación del Noventa y Ocho. – Espasa Calpe, Colección Austral, volumen 784, página 17.)

Así es Castilla, una tierra de recio paisaje, que como decíamos, forja una especial personalidad a los hombres que son hijos de ella. Es una tierra de hombres taciturnos, mesurados, sobrios, que tienen mucho de fondo aunque las formas sean austeras, una tierra en la que dice Corrochano, refleja serenidad con sus llanuras sin fin y sus caminos sin curvas. Una tierra majestuosa y evocadora donde la gente se acuesta temprano.

Como toda la piel de toro, Castilla ha dado a la historia del toreo, nombres y hombres que han honrado en los ruedos la manera de ser y el entorno castellano. Aguascalientes ha sido testigo de esa peculiar manera de ser de los  toreros castellanos, albergando en su plaza de toros San Marcos de notorios aires andaluces, a varios toreros de esas tierras que en su día, cautivaron con su castellanía a los repletos tendidos del coso de la calle de la Democracia.

En esta oportunidad quiero referirme a Pablo Lozano, un torero que en un tiempo de la historia de nuestra muy taurina ciudad, trajo los aires de su Castilla natal al más que centenario redondel sanmarqueño.

Pablo Lozano

Nace en Alameda de la Sagra, provincia de Toledo el 29 de agosto de 1932 en el seno de una familia acomodada, en la que el padre era veterinario. Abandona los estudios de bachillerato y el 26 de agosto de 1949, viste en Orgaz su primer terno de luces. Su presentación en una plaza de primera categoría tiene lugar en Barcelona, el 26 de marzo de 1950. El 21 de abril de ese año, alternando con Calerito y Alfredo Jiménez, corta tres orejas en la plaza de Sevilla, lo que le lleva a presentarse en Madrid el 1º de junio siguiente, llevando como compañeros de cartel a Pablo Lalanda y a Jaime Malaver, en la lidia de novillos de María Matea Montalvo. En ese calendario suma treinta y siete novilladas. Al calendario siguiente, actuará en una veintena de festejos, antes de tomar la alternativa el 25 de septiembre de 1951. 

El cartel de su doctorado lo formaron Luis Miguel Dominguín como padrino y Manolo González y José María Martorell como testigos, lidiándose en la señalada fecha seis toros de Samuel Flores y dos de Atanasio Fernández. En primer lugar Dominguín le cedió los trastos para lidiar a muerte al toro Tirano, número 137, marcado con el hierro de Samuel Flores.

Tras sumar tres festejos el año de su alternativa, Pablo Lozano confirma su alternativa en Las Ventas el 18 de mayo de 1952, cuando Antonio Bienvenida en presencia de Paquito Muñoz le cede al primero de los toros de Ignacio Vázquez de Pablo corridos en ese festejo, en el que actuó con un toro de su ganadería, el rejoneador Duque de Pinohermoso.

Sumará veintidós actuaciones ese año de su confirmación, disminuirá en 1953 apenas a seis y en 1954 se vestirá de torero trece ocasiones. El 17 de abril de 1955 sufre una cornada grave en Madrid, cuando lidiando toros de Molero Hermanos, alternaba con Rayito y Jerónimo Pimentel, hecho que limita su temporada a una docena de contratos. No torea en 1956 y regresa al año siguiente para actuar en veinte ocasiones, teniendo el 14 de julio de ese 1957 lo que podría considerarse como la hora dorada de su carrera en los ruedos, al matar en solitario en Las Ventas, a beneficio del Montepío de Toreros, seis toros salmantinos de Barcial, a los que corta cuatro orejas, saliendo en hombros por la puerta grande.

En 1958 actúa en diecinueve festejos y dejará de torear en 1959 y 1960. En 1961 viene a México y actúa en una tarde el 31 de diciembre en Saltillo. Para el año de 1962 se contrata en dieciocho oportunidades y en 1963 lo hará en cuatro ocasiones en nuestro país y por doce en España, vistiéndose de luces por última vez en Mora de Toledo el 18 de septiembre para en presencia de Efraín Girón, dar la alternativa a José Carbonell.

Nunca confirmó su alternativa en la Plaza México, aunque actuó en El Toreo de Cuatro Caminos el 16 de septiembre de 1962, acartelado con Ricardo Balderas y Raúl Acha Rovira, para despachar un encierro de Peñuelas. En Aguascalientes se presentó en dos ocasiones, el 1º de enero y el 24 de abril de 1963, sobresaliendo su actuación en la primera de las corridas mencionadas.

En Aguascalientes

Decía antes que actuó en el coso sanmarqueño dos ocasiones, siendo más sonada la de su presentación, el primero de enero de 1963. En esa fecha se enfrentaron a seis toros de Peñuelas, Luis Procuna, Jesús Delgadillo El Estudiante y el diestro toledano. La corrida fue exitosa, pues El Berrendito cortó dos orejas, Jesús las dos y el rabo del sexto y Pablo Lozano fue juzgado así por don Jesús Gómez Medina:

EL TORERISMO DE PABLO LOZANO. – El contraste con otros toreros, poseedores de un arte espectacular, fosforescente, que por lo mismo subyuga y ofusca de primera intención a los espectadores, pero cuya superficialidad lo convierte en intrascendente, Pablo Lozano, frío de corte y actitudes, pero dueño de un torerismo integral, acaba convenciendo al aficionado, que le rinde su admiración y su aplauso… Diríase que en su persona y en su arte se reflejan las características de la tierra castellana, de donde es oriundo este diestro. Más fondo que forma. Sobriedad, sí, pero plena de sustancia toreril… Con su primero, al que lanceó con procedimientos muy canónicos, Lozano bregó también en muy buena forma para llevarlo al caballo. Pero con la sarga la escena fue a menos, soso el torillo y su matador no muy sobrado de alegría. Y como tras de pinchar dos veces, falló otras muchas con el estoque de descabellar, sonaron las protestas. Pero con el quinto… Se llamó Flamenco y llevó el número 17. Nada de relieve en el primer tercio. Lozano se concretó a cuidar su lidia, reservándose para el trance final… Brindó al pópulo y, previos tres pases por alto, quietos, mandones, se llevó a Flamenco a los medios donde, con una y otra mano, el de Toledo forjó los muletazos de mayor longitud y limpieza que registra la jornada. Los de mayor ritmo, los de mejor cadencia. Y el público, que se había mostrado hosco durante la faena del segundo, convencido, entusiasmado, acabó por entregársele. ¡Esta conquista fue el mayor mérito del de Toledo!... Un pinchazo en lo duro y luego el espadazo final. Gran ovación y dos vueltas al ruedo, la segunda en compañía de sus alternantes, todo en un clima de desbordada euforia colectiva. ¡Fue éste, repetimos, uno de los pasajes más brillantes de la corrida!”(El Sol del Centro, 2 de enero de 1963)

El 21 de abril de ese mismo año reaparecería el diestro castellano en la plaza de San Marcos, alternando en esa tarde de nuevo con Luis Procuna y con Rafael Rodríguez, que a la postre fue el triunfador, lidiándose toros de Ramiro González. De esta actuación, las crónicas únicamente recuerdan su gran estocada al sexto de la tarde.

Pablo Lozano fue conocido en su tiempo como La Muleta de Castilla y Carlos Abella lo califica como el primero de una serie de toreros toledanos surgidos al influjo de Domingo Ortega. Toreó pocas corridas, pero en plazas de gran fuste y destacó siempre por la sobriedad de su trazo, consonante con su lugar de origen. Un torero con sello, sin duda.

Hoy en día es ganadero de los hierros de Alcurrucén, El Cortijillo y Lozano Hermanos y fue directivo de la empresa que en un tiempo regentó los destinos de la Plaza de Las Ventas de Madrid. Uno de sus hijos, Fernando, nacido en México, llegó a ser matador de toros, aunque su paso por los ruedos fue breve y actualmente se dedica a la formación y apoderamiento de toreros y se mantiene cercano a México atendiendo una escuela taurina aquí en Aguascalientes.

Así ha sido la parte de la historia que este torero castellano ha escrito en Aguascalientes, una historia que creo que vale la pena recordar.

domingo, 7 de octubre de 2012

Mariano Ramos. Torero


Es mi palabra escritura y es mi lema la bravura,
soy de mi tierra el que guarda la tradición y el honor.
Soy el charro mexicano, noble, valiente y leal…


La primera actividad de Mariano Ramos en un redondel fue relacionada con la charrería. Él y su familia eran charros mexicanos, de esos de los que Jorge Negrete cantaba que eran nobles, valientes y leales… y que según el mismo cantar, vestían trajes alamarados con botonadura de oro y espuelas de Amozoc… En ese ambiente de la charrería es seguro que aprendió el manejo del ganado y también pudo relacionarse con otro torero que al igual que él, primero aprendió a florear la reata, a hacer manganas a pie y a caballo y a ejecutar todas esas suertes, que al decir de Alameda, de ser utilidad – para el manejo del ganado en el campo, en este caso –, se volvieron juego. Me refiero a Joselito Huerta, figura en los ruedos del toreo y también en los del aquí llamado deporte nacional.

Considero que esa proximidad con El León de Tetela facilitó a Mariano Ramos el acercarse al ganadero Agustín Chávez Magallón, titular del hierro de Ibarra – y suegro de Huerta –, en donde aprende el toreo enfrentándose a una gran cantidad de vacas de retienta. Ante esa clase de ganado, evidentemente, la tauromaquia que desarrollará será sobria, dominadora y de un gran entendimiento de las condiciones de los toros; lo accesorio tendrá poco espacio o ninguno en su andar por los ruedos.

Esa formación la va a completar en el rastro – matadero – que había en Ferrería en la Ciudad de México, al que fueron a parar casi todas las vacas de la ganadería de La Punta, cuando sus potreros tuvieron que ser evacuados a causa de una reforma agraria mal aplicada y entendida a principios de la década de los setenta del pasado siglo. Allí se relaciona con el inefable Rafael Herrerías, quien tenía alguna función administrativa en el lugar y es precisamente con Mariano Ramos con quien comienza a frecuentar los callejones de las plazas y a introducirse en el taurineo.

Su presentación como novillero fue el 21 de febrero de 1970 y llega a la Plaza México el 25 de julio del año siguiente, alternando con los hidrocálidos Arturo Magaña y Mauricio Lavat. Esa tarde corta la oreja de Auditor el sexto de los de la Viuda de Emilio Fernández corridos ese domingo. La temporada de 1971 en la capital mexicana constaría de veintidós festejos y tuvo también como atractivos a Luis Procuna hijo, Rafael Gil Rafaelillo, José Antonio Gaona y Curro Leal. Mariano toreó nueve novilladas en el ciclo, cortó siete orejas y se llevó el Estoque de Plata en el festejo de triunfadores celebrado el día 31 de octubre, tras cortar las dos orejas de Agricultor de La Laguna.

En Aguascalientes le vimos por primera vez el día 10 de octubre de ese 1971. Don Guillermo González Muñoz le anunció con un encierro de don Ezequiel Gutiérrez, de origen Parladé vía La Punta y Matancillas, que enfrentaría alternando con Arturo Magaña y Luis Procuna hijo. La tarde fue lluviosa y la asistencia al coso de la calle de la Democracia escasa, pero lo visto allí nos dejó claro que estábamos enfrente de un torero de esos que surgen muy de cuando en cuando. Así le vio Everardo Brand Partida, en esos días, encargado de la información taurina en el diario El Sol del Centro:
   
Magaña, Ramos y Procuna, orejeados… No pudo ser más satisfactorio el resultado – en el aspecto artístico – de la primera novillada de la temporada 1971 – 72 que se dio ayer en el Coso San Marcos en cuyo ruedo cosecharon sendos triunfos el hidrocálido Arturo Magaña, Luis Procuna hijo y Mariano Ramos quienes desorejaron a los corridos en primero, sexto y séptimo lugar, respectivamente... el tendido cálido registró una entrada bastante aceptable y en sombra, los aficionados, los auténticos taurinos, dieron fe de los triunfos de Magaña, Ramos y Procuna que se las vieron con un encierro de don Ezequiel Gutiérrez, bravo en términos generales, peleando bien con los de a caballo y permitiendo el lucimiento de los espadas, quienes fueron paseados en hombros de los eufóricos aficionados al término de la novillada... UN TORERO DIFERENTE, CON MUCHO MANDO Y CLASE ES MARIANO RAMOS... Mucho se había dicho del muchacho, que se reveló en la actual temporada chica capitalina y ayer justificó ante el público de Aguascalientes, el por qué llegó a esta plaza precedido de tales triunfos... En efecto, Mariano Ramos, pese a su corta edad y al poco tiempo que tiene en las filas de la novillería mexicana, demostró que es un torero diferente, muy poderoso, con mucho mando, y si bien los dos primeros adversarios – en la lidia ordinaria – no le dieron margen para el éxito, con el séptimo, de regalo, armó la escandalera... El novillo no era propiamente una “perita en dulce” ya que llegó al tercio final reservón y desarrollando sentido, pero Mariano, con ese valor y ese poderío muleteril, fue mostrando el camino a seguir al astado, exponiendo enormidades y haciendo el toreo de verdad, sin ventajas y sin adelantar en lo absoluto el engaño... Mariano daba la impresión de un torero español, que jamás cita adelantando el engaño, empero sin torear exclusivamente con la muñeca, en sí, que aguantaba a pies juntos la embestida del burel, al que luego llevaba bien acompañado trazando con su muleta la dimensión del pase, surgiendo una faena que mantuvo al público de pie y entregado plenamente a la clase y torerismo de Ramos, que finalizó con tres cuartos en buen sitio, para que doblara el séptimo y último de la tarde, y con ello el triunfo del muchacho, que recibió la oreja de su enemigo... Los tres espadas fueron paseados en hombros de los aficionados, a esas alturas eufóricos, por el resultado de este primer festejo de la temporada 1971 – 72, que se inició con el mejor de los éxitos...
Como podemos deducir de lo reseñado, desde sus inicios, Mariano Ramos fue fiel a una manera de hacer el toreo, que era la de poderle a los toros, dominarlos y así hacerles el toreo. Como decía hace unos párrafos, lo accesorio no le venía; pareciera que no lo necesitaba para expresarse en el ruedo, pues esa tauromaquia en cierto modo parca pero efectiva le hacía llegar a los tendidos y encontrarse en el ánimo de la afición.

Mariano Ramos
Recibió la alternativa en Irapuato, el 20 de noviembre de ese mismo año de 1971, de manos de Manolo Martínez, que le cedió al toro Campanero de Santacilia, en presencia de Francisco Rivera Paquirri. Confirmaría en la Plaza México el 5 de diciembre siguiente, con el mismo padrino, pero con Antonio Lomelín de testigo y el toro de la ceremonia fue Antequerano de Tequisquiapan. Su confirmación en Las Ventas se celebró el 18 de mayo de 1974, cuando Curro Romero le cedió al toro Fusilillo de Baltasar Ibán, nuevamente en presencia de Paquirri.

Su historia en la Plaza México está marcada por tres grandes faenas. La primera es la del toro Abarrotero de José Julián Llaguno, al que indultó el 6 de enero de 1974, cuando alternaba con Manolo Martínez y Manzanares padre; la segunda, el 9 de febrero de 1975, cuando alternando con Manolo Cortés y Curro Rivera, cortó el rabo a Azucarero de Tequisquiapan y la que quizás se estime como su más grande obra en ese ruedo y una de las faenas más destacadas de la historia de esa plaza de toros, la que realizara el 21 de marzo de 1982 al toro Timbalero de Piedras Negras, al que, con saldo de una sola oreja, realizó una faena en la que exclusivamente lidiando – entendida esa lidia como lid, dice Daniel Medina de la Serna – dominó a un toro de esos que se diría en términos comunes que no sirven, pero que al torero – charro le fue útil para escalar lo que quizás fue la cumbre de su paso por los ruedos.

En Aguascalientes, el 2 de mayo de 1993 realiza una de las faenas más importantes realizadas en la historia de la Plaza Monumental al toro Tocayo de Javier Garfias, el que es indultado – un indulto serio y merecido – en lo que quizás constituye también uno de los momentos más altos de su historia en su paso por las plazas de nuestra ciudad.

Conchita Cintrón escribió acerca de Mariano:

Hace años hubo una tarde histórica, en Sevilla, en la cual realizó Mariano Ramos una faena cumbre… Yo tengo dos horas disponibles para describir lo que realizó y no me es posible hacerlo… pues la expresión artística, cuando se revela en toda su plenitud, es tan rica en matices como difícil de analizar… Todo arte se resume en belleza, aunque no todo lo bello se considera arte. El arte, diría yo, nace del propósito de expresar belleza; de la necesidad imperiosa de comunicar un mundo interior, incompatible con las limitaciones impuestas con lo mortal… Por existir belleza sin arte puede haber interpretaciones con momentos hermosos que no llegan a ser expresión artística. Son actuaciones superficiales que, en los toros, incitan al aplauso entusiasmado del aficionado popular que grita, gesticula, y se preocupa muchísimo por la actitud de la presidencia… pero en cambio, a su lado, nunca faltará gente más exigente (¿o será más sensible?) totalmente al margen de la algarabía del tendido. Son personas que esperan algo más profundo de los toros… Aguardan ese momento que nos ofreció ahora Mariano Ramos; ese momento sublime en que el artista de elección, expresando una emoción que le rebasa el alma, le revela en el espectáculo grandioso el encuentro del hombre con la eternidad…
Antier dejó esta tierra Mariano Ramos, un torero que siguiendo el cantar de Jorge Negrete, fue ejemplo sin reproche o desdoro, de la noble tradición…,  de los hombres de a caballo de este país, pero también de aquellos que vestidos de seda y oro, de su tierra guardan la tradición y el honor… Creo que el juicio que hará la historia de su trayectoria será favorable, porque si algo siempre le distinguió, fue su honradez en el ruedo. Descanse en paz.

Aclaración pertinente: Los resaltados en los textos transcritos, son imputables exclusivamente a este amanuense.

domingo, 6 de mayo de 2012

Tal día como hoy. 1973: Rafaelillo y Miraflores de Rancho Seco


La Feria de San Marcos de 1973 tuvo una inusual y no vuelta a repetir presencia del campo bravo de Tlaxcala. El 25 de abril se lidió un encierro de Piedras Negras; el 1º de mayo uno de Coaxamalucan y el día 6 de mayo, fecha que en este momento nos ocupa uno de Rancho Seco. Y si he de ser exhaustivo, tanto la corrida que abrió el serial, como la extraordinaria del 5 de mayo, fueron de la ganadería del Ingeniero Mariano Ramírez, que en esos días era pura de ese origen, pues se fundó en 1956 con la mitad de la original vacada de Zotoluca, la que hogaño lleva el hierro que originalmente fuera de la fundacional de Tepeyahualco.

Esa corrida del cierre de la Feria, se conformó con la actuación del Centauro Potosino Gastón Santos, el colombiano Pepe Cáceres, Raúl Contreras Finito y el tijuanense Rafael Gil Rafaelillo, quienes enfrentarían ese bien presentado encierro que trajo a nuestra feria don Carlos Hernández Amozurrutia desde Tlaxco, Tlaxcala.

El sorteo del encierro fue accidentado, pues un toro, el número 73, que al salir al ruedo sería llamado Miraflores y saldría en séptimo lugar, presentaba en una anca una lesión, que para el ganadero y los apoderados era un mero puntazo y para don Jesús Gómez Medina, que ocupaba el palco de la Autoridad, podía ser una cornada. Tras de un largo rato de discusión y de observación del toro, que no tenía signos de cojera y tampoco presentaba síntomas de fiebre o de otros daños derivados de una lesión profunda, compatible con una cornada, por lo que el toro fue aceptado condicionado a que de mostrar signos de claudicación en el ruedo o de ser protestado por el público, sería devuelto a los corrales sin miramientos. Afortunadamente eso no sucedió y pudimos ver al toro de la Feria, y de muchas más.

La gran faena de Rafaelillo

Paso sin más a la relación de don Jesús Gómez Medina sobre esta gran tarde:

Rafaelillo y Rancho Seco dieron broche triunfal a la Feria. A la memoria de don Enrique Bohórquez, cronista ejemplar, que supo expresar como pocos “el sentimiento del toreo”; a Eduardo Solórzano y Rafael Rodríguez que, aunque alejados de los ruedos, sienten aún la fiesta a pleno corazón; a Juan Luis y Pepe Pérez Jaén, en cuya afición pervive la savia torera del inolvidable don José Pérez Gómez “Nili”... Fue a la hora del crepúsculo, durante esos minutos propicios al ensueño, ricos en presagios, en los que las sombras nocturnas se esparcen lenta e insensiblemente, prestas a ganar la diaria contienda a los esplendores solares. Durante ese breve lapso crepuscular que oscila entre la luz y las tinieblas y que constituyó, dicen, el marco de las grandes proezas belmontinas... Fue entonces que salió el séptimo de Rancho Seco, sexto de la lidia ordinaria. Se llamó “Miraflores”, tenía el número 73 y era negro, de cabeza acarnerada, tirando a veleto y con cuatro años largos en la boca. Nada más ni nada menos que un toro... “Rafaelillo” – desde ayer, tras la faena a "Miraflores" y mientras prosiga por el mismo camino, don Rafael Gil, torero artista si los hay –, se dio a torear al de Rancho Seco en una serie de lances a pies juntos, en una forma si no del todo clásica, de todas maneras espectacular y brillante, a lo que contribuía la brava acometida de “Miraflores”. Remató con pinturería, y oyó una ovación, la primera de las que luego brotarían en incontable sucesión... “Miraflores”, tras el fuerte puyazo y el trajín de las banderillas, había llegado al final con su bravura intacta, atemperada por el castigo recibido; dócil, nobilísimo, embistiendo con el hocico al ras del suelo; con una alegría, con un estilo, con un “son” extraordinarios... Erguido, sonriente, el chiquillo desafiaba al de Rancho Seco, llevando la faena en la diestra; acometía aquél sobre el señuelo que a su bravura se ofrecía, y brotaba, así, el derechazo lento, pausado, solemne. Cada pase superaba en calidad y en intensidad emotiva al precedente; y el ¡olé! que provocaba subía de diapasón a medida que la serie íbase redondeando... ¡El torero, ebrio de emoción artística, impelido por el fuego creador que crepitaba en su pecho, volcaba sobre la arena todo el profundo sentimiento – ¡“el sentimiento del toreo”! – que albergaba su corazón de artista ansioso de encontrar la fórmula de expresión para su mensaje! Y de los tendidos brotaba de inmediato la réplica, el eco más contundente y halagador para quienes usan coleta: ¡torero!... ¡torero!... clamaban a coro los espectadores, saboreando, ellos también y viviendo con toda la intensidad de que es capaz un aficionado, la gesta que en el ruedo se realizaba... En las alturas, las sombras eran cada vez más densas; pero en la arena había un incendio de arte que bañaba en luz y fuego a “Rafaelillo” y a “Miraflores”... Las series de toreo en redondo, con la derecha se sucedían; la emoción crecía de punto y el ritmo de triunfo aumentaba en la misma proporción en que cada muletazo resultaba más pulido, más templado, de mayor longitud. En algunos de estos, “Rafaelillo” toreó sin ver al burel; ¡tal era su nobleza!, ¡admirable toro de Rancho Seco, embistiendo con idéntica alegría, con la misma claridad, con tan depurado estilo como si en él confluyese toda la sangre bravía de muchas generaciones de bureles próceres!... Tan solo un bache registró la gran faena: fue cuando “Rafaelillo” confundió su condición de torero – artista con la de director de la banda; le perdió la cara al toro, acometió éste y le propinó la voltereta y el susto consiguiente. Mas, en cuento Rafael tornó a ponerse en torero – torero, dejándose de recursos que suelen emplear los mediocres, incapaces de provocar en otra forma la emoción popular, resurgió el bien torear; renació la emoción derivada de la evidencia del arte; y aquel sentimiento del toreo sustituido pasajeramente por la sensación del susto, readquirió la primacía conferida por la plena entrega del gran artista del toreo que es – que ayer fue cumplida plenamente – Rafael Gil “Rafaelillo”... Una entrega que encontró su expresión más dramática en el momento de la estocada: a toma y daca, yéndose sobre el morrillo con la mayor decisión a cambio de salir volteado de manera tan espectacular y peligrosa que provocó hasta la intervención de algunos – como Rafael Rodríguez y Pepe Pérez Jaén – que, como tantos más, desde el callejón presenciaban entusiasmados y extáticos la imprevista proeza. Rafael Gil puso remate a aquella. Y, aunque salió trompicado, al tornar al ruedo, vivió su momento de apoteosis, en unión del ganadero, don Carlos Hernández; las dos orejas y el rabo del admirable “Miraflores”; las vueltas al ruedo entre aclamaciones y a hombros de los capitalistas; las ovaciones, la música; en suma, el fervor popular volcado a sus pies de joven y brillante triunfador... Y para “Miraflores”, el toro que con su bravura y nobilísima condición revivió viejos lauros de su divisa, los honores del arrastre lento en torno a la barrera...”

Rafael Gil Rafaelillo
La corrida se había desarrollado en un ambiente que medió entre el sopor y la tragedia. Del resto de la corrida unos batallaron para mantenerse en pie y otros fueron la antítesis de Miraflores, pero el primero de la lidia ordinaria fue el que condicionó en gran medida lo que habría de venir. Manolo Pérez, banderillero y compatriota de Pepe Cáceres sufrió una grave cornada al ser prendido y prensado contra el burladero que está exactamente en el tendido de sol, en el otro extremo de la puerta de cuadrillas. Desde ese momento la pesadumbre se apoderó de los presentes y de quienes estaban en el ruedo y ya poco se esperaba del festejo.

Pepe Cáceres y Finito no volvieron a actuar en una de nuestras ferias, así como tampoco hemos vuelto a ver un encierro de Rancho Seco en nuestras plazas. Y en cuanto a la faena de Rafaelillo, si algún día se hiciera un recuento de las grandes faenas ocurridas en el ruedo de la Plaza de Toros San Marcos, esta es una de las que se deben tomar en cuenta.

El festejo de hoy, 11ª corrida de feria: 6 de Fernando de la Mora para Eulalio López Zotoluco, José Mari Manzanares y Arturo Macías.

martes, 1 de mayo de 2012

Tal día como hoy. 1973: José Antonio Gaona se alza con el triunfo en la novena de Feria


El modelo de feria taurina iniciado por Guillermo González Muñoz comenzaba a adquirir carta de naturalidad en Aguascalientes. En apenas dos años, el número de corridas que integraban el serial sanmarqueño se incrementaron, de las seis ofrecidas en 1971, a siete en el año siguiente y a once en ese 1973, llevando a la conclusión, como lo expresé ya en algún otro espacio aquí mismo, de que Aguascalientes requería de una nueva y más amplia plaza de toros. 

En ese serial se programaron toreros de distintas generaciones y nacionalidades. En el cartel que hoy les recuerdo, integrado por toros tlaxcaltecas de Coaxamalucan para el rejoneador Jorge Hernández Espinosa y los matadores de toros Jaime Rangel, Raúl García y el nieto del Califa de León, José Antonio Gaona, que recién había recibido el 3 de septiembre anterior en Málaga, de manos de Andrés Jiménez El Monaguillo, llevando de testigo a Pepe Luis Román, siendo el toro de la ceremonia Serenito, de la ganadería de José Luis Vázquez Garcés y que apenas la había confirmado en la Plaza México el 21 de enero anterior de manos de Jesús Solórzano hijo, llevando como testigos a Francisco Ruiz Miguel y el colombiano Jaime González El Puno, quien también confirmó esa tarde, con el toro Cazador de Tequisquiapan.

El triunfo de Gaona

En esta oportunidad la crónica a la que recurro para recordar este suceso es de Jaime Martínez Fonseca, de El Heraldo de Aguascalientes, dado que por cuestiones del descanso obligatorio del día de la corrida, don Jesús Gómez Medina no relató este festejo:

José Antonio Gaona ha hecho magnífica faena a su primero, que tuvo cierta bravura, administrándolo bien en varas. El astado fue pasado con un ligero puyazo para que conservara algo de fuerza y que el nieto del "Califa" pudiera hacerle faena... Con el capote le dio lances a pies juntos y luego abrió el compás para hacer la verdadera verónica, rematando con revolera. Luego, con la muleta empezó a desarrollar una faena derechista, con pases largos, con temple y mando, ejecutados con serenidad y verticalidad... con plasticidad. Luego vinieron los naturales, tranquilos, con ese tipo de embestida, para ir tirando de ella limpia, suavemente, calmadamente. Fueron muletazos largos, completos y las tandas rematadas con el de pecho, girando al tomar el burel, dándole la espalda y llevándolo embebido en el engaño, para despedirlo a la perfección... Entró a matar dejando una entera en lo alto, suficiente para que el cornúpeta rodara muerto. En los tendidos la gente agitaba los pañuelos pidiendo trofeos para el chaval y le fueron concedidas las dos orejas, con las que recorrió el anillo en dos ocasiones... Lo exhibido por Gaona hace pensar que pronto estará en la órbita grande. El chamaco se ve con sitio y sabe moverse entre los pitones como debe ser... El festejo contrastó con los anteriores. Poca clientela en los tendidos.

Raúl García sólo pudo lucir en banderillas y Jaime Rangel terminó estrellándose con la debilidad de sus toros, circunstancia que resultó ser la constante de los toros enviados por don Felipe González y González en esta oportunidad.

No obstante el triunfo obtenido por José Antonio Gaona en esta corrida, para él, así como para Jaime Rangel y Raúl García, esta sería la última vez que les veríamos vestidos de luces en nuestra Feria de San Marcos, pese a que en ciclos anteriores, ellos dos fueron piezas importantes en su desarrollo y crecimiento. Después vendrían por aquí, pero realizando labores de apoderamiento.

El festejo de hoy. 6ª corrida de feria: 6 de Fernando de la Mora para Fernando Ochoa, Julián López El Juli y Octavio García El Payo.

domingo, 29 de abril de 2012

Tal día como hoy. 1962: Humberto Moro y Antonio del Olivar triunfan en la quinta y última de Feria


La quinta y última corrida de la feria de 1962 traía de nueva cuenta a Manolo dos Santos – reaparecido el año anterior – junto con el sensacional muletero de Linares, Humberto Moro y el fino torero celayense Antonio del Olivar. Ellos se enfrentarían a un encierro de la ganadería aguascalentense de Peñuelas, que en los calendarios anteriores habían tenido tardes triunfales para su propietario, don Miguel Dosamantes Rul y eran del agrado de los toreros.

Al final del festejo, los toreros mexicanos, Humberto Moro y Antonio del Olivar fueron los que sacaron el mejor resultado de la tarde. Manolo dos Santos pasó de puntillas por nuestra Feria y como lo leímos el día de ayer, en el siguiente serial de San Marcos, anunciaría a nuestra afición su decisión de despedirse de nosotros.

Los momentos destacados

Don Jesús Gómez Medina, cronista titular de El Sol del Centro destaca de esa tarde los siguientes momentos:

...Moro logró un éxito de consideración al pasar de muleta al corrido en el sitio de honor. Un bicho con suavidad y nobleza, con un lado izquierdo magnífico. Además, el más hecho, el de mejor tipo entre los seis... Unos pasecillos para fijar al burel, y el engaño a la siniestra. Y el pase natural, resurgiendo en todo su esplendor. ¡Con ritmo, con cadencia, con quietud y con mando! Las aclamaciones del pópulo corean cada muletazo; pero, inesperadamente el de Peñuelas toma las de Villadiego y la serie queda sin rematar... Pero aquellos naturales fueron de tal calidad y sabor, tuvieron tanta brillantez y señorío – ¡los mejores de la Feria! – que, cuando el linarense, tras un pinchazo, puso al de Peñuelas en manos del aprendiz de jifero mediante una estocada ligeramente desprendida, la ovación se repitió con fuerza y, previo otorgamiento de la oreja, Humberto Moro recorrió el ruedo en triunfo... En conjunto, la actuación de Antonio del Olivar fue la más completa, la más lúcida de la jornada. Con una determinación y un valor realmente singulares; y acusando un sitio y un torerismo también notables, del Olivar llevó a cabo dos faenas igualmente meritorias. Más brillante, más dilatada y emotiva, la del sexto; el bicho tenía bravura y fuerza en sus acometidas, y como del Olivar lo aguantaba a pie firme, y con limpieza y ritmo se lo pasó por la mismísima faja repetidas veces en muletazos en redondo con la derecha, o bien en los de trinchera, en los de pecho de gran plasticidad y dramatismo, y en los firmazos con los que puso fin a las diversas series, la emoción de los espectadores acabó por desbordarse y, pese al pinchazo, cuando coronó su lucido y meritísimo trasteo con una estocada delanterilla, entre grandes aclamaciones, Antonio del Olivar fue izado en hombros y paseado de esta manera por el ruedo, llevando en la diestra la oreja del de Peñuelas... Antes, al concluir la faena del tercero, el poderdante del “Cachorro de Querétaro” había visto premiada su labor con la vuelta a la arena... Rotundamente gris resultó la actuación del artista lusitano. Abrumado por la sosería de sus antagonistas, Manolo a decir verdad, muy poco logró de plausible. Lo mejor, su brevedad para saldar el compromiso...

Así transcurrió este festejo final de Feria, una que resultó ser en su día, junto con la de 1960, la más extensa en cuanto a número de corridas hasta antes de la adopción del modelo actual, implantado en 1971 por don Guillermo González Muñoz.

El festejo de hoy. 4ª corrida de feria: 6 de Teófilo Gómez para Eulalio López Zotoluco, Sebastián Castella y Juan Pablo Sánchez.

sábado, 28 de abril de 2012

Tal día como hoy. 1963: Manolo dos Santos y Enrique Vera resultan los mejor librados en el cierre del serial


Manolo dos Santos
Hay toreros que ingresan a los carteles de las ferias por una mera cuestión coyuntural. Creo que ese fue el caso de Enrique Vera, que formó terna con Manolo dos Santos y Jorge El Ranchero Aguilar en la cuarta y última corrida de la Feria de San Marcos del año de 1963, al socaire del éxito que habían tenido sus incursiones en el cine, particularmente en dos películas; El Niño de las Monjas y El Último Cuplé, ambas éxito de taquilla aquí en Aguascalientes. No omito considerar que también Vera participó en Tarde de Toros, dirigida por Ladzlo Vadja, pero por su focalización a los entretelones de la fiesta, quizás su impacto fue menor que las dos primeras.

Un testigo que considero de excepción de esta tarde, mi amigo Gustavo Arturo de Alba, explica en su portal Cineforever la composición mayoritaria del público de esa tarde y las razones de su asistencia:

...Enrique Vera vino a México en 1962 y 1963, sin que llegará a actuar en la Plaza México, pero si lo vimos en Aguascalientes, durante la Feria de San Marcos de 1963, en que mi padre me mandó de “chaperón” de una de mis hermanas solteras, en ese tiempo, la cual quería ir a ver, en vivo y en directo, al guapo torero que había enloquecido de amor por la cupletista Sara Montiel. La corrida de marras se celebró el 28 de abril, alternando Enrique Vera con Manolo Dos Santos y Jorge “El Ranchero” Aguilar, en la lidia de un encierro de “El Rocío”, en donde el único animal que se prestó para el lucimiento de los toreros, fue precisamente el que le tocó a Vera, quién consiguió dar una vuelta al ruedo, en una faena de aliño, dada la áspera embestida del burel, en que se lució, como en la película, con sus manoletinas y muletazos por alto, aparte de ligar una serie afortunada de derechazos, pero lo cierto es que Enrique Vera no era un torero profundo, que llevaba gente a la plaza, más bien se iba por complacer o, la obligación de acompañar a hermanas o novias, según fuera el caso, a los tendidos para que admiraran la galanura de ese lidiador, el cual también combinaba la actuación en teatro, con las de cine, bailarín y cantante de andaluz… ah y también cuando tenía tiempo era torero...

La otra visión del festejo

La crónica publicada en el diario El Sol del Centro y suscrita por don Jesús Gómez Medina, refleja un festejo tedioso, principalmente a causa de la sosería de los toros murubeños de la ganadería de El Rocío, en esas fechas propiedad todavía de don Manuel Buch y Escandón, los que, si bien fueron bravos para los caballos, pronto se aplomaron. Del relato que hace don Jesús puedo rescatar lo siguiente:

Su majestad el tedio imperó ayer en el Coso San Marcos... Un solo puyazo, pero de efectos, pues el toro recargó y el varilarguero apretó el palo de firme y, tras un connato de toreo por las afueras a cargo del espada en turno, ya tenemos a éste con los garapullos en la mano... Por cierto, éste del segundo tercio uno de los episodios más destacados en la actuación de Dos Santos, pues éste con facilidad y oportunidad, colgó cuatro pares en el sitio adecuado, sobresaliendo por su emotividad y buena ejecución el sesgo por las afueras que colocó en cuarto término... Se adornó más tarde realizando el lasernista, siempre en pugna con un burel cuya sosería se acentuaba a cada momento. Y, para concluir, dejó una estocada contraria y delantera que hizo doblar. Ovación y vuelta al ruedo... Enrique Vera. Este joven torero hispano también cuajó los instantes más aplaudidos de su labor, mientras lidiaba al primero de sus antagonistas... Pese a la sosería del bicho, Vera echó tipo en dos parones por el lado derecho, que se quedaron sin rematar cuando el del Rocío tomó las de Villadiego... El trasteo, brindado a toda la concurrencia, incluyó tres series de derechazos cuya brillantez fue en aumento, rematadas con otros tantos pases de pecho. Se aploma el socio; Vera se adornó con tres manoletinas muy quietas y ceñidas, tras las cuales sufre un trompicón... Hace una rabieta el hispano, que no ha podido olvidar que alguna vez trabajó ante las cámaras cinematográficas. Y a toro parado, clava el acero hondo y con tendencias, y remata con descabello al primer golpe. Vuelta al ruedo, entre aplausos cerrados... Dejábamos de consignar cómo fue la entrada: regular en el tendido sombreado y muy floja en sol. Y es que los aficionados tienen un olfato...

Esos son los episodios más rescatables de un festejo que pasará a la historia también por ser la última vez que pisó vestido de luces el ruedo de la Plaza de Toros San Marcos el Lobo Portugués Manolo dos Santos. El cartelillo anunciador del festejo señalaba que en esa corrida se despedía del público de Aguascalientes, como de hecho, sus números parecen delatar que ya lo había hecho de los públicos europeos, pues si bien el año anterior había actuado en 25 festejos, en éste de 1963, ya no se presentó en plazas de allende el Atlántico y en México particularmente, solamente se vistió de luces en cuatro oportunidades. En cuanto a esta anunciada despedida, la crónica del festejo no hace mención ningún acto puntual destinado a señalar ese hecho dentro del mismo, pero el hecho del adiós de nuestras plazas sí resultó definitivo.

El festejo de hoy. 3ª corrida de feria: 7 toros de Begoña para el rejoneador Jorge Hernández Gárate, Julián López El Juli, Juan Pablo Sánchez y Arturo Saldívar.

viernes, 27 de abril de 2012

Tal día como hoy. 1969: Cortando tres orejas, Manolo Martínez se alza como el triunfador de la Feria


Tras de su presentación en nuestro serial abrileño de 1967, en una corrida extraordinaria, Manolo Martínez reaparecía en la Plaza de Toros San Marcos en la corrida que daba término a la Feria, alternando con Joaquín Bernadó y Alfonso Ramírez Calesero Chico, para lidiar un encierro de Suárez del Real. La corrida adquiría cierta significación, aparte de la propia que le correspondía por su lugar en las celebraciones sanmarqueñas, porque el torero de Monterrey estaba a punto de salir a iniciar su primera campaña en ruedos europeos. De hecho, tras de esta actuación, solamente se presentaría el 1º de mayo en Tepic y el 4 en Querétaro para matar en solitario toros de Javier Garfias y de allí partir a España, para presentarse en la Corrida del Corpus en Toledo el día 5 de junio de ese 1969.

El triunfo de Manolo Martínez

En su crónica publicada en el diario El Sol del Centro al día siguiente del festejo, don Jesús Gómez Medina se ocupa exclusivamente de la actuación del que estaba en camino de ser el mandón. No hace una sola referencia a las actuaciones ni de Joaquín Bernadó, ni del hijo mayor de Calesero. Del preámbulo recojo estas impresiones:

No pudo haber sido más torero el adiós de Manolo Martínez; en pleno triunfo, entre aclamaciones, aplausos y música y llevando consigo las dos orejas del último astado que lidió en Aguascalientes... Porque el de la Sultana del Norte se halla a punto de atravesar el charco, en ruta hacia la Madre Patria a donde marcha en pos del espaldarazo consagrador de los públicos hispanos. Pero, antes, busco que su adiós a la plaza que durante estos breves días, se transforma en el aula máxima del toreo, en la academia del arte taurino, revistiése la brillantez y la solemnidad más singulares...

Manolo Martínez enfrentó esa tarde a dos toros de nombrados por su criador como Pepinillo y Ruizeño, ambos de muy diferentes condiciones. Y con ellos realizó dos faenas de gran intensidad de acuerdo con el relato que hace el invocado don Jesús Gomez Medina. El quinto, Ruizeño, fue el del gran triunfo y sobre este, el cronista escribió:

...“Ruizeño”, era por el contrario un adversario difícil, peligroso; con fuerza y sentido. Por ello puso en apuros a un banderillero tan diestro como Rutilo Morales... Y en el ambiente de la plaza brotó la incógnita: “¿Sería capaz Manolo Martínez de hacerle faena a un enemigo con tales características...?” Pues sí; ¡también al enemigo difícil le hizo la faena y, encima, le cortó las dos orejas!... ¿Es o no es todo esto, demostración de torerismo?... Porque triunfar con el toro dócil, pastueño, que más que enemigo resulta colaborador del torero, esto muchos lo hacen. Vencer, en cambio, tras de remontar la corriente; llegar al éxito tras de haber superado obstáculos y luego de poner en riesgo la epidermis, esto es privativo de los menos. De los ases, de las figuras, de los toreros de época, como este Manolo Martínez... Pero digamos ahora someramente cómo fue la faena del gran triunfo del reinero. Dos o tres muletazos de exploración como para medir, para calibrar al astado, y acto seguido, sin más trámites, sin nuevas dilaciones, a pararle y a correr la mano y a enrollarse a “Ruizeño” con la seguridad, con la facilidad y la frescura que se emplearían para torear a un toro de cartón.... A fuerza de aguante, Manolo desengañó al astado. Vamos, se apoderó de él, como se dice en la jerga taurina. Y logrado esto, hizo con el bicho cuanto le vino en gana. Lo toreó por derechazos templados y mandones, rítmicos y señoriales – ¡derechazos de Manolo Martínez! –; se lo pasó por la mismísima camisa en los pases de pecho escultóricos, ajustadísimos. Y además, el péndulo, los molinetes, los de la firma combinados con el trincherazo. ¡Todo cuanto en gana le vino ejecutó!... Y, como epílogo, un espadazo desprendido, que pronto surtió efectos.... Vendría luego la escena que antes aludimos; el triunfo, el apoteosis de Manolo Martínez; la concesión de las dos orejas, la vuelta al ruedo, las aclamaciones... En suma, la entrega de un público plenamente rendido frente a la evidencia de que, con Manolo Martínez, el toreo mexicano está en el camino de adquirir una dimensión y un esplendor que antaño tan solo supieron darle los llamados toreros de época, las figuras cumbres de nuestra torería...

En efecto, la visión de don Jesús no estaba apartada de la realidad que estaba por venir. Sería cuestión de un par de temporadas más para que Manolo Martínez consolidara su posición al frente de la torería mexicana y efectivamente, se convirtiera en una figura de épica y de época, todavía a estas fechas vara de medir en estas cuestiones.

El festejo de hoy. 2ª novillada de feria: 6 novillos de José Julián Llaguno para Ricardo Frausto, Manuel Fernández Mazzantini y Efrén Rosales.

domingo, 22 de abril de 2012

Tal día como hoy: 1973. En la alternativa de Vito Cavazos, es Curro Rivera el que hace el toreo


El primer toro que se lidiaría en la Feria de San Marcos de 1973 sería un toro de alternativa. El suceso también tendría un dejo de novedad en nuestro ciclo abrileño, pues si bien en el pasado reciente del Coso de la calle de la Democracia se habían celebrado dos ceremonias de investidura de matadores de toros – El lusitano Óscar Rosmano el 29 de noviembre de 1970 y Armando Mora el 28 de marzo de 1971 –, la última que se había celebrado en un festejo sanmarqueño había tenido lugar en 1960, cuando Luis de Seda y Oro elevó a la categoría superior al trianero Rubén Salazar el primero de mayo de ese calendario.

La información previa al festejo, publicada en el diario El Sol del Centro refleja la expectación que producía el serial y en sí el cartel inaugural, tanto por la reaparición de Eloy Cavazos y Curro Rivera, como por la novedad que revestía el investir en la Feria a un nuevo matador de toros, en este caso, David Vito Cavazos. De esa nota, entresaco lo siguiente:

Reaparecen Eloy y Curro y se doctora Vito Cavazos. A guisa de preámbulo de lo que será esta Feria, ya el cartel inicial incluye la actuación de dos de las tres máximas figuras del toreo nacional: Eloy Cavazos, el sensacional pequeño y gran torero de Monterrey; Curro Rivera, el autor de la que fue, indiscutiblemente, la mejor faena en la pasada temporada metropolitana... Y al lado de ambos, compartiendo responsabilidades y disfrutando también, desde hoy, de idéntica jerarquía, Vito Cavazos, que en esta primera corrida alcanza la meta codiciada por cuantos en un día vistieron por vez primera el traje de torear: la alternativa, el doctorado...

Yo asistí a esta corrida. Mis recuerdos se limitan principalmente a los seis toros que se lidiaron en ese festejo al que fui llevado por mi padre. El toro de la ceremonia – un negro listón, al que recuerdo con mucha cara y arrobas – volteó la cara al primer picador y le comenté a mi padre que el toro era manso. En cuanto se colocó de nuevo al toro, este se arrancó de largo, recargando fuerte y metiendo los riñones, propinando un tumbo al piquero y lo que es más, recuerdo que repitió la escena en la siguiente vara. Cuando todo esto sucedió, mi padre me dijo Allí está tu manso, fíjate bien en ese toro, que es muy bravo, porque va a pasar mucho tiempo para que veas otro igual... Al final de la corrida tuve la oportunidad de conocer y felicitar personalmente al Ingeniero Mariano Ramírez, el ganadero de la tarde, quien se encontraba conversando con los matadores retirados Rafael Rodríguez y Humberto Moro y el empresario Guillermo González entre otras personas. No recuerdo la respuesta que me dio don Mariano, pero sí percibí que en ese momento era un hombre inmensamente feliz.

Alguna información más precisa

Para este serial don Jesús Gómez Medina había vuelto a ocupar su cátedra en El Sol del Centro, combinando esa actividad con la Presidencia de los festejos taurinos en la Plaza San Marcos y de su narración de la corrida se desprende con más detalle y precisión lo siguiente:

¡Torear bien!... ¡Torear con arte!... Torear, en suma, como ayer lo hizo con el nobilísimo “Cartujo” del Ing. Mariano Ramírez, Currito Rivera. Feliz conjunción del burel dechado de alegría y excelente estilo, con el torero – torero, con el torero artista.
¡Oh! aquellos naturales cadenciosos, de dilatada trayectoria, ligados a la perfección en el último sitio y culminados, según la ley de toreo rondeño, con el pase de pecho ejecutado al mismo ritmo caricioso de los muletazos precedentes.
Especialmente en la segunda de las dichas series pareció culminar la plasticidad, la hondura y el bien torear. Negreaban las pisadas de “Cartujo” en torno del torero, transformado en epicentro que giraba levemente sobre las plantas, mientras que de su muleta brotaban, como rojas amapolas, la milagrería de aquellos pases naturales, flor de clasicismo, sí; pero nimbados a la vez con la luz iridiscente de un arte juvenil, radioso, alegre...
El toreo es liturgia y rito; pero, también, gallardo desplante, bizarría y alarde jocundo y triunfal.
Más tarde, con la diestra, idéntico derroche de torerismo y de belleza en los derechazos, en los pases circulares, en los molinetes; en toda la gama, en suma, de bien torear a que daba pie la nobleza sin límite y la aterciopelada embestida de “Cartujo”.
A estas alturas, prácticamente las orejas y el rabo estaban ya en las manos de Currito; más precipitóse un tanto éste, llevado sin duda del deseo de acabar cuanto antes; y aunque se fue en corto y por derecho, particularmente la segunda ocasión, pinchó dos veces antes de sepultar hondo el acero, en sitio un tanto trasero... se esfumaron los apéndices; más los aficionados, embriagados todavía de emoción taurina, hicieron a Curro Rivera objeto de una cálida, estentórea ovación, mientras los despojos de “Cartujo” habían desaparecido sin recibir en homenaje de que eran merecedores...

Don Jesús califica la actuación de Eloy Cavazos como integrada por una media faena y la de su hermano David, el toricantano como deslucida. El toro de la alternativa se llamó Esclavino y fue de pelo negro listón.

Algunas reflexiones finales

De la misma crónica de la corrida y a partir del hecho de que don Jesús Gómez Medina estimó en ella que el quinto de la tarde, Cartujo, merecía premio a sus despojos y de otro hecho ocurrido al final de la lidia del cuarto de la tarde, en el sentido de que Alberto Ortiz El Chaval de Orizaba, banderillero de la cuadrilla de Eloy Cavazos ahondara una espada para precipitar la muerte del toro, transcribo lo siguiente:

Se impone concluir esta reseña con algunas consideraciones de carácter netamente personal: ¿por qué el que esto escribe, al actuar como Juez de Plaza, no ordenó los honores que merecían los despojos del estupendo “Cartujo”? ¿Y también por qué no hubo sanción alguna para el Chaval de Orizaba?
En el primer caso, visto el desenlace poco feliz de la gran faena de Curro Rivera y conociendo la índole de los aficionados, juzgué que al tributar un homenaje al astado, aquellos interpretarían que con éste queríase decir que el torero no supo estar a la altura del toro; lo que era inexacto y por tanto, resultaría injusto.
En cuanto a la falta de sanción para el Chaval de Orizaba, que estas líneas sirvan de aviso a él mismo y a otros subalternos, a efecto de que, en los posteriores festejos se abstengan de realizar actos tan rotundamente antitaurinos como el llevado a cabo por dicho banderillero...

El festejo de hoy. 1ª corrida de feria: 2 de Fernando de la Mora para rejones y 4 de Jesús Cabrera para Pablo Hermoso de Mendoza, Rafael Ortega y Alejandro Amaya.

sábado, 21 de abril de 2012

Tal día como hoy: 1972. Alfredo Leal borda al natural un toro de Las Huertas


Prudente aclaración: A partir de hoy y hasta el día 13 de mayo, apareceré por aquí con más frecuencia de la acostumbrada. El motivo de mi presencia será la de recordar con Ustedes algunos hechos ocurridos en nuestra Feria de San Marcos en otros tiempos. Espero que encuentren interesantes esos recuerdos, que son los hechos que han dado su grandeza a esta Fiesta y a esta Feria.

La Feria de 1972

El ciclo de San Marcos de 1972 nació entre aires de tormenta. Tras de los repetidos triunfos de Manolo Martínez en el año anterior, era, para afición y empresa, un ingrediente necesario en los carteles del ciclo abrileño. En las noticias previas al anuncio de la composición de la Feria, se mencionó con insistencia su nombre como el eje de la misma, pero al final, la noticia que sacudió el ambiente taurino de Aguascalientes, fue el que la empresa que dirigía Guillermo González Muñoz no había podido llegar a un arreglo con el diestro regiomontano y que por ello, se quedaba fuera del serial, descansando todo el peso de éste en Curro Rivera, que como principal atractivo, mataría en solitario una corrida de Torrecilla el día del Santo Patrono.

Otro de los hechos a destacar, sería que la noche del lunes 24 de abril, uno de los diestros que tenía una impecable trayectoria en los ruedos de ambos lados del Atlántico y una clase privilegiada, pondría punto y final a su andar por las arenas. Alfredo Leal, El Príncipe del Toreo había escogido el escenario de la Plaza de Toros San Marcos para matar lo que debería ser el último toro de su vida.
Ese era el escenario en el cual se presentaba el festejo que hoy les quiero recordar.

La corrida del 21 de abril de 1972

Para esa tercera corrida de feria, se anunciaron 8 toros de Las Huertas, ganadería entonces propiedad de Luis Javier Barroso Chávez, que lidiarían el nombrado Alfredo Leal, Joaquín Bernadó, Alfonso Ramírez Calesero chico y Jesús Solórzano hijo. La nota previa al festejo, señalaba que el encierro era disparejo, una escalera, según podemos leer enseguida:

La verdad no nos gustó el encierro de Las Huertas que se lidiará esta noche: es disparejo, fuera de tipo y algunos toros dan la impresión de estar pasados de edad. Pero como dijo Alfonso Ramírez “Calesero”: “Yo no quiero que me gusten, quiero que me embistan...

Ante esa corrida, el festejo se fue deslizando entre altibajos, hasta que salió el quinto de la noche, llamado por el ganadero Lupillo, por ser hijo de Guadalupano, un toro que indultara Raúl García en la Plaza México el día de San José de 1967. 

La crónica del festejo a que hago referencia es de Francisco Lazo, cronista titular del diario deportivo Esto de la Ciudad de México y que por ese año ejerció de cronista huésped en el diario local El Sol del Centro, en virtud de que el cronista titular, don Jesús Gómez Medina ocupó el Palco de la Autoridad durante ese calendario, incluida la Feria, por lo que de esa relación recojo lo siguiente acerca de la faena del Príncipe del Toreo a ese toro de Las Huertas:

Lanceó en el centro del anillo, cargando ligeramente sobre la pierna de salida, a ritmo lento. Y con la muleta, echándola apenas adelante, embarcaba, templaba y mandaba, muy erguido, moviendo solo el brazo, con elegancia. Eran los primeros muletazos, bellos en ejecución, pero aún sin el sentimiento que iba a desbordar Alfredo sobre el ruedo de la plaza de San Marcos... Y ahora con la izquierda, más lento todavía, haciendo flamear el trapo rojo en el último tiempo, con un suave muñecazo. Trataba al toro con delicadeza para hacerlo sentir a gusto y sentirse él, Alfredo, igual. Y todo allí, en el centro del anillo, sin paréntesis que pudieran romper la continuidad, que sacaran de su embeleso al torero y cortaran aquél coro de ¡torero, torero!, o las aclamaciones que de tan continuas, parecían una sola... Pocas, pocas veces se ha visto torear así; repetimos, pocas veces se encuentran un toro de tanta calidad y un torero de tanto arte... Se echó la espada a la cara Alfredo y el público, engolosinado gritaba ¡no, no!, pues quería seguir disfrutando de aquellos momentos. Solo que era ya hora de entrar a matar, y lo hizo Leal, muy derecho, dejando una estocada entera, un tanto traserilla, que hizo rodar sin puntilla al noble animal. Petición unánime. Dos orejas concede la autoridad, solamente, quizás por la colocación defectuosa del acero. A Leal no le importaban los trofeos, como tampoco pareció importarle al público. Y juntos, torero y aficionados se entregaron a la celebración, uno sonriendo ampliamente y los otros vitoreándolo. Y le dijo Alfredo al “Chacho” Barroso: “¡Qué toro!”. Y le respondió el ganadero: “¡Qué torero!”...

El resultado final de la corrida redundó en una tesonera actuación de Joaquín Bernadó, una desdibujada y abúlica presentación de Calesero chico y una entonada presentación de Jesús Solórzano hijo, quien se vio en la necesidad de regalar un sobrero de Jesús Cabrera, al inutilizarse su segundo toro. Con la lidia de nueve toros, el festejo concluyó cuando faltaban quince minutos para las doce de la noche.

Leal y su anunciada despedida

Tras de su faena al quinto de la noche, refiere Francisco Lazo en su crónica la siguiente declaración de Alfredo Leal:

Sí; me voy. Pero deseo hacerlo con dignidad... y toreando así como pude hacerlo hoy. Hubo momentos en que no escuchaba nada, como si el toro y yo estuviéramos en el vacío, él embistiendo y yo llevándolo suavemente... Luego parecía reventar todo y escuchaba la aclamación. ¡No veas que feliz me siento...!

El Príncipe del Toreo toreó la corrida del 24 de abril anunciada como la de su despedida y cuajó otro toro por naturales, de Jesús Cabrera, la ganadería que fue el cimiento de muchos de sus éxitos. Sin embargo, después de esa noche decidió que no podía seguir sin torear y aquí le tuvimos el año siguiente y en los ruedos de México pudimos disfrutar de su arte y de su clase durante todavía algo más de una década.

El festejo de hoy. 1ª novillada de feria: 6 novillos de Real de Saltillo para Antonio Lomelín hijo, Ricardo Frausto y Joaquim Ribeiro El Cuqui.

domingo, 1 de abril de 2012

1º de abril de 2001: Plaza de Toros San Marcos. Presentación de la ganadería de Medina Ibarra


Hierro y colores de la divisa de Medina Ibarra

Hoy se cumplen once años de la presentación en sociedad de la ganadería que fundaran al iniciar el año 1997 el arquitecto Jorge Medina Rodríguez y sus hijos, a partir de 23 vacas procedentes de la división familiar de la ganadería de don Roberto Ibarra Mora, procedente a su vez de la de Santa Rosa de Lima. Posteriormente, en el año de 1999 a las vacas originarias de don Roberto Ibarra, agregan otras 84, 50 de El Colmenar y 34 de San Martín, así como 4 sementales de San Martín, 2 de origen mexicano y 2 de origen español, Cerilloso de origen Coquilla y Sargento, de sangre Coquilla - Santa Coloma. En 1999 agregan un toro que por la vía materna desciende del toro Marquito de Ana Romero, al que indultó José Ortega Cano en Granada y Capuchino de Joaquín Buendía, procedentes de la importación que realizara don José Chafik en el año de 1994.

La novillada era la décima y última de la temporada y el cartel que se formó para enfrentar el encierro debutante lo integraron Mario Zulaica, Xavier Ocampo, Raúl Ibarra, Juan Antonio Adame, Claudio Estrada y el salmantino Juan Andrés González. Además, hubo un séptimo – eral – para el entonces becerrista Víctor Mora. La plaza registró una entrada de alrededor de tres cuartos de su cupo, en una tarde de clima agradable. Adame y Estrada cortaron oreja; Mario Zulaica dio la vuelta al ruedo y por su parte Xavier Ocampo saludó desde los medios.

En aquella ocasión, escribí lo siguiente acerca de ese festejo:

…Ha terminado una temporada de novilladas que con intermitencia se desarrolló a partir del mes de julio del pasado año y ha concluido con un festejo en el que seis de los más destacados actuantes en la misma, se disputaron el derecho de ser considerados como el triunfador de la temporada.  
Revestía interés también el conocer el juego de los novillos de los señores Medina Ibarra, procedencia San Martín – Santa Coloma, puesto que la ganadería lidiaba sus primeros productos en este festejo. Al final, el resultado para los ganaderos resultó halagüeño, pues los despojos de dos de los utreros fueron aplaudidos y el sexto recibió los honores del arrastre lento.  
Por otro lado, era esta una tarde en la que se tenía que apreciar el avance de los novilleros, que aparte de los festejos que sumaron en la temporada, lograron sumar otros festejos en diversas plazas del país, pudiendo adquirir el rodaje necesario para acometer mayores empresas. En esa tesitura, el festejo de hoy sirvió para aquilatar en buena medida el progreso de los novilleros actuantes, apreciándose en todos buenas maneras, aunque ahora se hizo patente la necesidad de que algunos de ellos sigan recibiendo oportunidades que les permitan andar con más desahogo delante de los novillos.  
Lo más torero de la tarde lo lograron en esta oportunidad Juan Antonio Adame, Claudio Estrada y el salmantino Juan Andrés González. Los dos primeros cortaron una oreja a sus adversarios, mientras que el tercero tuvo la oportunidad de alzarse como el triunfador de la tarde, pero un desafortunado incidente al intentar extraer una espada de su novillo, consiguió que el público se pusiera en su contra, retirándose entre división de opiniones.  
Al final del festejo se soltó un eral de El Colmenar para el becerrista Víctor Mora, de la Escuela Taurina de Aguascalientes, quien al final de la lidia del mismo, dio la vuelta al ruedo…”

Jorge Medina Ibarra y Jorge Medina Rodríguez
(Foto cortesía burladerodos.com)
De acuerdo con mis notas, los nombres de los novillos lidiados fueron por su orden, número 2 Don Antonio, número 4 Don Roberto, número 13 Don Pepe, número 15 Don Marcelino, número 16 Ing. Gerardo y número 10 Arq. Manolo. Los dos primeros fueron dedicados al recuerdo de don Antonio Ibarra Pedroza, fundador de Santa Rosa de Lima y a don Roberto Ibarra Mora, antecesores familiares en la labor ganadera de los debutantes; el tercero y el cuarto, a don Pepe Chafik y a don Marcelino Miaja, impulsores del proyecto ganadero que comparecía ante la afición hidrocálida y los dos últimos, al ingeniero Gerardo Martínez Ancira, en esas fechas ganadero de El Colmenar y al matador de toros, ganadero y arquitecto Manolo Espinosa Armillita, que llevan una estrecha relación de amistad con los Medina Ibarra y que además han sido importantes guías en el desarrollo de la ganadería que llevan. Aparte, el quinto de la tarde lo brindó el trianero Claudio Estrada al gran torero linarense Humberto Moro y el sexto, el salmantino Juan Andrés González lo dedicó al matador Manolo Espinosa Armillita.

El novillo indultado en la Plaza México
(Foto cortesía burladerodos.com)
A partir de esta fecha, se inició el despegue de una ganadería que se ha caracterizado por presentar al toro con edad y sin adulteraciones, lo que le ha obtenido diversos galardones, como el premio al mejor toro en la Corrida Concurso de Jesús María del 27 de julio de 2005, otorgado al toro Muchachón; el premio Hidrocálido – Domecq al mejor encierro de la Feria de San Marcos del año 2008 y en el mismo 2008, el día 6 de julio, es indultado en la Plaza México el novillo Gordo, número 170, quinto de la tarde, en tanto que su presunto matador Sergio Lejarza, se retiró entre división de opiniones.

Esta es una breve reseña de algunos logros de una ganadería de Aguascalientes, que en el breve paso que lleva por los ruedos mexicanos, ha dejado ya una huella importante del paso que ha marcado en el campo bravo mexicano.

domingo, 5 de febrero de 2012

5 de febrero de 1973: Triunfo y escándalo en Aguascalientes. Manolo Martínez y Palomo Linares


Al delinear la personalidad y la actividad de Guillermo González Muñoz como empresario de las plazas de Aguascalientes, señalaba que a pesar de que inició el proceso que terminó por reducir la actividad taurina de nuestra ciudad al lapso temporal de la Feria de San Marcos, tuvo la creatividad para procurar a la afición de su tierra carteles con atractivo, procurando aprovechar los huecos que quedaban en las agendas de las exclusivas de las figuras con empresas que regentaban plazas de mayor capacidad, propiciando verdaderos acontecimientos como el que me motiva a escribir estos recuerdos.

El ambiente previo

El día 5 de febrero, aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917 hasta hace pocos años era feriado – hoy el feriado se ha recorrido al lunes siguiente – y por ello, era una fecha en la que se celebraban festejos taurinos a lo largo y ancho del territorio nacional. En 1973 nuestra Plaza de Toros San Marcos fue escenario de un festejo que tras concluir, quedaría en la historia del coso, un mano a mano entre Manolo Martínez y Sebastián Palomo Linares, para lidiar toros de Suárez del Real

Los dos toreros venían precedidos de notables actuaciones. Manolo Martínez era el triunfador de las últimas ediciones de la Feria de San Marcos y el domingo anterior, en la despedida de Joselito Huerta, en la Plaza México, realizó una faena de gran calado a un toro de José Julián Llaguno, en tanto que Palomo Linares todavía venía con el sambenito del rabo cortado en el San Isidro anterior en la Plaza de Las Ventas. La nota previa al festejo, publicada por Everardo Brand Partida en el diario El Sol del Centro del día de la corrida, recoge entre otras cuestiones lo siguiente:

Se ha dicho que un mano a mano debe tener una justificación, y esta es precisamente la que consideró el empresario Guillermo González para montarlo, al reanudar su temporada, confrontar a los dos toreros que más interesan, que más despiertan las pasiones entre el público, y estos son los de México, Manolo Martínez y de España, Sebastián Palomo “Linares”... Este torero, cabe así señalarlo, está en deuda con la afición hidrocálida, le debe una tarde. Aún recordamos aquellas declaraciones vertidas hace un año, en vísperas de su confrontación con Eloy Cavazos, en el mismo ruedo de la San Marcos. Sebastián dijo a EL SOL: “A la Sevilla de México, a Aguascalientes, vengo a dar la tarde, vengo por un triunfo grande”... Si bien Palomo “Linares” estuvo en plan grande aquella tarde, especialmente con su quinto enemigo al que toreó superiormente y mató mucho mejor, entregándose como los buenos, no logró redondear el triunfo que esperaba en la “Sevilla de México”, como es considerada Aguascalientes en la Madre Patria... ¿Será esta la tarde que Sebastián adeuda a la afición hidrocálida? Pues sinceramente así lo esperamos, ya que el público disfrutará en grande viendo torear a los ases de las barajas taurinas de aquí y de allá...

La corrida estaba sujeta a grandes esperanzas de la crítica y de la afición y aunque su desenlace sería agridulce, se puede considerar que terminó por responder al interés que despertó, aunque en los tendidos numerados no se reflejara en su totalidad ese interés, puesto que si bien recuerdo que las localidades generales lucían repletas, las de mayor precio ostentaban evidentes claros.

El triunfo… y el escándalo

Manolo Martínez vistió de negro y oro, en tanto que Palomo Linares lo hizo de negro y plata. No recuerdo quién ofició como sobresaliente, pero casi creo que fue el trianero Armando Mora. La corrida fue presidida por don Jesús Gómez Medina, que por esas calendas se tomaba un tiempo sabático en su tribuna de El Sol del Centro, para dedicarse a intentar conducir los festejos taurinos desde el palco de la autoridad en la Plaza de San Marcos. El encierro de Suárez del Real fue justo de presencia, acusando su procedencia de Jesús Cabrera y en términos generales dirían las crónicas, se dejó hacer, tanto así, que Manolo Martínez le cortó las orejas al primero y al quinto y perdió quizás el rabo del tercero por fallar con la espada y Palomo Linares pudo brillar a altas cotas, de no ser por lo que enseguida veremos.

La crónica de Everardo Brand Partida relata lo siguiente respecto del triunfo de Manolo Martínez:

“Caramelo”, fue el primero de la tarde... y el diestro de Monterrey se enfrenta con su enemigo, que cambia totalmente de lidia, ya que se fue p’arriba, embistiendo suavemente y con nobleza, y estas condiciones son aprovechadas extraordinariamente por el diestro regiomontano, para instrumentar una faena “de las suyas”, toreando con suavidad con una pasmosa lentitud que entusiasmaron a los tendidos. Los pases circulares, con el sello de Martínez, fueron surgiendo uno tras otro, los ayudados, en redondo y por abajo, fueron subiendo de tono, y el público estaba con el torero, que se crecía a cada muletazo… El toreo al natural de Manolo fue paladeado por el cotarro y los pases de extraordinaria magnitud surgían, y las series perfectamente rematadas con los pases del desdén y los forzados de pecho hicieron vibrar a la plaza hasta sus cimientos. Un estoconazo en todo lo alto, coronó esa faena, conquistando el de Monterrey las dos orejas de su enemigo... Tras de la bronca de Palomo Linares con el cuarto de la tarde, Manolo Martínez se enfrentó a “Velador”, un toro al que le sacó gran partido... Afloró el temple y la maestría de Manolo, su clase de excelso muletero y brilló en toda su intensidad el toreo derechista e izquierdista, los pases del desdén, “la regiomontana” y “el martinete”, no a toro parado, sino ante un socio que le embestía y que daba la sensación de peligro, pero éste desaparecía, ya que frente al bicho se encontraba un torero de pies a cabeza, bordando una faena que difícilmente será olvidada por cuantos la presenciamos. Manolo necesitó de un pinchazo y una estocada en bastante buen sitio para dar muerte al quinto de la tarde, del que recibió las dos orejas, con las que recorrió, hasta en otras tantas ocasiones, el anillo del Coso San Marcos… 

Por su parte, su apreciación de lo medular en la actuación de Palomo Linares es como sigue:

Sebastián Palomo fracasó, cabe la apreciación, hasta en su intento de recurrir a ardides pésimamente vistos por nuestro público, al que trató de sorprender pretendiendo que se indultara a un toro, el cuarto de la tarde, con el que armó una bronca, desorientó a los aficionados y puso en evidencia al Juez de Plaza... Señalamos lo anterior, porque el español, quien había estado bien, no a la altura de las condiciones del astado, bueno, con raza, de magnífico estilo, y prestándose extraordinariamente para el toreo, se dejó llevar, inicialmente, por los gritos de un sector, – mínimo éste – del público que, impresionado, consideró que el toro merecía el indulto. El de Linares volteó hacia el palco de la autoridad, y el señor Gómez Medina ordenó que debería matar al de Suárez del Real, y entonces Sebastián acató la orden del juez tirándose, pero pinchando en hueso, y fue ahí que consideró que había perdido las orejas, que el triunfo “que tanto necesitaba”, se le iba de las manos, y tras de torearlo nuevamente por lasernistas, “fabricó” e hizo su teatrito, ya que encarándose entonces a la autoridad, pidió que le tocaran los tres avisos reglamentarios, para que el toro fuera devuelto a los corrales... El público no se tragó la píldora, y abroncó al español, al que llevaron – su peón de confianza – las orejas y el rabo, tratando de hacer ver aquello como el indulto del toro concedido por el juez, pero sólo avivó las protestas y rechiflas en su contra, pues ¿“cómo pretende un torero que se indulte un toro después de haberlo pinchado”? y su actitud, su teatro, no fue enérgicamente sancionado, de ahí que señalamos que puso en evidencia a la autoridad... Tras de ese pinchazo, si bien volvió a torearlo, debería de haber intentado la suerte suprema, “y así debería habérselo exigido el juez”, para que diera muerte al astado en el ruedo, pero lamentablemente, sorprendió y esa es nuestra explicación, a la misma autoridad, ya que aceptando el pedimento del torero, hizo sonar el clarín hasta en tres ocasiones, y el toro volvió a los corrales...

De allí la corrida se fue por el despeñadero para el linarense, que cada vez que salía del burladero de matadores, era objeto de fuertes rechiflas.

Comentarios posteriores

Por esas fechas, el periodista Agustín Morales Padilla era redactor del diario El Sol del Centro. En la misma fecha de la crónica del festejo – 7 de febrero –, publicó un artículo titulado ¡Basta ya!, en el que hace una serie de reflexiones sobre lo sucedido en la corrida del día 5. Del mismo extraigo algunas de ellas:

Porque el desprecio al Reglamento taurino se ha costumbre inveterada. Porque el espectáculo se está manejando soslayando, muchas ocasiones, el interés del aficionado... es que decimos: ¡Basta Ya!... Acontecimientos como el que suscitó la insolente actitud del torero español Sebastián Linares, el último lunes, jamás deben repetirse en una arena donde muchos diestros han escrito las páginas que les han valido su consagración firme y total, y en la que, también, otros muchos han tenido que pagar, por su honesta entrega a una profesión que exige responsabilidad y entrega, un tributo de sangre... Lo de “Palomo” Linares no alcanza, empero, calificativo. Más tampoco habrá que lanzarle toda la culpa, si bien se trata de uno de los muchos extranjeros que todavía nos siguen llegando poseyendo una mentalidad avasalladora. Al hispano lo empujó en primer término, ese su concepto erróneo de que se hallaba en tierra de conquista. Y lo impulsaron, también: su apoderado y cuadrilla; el empresario González, que insultó ostensiblemente al juez; el ganadero Suárez del Real y un pequeñísimo grupo de beodos... Sabían ellos claramente que el indulto del astado era improcedente, porque el bicho, aunque suave y de buen estilo, pasó con un solo puyazo y no humillaba totalmente. A pesar de ello y no obstante la airada protesta del público, Linares fue varias ocasiones al pie del biombo y faltó a la autoridad del juez, al que ordenó, no pidió, el regreso del toro a los corrales, cuando en definitiva se negó a éste la gracia del conservar la vida, por una boyantía suprema que no poseía... La autoridad tuvo también su culpa en que el sainete se prolongara, pues contemporizó con el español, en lugar de aplicarle un severo correctivo económico y, en caso de persistir, ordenar su detención policiaca... Como epílogo de este bochornoso acto, Linares declaró ayer, con inconcebible cinismo, que la de Aguascalientes había sido la faena de su vida y que lamentaba que no la hubieran entendido ni el juez, ni el público que lo abroncó. Menos mal que estas han sido las últimas palabras en la existencia taurina – en México –, de Linares, quien curándose en salud, ha señalado que no volverá a ruedos aztecas... Pero en fin, dejemos aparte a esta pésima caricatura de “El Cordobés” y volvamos a lo que decíamos al principio. El Reglamento no puede continuar siendo letra muerta, porque a la autoridad corresponde velar por el interés del público. No olvidemos que es un espectáculo sumamente caro y eminentemente productivo para la Empresa, lo que otorga un derecho especial al aficionado para exigir más y mejor... Basta ya, repetimos, de deshonestidades para con una afición cuya nobleza conmueve…

Lo que después sería

Palomo Linares se fue de México tras de esa corrida y no volvió a México sino hasta 1993 para torear dos corridas que tuvieron carácter benéfico. Las dos fueron mano a mano con Eloy Cavazos. La primera fue en Querétaro el 25 de septiembre, con toros de Fernando de la Mora y llevando por delante al rejoneador Luis Covalles y la segunda en Aguascalientes, al día siguiente con toros de Arroyo Zarco.  También me tocó presenciar esa corrida. Desde entonces, no ha vuelto a torear en nuestro país.

Por su parte, Manolo Martínez sufriría algo más de un año después - el 3 de marzo de 1974 -, la cornada más grave de su vida – 2 trayectorias, 34 y 24 centímetros, con sección de las arterias femoral y safena –, del toro Borrachón de San Mateo, en la Plaza México, en tarde que alternó con Mariano Ramos y José María Manzanares. Una cornada que muchos afirman que marcó un antes y un después en la carrera del torero de Monterrey, pero que no le impidió escalar la cima de la torería de su tiempo.

Espero que esta larga remembranza les haya parecido interesante.

Aldeanos