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domingo, 29 de septiembre de 2019

Una fotografía con historia (V)

Monterrey. 16 de diciembre de 1962, triunfos grandes de Jesús Córdoba y Mondeño

La independencia del empresario

Jesús Córdoba, Raúl García y Mondeño
Plaza Monumental Monterrey 16/XII/1962
Colección: Francisco Tijerina
En los años sesenta del siglo pasado – y bastantes más que siguieron –, el empresario taurino era un hombre de negocios unidimensional. Su función era la de arreglarse con ganaderos para comprar toros y con toreros para contratarlos y así organizar festejos taurinos. En ese orden de ideas el sistema funcionaba de manera organizada y cada determinado tiempo los escalafones de toreros se renovaban y en el campo surgían nuevas vacadas que seguían haciendo honor a la renombrada calidad del toro de lidia mexicano. 

Hoy en día, las cosas han cambiado y el empresario lo es todo. Apodera toreros, tiene ganaderías y la propiedad de las plazas y el sistema más que avanzar, parece ir en reversa. ¿Qué es lo que no funciona en esa multidimensionalidad? Explicaciones hay muchas, algunas tienen una buena dosis de sentido, otras, simplemente no resisten el más mínimo análisis. Estos son los tiempos que vivimos hoy en nuestra afición a la fiesta. Y no es que nos quedemos mirando el retrovisor, sino que los resultados del ayer eran más halagüeños que los de hoy.

En 1962 era empresario de la Plaza Monumental Monterrey don César Garza. Uno de esos de una sola dimensión, era empresario nada más. Y en esa actividad, durante ese calendario ofreció a su afición catorce corridas de toros. Llevó a la plaza que regentaba – por estricto orden de aparición – a toreros como Alfredo Leal, Antonio del Olivar, Humberto Moro, Jesús Córdoba, Antonio Velázquez, Luis Procuna, Juan Silveti, Manuel Capetillo, Jorge El Ranchero Aguilar, Jaime Rangel o Raúl García entre los nacionales y a Paco Camino, Fermín Murillo, Luis Segura y Mondeño entre los del otro lado del mar.

Tardes memorables tuvo ese año de 1962, como la del día 14 de enero, con un gran triunfo de Alfredo Leal ante toros de Santacilia; siete días después, los que se llevaron el gato al agua fueron Antonio del Olivar y el madrileño Luis Segura con toros de La Punta; el primero de julio la tarde fue para el linarense Humberto Moro y Joselito Huerta, que enfrentaron un encierro de Las Huertas; luego, el 2 de septiembre, Raúl García, ante sus paisanos triunfó con el ganado de Pedro Castorena y el 2 de diciembre, en el penúltimo festejo del calendario, serían Manuel Capetillo y Mondeño los llamados al éxito con un encierro también de La Punta.

Pero don César no era solo empresario de corridas de toros y entreveradas con los festejos mayores, nunca faltaban las novilladas que en el calendario que me ocupa tuvieron la presencia de toreros jóvenes como Joel Téllez El Silverio, Mauro Liceaga, el de Reynosa Tito Palacios y Gabino Aguilar entre los más destacados punteros de la novillería de esa temporada.

La forma de hacer del empresario independiente daba rédito a la fiesta y la historia es testigo de ello. Por ello mi recuerdo a la manera de hacer de un empresario independiente que supo hacer temporada en su plaza.

La historia de la fotografía

Para el 16 de diciembre de 1962 don César Garza programó una corrida de toros con un encierro de Las Huertas – el segundo que se lidiaba en el año – para Jesús Córdoba, Raúl García y Juan García Mondeño. El primero de los encierros de Luis Javier Barroso que se lidió, más o menos medio año antes, permitió el triunfo de los toreros y con la combinación que ahora presentada, era un buen atractivo para la afición.

La crónica que me sirve para hilar estos recuerdos apareció en el diario El Porvenir, de Monterrey, al día siguiente del festejo. La escribió Antonio Córdova. No hace juicio sobre la entrada al festejo, pero quiero suponer que fue un lleno. El triunfo en apéndices fue para el Maestro Córdoba y Mondeño realizó una faena importante al sexto de la tarde. Raúl García tuvo que lidiar con el hueso del encierro.

Jesús Córdoba y Perlito

El toro que abrió plaza se llamó Perlito. De la labor del Joven Maestro, Antonio Córdova escribió:
¡Las campanas de León sonaron a triunfo! Sí señor, que hasta allí donde la vida no vale nada llegó el estruendo del triunfo clamoroso que obtuvo el joven maestro Jesús Córdoba; que esculpió con la finura de su arte dos faenas primorosas a otros tantos astados de Las Huertas, y no se vaya a pensar que los pupilos del Chacho Barroso que le tocaron en suerte eran dos peritas en dulce, lo que pasa es que dichos astados se encontraron con un TORERO que tiene este año, por el sitio que merece dentro de la afición. 
“Perlito” se llamó el primero de la tarde, y con él, Jesús arrancó los primeros olés de la jornada, al dibujar cinco primorosos lances a la verónica – que todavía hay toreros que la dan ¡qué caray!, y el de León es uno de ellos – que fueron un dechado de perfección: fueron solo cinco lances, pero qué diéramos los aficionados por ver aunque sea esa cantidad en cada tarde. 
Chucho Córdova (sic) es el torero mexicano cuyo arte se funde en el crisol de la plasticidad y la clase y por ello en su turno en quites repitió la dosis de toreo al natural con la capichuela, para bordar nuevamente el lance a la verónica. 
Que Córdova (sic) es un maestro, nadie lo duda: menos aún después de verlo doblar tan toreramente con su enemigo para fijarlo en el engaño y luego correrle la mano derecha en varias tandas, adornándose en todo momento y dejando sobre el ruedo de la Plaza Monterrey el aroma suave, limpio y puro de su toreo clásico y bello. 
Su labor fue completa, por eso intercaló en su trasteo el toreo preciosista y los pases de adorno que contrastaron a veces con la verdad de sus manoletinas y la entrega total en sus pases de costado. 
La faena del leonés derechista, porque por ahí quiso el toro que se le lidiara; pero qué manera de correr la mano de Córdova (sic), sobre todo en los muchos muletazos de vuelta entera que hubo en la faena. Y como colofón digno a su torerísima labor, Chucho Córdova (sic) dejó una estocada perfecta en el hoyo de las agujas, que fue suficiente para que el de Las Huertas rodara patas arriba, y la plaza se nevara de pañuelos blancos pidiendo los trofeos para este purista del toreo que se llama Jesús Córdova (sic); que con las dos orejas de su enemigo dio otras tantas vueltas al ruedo, recibiendo la aclamación del público… 
Era la corrida número 315 de las 372 que toreó en su carrera el Maestro Córdoba y sin abdicar a su concepto, volvió a dejar en la arena regiomontana su rúbrica artística.

Mondeño y su fallo a espadas

Juan García Mondeño venía a refrendar un triunfo que había conquistado dos semanas antes. El aire ascético que imprimía a su toreo impactaba a quienes lo presenciaban y calaba hondo en los tendidos. El sexto de la tarde fue otro de los toros de Las Huertas que facilitaron el toreo que impacta en las masas y el de Puerto Real aprovechó esas condiciones para reiterar sus cualidades. Antonio Córdova lo describe así:
España debe sentirse orgullosa de contar con un torero como “Mondeño”, sobre todo, por la vergüenza y el pundonor que hay en el ruedo cuando el torero de Puerto Real está en él.
Ayer no se lograron los faenones del día de su presentación, pero “Mondeño” volvió a electrizar a la afición regiomontana con la litúrgica belleza de su toreo y nuevamente al grito de ¡Torero, Torero!, debió llegar hasta Monda, el pueblecito donde nació el magistral diestro que se cuenta entre las siete maravillas de España.
Nada logró hacer el de Monda con la capa en su segundo – bueno, aparentemente – porque logró sujetarlo y fijarlo en el engaño, para luego con la muleta enloquecer a la multitud con su toreo señorial y único, más todavía, porque el pundonoroso torero español le pisó sus propios terrenos a la res para obligarla a embestir, estando a punto de recibir una cornada al ser zarandeado peligrosamente por el astado.
Y nuevamente imperó en el ruedo de la Plaza Monterrey el toreo de “Mondeño”, nuevamente surgieron de su maravillosa muleta los derechazos de mística belleza, rematados toreramente con el forzado, para que de todas las gargantas surgiera como una sola voz el grito de ¡Torero!, mientras allá en las alturas la banda de la plaza dirigida por Dn. Bernardo y Armando Garza, perfumaba el ambiente con un pasodoble torero, tan torero como el que estaba en el ruedo.
Con qué liturgia hace el toreo “Mondeño”, cómo honra el terno de luces y cómo respeta al público que llena las plazas este torero; sacerdote pagano que oficia en las plazas de toros convertidas en templos de la tarde.
Ayer volvió a no tener fortuna con la espada, y mire que en el primer viaje se fue en corto y por derecho dejando más de medio estoque, que desgraciadamente no surtió los efectos deseados; cómo nos hubiera gustado verlo con las orejas de su enemigo en sus manos, porque cuando se torea como “Mondeño” lo hizo ayer en su segundo toro, los apéndices son imprescindibles. ¡Lástima de verdad! Pero a la gente no le importó si “Mondeño” no mató a su toro en el primer viaje y lo aclamó de nuevo obligándolo a dar la vuelta al ruedo; qué torero está el tío, no cabe duda…
Las orejas se cortan con la espada, que en esta oportunidad no le fue propicia a Juan García. No obstante la impronta dejada por su hacer ante el toro caló hondo ante la afición congregada en la Monumental Monterrey, que lo acogió como suyo.

Retales de la prensa de ese día

La prensa mexicana de esa fecha consignaba entre otras estos resultados de festejos y noticias:

En Torreón, Alfredo Leal, división y silencio; Antonio del Olivar, 3 orejas y rabo y Enrique Vera, abroncado en ambos. Toros de La Ventilla.

En la Plaza México, Antonio Velázquez, silencio y herido; Humberto Moro, ovación, silencio, pitos en el cuarto que mató por Velázquez y silencio en el sexto que mató por Camino. Paco Camino que confirmó, oreja protestada y herido en el sexto. Toros de José Julián Llaguno.

En Guadalajara, Calesero, vuelta y pitos; Manuel Capetillo, pitos y vuelta; Juan Silveti, silencio y silencio. Toros de San Mateo. Al finalizar el festejo se anunció la novillada del Estoque de Plata para el día de Navidad con Mauro Liceaga, Gabino Aguilar, Ángel Flores y Juan Clemente, con novillos de Santo Domingo.

Rematando

Esta es la historia de la fotografía. No es un reflejo fijo de un momento de una tarde determinada, sino una ventana que nos lleva a ver los sucesos de una tarde de toros. En esta oportunidad se trata de la visión de una tarde triunfal de una época ya ida, cuando las cosas de los toros eran menos convulsas que hoy en día y quizás por ello, sus resultados eran más tangibles.

Con mi gratitud

A mi amigo Francisco Tijerina, que me facilitó la fotografía, así como la crónica de Antonio Córdova que dan pie a que yo meta los míos. Sin esas facilidades, esto no quedaría escrito. ¡Un abrazo Patrón!

domingo, 28 de febrero de 2016

Jesús Córdoba: siete décadas de magisterio

Jesús Córdoba se presentó como novillero en la Plaza México el 18 de julio de 1948 y fue el primero de Los Tres Mosqueteros en debutar en el gran escenario. Venía como triunfador de una corta serie de novilladas que el picador Juan Aguirre Conejo Chico ofreció en el Rancho del Charro ubicado en la calzada de Ejército Nacional, donde ya por su manera clásica de hacer el toreo, se le comenzó a anunciar como El Joven Maestro.

Le acompañaban en el cartel otro debutante, Rafael García, originario del Estado de México y que se decía era asilveriado en sus maneras frente al toro, el tapatío Luis Solano y otro joven que repetía después de que dos domingos antes, había puesto a la plaza más grande del mundo de cabeza al exhibir un valor desmedido y hasta temerario delante de los novillos, el hidalguense Paco Ortiz.
Jesús Córdoba se enfrentó esa tarde a Apizaquito y a Rondinero, cuarto y octavo de los de La Laguna lidiados esa tarde y en ambos dio la vuelta al ruedo. La crónica enviada por el corresponsal de la agencia que transmitía la información al diario El Informador de Guadalajara, Jalisco, narra lo siguiente acerca de lo sucedido esa tarde:
Derroche de buena voluntad en la corrida de la Plaza México. Alternaron Luis Solano, Paco Ortiz, Rafael García y Jesús Córdoba. 
México D.F., julio 18.  – En la Plaza México se llevó a cabo la novillada de La Laguna, alternando Luis Solano, Paco Ortiz, Rafael García y Jesús Córdoba. Los cuatro alternantes hicieron un derroche de buena voluntad, siendo los más afortunados Paco Ortiz y Rafael García, que cortaron oreja a sus segundos... Paco, al banderillear a su primero en el segundo viaje, cita a un metro escaso de la jeta del animal, saliendo prendido por la taleguilla y arrojado a la arena, resultando ileso, y en su segundo, al buscar un forzado de pecho es prendido nuevamente, levantado y despedido... Con un valor característico da dos pases por alto mirando a los tendidos que le resultan de una manera temeraria, pues a cada pase se va metiendo en los propios pitones de la res. Vuelve a colocarse a un palmo del enemigo y sufre un derrote que le parte totalmente la taleguilla por el lado derecho... En su primero recibió la gran ovación, y en este último troza la oreja de su enemigo, por petición del público.
Rafael García estuvo bien en su primero, que fue el tercero de la tarde, y en su segundo, que fue el séptimo, hace un faenón que se le premia como a Paco, con el apéndice de su enemigo... Solano estuvo desafortunado en su primero, pero no así en su segundo, que por su actuación le hace merecedor a la vuelta al ruedo... El cuarto de la tarde fue para Chucho Córdoba, su primero, al que al intentar el segundo viaje, después de haber señalado un pinchazo, es prendido por la entrepierna. Retornando al ruedo muy valiente, y dispuesto a jugarse el pellejo, coloca un formidable estoconazo. Se le ovaciona la faena de buena voluntad, ya que le tocó lidiar la res más mala y difícil de la tarde. En su segundo, el octavo de la tarde, hace una faena con prontitud, serenidad y torerismo, adornándose con pases de rodilla en tierra y un toque de pitones. Recibe fuerte ovación y el público pide la vuelta al ruedo, que le es concedida...
De la lectura de la transcripción también podemos desprender que fue entregado, sin verse la ropa cuando los novillos le echaron mano y jugándoselo todo a cara o cruz con tal de salir triunfante. En lo que narra de Jesús Córdoba, nos refiere escuetamente a un torero con valor y enterado, que sin arredrarse ante las complicaciones de su primer novillo, salió a demostrar que podía con él y ante el que se lo permitió, desplegó su tauromaquia clásica y dominadora.

Lo que me cuestiono es si hoy en día, un novillero que no terminara con las orejas en la mano, en una de las principales plazas del mundo, volvería a tener una oportunidad. En aquellos días, se valoraba la torería y la voluntad de ser; hoy, parece que solamente se mide a los toreros por su capacidad de cortar lo que Manolo Martínez llamó un día retazos de toro.

Jesús Córdoba concluiría su paso por la temporada de 1948 con 8 novilladas toreadas en un serial que 1948 constó de 29 festejos y en el número 24, celebrado el 31 de octubre, ganó la Oreja de Plata en cerrada disputa con Paco Ortiz, quien pese a haber cortado un rabo, vio como el trofeo le era adjudicado al Joven Maestro, quien solo cortó una oreja esa tarde.

Su hacer delante de los toros le valió que el día de Navidad de ese mismo 1948, el maestro Fermín Espinosa Armillita, mano a mano, le cediera el primer toro de Xajay corrido en la plaza de toros Rodolfo Gaona de Celaya, Guanajuato, cerrándose así una importante etapa de la historia taurina mexicana, en la que tres toreros juntos cimentaron el porvenir de su oficio y de la historia futura del toreo en su patria.

El clasicismo de Jesús Córdoba contrastó con el valor sincero e indomable del Volcán de Aguascalientes y la personalísima expresión taurina de Manuel Capetillo. Por ello, antes de finalizar la temporada novilleril de 1948, Los Tres Mosqueteros marcaban el paso en las cosas del toro.

Nada fácil fue este logro. Recordaré una vez más que la llamada Generación del 48 en materia de novilleros fue muy rica. Basta revisar los carteles de las 29 novilladas ofrecidas por el doctor Alfonso Gaona ese año y veremos nombres como los del recordado Alfonso Pedroza La Gripa – después un excelente torero de plata –; Héctor Saucedo; Jorge El Ranchero Aguilar; Fernando López El Torero de Canela; Curro Ortega; Paco Ortiz; Alfredo Leal y otros nombres ilustres de la tauromaquia mexicana. Para sobresalir en esas condiciones, algo muy grande tenía que llevarse dentro y además se debía tener una gran facilidad para expresarlo, lo que sin duda se conjugó en estos tres toreros. Sobre esta última afirmación, creo que la historia me da la razón.

De su paso por los ruedos nos queda la grata impronta de faenas como las de Luminoso, Cortijero o Estanquero en la Plaza México o las realizadas en Madrid el 29 de septiembre de 1957, fecha que marcó la reaparición de Luis Miguel Dominguín en Las Ventas, o la del Miura de Sevilla del 24 de abril de 1953, junto a Calerito y Jerónimo Pimentel, festejo al que asistió el entonces Jefe del Estado y que le valió levantarse como triunfador de esa edición de la feria de abril sevillana.

Los toreros de su corte siempre tienen la desventaja de ser considerados o fríos o estilistas o académicos y el primer reproche que se les hace es su supuesta incapacidad de conectar con los tendidos. Creo esas afirmaciones son equivocadas pues hoy recordamos a una figura del toreo, a un gran torero que hizo de su conocimiento de los toros y de sus terrenos y de la finura con la que realizaba las suertes, una tauromaquia que es hoy día un referente.

La visión del Maestro Córdoba acerca de algunos temas de la Fiesta es la siguiente:

La expresión del torero:
Siempre hay una razón del por qué existe algo que se puede expresar con certeza, consciente en la realidad de la expresión natural de un arte. Es la interpretación al exterior de sí mismo, de la inspiración con la seguridad técnica de su ejecución; siendo la razón el estudio y la enseñanza práctica que se ha recibido, unido a la intuición propia…
La creación artística:
El ser humano…. ha creado una de las artes más hermosas, en la que refleja su destreza y personalidad. En una sola frase, su expresión física e inteligente…
Nuestra capacidad de asombro:
El arte del toreo, que actualmente lo entendemos como la expresión que pone a flote los más hondos sentimientos del hombre - miedo, valor, coraje, duda, alegría y nobleza - hacen brotar también una de sus más grandes cualidades: La capacidad de admiración (tan desgastada en la actualidad)…
El estilo en el torero:
En la ejecución de los pases nacieron los estilos… Algunos son inspirados por una capacidad creadora, otros simplemente son técnicos, es decir, aplican hábilmente su conocimiento de la lidia, o como a veces decimos, su oficio. Ambos estilos son muy importantes. Pero hay otro tipo de torero fundamental para la fiesta: El valiente. Es el que hace alarde de ese dominio al miedo llamado valor, estrujando así al espectador, despertando en él una angustia que le provoca emoción. El público siente admiración y respeto por quienes ejecutan ese tipo de toreo…
La personalidad del torero:
El estilo de los toreros se define conforme a su sensibilidad, su forma de ser, su personalidad y propio sentimiento, su carácter y naturalmente, su valor. De todo esto va impregnado su toreo, ¡qué es lo que nos gusta! Más aún cuando llega la inspiración y todo el entorno se muestra propicio. Por ello los diferentes estilos mantienen ese interés por la fiesta. Nunca se pida que un torero actúe como el otro. Debemos conservar esa variedad, pero siempre dentro de una autenticidad…
Tras de dejar los ruedos, se preocupó por formar a quienes habían de continuar llevando adelante la tradición y la historia que representa la Fiesta de los Toros. Jesús Córdoba entró en la inmortalidad el pasado 16 de febrero, por eso es que hoy, con admiración y respeto, reconozco a este gran hombre y gran torero su inmenso aporte a la fiesta.

domingo, 11 de mayo de 2014

Mexicanos que cortan orejas en la Feria de Abril de Sevilla

En la Feria de Abril sevillana – paradójicamente verificada en mayo – de este año de gracia de 2014, se anunciaron tres toreros mexicanos. Es este un hecho que llama la atención a la afición, sobre todo si consideramos que en los últimos ciento tres años (1911 – 2014), es más el tiempo muerto que el coso del Baratillo ha representado para nuestra torería.

Afirmo lo anterior porque durante los siguientes calendarios no localicé presencia de toreros mexicanos en la temporada sevillana: 1911, 1913, 1915, 1920 – 1929, 1931, 1932, 1934, 1936 – 1944, 1948 – 1953, 1958 – 1962, 1966, 1967, 1970, 1973 – 1976, 1980 – 1982, 1984, 1985, 1987 – 1993, 1995 – 1997, 1999 y 2003 – 2007.

Como lo reflejan las cifras, en ciento tres años, cincuenta y ocho de ellos han visto transcurrir el abono de Sevilla – y por ende su Feria de Abril – sin el concurso de nuestros diestros. De allí que ahora me ocupe de localizar quienes han actuado en ella más de una tarde – y aclaro desde ahora que solo me limito al espacio de tiempo de esa feria abrileña – y a que en ella hayan cortado alguna oreja.

Rodolfo Gaona

Abre esta relación el Califa de León, que el 21 de abril de 1918 cortó una oreja al segundo de su lote, de Concha y Sierra, en tarde en la que alternó con Gallito y con Fortuna. La relación aparecida en el diario El Imparcial de Madrid, al día siguiente del festejo, dice lo que sigue:
En Sevilla, La cuarta de feria. Ganado de Concha y Sierra para Gaona, Joselito y Fortuna. Una oreja a Joselito y otra a Gaona. Sevilla 21 (6:10 tarde). Con el tiempo amenazando lluvia y un lleno completo se celebra la cuarta corrida de feria, en la que se corren toros de Concha y Sierra... Cuarto. - Un aficionado salta al ruedo para torear, cae ante la cara del toro y de milagro no es empitonado... Gaona torea por gaoneras, siendo colosales las tres primeras. (Ovación)… El mejicano empieza la faena de muleta con un pase de rodillas colosal; luego, pases de tirón para llevarse el toro a los medios. Allí hace una gran faena; arregla la muleta de espaldas al toro. Entrando bien, da un volapié inmenso y se sienta en el estribo, mientras el bicho dobla sin puntilla. (Grandísima ovación, oreja y vuelta al ruedo. Al cabo, con la colosal faena, ha redimido en parte el mejicano sus culpas de las anteriores tardes)...
Del mismo Madrid, El Heraldo, la noche misma del festejo, dice lo que sigue:
Cuarto. – «Rutinero», castaño... Un capitalista se arroja al ruedo. Gaona da dos verónicas valientes y una gaonera superior. Después hace un quite muy lucido. Gallito otro bueno y Fortuna otro de valiente... Gaona cuartea en un par muy fino. Repite con otro igual. Termina con otro, al cuarteo, de buena ejecución... Toma los trastos y da el primer pase hincado de rodillas. Sigue cerca, con pases de tirón para llevarse el toro a los medios. Una vez conseguido el objeto, da dos pases de rodillas agarrando el pitón. Un molinete muy lucido. La faena es muy adornada. Entrando de manera colosal, deja una estocada en la cruz. El toro tarda en doblar y Gaona se lo lleva al sol, donde dobla…
La crónica de El Heraldo no consigna el otorgamiento de la oreja, igual que el semanario El Toreo. Habría que aclarar que en el que abrió plaza también se le tiró un espontáneo a El Petronio y que Joselito le cortó una oreja al segundo de la tarde. La oreja obtenida por Gaona resulta ser, según los historiadores de la Maestranza, la tercera que se concedía en la historia de la plaza.

Armillita

La siguiente oreja que cortó un torero mexicano la obtuvo Fermín Espinosa Armillita el 20 de abril de 1933, cuando para lidiar toros de doña Carmen de Federico alternó con Manolo Bienvenida y Domingo Ortega. Es curioso que el Maestro, pese a la excelente impresión que causó en esa plaza, de acuerdo con la crónica publicada en el ABC de Sevilla por Juan Mª Vázquez al día siguiente de la corrida, no terminaría de entrar en ella sino hasta 1945, cuando corta un rabo a un toro de Manuel González en la Corrida de la Prensa. De la relación indicada extraigo lo que sigue:
Ocho toros y un torero… No necesitaron ser muy puros ni absolutamente reposados los cinco naturales que Fermín Armillita engarzó en su corrida de la Feria de septiembre, para que el ágil y gracioso torero de Méjico sobrepujase – aparte la gentileza de sus adornos sevillanos – la impresión producida entonces por las estrellas que le acompañaban en el cartel, de las cuales, porque eran estrellas fugaces, sería inútil preguntarnos ahora los nombres... Únicamente por el esfuerzo de su mano izquierda Armillita ha vuelto a Sevilla, y, gracias a su vuelta, volverá otra vez, como primerísima figura, a figurar en nuestras corridas más solemnes... Adornado, pinturero, valiente, decidido a abrirse paso... él – nadie más que él – alegró el circo de la Maestranza durante la lidia de una corrida que hizo difícil, no la malicia – que no existió –, sino la bravura auténtica y pegajosa de unos bichos en los cuales la traza veragüeña derivaba mejor al estilo pastueño, encarrilado y lento, de los murubes, por el camino sinuoso, de apremiantísimas curvas, de la sangre de Saltillo. Suelto, desahogado, muy torero, el reposo suave de sus verónicas, el floreo multicolor de sus quites y la majeza de sus pares de banderillas – al quiebro y al cuarteo – acusaron al único torero de la tarde, que, si un poco atosigado al muletear, por el nervio de sus enemigos, de ellos dio cumplida cuenta bien pronto, sin que le hubiese abandonado la tranquila sonrisa de quien sabe lo que hace, cómo lo hace y cuál ha de ser el resultado feliz de su esfuerzo... Armillita, frecuentemente ovacionado, cortó la oreja del quinto toro, y fue despedido con una calurosa salva de aplausos...
En el caso de Armillita hago una necesaria y muy honrosa excepción en esta relación de triunfos, porque en 1933, el Maestro actuó una sola tarde.

Carlos Arruza

El Ciclón Mexicano, el 18 de abril de 1945 será el siguiente en obtener un trofeo. Esa tarde los toros fueron de Clemente Tassara y sus alternantes Manolete y Pepe Luis Vázquez. La crónica de Antonio Olmedo Don Fabricio, también en el ABC de Sevilla, refiere lo que sigue:
Dos taleguillas rotas... El tema de los toros ha vuelto al ser habitual en esta nuestra Sevilla, madre del toreo. La expectación, forjada a fuerza de valor y estilo por esas dos figuras señeras de la tauromaquia, que son Manolete y Arruza, se ha justificado ayer plenamente sobre el ruedo de la Real Maestranza... Dos taleguillas rotas, las que ciñen Arruza y Manolete, califican y ponderan el éxito del festejo de ayer; las dos primeras taleguillas de la torería actual, hechas jirones por las astas de los toros de Tassara, son el exponente de una competencia que devuelve a la fiesta su emoción sustancial, sin la cual degeneraría el toreo... Arruza merece la consideración de benemérito de la fiesta nacional... Las faenas a sus dos toros fueron sencillamente inenarrables. La primera breve, pero cerquísima y eficaz, para matar como los cánones mandan. La segunda faena, tan cercana como la otra, más reposada y completa, sobresaliendo los pases por bajo iniciales, los magníficos naturales con la izquierda y dos emocionantísimos y soberbios molinetes de rodillas... La faena había puesto en vilo a los espectadores y como la estocada fue certera, hubo oreja y aún unánimemente se pedía mayor premio para el aclamado espada...
Al día siguiente, 19 de abril, alternando de nueva cuenta con Manolete y completando la terna Pepín Martín Vázquez, Carlos Arruza volvió a cortar otra oreja a uno de los toros de Carlos Núñez que le tocaron en suerte.

Jesús Córdoba

En 1953 Jesús Córdoba le cortó una oreja a un Miura el día 24 de abril y al día siguiente, otra a un sobrero de Benítez Cubero que los maestrantes le obsequiaron para que in extremi” salvara un festejo que se había ido por la borda a causa de la falta de casta y fuerza de los toros de Sánchez Cobaleda y Escudero Calvo corridos en la lidia ordinaria. De ese par de tardes me he ocupado ya en esta ubicación por lo que les remito a ella para recordar las particularidades de esas hazañas del Joven Maestro en el coso del Baratillo.

Joselito Huerta

El León de Tetela es el siguiente torero mexicano que actuó un par de tardes en la Feria de Sevilla y salió al menos con un apéndice en la mano. El 17 de abril de 1957 fue acartelado con toros de Manuel Sánchez Cobaleda y Carlos Núñez (4º, 5º) y con Antonio Ordóñez y Manolo Vázquez como compañeros de terna. La tarde transcurrió entre el sopor que producen el calor y el mal juego de los toros. La crónica de Gil Gómez Bajuelo en el ABC de Sevilla apunta lo que sigue:
En el segundo festejo Joselito Huerta realizó brillante labor, premiada con un apéndice… Los «cobaledas», gordos, congestivos, quedados al máximo, pero sin malas ideas... La fiesta transcurrió sosa, monótona, apenas sin relieve... El brindis de Joselito Huerta. Cuando juzgamos la labor del mejicano, el Domingo de Resurrección, dijimos que era muy otro del año pasado. Que se había superado... Hubo un momento ayer - ¡hombres de poca fe - en que estuvimos a punto de retractarnos... Y llegó el sexto. Tenía los cuernos en alto, ancha la cuna. Nada con el capote. El caballo repelía al toro. Estaba la atmósfera cargada de pesadez. Los banderilleros acentuaron el clima. Sólo Luis Andaluz pareó con discreción. Y vimos como Joselito Huerta molido por la paliza que le dio su toro anterior, cosido y recosido el traje en el callejón, salió al tercio brindando a la plaza. ¿Brindar de qué? ¿Qué había visto? Hasta el viento se levantó, haciendo el quite al torero, tratando de hacerle desistir. Pero el mejicano no cedió. Empapó de agua la muleta, para vencer al aire primero y vencer después al toro. Surgieron indómitas las reacciones del indio bravo. Le consintió a fuerza de arrimarse. Le hizo embestir, lo dominó y surgió en varias fases una magnífica faena, en la que los redondos fueron el motivo de varias tandas de naturales, soberbios, magistrales, en los que el mejicano tomó de largo al toro y lo llevó con temple, embarcándolo, corriendo la mano superiormente... Estupenda, magnífica faena, valerosa y artística, que culminó con la estocada, que puso al toro patas arriba, en decúbito supino, Aleteó de albura el graderío y el presidente concedió la oreja al mejicano. Quedó justificado el sorprendente brindis y nosotros sentimos el gozo de diferir la íntima retractación…
Curro Rivera

Pasarían 14 años para que otro diestro mexicano obtuviera algún apéndice y es en este orden Curro Rivera quien, alternando con Curro Romero y Victoriano Valencia en la lidia de toros de Fermín Bohórquez logra la hazaña. La tarde del 19 de abril de 1971 corta tres orejas y se convierte en el primero y único torero mexicano entre 1911 y esta fecha en abrir la Puerta del Príncipe en la Feria de Abril de Sevilla. Manuel Olmedo Don Fabricio II, relató en el ABC de Sevilla lo siguiente:
Curro y Currito… La presentación de Currito Rivera en la Maestranza ha sido triunfal y convincente. Lo hemos visto en todo momento muy seguro y muy suelto. Al tercero de la tarde lo lanceó con tanta decisión como prestancia... Luego, dominador y arrogante, con sereno coraje compuso una faena de muleta superior a las condiciones del toro... Excelente fue el trasteo y soberbia fue la estocada con que Currito tumbó a su adversario... difícilmente superable por la guapeza, por el buen estilo y por la precisión con que realizara la suerte el joven diestro, premiado justamente con las dos orejas de su adversario. En el sexto, manso integral... Currito lo persiguió denodadamente y le dio muchos pases, deshilvanados, llenos de majeza... concluyó su esforzada labor con un estoconazo, saliendo trompicado. Hubo eufóricos en número suficiente para que al interesante espada le concedieran una oreja. Halagüeño debut...
Los toros a los que Curro Rivera cortó las orejas fueron Zalamero (3º) y Gavilán (6º).

Joselito Adame

Cierra esta relación el torero de Aguascalientes, quien el 16 de abril de 2012, enfrentando toros del Conde de la Maza, cortó una oreja al segundo de su lote – sexto de la tarde –, en tarde en la que alternó con Luis Bolívar y Salvador Cortés. A esa fecha, habían pasado 41 años entre la tercera oreja de Curro Rivera – también cortada al sexto de aquella corrida – y esta obtenida por Joselito. Fernando Carrasco, cronista del ABC de Sevilla, contó así lo sucedido:
Joselito Adame capea la mansedumbre… Al que cerró plaza le dejó un quite por lopecinas para el recuerdo. Vino con muchas ganas este Adame, que brindó al respetable. Se la jugó sin cuento en unos estatuarios ajustadísimos rematados con un extraordinario pase del desprecio. Muy bien el mexicano, que le dio distancia a su oponente y al natural, le hilvanó una tanda majestuosa. Sin humillar del todo, Adame supo sacarle todo el partido por ambos pitones. Estuvo pinturero y a la par valeroso para tragar en las embestidas con la cara a media altura de «Puritito», que finalmente claudicó. Buena la estocada. Una oreja de ley por cómo planteó y resolvió la situación…
He de aclarar que en la Feria de 2012, esta fue la única tarde a la que Joselito Adame fue contratado.

El pasado viernes – 9 de mayo –, Joselito Adame cortó una oreja, de nuevo al sexto de la corrida de Victoriano del Río, un colorado llamado Despreciado. Sus alternantes fueron Enrique Ponce y Sebastián Castella. De nuevo y para no romper la línea de citación de opinión seguida, recurro a la crónica de Fernando Carrasco publicada en el ABC de Sevilla en la que expresa esto:
A por todas… Joselito Adame ha recibido a sus dos toros a portagayola. Muy bien el inicio de faena a su primero, un toro encastado que ha pedido mando y que le dejasen la muleta en la cara. Así lo ha entendido el mexicano, que ha brillado sobre todo sobre la diestra. Toro importante al que le ha tragado en los últimos compases de faena. Los dos descabellos han dejado todo en una vuelta al ruedo... Otro toro bueno ha sido el sexto, repitiendo y con vibración. Adame, queriendo mucho, lo ha toreado muy bien, primero en estatuarios y luego sobre la diestra en series quizá algo ligeras pero emocionantes. Bajó algo al natural pero subió de tono sobre la diestra, donde recibió una fea voltereta al rematar con un molinete. Se levantó sin mirarse y una postrera serie a diestras encandiló al respetable. Y la gran estocada, que ha necesitado de dos descabellos, le ha puesto la oreja en sus manos…
Dados los tiempos muertos a los que me he referido al inicio y a la gran cantidad de festejos fuera de feria a los que han acudido nuestros toreros, la cosecha de apéndices en los de abril es breve. Pero todos tienen su historia. Aquí tienen lo que yo considero lo más relevante de ella.

domingo, 26 de enero de 2014

Guillermo Capetillo y Gallero de Cerro Viejo. 20 años después

Guillermo Capetillo
Guillermo Capetillo sale a los ruedos al final de los años sesenta y el inicio de los setenta del pasado siglo. Lo hace junto con otros hijos de toreros que pretendían continuar la trayectoria de sus padres ante la enseñanza de éstos. Así, Manolo Arruza, David Silveti, Fermín y Miguel Espinosa, José Antonio Ramírez El Capitán, Humberto Moro, Martín Obregón y su hermano Manuel comenzaron a torear festivales por las distintas plazas de nuestro país con la guía de Armillita, CaleseroCarlos Arruza, Manuel Capetillo, Juan Silveti, Humberto Moro y el ganadero Rafael Obregón entre varios de los destacados que se unieron a esta singular cuadrilla que inició casi como de niños toreros y que culminaría con el ingreso al escalafón mayor de varios matadores de toros que ocuparon el sitio de figuras del toreo.

Guillermo Capetillo se presentó como novillero en la Plaza México el año de 1977 – el de la faena de su contemporáneo El Capitán al novillo Pelotero de San Martín – junto con su hermano Manuel y dejó apuntes de un toreo profundo, de gran inclinación artística, pero sin rematar faena alguna. No obstante el 20 de noviembre de ese año recibió la alternativa en San Luis Potosí de manos de Manolo Martínez, llevando como testigo a José Mari Manzanares.

Comienza a combinar su carrera en los ruedos con la actuación en el cine y en series de televisión, lo que le aparta por temporadas extensas de los ruedos y es quizás por ello que confirma el doctorado en la Plaza México hasta seis años después. Esa arista de su actividad profesional – la actuación – le va a ocasionar algunas desavenencias con grandes sectores de la concurrencia a las plazas de toros, aunque cuando se enreda con un toro logra la unanimidad. Sin embargo, esto ocurre con intermitencia.

La tarde de Gallero

Guillermo Capetillo
La tarde del 30 de enero de 1994 parecía estar gafada. Ese domingo pasaba por televisión a nivel mundial la final del fútbol americano profesional – el super bowl – y el cartel integrado por los toros de Valparaíso – la última corrida de su hierro que vio lidiar don Valentín Rivero en la Plaza México –, Guillermo Capetillo, Jesús Janeiro Jesulín de Ubrique y Humberto Flores que confirmaba su alternativa esa tarde no fue capaz de sacar a la gente de sus casas para ir a los toros, así que la asistencia resultó paupérrima en el llamado Coso de Insurgentes.

Los toros de la lidia ordinaria parecieron confirmar la decisión de quienes prefirieron permanecer en sus domicilios a presenciar el espectáculo televisivo. Los seis de Valparaíso dejaron pocas opciones a los diestros actuantes, tanto así, que nada más tomar la muleta Guillermo Capetillo para dar cuenta del cuarto de la tarde, anunció el regalo de un séptimo. Ni siquiera esperó la posibilidad de que el toro hubiera cambiado de lidia o que alguno de esos raros milagros que a veces suceden, se diera momentos después.

El toro de regalo se llamó Gallero, de la ganadería jalisciense de Cerro Viejo. La versión del psiquiatra Enrique Guarner, en esas fechas encargado de la crónica taurina del desaparecido diario Novedades de la Ciudad de México sobre lo realizado por Guillermo Capetillo con él es en este sentido:
Con «Gallero» de Cerro Viejo, Capetillo fue el mero, mero. Lionel Landry escribía en 1927: «Se ha hecho un abuso tal de la noción de ritmo que sería positivo dejar de usarla en estética». Si este término se ha ido convirtiendo en un concepto vago e impreciso es porque se le ha cargado de significaciones de carácter heterogéneo. De cualquier manera el ritmo es un sinónimo de la velocidad plástica y representa a un esquema de duraciones que acompañan a cualquier obra de arte. Para que algo posea ritmo se requiere de una periodicidad entre sus partes y es así como en la naturaleza observamos la sucesión de los días con las noches y en la vida diaria las alternativas entre el trabajo y el reposo… En el toreo el ritmo no resulta más que un esquema de sucesiones temporales y han habido algunos diestros con gran habilidad para construir sus series de pases. Ayer en la Plaza México tuvimos uno de esos casos cuando Guillermo Capetillo – ante un burel de regalo terciado de Cerro Viejo – acompasó sus muletazos guardando proporción entre sus movimientos realizando una magnífica faena. En realidad la base de su toreo fue la muñeca con la cual hacía que el astado girara una y otra vez a su alrededor en pases de gran estética… Con lo anterior se convirtió en el «mero mero» de la torería mexicana y tengo que añadir que la expresión se deriva del latín «merus», adjetivo que indica que el objeto sea puro, simple y no tenga mezcla de otra cosa... Guillermo Capetillo. Hace tres años Guillermo realizó dos buenas faenas, una con un toro de San Martín y la otra con uno de Vistahermosa. Sin embargo, faltaba hilvanar lo suficiente los pases y alcanzar el triunfo rotundo. Ayer puede decirse que lo logró al torear, como dije arriba, a base de muñeca, en lugar de tirar del toro. Ciertamente que los muletazos no resultan tan largos, pero los enmarca la estética y eso es en última instancia lo que cuenta. Tengo que agregar que su actuación con «Gallero» fue completa, puesto que desde que se abrió de capa vimos espléndidas verónicas terminadas en medias, como debe ser; asimismo con la muleta magníficas series rítmicas y todo culminado con gran estocada... Su primero fue el cárdeno «Granizo» con 527 kilos y no vimos gran cosa de capa pero sí un herradero notable durante el segundo tercio. Con la muleta Capetillo ejecutó cuatro estupendos naturales que parecían presagiar los del séptimo. La faena no cuajó y mató de un golletazo desprendido. Nada pudo hacer con «Motivos» con 529 por peso y desde que tomó la muleta anunció que regalaría el sobrero… Este fue «Gallero» de Cerro Viejo con 480 kilos y aquí vimos excelentes verónicas con todas las de la ley y jugando muy bien los brazos. Las mismas se repitieron en el quite extremadamente templado. Con la muleta Capetillo comenzó por alto y en seguida surgieron enormes naturales bien rematados. El toreo en redondo con la derecha también fue magnífico y rítmico. Los adornos, de buen gusto y bien construidos. Mató de entera y el juez Jesús Córdoba otorgó el rabo del animal, premio con el que nunca estaré de acuerdo, pero que en esta ocasión puede justificarse... En resumen, nada satisfizo el encierro de Valparaíso, pero Capetillo estuvo más que certero con «Gallero».
Una segunda opinión es la de Heriberto Murrieta, expresada en las páginas del diario deportivo Ovaciones, también de la capital mexicana. De ella extraigo lo que sigue:
Capeto torea hacia adentro, se pasa cerca a los toros, los lleva templados, «magnetizados» en la muleta para luego despedirlos con el «canillazo» de la casa Capetillo. Atendiendo siempre a la estética, siempre fue a más. Guillermo, que es hombre sobrio y callado, guardaba un mutismo taurino de años, pero ahora, libraba toda esa energía torera que estaba aprisionada. Lo mismo en los derechazos que en los naturales, hubo siempre una gran verdad, un torero auténtico, de las zapatillas a la montera. En las brevísimas pausas entre las tandas, pareció que se imaginaba en su mundo interior al tiempo en que el público hacía crecer el coro de ¡torero, torero! Se estremecía Guillermo como si de pronto penetraran rayos luminosos en su ánimo. El público pedía el indulto del toro, pero Capetillo hizo bien en darle muerte con un estoconazo impecable, ¡Una faena grande debía terminar así! Ha sabido extrovertirse cuando era el momento y le tumbó el rabo al completísimo toro de Cerro Viejo, mérito que no ha de soslayarse, debido a la categoría de la faena y la plaza donde la consumó. Anonadado por el aluvión de voces de aficionados emocionados que habían vibrado con aquella obra maestra, Guillermo el artista sentimental, el hombre que ha sufrido, sollozó, invadido por el éxtasis de haber entregado el alma en todos y cada uno de los muletazos. Casos como el suyo no se encuentran a diario. Toreros como él, ninguno… La faena de Guillermo Capetillo a «Gallero» de Cerro Viejo ha pasado a la historia del toreo en México…
Guillermo Capetillo
Cada uno de los cronistas invocados, con su estilo, dejan bien claro que la obra de Guillermo Capetillo ante Gallero de Cerro Viejo fue de un gran relieve y creo que lo deja bien claro el hecho de que le haya otorgado el rabo del toro el Maestro Jesús Córdoba, el último de los jueces que en la Plaza México, le daban valor y sentido a los trofeos que allí se otorgaban.

La temporada 1993 – 94 fue redonda para Guillermo Capetillo. El 27 de marzo de 1994 ganó en la Plaza México la Oreja de Oro, misma que disputó con Mariano Ramos, Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea, David Silveti, Jorge Gutiérrez y Manolo Mejía, cerrando así lo que ha sido para él, hasta ahora, el serial de más triunfos en su paso por los ruedos de México.

Esta es otra faena de culto, que en un hipotético recuento de las mejores que se hayan realizado en el ruedo de la Plaza México, tiene un especial lugar.

Un vídeo de la faena

Lo pueden encontrar en esta ubicación, disfrútenlo.

domingo, 29 de diciembre de 2013

3 de enero de 1954: Jesús Córdoba y Estanquero de Pastejé


Jesús Córdoba
La temporada 1953 – 54 en la capital mexicana hoy en día puede ser calificada de irrepetible. Entre el 6 de diciembre de 1953 y el 14 de marzo de 1954 se dieron 28 festejos, dos cada domingo en las plazas México y El Toreo de Cuatro Caminos, y por lo que las crónicas de la época reflejan, con lleno en los tendidos en ambas. Aclaro que en la plaza más grande del mundo se totalizaron tres corridas más – el número exacto fueron 17 en La México y 14 en Cuatro Caminos – para sumar treinta y un corridas de toros entre el 22 de noviembre de 1953 y el ya indicado 14 de marzo de 1954.

El elenco de la Plaza México tenía como principales atractivos la reaparición de Armillita después de casi cuatro años de su apoteósica despedida en ese mismo escenario, la presencia de las figuras del momento como lo eran Manuel Capetillo, Jesús Córdoba, El Ranchero Aguilar y Juan Silveti y las confirmaciones de alternativa de toreros como Antoñete, Calerito o Chaves Flores. En Cuatro Caminos las cabezas de cartel eran Fermín Rivera, Jumillano, Manolo Vázquez, Luis Procuna, Antonio Velázquez y Luis Castro El Soldado. Dos toreros participaron en los dos elencos, el madrileño Julio Aparicio y el albaceteño Manuel Jiménez Chicuelo II.

Dos corridas triunfales el mismo día

Las primeras corridas del año 1954 en la capital mexicana fueron de triunfo. Hace un año me ocupé de los sucesos del Toreo de Cuatro Caminos y al final de la entrada apuntaba que al prestarse las circunstancias me ocuparía de lo que sucedió esa misma fecha en la Plaza México, en corrida organizada por la esposa del Presidente de la República a beneficio de la Asociación de la Protección de la Infancia, misma en la que se acartelaron Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, Jorge El Ranchero Aguilar, Manuel Calero Calerito, Pedro Martínez Pedrés y Antonio Chenel Antoñete para lidiar toros de Pastejé, ganadería que recién había sido adquirida por Carlos Arruza, dando lugar al hecho singular de que una persona fuera ganadero en México y en España al mismo tiempo.

En Cuatro Caminos, con un lleno, alternaron Héctor Saucedo, Manolo Vázquez y Emilio Ortuño Jumillano ante tres toros de Coaxamalucan y tres de Rancho Seco. Fue la gran tarde de Manolo Vázquez en la capital mexicana, cortando el rabo a un toro de regalo de Xajay. Lo que sucedió ese día pueden leerlo en esta ubicación

Jesús Córdoba y Estanquero

La corrida de la Plaza México también se celebró con un lleno hasta el reloj. La mejor faena de la tarde corrió a cargo de Jesús Córdoba quien ante el segundo de la tarde, Estanquero, firmó lo que sería su obra más importante de esa temporada y una de las más destacadas de su paso por el ruedo de la Colonia Nochebuena. Encontré dos versiones del suceso. La primera está firmada por Don José – presumiblemente José Octavio Cano – y es de febrero de 1966, contenida en una sección de remembranzas de la Revista Taurina que se publicaba por esos días en la Ciudad de México y es del tenor siguiente:
El segundo toro de la tarde se llamó “Estanquero”, bien presentado y con imponentes defensas. Y ante este respetable burel, vimos muletear a Córdoba con perfección, limpio arte y asentamiento de figura consagrada… Poco logró hacer con el capotillo. No hubo mayor relieve en los quites, pero con la muleta, después de brindar a toda la concurrencia, Chucho se fue agigantando y causando asombro por la pureza de su estilo, por la naturalidad que imprimía al trazo de los pases. Con sabor, con cadencia, dibujó los derechazos amplios, despaciosos, llevando el engaño terso y suave ante la cara del astado, sin una descompostura, sin un tropiezo, conservando la misma exacta distancia siempre, entre los pitones y los vuelos del trapo rojo. Enseguida, con aplomo y ajustamiento, con pasmosa tranquilidad, imperturbablemente sereno, ejecutó en varias tandas los naturales, extraordinarios, largos, templados, completos… Córdoba iba desarrollando una faena de arquitectura admirable y ejemplar, reuniendo el dominio sobre el toro con arte cristalino. Destacaron los de pecho, echando todo el toro por delante y los cambios de mano, precisos, oportunos, con jugueteo de los giros de la muleta entre los puñales de la fiera. Intercaló un pase de rodillas muy lento y dramático, más tarde se adornó con los lasernistas que dieron las últimas pinceladas al trasteo bello y perfecto. Y con un estoconazo hasta la empuñadura, coronó Chucho Córdoba su admirable labor para ser premiado con la oreja que reclamaron multitud de pañuelos y con ovaciones ensordecedoras y prolongadas, que le obligaron a recorrer dos veces el redondel, entre sombreros, ramos de claveles y aclamaciones vibrantes de rendida admiración a su arte depurado, al clasicismo de su toreo y a la verdad nítida que predominó en todos los momentos de aquella magnífica faena…
La otra versión apareció publicada en el diario El Siglo de Torreón el 4 de enero de 1954, al día siguiente del festejo y aunque más breve, relata lo que sigue:
Jesús Córdoba, máximo triunfador en la corrida de ayer en la capital. En la Plaza México se verificó la corrida a beneficio de la Asociación de Protección a la Infancia, bajo el patrocinio de la Primera Dama, lidiándose toros de Pastejé, sobresaliendo por su bravura los lidiados en segundo, quinto y sexto turnos... Córdoba fue el máximo triunfador de esta tarde; veroniqueó con sabor y en el último tercio realizó bellísima e inspirada faena iniciada con dos doblones, dos tandas de buenos derechazos; en dos ocasiones dibujó la vitolina con limpieza y emoción singular, siguiendo con una cátedra de toreo al natural, intercalando un molinete de rodillas, terminando con una estocada hasta las cintas. Se le concedió una oreja y el público abroncó al juez por no darle otro apéndice; dio tres vueltas al ruedo entre interminables ovaciones...
Aunque en esencia esta última versión no difiere de la de Don José, contiene un dato adicional que refleja la magnitud de la obra del Maestro Córdoba, que es la bronca que la concurrencia le echó al Juez de Plaza – Presidente – por no conceder la segunda oreja a la faena realizada, sobre todo si consideramos que de ambas relaciones, la de la fecha de la corrida y la de la remembranza, se desprende que se realizó sobre el eje fundamental del pase natural, algo que a mi juicio agrega valor a cualquier trasteo y cobraría aún mayor valor cuando se otorgara a Pedrés la oreja de Gitanito, 5º de la tarde y a Antoñete la de Giraldillo, el que cerró plaza.

Jesús Córdoba reaparecía esa tarde después de haber sido herido el 29 de noviembre anterior en ese mismo ruedo y al domingo siguiente en la reaparición de Armillita volvería a visitar la enfermería nada más al abrirse de capa, lo que le alejaría del ruedo de Insurgentes hasta el año de 1956.

Esta tarde, el nombre de Estanquero se unió a otros como los de Luminoso y Cortijero en la trayectoria de Jesús Córdoba por el ruedo de la Plaza México, inscribiéndose en las páginas trascendentes de nuestra Historia del Toreo.

domingo, 10 de marzo de 2013

8 de marzo de 1953: Antoñete recibe la alternativa en Castellón

Antoñete en Caracas, con un toro mexicano de
don Manuel de Haro (Cª 1977)
El pasado viernes se cumplieron 60 años de que Antonio Chenel Antoñete fuera investido como matador de toros por Julio Aparicio en la Feria de la Magdalena de Castellón de la Plana, otorgándole una dignidad que llevó por los ruedos del mundo durante casi medio siglo, proclamando siempre una tauromaquia pura, ejemplar y modélica que a despecho del así llamado cambio de los tiempos, nunca perdió su solidez y su aroma.

La de 1953 fue una temporada que inició temprano en el calendario. Ese domingo 8 de marzo aparte de la corrida de Castellón, se dieron dos festejos en Madrid – uno en Las Ventas y otro en La Chata de Carabanchel – y también en Barcelona y Calatayud se celebraron novilladas y la prensa de la época relata el verificativo de una corrida en Casablanca en la que actuó mi compatriota Jesús Córdoba.

Otro aspecto de interés que rodeaba la alternativa de Antoñete es que durante el año de 1952, Antonio Bienvenida había lanzado su campaña contra la manipulación de las astas de los toros – afeitado – y algunos medios de comunicación se habían hecho eco de ella. En el ambiente de esa justa reivindicación, muchas figuras se negaron a alternar con el hijo del Papa Negro, pero al tiempo, al menos en las plazas de más predicamento se comenzaban a ver corridas de mayor arboladura y en apariencia, intactas.

Antoñete contó a Manuel F. Molés lo siguiente:

La gente – rememora Antonio – como si fueran a ver toros contra leones. La campaña contra el afeitado fue de un eco enorme. La verdad es que se afeitaba tanto como se afeita ahora, para las figuras y en las plazas que podían. En las plazas grandes, y sobre todo en las corridas de toreros modestos, el toro salía sin tocar. Pero se formó la mundial y a la postre salió una corrida de Curro Chica, astifina, esaboría, sin clase y con sólo un toro medio bueno al que Aparicio le cortó una oreja. (Antoñete. El Maestro. Pág. 57)

El cartel del 8 de marzo de 1953 en Castellón lo formaron Julio Aparicio, Pedro Martínez Pedrés y Antoñete, que recibiría la alternativa. Los toros serían de los que llevaban en el anca la corona de Braganza, es decir de Curro Chica, de Jerez de la Frontera. El toro de la cesión se llamó Carvajal, número 54, de pelo negro.

Las crónicas del festejo son casi partes informativos de la misma. Tanto la Hoja del Lunes de Madrid del día siguiente de la corrida, como el ABC del 10 de marzo, reproducen la siguiente información generada por la agencia CIFRA:

Castellón de la Plana, 8. – Lleno completo. Toros de Francisco Chica. – Antoñete, que tomaba la alternativa, toreó bien de capa al primero y lo muleteó aceptablemente para una estocada. Se le ovacionó. En el sexto hizo una buena faena, lo despachó de una estocada, un pinchazo y un descabello y fue ovacionado. – Aparicio veroniqueó superiormente al segundo, le hizo una gran faena y lo mató de una estocada. Cortó una oreja. En el otro cumplió con la muleta y acabó con una estocada. – Pedrés muleteó aceptablemente a su primero y lo mató de tres pinchazos y un descabello. En el otro, por el estilo con la muleta, para acabar con media estocada y un descabello. – Pesos: 278, 268, 287, 309, 303 y 286.

Una crónica algo más prolija aparece en el diario que en la fecha se nombraba Nueva España. Diario de Falange Española, Tradicionalista y de las J.O.N.S y que hoy es el Diario del Altoaragón, de Huesca, aparecida al día siguiente de la corrida y que es del tenor siguiente:

Antoñete obtuvo un éxito en Castellón el día de su alternativa. – Castellón de la Plana. Corrida de la Magdalena. Toros de Curro Chica, de Jerez de la Frontera. Alternativa de Antoñete. – Antoñete, en su primero, estuvo valiente y fue ovacionado. A su segundo le hizo una buena faena, acabando de una estocada, pinchazo y descabello. El diestro es despedido con una gran ovación. Aparicio hizo entrega en el primero a Antoñete de los trastos de matar. – Aparicio, en su primero, oyó música en la lidia y se adornó en varios pases de rodillas. Mató de una estocada casi entera y cortó una oreja, aunque el público pedía las dos. Ovación. – A su segundo, Aparicio le hizo una buena faena y lo mató de una casi entera, con derrame. Se lanzó un “capitalista” que fue cogido y recibió una cornada que le produjo destrozos en las partes blandas de la pierna derecha. – Pedrés, en su primero, tiene que salir al quite del “capitalista” que se lanza al ruedo y que después de que se dan dos pases es retirado del ruedo por los peones. El diestro acabó con el toro, después de una faena lucida, de tres pinchazos y descabello; a su segundo enemigo, Pedrés lo toreó por bajo y lo mató de media y descabello.

De la relación que hace J. Lloret, corresponsal del semanario El Ruedo, extraigo lo siguiente:

Dos factores principales contribuyeron al brillante resultado económico de la corrida: el día primaveral que hizo y la propaganda que durante todo el invierno se ha venido haciendo en torno al toro de lidia... En cuanto a peso y edad, vino a Castellón una corrida seria. Pertenecían los toros a la ganadería andaluza de don Francisco de la Chica, y como decimos estuvieron muy bien presentados, ya que dieron un peso en bruto de 501, 516, 530, 557, 549 y 535 kilos, respectivamente, por orden de salida. La corrida no ofreció dificultades para los lidiadores, ya que ninguno de los seis bichos acusó peligro. Cierto que casi todos ellos llegaron muy aplomados al último tercio, pero cúlpese de ello a la poca fuerza que sacaron. Los menos apropiados para el lucimiento fueron los corridos en primero y cuarto lugar, es decir, el toro de la alternativa de Antoñete y el segundo de Julio Aparicio, diestro este último que cortó la única oreja del festejo... Creemos que con Antoñete estamos en presencia de un torero de extraordinarias proporciones, a pesar de que su primera actuación como matador de toros no ha sido muy afortunada. Antoñete es un torero de clase y además lidiador, condición ésta muy interesante si hay que enfrentarse con corridas cuajadas. En su primero se lució en unos lances muy buenos; pero luego los picadores se ensañaron con el bicho y ante la bronca del público el novel matador de toros se desconcertó. En su segundo creímos que iba a llegar la faena grande; pero el toro se vino abajo y el madrileño sólo pudo conseguir unos pases muy buenos con la derecha y dos series de naturales soberbios que ligó con el pase de pecho. Lo que hizo fue de tal calidad que pudo haber cortado la oreja si la estocada no hubiese resultado atravesada...

Entrada a la corrida de la
alternativa de Antoñete
Como podemos ver, el recuento que hace Antoñete en 1996 del resultado de la tarde de su alternativa a través del juego de los toros, no difiere en mucho con lo que las crónicas periodísticas dijeron en su día. Los toros no se prestaron a florituras y los toreros les dieron la lidia que éstos pidieron, siendo reconocidos por ella, pero sin aires de apoteosis. Eran otros tiempos.

Fueron compañeros suyos de quinta entre otros Dámaso Gómez y Manuel Jiménez Chicuelo II y entre los que son o se arraigaron de este lado del mar, Luis Solano, Miguel Ortas y José Zúñiga Joselillo de Colombia y en cuanto a sus actuaciones, siguió a Pedrés que sumó 48; Antonio Ordóñez con 47; César Girón, 41; Jorge Ranchero Aguilar, 39 y Antoñete con 36 al igual que Jumillano, para ser el quinto lugar de su escalafón.

Decía al inicio que Antoñete ejerció su ministerio de matador de toros durante casi medio siglo. Medio siglo en el que vivió con intensidad muchas luces y sombras para escribir una historia con la que, quizás, sin proponérselo, se convirtió en referente de varias generaciones de aficionados y de toreros y con un mérito agregado, atrajo al mundo de la fiesta a personas a las que sin su manera de ser y de ver la vida, quizás no las hubiera interesado en él.

Concluyo esta remembranza con una reflexión de José Carlos Arévalo a propósito de la faena de Antoñete a Atrevido de Osborne en 1966 y que creo que presenta con claridad la manera en la que El Maestro entendía el toreo:

La lidia es un arte de preguntas y respuestas que se hacen mutuamente el torero y el toro. Según este pensamiento, a la par esencial y estratégico, basta para garantizar nuestra atención a la lidia. Toro y torero se niegan en cada embestida y la afirmación de uno supone el fracaso del otro. Solo cuando la conjunción de ambos disuelve (¿o agudiza?) la pugna, el misterio del toro ha sido descubierto y el toreo resplandece. Es mentira, es una superficial tentación platónica creer que la faena ideal cae del cielo, que la regala el toro, que se la regala y nos la regala el torero. Sí así fuera, la lidia carecería de sentido y el arte de torear no justificaría tan paciente espera...
Un interesante documento visual se encuentra en los primeros tres minutos del No – Do del 29 de junio de 1953 (mismo que pueden ver en esta ubicación). No lleva imágenes de la corrida de la alternativa de Antoñete, aunque el cartel de toreros sea el mismo – Aparicio, Pedrés, Antoñete – porque estas corresponden a la Corrida de Beneficencia de ese año. No obstante, nos deja ver lo que sería la primera edad del Torero de Madrid por antonomasia y tener una aproximación a lo que fue la tarde de su alternativa. Los toros fueron de Sánchez Cobaleda.

domingo, 22 de julio de 2012

18 de julio de 1948: Se presenta Jesús Córdoba en la Plaza México


Jesús Córdoba en 1949

El pasado miércoles se cumplieron 64 años de lo que podría considerarse como el arranque de la Edad de Plata del Toreo en México. En esa fecha se celebró la séptima novillada de la tercera temporada de festejos menores que se daba en el nuevo coso de la capital mexicana y debutaban en ella dos toreros. De raigambre familiar en León de los Aldamas, la tierra de Rodolfo Gaona y del entonces emergente Antonio Velázquez, pero con la particularidad de haber nacido en Winfield, Kansas, en los Estados Unidos de América, se presentaba Jesús Córdoba, que triunfó en una corta serie de novilladas que el picador Juan Aguirre Conejo Chico ofreció en el Rancho del Charro ubicado en la calzada de Ejército Nacional, donde ya por su manera clásica de hacer el toreo, se le comenzó a anunciar como El Joven Maestro.

El otro debutante era Rafael García, originario del Estado de México y que se decía era asilveriado en sus maneras frente al toro y el segundo. La cuarteta que enfrentaría el encierro de La Laguna a lidiarse esa tarde de domingo, la completaron el tapatío Luis Solano y otro joven que repetía después de que dos domingos antes, había puesto a la plaza más grande del mundo de cabeza al exhibir un valor desmedido y hasta temerario delante de los novillos, el hidalguense Paco Ortiz.

Jesús Córdoba se enfrentó esa tarde a Apizaquito y a Rondinero, cuarto y octavo del hierro titular y en ambos dio la vuelta al ruedo. La crónica enviada por el corresponsal de la agencia que transmitía la información al diario El Informador de Guadalajara, Jalisco, narra lo siguiente acerca de lo sucedido esa tarde:

Derroche de buena voluntad en la corrida de la Plaza México. Alternaron Luis Solano, Paco Ortiz, Rafael García y Jesús Córdoba.  
México D.F., julio 18.  – En la Plaza México se llevó a cabo la novillada de La Laguna, alternando Luis Solano, Paco Ortiz, Rafael García y Jesús Córdoba. Los cuatro alternantes hicieron un derroche de buena voluntad, siendo los más afortunados Paco Ortiz y Rafael García, que cortaron oreja a sus segundos... Paco, al banderillear a su primero en el segundo viaje, cita a un metro escaso de la jeta del animal, saliendo prendido por la taleguilla y arrojado a la arena, resultando ileso, y en su segundo, al buscar un forzado de pecho es prendido nuevamente, levantado y despedido... Con un valor característico da dos pases por alto mirando a los tendidos que le resultan de una manera temeraria, pues a cada pase se va metiendo en los propios pitones de la res. Vuelve a colocarse a un palmo del enemigo y sufre un derrote que le parte totalmente la taleguilla por el lado derecho... En su primero recibió la gran ovación, y en este último troza la oreja de su enemigo, por petición del público. 

Rafael García estuvo bien en su primero, que fue el tercero de la tarde, y en su segundo, que fue el séptimo, hace un faenón que se le premia como a Paco, con el apéndice de su enemigo... Solano estuvo desafortunado en su primero, pero no así en su segundo, que por su actuación le hace merecedor a la vuelta al ruedo... El cuarto de la tarde fue para Chucho Córdoba, su primero, al que al intentar el segundo viaje, después de haber señalado un pinchazo, es prendido por la entrepierna. Retornando al ruedo muy valiente, y dispuesto a jugarse el pellejo, coloca un formidable estoconazo. Se le ovaciona la faena de buena voluntad, ya que le tocó lidiar la res más mala y difícil de la tarde. En su segundo, el octavo de la tarde, hace una faena con prontitud, serenidad y torerismo, adornándose con pases de rodilla en tierra y un toque de pitones. Recibe fuerte ovación y el público pide la vuelta al ruedo, que le es concedida...

Transcribí casi la integridad de la crónica, pues me llama la atención de que el relator de la agencia de noticias ponga mayor énfasis en las actuaciones de Paco Ortiz y de Jesús Córdoba. El de Apam fue uno de los que cortaron oreja esa tarde, pero su actuación fue de esas que son emblemáticas del novillero que quiere ser. De la lectura de la crónica podemos desprender que fue entregado, sin verse la ropa cuando los novillos le echaron mano y jugándoselo todo a cara o cruz con tal de salir triunfante. En lo que narra de Jesús Córdoba, nos refiere escuetamente a un torero con valor y enterado, que sin arredrarse ante las complicaciones de su primer novillo, salió a demostrar que podía con él y ante el que se lo permitió, desplegó su tauromaquia clásica y dominadora.

Lo que me cuestiono es si hoy en día, un novillero que no terminara con las orejas en la mano, en una de las principales plazas del mundo, volvería a tener una oportunidad. En aquellos días, se valoraba la torería y la voluntad de ser; hoy, parece que solamente se mide a los toreros por su capacidad de cortar lo que Manolo Martínez llamó un día retazos de toro.

De los alternantes de esa tarde, Paco Ortiz terminaría toreando 9 tardes en la temporada; Jesús Córdoba, 8; Rafael García, 3 y Luis Solano tendría ese domingo su única aparición en ella. El serial constó de 29 tardes y en la número 24, celebrada el 31 de octubre, Jesús Córdoba ganó la Oreja de Plata en cerrada disputa con Paco Ortiz, quien pese a haber cortado un rabo, vio como el trofeo le era adjudicado al Joven Maestro, quien solo cortó una oreja esa tarde.

Luis Solano en 1949
De los alternantes de la tarde que les comento, Jesús Córdoba recibió la alternativa en Celaya el 25 de diciembre de ese 1948, de manos de Armillita; Paco Ortiz recibió una primera en Puebla en 1950, de manos de Silverio Pérez; después otra en Piedrahita, Ávila en 1951, de manos de Pablo Lalanda y una definitiva en 1958 en Pachuca, de manos de Luis Castro El Soldado; por su parte, Luis Solano recibe una en 1951 en León, Guanajuato, de manos también de El Soldado y la definitiva en 1953 en Barcelona, siendo su padrino Cayetano Ordóñez, en tanto que Rafael García se hará matador de toros en 1952, en Barcelona, apadrinándole Julio Aparicio.

La temporada de novilladas 1948 fue rica en prospectos, pues en ella surgieron toreros que tendrían trayectorias importantes en los ruedos como Alfredo Leal, Jorge El Ranchero Aguilar, Héctor Saucedo, Curro Ortega, Alfonso Pedroza La Gripa o Rubén Rojas El Jarocho. Aunque el real corolario de la temporada de novilladas 1948 fue la consolidación de Los Tres Mosqueteros, Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes, Manuel Capetillo y Jesús Córdoba – les cito ya por orden de alternativa –, llevando como una especie de D’Artagnan a Paco Ortiz. Los tres primeros fueron figuras del toreo por derecho propio y Paco Ortiz por diversas circunstancias vio truncado su camino al pasar al escalafón superior.

Mi enhorabuena al Maestro Córdoba por este aniversario y expreso mi esperanza que la manera de tasar el paso por las plazas de los novilleros en la actualidad sea de otro modo, porque solo así hay futuro posible para esta fiesta nuestra.

domingo, 11 de marzo de 2012

Sevilla, 1953. Un esplendoroso abril para Jesús Córdoba


El Maestro Jesús Córdoba

La Feria de Abril sevillana del año 53 fue accidentada. Primero, porque la lluvia impidió que se celebrara conforme a lo originalmente planteado. De las seis corridas ofrecidas inicialmente, terminaron dándose solamente cinco y con varios cambios en el programa original. La feria descansaba en cuatro comparecencias de Antonio Ordóñez y completaban el elenco Jesús Córdoba, Rafael Ortega, Manolo Vázquez, Emilio Ortuño Jumillano, Jorge El Ranchero Aguilar, José María Martorell y Manuel Calero Calerito, todos ellos, originalmente a dos tardes cada uno.

El mal tiempo impidió iniciar los festejos el día 18 de abril, por lo que las tres primeras corridas se desplazaron en su fecha, arrancando el día 21 con la Corrida de la Cruz Roja, misma en la que Antonio Ordóñez fue herido de consideración y quedó imposibilitado para cumplir con los tres compromisos que le restaban en la feria. El mismo recorrido de fechas, hizo que la corrida de Clemente Tassara, originalmente anunciada para el 20 de abril y que lidiarían José María Martorell, Rafael Ortega y Jumillano, se suspendiera en definitiva y que varios carteles se reconfiguraran, quedando El Ranchero Aguilar solo con una de las tardes que tenía contratadas. 

Para sustituir al herido Antonio Ordóñez, el 22 de abril se programó al cordobés Manuel Calero; para el 24, a Jerónimo Pimentel y el 25 de abril, fue El Tesoro de la Isla quien cogió la sustitución. Por último, el 26 de abril, domingo, se cerró el serial con una novillada en la que destacan la presencia de Manolo Zerpa y el lusitano Paco Mendes. Luego siguiendo con las vicisitudes, el 22 de abril, la corrida se suspendió tras la lidia del tercero de la tarde, debido a la negativa de los toreros para continuar toreando por lo impracticable del ruedo a causa de la lluvia, razón por la cual el Teniente de Alcalde que presidía el festejo puso a disposición del gobierno civil – eufemismo para decir que mandó detener – a los toreros actuantes, que fueron multados. 
Anuncio de los carteles de la Feria de Abril de 1953 recompuestos
tras de las suspensiones debidas a las lluvias (ABC de Sevilla, 19/04/53)

Jesús Córdoba y la tarde de los Miuras

La presentación del Joven Maestro se produjo el día 24 de abril con la corrida de Miura – anunciada como la tradicional corrida de Miura – en la que formó cartel junto con Calerito y Jerónimo Pimentel. Para la anécdota, al festejo asistió el General Franco acompañado de su esposa y mi paisano Jesús Córdoba, le cortó una oreja al cuarto de la tarde. De la relación de Gil Gómez Bajuelo, publicada en el diario ABC de Sevilla al día siguiente del festejo, extraigo los siguientes recuerdos:

…Sus dos faenas de muleta fueron excelentes, siempre con el sello elegante. La primera, brindada al Caudillo. Muy derecho, corriendo la mano, acabando los pases. Girando muy bien en los naturales y preciosos de ejecución los redondos. Siempre erguida la figura, airoso el andar. Cuando el toro no pasaba, le obligó y le sacó unos estatuarios magníficos. La espada le quitó la oreja. Porque pinchó dos veces, no entrando muy bien. En cambio en la estocada entró superiormente y la logró en lo alto. Córdoba recibió un regalo del Caudillo y dio la vuelta al ruedo. La segunda faena, brindada al público, tuvo el mismo perfil de esencia torera. Y como la primera, arrullada por los alegres sones de la música. Volvió la suavidad y mando de los redondos, el aguante con los pies juntos en los bellísimos altos, barriendo despaciosamente los lomos, y el tirar de la res a un centímetro del pitón en los momentos de obstinada queda. Faena torera de los pies a la cabeza. Y esta vez, coronada con una estocada hasta la empuñadura, entrando decidido y saliendo trompicado en su preocupación de mirar sólo al morrillo y porque el toro se quedó quieto… Jesús Córdoba cortó la oreja, dio la vuelta al ruedo devolviendo sombreros, recibiendo ramos de flores y ordenando guardar la oreja… El mejicano es también de los que saben el calor de una oreja en Sevilla...

Al día siguiente, a hombros, tras un hecho inusitado

Apunte de Vicente Flores de una estocada
de Jesús Córdoba la tarde de los Miuras
(ABC de Sevilla, 25/04/53)
El día de San Marcos – 25 de abril –, Jesús Córdoba alternó con Rafael Ortega y Jumillano para matar una corrida originalmente anunciada de María Sánchez Cobaleda. Al final, solo se lidiaron cuatro de los originalmente anunciados y dos de Escudero Calvo como sobreros. En esa tarde se produciría en el festejo un hecho inusitado tanto en España, como en una plaza como la de la Real Maestranza sevillana, se lidió como regalo un séptimo de Benítez Cubero, regalo que a petición de los señores Maestrantes haría a la afición congregada en el Coso del Baratillo precisamente el diestro leonés Jesús Córdoba

Independientemente de lo que más adelante comentaré, recurriré de nueva cuenta a la relación hecha por  Gil Gómez Bajuelo del ABC de Sevilla, que en lo medular de su crónica, nos refiere:





Jesús Córdoba lidió el sobrero de la última corrida de Feria en el que obtuvo un triunfo saliendo a hombros 
Evidentemente, no se pueden hacer cestos sin mimbres. Esto ocurrió ayer en la última corrida de toros de nuestra renombrada Feria. Claro es que, con corridas de este corte, el renombre corre riesgo de esfumarse. Se lidiaron cuatro toros de Cobaleda, dos de Escudero y uno de Benítez Cubero, obsequio gentil del mejicano Jesús Córdoba... En esta corrida, el mejicano Jesús Córdoba confirmó plenamente sus excelentes aptitudes toreras. Deja en Sevilla un gran cartel de torero fino y enterado... La faena a su primero fue de calidad. El Cobaleda, aunque feo y con grandes defensas, era noble. Pero se fue apagando de tal modo que sólo un torero de los recursos del mejicano pudo obtenerle el máximo rendimiento. Había que citarle muy cerca, tirar de él, a una distancia inverosímil, y después llevarlo empapado en el viaje, con un temple ideal. Fue así como Córdoba aprovechó el poco gas que tenía el bruto. Tan al límite aprovechado que logró unos pases altos mayestáticos, unos redondos suavísimos y otro del mismo género, monumento de aguante, que hizo entrar en acción el metal de la banda. Todo ello muy cerca, muy torero, en una faena en la que hasta lo accesorio tuvo aire de elegancia. Alegrando al bicho, esculpió un pase alto soberano. La faena quedaba lograda. Unos pinchazos y media estocada no pudieron interponerse en la aprobación unánime a la gran faena de muleta. En el cuarto, de Escudero, no había nada que hacer. Lidiado entre constantes protestas del público y cayéndose con frecuencia. Córdoba, instigado por los espectadores, dio sólo unos pases, poquísimos, y con sólo dos pinchazos se echó el animal. Entonces Córdoba tuvo un gesto, que el público ovacionó calurosamente. Fue obsequiar a los espectadores con un séptimo toro, de Benítez Cubero. Lo brindó al respetable. Quiso la docilidad del enemigo que el mejicano cuajara una gran faena, con variedad de pases, bajo el signo unitario de un estilo personalísimo. Los pases altos, los ayudados por bajo, los derechazos, los naturales y el rodillazo afarolado. Todo con mando, suavidad y derechura. Faena oleada por el público y alegrada por la música. Una estocada en lo alto culminó la actuación feliz del mejicano, que dio a hombros la vuelta al ruedo, exhibiendo el trofeo triunfal de la oreja de su enemigo. Bonito final de una corrida que, había transcurrido sin grandes relieves y en la que Córdoba puso de vez en cuando la nota alegre de su reposado y elegante capote...

Y terminando su casi redonda actuación – la espada le restó ese aire de rotundidad –, se lo llevaron en hombros por la puerta de cuadrillas hasta salir de la plaza por la calle Iris, en una tradición sevillana que hoy se encuentra lamentablemente abandonada.

Otro apunte de Vicente Flores de la tarde del 25
de abril (ABC de Sevilla, 26/04/53)
Alguna vez tuve la ocasión de escuchar del Maestro Córdoba el recuerdo de esta tarde. Contaba que al estar preparando para la muerte a un débil segundo de su lote, le llamaron a acercarse a las tablas y lo hizo intrigado, con cierto recelo, pues pensó que quizás le sancionarían por ir a tomar muleta y espada y sin mayor trámite, salir a doblarse con el toro para buscar la igualada y tirarse a matar. 

Ya en tablas, es enterado de que el recado era otro, de parte de los señores Maestrantes, en el sentido de que el sobrero estaba a su disposición para que lo obsequiara, pues querían seguirle viendo. Allí refiere el Maestro, pidió que el representante de la Autoridad en el callejón interviniera, porque él sabía que solo se podía obsequiar el sobrero, excepcionalmente, en corridas de un solo matador. Allí le confirman que tiene la venia de la presidencia del festejo y de los maestrantes para obsequiar el toro si así lo desea. Cuenta el Maestro que la manera en la que se lo ofrecieron, le hizo sentir que era un desprecio el no hacerlo.

Al final, el obsequio del toro de Benítez Cubero ese día de San Marcos le permitió a Jesús Córdoba redondear una feria sevillana y destacar la firmeza del paso con la que llevaba y que le permitiría terminar la campaña con 35 corridas toreadas y entre los diez primeros del escalafón, según podemos ver en esta página del blog del Aula Taurina de Granada.

Mi homenaje

Faltan algunas semanas para llegar al aniversario de estos fastos, no obstante, el pasado miércoles el Maestro Córdoba cumplió 85 años de edad y llegó a ellos bien y de buenas. No se me ocurre mejor forma de rendirle homenaje – a los toreros se les debe recordar siempre por lo que hacen delante de los toros y nada más –, más que recordando estas dos grandes actuaciones suyas en los ruedos, que resultaron de las más importantes de ese abril y de esa temporada de 1953.

Aldeanos