La corrida se dio con un gran lleno y representó para Armillita una de las páginas brillantes de su historia en los ruedos. La reseña que hace del festejo Guillermo Ernesto Padilla nos transmite lo siguiente:
El ‘cavaleiro’ expuso mucho frente a dos bureles de gran sentido y peligro. Fermín tuvo sonadísimo fracaso con ‘Palmito’, arrogante burel de Pérez Tabernero que sustituía al de Coquilla que abrió plaza. La porra hizo objeto de una bronca formidable al torero de Saltillo. Pero salió a la arena en cuarto lugar ‘Tapabocas’, para que el maestro sacara la casta y diera con él una soberbia cátedra de torerismo, perfección y grandeza. Con el capote, inmenso. En banderillas, monumental. La faena, de enorme dominio en su primera fase y bellamente clásica en la segunda, fue un asombro. Pisando sobre prendas agarró el de Saltillo un volapié superior que desbordó el delirio. Luego, cierta precipitación de Fermín al descabellar, hizo que le fuera otorgada una oreja, pero la ovación, apoteósica y grandiosa, fue interminable. Por cierto, Armillita, resentido con los de la porra, evitó pasar frente a ellos cada vez que daba la vuelta al ruedo. Balderas puso a escote su enorme valor frente al poderío y bravura de sus dos enemigos que terminaron pudiendo más que él. Garza, frente a un bicho encastadísimo, como fue ‘Lobito’, el tercero, dio tremendo mitin. Luego, en el sexto, tratando de extraerse la espina, realizó una faena bellísima que de nada le valió, pues las broncas en su contra no cesaron hasta que desapareció de la plaza…
Heriberto Lanfranchi, en su obra La Fiesta Brava en México y España 1519 – 1969, recoge la siguiente impresión de este festejo:
Los toros: Excesivo poder tuvieron cuatro de los Coquilla y a pesar del castigo que recibieron de los picadores, el segundo (‘Lobito’), cinco el cuarto (‘Tapabocas’), cuatro el quinto (‘Tabernero’) y cinco el sexto (‘Africano’), llegaron sin el suficiente quebranto al último tercio y embestían sin cesar, con mucha codicia y aspereza y no fueron nada fáciles. Hubo vuelta para los restos del cuarto. S. da Veiga: Fue alcanzado al clavar un par de banderillas a dos manos y rodó por la arena, salvándose de un percance por estar embolado el toro. Armillita: Estuvo inmenso con ‘Tapabocas’, un toro que hubiera puesto de cabeza a más de cuatro. Soberbias verónicas, rematadas de rodillas y dos pares de poder a poder monumentales, para un faenón con la muleta, no bastando cerca de cien pases, todos soberbios, para domeñar a la fiera astada, que acometía de continuo con renovada pujanza y no le dejaba un instante de reposo. Mató de una honda tendenciosa, dos intentos de descabello y un estoconazo, otorgando la autoridad solo una oreja, cuando todo el público pedía insistentemente que le entregaran las dos y el rabo, para cinco vueltas triunfales en las que agradeció las interminables ovaciones. A. Balderas: Excelentes detalles con el capote y las banderillas; pero con la muleta no pudo imponerse al temperamento de sus dos enemigos, los cuales lo pusieron en serios aprietos. L. Garza: Tremenda bronca en el tercero, al que no quiso ni ver y al que despachó de cualquier manera, mientras insultaba al público y el ruedo se cubrió de cojines. Algo se desquitó en el sexto, en que por momentos mandaba él y en otros no.
Como podemos ver de este par de reseñas, la tarde de los toros de Coquilla en el Toreo, la única en la que se lidiaron toros de esa ganadería en los casi cuarenta años de funcionamiento de la plaza de la Colonia Condesa, fue memorable. Y por lo que aquí podemos leer, el éxito de la tarde no resulta ser el producto del despliegue publicitario que se le dio al encierro lidiado antes de la fecha, sino que de la lidia dada por los toros, únicamente se confirmó la expectación que se creó en la afición con la bravura de ellos y la comprensión y lidia adecuada, de al menos uno del encierro, el todavía hoy famoso Tapabocas.
El segundo sueño
En el año de 1927 don Carlos Cuevas Lascuráin inició la aventura de ser ganadero de reses de lidia con ganados de Ajuluapan, Zacatepec y San Mateo. Cuatro años después agregaría otras vacas y sementales de San Mateo a su hato que mantenía en la Hacienda de Los Morales, en la cercanía de la Ciudad de México. En 1937 se definirá el rumbo de su ganadería, pues se presentaría en la capital mexicana con su primera novillada y por otra parte, entraría a participar en los hechos que dan motivo a esta entrada. Del origen de Coquilla y de su presencia actual en el campo bravo mexicano, me he ocupado ya en alguna medida en otro espacio de esta misma Aldea.
En ese 1937 agregará a sus ganados sanmateínos de acuerdo con la versión de Heriberto Lanfranchi, 8 vacas españolas de Coquilla y un toro de Graciliano Pérez Tabernero de nombre Chacón. El portal de la Asociación de Criadores de Toros de Lidia de México, señala, a partir de los datos de Agustín Linares, que las vacas de Coquilla solo fueron 6. Con esa base, logra establecer una ganadería de primerísima línea, que entre el año de su presentación y el de 1965, se mantuvo en la preferencia de las figuras del toreo por la calidad de sus productos.
Muñeco – Luis Procuna, primer toro indultado en la Plaza México –, Rastrojero – Fermín Rivera –, Flamenco – Rafael Rodríguez –, Minero – Jumillano –, son algunos de los nombres ilustres que salieron de la ganadería de don Carlos Cuevas, que a partir del año de su óbito – 1949 –, se comenzó a anunciar a nombre de su hijo Ernesto, como en la actualidad. Antes, en 1942, una porción significativa de la ganadería pasó a la propiedad de don Fernando de la Mora Madaleno, quien con ella inició la de Tequisquiapan, que comparte el mismo origen que la hoy de los sucesores de don Ernesto Cuevas.
Pero de los toros y vacas que dice Pepe Dominguín que casi por arte de magia su padre sacó de España en plena Guerra Civil, se nutrieron más ganaderías mexicanas, aunque hoy su descendencia no se perciba casi en los ruedos nacionales y así, don Jesús Zamora adquirió dos de las vacas y un toro de Coquilla para su ganadería de Ajuluapan formada inicialmente con ganados de Piedras Negras. Por su parte, don Eduardo y don Jorge Jiménez del Moral se quedaron con 2 toros de Graciliano Pérez Tabernero y uno de Antonio Pérez de San Fernando para su vacada guanajuatense de Quiriceo, formada principalmente por ganados encastados en Parladé y Gamero Cívico.
De esta información puedo deducir algunas interesantes conclusiones. La primera es la explicación de que la corrida de Coquilla se haya lidiado incompleta. Seguramente el toro de mejor reata del encierro se dejó junto con las 6 u 8 vacas que adquirió don Carlos Cuevas, para asentar esta base genética en su ganadería. Esta preferencia la asumo por el hecho de que hospedó a los toros después del viaje trasatlántico. Igualmente, el sexto toro de los hermanos Sánchez Fabrés junto con dos vacas, se fue para Ajuluapan, así pues, la corrida al salir a la plaza tuvo que ser remendada con uno de los gracilianos. De los toros de Graciliano, acabaron lidiándose solamente 4, pues los otros dos se quedaron como sementales en Quiriceo. La corrida de Montalvo sí se lidió completa – el 30 de enero – y de la de Clairac, solo se jugaron 5 toros el 27 de marzo en la reaparición en México de Juan Silveti, sin que haya noticias de que el toro faltante se haya conducido como semental a alguna vacada mexicana, aunque no me sorprendería encontrarme algún día de estos, con que es uno de los secretos muy bien guardados de alguno de nuestros criadores.
Pero en fin, que me separo del tema aquí planteado, que es el segundo sueño, el de don Carlos Cuevas Lascuráin, de tener una ganadería de primera línea y a fe mía que lo logró, pues entendió la necesidad de mantener una base pura de sangre española en su ganadería y por eso adquirió vacas, hecho que solo se puede reportar en las principales casas ganaderas de México, como lo son San Mateo, Piedras Negras, San Diego de los Padres y La Punta, aunque solo esta última mantuvo en pureza el ganado adquirido, pues las tres anteriores formaron encastes propios al cruzar el ganado de Saltillo con ganado criollo o con ganado que había sido expuesto a cruzas con ganado de lidia de diversas procedencias, como el caso del toro de Palha de los señores Llaguno. De 1937 a 1965 la ganadería formada por don Carlos Cuevas tuvo un importante espacio en el firmamento taurino mexicano y sus resultados así lo avalan.
Terminando
Todo esto me surgió a partir de la idea de encontrar primero, cuántos toros o encierros de Coquilla se habían lidiado en la Plaza de El Toreo durante su existencia. Me sorprendió encontrar que solamente se había importado uno en sus cuatro décadas de existencia y también, que su llegada a México coincidía con quizás, el apogeo de la Guerra Civil Española.
Después, veo que por esos mismos años es que se agrega simiente de esa ganadería a la de Carlos Cuevas, siendo este un caso único en la ganadería brava de México, por lo que al empezar a atar los cabos, me hallo con que Pepe Dominguín – aún con las licencias literarias del caso – recuerda el hecho del transporte y traslado de esos ganados a México, junto con otros y que al final, más en los ruedos que en el campo bravo, escribieron importantes páginas de la historia de la fiesta en este país.
Para presentar el panorama completo de este tema, me sentí precisado a abordar a un tiempo algunos asuntos que pudieran considerarse colaterales, pero como partes del todo, creo con firmeza que facilitan la comprensión del que resulta, en este momento, el centro de esta participación, la que espero les resulte de interés, a pesar de su extensión.