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domingo, 25 de febrero de 2024

29 de febrero de 1948: Antonio Velázquez obtiene el Estoque de Oro en el Toreo de Cuatro Caminos

Antonio Velázquez
La temporada 1947 – 48 sería la primera en varias décadas en la que la capital mexicana la vería dividida en dos plazas de primer orden, porque a partir del 23 de noviembre de 1947 entraría en funcionamiento el Toreo de Cuatro Caminos, plaza que sería manejada por don Antonio Algara, quien se había encargado de la temporada grande concluida a principios de ese año, pero en la Plaza México, misma que quedaría en manos del político chihuahuense Tomás Valles, quien el año anterior terminó su gestión como Diputado Federal y buscaba un escaparate para mantenerse en la mirada pública, tanto así, que también se volvió criador de reses de lidia.

Esa temporada se tendría que realizar sin el concurso de toreros hispanos, pues casi al cierre de la campaña anterior se produjo una nueva ruptura de las relaciones taurinas, cuando un grupo de toreros de allá que no hicieron campaña en nuestras plazas, destacadamente, Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Juan Belmonte Campoy, quienes invocando falta de reciprocidad, dieran por terminado el convenio.

Así, la formación de los elencos requeriría una gran dosis de imaginación y de trabajo. Escribe Daniel Medina de la Serna:

Antonio Algara, que al parecer tenía cierta aversión a la plaza de la Ciudad de los Deportes, dejó la gerencia de ésta en manos del político chihuahuense Tomás Valles para irse a la de El Nuevo Toreo, o Toreo de Cuatro Caminos, como también se le ha conocido, y para conseguir toreros se fue a España, inclusive con la idea de hacer gestiones para arreglar lo del rompimiento, lo que no consiguió pero regresó con los contratos de Carlos Arruza, Carlos Vera “Cañitas”, Fermín Rivera, Antonio Velázquez, Antonio Toscano, y los de los portugueses Diamantino Vizeu y Manolo dos Santos; al volver a México se apalabró con “Armillita”, Garza, Silverio, “El Soldado”, Jorge Medina y “Joselillo”. Tomás Valles, en cambio… sólo tenía lo que a Algara no le había interesado…

El principal atractivo del elenco de la Plaza México era Luis Procuna y con él iban entre los más renombrados, Jesús Solórzano, Ricardo Torres, Gregorio García, Luis Briones, Ricardo Balderas y Antonio Velázquez, siendo este último el que vendría a revitalizar una temporada que se pretendía dar por finalizada de manera anticipada, dadas las pobres entradas que generaban los festejos allí anunciados.

Al final de cuentas, pareciera que no había alguna cláusula de exclusividad en los contratos de los toreros base de ambos elencos, porque la historia nos enseña que actuaron en ambas plazas Luis Procuna, Antonio Velázquez, Fermín Rivera, Carlos Arruza, Silverio Pérez, Jorge Medina, Calesero y Ricardo Torres. Pareciera que a los ojos del empresario se imponía mejor el interés del aficionado que el prurito de evitar que el competidor pudiera contar con la participación de un determinado diestro.

La corrida a beneficio del Sanatorio de Toreros

Cuenta Verduguillo que en 1923 se tuvo una serie grande de percances tanto en la capital, como en distintas plazas de la República y que, conforme a la costumbre de la época, la empresa que había contratado al torero solamente se hacía cargo del tratamiento de sus heridas por los tres primeros días. Así, se advirtió la necesidad de crear un Montepío de Toreros que llevara a la instalación de un hospital o sanatorio en el que, a partir de la mutualidad, los heridos pudieran seguir siendo atendidos sin el quebranto a su economía personal. La primera sede de ese lugar de tratamiento médico fue el consultorio del doctor Francisco Ortega, quien se encargaría de continuar con el tratamiento iniciado por los médicos de plaza.

En esas condiciones, el Montepío pudo funcionar apenas un par de años, pero Verduguillo señala que fue el germen de las asociaciones sindicales de matadores, subalternos y monosabios, las que posteriormente obtendrían para sus agremiados una atención médica adecuada a los riesgos que enfrentaban.

Sería en el año de 1947, cuando se pusiera a funcionar el Sanatorio de Toreros de Santa María de Guadalupe, en las cercanías de la Plaza México, y sería a beneficio de ese centro nosocomial que la Unión de Matadores de Toros organizara una corrida de toros dentro de la temporada 1947 – 48 en el Toreo de Cuatro Caminos, a celebrarse el bisiesto domingo 29 de febrero de 1948. Se adquirió un encierro de Zotoluca para que lo lidiaran Fermín Espinosa Armillita, Luis Castro El Soldado, Fermín Rivera, Silverio Pérez, Antonio Velázquez y Luis Procuna, quienes se disputarían el trofeo del Estoque de Oro, que sería concedido por aclamación popular.

Tormentoso prólogo

A la hora del sorteo de los toros, se suscitó un rifirrafe entre los diestros actuantes, presididos por Armillita y los representantes de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, quienes exigían el pago de sus emolumentos a esa hora, amenazando que, en caso de no recibirlo, no actuarían esa tarde. Escribió Benjamín Bentura Sariñena en el número de El Ruedo salido a los puestos el 4 de marzo siguiente:

A la hora de hacer el sorteo, los subalternos que habían de actuar en la corrida se negaron a torear si no se les abonaba en aquel momento el importe de sus honorarios. Como era domingo y los bancos estaban cerrados, los representantes de la Unión quisieron pagar por medio de cheques; pero los subalternos no aceptaron esta solución, y se decidió que actuasen, como picadores y banderilleros, matadores de toros y novilleros…

La crónica de agencia aparecida en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo, precisa:

La corrida de hoy ha sido la “corrida de la ingratitud”; fue organizada por la Unión de Matadores para recaudar fondos para su sanatorio… A la hora de hacer el sorteo, sucedió que las cuadrillas que integrarían veinticuatro miembros, exigían el pago de setenta y dos mil pesos por adelantado…

De lo relatado en las crónicas que he podido consultar, salieron como banderilleros, vestidos de paisano, los matadores de toros Carlos Vera Cañitas, Luis Briones, Gregorio García, Leopoldo Ramos Ahijado del Matadero, Pepe Luis Vázquez (mexicano), Jorge Medina y Manolo dos Santos así como también los novilleros Jesús Belmonte y Rutilo Morales; como picadores actuaron varios aspirantes a ingresar a la Unión, pero se menciona que el cuarto fue picado por el viejo Berrinches y que fungió como puntillero Andrés Blando.

Lucieron con los palos evidentemente Cañitas, Gregorio García y Manolo dos Santos, en tanto que. bregando, fueron Pepe Luis Vázquez y Rutilo Morales quienes se hicieron notar. Para más INRI, a partir del segundo de la tarde estuvo lloviendo con intermitencia.

La tarde de Antonio Velázquez

Estas corridas de concurso no eran novedad para Antonio Corazón de León. En 1944 había ganado la Prensa de Oro en la Corrida de la Prensa organizada en el Toreo de la Condesa. Al siguiente año, el sol le salió de noche en la corrida de la Oreja de Oro, cuando le cortó el rabo al toro Cortesano de Torreón de Cañas en un festejo al que había llegado por la vía de la sustitución y que lo sacó del ostracismo.

Por esas razones Velázquez tenía bien claro que el ir por una sola oportunidad implica el darlo todo y buscar agua hasta entre las piedras. La crónica aparecida en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente de la corrida, relata:

En el quinto que correspondió a Velázquez, actuó Jorge Medina de peón, trata de sujetarlo, pero el toro sale suelto. Igual suerte corre Velázquez que pretende veroniquear… En quites Velázquez trata de hacerlo por gaoneras siendo trompicado saliendo por pies. Jorge Medina coloca un par desigual al cuarteo. Chucho Belmonte otro muy desigual y Jorge Medina cierra el tercio con uno estupendo al cuarteo aguantando mucho e igualando en la propia cara del toro… Antonio Velázquez uno de la firma, otro por alto, otro de la firma, un ayudado por alto. Se muestra voluntarioso. Tres derechazos por alto de primera calidad, rematando el último. Tres derechazos magníficos y después instrumenta varios muletazos que enloquecen al público y arriesgando mucho, otros más de primera calidad… Después de tres pinchazos en hueso deja una estocada desprendida que atraviesa al toro y luego una segunda que acaba con la vida de la res. Perdió la oreja después de la magnífica faena, logrando la vuelta al ruedo entre el delirio popular…

Luis Procuna realizaría una faena también aclamada, pero al menos en el relato, más breve. Al final, cuando se pidió la decisión de la concurrencia, a juicio de los organizadores, la mayoría se decidió por Antonio Velázquez:

El público ruidosamente decide que el Estoque de Oro sea para Velázquez entre protestas de los partidarios de Procuna…

Las corridas de ese tipo de concurso tienen ese inconveniente, que los partidarios más ruidosos, son los que consiguen el trofeo para su torero. Quizás sería conveniente replantear la manera de adjudicarlos, designando un jurado cualificado para ello y, sobre todo, dando un baremo bajo a los trofeos obtenidos, que adolecen del mismo vicio de todas las aclamaciones públicas.

Así se daban las cosas de los toros en un domingo bisiesto de hace 76 años. Hoy las cosas son bastante distintas, pero el recordarlas y conocerlas nos permite entender el camino que podemos reandar para mejorar lo que sucede hoy aquí.

sábado, 1 de enero de 2022

1º de enero de 1962. El debut de Paco Camino en México (II/IV)

El Toreo de Cuatro Caminos

Las noticias llegadas de España daban a entender que las cosas estaban ya dispuestas para que empezaran los trámites relativos al ofrecimiento de la temporada 1961 – 62 en el Toreo de Cuatro Caminos, pero también en México soplaban vientos de fronda. Los días pasaban y el doctor Gaona no anunciaba ni el arranque de la temporada ni la venta del derecho de apartado. Es, en una de las fechas inicialmente proyectadas para el inicio del serial – 14 de diciembre de 1961 –, que aparece en el semanario El Redondel, la siguiente información:

La Unión de Picadores y Banderilleros Exige Ahora Contratos Colectivos Pudo Presentar sus Demandas a Tiempo, Pero no; Esperó a Ultima Hora, Para Presionar a la Empresa… Decididamente, la fiesta brava, siendo el espectáculo más popular de México, halla a su paso, en nuestro país, los más grandes obstáculos… Dígalo, si no, la actitud de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, que ahora exige contratos colectivos de trabajo, pudiendo haber hecho sus peticiones con tiempo, y no a última hora, cuando trata de presionar a la empresa, que ya tenía todo arreglado para inaugurar la temporada el domingo próximo… Hace tiempo la Junta de Conciliación y Arbitraje falló en contra de la Unión, un pleito en que se discutía quiénes eran los “patrones” de los subalternos; si las empresas o los matadores a cuyas órdenes salen al ruedo y que son, además, quienes los designan… Así las cosas, los picadores y banderilleros siguieron toreando sin protestar, pero en vísperas y a de temporada exigen a la empresa capitalina la firma de contratos colectivos, tal y como si dependieran de ella… Por de pronto, al no haber recibido órdenes de la empresa de que publicáramos sus habituales anuncios, podemos sacar la conclusión de que no habrá corridas, ni el domingo 24, ni el lunes 25, tal y como se proyectaba… ¿Y las del 31 de este mes y el 1º de enero? … Posiblemente tampoco, porque hay que abrir, previamente, el Derecho de Apartado, y llevar a cabo otros varios preparativos que probablemente no seguirán su curso ante lo incierto de la situación…


Efectivamente, en una inserción pagada, en una página diversa del semanario, la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros convocaba a una Asamblea General para el día 20 de diciembre siguiente, a las diez de la mañana, para tratar urgentes asuntos que deben resolverse en asamblea, siendo los asuntos, la cuestión del contrato colectivo al que querían vincular al Toreo de Cuatro Caminos como centro de trabajo y en consecuencia, a las empresas que en ella dieran festejos taurinos.

La asamblea de la UMPYB

La asamblea se celebró y al final se impuso la cordura. Un grupo más radical, encabezado por el inefable Pancho Balderas y al que acompañaban el banderillero Antonio Rangel y los picadores Felipe Bedolla El Hielero y Perete, proponían parar hasta que la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolviera si había relación de trabajo con la empresa organizadora de los festejos o con el torero que los llevaba en su cuadrilla, asunto que estaba pendiente desde tiempo antes y los más, moderados, viendo que esa resolución podía tomarse quizás algunos años, propusieron y consiguieron que se siguiera adelante con la temporada en las condiciones acostumbradas, pues de ser favorable la resolución de la Corte, podrían exigir después todo lo que les correspondía.

Evidentemente había un trasfondo extrataurino en la actitud de los dirigentes de la Unión, porque cuenta don Alfonso de Icaza en el propio semanario que al recibir la visita de esos directivos, primero negaron conocer el laudo que era objeto de examen en la Suprema Corte, pero después aceptaron que fueron ellos quienes promovieron el juicio de amparo en su contra y posteriormente admitieron que realmente no les interesaba un contrato colectivo con la empresa de Cuatro Caminos, sino solamente con la de la Plaza México. Es decir, manifestaron un sinsentido tras otro para tratar de justificar algo que no tenía explicación alguna. 

El anuncio del inicio de la temporada

En el número de El Redondel aparecido el 24 de diciembre de ese 1961 se hizo por fin público que la temporada 1961 – 62 arrancaría en el Toreo de Cuatro Caminos:

En vista de la loable actitud conciliadora de los subalternos, el domingo próximo se inaugurará la temporada en la plaza “El Toreo”, de Cuatro Caminos, con el siguiente cartel: seis toros de primera clase de la ganadería de La Laguna, para Antonio Velázquez, Juan Silveti y Fermín Murillo, que será el primer diestro hispano que actúe en una plaza capitalina, una vez reanudado el intercambio taurino entre ambos países… Al día siguiente, lunes 1º de enero de 1962, se celebrará la segunda corrida, presentándose el atildado diestro Alfonso Ramírez, “Calesero”, y debutando el sevillano Paco Camino…

También, en la misma nota, se dieron a conocer los elementos del derecho de apartado, que desde ese momento estaba a disposición de los aficionados en las oficinas de la empresa, ubicadas en Edison 91:

La empresa que regentea el doctor Alfonso Gaona ofrece un cartel de primer orden, indiscutiblemente, por más que falten algunos nombres, por la sencilla razón de que no podían figurar todos.

He aquí la lista de matadores contratados: Mexicanos: “El Calesero”, Velázquez, Rodríguez. Capetillo, Juan Silveti, Jorge Aguilar, Alfredo Leal, Antonio del Olivar, J. Ramón Tirado, Jaime Rangel. Felipe Rosas y “El Imposible”. Españoles: Joaquín Bernadó, Luis Segura, Fermín Murillo, Paco Camino, Juan García “Mondeño” y además el rejoneador Angel Peralta…

En cuanto al elemento toro hay comprados suficientes encierros de las ganaderías de Piedras Negras, La Laguna, Coaxamalucan, Xajay, Zacatepec, Rancho Seco, La Punta. Pastejé, Tequisquiapan, Peñuelas y Mariano Ramírez, siendo de esperarse que la lista se complete con nombres tan prestigiados como los de Valparaíso, Torrecilla, J. Julián Llaguno, Las Huertas, Mimiahuápam, y algunas vacadas más…


La misma información agrega que en El Toreo se darían 10 festejos y en la Plaza México 12, para completar la temporada. Al final en Cuatro Caminos se dieron 19 festejos. También agregó acerca de los diestros contratados lo siguiente: 

Los nombres que más falta hacen son, entre los mexicanos, las de Fermín Rivera, que no quiso torear por motivos de delicadeza; Luis Procuna, torero de gran arraigo entre nuestra afición; Joselito Huerta, cuyas posibilidades son muchas; Jesús Córdoba, el otro “Mosquetero”, que tan buenas actuaciones ha tenido últimamente en Colombia, Humberto Moro, al gran muletero norteño; y Jaime Bravo, de valor desconcertante, amén de los de otros diestros que tienen cartel y que prometen, y en cuanto a los españoles se echa de menos a Antonio Ordóñez, que está impedido por lesiones en un pie; Diego Puerta, Curro Romero y “El Viti”, pero repetimos, no era cosa de contratar a todos para esta temporada; ya los conoceremos en la próxima, o antes, si tes circunstancias así lo requieren…

En torno a esta última información, valdría agregar que Luis Castro El Soldado, Raúl Acha Rovira, Joselito Huerta y Pablo Lozano actuaron sin estar anunciados en el apartado cuatrocaminero. También aclarar que, en el caso de Antonio Ordóñez, más que una lesión en un pie, como quedó asentado en la primera parte de esta serie, su ausencia se debió más bien a su inconformidad con los términos del convenio que se pactó entre las torerías de su país y el nuestro.

La corrida inaugural


El triunfador del festejo resultó ser Juan Silveti, quien cortó una oreja al primer toro de su lote, segundo de la tarde. El encierro de La Laguna no se prestó a mayores hazañas y Antonio Velázquez estuvo digno con lo que le salió de toriles, en tanto que Fermín Murillo saldó su tarde con una cornada. Quien firmó como Juan de Dios, corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, en el número fechado el 11 de enero de 1962, resume así esta tarde:

Y la gran ovación – primera de la temporada – iba dirigida, más que a los que en ese momento se adelantaban a enfrentarse con las astas ¡del peligro!, a aquellos que habían hecho posible hacer realidad las ansias de la afición entera: ¡el intercambio taurino entre España y Méjico! …

Velázquez, Juanito Silveti y Fermín Murillo, el espigado «mañico» al que cabía el alto honor de romper el luego sagrado en pos de un prestigio que en España tiene raigambre: ¡el prestigio en la fiesta, más bonita y hermosa que existe! ¡En la fiesta heroica de los toros! Y en verdad que el simpático Fermín dejó en muy buen lugar la categoría taurina española. ¡Con su sangre rindió tributo! Y con su dolor – moral, por no conseguir el triunfo ansiado – y dolor físico en sus carnes dejaba patentizado el estoicismo de los hombres que en la vieja Iberia se juegan la vida ante las astas de los toros…

Pero la realidad es que, a pesar de la oreja cortada por Silveti, poco hay que destacar en esta corrida inicial, a no ser la traicionera cornada que dio su primer toro al aragonés Murillo, quien dejó muy buen sabor de boca y al que se le auguran buenos triunfos en Méjico. Vuelve a torear a mediados de mes y ojalá triunfe el bueno de Fermín…

Así fueron vistas las cosas ese último día de 1961, víspera de la presentación de Paco Camino en las plazas de México. Como veremos el día de mañana, los ánimos no estaban muy dispuestos a su favor, lo que a la vista de lo que consiguió a la vuelta de los años, le añade un mérito mayor. Pero sobre eso, hasta mañana.

domingo, 27 de junio de 2021

Relecturas de verano (X)

Antonio Velázquez. Corazón de León

En días recientes ha salido a los estantes – físicos y virtuales – una obra que es un acto de justicia que los aficionados no hemos sido capaces de hacer a favor de Antonio Velázquez, figura mexicana del toreo que recibió la llave de la Edad de Plata del toreo en México y representó con valor y con una enorme dignidad a su patria y a su tierra en cualquier ruedo en el que se haya presentado.

Afirmo que los aficionados no hemos sido capaces de hacer ese acto de justicia literaria a favor de la memoria de Antonio Velázquez, es porque ésta es limitada a tres o cuatro acontecimientos: el hecho de ser la última figura del toreo salida de las filas de los banderilleros; su tímido asomo a las filas de los matadores de toros aquella tarde del gran encierro de Pastejé en El Toreo de la Condesa; su resurgir del ostracismo una noche ante Cortesano de Torreón de Cañas o aquella horrorosa cornada que en Cuatro Caminos le diera el toro Escultor

Pero afortunadamente el licenciado Antonio Velázquez de la Osa nos ha presentado, con el amor del hijo, pero al mismo tiempo con el rigor del profesional, un interesante recorrido por la vida del torero y del hombre desde que llegara a este mundo en el barrio del Coecillo, uno fundacionales de León, Guanajuato, donde en principio su destino parecía estar designado a ser parte del taller familiar de zapatería. Pero la afición de Antonio y su tenacidad le llevaron por las veredas de la fiesta de los toros y le convirtieron en uno de los símbolos de la torería mexicana.

La narración que hace Velázquez de la Osa es apasionada, pero anclada en la objetividad. Narra los triunfos de su padre y también presenta aquellas tardes en las que la suerte le fue adversa y procura, en la medida de lo posible, ligar su apreciación personal con la de aquellos que en los medios de comunicación de la época en la que los hechos se produjeron, para dejar claro el equilibrio de su narración. Y es que, me consta, hablar o escribir de la gente de uno, es una de las tareas más complicadas que existen.

Pero quizás algo que nos presenta la obra y es algo de lo que poco se habla en la trayectoria del torero, es su paso como dirigente de la Asociación de Matadores de Toros en el último tramo de la década de los cincuenta del siglo pasado. Le correspondió un asunto delicado para poner orden en las relaciones con la torería hispana, cuando, cuenta:

En 1957, varios diestros mexicanos fueron a España con la mira de hacer campaña en cosos de ese país, lo cual casi nadie logró. Entre los toreros que fueron a la península estuvo Jesús Córdoba, quien tenía un cargo sindical en la asociación. Mucho después de su arribo a Madrid, vio con pena que ninguno de los mexicanos, ni él, eran contratados por las empresas españolas… se planteó en las oficinas del sindicato español, un problema. ¡Qué en México existía un adeudo con un diestro hispano!, y se le exigió a Jesús Córdoba… un espada mexicano que se encontraba en España debía liquidar un dinero que se debía…

Al final, Antonio Corazón de León, se dirigió al Sindicato Nacional del Espectáculo en España y declaró suspendido – roto – el convenio que permitía la actuación de toreros mexicanos allá y españoles aquí, pues decía que en cuanto llegara el invierno, casi de manera milagrosa, los problemas que impedían que los nuestros torearan allá se solucionarían para que los hispanos pudieran actuar aquí. Justicia a secas fue lo que impartió y al final, después de un par de años, se resolvieron las cuestiones de manera equilibrada para ambas partes.

Otra cuestión que aborda y que es algo de lo que la mayor parte de las veces poco o nada se habla, es de la silente y discreta labor de Lupe Vargas, su mozo de espadas, ese personaje de la fiesta que es un poco de todo. Escribe Antonio Díaz – Cañabate:

No creo que ningún magnate del mundo, por muy poderoso que sea, pueda tener nunca a su lado un servidor de las condiciones excepcionales y valiosas de un mozo de espadas. Hablo claro está, de los verdaderos mozos de espadas, porque ya sé que en el planeta de los toros abundan los pícaros que a todos los menesteres taurinos llevan su picardía. Un auténtico mozo de espadas es el hombre de confianza del matador y algo más: sus pies y sus manos. Un torero puede prescindir de mucha gente que le rodea en la plaza y fuera de la plaza, pero jamás de su mozo de espadas…

Lupe Vargas, nos cuenta Toño Velázquez de la Osa, se convirtió en la sombra de su padre, y en el decurso de la narración al hablar de quienes fueron integrantes de su cuadrilla, dejaba ver como era suficiente una mirada para poner orden en la lidia. En el caso del mozo de espadas, ni siquiera es necesario eso, él tiene que pensar en avanzada y anticipar lo que su torero quiere o va a necesitar, pues como escribió un día Conchita Cintrón, es una figura ejemplar del fiel servidor y Toño cumple, siguiendo la idea de la Diosa Rubia, el hecho de que nunca se le puede olvidar cuando ha servido bien a su torero, en este particular caso, hasta el último día.

Antonio Velázquez. Corazón de León, nos relata cómo ganó el torero trofeos como la Prensa de Oro en 1944; la Oreja de Oro en 1945 y 1950; el Estoque de Oro en 1948; y la historia de los 9 rabos que cortó en la capital mexicana 2 en el Toreo de la Condesa: el de Cortesano de Torreón de Cañas, y el de Segador de Rancho Seco y 7 en la Plaza México a los toros Amapolo de Piedras Negras; Arlequín y Fandanguero de Coaxamalucan; Rey de Copas de La Punta; Bandido de Piedras Negras; Cubanito de Torrecilla y Asturiano de Pastejé

Amigo Antonio, has logrado una obra de prosa fluida, equilibrada, con testimonios que son invaluables, recabados con paciencia al paso del tiempo para estructurar una obra que recuerda y hace un sentido y justo homenaje a un torero, tu padre, al que, como decía al principio, los que tenemos afición por esto, no le hemos hecho la justicia que le es debida y tu obra es un acto que, puede y debe ser el punto de partida para que se revise la historia de nuestra fiesta y se le otorgue el sitio que le corresponde.

A los potenciales lectores, recurriré a la manida expresión que me transmitió Leonardo Páez, estamos delante de un libro de esos que no se caen de las manos. Se trata de un libro que puede servir de punto de partida para investigar historias particulares de la vida del torero y de las circunstancias particulares en la que ésta se desarrolló. En suma, es una obra que puedo recomendar – si en algo vale mi recomendación – de manera amplia.

¡Enhorabuena Antonio!

Nota bibliográfica: Antonio Velázquez. Corazón de León. – Antonio Velázquez de la Osa. – Rafael Cue. Comunicación Taurina. – 1ª Edición, 2020. – 415 Págs. – Sin ISBN.

lunes, 14 de diciembre de 2020

Antonio Corazón de León, en el centenario de su nacimiento

De donde la vida no vale nada…

Antonio Velázquez
31 de enero de 1943
Hoy se cumplen cien años de que, en León, Guanajuato, viera la primera luz uno de los toreros mexicanos que llevaron muy alto el nombre de nuestra patria por los ruedos del mundo. Antonio Velázquez Martínez, nacido en una familia dedicada a la actividad primordial de la región, la zapatería, saldría pronto del hogar paterno para buscar la gloria que se encuentra entre las astas de los toros. Así contó a Jaime Rojas Palacios e Ignacio Solares que antes de cumplir 15 años de edad, ya andaba corriendo la legua:

Caray, ¿Quién me iba a decir ese 3 de mayo de 1935, en que me vestí de luces por primera vez en un pobre pueblo, San Pedro Piedra Gorda, que mi situación cambiaría tanto? Claro que mi intención al dedicarme a torero era salir de la pobreza... Desde muy chaval sentí el deseo de ser torero. Ingresé a la cuadrilla juvenil de Don Bernardino Torres Arena, en calidad de banderillero. Ese gran viejo fue mi primer maestro. Luego estuve en otras cuadrillas ya como matador. Empecé a torear como novillero; pero la situación estaba muy dura y decidí mejor ser subalterno. Así aseguraba la comida...

Y fue un gran banderillero – y digo banderillero, porque como lo señaló en su día Antonio Corbacho, los banderilleros no son sub de nada, ni de nadie –, se colocó pronto con Luis Castro El Soldado y se hizo una figura de los toreros de plata por su eficacia, por su colocación y por su conocimiento del oficio. Era un ejemplo para los demás toreros y para aquellos que aspiraban a serlo. Rafael Rodríguez, quien fuera su rival dentro de los ruedos y su gran amigo fuera de ellos, en una serie de remembranzas que escribió acerca de Corazón de León refiere esta impresión que tuvo acerca de Antonio Velázquez recordando un día en el que, haciendo ejercicio y entrenando en la Plaza México cuando apenas aspiraba a ser novillero, tuvo un primer encuentro con Antonio:

En eso saltó la barrera desde el callejón alguien vestido de chamarra, con un gasné puesto con gusto al cuello y un sombrero de ala corta de color café...  A su paso todos decían... ¡Hola Toño!,  ¡Es Toño Velázquez!, el mejor peón de brega, actúa en la cuadrilla de El Soldado... ¡Claro!, hay bastantes en México, pero este es de los que comen aparte... alcanzamos a escuchar la voz de Luis Castro El Soldado quien dijo: A ver Toño, ¿Cómo se lleva el toro de un tercio al otro a una mano?; ni tardo ni perezoso tomó un capote, le habló a un muchacho que tenía un par de pitones en las manos, lo citó en la suerte contraria, le dio un capotazo a dos manos soltando una punta del capote y, corriendo hacia atrás con enormes facultades lo llevó prendido en el engaño hasta el tercio contrario donde súbitamente retiró el capote e hizo que el muchacho perdiera el engaño. Tomó este a dos manos y lo remató soltando la punta del capote, nuevamente dejando en suerte. Todos estábamos admirados... Todos comentaban lo que habían visto: En la fiesta de toros y entre toreros siempre halaga lo bueno, lo haga quien lo haga... Así fue como yo conocí a Antonio Velázquez...

Los inexplicables giros del destino

Pero el destino de Antonio Velázquez no estaba en la elegante discreción de quienes visten los ternos de plata. Es así que, en junio de 1942, un gran personaje que merece que se investigue y se escriba más sobre él, José Pérez Gómez El Nili, le convence aquí en Aguascalientes, en el tentadero que al final de los años veinte inaugurara en Peñuelas Marcial Lalanda, de que tiene condiciones para torear como jefe de cuadrilla y le anuncia que le ha arreglado su presentación como novillero en El Toreo de la Condesa. Esa temporada de 1942 será el triunfador, llevándose la Oreja de Plata por su faena al novillo Muñeco de Zacatepec y quedando, como era la costumbre de la época, comprometido para recibir la alternativa en la temporada grande siguiente.

No hay plazo que no se llegue, ni fecha que no se cumpla y así, el 31 de enero de 1943 Tono Algara anunció lo que la historia recuerda como una de las más grandes tardes de la historia de la plaza de toros de la Colonia Condesa. Era la presentación de la ganadería de Pastejé, para Armillita, Silverio Pérez y la alternativa de Antonio Velázquez, ganada precisamente con sus triunfos en el ciclo novilleril anterior. Esa tarde, el poderío del Maestro de Saltillo ante Clarinero y la elevación del toreo hacia lo onírico que llevó a cabo Silverio con Tanguito, dejaron poco para la imaginación de los aficionados y Antonio Velázquez, que había estado bien con Andaluz, su primer toro, se quedó en una especie de limbo. No obstante, la gente en la plaza lo reconoció, hay una fotografía de Luis Reynoso de esa tarde en la que los tres toreros van sonrientes, dando la vuelta al ruedo, señal de que la concurrencia les reconoció su entrega, pero en determinados momentos, unos escriben la historia y otros solamente la presencian.

Pasaría un par de años para que a Antonio Velázquez el sol le saliera de noche. La corrida de la Oreja de Oro de 1945 se anunció sin su concurso. La mañana del festejo David Liceaga anunció que por una enfermedad no podría actuar y la Unión de Matadores sorteó con una moneda al aire el puesto entre él y Arturo Álvarez Vizcaíno. Ganó el volado y también el trofeo, con una faena dramática al toro Cortesano de Torreón de Cañas. Escribió El Tío Carlos:

¡Antonio Corazón de León! ...triunfaste como mexicano. Mexicano del Bajío que vale decir castellano de México. Echaste tu vida a un albur de triunfar y créeme que hubo momento en que tuve la duda de si eras un ranchero con la frazada en la izquierda y el machete en la diestra, peleando en la noche tu vida y tu honra... Porque entre el revuelo agitado del trapo y los rápidos fulgores del estoque y en el jadeo de la lucha, yo creí oír una ronca voz que cantaba el viejo canto viril: Sí me han de matar mañana, que me maten de una vez... Y era tu voz…

La ruta de vida de Antonio Velázquez en los ruedos cambió a partir de ese momento, pues de estar como él contó a José Alameda, parado afuera de los cafés de la calle de Bolívar, sin entrar, porque no tenía para café, las empresas empezaron a disputarse su presencia en los carteles. La lucha ya daba sus frutos, cruza el mar y confirma su alternativa en Las Ventas; de regreso en México se vuelve un imprescindible en las temporadas de la capital y llena de garra sus actuaciones, motivando a los cronistas a recomendarle incluso prudencia en su hacer delante de los toros, como lo hace El Tío Carlos al relatar su tarde del 28 de noviembre de 1947:

Antonio Velázquez: Yo quiero decirte que no torees así. Que no se va más que a la última salida en hombros. Pero sé que no podrás torear en otra forma: Qué es la sangre, la raza, el protoplasma, lo que te lleva a los pitones y te planta frente a ellos y te hace mirar con ojos de azabache – como un ídolo, Antonio – la lívida caricia de los pitones. Sé que allí, junto a la guadaña de los cuernos pronta a segar la mies dorada del torero, un mestizo como tú descansa sufriendo, goza penando, vive muriendo. ¡Y qué se va a hacer con estas milenarias herencias oscuras, subterráneas, implacables? ¡Qué Dios te cuide, Antonio Velázquez!...

Pocos son los toreros mexicanos que han cortado dos orejas a un toro en la Maestranza de Sevilla. Pues bien, Antonio Velázquez es uno de ellos. La hazaña la logró el 22 de mayo de 1952, en la tradicional corrida del Jueves de Ascensión, cuando alternó con Manuel Álvarez Andaluz y Antonio Chaves Flores en la lidia de toros de José Ignacio Vázquez y Curro Chica. Antonio Olmedo Don Fabricio escribió esto para el ABC de Sevilla:

En el ruedo de la Real Maestranza, donde está el señorío de los toreros de pro, entró ayer, triunfalmente, el mejicano Antonio Velázquez. Un buen toro de José Ignacio Vázquez hizo el oficio de heraldo, anunciando, con su pronta obediencia a lo que ordenaba la diestra muleta del torero azteca, la exaltación al sitial del Baratillo de un gran señor de la tauromaquia... El toreo clásico, sin una sola omisión, se desprendió, pétalo a pétalo, de la monumental rosa que era la roja franela, jugada por Velázquez con maestría y eficacia... Las dos faenas, coreadas por la música y los olés rotundos de la concurrencia, se avaloraron por la quietud rotunda del espada, que instaba todos y cada uno de los pases a dos dedos de los pitones, cruzándose de verdad con las reses y mandando en ellas, para salir siempre airosa y limpiamente de las diversas suertes,,, No tufo fortuna Velázquez al herir a su primero... y de las manos se le fue la oreja pero fue requerido por las aclamaciones de la multitud y dio la vuelta al ruedo entre aclamaciones... A su segundo lo fulminó de media en lo alto, y entre el clamor admirativo y unánime de los espectadores, que soportaron la lluvia para no perder detalle de la proeza, dio dos vueltas al anillo, ostentando las dos orejas del animal de la divisa de Chica...

Siendo complicados público y empresa de la capital bética, Corazón de León tocó la puerta y entró, lo inexplicable es que no le volvieran a llevar por allí.

La cuota de sangre del torero  

Antonio Velázquez también conoció los efectos de eso en que se ha dado en llamar la sentencia de Frascuelo, aquella que dice que los toros dan cornadas porque no pueden dar otra cosa. Así, el 1º de marzo de 1946, el toro Cuervo de Carlos Cuevas, lo hiere de gravedad en El Toreo de la Condesa; luego, un par de años después, en Papantla, un toro de Rancho Seco le hirió en el tórax y también en Ahuacatlán otro de Santa Rosa de Lima le penetra el vientre, pero quizás la cornada más aparatosa y grave que sufrió fue la que le infirió Escultor de Zacatepec en el Toreo de Cuatro Caminos el Domingo de Ramos de 1958 y de la que se rindió el siguiente parte médico:

Herida por cuerno de toro, de dos centímetros de extensión, por dieciocho de profundidad, con trayectoria ascendente en la región submaxilar derecha, que interesó planos blandos, rompiéndolos; fracturó la masa horizontal derecha del maxilar inferior derecho; perforó el piso de la boca; desgarró totalmente la lengua en tres porciones de cinco, cuatro y tres centímetros; fracturó el paladar óseo, el maxilar superior sobre la línea media del hueso etmoides, llegando al piso anterior del cráneo en su base. Esta herida es de las que ponen en peligro la vida.

Su primera pregunta en cuanto recuperó el sentido fue: ¿cuándo vuelvo a torear?. Quizás en el momento no comprendió Antonio la gravedad del percance, pero su voluntad y ese algo que los toreros tienen para superar las adversidades lo llevaron a reaparecer el 17 de agosto en Ciudad Juárez, ante toros de La Punta, a los que les cortó las orejas y los rabos.

El palmarés de un triunfador

Antonio Velázquez tiene en su historia torera un amplio resumen de trofeos obtenidos fue ganador de la Prensa de Oro en 1944, de otra Oreja de Oro en 1950, cortó 7 rabos en la Plaza México a los toros Amapolo de Piedras Negras, el 28 de diciembre de 1947; Arlequín de Coaxamalucan, el 4 de enero de 1948; Fandanguero de Coaxamalucan el 18 de enero de 1948; Rey de Copas de La Punta el 9 de enero de 1949; Bandido de Piedras Negras el 6 de febrero de 1949; Cubanito de Torrecilla el 27 de marzo de 1949 y Asturiano de Pastejé el 5 de marzo de 1950. En el Toreo de la Condesa se llevó los de Cortesano de Torreón de Cañas, el 28 de febrero de 1945 y el de Segador de Rancho Seco el 24 de febrero de 1946.  

Antonio Corazón de León se vistió de luces por última vez el primero de mayo de 1969 en San Luis Potosí para lidiar toros de Santa Martha alternando con Curro Rivera y Mario Sevilla quien recibió la alternativa. Su óbito se produciría el 15 de octubre siguiente, al caer de la azotea de una obra en construcción de su propiedad.

Brevísimo balance

Decía al inicio que hoy se cumplen cien años del nacimiento de Antonio Velázquez, un torero mexicano que, a mi juicio, fue una de las figuras destacadas de la Edad de Plata del toreo en México y de quien la historia todavía no ha hecho un análisis y un juicio acerca de lo que su trayectoria en los ruedos y en la vida han representado. Mas como dijo en su día don Ignacio García Aceves:

Todos pensamos que de nada le iba a servir el título. Pero su corazón de valiente, su carácter a prueba de muchos sinsabores y su férrea voluntad, lo habían llevado a escalar la cima por el camino más largo y difícil de todos, lo empujaron a ser en los últimos años de los cuarenta y toda la década de los cincuenta, uno de los primeros y más importantes toreros de México…

Hoy, con estos pergeños, lo recuerdo aquí, en esta fecha tan señalada en su trascendente historia.

domingo, 19 de enero de 2020

13 de enero de 1952: José María Martorell y Andrajoso de Rancho Seco

José María Martorell
De rupturas y reconciliaciones

Las relaciones de las torerías de España y México, restablecidas a finales de 1944, se rompieron de nueva cuenta en 1947. En una extensa entrevista que le hiciera en ese entonces El Tío Carlos, Armillita declaraba que sería una cuestión de poco tiempo. Sin embargo, la historia ha dejado patente que ese poco tiempo al final resultó ser casi un lustro.

Pero como no hay mal que dure cien años y en el caso, ni afición que lo aguante, las empresas y toreros de ambos lados del mar se pusieron a negociar las condiciones en las que los diestros de uno y otro costado del Atlántico podrían actuar en sus respectivas plazas. Así, casi iniciado el año de 1951, se alcanzó el acuerdo y se programó la Corrida de la Concordia en la Plaza México, en la que actuaron ante toros de Pastejé, Antonio Velázquez, Carlos Arruza y Curro Caro y esa tarde Arruza cortó el rabo al quinto de la tarde, Holgazán

En España se realizaron dos festejos de esa naturaleza, uno en Madrid en el que actuaron Rafael Ortega, Antonio Toscano y Manolo Escudero ante toros de Moreno Yagüe y otro en Barcelona en el que alternaron Juan Silveti, Rafael Llorente y Antonio Caro ante toros de Marceliano Rodríguez.

Esa reanudación de relaciones permitió que nuestros toreros de la Edad de Plata pudieran mostrarse ante la afición hispana y a su vez, que la generación que sucedió a la de Manolete, se presentara ante la nuestra.

La temporada 1951 – 52 

Fue una temporada larga, pues constó de 24 corridas de toros y en ella confirmaron sus alternativas Manolo González, Alfredo Jiménez, Miguel Báez Litri, Julio Aparicio, Antonio Caro y Morenito de Talavera II entre los españoles y los nacionales Anselmo Liceaga, Lalo Vargas, Paco Ortiz y Mario Sevilla.

También fue confirmante el personaje de estas líneas, torero cordobés que había recibido la alternativa en Córdoba el 16 de mayo de 1949, de manos de Parrita y llevando de testigo a Antonio Caro. La había confirmado en Madrid el 16 de abril de 1950, apadrinándole Gitanillo de Triana y atestiguando Rafael Ortega con el toro Tontero de Ignacio Sánchez. Hace lo propio en la Plaza México el 11 de noviembre de 1951 – inauguración de la temporada – cuando Fermín Rivera, en presencia de Anselmo Liceaga – también confirmante – le cede a Dulcero de Torrecilla.

La tarde de Andrajoso

Para la 10ª corrida de la temporada, el doctor Gaona anunció a Antonio Velázquez, Manolo González y José María Martorell con un encierro de Rancho Seco, propiedad de don Carlos Hernández Amozurrutia.

Me aparto un poco de la esencia de esta participación para hacer un señalamiento. Hay quienes hoy en día alzan su voz cuando se anuncia un cartel con dos toreros extranjeros y un torero mexicano. Esa no es una práctica inusual, ni reciente. Es una de las armas que tiene el empresario para llevar afición y público a las plazas y que es válida, sobre todo en estos tiempos que corren en los que todo está globalizado. En esta ubicación pueden ver algunos ejemplos de que en esa materia no hay nada nuevo bajo el sol, ni de éste, ni de aquél lado del Atlántico.

Retornando a nuestra materia, esa 10ª corrida tenía su miga, Antonio Velázquez es una de las grandes figuras de nuestra Edad de Plata, Manolo González había confirmado el 25 de noviembre anterior y en la época que nos ocupa, los toros de Tlaxcala aún competían en plano de igualdad con los de Zacatecas. En suma, la combinación anunciada por el doctor Gaona podía considerarse redonda.

La corrida al final quedó en un forzado mano a mano, pues el segundo de la tarde volteó aparatosamente a Manolo González enviándolo a la enfermería y no pudo matarlo, por lo que Antonio Velázquez mató primero, segundo y cuarto y Martorell se enfrentó al tercero, quinto y sexto. Corazón de León cortó la oreja al primero de la tarde y dio la vuelta en el cuarto.

Martorell y Andrajoso

El quinto toro de la tarde se llamó Andrajoso. Era según el sorteo el segundo del lote de Manolo González. Dice el dicho aquél: unos las firman y otros las torean… La crónica firmada por Don José – presumiblemente José Octavio Cano – publicada en vía de reminiscencia en la Revista Taurina número 20, publicada el 12 de diciembre de 1965, en lo que interesa, dice:
Toreó formidablemente con el capote, ejecutando varios lances estatuarios, aguantando horrores y dejando caer los brazos con ritmo. A sus faenas de muleta les imprimió armonía, desenvoltura y un acento rotundo, con ejecución académica de los pases, sobre todo a la que realizó ante el quinto toro, llamado “Andrajoso”, haciéndolo todo con sosiego, con equilibrado valor y extraordinaria serenidad. 
Entre clamores, locura y un entusiasmo creciente, desarrolló un faenón sin mistificaciones ni efectismos, con muletazos depurados, con adornos y desplantes oportunos y discretos. 
Así fue como trazó los pases altos, los de pecho, los derechazos corriendo la mano, aguantando firmemente, ligando el toreo con tersura y transparencia, con verdad, siempre claro, rotundo y limpio, poniendo auténtica cátedra de bien torear. 
Por eso, un pinchazo en lo duro no pudo mermar un ápice a esa faena excepcional. Y cuando metió un estoconazo hasta el puño, entrando a ley, ejecutando la suerte de matar con ejemplar gallardía, la obra magnífica quedó sellada dignamente. 
Entonces la plaza entera se cubrió de pañuelos, para que fueran entregadas las dos orejas al gran torero cordobés, quien tuvo luego que dar una, otra, hasta tres vueltas al ruedo, aclamado apoteósicamente…
¡Dos orejas después de un pinchazo! Grande debe haber sido la faena de José María Martorell para que aún tras del fallo a espadas la concurrencia haya aceptado la concesión de las dos orejas y se haya entregado al torero de Córdoba en la manera en la que la relación de la corrida narra que lo hizo.

Mas no sería el único éxito de Martorell en la temporada, al domingo siguiente, en la 11ª corrida de la temporada, cortó el rabo al toro Velero de Torrecilla, en tarde que alternó con Fermín Rivera y Manolo González y el 9 de marzo ganó la Oreja de Oro por su faena al toro Gatuzo de Xajay, alzándose en definitiva como uno de los triunfadores de esa temporada.

Su participación en la temporada 1951 – 52 será uno de los ejes de la misma, pues actuará en 9 de las corridas de las que constó (1ª, 2ª, 9ª, 10ª, 11ª, 14ª, 15ª, 18ª y 19ª), lo que nos deja claro, creo yo, que en su día fue un diestro importante dentro de la historia taurina mexicana y por eso merece ser recordado.

domingo, 29 de marzo de 2015

30 de marzo de 1958: Escultor de Zacatepec hiere gravemente a Antonio Velázquez

Antonio Velázquez tras la cornada de Escultor
El 30 de marzo de 1958 era Domingo de Ramos. Había toros en El Toreo de Cuatro Caminos, para lo que se anunció una corrida de toros de Zacatepec, misma que sería lidiada y muerta a estoque por Antonio Velázquez, Humberto Moro y José Ramón Tirado. Velázquez vivía un bache en su brillante carrera y necesitaba triunfar esa tarde para remontarlo, porque él ya sabía lo que era salir de una racha de triunfos y quedarse parado de repente. Tenía que salir a morirse, como lo hacía tarde a tarde para sostener el sitio de figura del toreo que tanto le costó conquistar.

El toro escogido para salir al ruedo en cuarto lugar fue llamado por don Daniel Muñoz Escultor. José Alameda recuerda de la faena a ese toro, un quite por saltilleras, al que calificó de espeluznante, porque el toro quedó crudo después de su encuentro con los montados. La escena es perpetuada por un cuadro de Pancho Flores que reproduce el momento del cite, que nos muestra a Velázquez citando con el capote plegado a la espalda y el toro arrancado hacia él, en una composición que refleja en mucho el drama de ese momento y que puede darnos una cercana idea de lo que sucedía en Cuatro Caminos ese Domingo de Ramos de 1958.

La necesidad del triunfo era evidente y para obtenerlo, Antonio ya conocía el medio: Había que reescribir la historia de la Oreja de Oro de trece años atrás, pues los sucesos parecían estarse repitiendo y sabedor el torero de lo que causa el estar sin torear, no quería volver a vivir las consecuencias de esa inactividad. Así pues, intenta la faena por naturales, pero al tratar de rematar uno de ellos, Escultor se le cuela y le tira un derrote seco,  homicida y el pitón le penetra por el lado derecho del cuello, produciéndole a Velázquez una de las cornadas más impactantes que se recuerdan. 

La crónica de la agencia United Press, publicada en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente del festejo, señala con brevedad lo siguiente:
Velázquez fue cogido ayer en El Toreo. – México D.F., marzo 30. (U.P.). – Antonio Velázquez fue cogido aparatosamente en la corrida de esta tarde en la Plaza del Toreo y sufrió dos cornadas, una en el cuello y otra en el muslo… Se torearon reses de Zacatepec. Tres toros fueron protestados por su pequeñez… Velázquez veroniqueó regularmente en el primero y dejó pinchazo y estocada entera en buen sitio. (Silencio). En el cuarto, el del percance, Velázquez ejecutó buenas verónicas y saltilleras. Fue cogido aparatosamente y vuelto a recoger en la arena, en medio de gran impresión del público. Terminó con el causante de la cogida con una estocada caída, refrendada con certero descabello… Moro tuvo actuación medrosa e incolora en sus dos enemigos… Ramón Tirado lidió valientemente pero estuvo sin suerte al matar. En el último, Tirado veroniqueó regularmente y fue aplaudido… Durante la corrida el público insultó a la empresa por la pequeñez del ganado.
Me llama sobremanera la atención el desplante de valor y de torería de Antonio Velázquez, quien no obstante estar gravemente herido – con dos cornadas –, tuvo los arrestos para ir a estoquear a Escultor y después pasar a la enfermería a ser atendido.

Al día siguiente del percance se dio cuenta de la gravedad de la herida que Antonio llevaba en el cuello. En nota aparecida de nueva cuenta en el diario El Informador de Guadalajara, se daba cuenta de lo siguiente:
Ligera mejoría de Antonio Velázquez. – México D.F., marzo 31. – Una ligera mejoría dentro de la gravedad, fue anotada ayer por los médicos que atienden al matador Antonio Velázquez, gravísimamente herido por el toro “Escultor” de Zacatepec… Dijeron los doctores Rojo de la Vega e Ibarra que hasta pasadas setenta y dos horas no se podrá emitir el parte facultativo… Tres complicaciones podrían presentarse hasta entonces: flemón en el cuello, encefalitis y meningitis… Velázquez no ha perdido un solo momento la lucidez y esta madrugada pidió un recado de escribir para preguntar: “¿podré volver a hablar?”, cuando se le contestó que sí, guiñó un ojo y tuvo un destello de alegría… También por escrito preguntó sobre el matador que le sustituirá en la corrida inaugural de la temporada el domingo próximo de la plaza monumental de Ciudad Juárez… Esta mañana los médicos le hicieron una larga curación y más tarde fue llevado al radiólogo a bordo de una ambulancia, para sacarle varias radiografías a fin de orientar mejor a los cirujanos… La cornada que sufrió el diestro leonés es de las más impresionantes que recuerdan los aficionados, y solo comparable a la que sufrió Carmelo Pérez en 1929 por el toro “Michín” de San Diego de los Padres.
La nota habla por sí sola, el temor de los médicos ante el peligro de la infección en el tejido del cuello o en la cavidad craneal dejaba en espera la comunicación de la extensión de las lesiones sufridas por el diestro, mismas que serían atendidas, creo, una vez que esa amenaza estuviera superada. La realización del estudio radiográfico “para orientar mejor a los cirujanos” así me lo sugiere.

Transcurridas las setenta y dos horas señaladas por los médicos Rojo de la Vega e Ibarra, se hizo el siguiente anuncio, también por medio de la prensa:
Ha salvado la vida Antonio Velázquez. – México, D.F., abril 2. – Se cumplieron setenta y dos horas del accidente de Antonio Velázquez, durante los cuales los médicos temieron que empeorara la gravedad del diestro, herido el domingo en la plaza El Toreo, por el toro “Escultor” de Zacatepec… Los médicos consideraron que si en el plazo señalado no se presentaban complicaciones, ahora sería remoto el peligro de las mismas, y de hecho firmaron que el bravo torero leonés ha salvado la vida… Sin embargo, el tratamiento requerirá un plazo no menor de cuarenta y cinco días… La temperatura fue normal en el curso de todo el día, no pasando de treinta y siete grados y un décimo. Asimismo, el pulso y la presión arterial son los de una persona que dista mucho de inspirar temores a los médicos… Velázquez en varias ocasiones dio pequeños pasos dentro de su cuarto de enfermo y ha recibido amigos, compañeros y admiradores que fueron a visitarlo… Todo hace pensar que el valiente torero ha ganado la partida contra la muerte, en su lucha que empezó el domingo a las cinco y media de la tarde hasta la misma hora del miércoles dos de abril.
En consecuencia de esa declaración, se emitió el siguiente parte facultativo:
Herida por cuerno de toro, de dos centímetros de extensión, por dieciocho de profundidad, con trayectoria ascendente en la región submaxilar derecha, que interesó planos blandos, rompiéndolos; fracturó la masa horizontal derecha del maxilar inferior derecho; perforó el piso de la boca; desgarró totalmente la lengua en tres porciones de cinco, cuatro y tres centímetros; fracturó el paladar óseo, el maxilar superior sobre la línea media del hueso etmoides, llegando al piso anterior del cráneo en su base. Esta herida es de las que ponen en peligro la vida. (Ignacio Solares y Jaime Rojas Palacios, Las Cornadas, Cía. General de Ediciones, 1ª edición, México 1981, Pág. 199.).
Cuentan los familiares del torero que en cuanto recuperó la conciencia tras la cirugía que le fue practicada para reparar los destrozos de la cornada, lo primero que preguntó fue: ¿Cuándo vuelvo a torear?

Casi seis meses después volvería Velázquez a los ruedos. Reapareció en Ciudad Juárez, el 17 de agosto de 1958, alternando con quien fuera su matador en sus días de torero de plata, Luis Castro El Soldado y Jorge El Ranchero Aguilar, para lidiar la terna toros de La Punta y en prueba del temple adquirido con el percance, le cortó las orejas y el rabo a los dos toros que mató esa tarde.

Edito: Don José Ramírez me escribe por vía distinta a esta y me manifiesta lo siguiente: "Yo presencié esta corrida y esta tragedia. Antonio Corazón de León no regresó a la arena a matar a Escultor de Zacatepec. No estaba en condiciones físicas de hacerlo, ni nadie se lo hubiera permitido, desde los monosabios, a los médicos de plaza".

Queda aclarado pues, el desliz del cronista de la agencia United Press, que así lo consignó en su día y entonces fue Humberto Moro quien terminó con los días del causante del grave desaguisado.

Aclaración pertinente: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 1 de marzo de 2015

En el centenario de Silverio Pérez (III)

1º de marzo de 1953: Despedida de los ruedos de Silverio

Un mero hasta luego

Armillita desprendiéndole el añadido a Silverio Pérez
El 16 de marzo de 1947 se produjo un inesperado prolegómeno, cuando al final de la corrida en la que, alternando con Lorenzo Garza, diera cuenta de un encierro de Zotoluca, sin aviso previo, anunciara el Faraón de Texcoco que se iba de los ruedos. No medió explicación alguna, aunque más o menos un mes después, en el número 227 del semanario La Lidia de México, fechado el 11 de abril de ese año, apareció publicada una entrevista concedida a don Carlos Septién García El Tío Carlos, en la que acerca del hecho manifestó el torero lo que sigue:
Yo dije: ¿Para qué seguir si en ello se me va a acabar la vida? Porque esto del toreo es cosa muy dura, usted no se imagina, yo había pasado muchas preocupaciones desde que me anunciaron, no dormía, no estaba a gusto, no estaba tranquilo, ¿para qué seguir así?... Y aquí me tiene cumpliendo lo que dije, con los puercos y desentendiéndome de la aftosa que anda como a cien metros de la granja…
Los argumentos del torero no parecen tener la rotundidad para un adiós definitivo y la historia nos enseña que así fue. En poco más de nueve meses volvía a los ruedos, pues el 21 de diciembre de ese mismo año reaparecía en el recién inaugurado Toreo de Cuatro Caminos, alternando con Lorenzo Garza y el lusitano Diamantino Vizeu para dar cuenta de un encierro de Matancillas, festejo que pasó a la historia únicamente por el hecho de la reaparición de Silverio Pérez, quien todavía pasearía durante otro lustro la magia y la majestad de su toreo.

La despedida definitiva

El adiós de Silverio Pérez tendría lugar en la Plaza México el día 1º de marzo de 1953. Sería en la 18ª y última corrida de la temporada 1952 – 53 y se anunció un encierro tlaxcalteca de La Laguna para el Faraón, Antonio Velázquez y Jorge El Ranchero Aguilar. Al final de cuentas solamente se lidiaron cinco de los toros del encierro originalmente anunciado, porque uno de ellos fue rechazado en el reconocimiento y en quinto sitio se lidió uno de Torrecilla. El lleno estaba asegurado, pues Silverio Pérez era, es y será uno de los toreros más queridos y respetados por la afición mexicana. Sobre su actuación en esta tarde, en crónica de agencia, se escribió lo siguiente:
Con llenazo imponente, se celebró en la Plaza México la corrida de despedida de Silverio, que alternó con Antonio Velázquez y el “Ranchero” Aguilar, con ganado de La Laguna. Deslució la corrida por el intenso viento que estuvo soplando. Silverio en su primero no hizo nada de particular, matando de dos pinchazos y una estocada. Su segundo, fue poco propicio al lucimiento y Silverio nada logró, terminando tras breve faena de aliño con una buena estocada y varios intentos de descabello. En el tercero, el de Texcoco se enfrentó a un toro de Torrecilla que embistió muy bien, cuajando varias verónicas templadas a pies juntos que armaron alboroto, como los picadores le cargaron mucho la mano haciéndole caer por la arena, se provocó la bronca que aumentó cuando Silverio empezó a pasar de muleta, acallando “Las Golondrinas” el ensordecedor griterío. A los pocos minutos cayó otra vez el toro y aumentó la gresca, cayendo cojines al ruedo en medio de cuya lluvia acabó Silverio cuando los subalternos lograron hacer parar al toro. En vista de esos fracasos, Silverio aceptó regalar un toro para que su despedida no fuese tan gris y con éste se decidió a jugarse el pellejo. Dibujó verónicas rematando con una media y al quitar se apretó también con lances naturales. Con la muleta se creció, apuntando trincherazos de su factura, de la firma, derechazos enmedio de aplausos y después logró media estocada, acabando con descabello al primer intento. Se le concedió la oreja y entre el delirio, Armillita le cortó la coleta...
Como se puede extraer de la lectura, Silverio Pérez mató cuatro toros la tarde de su adiós. Cartonero y Bananero fueron los que le correspondieron en el sorteo. Luego, tuvo que pasaportar al quinto, porque Antonio Velázquez fue herido de gravedad en el vientre por el segundo de la tarde, así que enfrentó también a Texcocano de Torrecilla y al írsele torciendo la tarde, regaló para lidiar en séptimo sitio a Malagueño, de San Diego de los Padres, toro que fue a la postre, el último que mató vestido de luces en su carrera.

La reflexión del torero sobre esta última tarde, contada a José Pagés Rebollar y publicada en el libro Los Machos de los Toreros (1978), es la siguiente:
Del toro que más me acuerdo es de “Malagueño”, el que lidié la tarde de mi retirada el 1º de marzo de 1953 y si mal no recuerdo aquella fue una de las tardes más hermosas de mi vida porque pude sentir en carne propia el cariño de la afición y la belleza de la fiesta. “Malagueño” era un hermoso zaino de la ganadería de San Diego de los Padres y la oreja que le corté (por simpatía del público) figura entre mis trofeos más estimados. 
Aquello, compadre, jamás podrá repetirse, porque hace 25 años me retiré de los ruedos, aunque la Fiesta es mi vida y la llevo en la sangre… (Pág. 48)
El propio Pagés Rebollar recopila en su obra un anecdotario de Silverio Pérez y sobre esta misma tarde de su despedida, escribe lo siguiente:
En su corrida de despedida, Silverio no estaba quedando muy bien que digamos. Sus dos toros habían sido difíciles, la suerte no había estado de su parte y los nervios hacían crisis a esa hora tan emotiva e histórica. Allá en el tendido un hombre sufría no solo porque Silverio no se retiraba de los toros con el triunfo que merecía, sino porque sus amigos, sabiéndolo compadre del Faraón, se aprovechaban para molestarlo: 
- “¡Qué bueno que te vas, quijadas!” 
- “¡A ver si tienes más éxito vendiendo barbacoa!” 
Todo eso le decía los amigos de mi padre, más para molestarlo a él que a Silverio, quien fue, seguramente, el torero más querido de México. 
Mi padre ya no pudo soportar más. Llamó al doctor Gaona que era el empresario y andaba por el callejón para decirle: 
- “¡Oye Alfonso: échale a mi compadre otro toro, por mi cuenta!” 
- “Tu compadre te regala un toro” 
Y Silverio que parecía andar en una de esas tardes de mal fario le repuso: 
- “Bueno, mi compadre lo regala, pero: ¿quién lo va a torear?”…
Concluyo esta remembranza citando lo que don Manuel García Santos publicara en El Ruedo de México respecto de esta memorable tarde:
Y como vivió se fue. Con una pita enorme, ensordecedora, justificada, entreverada de insultos… Y con ovaciones de apoteosis, con alaridos de entusiasmo, con aclamaciones de cariño, y una orgía de flores, de bandadas de palomas, de cintas multicolores que se enredaban en los alamares de oro torero y lo hacían aparecer como lo que era. Como lo que había sido. Como un ídolo y un símbolo de la manera mexicana de sentir y de hacer…

martes, 30 de abril de 2013

Tal día como hoy: 1961. Antonio Velázquez reaparece triunfalmente en Aguascalientes


La historia de Antonio Velázquez en los ruedos es la de un torero que, a despecho de los obstáculos que la vida y los toros le pusieron en el camino, a partir de una templanza acerada y una voluntad a prueba de cualquier reto, logró escalar las más altas cumbres de la tauromaquia. Comenzó como banderillero en las principales cuadrillas mexicanas y de allí, como antes, dejó de vestir de plata para iniciar su camino como jefe de la suya propia, distinguiéndose siempre por su valor, su honradez y por su entrega en todas las plazas.

Para la cuarta y última corrida de la Feria de San Marcos de 1961 se anunció precisamente para encabezar el cartel a Antonio Corazón de León, quien después de varios abriles de ausencia, regresaba al coso de la calle de la Democracia. Formaron terna con él el mazatleco José Ramón Tirado y el hidrocálido y trianero Rubén Salazar, quien reaparecía también un día antes de cumplirse el primer aniversario de su alternativa en el mismo escenario. Les precedería en la lidia de un toro el rejoneador Gastón Santos. El encierro anunciado era de la ganadería aguascalentense de Peñuelas.

La corrida tuvo como protagonista al toro y del encierro destacó uno llamado por su criador Pajarito, que vino a hacer efectivo el dicho aquél de que no hay quinto malo. Don Jesús Gómez Medina narra así los sucesos del festejo:

Profusión de apéndices en la 4a corrida de Feria. Bravo encierro de Peñuelas, destacando “Pajarito”, el mejor burel de la Feria. Vaya por delante la enhorabuena más cordial y entusiasta para la afición hidrocálida... Ayer su intuición y su perspicacia quedaron puestas de relieve cuando, a despecho de lo espectacular de la actuación de Ramón Tirado con su segundo y pese a la miopía de la Autoridad, fue el público de sol el que impuso su recto parecer a toda la plaza, cuando, a voz en coro, rindió pleitesía a las excepcionales dotes de dicho astado. ¡A la extraordinaria nobleza, alegría y docilidad de “Pajarito”, de Peñuelas! ¡El toro de la Feria, sin lugar a dudas!... Aquellas primeras aclamaciones – ¡Toooro!... ¡Tooro! –, obligaron al resto de la concurrencia a parar mientes en lo que en el ruedo ocurría, ¡Teníamos ante nuestros ojos, un auténtico ejemplar de bandera: bravo, sí, pero, a la vez, dueño de una sedeña y templada embestida! ¡Y tan noble, como diez generaciones de reyes!... Ante un adversario de tan estupendas características, Tirado realizaba monerías de toda especie. Pero pasárselo una y otra vez por el pecho, y ligar los muletazos mandando y pudiendo con el burel, toreando en suma, ¡eso, muy pocas veces!... Aquél primer estallido de admiración quedó prolongado en la triunfal vuelta que los aficionados – ¡los aficionados, conste, no la autoridad! – hicieron obligatoria para los despojos de “Pajarito”... ¡Enhorabuena afición de Aguascalientes!... Lucida reaparición de Velázquez. En su reaparición, Antonio Velázquez mostró el valor constante, sereno de antaño, aunado al aplomo y a la seguridad fruto de sus muchos años de bregar con los toros... Ayer, mediante su derroche de agallas, el leonés hízose aclamar desde el primer momento. Y si en su primero, luego de un valiente y lucido trasteo, coronado con media en lo alto, recibió las dos orejas – galardón excesivo, a nuestro ver –, con el aditamento de la vuelta al ruedo, que acabó difícil y con un lado izquierdo francamente intocable, Velázquez hizo derroche de agallas y expuso y se pasó al pajarraco por la pechera, llevándose inclusive un achuchón con rotura de la taleguilla. Estocada, oreja y dos vueltas, una a hombros de unos intrusos capitalistas. A este su segundo adversario, Velázquez le dio la bienvenida lanceándolo en forma torera y brillante...

Al final el resultado fue superior en apéndices cortados para Antonio Velázquez, además de que su actuación fue más acorde a las condiciones de los toros que le cupieron en suerte. José Ramón Tirado obtuvo las dos orejas de Pajarito, pero con los asegunes que el cronista pone en su relación. Por su parte, tanto el caballista Gastón Santos, como Rubén Salazar saludaron ovaciones en el tercio.

De nuevo, el toro resultó ser uno de los grandes protagonistas de este festejo que quedó para la historia.

El festejo de hoy: Corrida de la Oreja de Oro. Seis de Rosas Viejas - sustituyen a los rechazados de Suárez del Real - para César Delgadillo, Juan Luis Silis, Jorge Delijorge, Antonio García El Chihuahua, Gerardo Adame y Luis Conrado.

domingo, 14 de octubre de 2012

Cuando el sol sale de noche. Antonio Velázquez y la Oreja de Oro de 1945

Portada de La Lidia del 9 de marzo de 1945,
Velázquez y la Oreja de Oro

Antonio Velázquez, que había sido un destacadísimo peón de brega en la cuadrilla de Luis Castro El Soldado y que también, vestido de plata, apoyó los inicios de las carreras de Calesero y Carlos Arruza, debutó como novillero el 19 de junio de 1942, alternando con Antonio Toscano y Luis Briones para lidiar un encierro de Piedras Negras. Su faena al novillo Quitasol le representa su primer triunfo y salida en hombros del viejo Toreo de la capital mexicana. En esa campaña sumaría ocho fechas más, cerrando su temporada en el festejo de la Oreja de Plata el domingo 8 de noviembre, cuando ante novillos de Zacatepec, se disputaron el trofeo Conchita Cintrón a caballo, Rafael Osorno, Luis Procuna, Tacho Campos y el propio Velázquez, que con su faena a Muñeco, se llevó a casa el argentino trofeo.

Recibió la alternativa el 31 de enero de 1943, una fecha que ha quedado inscrita con letras de oro en la historia mexicana de la tauromaquia, pues en ella, Fermín Espinosa Armillita, con el testimonio de Silverio Pérez, hizo matador de toros a Antonio. Los toros fueron de Pastejé, ganadería que se presentaba en el Toreo de la Condesa. Al final, Velázquez naufragó con Andaluz, número 44 y con Jareto, número 19 y la fecha sería recordada por las memorables faenas de Armillita a Clarinero y la del Faraón de Texcoco a Tanguito, dos de las grandes obras de la historia reciente del toreo en México.

La poca fortuna de Antonio Velázquez la tarde de su alternativa le llevó poco menos que al paro. Nadie dudaba de sus aptitudes como torero, ni de su entrega en el ruedo, pero el recuerdo de una tarde que tuvo todo para ser memorable – el toro de su alternativa fue considerado el toro de la temporada – reducida a una mera efeméride, pesó mucho en contra del torero de León de los Aldamas. Así lo contó el torero a José Alameda:
Me iba – cuenta – a la calle de Bolívar – entonces tan taurina –, estacionaba mi coche  junto a la banqueta y me colocaba con la espalda a la pared, en la fachada del restaurante La Flor de México. Allí, permanecía una hora y más hablando con los taurinos, dejándome ver de ellos. Pero no entraba, porque tenía coche, pero no tenía para café...
Antonio Velázquez recibiendo la Oreja de Oro del
empresario Joaquín Guerra (Foto: La Lidia)
La temporada 1944 – 45 representó para nuestra afición el retorno de los toreros españoles después de casi una década de ausencia. Antonio Bienvenida, Pepe Luis Vázquez, Joaquín Rodríguez Cagancho y Rafael Ortega Gallito fueron algunos de los notables embajadores que vinieron de allende el mar a restablecer el intercambio entre nuestras torerías, lo que dio un nuevo aire a la temporada invernal en el coso de La Condesa y también estableció un interés distinto a la corrida de la Oreja de Oro que, a beneficio de la Unión Mexicana de Matadores, se organizaba cerca del final de la temporada.

El cartel que se propuso inicialmente para ese festejo, a celebrarse la noche del miércoles 28 de febrero de 1945, se formaba con un encierro de Torreón de Cañas, propiedad de don Rafael Gurza, para David Liceaga, Cagancho, El Soldado, Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida y Luis Procuna. La víspera de la corrida, se anunció que Liceaga no podría actuar por enfermedad, por lo que se citó a Arturo Álvarez Vizcaíno y Antonio Velázquez a la Unión de Matadores y allí lanzando una moneda al aire – tirando un volado diríamos aquí – se decidió quién sustituiría a David. Velázquez resultó el afortunado.

El Editorial de La Lidia del 9 de marzo de 1945, un algo más de una semana después del festejo, reflexiona lo siguiente:
Antonio Velázquez tomó la alternativa prematuramente; cuando recibió el espaldarazo, no sumaba quince actuaciones como matador de novillos… En la temporada organizada por la Empresa “La Lidia” S. de R.L., fue el triunfador indiscutible… A pesar de ello, en la presente temporada 1944 – 1945, injustificadamente se le dejó parado y ya sin esperanzas de tomar parte en la presente serie de corridas, por mero accidente y en sustitución del pundonoroso diestro David Liceaga, que por enfermedad no pudo actuar en la corrida de la Oreja de Oro, salió a nuestro coso máximo, con una gran responsabilidad y con toros que no presentaban ninguna garantía, sin entrenamiento y al lado de los ases de la torería; pero imponiéndose a la adversidad y a su destino, triunfó clamorosamente, ganado la codiciada oreja de oro…
El quinto toro de esa corrida fue el número 11, Cortesano, negro y fue el que le permitió a Antonio Velázquez salir del anonimato y a partir de allí constituirse en una legítima figura del toreo. La actuación de quien a partir de esta fecha sería llamado Antonio Corazón de León fue vista de esta manera por don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, en su relación publicada el 9 de marzo de 1945 en el número 118 de La Lidia:
…Antonio Velázquez, de manera inesperada, después de haber permanecido ausente de nuestro coso durante toda la temporada hasta esta noche, quedó incluido en el cartel sustituyendo a David Liceaga, e indudablemente que fue para este humilde torero nuestro un triunfo clamoroso, habiendo dado lidia completísima al burel que le correspondió; lidia llena, de principio a fin, de auténtico torerismo, de ese torerismo en que por igual se manifiestan el valor atesorado, cimiento básico del triunfo, como los recursos y amplio conocimiento del oficio para vencer cualesquiera escollo de que está llena tan riesgosa profesión… El triunfo de Velázquez no fue de aquellos en que el toro por inmejorables cualidades de bravura y nobleza más que un enemigo del lidiador se convierte en franco y definitivo colaborador en muchas ocasiones con porcentaje de superioridad. El burel que correspondió a Velázquez fue bravo, ¡qué duda cabe!, pero no con la bravura fácil tan codiciada por quienes sólo eso saben aprovechar, sino con aquella que tantos fracasos ocasiona a quienes no alcanzan a entenderla y mucho menos a domeñarla. Para ello se necesita un corazón bien templado, afición efectiva, pundonor profesional y demás cualidades capaces de formar el conjunto armónico que determine el derecho de llamarse torero. Y Antonio Velázquez, en esta oportunidad que la casualidad le deparó, dejó demostrado, al jugarse la vida en cada momento de su hazaña completísima, que posee en superlativo grado todas esas cualidades tan raras de reunir… ¡ASÍ SE TRIUNFA, AQUÍ Y EN CUALQUIER PARTE. TOREANDO CON EL CAPOTE, PONIENDO BANDERILLAS, CUAJANDO LO QUE SE LLAMA UNA FAENA Y ESTOQUEANDO CON EL CORAZÓN! La oreja de oro fue para él, naturalmente; pero más que este poco significativo galardón, lo que debe enorgullecerlo, lo que debe llenarlo de satisfacción, es el delirio que supo hacer estallar, las cinco vueltas al ruedo que ganara a ley y la manifestación popular que todavía el domingo 4 de marzo se le patentizó en el tendido antes de dar principio la corrida, repitiéndose varias veces durante su desarrollo. ¡SALVE, TORERO!...
La otra crónica de la corrida, que es ya un clásico del género, es la que publicó El Tío Carlos al día siguiente del festejo en el diario El Universal. De ella, por su sentido valor literario, extraigo lo siguiente:
Antonio Velázquez, Corazón de León: ¡Qué hombrada la tuya, anoche, en esa corrida de la Oreja de Oro! Como hombre triunfaste en una lucha de entrega absoluta, completa, total. Una lucha rebelde contra tu propio, adverso destino de los últimos años; una lucha noble y viril sostenida con tu propio alternante en quites – El Soldado – en cuya cuadrilla militaste como peón de brega; una lucha torera con tu enemigo, fuerte, encastado, difícil, una artística lucha bizarra contra los otros cinco maestros que aspiraban al premio de la Oreja de oro. Qué hazaña la tuya de recia y cabal varonía… ¡Antonio Corazón de León!... y triunfaste como mexicano. Mexicano del Bajío que vale decir castellano de México. Echaste tu vida a un albur de triunfar y créeme que hubo momento en que tuve la duda de si eras un ranchero con la frazada en la izquierda y el machete en la diestra, peleando en la noche tu vida y tu honra… Porque entre el revuelo agitado del trapo y los rápidos fulgores del estoque y en el jadeo de la lucha, yo creí oír una ronca voz que cantaba el viejo canto viril: Sí me han de matar mañana, que me maten de una vez… Y era tu voz… ¡Antonio Corazón de León!... No recuerdo ninguna otra Oreja de Oro ganada tan legítimamente en una sola faena… No evoco otras lágrimas de torero tan sinceras, tan justas, tan emocionadas como las tuyas en esos minutos de ayer… ¡Qué hombre, qué torero, que mexicano eres!... ¡Antonio Corazón de León!...
Ambas relaciones, cada una con el sello personal de su autor reflejan, sin duda, el emotivo momento que se vivió esa noche en El Toreo, cuando un torero que se pensaba desahuciado para esto, salió, diría Carmelita Madrazo, a dejarse matar con tal de salir de la plaza triunfante. Y es que Antonio Velázquez sabía bien lo que era estar en el dique seco.

Un mes después del festejo, Antonio Velázquez reflexionaba lo siguiente acerca del triunfo conseguido, en entrevista que concedió a Carmen Torreblanca Sánchez Cervantes para el semanario La Lidia:
¿Qué impresiones dejó en usted la obtención de este último galardón?
Ya puede suponerse cuán variadas y qué profundas fueron. Primero, estar sin haber toreado en “El Toreo” en mucho tiempo y no tener esperanzas de hacerlo. Después, la oportunidad que se presenta por enfermedad de David Liceaga; salir avante de todas las dificultades y ganar la inclusión en el cartel mediante un “volado”… Llegué a la plaza lleno de voluntad, con una confianza enorme en el triunfo, no obstante verme entre todas las figuras de la temporada, tanto españoles como mexicanos. Cuando tocó mi turno, y después del quinto muletazo, no puedo recordar ya con precisión. Solamente conservo memoria de un gigantesco rumor que me rodeaba, del aliento húmedo del toro que mojaba mi rostro y del sabor de las lágrimas que corrían por mis mejillas… Reaccioné al tirarme a matar. Fue un instante en el que pasó por mi mente la historia de mi vida, y después… tomó forma ese inmenso rumor, convirtiéndose en una delirante ovación, volvieron a aparecer ante mis ojos la plaza y el público; era como si hubiera despertado súbitamente de un sueño, en el cual, sin embargo, estuve perfectamente consciente de lo que hacía al lidiar a mi enemigo, aunque todo lo demás desapareció para mí… Momentos más tarde tenía entre mis manos el estuche que contenía la Oreja de Oro…
Antonio Velázquez
Antonio Velázquez no dejaría el sitio de figura del toreo que de manera legítima conquistó esa noche hasta el final de sus días. El 1º de mayo de 1969, en la Plaza El Paseo – Fermín Rivera de San Luis Potosí, corta dos orejas al cuarto toro de los de Santa Marta lidiados esa tarde, que fue la de la alternativa de Mario Sevilla hijo, cerrando la terna Curro Rivera. Esta fue la última vez que Antonio Velázquez mató un toro vestido de luces.

El 15 de octubre de ese 1969, mostraba a sus amistades la casa que logró arrancar de los morrillos de los toros y como la obra estaba en proceso, tropezó con una varilla y cayó al vacío, logrando el piso de la calle lo que los toros no pudieron: Terminar con su vida.

En el 43º aniversario del óbito del gran torero de León, Guanajuato, le recuerdo en su despegue hacia la cima.

Aldeanos