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domingo, 22 de septiembre de 2024

23 de septiembre de 1956: Guillermo Carvajal confirma su alternativa en Madrid

Confirmación de Guillermo Carvajal
Foto: El Ruedo
Nativo de Gómez Palacio, Durango, Guillermo Carvajal, apodado Chicharrín, fue un torero que caminó largo dentro del llamado planeta de los toros, porque aunque la historia parece señalar lo contrario, se presentó como novillero en el Toreo de la Condesa el 28 de junio de 1945, a los 19 años de edad, en un señalado Jueves Taurino, porque en el mismo se puso en disputa un vestido de torear verde y plata que Ricardo Montalbán había utilizado como atrezo en la película La Hora de la Verdad, dirigida por Norman Foster y que estaba por estrenarse en las salas de la capital mexicana.

Aunque Guillermo Carvajal emocionó a la concurrencia con su enorme valor, el vestido se lo llevó un torero que echaría raíces aquí en Aguascalientes, Alejandro Cázares, quien lo recibió de manos de la actriz Virginia Serret, coprotagonista de la mencionada cinta, en la tarde del 23 de septiembre siguiente, en la que Cázares actuó en una tercia, como premio al triunfo obtenido en el jueves de concurso. 

Escribió Carlos León en 1971, al hacer un breve repaso histórico del 25º aniversario de la Plaza México:

Guillermo Carvajal, aquel famoso “Chicharrín” que pintó para más de lo que luego fue, pero que empezó arrollador, pues se dio el lujo de haber tomado la alternativa, sin nunca haber pisado mi plaza como novillero, caso insólito entre todos los diestros mexicanos. Se doctoró en Mexicali, el 4 de enero de 1953, de manos de Pepe Dominguín, con Moro de testigo y reses cabrereñas. Y mí me hizo el favor de venir a verme hasta el 30 de enero de 1955, en que confirmó su doctorado apadrinado por “El Calesero” y con “Jumillano” atestiguando la cesión del toro “Conquianero” de don Jesús Cabrera...

Así entonces, seguramente, aunque entre el jueves taurino y la fecha de su alternativa medió algún tiempo, no era tan insólito su caso, pues se había presentado como novillero en la capital de la República y en la principal plaza en los días cuando lo hizo.

Independientemente de lo anterior, entre los días de su alternativa y de su confirmación, el público capitalino también tuvo la oportunidad de verlo ya como matador de toros, puesto que el 20 de diciembre de ese mismo 1953, tuvo quizás la mejor actuación de su vida en las plazas del área metropolitana de la Ciudad de México, cuando alternando con Fermín Rivera y Manolo Vázquez, le cortó el rabo al toro Palomito de Tequisquiapan. En esa tarde, cuenta don Horacio Reiba:

Ligaba una serie derechista de escándalo cuando hizo pasar a “Palomito” a sus espaldas con la muleta invertida, el pico prendido por la punta del estoque por el lado de afuera. Y a la siguiente tanda lo repitió. Había nacido “la chicharrina”, especie de capetillina con la muleta vuelta al contrario, tal como se acaba de describir. El extraño nombre le fue adjudicado por el mismo cronista que encontró cierto parecido facial entre el diestro y el personaje principal de una tira cómica de la época titulada “Chicharrín y el sargento Pistolas”…

La corrida de la confirmación en Madrid

Inició su campaña española del año de 1956 ya tarde en la temporada, pues comenzó hasta el 27 de mayo en Valencia, pasando después por las plazas de Zamora, Palma de Mallorca, Cieza, Puerto de Santa María y Barbastro antes de que se le anunciara para confirmar su alternativa el 23 de septiembre de manos de Antonio Vázquez, con el testimonio de Mario Carrión y actuando por delante el rejoneador Josechu Pérez de Mendoza, con toros para todos de El Pizarral de Casatejada, de origen Parladé vía Domingo Ortega. Como podremos ver al conocer las crónicas del festejo, la propuesta ganadera de la empresa – titular del hierro que lidiaba – no se cumplió al completo.

El paseo lo hicieron el rejoneador Pérez de Mendoza, vestido a la usanza campera andaluza, en tono oscuro; el padrino Antonio Vázquez, de verde y oro; el testigo Mario Carrión, de garbanzo y oro; y, el confirmante Guillermo Carvajal, de verde oliva y plata, de acuerdo con Antonio Bellón en Pueblo y si hemos de seguir a Selipe en el ABC madrileño, iba de verdegay y plata. Creo prudente señalar que, aunque confirmante, Carvajal era el más antiguo de la terna, porque su padrino era de alternativa del 10 de octubre de 1954 y el testigo, del 30 de mayo de 1955.

Decía que la tarde se torció en el renglón ganadero. Al final se lidiaron toros de tres hierros, 5 del titular, uno de ellos el de rejones, uno de Escudero Calvo (3º) y otro de Prieto de la Cal (6º). Pero también el clima jugó a la contra. Escribe don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en su tribuna de la Hoja del Lunes madrileña:

La lluvia con que nos amenazaba el día, y la que comenzó a caer en el momento preciso del comienzo del festejo, restó ayer a la corrida de Las Ventas más de la mitad de su posible entrada. Primer tropiezo del festejo... Pero el petardo provino de ahí, no de la voluntad y aun de la calidad a veces de la actuación de los toreros. Provino de que el público forzó al presidente a devolver al tercer toro por pequeño y el sustituto, de Escudero Calvo, dio bastante peor resultado, como casi siempre ocurre, por manso y originó un serio contratiempo a su matador. Provino de que los protestantes armaron una respetabilísima bronca – respetabilísima por su intensidad – ante la que les pareció una exigua presencia del cuarto toro, que pesó en bruto nada menos que ¡504 kilos! Provino de que no hubo protestas contra el quinto que pesó apenas 486 kilos. No se dijo ni pío, en cambio, contra primero y segundo, que pesaron 478 y 463 kilos... Y le satisficieron el tercero con sus 537 kilos y el sexto, de Prieto de la Cal, que dio en la romana la friolera de 610 kilos. ¿Con qué ojos miraban esos “entendidos” a los toros? Como no fuera con los que nublaba la vista lo grisoso del día...

No cabe duda de que la afición de Madrid tiene su manera de ver y de entender la fiesta desde siempre, no es de hoy o de ayer. Aquí está la prueba palpable que las reacciones que hoy vemos en los tendidos han estado allí desde hace décadas.

La actuación de Guillermo Carvajal

Como se anunció desde su presentación en El Toreo, la actuación de Guillermo Carvajal se apoyó en un despliegue de valor, de facultades y de conocimiento de las suertes y del toreo. La impresión que causó a Antonio Bellón, cronista titular del diario Pueblo de Madrid, en su número salido al día siguiente de la corrida fue la siguiente:

El extraño nombre de “Profesorado” se traía el primer toro de El Pizarral, destinado a la confirmación de alternativa del mejicano Guillermo Carvajal, ceñido de verde oliva y plata y ceñidísimo al recibir al morlaco, bien puesto, con unos faroles de rodillas tremebundos aclamados, seguidos al quitar con unas manoletinas con el capote, también ovacionadas con entusiasmo… Carvajal brindó montera en mano, cosa extraña, su banderillear fácil, y a la hora de cederle los trastos Antonio Vázquez – verde hoja y oro – Mario Carrión – barquillo y oro – estuvo de verdadero testigo al lado de los de la ceremonia… De nuevo, tras elocuente discurso a la presidencia. Carvajal, montera en mano – que quedó, ¡vaya!, boca arriba –, brindó a la Plaza, e hizo la estatua al recibir con la muleta a la espalda al toro y mostrándose enterado en redondos y adornos aplaudidos… Con guapeza mataba a volapié. A mano sacaba la espada hundida en los rubios, para descabellar, previo besito a un pitón, y el público le otorgó largas ovaciones después de pedir la oreja al girar por el ruedo el mejicano, con saludo final… Carvajal, espectacular con el capote, fácil con rehiletes y pañosa, dio dos espadazos de maestro. Sus toros, erguidos, descubrían la matadera por el suave y seguro empleo de la izquierda, y la diestra clavaba a placer con valor y limpieza...

Por su parte, José María del Rey Selipe, en su tribuna del ABC de Madrid, hizo las siguientes reflexiones:

Carvajal, torero simpático, de los que entran en el público, se las entendió primeramente con un astado de aceptable presencia, cómodo de cabeza, que cumplió en la pelea de varas y quedó manejable, aunque al final un poco corto de acometida; el azteca lo recibió con un par de faroles de rodillas, lo que igualmente haría para saludar al cuarto; luego siguieron unas verónicas a pies juntos y media mirando al tendido; la galería tenía ya brindadas suertes de las que gusta y el de Méjico no habría de ser remiso en ofrecer más lindezas de torear de espaldas y hasta besar el testuz de uno de sus enemigos; todo esto con ser teatral o por serlo, pues los toros no son teatro, resulta deleznable para la estimación de los buenos aficionados, que, entre otros, vieron quites a modo de manoletinas, sin participar en el alborozo, de los impresionables. Carvajal prendió tres pares de rehiletes, con decisión y ánimo, superiores a la técnica, pero con facilidad y soltura también, y en la primera faena, insistió con temeridad en el golpe espectacular de echarse por detrás el viaje del enemigo, que en segundo pase le propinó un pitonazo incruento en la espalda, no obstante lo cual, continuó el muletero con valentía en sucesión muy variada de pases, con la excepción del natural; en parte, por la escasez señalada de embestida; parte, también, por falta de mando del diestro, la tarea no pudo ganar a los entendidos, que, en cambio, celebraron, con la generalidad de los espectadores, la guapeza con que Guillermo adelantó la muleta y se fue rectamente tras ella, para sepultar el acero con arrojo y limpieza notables...

Selipe hace hincapié en que el toreo de Guillermo Carvajal fue más para la galería que para el aficionado entendido, aunque al igual que Bellón y que Uriarte, reconoce la pureza con la que ejecutó la suerte de matar. También incurre, como el cronista de Pueblo, en una imprecisión de llamar manoletinas con el capote a una suerte que tiene nombre e historia propias, la saltillera que en su día creara el maestro Fermín Espinosa Armillita.

El resto de la corrida

Recurro de nuevo a la versión de Selipe, quien en el introito de su crónica resume con brevedad lo en ella sucedido:

En el curso del largo espectáculo vimos suertes de calidad, y al comienzo de aquél contemplamos, “rara avis”, un completo tercio de quites, completo porque las tres varas recibidas por el primer toro permitieron intervenciones de los espadas de la terna, todos los cuales lucieron según sus diferentes estilos. Entre lo recordable, por gallardía, mérito y belleza, encontramos albergado en la memoria, sin necesidad de buscarlo en las notas: dos volapiés, magníficos del mejicano Carvajal; quites y lances a la verónica, de primer orden, debidos a Antonio Vázquez, y también quites vistosos, correspondientes a Mario Carrión, que fue el diestro sobre el que cernió especialmente la mala sombra de la tarde… Los tres diestros actuantes hicieron méritos para ganar una repetición…

La sugerencia de José María del Rey fue atendida. Guillermo Carvajal regresaría a Madrid el domingo siguiente, para alternar con Antonio Vázquez y Juan Bienvenida en corrida homenaje a Nicanor Villalta, a quien brindó el segundo toro de su lote y una vez más el 12 de octubre, con José María Martorell, en la confirmación de Joselillo de Colombia. En ambas tardes confirmó sus dotes de extraordinario banderillero y estoqueador, siendo ovacionado.

Ese fue el resultado de los hechos de un domingo de toros en Madrid de hace 68 años, cuando un torero mexicano, querido por nuestra afición confirmó su alternativa.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables solamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 11 de agosto de 2024

12 de agosto de 1945: Jesús Guerra “Guerrita” sufre una grave cornada en Madrid

Álvarez Pelayo, Guerrita y Rafael Llorente
Madrid, 19 de abril de 1945
Archivo: Martín Santos Yubero
Jesús Guerra Guerrita, originario dela Ciudad de México, era conocido en las plazas de la capital mexicana desde el 22 de mayo de 1938, cuando se presentó en El Toreo de la Condesa para lidiar un encierro de La Laguna alternando con Jesús González El Indio y Emiliano Vega. Fue uno de los novilleros que tuvieron que dejar paso a toreros como Lorenzo Garza, El Soldado, Fermín Rivera, Ricardo Torres, Silverio Pérez, Eduardo Solórzano, Calesero o Carlos Arruza, quienes hicieron a muchos de sus compañeros de promoción esperar otros tiempos para sobresalir.

Así, Guerrita tuvo que esperar hasta las temporadas de 1943 y 1944 para poder salir adelante en su intento de obtener una alternativa con fuerza, llegando en el primero de esos años a disputar la Oreja de Plata con Juan Estrada y en la segunda, a completar ocho tardes en la plaza de La Condesa. De nuevo le tocó ser parte de otra generación formada por toreros de la talla de Gregorio García, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Luis Briones o el malogrado Eduardo Liceaga

Por esa razón quizás, se decidió a hacer una campaña novilleril en España en el año de 1945, aprovechando que las relaciones taurinas hispano – mexicanas se habían reanudado el calendario anterior. Y logró presentarse en plazas de importancia, porque el 19 de abril de ese calendario hizo su debut en la Plaza de Las Ventas de Madrid, para enfrentar una novillada de los señores de Pablo Romero, en unión del madrileño Rafael Llorente y el granadino José Álvarez Pelayo.

La actuación de Guerrita en esa tarde de su presentación, fue vista así por quien firmó como Alardi II, en el diario deportivo Gol, de la capital española:

Jesús Guerra borda con primor tres lances con los pies quietos y meciendo los brazos con arte y salero. (Ovación). Se supera el mejicano quitando por gaoneras y un adorno de medio lance amanoletado que le resulta de efecto. Pepe Atienza pega en lo alto y bien cuatro veces, y el público no sabe agradecerlo con sus palmas. El azteca, azul y oro, como sus dos compañeros - ¡tipo único! - coloca dos buenos pares de banderillas, que se aplauden. Cierra su peón. Comienza valiente y torero con cuatro derechazos que se jalean. Sin temor a los achuchones del bravo «Ciclonero» sigue por naturales y da uno de pecho excelentísimo. Una estocada algo tendida que basta. (Gran ovación. Salida a los medios, que la modestia del espada no quiere convertir en vuelta al ruedo. La faena lo merecía)…

El sexto le dio a Guerrita una aparatosa voltereta que le impidió finiquitarlo. El parte rendido por el doctor Jiménez Guinea fue el siguiente:

El torero mejicano Jesús Guerra fue asistido de una contusión en la región inguinal derecha otra en la rodilla izquierda y otra en la región esternal, así como conmoción cerebral. Pronóstico menos grave. Doctor Jiménez Guinea.

La opinión general de la crónica en esas fechas fue en el sentido de que Guerrita se había ganado la repetición.

La tarde del 12 de agosto de 1945

Reaparecía Guerrita en Las Ventas. De nueva cuenta lo acompañaba en el cartel Rafael Llorente y cerraba la tercia el torero de Albacete, Manolo Navarro, quienes enfrentarían novillos de los herederos de Demetrio Fraile, de Zaragoza. Esta tarde la había yo mencionado aquí hace algo más de una década, porque al final de cuentas el diestro de Barajas, Rafael Llorente, se quedó con la corrida completa por haber sido heridos sus dos alternantes.

Guerrita se enfrentó al segundo toro de la tarde, pero sin poder concluir su labor. Don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes siguiente al día del festejo, resume así su actuación:

Buenas verónicas de Guerra por el lado izquierdo y un superior quite por faroles. El espada clava un par y medio de banderillas. Muletea sobre la derecha. Al dar un natural, el novillo que no pasa, le coge aparatosamente. Llorente acaba con el bicho de una estocada corta...

Por su parte, quien firmó como R.O.L. en el diario madrileño Pueblo, escribió lo siguiente:

Mansurronearon los novillos de Fraile que ayer se lidiaron en Madrid, y está visto que no hay maniera, de que puedan lucirse los modestos diestros de los que la afición espera algo... Así, Jesús Guerra, qué demostró con la capa inteligencia torera, apretándose bien al veroniquear, al comenzar la faena de muleta resultó gravemente herido, por empeñarse en torear al natural a un toro que no pasaba...

También Manolo Navarro fue herido por el tercero de la tarde al intentar entrar a matar. Igual, Llorente tuvo que pasaportar al novillo.

Los partes facultativos rendidos por el doctor Luis Jiménez Guinea, Jefe del Servicio Médico de la Plaza de Las Ventas, fueron en el siguiente sentido:

El novillero Jesús Guerra sufre una herida en la región inguinal izquierda, con un trayecto ascendente de unos catorce centímetros de longitud, que interesa los músculos oblicuo mayor, oblicuo menor y transverso, contusionando el peritoneo.

Manolo Navarro sufre una herida en el tercio inferior de la cara posterior del muslo izquierdo, que interesa piel, tejido celular y aponeurosis, con un trayecto hada abajo y afuera de unos diez centímetros de longitud.

El doctor Jiménez Guinea calificó de grave la herida de Guerra y de menos grave la de Navarro.

Ambos diestros fueron trasladados al Sanatorio de Toreros. 

Rafael Llorente terminó saliendo en hombros de la afición que casi llenó la plaza madrileña tanto porque le cortó una oreja al primero y al sexto de la tarde, como por la hazaña que había logrado sin tenerla programada. Escribió don Luis Uriarte:

Y Llorente hubo de entendérselas con los seis novillos. Lo cual, habiéndolo hecho muy decorosamente, ya constituye un éxito. Añádase que cortó la oreja del primero y la del sexto y que salió en hombros de la plaza, y ya se ve que, aún habiendo escuchado un aviso en el quinto, que tenía el cerviguillo más duro que la punta de los estoques de descabellar, dicho éxito revistió caracteres de bastante apreciable importancia... Llorente salió airoso del trance durísimo en que le colocaron las cogidas de sus compañeros, gracias a un gran esfuerzo de voluntad, a su valentía, a su pundonor ya sus recursos toreros. Se fatigó mucho, desde luego. Arrastrado el quinto novillo, hubo de solicitar un descanso de la presidencia. Pero aun tuvo arrestos y gallardía para terminar su labor con el mismo premio de la oreja con que iniciara... Por todo ello mereció los aplausos con que el público le animó durante toda la tarde...

Después de esa tarde

Rafael Llorente fue el primero de esta última terna en recibir la alternativa de matador de toros, apenas algo más de dos semanas después de este festejo, el 30 de agosto siguiente, en Barcelona, Manolete, en presencia de Carlos Arruza, le cedió los trastos para dar cuenta del toro Fastidioso de Carlos Núñez. Confirmaría su alternativa en México el 18 de enero de 1953, llevando como padrino a Juan Silveti y de testigo a Antonio Ordóñez, con el toro Aguilucho de El Rocío.

Guerrita fue el siguiente en doctorarse. Lo hizo en Corella, Navarra, el 27 de septiembre, también de ese año del 45. Lo invistió el tudelano Julián Marín, en festejo que torearon mano a mano ante toros de Amador Santos. Confirmó su alternativa en la Plaza México el 8 de diciembre de 1946, de manos de Silverio Pérez y llevando como testigo a Manolete. El toro de la ceremonia fue Renegao de La Punta.

Por su parte, Manolo Navarro se convirtió en matador de toros en su tierra, Albacete, el día de Santiago de 1947. Le apadrinó Gitanillo de Triana y atestiguó Luis Miguel Dominguín, siendo el toro de la cesión Limpiador, de Villagodio Hermanos. Confirmó en Madrid el 4 de octubre de ese mismo año en la Corrida de la Prensa, de manos de Domingo Ortega, y llevando como testigos a Luis Miguel Dominguín y Paquito Muñoz. Esa tarde se lidiaron cuatro toros de Antonio – Pérez Tabernero y cuatro de Carlos Núñez.

Este es el breve recuento de una tarde de toros en la que quedó patente que los toros dan cornadas, porque no pueden dar otra cosa, como sentenció en su día el inmortal Frascuelo.

domingo, 28 de julio de 2024

27 de julio de 1952: César Girón y Miguel Ortas abren la puerta grande de Madrid

César Girón y Miguel Ortas a hombros
Madrid, 27 de julio de 1952
Archivo Santos Yubero
La temporada en la Plaza de Las Ventas del año 52 del pasado siglo constó de 50 festejos y por escaso margen, la mayoría de ellos fueron novilladas. Cuando los aspirantes a ser matadores de toros despiertan el interés de la afición, que alcanza a percibir en ellos una auténtica entrega, por una razón difícil de explicar, prefiere verlos a ellos. Así, en ese calendario entre otros, se presentaron en la capital española Fermín Murillo, Antoñete, Jumillano y Pedrés por los hispanos; Raúl Iglesias, Carlos González, El Callao, Pepe Luis Méndez, Rafael García y por extensión Antonio Durán – sobrino de El Nili, que aunque nació en Sevilla, se crio e hizo torero aquí en México – entre los nuestros y los venezolanos Joselito Torres y César Girón.

Por esa razón afirma José Luis Suárez Guanes lo siguiente:

Este 1952 es un año de novilleros en Madrid: “Antoñete” apunta sus buenas disposiciones. Miguel Ortas – llamado el torero de la inspiración – tiene dos soberbias actuaciones los días 26 de junio y 27 de julio y César Girón arrolla en su segunda comparecencia, haciéndose con tres orejas, después de haber tenido una presentación gris. Pero la primavera había dado el florecer – después no confirmado – del buen estilo del mexicano Manolo Márquez y del venezolano Joselito Torres... Pero “Jumillano” y “Pedrés” son la pareja que revoluciona el cotarro...

Justamente don José Luis hace referencia expresa a la tarde que hoy me tiene aquí, la de hace 72 años, cuando para lidiar un encierro de Marceliano Rodríguez, se anunció al torero de la calle de General Pardiñas, Miguel Ortas, al venezolano César Girón y la presentación del mexicano Rafael García, anunciado en su paso por las plazas españolas como Rafael García Olmos. La plaza se llenó hasta la bandera, según refleja con brevedad la crónica que escribió don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, para la Hoja Oficial del Lunes de Madrid.

El triunfo de Miguel Ortas

El cuarto toro del encierro titular fue devuelto a los corrales por su manifiesta debilidad y sustituido por un sobrero de Alipio Pérez Tabernero Sanchón, de nombre Pirulero, que fue el que permitió al torero madrileño el mantenerse en la preferencia de la afición madrileña. El nombrado Luis Uriarte, describe así la actuación de Miguel Ortas ante ese toro:

El cuarto, por su cojera, fue sustituido por un toro de Alipio Pérez T. Sanchón; un toro en toda la extensión de la palabra, bravo y noble, pero con muchas facultades y mucho poder. No se asustó Ortas, y, artista como es, y valerosamente, con ganas de triunfar, lo muleteó muy bien sobre la derecha, redondeando algunos pases al natural magníficamente con mando y temple de buen torero; se adornó en otros muletazos de positiva inspiración, que arrancaron nutridos y prolongados aplausos, y tuvo el tropezón de resbalar al entrar a matar, por lo que el estoque no profundizó más de sus tres cuartas, y de no acertar con el descabello hasta el tercer intento, lo que, si no le privó de la oreja, influyó en que algunos protestasen su concesión. El público le hubiese aplaudido más en la vuelta al ruedo si el presidente se hubiera reservado el pañuelo blanco. Parecen paradojas, que, en realidad no lo son. Pero el caso es que Ortas mantuvo y aún acreció su cartel de torero artista…

Giraldillo en su crónica del ABC de Madrid, toma como eje de su narración justamente la divergencia de pareceres en cuanto al otorgamiento de los trofeos en esta señalada tarde:

Para un observador, por imparcial sereno, lo más curioso, y por ello digno de estudio, no estuvo lo que ocurría en el ruedo durante la novillada del domingo, sino en los tendidos: en la pugna entre el número de los que se contentan con casi todo, y la minoría, a quien no satisface casi nada... El hecho que promovió las discrepancias fue la concesión de una oreja a Ortas, en el cuarto novillo, y de dos a Girón, en el quinto, y en la salida de ambos espadas a hombros por la puerta principal del coso...

La unanimidad en las cosas de los toros es algo complicado de conseguir y el resultado del festejo nos deja claro que hay tantas opiniones como cronistas y asistentes a un festejo podamos consultar. En algún otro sitio he sostenido que esta fiesta es abiertamente democrática y este aspecto en el que se impone el criterio de la mayoría, es prueba de ello.

El golpe de autoridad de César Girón

Un par de semanas antes de este festejo, César Girón se había presentado en Las Ventas y había pasado prácticamente en silencio por su redondel. En esta segunda y última tarde en la que como novillero actuaría en la principal plaza del mundo, salió decidido a reiterar el porqué de la nombradía que había adquirido en las distintas plazas de España y Francia desde el año anterior, a partir de su debut con picadores.

Esa tarde se enfrentó a Jocinero, corrido en segundo lugar, al que cortó una oreja y a Perdiguero, número 11, salido en el llamado lugar de honor, un toro al que se le otorgó la vuelta al ruedo a sus despojos, pero que no pudo ser completada por las protestas de la concurrencia. Escribe Antonio Bellón en su tribuna del diario Pueblo:

Al quinto le dieron una casi vuelta al ruedo. Si fue como premio a la presentación y juego de la corrida, puede admitirse, poro creemos que estos honores debían ser ordenados por la presidencia…

De lo escrito por Bellón pareciera que la vuelta al ruedo se la dieron los mulilleros motu – proprio, pero en realidad, en todas las relaciones del festejo, se consigna que la presidencia sí la concedió. La actuación de Girón ante este toro, es descrita así por El de Tanda:

Lo veroniqueó bien, lo banderilleó con tres pares de brillante ejecución, aunque cayeron algo bajos, y lo muleteó extraordinariamente toreando... eso: toreando. ¡Como se debe torear! Ya saben ustedes como lo explican los cánones; pues así. Hubo algunos redondos con la derecha, para terminar con un cambio de mano y rematar con el de pecho sobre la izquierda de soberbia factura. Al iniciar un natural sufrió una asustante cogida – asustante para los espectadores, no para él – y, tras de un pinchazo, otra no menos aparatosa al dar una estocada de fulminantes efectos, El momento fue de esos emocionantes, que sólo se registran en nuestra fiesta de toros. Girón cortó las dos orejas, dio la vuelta al ruedo y todavía está oyendo aplausos. O es que aún nos resuenan a nosotros en los tímpanos…

Por su parte, Antonio Bellón relata lo siguiente:

…en el quinto llegaba el gran triunfo, claro y diáfano para todo el mundo. Huidillo de primeras, el toro se crecía con el castigo, y César se agigantaba con el capote, y en su banderillear – correcto, y buen peón, Guillermo Martín, al cederle los palos desmonterado – con todas las ventajas para el toro. Un par con cite, arrojando la montera, fue de maestro… La faena de muleta fue a más y a más. Comenzada con un torero cambio de citar con la muleta como trinchera y rematar al natural, César, en la primera parte de su trabajo, fijaba al toro, que no era una malva, y por ello fué cogido el espada y trágicamente volteado al ser prendido por la faja, hasta romperse ésta. La voltereta envalentonó más a César, y sin perder su temple y mando, ovacionado apoteósicamente por la multitud, cuajaba pases precisos y preciosos y volcaba la Plaza a su favor en aclamaciones continuas y entusiasmadas. Pinchó en lo alto. Fue cogido y zarandeado al dejar un volapié. La plaza, nevada de pañuelos pidió una oreja, luego otra, y en una vuelta al ruedo con los sangrantes triunfos en las manos, César Girón rendía la fuerte Plaza de Madrid, se la guardaba en el bolsillo izquierdo de la casaquilla junto al corazón, y para todos los que creyeron y los que dudaron, era un matador de toros de fuste…

Las narraciones coinciden en que la obra del torero venezolano fue de las que dejan huella en la afición y en la historia, y sobre todo me llama la atención la de don Luis Uriarte, que define con brevedad las razones de su triunfo: lo consiguió toreando, así sin más adjetivos, cosa que hoy parece muy lejana y difícil de lograr.

La presentación de Rafael García

A nuestro paisano le tocó el lote más complicado de la corrida, formada por Jolín y Lavandero, los dos novillos de menores posibilidades. Abrevió en el tercero, que fue debilucho y ante el sexto, las lecturas dejan ver que no se acomodó. Sigue contando Antonio Bellón:

García Olmos, entre la preocupación natural de su salida a Madrid, y su lote, no suave, y el ser no novillos, sino toros para un torero poco placeado, hizo que estuviese hábil y breve, y en un día más tranquilo y adecuado se verá la valía de este mejicano, ayer ante una dura y difícil papeleta…

Por su parte, con mayor extensión, refiere El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes:

Del debutante mejicano, Rafael García Olmos, poco se puede decir. Empezó veroniqueando bien, pero no pudo sacar partido de un bicho que apenas si se tenía en pie, y se limitó a despacharlo de una estocada, lo que no agradó a la gente. Blando el sexto novillo, con menos casta que sus hermanos, Olmos, que, al parecer, necesita del toro que se le vaya encima, porque tiene el defecto de no aguantar la embestida, tampoco acertó a dominar la situación, y el respetable le manifestó su desagrado cuando concluyó su labor con una estocada corta tendenciosa y un descabello al tercer intento…

Como podemos ver, la fortuna no estuvo al lado de nuestro paisano el día de su presentación en Madrid. 

La crítica a las salidas en hombros

Al final del festejo, César Girón y Miguel Ortas fueron sacados en hombros de la plaza, por la Puerta de Madrid, por grupos de capitalistas. Aunque Antonio Bellón en Pueblo y Benjamín Bentura Barico en El Ruedo parecen estar conformes con los trofeos concedidos, por su parte Manuel Sánchez del Arco Giraldillo en el ABC madrileño y don Luis Uriarte El de Tanda en la Hoja Oficial de Lunes, se pronuncian en sentido contrario:

Escribe Giraldillo:

El hecho que promovió las discrepancias fue la concesión de una oreja a Ortas, en el cuarto novillo, y de dos a Girón en el quinto, y en la salida de ambos espadas a hombros por la puerta principal del coso... Ni lo uno ni lo otro representa ya gran cosa como hecho, a fuerza de repetido, aun cuando se produzcan con unanimidad. Acaso, lo mejor para Ortas hubiera sido la petición de oreja y la ovación; y para Girón, una oreja solamente... Ni alegrías de verbena, ni gravedad de tribunal...

Y por su parte, El de Tanda, lacónicamente, para cerrar su crónica, pregunta:

Como final, un ruego: ¿por qué no le echan un cerrojo a la puerta grande? …

Así estaba el patio hace 72 años… Y creo que no hay mucha diferencia con lo que hoy sucede.

Lo que después vendría

Curiosamente, sería Rafael García el primero de la terna en recibir la alternativa. Julio Aparicio en presencia de Curro Ortega – también mexicano – lo investiría matador de toros el 14 de septiembre de ese mismo 1952 en Barcelona, cediéndole los trastos para despachar al toro Clavellino del Vizconde de Garci – Grande.

El siguiente en doctorarse sería César Girón, quien, en el cierre de la Feria de la Merced, dos semanas después, el 28 de septiembre, recibiría los trastos de manos de Carlos Arruza, que se despedía de la afición barcelonesa, en presencia de Agustín Parra Parrita, para despachar al toro Farolillo de don Antonio Urquijo.

Por su parte, Miguel Ortas regresaría a torear todavía otra novillada a Madrid en julio del siguiente año y recibiría la alternativa en Linares el 28 de agosto de 1953, cuando el gran Domingo Ortega y atestiguando justamente César Girón, le elevó al grado de matador de toros, cediéndole al primero de los de Fermín Bohórquez lidiados en esa tarde.

De la terna de la novillada que hoy trato de comentar, la figura indiscutible de los ruedos sería sin duda, César Girón, cabeza de una importante saga de toreros venezolanos, y durante dos décadas paseó esa dignidad por las principales plazas de todo el llamado planeta de los toros.

César Girón falleció en un accidente automovilístico en Venezuela el 19 de octubre de 1971; Rafael García murió por causas naturales el 3 de julio de 2005 en Querétaro y Miguel Ortas, también por causas naturales el 14 de julio de 2022, en las cercanías de la Ciudad de México, donde estuvo avecindado desde el año de 1954.

Aviso parroquial: Los resaltados en las crónicas transcritas son imputables únicamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 16 de junio de 2024

17 de junio de 1951: Juan Silveti confirma su alternativa en Madrid

Con la oreja de Pavito
Madrid 17 de junio de 1951
Foto: Martín Santos Yubero
Juan Silveti Reynoso era hijo de torero. Su padre, quien llevaba el mismo nombre y entre otros apodos, el de El Tigre de Guanajuato, fue una destacada figura en el primer cuarto del siglo XX en los ruedos de España y de México y había recibido primero una alternativa en enero de 1916 en El Toreo, misma que debió revalidar en Barcelona el 18 de junio de ese mismo año y después confirmarla en la Plaza de la Carretera de Aragón el 8 de abril de 1917, apadrinándole Rafael Gómez El Gallo y fungiendo como testigos Castor Jaureguibeitia Cocherito de Bilbao y Pacomio Peribáñez - curiosamente asesor artístico de la presidencia esta señalada tarde -, siéndole cedido el toro Zarcillo de Salvador García de la Lama.

En este mismo sitio he expuesto algo de la vida, obra y hazañas del también llamado Juan sin Miedo, así que hoy intentaré recordar el hecho de que su hijo, siguiendo sus pasos, confirmó también su doctorado en la capital española, ahora en la Plaza de Toros de Las Ventas, aprovechando que, después de cuatro años, las relaciones taurinas entre México y España se reanudaron el 25 de febrero anterior, con la celebración de tres Corridas de la Concordia en Madrid, Barcelona y México. Precisamente Juan Silveti se presentó en cosos hispanos actuando en la capital catalana ese día. A propósito de su actuación en ese festejo, entre otras cosas, escribió Eduardo Palacio, cronista del diario La Vanguardia al relatar la corrida:

Y ahora, mi viejo y querido amigo, Juan Silveti «Tigre de Guanajuato», llamado así por tu gran valor y haber nacido en ese pueblo hace cincuenta y ocho años, o, mejor dicho, va a hacerlos el mes próximo, voy a decirte lo que fue la presentación de tu querido «cachorro». Desde luego, no tiene tu valor, bien acreditado por tus treinta cornadas, pero torea mucho mejor, es más fino con la capa y se ha apropiado este estilo de hoy que, por lo que tiene de plasticidad, gusta sobremanera a la afición de hogaño... Mi opinión sincera es que en cuanto se familiarice con el ganado de aquí, tan diferente del vuestro como tú bien sabes, honrará el apellido que paseaste con tanta bizarría por los ruedos españoles...

Esa actuación le atrajo las miradas de las empresas y pudo presentarse en Sevilla, volver a Barcelona y actuar en La Línea de la Concepción antes del día de la confirmación de su alternativa, que se daría en uno de los primeros festejos a celebrarse después de terminada la Feria de San Isidro.

La tarde de su confirmación

El festejo del domingo 17 de junio de 1951 se anunció con un encierro salmantino de Manuel Sánchez Cobaleda, encaste Vega – Villar, para Antonio Bienvenida, Manolo dos Santos y Juan Silveti, quien confirmaría la alternativa que había recibido en la Plaza México el 15 de enero de 1950, de manos de Fermín Rivera y curiosamente, fungiendo como testigo, también el Lobo Portugués.

Juan Silveti estrenó un terno que de acuerdo con la mayoría de las crónicas era de color azul turquesa y oro, aunque alguna de ellas hablan simplemente de un vestido azul y oro y se enfrentó en primer término a Pavito, número 178. De su actuación ante este toro, escribió don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes del día siguiente al del festejo:

A Silveti, que confirmaba su alternativa, se le aplaudió, con creciente estrépito, de principio a fin de la lidia del primer toro de los de Sánchez Cobaleda. Apenas había pisado la arena "Pavito" – reseñémoslo para la historia: número 178, negro, listón, jirón, calcetero, lucero, bien armado – y ya el mejicano sacaba a relucir su arte en unas verónicas ejecutadas como los cánones mandan: parando, templando, cargando la suerte para mandar y recoger bien, que es como se debe torear. Eso es: torear. Con toreo más perfecto aún en el primer quite a la misma suerte. Después, con la muleta, otra exhibición de toreo clásico, a base de naturales y de pecho, con ambas manos, y sin que la sobriedad y justeza de la faena la perturbasen más que el mínimo adorno de alguna tocadura de pitón o algún ligero desplante, sin perder... ¿cómo diríamos?, sin perder la formalidad. Muy bien. Y sin alargar más de lo preciso – como es corriente y moliente – aquella faena de toreo largo en su ejecución, artístico en su estilo, inteligente en su concepción, pues el cornúpeta estaba ya muy quedado, una estocada casi entera, que lo derrumbó sin puntilla. Huelga decir que hubo concesión de oreja, vuelta al ruedo y ovación de las de verdad. Silveti quedaba admitido en Madrid con todos los honores... Y Silveti, finalmente, aunque muy voluntarioso, tampoco pudo sacar partido del mansurrón y también incierto sexto toro, del que se deshizo de media estocada. Se ovacionó cariñosamente al espada mejicano...

El cronista, aunque con brevedad, advirtió prontamente las buenas maneras y el fino hacer de Juan Silveti, quien pronto caló en el ánimo de la afición madrileña y terminaría siendo uno de los toreros predilectos de esa plaza.

Por su parte, Antonio Bellón, encargado de la crónica en el diario Pueblo, reflexiona lo siguiente:

La faena es justa, sobria y seria. Los naturales, los redondos y la espera, cruzado y cruzado con el toro, para los pases de pecho, arranca ovaciones y rodean la esbelta figura del torero el oro del triunfo. ¡Torero! ¡Torero!, es el run – run admirativo del público ante la faena cada vez más pausada, más torera, rematada con un acariciar de pitones para llevar al toro, agotado en los últimos muletazos tan rítmicos como los primeros, ritmo que Silveti ha impuesto a su faena, a su gran faena, porque han ido de la mano compenetrados su valor y el arte de torear. Faena tan trabada tiene rúbrica de volapié corto. El volapié sólo es posible cuando el toro no ve nada más que el cuajarón de sangre de la muleta sin prisa ni pausa que lo encela, eleva y burla. Toro bien toreado, a volapié muere. Con muerte espectacular de calambrearse las patas y rodar levantadas hacia el cielo, de donde parece bajar un tormentón de ovaciones cuando los pañuelos blancos se guardan porque la oreja, en tan noble lid ganada va a manos de Silveti – que ordena cortar la cabeza de “Pavito” –, que da la vuelta al ruedo, recoge prendas, saluda y deja un hondo rejazo en la admiración del público de Madrid…

El relator de Pueblo, repara en algunos hechos que tienen interés, como en las reacciones que el hacer de Silveti generaba en los tendidos o en el hecho de que el torero haya pedido la cabeza del toro de su confirmación para llevarla al taxidermista.

Por su parte, Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en la edición del ABC madrileño del martes 19 de junio, reflexiona:

Juan Silveti ha entrado con buen pie en nuestra primera plaza. Es un torero completo, seguro, con arte. No es estilista, pero tiene estilo. Creo que, por ver a Silveti, pueden darse por bien empleados todos los trabajos hechos para arreglar el pleito. Hay que contar con él; hay que verle y considerarle muy en serio. No es efectista – eso queríamos decir cuando aludíamos al estilismo – sino un torero cabal; lidiador, sobre todo. Con la capa, perfecto; con la muleta, extraordinario. Con ambas manos tiene un perfecto dominio. La posición que adoptó para el toreo al natural es de la mejor escuela. A un toro muy soso, como era aquel con el que Bienvenida le confirmó la alternativa, le sacó el máximo partido y lo mató de un gran volapié... El sexto toro, que era receloso y se vencía mucho, ratificó las posibilidades de Silveti ante la res difícil... Fie despedido con una ovación...

En un breve párrafo condensa, sin recurrir a la descripción de la actuación del diestro, la impresión que como torero dejó en esa señalada tarde.

Otras cuestiones de esa misma tarde

El propio Giraldillo hace notar la brillante actuación de Humberto San Vicente, picador mexicano de la cuadrilla de Juan Silveti, del que escribió:

No terminaremos sin recoger una nota seria: la manera de picar del mejicano San Vicente, bueno entre los mejores que hoy montan a caballo...

Y habrá que señalar que Antonio Bienvenida, el padrino de la tarde, tuvo que matar cuatro toros, los dos de su lote y los que sorteó Manolo dos Santos, herido al empezar a pasar de muleta al primero suyo, tercero de la corrida. Así era el reglamento de entonces. Saludó una larga ovación tras de dar lidia completa al segundo de la tarde.

Y Manolo dos Santos, arrimándose como desesperado, se llevó una cornada de gravedad, según el parte rendido por el doctor Jiménez Guinea:

Manolo dos Santos sufre una herida en el tercio medio e inferior, cara interna, de la pierna izquierda, de veinte centímetros de extensión, que produce destrozos en la piel y más extensos en aponeurosis y, sobre todo, en los músculos gemelo y soleo, con una trayectoria hacia afuera, que atraviesa totalmente la pierna hasta su cura externa. Pronóstico gravísimo. – Doctor Jiménez Guinea.

Así fue como concluyó la corrida en la que se presentó en Madrid Juan Silveti, un torero que, al paso del tiempo, veríamos que se convirtió en uno de los preferidos de la afición de la Villa y Corte.

Aviso parroquial: Los resaltados en los extractos de las crónicas de Eduardo Palacio, Antonio BellónLuis Uriarte y Giraldillo son imputables únicamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 14 de abril de 2024

14 de abril de 1974: Las alternativas de Frascuelo y Paco Alcalde en Barcelona

Un día como hoy de hace 50 años fue Domingo de Resurrección, fue domingo de inicio de temporada en muchas plazas de España y en esos días, cuando había toros en Barcelona, la temporada de la Monumental arrancó con una singular corrida de toros en la que Curro Romero convirtió en matadores de toros al madrileño Carlos Escolar Frascuelo y al manchego Paco Alcalde. Podrá pensarse que es extraño que en esa señalada fecha el Faraón de Camas no actuara en Sevilla, pero revisando los anuarios, puede uno darse cuenta que ese señalado domingo pasa a ser de su exclusiva hasta el año de 1981 y que en 1974, actuaron allí ante toros de María Pallarés el rejoneador Antonio Ignacio Vargas, Manuel García Palmeño y Julio Vega Marismeño

Una tarde en la que se otorgan dos alternativas no es frecuente en la historia de la fiesta. Así lo discurre Julio Ichaso, cronista del diario barcelonés La Vanguardia, quien, en el introito de su relación de esta corrida, refiere:

En lo que va de siglo se han otorgado las siguientes: el 10 de octubre de 1909, en Barcelona, La recibieron los diestros mejicanos Carlos Lombardini y Piña y Pedro López e Hinojosa, de manos de «Machaquito» y Moreno de Alcalá. El 26 de septiembre de 1918, en Madrid, con Joselito «El Gallo», como padrino se doctoraron Manuel Varé y García «Varelito» y Domingo González Mateos «Dominguín». Hasta el 12 de octubre de 1950 no se efectúa otra doble alternativa. «Cagancho» la confirió, en Valencia, a Julio Aparicio y Miguel Báez «Litri». El 1o de noviembre de 1951 tuvo lugar en Utrera (Sevilla) la misma ceremonia a favor de Juanito Doblado y Juan de Dios Pareja Obregón, de manos de «Chicuelo». De nuevo, nuestra plaza de Barcelona y durante los festejos de Nuestra Señora de la Merced, el 27 de septiembre de 1956, César Girón se las otorga a sus hermanos Rafael y Curro Girón, diestros venezolanos. La última alternativa doble que nos acordamos se refiere a Diego Cadena Torres, ecuatoriano, y Pepín Vega, los cuales, precisamente el 19 de septiembre de 1971, en el coso de La Algaba (Sevilla) recibieron los entorchados de matadores de toros de manos de «Utrerita»…

El encierro a lidiarse fue de Juan Mari Pérez Tabernero, de Matilla de los Caños, Salamanca, ganadería que actualmente lidia como Montalvo. Una corrida escasa de fuerza, que, a decir de las crónicas, condicionó en gran medida el resultado final de la corrida. Escribió Rafael Manzano para la Hoja del Lunes de la capital catalana:

El encierro de don Juan María Pérez Tabernero careció de fuerzas. El primero ya se ha dicho: cayó en la arena y allí tuvo que ser apuntillado; el segundo, llegó a la muerte con un refilonazo y dos pares de banderillas; el tercero, no aguantó más que una vara; el cuarto, una res más hecha, acusó media arrancada en el último tercio; el quinto tuvo una embestida larga, aunque punteó algo por el derecho; y, el que cerró plaza fue un pan sin sal, y también carecía de fuelle…

Y agregaría Juan Fontanet del diario Mundo Deportivo, más o menos en la misma línea de pensamiento:

…la corrida de Juan Mari Pérez Tabernero de ayer tarde en la Monumental de nuestra ciudad, primera de este ejercicio, no pudo satisfacer más que a contados espectadores, de esos que cuando un toro no puede con el rabo, y se cae y se vuelve a caer y el espada, montera en mano, solicita el cambio de tercio después un puyazo, cuando no de un leve picotazo, aplauden alborozados, sin comprender que al hacer esto, lo que hacen, en realidad, es aplaudir la inexistencia del toro. Porque si lo que salió por chiqueros es un toro, un toro de verdad, ni con vara ni con dos lleva suficiente castigo…

Y es que, dice la máxima, cuando se cae el toro, se cae la fiesta, y eso es una verdad que no se puede negar.

La alternativa de Frascuelo

El primero en recibir los trastos de Curro Romero fue Carlos Escolar Frascuelo, con la cesión del toro Desconocido, número 27. Pero lo destacado de su primera tarde como matador de toros lo tuvo con el quinto de la corrida, de nombre Gatuno, ante el que, de conformidad con lo que escribió el cronista de la Hoja del Lunes, realizó lo siguiente:

Al quinto, una res cornivuelta la saludó «Frascuelo» con dos largas cambiadas, de hinojos. Y volvió a lucirse en un quite por gaoneras. Esta vez fue premiado con palmas en las banderillas. Construyó el maestro una faena larga y voluntariosa, iniciada con tres pases ambas rodillas en la arena. Nos gustaron algunos naturales, pero siempre con el defecto de que la res le engatillase el engaño. Mató con agallas, de una hasta la bola, chispa tendida. Y como el respetable había ido con ganas de divertirse pidió la oreja concedida por el «usía». Dio la vuelta al ruedo con una cargazón de flores…

La tarde de Paco Alcalde

El torero manchego fue investido como matador de toros en el tercero de la tarde, nombrado Azuceno, número 36, pero al igual que Frascuelo, la médula de su actuación se encontraría con el toro que cerró plaza, anunciado como Leñador y del que refiere Julio Ichaso que su actuación fue:

Sexto, número 75, «Leñador». Se escobilló al rematar en tablas. Admiramos lances estupendos. Los garapullos los clavó Alcalde con gran juego de brazos, el último extraordinario, por dentro jugándose el tipo. Muchas palmas. Faena muy peculiar del manchego iniciándola con pases por la derecha, en dos tandas, a cuál más atractivas y llevando a su oponente uncido al engaño, sin perderle la cara. Olés y música. Todo lo realizó cerca, cerquísima, sin vacilaciones ni dudas. Un metisaca y, a la segunda ida hacia el morlaco, clavó la espada con una herida mortal de necesidad. Cortó una oreja y lo pasearon a hombros por la arena, al igual que a su compañero «Frascuelo»…

La tarde de Curro Romero

Las opiniones acerca de la actuación de Curro Romero son encontradas. No hay dos que coincidan en cuanto a forma ni en cuanto a fondo. La opinión de Rafael Manzano en la Hoja del Lunes es la más desarrollada, pero sin dejar de señalar que el maestro salió abroncado de la Monumental:

…confesemos que lo más artístico de la tarde a él se lo vimos: cuatro verónicas, lentas, armoniosas, con aire de sonata. Lástima que el toro, de chocolate, leche y mantequilla, careciera de fuerza. Casi sin picar y con dos pares de banderillas pasó al último tercio. Montó el maestro una faena adornada, donde destacaron algunos pases de la firma, llenos de garbo, así como algunos ayudados. Pero la res estaba completamente agotada. Y el maestro la rindió de un pinchazo y un bajonazo. Protestas. El cuarto de la tarde, una res astifina, no gustó al faraón desde que pisó la arena. Lo lanceó con la pañosa, movido. La res tomó dos varas, muy fuertes y llegó con media arrancada al último tercio. Curro Romero, se limitó a un toreo por la cara y a aventarle las moscas a su enemigo. Al que despenó de un pinchazo hondo y una estocada propinada a paso de banderillas. Bronca…

Fue Curro Romero en estado puro.

El devenir de los toricantanos

Paco Alcalde tuvo un breve espacio de gloria en las temporadas de 1975 a 1978, en las que toreó más de una cincuentena de corridas en cada una de ellas, llegando a ser una de las cabezas del escalafón, posteriormente comenzó a descender su número de actuaciones hasta que en el año de 1994, cambió el oro por la plata, habiéndose colocado en diversas cuadrillas, entre ellas, la de su sobrino Francisco Rivera Ordóñez.

Por su parte Carlos Escolar Frascuelo a la fecha se mantiene dentro del escalafón de matadores de toros, y hasta hace relativamente poco tiempo, era un infaltable en las corridas del verano madrileño, festejos en los que enfrentaba toros de los que no todos los diestros aceptan, y siempre desarrollando una tauromaquia clásica e inclinada hacia la pureza.

La corrida del día siguiente

La corrida del lunes 15 de abril, con los toros de don Lisardo Sánchez para El Viti, Niño de la Capea y Manolo Arruza, se suspendió por lluvia y quedó pospuesta para el domingo 28 de abril.


domingo, 1 de octubre de 2023

30 de septiembre de 1965: una espléndida tarde de Joselito Huerta en Madrid

En 1962, don Livinio Stuyck intenta dar un giro a la programación taurina de Las Ventas y crea un breve ciclo de final de temporada al que denomina Feria de Otoño, que en esa primera edición constó de tres corridas de toros. Al año siguiente el abono lo dividiría entre dos corridas y dos novilladas y ofrecería cinco festejos para el calendario de 1965. La idea del creador de la Feria de San Isidro no fue muy bien recibida por la crítica de la época. Dice Antonio Díaz – Cañabate:

¿Qué les ha pasado a las mujeres, que se han quedado en casa? ¡No les gustaba el cartel, no son partidarias de estas corridas otoñales, que con el absurdo nombre de Feria se ha empeñado en organizar la empresa contra el viento y la marea de los toreros, que no quieren ni venir a ella? ¿Para qué esta inoportuna Feria? ¿Para ganar unas pesetas? Pues sólo va a ganar la enemiga y la inquina de los sufridos abonados, a los que se obliga a sacar, a regañadientes, las localidades de cinco corridas sin el menor interés...

Por su parte, el controvertido Manuel Lozano Sevilla, opina al respecto:

Indudablemente esta feria de otoño está hecha un poco a contrapelo: los ases no han querido contratarse por lo avanzado de la época, lo que significa que los carteles carezcan de interés, o de garra, como ahora se dice, y el público se retrae. ¡Para que luego digan algunos «inocentes» que no es cierto que los toreros de postín se nieguen a torear en Madrid! Sí, si... Por eso en esta feria de otoño no figuran ni Antonio Ordóñez, ni «el Viti», ni «el Cordobés», ni los muy poquitos que les siguen en méritos…

Son dos puntos de vista que van en una misma dirección, en el sentido de que la Feria de Otoño parecía no tener razón de ser. El del cronista del ABC parte de la idea de que la empresa solamente busca un beneficio económico a partir de la venta del abono y el del que fuera taquígrafo personal del entonces Jefe del Estado, aparecida en el diario La Vanguardia de Barcelona, va por la idea de que los toreros de la parte alta del escalafón no gustan de comparecer en la Villa y Corte. Como sea, en esos días, esa feria no tenía un espacio propio y definido.

Vendría a ser hasta entrados los años ochenta, cuando Manolo Chopera entró a dirigir los destinos de Las Ventas, que la Feria de Otoño cobrara entidad e interés propios, convirtiéndose, como lo es hasta hoy, en uno de los verdaderos acontecimientos del cierre de la temporada taurina en España. 

La temporada 1965 de Joselito Huerta

Abrió su campaña europea en Sevilla, plaza en la que una década antes había recibido la alternativa. El 27 de abril tuvo una buena tarde ante un muy buen encierro de Celestino Cuadri, que saldó con una vuelta al ruedo tras una sentida petición de oreja. Después actuó en plazas como Valencia, Madrid, donde el 20 de mayo cortó una oreja a los toros de Baltasar Ibán que le tocaron en suerte; en Pamplona, en una tarde en la que su entonada actuación y la de José Fuentes, forzaron a Antonio Ordóñez a obsequiar el sobrero; Málaga y, San Sebastián entre las plazas más destacadas, sumando en total 25 actuaciones en ruedos europeos.

Quizás esta fue la temporada más redonda de las que realizó El León de Tetela por aquellas tierras, porque pudo dejar por sentada su madurez como torero y la realidad de su poderío ante los toros en una temporada en la que la atención de la afición y de los públicos estaba dirigida a otras cuestiones menos sustanciosas.

La corrida del 30 de septiembre de 1965

Era el festejo de apertura de la entonces vilipendiada Feria de Otoño. Se anunció un encierro de toros murubeños de don Félix Cameno García de la Higuera para Antonio Chenel Antoñete, Joselito Huerta y José Luis Barrero. Antoñete volvía por una tercera tarde en la temporada venteña después de que el 8 de agosto anterior, le cortara dos orejas a un toro de ese mismo hierro, en una corrida que teóricamente, era la última que torearía, porque después de ella, se pasaría a las filas de los de plata. Por su parte, el salmantino Barrero, que adquirió predicamento como novillero sin presentarse en Las Ventas, intentaba relanzarse en esta oportunidad.

Joselito Huerta enfrentó al segundo y al quinto del festejo y ante dos toros de condiciones que hoy calificaríamos de “complicadas”, solventó una actuación que fue más allá de la dignidad. Antonio Díaz – Cañabate, en su crónica para el ABC madrileño, destaca:

Joselito Huerta consiguió con la muleta hacer embestir al segundo, que era manso. Mansedumbre demostrada a las claras en el primer tercio. Le obligó, le embarcó con mando, que es lo que necesitaba el toro... El quinto llegó a la muleta tan quedado como el segundo... Huerta, a fuerza de porfiarle, obtuvo los pases, que fueron necesariamente cortos, porque el toro no acompañaba el viaje del torero. En un molinete, Huerta se cayó, y se alejó de la cara del toro rodando por la arena, rodamiento que gusta mucho a la gente, que le aplaudió con calor... Y en vista de eso dio la vuelta al ruedo...

Por su parte, el ya invocado Manuel Lozano Sevilla, en lo que publicó en La Vanguardia de Barcelona, reflexionó:

También ha estado lucido toda la tarde el mejicano Joselito Huerta. Para mi gusto el mejor torero que actualmente existe en su país. Toreó artísticamente con el capote; hizo un soberbio quite por gaoneras en el primero de la tarde, ovacionado fuertemente, y sus faenas fueron toreras, con pases de muy buen son, llevando toreadísimos a sus enemigos. Y el público lo agradeció ovacionándole, porque todo lo que se realiza con verdaderos toros tiene mucha más importancia que lo que se hace con becerros. Mató con decisión, señalando dos inedias estocadas en la yema, la segunda precedida de un pinchazo en buen sitio, y el torero dio la vuelta al ruedo al finalizar su labor en ambos toros, con petición de oreja...

Y en la Hoja del Lunes aparecida el 4 de octubre siguiente, con el resumen general de la feria, Isidro Amorós Don Justo, se refiere a su actuación de la siguiente manera:

Huerta estuvo tesonero, peleón. Al primero, un manso que huía hasta de su sombra, le sacó muletazos sueltos. No hubo conjunción; sí estimable pundonor. Como en el quinto, un carifosco grande, de mucho respeto, al que castigaron de forma demoledora en cuatro varas. Traserísimas; tan cruentas como perjudiciales. Valiente el mejicano, promovió el entusiasmo al estimarse su entrega. Lástima que abuse del toreo horizontal. Media espada en cada toro; la primera, en su sitio, pero saliendo perseguido y desarmado al ejecutar la suerte, y la segunda, alargando el brazo, luego de haber pinchado en hueso. Así finiquitó el azteca a sus enemigos…

Aunque hay inconsistencia en el recuento del reconocimiento popular a la actuación de Joselito Huerta, el recuento anual que hace el semanario madrileño El Ruedo, consigna justamente lo que describe Lozano Sevilla, vuelta al ruedo en el primero de su lote y otra vuelta al ruedo tras petición en el quinto de la tarde.

La tarde de Antoñete

No puedo soslayar que el triunfador del festejo fue Antoñete, quien, como decía líneas arriba, el 8 de agosto anterior, había salido a torear a Las Ventas, con la finalidad de arramblar unas pesetas para comprarse unos vestidos de plata, porque estaba decidido a pasarse a las filas de los banderilleros. Ese domingo, tarde de la confirmación de Pepe Osuna, le cortó las dos orejas al segundo toro de su lote de don Félix Cameno y afortunadamente para él y para la fiesta, tuvo ocasión de replantearse su carrera.

En esta tarde otoñal, se encontró a Mancheguito, el único toro del que las crónicas consignan nombre, al que le cortó una oreja. Un toro del que apuró la última gota de su casta y en el que todos los alternantes, en el tercio de quites, pudieron catar su bravura. Escribe Don Justo:

…Toro, como también es frecuente oír, bueno para el torero. ¡Tan bueno! Hasta hubo un buen tercio de quites. Antoñete por verónicas, puso en marcha la sonería del toreo bueno. Joselito Huerta, finísimo, cambiándose el capote por la espalda. Barrero, por chicuelinas, muy quieto. ¡Si sería bueno “Mancheguito”! ¡Si tendría “son”! Siguió con “son” en el último tercio, y Antoñete comenzó la faena con tres muletazos por alto, echando la pierna para adelante, de mucho empaque; perfecto el engarce con el de pecho… Ahí radicó el mérito del torero, que desde ese momento se puso por encima del toro. Gran mérito el de coger el temple e imponer su mando para que los pases bien iniciados no se frustraran, para hacerlos más largos. Mejores, por la izquierda. Naturales de verdad, cargando la suerte, sin apoyos antinaturales del estoque y retorcimientos. ¡Qué bien! Como al entrar a matar, con estilo de estoqueador...

De lo que he podido leer, esa tarde resultó ser algo así como el ensayo general de la faena del ensabanado de Osborne, que tendría lugar en mayo del año siguiente. Pero esa historia y otras, algún día trataré de contarlas por aquí.

El valor de estos acontecimientos

1965 fue el año de las 111 corridas de El Cordobés, afición y públicos estaban más pendientes de enterarse si El Mechudo se atrevería a romper la marca que Juan Belmonte dejó sentada desde 1919 que del toreo puro y duro que se verificaba en los redondeles. Y así, el 3 de octubre de 1965, en jornada doble, a mañana y tarde, Manuel Benítez sumó los dos festejos que le sirvieron para dejar como un mero antecedente lo que el Pasmo de Triana consiguió en la era de los trenes de vapor. Lo hizo por la mañana en Segovia y por la tarde en Toledo, a plaza llena en ambos sitios, no obstante las quejas de la afición lugareña que se lamentaba de los incrementos superiores al diez por ciento en los precios ordinarios de las entradas, por entrar a esos festejos.

También fue el año en el que, los toreros se perdieron el respeto en el ruedo y en Aranjuez, el 1º de mayo, El Cordobés y Paco Camino se liaron a bofetadas por un quite realizado a destiempo. En esa tarde, tratando de meter paz, el toricantano Vicente Punzón, le brindó el sexto a ambos contendientes. Todo el mundo se acuerda del rifirrafe entre las dos figuras, pero pocos recuerdan el pacifista gesto del toledano Punzón, quien intentó devolver al festejo la cordura y la seriedad que nunca debió perder.

Por último, el 13 de julio, El Cordobés toreó por última vez en Pamplona, en medio de una bronca de inenarrables proporciones. Al salir de la plaza se sacudió el polvo de las zapatillas y juró no volver allí, lo que cumplió. Años después, cuando novillero, su hijo Manuel Díaz se presentó allí y le hicieron pagar las cuentas pendientes de su padre. Tampoco ha vuelto a torear a aquellas tierras.

Así estaba el planeta de los toros hace 58 años. La estrella de El Cordobés encandilaba a muchos, pero en los momentos oportunos, el buen toreo resplandecía y ponía las cosas en su sitio.

domingo, 19 de marzo de 2023

19 de marzo de 1933: Presentación de Lorenzo Garza en Madrid

Un lance de Lorenzo Garza
Roberto Domingo
La Libertad, Madrid, 21 de marzo de 1933
Lorenzo Garza se había presentado en el Toreo de la Condesa el 3 de mayo de 1931, alternando con Antonio Popoca y Jesús González El Indio para lidiar novillos de La Punta. Para 1932 consigue que Carlos Quirós Monosabio le recomiende con Eduardo Pagés, y parte para España, logrando actuar dos tardes en Barcelona – donde se presentó el 14 de agosto –, Santander, Bilbao, San Sebastián y Burdeos, dejando las cosas puestas para regresar el siguiente calendario.

Para 1933 le esperaba una campaña más extensa y en la que tendría que examinarse ante la cátedra madrileña. La ocasión se presentó para el día de San José del año 33. La empresa madrileña anunció un encierro de Ramón Ortega – antes Braganza – para que lo lidiaran Diego de los Reyes, Diego Gómez Láinez y el debutante mexicano Lorenzo Garza

Un trágico prólogo

La novillada estuvo a un tris de suspenderse, pues al abrirse la puerta de cuadrillas para que los alguaciles hicieran el despeje, una sección de la barandilla de la andanada que quedaba sobre el tendido siete, se desprendió y dejó a siete heridos, uno grave y los demás de pronóstico reservado. La Hoja Oficial del Lunes del día siguiente del festejo, entre otras cosas dice al respecto:

Al sonar los clarines anunciando la salida de los alguacilillos, parte de los espectadores de las primeras filas de las andanadas pasaron precipitadamente, como ocurre en todas las corridas cuando no están ocupadas todas las localidades a la delantera, con el objeto de acomodarse en el barandal... Y en aquel preciso momento, una barandilla de la andanada que da sobre el tendido número 7, se desprendió de las columnas donde aquellas se sujetan y cayó con estrépito sobre el graderío...

Al final, se determinó que los pernos que sostenían esa barandilla de hierro no estaban en su sitio y que estaba fijada apenas con unos alambres, por lo que cedió al peso de la multitud que buscaba aprovechar las localidades vacías de la sección inferior. Tras de recogerse la pieza caída y procurarse atención a los lesionados, los ocupantes de las localidades circundantes pedían la suspensión de la novillada, pero la autoridad determinó que no había causa para hacerlo.

La actuación de Lorenzo Garza

La impresión que causó quien después sería conocido como El Ave de las Tempestades fue bastante buena. Aunque no logró redondear una tarde triunfal, logró apuntar a la afición de la capital española que tenía aptitudes y posibilidades para caminar un trecho largo delante de las astas de los toros. Escribió F. Asturias para el diario Ahora, salido el 21 de marzo siguiente al festejo:

Lorenzo Garza venia precedido de una fama de valiente y artista. Por lo poco que se le vio hacer – poco en cantidad – no mentía la fama. Es valiente y artista. Con el capote y la muleta aguanta y para de una manera imponente. Su segundo fué un inútil que se cayó varias veces, falto de fuerza en los remos. Así y todo, el mejicano ejecutó algunas verónicas admirables y logró cuajar unos pases de muleta que levantaron olés y ovaciones apretadas. Mató de una atravesada y varios intentos de descabello. Fue en el sexto en el que logró entusiasmar al concurso toreando con el capotillo… Cuando lo veamos sin viento, podremos juzgarle con mayor conocimiento de causa.

Quien firmó como Don Nino para El Heraldo, destacó también el conjunto armónico de la faena de Lorenzo Garza al segundo de su lote y también una circunstancia que en alguna manera emborronó su actuación, el manejo de los aceros:

Garza sabe fundir la elegancia en el hacer con el conocimiento profesional… De asombro fueron los lances con que el mejicano recibió al sexto de Ortega. Suaves, lentos, rítmicos, extraordinariamente magníficos todos y cada uno de ellos. Insuperables los dos del lado derecho y el tercero por el izquierdo del primer quite. Y cuando todo hacía presumir en un éxito de apoteosis el muletero no salió. La faena fué de recibo. Después de media estocada el novillo se «amorcilló» junto a la barrera y, como nadie tuvo decisión para sacarlo de allí, fue descabellado por Garza cuando los clarines habían marcado el tiempo del primer aviso...

Por su parte Recorte, en La Libertad, también del 21 de marzo, reflexiona entre otras cuestiones, lo siguiente:

Su forma con el capote, la forma de torear con el capote a la verónica, tomando el engaño por junto a la esclavina, seguro y desenvuelto, firme y desahogado, parando y templando, acusan un estilo y una calidad estimable... Apreciables destellos en lo forma al torear con la muleta y facilidad, al menos el domingo, en el trance supremo... acusó una buena calidad de torero y una competencia profesional superior...

Y en La Voz, por su parte José Luis Mayral Corinto y Plata, quien aquí en México, en el exilio, firmara como Curro Meloja, en verso, entre otras cosas, dijo:

Hay que mirar con cuidado

los lances de este torero.

El capote recogido

hace girar todo el cuerpo

y que pasen los pitones 

rozándole... Gran efecto;

cierta originalidad

- un poquito codillero -,

indudable exposición

y atisbos de estilo nuevo.

Me gustó con el capote:

tiene un algo, tiene un sello.

Con la muleta, lo mismo.

Hay gracia y es pinturero…

Lo que vendría para Lorenzo Garza

El 6 de agosto de ese 1933, en Santander, el torero de Monterrey recibió la alternativa de manos de Pepe Bienvenida, que le cedió al toro Repentino de Celso Cruz del Castillo, en presencia de Antonio García Maravilla. Torearía todavía otras tres corridas en España ese año, con poca fortuna, por lo que al año siguiente, el 24 de febrero, en Valencia, volvería a actuar como novillero, renunciando a ese doctorado, que recuperaría con todos los honores el 5 de septiembre en Aranjuez.

El resto de su historia tiene mucho para ser contado. La carrera de Lorenzo Garza terminó – con algunas pausas intermedias – bien entrados los años sesenta del pasado siglo y fue, sin duda, el representante de la Edad de Oro del toreo en México con la carrera más longeva.

Apéndice sobre cambios en la prensa de la época

Desde los días anteriores al festejo se venían publicando notas en torno a la producción de cambios en las páginas taurinas de varios diarios madrileños. Así, se afirmaba que Maximiliano Clavo Corinto y Oro, dejaba su tribuna en La Voz y que le sustituiría Cipriano Rivas Cheriff, director y crítico de teatro y a la sazón, cuñado del Presidente del Consejo de Ministros, Manuel Azaña; se escribió en El Adelanto de Salamanca:

La comidilla del día en las tertulias taurinas, es si “Corinto y Oro” hace o no las críticas taurinas de “La Voz” este año... Y los nombres que, al parecer, pensaban sustituirle. Pero esos nombres, no son ninguno de los que van a escribir en las columnas de “La Voz” ... En “La Voz” hay una persona capacitada para ese cargo... nos referimos a José L. Mayral, pero al parecer, se quiere llevar a la sección taurina, más que un técnico en toros, un literato: Y éste no sería otro, que... Rivas Cheriff...

En el mismo diario salmantino también se hablaba de la salida de El Imparcial de Federico M. Alcázar, sin precisar destino para su pluma, pero estableciendo que su sustituto sería nada menos que Ignacio Sánchez Mejías:

Son tantos los aspectos desde el punto de vista de la empresa de “El Imparcial” ... que a él iba de crítico el ex torero Ignacio Sánchez Mejías... Federico M. Alcázar, que estaba encargado de la crítica de toros, no pertenece ya al periódico, ocupando su puesto, ya en firme, Sánchez Mejías, y como segundo de a bordo, Alardi, que ya fue crítico taurino de un periódico de Sevilla...

La realidad es que Federico M. Alcázar fue quien sustituyó a Corinto y Oro en La Voz, lo que se anunció precisamente el lunes 20 de marzo de 1933, aunque la crónica  de la novillada, la escribiera José Luis Mayral Corinto y Plata, como era habitual. Igual, Ignacio Sánchez Mejías no fue cronista de El Imparcial, durante el breve tiempo que sobrevivió, se encargó de ella José Quilez.

Así estaban las cosas de lo que unos años después sería llamado el planeta de los toros hace 90 años. Y ahora sí, hasta la próxima semana.

domingo, 19 de febrero de 2023

Detrás de un cartel (XVII)

Se presenta el trianero Rubén Salazar en la plaza de Las Ventas

El mediar de la década de los cincuenta produjo en México, como consecuencia a la aparición de los Tres Mosqueteros una interesante generación de novilleros. Algunos llegaron a recibir la alternativa y caminar más o menos largo en los caminos y veredas que entrelazan las plazas de toros. Otros, por el azar que representan muchas cosas de esta fiesta, prendieron la flama de la esperanza y después se apagaron, fueron, diría mi amigo José de la Luz López, toreros de medio sol, de esos que lo dan todo… y que son, sin duda, piezas importantes en la argamasa que sostiene el edificio de la Historia Universal del Toreo.

Jaime Bolaños, Eliseo El Charro Gómez, Chano Ramos, Heriberto García hijo, José Ramón Tirado, Roberto Ocampo o Américo Garza Romerita son algunos de esos nombres que se ven reunidos en los carteles con uno de los personajes que hoy me piden reclamarles su atención, el torero de nuestra Triana, Rubén Salazar, de quien ya me había ocupado en estas páginas.

Rubén Salazar

Originario de Aguascalientes – del merito barrio de Triana – donde nació el 5 de junio de 1935, a temprana edad se decidió a intentar ser torero y así, se presenta como novillero en la plaza de toros San Marcos el día 1º de mayo de 1951, alternando con Fernando Brand, Pepe Gaona y José Sánchez Joselete, para lidiar novillos de Malpaso. Su debut en la Plaza México fue el 18 de mayo de 1952, alternando con Joselito Méndez y el norteamericano Sam James en la lidia de novillos de Peñuelas

En la misma Plaza México fue uno de los triunfadores de la temporada 1953 y el 9 de agosto torea un mano a mano con Jaime Bolaños y novillos de Pastejé. Ganó el Estoque de Plata disputado en Ciudad Juárez por la temporada novilleril de 1954, lo disputó con José Lara, Carlos Cruz Portugal, Eliseo Gómez El Charro, Heriberto García hijo y Emilio Rodríguez, lidiando novillos de Campo Alegre.

Para el año de 1956 decide hacer campaña española y torea cinco festejos por aquellas tierras, en Barcelona, Barcarrota, Palma, Castellón y Huelva. Su presentación fue en Barcelona, el lunes 7 de mayo de 1956 en una novillada monstruo de 12 toros, con Joselito Clavel, Roberto Espinosa, José Ramón Tirado, Rubén Salazar, Rafael Girón y Curro Girón y novillos en concurso de, por su orden: Alfredo Blanco, María Montalvo, Leopoldo Lamamié de Clairac, Eusebia Galache de Cobaleda, Aurora Lamamié de Clairac, Manuel Arranz, José Matías Bernardos, Hoyo de la Gitana, Alipio Pérez Tabernero, Antonio Pérez de San Fernando, Pérez Angoso y Vizconde de Garci – Grande. La crónica de El Ruedo dice que los novillos iban: Pasaditos de edad y con cuajo y lidia…, Su actuación tuvo por saldo palmas en el de Galache y vuelta tras petición en el de Pérez de San Fernando, que fue premiado como el mejor del concurso.

Para el año siguiente volvió a cruzar el mar junto con Roberto Ocampo, Heriberto García, Chano Ramos, Américo Garza Romerita, y Rodolfo Palafox. Torearía dos novilladas en ese calendario, una en Cartagena, el 8 de mayo, para enfrentar novillos de Miura alternando con José Rodríguez El Pío y Pepe Montero Minuto y la segunda, la que da motivo a estas líneas.

El cartel

Para los días domingo 17 – inauguración de temporada – y martes 19 de marzo de 1957, la empresa de la plaza de toros de Las Ventas anunció dos novilladas. La primera de ellas contemplaba un encierro de don Celestino Cuadri Vides para Luis Díaz, Manuel Blázquez, originario de Medina del Campo, Valladolid y Mario Granero, de Méjico – dice el cartel –. Estos dos últimos nuevos en esta plaza. La segunda anunciaba al riojano Antonio León, al sevillano Ruperto de los Reyes y a Rubén Salazar de Méjico, nuevo en esta plaza, para enfrentar un encierro de El Jaral de la Mira, de Madrid.

La novillada del 17, inauguración de temporada

Poco me detendré en esta novillada, pero habrá que hacer algo parecido a una precisión. Se anuncia a Mario Granero como originario de México. El amigo Horacio Reiba afirma que es guatemalteco y por su parte, Nelson Arreaza lo señala como nativo de la Ciudad de México. La novillada fue un éxito para Blázquez, según narra quien firma como D.L. en la Hoja del Lunes siguiente a la fecha del festejo:

El debutante Manolo Blázquez, de Medina del Campo, se encontró con el mejor novillo de la tarde, y arrancó la primera ovación al lancearlo superiormente de capa. Superiormente, sí; pues no es que torease más o menos quieto y menos o más erguido y ceñido, sino que lo hizo con ese temple y recreo en la suerte que constituye el intríngulis del arte de torear. Magnífica impresión la que causó Blázquez desde que se abrió de capa hasta que vio arrastrar a su enemigo. Porque con la muleta volvió a exhibir esa misma suavidad en la ejecución de los pases, especialmente en los redondos sobre la derecha, que se jalearon entusiásticamente. Al rematar su brillante labor con un pinchazo y una estocada corta – le convendría no dejar muerta la muleta sobre la pierna, sino adelantarla más hacia afuera, para vaciar mejor –, muchos pañuelos pidieron la oreja y todas las manos palmotearon durante la merecida vuelta al ruedo...

El otro debutante, Mario Granero, mejicano, está menos hecho, aunque no menos sobrado de voluntariosa decisión. Lo que mejor hizo, como torero, fue manejar el capote por chicuelinas en dos o tres quites. Con su primer novillo de aceptable condición, se le aplaudió al azteca su valentía al pararse y ceñirse en diversos muletazos con ambas manos, no exentos de buen estilo, y al terminar con una estocada corta.

En el sexto, también sosote y probón en la arrancada, ya no anduvo tan suelto el diestro, aunque tampoco por falta de voluntad, y acabó con un pinchazo, media estocada y un descabello. Tiene valor, apunta detalles y puede ir soltándose a medida que se placee más...

Como se ve, mexicano o guatemalteco, Mario Granero dejó impresión de ser decidido y valiente. No volvió a presentarse en Las Ventas.

El festejo del día de San José

El festejo de la presentación de Rubén Salazar fue accidentado. La manifiesta debilidad de los novillos de El Jaral de la Mira puso de uñas a la concurrencia y nada de lo que se intentó ante ellos fue motivo de una valoración comedida. Benjamín Bentura Sariñena Barico, en el ejemplar de El Ruedo aparecido el 21 de marzo siguiente, reflexiona así:

Así como los primeros efluvios primaverales nos traen las mariposas nuevas, las flores en sueños adivinadas y los furúnculos en pesadillas entrevistos, así la aparición en el ruedo de las Ventas, de reses de la «acreditada» ganadería de Jaral de la Mira trae aparejada una serie de broncas, con el advertido cortejo de gritos y frases más o menos hirientes y los lamentables espectáculos del lanzamiento de almohadillas al ruedo y de frases desagradables a la presidencia y el desdichado final de las detenciones.,, De los cinco novillos que fueron lidiados de Jaral de la Mira, «acreditada» ganadería de Madrid, cuatro estaban cojos y. todos cinco sin poder alguno. Entre los cinco tomaron seis picotazos —no varas — y se cayeron veintidós veces. El de Hernández Pla, lidiado en lugar del sexto de la «acreditada» ganadería de Jaral de la Mira, entró cuatro veces a las plazas montadas y no midió la arena hasta que no fue herido de muerte...

De la actuación de Rubén Salazar, el cronista del ABC madrileño, José María del Rey Caballero Selipe, comenta esto:

El mejicano Salazar no tuvo demasiada suerte en su presentación, debido al enfado del público por la mínima resistencia de las reses: a la que le correspondió en primer lugar la capeó sin fijeza y le suministró adornos al modo de manoletinas con el capote; tomó al bicho con la muleta con doblones, como si se tratara de dominar una pujanza inexistente y prosiguió la faena, aisladamente efectista y siempre pundonorosa, sin sistema de dominio; agotó los pases y verificó el volapié valeroso, aunque no limpio, despenando al enemigo de una estocada corta. Porfió ante la sosería mansurrona del sexto bis, siempre humillado, y volvió con apuros a las arrucinas, que ejecutó también en el tercero; tras tres entradas del estoqueador, de las que resultaron otros tantos pinchazos; y un golpe de verduguillo, puso término a la novillada, sin historia...

Como se ve, las cosas no se acomodaron para que Rubén Salazar obtuviera un triunfo en su presentación madrileña.

Lo que después vino

El torero de Aguascalientes volvería a su tierra y recibiría la alternativa en la plaza de toros San Marcos el 1º de mayo de 1960, de manos de Luis Briones. Poco duraría su andadura en ese escalafón, pues en 1963, una cornada en Ciudad Juárez le partiría el tendón de Aquiles y le limitaría la movilidad del pie derecho, por lo que, sin anunciarlo, en los hechos se despidió de los ruedos.

A partir de allí dirigió su afición a la organización de festejos y a la enseñanza de las artes toreras y fue el instructor titular de la primera Escuela de Tauromaquia que se tuvo en Aguascalientes, llamada Abogado Jesús Ramírez Gámez, esa que organizara Guillermo González Martínez, entonces empresario de las plazas de Aguascalientes y que funcionó en la propia plaza de toros San Marcos en los años ochenta del siglo pasado y en la que contribuyó a la formación de toreros como José María Luévano, Jorge Mora, Pedro Montes, Fabián Barba o César Delgadillo, todos ellos matadores de toros y quienes en la primera etapa de su preparación, pasaron por lo que ha sido la primera escuela taurina formal de Aguascalientes

Rubén Salazar falleció en su tierra el día 15 de diciembre de 2006.

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