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domingo, 17 de noviembre de 2024

17 de noviembre de 1963: La alternativa de Mauro Liceaga en la reinauguración de la Monumental Monterrey

Mauro Liceaga, El Queretano y José García El Charro
15 de abril de 1973
Cortesía: Francisco Tijerina
La plaza Monumental Monterrey había sido inaugurada el domingo 29 de agosto de 1937, con una corrida de toros en la que alternaron Fermín Espinosa Armillita y Lorenzo Garza ante toros de La Punta. Vestida de china poblana, la señorita Hermila Anaya realizó el despeje y las reseñas de la prensa de la época a mi alcance, señalan que el general Juan Andrew Almazán fue calurosamente ovacionado cuando se instaló en su palco de contrabarrera. Armillita le cortó el rabo a Pandereto, quinto de la tarde y por su parte, El Ave de las Tempestades se llevó la oreja del cuarto y el rabo del sexto. Lorenzo Garza salió en hombros de la multitud, no así el Maestro de maestros, que entró en la enfermería después de la vuelta del quinto, a que se le atendiera una herida en la cabeza, producto de un botellazo, seguramente dedicado por un garcista inconforme durante la vuelta después de la lidia del quinto. 

De acuerdo con la Guía de la América Taurina de Luis de Tabique, publicada en el año de 1955, tenía una capacidad de 11,500 espectadores. La plaza estaba coronada en su parte superior de sus tendidos, por una serie de palcos de madera, mismos que por el material con el que estaban construidos, algo más de un cuarto de siglo después de su estreno, seguramente tenían ya evidente deterioro y, además, por su disposición, eran de capacidad reducida. Seguramente por esa razón, quienes llevaban el coso en esos días don César Garza y don David Yamallel, representantes de Espectáculos Monterrey, S.A., decidieron suprimir esos palcos y convertirlos en localidades ordinarias, dándole a la plaza la fisonomía que actualmente tiene.

En esas condiciones se programó una feria de reinauguración con tres corridas de toros, los días 17, 20 y 24 de noviembre de 1963. La primera sería con toros de La Punta, para Juan Silveti, Juan García Mondeño y la alternativa de Mauro Liceaga; la segunda, con Alfredo Leal, el lusitano José Julio y el torero cordobés Manuel García Palmeño ante toros de Reyes Huerta y cerraría el ciclo un encierro de Mimiahuápam, de don Luis Barroso Barona, para Jesús Córdoba, Joselito Huerta y Joaquín Bernadó. Una feria breve, con carteles formados con buena imaginación y de acuerdo a lo mostrado en la prensa de ese tiempo, con encierros bien presentados.

La feria de reinauguración
Diario El Porvenir

El festejo de la reinauguración

El interés de la corrida de la reapertura de la plaza Monumental Monterrey tuvo un ingrediente adicional al implícito en el interesante cartel que era el llamado a asistir al evento y al hecho en sí mismo. Lo constituían una serie de declaraciones de Mondeño, en las que anunciaba que dejaba los ruedos y se dedicaría a la vida monástica. Entre otras cosas, declaró al Licenciado Antonio García Castillo Jarameño, lo siguiente:

Mi mayor ilusión es volver a esta tierra, porque mi pensamiento está en los corazones de todos. Pero quiero regresar, no toreando, sino bendiciendo con las sagradas palabras del Evangelio, que es la palabra más verdadera, porque es la que nunca muere…

Efectivamente, el siguiente marzo, Juan García Mondeño ingresaría al postulantado de la Orden de Predicadores (Dominicos) y tomaría los hábitos en agosto de 1964. Dejaría la vida religiosa año y medio después para reaparecer en Lisboa el 17 de marzo de 1966 y permanecer activo en los ruedos hasta 1970. Falleció en enero de 2023.

Quizás el principal atractivo del cartel de reinauguración era la alternativa de Mauro Liceaga, un torero que era parte de una de las dinastías más extensas del llamado planeta de los toros. Y llegaba a ella después de hacer una importante campaña novilleril en ruedos hispanos, presentándose y triunfando en los principales escenarios de aquellas tierras. El cierre de su temporada fue fuerte, triunfando en Jerez, en una Feria de la Vendimia que se ofreció al final del mes de septiembre, en Sevilla, en el mes de octubre donde dio dos vueltas al ruedo con petición de oreja y principalmente, en Madrid, donde cortó una oreja a un novillo de Samuel Flores, escribiéndose en el semanario El Ruedo a ese propósito lo siguiente:

El mejicano Liceaga – ¡qué recuerdos nos trae este apellido, tan de torero azteca! – lució en varios muletazos, excelentes, al quinto de la tarde. Faltó ligazón, pero hubo temple y buen estilo. Entró a matar con decisión y cobró una estocada a cambio de una cornada. Cortó la oreja. Apéndice muy merecido...

Esas eran las cartas credenciales del torero que se doctoraría en esa señalada tarde y que ante el primer toro que pisara el renovado coso, realizó lo siguiente:

Acto seguido, y ante la expectación de las 20,000 personas que llenaban la plaza; Juan Silveti cedió los trastos a Mauro Liceaga para convertirlo en el benjamín de los espadas mexicanos, atestiguando la ceremonia Juan García "Mondeño"... Después de brindar la muerte de su primer toro al público y a su padre; Liceaga se arrodilló cerrado en tablas para darle a “Africano” una tanda de escalofriantes muletazos de rodillas. Vinieron luego los ayudados por alto y los derechazos aguantando impávido el torero las acometidas de la res... Como la embestida del toro era cada vez más corta, Liceaga volvió a la carga con el toreo de rodillas, consiguiendo su propósito de entusiasmar al público, para que al dejar una estocada en todo lo alto, se le concediera una oreja, dando además la vuelta al ruedo, devolviendo prendas y recibiendo el cariño del público...

Me llama la atención el hecho de que el anónimo cronista del diario El Porvenir de Monterrey, salido al día siguiente de la corrida, aparte de describir con gran detalle la actuación del toricantano, señale como capacidad de la plaza la de 20,000 localidades. Seguramente hubo sobrecupo esa señalada tarde, pero no creo que haya llegado a tales proporciones.

Mondeño le cortó la oreja al tercero de la tarde, por una labor que llevó su sello personal:

Juan García “Mondeño” se llevó una oreja ayer tarde, galardón que ganó ante el primero de su lote, al que toreó soberbiamente de capa en sus muy personales lances... principió “Mondeño su faena para recetar al morito una tanda de estatuarios con los pies bien clavados en la arena. Vinieron luego los derechazos con el sello de la casa, rematando siempre con el forzado; naturales superiores por el temple y el aguante del torero y el colofón de su manoletina trágica y bella... Mató de una estocada hasta la yema, ligeramente caída, pero suficientemente buena para que el toro doblara y se fuera al desolladero sin uno de sus auriculares, que el público y la autoridad concedieron al misterioso torero...

Habrá que anotar para la estadística, que en el quinto de la corrida se le tiró un espontáneo a Mondeño, que fue oportunamente neutralizado por las fuerzas del orden y que en correspondencia, el torero de Puerto Real le brindó la muerte del toro a los agentes de policía comisionados en la plaza.

Por su parte, Juan Silveti apenas pudo lucir en el primer tercio con su toreo a la verónica, porque sus toros se quedaron parados. Pascual Navarro Pascualet, peón de confianza del Tigrillo, fue alcanzado al salir de un par de banderillas en el segundo de la tarde y recibió una cornada con una extensión de 15 centímetros en el muslo derecho, sin lesiones vasculares de importancia, con pronóstico de 15 días de recuperación.

El futuro de Mauro Liceaga

El porvenir de Mauro Liceaga parecía promisorio, tanto que estaba anunciado como parte del elenco de la temporada 1963 – 64 de el Toreo de Cuatro Caminos, en ese calendario en el que el ciclo de corridas de toros de la capital mexicana se ofreció a plaza partida y que tenía como cabeza de cartel a Manuel Benítez El Cordobés.

Pero apenas tres meses después de su alternativa, en la misma plaza de Monterrey, un toro de Santa Marta le daría una gravísima cornada en el vientre que lo tuvo parado bastante tiempo. Eso no le impidió ser parte de carteles importantes, como el de su confirmación de alternativa en la Plaza México el 14 de febrero de 1965 con Rafael Rodríguez y El Cordobés; el de la confirmación de Manolo Martínez en ese mismo ruedo, con Mondeño o en las presentaciones de Paquirri en diversas plazas de nuestra República.

Otra cornada, esta en Guadalajara, el 15 de febrero de 1970, por un toro de El Rocío, terminaron por ralentizar el andar por los ruedos de un torero que estaba llamado a ser una importante carta de la baraja taurina mexicana. 

Mauro Liceaga falleció el día de San José de 2017.

Aviso parroquial: Agradezco a mi Patrón Francisco Tijerina Elguezabal el que me haya facilitado el acceso a las páginas del diario El Porvenir de Monterrey, así como la información proporcionada para entender los cambios realizados a la plaza Monumental para efectos de su reinauguración.

domingo, 8 de septiembre de 2024

Toreros mexicanos en la Corrida Goyesca de Ronda

Mañana se cumplen 53 años de la última vez que la tradicional Corrida Goyesca de Ronda viera en su programación a toreros mexicanos, aunque habrá que señalar que tampoco ha sido frecuente la presencia de los nuestros en esos señalados festejos. En los siguientes párrafos intentaré recordar el origen de esta señalada fecha del calendario taurino español y el resultado del hacer de los toreros nacidos en esta tierra que han participado en esa corrida de toros que representa, sin duda, una de las cumbres de la temporada taurina europea.

La primera corrida de esta naturaleza de la que se guarda registro tuvo lugar en Zaragoza, el 12 de mayo de 1927, con la finalidad de conmemorar el centenario del fallecimiento de Francisco de Goya y Lucientes. Actuaron en ella el caballero portugués Simao da Veiga y los diestros Rafael Gómez El Gallo, Pablo Lalanda y Nicanor Villalta, ante toros de Coquilla. El rejoneador tuvo una destacada actuación, aunque sus toros los tuviera que despenar el sobresaliente Vicente Peris y Nicanor Villalta le cortó una oreja al primero de su lote. La nota de la tarde la dio El Gallo, quien fue abroncado toda la tarde. 

En Ronda, la primera goyesca se celebró el 16 de septiembre de 1954, con la finalidad de conmemorar el bicentenario del nacimiento de Pedro Romero, uno de los padres de la actual tauromaquia y natural de Ronda. Fue una corrida concurso en la que se lidiaron toros de Miura, Concha y Sierra, Felipe Bartolomé, Pablo Romero, Joaquín Buendía y Ramón Mora Figueroa por Antonio Bienvenida, Cayetano Ordóñez Niño de la Palma y César Girón. Asistieron al festejo como asesores honoríficos de la presidencia El Gallo – actuante en la primera corrida de esta guisa – y Niño de la Palma padre, quienes atestiguaron los triunfos de Cayetano Ordóñez, que le cortó el rabo a sus dos toros y César Girón que se llevó el del segundo de su lote.

Después de este festejo hubo un espacio de dos años en los que la corrida no se celebró, retomándose a partir de 1957 y celebrándose así cada año, gracias a los buenos oficios de Antonio Ordóñez primero y de sus nietos Rivera Ordóñez después, quienes se constituyeron en empresa para esa particular corrida de toros.

La goyesca del año 1957

Para el 9 de septiembre de 1957 se anunció la corrida de la Feria y Fiestas de Pedro Romero, en la que, de nueva cuenta bajo la modalidad del concurso de ganaderías, participarían los hierros de José Luis Osborne, Carlos Núñez, Marqués de Villamarta, Francisca García Villalón antes Curro Chica, Juan Guardiola Soto y Fermín Bohórquez, para ser lidiados por Rafael Ortega, Antonio Ordóñez y Joselito Huerta.

Ese mismo día se develó una escultura de Pedro Romero en los alrededores de la plaza, lo que redondeó el ambiente en torno a la corrida. Juan de Málaga, corresponsal de El Ruedo, relató lo siguiente acerca del festejo:

Las fiestas de Ronda en honor de Pedro Romero, cuya estatua fue descubierta la tarde del sábado, culminaron en la corrida de esta tarde, celebrada al estilo de Goya y con un resultado de los de hoy, cuando nuestras primeras figuras están dispuestas a pelear y por el chiquero salen toros bravos y nobles. Que fue lo ocurrido hoy en la corrida concurso de ganaderías – que tal era otro de los alicientes – con el toro de Guardiola, y los de don José Luis Osborne, don Carlos Núñez y marqués de Villamarta, después (los de Villalón y Bohórquez fueron mansos)… Hemos dicho que las fiestas culminaron en la corrida goyesca de esta tarde porque Ortega mató magníficamente a volapié al que abrió plaza; Joselito Huerta derrochó valor y mató bien a su primero y porque, sobre todo, y sobre todos, Antonio Ordóñez tuvo una tarde apoteósica. El rondeño había sabido, sin duda, que Ronda estaba «infectada» de pancartas en las que se leía: «Ayer. Pedro Romero; hoy, Antonio Ordóñez», y quiso demostrar que sus paisanos tenían razón…

Por su parte, José María del Rey Selipe, escribiendo para el ABC madrileño, pero hasta el domingo 15 de septiembre siguiente, dedica casi todo su espacio a relatar la importante faena de Antonio Ordóñez al toro Tejoleto de Juan Guardiola Soto, corrido en quinto lugar y respecto a la actuación de Joselito Huerta, refiere:

A Joselito Huerta correspondieron un bicho de Villamarta de regulares condiciones del que obtuvo orejas y rabo, y otro de Bohórquez, mansurrón e incómodo; en el primer enemigo exhibió el mejicano clara y eficazmente su valentía, y en el último, el pincho y el viento, que sopló durante la corrida y arreció al final, disminuyeron el resultado estimable de la labor...

Así fue como se saldó la primera actuación de un torero mexicano en una corrida goyesca de Ronda, con un triunfo de orejas y rabo, aunque opacado por otro superior de la figura que encabezaba el escalafón hispano en ese momento.

La corrida de 1971

Pasaría casi un cuarto de siglo para que se volvieran a presentar toreros mexicanos en la corrida tradicional de Ronda. De nueva cuenta la fecha elegida fue el 9 de septiembre y el cartel anunciado originalmente fue con José Luis Parada, Curro Rivera, José Mari Manzanares y José Luis Galloso, quienes enfrentarían un encierro de Salvador Domecq. Sería hasta después del festejo, a través de las crónicas que la mayor parte de la afición se enterara de que Manzanares no había actuado esa tarde y que su sitio había sido ocupado por Eloy Cavazos, sin mayor explicación de por medio.

Al final de la corrida, fue Eloy Cavazos quien se alzó como el triunfador de la corrida al cortarle las dos orejas al segundo de su lote. El corresponsal del ABC de Sevilla contó lo siguiente acerca de su actuación en ese festejo:

Ocho toros de Salvador Domecq, flojos de remos. El cartel, por retirada temporal de José Mari Manzanares, se convirtió en un duelo hispano – mexicano, alternando los aztecas Eloy Cavazos y Curro Rivera y los españoles José Luis Parada y José Luis Galloso… Primero. – Cavazos, ovacionado al lancear. Brinda a Antonio Ordóñez y hace faena con pases variados, sobresaliendo los naturales. El toro se cuela por ambos lados y mata de media estocada y una entera. Vuelta… Quinto. – Cavazos oye muchas palmas en capa. Faena con pases de diferentes marcas, siendo cogido aparatosamente. Cuando iba camino de la enfermería volvió al ruedo y mató de un estoconazo…”

La relación del ABC no consigna los trofeos concedidos a Eloy Cavazos por su actuación ante el quinto del festejo, pero las relaciones de la agencia Pyresa, aparecida en el diario Odiel de Huelva y de la agencia Associated Press (AP), publicada en el diario El Porvenir de Monterrey, consignan precisamente el corte de esas dos orejas: 

Los toros fueron de Salvador Domecq, difíciles. Cavazos hizo a su primero una faena variada y adornada, matando de media y una entera. Gran ovación y vuelta. En el otro también muleteó artísticamente siendo volteado. Cuando se le trasladaba a la enfermería se deshizo de las asistencias, volvió al toro y lo mató de gran estocada. Dos orejas…

El parte médico rendido por el paso de Eloy Cavazos por la enfermería refleja lo siguiente:

Eloy Cavazos fue curado en la enfermería de una herida contusa en la región parietal izquierda, contusiones y erosiones en muslo y hombro del mismo lado y ligero shock. Pronóstico leve, salvo complicaciones, para reintegrarse al hotel…

Por su parte, Curro Rivera se llevó la oreja del segundo de la corrida:

Rivera se mostró valiente y artista en su primero, que mató de estocada y dos descabellos. Oreja. En el segundo realizó faena con ambas manos entre aplausos y mató de pinchazo y estocada. Ovación y saludos…

La tarde, como se puede ver, fue de buenos resultados para nuestros toreros, que en ese año hicieron un importantísimo calendario en aquellas tierras.

Los motivos de la ausencia de Manzanares

José Mari Manzanares llevaba toreando con orden su temporada hasta la víspera de esta corrida goyesca, cuando se presentó en la plaza de Murcia, donde actuó los días 6 y 8 de septiembre, y repentinamente paró sus actuaciones y como lo señala la relación del ABC de Sevilla, hizo una retirada temporal. La información que sustentó ese parón en su carrera salió a los medios hasta el 14 de septiembre siguiente, en el número de El Ruedo de esa fecha, cuando se publicó una entrevista que concedió a ese semanario, de la que extraigo:

Es mi momento de la responsabilidad. Tras la agitada temporada mi organismo reclama un descanso. ¿Sabe? Los médicos me han diagnosticado una hepatitis. Aunque leve, debe ser la que me ocasiona ciertos desasosiegos que no me dejan rendir todo lo que yo quiero en los ruedos. También físicamente, y de esto sí me duelo, una lesión en el hombro que no acaba de curar con el ritmo que llevaba. Y, por último y principal, desde que los éxitos en los ruedos me acompañaban, pensé cumplir mis deberes para con la Patria. Todo ello, sopesado en familia, han decidido que este otoño ingrese, voluntariamente, en el servicio militar…

En el número de El Ruedo de el 26 de octubre, en nueva entrevista, el diestro de Alicante agregó:

Por consejo de los médicos tuvo que cortar la temporada antes de tiempo, porque si no las consecuencias podrían haber sido graves... 

- Te llevarías un disgusto...

- Me lo llevé, y muy grande, porque tenía apalabradas ferias tan importantes como las de Salamanca, Albacete, Valladolid. el Pilar y también la corrida goyesca de Ronda.

- ¿Cuál entre todas estas pérdidas te resultó más sensible?

- La goyesca, porque siempre van figuras. Tenía el traje hecho y se quedó sin estrenar…

Estas fueron las explicaciones que dio para justificar su ausencia de tan señalada fecha del calendario taurino.

Rematando

Hace 53 años que un torero mexicano no pisa el ruedo de la plaza de toros de Ronda en una corrida de toros de esta naturaleza. Y como dato adicional, este año en particular, la corrida goyesca que debió celebrarse el día de ayer, se suspendió por estar dañada estructuralmente la plaza de toros, cuya edificación data del año 1755. Esperemos que sea debidamente reparada y que se pueda recuperar para esta celebración de la tauromaquia.

domingo, 2 de junio de 2024

3 de junio de 1984: Valente Arellano recibe la alternativa en Monterrey

Era el verano de 1975, fui invitado a una tienta en Chichimeco por Miguel Espinosa Armillita, quien había sido mi compañero en la escuela desde la primaria y quien se preparaba para presentarse en las plazas como novillero en el siguiente calendario. Era también época de vendimia, pues en esa época todavía en Aguascalientes se cultivaban vides con fines de vinificación y las tierras de su familia no eran excepción. Allí sus hermanos Manolo y Fermín, matadores de toros ambos y el Maestro Armillita dirigían las labores de selección de hembras, lo que presenciaba yo desde la gradería de la placita de tientas.

Me llamó la atención sobremanera que un chiquillo de alrededor de una docena de años, al que todos llamaban Valente, salía a tomar las tres de casi todas las becerras que eran tentadas y que con bastante gracia y, sobre todo, con conocimiento, les pegaba algunas series de muletazos. Pero, además, escuchaba las instrucciones que tanto el Maestro Fermín desde las alturas o sus hijos desde los burladeros le daban y las llevaba a la práctica.

Terminadas las faenas de tienta, al pasar a la mesa para comer, Miguel me contó que el chiquillo era hijo del enólogo que veía las cosas de la producción de mostos y vinos para su padre y para Manolo su hermano, que venía de Torreón, quien además era aficionado práctico, recordándome que había toreado en los festivales que se dieron en Aguascalientes a finales de 1972, en una convención internacional que se dio en la plaza San Marcos.

Tiempo después supe que el nombre completo de padre e hijo era Valente Arellano. Y años después, México entero conocería ese nombre, porque sería un torero que vendría a revolucionar un ambiente y sistema taurinos que estaban adormilados, en la espera de un diestro que vinera a llamar a las plazas a la afición de siempre y a crear nuevos interesados en conocer y seguir lo que esta fiesta es y representa.

El ser y el estar del torero

Valente Arellano no se preocupó solamente por aprender a esquivar artísticamente las embestidas de los toros. También, cuentan sus biógrafos, tuvo la preocupación de conocer la historia de la fiesta, la de los hombres que la han ido construyendo y, a entender que más que saber torear, hay que saber ser torero:

Del Maestro Fermín, más que aprender a torear, aprendí a ser torero, a sentir como torero, a vivir como torero, a entender por qué un torero es una persona distinta a los demás, un ser diferente... Ver al Maestro Fermín vivir para la fiesta, hablar con la devoción con que él lo hacía sobre los toros, tener tanta afición como él, aún después de retirado no perderse corrida... Ese andar como torero, vestirse como torero, oírlo platicar sobre la entrega que uno debe tener para con el toro... Por eso digo que el Maestro Armillita, más que enseñarme a torear, me enseñó a ser torero... (Valente Arellano. Una promesa. – Valente Arellano Flores. – Págs. 55 – 57)

La cercanía con el Maestro Armillita le permitió comprender desde una edad temprana que el hecho de ser torero no consiste solamente en salir al ruedo y trastear al toro, sino que implica entregarse al toro y a los públicos que van a ver actuar al torero. Por esa razón, entendería el joven diestro, el torero no puede ser monótono, debe ser variado, de manera tal que pueda ofrecer esa torería a la afición:

... he hecho estos quites: “El Ojalá”, “La Valentina”, “La Gaonera”, “La Saltillera”, “La Tafallera”. He toreado por “Tijerillas”, “A lo Chatre”, por “Fregolinas” y por “Vizcaínas”. De los quites de Pepe Ortiz he hecho “El Quite de Oro”, “El Quite por las Afueras”, “Tapatías”, “Orticinas” y “Guadalupanas”, también he quitado con “La Mariposa”, “La Crinolina”, “La Caleserina”, también con “Chicuelinas”, “Chicuelinas Antiguas”, “Chicuelinas Andantes” y todas las combinaciones que me han salido con ellas... (Valente Arellano Flores, op. cit. – Pág. 13)

Con ese bagaje y con alrededor de ciento y medio de novilladas toreadas, llegaría el chiquillo que había visto yo pegándole muletazos a las becerras en Chichimeco algo menos de una década antes, a recibir la alternativa de matador de toros.

La tarde de su alternativa

La corrida de su doctorado se anunció para el domingo 3 de junio de 1984 en la plaza de toros Monumental Monterrey. Se lidiarían seis toros de San Miguel de Mimiahuápam para Eloy Cavazos, Miguel Espinosa Armillita Chico y Valente Arellano.

Antonio Córdova, cronista del diario regiomontano El Porvenir, narró de esta manera la faena de la alternativa de Valente:

Brillantemente tomó ayer la alternativa en esta ciudad Valente Arellano, con el toro “Solitario” Nº 177 de 476 kilos que le cedió Eloy Cavazos, su padrino de alternativa. Con el coso monumental lleno en su totalidad, donde no cabía un alma, Valente recibe al toro de su doctorado con lances a la verónica cargando la suerte para después hacer una faena extraordinaria con la que ingresó al escalafón de matadores de toros con toda la grandeza y la expectación que ha rodeado su carrera... Una faena que brindó a sus padres Sonia y Valente, iniciada toreramente de rodillas para luego situar en el centro de la plaza, un pase de trinchera y una serie de derechazos extraordinarios que remató con el forzado de pecho. Vino luego una tanda de naturales llevando muy bien embebido al toro en los vuelos del engaño para volver luego al toreo derechista y rematar rodilla en tierra, en tanto la banda de música entonaba “De Torreón a Lerdo” ... Valente, entregado al público, toreó vertical a pies juntos poniéndose muy cerca de los pitones, jugándose la vida en verdad. Hizo un desplante ante el clamor del público, se llevó el toro a la zona de toriles, para pinchar en el primer intento con el alfanje y dejar luego media estocada que hizo doblar al toro, entregándosele una oreja que el torero de La Laguna lució en una vuelta al ruedo llorando de emoción...

Así iniciaba lo que sería una muy breve andadura por el escalafón mayor pues después de esta tarde actuó el 10 de junio en Texcoco; el 18, en San Juan del Río; el 24 en Celaya; el primero de julio en Ciudad Juárez; el 8, en Tijuana; el 15, en San Buenaventura; el 22 nuevamente en Tijuana y el 29 de julio se vestiría de luces por última vez en Matamoros, porque el 5 de agosto siguiente, su vida terminaría abruptamente.

Lo que pudo haber sido

El techo de Valente Arellano daba la impresión de ser altísimo. Su juventud y su voluntad de superar cualquier obstáculo que se le pusiera delante, daban la impresión de que el camino que pudo haber recorrido era muy extenso y la altura que podría haber alcanzado también era complicada de estimar. Esto reflexiona su padre:

Para andar por el mundo hay que caminar con los ojos puestos en algo, con un objetivo en la mira. Con el deseo de alcanzar algo. En ese permanente querer, en ese desear algo, en luchar por alcanzarlo está la clave de una vida con éxito. Cuando se descansa porque ya se alcanzó lo deseado, el hombre empieza a morir un poco... Torear en un festival... Matar un becerro... Ir a una tienta... Ser figura del toreo... Ser el mejor de aquí... Torear en Sudamérica, ser el mejor de allá... Debutar en Sevilla... Confirmar en Madrid... Ser el número uno allá también... En la vida de todo aquel que ha soñado con ser torero, en la vida de los que han sido toreros, en la vida de los que han sido figuras, en la vida de todos ellos, esta serie de metas, como finales de etapa en la azarosa carrera que es la vida del torero han sido siempre objetivos a alcanzar, sueños irrealizables para algunos, conquistas logradas para unos pocos, cumbres no escaladas, deseos irrefrenables... ¿Cuántas metas se quedaron esperándote Valente? ¿Hasta dónde hubieras llegado? (Valente Arellano Flores. Op. cit., Págs. 155 - 156)

El par de preguntas que deja al final son de esas que no tienen respuesta. El único que hubiera podido responderlas era el propio Valente, pero ya no está en posibilidad de hacerlo. Lo que nos deja, es la impronta de que con el deseo de hacer las cosas y con la voluntad de apartarse en buena medida de los convencionalismos y límites que a veces nos presenta el sistema que nos rodea, es posible destacar, salir adelante y poner las cosas en un nuevo ritmo de funcionamiento.

Lo importante es tener la voluntad de aceptar las incomodidades que representa al inicio, el enfrentar a lo establecido, la personalidad necesaria para atraer la atención de la afición y el valor y el oficio para imponerse a las condiciones de los toros. Esos activos se reúnen en una sola persona muy de cuando en cuando, y en esos casos hablamos de toreros de época.

Valente Arellano estaba llamado a ser uno de esos toreros de época. Por eso le recuerdo en este cuadragésimo aniversario de su alternativa.

domingo, 29 de enero de 2023

Hace 50 años: La despedida de los ruedos de Joselito Huerta

El 7 de noviembre de 1971 en Tlaxcala, se celebró una corrida de toros en la que Manolo Rangel recibió la alternativa de manos de Joselito Huerta, atestiguando su hermano Jaime. Los toros, en concurso, vendrían de Atlanga, La Trasquila, Zacatepec, Coaxamalucan, Las Huertas y Zotoluca

El segundo de la tarde y primero del lote de El León de Tetela sería el de La Trasquila. Estuvo a la altura de las circunstancias con él. Tras de la lidia, al ir caminando por el callejón de la plaza, sufrió un desvanecimiento y también ingresó en la enfermería. El diagnóstico inicial fue el de un  cuadro de agotamiento general. Sin embargo, los signos que externaba el torero ameritaron el examen por otros especialistas que dictaminarían la realidad clínica de Joselito Huerta, que iba más allá de un simple problema de stress.

Ya en la capital mexicana, sus médicos en el Sanatorio Español lo sometieron a diversos estudios de laboratorio y gabinete y se pudo determinar con precisión que lo que padecía era un aneurisma de carótida en su porción intracraneal, razón por la cual, a recomendación de sus médicos, el internista Hernán Cristerna y Jaime Heysser, neurocirujano de ese nosocomio, fue trasladado a Zurich, donde se le intervino el día 15 siguiente y se reparó el problema que padecía.

En ese momento, Joselito Huerta llevaba 53 festejos toreados, habiendo cortado 76 orejas y 8 rabos, quedando – creo que por ese parón involuntario – como segundo en el escalafón y me encuentro con que el semanario madrileño El Ruedo le apunta un festejo en ruedos de España ese año, aunque no he podido localizar fecha y plaza.

Joselito Huerta reaparecería en la Plaza México el 13 de febrero de 1972, junto a Alfredo Leal y Antonio Lomelín, para lidiar toros de José Julián Llaguno. Al terminar el paseíllo se le hizo dar la vuelta al ruedo, reconociéndole la afición capitalina su valor y su entrega. Esa tarde le cortó la oreja a Pintor, el primero de su lote. Cerró esa campaña con 44 festejos.

Esta temporada de 1972 fue breve en el número de festejos, habida cuenta que durante el segundo trimestre de ese año, tuvo que dedicarse casi de tiempo completo a solicitar el voto de los ciudadanos de Atizapán de Zaragoza en el Estado de México, donde fue postulado para ser Presidente Municipal (Alcalde) y en el último trimestre, otra vez, se tuvo que dedicar casi de manera exclusiva, al proceso de entrega – recepción de la administración, porque ganó la elección para el periodo que inició el 1º de enero de 1973 y concluyó el 31 de diciembre de 1975.

La campaña del adiós

Aunque su despedida se produjo en 1973, bien podríamos considerar que ese camino se inició, al menos en la Plaza México, el 3 de diciembre de 1972, cuando compartiendo cartel con Curro Rivera, apadrinó la confirmación de alternativa de José Mari Manzanares, con toros de Torrecilla. Ya llegado el año nuevo, lo inició el día de año nuevo toreando en Puebla, matando en solitario una corrida de Cerro Gordo, a la que cortó tres orejas. El 7 de enero, en Acapulco, se llevó otras cuatro de los toros de Ayala que lidió allí, y el siguiente domingo, en Monterrey, le tumbó las orejas de un toro de San Mateo y el 21 de enero, en León, cortará otras tres orejas a los toros de Torrecilla que le tocaron en el sorteo. El León de Tetela daba la impresión de estar embalado. A propósito de la tarde de Monterrey, escribió Antonio Córdova para el diario El Porvenir:

...la gente se le entregó plenamente, cuando las notas de las melancólicas Golondrinas atronaron el espacio Monumental, y José, gallardo y jarifo, daba dos vueltas al ruedo, devolviendo prendas y al coro de ¡torero, torero!, en la última tarde que vistió de luces en esta ciudad. Sólo habrá de torear el domingo en León y el 28 de este mes en la Monumental de Insurgentes se cerrará para siempre una de las páginas más brillantes en la historia del toreo, cuando Joselito toree por última vez en el ruedo mayor...

La tarde final

Para el domingo 28 de enero de 1973, décima corrida de la temporada 1972 – 73, se anunció un encierro de José Julián Llaguno que lidiarían Joselito Huerta, Manolo Martínez y José Mari Manzanares. El festejo sería transmitido en vivo y por televisión abierta a todo el territorio nacional, me tocó verlo en esta última modalidad. Para quienes dicen que la tele resta espectadores en los tendidos, la Plaza México estuvo llena hasta el reloj ese día. Eso refleja que, si los carteles están debidamente rematados, no hay razón para que la gente se abstenga de ir a las taquillas.

La confección del cartel vino a terminar con una serie de especulaciones que se hicieron en días anteriores a su anuncio, casi todas en el sentido de que la corrida final de Joselito Huerta sería una en la que él despacharía en solitario el encierro a lidiarse. Comentó en su día José Miñón Toriles, en su programa radiofónico Toros y Toreros:

Defendimos a José Huerta cuando le sacaron un artículo reciente en un diario capitalino, porque querían que matase los seis toros solo, dijimos que no tenía por qué hacerlo y que el rectificar era de sabios, pero en lo que no podemos estar de acuerdo, es que un maestro, todo un lidiador de categoría, un torero todo pundonor y hombría, admitiese que en un día tan señalado salieran por el portón de los sustos estos novillitos inadmisibles para un torero como él y una plaza como la nuestra… José Huerta no debió nunca admitir los novillitos que salieron hoy por el portón de los sustos, disparejos, sin pitones, exceptuando el de su retirada, que fue el último que mató esta tarde José vestido de luces…

La opinión de Toriles acerca de esa situación refleja otra, la exigua presencia del encierro que se lidió en esa señalada fecha. Las crónicas de Don Neto para la Agencia France Presse (AFP) y de quien firmó como Juan Rafael para El Siglo de Torreón, no reparan en la presencia del ganado que esa tarde se lidió. Únicamente lo hacen el corresponsal de la agencia EFE, que envió su reseña al semanario madrileño El Ruedo y el citado José Miñón

La última faena

El cuarto toro de la tarde se llamó Huapango, al que se le anunciaron 450 kilos en la tablilla. Vestido de nazareno y oro, el diestro poblano le realizó una faena importante, en la que destacó el poderío que siempre le caracterizó delante de los toros, porque el toro de Llaguno no fue precisamente uno de esos que iban y venían. Relata el ya nombrado Juan Rafael para El Siglo de Torreón:

A “Huapango” le corta el rabo. La faena fue valiente de verdad, entregándose, parecía que José quería quedarse allí. Hubo un momento en el que el toro tiró un derrote que pareció alcanzar al Maestro. Más no fue así. José ni se inmutó siquiera. Consiguió torearlo metido entre los pitones, sin escuchar las evocadoras notas de “Las Golondrinas”, sintiéndose como en sus mejores días, como si la corrida de esta tarde, fuera una más dentro de su largo peregrinar por el mundo de los toros... Aquí en tu Plaza México estábamos todos Joselito, no cabía ni un alfiler. Aquí volvimos a aplaudirte. Adiós, Joselito. Que en tus nuevas actividades sigas dándonos el ejemplo de hombría y entereza que nos diste en los ruedos del mundo...

Por su parte, José Miñón Toriles, hizo la siguiente remembranza:

Con el de la despedida dos verónicas magníficas por el lado izquierdo y ya después, con la banda tocando las “Golondrinas”, vinieron derechazos, naturales, algunos de categoría, entre los olés del respetable, tres por alto, el de pecho, molinetes rodando por desgracia en tres ocasiones el burel por la arena, como asimismo le sucedió a sus hermanos, y al ver esto, finiquitó de una estocada caidilla a este toro que será el último que mate en su vida de torero y vestido de luces Joselito Huerta... Ovación grande, dos orejas y el rabo, vueltas al ruedo, gentío en el mismo acompañando a José, quien después besó la arena en el centro del anillo. En resumen, una despedida donde hubo de todo. Los hijos del diestro fueron los que le quitaron el añadido entre fuertes ovaciones. Ni modo, así fue la cosa y ahora volvemos a desear a José Huerta que siga triunfando en su nueva ocupación y que todo le salga a la medida de sus deseos...

El rabo de Huapango se vino a adicionar a los de Talismán de Piedras Negras; Motorista y Recaudero de La Laguna; Cantarito de Valparaíso; un segundo Talismán, también de Piedras Negras; Rebocero de José Julián Llaguno; Vagabundo de Valparaíso, cortados en la Plaza México y los de Soldado de Valparaíso; Superior de Mimiahuápam y Espartaco de Moreno Reyes Hermanos, obtenidos en El Toreo de Cuatro Caminos para sumar así once rabos cortados en la capital mexicana.

Lo que después siguió

Rafael Rodríguez se preguntaba, al reflexionar sobre su despedida de los ruedos, si acaso sería un desempleado. En el caso de Joselito Huerta no fue así, pues el 1º de enero de ese 1973, asumió el cargo de Presidente Municipal de Atizapán de Zaragoza en el Estado de México, lugar en el que siguió en la actividad pública, en contacto con la gente, pero ya no como el ídolo de la multitud, sino como servidor de ella.

No dejó de practicar la charrería, otra de sus grandes aficiones y de torear ocasionalmente festivales benéficos y de los toreros de su generación, fue el último en torear en el ruedo de Las Ventas de Madrid, en uno de esos festivales, organizado para auxiliar a Vicente Ruiz El Soro, el 2 de marzo de 1997. Vestido de charro, sorprendió gratamente y como dijo en su crónica don Javier Villán, haciendo soñar a la afición madrileña con la lentitud eterna de su templada muleta…

Joselito Huerta falleció en la Ciudad de México, a causa de las consecuencias de una Hepatitis C, el día 12 de julio del año 2001.

domingo, 21 de febrero de 2021

20 de febrero de 1966: Lorenzo Garza se despide de los ruedos en su plaza de Monterrey

El anuncio de la despedida
Diario El Porvenir
Todo principio tiene un final. Algo más de treinta y cinco años después, Lorenzo Garza, el torero que consideró que uno de los ingredientes para ser figura del toreo era saber dividir decidió dejar de vestir el terno de luces. Quedaban atrás aquellas ilusiones que cultivó siendo un muchacho, cuando en una peluquería de su barrio leyó, seguramente en un ejemplar de Toros y Deportes, que Rodolfo Gaona cobraba cuatro mil pesos – en oro – por corrida.

También quedaba para la historia aquella tarde en la que, entrenando de salón ya en El Toreo de la Condesa, se le acercó Adolfo Aguirre El Conejo y le preguntó si era capaz de hacerle lo mismo a los toros y ante su respuesta afirmativa, lo anunció para el siguiente domingo, el 3 de mayo de 1931, con Jesús González El Indio y Antonio Popoca, para lidiar novillos de La Punta. Fue tal la premura de su anuncio, que su nombre apareció en los carteles como Lázaro Garza.

Se volvió un agradable recuerdo el viaje a España, con un puñado de pesetas en la bolsa, su hospedaje en el gran Hotel México de Santander y su feliz y providencial encuentro con don Eduardo Pagés, que casi de inmediato lo puso a torear en aquellas tierras y lo ayudó a salir adelante hasta llegar a recibir la alternativa de manos de Juan Belmonte e iniciar la andadura que lo llevó a ser una de las grandes figuras históricas del toreo.

Todo principio tiene un final y don Lorenzo lo decidió para esta fecha, en su tierra, ante sus paisanos que siempre lo apoyaron.

Los prolegómenos de la despedida

Cuenta Alejandro Arredondo, en Lorenzo Garza, El Ave de las Tempestades, lo siguiente:

“El Magnífico” regresó a los ruedos por última ocasión a los 58 años de edad con un jugoso contrato por tres corridas con la empresa de Leodegario Hernández Campos, la alternativa del joven maestro, una corrida en León y finalmente la despedida de nuevo en Monterrey, para no volver nunca más a vestir de luces…

Lorenzo Garza, de acuerdo a los recuentos estadísticos de don Luis Ruiz Quiroz toreó ese 1966, la de León el 19 de enero con Joselito Huerta, José Fuentes y Manolo Martínez con toros de Mimiahuápam en la que se alzó como el triunfador al cortar la oreja del quinto de la tarde y la de su despedida en Monterrey.

El 22 de enero de ese 1966, días después de su triunfo en León, la agencia Informex, en nota publicada en el diario El Siglo de Torreón, anunciaba ya la despedida del Califa, en estos términos:

México, 21 de enero. – (Informex). – Lorenzo Garza, el veterano espada mexicano anunció que su despedida definitiva de los ruedos tendrá lugar el día 6 de febrero en la plaza de Monterrey, que es su ciudad natal.

En tal fecha alternará con Joselito Huerta y Raúl Contreras “Finito”. La supervivencia del genial muletero regiomontano en el arte que le dio fama ha sido increíble.

Muy cerca de los 60 años de edad, es capaz todavía de lograr hazañas como las de ayer en la plaza de León, donde fue el máximo triunfador, alternando con tres toreros jóvenes que están en su mejor momento.

Lorenzo Garza era uno de los últimos bastiones de la Edad de Oro del toreo mexicano que estaba en activo, pues tras de la tarde que hoy me ocupa, de ella quedarían activos solamente Alfonso Ramírez Calesero, quien en campaña de despedida torearía hasta 1968 y Luis Procuna que tendría su última tarde hasta 1974.

Lorenzo Garza había hecho pausas en su carrera en varias ocasiones antes de esta última tarde. Así, toreó por última vez el 30 de junio de 1943 en Barcelona, con Carlos Arruza y Jaime Marco El Choni con toros de Marceliano Rodríguez, para reaparecer hasta el 20 de noviembre de 1946 en Irapuato, alternando con Manolete y Luciano Contreras, consciente de su responsabilidad de figura que tenía que salir a dar la pelea al Monstruo de Córdoba

Volvió a dejar de torear el 16 de octubre de 1949, en Palmira, Colombia, con alternando con Morenito de Valencia y Félix Briones en la lidia de toros de José Estela. Reapareció el 20 de abril de 1958 en Ciudad Juárez acartelado con Juan Silveti y Jaime Bolaños y toros de Jesús Cabrera, toreando 6 corridas ese año, otras 5 en 1959, 6 en 1960 y 3 en 1961. No toreó en 1962 y 63 y toreó 2 corridas cada uno de los años 1964, 65 y 66. En total en su carrera, sumó nada más 331 festejos toreados.

La tarde de la despedida

Al final de cuentas y a pesar de las noticias previas, don Leodegario Hernández confeccionó un interesante cartel para arropar la despedida de la gran figura. Le acompañaría uno de las figuras emergentes del momento, Raúl Contreras Finito y cerraría la tercia un torero español, de Salamanca, que también era de alternativa reciente Paco Pallarés y que se malograría después a causa del toro negro de la carretera. Los toros serían de José Julián Llaguno, ganadería que gozaba de un excelente momento.

Lorenzo Garza se fue en olor de triunfo, con las orejas y el rabo del último toro que mató en las manos. La crónica de Antonio Córdova, en el diario El Porvenir, de Monterrey, del día siguiente del festejo, entre otras cosas, nos cuenta:

“Joyero” se llamó el cuarto de la tarde. Un joyero de mucha categoría, pues trajo consigo toda la gama de la orfebrería taurina presentada en ese estuche de lujo que se llama Lorenzo Garza.

La exhibición dio principio con una tanda de verónicas de oro que, el señor de Monterrey remató con media verónica rodilla en tierra y, no conforme con ello, volver a prender al de José Julián para llevarlo de los tercios a los medios con 3 lances colosales y media verónica de ensueño.

Pero lo más rico de la exposición vino en cuanto Lorenzo tomó la muleta en sus manos, para ir bordando como gemas valiosísimas un trasteo con naturales garcistas que no volveremos a ver, derechazos de maravilla, y sus medios pases con la derecha que fueron el aderezo a su obra maestra.

El toque final fue esa media estocada en el hoyo de las agujas, con la cual tuvo “Joyero” para entregarse al cachetero, y al grito de ¡Torero! ¡Torero!, se le entregaran las orejas y el rabo del toro de José Julián a Dn. Lorenzo que, aclamado por la multitud dio tres vueltas al ruedo con la arena tapizada de sombreros y prendas de vestir. Un triunfo grandioso para quien ha sabido honrar durante toda su trayectoria taurina el terno de luces…

Una tarde triunfal, pues Paco Pallarés cortó tres orejas a los toros de su lote y Finito con la parte dura del encierro le cortó una al tercero, con petición de la segunda, no concedida, lo que generó una gran bronca a quien presidía el festejo.

En suma, Lorenzo Garza se fue de los ruedos ejemplificando la grandeza de la fiesta, la que siempre fue su bandera.

En el diario El Norte, también de Monterrey, en una publicación sin firma, pero que puedo atribuir a don Ángel Giacomán – esa era su tribuna – se le pedía a don Lorenzo lo siguiente:

... ‘No te vayas Lorenzo’, diría don Alfonso Junco recordando el tiempo ido, que fundió en su cerebro prodigio aquellos versos, que al fin pudieron describir la grandeza del torero, que sembró pasiones y ahora cosecha cariño y admiración.

‘No te vayas Lorenzo’, y sabemos que no te irás, porque quedará para siempre en la mente, tu personalidad incomparable, el sello de tu pase natural inigualable, y al igual que entonces, aún siembras pasiones de matices tan diferentes que te han hecho inmortal...

Ya quedaba solamente paso para la nostalgia, para el recuerdo, para la memoria. Lorenzo Garza seguiría en los ruedos, pues torearía algunos festivales selectos a beneficio de causas nobles, pero la competencia que implica ir vestido de seda y alamares había llegado a su punto y final. Una época había terminado. Y terminó con grandeza, con la grandeza que corresponde tanto a la fiesta de los toros, como al personaje que en este caso la representa.

Aviso parroquial: Agradezco a mi Patrón, don Francisco Tijerina, haberme proporcionado los materiales provenientes del diario El Porvenir de Monterrey, pues de no ser así, no hubiera podido armar esto. Igualmente, el resaltado en la crónica de Antonio Córdova es imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obra así en su respectivo original.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Una fotografía con historia (V)

Monterrey. 16 de diciembre de 1962, triunfos grandes de Jesús Córdoba y Mondeño

La independencia del empresario

Jesús Córdoba, Raúl García y Mondeño
Plaza Monumental Monterrey 16/XII/1962
Colección: Francisco Tijerina
En los años sesenta del siglo pasado – y bastantes más que siguieron –, el empresario taurino era un hombre de negocios unidimensional. Su función era la de arreglarse con ganaderos para comprar toros y con toreros para contratarlos y así organizar festejos taurinos. En ese orden de ideas el sistema funcionaba de manera organizada y cada determinado tiempo los escalafones de toreros se renovaban y en el campo surgían nuevas vacadas que seguían haciendo honor a la renombrada calidad del toro de lidia mexicano. 

Hoy en día, las cosas han cambiado y el empresario lo es todo. Apodera toreros, tiene ganaderías y la propiedad de las plazas y el sistema más que avanzar, parece ir en reversa. ¿Qué es lo que no funciona en esa multidimensionalidad? Explicaciones hay muchas, algunas tienen una buena dosis de sentido, otras, simplemente no resisten el más mínimo análisis. Estos son los tiempos que vivimos hoy en nuestra afición a la fiesta. Y no es que nos quedemos mirando el retrovisor, sino que los resultados del ayer eran más halagüeños que los de hoy.

En 1962 era empresario de la Plaza Monumental Monterrey don César Garza. Uno de esos de una sola dimensión, era empresario nada más. Y en esa actividad, durante ese calendario ofreció a su afición catorce corridas de toros. Llevó a la plaza que regentaba – por estricto orden de aparición – a toreros como Alfredo Leal, Antonio del Olivar, Humberto Moro, Jesús Córdoba, Antonio Velázquez, Luis Procuna, Juan Silveti, Manuel Capetillo, Jorge El Ranchero Aguilar, Jaime Rangel o Raúl García entre los nacionales y a Paco Camino, Fermín Murillo, Luis Segura y Mondeño entre los del otro lado del mar.

Tardes memorables tuvo ese año de 1962, como la del día 14 de enero, con un gran triunfo de Alfredo Leal ante toros de Santacilia; siete días después, los que se llevaron el gato al agua fueron Antonio del Olivar y el madrileño Luis Segura con toros de La Punta; el primero de julio la tarde fue para el linarense Humberto Moro y Joselito Huerta, que enfrentaron un encierro de Las Huertas; luego, el 2 de septiembre, Raúl García, ante sus paisanos triunfó con el ganado de Pedro Castorena y el 2 de diciembre, en el penúltimo festejo del calendario, serían Manuel Capetillo y Mondeño los llamados al éxito con un encierro también de La Punta.

Pero don César no era solo empresario de corridas de toros y entreveradas con los festejos mayores, nunca faltaban las novilladas que en el calendario que me ocupa tuvieron la presencia de toreros jóvenes como Joel Téllez El Silverio, Mauro Liceaga, el de Reynosa Tito Palacios y Gabino Aguilar entre los más destacados punteros de la novillería de esa temporada.

La forma de hacer del empresario independiente daba rédito a la fiesta y la historia es testigo de ello. Por ello mi recuerdo a la manera de hacer de un empresario independiente que supo hacer temporada en su plaza.

La historia de la fotografía

Para el 16 de diciembre de 1962 don César Garza programó una corrida de toros con un encierro de Las Huertas – el segundo que se lidiaba en el año – para Jesús Córdoba, Raúl García y Juan García Mondeño. El primero de los encierros de Luis Javier Barroso que se lidió, más o menos medio año antes, permitió el triunfo de los toreros y con la combinación que ahora presentada, era un buen atractivo para la afición.

La crónica que me sirve para hilar estos recuerdos apareció en el diario El Porvenir, de Monterrey, al día siguiente del festejo. La escribió Antonio Córdova. No hace juicio sobre la entrada al festejo, pero quiero suponer que fue un lleno. El triunfo en apéndices fue para el Maestro Córdoba y Mondeño realizó una faena importante al sexto de la tarde. Raúl García tuvo que lidiar con el hueso del encierro.

Jesús Córdoba y Perlito

El toro que abrió plaza se llamó Perlito. De la labor del Joven Maestro, Antonio Córdova escribió:
¡Las campanas de León sonaron a triunfo! Sí señor, que hasta allí donde la vida no vale nada llegó el estruendo del triunfo clamoroso que obtuvo el joven maestro Jesús Córdoba; que esculpió con la finura de su arte dos faenas primorosas a otros tantos astados de Las Huertas, y no se vaya a pensar que los pupilos del Chacho Barroso que le tocaron en suerte eran dos peritas en dulce, lo que pasa es que dichos astados se encontraron con un TORERO que tiene este año, por el sitio que merece dentro de la afición. 
“Perlito” se llamó el primero de la tarde, y con él, Jesús arrancó los primeros olés de la jornada, al dibujar cinco primorosos lances a la verónica – que todavía hay toreros que la dan ¡qué caray!, y el de León es uno de ellos – que fueron un dechado de perfección: fueron solo cinco lances, pero qué diéramos los aficionados por ver aunque sea esa cantidad en cada tarde. 
Chucho Córdova (sic) es el torero mexicano cuyo arte se funde en el crisol de la plasticidad y la clase y por ello en su turno en quites repitió la dosis de toreo al natural con la capichuela, para bordar nuevamente el lance a la verónica. 
Que Córdova (sic) es un maestro, nadie lo duda: menos aún después de verlo doblar tan toreramente con su enemigo para fijarlo en el engaño y luego correrle la mano derecha en varias tandas, adornándose en todo momento y dejando sobre el ruedo de la Plaza Monterrey el aroma suave, limpio y puro de su toreo clásico y bello. 
Su labor fue completa, por eso intercaló en su trasteo el toreo preciosista y los pases de adorno que contrastaron a veces con la verdad de sus manoletinas y la entrega total en sus pases de costado. 
La faena del leonés derechista, porque por ahí quiso el toro que se le lidiara; pero qué manera de correr la mano de Córdova (sic), sobre todo en los muchos muletazos de vuelta entera que hubo en la faena. Y como colofón digno a su torerísima labor, Chucho Córdova (sic) dejó una estocada perfecta en el hoyo de las agujas, que fue suficiente para que el de Las Huertas rodara patas arriba, y la plaza se nevara de pañuelos blancos pidiendo los trofeos para este purista del toreo que se llama Jesús Córdova (sic); que con las dos orejas de su enemigo dio otras tantas vueltas al ruedo, recibiendo la aclamación del público… 
Era la corrida número 315 de las 372 que toreó en su carrera el Maestro Córdoba y sin abdicar a su concepto, volvió a dejar en la arena regiomontana su rúbrica artística.

Mondeño y su fallo a espadas

Juan García Mondeño venía a refrendar un triunfo que había conquistado dos semanas antes. El aire ascético que imprimía a su toreo impactaba a quienes lo presenciaban y calaba hondo en los tendidos. El sexto de la tarde fue otro de los toros de Las Huertas que facilitaron el toreo que impacta en las masas y el de Puerto Real aprovechó esas condiciones para reiterar sus cualidades. Antonio Córdova lo describe así:
España debe sentirse orgullosa de contar con un torero como “Mondeño”, sobre todo, por la vergüenza y el pundonor que hay en el ruedo cuando el torero de Puerto Real está en él.
Ayer no se lograron los faenones del día de su presentación, pero “Mondeño” volvió a electrizar a la afición regiomontana con la litúrgica belleza de su toreo y nuevamente al grito de ¡Torero, Torero!, debió llegar hasta Monda, el pueblecito donde nació el magistral diestro que se cuenta entre las siete maravillas de España.
Nada logró hacer el de Monda con la capa en su segundo – bueno, aparentemente – porque logró sujetarlo y fijarlo en el engaño, para luego con la muleta enloquecer a la multitud con su toreo señorial y único, más todavía, porque el pundonoroso torero español le pisó sus propios terrenos a la res para obligarla a embestir, estando a punto de recibir una cornada al ser zarandeado peligrosamente por el astado.
Y nuevamente imperó en el ruedo de la Plaza Monterrey el toreo de “Mondeño”, nuevamente surgieron de su maravillosa muleta los derechazos de mística belleza, rematados toreramente con el forzado, para que de todas las gargantas surgiera como una sola voz el grito de ¡Torero!, mientras allá en las alturas la banda de la plaza dirigida por Dn. Bernardo y Armando Garza, perfumaba el ambiente con un pasodoble torero, tan torero como el que estaba en el ruedo.
Con qué liturgia hace el toreo “Mondeño”, cómo honra el terno de luces y cómo respeta al público que llena las plazas este torero; sacerdote pagano que oficia en las plazas de toros convertidas en templos de la tarde.
Ayer volvió a no tener fortuna con la espada, y mire que en el primer viaje se fue en corto y por derecho dejando más de medio estoque, que desgraciadamente no surtió los efectos deseados; cómo nos hubiera gustado verlo con las orejas de su enemigo en sus manos, porque cuando se torea como “Mondeño” lo hizo ayer en su segundo toro, los apéndices son imprescindibles. ¡Lástima de verdad! Pero a la gente no le importó si “Mondeño” no mató a su toro en el primer viaje y lo aclamó de nuevo obligándolo a dar la vuelta al ruedo; qué torero está el tío, no cabe duda…
Las orejas se cortan con la espada, que en esta oportunidad no le fue propicia a Juan García. No obstante la impronta dejada por su hacer ante el toro caló hondo ante la afición congregada en la Monumental Monterrey, que lo acogió como suyo.

Retales de la prensa de ese día

La prensa mexicana de esa fecha consignaba entre otras estos resultados de festejos y noticias:

En Torreón, Alfredo Leal, división y silencio; Antonio del Olivar, 3 orejas y rabo y Enrique Vera, abroncado en ambos. Toros de La Ventilla.

En la Plaza México, Antonio Velázquez, silencio y herido; Humberto Moro, ovación, silencio, pitos en el cuarto que mató por Velázquez y silencio en el sexto que mató por Camino. Paco Camino que confirmó, oreja protestada y herido en el sexto. Toros de José Julián Llaguno.

En Guadalajara, Calesero, vuelta y pitos; Manuel Capetillo, pitos y vuelta; Juan Silveti, silencio y silencio. Toros de San Mateo. Al finalizar el festejo se anunció la novillada del Estoque de Plata para el día de Navidad con Mauro Liceaga, Gabino Aguilar, Ángel Flores y Juan Clemente, con novillos de Santo Domingo.

Rematando

Esta es la historia de la fotografía. No es un reflejo fijo de un momento de una tarde determinada, sino una ventana que nos lleva a ver los sucesos de una tarde de toros. En esta oportunidad se trata de la visión de una tarde triunfal de una época ya ida, cuando las cosas de los toros eran menos convulsas que hoy en día y quizás por ello, sus resultados eran más tangibles.

Con mi gratitud

A mi amigo Francisco Tijerina, que me facilitó la fotografía, así como la crónica de Antonio Córdova que dan pie a que yo meta los míos. Sin esas facilidades, esto no quedaría escrito. ¡Un abrazo Patrón!

Aldeanos