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domingo, 11 de septiembre de 2022

Armillita, ¿el invulnerable?

Armillita en El Toreo de la Condesa

Fermín Espinosa Armillita ha pasado a la historia del toreo por múltiples causas y todas ellas notables. Una de ellas reside en el hecho de que se considera que solamente sufrió una sola cornada, el 20 de noviembre de 1944, en San Luis Potosí, recibiéndola del toro Despertador de Zotoluca, fecha en la que actuaba mano a mano con Silverio Pérez. De ese asunto ya me he ocupado por este sitio (primera partesegunda parte) con alguna extensión y es dable que afirme que ese percance representó ser el más grave de la carrera del Maestro, porque la excavación de las hemerotecas refleja que no fue el único que sufrió en casi tres décadas de enfrentarse a los astados en público. 

Los percances a los que haré referencia, según podrán apreciar, no revistieron mayor gravedad, pero reflejan que al final de cuentas, Armillita era un ser humano, superdotado, sí, pero hombre al fin y por esa razón, proclive a cometer errores, de esos que cuestan heridas a los toreros.

El Toreo de la Condesa, 8 de agosto de 1926

Ese domingo fue una tarde lluviosa que impidió que se concluyera el festejo, suspendido justo cuando el quinto de la tarde había saltado a la arena. La tarde no fue muy plácida para don Antonio Llaguno, que vio regresar a los corrales al cuarto del festejo por manso y para mayor incomodidad suya, ser sustituido por uno de Piedras Negras.

Armillita solamente se enfrentó al tercero, de la ganadería anunciada y conforme a la relación publicada en Toros y Deportes y firmada por Rafael Solana Verduguillo, sucedió lo siguiente:

La faena que ejecutó Fermín con el de San Mateo, resultó larga y un tanto esaboría. Comenzó el chiquillo toreando por bajo, por ver de hacer parar a su adversario, que no estaba quieto un momento. Castigó Espinosa, dio varios muletazos de maestro; pero eso no duró mucho. Dejó que el toro se repusiera, y luego se dificultó su muerte… Hubo momentos en que Fermín se impuso y dominó la situación, y otros en que dejó que el torito hiciera lo que le diera la gana. En un instante de duda, “Armillita” se llevó un achuchón, y esto lo descompuso; después ya no paró lo debido, y en una de tantas se dejó meter al toro y resultó enganchado. De pronto nadie dio importancia al percance; un susto y nada más; Fermín continuó la lidia, y no fue sino hasta que se desvistió cuando se dio cuenta que estaba herido. El doctor Francisco Ortega, Médico del Montepío de Toreros, nos proporcionó el siguiente parte facultativo:

“El matador de novillos toros Fermín Espinosa ‘Armillita Chico’, presenta las lesiones siguientes: Herida contusa por cuerno de toro, en la pared posterior de la axila derecha, como de cuatro centímetros de extensión, interesando piel, tejido celular y aponeurosis, descubriendo fibras musculares. Un varetazo en la región costal y anterior derecha. Dichas lesiones fueron curadas después de la corrida en el Sanatorio del Montepío de Toreros en México, y son de las que tardan en sanar menos de quince días. – Firmado: Doctor Francisco Ortega”.

Fermín Espinosa mató al toro que lo hirió, de cuatro pinchazos y una media bien puesta. Cada vez que el espada hacía el viaje, el toro se tapaba y no había manera de meter el brazo; por eso resultó pesada la labor del coahuilense.

Como lo dice el parte médico, la lesión tardó en sanar menos de quince días, pues al siguiente domingo, Armillita se volvía a presentar en El Toreo para actuar junto a Edmundo Maldonado Tato y Julián Rodarte, en el debut de la ganadería de Matancillas, tarde en la que le cortó las orejas y el rabo al primero de su lote, asunto que ya he comentado aquí.

Pamplona, 9 de julio de 1928

En esa fecha se celebraba en Pamplona la llamada Corrida de Prueba, un festejo que tenía por intención el ofrecer toros a precios económicos a diversos núcleos de afición que quizás no podían permitirse la adquisición del abono completo para San Fermín. Ángel Erro, del Club Taurino de Pamplona, me lo explica así:

La corrida de prueba se celebraba en Pamplona durante la mañana de un día de fiestas, habitualmente el día 8 o 9, alrededor de las 9 de la mañana… tenía como fin – de ahí lo económico de las entradas –, la asistencia de jóvenes, guarniciones militares y personas con menor capacidad económica. En ella actuaban los matadores contratados para la feria, lidiando un toro por coleta, tres o cuatro en cada festejo… Por la tarde se celebraba la corrida organizada para ese día… a partir de la primera década de 1900 se trasladó a la tarde, y desde 1929… hasta su desaparición en 1934, ya fue una corrida normal con seis astados, aunque de forma testimonial, se mantuvo el nombre de “Corrida de Prueba”. Hay poca documentación al respecto de su origen…

Pues bien, la Corrida de Prueba de 1928 la torearían Marcial Lalanda, Francisco Tamarit Chaves, Vicente Barrera – quien sustituía a Martín Agüero – y Armillita quienes enfrentarían dos toros de Antonio Flores, anunciados como antes Braganza y dos de Villagodio. La breve relación del corresponsal del ABC madrileño, publicada el 10 de julio siguiente, dice a este propósito:

Realizado el paseíllo suéltase el primero, “Almendrillo”, negro, bragao, perteneciente a la ganadería de Flores. Lalanda sujeta al toro, veroniqueando desde lejos. Lalanda y Armillita quitan regular, Armillita sale perseguido, enganchado por la taleguilla y cogido aparatosamente. Se levanta por su pie y se retira a la enfermería en brazos de las asistencias... El parte facultativo dice que Armillita tiene un puntazo leve en el muslo izquierdo, lesión que le impide continuar la lidia...

Ha sido Antonio Fernández Casado quien en su libro titulado Dr. Jacinto Segovia Caballero: Cirujano de la Plaza de Toros de Madrid, militante socialista y exiliado en México me puso sobre la pista de este percance y de este tema. Y es que en la relación de intervenciones destacadas que tuvo el cirujano, se relaciona ésta.

Armillita, tras las primeras curas en la enfermería de la plaza, fue trasladado a Madrid, avisándose al doctor Segovia de que su intervención sería necesaria. Así se relata en El Heraldo de Madrid del 10 de julio siguiente:

Esta mañana, a las nueve y cuarto, llegó a Madrid el diestro Armillita Chico, que resultó herido por un toro de Flores en la corrida celebrada ayer tarde en Pamplona… Acompañaban al diestro los individuos de su cuadrilla y el apoderado, D. Victoriano Argomaniz… Desde la estación se trasladó al herido a su domicilio, calle de la Salud, número 5. El doctor Segovia reconoció la lesión, que se halla situada en la cara interna del muslo derecho. Su extensión es de unos diez centímetros por cuatro de profundidad… Armillita tardará en curar diez o doce días. No podrá torear hasta el 22 en San Sebastián. Por tanto, perderá varias fiestas, entre ellas la del día 15 en La Línea…

Se dirá que fue apenas un puntazo hondo, pero la realidad es que, Diógenes Ferrand, corresponsal de Toros y Deportes en España, relató para el número de este semanario mexicano salido a los puestos el 27 de julio, lo siguiente:

El doctor Segovia me manifestó que, a su juicio, de no sobrevenir complicaciones, que no eran de esperarse, tardaría de diez a quince días en curar… Por la abundante hemorragia que sufrió, el estado de Fermín era de bastante debilidad… Según me manifestaron Argomaniz y los hermanos de Armillita éste no se amilanó ni tuvo el menor momento de desmayo… No perdió el conocimiento al ser cogido y aguantó con entereza y sin cloroformizar la cura que le hicieron… La causa principal de la cogida, según me manifestó Fermín, fue porque en el momento de estrecharse mucho en la media verónica, el toro hizo un extraño por haberle llamado la atención, sin quererlo, un mono sabio, que se cruzó detrás y cerca del diestro…

El percance le costó a Armillita el estar en el dique seco durante prácticamente dos semanas, pues reapareció hasta la corrida goyesca de San Sebastián el día 22 siguiente alternando con Manuel Jiménez Chicuelo, Marcial Lalanda, Joaquín Rodríguez Cagancho y el rejoneador Antonio Cañero, con toros de Santa Coloma.

San Martín de Valdeiglesias, 11 de septiembre de 1929

La corrida de feria de esta localidad madrileña se dio con cuatro toros de José García – anunciados como antes Aleas – para Julián Saiz Saleri II y Fermín Espinosa Armillita, llevando como sobresaliente a Saturio Torón. En esta oportunidad fue también en su turno al quite del que abrió plaza, cuando fue lesionado. La breve reseña del vespertino La Voz de Madrid, señala:

Primero. — Saleri es aplaudido en tres verónicas. Armillita se luce en su turno; pero al rematar sufre un palotazo y se ve obligado a ingresar en la enfermería. Se aplaude un buen par de Saturio Torón. El toro se declara manso, y Saleri hace una faena de aliño para una estocada a paso de banderillas…

El corresponsal de la agencia Febus remitió a los diarios de Madrid el siguiente parte médico:

Fermín Espinosa (Armillita Chico) ha ingresado en esta enfermería con una herida punzante en el segundo espacio interdigital de la mano derecha, de pronóstico leve, y no le permite continuar la lidia.

La lesión, así leída, parecía ser prácticamente insignificante, pero le costó reaparecer hasta dieciocho días después en Jerez de la Frontera, cuando compartió cartel con Nicanor Villalta, y Martín Agüero, para lidiar toros de Pérez de la Concha, que fue la antepenúltima de su campaña en aquellos ruedos, que terminó el 27 de octubre en Barcelona.

De este percance se cumplen hoy 93 años de que ocurrió.

Bogotá, 14 de febrero de 1954

El 20 diciembre de 1953 se produjo en Aguascalientes la reaparición de Armillita en los ruedos, después de que se había despedido de ellos en la Plaza México el 3 de abril de 1949. Esa vuelta a vestir el terno de luces sería breve, pues apenas constó de 15 actuaciones, de las cuales dos fueron en el extranjero, una en Bogotá, en la que para lidiar toros de Clara Sierra alternó con Antonio Ordóñez y Emilio Ortuño Jumillano y otra en Arles, Francia, el 20 de junio.

Armillita se mostraba optimista de su porvenir en ese inicio de su reaparición y así se lo expresó a quien firmó como Picas en el diario El Tiempo de la capital colombiana:

Me siendo más seguro que nunca, he toreado miles de corridas, pero el temor ante lo incierto, ante el enigma de cómo embestirán los toros, no se pierde nunca... Con la muleta estoy más a gusto; pero no comparto con la tendencia moderna de casi suprimir las suertes de capa. Esta es muy bella y tiene tantos matices... Ahora salgo a torear en Bogotá como un debutante... Hace años cuando estuve, las cosas no se prestaron para grandes hazañas. Ojalá hoy pueda justificar mi larga historia ante un público tan entendido y respetable como es este...

Al día siguiente de la corrida, una fotografía ilustró la primera página de El Tiempo, un toro prácticamente llevaba en cada pitón a un torero. El pie de foto resume extraordinariamente el momento:

El cuarto toro de la corrida de ayer, un poderoso ejemplar de doña Clara Sierra hizo una extraña embestida mientras Armillita lo toreaba en forma magnífica y lo enganchó derribándolo como se ve en la foto. Su banderillero Jesús Meléndez acudió prontamente al quite, pero con tan mala suerte que también fue cogido y así en breves segundos los dos mexicanos quedaban fuera de combate. Milagrosamente ninguno de ellos sufrió la cornada que parecía inevitable y solo ligeras magulladuras y varetazos sin mayores consecuencias. Pocas veces la cámara fotográfica había registrado con tanta oportunidad un momento de tal dramatismo en la fiesta brava.

El Maestro pasó en ese día un nuevo momento de apuro. La crónica del citado Picas, entre otras cosas dice:

Lanceó bien, banderilleó colosalmente, toreó por derechazos armónicos y templados, dio en su segundo sus impecables naturales... y hasta fue cogido ¡cosa extraña!, en un derrote inesperado, pero el maestro no se arredró, sino que volvió a la pelea con más coraje. Macheteó como se hacía en las épocas en que aún se lidiaban los toros y coronó sus faenas con buenas estocadas. Cortó la oreja de su segundo en medio de enorme ovación y del grito consagratorio de “¡torero!, ¡torero!”. Sí señores, TORERO con mayúscula, torero en el más largo y ancho sentido de la palabra... Porrazos y traumatismos. – Armillita, varetazo en el muslo derecho y varias heridas en los dedos de la mano izquierda, heridas producidas con la espada...

Esta última no fue una herida por cuerno de toro, pero sí a causa de sus embestidas. A propósito de las heridas causadas por los toros, expresó Frascuelo:

Los toros dan esto porque no pueden dar otra cosa. Si dieran caramelos daría gusto torear. Pa evitar verse así no hay más que dos caminos: huir o cortarse la coleta… El que no quiera eso, que se meta a obispo...

El Maestro seguramente tenía presente ese razonamiento y nunca echó la pata pa’tras.

Esta lesión fue la que menos detuvo el andar de Armillita, pues el domingo 21 siguiente reaparecía en Monterrey para lidiar toros de San Mateo en unión del peruano Rafael Santa Cruz y el albaceteño adoptivo – nació en Iniesta, Cuenca – Manuel Jiménez Chicuelo II.

Concluyendo

Armillita fue poco castigado por los toros en casi tres décadas. Ya lo decía al inicio, solamente sufrió una cornada calificada de grave. Escribe Leonardo Páez:

… Fermín Espinosa Saucedo supo equilibrar… la miseria con el prodigio de ser hombre, y provocar en quienes lo aclamaron y en quienes, lo seguimos admirando, un orgullo profundo como aficionados pensantes a la misma Fiesta que tanto amó y a la que tanta grandeza dio…

Por razones así, es que Fermín Espinosa Saucedo Armillita es considerado uno de los más grandes de la historia del toreo.

domingo, 21 de agosto de 2022

21 de agosto de 1960. La tragedia de Cañitas

Cañitas en Madrid
10 de junio de 1945
Foto: Martín Santos Yubero
Ya había dejado escrito por estas páginas algunas de las hazañas de Carlos Vera Cañitas, torero mexicano que tuvo por divisa el valor cabal y sin cortapisas. Surgido en una época en la que tuvo que competir con toreros que o dominaban la técnica y el oficio o eran artistas consumados, resultó un ingrediente interesante para integrar carteles en los cuales su manera de hacer el toreo contrastaba con la sabiduría o el refinamiento de sus alternantes, a quienes con sus alardes de temeridad muchas veces empujaba a dar ese paso hacia adelante que en otras condiciones no se produciría.

Alternativado el 26 de octubre de 1941 por Lorenzo Garza en Ciudad Juárez y confirmado en El Toreo el día 9 del mes siguiente por Armillita, en esa tarde comenzó a recorrer las enfermerías de las plazas, pues el segundo de su lote lo hirió de consideración, pero eso no detuvo su actuar por las arenas de nuestro país, aunque en la capital mexicana se le relegara a las temporadas económicas de verano, en las que tuvo faenas como las del toro Serranito de don Carlos Cuevas, o las dos realizadas la tarde de la despedida del Tigre de Guanajuato Juan Silveti.

Al mediar 1944 se reanudó el intercambio taurino con España y de inmediato buscó colocarse en los carteles de aquellas tierras. Logró sumar 19 tardes a pesar de que llegó allá ya avanzada la temporada y confirmó su alternativa en Las Ventas el 10 de septiembre, recibiendo los trastos de manos de Paquito Casado, en presencia de Rafael Albaicín y Arturo Álvarez Vizcaíno, también confirmante. El toro de la ceremonia, primero de la tarde, fue Atendido, de Concha y Sierra y de su actuación, escribió para El Ruedo, Benjamín Bentura Sariñena Barico:

Carlos Vera, Cañitas es un torero valiente, un fácil banderillero y certero estoqueador. Se para a veces con el capote y se ciñe muy decidido con la muleta. No es de los que se asustan con facilidad, y sus rasgos de valor son de los que emocionan al público. Su fuerte, a nuestro parecer, es la muleta, y no porque con ella logre pases de irreprochable factura, sino porque en cada muletazo pone una gran cantidad de valor y un empeño decidido de pasarse al toro…

Esa sería la primera de catorce tardes en las que actuaría en la principal plaza del mundo y que, hasta el 10 de mayo de 2018, lo tendrían como el torero mexicano que más veces había actuado en ese ruedo con catorce festejos. Su facilidad con las banderillas le emparejó con Emiliano de la Casa Morenito de Talavera, con quien toreó allí en seis de esas fechas, y también compartió cartel en distintas tardes con diestros como Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín, Pepe Luis Vázquez o Ángel Luis Bienvenida y abrió la puerta grande el día 10 de junio de 1945, después de cortarle las dos orejas a Javaíto el quinto de los de Juan Pedro Domecq corridos esa tarde. 

Cañitas tuvo vitola de figura dentro y fuera del ruedo en España. Escribe Francisco Olivencia en El Faro de Ceuta:

Estaba yo en uno de los primeros cursos de aquel bachiller de siete años, cuando, de pronto, irrumpió en las vías públicas de Ceuta un coche extraordinario, aerodinámico, increíble, que dejó pasmada a toda la población… Pronto se supo que era el coche del torero mejicano Carlos Vera “Cañitas”, reconocido por su arte y, sobre todo, por su valor. “Cañitas” acababa de contraer matrimonio con una chica emparentada con el juez Francisco Bocanegra, quien vivía en una de las primeras casas de la calle Real (entonces “Falange Española”) a cuya familia vinieron a visitar los recién casados. Durante los días que estuvieron en Ceuta, el coche de “Cañitas” solía estar aparcado en ese tramo, y generalmente se le podía ver rodeado de curiosos que examinaban su interior y su exterior. Era de una marca estadounidense que ya no recuerdo. En realidad, se trataba del primer “haiga” que pudimos contemplar los ceutíes. Ese curioso apodo de “haiga” se debió a una peculiar circunstancia… Se suponía que cuando uno de tales nuevos ricos, poco cultos, se disponía a comprar un coche, decía siempre: “el mejor que haiga”. Y así se les llamó. El torero “Cañitas” logró triunfar en muchos cosos mejicanos y españoles, sufriendo, por su arriesgado valor, numerosas y graves cogidas… Murió a los 58 años, en 1985, a consecuencia de un infarto. Pero en la retina de todos cuantos vimos aquel majestuoso “haiga” y podemos contarlo todavía, siempre quedará la imagen de un automóvil que nos parecía algo así como venido del espacio…

Sus actuaciones triunfales en plazas como Madrid, Barcelona y Bilbao le valieron sumar 94 corridas en sus campañas por esos ruedos, los años de 1944, 1945, 1946 y 1951 y en el año del 46 fue el torero mexicano que más tardes actuó en esas tierras.

De vuelta en México

A pesar de sus éxitos en los ruedos europeos, resulta paradójico que Cañitas no pudiera actuar en la Plaza México. Su única actuación allí se produjo a las doce del día del 10 de abril de 1955, alternando con Fermín Rivera y Nacho Treviño en la lidia de toros de Santa Martha. Ese festejo con entrada gratuita, fue organizado para la filmación de la película El Niño y El Toro – en inglés The Brave One –, dirigida por Irving Rapper y con guion del proscrito Dalton Trumbo. No había pisado antes ese ruedo vestido de luces y, los hados apuntaban a que ya no lo haría tampoco después.

Bajaron los contratos y se tuvo que buscar una ocupación fuera de los ruedos, colocándose en la Dirección de Policía y Tránsito del entonces Distrito Federal, pero nunca dejó de pensar en recuperar su sitio en los ruedos.

Agosto de 1960

La temporada de toros 1960 de la capital mexicana se repartió entre las plazas México y el Toreo de Cuatro Caminos y se dio sin el concurso de toreros españoles – se vivía una enésima ruptura entre ambas torerías – por lo que muchos diestros nacionales que tenían poco espacio en los carteles, encontraron oportunidades para actuar en distintas plazas. Ese fue el caso de Cañitas que se vio anunciado en Naucalpan, para el domingo 21 de agosto de 1960 para lidiar toros de Ayala, alternando con Luis Briones y Juan Estrada, otros dos sobrevivientes de la Edad de Oro mexicana. Así se resumió la actuación de Cañitas esa tarde:

Carlos Vera “Cañitas” con el que abrió plaza se lució con capa y banderillas. Inició la faena sentado en el estribo y estuvo muy valiente y enterado, terminando con estocada y descabello, para dar vuelta al ruedo. A su segundo, que saltaba al callejón, poco pudo hacerle y sufrió voltereta. Al pasar de muleta lo cogió de forma impresionante. Luis Briones acabó con el causante del desaguisado. La cornada interesó la femoral y es de las que ponen en peligro la vida...

El parte facultativo rendido por el Dr. Javier Ibarra hijo, encargado de los servicios médicos de El Toreo de Cuatro Caminos, decía:

Sufre una herida por cuerno de toro situada en el Triángulo de Scarpa derecho, de cuatro centímetros de orificio de entrada, que interesa piel, tejido graso, aponeurosis, desgarrando los músculos de la región, contundiendo la arteria femoral común y seccionando la arteria femoral profunda, además de la vena femoral. Gran hemorragia arteriovenosa, por lo que hubo de practicársele una transfusión sanguínea de 1,200 centímetros cúbicos. Pronóstico reservado.

La herida, independientemente de la zona anatómica en la que fue inferida, delicada por su naturaleza, fue recurrente con otras anteriores, las que, conforme a los procedimientos quirúrgicos comúnmente aplicados en la época, se repararon ligando los cabos de los vasos seccionados para inhibir la hemorragia, pero con una consecuencia hacia el futuro, que se comprometía la circulación en el miembro afectado. La afectación por cornadas similares de forma reiterada en la misma zona, podría tener consecuencias graves. Así lo refleja la nota aparecida en el diario El Siglo de Torreón fechado el 23 de agosto siguiente:

Quizá sea necesario amputarle una pierna a Carlos Vera “Cañitas” que sufrió una cornada al lidiar el cuarto toro en la Plaza El Toreo, donde alternó con Luis Briones y Juan Estrada... Esta tarde le fue practicada una operación. La intervención tuvo por objeto restablecer la circulación sanguínea en las arterias femoral superficial y profunda de la pierna derecha... Aunque la intervención fue exitosa, el pronóstico sobre la normalización de funciones de la pierna afectada sigue siendo reservado, durante la operación se le aplicaron sueros y transfusiones, el estado general de salud del diestro ha evolucionado satisfactoriamente, sin dejar de ser muy grave...

Al día siguiente, en el mismo diario, se seguía reportando la gravedad del diestro y el hecho de que el miembro afectado seguía sin recobrar la circulación:

Su estado sigue siendo delicado y todavía no ha desaparecido el peligro de que se le ampute la pierna derecha, pues no se ha restablecido la circulación sanguínea... La Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos reveló que “Cañitas” toreaba por un sueldo miserable de mil pesos y que podrá exigir responsabilidades a la empresa, ya que el sueldo mínimo para los matadores debe ser de cinco mil pesos, dijo hoy el Secretario General de ese organismo, Guillermo Carvajal...

El 25 de agosto, de nueva cuenta El Siglo de Torreón daba cuenta de una nueva re – intervención. En esta oportunidad participó en ella, aparte de los médicos de plaza, el cirujano vascular Manuel Castañeda Uribe:

El parte facultativo facilitado por los médicos que intervinieron en la laboriosa operación, es el siguiente: “Se hizo una revisión de la herida operatoria anterior, encontrando la arteria femoral común, la superficial y la profunda, trombosadas hasta la rodilla... Debido al traumatismo que sufren estos vasos, la nueva intervención fue hecha con el objeto de extirpar los trombos formados, cosa que se llevó a cabo con éxito, pues se dejó la sangre circulando en ellos”.

El parte médico continúa reservado para la función del miembro. Se hizo una transfusión de 1200 centímetros cúbicos y suero. Aparte de los médicos de plaza, intervino el especialista en cirugía vascular doctor Manuel Castañeda Uribe. Se espera que con esta nueva operación la recuperación del infortunado diestro sea completa.

Al salir el sol una vez más, la tragedia se había consumado. En el diario El Informador, de Guadalajara del 26 de agosto se relata lo siguiente:

Al mediodía de hoy fue amputada la pierna derecha, hasta arriba de la rodilla, al torero Carlos Vera “Cañitas”, cornado el pasado domingo... Los médicos tomaron esta medida extrema ante el peligro de que se presentara la septicemia gaseosa, al no haberse restablecido la circulación sanguínea en el miembro herido, el torero, al salir de la anestesia, sufrió un ataque nervioso.

Todavía cuando era llevado a la sala de operaciones, “Cañitas” confiaba en que se le practicase una operación más para restablecer la circulación, pero el intenso color amoratado, en algunas partes negruzco de la pierna derecha, indicaba que la amputación debería hacerse desde luego.

Al principiar la operación, la suegra del herido, señora Ana Huerta, presa de una crisis nerviosa pedía a gritos que no le amputaran el miembro, la esposa del diestro Socorro Mendoza de Vera, estuvo a punto de sufrir un desmayo. El doctor Javier Ibarra tuvo que salir del quirófano a calmarlas diciendo: “si existiera una brizna de esperanza no amputaríamos el miembro”.

Dijo inicialmente que se había temido que la amputación se haría casi desde la cadera. El tipo de corte que le fue hecho permite la rehabilitación del lisiado por miembros artificiales.

Al conocerse la noticia de este desenlace, el doctor Alfonso Gaona, empresario de la Plaza México, ofreció el coso para que se organice una corrida en beneficio de “Cañitas”, igual ofrecimiento hará la empresa de El Toreo, en donde toreaba “Cañitas” cuando sufrió la cogida que le seccionó la vena y la arteria femoral.

De esa manera, la cornada que le infirió Buen Mozo, terminó con el andar por los ruedos de Carlos Vera Cañitas.

La solidaridad hacia Cañitas

Carlos Arruza es reconocido como el que organiza el beneficio de Cañitas. Por su parte, Daniel Medina de la Serna, afirma que también se unieron al proyecto don José Murillo Alvírez, Manuel González Pinocho y José Juárez Gitanillo de México. Consiguieron una corrida de don Jesús Cabrera y para el 16 de septiembre de 1960, en la Plaza México, se anunció al propio Carlos Arruza, quien se presentaría como rejoneador en ese escenario, Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna, Rafael Rodríguez, Jorge El Ranchero Aguilar y José Zúñiga Joselillo de Colombia.

La gran plaza se llenó y aunque el clima y los toros no colaboraron, pues se devolvió al quinto por manso y fue sustituido por uno de Santín y el sexto se inutilizó y fue reemplazado por otro de Ajuluapan. In extremis, Joselillo de Colombia le realizó una faena vibrante, al anunciado como Sombrerero y le cortó las dos orejas. Se afirma, sin desglosar cifras, que Carlos Vera Cañitas recibió de sus iguales y de la afición una suma cercana al medio millón de pesos, cantidad que le permitió reencaminar sus pasos por la vida ya fuera de los ruedos.

Cañitas falleció en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1985, a causa de un infarto de miocardio a los 64 años de edad.

domingo, 14 de noviembre de 2021

16 de noviembre de 1913: Juan Belmonte hace matador de toros a Samuel Solís

Samuel Solís
Foto: Casasola, Cª 1920 INAH  
La historia de Saturnino Frutos Ojitos y su cuadrilla de jóvenes toreros mexicanos ha sido contada de muchas maneras. Quizás las que mejor nos presentan esa etapa de la Historia Patria del Toreo son el libro hagiográfico de Rodolfo Gaona escrito por Carlos Quirós Monosabio, titulado Mis Veinte Años de Torero y el que publicó Guillermo Ernesto Padilla bajo el título de El Maestro de Gaona. Allí hay dos interesantes perspectivas del paso de quien fuera banderillero de la cuadrilla de Frascuelo e implantador, sin duda, en nuestras tierras, en una manera definitiva, de la tauromaquia que hoy conocemos.

Entre 1905 y 1907, Ojitos llevó por las plazas de nuestra República la nombrada cuadrilla integrada por los matadores Rodolfo Gaona, Prócoro Rodríguez y Samuel Solís; los picadores Antonio Rivera y Daniel Morán; los banderilleros Fidel Díaz, Antonio Conde, Pascual Bueno y Manuel Rodríguez y Rosendo Trejo como puntillero. La cuadrilla se deshace cuando Ojitos se dedica en exclusiva a atender los asuntos de Gaona y aunque con posterioridad Manuel Martínez Feria y Enrique Merino El Sordo integran un sucedáneo de ésta, la original, es la aquí anotada.

De esa original cuadrilla llegaron a la alternativa dos de los iniciales matadores, El Califa de León y Samuel Solís, quien recibió tres alternativas, la primera en Puebla el 24 de enero de 1909 de manos de Morenito de Algeciras, la que en este momento me motiva a distraerles y una tercera, el 9 de enero de 1916, con Luis Freg como padrino.

Tercera corrida de la temporada 1913 – 1914

La temporada 1913 – 1914 tenía mucho interés para los aficionados, pues casi todos los toreros que habían triunfado en la campaña española estarían en El Toreo de la Condesa. Vicente Pastor, Luis Freg, Rodolfo Gaona, Manolo Martín Vázquez y Juan Belmonte eran el eje de los carteles y los toros vendrían de las principales ganaderías mexicanas y españolas para que don José del Rivero, director de la empresa La Taurina, S.A., pudiera ofrecer un ciclo con atractivo para la afición. Cuestión aparte, en los cartelillos anunciadores de la prensa, se ofrecía un acceso exclusivo para automóviles por la calle de Salamanca, pagando un peso por usarlo.

La tercera corrida marcaba la reaparición del Pasmo de Triana y la alternativa de uno de los triunfadores del ciclo de novilladas inmediato anterior, el capitalino Samuel Solís, con una bien lograda corrida de Piedras Negras, que se presentaba en la temporada. Durante la semana se publicaron varias notas con fotografías tanto de los diestros actuantes, como del encierro en los corrales de la plaza, animando a aficionados y público a asistir. A propósito de la alternativa de Solís, quien firmó como Pata Larga escribió en El Diario lo siguiente:

Durante la temporada de novilladas dos fueron los toreros que sobresalieron: uno llamado Samuel Solís y otro, Sebastián Suárez “Chanito”, estando el primero más hecho y más cuajado que el segundo, y de aquí que la empresa, y a petición de muchos aficionados, accediera a darle la alternativa a Samuel Solís...

Ese era el ambiente previo al festejo, que se celebró con un lleno hasta la azotea. Porque habrá que aclarar, que en El Toreo de la Condesa, la azotea era una localidad que en las grandes celebraciones, se vendía como cualquiera otra.

La actuación de Samuel Solís

Las crónicas de hogaño dirían que Samuel Solís estuvo discreto esa tarde. Y es que no tuvo una actuación triunfal ante los tres toros de Piedras Negras que enfrentó. El le cedió Juan Belmonte en primer lugar se llamó Pescador, marcado con el número 72 y según la crónica que se lea, era retinto bragado, castaño claro, o colorado hornero. Lo que sí me llama la atención es que ese nombre es frecuente en los toros de Piedras Negras, pues casi 30 años después, Silverio Pérez torearía por sustantivos, según El Tío Carlos a otro Pescador de Piedras, allí mismo, en El Toreo.

Vestido de perla y oro, de la aguja, con vestido encargado a la madrileña sastrería de Uriarte, en la que se vestían las figuras del toreo en aquellas calendas, Samuel Solís estuvo, de acuerdo a la apreciación de Miguel Necoechea Latiguillo en El Imparcial de la capital mexicana, en la siguiente tesitura:

Samuel, torero de otro estilo, idiosincráticamente diverso a Belmonte, hubiera podido estar bien, muy bien, pero siempre hubiera resultado desmedrado y endeble al lado de semejante coloso… Por lo demás, el mexicano en el toro de su alternativa, lució como los buenos con el capote; se adornó con la muleta y entró recto y decidido con el estoque... Con el capote en el sexto, vuelve a ser estilista y parado; busca desquite después con las banderillas, y tras de larga preparación, cuelga tres pares al cuarteo para dar fin a su adversario con una estocada atravesada y otra de igual sospechosa marca… Solís volverá por sus fueros, no hay que dudarlo. La alternativa trae aparejada, entre otras cosas, la obligación de saber llevarla con vergüenza y con donaire...

Belmonte, de rosa y oro, le cortó la oreja al quinto y fue sacado en hombros de la plaza. Por las cuadrillas, a caballo destacaron Conejo Chico, Portugués y Conejo Grande y con las banderillas y en la lidia Pulga de Triana, Magritas, Morenito de Valencia y Patatero.

Del encierro de Piedras Negras, el que firmó como Pelongo, en el diario El Independiente de la Ciudad de México al día siguiente del festejo, escribió:

Aficionados buenos, como son los dueños de la vacada de Piedras Negras, no podían permitir que la divisa roja y negra de sus toros fuera postergada y que su ganadería perdiera el lugar al que había llegado por propios merecimientos. La tarde de ayer vimos una corrida de toros bien cuidados, finos, de bravura no escasa y algunos, como el quinto, grandes y de poder.

Se arrancaron de lejos a los montados, algunos fueron duros y no se dolían al hierro y todos fueron nobles y manejables. Una corrida que, sin ser cosa del otro mundo, sí cumplió y dejó satisfechos a los adeptos a la vacada, que veían con tristeza ir a menos la prestigiada ganadería.

Parece que los señores ganaderos quisieron poner algo de su parte, pues con toros como los de ayer pueden lucirse los diestros…

Así pues, Samuel Solís se alternativó en una buena tarde de toros y eso le valdría para torear otras dos tardes en esa campaña capitalina.

Anuncio de la alternativa de Samuel Solís...

El devenir de Samuel Solís

Ya apuntaba arriba que Samuel Solís recibiría una tercera alternativa en 1916. Y es que para el año de 1914 se fue a buscar fortuna a plazas españolas, donde el doctorado recibido no era válido. La prensa hispana le registra presentándose ante la cátedra madrileña el 19 de mayo de 1914, a puerta cerrada, para matar dos toros, uno de Palha y otro de García de la Lama con los que estuvo bien a secas, en una especie de prueba y promoción ante las empresas. Me llama la atención de que brindó la muerte del portugués al empresario madrileño, quien le correspondió con 50 duros. Esa campaña logra torear allá cuatro o cinco festejos en plazas como Carabanchel, Tetuán, Robledo o Ávila. Regresaría a seguir toreando novilladas allá en 1915.

La despedida de los ruedos

Dentro del ciclo de novilladas del año 1927, para el domingo 27 de marzo, se anunció un festejo con carácter de extraordinario, en el que matarían un toro cada uno Samuel Solís y Carlos Lombardini y actuarían los aspirantes a novilleros Alberto Balderas, José El Negro Muñoz y David Liceaga. El principal reclamo, era la presencia de Rodolfo Gaona para cortarle la coleta a quienes en su día fueron sus compañeros de escuela taurina y de inicios en el andar por los ruedos.

Samuel Solís ya tenía tiempo de no actuar como jefe de cuadrilla, sino como hombre de plata, según lo cuenta quien firmó como Verdugones, en el introito de la crónica de ese festejo y que se publicó en el número de Toros y Deportes aparecido el 21 de marzo de ese año 1927:

Samuel Solís, el finísimo torero mexicano, gracioso diestro en quien hace pocos años todavía abrigábamos grandes esperanzas, nos ha dicho adiós esta tarde. Prácticamente, el discípulo de “Ojitos” estaba ya retirado de matador de toros desde hace mucho tiempo atrás. Veíamosle salir de banderillero, ya en corridas de cierta importancia, y también en novilladas, al lado de toreros noveles, sirviéndole de peón de brega a muchos que no tienen siquiera los méritos suficientes para hacer el paseo a su vera... Se anunció que Samuel mataría un toro de Atenco; después seguirían Alberto Balderas y Pepe Muñoz, discípulos de Samuel, quienes despacharían cuatro toretes, y, por último, cerraría con broche de oro el espectáculo el becerrista David Liceaga, quien en actuaciones anteriores había tenido fortuna...

Samuel Solís estuvo digamos, efectivo esa tarde. Solamente pegó unos lances con la capa en los que hubo algún lucimiento y al final, sin mayor trámite, despachó de un soberbio espadazo al toro de Atenco al que enfrentó. Carlos Lombardini se fracturó un brazo unos días antes, así que no pudo actuar. Gaona bajó al ruedo, le cortó la coleta a sus amigos y el escenario quedó puesto para quienes la crónica de Verdugones señala como discípulos de Samuel.

Samuel Solís y la escuela mexicana del toreo

Y es que Samuel Solís se afincó en la vieja plaza de toros de Tacuba y allí entrenaba y comenzaba a enseñar el toreo. No llegó a ser figura del toreo, pero tenía el toreo en la cabeza, tenía bien aprendidos los conceptos que le transmitió Saturnino Frutos y en el andar por los ruedos, tuvo la ocasión de formarse también los propios. Así que decidió seguir el camino de su primer mentor y como Ojitos, aunque quizás de una manera más callada, se dedicó a formar toreros y a buscar uno que pusiera esto de cabeza.

No tardó mucho en encontrar el primer par de prospectos. Uno, llegaría a ser El Torero de México y lo sería hasta que las astas de Cobijero terminaran con sus días; el otro, encaminaría sus afanes por las veredas de la literatura y la gastronomía. Pero esa pareja de Alberto Balderas y El Negro Muñoz pronto dio bastante de que hablar. Después de ellos vendrían David Liceaga y Ricardo Torres, alcanzando su cota más alta con Carlos Arruza, una de las figuras más destacadas de la historia universal del toreo.

Esa es la verdadera escuela mexicana del toreo, la que continuó las enseñanzas de Ojitos, adaptándolas a nuestra particular manera de ser. Y si no, véanse los logros de los discípulos de éste como formadores de toreros. Alberto Cosío Patatero formó a Heriberto García, Fermín Rivera y a Amado Ramírez entre otros y posteriormente estos alumnos suyos, a su vez también se dedicaron a enseñar toreros y así, por ejemplo, Joselito Huerta fue formado por Heriberto García. Por su parte, otro discípulo de Ojitos, Luis Güemes formó a Pepe Ortiz, quien a su vez ayudó en sus inicios a Jesús Córdoba y a Rafael Larrea y así sucesivamente. 

Como se puede ver, la huella de Ojitos a través de Samuel Solís y de otros que fueron sus discípulos sigue aún vigente en nuestros días. El torero que actuó en el festejo de apertura del Toreo de la Condesa el 22 de septiembre de 1907 y que matara el último astado que se corriera en su ruedo el 19 de mayo de 1946, como fin de fiesta de una corrida en la que actuaron Edmundo Zepeda, Andrés Blando y Miguel López que recibió la alternativa, un eral de San Diego de los Padres llamado Lince, quizás no fue figura vestido de luces, pero se labró un sitio en la historia trasladando el conocimiento del toreo a quienes llegaron a serlo.

Samuel Solís, decía, no alcanzó a ser considerado figura del toreo. Eso no tiene una explicación cierta, le faltó valor, dirán algunos; otros más afirmarán que fue la ausencia de personalidad; alguien terciará que se trató de mala suerte y habrá quien señalará que fue una combinación de todas las anteriores. La realidad es que los caminos del destino de los hombres a veces son inescrutables y lo que parece evidente resulta ser nada más una coartada de la realidad. El futuro de Samuel Solís estaba en trasladar hacia el futuro la tauromaquia que Ojitos nos trajo de España para hacer grande a la fiesta en México.

domingo, 17 de octubre de 2021

18 de octubre de 1931. Muere Carmelo Pérez en Madrid

Carmelo Pérez
Cª 1920 Foto: Casasola
Carmelo Pérez
había recibido una de las cornadas más terroríficas que registra la historia del toreo el 17 de noviembre de 1929 en El Toreo de la Condesa, cuando Michín, de San Diego de los Padres, sexto de un festejo en el que alternó con Antonio Márquez y Pepe Ortiz le prendió en los primeros escarceos de la lidia y le envió a la enfermería, de donde las noticias que salían eran contradictorias y casi todas de tono funesto. De eso ya me he ocupado por esta Aldea aquí y aquí.

La oportuna intervención de los médicos Javier Ibarra, José Rojo de la Vega y Carlos Herrera Garduño salvaron la vida de Carmelo, pero en una situación en la que la medicina carecía de los avances que hoy tiene, la ausencia de equipos de diagnóstico y de antibióticos, convirtieron en un verdadero via crucis la recuperación del torero de Texcoco. A ese propósito, cuenta Guillermo H. Cantú:

Al despertar de la anestesia, Carmelo constató una cosa: el infierno no habían sido las cornadas tremendas de “Michín”, sino la penosísima, lenta e incompleta recuperación que en esos instantes se iniciaba… En 1929 aún no existía la penicilina ni otros antibióticos, la fístula de la espalda hubo de ser controlada con métodos prolongados como dolorosos. Una a una, las costillas del costado derecho de Carmelo fueron extirpadas… No fue únicamente tener que respirar con un solo pulmón, ni cargar el resto de su ya corta vida apósitos de algodón para dar volumen a aquél medio torso disimulado y supurante… sino además “un sufrimiento todavía mayor y para el que Carmelo necesitó echar mano de toda su hombría y de toda su fuerza de voluntad: desacostumbrarse a la droga, a la morfina, a base de la cual había vivido medio año”. ¡Y también lo logró! …

Los médicos que le atendían, advirtieron a Carmelo que era necesario guardar reposo absoluto para completar su recuperación y permitir en un futuro la reparación de la fístula que se generó a causa de la cirugía a la que se le sometió para reparar las heridas de la cornada. Pero el torero tenía otros planes al parecer, y en cuanto sintió las fuerzas suficientes se puso a prepararse para reaparecer, haciendo ejercicio para recuperar la condición física y haciendo toreo de salón.

Así, logra volver a presentarse en El Toreo de la Condesa el 4 de enero de 1931, alternando con Luis Freg y Manolo Bienvenida ante toros de La Laguna. En esa campaña actuaría otras cuatro fechas, los días 11 y 18 de enero y el 8 y el 22 de febrero, fecha esta, que representaría su última actuación en la capital mexicana. Ya tenía en mente viajar a España, decía él, para hacerse ropa de torear y conocer aquellas tierras.

Pero antes, el 15 de febrero, en Guadalajara, alternando con Juan Espinosa Armillita y José Olivera Pepete, realizó una faena por naturales al quinto de la tarde, de Zacatepec, que en la versión de quien firmó como Tío Castuera en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, fue de la siguiente guisa:

El lugar de honor lo ocupó un toro que hizo honor a la ganadería: el toro de seda, el que se ha llevado la palma de nobleza y bravura... Era cárdeno, entrepelado y ostentaba en sus lomos el número 44... Su faena portentosa es la siguiente. Tres ayudados por abajo, un natural, luego otro, otro y otro que hacen que el público se ponga de pie para aplaudir. Cambia de mano la flámula y luego vienen cinco naturales más, girando suavemente sobre los talones para quedar colocado en una nueva suerte. El delirio viene, y para saborear más la faena intercala uno de costado... tres naturales más, uno de costado y como si no bastara el sinnúmero de pases naturales, nos brinda la oportunidad de verlo embarrarse el toro en la cintura cual se tratara de sedosa paja. Cuatro naturales dados durmiéndose el matador en la cara del burel, cinco más... “Ya esto es torear como en la gloria”, decían al unísono los espectadores estupefactos... Viene para rubricar la muerte de su toro una estocada que tumba sin puntilla. El público pidió las orejas y el rabo...

La realidad, de acuerdo con Cantú, es que Carmelo tenía la idea de ir a confirmar su alternativa en Madrid y hacer una campaña en forma por aquellas plazas, encargándose de sus asuntos allá don Domingo González Mateos Dominguín. Enterados sus médicos de su intención de viajar, le volvieron a recomendar reposo y sobre todo el evitar que se sometiera a alguna cirugía de la fístula del tórax, pues las complicaciones posoperatorias previsibles, serían fatales.

La alternativa en Toledo

Las alternativas recibidas en México no fueron reconocidas en España durante muchos años, así que los toreros mexicanos y en general, quienes las recibían aquí, tenían que volver a hacerlo en una plaza de allá para poder actuar como matadores de toros. La de Carmelo Pérez se programó para el 6 de junio de ese 1931, en Toledo. Era la tradicional Corrida del Corpus. Originalmente estaba puesto como su padrino Gitanillo de Triana, pero el 31 de mayo anterior Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero acabó a plazo con su vida en Madrid y se contrató para sustituirle a Manuel Jiménez Chicuelo. El testigo sería un torero de la tierra llamado Domingo Ortega. Los toros fueron del Conde de Antillón antes de Ildefonso Sánchez Rico, de origen Contreras.

El encierro al final no se lidió completo. Uno de los toros, el que sería primero de la tarde, murió en los corrales y fue sustituido por uno de Terrones – nombrado Presidente –, del mismo origen – los Sánchez Rico eran descendientes del ganadero salmantino, don Juan Sánchez de Terrones – y hago esta aclaración porque en la obra de Cantú se repite con insistencia la presencia de encierros parchados cuando de la actuación de toreros mexicanos en España se trata, como una mala jugada de los taurinos de allá. No hubo tomate en la sustitución del toro, ni fue del agarradero el sustituto, las cosas, como son.

Esa tarde, aparte de incompleto, el juego de los toros dejó que desear. Al tercero se le condenó a banderillas de fuego. La actuación de Carmelo fue vista así por Recorte, cronista del diario La Libertad de Madrid, aparecido al día siguiente de la corrida:

El alternativado Carmelo Pérez no estuvo muy afortunado en el reparto, y de aquí que el resultado de su actuación no respondiese a lo que nos habían prometido sus mentores y nuestros compañeros del país de Moctezuma. Quizá la diferencia de temperamento en el ganado, unido al desentrenamiento que motivó una convalecencia de cerca de un año, a consecuencia de una gravísima cornada que recibió, y por añadidura el desconocimiento del carácter de nuestro público. Influyese en cierto apocamiento, azoramiento o preocupación que observamos en el nuevo matador… Sin embargo, le vimos ceñirse extraordinariamente con el capote y templar, ejecutando algo así como aquel lance que se denominó el «puente trágico», y en esto fue ovacionado… Luego, con la muleta, estuvo demasiado breve en el toro de la alternativa; dos muletazos tan solo, porque vio el mejicano que el enemigo no estaba para adornos. Al sexto, que ofrecía peligro por el lado derecho, le dio tres soberbios muletazos de pecho por el lado izquierdo, «haciendo la estatua». Matando estuvo muy breve también…

Una cirugía a destiempo y el final

Después de la corrida de Toledo, Carmelo Pérez decidió ponerse en las manos del renombrado cirujano Jacinto Segovia para intentar librarse de la fístula torácica que tanto le molestaba. Ello a pesar de que ya desde antes de salir de México se había advertido que era una cirugía de muy alto riesgo. Pocos se enteraron de la intervención. Refiere Cantú que David Liceaga le contó que pasó un día por el sanatorio del doctor Crespo a interesarse por el estado de salud de Gitanillo de Triana y que allí se le informó que el que iba en franca mejoría era un paisano suyo el que tenía nombre de mujer… 

Salido del hospital comenzó el proceso de recuperación, advertido de nuevo de que el reposo absoluto era importantísimo para salir adelante. Pero un espíritu indómito como el de Carmelo Pérez no sabría mantenerse quieto. En cuanto pudo, salió a pasear por las calles de Madrid, comenzó a hacer vida social, incluso, llegó a conocer a Federico García Lorca – afirmaba el Negro Muñoz – y añoraba recuperarse plenamente para poder volver a México y retomar las cosas donde las había dejado pendientes.

Recurro de nuevo a la versión de Cantú:

El 15 de septiembre, como todo mexicano en el extranjero que se respete, Carmelo asistió a la Embajada de México para conmemorar la Independencia y dar “El grito” junto con sus compatriotas… La “siguieron” toda la noche… Regresaron a la pensión de la Carrera de San Jerónimo, donde vivía, pasadas las seis de la mañana, entonando con la guitarra los nostálgicos versos de “Canción Mixteca”: “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido…”… Se metió en la cama para recuperarse de lo que parecía un fuerte resfriado, y durante 30 largos días rumió su última cita con el dolor y la frustración… entre una respiración que se iba haciendo más dificultosa y unos recuerdos cada vez menos claros, su vida se fue apagando…

La prensa de Madrid se ocupó con alguna profusión del hecho, aunque casi todos los diarios que pude consultar reproducen el mismo boletín de prensa. La nota que me parece más lograda es la de La Libertad, salida el 20 de octubre siguiente, que entre otras cosas cuenta:

El domingo, a la una de la tarde, le visitó, como de costumbre, el doctor Rozabal, que se había encargado de su asistencia, y le encontró con bastante fiebre.

Carmelo dijo al doctor que pasaba muy malos ratos y que sólo descansaba cuando se le aplicaba alguna inyección de morfina. Rogó al médico que diera la orden oportuna para que le aplicaran otras. El doctor Rozabal le contestó que su ayudante quedaría encargado de aplicarlo el calmante pedido. Entonces Carmelo, al ver que el doctor se marchaba, le dijo a su mozo de estoques:

«Raspa», acompaña al «doctorcito» hasta la puerta.

Cuando el «Raspa» volvió al lado de Carmelo, éste había muerto...

El siguiente paso sería el traslado de los restos de Carmelo a su lugar de reposo definitivo. Problemas, principalmente quizás de índole económica, dilataban – y quizás imposibilitaban – el traslado a la Ciudad de México. Los toreros mexicanos allá en España, en trance de regresar a enfrentar sus campañas en ruedos nacionales, no contaban con los recursos líquidos para afrontar un asunto de esa naturaleza, pero providencialmente, el Papa Negro, don Manuel Mejías Bienvenida, salió al quite. Así se publicó en El Heraldo de Madrid del 22 de octubre de ese 1931:

Un rasgo del Papa Negro

Los parientes del infortunado diestro Carmelo Pérez enviaron un cablegrama en el que exponían su deseo de que los restos del lidiador fuesen enviados a Méjico, su país natal. Anunciaban la remisión de los fondos necesarios; pero transcurrían las horas y el dinero no llegaba. Y como para la operación de embalsamamiento y otros gastos se precisaba una suma importante, los amigos del torero, ante la imposibilidad de sufragarlos, renunciaron a satisfacer los naturales deseos de la familia de Carmelo. Don Manuel Mejías, padre de los matadores de toros Manolo y Pepe Bienvenida, tuvo noticia de lo que ocurría e inmediatamente se puso en relación con D. Román Mercelian, apoderado del diestro fallecido, y le facilitó diez mil pesetas, que era la cantidad que se precisaba para trasladar a Méjico el cadáver de Carmelo Pérez.

El rasgo de Bienvenida, padre, ha sido muy elogiado por la afición y los toreros.

Así fue como los restos de Carmelo Pérez pudieron salir a México el 1º de noviembre para regresar a reposar a la tierra que lo vio nacer. Fue inhumado el día 13 de ese mismo mes.

domingo, 19 de septiembre de 2021

Rodolfo Gaona y el llamado pase del centenario, a un siglo y poco más vista…

Anuncio del primer abono madrileño 1919
A veces el fenómeno de la imagen captada en movimiento o en vista fija le da más trascendencia a un hecho que el que le conceden sus autores o partícipes. En corrillos y tertulias de vez en vez surge, a mi juicio de manera fantasmagórica, cuando se habla de las suertes creadas por diestros mexicanos, la mención del llamado pase del centenario, dado, se afirma por algunos, originariamente por Rodolfo Gaona, en los festejos del Centenario de la Consumación de la Independencia de México en el año de 1921.

Y digo que es fantasmagórico el aparecer del concepto, porque es una suerte que poco o nada se ha prodigado en los ruedos de México y del mundo, de cuya ejecución en El Toreo de la Condesa hay unos cuantos cuadros de película filmados por don Salvador Toscano y afortunadamente divulgados por la UNAM, con la orientación y asesoría de don Julio Téllez García y José Francisco Coello Ugalde y alguna borrosa fotografía en la que el Petronio aparece ejecutándola. Y si hablamos de narración escrita, menos aún, según veremos adelante.

El último triunfo madrileño de Gaona

Sabido es que el año de 1919 fue aciago para el Indio Grande en España y principalmente en Madrid. Pero el domingo 27 de abril de ese año, prácticamente un mes antes de la debacle ante Barrenero de Albaserrada, tuvo una tarde de gran éxito, en la que incluso cortó una oreja, de esas que sí valían. Alternó con el señor Curro Martín Vázquez y con José Flores Camará en la lidia de toros del Duque de Veragua. El quinto de la corrida se llamó Vizcaíno y la crónica de quien firmó como El del Extrarradio en El Imparcial madrileño del día siguiente del festejo, entre otras cuestiones dice:

El mexicano toma los palos, y en el mismo sitio en donde le ocurrió el percance último, desafiando a la res desde la barrera, clava un par magno, limpio y artístico… Luego hace una bonita salida en falso, y después prende otros dos pares al cuarteo, formidables por la preparación y ejecución… El público ovaciona entusiasmado y pide al torero que ponga otro par, y, en efecto, Gaona, con permiso de la autoridad, clava el cuarto excelente par… El primer pase alto es magnífico, y la faena que sigue enorme. Altos con ambas manos, un natural, dos preciosos pases gaoneros, como las gaoneras, o de frente por detrás... Las ovaciones van seguidas a los pases. El diestro, siempre cerca, parado y sin quitar la vista del bicho; y el bicho noble, sencillo, una manteca… Gaona entra rápido y pone una estocada defectuosa; pero más tarde, tras de dos pases, arreando de cerca, derecho y despacio, mete un volapié superiorísimo… La ovación es clamorosa, y el torero mejicano corta la oreja del noble bicho…

Es el único cronista que advierte ese toreo de frente por detrás, como las gaoneras con la muleta de Gaona. Y si no, véase lo que escribió el preclaro Clarito en su tribuna de El Liberal de la misma fecha:

Banderillear no es lo mismo que muletear; muletear no es igual que matar, ¿verdad? Pues fué lo mismo, porque no cabía mejor. Lo mismo de bonito... y aún más emocionante. Con los pies juntos, juntos, jugando del hombre no más que la cintura y los brazos, instrumentó Gaona un pase de pecho sobre la derecha, y después un magnífico ayudado por alto y tras él un natural, y allí ya alternando el público con el torero, aquél en los olés y en los aplausos, y éste haciendo gala de su escuela finísima de toreo, ahora en pases cambiando la muleta por la espalda y rematando en molinetes vistosos, en los que el diestro giraba en la misma cara del bruto, y luego en pases de rodillas y después en pases por alto, allí se escribió una de esas que, acaso con algo de hipérbole, se llaman «epopeyas» taurinas…

De este asunto agregaré que Paco Media Luna, en su crónica del semanario El Toreo, señala que Gaona pidió al desolladero la cabeza de Vizcaíno, de pelo melocotón, para conservarla.

Los festejos del centenario de 1921

Las distintas entidades de la administración pública se afanaron en organizar eventos para conmemorar el primer siglo de la consumación de la independencia nacional. Una de ellas fue la Secretaría de Relaciones Exteriores, a cargo de don Alberto J. Pani, que fue la que incidió directamente en estos hechos. Verduguillo, en su obra Tres Décadas de Toreo en México, cuenta que por voz de don Martín Luis Guzmán, se estableció lo siguiente:

Queremos que dentro del programa preparado figuren dos corridas de toros, y que ustedes las organicen. Quedan en absoluta libertad para contratar toreros, comprar toros, etc., en la inteligencia de que todas las barreras desde la primera hasta la quinta fila, así como los palcos, quedarán a disposición de la Secretaría de Relaciones para sus compromisos diplomáticos... En la siguiente entrevista con Rodolfo nos manifestó cuáles serían los carteles. En la primera corrida, Gaona, Gregorio Taravillo “Platerito”, que andaba por aquí de paseo visitando unos parientes que tenían una joyería en la calle de Motolinía, y Samuel Solís. En la segunda, los mismos Gaona y “Platerito” con Carlos Lombardini...

Benjamín Flores Hernández, en una comunicación al XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles, titulada Rodolfo Gaona en las corridas del centenario, 1910 y 1921, describe el programa de la corrida del 20 de septiembre, segunda del ciclo pedido por la SRE y que en lo medular dice:

«Plaza de toros ‘El Toreo’. Martes 20 de septiembre de 1921, a las 4 p.m. Gran corrida de toros organizada por el Comité Ejecutivo de las Fiestas del Centenario. Dedicada a los delegados extranjeros que nos honran con su visita, y el honorable cuerpo diplomático residente. Concurrirá el C. presidente de la República, sus secretarios de estado, los altos funcionarios de la Federación y los miembros de las delegaciones extranjeras. Distinguidas señoritas de nuestra mejor sociedad serán reinas de la fiesta. Toros de primera clase de San Diego de los Padres estoqueados por Rodolfo Gaona, Gregorio Taravillo «Platerito» y Carlos Lombardini. Sombra $5.00. Sol $2.00»

El festejo contó con la asistencia del presidente Álvaro Obregón, de quien se dice, llevó de compañero de tendido a Ramón del Valle Inclán y que aplaudían en collera, pues eran ambos mancos, según cuenta Ignacio Solares:

«Buen humor el de don Ramón. En una foto que siempre conservó Obregón estaban los dos en la Plaza de Toros de la Condesa, aplaudiendo juntos, cada uno con la mano que le quedaba, ya que Valle-Inclán era manco del brazo izquierdo y Obregón del derecho».

Las crónicas del festejo no están disponibles para su consulta a distancia. Benjamín Flores Hernandez refiere lo siguiente acerca de ese festejo de hace un siglo:

Para la ocasión, tuvo el Indio Grande la genialidad hasta de presentar una nueva suerte torera de su invención, a la que no pudo menos que bautizarse con el nombre de la celebración: fue el pase que se llamó precisamente «del Centenario», y que era como una gaonera, colocado el engaño por detrás del diestro, sólo que con la muleta y llevando al toro por el lado derecho…

La suerte, como ya lo había señalado antes, ha quedado perpetuada por la filmación de Salvador Toscano, recopilada en el DVD Los orígenes, 1896-1945: Cine y tauromaquia en México, segundo de una serie de cuatro sobre el tema producidos por la filmoteca de la UNAM y al que me he referido ya por aquí.

El devenir de la suerte

Poco recorrido ha tenido el llamado pase del centenario en los ruedos de México. Gaona ni siquiera lo menciona en su libro de memorias Mis Veinte Años de Torero, aunque recuerda en un par de líneas la buena tarde madrileña del 27 de abril de 1919. Horacio Reiba refiere (La Jornada de Oriente, 20 de septiembre de 2010), que en alguna ocasión lo ejecutó Lorenzo Garza, pero a pies juntos.

La mención más reciente que encontré fue la que hace Jorge F. Hernández, en una crónica imaginaria de un festejo suspendido de la Feria de San Isidro, en el que debieron actuar Eugenio de Mora, Juan Bautista y Octavio García El Payo, publicado en su blog del diario madrileño El País el 10 de mayo de 2016 y allí cuenta:

Octavio se recreaba con el son de lentitud mexicana, inspiración de los olés largos o alargados que se acostumbran en México ante la embestida más aborregada o en sosiego de toros evidentemente más chicos (desde que Hernán Cortés lanceaba ganado navarro para conmemorar la caída de la Gran Tenochtitlán) y así, el antiguamente llamado Payo intercaló “Riverinas” y “El pase del Centenario”, la “Arrucina” y “Sanjuaneras”, en honor de Fermín Rivera, Rodolfo Gaona, Carlos Arruza y Luis Procuna, como dictando en voz alta algo que a Madrid parece que se le olvida: de México llegaron muy buenos innovadores del toreo, no sólo de capa, sino con muletas encendidas, citando al hilo del pitón sin necesariamente tener que exagerar el adelantamiento de la pierna contraria, jamás codilleando o echando la patita pa’atrás y todo como quien se deja dormir con la letra de un bolero que hasta parece tango…

De todo lo anterior deduzco que el pase del centenario es más parte del imaginario colectivo de la fiesta y su afición, que del acervo de suertes que la componen. Sí. Rodolfo Gaona ejecutó el muletazo al menos en un par de tardes señaladas, pero fue una especie de suerte de autor, no arraigó y no se apropiaron de ella los demás para llevarla a sus personales tauromaquias.

Sin embargo, este 20 de septiembre se cumple un siglo de que la consumación de la independencia nacional se conmemoró con toros y en ella se presentó a la afición mexicana una suerte que para ella era nueva. 

Aviso parroquial: Los subrayados en los textos de El del Extrarradio, Benjamín Flores Hernández y Jorge F. Hernández son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

lunes, 22 de marzo de 2021

Maximino Ávila Camacho: fallido criador de toros de lidia (II/II)

Maximino Ávila Camacho
La reaparición en El Toreo

Quizás no estando conforme con el resultado obtenido, el general Ávila Camacho regresó a la plaza de la Condesa de la forma en la que debió haber empezado: con una novillada. Esto ocurrió el domingo 1º de agosto de 1943. Sus toros se anunciaron de nuevo para ser lidiados por Juan Estrada, Luis Procuna y Félix Briones. En este caso, la prensa local sí reflejó los sucesos ocurridos y en crónica de agencia aparecida al día siguiente en el diario El Informador de Guadalajara, entre otras cosas, se relata esto:

En la plaza de toros de “El Toreo” se registró esta tarde un enorme escándalo, por la mansedumbre de los novillos de “El Rodeo” que se lidiaron.

El público indignado comenzó a lanzarles cojines y acabó arrojando los anuncios comerciales que están alrededor de la Plaza hacia el ruedo.

Juan Estrada escuchó aplaudir la valentía de la que hizo gala ante sus dos enemigos.

Luis Procuna fracasó en su turno, siendo silbado y estuvo pésimo en su segundo, matándolo sin apenas intentar dar un pase solamente, siendo similar la labor de Félix Briones.

El sexto toro murió rodeado de espectadores que se tiraron al ruedo originándose el mayor escándalo que se ha visto en esta Plaza de mucho tiempo a la fecha.

Cuando Briones le había colocado la estocada cayendo el toro al parecer muerto, el público rodeó al bicho, pero éste se levantó organizándose verdaderas carreras en el ruedo, pero al ver la insignificancia del bicho, varios espectadores lo derribaron, acabando de morir.

La narración es ilustrativa, pero benévola, porque el público no solamente se tiró al ruedo, sino que prendió fuego al cadáver del lidiado en último lugar – octavo que salió de toriles – según nos cuenta Guillermo Ernesto Padilla:

La novillada efectuada el domingo 1º de agosto pasó a los anales taurinos, no por triunfal, sino por el escándalo que provocaron las pésimas condiciones del encierro de “El Rodeo” lidiado aquella tarde. Hubo fogatas, cojines, destrucción de anuncios e incineración de un toro en pleno ruedo al compás de la “danza del fuego”.

En medio de aquel caótico ambiente actuaron Juan Estrada, Luis Procuna y Félix Briones, quienes derrocharon mucha voluntad frente a tales alimañas, y si Estrada se hizo aclamar, fue ante un sustituto de Santín con el que el queretano estuvo hecho un torero…

Pero la narración más completa del hecho la hace don Carlos Septién García, quien firmando como Quinto, en el semanario La Nación, fechado el mismo día del festejo, escribe lo que, es más que una crónica, una proclama del pueblo llano de México señalando los comportamientos reprochables del general Ávila Camacho. La tituló El Castaño Expiatorio y el clásico texto dice a la letra:

Mi general:

¿Se acuerda usted de mí? Fui en vida aquel castaño que nació en las dehesas de El Rodeo hace cerca de tres años. Ese mismo que el domingo encontró la muerte más indecorosa que toro alguno haya encontrado en un ruedo: la muerte por barbacoa.

Sí mi general. Reconozco que mi físico no era precisamente gallardo y que mi bravura no era cosa de bandera. Pero usted bien sabe que todo ello no fue nunca culpa mía. ¿Cómo iba yo, uno de tantos seres insignificantes que en torno de usted viven, cómo iba yo, repito, a pedirle que sacrificara alguna de sus múltiples ocupaciones en beneficio de los pupilos de El Rodeo? ¿Quién era yo para dirigirme a usted con semejante súplica? Pasábamos hambres, mi general. Nos faltaban frecuentemente el pasto y el grano. Allá en los potreros teníamos que hacer largas colas frente a las bateas del alimento con objeto de poder lograr alguna cosa para el diario sustento. Hacer cola, mi general, significa hacer paciencia.

Es decir, perder bravura. Y la falta de maíz no es el método más adecuado para lucir un hermoso trapío. Le confieso que muchas veces pensamos mis hermanos y yo, en dirigirnos a usted para hacerle conocer tan dura situación: nos animaba a ello el conocimiento que teníamos de su afición desmedida. Pero luego, prudentes, recapacitábamos pensando que también hay una jerarquía de las aficiones. Y que por sobre la de los toros están las más sagradas aficiones a los negocios públicos y al cumplimiento de los deberes que un poderío siempre creciente significa y exige. Porque en fin de cuentas -y a cuentas hay que reducirlo todo porque usted conoce las miserias de la humana naturaleza- ¿qué éramos nosotros, Pobres seres de a mil cien pesos por cabeza, ¿en comparación – digamos – con un edificio de dos millones?

Esto explica nuestra lamentable presencia en el coso de El Toreo, el domingo último. Le confieso que todos mis hermanos y yo, que fui el último, salimos al ruedo muertos de vergüenza por nuestra propia endeblez. Aunque también – allá en el fondo – cosas de nuestra política de las que uno se contagia alentábamos la vaga esperanza de, que de algo nos serviría la influencia poderosa y omnipresente que en la fiesta de toros ha hecho medio retirarse a Armillita, arreglar el conflicto y regalar, una tarde sí y otra también, hermanos de raza.

Pero he aquí lo duro del caso, mi general.  Nuestra esperanza se fue desvaneciendo velozmente en cuanto cada uno de nosotros asomaba la cara por la puerta de toriles la influencia fue estrictamente al revés. Rodaba sobre nuestros lomos el torrente de los silbidos; caía sobre nuestros testuces el baldón de los cojines; chisporroteaba en los tendidos el fuego de las luminarias de protesta. Por más miradas desconcertantes que lanzábamos al palco de la empresa, no recibíamos ninguna indicación alentadora. El desquiciamiento de nuestra moral vino al fin, corno terremoto, en cuanto pudimos percatarnos de que las vociferaciones unánimes del tendido eran precisamente en contra del ganadero.

Cuando la turba se lanzó al ruedo para asesinarme y sepultarme bajo un aluvión de cojines; cuando la multitud prendió fuego a ese túmulo monstruoso, y miles de gentes, cogidas de la mano, danzaban en torno mío aquella jubilosa danza ritual del fuego, entendí de súbito muchas cuestiones. Era tarde, claro está. Pero antes de hundirme en el desquiciamiento de la barbacoa, pude escuchar y sentir muchas cosas que allí se proferían a gritos. Y comprendí que yo, mi general, no era un toro sino un chivo expiatorio. Que era, digamos, algo así como lo que fuera entre los burócratas ese pobre Trotsky que murió durante el asalto a la federación de empleados. Que, en fin, yo moría entre torturas en aras de mi general. Porque aquella gente protestaba por la carestía, renegaba de las colas y hablaba de vengar en mí no sé qué terribles agravios que hasta la fecha, por lo visto habían venido soportando

Y lo que yo pido frente a eso es una aclaración, esa sí verdaderamente importante y justiciera, que salve nuestro decoro y valorice nuestro martirio. La Empresa debe mandar publicar algo que diga más o menos así:

“La Empresa de El Toreo, ante el injusto sacrificio de que fue víctima el sexto toro de la corrida del domingo y las también injustas protestas de que fueron objeto los anteriores bureles corridos esa tarde, aclara que los toros de El Rodeo no poseen doscientos trajes de diversos colores, ni han comprado edificios de varios millones de pesos, ni son elementos que hayan tiranizado a toreros, ganaderos y empresarios de la fiesta de toros, ni son tampoco los que han protegido la reventa. Mucho menos, dichos bureles son los causantes de la carestía de la vida, ni tampoco se han enriquecido desmesuradamente al amparo de alguna situación de emergencia que haya habido en las dehesas. Ninguno de ellos tuvo durante su existencia aspiraciones de sultán criollo, ni ofendió a nadie con exhibiciones deslumbrantes de lujo o de riqueza. Por todo lo cual, esperamos que el público comprenda la injusticia cometida con esos pobres bureles tatemados o acojinados el domingo en tan violenta forma”.

Y esto mi general, salva nuestro decoro y nos coloca en el debido papel de mártires inocentes que la existencia nos obligó a jugar. Fuimos un símbolo de oprobio, pero usted sabe bien que éramos inmaculados. En mi la gente incineró que sé yo cuántas piezas de casimir inglés y cuántos automóviles de los que nunca disfruté. Y como en los tiempos de la Inquisición, hubo allí una quema habiéndome correspondido en ella el doloroso papel de efigie.

Espero y confío, mi general, en que se nos haga justicia.  Es lo único que le pide este humildísimo servidor que jura – para un remoto caso de reencarnación – no volver a nacer en El Rodeo. Ni, probablemente, en todo Puebla.

En conclusión

En más de una oportunidad he dejado escrito por aquí que las plazas de toros son los escenarios más democráticos que existen. Ese 1º de agosto de 1943 el pueblo expresó su sentir acerca de muchas cosas que sucedían en los confines de la tauromaquia mexicana y también fuera de ella. Quizás la forma de hacerlo no fue la más comedida, pero todo tiene un límite y como dice don Carlos Septién en su relación – misiva, lo que fue hacer paciencia, mansedumbre… para los toros, en las personas provocó una reacción en sentido contrario.

Maximino Ávila Camacho, hasta donde pude encontrar datos, no volvió a lidiar toros en una plaza a su nombre o bajo la denominación de El Rodeo después de ese día. Leí en alguna parte, que la simiente que le proporcionó don Antonio Llaguno, fue debidamente devuelta a su lugar de origen, donde sería mejor aprovechada. 

Entiendo, sí, que del general hay muchas más cosas de las que se puede hablar, desagradables las más, pero no olvidemos que él fue quien movió los hilos necesarios – sobre todo los políticos – para que las relaciones taurinas entre España y México se reanudaran y pudiera presentarse aquí, entre otros, Manolete. Ese es un mérito que es principalmente suyo y nadie se lo podrá quitar.

Sic transit gloria mundi… 

domingo, 21 de marzo de 2021

Maximino Ávila Camacho: fallido criador de toros de lidia (I/II)

Maximino Ávila Camacho
Nota aclaratoria: El próximo martes se cumplen 80 años de un hecho que por sí solo no merece ser recordado, pero que es parte de la Historia del Toreo en México y que a juicio de este amanuense, es la muestra de lo que sucede cuando se entremezclan con la fiesta la política, la estulticia y la impericia.

El personaje 

A partir de la mitad de la década de los treinta del siglo pasado y por la siguiente década, Maximino Ávila Camacho se convertiría en el factótum de las cosas de los toros en este país. A partir de la ruptura de las relaciones entre las torerías de España y México y la consiguiente salida de Domingo González Mateos Dominguín de México y de la muerte de Eduardo Margeli, se convirtió en el principal accionista de El Toreo, S.A., y con eso tenía el gobierno de la fiesta en la Capital de la República y por vía de consecuencia, el destino de lo que sucedería en el resto de ella.

Por las fechas de los sucesos que enseguida intentaré bosquejar, es por esas mismas fechas que el general Ávila Camacho decidió convertirse en criador de toros de lidia. El par de crónicas que relatan su breve paso por las plazas como tal, refieren su ganadería como veracruzana, lo que me hace pensar que la aventura la llevó a cabo en el rancho La Soledad, ubicado en la municipalidad de Martínez de la Torre, Veracruz, si bien no de su propiedad – era de su hermano Manuel – sí estaba vinculado a su familia.

No hay tampoco precisión en cuanto a la simiente con la que formó su vacada. Pero hay información digna de crédito, en este caso dentro de la obra de Luis Niño de Rivera, Sangre de Llaguno, que, en un determinado momento de su aventura, don Maximino se acercó a San Mateo y que don Antonio Llaguno, inteligentemente, le cedió algunos elementos para mejorar su hato:

…el 21 de diciembre de 1940, cuatro meses antes de tan triste debut, que por cierto también se convirtió en despedida, puesto que nunca más volvió a lidiar sus toros en El Toreo, compró 15 vacas de procedencia San Mateo a Antonio Llaguno. Tres de ellas de la camada de 1936 y las doce restantes de la de 1937. El lote era de buena calidad, derivada de tres ejemplares que tenían nota Más buena, otras tres Buena y las otras nueve, nota Regular.

En los siguientes cuatro años, don Antonio siguió colaborando con Ávila Camacho para mejorar su ganadería. El 14 de agosto de 1942, le regaló un toro de origen San Mateo número 20 P37, negro bragado, de nota Más bueno. Al año siguiente le obsequió dos erales más, nacidos en 1941: el 28 S41, mulato bragado, y el 45 S41, cárdeno bragado coletero, ambos con nota Regular. Y para cerrar el apoyo con broche de oro, el qe de agosto de 1944 le remitió un toro de la rama Saltillo, el Platillero 5 S 41, nieto del 42 Viejo, por conducto del Cominito 35 O36, y de la Platillera 82 D33, de pelo negro bragado y Regular de nota…

Afirma Niño de Rivera que no había entre don Antonio y el general amistad alguna, que todo esto fue una operación de conveniencia, como alguna anterior – con el general Dámaso Cárdenas – y otras posteriores, con políticos de influencia nacional o regional que podrían asegurarle a él y a su hermano y por añadidura a los demás criadores de toros de lidia, los necesarios certificados de inafectabilidad ganadera, que les aseguraría la tenencia más o menos tranquila de la tierra para el manejo y crianza de sus ganados.

La presentación de El Rodeo

Maximino Ávila Camacho decidió anunciar su ganadería como El Rodeo y escogió para presentarla una fecha entonces señalada en el calendario taurino de la capital mexicana: la Corrida de Covadonga, que por razones del calendario taurino se celebraría el 23 de marzo de 1941, tiene, junto con las demás celebraciones relativas sus orígenes en nuestro país en las dos últimas décadas del siglo XIX, según nos cuenta la profesora María del Mar Gutiérrez Domínguez:

…mientras que en origen la celebración se caracterizó por una impronta religiosa y militar, que mantendría durante los años siguientes, cabe destacar la noción del alzamiento de don Pelayo como detonante de la primera independencia hispánica, que es lo que otorga a la Reconquista una singularidad propia en el contexto mexicano. Además, la Batalla de Covadonga estableció diálogos con otras efemérides como el grito de Dolores, el 15 de septiembre, y la Batalla de Chapultepec, el 13 de septiembre, donde sin duda la cercanía entre las celebraciones enriqueció el uso político de la Reconquista en México…

Es decir, el festejo tenía su significación y el cartel de toros y toreros tenía que ser de tronío. Para esa fecha se anunció a Fermín Espinosa Armillita y Lorenzo Garza mano a mano con los toros del general Ávila Camacho. El resultado fue desastroso. La prensa local que pude consultar – El Informador de Guadalajara y El Siglo de Torreón – guardan piadoso silencio acerca del resultado de la corrida. Pero en los libros de referencia, encontré dos breves versiones sobre esos sucesos. La primera es la de Guillermo Ernesto Padilla, en su obra monumental sobre la plaza de El Toreo y es del tenor siguiente:

En la Corrida de Covadonga, celebrada el domingo 23 de marzo, hizo su debut la ganadería de El Rodeo, propiedad del Gral. Maximino Ávila Camacho. El pésimo estilo de las ilidiables reses, convirtió el postinero festejo en un desastroso espectáculo.

Fermín Espinosa, con la garra de su muleta, pudo hallarles alguna lidia a aquellos infumables bichos.

Lorenzo, con la cornada aún sangrante, la moral deshecha e insólitamente abatido, dejó ir vivo a “Charifas”, su primero, entre improperios y cojinazos. En sus otros dos astados, sin posibilidades de éxito, se dejó arrastrar por la fatalidad…

La segunda nos la proporciona don Heriberto Lanfranchi y es de esta guisa:

23 de marzo de 1941. – 17ª corrida (Corrida de Covadonga): Fermín Espinosa “Armillita” y Lorenzo Garza con 6 toros de El Rodeo. Desafortunada presentación de la ganadería, que sólo mandó un toro aceptable, y desastrosa actuación de Lorenzo Garza, que fue ruidosamente abroncado en sus tres toros y se dejó vivo al segundo de ellos…

Por su parte, con varias imprecisiones, Luis Niño de Rivera escribe lo siguiente:

El decimoséptimo festejo de la temporada 1940 – 1941, que tuvo lugar el domingo 23 de marzo de 1941, se celebró la corrida de Covadonga, con un mano a mano entre las dos luminarias del toreo Fermín Espinosa “Armillita chico” y Lorenzo Garza. Nada más y nada menos. En ese festejo fue que se le ocurrió a don Maximino debutar como ganadero, con seis bueyes de El Rodeo.

Como pudo el maestro Armilla despachó los tres marrajos que le correspondieron en suerte. Lorenzo, por su parte, que no pasaba por uno de sus mejores momentos, sufrió a más no poder con el primero de su lote, segundo de la tarde, de nombre Charifas. Fue tan desastroso el toro y el desempeño del regiomontano que acabó Charifas regresando vivo al corral. Ya para cerrar plaza, la bronca era tan grande que el ruedo se encontraba tapizado de cojines. Cuando dobló el sexto, el público enardecido se lanzó al ruedo, cubrió al moribundo toro de Maximino con los cojines y le prendió fuego. Querían rostizar lo que quedaba de tan evidente mansedumbre.

Para colmo de males, el señor general no asistió al debut de su ganadería por encontrarse fuera de la Ciudad de México ese día, Por ello, únicamente se limitó a ver la crónica que hizo de la corrida Fernando Marcos, que fue mucho más famoso por sus narraciones y conocimientos de futbol que de toros. Indignado por los comentarios de Marcos, el señor ministro mandó llamar al cronista a su despacho para recriminarlo por haber hablado tan mal de su corrida. Conociendo a don Maximino, Fernando anticipó que la entrevista sería por lo menos muy difícil, si no es que grave, así que llevó consigo la película de la corrida. Cuando la reprimenda del general había llegado a su punto más álgido, Marcos se concretó a preguntarle si por casualidad había visto la corrida. El ministro respondió que no, que se encontraba de viaje. Fernando le volvió a preguntar: “¿Le gustaría verla? Traigo aquí la película”. Afortunadamente le entró la curiosidad al ganadero y aceptó que le pasara la película. Apenas habían llegado al tercer toro cuando Maximino interrumpió la transmisión, y dijo: “Es suficiente Marcos, puede retirarse…”

Más adelante se podrá advertir cuales son las imprecisiones y confusiones en las que incurre Luis Niño de Rivera en la narración que hace.

Dada la extensión que van cobrando estos apuntes, concluiré con ellos el día de mañana.

Aldeanos