Manolo Martínez |
La temporada 1979 – 80 en la Plaza México la vi casi completa. Constó de 17 corridas y Manolo Martínez fue cabeza de cartel en ocho de ellas. Así, a simple vista, queda claro que todo el peso del ciclo recayó sobre sus espaldas. Pero independientemente de que en la sexta de la temporada hubiera cortado dos orejas a Mira cómo voy de San Martín; en la octava, el rabo a Tejoncito de don Mariano Ramírez; o en la decimosexta otras dos orejas a Siempre sí de Los Martínez, en esa temporada se produjeron otros hechos que la hicieron trascender en su devenir histórico.
Uno fue la resurgencia de Antonio Lomelín, que en la decimocuarta corrida realizó una importante faena a Bien Nacido de Reyes Huerta, para el que se pidió el indulto. Ante la negativa del palco a concederlo, Antonio se metió al burladero de matadores a esperar los tres avisos para que el toro volviera vivo a los corrales y después fue aclamado como si en verdad se hubiera indultado al toro. Eso fue el preludio de lo que vendría dos domingos después con Luna Roja de Xajay y que lo pondría en figura del toreo.
También fue la temporada de la confirmación de Rafael de Paula, a quien casi nada pudimos ver en las corridas séptima y novena del serial y la de la emergencia de Marcos Ortega, quien se encontró con Boca Seca un gran toro de don Javier Garfias y supo aprovecharlo, dando al doctor Gaona otro elemento para dar variedad y revitalizar los carteles.
La segunda corrida de la temporada
Para el arranque de esa temporada, por alguna razón el nombrado doctor Gaona armó una especie de mini feria navideña, pues ofreció corridas el sábado 22 de diciembre de 1979 con la confirmación de César Pastor apadrinada por Curro Rivera, con el testimonio de Manolo Arruza y toros de Campo Alegre y el domingo 23, el segundo de esos festejos, que tenía por atractivo las presentaciones de Manolo Martínez, Miguel Espinosa Armillita y del hispano Lázaro Carmona, quien también confirmaría su alternativa. El encierro a lidiarse sería de San Miguel de Mimiahuápam.
Lázaro Carmona confirmó con Mensajero y realizó un gran quite por verónicas que le valió el trofeo al final de la temporada. Y el segundo de la tarde, Villancico se le fue vivo a Manolo Martínez entre la bronca correspondiente y Miguel Armillita le cortó la oreja a Peregrino, el quinto. Pero la gran obra se realizó en el cuarto, segundo del lote de Manolo Martínez.
Incluso Carlos León, cronista del extinto diario Novedades de la Ciudad de México, modificó sus criterios y modos de expresarse respecto del torero de Monterrey. En lo que interesa, en crónica epistolar dirigida al restaurantero Pedro Yllana, escribió lo que sigue:
Con el soberbio ‘Amoroso’, Manolo estuvo en coloso… Apoteosis de Manolo y Bailleres… ‘Amoroso’, el cuarto de la tarde, fue el ejemplar soñado. Y aunque el de las patillas, siendo de Monterrey, no es propenso al desperdicio de echar toda la carne en el asador cuando las chuletas están tan caras, se decidió y ha de haber dicho como reza el refrán ranchero: ‘¡Ora es cuándo yerbabuena, le has de dar sabor al caldo!’ Y vino el faenón sabroso, porque como usted sabe, hay que distinguir entre el apetito y el hambre, pues no es lo mismo hartarse que saborear. Y Manolo Martínez saboreó el yantar, contagiando al público con su apetito, que por igual se deleitaba con la sabrosura de las embestidas del mimiahuápeño que con la pasmosa facilidad con que el reinero consumía la apetitosa vianda. Ahora bien, como no hay loco que coma lumbre, él mismo propició el indulto antes que exponerse a fallar con el cuchillo. Y aquello fue el acabose, para el ganadero Don Alberto Bailleres y el artista, en una locura colectiva que parecía no terminar nunca, mientras se concedían, simbólicamente, los máximos apéndices…
Como lo señala el cronista al final de su relación, efectivamente la locura se apoderó de los tendidos. Me tocó vivirlo. Quizás Manolo Martínez realizó faenas mejores en esa plaza, pero esa tarde de hace cuarenta años embrujó a la afición que llenó la Plaza México y la rindió a sus pies. Hoy nos toca recordarlo y pensar que aunque no todo tiempo pretérito fue mejor, algunas de sus fechas merecen ser recordadas.