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sábado, 6 de mayo de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (XIV)

Rafaelillo y Miraflores de Rancho Seco


Hipotético monterazo
: No estoy seguro de que lo que en este apartado hago sea correcto, o siquiera adecuado, pero esto lo dedico a mi amigo, don Carlos Hernández González Pavón, quien seguramente, hace 50 años, acompañó a su padre a esta corrida y la disfrutó, como yo lo hice desde el tendido, junto con el mío.

La corrida del cierre de la Feria, se anunció con la actuación del diestro colombiano Pepe Cáceres, Raúl Contreras Finito y el tijuanense Rafael Gil Rafaelillo, quienes enfrentarían un bien presentado encierro que trajo a nuestra feria don Carlos Hernández Amozurrutia desde Tlaxco, Tlaxcala. Prácticamente en la víspera del festejo, se anunció que se integraba al cartel el Centauro Potosino, Gastón Santos, quien tuvo una destacada actuación el 25 de abril anterior.

La Feria de San Marcos de 1973 tuvo una inusual y no vuelta a repetir presencia del campo bravo de Tlaxcala. El 25 de abril se lidió un encierro de Piedras Negras; el 1º de mayo uno de Coaxamalucan y el día 6 de mayo, fecha que en este momento me ocupa uno de Rancho Seco. Y si he de ser exhaustivo, tanto la corrida que abrió el serial, como la extraordinaria del 5 de mayo, fueron de la ganadería del ingeniero Mariano Ramírez, que en esos días era pura de ese origen, pues se fundó en 1956 con la mitad de la original vacada de Zotoluca, la que hogaño lleva el hierro que originalmente fuera de la fundacional de Tepeyahualco.

El sorteo del encierro fue accidentado, pues un toro, el número 73, que al salir al ruedo sería llamado Miraflores y saldría en séptimo lugar, presentaba en un anca una lesión, que para el ganadero y los apoderados era un mero puntazo o rayón y para don Jesús Gómez Medina, que ocupaba el palco de la Autoridad, podía ser una cornada. Tras de un largo rato de discusión y de observación del toro, que no tenía signos de cojera y tampoco presentaba síntomas de fiebre o de otros daños derivados de una lesión profunda, compatible con una cornada, por lo que el toro fue aceptado condicionado a que de mostrar signos de claudicación en el ruedo o de ser protestado por el público, sería devuelto a los corrales sin miramientos. Afortunadamente eso no sucedió y pudimos ver al toro de la Feria, y de muchas más.

La gran faena de Rafaelillo

Paso sin más a la relación de don Jesús Gómez Medina sobre esta gran tarde:

Rafaelillo y Rancho Seco dieron broche triunfal a la Feria. A la memoria de don Enrique Bohórquez, cronista ejemplar, que supo expresar como pocos “el sentimiento del toreo”; a Eduardo Solórzano y Rafael Rodríguez que, aunque alejados de los ruedos, sienten aún la fiesta a pleno corazón; a Juan Luis y Pepe Pérez Jaén, en cuya afición pervive la savia torera del inolvidable don José Pérez Gómez “Nili”... Fue a la hora del crepúsculo, durante esos minutos propicios al ensueño, ricos en presagios, en los que las sombras nocturnas se esparcen lenta e insensiblemente, prestas a ganar la diaria contienda a los esplendores solares. Durante ese breve lapso crepuscular que oscila entre la luz y las tinieblas y que constituyó, dicen, el marco de las grandes proezas belmontinas... Fue entonces que salió el séptimo de Rancho Seco, sexto de la lidia ordinaria. Se llamó “Miraflores”, tenía el número 73 y era negro, de cabeza acarnerada, tirando a veleto y con cuatro años largos en la boca. Nada más ni nada menos que un toro... “Rafaelillo” – desde ayer, tras la faena a "Miraflores" y mientras prosiga por el mismo camino, don Rafael Gil, torero artista si los hay –, se dio a torear al de Rancho Seco en una serie de lances a pies juntos, en una forma si no del todo clásica, de todas maneras espectacular y brillante, a lo que contribuía la brava acometida de “Miraflores”. Remató con pinturería, y oyó una ovación, la primera de las que luego brotarían en incontable sucesión... “Miraflores”, tras el fuerte puyazo y el trajín de las banderillas, había llegado al final con su bravura intacta, atemperada por el castigo recibido; dócil, nobilísimo, embistiendo con el hocico al ras del suelo; con una alegría, con un estilo, con un “son” extraordinarios... Erguido, sonriente, el chiquillo desafiaba al de Rancho Seco, llevando la faena en la diestra; acometía aquél sobre el señuelo que a su bravura se ofrecía, y brotaba, así, el derechazo lento, pausado, solemne. Cada pase superaba en calidad y en intensidad emotiva al precedente; y el ¡olé! que provocaba subía de diapasón a medida que la serie íbase redondeando... ¡El torero, ebrio de emoción artística, impelido por el fuego creador que crepitaba en su pecho, volcaba sobre la arena todo el profundo sentimiento – ¡“el sentimiento del toreo”! – que albergaba su corazón de artista ansioso de encontrar la fórmula de expresión para su mensaje! Y de los tendidos brotaba de inmediato la réplica, el eco más contundente y halagador para quienes usan coleta: ¡torero!... ¡torero!... clamaban a coro los espectadores, saboreando, ellos también y viviendo con toda la intensidad de que es capaz un aficionado, la gesta que en el ruedo se realizaba... En las alturas, las sombras eran cada vez más densas; pero en la arena había un incendio de arte que bañaba en luz y fuego a “Rafaelillo” y a “Miraflores”... Las series de toreo en redondo, con la derecha se sucedían; la emoción crecía de punto y el ritmo de triunfo aumentaba en la misma proporción en que cada muletazo resultaba más pulido, más templado, de mayor longitud. En algunos de estos, “Rafaelillo” toreó sin ver al burel; ¡tal era su nobleza!, ¡admirable toro de Rancho Seco, embistiendo con idéntica alegría, con la misma claridad, con tan depurado estilo como si en él confluyese toda la sangre bravía de muchas generaciones de bureles próceres!... Tan solo un bache registró la gran faena: fue cuando “Rafaelillo” confundió su condición de torero – artista con la de director de la banda; le perdió la cara al toro, acometió éste y le propinó la voltereta y el susto consiguiente. Mas, en cuento Rafael tornó a ponerse en torero – torero, dejándose de recursos que suelen emplear los mediocres, incapaces de provocar en otra forma la emoción popular, resurgió el bien torear; renació la emoción derivada de la evidencia del arte; y aquel sentimiento del toreo sustituido pasajeramente por la sensación del susto, readquirió la primacía conferida por la plena entrega del gran artista del toreo que es – que ayer fue cumplida plenamente – Rafael Gil “Rafaelillo”... Una entrega que encontró su expresión más dramática en el momento de la estocada: a toma y daca, yéndose sobre el morrillo con la mayor decisión a cambio de salir volteado de manera tan espectacular y peligrosa que provocó hasta la intervención de algunos – como Rafael Rodríguez y Pepe Pérez Jaén – que, como tantos más, desde el callejón presenciaban entusiasmados y extáticos la imprevista proeza. Rafael Gil puso remate a aquella. Y, aunque salió trompicado, al tornar al ruedo, vivió su momento de apoteosis, en unión del ganadero, don Carlos Hernández; las dos orejas y el rabo del admirable “Miraflores”; las vueltas al ruedo entre aclamaciones y a hombros de los capitalistas; las ovaciones, la música; en suma, el fervor popular volcado a sus pies de joven y brillante triunfador... Y para “Miraflores”, el toro que con su bravura y nobilísima condición revivió viejos lauros de su divisa, los honores del arrastre lento en torno a la barrera...

Lo demás de la corrida

El festejo se había desarrollado en un ambiente que medió entre el sopor y la tragedia. Del resto de la corrida unos batallaron para mantenerse en pie y otros fueron la antítesis de Miraflores, pero el primero de la lidia ordinaria fue el que condicionó en gran medida lo que habría de venir. Manolo Pérez, banderillero y compatriota de Pepe Cáceres sufrió una grave cornada al ser prendido y prensado contra el burladero que está exactamente en el tendido de sol, en el otro extremo de la puerta de cuadrillas. Desde ese momento la pesadumbre se apoderó de los presentes y de quienes estaban en el ruedo y ya poco se esperaba del festejo.

Pepe Cáceres y Finito no volvieron a actuar en una de nuestras ferias, y tuvimos que esperar 49 años para volver a ver un encierro de Rancho Seco en nuestras plazas. Y en cuanto a la faena de Rafaelillo, si algún día se hiciera un recuento de las grandes faenas ocurridas en el ruedo de la Plaza de Toros San Marcos, esta es una de las que se deben tomar en cuenta.

Aviso parroquial: Hace 11 años, publiqué una primera versión de este mismo asunto, que pueden consultar, en esta ubicación.

domingo, 14 de julio de 2013

Detrás de un cartel (IX)

El cartel de la
remembranza
José Ramón Tirado había debutado en la Plaza México en septiembre de 1950. Su divisa fue el valor a toda prueba y un toreo pirotécnico, en el que lucía su dominio de lo que muchos consideran suertes accesorias y que combinadas con la exposición con la que las ejecutaba, involucraban de inmediato a los públicos en su quehacer en el ruedo, independientemente de que los aficionados más ortodoxos reconocieran su gran valentía, pero no quedaran muy conformes con sus procedimientos.

Tirado, de la mano de El Pipo

Apoderado por Rafael Sánchez El Pipo, llegó a España en 1956 y acerca de esa relación entre el torero de Mazatlán y su peculiar apoderado, Javier Manzano cuenta lo que sigue:
Su primera peripecia, añagaza y osadía la perpetró a finales de los 50 con el mexicano José Ramón Tirado a quien para darle a conocer en España le inventó la siguiente historia contada por él mismo: "iba a llegar Franco de un viaje y llamé a Tirado para que sacase un billete de avión para ese mismo día pero que no viajase. En el aeropuerto estaba toda la prensa esperando al Caudillo y yo a través de un fotógrafo amigo hice correr el rumor de que el torero que llegaba ese día no lo haría porque se había tirado del avión. Al momento todos los periodistas estaban a mi alrededor y yo inventando la historia; al día siguiente todo el mundo conocía a Tirado. Pero no me quedé ahí sino que la seguí alimentando y un par de días después me inventé que un barco había rescatado al torero en alta mar y que aquello era un milagro. Tirado volvió a llenar páginas de periódicos y revistas, y esa temporada todo el mundo quería verle torear...
En ese ambiente se presenta en Madrid el 8 de julio de 1956. Los novillos fueron 5 de Atanasio Fernández y uno de El Pizarral de Casatejada. Sus alternantes Fermín Murillo y Paco Pita y le cortó la oreja al primero de su lote, lo que le aseguró ser repetido el siguiente jueves, en esta ocasión alternando con Pepe Cáceres y Victoriano Valencia y lidiando de nueva cuenta novillos de Atanasio Fernández

Hace 57 años

Esta última tarde cortó una oreja al sexto y dejó las cosas listas para que el domingo 15 volviera a actuar en Las Ventas, esta vez alternando con Pepe Cáceres y Juan Jiménez El Trianero para dar cuenta de un encierro de Garro y Díaz Guerra procedencia José Bueno (hoy la ganadería es la de Laurentino Carrascosa y se ha decantado por el encaste Domecq).

En esa tercera ocasión José Ramón Tirado abriría la puerta grande de la plaza de Madrid y de acuerdo con las crónicas que pude localizar, lo hizo a base de redaños y de carisma. En primer término está la apreciación de don Luis Uriarte Don Luis, en la Hoja de Lunes del día siguiente al festejo, de la que extraigo lo que sigue:
Dos orejas al mejicano Tirado en Madrid. Valor atómico... El valor de que hace alarde el mejicano José Ramón Tirado es más que heroico, más que temerario, más que brutal; es un valor de locura, que tendríamos por inconsciente si ello no fuera lo consciente en la fiesta de toros – como si se tratara de la guerra – de un torero que quiere ser torero. Dada la época en que vivimos, nada lo calificaría mejor que decir que es un valor atómico. Hasta por la impávida tranquilidad con que lo derrocha el mejicano en cuestión... Saltemos, para seguir con lo mejor de lo bueno e hilvanar con lo que decíamos del valor de Tirado, al tercer novillo. Un bravo ejemplar, como casi todos los lidiados, con excepción del sexto, de Garro y Díaz Guerra, quienes se apuntaron un nuevo y muy estimable éxito. El mejicano lo había lanceado a la verónica y quitado por chicuelinas con su reconocida valentía. El primer muletazos lo dio, según acostumbra, sacándose al enemigo por la espalda. Después, en los redondos sobre la derecha, en los naturales sobre la izquierda – con el mismo aguante de sus anteriores actuaciones, pero más erguido y con más temple – y en los de adorno de frente, de costadillo, de espaldas y hasta de coronilla, dicho sea sin exageración, puesto que en uno de ellos cayó, empitonado, cabeza abajo, compuso un faenón que se jaleó con inusitado estrépito, entre un entusiasmo elevado al cubo del paroxismo. Y como de contera se volcara sobre el morrillo para clavar una estocada que puso el punto y raya del matador a la emocionante labor del torero, las dos orejas se le concedieron sin discrepancias y la ensordecedora ovación no se interrumpió mas que al final de la vuelta al ruedo, en breves instantes de respiro, para volver a tronar mientras el triunfador saludaba nuevamente desde el tercio. Pocas veces hemos visto en una plaza de toros un mayor y más increíble desprecio del peligro... Así quedó plantado en lo más alto el pabellón taurino del mejicano, ya que lo del sexto novillo no cuenta, por ser absolutamente cierto que el morlaco, manso, bronco y peligroso, no se prestaba a más que a la faena de aliño con que Tirado lo preparó para quitárselo de enmedio con dos pinchazos, media estocada y un descabello. Se le aplaudió en reconocimiento de la dificultad del trance...
La segunda es la aparecida en el diario madrileño ABC, firmada por José María del Rey Caballero Selipe. quien según Joaquín Vidal era, un ejemplo permanente de dignidad en el ejercicio de la profesión para cuantos nos dedicamos a este oficio... y retomo de lo escrito por él, lo que sigue:
Sangre vivaz. Se llenó la plaza, sin duda porque el cartel reunió aliciente, y, sobre todo, orque el mejicano Tirado, que en él figuró, había despertado, por sus temeridades de días anteriores, el interés de la gente... Los Sres. Garro y Díaz Guerra, que por la presentación de su ganado cumplieron con las exigencias de la plaza madrileña, por la bravura de sus reses, gustaron el aplauso del graderío, que vio como los novillos, con temperamento inextinguible, mantuvieron codicia y bríos para la pelea con los montados, y empuje sostenido para el cite de los engaños: es posible que los lidiadores estimasen excesiva la acometividad de los astados, pero los aficionados se recrean en el juego que las reses desarrollan, sin apagamiento, durante su vida en la arena. La excepción al conjunto, merecedor de buena nota para los criadores, la constituyó el novillo lidiado en último lugar... Entre todas las reses recibieron veintiún puyazos, y a alguna, como la corrida en cuarto lugar, el castigo le resultó insuficiente... El mejicano Tirado, que se recreó al ceñirse por chicuelinas en un quite al primero y con el capote a la espalda en otra intervención ante el segundo novillo, se apretó en el lanceo al tercero, aunque no cumplió los tiempos de la verónica, si bien se ajustó en su sucesión y en la media de remate; despertó la emoción de la galería en un quite temerario por chicuelinas, con cierre de revolera, y desarrolló una labor abierta, con cite en los medios y salida de la res al variarla con displicente asomo de la franela por la espalda, y continuada con agobio de terrenos y correlativo sobresalto del graderío, progresivamente entusiasmado a mediad que el muletero, en los redondos, en multitud de pases de espaldas, en otros de rodillas, en afarolados y en molinetes, acertaba a mover los resortes más sensibles de la masa, que cuando el azteca, con sentido de la proporción, arrancó oportunamente a matar, y lo hizo de una estocada hasta las cintas en el primer envite, solicitó los trofeos con tal frenesí, que la presudencia hubo de otorgarlos al máximo... Unos entusiastas alzaron a hombros a Tirado y pese a disconformidades, ruidosamente manifestadas, se lo llevaron... por la puerta grande. Valdría la pena defender la tan ponderada seriedad de la plaza de Madrid...
Tirado y Pepe Cáceres en la óptica
de Antonio Casero (ABC, Madrid
17 de julio de 1956)
Como lo ven, de las relaciones escritas de Don Luis, y de Selipe, se advierte el reconocimiento sin cortapisas al valor del torero mazatleco, aunque de la opinión de ambos se desprenda que no convienen totalmente en los procedimientos que usaba ante los toros. No obstante, la tarde que aquí me ocupa José Ramón Tirado salió en hombros de Las Ventas y sumó algo que al paso de los años se vuelve cada vez más complicado de replicar, pues en una semana toreó tres veces allí y cortó cuatro orejas de los novillos que enfrentó.

Otras informaciones de la prensa de esos días

La prensa de la fecha hablaba además del homenaje que se hizo a Nicanor Villalta en Zaragoza y en el que se lidiaron novillos de Moreno Yagüe y en el mismo, toreó el propio Villalta que cortó una oreja; también cortaron una oreja Domingo Ortega, Julián Marín y Jumillano, en tanto Antonio Vázquez fue ovacionado y Marcos de Celis se llevó las 2 orejas de su novillo. Al final del festejo, el alcalde de Creta, Teruel, le entregó a Villalta una placa con el título de hijo predilecto... También relata que el novillero de Arles, Pierre Schull fue herido de gravedad en Carabanchel, en tanto que Joselito Huerta, en la corrida final de la feria de Pamplona cortó el rabo al segundo de su lote (6º), en tarde en la que alternó con Antonio Bienvenida, Paco Mendes y el rejoneador Ángel Peralta en la lidia de toros del Vizconde de Garci – Grande, y Gallardo (3º). También consigna que Gregorio Sánchez fue herido en La Línea de la Concepción al enfrentar toros de José Villar alternando con Dámaso Gómez y Chicuelo II. Por otra parte, deja constancia de que Chamaco cortó 4 orejas y rabo y Carlos Saldaña 3 y rabo en Barcelona cuando alternaban con Rafaelito Chicuelo en la lidia de novillos de Antonio Urquijo. Cierran estos retales lo sucedido en San Sebastián, donde Paco Pita resultó lesionado en un ojo, en tanto que Fermín Murillo cortó una oreja y Sergio Díaz fue ovacionado al lidiar novillos de Escudero Calvo.

José Ramón Tirado
Tirado recibió la alternativa en Mérida, España el 12 de octubre de ese mismo año, apadrinándole Litri y llevando el testimonio de Antonio Ordóñez. El toro de la ceremonia se llamó Cuellolargo y fue de Manuel González. La confirmó en la Plaza México el 13 de enero siguiente, recibiendo otra vez los trastos de manos de Litri y siendo el testigo el Güero Miguel Ángel y el toro Remador de La Laguna el de la cesión.

En el San Isidro de 1957 El Pipo le consiguió tres tardes y en la primera, el 10 de mayo, confirmó su alternativa extremeña de manos de Julio Aparicio y fungiendo como testigo Antoñete. El toro cedido fue Medianejo de Eusebia Galache. Tirado ya no pudo repetir los exitos de su temporada novilleril y este paso isidril fue el último que hizo por la plaza madrileña.


José Ramón Tirado falleció en Ontario, California, Estados Unidos, el 27 de marzo de 2010.

domingo, 6 de mayo de 2012

Tal día como hoy. 1973: Rafaelillo y Miraflores de Rancho Seco


La Feria de San Marcos de 1973 tuvo una inusual y no vuelta a repetir presencia del campo bravo de Tlaxcala. El 25 de abril se lidió un encierro de Piedras Negras; el 1º de mayo uno de Coaxamalucan y el día 6 de mayo, fecha que en este momento nos ocupa uno de Rancho Seco. Y si he de ser exhaustivo, tanto la corrida que abrió el serial, como la extraordinaria del 5 de mayo, fueron de la ganadería del Ingeniero Mariano Ramírez, que en esos días era pura de ese origen, pues se fundó en 1956 con la mitad de la original vacada de Zotoluca, la que hogaño lleva el hierro que originalmente fuera de la fundacional de Tepeyahualco.

Esa corrida del cierre de la Feria, se conformó con la actuación del Centauro Potosino Gastón Santos, el colombiano Pepe Cáceres, Raúl Contreras Finito y el tijuanense Rafael Gil Rafaelillo, quienes enfrentarían ese bien presentado encierro que trajo a nuestra feria don Carlos Hernández Amozurrutia desde Tlaxco, Tlaxcala.

El sorteo del encierro fue accidentado, pues un toro, el número 73, que al salir al ruedo sería llamado Miraflores y saldría en séptimo lugar, presentaba en una anca una lesión, que para el ganadero y los apoderados era un mero puntazo y para don Jesús Gómez Medina, que ocupaba el palco de la Autoridad, podía ser una cornada. Tras de un largo rato de discusión y de observación del toro, que no tenía signos de cojera y tampoco presentaba síntomas de fiebre o de otros daños derivados de una lesión profunda, compatible con una cornada, por lo que el toro fue aceptado condicionado a que de mostrar signos de claudicación en el ruedo o de ser protestado por el público, sería devuelto a los corrales sin miramientos. Afortunadamente eso no sucedió y pudimos ver al toro de la Feria, y de muchas más.

La gran faena de Rafaelillo

Paso sin más a la relación de don Jesús Gómez Medina sobre esta gran tarde:

Rafaelillo y Rancho Seco dieron broche triunfal a la Feria. A la memoria de don Enrique Bohórquez, cronista ejemplar, que supo expresar como pocos “el sentimiento del toreo”; a Eduardo Solórzano y Rafael Rodríguez que, aunque alejados de los ruedos, sienten aún la fiesta a pleno corazón; a Juan Luis y Pepe Pérez Jaén, en cuya afición pervive la savia torera del inolvidable don José Pérez Gómez “Nili”... Fue a la hora del crepúsculo, durante esos minutos propicios al ensueño, ricos en presagios, en los que las sombras nocturnas se esparcen lenta e insensiblemente, prestas a ganar la diaria contienda a los esplendores solares. Durante ese breve lapso crepuscular que oscila entre la luz y las tinieblas y que constituyó, dicen, el marco de las grandes proezas belmontinas... Fue entonces que salió el séptimo de Rancho Seco, sexto de la lidia ordinaria. Se llamó “Miraflores”, tenía el número 73 y era negro, de cabeza acarnerada, tirando a veleto y con cuatro años largos en la boca. Nada más ni nada menos que un toro... “Rafaelillo” – desde ayer, tras la faena a "Miraflores" y mientras prosiga por el mismo camino, don Rafael Gil, torero artista si los hay –, se dio a torear al de Rancho Seco en una serie de lances a pies juntos, en una forma si no del todo clásica, de todas maneras espectacular y brillante, a lo que contribuía la brava acometida de “Miraflores”. Remató con pinturería, y oyó una ovación, la primera de las que luego brotarían en incontable sucesión... “Miraflores”, tras el fuerte puyazo y el trajín de las banderillas, había llegado al final con su bravura intacta, atemperada por el castigo recibido; dócil, nobilísimo, embistiendo con el hocico al ras del suelo; con una alegría, con un estilo, con un “son” extraordinarios... Erguido, sonriente, el chiquillo desafiaba al de Rancho Seco, llevando la faena en la diestra; acometía aquél sobre el señuelo que a su bravura se ofrecía, y brotaba, así, el derechazo lento, pausado, solemne. Cada pase superaba en calidad y en intensidad emotiva al precedente; y el ¡olé! que provocaba subía de diapasón a medida que la serie íbase redondeando... ¡El torero, ebrio de emoción artística, impelido por el fuego creador que crepitaba en su pecho, volcaba sobre la arena todo el profundo sentimiento – ¡“el sentimiento del toreo”! – que albergaba su corazón de artista ansioso de encontrar la fórmula de expresión para su mensaje! Y de los tendidos brotaba de inmediato la réplica, el eco más contundente y halagador para quienes usan coleta: ¡torero!... ¡torero!... clamaban a coro los espectadores, saboreando, ellos también y viviendo con toda la intensidad de que es capaz un aficionado, la gesta que en el ruedo se realizaba... En las alturas, las sombras eran cada vez más densas; pero en la arena había un incendio de arte que bañaba en luz y fuego a “Rafaelillo” y a “Miraflores”... Las series de toreo en redondo, con la derecha se sucedían; la emoción crecía de punto y el ritmo de triunfo aumentaba en la misma proporción en que cada muletazo resultaba más pulido, más templado, de mayor longitud. En algunos de estos, “Rafaelillo” toreó sin ver al burel; ¡tal era su nobleza!, ¡admirable toro de Rancho Seco, embistiendo con idéntica alegría, con la misma claridad, con tan depurado estilo como si en él confluyese toda la sangre bravía de muchas generaciones de bureles próceres!... Tan solo un bache registró la gran faena: fue cuando “Rafaelillo” confundió su condición de torero – artista con la de director de la banda; le perdió la cara al toro, acometió éste y le propinó la voltereta y el susto consiguiente. Mas, en cuento Rafael tornó a ponerse en torero – torero, dejándose de recursos que suelen emplear los mediocres, incapaces de provocar en otra forma la emoción popular, resurgió el bien torear; renació la emoción derivada de la evidencia del arte; y aquel sentimiento del toreo sustituido pasajeramente por la sensación del susto, readquirió la primacía conferida por la plena entrega del gran artista del toreo que es – que ayer fue cumplida plenamente – Rafael Gil “Rafaelillo”... Una entrega que encontró su expresión más dramática en el momento de la estocada: a toma y daca, yéndose sobre el morrillo con la mayor decisión a cambio de salir volteado de manera tan espectacular y peligrosa que provocó hasta la intervención de algunos – como Rafael Rodríguez y Pepe Pérez Jaén – que, como tantos más, desde el callejón presenciaban entusiasmados y extáticos la imprevista proeza. Rafael Gil puso remate a aquella. Y, aunque salió trompicado, al tornar al ruedo, vivió su momento de apoteosis, en unión del ganadero, don Carlos Hernández; las dos orejas y el rabo del admirable “Miraflores”; las vueltas al ruedo entre aclamaciones y a hombros de los capitalistas; las ovaciones, la música; en suma, el fervor popular volcado a sus pies de joven y brillante triunfador... Y para “Miraflores”, el toro que con su bravura y nobilísima condición revivió viejos lauros de su divisa, los honores del arrastre lento en torno a la barrera...”

Rafael Gil Rafaelillo
La corrida se había desarrollado en un ambiente que medió entre el sopor y la tragedia. Del resto de la corrida unos batallaron para mantenerse en pie y otros fueron la antítesis de Miraflores, pero el primero de la lidia ordinaria fue el que condicionó en gran medida lo que habría de venir. Manolo Pérez, banderillero y compatriota de Pepe Cáceres sufrió una grave cornada al ser prendido y prensado contra el burladero que está exactamente en el tendido de sol, en el otro extremo de la puerta de cuadrillas. Desde ese momento la pesadumbre se apoderó de los presentes y de quienes estaban en el ruedo y ya poco se esperaba del festejo.

Pepe Cáceres y Finito no volvieron a actuar en una de nuestras ferias, así como tampoco hemos vuelto a ver un encierro de Rancho Seco en nuestras plazas. Y en cuanto a la faena de Rafaelillo, si algún día se hiciera un recuento de las grandes faenas ocurridas en el ruedo de la Plaza de Toros San Marcos, esta es una de las que se deben tomar en cuenta.

El festejo de hoy, 11ª corrida de feria: 6 de Fernando de la Mora para Eulalio López Zotoluco, José Mari Manzanares y Arturo Macías.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Detrás de un cartel (IV)

En una entrada anterior, también referida a un festejo celebrado en La Maestranza, decía que un cartel de toros puede ser apreciado desde muchas aristas. Hoy agrego que también pueden ser muy variados los recuerdos que traiga a aquellos que vean el cartel después de tiempo, sea porque asistieron al festejo y les trae a la memoria momentos vividos o porque sin haber estado en la plaza, o se conoce a alguno de los que en él participaron o se mantienen recuerdos con hechos posteriores que guardan relación con él.

El domingo 20 de mayo de 1956 se anunció una novillada, seguramente dentro del abono de la temporada sevillana, que vería la presentación de un torero madrileño, de dinastía, como lo es el caso de Félix Saugar Pirri y la actuación de otros dos que estaban ya prontos a tomar la alternativa uno andaluz, Juan Antonio Romero ya conocido como El Ciclón de Jerez – como podemos ver, el remoquete no es ni novedoso, ni exclusivo del que actualmente lo usufructúa – y el otro, sudamericano, de Colombia, Pepe Cáceres, que unos meses después, en esa misma arena, sería elevado a la categoría de matador de toros.

Los toros

Para la ocasión la Empresa Pagés puso un encierro de los herederos de Baldomero Sánchez y Sánchez, vacada que inicialmente se formó a partir de un lote de ganado de la legendaria de Aleas que se cedió a Emilia García – Aleas. Baldomero Sánchez lo adquirió en 1948 y le agregó simiente de Carlos Núñez y cuando fallece en 1955, se anuncia a nombre de sus herederos, que la enajenan en 1956 a José Luis Hidalgo Rincón. Tras pasar por diversas manos, entre ellas las de José Luis Martín Berrocal, llega a las de Juan Antonio Ruiz Espartaco, a cuyo nombre se lidia en la actualidad, cambiando la base ganadera, por la de Domecq.

La tarde que me tiene delante de Ustedes en la relación que presentó Gómez Bajuelo a los lectores del diario ABC de Sevilla, refiere acerca del encierro, estos reveladores conceptos:


Magnífica presentación de novillada: ¿Quién dijo que las gentes no eran aficionados al toro? Se ha dicho y creo que se ha escrito. Quedaban tan solo los viejos aficionados. Los de ahora mostraban su preferencia por la res liviana y cómoda, propicia al toreo moderno. Se hablaba de la humanización de la fiesta y se resumía el concepto en la frase de que con el toro antiguo no se podía ejecutar el toreo de hoy. Sin embargo, el domingo ocurrió algo muy distinto, que nos encauza a revisar ciertas afirmaciones. Ocurrió que los herederos de don Baldomero Sánchez enviaron una novillada de peso, poderosa y alta de cabeza... El salto a la areba de estos bichos provocó, súbitamente, una reacción admirativa en el público, corrieron aires de emoción por el graderío. Tono de revalorización de la fiesta y asentimiento clamoroso en la presencia y en algunos arrastres, canalizados hacia el palco ganadero. Y si la alegre y poderosa acometida no tuvo... una continuación de bravura, considérese que los novillos son desechos de tienta... Constituyó, pues, un éxito la presentación... Y en bravura y genio brilló, por encima de todos, el que abrió plaza...

Félix Saugar, Pirri

Pirri: 9 tardes en Las Ventas y 16 en La Chata
Decía que Félix Saugar es un torero de dinastía. Y es que su padre y sus hermanos se han dedicado a ser toreros, aprendiendo en el viejo matadero de Madrid, el de Legazpi, en donde Félix, Emilio, Manolo y Lorenzo Saugar conocieron las primeras letras ante los toros que encontraron la muerte sin el brillo ni la gloria de las plazas de toros.


Emilio y Lorenzo fueron desde siempre hombres de plata. Félix intentó ser matador de toros, pero como lo cuenta él mismo en un espléndido reportaje de Vicente Zabala Portolés que nos presenta Paco Abad en su Aula Taurina de Granada, los toros le castigaron mucho y pronto. Por eso empleó las enseñanzas obtenidas en ser un extraordinario subalterno, porque llevar a un Pirri en la cuadrilla hoy y siempre, ha sido una seguridad y un lujo.

Los vigentes Pablo – él sí llegó a matador de toros –, David y Víctor Hugo confirman esa gran calidad con la capa y con los palos y es recurrente el apellido Saugar o el apodo Pirri yendo de fijos en cuadrillas de toreros como Luis Miguel Dominguín, Pedrín Benjumea, José María Manzanares, El Soro, César Jiménez o El Cid.

De su actuación esta tarde, Gómez Bajuelo, en la crónica en cita, destaca lo siguiente:


El debut del 'Pirri': Hizo su presentación en esta plaza Félix Saugar ‘Pirri’, precedido de fama por sus actuaciones en las plazas nórdicas. Le tocó el primero de la tarde, bonito, levantado de cabeza, acometiendo con alegría... En este novillo, el ‘Pirri’ causó muy biena impresión... el genio del animal encontró el reductor de unos doblones eficaces del torero, sin perderle la cara al astado. Hubo aguante en los primeros redondos, aplaudidos por el respetable, y después, la excelente ejecución de cuatro redondos, ligados con el de pecho, provocaron la ovación y los sones de la música... Buena faena, en la que el torero no se dejó dominar por el temperamento del novillo... El ‘Pirri’ salió al tercio a saludar...

El Ciclón de Jerez

El torero jerezano volvía a Sevilla. Por lo que narra Gómez Bajuelo en su presentación no había confirmado la fama que se había labrado toreando por fuera, pues califica su paso por allí de borroso y desvaído. En esta oportunidad le va a resaltar lo que sería la divisa de su paso por los ruedos, el ánimo y la voluntad, aquellas virtudes que motivaron a Manolo Liaño, a llamarle hace ya once lustros El Ciclón de Jerez. Juan de la Plata escribe al respecto en su Historia del Toreo en Jerez:


…Juan Antonio Romero recibiría el sobrenombre de ‘El Ciclón de Jerez’, acertadamente impuesto por el crítico taurino del diario ‘Ayer’, Manolo Liaño. Sobrenombre muy bien aceptado por el torero, que lo utilizaría en su propaganda, y que sería recogido y aprovechado por los empresarios, que a partir de entonces, lo colocarían bajo su nombre, en los carteles de las numerosas corridas que llegaría a torear…



¡12 orejas, 3 rabos y 1 pata!
Ese toreo alegre en todos los tercios, le vuelve el amo del Rincón del Sur y así, el 17 de julio de 1955 acomete la hazaña de torear 3 festejos en un día, en San Fernando al mediodía, en Jerez por la tarde y en Cádiz en la noche, redondeando una terna de triunfos reflejados en 12 orejas, 3 rabos y una pata. Vistió el mismo terno grana y oro, el que después ofrendó a la Virgen de la Merced, patrona de Jerez. Sus alternantes en distintas combinaciones fueron Chano Rodríguez, El Pío y mi paisano Joselito Huerta.  Este episodio también lo recuerda con emoción don Marciano Breña Galán en su bitácora De España Hasta los Cantares.

Tras de tomar la alternativa en 1956, permanece en ese escalafón hasta 1961, pues en 1962 y hasta el 68, pasa a formar con los hombres de plata, siendo parte de las cuadrillas de Antonio Ordóñez, Victoriano Valencia y Luis Parra Jerezano. En 1966 vuelve a tomar muleta y estoque, permaneciendo en el escalafón mayor hasta 1968, cuando vuelve a vestir la plata para formar parte de la plantilla de Miguelín y de Currillo. Fallece a causa de una larga enfermedad el 29 de diciembre de 1974, a los 42 años.

Manolo Liaño reflexionó en diciembre del año 2000 lo que fue el paso por los ruedos de este torero de la siguiente manera:


Juan Antonio Romero fue el más claro ejemplo de profesionalidad, de entrega total y honradez… fue uno de los toreros más taquilleros de la segunda mitad del siglo que se nos va de las manos. Para las empresas, un cheque al portador. Como lo fueron en su tiempo ‘Litri’ y Aparicio, ‘El Cordobés’, Paco Ojeda y como lo es hoy en día ‘El Juli’…

Pepe Cáceres

Al único que vi en los ruedos fue a Pepe Cáceres. Fue la tarde del 6 de mayo de 1973 en la Plaza de San Marcos, en la última corrida de nuestra Feria de Abril de ese año. Es una de las tardes que se me han quedado en la memoria, porque en ella Rafael Gil Rafaelillo realizó una de las faenas más grandes que he visto en mi vida. Ese día Pepe Cáceres estuvo aseado, pero sin fortuna y es que el primero de su lote le pegó un cornalón a su peón Manolo Pérez, prensándolo contra las tablas del burladero que queda abajo del tendido de sol, al salir de un par de banderillas. Tras de ello, el torero colombiano pareció tener la mente en otro lugar.

Pero esta tarde de diecisiete años antes, la historia era otra. Estaba en pleno asalto a la cumbre y repitió triunfo en la Maestranza, cortando una oreja y dando un par de vueltas al ruedo tras de terminar con el sexto, que brindó nada menos que a Juan Belmonte. Y lo sacaron en hombros, porque como escribe don Antonio Burgos:



...Por la calle Iris. Como siempre se han sacado a los toreros en Sevilla, antes de la moda del mito del cuento del envergue de tanta Puerta del Príncipe… O por la del Príncipe o ninguna, parecen decir. No quieren salir por la calle Iris, como no sea andando y hacia el cochecuadrillas aparcado en la calle Antonia Díaz… Cuando por la calle Iris, y a hombros hasta el Hotel Cecil Oriente donde se vistió, salió Curro Romero la tarde de su debú y su triunfo con «Radiador» de Benítez Cubero. Por la calle Iris han salido a hombros Manolete y Arruza, y Antonio Ordóñez, y Pepín Martín Vázquez, y Pepe Luis Vázquez, y Chicuelo. Entonces era lo normal. Por eso la otra noche daba gloria ver a los chavales compañeros del novillero triunfador que se echaron al ruedo y lo sacaron a hombros por la calle Iris, y por Antonia Díaz lo llevaron hasta el hotel. Recuperada la costumbre, conviene, pues, aclarar que aquí no está prohibido sacar a un torero a hombros por la calle Iris. Aunque parezca lo contrario...

Su affaire con Sevilla continuaría, tanto, que el 30 de septiembre de ese mismo año, don Antonio Bienvenida le haría matador de toros en ese mismo ruedo cediéndole al toro Secretario de don Joaquín Buendía, delante de José María Martorell. Iniciaba así una larga trayectoria en los ruedos que se prolongaría durante tres décadas y una miajita más.



Pepe Cáceres, dice Gloria Sánchez – Grande, acabó mal. El día 20 de julio de 1987, el toro Monín, de la ganadería de San Esteban de las Ovejas le infirió una cornada en el tórax en la plaza de Sogamoso – misma que hoy lleva su nombre – y a causa de esa herida falleció en Bogotá el 16 de agosto siguiente. Un interesante reportaje sobre el final de este torero, – publicado en La Revista de la Asociación Taurina Cultural, que es quizás el más clásico que ha dado Colombia –, lo pueden leer entre las Cosas de Toros de Cordoncillo.

La letra pequeña: El Coli

Así apareció en La Vanguardia de Barcelona
En la parte del cartel dedicada a informar los nombres de los que integran las cuadrillas de los diestros actuantes, aparece un nombre que me llamó la atención, el del banderillero gitano Manuel Leyton El Coli, que iba en la cuadrilla de Juan Antonio Romero. Este nombre lo conocí por voz de mi paisano Jesús Delgadillo El Estudiante, quien actuó en la tarde del 15 de agosto de 1964 en Las Ventas, con José González Copano y José Teruel El Pepe, cuando el pitón de Cuatrero de Ángel Rodríguez de Arce le penetró por un costado y le hizo llegar sin vida a la enfermería.

Andrés Travesí escribió una extraordinaria pieza, casi una oración fúnebre en la edición del ABC madrileño del día siguiente de la tragedia, de la que extraigo lo siguiente:


‘El Coli’, Manuel Leyton, ‘El Coli’, esperó a ‘Cuatrero’ – un nombre para la historia dramática de los toros: negro bragao, número 88, de la ganadería de don Ángel Rodríguez de Arce, de El Espinar – con el capote desplegado. El novillo, un cuatreño con cuajo de toro, había rebrincado al pisar la arena, tenía poder en su poderosa cabeza y llevaba la muerte en sus afilados cuernos. ‘El Coli’ le tanteó por la izquierda: ‘Cuatrero’ se revolvió pronto y acudió al engaño. Buscó el cuerpo. ‘El Coli’, Manuel Leyton, ‘El Coli’ – un nombre para la historia dramática del toreo – cayó al suelo pesadamente, de bruces. ‘El Coli’ quedó inmóvil. En el suelo, por debajo de la chaquetilla, le prendieron de nuevo los afilados puñales de ‘Cuatrero’... ‘El Coli’, en un último y supremo esfuerzo, se incorporó levemente. Fue un instante de angustia que muy pocos espectadores, distraída su atención por los azares de la lidia, pudieron percibir. ‘El Coli’ se derrumbó definitivamente. Cuando lo recogieron no llevaba sangre en su traje de luto, pero llevaba ya la muerte en el alma...


El escueto parte médico del doctor Jiménez Guinea dice así:

Durante la lidia del primer novillo, el banderillero Manuel Leyton Peña, 'El Coli', ingresó en la enfermería ya cadáver, con una herida por asta de toro en la región costolumbar del lado izquierdo.

La novillada se suspendió tras del arrastre del tercero de la infausta tarde.

También El Coli acabó mal. Y cómo Pepe Cáceres, entró a la gloria taurina, pero por la angosta puerta del sepulcro.

Y termino

Las historias que hay detrás de un cartel se entrelazan y nos presentan aristas de la vida de los personajes que lo integran que van más allá del festejo que se anuncia. Algunas de las historias de este cartel de hace 54 años son las que pongo aquí. Espero no haberme extendido más allá de lo medianamente razonable.

Aldeanos