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domingo, 13 de julio de 2025

13 de julio de 1952: El Ranchero Aguilar confirma su alternativa en Madrid

Jorge Aguilar González, El Ranchero, había iniciado sus pasos como novillero en el año de 1945. Se presentó en la Plaza México en 1947, esa temporada en la que brilló por sobre todos con luz propia el infortunado Joselillo. Todavía volvería como novillero a la gran plaza el año 48, el de los Tres Mosqueteros, lo que le valdría para recibir en la plaza de Tlaxcala, su tierra, una alternativa el 13 de marzo de 1949, de manos del portugués Diamantino Vizeu. Pocos contratos y una enfermedad gástrica lo van a mantener fuera de la circulación hasta bien entrado el año de 1950.

En la temporada chica de la Plaza México de ese último calendario, regresaría, renunciando al doctorado recibido en su tierra, a intentar reandar el camino. Y lo consiguió. En dos novilladas consecutivas corta tres rabos. El 5 de noviembre, le corta el rabo a Pistachero de La Laguna y el 19 siguiente se lleva los de Tragaldabas y Raspinegro, estos de Piedras Negras y no hago cuenta de que una semana antes, se había llevado otras dos orejas de Varillero, también de los toros de la divisa roja y negra. Así en su retorno, cerró su temporada cortando ocho orejas, tres rabos y se ganó la alternativa definitiva con todos los honores.

Ese nuevo doctorado lo recibió en la misma Plaza México, el 21 de enero de 1951. Le apadrinó Manolo dos Santos y fue testigo Jesús Córdoba. Los toros fueron cinco de La Laguna y uno de Piedras Negras, el toro de la ceremonia se llamó Cartonero y fue de La Laguna.

La primera campaña española del Ranchero

El Ranchero Aguilar se fue a España a buscar la confirmación de su alternativa en 1952. Inició su temporada en aquellas tierras el 4 de mayo en la plaza de Las Arenas de Barcelona, alternando con Rafael Llorente y Antonio Caro en la lidia de toros de Joaquín Natera, saldando su tarde con una vuelta al ruedo tras despachar al primero de su lote.

Su siguiente actuación sería la tarde del 13 de julio en la plaza de Las Ventas, en Madrid, para confirmar allí su alternativa. El cartel que se anunció para esa fecha fue uno de ocho toros, integrado por Luis Briones, el albaceteño Manolo Navarro, El Ranchero Aguilar y el sevillano de La Algaba, Jaime Malaver, quienes enfrentarían un encierro colmenareño de Manuel García Aleas, herrados con el 9, el hierro de más antigüedad de los de la hoy Real Unión de Criadores de Toros de Lidia.

A propósito de antigüedades

Ya comentamos por aquí, que El Ranchero Aguilar recibió la alternativa con la que realizó su carrera como matador de toros el día 21 de enero de 1951 en la Plaza México. El otro confirmante de la tarde de autos, Jaime Malaver, acababa de ser doctorado apenas el 15 de abril de ese 1952 en Sevilla. Creo que no hay duda de la antigüedad entre los dos diestros.

En la revisión de las crónicas del festejo, me encontré con que Malaver había sido confirmado con el primero de la tarde por Luis Briones, y que El Ranchero, con el segundo, por Manolo Navarro. No hay ninguna explicación para ello, solamente esto que dejó en su crónica para el diario Pueblo, de Madrid, Antonio Bellón:

Madrid, 13 julio 1952, Corrida de toros. Calorazo. Entrada floja. Siete toros de Aleas, bien presentados, con poca arrancada, que no corneaban por los lados y sí al alto... Irónicamente flojeó el sol, casi desierto, cuando, cruel, quemaba como fuego. Hubo por la mañana extensa organización del protocolo de las dos confirmaciones de alternativas, y se convino que la recibiese antes el más reciente matador y luego cada uno lidiase con arreglo a su antigüedad. Así sucedió...

Quizás la intención era evitar que Luis Briones, también torero mexicano y primer espada de la corrida, confirmara a un paisano suyo. En fin... Al final esa fue la decisión que tomaron las autoridades, seguramente con el concierto de los toreros, porque en esos días, y en una corrida del verano madrileño, no era frecuente que un torero, y menos un confirmante, se negara a salir por delante

Entonces, a pesar de ser la cuestión de las antigüedades cuestión de tradición y además, regla escrita – Derecho Positivo, pues – las cosas se hicieron de la manera descrita.

La confirmación del Ranchero Aguilar

El segundo toro de la tarde se llamó Caramelo, llevaba el número 13 y era de pelo negro. Fue un toro muy voluminoso según las crónicas y terminó acusando esa condición al final de su lidia. Escribió en su día don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, para la Hoja del Lunes de Madrid, aparecida al día siguiente de la corrida:

Los siete toros de Manolo Aleas – ¡qué bien suena ese denominativo! – y el de Sánchez de Valverde – jugado en quinto lugar – estuvieron admirablemente bien de presentación; ocho toros de tamaño, de trapío y de edad... como debían ser todos los toros que se lidiasen en corridas de tales, y no en corridas de toreros, que son las que ahora se estilan... El toro con que confirmó se le confirmó la alternativa al mejicano Jorge Aguilar («El Ranchero») – «Caramelo», 13, negro estrellado –, salió abanto, como los clásicos colmenareños; pero mejoró en el transcurso de la lidia, a cuyo final llegó ahogado por exceso de carne. «El Ranchero» lo muleteó muy cerca, muy tranquilo, y lo despachó de una estocada, por lo que dio la vuelta al ruedo...

La opinión de Antonio Bellón, en Pueblo, también aparecido al día siguiente del festejo, fue en el siguiente sentido:

Para la cesión de trastos al mejicano Jorge Aguilar salló un búfalo – el segundo – huidizo y poderoso, lanceado entre palmas por este “Ranchero”... Al toro de Aleas no le hicieron ni pu – mitad de pupa – los lanceros, porque esos arroja botellas de campo de futbol - nada tienen que ver con los aficionados al deporte que ahora van a los toros - se compadecían tiernamente de que el toro tuviese poderío e ideícas a boca cerrada. Manolo Navarro le cede el toro al Ranchero Aguilar, un mocetón con vista al doblar sobre sus fornidas piernas y luego tranquilo y estirado al muletear al quedado animal, uno tontón con ganas de vivir en paz pastando fresca hierba. Valentísimo Aguilar, al parársele el toro frente al pecho arreaba cachetes cariñosos al morlaco, acariciándole despectivamente la leña antes de, con guapeza, hundir hasta la vestidura el alfanje. Hubo petición, ovaciones y vuelta al ruedo...

Y lo que relató Manuel Sánchez del Arco, Giraldillo para el ABC madrileño, salido el martes 15 siguiente, fue en este sentido:

Y vamos ahora con la otra confirmación, con la de Jorge Aguilar «El Ranchero», doctorado en Tlaxcala el 13 de marzo de 1949. Se confirmó en Madrid con el toro «Caramelo», número 13. Manolo Navarro le entregó el instrumental. Era un toro con morrillo de bisonte, que hacía extraños. «El Ranchero» lo hizo tomar la capa y lo lidió muy bien. Luego, pases en redondo, tranquilo, y naturales cerca y aguantando. El toro, tan quedado, que para hacerlo entrar a la muleta el espada le hurgaba con la mano en el morrillo. Mató de una gran estocada, y hubo ovación, vuelta al ruedo y saludos...

Como se puede ver, hay cierta unanimidad en el sentido de que Jorge Aguilar se impuso al hecho de que el toro no se movía adecuadamente, para sacarle muletazos meritorios y estuvo entregado y certero con la espada, para de esa manera, dar una aclamada vuelta al ruedo.

El toro del triunfo

El Ranchero Aguilar le cortaría la oreja al segundo de su lote, el séptimo de la corrida, un toro que, según a quien se lea, fue de pelo colorado, castaño aldinegro o retinto. En lo que hay coincidencia, es en el hecho de que rememoraba a aquellos antiguos toros de la tierra que fueron la simiente original de la ganadería de Aleas y que, al paso de los tiempos, se fue modificando con agregados santacolomeños.

La versión de la actuación del torero de Tlaxcala ante este toro, llamado Arriero y que diera en el destazadero 470 kilos de peso en bruto, expresada por Antonio Bellón es la siguiente:

El penúltimo es un típico Aleas, castaño aldinegro, coletero. Falla un espontáneo, larguirucho, capturado entre barreras, y el de capa jarameña va sin ganas al varilarguero mano negra la enguantada del palo... Un alagartado peón pasa apuros al coloquillear. Tira Aguilar del toro en redondos y en airosas vueltecillas que agradan al respetable, desbordadillo su entusiasmo en molinetes, arrucinas y rodillazos... Jorge Aguilar, en chiqueros, clavaba todo el estoque; rodó el noble toro y para el mejicano fueron, merecidamente, oreja, ovaciones, vuelta y saludo... Al público no le agrada que lleven a hombros al Ranchero...

Destaco de la relación de Bellón, el hecho que consigne que se llevaron en hombros al Ranchero, cuestión que no consignan ninguna de las demás que pude consultar para armar estos apuntes.

Por su parte, El de Tanda, refiere lo siguiente:

Al séptimo empezó a muletearlo muy bien sobre la derecha, por redondos, y ya encelado empalmó un afarolado con una arriesgada arrucina y un molinete, que se acogieron con manifiestas pruebas de aprobación; cerró la faena con unos pases por alto rodilla en tierra y girando sin levantarse, como en las manoletinas, y no habíase acallado todavía el eco de la ovación con que se acogía su valiente y brillante hacer, cuando una definitiva estocada le puso en las manos el premio de la oreja, con la que dio la vuelta al ruedo entre la consiguiente ovación...

Y concluyo este apartado con lo que expresó en el ABC de Madrid Giraldillo:

Fue el séptimo un toro retinto de mejor presencia que condición. «El Ranchero» expuso mucho en un quite, y la faena la sacó a pulso. Toreó con mucha gallardía, dominando. Aguilar sabe por dónde anda. Después de hacer bien las cosas en el centro, cuando la res se fue a tablas, después de unos adornos, tiró por la línea de los efectos temerarios e hincándose dio unos pases por alto con aire de manoletinas, luego otros girando de espaldas a la salida. Macheteo y caricias a la cara. Se perfila, y una estocada superior, que mata sin puntilla. A «El Ranchero» le dieron la oreja del retinto y hubo vuelta triunfal y saludos. La impresión y juicio: que se trata de un buen torero...

Quizás la parte más importante de lo que refiere Manuel Sánchez del Arco reside en su apostilla final, en el sentido de que reconoce de que el confirmante, Jorge Aguilar, era un buen torero. Ese juicio llevaba una carga muy importante para su futuro dentro de los ruedos de España.

Antes de terminar, un apunte que pudiera parecer insustancial. La crónica de Antonio Bellón señala que El Ranchero vestía de verdegay y oro, en tanto que el resumen anual de El Ruedo, aparecido en diciembre de ese año, señala que el vestido de la tarde de su confirmación era azul celeste y oro. A saber...

El resto de la corrida

Jaime Malaver, el otro confirmante, le cortó una oreja al toro de su confirmación, primero de la tarde, Altozano de nombre. Por su parte, Luis Briones y Manolo Navarro escucharon palmas tras de pasaportar a los toros que les tocaron en suerte, aclarando que, en quinto lugar, el segundo toro de Navarro, se corrió un toro de Juan Sánchez de Valverde en sustitución de uno de los de Aleas, rechazado en el reconocimiento.

El resto de la campaña de 1952 para el Ranchero Aguilar

Jorge Aguilar terminaría esa temporada española con 8 corridas y un festival. Actuaría en plazas como Barcelona, Alfaro, Vichy, Tánger y una triunfal tarde en Pamplona, el 28 de septiembre al lado de Jaime Marco El Choni y el peruano Rafael Santa Cruz.

Ese limitado número de actuaciones le dejaría preparado el camino para la campaña siguiente, en la que ocuparía un lugar privilegiado a la cabeza del escalafón.

domingo, 11 de agosto de 2024

12 de agosto de 1945: Jesús Guerra “Guerrita” sufre una grave cornada en Madrid

Álvarez Pelayo, Guerrita y Rafael Llorente
Madrid, 19 de abril de 1945
Archivo: Martín Santos Yubero
Jesús Guerra Guerrita, originario dela Ciudad de México, era conocido en las plazas de la capital mexicana desde el 22 de mayo de 1938, cuando se presentó en El Toreo de la Condesa para lidiar un encierro de La Laguna alternando con Jesús González El Indio y Emiliano Vega. Fue uno de los novilleros que tuvieron que dejar paso a toreros como Lorenzo Garza, El Soldado, Fermín Rivera, Ricardo Torres, Silverio Pérez, Eduardo Solórzano, Calesero o Carlos Arruza, quienes hicieron a muchos de sus compañeros de promoción esperar otros tiempos para sobresalir.

Así, Guerrita tuvo que esperar hasta las temporadas de 1943 y 1944 para poder salir adelante en su intento de obtener una alternativa con fuerza, llegando en el primero de esos años a disputar la Oreja de Plata con Juan Estrada y en la segunda, a completar ocho tardes en la plaza de La Condesa. De nuevo le tocó ser parte de otra generación formada por toreros de la talla de Gregorio García, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Luis Briones o el malogrado Eduardo Liceaga

Por esa razón quizás, se decidió a hacer una campaña novilleril en España en el año de 1945, aprovechando que las relaciones taurinas hispano – mexicanas se habían reanudado el calendario anterior. Y logró presentarse en plazas de importancia, porque el 19 de abril de ese calendario hizo su debut en la Plaza de Las Ventas de Madrid, para enfrentar una novillada de los señores de Pablo Romero, en unión del madrileño Rafael Llorente y el granadino José Álvarez Pelayo.

La actuación de Guerrita en esa tarde de su presentación, fue vista así por quien firmó como Alardi II, en el diario deportivo Gol, de la capital española:

Jesús Guerra borda con primor tres lances con los pies quietos y meciendo los brazos con arte y salero. (Ovación). Se supera el mejicano quitando por gaoneras y un adorno de medio lance amanoletado que le resulta de efecto. Pepe Atienza pega en lo alto y bien cuatro veces, y el público no sabe agradecerlo con sus palmas. El azteca, azul y oro, como sus dos compañeros - ¡tipo único! - coloca dos buenos pares de banderillas, que se aplauden. Cierra su peón. Comienza valiente y torero con cuatro derechazos que se jalean. Sin temor a los achuchones del bravo «Ciclonero» sigue por naturales y da uno de pecho excelentísimo. Una estocada algo tendida que basta. (Gran ovación. Salida a los medios, que la modestia del espada no quiere convertir en vuelta al ruedo. La faena lo merecía)…

El sexto le dio a Guerrita una aparatosa voltereta que le impidió finiquitarlo. El parte rendido por el doctor Jiménez Guinea fue el siguiente:

El torero mejicano Jesús Guerra fue asistido de una contusión en la región inguinal derecha otra en la rodilla izquierda y otra en la región esternal, así como conmoción cerebral. Pronóstico menos grave. Doctor Jiménez Guinea.

La opinión general de la crónica en esas fechas fue en el sentido de que Guerrita se había ganado la repetición.

La tarde del 12 de agosto de 1945

Reaparecía Guerrita en Las Ventas. De nueva cuenta lo acompañaba en el cartel Rafael Llorente y cerraba la tercia el torero de Albacete, Manolo Navarro, quienes enfrentarían novillos de los herederos de Demetrio Fraile, de Zaragoza. Esta tarde la había yo mencionado aquí hace algo más de una década, porque al final de cuentas el diestro de Barajas, Rafael Llorente, se quedó con la corrida completa por haber sido heridos sus dos alternantes.

Guerrita se enfrentó al segundo toro de la tarde, pero sin poder concluir su labor. Don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes siguiente al día del festejo, resume así su actuación:

Buenas verónicas de Guerra por el lado izquierdo y un superior quite por faroles. El espada clava un par y medio de banderillas. Muletea sobre la derecha. Al dar un natural, el novillo que no pasa, le coge aparatosamente. Llorente acaba con el bicho de una estocada corta...

Por su parte, quien firmó como R.O.L. en el diario madrileño Pueblo, escribió lo siguiente:

Mansurronearon los novillos de Fraile que ayer se lidiaron en Madrid, y está visto que no hay maniera, de que puedan lucirse los modestos diestros de los que la afición espera algo... Así, Jesús Guerra, qué demostró con la capa inteligencia torera, apretándose bien al veroniquear, al comenzar la faena de muleta resultó gravemente herido, por empeñarse en torear al natural a un toro que no pasaba...

También Manolo Navarro fue herido por el tercero de la tarde al intentar entrar a matar. Igual, Llorente tuvo que pasaportar al novillo.

Los partes facultativos rendidos por el doctor Luis Jiménez Guinea, Jefe del Servicio Médico de la Plaza de Las Ventas, fueron en el siguiente sentido:

El novillero Jesús Guerra sufre una herida en la región inguinal izquierda, con un trayecto ascendente de unos catorce centímetros de longitud, que interesa los músculos oblicuo mayor, oblicuo menor y transverso, contusionando el peritoneo.

Manolo Navarro sufre una herida en el tercio inferior de la cara posterior del muslo izquierdo, que interesa piel, tejido celular y aponeurosis, con un trayecto hada abajo y afuera de unos diez centímetros de longitud.

El doctor Jiménez Guinea calificó de grave la herida de Guerra y de menos grave la de Navarro.

Ambos diestros fueron trasladados al Sanatorio de Toreros. 

Rafael Llorente terminó saliendo en hombros de la afición que casi llenó la plaza madrileña tanto porque le cortó una oreja al primero y al sexto de la tarde, como por la hazaña que había logrado sin tenerla programada. Escribió don Luis Uriarte:

Y Llorente hubo de entendérselas con los seis novillos. Lo cual, habiéndolo hecho muy decorosamente, ya constituye un éxito. Añádase que cortó la oreja del primero y la del sexto y que salió en hombros de la plaza, y ya se ve que, aún habiendo escuchado un aviso en el quinto, que tenía el cerviguillo más duro que la punta de los estoques de descabellar, dicho éxito revistió caracteres de bastante apreciable importancia... Llorente salió airoso del trance durísimo en que le colocaron las cogidas de sus compañeros, gracias a un gran esfuerzo de voluntad, a su valentía, a su pundonor ya sus recursos toreros. Se fatigó mucho, desde luego. Arrastrado el quinto novillo, hubo de solicitar un descanso de la presidencia. Pero aun tuvo arrestos y gallardía para terminar su labor con el mismo premio de la oreja con que iniciara... Por todo ello mereció los aplausos con que el público le animó durante toda la tarde...

Después de esa tarde

Rafael Llorente fue el primero de esta última terna en recibir la alternativa de matador de toros, apenas algo más de dos semanas después de este festejo, el 30 de agosto siguiente, en Barcelona, Manolete, en presencia de Carlos Arruza, le cedió los trastos para dar cuenta del toro Fastidioso de Carlos Núñez. Confirmaría su alternativa en México el 18 de enero de 1953, llevando como padrino a Juan Silveti y de testigo a Antonio Ordóñez, con el toro Aguilucho de El Rocío.

Guerrita fue el siguiente en doctorarse. Lo hizo en Corella, Navarra, el 27 de septiembre, también de ese año del 45. Lo invistió el tudelano Julián Marín, en festejo que torearon mano a mano ante toros de Amador Santos. Confirmó su alternativa en la Plaza México el 8 de diciembre de 1946, de manos de Silverio Pérez y llevando como testigo a Manolete. El toro de la ceremonia fue Renegao de La Punta.

Por su parte, Manolo Navarro se convirtió en matador de toros en su tierra, Albacete, el día de Santiago de 1947. Le apadrinó Gitanillo de Triana y atestiguó Luis Miguel Dominguín, siendo el toro de la cesión Limpiador, de Villagodio Hermanos. Confirmó en Madrid el 4 de octubre de ese mismo año en la Corrida de la Prensa, de manos de Domingo Ortega, y llevando como testigos a Luis Miguel Dominguín y Paquito Muñoz. Esa tarde se lidiaron cuatro toros de Antonio – Pérez Tabernero y cuatro de Carlos Núñez.

Este es el breve recuento de una tarde de toros en la que quedó patente que los toros dan cornadas, porque no pueden dar otra cosa, como sentenció en su día el inmortal Frascuelo.

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