domingo, 28 de julio de 2024

27 de julio de 1952: César Girón y Miguel Ortas abren la puerta grande de Madrid

César Girón y Miguel Ortas a hombros
Madrid, 27 de julio de 1952
Archivo Santos Yubero
La temporada en la Plaza de Las Ventas del año 52 del pasado siglo constó de 50 festejos y por escaso margen, la mayoría de ellos fueron novilladas. Cuando los aspirantes a ser matadores de toros despiertan el interés de la afición, que alcanza a percibir en ellos una auténtica entrega, por una razón difícil de explicar, prefiere verlos a ellos. Así, en ese calendario entre otros, se presentaron en la capital española Fermín Murillo, Antoñete, Jumillano y Pedrés por los hispanos; Raúl Iglesias, Carlos González, El Callao, Pepe Luis Méndez, Rafael García y por extensión Antonio Durán – sobrino de El Nili, que aunque nació en Sevilla, se crio e hizo torero aquí en México – entre los nuestros y los venezolanos Joselito Torres y César Girón.

Por esa razón afirma José Luis Suárez Guanes lo siguiente:

Este 1952 es un año de novilleros en Madrid: “Antoñete” apunta sus buenas disposiciones. Miguel Ortas – llamado el torero de la inspiración – tiene dos soberbias actuaciones los días 26 de junio y 27 de julio y César Girón arrolla en su segunda comparecencia, haciéndose con tres orejas, después de haber tenido una presentación gris. Pero la primavera había dado el florecer – después no confirmado – del buen estilo del mexicano Manolo Márquez y del venezolano Joselito Torres... Pero “Jumillano” y “Pedrés” son la pareja que revoluciona el cotarro...

Justamente don José Luis hace referencia expresa a la tarde que hoy me tiene aquí, la de hace 72 años, cuando para lidiar un encierro de Marceliano Rodríguez, se anunció al torero de la calle de General Pardiñas, Miguel Ortas, al venezolano César Girón y la presentación del mexicano Rafael García, anunciado en su paso por las plazas españolas como Rafael García Olmos. La plaza se llenó hasta la bandera, según refleja con brevedad la crónica que escribió don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, para la Hoja Oficial del Lunes de Madrid.

El triunfo de Miguel Ortas

El cuarto toro del encierro titular fue devuelto a los corrales por su manifiesta debilidad y sustituido por un sobrero de Alipio Pérez Tabernero Sanchón, de nombre Pirulero, que fue el que permitió al torero madrileño el mantenerse en la preferencia de la afición madrileña. El nombrado Luis Uriarte, describe así la actuación de Miguel Ortas ante ese toro:

El cuarto, por su cojera, fue sustituido por un toro de Alipio Pérez T. Sanchón; un toro en toda la extensión de la palabra, bravo y noble, pero con muchas facultades y mucho poder. No se asustó Ortas, y, artista como es, y valerosamente, con ganas de triunfar, lo muleteó muy bien sobre la derecha, redondeando algunos pases al natural magníficamente con mando y temple de buen torero; se adornó en otros muletazos de positiva inspiración, que arrancaron nutridos y prolongados aplausos, y tuvo el tropezón de resbalar al entrar a matar, por lo que el estoque no profundizó más de sus tres cuartas, y de no acertar con el descabello hasta el tercer intento, lo que, si no le privó de la oreja, influyó en que algunos protestasen su concesión. El público le hubiese aplaudido más en la vuelta al ruedo si el presidente se hubiera reservado el pañuelo blanco. Parecen paradojas, que, en realidad no lo son. Pero el caso es que Ortas mantuvo y aún acreció su cartel de torero artista…

Giraldillo en su crónica del ABC de Madrid, toma como eje de su narración justamente la divergencia de pareceres en cuanto al otorgamiento de los trofeos en esta señalada tarde:

Para un observador, por imparcial sereno, lo más curioso, y por ello digno de estudio, no estuvo lo que ocurría en el ruedo durante la novillada del domingo, sino en los tendidos: en la pugna entre el número de los que se contentan con casi todo, y la minoría, a quien no satisface casi nada... El hecho que promovió las discrepancias fue la concesión de una oreja a Ortas, en el cuarto novillo, y de dos a Girón, en el quinto, y en la salida de ambos espadas a hombros por la puerta principal del coso...

La unanimidad en las cosas de los toros es algo complicado de conseguir y el resultado del festejo nos deja claro que hay tantas opiniones como cronistas y asistentes a un festejo podamos consultar. En algún otro sitio he sostenido que esta fiesta es abiertamente democrática y este aspecto en el que se impone el criterio de la mayoría, es prueba de ello.

El golpe de autoridad de César Girón

Un par de semanas antes de este festejo, César Girón se había presentado en Las Ventas y había pasado prácticamente en silencio por su redondel. En esta segunda y última tarde en la que como novillero actuaría en la principal plaza del mundo, salió decidido a reiterar el porqué de la nombradía que había adquirido en las distintas plazas de España y Francia desde el año anterior, a partir de su debut con picadores.

Esa tarde se enfrentó a Jocinero, corrido en segundo lugar, al que cortó una oreja y a Perdiguero, número 11, salido en el llamado lugar de honor, un toro al que se le otorgó la vuelta al ruedo a sus despojos, pero que no pudo ser completada por las protestas de la concurrencia. Escribe Antonio Bellón en su tribuna del diario Pueblo:

Al quinto le dieron una casi vuelta al ruedo. Si fue como premio a la presentación y juego de la corrida, puede admitirse, poro creemos que estos honores debían ser ordenados por la presidencia…

De lo escrito por Bellón pareciera que la vuelta al ruedo se la dieron los mulilleros motu – proprio, pero en realidad, en todas las relaciones del festejo, se consigna que la presidencia sí la concedió. La actuación de Girón ante este toro, es descrita así por El de Tanda:

Lo veroniqueó bien, lo banderilleó con tres pares de brillante ejecución, aunque cayeron algo bajos, y lo muleteó extraordinariamente toreando... eso: toreando. ¡Como se debe torear! Ya saben ustedes como lo explican los cánones; pues así. Hubo algunos redondos con la derecha, para terminar con un cambio de mano y rematar con el de pecho sobre la izquierda de soberbia factura. Al iniciar un natural sufrió una asustante cogida – asustante para los espectadores, no para él – y, tras de un pinchazo, otra no menos aparatosa al dar una estocada de fulminantes efectos, El momento fue de esos emocionantes, que sólo se registran en nuestra fiesta de toros. Girón cortó las dos orejas, dio la vuelta al ruedo y todavía está oyendo aplausos. O es que aún nos resuenan a nosotros en los tímpanos…

Por su parte, Antonio Bellón relata lo siguiente:

…en el quinto llegaba el gran triunfo, claro y diáfano para todo el mundo. Huidillo de primeras, el toro se crecía con el castigo, y César se agigantaba con el capote, y en su banderillear – correcto, y buen peón, Guillermo Martín, al cederle los palos desmonterado – con todas las ventajas para el toro. Un par con cite, arrojando la montera, fue de maestro… La faena de muleta fue a más y a más. Comenzada con un torero cambio de citar con la muleta como trinchera y rematar al natural, César, en la primera parte de su trabajo, fijaba al toro, que no era una malva, y por ello fué cogido el espada y trágicamente volteado al ser prendido por la faja, hasta romperse ésta. La voltereta envalentonó más a César, y sin perder su temple y mando, ovacionado apoteósicamente por la multitud, cuajaba pases precisos y preciosos y volcaba la Plaza a su favor en aclamaciones continuas y entusiasmadas. Pinchó en lo alto. Fue cogido y zarandeado al dejar un volapié. La plaza, nevada de pañuelos pidió una oreja, luego otra, y en una vuelta al ruedo con los sangrantes triunfos en las manos, César Girón rendía la fuerte Plaza de Madrid, se la guardaba en el bolsillo izquierdo de la casaquilla junto al corazón, y para todos los que creyeron y los que dudaron, era un matador de toros de fuste…

Las narraciones coinciden en que la obra del torero venezolano fue de las que dejan huella en la afición y en la historia, y sobre todo me llama la atención la de don Luis Uriarte, que define con brevedad las razones de su triunfo: lo consiguió toreando, así sin más adjetivos, cosa que hoy parece muy lejana y difícil de lograr.

La presentación de Rafael García

A nuestro paisano le tocó el lote más complicado de la corrida, formada por Jolín y Lavandero, los dos novillos de menores posibilidades. Abrevió en el tercero, que fue debilucho y ante el sexto, las lecturas dejan ver que no se acomodó. Sigue contando Antonio Bellón:

García Olmos, entre la preocupación natural de su salida a Madrid, y su lote, no suave, y el ser no novillos, sino toros para un torero poco placeado, hizo que estuviese hábil y breve, y en un día más tranquilo y adecuado se verá la valía de este mejicano, ayer ante una dura y difícil papeleta…

Por su parte, con mayor extensión, refiere El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes:

Del debutante mejicano, Rafael García Olmos, poco se puede decir. Empezó veroniqueando bien, pero no pudo sacar partido de un bicho que apenas si se tenía en pie, y se limitó a despacharlo de una estocada, lo que no agradó a la gente. Blando el sexto novillo, con menos casta que sus hermanos, Olmos, que, al parecer, necesita del toro que se le vaya encima, porque tiene el defecto de no aguantar la embestida, tampoco acertó a dominar la situación, y el respetable le manifestó su desagrado cuando concluyó su labor con una estocada corta tendenciosa y un descabello al tercer intento…

Como podemos ver, la fortuna no estuvo al lado de nuestro paisano el día de su presentación en Madrid. 

La crítica a las salidas en hombros

Al final del festejo, César Girón y Miguel Ortas fueron sacados en hombros de la plaza, por la Puerta de Madrid, por grupos de capitalistas. Aunque Antonio Bellón en Pueblo y Benjamín Bentura Barico en El Ruedo parecen estar conformes con los trofeos concedidos, por su parte Manuel Sánchez del Arco Giraldillo en el ABC madrileño y don Luis Uriarte El de Tanda en la Hoja Oficial de Lunes, se pronuncian en sentido contrario:

Escribe Giraldillo:

El hecho que promovió las discrepancias fue la concesión de una oreja a Ortas, en el cuarto novillo, y de dos a Girón en el quinto, y en la salida de ambos espadas a hombros por la puerta principal del coso... Ni lo uno ni lo otro representa ya gran cosa como hecho, a fuerza de repetido, aun cuando se produzcan con unanimidad. Acaso, lo mejor para Ortas hubiera sido la petición de oreja y la ovación; y para Girón, una oreja solamente... Ni alegrías de verbena, ni gravedad de tribunal...

Y por su parte, El de Tanda, lacónicamente, para cerrar su crónica, pregunta:

Como final, un ruego: ¿por qué no le echan un cerrojo a la puerta grande? …

Así estaba el patio hace 72 años… Y creo que no hay mucha diferencia con lo que hoy sucede.

Lo que después vendría

Curiosamente, sería Rafael García el primero de la terna en recibir la alternativa. Julio Aparicio en presencia de Curro Ortega – también mexicano – lo investiría matador de toros el 14 de septiembre de ese mismo 1952 en Barcelona, cediéndole los trastos para despachar al toro Clavellino del Vizconde de Garci – Grande.

El siguiente en doctorarse sería César Girón, quien, en el cierre de la Feria de la Merced, dos semanas después, el 28 de septiembre, recibiría los trastos de manos de Carlos Arruza, que se despedía de la afición barcelonesa, en presencia de Agustín Parra Parrita, para despachar al toro Farolillo de don Antonio Urquijo.

Por su parte, Miguel Ortas regresaría a torear todavía otra novillada a Madrid en julio del siguiente año y recibiría la alternativa en Linares el 28 de agosto de 1953, cuando el gran Domingo Ortega y atestiguando justamente César Girón, le elevó al grado de matador de toros, cediéndole al primero de los de Fermín Bohórquez lidiados en esa tarde.

De la terna de la novillada que hoy trato de comentar, la figura indiscutible de los ruedos sería sin duda, César Girón, cabeza de una importante saga de toreros venezolanos, y durante dos décadas paseó esa dignidad por las principales plazas de todo el llamado planeta de los toros.

César Girón falleció en un accidente automovilístico en Venezuela el 19 de octubre de 1971; Rafael García murió por causas naturales el 3 de julio de 2005 en Querétaro y Miguel Ortas, también por causas naturales el 14 de julio de 2022, en las cercanías de la Ciudad de México, donde estuvo avecindado desde el año de 1954.

Aviso parroquial: Los resaltados en las crónicas transcritas son imputables únicamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 21 de julio de 2024

20 de julio de 1913: Presentación de la ganadería de Garabato en El Toreo de la Condesa

Hierro y divisa de Garabato
Al menos en el caso de Aguascalientes, en el siglo XIX y aún antes, las haciendas o fincas ganaderas tuvieron en sus hatos ganado que braveaba, aunque su finalidad productiva no fuera la crianza del toro de lidia. Aquí y en los alrededores era frecuente ver anunciados toros de las haciendas del Pabellón o de San Nicolás de la Cantera y ya en la puerta del siglo XX, se vieron anunciados en la Plaza del Buen Gusto, toros del Garabato, procedentes de la hacienda que lleva el muy taurino nombre de San Isidro Labrador, ubicada al Noroeste de la ciudad capital de Aguascalientes.

Esta finca fue en esos días propiedad de don Luis Aguilar, quien la transmitió, seguramente por herencia a su hija María, casada con don Celestino Rangel, nativo a su vez de la hacienda de Ciénega Grande. Éste último era aficionado a la fiesta de los toros y es quien da el viraje definitivo a la vocación de Garabato, derivándola ya en definitiva a la crianza del toro de lidia.

La primera novillada de concurso

En el año de 1913 una empresa a la que la prensa de la capital mexicana se refiere como Empresa Madrid, aprovecha el parón del verano para ofrecer una serie de cuatro novilladas de concurso, a las que hoy en día llamaríamos de selección en búsqueda de nuevos valores para animar una temporada de festejos menores que por lo visto no había tenido buenos resultados y buscar a quienes pudieran ser las figuras del futuro, entendiendo que la única manera de sacar toreros es poniendo a los muchachos a torear.

Así, el primero de esos festejos se anunció para el 20 de julio de 1913, con seis novillos de Garabato para Ignacio Ezpeleta Ezpeletita, José Amuedo, Sebastián Suárez Chanito, Francisco Berea Camiserito, José Carrasco Carrasquito y Manuel Ríos Jerezanito, todos debutantes, así como la ganadería, que también hacía su presentación en la capital mexicana.

Para la ocasión, don Luis Aguilar envió a la capital ocho ejemplares, que Don Calixto, en su crónica publicada en el diario El País de la capital mexicana, describe de la siguiente manera:

Primero. – Castaño tostado, grande, feo, quedadote y con su miajita de nobleza... Segundo. – Castaño obscuro, pequeño, sacudido de carnes y con aquello en la cabeza... TERCERO. – Castaño, grande, con cuernos de ciervo... al sentir el hierro, huye como alma que lleva el diablo... Al corral... Sustituto. – Castaño, bragao, albardao, corniveleto, grande y de pitones kilométricos... Cuarto. – Castaño, grande, bien criado, apretado de cuerna y nervioso... Quinto. – Muy bonito, pero manso de solemnidad, al corral... Substituto. – Castaño, grande, con unas perchas hasta allá y con pinta de manso... Sexto. – Una ardilla color castaño, feo, con cuernos en leche y pegajoso para los capotes...

Como podemos ver, el encierro de Garabato tuvo por seña el que fue de pelos bermejos o colorados en su totalidad, cuestión que era en esa época, característica del ganado criollo que braveaba. Y por el otro lado, la indefinición en el juego que dieron como cualquier ganadería en ciernes. Prudente es tener en cuenta que en aquella época se juzgaba a los toros por su comportamiento en la suerte de varas, pero se advierte de la breve descripción de Don Calixto, que algunos ejemplares fueron nobles y que en lo general el encierro estuvo bien presentado.

El juicio que hace Pata Larga en el periódico capitalino El Diario del día siguiente al del festejo acerca de la novillada de Garabato, es el siguiente:

Los toros enviados por el señor Luis Aguilar no fueron parejos en presentación, y aunque de escaso poder, cumplieron mejor que los de la “Encarnación”, que los de la famosa “Trasquila”, que los del “Pabellón”, etc… Hubo dos que volvieron al corral, uno condenado a fuego y cinco que resultaron más blandos que la mantequilla, pero bravucones para la gente de a pie, sin resabios y acudiendo al percal o al trapo rojo cuando se les presentaba por delante…

Voy a insistir, el baremo era la suerte de varas, pero actualmente quizás se diría que fueron buenos para el torero.

La actuación de los diestros

Al final del festejo se libraron de la quema Ezpeletita, Amuedo y Chanito, quienes fueron los que mostraron menos limitaciones ante los astados. Un jurado cuya integración no se reveló en las crónicas, los seleccionó para participar en el tercer festejo junto con los tres triunfadores del que se celebraría el domingo 27 de julio. Pelongo, escribiendo para El Imparcial, expresa:

El jurado acordó su voto a “Ezpeletita”, Amuedo y “Chanito” para que después de la corrida del domingo próximo, en que torearán en competencia tres matadores mexicanos, compitan a su vez con los que queden victoriosos... El fallo del jurado fue acogido con general beneplácito, pero por la noche, uno de los novilleros no agraciado con el voto, decía en un corrillo de toreros: "No hay justicia, a mí se me debía haber seleccionado; pero, ¿Cómo va a ser justiciero un jurado en que están un escritor festivo, que todo lo toma a guasa, y en el que no faltaba... ni el Judas del apostolado?

Por su parte, el ya citado Pata Larga, en El Diario, refiere:

De los seis matadores de novillos que tomaron parte en el concurso, los que sobresalieron fueron “Ezpeletita” y “Chanito”, resultando una completa nulidad el “Camiserito”, que fue bautizado por el público como “El Chancleta”, por haber tirado una zapatilla al ser perseguido por uno de los “jaquetones” del “Garabato” y más que nulidades “Carrasquito” y “Jerezanito” ...

Esos festejos de selección a veces resultan ser una verdadera lotería, pero también, a veces, no hay otro método mejor para dar oportunidades a toreros principiantes.

El devenir de los toreros

Ezpeletita, gaditano, recibió una alternativa en Puebla, de manos de Reverte Mexicano. Sus hijas Pilar y Paquita fueron bailaoras de flamenco formando un cuadro conocido como Las Canasteras de Triana. José Amuedo, también de Cádiz, recibió la alternativa el 3 de junio de 1923 en Tarragona, de manos de Saleri II y con José Flores Camará de testigo, con toros de Peña y Rico. Y, Sebastián Suárez Chanito, de la Isla de San Fernando, recibió la alternativa en México, mano a mano con Vicente Pastor el 4 de enero de 1914 y la confirmó en Madrid al año siguiente de manos de Juan Silveti.

De Camiserito, Carrasquito, y Jerezanito, no encontré información que indicara que caminaron largo por el llamado planeta de los toros.

Garabato

A partir del año 1932 se hace cargo de la ganadería don Celestino Rangel Aguilar conocido como El Tato Rangel, quien fue un personaje llamativo y pintoresco en nuestra fiesta. Vestía siempre el traje de charro y llevaba, como debe ser, una pistola al cinto, a la que festivamente, don Arturo Muñoz La Chicha, nombraba Doña Genoveva. Él fue quien se encargó de empadrar y seleccionar los ganados llegados de Malpaso al final de la década de los veinte, cuando esa ganadería zacatecana se liquidó y pasó en su mayoría a la propiedad del general Anacleto López, pero que también llegó en parte a Aguascalientes vía Garabato; y también a lo que posteriormente sería Santa Rosa de Lima, lo originalmente llamado Albarrada propiedad de Eduardo Margeli y Antonio Casillas, después Armillita Hermanos y a lo que fue del coronel Pablo Baranda.

Esos ganados traían cruces con toros de Saltillo, Murube, Concha y Sierra, Veragua y Otaolarruchi. Una mezcla a la que mínimamente podemos calificar como explosiva. La labor de selección tenía que ser muy escrupulosa y precisa para obtener productos adecuados, por lo que comenzó a hacer cruces con toros padres de San Mateo y Piedras Negras.

También adquirió uno de los eslabones perdidos de la historia genética de la ganadería mexicana, un toro de los herederos de Vicente Martínez que originalmente importó don Miguel Dosamantes Rul para Peñuelas, un negro mulato, número 27, llamado Terciopelo. Le contó Calesero al doctor Alfonso Pérez Romo:

Mi hermano Jesús era entonces empresario de la Plaza de Toros San Marcos y había pensado para mi despedida novilleril un mano a mano con Juan Estrada. Por aquel entonces, Juan Estrada y yo éramos la pareja más interesante de la baraja en México. Fuimos a Garabato a ver la novillada, propiedad del ganadero Celestino Rangel “Tato”; aquellos animales eran el primer producto de un semental de don Vicente Martínez que trajo de España don Miguel Dosamantes, y que después de padrearlo unos años en Peñuelas, se lo vendió al “Tato”...

Esa es una gota más que hizo a Garabato una ganadería única, por la indudable mezcla de sangres que llevó.

Una reforma agraria mal entendida redujo casi a la nada la superficie territorial en la que se podían criar los toros de Garabato. Durante muchos años el Tato Rangel tuvo que arrendar subrepticiamente a los ejidatarios las tierras que le fueron expropiadas para seguir criando sus toros.

Pese a ello, Garabato logró presentarse en la Plaza México con una novillada el domingo el 3 de junio de 1973, misma que lidiaron Adolfo Guzmán, José Manuel Montes y Artemio Becerril en el segundo festejo de ese ciclo novilleril, apenas unos meses después de que El Tato Rangel falleciera y que su hija Rosalinda se encargara de los destinos de la ganadería. 

Al paso del tiempo, otros hierros de la región adquirieron actualidad y por ello, su presencia en los carteles dejó de ser frecuente, tanto que más de un autor la señala en sus obras como extinta. Sin embargo, hoy en día se reconstruye la base ganadera de Garabato a partir de simiente de Puerta Grande – antes ingeniero Mariano Ramírez – y está a cargo de esa tarea el joven abogado Hiram Íñiguez Rangel, que ya representa a la quinta generación de criadores de ganado de lidia en la hacienda de San Isidro Labrador, por más señas Garabato, en Aguascalientes, México.

domingo, 14 de julio de 2024

16 de julio de 1965: Gregorio García se despide de los ruedos en Lisboa

Gregorio García, originario de la Hacienda de Santo Domingo en San Luis Potosí se había presentado como novillero en Torreón el 9 de junio de 1935, después de que el 17 de marzo anterior se le tirara de espontáneo a Heriberto García. Y así se le anunció, como el espontáneo de Heriberto. Eso le permitió ir hilvanando una serie de actuaciones que le consiguieron su presentación en El Toreo de la Condesa el 1º de agosto de 1937, fecha en la que le cortó el rabo al novillo Rompegalas de don Carlos Cuevas y que había brindado a don Rodolfo Gaona. Esa campaña actuaría en once tardes en la principal plaza de México.

Seguiría en las filas de la novillería hasta el año de 1943, siendo compañero de diversas generaciones de toreros de las que salieron Paco Gorráez, Calesero, Silverio Pérez, Carlos Arruza, Cañitas, David Liceaga, Ricardo Torres – estos dos recuperando sus alternativas – Antonio Velázquez o Luis Procuna. Sumó en total veintinueve novilladas en la capital mexicana, siendo la última el 24 de octubre de ese año del 43, realizando, refiere don Heriberto Lanfranchi, una dramática faena a un novillo Pelucho de don Juan Aguirre, al que le cortó el rabo.

La primera corrida de la temporada 1943 – 44 fue la de la alternativa de Gregorio García. Lo apadrinó Jesús Solórzano al cederle al toro Alcoleano de Santín en presencia de Luis Castro El Soldado el domingo 5 de diciembre de 1943. El toricantano dio la vuelta en ese y le cortó la oreja al sexto Vigilante.

Gregorio García y Portugal

En el año de 1944 Gregorio García hace su primera campaña europea. Se presenta el 21 de agosto en San Sebastián en España, pero es en ruedos portugueses, principalmente en Lisboa, en donde adquiere la calidad de figura. Su presencia en las temporadas de la capital de Portugal era indispensable y me atrevo a afirmar que los tres toreros mexicanos que han causado la mayor impresión en esa afición son José González Carnicerito, Carlos Arruza y el propio Gregorio. Los tres que combinaron la expresión dramática del valor ante los toros y que lucieron como pocos, en el segundo tercio. 

Se afirma que Gregorio García sumó la friolera de 48 tardes en la plaza de Campo Pequeno. Cuestión de rastrear cada una de ellas, pues de ser así, sería uno de los diestros, en toda la historia del toreo que más ha actuado en ella y que, en el actual estado de cosas, difícilmente podría ser alcanzado. Aparte, su aproximación con la afición lusitana le convirtió en un pionero del marketing taurino, porque en esos días de hace ocho décadas, en Portugal había líneas de ropa para caballeros que llevaban como marca la de Gregorio García, aprovechando la apostura natural del torero de San Luis Potosí.

Por esa razón le fue ofrecida o quizás pidió Gregorio y le fue aceptada su solicitud, la despedida de los ruedos en Campo Pequeno y se programó para la noche del martes 16 de julio de 1965, en un festejo en el que los caballeros en plaza José Ataide y Joao Branco Nuncio tendrían a su cargo la parte ecuestre del festejo, en tanto que, a pie, actuarían el propio Gregorio y el diestro lusitano Amadeo dos Anjos, todos ante toros de Fernando Sommer de Andrade.

Las despedidas de los toreros tienen de suyo un sabor agridulce, pero en el caso de esta de Gregorio García llevó por añadido el dolor de las lesiones que dejan los toros, que para esta ocasión no fueron los de una corrida a modo. Ya con 50 años de edad, acusó los efectos de la falta de sitio y seguramente los estragos de la vida alegre por la que también era conocido. Escribió El Terrible Pérez para el Diario de Lisboa:

Gregorio García volvió anoche a encender Campo Pequeno, como tantas veces antes, ayer por la noche en la despedida que Manuel dos Santos le proporcionó para su beneficio y satisfacción. Beneficio tuvo, pero satisfacción apenas obtuvo de las ovaciones que se llevó al partir plaza y en las vueltas finales, pletóricas de palmas cariñosas y flores de nostalgia. El torero que, en su tierra, recientemente, tuvo una despedida triunfal, sufrió una aparatosa cogida y fue pisoteado por su primero al esbozar los primeros lances, siendo llevado a la enfermería. Sacó contusiones en la cabeza, y en un hombro, se pensó no regresaría al ruedo, pero quiso hacerlo en su segundo toro. Visiblemente lastimado, intentó estirarse en algunos lances de capa y pases de muleta, pero volvió a ser cogido y con dificultad pudo simular la muerte de su último toro…

El torero mexicano sacó fuerzas para apenas cumplir su compromiso, aunque estuviera seriamente limitado por sus lesiones, pero en esa última tarde, ya fue solamente una sombra del torero que dos décadas antes fue un ídolo para la afición lisboeta, que, guardando un buen recuerdo de él, llenó la plaza para verlo actuar allí por última vez.

La despedida en México

Un par de meses antes, el 1º de mayo, Gregorio García había toreado su última tarde en la misma

plaza en la que se presentó vestido de luces, en Torreón. Alternó con nuestro Pepe Luis Vázquez y con Mauro Liceaga en la lidia de toros de Santoyo. Fue, de acuerdo con las crónicas, una tarde pasada por agua, pues en las inmediaciones de la hora de la corrida, cayó un fuerte aguacero, pero eso no mermó la entrada a la plaza, que como en Lisboa, también se llenó. Gregorio tenía ese algo que convierte a los toreros en ídolos y los hace llevar a la gente a las plazas.

Don Guillermo V. Zamudio, cronista titular del diario El Siglo de Torreón

 escribió una muy sentida crónica de ese festejo, de la que extraigo lo siguiente:

La tarde se vistió de tristeza y el cielo comenzó a llorar... y Gregorio hizo el milagro de abarrotar la plaza a pesar del fuerte aguacero que a la hora del festejo se abatió, extraordinariamente, sobre la ciudad... El público, “su” público, quería verlo por última vez aquí, en el ruedo de donde salió una tarde para pasear por las plazas de la Madre España, de Portugal, de Sudamérica, de México entero, su aristocrática y señorial figura, su clase, su categoría, su nombre... El de su despedida se llamó “Garabato”, negro zaino, corniabierto, marcado con el número 12, apretado de carnes y bien cubiertos los riñones, 490 kilos en la romana... un señor toro, bonito de estampa y con una fuerza extraordinaria, se arrancaba de tercio a tercio y Gregorio se fue a él... Tres varas y prodigando los tumbos, recibió el de Santoyo... al quite, Gregorio García que nos enseñó la hermosura del Quite de Ortiz por las afueras... todavía se escuchan los aplausos... Cambia el tercio y Goyo coloca dos pares de antología, uno al cuarteo y otro de poder a poder... Faena buena de verdad... faena en la que Gregorio hizo mucho, pero mucho más de lo que estaba obligado a hacer... un pinchazo y una estocada para terminar... estocada muy buena que le premian con la oreja de su enemigo... vueltas al ruedo solo, acompañado de los diestros alternantes, del empresario Mario (Chopera) Hamdam, del ganadero... Música, ovación fuerte y “Las Golondrinas” que se humedecen con el llanto que brota en las pupilas y se hace nudo en la garganta... También los hombres lloran... y Gregorio lloró...


Se puede apreciar con esta descripción la diferencia que hace la suerte de varas en la lidia del toro. Su juego se atempera y resulta menos complicada la faena en el último tercio. Y vuelvo a insistir en que, porque los toros no mueren a estoque en los ruedos portugueses, nos induce a pensar que lo que se hace ante ellos tiene menos mérito que cuando se hace ante los toros que mueren en el ruedo. Y de la misma forma, soslayamos que en los festejos a la portuguesa no hay picadores, que el toro llega casi entero al tercio final, y poder con ellos, tiene un mérito indiscutible. Aquí tenemos la prueba de lo que puede suceder en uno y otro caso.

Un reproche final

Hace unos seis años pude conocer la plaza de Campo Pequeno y el museo taurino que tiene anexo. Tiene algunas piezas muy interesantes en sus colecciones, pero de manera curiosa no hay allí mención o recuerdo alguno de Gregorio García o de alguno de los toreros de nuestra Edad de Oro, quienes entre 1936 y 1944, enriquecieron las temporadas de esa plaza al no poder actuar en ruedos hispanos. Los únicos cartelillos de mano que observé exhibidos, fueron uno en el que se anuncia una actuación de Juan Espinosa Armillita y otro muy posterior, donde se anuncia al rejoneador Gastón Santos. Creo que al menos Gregorio, con la estatura de ídolo que allí tuvo, merece al menos una mención en ese sitio.

domingo, 7 de julio de 2024

Relecturas de Verano XIII

Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral

Doxa versus episteme

La obra de la doctora Fernanda Haro Cabrero nos presenta lo que considero un puntual diagnóstico del por qué de muchas de las situaciones que vive actualmente la fiesta de los toros, encontrando que bastantes de las dificultades que hoy vive derivan del enfrentamiento dialéctico que de lo que en la filosofía se llama Doxa y Episteme.

De acuerdo con la obra de Platón doxa (δόξα) resulta ser conjetura, fe o creencia; en tanto que episteme resulta ser un conocimiento de naturaleza científica, aunque limitado al mundo de las ideas. Antes, Parménides de Elea hablaba del conocimiento obtenido por medio de la doxa o por vía de la opinión y lo distinguía del conocimiento obtenido por la vía de la experiencia a la que calificaba como vía de la verdad. También calificaba a la doxa como fama o gloria que obtenían aquellos cuyas palabras en el Ágora van más rápidas que su pensamiento…

Pues, en Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral, la doctora Haro Cabrero nos revela que tanto entre quienes pretendemos la permanencia de la tauromaquia, como entre aquellos que pretenden abolirla, una importante parte de la argumentación que se presenta está sostenida en mera doxa, en opiniones que se repiten, a veces ad nauseam, como si fueran verdaderos artículos de fe, cuando en realidad, son únicamente meras opiniones de personas, algunas de ellas con autoridad intelectual, pero opiniones al fin y al cabo.

Y nos señala ejemplos. Entre los nuestros, encuentro extraordinario el análisis que hace de la trillada expresión de Federico García Lorca, expresada en una entrevista, la última de su vida, aparecida en el diario madrileño El Sol del día 10 de junio de 1936, cuando dijo a su amigo, el caricaturista Lluis Bagaría aquello de que creía que en ese momento la fiesta de los toros era la más culta que había en el mundo… La expresión completa de Lorca es la siguiente:

Creo que los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo. Es el drama puro, en el cual el español derrama sus mejores lágrimas y sus mejores bilis. Es el único sitio adonde se va con la seguridad de ver la muerte rodeada de la más deslumbradora belleza. ¿Qué sería de la primavera española, de nuestra sangre y de nuestra lengua si dejaran de sonar los clarines dramáticos de la corrida? Por temperamento y por gusto poético soy un profundo admirador de Belmonte...

Doxa… Esa era, en ese día, la opinión personal del poeta de Fuentevaqueros, lo que él personalmente creía y que a fuerza de ser repetido después de manera incesante que él lo afirmó esa señalada fecha, hoy se ha convertido, para una gran mayoría, en una verdad casi inmutable.

La revisión de la cita en su integridad lleva a la autora a cuestionar el verdadero alcance de la expresión. En primer término, nos deja claro que se trata de su particular manera de ver las cosas, el verbo creo, es fundamental para así entenderlo. Y posteriormente, hay una referencia temporal, pues sitúa su opinión justamente en el momento que está viviendo. Si Lorca hubiera tenido la ocasión de llegar a viejo, podría haber sido cuestionado acerca de esa afirmación, pero esta se quedó congelada en el tiempo, porque un par de meses después, sus días concluyeron.

Entonces, uno de los principales argumentos al uso para intentar la defensa de la permanencia de la fiesta, resulta ser, en su origen, una afirmación relativa, a pesar de que hogaño se le quiera dar la apariencia de uno de los dogmas absolutos que rigen esta actividad humana. 

Y así nos va desmontando la doctora Haro Cabrero otras afirmaciones y sentencias sobre las que nuestro optimismo sobre la sobrevivencia de la tauromaquia descansa y que son meras opiniones o creencias – consejas populares, diría yo – que poco o nada aportan a un debate que ya ha pasado a un estadio superior.

Pero si entre nosotros las cosas descansan sobre terreno cenagoso, en el otro equipo las cosas no están mejor. Allí es quizás donde la obra que trato de comentar revela los mayores desequilibrios, porque la doxa de los abolicionistas ya no es, a mi juicio, fundada en opinión o creencia. Ha llegado al peligroso extremo de convertirse en un verdadero fanatismo.

Por una parte, la goebbeliana repetición de historias de esas que a veces se afirman rescatadas de los entretelones de la fiesta, han servido para señalar a quienes son profesionales de ella, como una verdadera panda de sádicos que abusan de animales indefensos, que han sido minimizados en su integridad o en su posibilidad de defenderse antes de salir al ruedo y así podemos ver que en casi todo panfleto que circula en contra de la tauromaquia, esas historietas acerca de nublar la vista de los toros o de atentar en alguna forma contra su posibilidad de embestir con toda su fortaleza, se repiten con puntos y comas.

Luego está la teoría de que el toro de lidia es por su naturaleza un animal pacífico que desde su edad más tierna es entrenado y hostigado para que aprenda a pelear en las plazas. Y todo ese cúmulo de ideas que solamente derivan de la transmisión oral de mentiras y falacias de hechos que quizás ocurren, pero no en la forma que se intentan comunicar. En estos días en los que la información circula de manera instantánea, en tiempo real, es muy fácil impactar con ella si se tiene un grupo de fieles seguidores dispuesto a consumirla.

Pero todas esas afirmaciones carecen de la naturaleza de ser conocimiento, son, mera doxa, y en este caso particular, opiniones llevadas al extremo, decía al principio, a fuerza de ser repetidas una y otra vez, de ser convertidas en verdaderas creencias, casi en artículos de fe para quienes las defienden, aún con representaciones que por lo estridentes que son, merecen desde mi punto de vista, el calificativo de warholianas

Subestimando al adversario

Ligado a los conceptos anteriores, la doctora Haro Cabrero nos señala atingentemente que, en el desarrollo de toda esta trama de ataques contra la fiesta de los toros, quienes tenemos afición por ella hemos subestimado a los que pretenden abolirla.

Reconoce que somos, dentro del conglomerado social, una minoría, y agregaría yo que los abolicionistas son otra, aunque mejor organizada, con mejores canales de comunicación, con una definitivamente mejor conciencia de la finalidad que persiguen y evidentemente con acceso a recursos, aparentemente ilimitados de procedencia hasta ahora no aclarada.

La posición de la afición a los toros en este aspecto se relaciona con una de las ideas preconcebidas acerca de su subsistencia, aquella que reza que la fiesta se defiende sola, que ha propiciado que, aunque la finalidad de todos los aficionados sea la permanencia de la tauromaquia, los esfuerzos y las actividades para mantenerla, sean fraccionados y regionalizados. Y también suponemos que hay quienes tienen la responsabilidad activa de resistir los embates de los abolicionistas, en tanto que quienes acudimos a los tendidos, solamente cumplimos con hacerlo.

Los abolicionistas se han aprovechado de esa falta de cohesión entre la afición y han penetrado entre las grietas que eso genera. Eso también lo refleja la obra de la doctora Haro Cabrero, señalando que es importante la reagrupación de todas las fuerzas para presentar en definitiva un frente unido que pudiera enfrentar los cada vez más frecuentes embates que se estarán presentando en su contra en el futuro.

Decía líneas arriba que los que se oponen a la tauromaquia están muy bien avituallados en lo económico. En más de alguna ocasión he podido comentar este punto a quienes se encargan de la defensa de los asuntos en los días actuales y les he sugerido tirar de la manta por ese lugar. El silencio ha sido mi respuesta. ¿Por qué hay un aparente temor a destapar esa situación?

Animales y derechos

También se trata en la obra el asunto de los derechos de los animales, de la supuesta o presunta Carta de los Derechos de los Animales, que unos grupos afirman fue aprobada por la UNESCO y otros, que por la mismísima Asamblea General de la ONU. La realidad es que, como lo revela la doctora Haro Cabrero, ese documento que quizás exista, no obra en los archivos de ninguna de esas organizaciones internacionales y mucho menos ha sido discutido y analizado por sus asambleas generales. Es otra mentira que se ha convertido en verdad a fuerza de repetirla incesantemente.

Afirmo de manera tajante: los animales no tienen y no pueden tener derechos. Para ser titular de un derecho, es necesario tener la capacidad, primero, de poder asumir el o los deberes que le son correlativos y después, como dice el profesor Javier Hervada en sus Cuatro Lecciones de Derecho Natural:

El animal no es capaz de poner una decisión original suya, o sea, no dependiente del juego de instintos y leyes naturales dados a su ser... El acto libre es sólo propio de la persona, dueña de su ser en tanto capaz de actos originales suyos, que proceden de su decisión. El acto humano, dentro del ámbito de conductas que nos interesan, está trascendido de libertad: es un acto libre...

Es decir, para tener derechos se requiere libertad de decidir. Los animales no deciden, responden únicamente a sus instintos. Lo que sí tienen los animales, como expresa con tino la profesora Adela Cortina, es valor y como seres vulnerables que son tenemos hacia ellos obligaciones morales de cuidado y responsabilidad. (Las fronteras de la persona. El valor de los animales, la dignidad de los humanos”).

Y es que los llamados derechos humanos – todos los derechos son humanos – son anteriores a la voluntad de cualquier legislador. No es lo mismo reconocer un derecho, que concederlo. El reconocimiento implica solamente la aceptación de la existencia de algo anterior. La concesión implica un acto de magnanimidad que se otorga por la gracia del que tiene el poder y que, en otro espacio temporal y político determinados, pudiera retirarse. Dar derechos así, es además de peligroso, demagógico.

Un par de notas finales

Primero, una digresión terminológica. Taurino es aquel que tiene intereses dentro de la fiesta. Aficionado es quien tiene interés en la fiesta, pero sin tener intereses dentro de ella. Yo creo que me ubico en esa segunda definición.

Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral es una obra que todo aficionado a los toros o aspirante a serlo, debería leer ya, pues en sus páginas, la doctora Fernanda Haro Cabrero expone con claridad y de manera concisa el estado actual de las cosas y propone algunas interesantes alternativas para tratar de superar las actuales vicisitudes. El estilo literario que tiene la obra es fluido y no es una obra para iniciados que requiera tener un diccionario de autoridades en la mesilla de al lado, además de tener la gran virtud de que una vez que se empieza, le cuesta a uno interrumpir su lectura. Léanlo, no quedarán decepcionados.

Referencia Bibliográfica: Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral. Soluciones a la dialéctica de lo taurino desde la ciencia, la razón y la evidencia”. – Fernanda Haro Cabrero. – Editorial Almuzara. – 1ª edición, Córdoba, 2024, 134 páginas, con viñetas en blanco y negro. – ISBN 978 – 84 – 10521 – 24 – 7.  

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